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Educación rural, un lastre

Por: Juan José Perfetti del Corral

En un estudio reciente (“Reflexiones innegociables en educación básica y media para 2018-2022”) de la Fundación Empresarios por la Educación, se hace referencia, entre otras cosas, a las enormes diferencias que en materia educativa hay entre el campo y la ciudad. La publicación de la Fundación va dirigida, esencialmente, a los candidatos que se disputan la Presidencia de la República para el próximo cuatrienio.

En concreto, en el estudio se señala que “la educación rural en Colombia tiene menores niveles de acceso, permanencia, pertinencia y desempeño que la urbana”.

Así, para el año 2016, “el promedio de años de educación en una zona rural fue de 5,5 años, mientras que en una zona urbana fue de 9,6 años”. De esta forma, un estudiante de las zonas rurales recibe solo un 57 por ciento de la educación que se le provee al niño promedio de las ciudades. Para la Fundación, “esto genera un ciclo negativo que se refuerza”.

Se establece, además, que la asistencia a la escuela en la primaria y la secundaria es mucho menor en el campo que en las ciudades y que la deserción escolar en las zonas rurales es casi el doble que la de los centros urbanos. De acuerdo con el estudio, en el año 2013, el 13,8 por ciento de los niños entre 12 y 15 años de las zonas rurales no asistían a la escuela secundaria.

Según la Fundación, parte de las causas de las brechas que se presentan en educación primaria y secundaria en el campo obedecen “a las dificultades en el capital humano y físico de las escuelas rurales, al impacto del conflicto y a la ausencia de una política educativa para la ruralidad”.

En lo que tiene que ver con el capital humano, se encuentra que en las escuelas rurales los docentes trabajan con muy pocos recursos. Así, “los maestros rurales no tienen acceso a una red de docentes para intercambiar buenas prácticas, ni acompañamiento en aula o suficiente material de apoyo”. Adicionalmente, el nivel de formación de los maestros en zonas rurales es menor que el que tienen los maestros de los sectores urbanos.

En cuanto al capital físico de las escuelas rurales, se encuentra que dicha infraestructura presenta serios problemas de acceso a servicios públicos. El 80 por ciento de las escuelas rurales no acceden al servicio de gas; el 63 por ciento de ellas no tienen el servicio (esencial) de agua; y el 16 por ciento no acceden al servicio de energía eléctrica. Esto sin contar con el limitado acceso (sólo del 50 por ciento) a las tecnologías de la información.

Entre las recomendaciones del estudio se destacan la necesidad de consolidar una política pública de educación rural y establecer, en el Ministerio de Educación, una instancia permanente dedicada a la promoción y el mejoramiento de la educación rural a través de la implementación del Plan Especial de Educación Rural (PEER).

Para asegurar el progreso y la generación de oportunidades en el sector rural, el nuevo gobierno deberá establecer como prioridad la concreción de una gran revolución educativa integral.

Fuente: http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/educacion-rural-un-lastre-NF8755384

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Avanzamos hacia una conmoción de la especie humana

Por: Javier del Arco

Sólo el conocimiento tecno-científico alumbrará la posthumanidad

Asistimos a una revolución asimétrica de proporciones colosales que apunta a una gran conmoción, a una puntuación de la especie humana. Tan sólo el conocimiento tecno-científico podrá rescatar lo rescatable y hacer emerger una nueva humanidad necesariamente muy diferente de la actual: la posthumanidad

La filosofía ha discurrido en estos años por riberas acuosas y, ciertamente insustanciales  por el agotamiento de la retórica postmoderna. Sin embargo presiento un fuerte retoñar de ésta en el campo científico. La sucesión ininterrumpida de acontecimientos científicos, tecnológicos (que hemos  reunido en un sólo concepto) y sociales en un mundo totalmente asimétrico, turbulento y desgraciadamente violento, necesitan de una profunda reflexión.

Nuestro objetivo es la ciencia, pero no por la ciencia, sino en cuanto que actividad del hombre y para el hombre. Sospechamos que carece de límites y por eso, como se explicará a continuación, la hemos acompañado de una cierta ética para que la estirpe humana comprenda que es una gran estupidez autodestruirse.

Mejor una evolución por traumática que sea. Si como establecen Eldrege y Jay Gould en su teoría del Equilibrio Puntuado (1), la especiación se produce en situaciones de crisis, es más que posible que en pocos años emerja una nueva humanidad y vaya pereciendo la vieja. Esta pirueta biológica, que a buen seguro será muy criticada, me da pie a esperar con Höldeling que allí donde se halla el mayor peligro, radica también lo que salva.

Hace unos años el Profesor Quintín Racionero , Catedrático de Filosofía de la UNED, expresaba  en un lúcido artículo publicado en la Revista de Filosofía (2) que la postmodernidad no era “algo” que venía después de la modernidad y derivado de ella, sino que se trataba de un enfoque distinto del pensamiento filosófico, científico y vital.

