Page 1228 of 2447
1 1.226 1.227 1.228 1.229 1.230 2.447

Lo que no funciona en la educación actual

LA EDUCACIÓN NO PUEDE EQUIPARAR A CADA ESTUDIANTE CON UN CONJUNTO COMPLETO DE PERSPECTIVAS; ES MÁS, ESTAMOS CONDENADOS AL FRACASO SI INTENTAMOS HACER DE CADA JOVEN UN HISTORIADOR, UN BIÓLOGO O UN COMPOSITOR DE MÚSICA CLÁSICA.

HOWARD GARDNER: LA EDUCACIÓN DE LA MENTE Y EL CONOCIMIENTO DE LAS DISCIPLINAS.

Salvador Rodríguez Ojaos

Hace ya algunos días se publicó en algunos periódicos la historia de Jack Cator, un joven emprendedor británico que ha creado una exitosa plataforma online. Este tipo de noticias son habituales, pero ya no lo son tanto los titulares que se utilizaron en algunos medios: El macarra que se hizo millonario por portarse mal en el colegio (El Confidencial), La historia del joven británico que se hizo millonario por no atender en clase (ABC), El joven que se hizo multimillonario por portarse mal en el colegio (BBC). Resulta cuanto menos curioso que “portarse mal en el colegio” y “no atender en clase” se insinúen como claves del éxito de Jack. Sin duda, corren malos tiempos para la escuela.

Pensando sobre ello, recordé lo que dicen sobre la educación algunos de los grandes pensadores de nuestros días: Robinson, Bauman, Gardner, Gerver, Wagner, Tough… todos ellos coinciden en que algo no funciona en la educación que ofrecemos en nuestras escuelas.

Esto me ha motivado a recopilar en este artículo algunas de las cosas que no funcionan en la educación escolar, algunos de los problemas que considero más significativos para entender qué es aquello que deberíamos cambiar para ofrecer una educación en nuestras escuelas que dé respuesta a las necesidades reales que tienen nuestros niños y jóvenes para sobrevivir en un mundo tan inestable como el actual y como el que se encontraran en un futuro incierto.

Un primer problema a comentar es el hecho de que los sistemas educativos dependen de los cambios políticos. En la mayoría de nuestros países, cada cambio de gobierno conlleva un cambio en el sistema educativo. Esto provoca que se encadenen reformas de las leyes educativas que tienen como principal consecuencia currículos inabarcables y cambios metodológicos sin sentido que, además, casi nunca van acompañados de la formación necesaria para los docentes.

Los gobernantes suelen sentirse mucho más cómodos con una educación que funciona como elemento conservador de lo establecido que con una educación que alimenta el espíritu crítico y el cambio. Por ello, la educación debe quedar al margen de los vaivenes políticos.

Otra de las problemáticas de la educación actual es la creencia fuertemente arraigada de que la excelencia educativa tiene que ver con la memorización de datos, fechas y conceptos más que con la capacidad de utilizar los conocimientos adquiridos para aplicarlos en la resolución de problemas reales. Todavía son muchos los que están convencidos de que la letra con sangre entra y, por ese motivo, relacionan el estudio con el esfuerzo y el sufrimiento y no con el esfuerzo y el gozo.

Los sistemas de evaluación de muchos de nuestros centros educativos premian a los alumnos que son capaces de recitar lo que el docente les ha enseñado, cuando lo que debería premiarse es la capacidad de aprender de manera autónoma, la capacidad de producir el propio aprendizaje. Así nuestras escuelas son lugares donde se va a aprobar y no a aprender. Todo esto se ve agravado por la importancia y el valor que se le otorga a las pruebas estandarizadas tipo PISA, que lleva a plantear la mejora de los resultados en esas pruebas como el principal objetivo de las políticas educativas.

También es un problema la creencia de que la escuela es solo un lugar de alfabetización. Puede que en siglos pasados esto fuera así, pero en la sociedad de la información no tiene ningún sentido. La escuela debe trabajar con datos, pero también con valores; debe enseñar a resolver ecuaciones, pero también conflictos de convivencia; debe enseñar a hacer, pero también debe enseñar a ser. Además, hay múltiple estudios que demuestran que para que el aprendizaje sea significativo debe estar relacionado con la emoción, con la capacidad de satisfacer la curiosidad de los alumnos, con la alegría de aprender.

Todo esto tiene que ver con la arquitectura de los centros escolares, que están diseñados para el control y la disciplina y no para el aprendizaje. Derribar paredes y abrir las puertas de nuestras aulas no es una necesidad, es una obligación para poder educar en los valores y las destrezas necesarios para sobrevivir en la sociedad de la incertidumbre.

Por último, la formación inicial y continua de los docentes y su valoración social como agente fundamentales para el buen funcionamiento de la sociedad son otras de las cosas que no funcionan en la educación actual. El valor de los docentes debe ser reconocido para que la escuela cumpla con su verdadera función.

A estas alturas de un artículo sobre lo que no funciona en la educación, algunos se estarán preguntando cómo es que no se ha dicho ni media palabra sobre la introducción de las TIC o el uso de Internet… pero creo que fue Steve Jobs quien dijo que lo que no funciona con la educación no se arregla con la tecnología. Las TIC deben estar al servicio del aprendizaje, no al revés.

En conclusión, en educación se dan por válidos demasiados supuestos que cuando se analizan con detenimiento se demuestran ineficaces. En Desmontando 5 tópicos educativos escribí que: “Las buenas prácticas educativas dejan huella, dejan la impronta necesaria para que las personas podamos desarrollarnos de manera autónoma a lo largo de nuestra vida. En cambio, las malas prácticas educativas dejan cicatrices que impiden que las personas alcancemos nuestra máxima plenitud, limitándonos e impidiéndonos la adaptación a situaciones cambiantes.” Cambiar lo que no funciona en la educación de nuestros días se ha convertido en una necesidad que no podemos seguir ignorando por más tiempo.

Fuente: https://ined21.com/lo-que-no-funciona-en-la-educacion-actual/

Comparte este contenido:

Educación, Calidad y Proyecto de Nación

A partir del 2 de julio, los mexicanos tendremos alguna certeza sobre el rumbo que tomará el país, en lo político. Al menos se dará a conocer al inminente ganador de la contienda electoral, quien asumirá la presidencia de la República en diciembre próximo. Sabremos, entonces, cuál será el tamaño del cambio político que queremos, es decir, conoceremos el nivel y la profundidad de las transformaciones elegidas, así como el perfil de gobierno que conducirá el cambio y el tipo de compromisos que asumirá la sociedad.

Entre los efectos del “cambio verdadero”, se encuentran, entre otras, las decisiones que se lleven a cabo en el ámbito de la educación. Será importante anotar, en ese terreno, que la decisión que se tome irá en el sentido de no dar continuidad a las políticas públicas del pasado inmediato, puestas en práctica no solo desde hace seis años, con el gobierno priista, sino desde el año 2000, en que asumieron el liderazgo político, durante dos sexenios, los gobiernos federales panistas (2000-2012); cambio verdadero y necesario que traerá, espero, frutos nuevos y refrescantes a la vida pública en el ámbito educativo.

