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Docentes desbordados y quemados ¿Quién cuida al que enseña?

En nuestro mundo actual, marcado por el cambio constante, la figura del docente es fundamental para la sociedad. Este se enfrenta a una serie de dificultades que van más allá de la mera transmisión de contenidos en aulas que han evolucionado del autoritarismo a la ludificación educativa. Sin embargo, los ciudadanos no suelen pararse a pensar en las presiones que afrontan a diario quienes forman a las futuras generaciones. Es tal la situación, que la tasa de renuncia o abandono de los profesionales de la enseñanza no universitaria se ha duplicado en los últimos años, sobre todo en educación secundaria, disparándose la preocupación a nivel internacional.

Además, una de las metas principales en los sistemas educativos es la mejora de la enseñanza, para lo cual es muy significativo abordar y comprender a qué obstáculos se están enfrentando maestros y profesores. Estos profesionales de la educación no solo preparan sus clases y corrigen exámenes, sino que deben lidiar con una amalgama compleja de roles (colaboración con las familias, atención a la diversidad, manejo de conflictos, burocracia…), que les llegan a generar frustración y estrés cuando no se gestionan adecuadamente.

En este sentido, los medios de comunicación se han hecho eco de y algunos estudios han analizado las dificultades que percibe el profesorado en sus funciones docentes, sugiriendo también posibles soluciones para superarlas (Chan y Rodríguez, 2022Flores, 2021Fong et al., 2020Pelcastre y García, 2020Rodríguez et al., 2020Rubio y Olivo, 2020Sánchez et al., 2020Sanz et al., 2022Suriá y Villegas, 2023Travé et al., 2025Villegas y Lengeling, 2021).

El peaje psicológico de enseñar: cansancio, estrés y malestar

Una de las principales batallas libradas por el profesorado se produce en el ámbito psicológico, específicamente en el aspecto emocional, lo cual suele impactar en su capacidad para inspirar y estimular a los discentes. En este sentido, la sobrecarga laboral se presenta como un factor crítico emergente, pues estos profesionales dedican un incontable número de horas a tareas administrativas, planificación, coordinación y evaluación. Todo esto suele restar mucho tiempo a la docencia y a su preparación previa. Así pues, esta acumulación de responsabilidades puede derivar en cuadros de ansiedad y estrés. En casos más extremos, en el temido síndrome de trabajador quemado (también denominado agotamiento profesional o burnout).

A todo lo dicho se suma la necesidad de mantener la motivación y la disciplina del alumnado, la autoridad del docente y un ambiente proclive al aprendizaje. En la era de lo digital, donde los estímulos constantes y la inmediatez son la norma, otro gran desafío es captar y retener la atención de los estudiantes, lo cual se convierte en un arduo y complicado quehacer.

Por otro lado, algunos medios han alertado de las agresiones a los docentes por parte del alumnado, y casos de acoso de los progenitores a estos profesionales, lo cual ha conducido en el peor de los casos al suicidio.

El doble filo de la brecha digital y la diversidad del aula

Las aulas son actualmente más diversas que nunca. Este fenómeno ha traído consigo riqueza y a su vez un gran reto para el profesorado. Por ende, atender adecuadamente y de forma individualizada a alumnado provenientes de diferentes culturas, con ritmos de aprendizaje dispares o con necesidades educativas especiales requiere un esfuerzo titánico por parte de los docentes, más aún cuando se cuentan con recursos limitados y ratios elevadas de discentes por clase. En esta tesitura, estos profesionales suelen sentir que no disponen de tiempo suficiente o las herramientas necesarias para ofrecer el apoyo diferenciado que cada estudiante precisa.

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (en adelante TIC) también deben tenerse en cuenta, puesto que exigen la adaptación constante de los docentes y, simultáneamente, ofrecen un inmenso potencial para enriquecer la enseñanza y el aprendizaje. Lidiar con la brecha digital entre generaciones (por ejemplo, progenitores versus hijos e hijas), mantenerse al día con los artefactos digitales conectados a Internet y con sus programas y aplicaciones derivadas, así como llevar a cabo una incorporación eficaz en la cotidianidad de la docencia, son realidades a las que deben enfrentarse maestros y profesores. Todo esto va a exigir soporte técnico y una formación continuada.

Formación y condiciones laborales: claves para el futuro

Puesto que no basta con dominar las materias que los docentes imparten, una formación inicial y continua robusta podría facilitar herramientas psicológicas, sociales y pedagógicas a los docentes para lidiar con las aulas contemporáneas. Entre los bloques de contenidos que podrían contener estos itinerarios formativos destacamos las estrategias para atender a la diversidad de alumnado, la gestión emocional o el uso educativo de las TIC y la prevención de los riesgos de una utilización extendida y continuada.

Entre las posibles soluciones a las dificultades en las funciones docentes, se señalan las siguientes:

  1. Reducir la sobrecarga burocrática. La simplificación de las tareas administrativas haría posible que los docentes pudiesen dedicar más tiempo a su labor pedagógica.
  2. El apoyo psicológico, para lo cual es vital la colaboración con los servicios de salud mental, que deben ser conscientes del alto nivel de estrés inherente a este grupo profesional.
  3. La formación práctica y especializada a través de programas de formación continua que aborden necesidades reales de las aulas.
  4. La inversión en recursos materiales y en personal de apoyo, sobre todo en lo que concierne a reducir las ratios de discentes por aula y a dotar a los centros educativos de más especialistas (pedagogía terapéutica, audición y lenguaje, orientación educativa, profesor técnico de servicios a la comunidad, coordinador de bienestar, etcétera).
  5. Una revalorización de la profesión docente, tanto a nivel social como profesional, mejorando las condiciones laborales (sueldos y conciliación, por ejemplo), las cuales deben ser atractivas para la atracción y retención del talento.
  6. Elevar el nivel de exigencia en todas las etapas (formación de grado y posgrado, contratación y oposiciones) para asegurar que solo los profesionales mejor cualificados lleguen a las aulas

Por lo tanto, el abordaje de estas dificultades en el día a día de los docentes, no es solo una cuestión de justicia para estos profesionales, sino que implica una inversión directa en la calidad de la enseñanza-aprendizaje y, en consecuencia, en el futuro de la sociedad. Apoyar a maestros y profesores es apoyar a la educación, y eso parece beneficiarnos a todos.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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La censura educativa: cuando la extrema derecha decide qué aprender y qué callar

En tiempos de retrocesos y repliegues, es imprescindible que el profesorado, formadores, familias y movimientos sociales no permanezcan en silencio. La defensa del currículo como construcción colectiva, situada, ética y comprometida no es una consigna vacía: es una responsabilidad política. Porque, como bien sabemos quienes trabajamos en educación, cada omisión es también una forma de violencia, y cada contenido eliminado deja un vacío que alguien se encargará de llenar.

Últimamente estamos asistiendo en diversos países europeos y americanos a un fenómeno profundamente alarmante: el avance de discursos y políticas educativas impulsadas por la derecha y la extrema derecha que pretenden silenciar, censurar o directamente eliminar del currículo escolar cualquier contenido que cuestione el orden establecido, visibilice las desigualdades o promueva una mirada crítica y emancipadora de la realidad. Bajo la coartada de “neutralidad ideológica” o de “protección de la infancia”, se orquesta una ofensiva contra lo que consideran ideología de género, memoria histórica, derechos LGTBI, o crítica al patriarcado, etc. Pero no se trata de neutralidad: se trata de imponer un pensamiento único, de blindar los privilegios y de clausurar la escuela como espacio de formación crítica.

Desde la asociación Por Otra Política Educativa. Foro de Sevilla, hace tiempo que advertimos sobre esta peligrosa deriva, que no es un caso aislado ni fruto de un exceso puntual, sino el síntoma de una estrategia cultural reaccionaria que se abre paso desde las instituciones y que busca moldear subjetividades obedientes, conservadoras y despolitizadas. Lo estamos viendo en Argentina, con la negación de los crímenes de la dictadura y el desmantelamiento de políticas de memoria y derechos humanos; en Italia, donde se blanquea el pasado fascista y se restringen contenidos sobre diversidad; en Francia, donde se criminaliza a quienes denuncian el racismo estructural y se reprime la crítica social.

Pero también asistimos a formas aún más agresivas de control ideológico en Hungría, donde el gobierno de Orbán ha reformulado el currículo para borrar la perspectiva de género y limitar el estudio de ciertos autores y temas considerados “impropios” para la juventud; o en los Estados Unidos, donde en varios estados se han prohibido contenidos sobre racismo, esclavitud o derechos LGTBI, y se impulsa una cruzada contra lo que llaman “teoría crítica de la raza”, financiada, en gran medida, por los recurrentes defensores de la privatización escolar.

Casos similares se multiplican en Brasil, Polonia, Turquía o Rusia, donde la educación se instrumentaliza como herramienta de adoctrinamiento y nacionalismo excluyente. En Irán, el sistema educativo se utiliza para imponer un modelo moral y religioso rígido, castigando duramente a quienes se desvían de las normas impuestas, especialmente a mujeres, jóvenes y minorías. Y en Israel, se eliminan contenidos que reconocen la historia y los derechos del pueblo palestino, así como se fortalece un currículo xenófobo y racista que deshumaniza a la población palestina, justificando el genocidio y alimentando una visión supremacista que imposibilita una educación orientada a la convivencia y la justicia en equidad con la población palestina.

En varias comunidades autónomas donde han accedido al poder juntamente con el Partido Popular, han condicionado gobiernos, han impulsado acciones concretas: en Murcia, exigieron la retirada de libros de texto con contenido “nocivo”; en Castilla y León, han intentado frenar programas de igualdad; en Aragón, han sido denunciados por censurar talleres de educación afectiva; y en Jaén, representantes del partido han lanzado discursos abiertamente xenófobos, cuestionando la escolarización de menores migrantes y promoviendo una visión etnocéntrica del sistema educativo. A ello se suma su insistencia en recentralizar las competencias educativas, planteando la necesidad de un currículo único nacional que refleje una concepción “española” de la historia, la lengua y los valores cívicos, en detrimento de la diversidad cultural y lingüística de las distintas comunidades autónomas.

Y si nos referimos al Estado español, Vox ha convertido la educación en uno de sus principales frentes de la batalla cultural que han emprendido contra los derechos humanos. Desde su irrupción en las instituciones, ha promovido una agenda que denuncia lo que califica como “adoctrinamiento ideológico” en las aulas, centrándose especialmente en los contenidos relacionados con igualdad de género, diversidad sexual, memoria histórica, derechos y educación afectivo-sexual. Bajo el argumento de “proteger la inocencia de los menores”, insiste en eliminar cualquier contenido que, a su juicio, no se ajuste a una visión conservadora y tradicional de la sociedad. Una de sus propuestas más mediáticas ha sido el llamado desde hace tiempo pin parental, una medida que pretende otorgar a las familias la potestad de vetar la asistencia de sus hijos e hijas a determinadas actividades complementarias, especialmente aquellas que tratan temas de diversidad, género o afectividad.

En sus intervenciones parlamentarias y discursos públicos, Vox (y el Partido Popular) acusa a los docentes y al sistema educativo de ser cómplices de una supuesta “ingeniería social” impulsada por la izquierda, y exige la retirada de materiales escolares que considera ideológicos, como libros sobre feminismo, educación sexual o derechos humanos. También ha cuestionado la enseñanza de determinados enfoques históricos, rechazando las políticas de memoria histórica y democrática e igualando el relato del franquismo al de otras etapas de la historia española. Rechazan, por ejemplo, que se hable de violencia estructural de género o de racismo sistémico, y han denunciado que materias como Filosofía, Historia o incluso Matemáticas estén “contaminadas” por una supuesta perspectiva ideológica impuesta por la LOMLOE.

En la Comunidad de Madrid, las políticas educativas con una voluntad de recentralización ideológica, purga de contenidos críticos y debilitamiento de los marcos normativos que garantizan la igualdad, la diversidad y los derechos humanos en la escuela. Han construido un relato donde la “libertad educativa” no es sinónimo de pluralismo o pensamiento crítico, sino de blindaje frente a lo que consideran intromisiones ideológicas en la educación: el feminismo, la memoria democrática, la diversidad sexual o la crítica al sistema capitalista. Bajo un discurso de libertad individual, se esconde una clara estrategia de control cultural, desmantelamiento de políticas de equidad y blanqueamiento de la historia y las estructuras de poder. Un ejemplo revelador es la reciente modificación del temario de Historia para la PAU, donde desaparecen referencias al feminismo o a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y se recuperan conceptos como “Reconquista” con una clara intención de reforzar una narrativa nacionalista y tradicionalista.

Más allá del currículo, el gobierno madrileño ha liderado una contrarreforma legal que ha vaciado de contenido las leyes autonómicas de igualdad y de derechos LGBTIQ+. Se han eliminado protocolos de protección, se ha suprimido la inversión en programas de prevención y ha debilitado el apoyo institucional a colectivos históricamente discriminados. La Comunidad de Madrid es hoy la única autonomía sin una ley de igualdad activa y, de hecho, ni siquiera ha logrado poner en marcha el programa que se presentó contra la discriminación por género. Esta desprotección institucional no es accidental: forma parte de una política educativa que rehúye la diversidad, castiga lo diferente y pretende imponer una escuela basada en valores conservadores y jerárquicos.

Todas estas propuestas educativas se basan en la exclusión de las diferencias, el blindaje de una moral conservadora y la recuperación de un modelo autoritario y monocultural. Frente a una escuela pública que lucha por ser inclusiva, crítica y democrática, se defiende una escuela homogénea, jerárquica y controlada, que sirva de plataforma para un proyecto ideológico y educativo retrógrado y conservador de ‘educación del carácter’, basado en ‘aculturar a los estudiantes’ a las normas convencionales de ‘buen’ comportamiento, acorde con las preocupaciones neoconservadoras por la estabilidad social.

Lo que está en juego, más allá de los contenidos concretos, es el modelo de sociedad que se quiere construir desde las aulas. Hay una hostilidad simbólica hacia la educación transformadora no es solo retórica: tiene efectos concretos sobre la vida escolar, los proyectos de centro y el bienestar de los estudiantes más vulnerables. Es una educación para el silencio, para el miedo y para la obediencia. Y en ese sentido, forma parte del mismo mapa de censura y regresión democrática que se despliega en otros territorios, tanto dentro como fuera de España. La resistencia educativa debe nombrar esta deriva sin eufemismos: no se trata solo de una batalla de contenidos, sino de una disputa profunda por eliminar la escuela pública y su compromiso por avanzar en la configuración de una sociedad más justa e igualitaria.

Desde nuestra perspectiva crítica, y de años reflexionando sobre la educación, nos preocupa especialmente el impacto de estas políticas en la práctica educativa cotidiana. La censura curricular no es un debate técnico sobre contenidos escolares: es una disputa por el sentido de la educación. Y si aceptamos que enseñar es una forma de intervenir en la realidad, de ampliar la mirada y de construir una ciudadanía más consciente y justa, entonces debemos rechazar toda forma de autoritarismo pedagógico que niegue la pluralidad y la complejidad de nuestro mundo.

La escuela pública ha de ser un espacio de libertad, donde se aprenda a pensar, a cuestionar, a empatizar y a actuar. Y eso implica hablar de feminismo, de diversidad, de justicia social, de historia con memoria, de afectos, de ecología política. Implica también incomodar, porque educar no es adiestrar ni domesticar, sino abrir preguntas, generar conflictos productivos, cultivar el pensamiento crítico. Por eso, lo que está en juego con la censura curricular no es solo el currículo, sino el proyecto de sociedad que queremos construir.

Educar no es repetir lo establecido, sino cuestionarlo; no es silenciar los conflictos, sino nombrarlos con valentía; no es domesticar conciencias, sino despertar miradas críticas…

En tiempos de retrocesos y repliegues, es imprescindible que el profesorado, formadores, familias y movimientos sociales no permanezcan en silencio. La defensa del currículo como construcción colectiva, situada, ética y comprometida no es una consigna vacía: es una responsabilidad política. Porque, como bien sabemos quienes trabajamos en educación, cada omisión es también una forma de violencia, y cada contenido eliminado deja un vacío que alguien –casi siempre desde el poder– se encargará de llenar.

La tarea educativa no puede ni debe plegarse ante el miedo, ni mucho menos renunciar a su proceso educativo profundamente transformador. Porque educar no es repetir lo establecido, sino cuestionarlo; no es silenciar los conflictos, sino nombrarlos con valentía; no es domesticar conciencias, sino despertar miradas críticas. Ante la censura organizada, necesitamos más educación crítica, más pensamiento incómodo, más pedagogía que interpele y desestabilice las verdades impuestas.

Ante las ideas de odio que se difunden desde púlpitos políticos y mediáticos, la respuesta no puede ser la tibieza ni la neutralidad, sino de una pedagogía del cuidado radical, comprometida con la dignidad de todas las personas y con la defensa activa de los derechos humanos.

Y ante el silencio impuesto, cada vez más extendido y feroz, ese que pretende borrar memorias, identidades y luchas que se han realizado durante muchos esfuerzos y años, la respuesta no puede ser el repliegue, el acomodo o el silencio. Hay que levantar más voces y más relatos. Voces antirracistas, feministas, disidentes, indígenas, campesinas, migrantes, progresistas. Voces que incomoden, que interpelen, que rompan el guión único que algunos quieren escribir para todos. Voces que nos enseñen a vivir juntas sin jerarquías, sin exclusiones, sin privilegios. Porque callar ahora es ceder terreno. Y la educación no puede ser cómplice del olvido ni del miedo.

Porque el futuro de nuestras democracias no solo se juega en los parlamentos o en las urnas. Se juega, y quizá sobre todo, en nuestras escuelas, institutos y universidades y en cada aula donde se decide si reproducimos el mundo tal como es y cómo lo quieren vender, o si nos atrevemos a imaginarlo y construirlo de otra manera. Y esa decisión, pedagógica y política a la vez, es urgente. La educación, si no es emancipadora y transformadora de la realidad hacia la justicia social y el bien común, no es nada. Y si no la defendemos colectivamente, la perderemos sin darnos cuenta.

