Con el registro de los hijos, la madre tendrá la posibilidad de viajar con ellos, inscribirlos en la escuela u hospitalizarlos, entre otras cosas que hasta ahora solo podía llevar a cabo el padre
El Gobierno libanés anunció hoy que las mujeres divorciadas podrán incluir, de ahora en adelante, el nombre de sus hijos en su certificado de registro civil, reconociendo un derecho hasta ahora negado en una sociedad que privilegia la potestad del hombre.
La orden es fruto «de la aplicación de la igualdad entre ciudadanos y ciudadanas en Líbano en lo que se refiere a la obtención del certificado de registro civil», según anunció el director general del Departamento del Registro Civil, Elias Jury, en una circular.
Con el registro de los hijos, la madre tendrá la posibilidad de viajar con ellos, inscribirlos en la escuela u hospitalizarlos, entre otras cosas que hasta ahora solo podía llevar a cabo el padre, según explicó a Efe la directora de la ONG Abaad, Ghida Amani.
«Se trata de un primer paso que podrá llevar a que se logre que (las mujeres) puedan trasmitir la nacionalidad a sus hijos», dijo Amani.
Una libanesa casada con un extranjero no puede transmitir la nacionalidad a sus hijos, aunque hayan nacido y vivido en Líbano, por lo que los niños están privados de algunos derechos.
El ministro de los Derechos de las Mujeres, Jean Oghassabian, afirmó que la «decisión tomada es un paso esencial hacia la igualdad entre hombres y mujeres», informó la Agencia Nacional de Noticias (ANN).
A pesar de que la Constitución libanesa estipula la igualdad entre todos sus ciudadanos, muchas cuestiones civiles están regidas por las autoridades religiosas, que emiten resoluciones sin control del Estado y discriminan a las mujeres.
En los últimos años, la lucha de las mujeres logró algunos avances, como la derogación en 2017 del polémico artículo 522 del Código Penal que permitía a los violadores no enfrentarse a la Justicia si se casaban con sus víctimas, así como la aprobación de una ley contra la violencia doméstica en 2014.
La educación pública libanesa está desbordada por la llegada de más de 200.000 estudiantes sirios. Más de la mitad de los desplazados entre tres y 18 años está fuera de la enseñanza formal
«¿Hoy vas a llevar el uniforme?”, le grita su madre desde el otro cuarto. Maher [nombre ficticio, como los de los otros refugiados mencionados en este reportaje] no le hace mucho caso. Está demasiado ocupado en peinarse y repeinarse el cabello engominado. Solo cuando ya no queda ni un pelo fuera de lugar, le contesta que sí y trota a por el uniforme hacia la habitación contigua, la única, además del salón, de una tienda de campaña en la que malviven 16 personas huidas del conflicto en Siria. Mochila al hombro, coqueto, cruza el asentamiento informal de Talyani, en Bar Elias (Líbano), hasta la escuela.
Líbano es el país que más refugiados acoge en comparación con el número de habitantes; ya representan un cuarto de la población, superando en número a los alumnos libaneses en la educación básica (6-15 años) —en el año académico 2017-2018, el Ministerio de Educación registró 213.358 extranjeros frente a 209.409 nacionales—.
Desde el comienzo de la guerra en Siria, que ya ha entrado en su octavo año, la enseñanza pública ha doblado el número de alumnos. El 48% de los casi 490.000refugiados sirios en Líbano entre tres y 18 años está integrado en el sistema público de educación formal del país de acogida, según Acnur (la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados). La mayoría de ellos (el 71%) ha acudido en el turno de tarde a una de las 350 escuelas habilitadas por el Gobierno para hacer frente a la emergencia.
Los esfuerzos de las autoridades locales han logrado un fuerte repunte en las matriculaciones en primaria y secundaria (un 70% entre los seis y 14 años en 2017 frente al 52% del año anterior). Pero, a pesar de los avances, los problemas no terminan con el ingreso en las aulas. Diferencias de currículo; clases abarrotadas en las que conviven alumnos de distintos niveles, edades o idiomas; transporte; seguridad, penurias —tres cuartos de los refugiados sirios viven por debajo del umbral de pobreza— y discriminación representan los principales obstáculos para su integración real. Más de la mitad de los refugiados entre tres y 18 años, sobre todo adolescentes, sigue fuera de las aulas y acabar el ciclo de estudios representa una excepción (apenas el 12% de los jóvenes entre 17 y 19 años ha finalizado el noveno curso).