Como ya anunciaba Lyotard en su célebre conferencia  dictada en 1971 y luego muy publicada (3) “La condición postmodena. Un informe sobre el saber”, la postmodernidad tenía el carácter de condición, no se trataba de una continuidad, sino de un nuevo enfoque del pensamiento filosófico y científico que, además, abría la puerta a un nuevo modelo social: el de la sociedad líquida, estudiado exhaustivamente por el sociólogo Zygmunt Bauman en múltiples libros, cuyo primer exponente, al menos para mí, fue su obra “Modernidad líquida” (4). A éste le siguieron diversos títulos que trataban desde el amor hasta el miedo, es decir una visión del hombre en un mundo inseguro, dubitativo, sin puntos de referencia ni “puertos seguros donde cobijarse” y un tanto desquiciado.

Este panorama de incertidumbre, riesgo (5) y cansancio (6) nos deja pocas certidumbres. Yo las reduzco, en el plano filosófico y a mi parecer vital, tan sólo a dos: la epistemología, y como ciencia secundaria “de amortiguación y reflexión sobre lo investigado y lo innovado”, la ética. En mis reflexiones yo reservo a la ética un doble papel modulador: el de evitar en lo posible el riesgo que la ciencia conlleva impulsada por la inteligencia y el de recordar al científico la necesidad de la libertad propia y la de los demás.

Bien sé que el problema del libre albedrío es abstruso y quienes tendrán la última palabra creo que serán los neurocientíficos (7). No obstante, yo me refiero a una libertad más “casera” referida a la convivencia entre seres humanos que han de respetarse los unos a los otros en un marco convivencial donde la libertad de cada uno termine donde comience la libertad del otro, de los otros. Esto me da pie a una reflexión absolutamente paralela pero creo que necesaria.

Emmanuel Levinas, en su reflexión ética, identificaba al “otro” con el extranjero, la viuda y el huérfano (8). Hoy esa identificación sigue siendo válida si ese extranjero lo identificamos con el emigrante y le añadimos la mujer maltratada hasta la extenuación o la muerte por causas del machismo, la religión y culturas diabólicas en las que la mujer queda cosificada, los niños pobres del tercer y cuarto mundo y los mayores, abandonados todos por la crueldad del pensamiento turbocapitalista dominante. Sobre la necesaria “domesticación” del macho, son importantes las reflexiones de Peter Sloterdijk en su magnífica obra “Normas para el parque humano”, cuya lectura recomiendo.

Tras este hiato, ciertamente más largo de lo que hubiese deseado pero necesario, retomo el hilo del discurso.

Una única cultura

La epistemología hoy retoma las preguntas de Kant -sobre todo el compendio de ellas sobre que es el hombre- en un clima de alta ebullición científica y tecnológica. Pero responder a eso es imposible sin realizarnos antes muchas otras preguntas  porque hoy la filosofía se fundamenta esencialmente en preguntas, y muchas de esas preguntas no pueden responderse con los elementos de los que la ciencia dispone. Otras ya sí y desde hace poco tiempo.

Pues bien esa visión epistemológica de nuestro tiempo, necesariamente transversal y por ende transdisciplinar, debe comenzar por afirmar que la cultura es una, compuesta por elementos diversos que se substancian en una unidad, como recordaba siempre el añorado Ángel Martín Municio.

Desde ese presupuesto unificador de las ciencias en su más amplia acepción, pretendemos bucear en  los nuevos avances científicos y tecnológicos, y ponerlos en sintonía unos con otros y, especialmente con su descubridor: el hombre.

Debo decir que la ciencia y la tecnología se han entrelazado, re-mezclado, formando un armazón elástico, modulable y sin fin, pero con fuertes disrupciones o puntuaciones (como denominaba Stephen Jay Gould a los hechos repentinos que ocurren en la evolución). Eso es lo que una mayoría denomina tecnociencia y revolución tecnocientífica (9).

Como señala Manuel Castells “la integración creciente entre mentes y máquinas, incluida la del ADN, está borrando lo que Bruce Mazlish denomina la cuarta discontinuidad, -la que existe entre humanos y máquinas- alterando de forma fundamental el modo en que  nacemos, vivimos, aprendemos, trabajamos, producimos, consumimos, soñamos, luchamos y morimos” (10). Por todo ello, podemos afirmar que más allá de nuevos paradigmas y modelos, asistimos a una revolución asimétrica de proporciones colosales que no sólo afecta al sustrato material con el que los los humanos hacemos la historia, sino también  a la naturaleza intrínseca de su protagonista principal: el hombre

El Homo Sapiens, un gran primate depredador (en este caso en su acepción más amplia), está dotado de un único y poderoso cerebro, un universo de 1.350-1400 gr., con una complejidad de sus conexiones neuronales y la plasticidad de las mismas, extrema.  A partir de esa prodigiosa máquina que es nuestro peligroso cerebro, que puede contar hoy con fabulosos recursos tecnocientíficos,  surge la pregunta obligada: ¿tendrá ese cerebro la capacidad suficiente para construir máquinas capaces de auto-reproducirse y auto-mejorarse igualando o superando su propia capacidad?

El hecho, de producirse, recibe ya el nombre de singularidad tecnológica basado en el advenimiento de la inteligencia artificial general (también conocida como IA fuerte). La singularidad tecnológica   (11) implica que un determinado equipo de computación, una red informática de múltiples equipos, o bien un robot, podrían adquirir por sí mismos la capacidad de auto-mejorarse con la característica de ser capaces de auto-reproducirse y, posteriormente, intervenir de forma autónoma en el diseño y construcción de otras computadoras o robots mejores que sus máquinas originarias. Se dice que las repeticiones de este ciclo probablemente darían lugar a un efecto fuera de control, algo así como una explosión de inteligencia (12), en donde las máquinas inteligentes podrían diseñar generaciones de máquinas sucesivamente más potentes. La creación de inteligencia sería muy superior al control y la capacidad intelectual humana (13).