Fuente de la información:  https://eldiariodelaeducacion.com

Fotografía: El diario de la educación. Joseba G. Plazuelo

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Morir en la arena

Para toda una generación de cubanos, la promesa de un futuro mejor se ha traducido en un presente de miseria

LEONARDO PADURA

1. Conocí a T. cuando coincidimos en el aula del cuarto grado de primaria. Él era uno de los 40 muchachos del barrio que serían mis compañeros de curso durante aquel año remoto. De muchos de ellos hace tiempo perdí la pista. Como suele suceder con el correr de los ríos de la vida, sé que ya algunos están muertos. También que otros viven lejos (incluso muy lejos) y de otros no tengo ni idea de dónde habrán ido a parar. Pero T., no. Él sigue ahí, resistiendo, como yo, en el viejo barrio, en la misma casa cada vez más desvencijada donde nació, apenas a tres cuadras de la mía. 


Por haber estado siempre ahí, T. es mi mejor memoria auxiliar para recordar, evocar, precisar 
detalles de aquel pasado común que tiende a difuminarse. Pero, precisamente por seguir ahí y a ras de tierra, es también, desde su experiencia vital, mi mejor informante de un turbio presente nacional, el de hoy, este tiempo por donde transcurren los epílogos de aquella generación que, cargada de promesas sobre un futuro luminoso, coincidió hace seis largas décadas en una escuela primaria de un barrio periférico de La Habana. O de cualquier sitio del país.

Como tantos jubilados, con alrededor de 40 años laborados a cuestas, T. recibe una pensión de 2.000 pesos cubanos. La cantidad resulta tan insuficiente que el Estado ha anunciado que se duplicará en breve. En cuentas claras: con el incremento monetario que recibirá mi amigo, ahora podría comprar un paquete de 30 huevos al único precio al que se encuentran en el país, o sea, alrededor de 3.000 pesos, y le quedarían 1.000 pesos para comprar… tres cajetillas de cigarros. Y ya.

Si T. no es uno de esos cada vez más numerosos indigentes cubanos que hurgan en la basura (en un país donde la basura es solo eso) o pide limosnas en una esquina es porque, como otros afortunados, tiene alguien fuera de Cuba que le envía lo que él ha denominado “donaciones” (alguna remesa) que marcan la diferencia entre su pobreza y la más desesperante miseria. 

Cada vez que lo veo, T. siempre me dice la misma frase: “Qué destino nos ha tocado”. 

2. Durante una reunión de dos comisiones de trabajo de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), la ahora ex ministra de Finanzas y Precios sentenció que en Cuba no había mendigos, sino personas que se hacían pasar por tales. En ese evento se había citado un documento discutido por el Consejo de Ministros en el cual se identificaba la cualidad de los deambulantes, personas en determinado estado de vulnerabilidad, por lo que se podría colegir que su opinión sobre el problema no era solo de la ella, que sus comentarios, tan desconectados de la realidad, no representaban la expresión de un pensamiento individual, sino de una percepción manejada y tal vez consensuada. Y cuando sus compañeros diputados a la Asamblea asistentes a la reunión escucharon las palabras de la todavía ministra, las refrendaron con su silencio. Puedo aventurar, sin embargo, que quizás muchos de ellos pensaban de manera diferente y hasta creían que sí, que los niveles actuales de pobreza en el país han permitido la existencia de mendigos. Aunque, especulo, quizás otros diputados hayan sentido un enorme alivio al oír a la alta representante del Gobierno asegurarles que todo era un espejismo, más aún, una trampa, pues en el país no había mendigos, sino gente que se buscaba el dinero fácil limpiado parabrisas en los semáforos o hurgando en la basura para encontrar latas (y, además, sin pagar impuestos por su actividad), para lo cual, aseveró, se disfrazaban de mendigos. Y, al parecer, esos diputados se dispusieron a creerle, pues han aprendido a creer lo que desde las altas esferas del poder se les dice, a maquillar la realidad con eufemismos, incluso a sustituirla por consignas y luego repetirlas, por encima del mantra marxista de que “la práctica es el criterio de la verdad”.

Tal fue la repulsa popular desatada en las redes sociales provocada por el discurso ministerial, que dos días después la ministra “reconoció sus errores y presentó la renuncia al cargo”. El Buró Político del Partido y el Consejo de Estado acordaron su liberación “a partir de la falta de objetividad con que abordó temas que centran hoy la gestión política y gubernamental enfocada en atender fenómenos reales y nunca deseados por nuestra sociedad”. O sea, reconocieron la práctica de la mendicidad en el país.

3. En un podcast realizado por el sitio digital La Joven Cuba, la doctora en Ciencias Sociológicas Mayra Espina conversó sobre el tema de la pobreza en el país. Reconocida estudiosa del asunto de las desigualdades, Espina contextualizó el problema refiriéndose al proceso de estratificación social (la ruptura del tejido social más homogéneo) que ha sufrido el país desde el inicio de la crisis económica con que se abrió la década cubana de 1990. Con el debilitamiento de las políticas públicas (algunas de ellas han sido consideradas “gratuidades indebidas”) se inició un proceso de reestratificación que, en los años más recientes, se ha hecho mucho más visible. Se ha producido el empoderamiento de unos y el empobrecimiento de muchos. Hoy, si no clases, en Cuba existen castas.

Medir los niveles de pobreza de la sociedad, según la experta, permite entender la magnitud del problema. Pero, desde hace años, las cifras que facilitarían realizar ese ejercicio no existen o no son de dominio público. Se sabe, no obstante, que según el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, Cuba ha bajado desde los lugares 50 a los 80.

Una idea de lo que ocurre se podría tener, según Mayra Espina, a través de la medición de la pobreza por ingresos, teniendo en cuenta, además, el debilitamiento de las prestaciones sociales (alimentos subvencionados, medicamentos adquiridos en las farmacias, transporte público, etcétera), lo que, aun con una habitual falta de datos oficiales, permitiría hacer algunos cálculos.

Y entonces la doctora Espina clavó su apellido: si la población cubana ha descendido en los últimos años de más de 11 millones a una cifra que puede andar por los nueve millones de habitantes (la diáspora más brutal de la historia nacional), y si según los economistas una familia de dos personas requeriría de 24.000 pesos para alimentarse decentemente, con los ingresos actuales que reciben muchos trabajadores y todos los jubilados se puede estimar que entre el 40% o el 45% de la población vive bajo niveles de pobreza por ingresos, algunos incluso en condiciones extremas, por lo que no precisarían disfrazarse de mendigos.

4. La generación a la cual pertenezco es la que cuantitativamente ocupa la franja poblacional cubana que ya está por encima de los años marcados para su jubilación. Muchos de ellos escapan de la precariedad económica gracias a las mentadas “donaciones”, a “un salve”, como se suele decir. Otros siguen trabajando en lo que pueden. Otros hurgan en la basura o mendigan. 

Esta fue una generación que estudió, trabajó, se sacrificó con aquella promesa de un futuro mejor. Nadaron y nadaron y, cuando pusieron un pie en la orilla, se los tragó la arena: se volvieron dependientes o pobres. Y es que, como siempre dice mi amigo T., “mira qué destino más triste nos ha tocado”.

SOBRE LA FIRMA

Leonardo Padura

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Resistencias invisibles: desafíos para una escuela más inclusiva

En los últimos años, diversos colectivos han comenzado a debatir y reclamar la incorporación de prácticas más inclusivas en los sistemas educativos con el fin de garantizar el derecho a la educación de todos los estudiantes, especialmente aquellos que presentan discapacidades, neurodiversidades/neurodivergencias, condiciones de salud o situaciones de vulnerabilidad psico-social que requieren apoyos específicos, ajustes razonables y medidas de accesibilidad (1). Sin embargo, a pesar de los avances normativos y pedagógicos, todavía persiste una resistencia significativa por parte de algunos docentes y directivos escolares hacia la figura del Acompañante Terapéutico (AT) o Profesional de Apoyo (PA), y a la implementación de dispositivos que aseguren la inclusión y la accesibilidad.

En muchas escuelas, hablar de inclusión escolar todavía genera incomodidad. En otras las palabras “Inclusión”, “Diversidad”, “Convivencia” o “Diseño Universal” aparecen repetidas hasta el hartazgo en currículas, planes de trabajo y hasta en el nombre de la institución, pero a la hora de llevar adelante acciones reproducen prácticas de exclusión, discriminación y estigmatización. Aquí podemos utilizar el concepto de Skliar de Exclusión a través de la Inclusión, en donde la aproximación a la inclusión es sólo momentánea, cayendo en el asistencialismo e “inclusionismo” que no garantiza el derecho a una educación en igualdad de oportunidades (2).

Uno de los puntos más conflictivos es la presencia del AT o el PA en el aula. Estos profesionales no pertenecen al plantel docente, pero su rol es clave para sujetos pedagógicos que necesitan apoyo emocional, cognitivo y/o conductual. A pesar de eso, su participación muchas veces es vista con desconfianza o rechazo por parte de algunos docentes, como si supusiera una amenaza a su trabajo o pusieran en evidencia su desconocimiento en el tema. Esto también se da a nivel institucional, cuando directivos o miembros del gabinete los excluyen de actividades porque su presencia en vista como una confesión de que no cuentan con los conocimientos o las herramientas para llevar adelante una educación inclusiva, diversa y que fomente la convivencia, en lugar de verlos como una oportunidad de trabajo en equipo para mejorar a la institución y garantizar derechos de los estudiantes.

Tensiones y competitividad: cuando el AT se convierte en un “otro incómodo”

Quienes trabajamos en inclusión y acompañamiento educativo somos profesionales capacitados para asistir a estudiantes con necesidades específicas dentro del ámbito escolar, con el fin de favorecer su inclusión, autonomía, bienestar y acceso al conocimiento. Nuestro trabajo no consiste en controlar o evaluar la labor pedagógica de un docente, interferir en la diada que forma con el estudiante o invadir el trabajo que es exclusivamente su responsabilidad.

Esta resistencia, muchas veces inconsciente e incongruente, puede tener que ver con diversos factores: 1) la falta de formación específica en inclusión; 2) los prejuicios sobre la discapacidad, neurodiversidad/neurodivergencias, determinadas condiciones de salud o vulnerabilidad psico-social; 3) el desconocimiento sobre el rol específico de los profesionales de apoyo o los prejuicios a determinadas profesiones; 4) las propias inseguridades del docente respecto a su trabajo, que ve al profesional de inclusión como una amenaza en lugar de aprovechar esa oportunidad para ampliar sus conocimientos a través del trabajo inter-multi o transdisciplinar; y 5) por una bajada de línea institucional de evitar intromisiones de agentes externos que no forman parte de la planta laboral.

La escuela, por tradición, ha sido un territorio muy cerrado a la intervención de otros, incluso cuando su participación es necesaria para garantizar derechos. Lejos de comprender al acompañante como un recurso valioso que favorece el desarrollo integral del estudiante y alivia parte de la carga docente, se lo percibe como un «observador externo» o una amenaza a la autonomía del educador: “se entromete en el aula”, “me corrige constantemente”, “me reclama ver las planificaciones todo el tiempo”, “no me deja trabajar tranquilo” o “quiere decidir sobre el estudiante” son frases que suelen escucharse.

Este tipo de competitividad suele estar alimentada por una escuela muy centrada en el rol protagónico del docente, que históricamente ocupó un lugar jerárquico y unívoco en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En ese marco, los profesionales de inclusión aparecen como figuras difusas, sin autoridad formal o que pretenden ejercerla, pero con gran influencia sobre el estudiante, lo que puede generar inseguridades o celos profesionales.

Frente a esta situación, Norma Filidoro llama a cuestionar la obediencia y devolverle a la escuela algo de lo profano que supo tener en otros tiempos (3).

Muchos docentes e instituciones también desconocen el trabajo no visible que realizan los profesionales de apoyo a la inclusión: contener una crisis emocional, acompañar en la regulación de la conducta, anticipar una situación de frustración, mediar con otros actores sociales y escolares, interpretar señales de angustia, ansiedad, estrés o malestar emocional, proponer estrategias de acceso al contenido, realizar informes, mantener reuniones con las familias y equipos profesionales, estudiar minuciosamente los trabajos escolares o los Boletines de calificación para poder planificar mejor su trabajo, y también -como somos seres humanos emocionales y sintientes- trabajar nuestro propio malestar que se puede ver agravado cuando el ambiente de trabajo no es saludable. Esto es curioso ya que los mismos docentes también tienen mucho trabajo invisible que se hace fuera de su horario laboral pautado, lo que debería hacer que pudieran comprender y empatizar mejor con los profesionales con los que comparten el aula.

Esta invisibilidad se extiende también a las familias, que muchas veces subestiman o desconfían de nuestro trabajo, considerándonos simplemente un acompañante, cuidador o incluso un vigilante sin formación específica. Acá hay que aclarar sobre la formación que tenemos quienes desempeñamos este trabajo. Además de las formaciones específicas en Acompañamiento Terapéutico y en Inclusión Educativa, también hay otras carreras que cursamos quienes trabajamos en esta área: Ciencias de la Educación, Psicología, Psicomotricidad, Psicopedagogía, Estimulación Temprana o Formación Docente, para citar solo algunas. Por lo tanto contamos con los conocimientos y las certificaciones necesarias para ejercer de manera responsable este trabajo.

Otra cuestión que lleva a esta situación es que no siempre se logra un trabajo articulado entre los equipos de salud que tratan al niño o niña, la Supervisión del profesional (en caso que exista), la familia (que son quienes conocen mejor al niño o a la niña) y la escuela, lo que refuerza el aislamiento profesional que termina afectando el trabajo de inclusión.

En este contexto, resulta fundamental generar espacios de intercambio, reconocimiento y escucha entre docentes y profesionales de apoyo a la inclusión educativa. La mirada colaborativa no surge de la noche a la mañana: se construye con tiempo, confianza y formación mutua. Cuando se logran acuerdos y respeto recíproco, el trabajo conjunto puede potenciar las trayectorias escolares de estudiantes que, de otro modo, quedarían desamparados dentro del sistema. Además se beneficia a los demás estudiantes del aula o a los que vendrán con las obras de accesibilidad y ajustes razonables que surjan del trabajo en equipo, así como a la institución que se volverá cada vez más inclusiva para recibir a la diversidad.

Los Ajustes Razonables no son un favor: SON UN DERECHO HUMANO

Otro punto de fricción es la necesidad de implementar ajustes razonables, que son adaptaciones pedagógicas y metodológicas que permiten que todos los estudiantes puedan acceder a los contenidos y evaluaciones en igualdad de condiciones. No se trata de privilegios ni de bajar los estándares académicos, sino de garantizar el derecho a aprender desde la diversidad. No obstante, en muchas aulas se observa una resistencia a implementar estos ajustes.

Algunos docentes argumentan que “no es justo” hacer diferencias entre estudiantes o que «si se les facilita a unos, se perjudica a los otros«. Esto no es cierto, ya que los ajustes que realicemos para un estudiante también pueden ser de utilidad para otros, mostrando que existen formas diversas de acceder al conocimiento y al aprendizaje. Otros se sienten sobrepasados por la demanda que implica atender la diversidad sin contar con suficientes recursos, formación o acompañamiento institucional. Al decir de Skliar, la Diversidad se confunde con la Alteridad, viendo al otro como un “desconocido” (4). Esto se puede solucionar aceptando al profesional de apoyo como alguien especializado en estos temas que puede trabajar junto con el docente y la institución en el reconocimiento de esta diversidad.

Como señala un informe de 2017 de la UNESCO: «la educación inclusiva no es una estrategia para ayudar a unos pocos estudiantes a integrarse en el sistema educativo existente, sino un proceso que implica transformar el sistema para que responda a la diversidad de todos los estudiantes» (5).

Lo mismo sostienen Corredor y Romero Cruz cuando nos recuerdan que un ambiente educativo debería ser un medio físico y teórico estructurado y diseñado específicamente para adaptarse a las necesidades y características diversas de los estudiantes (6).

¿Qué se puede hacer ante esta resistencia?