Líbano ha logrado reducir el número de niños sirios fuera de programas de educación formal e informal, pasando del 50% registrado en diciembre 2016 al 43% al cierre de 2017, según el último informe de la plataforma No lost generation. Pero el aumento de la pobreza y el recorte de la ayuda económica ponen en la cuerda floja estos progresos. En la conferencia de donantes de Bruselas del pasado mes de abril, la comunidad internacional se comprometió a destinar a Siria 4.400 millones de dólares en 2018 (unos 3.600 millones de euros), es decir, la mitad de los 7.300 millones de euros que las Naciones Unidas estiman necesarios.
“Estamos incrementando el número de alumnos extranjeros, pero el apoyo económico no crece de manera paralela”, lamenta Sonia al-Khoury, funcionaria del Ministerio de Educación. Khoury dirige el brazo ejecutivo del programa ministerial Alcanzar a todos los niños con Educación (RACE, por sus siglas en inglés), que arrancó en 2014 con el objetivo de mejorar el acceso, la calidad y el sistema escolar.
La funcionaria es consciente del reto al que se enfrenta el sector público, pero defiende la actuación del Ministerio. “Líbano es un buen ejemplo de cómo acoger a un número de estudiantes extranjeros superior al de alumnos libaneses. Y lo estamos haciendo con éxito, como demuestran también las calificaciones de los sirios en los exámenes oficiales, con notas parecidas a las de los nacionales”, asegura.
“Cualquier otro país con más de un millón de refugiados ¿sería capaz de ofrecerles cabida en su sistema de educación pública? Les ofrecemos enseñanza, porque creemos en el derecho a la educación de calidad y no podemos dejarles en la calle. Los integramos no para acogerlos para siempre en nuestro sistema, sino para que disfruten del derecho a la educación y que tengan oportunidades mejores en la vida cuando vuelvan a Siria”. [Siga leyendo aquí la entrevista completa con Sonia al-Khoury]
La región con menos matriculaciones
Maher, peinado impecablemente, cruza el patio de la escuela de Talyani, bajo el sol insoportable del Valle de la Bekaa. Tiene 10 años, de los cuales lleva cuatro en Líbano. Su padre murió a los cuatro días de llegar desde Homs, dejando a su madre sola con 12 hijos, incluido un bebé. Solo tres de sus hermanos estudian, otros cuatro tuvieron que renunciar para echar una mano en casa, mientras que los mayores trabajan cuando pueden. A Maher le gusta echar carreras con sus amigos. No es el que más rápido corre, admite, pero no se le da tan mal. En árabe, en cambio, es muy bueno. Quiere estudiar para ser profesor, volver a Siria cuando acabe el conflicto y ayudar en la reconstrucción.
El Valle de la Bekaa es una de las regiones que más refugiados sirios acoge por la cercanía con la frontera. Esta zona presenta las tasas de matriculación para niños entre seis y 14 años más bajas del país, a pesar de que se duplicaran en un año (del 30% de 2016 al 59% de 2017). La escuela que frecuenta Maher, gestionada por Entreculturas —que prestó su apoyo para la realización de este reportaje— y el Servicio Jesuita al Refugiado en colaboración con la Fundación Kayany, es una de las pocas del país dirigidas por ONG y autorizadas por el Gobierno para ofrecer educación formal, ante la sobrepoblación de los servicios públicos de la zona.
La escuela de Talyani acoge de manera gratuita a alrededor de 600 alumnos entre tres y 13 años repartidos en turnos de mañana y tarde. “Nosotros fomentamos la integración en la escuela pública, pero a los estudiantes no les suele gustar, porque las clases están abarrotadas y denuncian discriminación, abusos físicos y verbales por parte de los profesores”, sostiene Nassib Shokr, responsable de Educación del Servicio Jesuita al Refugiado en Bar Elias.