En particular, el proyecto alternativo de nación, en materia educativa, que será respaldado por la mayoría, habrá de convertirse en el programa de gobierno para todos los mexicanos durante los próximos años; eso no sólo impactará la vida cotidiana de los ciudadanos que saldremos y ejerceremos nuestro derecho a votar el primer domingo de julio, sino que influirá en las experiencias de todos los niños, las niñas, jóvenes y adultos en las diversas comunidades del país.

Uno de los temas centrales del debate nacional sobre la educación, es definir cuáles son los criterios de “calidad” en este ámbito. Tema que será abordado, con toda seguridad, durante las consultas públicas que el nuevo gobierno organizará, a efecto de preparar el nuevo plan educativo.

No obstante, las duras críticas que se han hecho a las políticas educativas de los últimos años, en especial al gobierno de Peña Nieto, en el sentido de que se privilegió, entre otros temas, -como consecuencia de la búsqueda de “la calidad” por parte de las autoridades federales y estatales-, el “esquema evaluador” por encima del “esquema formativo” de los maestros y directivos de la escuela pública, los programas o las propuestas de gobierno expuestos por los candidatos a la presidencia en campaña, no parecen contradecir la idea de lograr una educación de «calidad» con equidad para todos.

¿Cuáles son los fundamentos de esa toma de posición por parte de los candidatos y sus partidos? ¿Qué es lo que pretenden decir, en el fondo, cuando hablan de «calidad» de la educación? ¿De qué manera nuestros políticos descifran o procesan las nociones de “calidad” frente a otros conceptos asociados como “equidad”, “cobertura”, “rezago” e “inclusión” educativos?  No lo sé, para ser sinceros. Lo que sí sé es que éstos son, por definición, conceptos controvertidos cuyo análisis no es nuevo.

Para mostrar un fragmento de dicha polémica, retomo lo expresado por el investigador español, Antonio Bolívar, en un texto titulado “La educación no es un mercado”, donde el académico europeo discute la idea de que, con tal de asegurar la “calidad educativa” (con enfoque empresarial) los gobiernos han manoseado ese término, de tal manera que se ha convertido en una «fiebre» como si «la única estrategia de mejora (para la educación pública) es que «el mercado nos salve»”.

 

Según el profesor de la Universidad de Granada, la crítica a lo que se ha dado en llamar: «el circuito de la calidad educativa» tiene sólidos argumentos en contra. Desde finales del siglo pasado, Bolívar ha señalado por ejemplo lo siguiente: «… los centros educativos se han visto sometidos a unos nuevos «gurús» de la calidad que, con un lenguaje extraño en unos casos o cambiando la semántica en otros, prometen –sin necesidad de nuevos recursos humanos o materiales– dar la calidad demandada a los centros escolares. Esta fiebre ha llegado también al mundo universitario, donde proliferan Unidades de Evaluación de la Calidad. Lo que sucede es que, en este caso, el problema no es tan grave como en la escolaridad obligatoria, aun cuando los posibles efectos, más allá de la retórica con que se presentan, sean los mismos. Y es que apelar a un deseo básico de los productores y de los clientes genera lógicas expectativas: ¿quién no desearía una educación de «calidad»?»… «Dejando aparte la ironía anterior, el asunto es más serio, en cuanto que se inscribe dentro de una reestructuración o reconversión de la escuela pública, donde se alinean un amplio espectro de tendencias: descentralización y autonomía para transferir la responsabilidad de la gestión a la propia escuela, nuevos roles del profesorado, promover un espíritu competitivo intercentros (públicos y privados) con una diversidad de proyectos y ofertas, que incremente la elección por los clientes. Esta nueva «ideología» de gestión de los centros públicos pretende hacerlos sobrevivir mediante la satisfacción de las demandas de los consumidores…» (1)

En el año 2005, el mismo autor expuso, así mismo, una crítica ácida hacia esa llamada “fiebre por la calidad educativa” centrada en las mejoras a la escuela, sin aterrizar en su impacto hacia los aprendizajes escolares: “De acuerdo con las lecciones aprendidas, un nuevo paradigma de la política educativa y de la innovación aboga por un equilibrio entre las presiones externas que estimulen la mejora con la necesaria autonomía escolar, donde el aprendizaje de todos los alumnos se constituye en el foco del cambio. A su servicio se subordinan los cambios curriculares, organizativos o apoyos de la política educativa que puedan promoverlo.” … “Por eso, nos estamos replanteando el papel de la escuela como organización y volviendo, en parte, a situar el nivel del aula en nuestro núcleo de preocupación, para lograr un buen aprendizaje para todos.” (2)

La cuestión es entonces definir si la «calidad educativa» en México será un atributo, una característica o una “cualidad” a alcanzar o lograr por parte del sistema educativo, y si su estrategia estará definida en función de lograr avances en términos de “mejorar escuelas” o “ampliar horarios escolares”, sin cambiar las prácticas docentes ni los estilos de aprendizaje de los educandos, como razonamiento central de sus políticas públicas. No estoy en contra de la idea, sin embargo, de que, al promover cambios positivos en los niveles de logro en los aprendizajes escolares de los estudiantes, sobre todo de educación secundaria y de media superior, se combaten también las inequidades y las desigualdades sociales. Pero para ello, antes, debe impulsarse un programa de acompañamientos oportunos para que el docente participe, convencido, del cambio en sus prácticas; el director cambie su perfil y su accionar como líder académico que es, y los estudiantes y padres de familia asuman y enfoquen sus compromisos para empujar hacia la preparación integral de las personas, proceso que luego habrá de expresarse en términos de aprendizajes.

Como puede verse, esto nos plantea la necesidad de discutir cómo se orientará la educación pública de ahora en adelante, con qué criterios, y cómo se rediscutirá, de manera crítica, el concepto de la “calidad educativa”, que hoy en día está elevado, desde 2012, a rango constitucional.

En resumen, el punto es si se va o no dejar atrás, en su caso, ese discurso de la «Calidad Educativa», que proviene de la lógica del mercado y de la tradición más atrasada de la administración (que no gestión) de las instituciones educativas, o si México va a arribar a otros horizontes conceptuales y operativos, donde la educación no sea solo reducida al circuito de “la calidad”, de forma vertical y sin consultar a las figuras educativas, fenómeno que hasta este momento ha dominado las políticas públicas en México y en el mundo.

Pienso que el asunto va más allá, porque ponderar la “calidad educativa” en términos de aprendizajes (que a menudo se reduce a la fórmula de “estudiar para el examen”), solo nos da un indicador, un factor, ciertamente importante, pero no suficiente como para hablar de manera integral y completa de “calidad” educativa para todos con equidad. En tal sentido, me pregunto: ¿Cuál es el papel del maestro, del directivo, de los padres de familia y los estudiantes en este proceso de cambios? ¿Cómo llamar “de calidad” a un sistema educativo que expulsa a más de 400 mil jóvenes de secundaria y educación media superior al año, y los deja a la deriva? ¿Cómo hablar de “calidad educativa” cuando los maestros que no aceptan los nuevos términos de la normatividad son cesados de manera arbitraria? ¿Cómo defender ese esquema de “calidad” en un sistema que no es capaz de dar cobertura educativa a todos los niños entre 3 y 4 años? Y, entre otros problemas ¿Cómo está expresada la “calidad educativa” en un país que, hace algunos años, contaba con casi 10 millones de personas, mayores de 15 años, en el analfabetismo o con educación básica inconclusa?