Hacia una gran conmoción

Personalmente, me interesan algunos autores de los que hablaré en sucesivos artículos. Ese interés radica en la emergencia de las ciencias biológicas en su combinación con las tecnologías informacionales, como partes importantes de todo  este proceso.

En 2009, Raymond Kurzweil (al que deberemos próximamente dedicar un espacio más amplio) y el fundador de X-Prize, Peter Diamantes, anunciaron la creación de la Universidad de la Singularidad, cuyo propósito consiste en educar, inspirar y preparar a los científicos e ingenieros para aplicar tecnologías exponenciales suficientemente potentes para hacer  frente a los grandes retos de la humanidad (14). Esta curiosa Institución está financiada por Google, Autodesk, ePlanet Ventures y un grupo de líderes de la industria tecnológica afines a dicha Universidad. La organización sin fines de lucro ejecuta un programa anual de posgrado de diez semanas durante el verano que abarca diez tecnologías diferentes y elementos tecnocientíficos concomitantes. También se llevan a la práctica una serie de programas en todo el año.

En 2010, Aubrey de Grey a quien tuve el placer de presentar en un importante Seminario organizado por Tendencias 21 en El Escorial, acuñó el término “Methuselarity” (15), que podríamos  traducir muy libremente por “Modelo Matusalén” por el que postula hasta que punto la tecnología médica mejora tan rápido que la vida humana útil esperada aumenta más de un año por cada año vivido.

Hoy hay modelos primitivos de interacción hombre-máquina ya en funcionamiento como son los brazos robóticos que siguen órdenes cerebrales o la restauración de funciones neuronales dañadas, por poner algún ejemplo. Pero la interacción profunda aun no se ha producido.

No obstante lo dicho, si el paradigma TIC ha revolucionado el mundo, está convergiendo con él otro mucho más silencioso pero de mayor potencia que es el NBIC.

En este sentido, algunos autores utilizan «la singularidad» de una manera más amplia para referirse a los cambios radicales en nuestra sociedad, provocados por las nuevas tecnologías como la nanotecnología molecular (16)

Por último y retomando la idea expuesta al comienzo del artículo, nos hallamos en un periodo previo,o periodo post-pos(no es orientalismo, es juego de palabras). Por cierto, el último término de este tipo es la posverdad de la que nos ocuparemos en su momento.

Este periodo, creo que en trance de finalización sin predecir tiempo alguno, apunta a una gran conmoción, a una puntuación de la especie humana. Tan sólo el conocimiento tecnocientífico podrá rescatar a lo rescatable y emerger entonces una nueva humanidad necesariamente muy diferente de la actual: la posthumanidad.

Fuente: https://www.tendencias21.net/Avanzamos-hacia-una-conmocion-de-la-especie-humana_a44563.html
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Inclusion vs. Mainstreaming: what you need to know before putting your child in a classroom program

BY MATTHEW LYNCH

If your child has a learning disability, there are ways you can be involved and ensure your child continues to receive a proper education based on their needs. Through classroom programs, a teacher may need to differentiate the assignments or the delivery of instruction, to facilitate positive learning experiences for all students. Being aware and responsive also requires the discretion of teachers; disabilities and special education status are private information.

Students with mild disabilities are usually part of a general education classroom, and some may spend short periods of time each day in a resource room receiving specialized education. Inclusion has become a popular choice for students with special needs. With inclusion, the child is fully included in the general education class for the entire day. A special education teacher works with the special needs children in the classroom and brings all necessary resources to the general classroom. Inclusion has its share of naysayers, however, who voice concerns about these programs.

Some teachers of general education classes have concerns, including:
• A lack of support services for students when they are moved into a regular classroom
• Lack of training for even the most experienced teachers to support and work with disabled students
• Limited content and field experiences in teacher education programs focused on learning disabilities
• Limited involvement of regular teachers during creation of the IEP
• Concerns expressed by parents of general education students in the inclusive classroom that their children will not get the attention they need

Inclusion is directed at ensuring that students with disabilities can benefit from the best learning situations possible. Before a change made to No Child Left Behind (NCLB) in 2003, the educational progress of children with disabilities was not tracked. In 2003 NCLB required states to include the achievement scores of 95% of all special education students in their annual progress reports.

So another level of inclusion was instituted: one designed to ensure that special needs students are progressing. States are allowed to include testing accommodations for students with special needs, such as extended test time, one-on-one testing, and helping students to write answers. Students with severe cognitive disabilities are also allowed to take alternative tests. Despite concerns expressed by some teachers about inclusion, evidence suggests that it works.
Teachers have testified to the benefits that their students with disabilities have received in terms of increased performance and comprehension. Before these students participated in testing, they fell by the wayside; there was no way to tell what they were learning or even if they were learning.

Mainstreaming and inclusion are often confused, primarily because they are very similar. But there are some large differences between the two terms, and they represent two different schools of thought. In mainstreaming, students with special needs are placed in the special education classroom and attend a general education classroom for specific academic classes (social studies, reading, etc.) or nonacademic classes (art, physical education, etc.). Supports may or may not be brought into the classroom.