Como sostenemos, la resistencia puede deberse a inseguridad, desconocimiento, prejuicios, sobrecarga laboral o presión institucional. Por eso, las estrategias para superarla deben ser colectivas y cuidadosas, realizadas desde un Modelo Social y de un Paradigma de la Inclusión, la Diversidad y la Convivencia. Algunas claves que podemos sugerir son:

  • Formación docente en inclusión continua y sensibilización. No se puede incluir lo que no se comprende. Es fundamental que los docentes reciban capacitación en educación inclusiva, neurodiversidad y derechos de las personas con discapacidad. La comprensión del marco legal y ético puede ayudar a cambiar representaciones erróneas. En ese sentido, quienes trabajamos en el área tenemos que impulsar Proyectos Legislativos que apunten a la formación permanente, continua y de base científica en discapacidad, neurodiversidad o condiciones de salud para todo el personal que trabaja en instituciones educativas (no solo los docentes), a fin de que puedan contar con las herramientas necesarias para trabajar la inclusión.
  • Trabajo Inter o Multidisciplinario real. No alcanza con aceptar a los profesionales de apoyo en el aula como un “visitante o asesor externo” sino como un actor necesario para construir una trayectoria educativa inclusiva. Es necesario construir canales de diálogo y articulación con equipos externos, docentes, equipos de orientación, familias y acompañantes para favorecer una mirada integral, compartida y que intercambien conocimientos.
  • Acompañar el trabajo de los docentes y profesionales de la inclusión. Incluir no es hacer más, sino hacerlo distinto, en equipo y con la intencionalidad de derribar las barreras físicas, mentales y actitudinales que excluyen y marginan. Muchas veces, la resistencia no surge por falta de voluntad, sino por agotamiento, miedo o inseguridad profesional. Brindar espacios de escucha, contención y formación puede marcar la diferencia. Pero para eso, los docentes y acompañantes necesitan tiempo, apoyo, reconocimiento y saber que no están solos.
  • Cambio cultural e institucionalLas instituciones educativas deben revisar sus propias lógicas de normalidad, promoviendo una cultura que valore la inclusión, la diversidad y la convivencia como una oportunidad de aprendizaje para toda la comunidad. Esto implica revisar prácticas, discursos y normas que perpetúan modelos excluyentes y avanzar hacia una cultura que abrace la diversidad y la convivencia. La inclusión con la que se pensó la escuela -como sostiene Aizencang- hoy es injusta, por lo que es necesario realizar el “giro contextualista” que proponen Terigi y Baquero (7). Esto no se puede llevar a cabo si no se escucha la voz de los profesionales formados en el tema.
  • Defender los derechos laborales de los trabajadores de la educación y de la salud. No puede haber verdadera inclusión si quienes se desempeñan en el área tienen que trabajar en jornadas extenuantes, debiendo hacer turnos dobles o triples para poder pagar el alquiler, los impuestos, el transporte y la canasta alimentaria. Sin salarios u honorarios dignos que se actualicen de acuerdo a la inflación, sin horarios de trabajo flexibles, sin reconocimiento de las horas extras o de los días de estudio (ya que señalamos la importancia de la formación continua) y sin vacaciones pagas no se pueden llevar adelante las reformas necesarias para asegurar la inclusión. Los derechos de los estudiantes a una educación inclusiva, diversa y en igualdad de oportunidades requiere previamente del reconocimiento de los derechos de los trabajadores del sector.
  • Luchar por una sociedad más inclusiva. No alcanza con que el estudiante cuente con ajustes razonables, obras de accesibilidad o diseño universal de aprendizaje dentro de la institución si puertas afuera la sociedad le sigue poniendo barreras. Si no hay rampas de acceso para personas que se movilizan en silla de rueda, bastones o tienen dificultades en la movilidad, señalizaciones en braille o semáforos sonoros para personas con discapacidad visual, traductores en Lengua de Señas, subtitulados o aros magnéticos para personas con discapacidades auditivas, carteles con lenguaje de pictogramas para personas neurodivergentes o con desafíos del lenguaje, o acceso a tratamientos, medicamentos e insumos necesarios, la exclusión seguirá existiendo, y los profesionales de la educación y de apoyo a la inclusión tendrán que contener dentro del aula las consecuencias que generan estas prácticas en la salud mental y emocional del estudiante y de sus familias. Como nos recuerda un informe de la Vicepresidencia y el Ministerio de Educación de la República del Ecuador, la inclusión educativa requiere de una cultura y de políticas inclusivas (8).

El camino a seguir…

Los ajustes razonables y la accesibilidad universal no son un acto de generosidad o de caridad que las escuelas pueden realizar de manera opcional, sino una obligación para asegurar derechos de acuerdo a legislaciones internacionales que en Argentina tienen rango constitucional, tales como la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989) o la Convención Internacional para la Protección de los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006). En este sentido los profesionales de apoyo a la inclusión cumplimos un rol fundamental que debe ser reconocido y acompañado en lugar de ser visto como una competencia profesional con el docente o como una intromisión al “proyecto institucional” de la escuela.

La inclusión es una obligación ética, pedagógica y legal, así como una oportunidad de repensar la escuela como un espacio de construcción, donde el saber docente no se pierde al ser compartido, sino que se enriquece con otras miradas y saberes. Docentes, familias, equipo de salud y profesionales de apoyo a la inclusión tenemos diferentes conocimientos que deben ser escuchados, difundidos y transformados mediante el intercambio respetuoso y abierto.

Como recuerda el pedagogo Philippe Meirieu: “educar es luchar contra la exclusión, es negarse a aceptar que algunos están condenados al fracaso desde el inicio” (9). Fracaso -que en realidad es expulsión- por el que luego se culpabiliza a las infancias, cuando en realidad los adultos que debían asegurar sus derechos no fueron capaces de coordinar un trabajo en conjunto.

Derribar estas barreras mentales y actitudinales es un acto de ética profesional y un compromiso político en defensa de la inclusión, la diversidad y la convivencia en una sociedad democrática que asegure la igualdad de oportunidades.

Bibliografía:

  1. Sobre este tema se pueden consultar los siguientes trabajos: Valencia, Luciano Andrés; “¿Qué son la Accesibilidad, el Diseño Universal y los Ajustes Razonables?”, en: Retazos de la diverso. Escritos sobre salud mental y discapacidad, Villa Constitución, Editorial Laia, 2025; y Gotusso, Noelia V. y Valencia, Luciano Andrés; “Educación Inclusiva: de las Adecuaciones Curriculares a los Ajustes Razonables y el Diseño Unviesal”, en: El Despertador de Lavalle, https://despertadorlavalle.com.ar/2024/08/educacion-inclusiva-de-las-adecuaciones-curriculares-a-los-ajustes-razonables-y-el-diseno-universal/, 14 de agosto de 2024.
  2. Skliar, Carlos; ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002, pp. 65-66.
  3. Filidoro, Norma; “Notas para un diálogo posible acerca de la educación inclusiva”, en: Rusler, Verónica y otras (comps); Miradas hacia la educación inclusiva: II Jornadas de Educación y Psicopedagogía, Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras (EFFIL), Universidad de Buenos Aires, 2024.
  4. Skliar, Carlos; “Acerca de la alteridad, la normalidad, la anormalidad, la diferencia, la diversidad, la discapacidad y la pronunciación de lo educativo. Gestos mínimos para una pedagogía de las diferencias”, en: Almeida, María Eugenia y Angelino, María Alfonsina (comps); Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina, Paraná, Facultad de Trabajo Social, Universidad Nacional de Entre Ríos, 2012.
  5. UNESCOGuía para asegurar la inclusión y la equidad en la educación, 2017.
  6. Corredor, Olga Lucía León y Romero Cruz, Jaime Humberto; Ambientes de aprendizaje accesibles que fomentan la afectividad en contextos universitarios, Bogotá, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Serie Temas N° 3, 2020.
  7. Aizencang, Noemí; “Sobre las prácticas psicopedagógicas en el Nivel Inicial: ¿prácticas inclusivas?”, Rusler, Verónica y otras (comps); Miradas hacia la educación inclusiva…, op. cit.
  8. Vicepresidencia y Ministerio de Educación de la República del EcuadorMódulo I: Educación Inclusiva y Especial, Quito, 2011.
  9. Meirieu, Philippe; La opción de educar, Barcelona, Octaedro, 2008.

Fuente de la información e imagen:  https://rebelion.org/

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Entre la pasión y el agotamiento: El burnout docente

Por: Paulette Delgado

 

El «burnout», agotamiento físico y emocional crónico, afecta gravemente a docentes con cargas laborales excesivas y falta de apoyo. Reconocer señales, establecer límites y priorizar la salud mental es clave para enfrentar este desafío.

En el 2020 publiqué una nota sobre cómo el burnout afectó a los docentes durante la pandemia, pero este problema ha seguido a pesar de que la cuarentena terminó hace tiempo. Este padecimiento es también conocido como el síndrome de desgaste profesional o de fatiga crónica y no es nada inusual; de hecho, fue introducido por primera vez como un diagnóstico en 1974 por el psicólogo Herbert Freudenberger y representa síntomas físicos como agotamiento, fatiga, dolores de cabeza frecuentes y trastornos gastrointestinales, insomnio y dificultad para respirar.

Para la escritora, periodista y autora del libro Can’t Even: How Millennials Became the Burnout Generation, Anne Helen Petersen, esta es una condición dominante de los Millennials porque es algo que se ha ido reforzando desde la infancia: la idea de que se debe estar trabajando todo el tiempo, ser productivos 24/7.

El problema con el burnout es que, a diferencia del agotamiento, es que se llega a un punto donde no se puede seguir más, pero se tiene que seguir adelante, ya sea por muchos días, semanas o años. Es buscar una sensación de logro que sigue aún después de aprobar alguna meta (el examen final o el semestre), pero esa sensación nunca llega. El psicoanalista especializado en síndrome de burnout, Josh Cohen, describe esta sensación como cuando “has agotado todos tus recursos internos, pero no logras liberarte de la compulsión nerviosa de seguir adelante a pesar de todo”. La generación Millennial ha aprendido que ser adulto es como un verbo: estar adulting. Esta etapa no es más que una lista de cosas por hacer y que nunca termina: trabajar, cocinar, limpiar, ir al supermercado, atender a los hijos, hacer ejercicio, etcétera. Y muchas de estas cosas, que deberían ser agradables, se vuelven una carga agotadora porque pasan a ser algo más en la lista de pendientes.

La autora Anne Helen Petersen escribe que “esa es una de las expresiones más inefables y frustrantes del agotamiento: toma cosas que deberían ser agradables y las reduce a una lista de tareas, entremezcladas con otras obligaciones que deberían completarse con facilidad o diligencia. El resultado final es que todo, desde las celebraciones de bodas hasta el registro para votar, se tiñe de resentimiento, ansiedad y evasión. Tal vez mi incapacidad para afilar los cuchillos se debe menos a una cuestión de pereza y más a ser demasiado bueno, durante demasiado tiempo, en ser un Millennial”. Cada vez se está normalizando más que el planeta está muriendo por el cambio climático, la preocupación por una crisis financiera o si surgirá una nueva pandemia, si habrá una nueva guerra y de qué manera eso afectará el mercado global. Aunque se atraviesan situaciones sumamente difíciles, éstas se ven como normales porque es la única manera de sobrevivir. Es por eso que “el burnout no es un lugar para visitar, es nuestra residencia permanente”, menciona Petersen.

El burnout docente

Con esto en mente, no es sorpresa ver que las y los docentes también sufran de este síndrome. Muchas veces esta profesión cuenta con cargas de trabajo insostenibles que incluyen el diseño instruccional, preparar las clases y exámenes, calificar, impartir la clase, análisis de datos, contactos con padres, madres o tutuores, tareas estandarizadas, entre muchas otras. Cuentan con una lista de cosas por hacer interminable que termina ahogando incluso al educador más apasionado.

Como se mencionó anteriormente, el síndrome del trabajador quemado afecta a todas las profesiones; sin embargo, según una encuesta realizada por Rand, se demuestra que los docentes tienen el doble de probabilidades de estar más estresados que otras áreas laborales. La Asociación Estadounidense de Investigación Educativa (American Educational Research Association) apoya estos datos con su propio estudio, donde concluyeron que el 40 % de los educadores de Estados Unidos tienen posibilidades de tener ansiedad en comparación con los que trabajan en el sector salud (20 %) o los de oficina (30 %). Según otra encuesta realizada por Gallup en el 2022, los educadores de nivel K-12, es decir, desde preescolar hasta bachillerato, fueron la profesión con mayor síndrome de burnout en Estados Unidos en ese año. En esta encuesta, el 44 % de los maestros encuestados contestaron que se “sienten agotados a menudo o siempre”.

Este estrés y agotamiento no solo afectan la vida de los docentes y su trabajo, sino también la de sus estudiantes, ya que las y los maestros no pueden darles la atención adecuada. Devlin Peck, un entrenador de diseño instruccional y consultor de aprendizaje electrónico, escribió en su portal que, incluso, “los estudiantes bajo la tutela de profesores con alta ansiedad tienden a tener un peor desempeño académico, particularmente en materias como matemáticas, y pueden desarrollar sentimientos y conductas negativas”. Pero la carga laboral no es la única causa, también está la microgestión y falta de autonomía. Muchas veces, la creatividad y autoexpresión de la comunidad docente se ve sofocada por las políticas del aula o de la institución, lo que les desmotiva con el tiempo. Aunado a esto, en varias ocasiones cuentan con herramientas de enseñanza inadecuadas como un internet lento, materiales insuficientes, infraestructura inadecuada o ineficiente, etcétera.

No hay que olvidar que también está el factor del estudiantado, especialmente aquellos con conductas problemáticas. Ya que en estos casos, suelen ejercer el papel de cuidadores y docentes al mismo tiempo, sobre todo al lidiar con los estudiantes desafiantes, abusivos o con necesidades especiales. Todo esto acelera el agotamiento de los maestros. Aunado a estos factores, está la falta de apoyo y las presiones externas, como los gobernantes con sus pruebas estandarizadas, los sistemas de calificación, las familias y la propia sociedad.

Otra causa del aumento del estrés y el síndrome del trabajador quemado fue la pandemia de COVID-19. Debido a que muchas, si no es que todas las instituciones educativas, cambiaron de la noche a la mañana a un modelo virtual de emergencia, sin darle la preparación adecuada a los educadores, éstos tuvieron que adaptarse rápidamente a usar nuevas tecnologías para seguir haciendo su trabajo de manera efectiva. Según una encuesta realizada en el 2022 por la Asociación Nacional de Educación de Estados Unidos (NEA por sus siglas en inglés), el 55 % de los encuestados piensan abandonar la profesión antes de lo planeado, citando dificultades por la pandemia y el burnout como razones principales.

Además, en esta encuesta, el 67 % de las personas encuestadas mencionaron que consideran el agotamiento laboral como un problema muy grave y un  90 % afirmó que sentirse así es un problema grave, especialmente al haber tantas vacantes no cubiertas. Sobre esto, alrededor del 74 % de los docentes dijeron que tuvieron que asumir tareas adicionales para cubrir la escasez de personal. Mientras tanto, el 80 % de los docentes informaron que tuvieron que realizar más trabajo que el que les correspondía en sus funciones y responsabilidades debido a vacantes laborales no cubiertas. Por este motivo, muchos docentes no pudieron con el cambio y renunciaron, provocando una gran escasez y más carga laboral para los que sí se quedaron. En su investigación, NEA reportó que más de 500,000 educadores abandonaron su trabajo después de la pandemia.

Alexandra Robbins, autora del libro The Teachers: A Year Inside America’s Most Vulnerable, Important Profession, escribió para EdWeek que los docentes no sufren de burnout, sino que están destinados a fracasar. Robbins menciona que las tasas de “tensión laboral” (estrés por un trabajo de alta demanda y bajo control) son más altas para las y los docentes que para el promedio de los trabajadores. Robbins menciona en su artículo que leyó dos publicaciones que consideran el burnout como «contagioso» incluso, por la relación estrecha que tienen entre compañeros, sin abordar las causas fundamentales que llevan a los docentes a ese estado. Para la autora, más que ser contagioso, los educadores “se ven obstaculizados por sistemas escolares pésimos, funcionarios ignorantes o administradores desconectados de la realidad”. No es que solamente sufran de burnout, son parte de un sistema que los lleva al extremo.

Por otro lado, uno de los problemas del burnout es que no existe una manera exacta de medirlo. Si bien, los investigadores han buscado maneras de hacerlo y existen ciertas formas que han ido ganando popularidad, como la de Maslach, todas enfrentan problemas porque cada caso tiene diferentes causas.  Kevin Leichtman, autor de The Perfect Ten: Ten Students, Ten Mindsets, One New Definition of Perfection, escribió un artículo para EduTopia donde explica que inventó la escala de burnout de Leichtman con la que “busca proporcionar una comprensión clara del proceso de agotamiento específicamente para los educadores”, explica el autor. Leichtman menciona que, si bien, cada caso es diferente, existen ciertas tendencias entre síntomas y umbrales variables, los cuales pueden ayudar a descifrar en qué nivel de burnout se encuentra cada educador.

Son cuatro niveles; el primero es ser apasionado, pero abrumado. Es cuando el docente ama lo que hace. Se siente comprometido, por lo que asume más tareas, lo que comienza el burnout. El segundo es sentirse abrumado y cínico, que es cuando esa pasión del primer nivel no está dando resultados como un mejor salario, mejor evaluación, o algo, pero solo hay más carga laboral, lo que comienza a sentir cinismo hacia la profesión. El nivel tres es cuando es completamente cínico y empieza a sentirse agotado. Aquí puede empezar a sentir que es imposible ser un buen educador, que todo y todos son culpables del estado de la educación y no importa lo que haga las cosas no cambiarán y esos sentimientos no se quedan en el aula, los acompaña a casa, impactando otras áreas de su vida. Por último está el colapso por un agotamiento total. Ya el burnout forma parte de cada parte de su vida, afectando su bienestar y poniéndolo en modo de supervivencia. Leichtman menciona que en este punto hay dos opciones: “salir o volver a comprometerse”; es decir, o abandonar el aula o recuperar su pasión.

Otra cosa de la que pocos hablan sobre el síndrome del trabajador quemado es el sentimiento de culpa que esto trae. Es verdad que para muchos educadores esta emoción es parte de su día a día: culpa por tomarse vacaciones, faltar por enfermedad, por salir a tiempo del trabajo, no terminar de calificar, etcétera.  Este sentimiento surge de querer hacer todo lo posible por sus estudiantes, mientras que al mismo tiempo, se sienten abrumados y agotados por su carga laboral, la falta de apoyo y cualquier cosa que pase a su alrededor; se sienten mal por no poder completar todo lo que quisieran. Crystal Foxx de NEA menciona que “la responsabilidad no recae en los educadores, sino en los responsables políticos que perpetúan un sistema que crea este ciclo de culpa, ya que no es posible que una persona logre hacer todo sin sacrificar algo, como la familia o el tiempo personal”.

Apoyando a los docentes a sobrellevar el síndrome del trabajador quemado

Debido a que la tolerancia de estrés y manejo de emociones de cada persona es diferente, es imposible dar una respuesta que aplique a todas las personas a la hora de evitar el síndrome de burnout; sin embargo, un lugar para empezar es estar pendiente de los primeros signos de agotamiento.