En esos términos considero que habrá de enmarcarse una parte importante de los debates por venir, con la idea de recrear un nuevo proyecto de país y un renovado proyecto de educación para México; de manera horizontal y desde abajo, no de forma vertical ni desde arriba.

(1) Antonio Bolívar. (1999) La educación no es un mercado. Crítica de la “Gestión de Calidad Total”. Aula de innovación educativa, 83-84, pp. 77-82.

(2) Antonio Bolívar. ¿Dónde situar los esfuerzos de mejora?: Política educativa, escuela y aula. Educ. Soc., Campinas, vol. 26, n. 92, p. 859-888, Especial – Out. 2005.

Fuente: https://www.sdpnoticias.com/nacional/2018/06/20/educacion-calidad-y-proyecto-de-nacion

Comparte este contenido:

Docentes que entran o salen (se van)

Por: Jaume Carbonell

Este es el último texto del curso escolar. Volvemos en septiembre, un mes muy especial porque hay docentes que entran en el oficio mientras otros lo dejan definitivamente

Llegamos a final de curso y también este blog inicia las vacaciones. Es obvio que este viernes será un día muy especial para el alumnado de las diversas comunidades de España, no en América Latina donde andan justo por la mitad del año escolar. Pero también son momentos muy singulares para el profesorado, sobre todo para el que se estrena o se jubila. Ahora ya no podemos utilizar aquella expresión tan manida de que deja la tiza, porque, afortunadamente, las herramientas de aprendizaje se han actualizado y diversificado. Pero, eso sí, deja un montón de recuerdos y vivencias imborrables de su paso por la escuela, sean muchas o pocas.

Las profesoras o profesores que en septiembre pisen por vez primera un centro de manera interina retan la suerte de aterrizar en un centro por un período algo prolongado o la de verse sometidos a un largo peregrinaje con permanencias de meses, semanas o tan solo días. En estos casos se busca la supervivencia digna, pues resulta muy difícil la integración a un proyecto y a un equipo docente cuando se tienen siempre las maletas a punto para tomar un nuevo destino.

Ahora bien, ¿qué sucede en el caso de los docentes interinos, provisionales y definitivos que alcanzan al menos una estabilidad durante un curso? La experiencia, avalada por varias investigaciones, muestra de entrada un par de dificultades. La primera tiene que ver con el choque con la realidad: las expectativas del profesorado novel, en función de su formación inicial recibida -excesivamente académica y desligada de la práctica escolar cotidiana- no se ajustan, o lo hacen con muchas dificultades, a la vida cotidiana del aula y del centro. La ilusión se mezcla con la frustración, en tanto la construcción de un relato demasiado idealizado no se corresponde con la labor exigida a pie de aula. Como todos los oficios, el magisterio requiere adaptación, ayuda y un buena dosis de formación y aprendizaje situado, pues el texto hay que leerlo y conectarlo con un contexto desconocido, diverso, complejo y cambiante.

La segunda dificultad reside en la capacidad y rapidez que se incorpora el nuevo profesorado a los programas, innovaciones y actividades del centro, en algunos casos muy asentadas. Sabido es que el cambio educativo en los centros se realiza con ritmos muy diversos atendiendo al grado de experiencia, comunicación interprofesional y compromiso. Ante tal situación, el profesorado novel precisa -al igual que se contempla para el alumnado- de una tutorización y acompañamiento intensivo para adquirir seguridad y confianza, con el objeto de no quedar descolgado de la dinámica pedagógica y organizativa. Algo que se hace creando espacios de formación, asesoramiento e intercambio regulares a lo largo del curso; y que se concreta, por ejemplo, con la figura del profesor formador-orientador de referencia.

¿Y qué decir de los que dejan este viejo y bello oficio de la enseñanza? Sin duda se lo merecen y también es saludable, aunque hay quien opine que debería abolirse la jubilación a los sesenta años, para dar paso a la juventud y para ir renovando el colectivo docente con una mayor mezcla intergeneracional. Ahora bien, es posible que una buena parte de pensionistas no acaben de desconectar con la infancia y con la educación: porque sus familias les esperan como agua de mayo para ejercer de abuelos y abuelas algunos o todos los días; porque seguirán colaborando en centros u otros espacios educativos en tareas de refuerzo escolar o impartiendo clases en centros de personas adultas;  porque se pondrán de nuevo el traje de estudiante para asistir de modo regular a los cursos que ofrecen las llamadas universidades de la tercera edad u otras instituciones con el ánimo de aprender aquello que en su día no le enseñaron en su escuela o lo hicieron de forma muy deficiente; porque quieren explorar otros saberes o habilidades, desde la música y el arte hasta el inglés u otros idiomas, al serles vetados en su currículo formal o no formal; porque tienen un montón de lecturas pendientes, clásicos o contemporáneos, que guardan como deberes pendientes; porque desean pisar y explorar nuevas geografías y paisajes con la pausa y la mirada sabia de una larga experiencia; o porque, en cierta manera, asisten al retorno de la infancia dorada que permite la divagación parsimoniosa: para hacer un montón de cosas o para no hacer nada.

A todas y todos los que pisarán por primera vez una escuela en septiembre, a los que lo abandonan definitivamente y, por supuesto, a los que siguen en ella: tengan un feliz y saludable verano. Volvemos en septiembre.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/06/20/docentes-que-entran-o-salen-se-van/

Comparte este contenido:

Educación quiere decir (también) política

Por: Xavier Besalú

La neutralidad es sencillamente imposible si hablamos de educación, porque no hay educación sin principios y valores, porque educar supone un camino, unas finalidades, un modelo de persona y de sociedad. Y eso vale tanto para la educación familiar como para los sistemas educativos.

Por si alguien tuviera dudas, no hay más que acudir a la legislación vigente: “El sistema educativo español se orientará –entre otros– a la consecución de los siguientes fines: la formación para la paz, el respeto a los derechos humanos, la vida en común, la cohesión social, la cooperación y la solidaridad entre los pueblos; la formación en el respeto y reconocimiento de la pluralidad lingüística y cultural de España y de la interculturalidad; la preparación para el ejercicio de la ciudadanía y para la participación activa en la vida económica, social y cultural, con actitud crítica y responsable…”. Y ahí, claro, empiezan los problemas. Porque, para algunos, esos principios y valores formarían parte de la retórica burocrática sin incidencia alguna en la práctica educativa. Otros quisieran circunscribirlos a la codificación jurídica estricta, sin margen para la interpretación y la adaptación a situaciones nuevas, como si para cada caso estuviera ya prevista una respuesta infalible.

Pero la realidad es cambiante, ningún valor es absoluto ni se da en unas circunstancias impolutas –tal y como reconoce, por otra parte, el aprendizaje competencial–, de forma que los educadores deberemos navegar siempre con un horizonte predeterminado, con unos anclajes sólidos, pero por un mar imprevisible con unas personas singulares y libres, que nos obligarán a una toma de decisiones constante, a transformar en acciones aquellos criterios que nos guían, a interpretar adecuadamente las necesidades y las posibilidades que se nos ofrecen.

