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El auge del entretenimiento digital responsable en América Latina

El auge del entretenimiento digital responsable en América Latina

Damian R Natalichio

Durante los últimos años, América Latina ha sido testigo de un cambio significativo en la manera en que las personas acceden al entretenimiento. Con el crecimiento del acceso a internet, la digitalización de servicios y la popularización de plataformas móviles, actividades como el juego en línea, el streaming de contenidos y las apuestas deportivas se han convertido en parte del día a día para millones de usuarios.

Sin embargo, este auge tecnológico también trae consigo un llamado a la responsabilidad. En el caso particular de las plataformas de apuestas deportivas y juegos de casino en línea, es fundamental entender su impacto social, económico y ambiental para fomentar un uso consciente y equilibrado.

Transformación digital con rostro humano

Las plataformas modernas de entretenimiento digital ya no son simples espacios para apostar o jugar. Han evolucionado para ofrecer experiencias personalizadas, herramientas de control del tiempo y gasto, y entornos más seguros para los usuarios. Además, muchas de ellas están comenzando a asumir un compromiso con la sostenibilidad, la educación financiera y la promoción del juego responsable.

Esto implica no solo regular el acceso mediante verificación de edad o límites de depósito, sino también informar al usuario sobre los riesgos y brindar asistencia a quienes puedan estar desarrollando comportamientos compulsivos. Desde esta perspectiva, el entretenimiento deja de ser una actividad meramente pasiva para convertirse en una oportunidad de desarrollo consciente.

Una oportunidad para el desarrollo económico local

El crecimiento de estas plataformas también ha tenido un impacto positivo en la economía local de países como Chile. Al generar empleos digitales, fomentar alianzas con medios deportivos y colaborar con desarrolladores de software regionales, se está creando un ecosistema digital que impulsa la innovación y la tecnología en la región.

Además, el acceso a plataformas de apuestas deportivas ha despertado un interés renovado por las ligas y equipos locales, dándoles visibilidad y apoyo económico. Para muchos emprendedores, estas plataformas representan un nuevo modelo de negocio digital que puede funcionar incluso en contextos donde las oportunidades tradicionales son limitadas.

Consideraciones ambientales en la era digital

A menudo se pasa por alto el impacto ambiental del entretenimiento digital. Aunque no es tan evidente como el de industrias extractivas o manufactureras, el funcionamiento constante de servidores, el consumo energético de los centros de datos y el ciclo de vida de los dispositivos utilizados pueden tener una huella ecológica considerable.

Por eso, algunas plataformas han comenzado a implementar prácticas más sostenibles, como el uso de servidores energéticamente eficientes, la compensación de emisiones de carbono o el diseño de interfaces que reduzcan el consumo de datos móviles. Desde el lado del usuario, también es posible contribuir eligiendo horarios de uso responsables, limitando el tiempo frente a la pantalla y optando por plataformas que demuestren compromiso ambiental.

Educación digital y uso saludable

Uno de los retos más grandes que enfrenta el entretenimiento online es el de la educación. No basta con tener acceso: es fundamental que los usuarios sepan cómo interactuar con estas plataformas de forma informada. Esto incluye desde la comprensión de términos y condiciones, hasta el conocimiento sobre probabilidades, gestión de riesgos y límites personales.

En este sentido, es muy valioso que algunas plataformas integren recursos educativos dentro de su experiencia de usuario. Al ofrecer simuladores, tutoriales y alertas de tiempo de juego, se fomenta una cultura digital más consciente y saludable, alineada con los valores de sostenibilidad social que promueve EcoPortal.

Mirando hacia el futuro

A medida que el entretenimiento digital sigue creciendo en América Latina, es vital que lo haga de la mano de valores como la transparencia, la inclusión, la sostenibilidad y la ética. Las plataformas de juego y apuestas en línea tienen la responsabilidad, y también la oportunidad, de liderar esta transformación positiva.

El futuro del entretenimiento en línea no será únicamente definido por la tecnología, sino por las decisiones colectivas que tomemos como sociedad: cómo regulamos, cómo educamos, y cómo consumimos. Si logramos equilibrar innovación con responsabilidad, estaremos construyendo no solo una mejor experiencia digital, sino también un entorno más justo y sostenible para todos.

Fuente de la Información: https://www.ecoportal.net/econciencia/entretenimiento-responsable/

 

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Conocimiento Libre: No urge llevar las nuevas tecnologías al aula: lo urgente es fortalecer una educación que fomente el pensamiento, la crítica y la acción

No urge llevar las nuevas tecnologías al aula: lo urgente es fortalecer una educación que fomente el pensamiento, la crítica y la acción

El desarrollo actual de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) y su creciente nivel de influencia sobre vastos sectores de la población, parecen favorecer el establecimiento social de dos posturas extremas que se generan como correlato a dicho desarrollo. Por un lado, la tecnofilia, o afición a la tecnología y a sus dispositivos (smartphones/computadoras/internet de las cosas y los cuerpos); actitud relativa a personas que dependen en forma excesiva del uso de la tecnología, que se acompaña por la introducción, consciente o inconsciente, de las NTIC en cada vez más actividades cotidianas (de las que no solía hacer parte). Podemos notar que la tecnofilia empieza a ser tratada como consumo problemático al no estar relacionada solo con la elaboración de argumentos que defiendan el rol de las NTIC en la sociedad, y su equiparación con los paradigmas del progreso y la prosperidad, sino, más frecuente y peligrosamente, acompañada por la predisposición que hace priorizar el uso e implementación de dispositivos tecnológicos por sobre otro tipo de herramientas o elementos de asistencia a las distintas actividades humanas, y que profundiza un aislamiento social que se disfraza de conexión (sin implicación real) Esta tecnofilia tiene, por supuesto, sus exponentes en el sistema educativo.

En el extremo opuesto se distingue la tecnofobia; entendida como el miedo o aversión hacia las nuevas tecnologías o dispositivos complejos, especialmente aquellos caracterizados por su portabilidad y, por ende, por una omnipresencia socialmente fomentada. A pesar de que son numerosas las interpretaciones realizadas sobre este concepto, parece ser más complejo puesto que la tecnología sigue evolucionando a un ritmo imparable. Las fobias suelen relacionarse con el miedo irracional pero, en este caso, parece primar una vinculación con la experiencia concreta y el reconocimiento de las muy cuestionables consecuencias sociales del avance de las NTIC en nuestras vidas.

Resulta necesario aclarar que, tras el establecimiento de dichas posturas, que desde luego se manifiestas en prácticas heterogéneas y ambiguas, se intenta captar el comportamiento social contemporáneo. En otras palabras, dirigir nuestra atención hacía la relación que los seres humanos construimos con los objetos, y no a caracterizar dichos objetos. La tarea docente en la actualidad no escapa a estas prácticas sociales, ni a los debates que pueden generarse entre estas posturas (ya sea en sus versiones extremas o intermedias). Quizás no esté de más recordar que, la educación fue uno de los sectores en los que con mayor vértigo se introdujo la dependencia frente a las NTIC en el contexto del aislamiento social pandémico. Desde entonces, las particulares formas de teletrabajo que penetraron en nuestros hogares reforzaron la ya dramática precarización docente (lo que es asunto de otro debate) haciendo que las NTIC se convirtieran en el único y obligado “medio” de enseñanza. Hoy, vemos con preocupación que muchas de estas prácticas de naturalización de la extensión de las labores docentes (especialmente en tiempos de trabajo dedicados a leer y responder e-mails y whatsapps, subir y revisar trabajos en classroom) son un punto de discordia entre la docencia tecnofila y tecnofoba. Por no hablar, por ahora, del impacto de las NTIC en las y los estudiantes.

Vale reiterar que el señalamiento de estas posturas extremas que, repito una vez más, puede no corresponder con exactitud a la realidad (aunque casos los hay) no es más que una excusa para enmarcar el objetivo de reflexionar sobre las implicancias que tienen las formas, frecuencias, modalidades y usos que establecemos los seres humanos para servirnos o beneficiarnos del desarrollo tecnológico, entendido este como producto del trabajo social y consecuente con la acumulación de conocimiento social. Ese “uso” corresponde, más allá de preferencias individuales, a patrones político-culturales que pueden y suelen ser estimulados o impulsados desde las instancias de poder. Eso nos invita a concebir que tales usos pueden también conllevar perjuicios y que quienes accedemos a las NTIC no estemos exentos de convertirnos en servidores mientras creemos que nos estamos sirviendo de sus usualmente gratuitos favores. Estimo que esa perspectiva puede encauzar de otra forma el debate sobre las NTIC en el aula, que entiendo imprescindible para pensar la educación actual y, en consecuencia, la futura. Esta advertencia apunta a remarcar que las NTIC en sí mismas no van a brindar las respuestas a los cuestionamientos que las y los docentes del presente nos hacemos sobre los sentidos de la educación; esa es más bien una tarea y un deber ineludible que marca esta etapa.

Las NTIC en la educación actual

Entiendo el concepto de digitalización como una categoría que intenta captar las variables que, en términos de relaciones sociales, pueden desarrollarse frente a la disponibilidad y el uso que distintos sectores de la población pueden tener de las NTIC, midiendo su nivel de repercusión en términos de la frecuencia y calidad de la accesibilidad que se tiene a estas tecnologías, y no de la filiación, comodidad o aversión que individualmente puede generarse frente a su uso (y no ante el objeto en sí mismo). Puntualmente, estimo que el nivel de implementación que las NTIC tienen o pueden tener en los espacios educativos es una perspectiva pertinente para concretar esta premisa de análisis.