To determine whether mainstreaming or inclusion would be the best possible placement for a special needs student, you should apply the concept of the least restrictive environment (LRE) to the situation. Least restrictive environment is a legal term applied in Public Law 94-142, The Education for All Handicapped Children Act of 1975, which requires that students with disabilities must be placed in regular classrooms with their nondisabled peers, to the extent that their abilities allow.

When considering which classroom program to implement for your students with learning disabilities remember to assess the classroom and individual special needs of the students. Talk to your child’s teacher and school system to learn more about the specific programs they offer and how you can be involved.

Fuente: http://www.theedadvocate.org/inclusion-vs-mainstreaming-need-know-putting-child-classroom-program/?utm_source=ReviveOldPost&utm_medium=social&utm_campaign=ReviveOldPost

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Podar el currículum, desproblematizar la tutoría y otras ideas para dar sentido al Aprendizaje Basado en Proyectos

El profesor de la Universidad de Granada Fernando Trujillo fue el pasado sábado el invitado estrella de la XVI Jornada Anual de la Xarxa de Competències Bàsiques, en la que participaron alrededor de 700 docentes. Entre bromas sobre inspectores y preguntas provocadoras, Trujillo fue colando mensajes de gran calado.

“Todos hemos visto la proyección astral, ¿verdad?”, pregunta Fernando Trujillo a la numerosa audiencia que llena las cocheras de Sants (Barcelona), alrededor de 700 docentes de infantil, primaria y secundaria. “Sí, hombre, es aquel momento en el que los niños dejan su espíritu en la cama y lanzan su cuerpo hacia el instituto”. Imagen que todo el mundo reconoce, y que Trujillo empalma con otra divertida metáfora: “La motivación no viene en la mochila, ahí están los libros, las carpetas, el bocadillo, pero buscas y buscas y la motivación no la llevan nunca!”. Profesor e investigador de la Universidad de Granada, Trujillo fue el pasado sábado el invitado estrella de la XVI jornada anual de la Xarxa de Competències Bàsiques (red de competencias básicas), de la que forman parte 6.500 docentes de 450 centros educativos catalanes.

Fernando Trujillo es profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura, además de autor de un blog que cuenta con muchísimos seguidores pero, sobre todo, es un experto y estudioso del ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos), que este año era el leit motiv del encuentro de la Xarxa. Un total de 50 centros expusieron en roll up algunos de sus proyectos, y los talleres de después abordaron también cómo iniciar un trabajo por proyectos, cómo organizar a los alumnos o cómo evaluarlos.

Para Trujillo, el APB es sin duda un elemento clave para que la motivación vaya dentro de la mochila. “La implicación del alumno aparece cuando cree que pasará algo interesante”, afirma. Y para eso hace falta que la actividad reúna tres requisitos: que puedan intervenir (agency), que se la puedan hacer suya (ownership) y que tenga sentido (sense-making). “¿Las propuestas de aprendizaje que hacemos a los estudiantes les permiten dar sentido a la realidad, entenderla y actuar en ella?”. Pregunta retórica y provocadora, como todas las que irá lanzando.

Entre bromas sobre inspectores, preguntas provocadoras y citas a todo tipo de autores (muchos de los cuales catalanes: Francesc Imbernon, Neus Sanmartí, Marina Garcés, Xavier Martínez-Celorrio, Jordi Collet, Jaume Carbonell…), Trujillo va colando algunos mensajes de gran calado. No todas las ideas son propias. Que me disculpe el lector por haber perdido de vista la mayor parte de referencias.

La crisis de la tutoría

“¿Está dando resultado la tutoría?”. Nueva pregunta retórica que él mismo se responde: “Como concepto y como práctica está en crisis profunda”, sentencia, “la hemos llenado de tantos contenidos, como si fuera una materia, que se ha devorado a sí misma, y la hemos problematizado tanto que hemos olvidado que es mucho más sencilla; la tutoría es el tiempo de la escucha, es el recurso fundamental de nuestro trabajo, nosotros somos agentes de tutorización que además hacemos otras cosas, y es la base de la idea de escuela inclusiva”, asegura Trujillo. El problema, añade, es que todo el mundo es especialista en algo “y la tutoría no es de nadie”. Esta crisis, precisa, afecta a la tutoría clásica, puesto que hay una tutoría emergente, en el aprendizaje cooperativo, en la tutoría entre iguales, en el diseño universal del aprendizaje… que no lo está.

Un desafío relevante

“Hemos tenido que recurrir a una propuesta de finales de siglo, ¡pero del siglo XIX!, porque hemos percibido que nos teníamos que manchar las manos”, dice Trujillo en relación al ABP. El trabajo por proyectos tiene que arrancar con “un desafío relevante, una provocación al alumnado, plantearnos algo que no entendemos y que les haga sentir que merecerá la pena dedicar el próximo mes a trabajar sobre esto”. Por eso el docente tiene que hacer un ejercicio de humildad, que según el profesor quiere decir “sacarnos las máscaras”. “Ni sabemos de todo ni falta que hace, vamos a aprender juntos”, afirma. En el ABP, el alumno es un investigador, busca la información, y se sirve del docente para gestionarla. Llegados a este punto, todavía hacen falta tres pasos más: producir algo que sienta que no estaba creado, difundirlo, y hacer la evaluación. “Es así como los estudiantes aprenden a ser intérpretes críticos de la sociedad”, dice Trujillo citando a Michael Apple y James Beane.