Porque, siguiendo con el artículo de la LOMCE/LOE que hemos citado, mientras para unos formar para la paz sigue significando preparar la guerra, para otros es renunciar a cualquier tipo de violencia. Mientras para unos los derechos humanos universales tienen fronteras y grados, para otros son inherentes a cualquier persona, independientemente de sus características personales y de su nacionalidad. Mientras para unos la cohesión social obliga a mantener en el ámbito privado determinadas prácticas con el fin de prevenir reacciones airadas, para otros no puede haber cohesión sin libertad. Mientras unos creen que algunas lenguas –por el hecho de ser habladas por muchísimos millones de personas o por tener el respaldo inequívoco de un Estado– tienen más derechos, otros piensan que la igualdad es justamente que reciban un trato y un afecto equivalentes. Mientras unos reducen la interculturalidad a folklore y buenas palabras, otros piensan que más bien obliga a abordar el racismo institucional y cotidiano. Mientras para unos el ejercicio de la ciudadanía se reduce a introducir el voto cada vez que somos llamados a las urnas, para otros quiere decir un ejercicio irrestricto de la libertad de expresión y de asociación y un control permanente de la acción de los gobiernos.

La verdad es que, el pasado invierno, me sorprendió comprobar que buenos profesionales de la educación, maestros competentes y comprometidos, dieran por buena la sentencia del gobierno español que acusaba sin matices al sistema educativo de Cataluña de estar al servicio del independentismo, ya desde el currículum oficial, y de someter al alumnado a una especie de lavado de cerebro para conseguir sus fines. Me sorprendió porque estamos en la era de la información y es fácil y hasta cómodo contrastar supuestas verdades, calumnias interesadas o acusaciones sin pruebas. Porque si bien es cierto, como han demostrado diversas investigaciones fiables y rigurosas, que todos los sistemas educativos fomentan una determinada pertenencia cultural y política, y se esfuerzan por transmitir una identidad nacional diferenciada, es injusto y discriminatorio atribuirlo únicamente a las naciones sin estado, como sería el caso del País Vasco y Cataluña, sin decir también que eso es lo que hace el estado español con muchos más medios y a lo mejor “sin que se note el cuidado”.

Cuando esta acusación pasó del sistema educativo en general a los docentes en particular, denunciados por –supuestamente– adoctrinamiento político, obviando los mecanismos que cualquier centro educativo tiene para abordar discrepancias, problemas educativos o errores didácticos, empezando por el diálogo con los propios profesionales o con las direcciones, pero propalándolo a bombo y platillo en televisiones y periódicos afines, utilizando fiscales, jueces y ministros para denigrar impunemente, como después se ha visto, creo que queda claro que estamos asistiendo a una auténtica ofensiva política partidista. Una especie de cacería que utiliza a la escuela, al profesorado y al alumnado como material arrojadizo, de usar y desechar, destruyendo un bien tan preciado como intangible como es la confianza en un servicio público que goza de la estima mayoritaria de la ciudadanía y que cumple unas funciones sociales de primera magnitud, especialmente en tiempos donde todo tiende a mercantilizarse y en que han crecido exponencialmente las desigualdades sociales.

Y si hablamos de educación y política, inevitablemente deberemos acudir a Paulo Freire. En 1985 publicó un libro de título diáfano, La naturaleza política de la educación, donde escribió palabras como las siguientes: “El elemento político de la educación es independiente de que el educador sea consciente de dicho factor, que jamás es neutral… Por lo cual resulta muy importante decidir opciones. Los educadores deben preguntarse para quién y en nombre de quién trabajan”.

Educar exige siempre compromiso, porque es una intervención que no queda solo a nivel de los principios, sino que demanda un hilo de coherencia entre el discurso y la práctica. Educar anuncia una esperanza de futuro, sobre todo para aquellos que lo tienen todo en contra, es una fisura contra el fatalismo y la resignación, sean cuales sean los obstáculos a eliminar. El mismo Freire, en otro de sus libros, lo expresa con una analogía: “En el mundo físico, el conocimiento de los terremotos ha dado lugar a toda una ingeniería que nos ayuda a soportarlos; no los elimina, pero atenúa los daños”. Algo parecido podríamos decir cuando nos esforzamos por comprender críticamente y transformar la realidad: no es de ningún modo inevitable la adaptación, aunque cambiarla no esté en nuestras manos o nos parezca casi imposible, pero debería ser posible amortiguar sus efectos.

Para Freire, la docencia no puede ser otra cosa que directiva y, justamente por ello, debe hacer frente a algunos riesgos: el del autoritarismo, el de la manipulación, el de la arrogancia, el del elitismo, el del vanguardismo… A ese tipo de prácticas educativas Freire las califica como “de conquista”, porque pretenden someter al educando, o “de invasión”, cuando lo que buscan es imponer una determinada versión de la cultura y el conocimiento. Pero la dirección no está reñida ni con la democracia, ni con el diálogo y la participación, ni con el afecto. De lo que se trata es de partir siempre de la lectura del mundo de los educandos, de su visión de la realidad, de su experiencia vital. Pero no para quedarse en ella: por eso, una de las funciones del docente es la de “desafiar” al educando, forzarle de alguna manera a repensar sus creencias y asunciones a la luz de la ciencia y de las experiencias vitales de los otros, a través del diálogo y del debate argumentado, para promover nuevas formas de comprensión de la realidad.

Al terminar este artículo, Correos me tiene reservada una sorpresa especialmente oportuna: en el buzón encuentro el nuevo libro de Jaume Carbonell, el que fuera director de la imprescindible Cuadernos de PedagogíaLa educación es política, donde –entre otras cosas– se ocupa de la catástrofe del Prestige y el movimiento Nunca máis, de las guerras (nuestra guerra civil y la segunda guerra mundial), del referéndum del 1 de octubre en Cataluña y de los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto pasado, y donde escribe “contra el mito de la neutralidad”, a favor del “compromiso ético y político del profesorado”, y apuesta por “activar el pensamiento crítico, equilibrando razones y emociones”. ¡Ahí queda eso!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/06/20/educacion-quiere-decir-tambien-politica/

Comparte este contenido:

La deuda universitaria en Chile que asfixia a los estudiantes y beneficia a los bancos

Por: Meritxell Freixas Martorell

Los estudios de grado en los centros públicos cuestan entre 20.000 y 50.000 euros por lo que los jóvenes tienen que recurrir a un préstamo bancario con el aval del Estado.

El día que Belén Pérez acudió al recinto universitario para firmar el crédito que le permitiría tener acceso a los estudios superiores no lo podía creer. Fue en 2010 cuando, después de comer y acompañada de sus compañeras de carrera, ingresó al edificio y se encontró con una enorme carpa por la que desfilaban miles de personas. “Tenías que tomar un número y te asignaban un banco, entonces tenías que hacer la cola al banco que te tocaba”, recuerda la joven.

Belén tiene 26 años y hace dos se licenció en Ortodoncia en la Universidad Autónoma de Chile, de titularidad privada. Es una de las muchas estudiantes que tuvieron que endeudarse para poder acceder a la universidad. Una realidad que han vivido varias generaciones de jóvenes del país suramericano, uno de los más caros para la educación superior, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y el más privatizado de América Latina. En la región, las universidades públicas o estatales son gratuitas o bien, el pago de aranceles es muy inferior al chileno. Por eso, la alternativa para los estudiantes chilenos es aceptar un crédito que fue pensado especialmente para ellos.