Tomando en cuenta la escala de Leichtman, si una maestra o maestro desde el nivel uno busca ayuda y empieza a tomar medidas, es muy posible que evite llegar al último nivel. La organización Education Support escribe en su portal varios consejos para evitar el síndrome del burnout. Empezando por ser conscientes de sus emociones, nivel de estrés y salud. Usar estrategias como la atención plena, meditación, llevar un diario o hablar con otras personas para estar al pendiente de cómo está y cómo se siente, para poder pedir ayuda o dar un paso atrás si es necesario. Sobre esto, la organización advierte que “ser consciente y comprender el estrés, el agotamiento y la salud mental es invaluable para comprenderse a uno mismo”.

Tomar el control de su bienestar, aprender a equilibrar el trabajo y la vida personal, buscar momentos para descansar y relajarse. De acuerdo con Education Support es normal para los docentes poner primero a sus estudiantes, pero está bien ponerse primero y no sentir culpa por hacerlo. “Si quieres cuidar y ofrecer la mejor educación a tus alumnos, también tienes que dedicar tiempo a recargar energías y cuidar tu salud y bienestar”, señala la publicación. Cuestionarse si puede con más carga laboral. Tomar más trabajo con la meta de querer ser mejores en lo que hacen y por sus estudiantes no es algo malo, sin embargo, antes de hacerlo, la organización recomienda cuestionar el propósito de las tareas que tomará, si va más allá de las responsabilidades normales, si es algo que tiene tiempo de hacer sin que impacte las otras áreas de su vida y sin agotarlo. Detenerse y pensar si es algo realmente necesario. Con este último punto en mente, Education Support aconseja a los educadores recordar que a veces es necesario decir que «no», que está bien no poder hacerlo todo, ya sea por falta de tiempo, por exceso de trabajo, o porque no tendrá mucho impacto sobre los estudiantes.

Otro punto importante es tomarse días de salud mental si lo necesitan. Ya sea antes de sentirse agotados o si ya sufren del síndrome del trabajador quemado, es bueno tomarse tiempo para recuperarse. Ya sea un día laboral, un fin de semana o un día feriado, es necesario relajarse y darse el tiempo de recuperarse emocional y físicamente. Por último, la organización aconseja aprender a pedir ayuda y obtener apoyo cuando lo necesite. Ya sea hablar con colegas, amistades, familiares o expertos, hacerlo puede hacer posible salir de este síndrome. El Tec, por ejemplo, tiene programas como el TQueremos donde proporcionan apoyo emocional.

¿Has experimentado burnout? De se así, ¿qué medidas has tomado? ¿Qué consejos podrías dar a otros docentes?

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Educación contrasistémica

La secuenciación educativa del Estado a nivel básico sigue la trayectoria planeada, no hay cambios sustanciales para el próximo ciclo, sin correcciones, ni proyecciones hacia un desarrollo en profundidad. Hasta las alertas institucionales de recarga administrativa y académica en cierto modo ya son una norma de improvisación para el siguiente ciclo sin que agreguen resultados positivos en la enseñanza, pero eso es lo que hay.

Mas bien, entramos en una etapa de degradación de los principios de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) debido a las incongruencias entre la concepción y la realidad, entre la práctica de la política educativa frente a la praxis educativa magisterial, y también por efecto del sabotaje y ofensiva de los apologistas de la educación neoliberal.

La NEM pretendió establecer una fraseología antisistémica  como versión especial de la educación sistémica; la gran osadía no fue intentar cambios democráticos en este ámbito, sino en dejar intacto el poder y la dirección por una educación con tonos crítico-sociales en manos de los impulsores neoliberales de la educación acrítica.

Esa es la regla, la educación sistémica se adapta a las circunstancias del Estado, en tanto orden de prioridades de control social en una órbita siempre alineada al sistema imperante, tanto en el ideal con que se representa como en lo real que nos sujeta a las relaciones establecidas. Diferenciamos aquí los conceptos sistemático y sistémico: los procesos sistemáticos de cualquier índole que se refiere a procedimientos y procesos organizados fundamentales, respecto de lo sistémico como ideología apegada a las necesidades del sistema.

De aquí entonces la ideología de la educación sistémica consiste en una representación solidificada de un México armonioso que responderá a los retos oficiales, aunque el sistema social actual esté inmerso en una de las crisis de época más acuciantes de los últimos quinientos años, aún cuando se intente dotar de elementos críticos bajo control social. Por esta razón la educación liberadora se construye primeramente en resistencia, desde la praxis docente.

Para el Poder la pedagogía es una herramienta estrictamente fiscalizada, los docentes son empleados subyugados a los caprichos de la autoridad en turno y a la población sigue considerándose como el receptáculo para establecer la ideología dominante en el formato que convenga. Por supuesto, se apuesta a que cambiarían ciertos esquemas tradicionalistas para que todo siga igual, porque la burocracia podrá ser inepta en los procesos educativos, pero los de abajo no podemos equivocarnos en las órdenes recibidas, porque eso trae sus costos.

La SEP en general, de ahí para abajo todas las dependencias estatales educativas, nos mantienen en un tutelaje patriarcal de sujeción a todo el magisterio, lo que para unos son orientaciones para la mayoría son recargas de trabajo distractivas la mayoría de las veces de la labor verdadera de la enseñanza, pero que son requeridas por la parafernalia de arriba; hasta lo que para unos cuantos son súper vacaciones para el magisterio son periodos de “receso” sujetos a llamados de trabajo administrativo; lo que arriba se percibe como una labor continuadora del vasconcelismo, hacia abajo se adelanta que tendremos más trabajo que antes y que ya no más permitirán las autoridades nuestra pereza.

La disertación oficial es una cosa, la realidad educativa es otra distinta, se cierran ciclos con balances fuera del orden de los hechos y logros auténticos, para la SEP los logros son sus actos, para el magisterio los logros son sus triunfos y sus pendientes. Porque el Estado como se ha dicho, cubre sus prioridades, pero la sociedad en este campo tiene necesidades más urgentes.

Por su parte, la fobia a la conciencia magisterial no es un cuento, no es simplemente la fobia frente a los sectores que se movilizan por parte de las demandas y algunas de las necesidades; es un rechazo por toda la línea gubernamental y empresarial ante cualquier destello de educación consciente, contrasistémica, desde abajo del engranaje social. Desde arriba es repudiable que se desafíe la retórica oficial y comunicacional hegemónica, no importa cuanto la desmienta la realidad educativa o los procesos que viva el magisterio nacional como víctima de tantas situaciones del día a día como le ocurre al resto de la población.

La educación seguirá navegando en las turbulencias de los problemas estructurales de un capitalismo salvaje al que se quiere domesticar, las antinomias de la política educativa van en una secuencia surrealista entre la gran vida de la burocracia, el negocio en el ramo, la satisfacción del poder de dominar a la masa docente y hasta la institución pública como recompensa y trampolín político, frente a los desafíos más amplios de poner la educación a tono con la elevación de la conciencia y la cultura.

Efectivamente hubo bienintencionados en una línea general a este último fin, pero cual golondrina que no hace verano, jamás les dieron ni tuvieron los hilos para sostener sus posiciones, al final su esfuerzo es reconducido para dar color al tejido sistémico de educación, así fueron las cosas a falta de una presión más consistente desde abajo.

Ahora, la ultraderecha vociferante cobra valor y se ensaña con sus reductos, en tanto el magisterio a secas, el convidado de afuera, tendrá que seguir enfrentando el acoso, la ofensiva y el maltrato con la frente en alto y la dignidad de su trabajo perseverante por delante. Superar el estado de servidumbre general en que gravita la educación pública y privada respecto de las clases dominantes y sus ideologías afines es su reto más osado.

La educación debe ser liberadora, no una lápida que oprima en las entrañas del sistema, por ello es contrasistémica en tanto sus retos consistan en desactivar la visión de control social, solo en esta medida es que florecen los métodos e iniciativas de trabajo cultural en la enseñanza cotidiana enfocada en resurgir todo lo valioso del aprendizaje en una docencia y pueblo libres.

Por lo pronto la educación sistémica actual como política educativa está sometida a intensas presiones más desde la derecha envalentonada que desde la izquierda, desde el sabotaje interno hasta el rechazo declarado por la hoy oposición de ultraderecha, reclamando la vuelta a los procesos de la desgastada educación neoliberal y conservadora.

¿Por qué estas circunstancias trabajan a su modo y para mal de muchos? La respuesta es más general o global de lo que parece, no es nuestra desdicha nacional, nuestro desatino institucional o nuestro ejercicio docente.

El orden mundial y su debacle se proyectan sobre todos los pueblos y naciones, lo que, es más, sobre todas las clases sociales, nadie lo subraya, aunque todos respondemos a esta realidad, las presiones son muy intensas y los compromisos de las élites trascienden esferas como la educación, si bien es cierto que el gobierno actual y su predecesor hicieron resistencia, las cesiones se van sucediendo con entusiasmo o con desagrado según quien lo afronte.

El Estado mexicano se retroalimenta y engulle los nuevos procesos, el morenismo se hace pinto y colorado, las secretarías de Estado regresan a la vieja clase política, las gobernaciones siguen el fenómeno de la cuota de poder y así sucesivamente. Y lo que es más definitorio del fenómeno, el sistema da una vuelta de tuerca reajustando la dominación y el poder de sus relaciones sociales.

Sucede que la política imperialista que más se cierne sobre nuestro país está cargada de una feroz tendencia agresiva para plantarse los desafíos a su hegemonía, y por ello intenta arrastrar a cual más. Hasta el negocio del narcotráfico sigue ese patrón histórico de su organización de la periferia hacia el centro, una de cuyas ramas comenzó en Sudamérica, se estacionó por mucho en México y ahora concentra poder y capital en los Estados Unidos con sus cárteles intocables.

El injerencismo yanqui está en una nueva etapa política, con Trump tiene el ejercicio siniestro de presión-coacción para obtener paso a paso lo que quiere en el tema del control económico, político, migratorio, criminal, social y cultural del país, por eso la educación y el magisterio están en el proceso de ejercer un rol verdaderamente protagónico en defensa de la cultura, la enseñanza y la educación.

El injerencismo yanqui no va a parar mientras exista el imperialismo norteamericano como tal, su presencia es mayor y multilateral, aunque se quiera encubrir, sus agencias deambulan lo mismo que sus instituciones para ejercer el control no solo del Estado, de las élites y de los carteles; sino de la población en general y sus distintas clases sociales.

Por ello la educación contrasistémica con la sopa que nos da la SEP, ni remotamente podrá enfrentar los desafíos que se dicen del siglo XXI, sino de la existencia misma del México popular. La educación más amplia es emancipación y pedagogía que nace del pueblo para su proyección específica y su liberación.

La educación sistémica sigue alienada a la estructura el capitalismo y las políticas que lo intentan hacer un poco humano y convertir al pueblo en una comunidad anquilosada en estructuras cerradas imposibles en los marcos actuales, antes que exigirse eliminar las circunstancias históricas que se ciernen sobre nosotros.

Para responder a una perspectiva humanista amplia que se permita entrar en la esencia de los acontecimientos actuales de la enseñanza superando las prerrogativas empresariales y estatistas, la educación tiene que ser contrasistémica y contrahegemónica.

La educación contrasistémica discurre abajo en los procesos cotidianos, adaptando y desarrollando iniciativas de formación en el pueblo, sosteniendo la crítica constante en el desarrollo de las capacidades. No se esperan líneas verticales, prosigue su acción horizontal pedagógica, reúne fuerzas y medios de trabajar por la conciencia popular aún enfrentando retos más concretos en los problemas sociales cotidianos y lanzando la mirada a los más generales.

Una educación que inocule la perspectiva de derechos, deberes, amor al pueblo y su cultura, amor al trabajo, lucha popular y sentido crítico social. Hay una gran necesidad de cambiar el estatus de servidumbre educativa e invertir el sentido de la acción educativa para que proliferen los mil métodos de trabajo que la realidad reclama.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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Paradigma disciplinar: una grieta sin cerrar en la epistemología universitaria

Cuando escasea el sentido común los problemas aumentan: ¿a quién favorece el engaño sobre la supuesta superación del paradigma disciplinar por parte de la universidad?

                                        Luis Bonilla-Molina[1]

  1. Introducción: Seamos Realistas: pidamos lo imposible

La universidad, históricamente hablando, ha sido el espacio privilegiado para el pensamiento crítico comprometido con la justicia social, la igualdad económica y la inclusión. En distintos momentos ha sido el espacio que ha guiado conquistas importantes de la sociedad. Lamentablemente, en las últimas décadas la ofensiva del capital sobre las instituciones de educación superior (IES) resultó de tal magnitud que ha invisibilizado muchas de estas luchas e incluso generado retrocesos impensables hace 50 años.

En la resistencia anticolonial, los procesos de independencia, la construcción de las repúblicas, el surgimiento de los Estados nacionales, el desarrollo de la democracia y el auge de la progresividad de los derechos, la universidad jugó un papel estelar. La revolución cubana hecha por universitarios, las revueltas del ´68, las batallas antineoliberales de las últimas cuatro décadas, evidencian que la rebeldía sigue estando presente. Este trabajo lo inscribimos en esa perspectiva, y como hemos pensado en dedicar un artículo de la serie sobre La Universidad,al tema de las resistencias anticapitalistas, en esta oportunidad nos concentraremos en mostrar otras aristas de la arquitectura de la ofensiva del capital sobre la educación universitaria, especialmente alrededor de los intentos por la superación del paradigma disciplinar en la construcción de conocimiento, ciencia y tecnología.

  • 2. Los tres momentos del capitalismo industrial en materia de políticas universitarias

El capitalismo en su relación con la construcción de conocimiento tiene tres momentos paradigmáticos. Primero, de carácter disciplinar propio de las dos primeras revoluciones industriales, segundo, de exigencia transdisciplinaria a partir de la tercera revolución industrial y el tercero, en el cual aspira alcanzar convergencia heurística en la transición a la cuarta revolución industrial.

Si analizamos las políticas educativas, con la metodología de los estudios comparados internacionales, en los marcos temporales de las primeras revoluciones industriales (1760/1780 – 1870/1914), tercera revolución industrial (1961) y la transición a la cuarta revolución industrial (2011 –  ), sin que esta última aún se haya expresado en toda su potencialidad en el modo de producción capitalista, podemos tener una comprensión mas precisa de la racionalidad de las propuestas del capitalismo para el sector universitario.

Esto se debe a la epistemología del capitalismo industrial, para quien existe una relación inmanente del conocimiento con la innovación científica-tecnológica y esto solo tiene sentido en la medida que contribuya a la reproducción simbólica y material de la lógica producción-mercado-ganancia. En consecuencia, cuando se produce un giro en la espiral de innovación se modifican las exigencias del capital para la producción de conocimiento, y esto adquiere forma de políticas públicas para el sector educación.

El asumir esta perspectiva analítica, permite entender en otra dimensión, sentido y direccionalidad eventos como la reforma de Córdoba (1918), los ciclos y localización de la expansión universitaria reciente -especialmente después de la segunda guerra mundial- y la cultura evaluativa institucional (a partir de 1961), potenciada a partir de la égida neoliberal (bibliometría, acreditación, rankings, modelo de movilidad académica-estudiantil y propósito del reconocimiento de títulos y estudios a escala internacional), el paradigma STEM, los acuerdos de Bolonia y los contornos que ha tomado la internacionalización universitaria.

Uno de los elementos centrales de las tensiones instaladas a partir de la tercera revolución industrial tiene que ver con el paradigma hegemónico para la construcción de conocimiento -disciplinar- y la necesidad que tiene el capitalismo de transformarlo, inicialmente en transdisciplinario y ahora en convergencia heurística. En el primero de los casos generó desde 1961 una fisura paradigmática que no fue -ni es- aprovechada por los sectores anticapitalistas críticos de la disciplinariedad para abrir paso a otra universidad posible, generándose una anomalía sin precedentes, propia de la existencia de una brecha epistémica:   si bien el capitalismo y el anticapitalismo critican el paradigma disciplinar, la escuela y universidad transdisciplinaria no ha nacido en el largo periodo de sesenta años que ha permanecido abierta esta grieta.

Parafraseando a Gramsci respecto al pesimismo del intelecto y el optimismo de la voluntad (2011), diríamos que los sectores progresistas y anticapitalistas han contado con el optimismo desbordado de la voluntad para enfrentar las políticas del capital en torno a la educación superior en el marco de la tercera revolución industrial, pero ha fallado la fuerza del pesimismo del intelecto para comprender la dimensión de las tareas a acometer para enfrentarlo. Uno de las causas de este vacío se debe a la precaria vinculación analítica entre revoluciones industriales y políticas universitarias. Por eso, el esfuerzo para encontrar las claves interpretativas que contribuyan a salir del marasmo del intelecto, no puede ser confundido con desesperanza, todo lo contrario, es un triunfo de la voluntad consciente, un tributo a la utopía de otra universidad posible desde la fuerza de la deconstrucción de la dominación.

  • 3. Enfoque disciplinar: la nostalgia por lo que fue exitoso (primera y segunda revolución industrial)

Para el capitalismo industrial de las dos primeras revoluciones industriales, el conocimiento adquiere características de elemento dinamizador de las ganancias, especialmente cuando se relaciona con la innovación tecnológica a ser usada en la optimización de los tiempos y resultados de producción de mercancías, así como la extracción de plusvalor. En ese sentido, el capital procura la mejora, no la irrupción de un nuevo modelo productivo, y esta “optimización” fue vista en sus inicios, como un proceso que iba desde “las partes hacia el todo”. Los cambios bruscos convocaban a la prudencia, los progresivos se iban evaluando en su desempeño para evitar quiebres en las cadenas productivas.

En el marco de las dos primeras revoluciones industriales, cuando ocurrían “saltos” inusitados en el ritmo de la creatividad, esto demandaba la elaboración de prototipos y ensayos limitados, para que su implementación y efectos se pudieran escalar, a partir de la demostración de su eficacia en la mejoran de la producción. Solo entonces la innovación se podía generalizar. En consecuencia, era más confiable la mejora progresiva de las partes, para prevenir posibles daños en el todo.