Evaluar es dar feedback

La evaluación es uno de aquellos puntos siempre controvertidos. Nueva pregunta lanzada al aire: “¿Si no paramos de evaluar y después no cambiamos nada realmente qué estamos haciendo?”. Para Trujillo, la idea clave está en el retorno que se da a los estudiantes: en el feedback. “¿Y si en vez de hablar de evaluar hablamos de dar feedback a los alumnos? Ya sabemos que evaluar y calificar no son la misma cosa, pero evaluación ya es una palabra muy marcada; el feedback puede ser más efectivo si proporciona al alumno información sobre lo que es correcto”, sostiene.

Podar el currículum

Comenta Trujillo que su dietista le ha advertido que el currículum no se puede engordar más, que tiene exceso de sal, de azúcar, de aditivos… “A ver, ¿quién de los presentes que no sea profesor de Historia sabe cuáles eran las clases sociales en Esparta?”. Ninguna mano alzada. “¿Nadie?”. Silencio. “¡Pues esto lo aprenden nuestros hijos!”. “¡El currículum hay que podarlo ya! –exclama–, con las competencias básicas como eje sobre el cual pivote todo”.

La asociación eficaz

Otro concepto que ha cogido prestado de alguien, y que subraya con tinta indeleble: el del aula como un espacio de asociación eficaz entre docentes y estudiantes. “¿Y si esta idea fuera la clave de la mejora?”, se pregunta. El ABP precisa “responsabilidad colectiva”, dice, y en la pantalla se puede ver que esto se traduce en “equipos directivos con liderazgo (y recursos) y con equipos docentes comprometidos (y buenas condiciones laborales)”. Aplausos. Minutos después vuelve a ello: “Hace falta que los equipos directivos de los centros ejerzan el liderazgo educativo del centro, no la gestión, que la dirección se centre en las personas y no en los papeles”. Ovación.

¿Y la administración? “Me parece que ya se me ha acabado el tiempo, verdad?”, bromea Trujillo. A la administración este profesor le pide que, con el fin de garantizar el éxito educativo, priorice el frente social al educativo, lo que parece una contradicción pero no lo es: todos los estudios concluyen que el fracaso escolar está estrechamente ligado a las condiciones socioeconómicas del alumno. Por lo tanto, “cuanta menos pobreza haya, menor será el fracaso escolar”.

Transferencia de conocimientos

Mensaje final: “Hay que trabajar por proyectos en la formación inicial y en la formación permanente”. Y trabajar en red, como hace la Xarxa, a quién Trujillo no ha dejado de piropear durante toda la charla. “Se tiene que hacer en definitiva esta transferencia de conocimientos que hoy estáis haciendo aquí. Lo hago y lo cuento”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/22/podar-el-curriculum-desproblematizar-la-tutoria-y-otras-ideas-para-dar-sentido-al-aprendizaje-basado-en-proyectos/

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Un manifiesto para diseñar el mundo digital que queremos

Queremos que se hable, se debata y reflexione pero, sobre todo, queremos apropiarnos de nuestro presente para construir el futuro de la sociedad digital.

Por Liliana Arroyo y Jordi Jubany

Un manifiesto digital, pero no el primero

Somos conscientes de que no somos los primeros que sueñan el futuro digital en forma de manifiesto y por eso hemos procurado reunir los manifiestos de educación para inspirarnos. En una búsqueda amplia, hemos revisado propuestas de diversos ámbitos. Explicar todas necesitaría otro artículo entero, así que, destacamos las propuestas que más nos han inspirado para crear este Manifiesto por una Cultura Digital.

Nos han gustado el tono inclusivo y transformador de Colectic(antes conocidos como TEB Raval). Sobre todo la capacidad de crear espacios de aprendizaje de las tecnologías vinculadas a un propósito, combinándolas como herramientas de transformación social. En este sentido, es inspirador revisar la Guía de Alfabetización Digital Crítica (Colectivo ondulado) y compartimos la llamada a crear una cultura digital crítica y comprensiva con el contexto que nos rodea. Esto significa aprender a utilizar las nuevas herramientas más allá de su parte instrumental. La tecnología nunca es neutra, y aquí nos encontramos con la gran pregunta: “para qué” o “para qué lo queremos”. Porque como dice el manifiesto digital de Die Spektrum y su manifiesto Contra los Ciudadanos programados, incluso las sociedades pluralistas pueden llegar a ser leviatanes digitales.

De la mano de TricLab hemos visto la importancia de disponer de metodologías para educarnos sobre cómo comunicar en entornos digitales. Y en este sentido, como que la red está inundada de trolls y discursos odio, recuperamos también elManifiesto por la Comunicación no Hostil, donde nos recuerdan que lo virtual también es real, que las discusiones deben ser desde el respeto o que a veces el silencio también es una opción. Y a veces, la mejor forma de comunicar.