Poco conducente resulta la pregunta simplificadora de si son buenas o malas las NTIC en el aula. Más fructífero es el cuestionamiento sobre las potencialidades y los posibles riesgos que puede generar su uso por parte de docentes y estudiantes, en relación a la tarea educativa y a los objetivos propuestos, según cada instancia del proceso de enseñanza-aprendizaje. En este orden de ideas, es válido referir dos aspectos particulares, de entre varios posibles, de concreción del uso de las NTIC en el aula, que postulan, ambos, las citadas potencialidades, pero también permiten reconocer ciertos riesgos que atentarían contra la consecución del fin educativo.

En primer lugar, debe tenerse en cuenta que una de las ventajas que ofrece la implementación áulica de las NTIC es la ampliación de la información disponible. Esto se acrecienta en aquellos ámbitos en donde el acceso a internet se complementa con la disponibilidad de plataformas de conexión portátil para cada estudiante. Así, no solo se aumenta la información inmediata a la que pueden tener acceso estudiantes y docentes, sino que también se diversifica en relación a las fuentes o lugares de enunciación que subyacen a dicha información, así como a los medios de transmisión.

Suele pensarse que la información impresa (en libros de texto normalmente) tiene mayor rigor, ergo verosimilitud, que aquella transmitida vía soporte digital. No se trata de defender una u otra, sino de reflexionar sobre el hecho de que la validez no se limita a los medios por los cuales la información se difunde, sino que hace a los contenidos de la misma. En las condiciones actuales de desarrollo de la industria editorial resulta totalmente válido cuestionar la pretendida objetividad que se supone como soporte de las editoriales tradicionales que monopolizan los mercados de textos escolares. De más está decir que tal objetividad es una construcción social que no escapa a la inequidad de las relaciones sociales que fundamentan las relaciones económicas, articulando sus intereses a la construcción de sentidos y saberes acordes con el mantenimiento de dicho sistema. Pero, estas reflexiones válidas para la industria editorial lo son también para los monopolios que actualmente controlan la información que circula en internet. Hoy resulta fácilmente cuestionable aquella promesa de ampliación democratizada del conocimiento por la supuesta amplitud que generaba internet. Muy por el contrario, sabemos que son muy pocas las grandes compañías con capacidad real de imponer contenidos en la web. Sabemos que no se trata de una proscripción de fuentes sino, al contrario, de una masificación e intensificación que no solo confunde sino encapsula realidades a la carta según el perfil algorítmico de cada usuario. El riesgo latente de esta dinámica de ampliación de la información está relacionado con la infoxicación, entendida como saturación y exceso de información disponible a tal punto de perjudicar las posibilidades que el sujeto (ya sea docente o estudiante) tiene de procesarla para construir conocimiento. En consecuencia, la ampliación de información disponible que permiten las NTIC no está generando en sí misma una ruptura del monopolio del saber; por el contrario, las formas socialmente naturalizadas para vincularnos con esa información favorecen una vinculación ceñida a la inmediatez y la superficialidad, y con ello, se obstruye la construcción del conocimiento, la capacidad para cuestionar los fundamentos de aquellos poseedores de la información, la posibilidad de identificar lo que se difunde bajo la falsa premisa de ser válido, y la necesidad incluso de cuestionar la base misma del poder; en otras palabras, se legitima la digitalización de la vida.

Desde luego, el manejo posible de este riesgo no debería enfocarse hacia la restricción de la información disponible, sino al mejoramiento de las herramientas epistemológicas y hermenéuticas ofrecidas a las y los estudiantes para que puedan relacionarse con toda esa información: mediante la contextualización, el contraste, la controversia y la depuración de los datos con que se cuenta para construir conocimiento. La pregunta para hacerse sería si entendemos que en lo inmediato, las y los educandos pueden por sí mismos y de forma individual fortalecer esas herramientas de uso crítico de las NTIC o si, por el contrario, vemos que socialmente se impone un uso acrítico ante el cual a la escuela le corresponde una tarea transformadora concreta.

Por otra parte, un segundo aspecto muy difundido frente a la implementación áulica de las NTIC está relacionado con las ventajas que ofrece la introducción de plataformas audiovisuales como recursos de la enseñanza; no en pocas ocasiones entendida como una estrategia didáctica que enriquece la dinámica y participación en el aula (aunque en otras ocasiones defendida con el argumento del dinamismo que le otorga la capacidad de combatir el aburrimiento del estudiantado o con la familiaridad de la digitalización como parte de la vida de las infancias y juventudes del presente). Sabemos que es una estrategia didáctica pero, al mismo tiempo, el medio audiovisual puede ser un potente dispositivo de concreción de los contenidos de aprendizaje.

En general, la capacidad de abstracción requerida para el aprendizaje determinado por categorías conceptuales es el producto de un proceso de ampliación de los esquemas de conocimiento. Categorías como sistema, poder, estructura, por citar solo algunos ejemplos, son abstracciones de difícil comprensión. La concreción que permite una imagen favorece esta construcción del conocimiento abstracto, pues permite posar las categorías sobre experiencias sensorialmente perceptibles (imágenes de películas, fotografías, etc.) que después catapulten la posibilidad de —una vez reconocido el concepto a través de un ejemplo concreto—, lograr el distanciamiento conceptual de la categorización social del fenómeno en general.

El riesgo de la inserción en el aula de las NTIC está enfocado, no en el objeto o plataforma misma, sino en el tipo de relación de aprendizaje que se habilite con ellas. Una manifestación de este riesgo se relaciona con la individualización de la construcción del conocimiento, tras la cual cada estudiante termine viéndose compelido a sintetizar según sus posibilidades cognitivas la información recibida, supliendo el análisis y la interpretación por la mera acumulación de datos, o confundiendo las categorías abstractas con los ejemplos vistos en un video. La enunciación de este riesgo potencial permite verificar que su superación no descansa en la restricción del medio tecnológico a emplear dentro del aula, ni mucho menos en la capacitación docente para el manejo de un mayor número de dispositivos tecnológicos, sino en el acompañamiento y guía docente para que cada estudiante logre posicionarse activa y críticamente frente a las NTIC y consiga construir conocimiento significativo y dialógico con ayuda de algunas herramientas. En tal sentido, la implementación áulica de las NTIC refuerza la importancia del rol docente como necesario constructor del marco de condiciones que habilitan los procesos de aprendizaje. Esto, en otras palabras, quiere decir que los videos no pueden realizar la transposición didáctica y que, si las y los estudiantes se aburren en clase la respuesta debe pasar menos por darles más tiempo de pantalla (del que ya tienen en su cotidianidad) y más por generar interés por el conocimiento.

No urge llevar las NTIC a las aulas, menos si esto se hace por el solo argumento de que está de moda, o que es lo que depara el futuro. Lo realmente urgente es fortalecer la escuela como espacio privilegiado de la construcción de prácticas de aprendizaje y enseñanza con las que poder generar conocimientos que nos ayuden a identificar las formas y los efectos de la intensificación y omnipresencia de las nuevas tecnologías en nuestras vidas.

NTIC para una educación transformadora

Personalmente considero que no puede ser justo un modelo educativo que apunte a mejorar la posición que se ocupa dentro de un sistema de organización social injusto. Por ello, creo necesario cuestionar la perspectiva que invita a pensar el beneficio de las NTIC en la educación bajo el sofisma de pretender que el interés de toda la sociedad es “mayor productividad”, “eficiencia” o “crecimiento económico” dentro de las condiciones de distribución completamente desiguales del sistema actual. No puedo acompañar la perspectiva que propone que el rol de las NTIC en la educación sea el de preparar a las futuras generaciones para tener mejores capacidades (individuales) para competir dentro de un ámbito de mercado laboral que exige el afianzamiento del uso de dispositivos tecnológicos como parte de las aptitudes genéricamente diseñadas para futuras trabajadoras y trabajadores de cualquier rubro. Valdría la pena analizar si esta perspectiva de desarrollo del sistema educativo no apunta más bien a mejorar las condiciones de explotación de la mano de obra (incrementar las jornadas, hacer más eficientes los desempeños y elevar la productividad del trabajo).

Un indicio que apunta en tal sentido es ese llamado a la “inclusión educativa” en abstracto, que no tiene nada de novedoso y poco tiene que ver con la práctica de la igualdad. Esa “inclusión” no se lograría con la ampliación o masificación de los objetos tecnológicos puestos a disposición de estudiantes y docentes, sino que solo sería posible modificando las formas de relación social que desde la escuela se proponen en torno a los procesos de enseñanza y aprendizaje, como prácticas colectivas.

En principio, la función que ocupa la escuela dentro del sistema de dominación capitalista, que es la de reproducir y legitimar sus formas, premisas y consecuencias, ubica a los docentes como parte integrante de esa función reproductora y legitimadora. Sin embargo, creo que la docencia tiene la capacidad de trascender ese rol estructural y aportar para la transformación de los sentidos que legitiman el actual e injusto sistema social. En primer término, debe tenerse en cuenta que la dominación social que ejerce el sistema capitalista, y que se reproduce en la escuela o, en otras palabras, la hegemonía, es un proceso y no un resultado acabado. Es decir que las proyecciones de dominación que se ejercen no están completamente consolidadas ni mucho menos incontestadas. Teóricamente puede decirse que todo proceso hegemónico está construido sobre una disputa, más o menos efectiva, con los sentidos que intenta doblegar o negar. La aplicación concreta de esta premisa teórica permitirá reconocer en la práctica qué nivel de hegemonía y qué posibilidades de resistencia se despliegan en un contexto sociohistórico específico. En la escuela también se producen y reproducen procesos hegemónicos que comprenden las respuestas contrahegemónicas. No digo que no hay dominación, ni que la escuela no está pensada para reproducirla, sino que también hay, al igual que en la sociedad, resistencia. La escuela, como parte de la sociedad, no es ajena al proceso de tensión entre dominación y resistencia.