El Crédito con Aval del Estado (CAE) se puso en marcha durante el primer gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010), pero fue ideado en el gobierno de su predecesor, Ricardo Lagos. Se diferencia de otros créditos porque el aval del estudiante es siempre el Estado. Inicialmente, el CAE se vendió como una fórmula para dar acceso y masificar la educación superior, que había quedado restringida a las clases más acomodadas tras los 17 años de dictadura de Augusto Pinochet y su feroz privatización de derechos básicos. Después de la poca popularidad de otros mecanismos de financiación educativa, el CAE se presentó a los jóvenes como un crédito de fácil acceso que entregaba la posibilidad de tener un futuro abierto y lleno de oportunidades, sobre todo para aquellos que eran la primera generación de la familia que entraba a la universidad.

Este mes, Belén ha pagado su primera cuota del CAE. Después de 18 meses, ha llegado al final del llamado “período de gracia”, una especie de concesión temporal que dan los bancos para que los jóvenes encuentren un trabajo después de graduarse que les permita enfrentar la deuda. Una vez superado este plazo, ya no hay excusas y cada mes, puntualmente, los estudiantes deben abonar sus tasas. La dentista, por ejemplo, paga entre 172.000 y 220.000 pesos chilenos mensuales (entre 230 y 300 euros) al banco que financió su crédito. Tendrá que hacerlo los próximos 20 años. Su carrera es de las más caras del país –le cuestan, en total, casi 57.000 euros, incluyendo los aranceles anuales y la matrícula que se paga cada año– y, además, ella la cursó en una universidad privada. La misma licenciatura en una universidad pública saldría por unos 46.000 euros.

Fotografía: Daniel Labbe

Aunque el caso de Belén puede que sea extremo, lo cierto es que cualquier grado en Chile tiene costos elevadísimos en Chile. Por ejemplo, la carrera de Biología en un centro público cuesta unos 23.000 euros, mientras que la equivalente a un grado de Maestro de Educación Infantil oscila alrededor de los 22.000 euros. Unos costes que se asumen con muchas dificultades económicas ya que en Chile el sueldo mínimo es la mitad que en España.

Asumir la deuda implica quedar totalmente amarrado por años a los dictámenes de los bancos, que antes de entregar el crédito se han encargado de averiguar todo sobre el postulante: su barrio, el colegio del que procede, los empleos y remuneraciones de sus padres, la carrera que quieren estudiar y dónde.

Efectos en estudiantes y familias

Los efectos del CAE tuvieron un impacto casi inmediato en los estudiantes y sus familias. La tasa de interés, cuyo importe se suma al costo total de los grados, estuvo varios años al 6%, lo que provocó un sobreendeudamiento importante que complicó las opciones de pago de la deuda. Poco a poco se fue engordando una lista de morosos que no ha parado de crecer hasta hoy.

Según los últimos datos de la Comisión Ingresa, administradora del sistema de créditos para estudios superiores, hay más de 874.000 beneficiarios del CAE, de los cuales 397.000 están estudiando. De éstos, 151.000 están morosos, es decir, cerca del 40% del total, y arrastran una mochila que les afecta en muchos otros aspectos: desde la imposibilidad de acceder a una línea de teléfono u obtener su devolución de los impuestos hasta alquilar una vivienda.

“La impopularidad del CAE se intensificó cuando los primeros egresados tuvieron que empezar a pagarlo, porque cuando firmaron el crédito tenían 18 o 20 años y no tenían tanta claridad de lo que significaba”, explica Camila Rojas, exlíder del movimiento estudiantil y hoy diputada en el Congreso por la coalición de izquierda Frente Amplio.

“En el colegio nos dieron una pincelada sobre el sistema de becas y del crédito, pero en general uno lo tiene que aprender por las suyas”, indica Belén. La dentista reconoce que cuando le tocó firmar el CAE, después de dos horas de cola, leyó “lo poco y nada que se entiende” y que quedó con la sensación de recibir “un premio de consuelo” por no haber podido acceder a una beca.

Rojas señala como el descontento por la deuda se sumó a una crisis más profunda del sistema educativo que hasta hoy denuncia el movimiento estudiantil. “Se puso en cuestión la calidad de las carreras y que existiera una masa de universitarios que además de endeudados, luego tenían muchas dificultades para encontrar trabajo”, dice.

Las grandes manifestaciones estudiantiles de 2011 hicieron reaccionar al presidente de la época, Sebastián Piñera, quien llamó a un consenso con la oposición e ingresó un proyecto de ley que rebajó el interés del 6% al 2%. Sin embargo, la reducción no llegó por un gesto de “buena voluntad” de los bancos, sino porque el Estado decidió costear el 4% de los intereses de los estudiantes a través de recursos de sus arcas fiscales. “Esa política tuvo un impacto relevante para los endeudados porque, efectivamente, bajaba el interés, sin embargo, para el Estado la carga es muy importante y el banco sigue recibiendo el dinero”, lamenta Camila Rojas.

La diputada, que hoy preside la comisión investigadora del CAE en el Parlamento, creada para indagar si el beneficio de los bancos ha sido en detrimento de los estudiantes y qué respuesta ha dado el Estado ante eso, comenta que le han llegado denuncias de que no todos los bancos aplicaron la baja de interés del mismo modo. “Algunos en vez de bajar al 2% bajaron en un 2%, quedando el interés al 4%”, detalla. Por eso, desde la instancia que lidera se ha propuesto esclarecer las responsabilidades políticas y administrativas del crédito, que sospecha que podría tener cláusulas abusivas e ilegales.

El beneficio de los bancos

Uno de los consensos que se ha instalado con fuerza entre los actores sociales y políticos del país es sacar a los bancos de la educación. Es una idea que hoy se defiende desde la derecha hasta la izquierda y el centro del abanico político en Chile. Después de más de una década, las autoridades y representantes se han dado cuenta de que las entidades bancarias han sido los principales beneficiarios de una política que ha exprimido las arcas fiscales del Estado.

Según el estudio Endeudar para gobernar y mercantilizar: El caso del CAE, de la Fundación Sol, que investiga y analiza temas sobre trabajo, sindicalismo y educación, en el país suramericano la implementación del CAE logró cumplir con la promesa inicial de aumentar el acceso a la educación superior, pero el 70% del incremento se concentró solo en 20 centros educativos. La mayoría de ellos pertenecen a cuatro grandes grupos educativos privados y, además, varios están siendo investigados por lucrar con las utilidades que, según establece la ley, debieran ser reinvertidas en las universidades.

Fotografía: Movimiento Deuda Educativa

“El CAE tiene una incidencia muy importante en el aumento exponencial de las matrículas de estas instituciones privadas, lo que refuerza la idea de que el sistema de educación superior se mercantiliza y el sector público se hace más pequeño, con un índice de matrículas del 15%”, expone Marco Kremerman, uno de los autores del estudio.

El documento también revela que para hacer este negocio aún más atractivo para las entidades financieras, el Estado se comprometió a subsidiar a los bancos a través de un sistema de compra de créditos con sobreprecio. Pese a que inicialmente se comprometieron a comprar cada año el 25% de los créditos entregados, con un sobreprecio del 6%, entre 2006 y 2017, la administración recompró el doble de los créditos comprometidos con un sobreprecio de 26,1%, es decir, 4,3 veces más que lo que se requería.