La especialización disciplinar se convierte en el paradigma preferido del capital en el periodo de las dos primeras revoluciones industriales. La necesidad de incentivar la innovación y transferencia de la misma al modo de producción, puede ser explicada inicialmente por la cercanía con la ruptura del modelo feudal de acumulación, más tarde por la aspiración incesante de ampliar los márgenes de ganancia.

La especialización implica una visión maquinal de la innovación, en la cual hay que ver el objeto de estudio como un artefacto, al cual aproximarse delimitando un área de trabajo específica, en procura de mejorar la totalidad de su funcionamiento. En ese sentido, la división de campos de conocimiento como disciplinasresultó de especial utilidad.

Un tornillo rediseñado, elaborado con un material más liviano, pero doblemente resistente, podría prevenir los desajustes de la máquina. La tarea, como ejemplo, se le encarga por separado a disciplinas distintas para construirle viabilidad y confiabilidad a la mejora, disminuyendo el error de implementación a su mínima expresión, aunque el error experimental fuera inevitable. Para la localización de los nuevos materiales y sus procesos de extracción se comisiona a la geología, su combinación y aleaciones a la ingeniería química, la calidad requerida de los materiales a la ingeniería industrial, el rediseño de la máquina para el nuevo acople a la mecánica especializada, el ajuste de los procesos humanos de producción de mercancías a las ciencias del desarrollo organizacional y la sociología del trabajo. Se trataba a su vez del control de las partes fragmentadas, la compartimentación del ensamblaje de las mismas.

Cada disciplina fue construyendo su sello de identidad “corporativa” expresado en paradigmas teóricos, métodos, lenguajes y criterios de validación propios, que permitían además la acumulación sistemática y coherente de conocimientos.

Esta lógica también se extendió a la estructura social, con una epistemología maquinal de lo humano y las relaciones societales, profundizando el humanocentrismo que subordinaba la vida animal y la naturaleza, a la mejora de la maquinaria colectiva dividida en clases sociales.

Para conjurar el riesgo de crear una “torre de babel” en el campo de la innovación, se le construyó hegemonía académica a la normalización de un método de comunicación unificado para los procesos de investigación, experimentación y presentación de resultados, que es lo que hoy conocemos como método científico. Esto garantizaba la interoperabilidadde las innovaciones y la construcción de interfases entre las disciplinas.

Todo el mundo sabe hoy, que no se construye conocimiento siguiendo una receta mecánica, sino que la creatividad es un proceso caótico invadido por el error, en el cual el acierto es el nuevo incluido, dinámica a la que se le procura justificación teórica y procedimental, estableciendo protocolos para replicar los logros, aunque todo ello sea presentado a la inversa, como si la teoría conociera por anticipado los resultados de la experimentación o el análisis prospectivo a los hechos concretos de una coyuntura social específica.  Todo se invirtió, pero no era de buenos modales académicos alzar la voz al respecto. El método científico es más una ruta para la comunicación de resultados que para la creación disruptiva.

Además, en las dos primeras revoluciones los ciclos de innovación tenían particularidades que favorecían el enfoque disciplinar. La teoría de las ondas largas de la innovación (kondratieff, 1984) plantea una duración de 60-65 años del ciclo de cada una de las dos revoluciones industriales. Dentro de ellas, Carlota Pérez (2003) distingue el ciclo especulativo o de instalación de la innovación (20-30 años), y la fase de despliegue o estabilización (20-30 años), mientras que Joseph Schumpeter (1939) adiciona la idea de destrucción creativa que se refiere al periodo de obsolescencia y renovación tecnológica, que puede variar en cada caso. La tendencia en las dos primeras revoluciones industriales fue a la introducción progresiva de la innovación sustantiva que aparecía cada 15-20 años.

En ese sentido, el conocimientoque se aprendía en la universidad, podía ser usado por largos periodos en la sociedad y los sitios de trabajo, cuyo manejo prestigiaba, al gozar de permanencia y estabilidad en ciclos de 20 años cuando menos. Lo que aprendía un biólogo, físico, químico o profesor universitario, le resultaba útil por un periodo largo de tiempo, sin que ello perdiera el barniz de innovación y conocimiento de punta. Estos ritmos de permanencia se expresaron en protocolos y procesos institucionales.

Eso facilitó la adopción del diseño organizacional (estructura, funcionamiento, evaluación institucional) que hoy consideramos como propio e inamovible de las universidades, cuando en realidad existía una mayor variabilidad al respecto, antes del surgimiento del capitalismo industrial.  Las universidades naturalizaron el modelo de organización por facultades, escuelas, departamentos, centros de investigación, observatorios y líneas de investigación que favorecían el enfoque disciplinar de trabajo, construyendo una idea de tradición universitaria -haciendo analogía con las ideas de Hobsbawn,1983- que en realidad era un invento, para institucionalizar el paradigma disciplinar.

Este enfoque organizacional cuando había resultado útil en experiencias previas a la hegemonía alcanzada en el capitalismo de las dos primeras revoluciones industriales, se debía a que ocurría en universidades relativamente pequeñas, si consideramos los estándares actuales de número de estudiantes y profesores por IES. La masificación de las universidades y la matrícula universitaria, ocurrida en el marco del periodo liberal del capitalismo de las dos primeras revoluciones industriales, terminó calcificando el paradigma disciplinar como estructurante de la gestión institucional, haciendo impensable un modelo organizacional universitario distinto al de facultades, escuelas, departamentos, centros, observatorios y líneas de investigación. El adagio popular dice “si quieres crear un problema funda un departamento”.

En síntesis, las dos primeras revoluciones industriales, en el capitalismo tardío (Mandel,2023) y el desarrollo desigual y combinado (Novack,1965) de su implementación, no solo construyó hegemonía académica para el paradigma disciplinar en la construcción de conocimiento e innovación, sino que posibilitó la estructuración de un desarrollo organizacional universitario que hiciera posible su expansión en todas las esferas de las Instituciones de Educación Superior (IES). Esta estructura funcional se convertiría paradójicamente en el mayor obstáculo para poder cumplir con las demandas del capital, de renovación del paradigma de construcción de conocimiento en la tercera revolución industrial.

  • 4. Lo transdisciplinario: ¿mentirle al espejo? (tercera revolución industrial)

La llegada de la tercera revolución industrial (1961) complejizó el asunto, por cinco razones básicas. Primero, la incorporación de la programación virtual y la robótica a la producción industrial, hecho que implicaba una ampliación del paradigma mecánico newtoniano propio de las dos primeras revoluciones industriales; ello comportaba tensionar los límites de las viejas disciplinas e hibridar campos que habían permanecido estancos. La fusión entre robótica, programación, ingeniería de procesos, dinámicas de innovación y reordenamiento del know-how para la generación de mercancías exigía procesos cada vez más complejos de integración disciplinar. Por ejemplo, un video juego (mercancía) demanda el trabajo integrado de la psicología, programación, diseño gráfico, antropología, cálculo, ciencia de los algoritmos, legislación, administración, neurociencia, entre otros campos, no solo en su producción sino para impulsar las innovaciones que sustentan la acumulación de capital (ganancias).

Segundo, los ciclos de innovaciónal interior de cada revolución industrial comenzaron a acortar los tiempos de la espiral creativa, pasando de 20 a 15-10 años, luego a 6, y ahora se habla en muchos campos del conocimiento de giros de 1 a 3 años. La generación que hemos laborado los últimos cincuenta años en las universidades, hemos conocido la aceleración de la innovación de manera singular. Por ejemplo, en la presencia cada vez más efímera de algunos artefactos y su rápida obsolescencia: de las computadoras de escritorio con discos de memoria externos, con capacidad limitada, se pasó rápidamente de los disquetes de 8 pulgadas con capacidad de 80 KB (1971), a los de 5-1/2 con capacidad entre 110 KB y 1.2 MB (1976), hasta llegar a las memorias portátiles de varios TB y el almacenamiento en la nube, saltando del celular fijo al móvil analógico, y de éste al celular digital, los primeros dispositivos con mensajería de texto, las redes sociales hasta la Inteligencia Artificial generativa en dispositivos como Alexa.

Tercero, los modelos de gestión empresarial, implementados en las dos primeras revoluciones industriales (Taylorismo-Fayolismo, Fordismo) resultaban obsoletos para incorporar de manera expedita los productos de la inusitada aceleración de la innovación en la mejora continua de la producción de mercancías. Los modelos posfordistas comenzaron a expresar la pérdida de interés por las titulaciones y los enfoques disciplinares, porque las novedades en la tercera revolución industrial eran en buena medida el resultado de la integración de múltiples campos de estudio y para su implementación resultaban insuficientes las simples experticias disciplinares. Surge la necesidad de gestión transdiciplinaria del conocimiento, como se manifestó en la Conferencia Internacional sobre Crisis Mundial de la Educación (1967), donde el capitalismo hace pública y notoria la demanda de otra forma de construir saber, que trascienda los protocolos disciplinares.

La presión sobre la academia comenzó a hacerse cada vez más evidente, como lo demostró el Informe Faure (1973) generado por UNESCO, especialmente en su capítulo 2, dando inicio al drama cognitivo colectivo de los académicos, quienes deberían superar el enfoque disciplinar para la gestión de los procesos de generación de conocimiento e innovación; el problema era ahora ¿cómo hacerlo?  Las décadas de los setenta y ochenta marcaron la búsqueda de formas, maneras, caminos para lograrlo, pero todas las iniciativas reformadoras chocaban con las estructuras institucionales formalizadas para la gestión de la enseñanza y el aprendizaje. La UNESCO promovió el llamado pensamiento complejo (Morín,1990) para intentar destrancar el juego, pero cambiar la arquitectura funcional que hacía posible generar y reproducir conocimiento universitario disciplinar, implicaba afectar relaciones de poder internas y externas. La solución “salomónica” fue dejar el edificio organizacional prácticamente intacto -en algunos casos con cambio de denominaciones o adición de otras instancias- y asumir la transdisciplinariedad como “eje transversal” para la producción de conocimiento; denominación bonita, pero con serios problemas para su operabilidad concreta en la lógica que demandaba el modo de producción capitalista de la tercera revolución industrial. Muchos de los intelectuales progresistas y antisistema se entregaron a esta solución mágica, que terminó siendo una capitulación del pensamiento crítico, sin efectos prácticos posibles.

Paradójicamente, la izquierda educativa que propugnaba la superación de la perspectiva disciplinar, terminó prisionera del paradigma funcional universitario que le impedía construir una propuesta alternativa antisistema; las soluciones no procuraban escapar del influjo del modelo de facultades y escuelas disciplinares.

El neoliberalismo de los ochenta y noventa encontró una solución práctica para el atasco, privatizar la investigación universitaria y extraer una parte importante de los laboratorios y centros de investigación del ámbito universitario, pasándolos ahora a la tutela y financiamiento empresarial.  Más que la formación profesional, lo que le interesaba al capitalismo neoliberal era la aceleración de la innovación, el control de su transferencia y su implementación de la manera más eficiente bajo enfoques que trascendieran la disciplinariedad. Todo pareciera indicar, que en términos empíricos el capital desarrolló formas pragmáticas inter y multidisciplinarias para mantener la aceleración de la innovación y su transferencia a los circuitos de acumulación de ganancias.

Cuarto, la externalización de la innovación universitaria. En el proceso de intentar impulsar la transición del paradigma disciplinar al transdisciplinario, el capitalismo pareciera haber perdido la esperanza en la capacidad auto reformadora de la universidad. Aunque la mayoría de universidades iniciaron en los setenta y ochenta del siglo XX un proceso de actualización de su visión y misión, contemplando la transdisciplinariedad como paradigma emergente, la realidad fue que la distancia entre el decir y el hacer fue -y es- descomunal. No se puede pretender surcar los cielos con las “plumas y cera de abeja de Ícaro”, se requiere una infraestructura adecuada para ello, y el modelo organizacional universitario hegemonizado en las dos primeras revoluciones industriales (facultades, escuelas, departamentos, etc.) le imposibilitaba a la universidad escapar de la isla disciplinar de “Creta”. Mientras el “sol” de la aceleración de la innovación derretía las alas de Ícaro, haciendo evidente la falsación del cambio de paradigma, el “minotauro” capitalista optó por impulsar la externalización de las dinámicas que requería, dejando a la academia prisionera de la tentativa de Dédalo.  Esto ha hecho, por ejemplo, que la mayoría de avances en el área tecnológica y otros campos ocurran fuera de la universidad, lo que debería encender todas las alarmas académicas; por suerte no se trata de tierra arrasada, porque la universidad mantiene su capacidad de inventiva, lo que hay que recuperar es su potencia expansiva y contrahegemónica.

Quinto, las empresas del área tecnológica, que se convirtieron incluso en el gran boom de acumulación en la era de la financiarización de la economía, construyeron una nueva cultura para la creación y gestión de la innovación a partir de dinámicas inter, multi y transdisciplinarias. Más que la titulación, comenzaron a primar las habilidades y competencias para trabajar en equipos inter/multi/trans disciplinarios que construían dinámicas pragmáticas que potenciaban la generación de conocimiento que contribuyera a la aceleración de la innovación. Cuando había que fortalecer las capacidades de actuación bastaba la formación adelantada en espacios empresariales, lejos del ruido y los tumultos académicos. Por supuesto, que en todos los equipos había profesionales titulados, pero la preminencia de este criterio para la selección, comenzó a parecer sobrestimado. De la explosión del gerencialismo posfordista de los setenta, ochenta y noventa se pasó al declive de los gerentes como tribu especializada en la conducción, surgiendo una etapa en la cual los creadores y propietarios, no solo de las start-upsino de las grandes corporaciones, pasaron a ser sus propios gerentes. La tendencia fue que los CEOs-propietarios ahora lideraran los equipos creativos.

Desde el mundo empresarial la universidad adquirió una nueva centralidad en la reproducción del sistema, la difusión de novedades para la orientación del consumo (ganancia + renta), mediante las dinámicas inherentes a la cultura evaluativa neoliberal (bibliometría, acreditación, rankings, movilidad académica y reconocimiento de estudios). Este giro facilitaría la adopción de lo que hoy se promociona como la gran novedad para las instituciones de educación superior: las micro credenciales o la micro acreditación.

Al no lograr romper la universidad con el peso de la tradición inventada del paradigma disciplinar, se inicia un peligroso periodo de inestabilidad estructural de todo su aparato institucional. Incluso la Universidad Multidiversidad Mundo Real Edgar Morín, tan promocionada como génesis de nuevos arquetipos funcionales no logro trascender ni convertirse en un prototipo de la nueva universidad por surgir. En ese largo periodo de vaciamiento de la potencialidad reformadora universitaria (1961-2011), se evidencia una nueva vuelta de tuerca en las revoluciones industriales. La llegada de la cuarta revolución industrial encuentra a la universidad con saldo deudor (paradigma transdisciplinario) y ahora se le demanda un nuevo viraje paradigmático.

  • 5. La convergencia heurística: ¿si no hablamos de ello no ocurrirá? (transición a la Cuarta revolución industrial)

En el 2011 se anunció en Hanover Alemania el pronto desembarco de la cuarta revolución industrial (Schwab, 2016). El horizonte de cambio previsto contemplaba unos veinte años, es decir su pleno despliegue está previsto alrededor de 2030. No se trataba de un simple giro concéntrico, sino que ahora la espiral se distanciaba de la transdisciplinariedad para exigir nuevas formas de convergencia entre campos del conocimiento. Sus voceros -cuarta revolución industrial- hablaban de nuevas formas de pensamiento y generación de conocimiento requerido, pero no terminaban -ni lo hacen aún- de darle forma conceptual a ese requerimiento, comunicando solo sus expresiones operativas.

La academia, de manera temeraria pareciera haber dejado vacío e inerte el terreno de esta convocatoria a pensar un nuevo paradigma de conocimiento. Es como una pulsión colectiva de fuga, que pareciera expresar el síndrome cognitivo que, si no se habla de ello, el evento no ocurrirá. Como en el amor y la política -en este caso educativa- no existe espacio vacío y este suele ser llenado por otros actores, ideas y deseos. Son las bancas de desarrollo, el multilateralismo, las corporaciones tecnológicas y los consultores corporativos quienes comienzan a rasgar el velo de lo emergente. En ese sentido, invitamos a salir de la inercia y retomar la iniciativa.

Convergencia heurística

A partir del estudio de las demandas epistemológicas emergentes que acompañan a la cuarta revolución industrial, especialmente en lo relacionado a las dinámicas de aprendizaje en contextos de creciente aceleración de la innovación, hemos hecho una aproximación conceptual, en lo que hemos denominado como la convergencia heurística, paradigma emergente para la construcción de conocimiento en la transición a la cuarta revolución industrial.

Si bien, la convergencia heurísticano es un término normalizado, estandarizado ni incorporado aún al tesauro educativo, nos sirve para intentar expresar la demanda creciente de trascender los límites de la transdisciplinariedad. La convergencia heurística tiene dos componentes base, el primero la convergenciaque no es sumatoria sino integración y complementariedad según sea el caso; el segundo, la heurística entendida como estrategia de descubrimiento y construcción de sentido.

En consecuencia, la convergencia heurística puede interpretarse como un concepto emergente, asociado a la integración de diversas heurísticas -métodos o estrategias basadas en la experiencia o el razonamiento práctico- con el propósito de alcanzar una solución mucho más precisa, eficiente, robusta, ante problemas complejos derivados de la aceleración de la innovación. Aparece como un nuevo paradigma cognitivo, pedagógico y epistémico, que trasciende integrando, la disciplinariedad, multidisciplinariedad, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad, para responder a las demandas de habilidades blandas, pensamiento crítico creativo y abordaje contingente de los problemas de la relación conocimiento-tecnología-producción.