La resistencia, para tener tal significado, debe contar con un contenido radical y emancipatorio, esto es, hacer referencia al sistema de dominación (histórica y culturalmente asentados) y confrontar los dispositivos de sujeción que lo soportan, para quebrantarlos. En otras palabras, la resistencia debe tener un contenido político que apunte a la disputa del poder como fuente de la opresión. Esta disputa, para ser verosímil, debe tener un formato colectivo y estar basada en el traslado de la dirección del orden social a las mayorías. No solo la crítica sino también la resistencia aparecen como objetivos de una escuela enmarcada en el paradigma de la transformación social. Y lo mismo debemos decir frente al uso intensivo de las NTIC en la escuela y la digitalización de la vida; no basta una escuela crítica si dicha critica no se acompaña de prácticas de resistencia que tomen presencia en el aula y busquen trascender sus paredes.

Es así como el papel de la docencia en relación a la NTIC debe ser, primero, el de conocer y reconocer las prácticas y usos de las y los estudiantes, para afianzar los posicionamientos cuestionadores de dichas conductas. Pasos en este camino pueden ser la visibilización de dispositivos de dominación tales como el individualismo, la competencia o el consumismo, presentes tanto en la cultura escolar capitalista como en los usos y consumos de dispositivos tecnológicos y sobreabundantes en las redes sociales. Se torna esencial que como parte del rol docente se descubran y cuestionen aquellos intereses ideológicos incluidos en las NTIC, se ayude a desnaturalizar la omnipresencia de los dispositivos tecnológicos en nuestras vidas y a crear valores de repudio al consumismo, el individualismo y al facilismo (pensar que todo lo que nos haga las tareas más fáciles es lo mejor, o que no se puede perder la oportunidad de que hacer uso de ciertas aplicaciones porque hay que aprovechar que son gratuitas). De esta forma, se habilitará la posibilidad de perfilar contenidos emancipatorios en relación al uso de las NTIC y conductas de oposición por parte de estudiantes a la digitalización de sus vidas.

Las resistencias que sean tales, esto es, que cuestionen radicalmente el sistema de dominación (en alguna de sus instancias) y que proyecten su superación, no están prefijadas ni enlistadas por ninguna mente prodigiosa; resulta complejo sistematizarlas para que sean parte de un plan curricular. Serán el producto de un arduo trabajo, de dimensiones tanto subjetivas como colectivas, que requieren tanta persistencia como creatividad; debemos permitir que las y los propios estudiantes creen sus aportes, se equivoquen y vuelvan a intentar; debemos cuestionar también nuestras propias prácticas y construir desde el ejemplo.

La educación no puede perder su dimensión política asumiendo como propios los valores sociales hegemónicos que acompañan el despliegue de las NTIC. Desde la educación popular, más allá de sus diversas fuentes o recorridos históricos concretos, se entiende que todo proceso de comprensión de la realidad presupone siempre un modo determinado de intervención en la misma, ya que la interpretación de los fenómenos de la realidad no es independiente de una acción/actuación sobre los mismos. Comprender, desde esta perspectiva, no es solo interpretar sino, sobre todo, “aplicar”. La aplicación está contenida en la comprensión en la medida en que siempre comprendemos desde nuestra pertenencia a un mundo en el cual estamos ya siendo. Es inerte aquel ideal objetivista según el cual es supuestamente posible una explicación distanciada de los objetos de conocimiento social: tampoco es posible una crítica distanciada o un cuestionamiento que se limite a lo teórico. Toda pedagogía que no asuma la discusión sobre el impacto actual de las NTIC, no solo en el aula sino en la sociedad, está destinada a reproducir las desigualdades, al aceptar y legitimar las condiciones de existencia que los grandes monopolios de la información y la comunicación están imponiendo. Toda pedagogía emancipadora debe propiciar la acción transformadora y no contentarse con una adaptación más o menos alternativa de la realidad (o con la versión “del mal menor” frente a lo que hay).

En síntesis…

Contribuir a la construcción de una pedagogía emancipadora que ponga en cuestión la aceptabilidad del actual orden social debe apuntar indefectiblemente a destruir los discursos que han legitimado ese orden. Para alcanzar este objetivo hay que atacar radicalmente el recorte hecho por la narrativa dominante y el monopolio de la información, transformar ciertos rituales que se integraron a la escuela durante la etapa de virtualidad pandémica, combatir la fragmentación del conocimiento, desactivar la competitividad, el individualismo y la ley del menor esfuerzo entre el estudiantado, confrontar con docentes que repiten los argumentos simplistas que propagan las empresas de tecnología que buscan abrir sus mercados al mundo escolar, y hacer frente a las autoridades escolares que buscan implementar los mandatos de esas empresas. Frente a estas necesarias resistencias, la educación transformadora puede cumplir un rol protagónico y no ser furgón de cola de las vanguardias que reproducen acríticamente el ideal del progreso tecnológico que exacerba la desigualdad y la miseria. No se trata de renunciar a pensar una educación en la que la tecnología, como producto del conocimiento social, esté puesta en función de la transformación de esa sociedad que la hizo posible, sino de aportar al entendimiento que hoy la transformación social que fomentan las NTIC, tal cual están presentes en las aulas y en nuestras vidas, apunta a mayor concentración del poder y la riqueza en manos muy pocos. Para tener unas NTIC que estén al servicio de las mayorías hay que torcer el rumbo actual de su despliegue. En la escuela ¿cómo podemos aportar a eso?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/no-urge-llevar-las-nuevas-tecnologias-al-aula-lo-urgente-es-fortalecer-una-educacion-que-fomente-el-pensamiento-la-critica-y-la-accion/

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Mundo educativo: Hemos perdido, ¿y qué? La importancia de la derrota en el aprendizaje

Hemos perdido, ¿y qué? La importancia de la derrota en el aprendizaje

Ganar o perder en una competición es algo natural y esperable. Sin embargo, no todo el mundo es capaz de aceptar fácilmente la derrota. ¿Se puede aprender a perder? ¿Se puede enseñar? Por su importancia para el desarrollo cognitivo emocional y social, compartimos aquí algunas estrategias para entrenar a los niños y adolescentes a aceptar la derrota con deportividad.

Enseñar a hacer las paces con la derrota

Antes de participar en una competición, ya sea en un examen, un juego o un evento deportivo, podemos explicar al niño o al adolescente que en la mayoría de las competiciones siempre habrá ganadores y perdedores. Cuando se sienta triste por haber perdido, subrayemos que es un sentimiento completamente comprensible. Dejemos que exprese su tristeza, pero recordando que no debe quedarse atascado en su fracaso, el cual suele ser temporal.

Si se gestiona adecuadamente, la derrota puede ser una oportunidad para la autoevaluación, para aprender de los errores y para mejorar en el futuro.

Seguir las normas establecidas

Cuando los niños y los adolescentes compiten, es importante enseñarles a respetar las normas existentes, aunque no les gusten o incluso si no las entienden. Cumplir las normas puede ayudarlos a ser y comportarse de manera honesta y evitar la tentación de hacer trampas. Al inculcar una actitud de respeto hacia las normas, se aleja a los niños y adolescentes del comportamiento de justificar cualquier medio para ganar a toda costa.

Dejar claras las reglas, e incluso ver partidos o competiciones previas fijándonos en ellas, es fundamental para que no haya malentendidos; aquí nuestro ejemplo es vital.

Centrarse en la mejora personal

Frente a las derrotas, en lugar de caer en la tentación de culpar a los demás o acusar a los demás de hacer trampas, es mejor entrenar a los niños y adolescentes a focalizarse en mejorar sus propias carencias, compensándolas a modo de fortalezas.

Cuando el niño o el adolescente acepta o al menos tolera sus limitaciones y se esfuerza por mejorarlas, deberíamos reconocer su esfuerzo, para que pueda ser paciente y continuar el proceso de recuperación de confianza.

Dar ejemplo

Los niños y los adolescentes pueden aprender a afrontar mejor el fracaso a partir del ejemplo que nosotros como adultos les ofrecemos. Cuando hay que afrontar una derrota, podemos aprovechar para explicarles un fracaso nuestro, cómo reaccionamos (y cómo nos hubiera gustado reaccionar) y qué lecciones aprendimos.

Al escuchar nuestras experiencias, entenderá que perder o fracasar es natural y que, de hecho, nos puede pasar a todos.

Los niños y los adolescentes observan e imitan a las personas de su alrededor. Si somos capaces de articular nuestra decepción de manera positiva, de felicitar al rival por su victoria y por su juego limpio, y de reflexionar sobre lo que se podría hacer de manera diferente la próxima vez, estamos ofreciendo un buen ejemplo de saber perder.

Valorar explícitamente el esfuerzo

Cuando nos enfrentamos a una derrota a pesar de haber realizado un gran esfuerzo, a veces viene bien un reconocimiento en forma de pequeño obsequio o unas palabras de aliento. Este detalle puede servir como motivación inicialmente extrínseca para continuar practicando y compitiendo según las normas establecidas.

Asumir los errores

Más allá de competiciones o exámenes, la manera en la que nos enfrentamos a los errores puede ayudarnos a crecer y evolucionar o puede hacernos sentir frustrados y deprimidos. Por eso, educar en la tolerancia al fracaso ayuda a crecer aprendiendo de los errores, ser agradecidos y no justificar cualquier medio poco ético para conseguir nuestros deseos.

¿Cómo hacerlo? La Fundación Novak Djokovic propone, en primer lugar, que los adultos sean pacientes: aprender a aceptar la derrota es un proceso, así que no se debe esperar que el niño o incluso el adolescente lo domine a la primera. Por esta razón, conviene exponerles a situaciones en las que pueda ganar o perder, sea en juegos, deportes, concursos; y hacer lo posible por que juegue a estas competiciones con otros niños, de acuerdo con su edad.