Sacar a los bancos

A pesar de que en su último gobierno, la expresidenta Michelle Bachelet instauró un sistema de gratuidad para el 60% del alumnado más pobre, el CAE hoy representa el 26,5% del presupuesto de la partida destinada a Educación Superior, 24 puntos más que en 2006, y ha comprometido recursos para 2018 por 549.630 millones de pesos (casi 750.000 euros).

Para los que no pueden acceder a la gratuidad, la ex mandataria también propuso crear un nuevo Crédito Estatal de Educación Superior (Cepes) que excluía a la banca y se adaptaba al sueldo que reciben los profesionales más jóvenes. Sin embargo, dejó fuera dos aspectos innegociables para el movimiento estudiantil: salir del sistema de crédito y condonar la deuda a quienes quedaron atados al CAE.

La propuesta de Bachelet no alcanzó a avanzar y Piñera la retiró apenas llegó a su segundo gobierno en 2018. El presidente ha presentado ahora otro proyecto de ley -también basado en el crédito- para crear el llamado Sistema Único de Créditos (SUC), un mecanismo administrado por el Estado y sin intervención de la banca que establece en un 10% del salario el pago máximo que deberá hacer cada estudiante una vez haya finalizado sus estudios y tenga ingresos. El crédito tendrá una tasa de interés del 2% anual y la deuda se condonará a los 15 años de pago.

“Va a ser un sistema que lo va a administrar el Estado y, de esa forma, vamos a evitar muchos de los problemas que generó la participación del sistema financiero en el actual CAE (…) El sistema que estamos proponiendo pone fin a muchas y discriminatorias diferencias que existen hoy en día”, aseguró Piñera.

Sin embargo, la iniciativa no ha dejado satisfechos a los estudiantes, que critican que no se haga cargo del problema de los morosos y que no condone la deuda. “Eliminar el CAE es eliminar un problema para futuros estudiantes, pero no para los morosos actuales o para los que finalizarán sus estudios dentro de dos años y que habrán cursado el 80% con CAE. Ellos van a seguir siendo deudores y morosos”, lamenta Marco Kremerman.

La deuda educativa carga sobre las espaldas de un país con unas tasas de endeudamiento que, en general, ya son muy elevadas. Las cifras estratosféricas que enfrentan los jóvenes que quieren formarse han hecho de la demanda por una educación gratuita y de calidad la principal bandera del movimiento estudiantil, que persistentemente no ha dejado de presionar para que los gobiernos les den una respuesta. Al final, lo que reclaman no es que se garantice el acceso a la educación, sino que se garantice el derecho.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/06/18/la-deuda-universitaria-en-chile-que-asfixia-a-los-estudiantes-y-beneficia-a-los-bancos/

Comparte este contenido:

Educación basada en la evidencia: ¿qué pedagogías han probado que funcionan?

Por: Sergio Ferrer

Si esperamos que los tratamientos médicos sean eficaces, ¿por qué no exigir lo mismo de los métodos educativos? Inteligencias múltiples, neuroeducación, proyectos, colegios sin deberes… Cada día se aplican en las aulas sistemas bien evaluados que aportan resultados positivos para los alumnos, y otros que han demostrado ser inútiles o que ni siquiera se han investigado.

La mayoría de padres y madres jamás daría a su hijo un fármaco que no hubiera pasado antes todos los controles, una sabia precaución que debería mantenerse al hablar de pedagogía. A la investigadora de la Universidad de Deusto Marta Ferrero le gusta hacer esta analogía con la medicina. Es una firme defensora de la educación basada en la evidencia: “Las modas educativas son un fenómeno creciente, pero a menudo no van acompañadas de pruebas que justifiquen su uso”, explica a Sinc.

Como sucede con las pseudomedicinas, las consecuencias de un mal método van desde la pérdida de tiempo y dinero hasta el daño directo. “Algunas metodologías pueden ser perjudiciales al retrasar el aprendizaje o incluso causar problemas físicos. No podemos jugar a ensayo y error en los colegios”, dice Ferrero. La evaluación rigurosa de las nuevas propuestas es necesaria, pero nada sencilla.

“Hoy en día es muy difícil llevar a cabo una educación basada en la evidencia científica porque para eso hace falta un enorme trabajo previo”, lamenta Juan Cruz, maestro y orientador en el Colegio Santa María la Real de Sarriguren (Navarra). Encontrar datos –si existen siquiera– e interpretarlos es una tarea que, en su opinión, no corresponde a los maestros: “Ellos deberían tomar una decisión con la información existente, pero no disponen de formación ni de las herramientas necesarias”.

La psicopedagoga Marta Ferrero ha analizado los planes de educación de las escuelas de magisterio, con la conclusión de que la formación en investigación y estadística que se da a los futuros maestros “es muy deficiente”. Un primer paso, en su opinión, sería enseñarles a diferenciar un estudio riguroso de otro malo, a buscar fuentes fiables y a leer datos como “método de prevención” que ayude a “no creerse cualquier cosa que les vendan”.

Es difícil distinguir los métodos alternativos de los tradicionales. “No hay un organismo que los catalogue, así que cada uno pone la etiqueta que le parece”, comenta Cruz. “Me sorprende que se definan como alternativos métodos como el Montessori, creado hace más de un siglo”. Por ello, prefiere diferenciar entre metodologías que se han investigado con resultados positivos, otras sin resultados y aquellas que no han sido estudiadas.

Tampoco está claro que “las metodologías sean las mismas en unos centros y otros aunque se llamen igual”, en palabras del investigador de la Universidad Autónoma de Madrid Jesús Rogero. “La educación por proyectos, por ejemplo, es una etiqueta que se pone a muchas prácticas”.

Más formación para los maestros

En este sentido, Ferrero apuesta por la creación de una institución que vele por el rigor de las metodologías que llegan a las clases. En España ya existe el INTEF (antes CNICE), pero la investigadora critica que en ocasiones divulguen métodos sin evidencia.

“No es un problema solo de España, pero en otros sitios ya han tomado medidas”. Pone como ejemplos la EEF de Reino Unido, que ofrece formación sobre este tema a los maestros y permite consultar en su web la evidencia disponible sobre estos métodos.

Algo similar lleva a cabo What Works Clearinghouseen EE UU. “Se podrían traducir las revisiones que hacen otros países sobre lo que funciona, en un lenguaje ameno. Los profesores no tienen tiempo de más y así podrían ver, por ejemplo, qué funciona mejor para aprender a sumar”.

Por supuesto, no todas las propuestas nuevas en materia de educación son perjudiciales o ineficaces. El problema, según Ferrero, es que “no se piden pruebas de su eficacia antes ni se evalúa después si está funcionando”.

También hay que tener en cuenta que no siempre existe evidencia suficiente “y eso no puede frenar la labor de un docente, que no puede estar esperando hasta que la haya”. La solución, en opinión de la investigadora, reside en unos maestros “escépticos y reflexivos” que aprendan incluso a analizar su sistema, aunque sea de forma sencilla mediante la comparación de notas.