“Uno de mis estudiantes estaba en la escuela pública y me contaba que su profesora le decía: ‘Si quieres entender, lo entiendes. Es tu problema”, señala Samia Ali Saleh, profesora de inglés en Talyani. Para esta enseñante de 31 años de Al Marge, una localidad cerca de Bar Elias, los alumnos refugiados necesitan una atención especial. “Viven situaciones muy duras y tenemos que ser sus maestros, sus padres, sus hermanos y sus amigos. Mis estudiantes, al ver que me dirigía a ellos desde el respeto, me preguntaban: ‘Profe, ¿eres libanesa? ¿En serio?’. Sí, ¿qué hay de malo? Y, si tú eres sirio, ¿dónde está el problema? No es una cuestión de nacionalidad. Se trata de seres humanos”.
LOS PAÍSES VECINOS
En 2016, la comunidad internacional reunida en Londres lanzó una cruzada para asegurar que ni un refugiado sirio se quedara sin acceso a la educación, tanto dentro del país como en las sociedades de acogida. Dos años después, las matriculaciones en Siria se han estabilizado, con alrededor de 3,7 millones de niños (64% de la infancia en edad escolar) actualmente inscritos en la escuela. En el conjunto de los cinco países de la región (Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto), sin embargo, la infancia que participa en programas de educación formal o informal ha pasado del 59% en diciembre de 2016 al 65% un año después, sobre todo gracias a los avances registrados en la educación formal en Turquía y en la no formal en Líbano.
Pero quedan aún 689.000 niños y niñas sin escolarizar, según el último informe de la plataforma No lost generation. Las razones a la base del abandono escolar siempre son las mismas: trabajo y matrimonio infantiles, falta de documentación de identidad, inseguridad, traumas vinculados con el desplazamiento, pobreza.
En 2017, las agencias internacionales hicieron un llamamiento para la respuesta humanitaria en Siria y en los cinco países de la región para conseguir 1.091 millones de dólares (unos 940 millones de euros), de los que recaudaron solo el 52%, una cifra inferior a la recogida el año anterior.
Los refugiados en edad escolar de la Valle de la Bekaa se enfrentan también a otros obstáculos que contribuyen al abandono escolar, como desalojos forzosos por parte de las autoridades locales, altos costes para regularizar la estancia en Líbano o gastos inasumibles para el transporte escolar. “Muchos menores de edad dejan los estudios para trabajar como temporeros”, explica Mahmoud Bwary, responsable de Educación de Unicefdesde Zahlé, donde el Fondo de las Naciones Unidas ha abierto un centro de educación no formal para primera infancia con el objetivo de preparar a los niños para el ingreso en la escuela pública. “Otra barrera es el matrimonio infantil”, agrega.
Hala, de 14 años, no trabaja ni estudia. En 2013, cuando huyó de Kobane para trasladarse a Beirut, tuvo que renunciar a la enseñanza. Lo volvió a intentar en el país de acogida, pero la destinaron al primer curso, con alumnos muchos más jóvenes que ella, y no quiso. A pesar de todo, sigue soñando con ser abogada de mayor. Tamim, en cambio, nunca fue a la escuela. Con 13 años —casi 14, matiza—, este chico de Alepo no encontró ningún centro equipado para acoger a alguien en silla de ruedas como él. Hala y Tamim, en la espera de retomar los estudios, frecuentan el Club de Jóvenes que Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados han abierto en Borj Hammoud, en la periferia de la capital libanesa, en el marco del proyecto Frans Van Der Lugt.
Una convivencia difícil
En este distrito densamente poblado viven alrededor de 12.000 sirios, por lo que la maltrecha economía y la pugna por los mismos recursos y servicios exasperan las tensiones entre lugareños y recién llegados. “Antes había más trabajo, pero ya no hay empleo para los libaneses”, se queja un vecino que prefiere ocultar su nombre. Lleva días sin ver a clientes cruzar por la puerta de su tienda de muebles. “Me temo que si los sirios siguen recibiendo tantos privilegios, nunca van a regresar a su país y Líbano no puede recibir a más refugiados”, zanja.