Es importante entender que no solo no es malo querer ganar, sino que reconocerlo y comprenderlo forma parte también del proceso de aceptación de la derrota. Ofrecer apoyo emocional y presencia física, independientemente del resultado, es muy importante. Si ha ganado, nos podemos alegrar con él; pero si ha perdido, debemos estar ahí también, ayudando a gestionar las emociones negativas que está sintiendo.

Ni minimizar, ni silenciar

Hablar de manera profunda con los más pequeños cuando algo no ha ido como esperaban es fundamental para saber cómo se han sentido, qué les ha gustado o no de la competición, cómo entienden el resultado. Estamos creando así un vínculo afectivo estrecho con el niño.

Aunque siempre podemos encontrar aspectos positivos que elogiar, nunca debemos minimizar la importancia de la experiencia. El juego es la actividad más importante para el niño y es muy importante para el adolescente, y puede percibir una derrota como un desafío muy difícil de superar. Comentarios como “solo es un juego estúpido”, “no pasa nada”, “tampoco es para tanto”, no le ayudarán a afrontar las derrotas en el futuro.

Cuando decimos cosas como “¿Por qué lloras? No es el fin del mundo”, le estamos transmitiendo que lo que siente no está bien. En lugar de eso, preguntemos cómo se siente, ayudemos a identificar la emoción o el cúmulo de emociones y animemos a estar en contacto con lo que siente hasta que se le pase y consiga calmarse progresivamente de manera adecuada.

Empoderar con deberes

Inmersos en una época de estímulos e imágenes de vidas perfectas, las generaciones más jóvenes necesitan especialmente, y se merecen, que los adultos les eduquemos en sus derechos, pero también en sus correspondientes deberes. Educarlos de manera realista les ayudará a afrontar los contratiempos y las frustraciones que con toda seguridad sufrirán en algunos momentos de sus vidas.

Como dijo el abogado estadounidense Wendell Phillips, la derrota no es nada más “que educación; nada más que los primeros pasos hacia algo mejor”.

Fuente: Daniel Piulats Vilá / theconversation.com

Fuente de la Información: https://www.redem.org/hemos-perdido-y-que-la-importancia-de-la-derrota-en-el-aprendizaje/

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Panamá: una explosión social en tres tiempos

Por: Olmedo Beluche 

Los extraordinarios acontecimientos que han tenido lugar en Panamá durante abril y junio de 2025, aunque puedan parecer excepcionales, constituyen una consecuencia lógica de la crisis del sistema capitalista global. En ese sentido, se encadenan con otros hechos parecidos ocurridos en el mundo y en Latinoamérica, como las revueltas juveniles en Chile y Colombia en años recientes, o las luchas de los indígenas ecuatorianos de la CONAIE, las movilizaciones democráticas en Honduras y Guatemala, así como la insurrección popular en Nicaragua contra la reforma del sistema de jubilaciones impuesto por el FMI en 2018.

Las causas de la explosión social que vive la población istmeña encuentran su razón de ser en profundos problemas estructurales heredados de la historia del país, es decir, la forma en que éste ha sido acoplado al mercado mundial capitalista desde el siglo XVI (transitismo), exacerbado por 40 años de decadencia capitalista con sus políticas neoliberales. De manera que, a los desequilibrios internos impuestos por la asignación de región de paso de mercancías definida desde los centros del poder hegemónico, han empeorado la situación de desigualdad impuesta por el capitalismo neoliberal, a sus habitantes.

Una explosión en tres tiempos

La explosión social que vive Panamá se ha producido en tres tiempos: julio de 2022, en lucha contra el alza de los precios (combustible, comida y medicinas); en octubre – diciembre de 2023, con movilizaciones masivas y paralización económica contra el contrato minero de la empresa First Quantum Minerals; en abril a junio de 2025, la huelga docente, de la construcción y bananera, así como la movilización de las comunidades campesinas e indígenas contra la reforma del sistema de jubilaciones (ley 462), contra la reapertura de la mina; contra el embalse del río Indio y contra el Memorando que permite el retorno de bases militares norteamericanas al país.

Podría pensarse que se trata de luchas distintas, pero no es así. Los tres acontecimientos hacen parte de una cadena unida por el creciente descontento de los mismos actores sociales: obreros de la construcción, trabajadores bananeros, docentes, comunidades rurales, particularmente indígenas (Ngabes-Buglés, Emberá-Wounnan y Gunas) y, transversalmente, jóvenes.

Todos comparten la convicción de que se enfrenta a una sociedad profundamente desigual, corrupta e injusta. Además de que han aprendido unos métodos de lucha con los que ponen en jaque al gobierno de turno y a la oligarquía dueña del país.

La maldición del “transitismo”

El “transitismo” es a Panamá como el monocultivo a otros países de la región. Es la asignación hecha por el mercado mundial capitalista a los habitantes del Istmo de Panamá, desde el siglo XVI, bajo la colonización española. Desde entonces hasta el presente, se ha impuesto una especie de determinismo geográfico por el cual el sistema mundial decidió que la sociedad istmeña sirva de puente de mercancías y personas entre ambos mares (Porras, 2022).

Historiadores y científicos sociales panameños han denominado a este “monocultivo” del tránsito como “transitismo”, una peculiaridad de la formación económico social panameña que deforma su estructura concentrando toda su actividad en la zona de tránsito, materializada hasta el siglo XIX como el sistema de mulas y botes por el Camino de Cruces y el río Chagres; desde 1855, por el ferrocarril transístmico; y desde 1914 por el Canal de Panamá (Castro, 2023).

Ese peso del transitismo ha producido una sociedad deforme, con un cuerpo raquítico y una cabeza gigante, con una economía controlada por comerciantes y banqueros que dominan la zona de tránsito, y se chupan el 80 a 90% de la riqueza económica. Con un “interior” y una producción agrícola e industrial famélica, lo cual obliga a la población rural a emigrar a los barrios periféricos de la ciudad de Panamá, con deficitarios servicios públicos y un desempleo crónico disfrazado de “cuentapropismo” e informalidad.

Esa desigualdad estructural es la que explica las continuas guerras campesinas que asolaron al Istmo hasta la Guerra de los Mil Días; y es la que explica las reiteradas explosiones sociales urbanas del siglo XX.

El siglo XX fue la lucha contra el transitismo colonialista

Contrario a las falacias propaladas por los ideólogos defensores del sistema, el Canal de Panamá controlado por Estados Unidos, la Zona del Canal, la economía del dólar, la “vocación” comercial del Istmo, nunca han producido una sociedad próspera y equilibrada. La pobreza y el desempleo crónico han sido la norma.

Junto a la belleza de la ciudad norteamericana de Balboa, cruzando la cerca de ciclón, estaban los barrios populares del El Chorrillo, el Marañón o Santa Ana, donde la miseria era la norma.

Esto ha sido así salvo el breve período histórico, una década, que duró el régimen populista dirigido por Omar Torrijos, teñido parcialmente de keynesianismo intentó atenuar un poco la desigualdad. Tratando de construir un proyecto de Estado independiente y soberano, en el que hubo una política social para atenuar la desigualdad social, con el objetivo de unificar a las clases populares bajo la consigna de presionar a Estados Unidos por un tratado sobre el canal hiciera desaparecer el sistema colonial impuesto en 1903 (Ayala, 2022).

Este tratado se firmó en 1977 y es el que determinó que, a partir del siglo XXI, dejara de existir la Zona del Canal, se retiraran las bases militares y la administración del canal fuera asumida por nacionales.

La década de 1980: neoliberalismo, crisis política e invasión norteamericana

Pero luego llegó la década de 1980 y hubo un giro de la realidad. Torrijos murió en circunstancias dudosas en 1981. A partir de 1984 el general Manuel Noriega en alianza con Estados Unidos impuso el primer gobierno neoliberal mediante un fraude electoral. Y empezó el desmontaje de lo poco que había avanzado el Estado de bienestar, lo cual condujo a las protestas en las calles, la crisis política y la invasión norteamericana de 1989, con sus centenares de muertos.

La invasión del 20 de diciembre de 1989 tuvo varios objetivos desde el punto de vista de los intereses norteamericanos (Beluche, 1994):

1. Imponer el régimen títere a los designios de Washington con alternancia electoral de partidos, para que parezca democrático;

2. Que ese régimen continuara la aplicación del esquema neoliberal de privatizaciones y recortes de derechos económicos y sociales;

3. Definir los criterios con que se iba administrar el Canal de Panamá para que estuviera en manos leales al imperialismo norteamericano;

4. Intentar renegociar la permanencia de una base militar que, al fracasar en 1997, se cambió por “acuerdos de seguridad”.

Décadas de gobiernos neoliberales y llegó la COVID

Cuarenta años de neoliberalismo empeoraron las cosas. Se privatizaron y desmantelaron las industrias estatales. Se eliminaron sustanciales derechos laborales y se impuso el despido sin causa justificada. Salvo para una élite de grandes propietarios se acabaron los incentivos en a la producción agropecuaria y se fomentó el “libre comercio”. Se deterioraron los servicios básicos de salud y educación para fomentar la medicina y la educación privadas. Se impusieron reformas que deterioraron el sistema de jubilaciones.

Llegó la pandemia de la COVID, en 2020, convirtiendo lo malo en pesadilla económica y social. De golpe el gobierno empresarial de Laurentino Cortizo suspendió todos los contratos y convenciones laborales, permitiendo a los empresarios cerrar operaciones sin pagar salarios ni derechos laborales, ni siquiera las cuotas de la seguridad social descontadas. Solo una pequeña fracción de la fuerza laboral conservó sus empleos, mientras el 30% perdió todo sustento. Solo se mantuvo estable el sector de los empleados públicos (Beluche, 2022).