Un método global puesto en duda

El método global para enseñar a leer vivió un enorme auge y sigue de moda en País Vasco y Cataluña. En lugar de enseñar las letras y su correspondencia con los sonidos –el clásico ‘ma, me, mi, mo, mu’–, parte de textos y palabras bajo la premisa de que el niño aprenderá por sí mismo el alfabeto. Según sus defensores, es una forma más natural e interesante para el alumno. Ferrero lamenta que, en el peor de los casos, puede retrasar un aprendizaje tan esencial como la lectura.

“La investigación ha demostrado que el método más eficaz para enseñar a leer a todos los niños, incluso a los que aprenderían solos y les sirve cualquier método, es el alfabético”, comenta Ferrero. Cuando se aplica el sistema global, “muchos aprenden a leer igual, pero una parte no. Llegan a 3º y 4º de Primaria y siguen sin decodificar bien, se les pide que empiecen a comprender lo que leen y se crea un cuello de botella que se arrastra a lo largo de toda la escolaridad con consecuencias catastróficas”.

Proyectos: sí, pero no siempre

En ocasiones el problema no reside en la ineficacia del método sino en su mala aplicación. Ferrero pone como ejemplo el sistema de proyectos, utilizado en colegios como el ya famoso centro de Galapagar cercano a la nueva residencia de Pablo Iglesias, en el que los libros y exámenes son sustituidos por “un aprendizaje basado en la resolución de problemas”.

“[El método de proyectos] surgió en EEUU en el ámbito universitario de la carrera de Medicina y poco a poco se ha ido extendiendo a secundaria, luego primaria y ahora incluso infantil”, explica Ferrero. La investigadora dice que el sistema funciona y “ha dado buenos resultados” en aprendices de edades más altas, que ya tienen cierto conocimiento sobre la materia, pero que no está recomendado a la hora de enseñar conocimientos básicos o para alumnos con dificultades.

“El problema es que hay métodos que sirven para unas edades o aprendizajes y no para otros. Se coge una metodología, se olvidan o no se enseñan esos matices y, de repente, se generaliza un sistema a todo alumnado y etapa educativa”, añade Ferrero. “Es peligroso porque no todo funciona en cualquier circunstancia”.

Perdiendo el tiempo con neuromitos

También existen métodos que, a pesar de haber demostrado su ineficacia en las aulas, han adquirido tal aceptación entre parte de la comunidad educativa que hoy resulta difícil desmontarlos. Es lo que sucede con la teoría de las inteligencias múltiples, una hipótesis muy criticada que asegura que existen varios tipos de inteligencia.

“Su aplicación en las aulas se ha evaluado de manera reiterada y no mejora el aprendizaje de los alumnos”, comenta Ferrero. Añade que es una de las modas más extendidas ahora mismo: “Se está invirtiendo un tiempo en adaptar los planes y un dinero en formar maestros que se deja de emplear en otras metodologías que se sabe que son eficaces”.

Ferrero culpa de la prevalencia de tantos neuromitoscomo los que existen entre los docentes españoles a los másteres de educación secundaria y neuroeducación. Estos están “copados” por “universidades a distancia y fundaciones educativas privadas”, que incluyen contenidos en metodologías educativas “no respaldadas por pruebas”.

“La neuroeducación es a menudo difundida por personas no expertas en la materia. Todos esperaríamos que fueran neurocientíficos los que informaran a los maestros sobre cómo contribuye su campo a la educación, pero las personas que hacen formación suelen ser filósofos, psicólogos y filólogos”, añade.

La investigadora pide prudencia incluso a la hora de aplicar la neurociencia ‘buena’ a la educación hoy en día. “Los educadores han apostado fuerte por ella porque resulta muy atractiva, y esto puede ser peligroso. Puede malinterpretarse y, además, hay mucho charlatán”. No obstante, es optimista sobre su utilidad en un futuro.

Magia y charlatanes

Las metodologías que Ferrero llama “mágicas” venden mucho en edades precoces. El método Doman de estimulación temprana es un ejemplo habitual desde hace tiempo en educación infantil.

Este sistema se apoya en unas láminas de papel donde se plasma aquello que se quiere enseñar al bebé, desde palabras a sumas. “Doman sostenía que todos los niños son genios en potencia y que si no lo llegan a ser es por falta de estimulación, por lo que cuanto antes se empiece, mejor. Es una locura pero se usa muchísimo”, explica Ferrero.

Este método suele ir acompañado de programas perceptivo-motrices, que también carecen de fundamento científico. En ellos se practican movimientos de reptación, gateo o coordinación. “Llegan como brain gympatterning, neuroestimulación… pero se remontan hasta los años 40 del siglo pasado. No han dado muestra de ser eficaces para la mejora del aprendizaje y han sido desaconsejados por varias sociedades científicas”, comenta Cruz. “Ni siquiera se ajustan al sentido común: ¿qué relación hay entre gatear y leer?”.

La palma se la llevan los niños y jóvenes con dificultades más específicas como TDAH, autismo, problemas de conducta o de atención, dislexia… “Son metodologías que no se suelen ofrecer en los colegios sino en gabinetes privados”, dice Ferrero.

Uno de ellos es el método Berard. Sus promotores defienden que muchos niños tienen problemas a la hora de procesar ciertas frecuencias de sonido: la solución consiste en hacerles escuchar con auriculares música clásica modificada. “Así los niños disléxicos leen mejor, los que tienen autismo mejoran su conducta… Esto no se sostiene y en algunos países está prohibido”, asegura Ferrero. De hecho, advierte de que la terapia puede ser peligrosa: “En función del volumen y la edad hay ocasiones en los que ha provocado daños auditivos”.

Un problema de clases (sociales)

¿Qué centros se suben antes al carro de los métodos alternativos? Cuando un sistema nuevo funciona, ¿lo hace por mérito propio o fruto del contexto del centro? “Hay un sesgo de clase importante a la hora de valorar estas prácticas”, asegura el sociólogo de la UAM Jesús Rogero, pues suelen empezar en colegios privados que tienen la necesidad de diferenciarse de la competencia. “Lo hacen con metodologías innovadoras que venden como eficaces a los padres cuando lo que hay detrás es una selección socioeconómica”.

Rogero denuncia que España tenga un nivel de segregación escolar “muy elevado”, que hace que se formen centros ‘gueto’ donde se acumulan las necesidades educativas especiales. Según un reciente informe de Save the Children, la Comunidad de Madrid está a la cabeza de Europa en este problema.

El investigador señala al bilingüismo como una de las causas de la segregación del alumnado en Madrid. “La gran mayoría de los niños por las tardes van a clases de refuerzo; esto es grave porque significa que el sistema público no garantiza los mínimos y que las familias se tienen que buscar las castañas”. Como solo algunas pueden hacerlo, “las escuelas recomiendan que los alumnos que no pueden seguir el ritmo se vayan a otro sitio”.

“¿Se está analizando si los niños aprenden mejor el idioma y si el programa bilingüe afecta a los contenidos de las asignaturas? Si hiciéramos un estudio riguroso de su impacto, igual nos llevaríamos alguna sorpresa”, comenta Ferrero, que critica cómo se ha instaurado en España.