La tensión de las calles se traslada a los hogares. “Hay mucho abuso verbal y físico en las familias refugiadas. Los adultos ven las noticias en la tele sobre lo que pasa en Siria, viven hacinados en pisos pequeños y transmiten malas emociones a los hijos”, señala Aula Al Hussein, trabajadora social en la escuela Frans Van Der Lugt. “Todo esto se plasma en falta de concentración, agresividad, miedo a la oscuridad…”.
Angela Maria Abboche, directora de la escuela, recuerda que los inicios fueron complicados. “Nos tiraban botellas vacías al patio. Ahora la situación ha mejorado, pero ningún libanés participa en nuestras actividades”, explica. Ella misma, beirutí, representa una excepción, así como otros docentes libaneses del centro, que acompañan a profesores sirios que trabajan como voluntarios debido a las restricciones legales impuestas sobre las ocupaciones de los refugiados. Abboche, de 27 años, interrumpe la conversación una y otra vez, bien porque un niño le agarra el borde de la camiseta para reclamar un abrazo, bien para atender a una madre o para tocar el timbre del recreo. Lleva cuatro años en la escuela, donde se ofrece educación no formal para primera infancia y apoyo escolar para los alumnos de las escuelas públicas, para que se adapten al nuevo currículo. El principal obstáculo para ellos es el idioma, ya que en Líbano las asignaturas se imparten en inglés o francés, mientras que en Siria toda la enseñanza es en árabe.
El inglés es precisamente la asignatura que más le cuesta a Yaser, por eso acude a las clases de refuerzo del centro. Este chico de Afrin tiene 12 años y una mirada seria que no se corresponde con su edad. Llegó a Líbano en 2012, pero aún añora la vida en Siria. “Fue difícil en la escuela, porque no hablaba inglés”, revela, “pero ahora ya va mejor”.
La profesora Maysaa J., de Afrin, aún recuerda su primera clase en Borj Hammoud. “Fue muy dura, porque no tenía experiencia y había más de 40 alumnos en clase”, cuenta. “Eran todos eran refugiados, no conocían a nadie en Líbano, algunos nunca habían sido escolarizados o solo hablaban kurdo. No teníamos medios, pero aún así, siempre hemos intentado darlo todo por ellos”.
A pesar de las dificultades, la libanesa Sabine Akkory, que en Frans Van Der Lugt imparte clases de inglés, lo prefiere a un empleo en el sector público. “Estos niños necesitan ayuda después de todo lo que han sufrido. Es mi deber enseñarles que el mundo no es tan malo”.
LOS SIRIOS PALESTINOS
Entre los que huyen del conflicto en Siria, también hay palestinos. El último censo del Comité de Diálogo Libanés-Palestino, realizado el pasado mes de diciembre, apunta a la presencia de 18.600 de ellos en Líbano, que elevan a casi 174.000 el total de los que viven en el país. La Agencia de Naciones Unidas para Refugiados Palestinos (Unrwa), sin embargo, cifra los sirios en 32.000 sobre un total de 450.000 residentes en Líbano.
Unrwa gestiona 66 escuelas en Líbano, en las que estudian alrededor de 37.000 alumnos, de los cuales unos 5.500 sirios. En 2012, la Agencia empezó a integrar a los refugiados sirios en sus centros a través de un sistema parecido al escogido por el Gobierno libanés. 14 centros empezaron a funcionar con dobles turnos para que los nuevos alumnos se pudieran adaptar al nuevo currículo y fueran gradualmente integrados en las aulas por la mañana. En la actualidad, solo una escuela, en una zona remota del país, sigue operando por la mañana y por la tarde.
“El sistema de dobles turnos que las escuelas libanesas han puesto en marcha para los alumnos sirios no genera una separación”, explica Salem Dib, coordinador de educación de Unrwa en Líbano. “La educación es vital y si no hay disponibilidad física en las clases, hay que buscar alternativas. Cuanto más niños tienen acceso a los estudios, la sociedad en su conjunto estará más integrada y estable”.
Una campaña para sensibilizar con temas sociales a jóvenes, arrancó hoy en dos universidades capitalinas mediante una feria que involucra a unas 200 organizaciones no gubernamentales.