El gobierno apenas dio un pequeño subsidio familiar de 100 dólares mensuales, en un momento en que la canasta básica alimenticia rondaba los 300 dólares mensuales. En sentido contrario, el gobierno se prodigó con los banqueros y grandes empresarios a quienes otorgó subsidios millonarios. Esos subsidios, unos mil millones de dólares para la banca local, se obsequiaron sin que a cambio los bancos condonaran las hipotecas de pequeños y medianos prestamistas a quienes se procedió a embargar sin piedad.

Con la reactivación económica de 2021, la mayor parte de esos despedidos y suspendidos no recuperó sus empleos. Pese a que en Panamá la inflación no alcanza cifras extraordinarias como en Venezuela o en Argentina (en junio de 2022 llegó al 5,2% respecto al año anterior), el aumento de los precios, dada la precariedad laboral y salarial, conduce a las familias a la desesperación (Beluche, 2022).

El estallido de julio de 2022

En ese marco se produjo la crisis de 2022, cuando la tasa de desempleo abierto y subempleo (o informalidad) sobrepasaban el 60% de la fuerza laboral, con gran parte de las familias sobreviviendo con los restos del subsidio estatal.

Los niveles de pobreza eran alarmantes. La pobreza extrema llegó al 10% de las familias, mientras que la pobreza relativa afectaba a más del 20%. En las zonas rurales y comarcas indígenas la pobreza sobrepasó el 80% de las familias, en particular entre la nación Ngäbe-Buglé, constituye la columna vertebral de la mano de obra agrícola.

Fue ese año cuando inició la supuesta “recuperación” económica norteamericana fomentada por Biden, que se contagió en seguida al resto del mundo como inflación de los precios del combustible y los alimentos, sin que ello significara recuperación del empleo y de los ingresos de la clase trabajadora. Al menos en Panamá.

Transportistas, educadores, obreros de la construcción, bananeros, comunidades rurales e indígenas procedieron a bloquear la carretera Panamericana en diversos puntos para exigir control de precios. Mediante los llamados “bastiones de lucha”, un grupo de personas se reunía en un sector de la carretera y lo bloqueaba. Con lo cual se logró parar la economía del país durante dos semanas, hasta que el gobierno aceptó sentarse a negociar con los sectores en lucha.

Con dos o tres semanas de movilización y bloqueo se obligó al gobierno a un “diálogo” que fuera televisado, pudiendo la nación ver como los ministros eran puestos en ridículo al poner al descubierto su calidad de los grandes consorcios farmacéuticos, de los monopolios del combustible y las cadenas de supermercados. Aunque el gobierno ganó tiempo y burló los acuerdos la gente ya había aprendido el método de lucha que lo podía doblegar.

Endeudamiento público, subsidio a la oligarquía y desigualdad social

¿Cómo hizo el gobierno de Cortizo para capear la crisis de la COVID? Ejecutando la política económica privilegiada de endeudamiento estatal y subsidio a los grandes capitalistas. Desde la reversión del canal a manos panameñas, la política estatal ha consistido en subsidiar el funcionamiento del Estado con deuda y bonos, a la vez que amplía la cantidad de poderosos sectores económicos exonerados de impuestos e incluso que practican la evasión fiscal. En el fondo lo que se está hipotecando es el propio canal.

Estimaciones la evasión fiscal anual en Panamá ronda entre 300 millones de dólares según algunos, o sobre pasa los 1,000 millones de dólares según otros. Lo peor es que los sectores punta de la economía, vinculados a la zona de tránsito (puertos, aeropuertos, Zona Libre de Colón, zonas especiales, incluso inversiones turísticas, etc.) están exonerados de impuestos (Marciscano, 2025).

La industria marítima, que representa el 33.5% del PIB, en 2019, significaba mover unos 26 mil millones de dólares anuales, su tributación totalizaba 603.4 millones, apenas el 2.3% de ese capital. En cambio, un docente universitario tributa de su salario el 7.35% en impuesto sobre la renta, y si se le suma el impuesto educativo sube hasta el 8.6% (Beluche, 2021).

Mientras la gran burguesía nacional y extranjera es beneficiada con las exoneraciones y evasiones, la situación social de la clase trabajadora, especialmente la juventud, es realmente difícil. Sobre la base de una población económicamente activa de poco más de 2 millones de personas, la tasa de desempleo abierto es del 9,5%, mientras que el empleo informal sobre pasa el 49%. Sumados ambos indicadores tenemos que la precariedad laboral afecta a casi el 60% de la clase trabajadora (INEC, 2024).

Pero los números se agravan si ponemos la lupa sobre la juventud (15 a 29 años), pues allí el desempleo supera el 17%, y si precisamos sobre las mujeres, la tasa de desempleo juvenil femenina en Panamá supera el 23% (Quevedo, 2025).

La lucha contra la minera en 2023

En octubre de 2023, el gobierno de Laurentino Cortizo pretendió legalizar un leonino contrato con la transnacional canadiense First Quantum Minerals para la explotación de cobre de una mina a cielo abierto en la provincia de Colón, distrito de Donoso.  Esta empresa venía explotando la mina desde hacía 20 años con un contrato que fue declarado inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia en 2019. Pese a que el primer contrato fue anulado la empresa prosiguió con la extracción con la anuencia cómplice del gobierno, el cual quiso otorgarle un segundo contrato por otros 20 años.

La indignación explotó ante la descarada corrupción del gobierno en favor de First Quantum. La explosión fue mayor entre la juventud, el sector más concientizado frente a los problemas de la preservación ambiental, pero también el más afectado por la crisis social creciente, como se ha señalado. Las movilizaciones convocadas en la ciudad de Panamá por jóvenes profesionales y de capas medias, mediante el esquema novedoso llamado “Sal de las Redes” fueron masivas, en números que no se veían desde hacía mucho tiempo. La asistencia se contaba por decenas de miles de personas.

Paralelamente también salieron a la calle los sectores que habían luchado en 2022. Trabajadores de la construcción, bananeros, educadores, estudiantes, a los que se sumaron los pescadores de la zona de Donoso, vecina de la mina, quienes bloquearon el puerto de la minera con sus botes. Se repitieron los ya probados métodos de lucha con los bloqueos que nuevamente paralizaron al país. Las movilizaciones y bloqueos se sostuvieron hasta lograr que la Corte Suprema de Justicia volvió a declarar inconstitucional el nuevo contrato.

La gente celebró la victoria con júbilo y sumó otra experiencia de lucha victoriosa a su memoria. Las experiencias de 2022 y 2023 sostienen las movilizaciones de 2025.

Deuda pública y la ofensiva neoliberal de José R. Mulino

En cinco años de administración del presidente Cortizo casi duplicó la deuda pública, que escaló desde unos 30 mil millones de dólares hasta los 56 mil millones de la actualidad (Hernández, 2025). Siempre jugando con la relación deuda/PIB, ya que este último mantuvo un crecimiento constante. Sobre un PIB estimado en 2025 de 92,000 mil millones de dólares, estamos hablando de que la deuda representa un 60%.

Pese a que de hecho hubo una recuperación del crecimiento económico, el subsidio directo al gran capital, fomentando exoneraciones y evasión fiscal, y sobre endeudando al país, llegaron a tal extremo que incluso los gastos de funcionamiento, como salarios de los empleados públicos se pagaban de nuevos sobregiros.

En marzo de 2024 y en medio del proceso electoral presidencial, la agencia calificadora de riesgos “Fitch” bajó la calificación de Panamá aduciendo que el país enfrentaba “desafíos fiscales y de gobernanza que se han visto agudizados por los acontecimientos en torno al cierre de la mayor mina del país” (Reuters, 2024).

De manera que, cualquier candidato o candidata que se eligiera, salvo que fuera rupturista con el neoliberalismo, característica que sólo tuvo la candidatura de la profesora Maribel Gordón, empezaría el nuevo gobierno con la agenda marcada por Fitch, con la anuencia de los gremios empresariales panameños agrupados en el Consejo de la Empresa Privada (CONEP) y la Cámara de Comercio, con el respectivo eco de los medios de comunicación de masas controlados por ellos.

Salió electo José R. Mulino, designado de manera ilícita por Ricardo Martinelli quien fue condenado por blanqueo de capitales a diez años de prisión, pero que no cumplió al refugiarse en la embajada de Nicaragua. Martinelli y Mulino lograron convencer a un tercio del electorado en que volverían a revivir la “prosperidad” de su primer gobierno (2009-2014). Durante el proceso Mulino logró un acuerdo de trastienda con la burguesía tradicionalmente enemiga de Martinelli, agrupada en la junta directiva del Banco General.

Además, Mulino logró del beneplácito de la embajadora de Estados Unidos, ya que era conocido por su papel de vicecanciller del gobierno nacido de la invasión de 1989, y por su carácter represivo como ministro de seguridad del gobierno de Martinelli (2009-2014).

La ofensiva neoliberal y represiva de Mulino:

De manera que la racionalidad detrás de las medidas económicas de Mulino es la capear la crisis fiscal panameña:

1. Apropiándose y privatizando parcialmente los ahorros de las jubilaciones de la clase trabajadora panameña. Unos 10,000 millones de dólares en este momento según algunos economistas.

2. Poner a funcionar la mina de cobre de Donoso (First Quantum M.).

3. Impulsar un nuevo megaproyecto con los fondos del Canal de Panamá construyendo una represa en el río Indio y trasvasando el agua al lago Gatún, cuyo costo se estima en al menos 2,000 millones de dólares, cuya licitación ganarán sectores del poder económico dominante.