Y como no, nos encanta el aprendizaje dinámico y transmedia y que entendemos que debería reflejarse en las escuelas y los sistemas educativos al completo. Así de claro lo ven los firmantes del Manifiesto 15, muy enfocados al aprendizaje en evolución. También queremos destacar la experiencia deWyred, un proyecto con financiación europea en la que los propios niños y jóvenes participan en la redacción de los propios derechos digitales, invitándoles a sentarse en la mesa de los expertos. Nos ha llamado la atención tambiénHeutagogia, presente sobre todo en el APRENDIZAJE online, donde el aprendizaje es el centro y el propio ritmo y la curiosidad son el motor. Combinado con las herramientas para generar contenidos por parte de los propios alumnos permite formar en la adaptabilidad a un futuro incierto más que en los contenidos caducos.

Y por último, queríamos incorporar una mirada más filosófica. Entre el desarrollo tecnológico hemos encontrado buenas trazas de reflexión humanista y de debates éticos. Por ejemplo, de la mano del Instituto ITED nos confirma que ser digitales es pensar más que nunca en las personas y en su potencial. O los amigos de Time Well Spent, donde en lugar de hablar de adicción, lo que quieren es que recuperamos la autonomía y la decisión sobre qué tiempo dedicamos a qué y dónde ponemos nuestra atención. En cierto modo, una vez sabemos que las pantallas están diseñadas para llamarnos la atención constantemente. Como antídoto a esta “crisis de atención” crean un movimiento para alinear la capacidad tecnológica con los intereses y las necesidades humanas.

Con todo esto y siguiendo de cerca la actualidad digital en la prensa, hemos puesto las primeras piedras (ni las únicas ni las mejores) para este debate que encontramos tan urgente como necesario en torno al humanismo digital. Y estamos dispuestos a deconstruir en cualquier momento, al igual que hicieron los de ConventMaker en buena compañía con el Manifiesto Maker. Porque no queremos presentar una solución mágica, lo que queremos es plantar semillas para el debate.

Un manifiesto a tu medida

El manifiesto por una cultura digital es una declaración hecha desde la fascinación por lo que las tecnologías pueden ser, desde una mirada integral, crítica, positiva y propositiva. La perspectiva es ampliamente social, más allá de los entornos estrictamente educativos. Así, presentamos 10 principios o ejes que nos han parecido importantes, abordando temas desde derechos humanos a cultura digital, pasando por datos abiertas y la responsabilidad de las empresas tecnológicas. La voluntad es aportar otra mirada, más amplia, más interrelacionada sobre el fenómeno digital, y los efectos sobre nuestras vidas individuales y colectivas. Por eso, cada punto es en realidad un eje, una preocupación o un tema que creemos importante dentro de este universo de la digitalidad.

Nuestro sueño es que este manifiesto esté vivo, sea dinámico y adaptable. Al igual que internet. Porque este no es el “nuestro” manifiesto. Es la versión 0, una propuesta beta que queremos ofrecerle para que hablemos, porque la debatimos, porque la mejoramos y la refinamos entre todos. Que el hacemos evolucionar según aparecen nuevos retos y necesidades. También nos encantaría ver cómo se lo apropiado y la discuta en sus centros, sus hogares, sus familias o sus clubes deportivos. Insistimos: lo que queremos es que se hable, se debata, se reflexione, pero sobre todo, que nos apropiemos de nuestro presente para construir el futuro.

Aquí está la cuestión: quedarnos como consumidores pasivos o reivindicar la ciudadanía digital, con el derecho a participar y transformar la sociedad, aprovechando las herramientas que tenemos al alcance para aprender y construir juntos un futuro más digital, inclusivo, responsable y donde las oportunidades superen los riesgos. ¿Empezamos?

http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/14/un-manifiesto-para-disenar-el-mundo-digital-que-queremos/Fuente:

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¿Por qué lo llamamos amor si es acoso sexual?

Por María Acaso

Imagina que estás tumbada o tumbado tranquilamente en el espacio público. Tus ojos están cerrados, tus brazos reposan a ambos lados del cuerpo, estás quieta, eres vulnerable. Puede que estés dormida o dormido, o puede que no. Pero, evidentemente, estás en un proceso de introspección. De repente, sin tu consentimiento, un desconocido o una desconocida te besa en la boca… ¿Cuál sería tu reacción?

En mi caso, desde luego, la primera reacción sería de perplejidad, seguida de la furia que nace de la indignación. Me sentiría absolutamente indignada si un ser humano, sea del género que sea, se tomara la libertad de ejercer en mi cuerpo un gesto que, en la cultura a la que pertenezco, se entiende como un signo de máxima intimidad que inicia el proceso del ritual sexual y autoriza la continuación hasta el coito; un gesto muy diferente al de un beso en la frente o en la mejilla, ya que frente y mejilla no son orificios, y la boca sí.

Un beso en la boca es un acto sexual; un beso en la mejilla o en la frente no lo es. Culturalmente, para la mentalidad europea, el inicio de muchas relaciones sexuales se sella con un beso en la boca. Por lo tanto, si un desconocido, sin mi autorización explícita (me pregunto cómo voy a rechazar algo explícitamente si estoy dormida), me besa en la boca, estamos hablando abiertamente de acoso sexual, entendiendo el acoso sexual, según la RAE, como el «Tipo de acoso que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre». Además, mi quietud se entiende como disponibilidad, y la ausencia de resistencia (recordemos que estoy con los ojos cerrados) impide que el acto sea calificado de violento. ¿Os suena?