En declaraciones a Prensa Latina, el secretario general del rectorado de la Universidad de Saint Joseph, Fouad Maroun, expresó que los dos centros docentes acompañan una iniciativa para atraer estudiantes a la dinámica ciudadana.
Así, continuó, se han desplegado unos 200 pabellones en los campus para que los educandos perciban temas presentes en la sociedad que casi no reciben visibilidad por los medios.
En la facultad de medicina de la Saint Joseph, las ong dispusieron de espacio para mostrar cuánto se hace por personas con necesidades especiales, pacientes de cáncer, víctimas de violencia de género y mujeres inmigrantes, entre otras.
El representante de Include Club, Balil Sanak, dijo a Prensa Latina que resulta delicado en la sociedad libanesa una persona con necesidades especiales, aunque hay carencias en todos los seres humanos en algún momento.
Con el lema ser discapacitado no es contagioso, Include trata de cambiar hábitos y costumbres que marginan a personas con defectos físicos o perdieron algún órgano por diversas razones, explicó.
La Asociación Bárbara Nassar ofrece atención a enfermos de cáncer que van desde apoyo sicológico hasta ayuda económica, refiere a Prensa Latina Maha Haddad.
Muchas de las personas con diagnóstico de cáncer, indicó, caen en depresiones y nosotros organizamos actividades sociales y consultas de especialistas para que mejoren en su estado moral y emotivo y recuperen fe por la vida.
Esa ONG surgió a partir del episodio de Bárbara Nassar, quien murió en sus cuarentas, pero antes y junto a su esposo e hijos, Hany, recorrió todo el país para encorajar a las que sufrían de igual enfermedad.
La organización no gubernamental Dar el Amal se ocupa de rehabilitar a presas, a las que ofrece cursos de capacitación y educación para que puedan recuperar sus vidas, relata su representante en la feria de la Saint Joseph, Salla Mougrabi.
Tenemos dos escuelas, una en Naba y otra en Sabra, precisó, que reciben a niños con muy bajos recursos, analfabetos muchos de los cuales, a quienes ayudamos a incorporarse a la enseñanza normal.
Según los organizadores, hubo una encuesta entre los estudiantes para conocer cuáles temas cubrirían sus intereses y la feria de dos días recibe una asistencia numerosa que al parecer cumple sus objetivos de apoyar a los menos favorecidos.
Los maestros de escuelas privadas libaneses insisten en mantenerse en huelga para reclamar aumentos salariales, aunque el ministro de Educación, Marwan Hamadeh, calificó esa acción de crimen contra los estudiantes.
Hamadeh, citado hoy por medios locales, declaró que apoya las demandas de los docentes, empero, sugirió que ellos no pueden tomar a los educandos como rehenes.
Las direcciones de centros escolares privados anunciaron que aumentaran las tarifas de ingreso a estudiantes para asumir el incremento de sueldo de los profesores.
Sin entrar esa medida en efecto aún, los padres de los alumnos protestaron por la imposibilidad de algunos de pagar un incremento del costo de la matrícula.
Docentes de escuelas privadas y religiosas van al paro con frecuencia desde que el Parlamento aprobó en julio pasado, una escala salarial que elevó los sueldos del sector público.
Ese aumento, sin embargo, todavía no se ha hecho efectivo.
Los medios de comunicación locales citaron a Hamadeh que defendió la elevación del costo de matrícula, en tanto que disminuiría la presión financiera estatal.
El ministro dijo que las familias de los estudiantes solo cubrirían el aumento de tarifa hasta que el Gobierno pudiera asumir esa carga.
La práctica común indica que la ley sobre la escala salarial para instituciones públicas, de igual manera se aplicaría para los maestros de escuelas privadas.
De acuerdo con el primer ministro libanés, Saad Hariri, la única solución es que maestros, directores de escuelas y familias deben ponerse de acuerdo entre ellos.
Pese a leyes y decretos, el sistema de educación pública en El Líbano discrimina a los niños discapacitados, denunció hoy un informe remitido a Prensa Latina.