La convergencia heurística conserva del paradigma disciplinar el rigor analítico y la profundidad metodológica, trascendiéndolo de su encierro epistemológico, su compartimentación del saber, conservando la coexistencia entre múltiples saberes propios de la multidisciplinariedad, expandiéndose más allá de sus límites al posibilitar el diálogo real entre saberes, manteniendo la articulación entre disciplinas propias de la interdisciplinariedad, superando la dependencia respecto a los marcos académicos formales; finalmente, está llamada a convocar y contener los saberes extra académicos que comportan la transdisciplinariedad.

El fundamento heurístico de la convergencia paradigmática, está lejos de entenderse como una fusión de partes, es más bien una integración dinámica y cambiante, que procura abordar la incertidumbre sin necesidad de certezas absolutas, facilita el establecimiento de múltiples entradas y puntos de contacto inter paradigmático, postula el aprendizaje desde el error, la experimentación, el diálogo y la intuición, favoreciendo procesos de pensamiento emergentes, propios de la activación delpensamiento lateral y divergente.

La convergencia heurísticapareciera ser un camino para el desarrollo de las llamadas habilidades blandas, al facilitar pensamiento crítico (funcional, pragmático, consensual a partir del contraste de diversas perspectivas), creatividad (conexión inusual de ideas), comunicación efectiva (traducción y mediación entre lenguajes disciplinares y experenciales), colaboración (negociar significados y metas), resolución de problemas complejos (abordar situaciones reales desde enfoques múltiples), adaptabilidad (aprender en entornos no lineales y cambiantes) y empatía(integrar saberes comunitarios). Su abordaje desde una perspectiva emancipadora procura ser antídoto al instrumentalismo del productivismo economicista.

En Inteligencia Artificial Generativa (IAG) se habla de algoritmos heurísticos(algoritmos genéticos[2], búsqueda tabú[3] o recocido simulado[4]) y metaheurísticas híbridas, reglas heurísticas para la toma de decisiones, verdad común (múltiples perspectivas agrupadas en torno a un consenso).

La cuestión central no consiste en esperar la definición del capital, sino en procurar su propia elaboración desde el campo alternativo, trascendiendo el carácter defensivo y reactivo. Estamos ante la inminente apertura de una nueva grieta paradigmática, que es urgente aprovechar. No podemos repetir la experiencia del pasado, donde no usamos la oportunidad para avanzar en el terreno de lo empírico, conceptual, operacional y la arquitectura organizacional. Tenemos un breve espacio para ello, pues la cuarta revolución industrial tiene formato de fábricas 4.0 y estas aún no han encendido el interruptor que marcará su inicio pleno. En la transición acelerada entre la tercera y cuarta revolución industrial, estamos obligados a pensar lo alternativo en clave de los de abajo.

Hablar del inicio de una quinta o sexta revolución industrial como si fuera un proceso que se está construyendo objetivamente en este momento, es una mirada tecnologicista y desconectada de la relación entre innovación y modo de producción (mercancías, ganancias, gobernabilidad, reproducción). La producción inmaterial aún es marginal, sus cadenas productivas aún estás estrechamente asociadas a la materialidad de la producción y los mecanismos para la generación de plusvalor adicional son en la mayoría de casos experimentales o inestables. Lo que asedia en el presente a la universidad es el inminente desembarco de la cuarta revolución industrial en la producción programada de mercancías y ganancias a escala global[5].

Lo abstracto y lo concreto

Hay demasiado ruido en el salón, lo cual dificulta identificar con nitidez los distintos tonos de muchos de los discursos que están apareciendo. Uno de los debates más interesantes es el que están librando sobre tecnofeudalismo como crítica de la economía digital, Cédric Duran (2025) y Evnegy Morozov (2025). Básicamente Durand plantea que la economía digital es una regresión al modo de acumulación previo al capitalismo, en el cual las ganancias de las grandes corporaciones tecnológicas está signada fundamentalmente por la extracción de la renta de los usuarios conectados y las pequeñas empresas del campo virtual, mientras que Morozov señala que las corporaciones digitales operan en la lógica del mercado capitalista, invirtiendo en innovación, compitiendo por mercados y obtenidos ganancias (no solo renta); Durand considera que los dueños de corporaciones actúan con la lógica terrateniente, copando territorios, y en vez de fomentar la innovación priorizan el control de datos y plataformas, generando una economía basada en la dependencia, mientras que Morozov responde que las empresas tecnológicas son actores capitalistas clásicos, como una evolución del capitalismo hacia la hiper concentración y financiarización, que tiene a la innovación como uno de sus componentes centrales, y no estamos ante una vuelta al pasado.

Este debate no es ajeno a las políticas universitarias en la transición a la cuarta revolución industrial. En la lógica de Morozov, para mantener el ritmo de la innovación, el capitalismo digital requiere crecientes volúmenes de inversión que están sobrepasando incluso la capacidad de la especulación financiera, razón por la cuál vuelve su mirada sobre los fondos públicos, especialmente los destinados al sector de educación. La virtualidad, los modelos híbridos de enseñanza y el metaverso se constituyen en mecanismos de captura de fondos públicos mediante la venta especulativa (valor inflado, ganancia especulativa) de servicios digitales-virtuales; esta voracidad por la captura de recursos para la inversión en innovación está creando un horizonte de riesgo para la educación presencial universitaria, la estabilidad docente y la vuelta al paradigma de instrucción (en este caso remota).

Desde nuestro punto de vista Morozov acierta al definir que los dueños de corporaciones no quieren tener ninguna relación de vasallaje que le signifique dependencia, sino que apuestan por la más feroz competitividad en la esfera social, a partir de lo cual ellos puedan poner en marcha la maquinaria de absorción de ganancia con parámetros que incluyen renta (datos).

En cualquiera de los casos, que tengan razón Durand o Morozov, lo que se deriva de la lectura de sus planteamientos es que se aproxima un tsunami sobre las instituciones que expresan las ideas liberales, progresistas y socialistas de progresividad de derechos, entre ellas las universidades y, desde mi punto de vista, la presencialidad es un obstáculo para los fines iliberales. Por ello, los modelos híbridos, tal y como se están estructurando de manera creciente en la cotidianidad universitaria, son una peligrosa concesión al capitalismo digital que coloca en riesgo la universidad que conocemos. Lo abstracto se muestra en lo concreto, los debates sobre la naturaleza actual del capitalismo en la superestructura tienen correlato en la estructura.

Este no es una abstracción academicista, que esté a la espera de la voluntad de cambio de la universidad. Todo lo contrario, se han puesto en marcha un conjunto de iniciativas cuya epistemología podría resumirse en la frase “la universidad se transforma de manera rápida o va a desaparecer por obsolescencia social”. Veamos algunas de estas propuestas que intentan hacer transferencia del plano económico-político al académico, las cuales se desarrollan en el plano superestructural, estructural y concreto: crisis universitaria, paradigma STEM y STEM+A, llamados a la reducción de las titulaciones, microcredenciales, Inteligencia Artificial Generativa para la superación de los estilos de pensamiento rutinarios, formación desde las empresas, giro de 180 grados en el desarrollo organizacional, desmantelamiento de los modelos fordistas de seguridad social. .

Lo estable y lo cambiante: la tecnología se innova día a día

Eric Sadín (2022) explica de manera lúcida el impacto de la aceleración de la innovación en su giro conminatorio de la técnica. Desde la pasión perturbadora de los humanos por crear dobles de sí mismos (IAG), pasando por la idea de tecnologías de la perfección, hasta aterrizar en las interfases ergonómicas (tecnología como prótesis humana) y llegar a externalizar el régimen de la verdad, todo procura integrar aceleración de la innovación con ganancia. Estaríamos entonces, entrando a una especie de psicoesfera (Berardi, 2022) de la época viral (lo digital transforma el entorno psíquico colectivo).

Esta transformación está diluyendo percepciones institucionales y culturales, proceso que ocurre de forma más nítida en las nuevas generaciones. La adaptación del mundo universitario al sistema, el acople perfecto a la cultura evaluativa neoliberal (bibliometría, acreditación, rankings, esquemas neoliberales de movilidad académica y protocolos de reconocimiento de títulos) está haciendo que lo académico pierda toda referencia épica ante los jóvenes, y se convierta exclusivamente en espacio de formación. Esta claudicación del mundo universitario respecto a la utopía, paradójicamente rompe los vínculos de afectividad con las nuevas generaciones -rebeldía encapsulada- y vacía la presencialidadcomo dimensión necesaria para hacer posibles los sueños intergeneracionales de cambio. Si la universidad es solo para formarse, entonces se pueden buscar otras alternativas como la virtualidad, piensan muchos jóvenes. Es decir, la universidad, producto del impacto de la cultura digital en el marco de la aceleración de la innovación está siendo asediada de manera liquidacionista por el corporativismo tecnológico y sectores de la población, que otrora le consideraban algo singular.  Por increíble que parezca, la lógica del mercado y las ganancias está empujando la universidad a la virtualidad con todas las consecuencias que ello trae.

Crisis de lo universitario para proveer, prever y actualizarse

El Informe Faure (1972/1973) fue la continuación discursiva de los debates de la Conferencia Internacional sobre la Crisis Mundial de la Educación Superior (1967). Al definir la problemática por la que atravesaban los sistemas escolares y universitarios, el informe Aprender a ser: el mundo de la educación hoy (1972) señala que han perdido su capacidad de anticipar el futuro, facilitar la información que requiere el presente en el marco de la aceleración de la innovación y tienen dificultades para socializar en tiempo prudencialmente rápido el conocimiento de punta.

Esta síntesis del Informe Faure, revisada cincuenta años después, expresa de manera contundente la lógica del capital sobre la noción de crisis educativa. Los informes “La Educación encierra un tesoro” (1996) de Delors, “Replantear la educación: ¿hacia un bien común mundial?” (2015), “Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo pacto social por la educación” (2022) expresan intentos por actualizar los elementos de la falta de sincronía en la esfera de la innovación, de la educación con el modo de producción capitalista.

Eso ha hecho, que no solo las empresas, sino incluso gobiernos poderosos como el de los Estados Unidos, hayan entrado en conflicto abierto con la UNESCO. La “razón política” de la administración Trump de retirarse del organismo multilateral (2025), es justificada con el argumento que no está en el interés nacional, especialmente porque su foco discurre en aspectos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pero en realidad tiene que ver con los tiempos que requiere el multilateralismo para diseminar orientaciones estratégicas del centro capitalista, algo que ocurre más a los ritmos y velocidades de las dos primeras revoluciones industriales que a los que impone el presente de la financiarización globalizadora y el reposicionamiento imperial gringo. Esto se complementa con sus políticas sobre el sector universitario local, lo que refiere a una política estructural orientada a repensar el rol de la formación profesional en la economía.  Este “cisma” debería ser una campanada de alerta, superando la lectura superficial que lo presenta como tremendismos trumpianos.

Síntesis paradigmática: STEM – STEM+A

El paradigma STEM se fue construyendo en los Estados Unidos, en el marco de la disputa de la guerra fría, especialmente en la década de los sesenta cuando se hace evidente el impacto de la tercera revolución industrial en el modo de producción capitalista. Pero sería en la década de 1990 del siglo XX, cuando la National Science Foundation (NSF) acuña el acrónimo STEM como nuevo paradigma formativo, que procura focalizar el trabajo de los sistemas escolares y las IES en la potenciación de la aceleración y diseminación de la innovación científico tecnológica, asociada a la generación de plusvalor y ganancias. Luego vendría el STEM+A que incorpora las artes (diseño) como complemento.

El STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) como prioridades educativas, resume las nuevas demandas del capital en materia económica y tecnológica(informática, inteligencia artificial, biotecnología, entre otras), las crecientes competitividades internacionales (EEUU, China, Sudeste Asiático, Unión Europea),así como las brechas de habilidades para el empleo (especialmente en áreas técnicas), el emerger del paradigma transdisciplinar como requerimiento para la producción de conocimiento y tecnología que muta progresivamente a la convergencia heurística (integrando ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), el reposicionamiento del pensamiento crítico (orientado a la aplicabilidad) y los enfoques pragmáticos en la relación con las ciencias sociales(interoperabilidad, gobernabilidad, reingeniería social).

Al impular la formación en las llamadas habilidades del siglo XXI, la promoción de la innovación tecnológica, el rediseño de la formación laboral, la renovación del interés por la ciencia “útil” para el modo de producción y el fomento de nuevas relaciones sociales a partir de la introducción de los temas de inclusión, ello tiene una expresión concreta en las políticas para el sector universitario. Inicialmente esto se expresó en las reformas curriculares (90s y siglo XXI), el financiamiento de agendas de investigación centradas en el STEM (especialmente a través de los órganos nacionales de Ciencia), potenciando la internacionalización de las instituciones de educación superior (mediante la bibliometría, acreditación, rankings, nuevos modelos de movilidad académica y reconocimiento de estudios) pero luego ha ido tomando forma con los mecanismos externalizados de micro aprendizaje y micro acreditación. Todo esto potenciado con el renovado ímpetu del espíritu competitivo intra e interinstitucional que fue alineando las políticas universitarias a escala global.

El STEM se mide con indicadores de calidad, impacto, pertinencia, innovación y eficiencia, empalmando con las orientaciones de la cultura evaluativa neoliberal.

Obsolescencia de las titulaciones: ¿escenarios de reducción de número de profesiones?

El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) viene insistiendo en sus Future of Jobs Report sobre la obsolescencia de las titulaciones (proyecta que el 39% de las habilidades actuales quedaran obsoletas para 2030), la necesidad de reforzar el enfoque de competencias en permanente actualización, ir más allá de la transdisciplinariedad como paradigma para el aprendizaje, la producción de conocimiento y la generación de tecnología, así como un nuevo modelo de colaboración público-privado (currículos asociados a requerimientos del mercado, racionalización de las titulaciones ofrecidas).

En el caso de las competencias el WEF postula que se sustituyan los títulos específicos por sistemas de formación fundamentados en las micro credenciales, la recapacitación (reskilling) y la mejora de habilidades (upskilling), procurando la adaptación continua de la fuerza laboral, sin que tenga que pasar por largos procesos de titulación, que además implican importantes erogaciones de presupuesto público.

Esto implica una crítica frontal a tres aspectos: a) el modelo disciplinar que no ha logrado ser cambiado en casi sesenta años (1967-2025) de intentos desde el sistema, b) los problemas derivados de estructuras funcionales petrificadas para la formación profesional (facultades, escuelas, departamentos), c) la lentitud con la cual las universidades incorporar paradigmas nuevos, algo que pretende ser ocultado con la circulación de información novedosa. El capital promueve un modelo ecléctico profesional, algo que resulta muy difícil de lograr con los actuales paradigmas formativos del mundo universitario.

La pregunta es ¿este espíritu conservador de la universidad contribuye a la transformación social?  La respuesta tiene que ser ambigua, porque si bien lo que ocurre es una forma de resistencia a la hegemonía del economicismo empresarial en las IES, proceso en el cual los hijos de la clase trabajadora y sectores populares aún tienen la posibilidad de asistir a la universidad pública, también es cierto que ese mismo espíritu conservador cada vez contribuye de manera más precaria a los proyectos emancipatorios.

Modelo de movilidad académica y estudiantil

La internacionalización universitaria como constante en la historia de Latinoamérica y el Caribe (Bonilla-Molina; Goes y otros; 2025), ha contado con la movilidad académica y estudiantil como una dinámica que le ha sido propia. Sin embargo, al llegar la globalización neoliberal este proceso se reconfigura y amplia, entre otras razones debido a:

  1. La necesidad que tiene el capitalismo de desterritorializar la formación profesional, en un contexto de aceleración inusitada de la innovación, para intentar trascender el proceso de atasco catastrófico entre las necesidades del modo de producción en general y la formación para la innovación que discurre en las universidades, las ideas de cambio que proponía el sistema y la solidificación de las estructuras organizacionales convocadas a hacerlo, la urgencia de los requerimientos empresariales y la lentitud de los cambios institucionales. Los flujos externos, podrían ser un catalizador de la flexibilización institucional;
  2. El escalamiento de la movilidad académica, sin precedentes de fomento institucional activo respecto a periodos anteriores, apuntaba -y lo sigue haciendo- a procurar una formación menos disciplinar, mucho más multi e interdisciplinaria, que posibilitara pensar y construir nuevos protocolos que abrieran paso a desarrollos organizacionales post disciplinares. La movilidad académica se asume como catalizador de la interdisciplinariedad en la transición a la convergencia heurística;
  3. Romper con el paradigma disciplinar no era solo un cambio de método, sino una ruptura epistémica, algo que podía ser facilitado y hacerse permeable mediante los encuentros multiculturales. Además, la idea de esta mudanza paradigmática ocurría en la lógica centro periferia, inicialmente al interior de los Estados Unidos, la propia Unión Europea y, luego desde los países de ingreso alto como polos de atracción para los estudiantes de naciones de ingresos medio y bajo;
  4. El enfoque de empleabilidad y competitividad que promueve el neoliberalismo a través de la cultura evaluativa institucional. Así, la movilidad académica se expresa e impacta a los restantes componentes de la medición y jerarquización que da identidad a la etapa de la internacionalización: acreditación, bibliometría, rankings y reconocimiento de estudios;
  5. Usando el desarrollo tecnológico, se amplia el impacto mediante la combinación de modelos de movilidad académica presencial, híbrida y virtual, en estos últimos casos fue posible escalar las experiencias a partir de la pandemia del COVID-19. Se diversifica y amplia la movilidad;
  6. Se instaura otro modelo de fragmentación y modularidad que procura abrirle paso a la convergencia heurística, algo que se expresaría luego en las micro credenciales y los micro aprendizajes, instrumentos normativos (Convenio de Lisboa -1997; Proceso de Bolonia -1999; Erasmus+ -2014- Recomendación del Consejo de la UE sobre micro credenciales -2022-; Europass y EUDIW), instrumentos evaluativos(Estándares y directrices para la garantía de calidad -ESG 2015-; Evaluación basada en los resultados de aprendizaje; Rankings y Métricas; Verificación Digital -European Digital Identity Wallet – EUDIW);

En síntesis, el modelo de movilidad académica hegemónico en la actualidad, forma parte de las iniciativas para producir un quiebre paradigmático en la universidad, aunque la institución siga pensando que eso se inscribe en el prestigio histórico de la formación profesional.