No es ninguna justificación que el cuento de Blancanieves sea del siglo XVIII ni que la película de Disney se estrenase en 1937: los temas que tratan tanto el cuento como la película son absolutamente actuales y están en conexión con los hechos de #lamanada que están removiendo profundamente las conciencias patriarcales de nuestro país.

En realidad, todo el cuento de Blancanieves (qué casualidad este nombre, ligado por dos veces a la pureza, máxima virtud femenina en la cultura judeo-cristiana) gira en torno a los diferentes periodos del ciclo sexual femenino. Recordemos que la madrastra (que no ha tenido hijos y es, por lo tanto, una reina inútil casada en segundas nupcias con un padre ausente, un tema muy interesante que dejamos para otro post) está entrando en la menopausia y perdiendo a la vez su belleza y su fertilidad, muriéndose de celos ante las transformaciones de Blancanieves, quien está entrando en su periodo fértil y ha tenido su menarquia (su primera regla, para los que desconocen este término).

En el momento en que Blancanieves, la legítima heredera del trono, es capaz de engendrar descendencia, ha de ser recluida en un lugar seguro donde no pueda ser fecundada por alguien que no pertenezca a su clase social. Por esa razón, su existencia se ve reducida a vivir con siete «enanitos», seres aparentemente asexuales que la protegen de la cultura de la violación en la que todas nosotras vivimos y en la que los cuentos nos educan para que nos defendamos en vez de dedicarnos a erradicarla entre todos y todas.

La entrada de nuestra protagonista en coma, debido a las pérfidas estrategias de la madrasta menopáusica, solo finaliza cuando un desconocido, sin su consentimiento, la besa en la boca, lo que produce su despertar y su entrada en un matrimonio heterosexual monógamo con alguien de su clase y raza. Fin de la historia.

Blancanieves recibe el beso en la boca de un extraño que se considera legitimado para llevar a cabo un gesto que debemos empezar a identificar como acoso, porque lo es. Realmente, la función de la cultura popular es sostener el statu quo político en cuestiones de género, raza y clase. Por lo tanto, el problema es que no identificamos este gesto como un acoso precisamente por el proceso de normalización que han desplegado los cuentos populares, primero, y las películas basadas en dichos cuentos, después.

Esta secuencia del cuento de Blancanieves o la aparición del lobo en el de Caperucita Roja (cuento que normaliza la cultura de la violación, enseñando a las niñas a tener miedo de los varones desconocidos una vez que han tenido su primera regla, representada en su capa roja) son representaciones que poco a poco, gota a gota, cuento a cuento, visionado tras visionado de películas de Disney, generan procesos que, cuando los deconstruimos, los descontextualizamos y los analizamos, empezamos a entenderlos como lo que son: micro acosos sexuales (como los piropos o los chistes) que consiguen, con la fuerza irrebatible de la repetición, que el caso de #lamanada haya concluido con una sentencia de abuso y no de agresión.

Esta cadena de normalización de los #microacosos nos lleva a normalizar los #macroacosos (es decir, las agresiones y las violaciones), a quitarles importancia y a soportar una cultura de la violación que es la base del patriarcado y del sistema capitalista, puesto que provoca el miedo que nos sitúa a las mujeres en unos lugares determinados.

Pero vayamos a lo que ocurrió el pasado sábado 12 de mayo. Ese día tenía la responsabilidad de dar una charla ante mil profesoras (90%) y profesores (10%) de Castilla-La Mancha. Empecé por visibilizar que, debido a que en la sala había un mayor número de mujeres, hablaría en plural femenino; después visibilicé que, en el vídeo de bienvenida al congreso, ninguna de las grandes frases sobre educación que se habían escogido pertenecía a una mujer; y, para terminar, también hice notar que el ponente que me había precedido, de las cuarenta figuras que expuso en su presentación, solo visibilizó a cuatro mujeres, y para situarlas a todas en situación de mofa.

Una vez explicada mi posición, continué mi charla defendiendo el papel crucial de las artes en la educación, especialmente en lo relativo al desarrollo del pensamiento crítico visual, y analicé la imagen del beso del príncipe a Blancanieves como ejemplo de acoso sexual.

Tras mi charla, una congresista pidió a la organización el micrófono para, desde el escenario, elogiar y defender la charla del ponente anterior, lo cual provocó una gran ovación en la sala. Cuando otro congresista cogió ese mismo micrófono para hacer la réplica, ya no le dejaron seguir.

El sujeto patriarcal no tiene sexo: puede ser un hombre o una mujer, y en este caso fue lo segundo. Yo había desarrollado mi deconstrucción de la presentación del docente anterior desde el máximo respeto, simplemente citando la evidencia de las cantidades y la selección de esas cuatro mujeres en situación de mofa. Pero cuando las mujeres visibilizamos estas cosas siempre se entienden como agresiones.

Todo lo que ocurrió el sábado merece ser leído y deconstruido en el contexto que estamos viviendo. De los miles de artículos que han tratado el tema de #lamanada, hay uno que me llamó poderosamente la atención, el publicado por eldiario.es el 2 de mayo. En él podíamos leer que dos mil psicólogos y psiquiatras habían criticado la sentencia y habían firmado una carta para mostrar su apoyo a la víctima, al tiempo que reclamaban formación en perspectiva de género. La carta firmada por estos profesionales terminaba de la siguiente manera: «Por último, añadimos la urgente necesidad de la prevención, incluyendo desde la infancia una educación sexual no patriarcal, con perspectiva de género, transversal y estructural».