La otra arista del plan Mulino es la política de seguridad que a su vez tiene dos patas:

1. La interna, es el diseño y ejecución de un plan represivo que pretende evitar a toda costa que los sectores en lucha cierren las vías paralizando la economía, como en 2022 y 2023. Para ello se invirtió en contratar cientos de agentes, invertir en su entrenamiento y armamento. La ejecución la hemos visto desde el inicio de las protestas en marzo, con la dura represión contra cualquier cierre, arrestos masivos y judicialización de activistas. El intento de desarticulación del Suntracs por la vía judicial para desactivar la vanguardia del movimiento sindical.

2. La externa, que ha sido la sujeción del país a los interese militares norteamericanos, que inició desde que empezó su mandato, antes de que Donald Trump fuera electo, cuando dijo que “la frontera de Estados Unidos empezaba en Darién”, a propósito del problema migratorio, y como muy bien le recordara John Bolton recientemente (Berríos Riaño, 2025).

A esa actitud siguió el completo sometimiento a la voluntad del secretario de Estado, Marcos Rubio, primero, y del secretario de Defensa, Pete Hegseth, después. Lo más grave ha sido la firma del Memorando de Entendimiento (Gil, 2025), que permite la presencia de bases militares norteamericanas en Panamá, las cuales habían desaparecido con la ejecución del Tratado Torrijos Carter desde 1999.

¿Cómo terminará esta crisis?

Lo que se dirime en la lucha de 2025 es la esencia del país que hay que construir. Hay en conflicto dos proyectos de nación distintos y en choque.

Para la burguesía es clave imponer las reformas económicas a sangre y fuego, así como atar su futuro al imperialismo yanqui, igual que hace cien años atrás, cuando regalaron el canal a cambio de unas migajas en 1903. De igual modo es vital para la clase dominante panameña asestar un golpe mortal al sindicalismo tratando de descabezar a su vanguardia, el Suntracs. ¿Podrán?

Para la clase trabajadora, es vital defender su seguridad social y sus pensiones, de ello depende su vida, así como la defensa de la soberanía sobre el canal, de la que depende la prosperidad, así como sus gremios docentes y sindicales.

Eso explica la fuerza del choque que se ha producido, y que, pese a la dura represión, la movilización se ha sostenido, alimentada por una indignación creciente del pueblo panameño. Pero lo que se dirime no es una simple demanda reivindicativa, es un proyecto de país. ¿Está la vanguardia de luchadores consciente de ello?

¿Las y los miles de activistas docentes, obreros, bananeros, estudiantes, comuneros que han estado en la calle luchando están conscientes de que libran una batalla política por la dirección del Estado? ¿Se ha reflexionado de que el problema no es solo Mulino sino toda la clase empresarial que está detrás de su proyecto económico? ¿La dirigencia, al menos, ha cavilado respecto a que la única manera de vencer a la plutocracia corrupta y vendepatria es construyendo un proyecto político alternativo?

Ese es el reto y es donde está la gran debilidad del movimiento popular panameño: que la vanguardia que lucha asuma la construcción de un proyecto político alternativo, que dispute el poder a la burguesía antinacional y corrupta que nos gobierna. Si de las huelgas y movilizaciones de 2025 germinara la cimiente de un proyecto político popular, antineoliberal y bolivariano, habríamos ganado, aun si se perdiera la lucha contra la Ley 462.

La victoria o la derrota en Panamá también depende de factores externos, porque se sigue imponiendo en el mundo la ola de gobiernos de ultraderecha y neofascistas, el movimiento popular panameño caminaría con un viento en contra demasiado fuerte. Pero si las movilizaciones lograran asestar derrotas a esos proyectos en otros países, en particular en Estados Unidos al régimen de Donald Trump, sin duda el pueblo panameño lucharía con viento a favor.

Tomemos fuerza moral para la enorme tarea por venir admirando el sacrificio del pueblo mártir y heroico de Palestina.

Bibliografía

Ayala, R. (2022). Sociología histórica del torrijismo. San José: ASKBOOKS.

Beluche, O. (1994). Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá 1980-1990 (Segunda ed.). Panamá: ARTICSA. Obtenido de https://bdigital.binal.ac.pa

Beluche, O. (Junio de 2021). “La avaricia en tiempos del COVID”. Revista Panameña de Ciencias Sociales(5), 135-146.

Beluche, O. (24 de julio de 2022). “Panamá: problemas en la Dubai centroamericana”.

Berríos Riaño, A. (1 de junio de 2025). John Bolton asegura que Mulino pidió tropas estadounidenses para Darién, el presidente panameño lo desmiente. La Estrella de Panamá.

Castro, G. (13 de septiembre de 2023). “Panamá: transitismo en autofagia”.

Gil, J. M. (9 de abril de 2025). “Estados Unidos vuelve a Sherman y Rodman: Panamá firma acuerdo clave con el Pentágono”. La Prensa.

Hernández, R. K. (23 de mayo de 2025). “MEF niega recortes; deuda pasó los $ 56 mil millones”. La Prensa.

INEC. (octubre de 2024). Instituto Nacional de Estadísticas y Censo – Panamá. Obtenido de Estadísticas del Trabajo: Encuesta de Mercado Laboral, Octubre de 2024:

Marciscano, E. (9 de junio de 2025). “Evasión e inequidad fiscal: el problema de las deterioradas finanzas públicas”. La Estrella de Panamá

Porras, A. E. (21 de marzo de 2022). “El transitismo panameño, modelo económico, historia oficial y narrativa única”. La Estrella de Panamá.

Quevedo, R. (1 de mayo de 2025). “Necesitamos empleos, no huelgas”. La Prensa.

Reuters. (28 de marzo de 2024). “Fitch saca a Panamá de su grado de inversión por problemas fiscales y de gobernanza”. La Voz de América.

Panamá: una explosión social en tres tiempos

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Humano se hace, no se nace

Por: Jorge Majfud

Cuando nace un niño, lo que nace no es un humano: es un pequeño, adorable animal con la capacidad de convertirse en humano, reconocido desde antes de nacer como humano por sus padres y por la sociedad. El amor de los padres no lo hace humano. También los lobos aman y protegen a sus crías. Poco a poco se convertirá en un individuo, algo que no existe fuera de la sociedad, porque no existe un individuo sin sociedad.

No entraré en consideraciones ontológicas sobre qué es un ser humano (“un bípedo implume”) para no complicar algo que puede ser entendido de una forma más fácil. Consideramos algo por demás obvio: el color amarillo de ese tigre que procede de su pantalla de teléfono, computadora o televisor no existe. Esto es extremadamente fácil de entender. Las pantallas sólo pueden emitir en un tubo de rayos catódicos del siglo XX o en cada pixel de nuestro tiempo tres ondas visibles específicas: rojo, azul y verde. Ni una más. Tampoco es necesario―bastante costó el azul. El amarillo es sólo la combinación de rojo y verde con una misma intensidad.

Tampoco tenemos en nuestras retinas células sensibles al amarillo. De los siete millones de conos que poseemos los humanoides, ninguno es sensible al amarillo. Sólo detectan tres colores. ¿Parecen pocos? Sí, si consideramos que un pequeño pájaro posee cinco tipos de conos, y pueden ver la luz ultravioleta. Pero los humanoides somos privilegiados al poseer una célula retiniana más que los jabalíes y los ciervos, que sólo poseen dos y, por lo tanto, ven al tigre de color verde.

Entonces, ¿son los tigres verdes o amarillos? La afirmación también parece una provocación inútil, pero si decimos que los tigres son amarillos, estamos omitiendo dos cosas: uno, que son amarillos para los humanoides, pero verdes para otras especies. De hecho, que los tigres sean verdes es más lógico, desde el punto de vista de la evolución a su favor (ya que mejora su camuflaje) y es una ventaja evolutiva de los humanos, ya que mejora la visibilidad del peligro en la selva. Es muy probable que a este simple detalle los humanos, o al menos los asiáticos, le deban su exitosa sobrevivencia. Por otro lado, como mencioné más arriba, lo que significa “amarillo” en el tigre es un fenómeno puramente mental que no existe en el mundo exterior. Es una ilusión. Una ilusión consistente, por lo cual no podemos decir exactamente qué ven otros humanos cuando en un cruce con semáforo se enciende la luz roja, pero sí podemos decir que, sea lo que sea, es siempre lo mismo, por lo cual no hay accidentes si todos estamos atentos al cambio de color. (Los daltónicos no pueden distinguir verde de rojo, pero saben que el rojo está abajo.)Anuncio publicitario

Está de más decir que lo mismo aplica a los olores. Los olores no existen fuera del cerebro de algún animal. Una rosa emite químicos. El olor no es una realidad sino un efecto neuronal. Nada más. Podíamos seguir con los sonidos: Nocturna de Chopin, fuera del cerebro humano, es sólo una secuencia de vibraciones de moléculas de aire. Se convierten en “sonido” dentro del cerebro animal. A eso, debemos agregar el factor humano, es decir, el factor cultural: Nocturna, como cualquier otro sonido (un disparo de revólver, por ejemplo), está fuertemente ligada a una experiencia humana que, además de sonido, se convierte en significados y emociones.

Ahora, consideremos de la misma forma eso que llamamos ser humano y, más específicamente, individuo. El individualismo es un dogma capitalista (uno de los más destructivos de la historia), pero el individuo también es una construcción, aunque mucho más universal. Está centrada en la ilusión de que un humanoide nace ser humano y todo su ser se concentra en un cuerpo humanoide, independiente, que vive asociado con otros para formar una sociedad y una cultura. El error radica en que el individuo es parte de una cultura y de una evolución histórica de decenas de miles de años. La cultura crea más al individuo humano que el individuo humano crea cultura. Una cultura puede existir sin muchos individuos, siempre y cuando existan “individuos”, pero no viceversa.