Proceso de Bolonia

El llamado Proceso de Bolonia (1999) ha sido un esfuerzo por crear y fortalecer el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), como práctica a escalar a nivel planetario. Sus antecedentes fueron la Declaración de la Sorbona[6] (1998), el Programa Erasmus[7](1987), el Sistema Europeo de Transferencia de Créditos -ECTS- (1989), las exigencias de la globalización neoliberal y la mundialización cultural capitalista.  En especial, la Declaración de la Sorbona sirvió de inspiración para la creación de los Estándares y Directrices para la Garantía de Calidad (ESCG), el Suplemento al Título universitario, la tendencia a la estandarización de los créditos por ciclos de formación profesional (pregrado, maestría, doctorado), y la micro acreditación.

El Proceso de Bolonia será muy importante para imponer el modelo de movilidad académica (docente, estudiantil y otros sectores) que se viene convirtiendo en central dentro de la cultura evaluativa neoliberal. Es a partir de Bolonia que la movilidad académica logra construir el performance y características que le permitan acoplarse con la acreditación universitaria, los rankings, la bibliometría y los estándares para el reconocimiento de estudios y títulos profesionales.

El mejoramiento de la empleabilidad es uno de los motivos centrales de este proceso, procurando alinear la educación superior a los requerimientos del mercado laboral.  El mayor desafío en este sentido es romper con la matriz disciplinar, algo que corre el riesgo de desdibujarse en la maraña procedimental.

En este sentido, el Proceso de Bolonia asume también el enfoque de mercado educativo, procurando captar la demanda de formación de los estudiantes de Asia, Estados Unidos y Latinoamérica. Esto implica convertir al EEES en un lugar atractivo para aprender y titularse en un contexto de aceleración de la innovación, las demandas de ruptura con la matriz disciplinar y la hegemonía del paradigma STEM. Por ello, el proceso de Bolonia va de la superestructura del sistema educativo a la estructura universitaria, construyendo consensos “por arriba” que se legitiman “por abajo” en la esfera operacional.  En ese sentido, la competitividad adquiere los contornos de las demandas empresariales y las herramientas de la cultura evaluativa neoliberal.

El alcance del Proceso de Bolonia involucra a más de 4.000 instituciones de educación superior, llegando a más de 38 millones de estudiantes de manera directa, pero marcando el horizonte de las reformas del sector a escala global, mediante el impulso de un sistema comparable de títulos, la adopción del Sistema Europeo de Transferencia y Acumulación de Créditos (ECTS), acuerdos de movilidad estudiantil que involucran cada vez a más instituciones de educación superior (IES) y  el reconocimiento de cualificaciones.

Su implementación ocurre mediante Conferencias Ministeriales (cada 2 a 3 años), herramientas comunes para el EEES (ECTS, Suplemento al Título, Marco de Cualificaciones QF-EHEA, Estándares de Calidad para Instituciones), Programas de financiación, especialmente para la movilidad académica y proyectos específicos como MICROBOL, CertiDigital y DC4EU. En la actualidad, el foco central de atención del Proceso de Bolonia lo constituyen la Digitalización y las micro credenciales, el fortalecimiento de las dinámicas asociadas y el apoyo a proyectos emergentes como el Plan Microcreds (que involucró a 41 universidades participando en 2024).

A partir de las crisis migratorias y las humanitarias por guerras, el Proceso de Bolonia ha desarrollado acuerdos e instrumentos normativos como la Comunicación de Tirana(2024), para favorecer la movilidad de personas con discapacidades o de entornos desfavorecidos, que ha implicado una nueva mirada sobre el tema de refugio, asociado a la captación de talento humano en situaciones de precariedad de trabajo y vida.

El Convenio de Lisboa (1997/1999) ha facilitado avanzar en procesos de reconocimiento de títulos y micro credenciales en el EEES. La salida del Reino Unido (Brexit) no ha significado hasta ahora una ruptura con el Proceso de Bolonia.

El Proceso de Bolonia no puede ser visto como un caso aislado o singular, sino como parte del rompecabezas sistémico para superar la brecha epistémica entre producción de conocimiento e innovación universitaria y modo de producción.

Micro aprendizajes, micro acreditación y micro credenciales

Las micro credenciales se han puesto de moda en los últimos años, pero la mirada fragmentada y super especializada, propia del paradigma disciplinar, limita las posibilidades de comprenderla en el marco de una estrategia integrada de reorientación de la formación profesional y laboral en la transición a la cuarta revolución industrial.

Las micro credenciales, micro acreditación y micro aprendizajes son las denominaciones que se han adoptado, normalizado y se procura estandarizar para los procesos de certificaciones digitales asociados a la validación de conocimientos, competencias formativas, habilidades adquiridas a través de experiencias delimitadas por su utilidad pragmática, que se realizan en el ámbito académico, empresarial o extra institucional.

Uno de los procesos más acabados en esta orientación es el Sistema Europeo de Transferencia de Créditos (ECTS), que se constituye a partir del reconocimiento de un determinado número de horas de trabajo[8], como crédito educativo. El ECTS creado en 1989 -en plena égida del neoliberalismo- ha sido parte del Programa Erasmus de la Unión Europea (UE) para fortalecer el modelo de movilidad estudiantil en esa región. El propósito construir mecanismos flexibles de reconocimiento formativo, debido a la rigidez y lentitud de algunos sistemas escolares y subsistemas universitarios para producir las transformaciones que requería el modo de producción en el marco de la aceleración de la innovación, propia de la tercera revolución industrial en el periodo 1971-2025.

El ECTS establece parámetros de medición, comparación y reconocimiento del trabajo académico inter y extra universitario. En el marco del Proceso de Bolonia (1999) evolucionaría a un sistema de acumulación y transferencia integrado, que sería la base para el impulso de la externalización radical de la formación profesional (2021). Los resultados de los procesos formativos bajo este esquema, que en promedio ponderan un crédito en 25-30 horas de trabajo, son medibles y alineados con los parámetros del Marco Europeo de Cualificaciones (EQF).

Todas las directrices del proceso están contenidas en la Guía ECTS[9], el Course Catalogue[10], Learning Agreement[11], Diploma Supplement[12] y el Transcript of Records[13]. Uno de los propósitos no declarados del sistema es ampliar la base disciplinar de la formación, abriéndose a modelos inter, multi, transdisciplinarios y de convergencia heurística, aspecto que tanto ha costado desarrollar en cada universidad, entre otros elementos por el peso de la falsa tradición académica, las relaciones de poder y la microfísica para la construcción de conocimiento heredada de las dos primeras revoluciones industriales.

Entre 2020-2022 se adelantó el proyecto de Micro-credentials linked to the Bologna Key Commitments (MICROBOL), con financiamiento de Erasmus+KA3 para mejorar la precisión de las herramientas del Proceso de Bolonia, a partir del cual se evaluó el sistema ECTS, los Marcos de Cualificaciones (QF-EHEA[14] y EQF) y los Mecanismos de Garantía de Calidad (ESG), concluyendo la necesidad de mayor flexibilización, especialmente para incluir aprendizajes no formales.

El ECTS tiene un gran alcance geográfico, especialmente en los 48 países que forman parte del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), así como otros de Asia, Turquía, Latinoamérica, entre otros, y organismos como UNESCO. Es aplicado a la formación profesional (pregrado), maestría y doctorados, así como programas completos y modulares de micro aprendizaje.  Desde 2025, CertiDigital[15] y DC4EU[16] facilitan certificaciones digitales de ECTS.

Como todo proceso en la lógica del capital que tiende a la homogenización internacional, la European University Association (EUA) y el Grupo[17] Crue[18]-RUEPEP[19] de España están avanzando en la normatividad para la estandarización de los procesos de micro acreditación, algo que facilitaría su expansión y consolidación en Latinoamérica (expansión neocolonial de centro a la periferia).

El Instituto para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) de la UNESCO se ha convertido en uno de los principales promotores de los micro aprendizajes y la micro acreditación, como parte de los énfasis de coyuntura del organismo multilateral.

En la perspectiva de la convergencia heurística para la construcción de conocimiento, la micro acreditación se alinea en la medida que:

  1. Rompe los esquemas de autonomía universitaria que partían del paradigma de cambio formulado desde adentro. Es decir, externalizan los procesos de toma de decisión, revestidos de aparente autonomía del sector universitario, cuando en realidad su lugar de enunciación es el campo de la economía, producción y generación de ganancias, en las dinámicas de transición de la tercera a la cuarta revolución industrial;
  2. Avanzan en la transferencia político-económica como transferencia educativa, legitimando la trasnacionalización del cambio educativo;
  3. Evitan la conflictividad institucional, al crear una cultura de la inevitabilidad de la alienación debido al peso de la innovación;
  4. Abren marcos institucionales distintos que orienten el aprendizaje y el reconocimiento de los mismos, superando las trabas burocráticas institucionales de los modelos organizacionales basados en facultades, escuelas, departamentos, propios del paradigma disciplinar para la construcción de conocimiento. Emerge una nueva institucionalidad supranacional que trasciende los organigramas instituidos, con marcos que permiten evolucionar a partir de la inter, multi y transdisciplinariedad;
  5. Posibilitan el ensamblaje de experiencias de aprendizaje que diluyen las barreras de los campos disciplinares, lo cual posibilita la reingeniería curricular desconcentrada, propia del paradigma de la convergencia heurística;

Sin embargo, el riesgo es que:

  1. Al ser quienes lo implementan, profesionales formados por el paradigma disciplinar, está dinámica termine estancando su propósito de trascenderlo;
  2. La externalización del lugar de enunciación de la micro acreditación facilita el giro hacia el modelo de empleabilidad empresarial y sus lógicas corporativas de financiamiento, lo cual hace que cada vez más se materialicen procesos de homogenización al paradigma STEM, pérdida creciente de real libertad y autonomía académica, parámetros de validación que tiendan al productivismo, competencia y jerarquización;
  3. El pensamiento crítico se reconfigure como elemento de funcionalidad, es decir para la operabilidad de la formación recibida;
  4. Al ser precaria o nula la participación de las organizaciones docentes de base, los sindicatos y gremios de trabajadores de la educación, las organizaciones estudiantes y el movimiento social pedagógico, en los procesos de construcción de propuestas -porque se les convoca en algunos casos a legitimarlas- esto puede terminar aumentando la distancia de la universidad con los requerimientos ciudadanos que exceden la empleabilidad;

Empleabilidad como apellido del derecho humano a la educación

En la tercera Conferencia Mundial de Educación Superior (CMES,2022) se terminó de legitimar el complemento restrictivo para el derecho a la educación. El movimiento social pedagógico internacional había logrado posicionar el paradigma del derecho humano a la educación a lo largo de la vida, que comportaba la exigencia a los estados nacionales de garantizar el acceso oportuno a sistemas escolares y universitario. Esto implicaba, acceso a cualquier edad -aunque existieran modalidades para ello- independientemente del origen social, creencia religiosa o política, color de piel e incluso si era nacional, migrante o refugiado. La educación era desde estos principios una herramienta para la construcción de ciudadanía crítica en cualquier momento de la vida.

En la CMES 2022 se habló del derecho humano a la educación a lo largo de la vida para la empleabilidad, abriéndose peligrosamente a la razón económica. La expresión última de esta variante sería que se te garantiza el derecho a educarte siempre y cuando compruebes que lo aprendido te va a servir para acceder a un lugar de trabajo. Esta perspectiva es la que subyace en iniciativas como la que realiza Google y que ya comienzan a plantearse Meta y otras empresas. La forma como construye hegemonía este camino de espinas sin rosas, es la micro acreditación.

La forma como la racionalidad economicista toma cuerpo en el derecho a la educación tiene su expresión máxima en las exigencias del Contralor General de la República de Panamá (2025), al plantearle a la Universidad de Panamá (UP) revisar – ¿o excluir? – los casos de los estudiantes mayores de 30 años que cursan estudios en esta institución, porque ello -a juicio del contralor- constituyen despilfarro de recursos públicos o una muestra de uso ineficiente para la empleabilidad. Claro ello ocurre en el marco de un conflicto social generalizado, en el cuál los estudiantes universitarios tuvieron un protagonismo especial en la defensa de la soberanía y defensa de los regímenes solidarios de seguridad social.

A veces, los agregados limitan y no amplían derechos, eso lo deberíamos tener claro a la hora de las disputas desde una perspectiva de los excluidos, pobres y las clases subalternas. El derecho humano a la educación debe ser a lo largo de la vida para la ciudadanía integral crítica.

Formación para la empleabilidad en las propias empresas

Las dificultades para iniciar una transición sostenida del paradigma disciplinar al transdisciplinario, y ahora a la convergencia heurística, está haciendo que se multipliquen las iniciativas de formación corporativa de la fuerza laboral.

En el año 2008 se crea La Universidad de la Singularidad (SU, por sus siglas en inglés). No es una universidad formalmente establecida, porque asume una estructura funcional distinta a las IES clásicas, hecho que seguramente no le permitiría su acreditación formal. Tiene un diseño organizacional de centro de investigación que complementa con formación.

Creada por Ray Kurzweil -el gurú del transhumanismo y director de ingeniería de Google- y Peter Diamandis, su actividad central no está orientada al gran público sino a los decisores nacionales e internacionales. Parten de la premisa que uno de los problemas que impidió evolucionar del paradigma disciplinar al transdisciplinario, transformar el organigrama centrado en facultades y la cultura de compartimentación de saberes, se debió a la incapacidad que había tenido el liderazgo para comprender las dimensiones, alcance y sentido del cambio propuesto. Al evidenciar que el giro de la cuarta revolución industrial va a ser mucho más drástico, enfatizan en la formación de alto nivel. Sus estudiantes son candidatos a ministros, directores de departamentos, jefes de organizaciones políticas, tecno-políticos en general. En la actualidad su actividad abarca más de 70 países.

Los antecedentes que llevaron a justificar la creación de la Universidad de la Singularidad son el cambio tecnológico exponencial (tasas de aceleración que desafían los marcos universitarios), la necesidad de liderazgo adaptativo (brecha entre líderes lentos formados en paradigmas disciplinares versus pensamiento disruptivo, ágil y colaborativo), inspiración en la singularidad tecnológica(punto de transformación del concepto humano) y modelo Silicon Valley (emprendimiento innovación rápida, impacto global, ruptura de estructuras educativas rígidas).

En consecuencia, procuran educare inspirar a líderes, emprendedores y organizaciones, abordar desafíos globales, fomentar ecosistemas colaborativos y sustituir los arquetipos disciplinares para la generación de innovación. En su visión del trabajo creativo, de enseñanza y aprendizaje, postulan una matriz transdisciplinaria y convergente, sistémica y heurística para la construcción de conocimiento asociado a la creación.

Es decir, Singularity University (SU) es un proyecto del capital para garantizar una adecuada, oportuna y eficiente gestión del cambio en general y universitario en particular. Esto se complementa con otras iniciativas de formación empresarial de la fuerza de trabajo de base.

El 17 de julio de 2025 la revista Forbes publicó un trabajo de Jason Wingard sobre la promesa de Google de crear una fuerza laboral de educación superior. En este artículo señala que “las grandes tecnológicas no están esperando a la educación superior: la están remplazando”. Solo dos días antes Google había anunciado la iniciativa en el marco de la Cumbre de Energía e Innovación de Pensilvania, con el lema “AI Works for América”, la cual tiene previsto desarrollarse en los cincuenta estados de la unión.  El autor se pregunta ¿qué sucede cuando empresas como Google dejan de publicar anuncios de empleo y comienzan a construir su propia fuerza laboral desde cero?

Unos años atrás, el Ex – CEO de Google Eric Schmidt publicaba su libro “Cómo trabaja Google” (2015), en el cual destaca como puntos claves la cultura de la innovación, la contratación estratégica de talento excepcional(habilidades técnicas, creatividad y alineación cultural con la empresa), toma de decisiones basadas en datos, estructura organizativa flexible, visión a largo plazo, para lo cual han establecido una gestión colegiada mediante un triunvirato conformado por los fundadores de Google Sergey Brin, Larry Page y el propio Eric Schmidt. En su libro destaca, las dificultades crecientes que tenía la empresa para ubicar profesionales con capacidad adaptativa, creativa y que acompañara la evolución interna. La clave para Schmidt es la cultura de la innovación, algo que cada vez ve más distante en la formación universitaria clásica y se vincula a lo que hemos denominado como convergencia heurística.

Desde esta visión corporativa, para Schmidt existe un desajuste entre la educación universitaria y las demandas del mercado, producto de las dificultades que tiene los egresados para desarrollar aprendizaje continuo y flexible, especialmente por el impacto de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) en la educación, elementos que conflictúan con los esquemas de meritocracia y evaluación basada en resultados que implementan las empresas tecnológicas. Se podría contrargumentar que la universidad tiene una función social y su tarea no es complacer al sector empresarial de la innovación, lo cual es una verdad a medias, porque quienes dicen eso suelen suscribir los acuerdos de los gobiernos para colocar la empleabilidad como eje central de las instituciones de educación superior. Más aún, si revisamos la estructura curricular de la mayoría de carreras profesionales, a pesar que existen principios de responsabilidad y compromiso social, el eje lo tiene la formación para el empleo.