De la misma manera que, tras muchos años de trabajo en la intersección de las artes, la cultura visual y los feminismos, he sido capaz de detectar en el discurso visual de mi compañero ponente un discurso invisible que muestra a las mujeres en una posición que las ridiculiza, o que problematizo (como muchas otras teóricas, y no tan teóricas) el beso de Blancanieves mirándolo desde una perspectiva situada y no tan amable, creo que es urgente y necesario que la educación artística vuelva a ser obligatoria en la educación primaria.

Hacer desaparecer del currículum oficial el único grupo de asignaturas que son capaces de desarrollar de manera profunda el pensamiento crítico visual es una decisión claramente política para que sigamos pensando, todas y todos, que ciertos actos no son acoso sexual, sino amor verdadero.

Fuente_ http://www.mariaacaso.es/lo-llaman-amor-acoso-sexual/#more-1904

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¡Llevar la fiesta en paz! Educación y conflicto

Por: Carlos Aldana

Como educadores, ¿cuál es nuestra relación con los conflictos?, ¿cómo conectamos a nuestros estudiantes con ellos?

Es innegable que para “llevar la fiesta en paz”, muchísimos hombres y mujeres dedicadas a educar a otros, prefieren evitar lo más posible que se pueda el surgimiento y vivencia de conflictos. Principalmente, si esos conflictos ocurren en el interior de la institución escolar. No saben, o no quieren aceptar, que cuando aparece el conflicto es porque el conflicto ya estaba incubado.

Para “llevar la fiesta en paz”, la relación entre educación y conflicto ha sido de invisibilización. Es decir, se oculta la existencia de problemas o contradicciones que pueden pesar seriamente en la construcción de relaciones entre quienes se educan. Se niega la conflictividad, con lo cual se sume al aula y la institución escolares como lugares asépticos. Pero también se niega el conflicto cuando no hay disposición para los diálogos difíciles pero necesarios. O cuando se prefieren las soluciones falsas y superficiales.

Cuando en el aula se prefiere callar, o “pasar rápidamente la página”, entonces niños, niñas y jóvenes van interpretando al conflicto como algo que no debe existir o que debe evitarse de manera automática. Peor todavía, van aprendiendo que con el silencio se superan más fácilmente las cosas. Enfrentar situaciones difíciles no es asumido, entonces, como un importante y potente aprendizaje que vale la pena potenciar.

La pedagogía ha caminado de la invisibilización a la negación del conflicto en la construcción social. De la ausencia de postulados y posiciones conscientes y profundas sobre cómo educar desde y para el conflicto, la pedagogía ha llegado al punto de pretender que los conflictos dañan las relaciones, que son destructivos en todo sentido y, por tanto, se necesita vivir sin ellos. Por eso, es muy poco la propuesta para crear espacios de auténtico diálogo y escucha, espacios para la expresión libre y personal; para dejar a un lado las apariencias y alcanzar las esencias desde las que se construyen las relaciones al interior de la comunidad educativa.

El miedo a la voz de la autoridad, el ejercicio autoritario de la docencia, la verticalidad en la toma de decisiones, el desprecio a la diversidad, son elementos de invisibilización y negación de la conflictividad humana, con lo cual se impide que la educación transforme la vida planetaria. Por eso, aunque a veces parezca una actitud ingenua y bien intencionada, rehuir a los conflictos en el entorno educativo es una útil herramienta política para el adormecimiento y la acriticidad que alimentan el ejercicio de poder en el mundo de hoy. ¿Cómo formar ciudadanos críticos y comprometidos en luchas reales, si desde la niñez negamos y destruimos capacidades para encarar y enfrentar conflictos? ¿Cómo podemos educar para transformar el mundo, negando la conflictividad como uno de sus motores de cambio?

Se trata de que reconozcamos -y aceptemos plenamente- que el conflicto no solo es parte de nuestra vida, sino que nos permite avanzar hacia la plenitud. Esto nos debe llevar al esfuerzo pedagógico de educar desde y para el conflicto.

Educamos desde el conflicto cuando las situaciones difíciles que vivimos son fuente de aprendizajes relacionales y de todo tipo. Educamos para el conflicto cuando desarrollamos, desde una intencionalidad muy clara, aprendizajes para saber qué hacer, cómo vivir, cómo afrontar las situaciones difíciles en la vida.

En países que hemos vivido conflictos internos cargados de miles de violaciones de derechos humanos (¿cuáles no?), es más que urgente una pedagogía de la denuncia, de la voz alzada, de las contradicciones, porque el silenciamiento y el miedo se han instalado con más fuerza. Y pueden ser parte de una siguiente fase perversa del mismo conflicto estructural que causó el enfrentamiento.

Para que la educación sea una auténtica fiesta (y no solo una falsa “fiesta en paz”), necesitamos de los ratos colorados cuando asumimos y enfrentamos conflictos. Para crecer y desarrollarnos, eso es mucho más útil que los cientos de ratos grises de una vida escolar que rehúye a la conflictividad. Esas que nos hace humanos y en la que aprendemos a ser sujetos políticos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/24/llevar-la-fiesta-en-paz-educacion-y-conflicto/

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