La psicopedagoga explica que las reglas de oro para que el método funcione son que el profesorado tenga un nivel nativo y que los estudiantes posean cierto nivel en esa lengua. Además, cree que “pedir a un profesor con un nivel de inglés C1 obtenido expresamente que enseñe en una segunda lengua es un poco arriesgado”.

Los guetos necesitan innovación

Al final, los métodos alternativos también llegan a los centros públicos. Rogero insiste en que no todas las metodologías son aplicables a todos los alumnos y centros. “Imagínate un programa bilingüe en un centro con un 90% de población inmigrante que tiene dificultades con el castellano. Un desastre absoluto, condenas a los pocos que se hubieran salvado”.

Algo similar sucede con las clases sin deberes. “¿Qué alumno se puede permitir no hacerlos?”, pregunta Rogero. “El que tiene en casa un ambiente enriquecido culturalmente con una familia que lo equilibra. Imagina en contextos sociales con horarios y situaciones complicadas”.

Rogero termina señalando que los centros con una mayor necesidad de innovación e imaginación pedagógica son esos colegios gueto. “Como no sigas metodologías diferentes y te salgas del currículo oficial no vas a ningún lado, porque estos chavales rechazan la escuela y no puedes contar con sus familias”. Por eso aboga por la aplicación de políticas que creen centros más heterogéneos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/06/13/educacion-basada-en-la-evidencia-que-pedagogias-han-probado-que-funcionan/

Comparte este contenido:

Ilusión interesada: la etiqueta ecológica se convierte en el emoticono más utilizado

Por: Carmelo Marcén Albero

Habrá que prevenir a los estudiantes de que también hay trampas en algunas etiquetas, que deben ser críticos con lo que comen o llevan puesto.

La escuela es un conjunto diverso y cambiante, un magnífico caleidoscopio de la vida cotidiana, tanto por lo que recoge del mundo exterior, sobre todo próximo, como por lo que puede proyectar sobre él. Por eso no estaría de más que acogiese, como tema de estudio o debate, cuestiones que pueden parecer ajenas al aprendizaje. Alguien pensará que es una audacia sin sentido hablar en las escuelas e institutos de las etiquetas, pero dado que tienen una potencialidad plena en la sociedad actual nos atrevemos a proponerlo. Además, las portamos tanto las personas como lo animales o los objetos. Son marcas resistentes -se convierten en señales de comportamiento con el tiempo- que resultan difíciles de separar de alguien o algo; tanto es así que nos previenen o nos dicen qué debemos hacer ante esa señal, incluso cómo debemos sentirnos.

Nos hemos acostumbrado a ello y no sabríamos vivir de otra forma. En el diario de una jornada de cualquiera de nosotros tienen un papel importante. ¿Cómo podrían vivir nuestros abuelos sin ellas? Por entonces lo de la etiqueta quedaba sujeto a los usos que el diccionario atribuye al bien obrar (protocolo, fórmula, rito, etc.), que se podría resumir en el letrero “donde fueres haz lo que vieres”. Entre todas las etiquetas de hoy -más asociadas a rótulo, sello o marca que son otros sinónimos que dan las Academias de la Lengua Española- hay que colocar en un lugar preferente a los emojis, pues marcan nuestra comunicación. Los emoticonos inundan los chats, ya sea en Messenger, WhatsApp, Telegram o Twitter. Incluso Facebook se inventó el “Día Mundial del emoji” pues decía que quienes nos movemos por esas redes enviamos más de cinco mil millones de ellos cada día. Eso sí, los más utilizados son los que muestran risa o corazones. ¿Cómo no hablar en la escuela de este asunto?

Podríamos concretarnos en las etiquetas que portan los productos y materiales que usamos. La Administración las regula, los comerciantes las incorporan y las organizaciones de consumidores nos alertan de que debemos leerlas, aunque no entendamos una buena parte de lo que en ellas se dice; hay tantas palabras extrañas y las letras de tamaño tan reducido que nos invitan a pasar de ellas. Invitemos a nuestros alumnos a que examinen una muestra de envoltorios de los productos cotidianos que consumen. Es posible que desconozcan los datos nutricionales -la normativa europea obligó en 2011 a que así fuera, expresado en porcentajes por 100 gramos o 1.000 ml-, y en qué cantidades contienen cada uno, y que ignoren las posibles afecciones a la salud en caso de un consumo desordenado.

Reclamemos su atención, pues las organizaciones de consumidores han alertado del mal uso que se hace de distintivos como “natural, ecológico, casero, tradicional o artesano”. Si se confirma que la etiquetas no se leen, no debemos darnos por vencidos, pues contienen símbolos más sencillos e ilustrativos. Vayamos en su búsqueda. Hay muchos, pero podría servir como ejemplo el símbolo del reciclaje que está incorporado en multitud de envases y productos. Casi todos estudiantes sabrán qué significa, más o menos. Mejor aún, abrámosles el interés por la etiqueta ecológica para que la lleven a sus domicilios.

La etiqueta ecológica europea (EEE), que se conoce también con el distintivo Ecolabel significa que los productos cumplen unos rigurosos criterios ecológicos y así los identifica. Las empresas se implican -voluntariamente y a la vez se someten a vigilancia- con ellos al elaborar productos de la máxima calidad, y los consumidores podemos elegir los más sostenibles, lo cual significa comprometerse con el cuidado del entorno a la vez que consumimos productos de la máxima calidad. Hoy la portan en toda Europa alrededor de 40.000 productos o servicios. La marca de calidad ecológica no se refiere únicamente a alimentos sino que alcanza a otros muchos productos, que exhiben marcas similares. Algunos tan utilizados en casa como el sello de agricultura ecológica, el que nos asegura que los bosques con los que se elabora el papel o la madera están bien gestionados (FSC, PEFC), el que limpia la cosmética (Natrue), ese que nos certifica el textil (Made in Green o Global Organic Textile Standard), el pescado como debe ser (MSC-Marine Stewardship Council), la leche buena de verdad (PLS) y alguno más. De todas hemos de conocer su logo -tiene algo de protocolo, fórmula o rito pero también sello y marca, como dice la RAE-, pero todavía no son emoticonos famosos. ¿Quién sabe si con el tiempo?

Seguro que los estudiantes, están más preparados para llenar los armarios de sus casas con ellos después de hablar despacio sobre los pros y contras de estos productos; habrá que prevenirles de que también hay trampas en algunas etiquetas, que deben ser críticos con lo que comen o llevan puesto. Aunque no se consigan efectos de inmediato, es conveniente acercarse al caleidoscopio que es la vida y hacerlo de una forma responsable. Es nuestra ilusión interesada a la hora de proponer cuestiones de este tipo: hablar entre nosotros para pensar colectivamente, para actuar individualmente. Habrá que preguntarse más de una vez en clase, con los chicos y chicas, si “las palabras sin pensamiento suben al cielo”, como hacía Shakespeare; en sus tiempos no había emoticonos como ahora y se empleaban otras etiquetas. Ilusión interesada: la etiqueta ecológica (multifuncional y socialmente responsable) domina el pensamiento que encauza la vida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/06/15/ilusion-interesada-la-etiqueta-ecologica-se-convierte-en-el-emoticono-mas-utilizado/

Comparte este contenido:
Page 1228 of 2447
1 1.226 1.227 1.228 1.229 1.230 2.447