Se necesita romper con cierta hipocresía conceptual que usa lo social cuando se quiere parecer progresista, mientras se avanza en la transformación de la extensión como una ventana para la obtención de financiamiento mediante la venta de servicios, dejando cada vez a un lado la energía y focalización que requiere la transformación social. Como lo señalamos, elementos de la cultura evaluativa neoliberal (bibliometría, acreditación, ranking, modelo de movilidad académica y políticas de reconocimiento de título) cada vez producen una alineación mayor de las instituciones de educación superior con las demandas del mercado y no de la ciudadanía. Claro que existen resistencias, voces de denuncias, hitos significativos de protestas ante esta dinámica, pero no se ha logrado revertir la tendencia.

Wingard (2025) afirma que Google procura darles a sus estudiantes una oportunidad real de empleo y desarrollo profesional, algo que hoy no ofrecen los sistemas universitarios, precisando que “no es altruismo, es dominio del mercado”. La posición de este analista resume la lógica de una parte importante de la dirección empresarial del presente, especialmente del campo tecnológico.

La formación profesional que hoy se desarrolla desde las universidades, formalmente está pensada para la empleabilidad, pero en realidad lo hace desde los principios, esquemas y estereotipos de las dos primeras revoluciones industriales, la administración pública y el diseño de puestos de trabajo gubernamentales, lo cual no es equivocado per se. El problema es que -en los últimos dos casos- el eje de las reformas estatales que impulsó desde los ochenta del siglo XX el neoliberalismo, propició el achicamiento del Estado, poniendo de relieve la potencialidad del emprendimiento y la autogestión de la vida, así como el carácter dinámico y cambiante de los puestos de trabajo en el sector privado de la economía. Las tensiones que esto generó condujeron a un esquema de adaptabilidad de las IES, procurando conseguir un punto intermedio, entre los requerimientos de los sectores público, privado y la ultra flexibilización del emprendimiento; el resultado un híbrido que no complace a casi nadie.

Además, a pesar de la moda de formación gerencialista en las universidades que conocimos en los 70s. 80s y 90s, en las últimas dos décadas el manejo de datos, la inteligencia artificial generativa y los modelos de gestión abierta han operado un cambio sustantivo en la noción clásica de gestión, algo que pareciera no haber tomado debida nota la universidad.

Lo que hoy vemos, expresado en la iniciativa de Google en Pittsburg, pareciera ser es un movimiento que tiende a expandirse, abriendo de manera nítida una nueva fase escalada de la formación profesional en las propias empresas.  Si solo fueran un grupo atolondrado de CEOs corporativos quienes estuvieran impulsando este movimiento, quizá no tendríamos tanto de que preocuparnos. Pero este es un discurso que ha permeado a instancias como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), como se evidencia en la entrevista que Juan David Olmos le hiciera a la especialista en educación de ese organismo Mercedes Mateo (2019), que encabeza con la frase “el diploma universitario se está quedando obsoleto”. Señala Mateo que a diferencia del pasado cuando la estabilidad en un puesto de trabajo era parte de la cultura laboral, hoy un egresado universitario puede tener un promedio de “15 empleos distintos en su vida … eso quiere decir que cada tres o cuatro años, más o menos debe inventarse, actualizar sus competencias y adaptarse a las exigencias de un mundo cambiante” (Revista semana, 4 de julio de 2019). Agrega que las competencias blandas son requeridas y que la formación en ese sentido es precaria, citando el Informe de Manpower Group de ese año que indicaba que el 50% de las empresas no encuentran el personal que requieren, a pesar de contar con profesionales que si deberían poseerlas.

Las ideas de Mateo sugieren varias cosas. Primero, la disposición de las grandes empresas de asumir el diseño y los costes de la formación en competencias y habilidades que las universidades no enseñan, lo cual auspicia la tentación empresarial de tomar las riendas de la formación profesional y calificada que requieren. Segundo, la demanda de competencias y habilidades es cambiante, lo cual implica el rediseño de la formación continua y la puesta en marcha de procesos de validación de títulos cada 3 a 6 años; esta actualización ha pretendido ser impulsada en las IES con el formato de la Bibliometría, pero como lo comentamos en el artículo anterior eso no se ha logrado. Tercero, en la transición entre el modelo profesional actual a cargo del sector universitario hacia el autogestionado por las empresas, la micro acreditación y las micro credenciales aparecen como la interfase, que puede lograr no solo pivotear el problema sino hacer traspaso del lugar de ejecución de la formación para el empleo.  Cuarto, el impacto político y social de esto es tremendo, por lo cual se requiere el emerger de nuevos actores políticos que lo pongan en marcha, es decir una ola neoconservadora, iliberal que disipe cualquier rasgo en el ADN social asociado al Estado de Bienestar Keynesiano. Eso lo encarna el auge de la ultraderecha, con gobiernos como el de Milei y Trump que disuelven y reconfiguran el ministerio de educación o el departamento de Educación, rompiendo con más de 100 años desde que comenzaron a constituirse y expandirse en la región, como expresión -en distintas medidas y con desarrollos desiguales- del derecho humano a la educación. Los ataques de Milei y Trump a las universidades, no son desafueros personales sino parte de una política estructural de desmantelamiento de los sistemas escolares y universitarios, como lugar de enunciación de la formación profesional.  Quinto, el rol de la universidad está siendo transformado de lugar para la docencia, investigación y universidad a sitio para la validación de los micro aprendizajes obtenidos fuera de su esfera; no es lo mismo acreditar aquello que ha sido parte de la formación que otorgar micro credenciales a procesos que incluso no se realizan en universidades; aunque hoy el porcentaje de micro créditos es bajo, se corre el riesgo de ir ampliándose la banda. Sexto, todo esto requiere una externalización de los mecanismos de validación de la micro acreditación, haciéndolos parecer universitarios, cuando en realidad están localizados fuera de su esfera.

Esta lógica, que se presenta como requerimiento sectorial, tiende a transformar la ontología y epistemología universitaria, abriendo paso a nuevos paradigmas de la formación profesional que pueden cambiar radicalmente lo que hoy conocemos como universidad.

Renovación del desarrollo organizacional y un nuevo know-how para la empleabilidad

En 1961 el reconocimiento social del docente era superior al actual, aunque los salarios siempre hayan sido bajos para la digna tarea que desempeña. En estas seis últimas décadas se han agregado asignaturas, eliminado o fusionadas otras, pasando de la pizarra para trabajar con tiza, a la acrílica con marcadores, las proyecciones dinámicas y ahora las aplicaciones con inteligencia artificial. El timbre escolar sigue sonando con el mismo tono y los uniformes escolares no han cambiado mucho, los bloques horarios no se diferencian mucho a los del pasado e inexplicablemente sigue existiendo la comisión de disciplina. Ingresé a la educación primaria en 1967 y el organigrama institucional colgado en la ofician del director sigue siendo el mismo, aunque desde ese momento a la actualidad, varios de ellos han fallecido después de ocupar el cargo. Las materias se organizan y se facilitan por disciplinas, la lámina del sistema solar no se enteró del periodo en el cuál Plutón fue degradado a planetoide, los libros de texto hablan poco del fitoplancton dejándole toda la tarea de preservar el oxígeno a las plantas.

En la década de los ochenta ingresé a la universidad formadora de docentes, donde el paradigma disciplinar había escalado al punto de fragmentar la pedagogía. La didáctica se enseñaba separada del currículo, la evaluación de la gestión del aula y la planificación era normativa. La innovación se abordaba como recursos instruccionales y la curricularización de la formación dejaba poco margen para integrar y crear, a pesar que estaba de moda la correlación de objetivos, transversalidad e integralidad.  No se enseñaba el impacto de los modelos de gestión empresarial en la docencia, aunque luego en la maestría de gerencia estudiáramos a Goleman, Peter Senge y la gestión de calidad total. En el pregrado, maestría y doctorado pensar en sistemas escolares y universitarios alternativos parecía un disparate, pero eso sí todo el mundo procuraba ser un docente informado.

De esta rutina, recién comenzó a ocurrir una fuga masiva de la matrix disciplinar con la pandemia del covid-19, aunque era patético el papel de los coordinadores de departamento supervisando el cumplimiento (cumplo y miento) de los horarios por medio de pantallas, como si lo presencial y virtual tuvieran los mismos ritmos y metódicas de trabajo. Eso sí, la pandemia sacudió a las universidades, pero como suele ocurrir después de un terremoto, de lo que se trata es de hacer control de daños, reconstruir para volver a lo conocido.

Lamentablemente, el sector empresarial, bancas de desarrollo, las grandes corporaciones tecnológicas y espacios como el WEF fueron quienes comenzaron a hablar de un nuevo performance pedagógico, de un nuevo know-how docente. Nuevamente las demandas de transformación implicaban una transferencia de lo político-económico a lo educativo.

Una integración de las características más solicitadas de know-how docente son las competencias digitales integradas y críticas (en sentido pedagógico), con manejo suficiente de plataformas, inteligencia artificial generativa, datos masivos (big data), realidad aumentada, sesgos algorítmicos, ciberactivismo educativo; el pensamiento sistémico y heurístico, para trascender el paradigma disciplinar y alcanzar una comprensión abierta y compleja de la realidad; aprendizaje permanente (lifelong learning), donde la formación continua es realmente a diario y el saber docente es abierto a nuevas, sin afirmaciones concluidas, haciendo manejo creativo de la incertidumbre; capacidad de colaboración sincrónica y asincrónica, presencial, virtual o híbrida; uso pedagógico de datos (data literacy) para el análisis de patrones de desempeño escolar y anticipación de dificultades, personalización del aprendizaje y toma de decisiones situadas; innovación didáctica continua que permita la creación de secuencias pedagógicas, evaluación alternativa (gamificación, portafolios digitales), microaprendizajes y manejo adecuado del error en la experimentación; gestión del conocimiento y creación colectiva  para superar la lógica de consumo de ideas, conocimientos y paradigmas; capacidad de comunicación multicanal y multimodal para diversificar la interacción con los estudiantes, entre otros.

Cuando hago el trabajo de recuperación de expectativas de know-how laboral, claramente me doy cuenta que estas superan las capacidades institucionales de la media de universidades, por razones que van desde la desinversión gubernamental hasta las rutinas como expresión del que hacer. Por supuesto que en la lógica del capital el compromiso social no aparece, ni la lucha de la universidad por la justicia social, la ecología y la igualdad de género. Es como si las IES fueran simples extensiones de la fábrica, empresa u oficina de los CEOs tecnológicos. Pero el capital sabe que en la medida que avancen las dinámicas de la cultura evaluativa neoliberal (bibliometría, acreditación, rankings, modelo de movilidad académica y reconocimiento de títulos) será mucho más fácil suprimir el pensamiento crítico anti sistema. El problema es que por ese camino podemos llegar al delete de la propia universidad presencial.  

  • 6. Conclusión

La universidad quisiera “pasar agachada” en esta situación, como el alumno que no estudió y trata de hacerse invisible para que no le pregunten en el interrogatorio y verse afectado en la calificación, o el niño que juega al escondite tapándose la cara con su pequeña mano pensando que todo se cuerpo está oculto, o peor aun asemejando a los mentalistas de la nueva era, quienes piensan que, si no se habla del tema … ello no ocurrirá.

Claro que es posible transformarla, pero ello demanda un equilibrio creativo entre voluntad y conocimiento. Paradójicamente la universidad pareciera contener más voluntades que experticia, respecto a cómo producir un quiebre a las lógicas de producción y reproducción disciplinares.

Precisamente, por distintas razones, desde lo empresarial pero también desde lo popular y clasista la disciplinariedad es algo que había que superar, como ahora lo es la ampliación del paradigma transdisciplinario para dar paso a la convergencia heurística. El problema es que para avanzar tenemos que pensar la universidad “patas arriba” saliendo de la comodidad de lo conocido.  ¿nos atrevemos?

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[1] Profesor visitante en la Universidad Federal de Sergipe (UFS) de Brasil. Director de Investigación del Centro Internacional de Investigación Otras Voces en Educación. Integrante del Movimiento del Congreso Mundial contra el Neoliberalismo Educativo

[2] Técnicas que simulan el proceso de selección natural, a partir de un baremo de posibles soluciones cuyo uso evoluciona a partir de las distintas generaciones de eventos de selección, cruce y mutación digital.

[3] Es una técnica de orden interactivo, que comienza con una solución, procurando mejorarla al compararla con otras soluciones similares, con memoria de corto plazo que no permite (tabú) aproximarse a soluciones ya exploradas.

[4] Simulación que permite aceptar las peores soluciones con carácter temporal, escapando de la entropía de la decisión óptima no lograda.

[5][5] Esto no es solo un problema productivo, si básicamente de geopolítica del poder, porque previo se deben resolver el impacto de las fábricas 4.0 en los flujos de dinero y su impacto en la fianciarización de la economía.  Estos procesos se expresan hoy en las tensiones comerciales entre EEUU-China, EEUU-Unión Europea, Europa-Rusia, EEUU-BRICs, entre otros. Mi hipótesis de trabajo es que estas tensiones tienden al acuerdo, no a la resolución por la vía de una nueva guerra a escala global, lo cual no descarta guerras locales como parte de estas tensiones.

[6] Firmada por los ministros de educación de Francia, Italia, Alemania y Reino Unido, plantea la urgencia de armonización de la arquitectura de los sistemas de educación superior, la promoción de la movilidad estudiantil y profesional, el reconocimiento de cualificaciones y créditos, el fortalecimiento de la competitividad europea, la cooperación y la promoción de la calidad educativa, una identidad europea en la educación superior. Desde nuestra perspectiva, la Declaración de la Sorbona es una respuesta de países europeos con pretensión hegemónica, al curso Latinoamericanista que venía teniendo los debates previos y deliberaciones de la Conferencia Mundial de Educación Superior, especialmente en temas como autonomía y libertad de cátedra, financiamiento público de la educación superior, la educación como derecho humano, entre otros. Es una lectura de ensamblaje con la globalización neoliberal, no de resistencia.

[7] El Programa Erasmus, acrónimo de las European Región Action Scheme for the Mobility of University Students, inició el 15 de junio de 1987, con énfasis en el modelo de movilidad académica de la cultura evaluativa en la era neoliberal. En 2014 evolucionó a Erasmus+, operando en ciclos plurianuales (actualmente 2021-2027). Procura promover la competitividad mediante la promoción de la movilidad educativa (profesores, estudiantes, personal administrativo), mejorar la calidad educativa y los indicadores de la cultura evaluativa en la educación superior (calidad, pertinencia, innovación, impacto y eficiencia), aumentar las posibilidades de empleabilidad de los egresados, promover la internacionalización de la educación superior, apoyar el aprendizaje permanente mediante el modelo de micro credenciales. Erasmus financia proyectos vinculados como MICROBOL, CertDigital y el DC4EU, a partir d ellos cuales propuso un Marco Común Europeo para Microcredenciales. El programa de Erasmus de Alianzas para la Innovación de Erasmus+ desarrolla e implementa una estrategia con las empresas privadas para el desarrollo de micro credenciales de interés para el sector generador de mercancías y servicios. Erasmus promueve el Europass con tecnología Blockchain. Un tema de especial atención para la próxima Conferencia Ministerial del EEES (2027) serán las micro credenciales.

[8] Por ejemplo, una materia o asignatura con 6 créditos ECTS puede estar conformada por 30 horas de trabajo presencial en las aulas, 60 de estudio individual, 30 de prácticas y 30 de estudio para las pruebas, para un total de 150 horas acreditables.

[9] La versión más reciente a la que hemos tenido acceso es a la de 2015

[10] Catálogo de asignaturas, em el cuál están contenidos los programas, asignaturas, resultados de aprendizaje y créditos ECTS por institución.

[11] Es el acuerdo de aprendizaje o contrato entre el estudiante, la institución de origen y la de destino, donde se especifican los cursos a desarrollar y su valor en términos de créditos reconocidos. Los modelos de maestría y doctorado interinstitucionales han popularizado y fortalecido este modelo.

[12] Suplemento al título donde se detallan las competencias adquiridas y los créditos ECTS, para posibilitar la comparación de cualificaciones.

[13] Registro oficial de las calificaciones, así como de los créditos obtenidos por cada uno de los estudiantes. Durante la Conferencia Mundial de Educación Superior (2022) de Barcelona, organizada por UNESCO, el debate se centró en los mecanismos de registro, siendo prácticamente aceptado sin mayores resistencias el curso de la micro acreditación. Por ejemplo, los alemanes mostraban resistencias respecto al uso del Blockchain para estos fines, mientras algunos países asiáticos y latinoamericanos lo veían con simpatía.

[14] Calidad de la Microacreditación en el Área Europea de Educación Superior

[15] Proyecto de universidades españolas junto a universidades europeas para la promoción de la digitalización de credenciales, su interoperabilidad, la integración con ECTS, la portabilidad de micro credenciales en sistemas como el European Digital Identify Wallet (EUDIW), la calidad asociada al ESG, a partir de las Recomendaciones del Consejo de la Unión Europea sobre Micro credenciales (2022).

[16] El Digital Credentials for Europa (DC4EU) es un proyecto de 24 meses (2023-2025) que involucra a 80 organizaciones del espacio europeo de universidades y más (Ucrania, Noruega, entre otras), centrado en implementar el European Digital Identity Wallet (EUDIW). Su propósito avanzar en infraestructura sólida y confiable para la implementación de las micro credenciales, la interoperabilidad y escalamiento del sistema, el fortalecimiento del modelo de movilidad estudiantil y académica, el logro de estándares de privacidad y confianza, la estandarización de procesos. El DC4EU usa como referencia la micro credencial ECTS de 1 crédito equivalente a 25-30 horas de trabajo.

[17] El Grupo Crue-RUEPEP no es una entidad formalmente establecida, sino la expresión de un esfuerzo de convergencia para la normalización y estandarización de la micro acreditación orientada a la empleabilidad.

[18] Agrupación de universidades españolas

[19] Red Universitaria de Estudios de Posgrado y Educación Permanente. Se reúne de manera anual, siendo la asamblea del 26 de marzo de 2025 en la Universidad de Oviedo su cita más reciente. Suele trabajar con la agencia española de acreditación ANECA y los espacios universitarios europeos.

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