Consideremos el caso de “el individuo”. Su condición está definida por una sociedad. Todo lo que desea, aspira, teme, rechaza, promueve; todas sus alegrías, tristezas, éxitos, fracasos están definidas en relación a una sociedad, a lo que esa sociedad espera o no espera de él, a lo que esa sociedad le provee o le impone. Consideremos una persona que naufraga y sobrevive nadando hacia una isla sin humanos. Esa persona podrá vivir por años sin ver a un solo ser humano, pero la sociedad y la cultura que dejó (los otros) nunca la abandonarán. Todas sus emociones podrán cambiar, pero hasta el último momento de su vida, el mundo perdido estará en ella, como una lengua materna y los recuerdos infantiles (“las raíces son lo último que se seca”) permanecen hasta el último minuto de conciencia de un ser humano, ya sea que acepte o que rechace ese pasado, como nostalgia o como trauma. Es decir, seguirá siendo un individuo humano porque seguirá estando definido y condicionado por esa sociedad que perdió.

Ahora consideramos que esa mujer náufraga, siete o nueve meses después no sobrevive a un parto, pero su hija sí porque, supongamos, es salvada del hambre por la leche de una loba, como afirma el mito fundacional de Roma―dejemos de lado que es probable que haya sido una confusión lingüística, ya que en italiano y en latín loba y prostituta (lupa-lupanar) es lo mismo.

Esa niña no sería un ser humano, aunque si alguien llegase a esa isla la identificaría como tal y la rescataría de su supuesta desgracia inhumana. No sería un ser humano sino una loba con cuerpo humanoide y con habilidades humanoides, como la de articular un lenguaje verbal que nunca desarrollará. Sería una loba experta en la caza de conejos que por las noches aullaría llamando a un lobo macho de su clan o de un clan ajeno. Si no lo hiciera, de todas formas, no se representaría como un individuo humano, sino como una loba diferente.

De la misma forma que los recién nacidos, los proto humanos (humanoides) tienen derechos humanos que todos defendemos, es posible que la sensibilidad de los seres humanos un día extiendan esos derechos al resto de los no humanos, de la misma forma que hace algunos siglos se dejó de considerar un grupo de humanos como elegidos por sus dioses y con derechos especiales sobre las vidas ajenas y se universalizó la idea de la igualdad ―la igualdad de derechos, lo que incluye el derecho a ser diferente.

Claro, nada de esa evolución evita que hoy existan cavernícolas que se burlan de ideas como que los humanos no existen, como el color amarillo o el olor de una rosa o Nocturno de Chopin, pero están seguros de que son seres humanos reales y con derechos especiales sobre el resto de la Humanidad.

Rebelión

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El Nuevo Ecuador consolida el autoritarismo: militarización y vigilancia

El proceso de transformación política que ha atravesado el Ecuador, grafica con precisión la transformación del Estado capitalista, de la forma de Estado benefactor de la línea keynesiana, a la forma de Estado fascista. Lo que hemos presenciado desde 2018 con la consulta popular del 7 veces sí, que degeneró en el intento fallido de Moreno de imponer el paquetazo en Octubre 2019, describe cómo los mismos mecanismos de la democracia liberal generan la posibilidad de modificar el derecho –el sistema legal- para destruir los mismos principios democráticos que supone garantizar. Las leyes se retuercen de tal forma en que se asegure la legalidad de la imposición de los intereses de la clase económica en el centro del poder político. En nuestro caso, es clase es la lumpen burguesía que no ha llegado a mejores proyectos de país que imponer el Narcoestado. Ahora comprenderemos colectivamente al autoritarismo que se imprime implacable sobre nuestros cuerpos y nuestra historia.

Una serie de escenarios sociales se fueron construyendo desde la ingeniería del neoliberalismo, que desembocaron en que el crimen organizado permee en dos direcciones –desde arriba y desde abajo- todas las estructuras e instituciones estatales. La impunidad y poder cuasi ilimitado que se le otorgó a los aparatos represivos del Estado durante la pandemia, conjuntamente con el cambio de paradigma de control estatal y las relaciones de producción, el paquetazo que se imprimió contra la clase trabajadora, y la potenciación de la influencia del imperialismo yanqui –con el FMI respirándonos en la nuca-  generaron fenómenos únicos en nuestro siglo, que han devenido en la cimentación de las condiciones políticas para la transformación de forma de Estado, y por lo tanto de las relaciones sociales. En Ecuador, transicionamos del Estado de bienestar, al Estado policial, y finalmente se va concretando el Narcoestado en sus faces medias.

El gobierno de Daniel Noboa ha sido el encargado de ejecutar la transición final hacia una militarización total del territorio y un estado de vigilancia perversa. La declaración de Conflicto Armado Interno el 9 de enero de 2024 dio la estocada final en el proceso de generación de consenso hacia una regresión conservadora, que ahora le permite al hacendado presidente y su clase política, imponer por fin el proyecto que la burguesía en su conjunto planificaba hace años: el Plan Ecuador, a imagen y semejanza de lo impuesto en Colombia. El Estado –en un solo día- ha legalizado la condena de muerte y terror contra el pueblo ecuatoriano, especialmente para los varones jóvenes de clases populares y racializados, y para la organización popular, específicamente contra la resistencia antiminera, en defensa del territorio y de la vida.

Este 3 de junio de 2025, la Asamblea Nacional aprobó, con 82 votos a favor, la reforma parcial avalada por la Corte Constitucional, a la Constitución de la República en su Art. 5. La reforma plantea la eliminación de la prohibición de instalar bases militares extranjeras en territorio ecuatoriano. Esto implica la renuncian a la soberanía territorial, política y militar a potencias extranjeras que decidan establecer enclaves neocoloniales en el Ecuador en forma de bases militares. Esto significa miles de vidas perdidas a manos de fuerzas militares imperialistas dentro de territorio nacional, como sucedió con brutalidad contra el pueblo colombiano durante décadas siniestras de ejecución del Plan Colombia.

Estas tropas extranjeras tendrán la autorización e impunidad absoluta para apresar, torturar, desaparecer y ejecutar al pueblo ecuatoriano a conveniencia. Los falsos positivos van a ser el pan de cada día de nuestras vidas en adelante, si es que ahora mismo ya no lo son. Recordemos como las FF.AA. han reconocido que secuestran y torturan a jóvenes como Dave Loor y Juan Santillán –víctimas de desaparición forzada el pasado 26 de agosto- sin embargo la excusa que han dado es que al ser sospechosos de pertenecer a GDOs, todo está justificado por la ley y legitimado por una porción importante de la sociedad civl. No es cierto, pero no necesita serlo: ese sentido común ya está instaurado en la opinión pública que se ha convertido en tierra fértil para sostener sin mayor resistencia al fascismo que se impone desde el Estado. Las fuerzas represivas locales ya no serán las únicas que podrán ser juez y verdugo en territorio nacional, sino que fuerzas armadas y empresas militares yanquis e israelíes podrán decidir si “eliminar” o  no a un ser humano, por considerarlo una potencial amenaza a los intereses de la burguesía transnacional.

En esa misma línea, esta semana entró en primer debate la Ley de Solidaridad Nacional -bonito nombre- proyecto que encubre la suspensión indefinida de derechos constitucionales, eliminando el derecho a la presunción de inocencia, al debido proceso, el derecho a la integridad física, además de legalizar allanamientos, detenciones y desapariciones, dando impunidad a fuerzas represivas para que cometan graves violaciones a los Derechos Humanos, crímenes de Estado y de lesa humanidad. Una vez más el objetivo es neutralizar a la organización popular,e impedir su articulación. En la misma línea, la Asamblea Nacional, votada por las mayorías y avalada por el derecho, iniciará el debate de la Ley Orgánica de Inteligencia, Inteligencia Estratégica y Contrainteligencia. Todas estas leyes y modificaciones a la norma son ejemplos de cómo el derecho es un instrumento maleable de la clase dominante para salvaguardar sus intereses, cueste lo que cueste –al pueblo, claro-.

El mismo día Noboa se jacta de introducir al software militar Palantir, principal contratista de los servicios de inteligencia yanquis y sionistas, para “modernizar la infraestructura portuaria y aduanera”. En realidad, Palantir utiliza IA para identificar objetivos militares, entre otros en Palestina, jactándose de que su software forma parte de la cadena de mando que se precisa para decidir si eliminar a un “objetivo”. En sus propias palabras, son parte de la infame “kill-chain” de una ejecución. El CEO de Palantir, Alex Karp dijo en febrero de 2025 lo siguiente: “Palantir está aquí para irrumpir, cuando es necesario para asustar a nuestros enemigos, y en ciertas ocasiones para matarlos”. Para preocuparse hasta perder el sueño. ¿Vamos colectivamente a permitir que esta se convierta en nuestra cotidianidad? ¿La persecución, el terror y la muerte?

Esta transformación acelerada de la forma de Estado capitalista -una vez más del Estado benefactor al Estado fascista-, solo puede ejecutarse en los marcos de sentido distorsionados por el genocidio palestino. El silencio, la inacción y la impunidad que reinan de manera perversa en el ambiente, demuestran una vez más que lo que sucede en Palestina, la extrema violencia que el Estado genocida de Israel imprime contra el pueblo palestino, no solo que moldea y expande los marcos de realidad, de lo que es posible en la política, sino que también funciona muy bien como laboratorio de degeneraciones, listas para ser aplicadas contra todos los pueblos del mundo. Las mismas tácticas y empresas que se imponen con sangre y fuego en Palestina, ahora anidan en el centro del mundo, en la tierra del sol recto.

El exterminio popular al que nos enfrentaremos a cada vez mayor escala, e impuesto por la clase empresarial vinculada a las economías ilícitas, se agudizará a niveles históricos. En los próximos paros y manifestaciones, la dinámica será completamente distinta: agentes de la DEA, la CIA, el FBI y obviamente BlackWaters reprimirán con total impunidad. Esta es la realidad que nos acosa ahora a todxs quienes habitamos este país, y aún más a quienes se organizan para juntxs sostener la vida y la lucha. Resistir ahora no solo es una consigna, sino nuestra condición de existencia. Además el código ahora es, o todxs o nungunx.