Una organización humanitaria internacional señaló que a menudo a los menores con discapacidades se les niega admisión en los centros docentes.
Y para aquellos que logran inscribirse, apunta el texto, la mayoría de las escuelas carecen de las condiciones para proporcionar calidad educativa.
Un informe de 75 páginas, con el título ‘Me gustaría ir a la escuela’, anota las barreras existentes para esos infantes, aunque por ley se prohíbe discriminarlos.
El texto refiere que en los centros docentes no hay adaptaciones razonables para los niños con esos hándicaps, tales como modificaciones en el ambiente de la clase y programas de estudio, entre otros.
La subdirectora para Medio Oriente de la organización no gubernamental Human Rights Watch, Lama Fakik, declaró a Prensa Latina que la discriminación roba educación a los menores libaneses con discapacidad.
‘Sin opción real alguna para una educación inclusiva de calidad, añadió, miles de discapacitados se están quedando atrás’.
Según la directiva, no se están poniendo en práctica la ley 220, aprobada en 2000 en El Líbano, la cual garantiza derecho de educación y otros servicios a toda persona con desventaja de aprendizaje o de cualquier tipo.
Centenares de maestros realizaron hoy una protesta ante la sede del gobierno capitalino, en reclamo de mejor trato salarial y contractual, según una comunicación remitida a Prensa Latina vía internet.
La manifestación también condenó la detención de varios colegas que, con anterioridad, mostraron su descontento en una concentración mientras sesionaba el Gabinete.
El reclamo de los docentes se basa en una ley aprobada en junio de 2017 que aumentó el sueldo de los empleados públicos, pero aún no se hecho efectiva en el sector educacional privado.
A principios de mes, los maestros bloquearon carreteras y calles en los alrededores de la residencia del presidente Michel Aoun y la gendarmería utilizó métodos coercitivos para dispersarla.
Diez personas fueron arrestadas.
El ministro libanés de Educación, Marwan Hamadeh, condenó esa acción policial que calificó de ‘violencia inaceptable en una república que se basa en el respeto a las libertades’.
Se dijo que Hamadeh habló con los manifestantes por teléfono, les confirmó su apoyo y les exhortó a que se quedaran en sus puestos.
‘No se muevan hasta que el gabinete establezca una fecha para debatir sobre la Educación’, publicó en aquel momento el canal MTV.
En respuesta a las protestas, presidente Aoun solicitó un aparte del Gabinete para analizar los problemas del sector educativo, pero no se estableció una fecha, y todavía no se discute el tema en el Consejo de Ministros.
Los salarios de los docentes de las escuelas privadas permanecen congelados, pese a que deben favorecerse por ley. También exigen contratación permanente.
Desde hace meses, los maestros de planteles privados mantienen protestas, al igual que los padres de los alumnos.
Las administraciones de los centros privados adelantaron que para cubrir los aumentos salariales, incrementarán las tasas de matrículas hasta 30 por ciento que estarán fuera del alcance económico de muchas familias.
La Asociación de Profesores de Escuelas Privadas, de El Líbano, exhortó hoy a mantenerse en huelga en reclamo de mejoras salariales.
El líder de esa organización, Rudolf Abboud, anunció la continuidad del plantón, tras una reunión hoy con el ministro de Educación, Marwan Hammaded, la cual calificó de positiva.
Los docentes de planteles privados libaneses exigen el cumplimiento de la ley de escala salarial, conocida como Ley 46, que estipula un aumento de sueldo en el sector público.
Aunque la legislación se aplica en instituciones públicas, la práctica común dicta que un aumento en los salarios de los maestros de escuelas públicas también derivaría en los privados.
Las administraciones de las escuelas particulares adelantaron que para asumir los costos de ese incremento salarial, aumentarán hasta 30 por ciento las tasas de matrícula.
Los comités de padres rechazan esa decisión por cuánto el costo de la educación se convertirá en prohibitiva para muchas familias y también critican las huelgas que dañan el proceso lectivo.
En una manifestación frente a la sede del Ministerio de Educación, Abboud reveló que la huelga se mantendrá hasta tanto se cumplan las demandas e incluso aumentaremos las protestas, acotó.
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