Fuente de la información e imagen: https://www.revistacrisis.com

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La educación sistémica

Cada recambio del Estado mexicano presenta un plan de batalla en el campo educacional y formativo de la población para las generaciones presentes y las de relevo inmediato, un proceso que por lo regular se halla entrecruzado con las prioridades estratégicas de diversa índole en donde la centralidad no es necesariamente cultural, pero que descubre la naturaleza del orden que se fomenta.
Por encima de todo el Estado actúa con pleno uso de sus facultades y su poder en la educación por efecto del control político, las presiones sociales y el orden económico. Digamos para esto que, a nivel de la actual política educativa del Estado; de las primeras impresiones radicales en la educación, nos quedamos “a medias”, ahora vemos desfilar un gatopardismo hacia posturas abiertamente derechizadas de la burocracia de la SEP, sea por transfusión o contagio de lo que ya existía. En la enseñanza queda clara una retirada política de sus planes previos en alianza con las posiciones más reaccionarias, porque cada vez encuentra y fomenta desde sus instancias a las ideologías más afines a sus necesidades históricas y coyunturales de avasallamiento.
Queriendo abarcar todo, en este caso la Nueva Escuela Mexicana vino a ser ese plan institucional de enseñanza y educación que entre tantos temas se propuso modificar las condiciones de la violencia generalizada, la pérdida de identidad nacional y los fines educativos tradicionales de progreso y desarrollo, dicho esto sin adelantar cuánto encaja dentro de lo posible del panorama social creado. En esta reconstrucción idealizada del Estado patriarcal no todo es tan disruptivo como parece, dado que existe un precedente de la “educación socialista” en el Estado mexicano en la construcción de alianzas para su expansión, que quedó a la deriva en los tiempos.
Y aunque con un comodino rechazo desde las instancias empresariales, así mismo la empresa privada en educación opera con sus alternativas tradicionales tecnocráticas o empresariales para propulsar sus necesidades de educación y enseñanza de acuerdo a una lógica más rigurosa del mercado laboral o empresarial, que también omite otros objetivos y compromisos. En ambos escenarios, la bifurcación no desmiente la predominancia del Estado burgués que se sabe manejar y ha impulsado sustancialmente el crecimiento de la educación privada, ni mucho menos en lo que cabe al horizonte del ideal educativo.
El sistema regula o desregula dichos procesos en ambos cuerpos de la educación. Entre sus múltiples y gravísimos problemas de sus procesos, subyace uno fundamental que alimenta y se retroalimenta, este gran problema de la educación y la enseñanza es su supeditación o bien subordinación arbitraria del sistema social, limitante de una condición apenas perceptible sobre los verdaderos fines y controles de la educación.
Por ejemplo, en la lógica de deshacerse de la violencia como “subcultura” el plan (bajo una violenta resistencia oficial a develar las raíces de la violencia descontrolada), consiste en fomentar patrones de conducta pacíficos en medio de una turbulencia social que se estableció como parte del capitalismo de nuestros días, como forma de acelerar la riqueza, de ascender al poder económico y político del crimen organizado y del empresariado vuelto al formato de acumulación originaria por despojo, pero este es solo un detalle de la cuestión de adoctrinamiento social y de la docencia encargada de hacer cumplir el mando.
Ojo que aquí no se cuestiona el combate a la violencia criminal, la erradicación de la violencia o la lucha por la reconstrucción del tejido social desde las aulas, más allá de su discutible eficacia, pues la violencia trasciende la escuela, prevalece en la actual arquitectura de la sociedad; lo cierto es que la escuela mexicana de abajo siempre preconizó el pacifismo, la construcción solidaria del tejido social, y su resistencia cultural frente a la cultura hegemónica, no así la oficialidad anterior, la gran empresa y las viejas políticas. En ello consiste la diferencia con el antes, de ahí en fuera, los resultados no cambiaron. Cuestionamos las premisas de que se parte y a las que se desea llegar: un capitalismo humanizado, ¿sueño o señuelo?, cierto que hay mucho de proyección y otro tanto de simulación entre quienes la sustentan, pero interesan más los resultados reales, ya visibles en el proceso.
La educación como instrucción, sus instituciones (familia, aparato del Estado, empresa, capital) cobra características de una gran estructura cuasi estatal que rige, determina y dispone en sus ámbitos para el fluir de la cultura, la ideología, el
control, el modo de pensar y actuar. Así entonces, las ideologías, políticas y programas que nos sujetan en la escuela pública y privada, expresan formas de alienación análogos que supeditan, asimilan y en gran parte fijan el trabajo docente.
El trabajo de los programas educativos, la ideología y política profundas en la educación, había estado muy claro para las distintas posiciones sociales, aún las más conservaduristas y obtusas, y lo sigue estando bajo los aspectos más generales, sin embargo, la narrativa oficial que proclama el discurso crítico educativo siempre y cuando no sea práctica consecuente por los actores educativos en relación al estado de cosas del sistema, ha vuelto relativas algunas temáticas.
La opacidad es conveniente de arriba hacia abajo, hablemos del pensamiento crítico asimilado a la NEM, le sienta bien mientras que no interfiera con lo que sucede en las entrañas de la SEP que hace parte orgánica del problema educativo (vulneración de derechos, verticalidad institucional de control, subestimación y subordinación de la experiencia y creatividad docente, repartición de la institución entre facciones políticas y grandes empresas, corrupción, negocios, complicidades sindicales, tradicionalismo formativo y verticalidad de poderes). Hasta la crítica más sutil a las prácticas del aparato en cualquier eslabón de la cadena es motivo del rechazo institucional virulento.
El pensamiento crítico llamado a actuar en la NEM no dice nada sobre los reclamos del magisterio que no sea lo que el discurso oficial “recoge”, no puede tener voz, porque entonces le resulta una complicación contra la cual lidiar y a la cual le cae todo el peso de las campañas de desprestigio en complicidad con las empresas de la comunicación. El citado pensamiento crítico oficial se vuelve una celada, un artificio que promueve un esfuerzo solo para una carga de aprendizajes, mas no para poner en tela de juicio los vicios de la instrucción pública y privada, de la cultura burguesa, la ideología social y la dominación de clases realmente existente.
La realidad del trabajo docente es que a la carga tradicional de contradicciones de la política educativa se acumularon otros tantos que no acabaron por suplantar o superar el estado anterior, por lo que, en lugar de una insinuada deconstrucción sistémica, terminamos en un ensamble imperfecto entre una vieja élite opresora reposicionada y con mecanismos inconsistentes para superar el problema educativo.
Que dado el punto indefinido en que nos encontramos aleja los objetivos antes postergados por el neoliberalismo sobre: a) el rezago educativo al desmarcarlos de la búsqueda metodológica, b) del desarrollo del niño en sus necesidades fundamentales, c) de las armas socio-pedagógicas frente al problema educativo, d) de los problemas socioeconómicos expresados en la enseñanza, e) del elitismo y del clasismo, f) de las secuelas de la salud poblacional bajo el capitalismo salvaje que se expresan en múltiples dificultades de aprendizaje, g) de la agresión ideológica alienante a través de las nuevas tecnologías, h) de los graves problemas de atención y concentración que se expresan en el aula, al igual que de la pérdida de capacidades de autorregulación, i) del desarrollo del pensamiento lógico, científico, crítico y social del sujeto, y j) de las mayores dificultades en el desarrollo de la conciencia y maduración en el escolar. Sin olvidar las múltiples presiones de la coerción administrativa hacia el magisterio.
La educación institucional tiende a desplazar los procesos de enseñanza por múltiples apetencias circunstanciales a lo largo de cada ciclo, con una formación oficial limitada, los propios los concejos técnicos escolares dado el esquema de control son mediatizados a la bajada de línea. La NEM no cuenta con procesos enteramente coherentes en la búsqueda de soluciones a su ideal formativo (progreso, diálogo, paz, humanismo o desarrollo), estos están enmarcados en prioridades estatales.
El trabajo educativo es interferido por medio de la política, pero sin apoyos a su labor, más que los que dicta la propaganda de masas y su adoctrinamiento, el magisterio solo cuenta con su ingenio, el desarrollo de sus experiencias y todo cuanto emana de su práctica. Esto crea un conflicto constante entre lo que en el escritorio con poder se crea y se cree que funcionará a las mil maravillas, aun cuando esté descentrado de los problemas educativos reales y de las necesidades formativas de la población.
La postura oficial real, contra la que lidiamos diariamente en el oficio es otra cosa distinta a la simulación, ella nos visualiza como su propiedad, en este sentido extiende sus derechos sobre nosotros, además, siempre culpa a la docencia, con o sin delicadezas de las desventuras educativas del país, entreteje una serie de normas que culpabilizan, responsabilizan y
obstruyen el trabajo del magisterio, estableciéndose como una carga más contra la cual batallar y a la cual enfrentar en el trabajo diario.
La narrativa seguirá siendo embellecida al tiempo que la práctica oficial se corre más a la derecha en tanto ejercicio de las estructuras de poder. Así lo punitivo se va haciendo cotidiano, se encubre bajo la postura de luchar contra las resistencias al discurso oficial por nuestra desaplicación y desacato a lo establecido por el plan. La culpa solía ser una declaración frontal de responsabilidad, oficial y mediática, como lugar común del adoctrinamiento social, ahora está en un nivel de interiorización religiosa sentirse culpable, como el deber del ser “revalorizado” que debe cumplir con mostrar resultados con un plan y programa que fue inducido desde arriba sin una lógica interna formativa previamente despejada y probada, al cual debemos simplemente implementar.
Felipe Cuevas Méndez

 

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