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¿Laicidad o clericalismo a la inversa?

El pasado 7 de mayo, Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin publicaban un artículo de tres páginas en las columnas de Le Monde, titulado “Cisma a izquierda” y presentaban la querella franco-francesa sobre la laicidad y el islam como “la más violenta que nunca haya producido la izquierda en su interior desde hace mucho tiempo”. Este debate tiene una dimensión internacional evidente sobre la que quiero volver aquí, intentado recordar los términos de una concepción auténticamente socialista de la laicidad.

Cuando un catecismo expulsa a otro

En la tradición del líder socialista francés Jean Jaurès, la laicidad es sinónima de democracia: “no hay igualdad de derechos si el apego de tal o cual ciudadano a tal o cual creencia, a tal o cual religión, supone para él un motivo de privilegio o de desgracia”. Sin embargo, Jaurès no pretende aislar la religión de la sociedad, reduciéndola a un asunto privado. Para él, “es en una sociedad natural y humana donde ella evoluciona, [y ella] solo será una fuerza abstracta y vana, sin afianzamiento y sin virtud, si no está en comunicación con la realidad social” (Discurso de Castres, 1904).

Dos años antes, Edouard Berth, uno de los pioneros del sindicalismo revolucionario, una corriente que va a controlar la CGT francesa hasta 1914, estigmatizaba el “clericalismo a la inversa” de esos “alcaldes socialistas (que) pasan su tiempo en aprobar los decretos más extraños y extravagantes con el único objetivo de ‘fastidiar’ a los curas”. Continuaba: “nuestros soñadores de unidad dogmática, intelectualista y jacobina (…) tienen siempre una concepción dogmática de la unidad. La Fuerza, destinada a esta unidad mística y transcendental, sola, cambia; el gendarme del Estado y el maestro laico reemplazan al inquisidor y al monje ignorante”. Concluía: “la creencia en lo que Marx llamaba tan felizmente el sobrenatural democrático se ha instalado soberanamente en la actual conciencia socialista”.

Verdaderamente, la laicidad no debe ser considerada como un arma para luchar contra las religiones, aunque solo fuera porque ella defiende de forma intransigente la libertad de pensamiento, de opinión y de creencia (o de no creencia): “(…) si reclamamos para nosotros una libertad plena e íntegra –señalaba Berth– ¿vamos a trabajar para arrebatarla a los otros?”. De esta forma denunciaba la Ley de Asociaciones de 1901, votada sin embargo por quince socialistas, “más anticlericales que socialistas”, que introducía un régimen de excepción para las congregaciones religiosas. “Antiguamente, concluía, ello estaba en la unidad de un catecismo religioso que nuestros reyes soñaban que mantendría la unidad nacional; en la actualidad, nuestros demócratas esperan el mismo milagro social de un catecismo cívico” (“La política anticlerical y el socialismo”, La RevueSocialiste, noviembre 1902).

La laicidad bien entendida no propone sin embargo una actitud relativista. Encuentra así su expresión plena e íntegra en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, cuando estipula: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye (…) la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público (lo subrayamos) como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (art. 18). Pretender excluir a la religión de la esfera pública es pues una propuesta política explícitamente liberticida.

Combatir los integrismos

En el terreno religioso, el integrismo (un término reivindicado por los tradicionalistas católicos de inicios del siglo XX) y el fundamentalismo (un término nacido más bien en la galaxia protestante) son sin duda la expresión de dinámicas sectarias; va lo mismo de la ortodoxia judía, del salafismo musulmán o del hindutva de inspiración hindú: todas estas corrientes transmiten un discurso anti-democrático, patriarcal u homófobo, de orientación totalitaria, radicalmente opuesto a las aspiraciones de emancipación humana que deben encarnar los valores socialistas. Otras tantas razones para combatirlas sin tregua en el terreno de las ideas.

En el plano más netamente político, fuerzas poderosas se reclaman hoy de la ortodoxia religiosa, como la Nueva Derecha Cristiana en los Estados Unidos que, desde los años 1980, ha favorecido el deslizamiento conservador y belicista del Partido Republicano; los Católicos de Identidad, en Francia, que han formado el grueso de las tropas de “La Manifestación para Todos”; los sionistas religiosos en Israel, que defienden un punto de vista colonialista y racista; el RSS (Organización de los Voluntarios) o la Shiv Sena (Ejército de Shivaji), ligados al BJP en el poder en India y que promueven un nacionalismo ultra-reaccionario. Tienen por supuesto sus homólogas en el seno del islam, se inspiren en la teocracia iraní, en el Jamaat-e-islami pakistaní, bengalí o indio, en el salafismo saudí, en los Hermanos Musulmanes o en otras ideologíasdel mismo tipo.

En el curso de estos últimos decenios, organizaciones terroristas (“yijadistas”) se han desarrollado también en el caldo de cultivo del wahabismo, en ruptura con el quietismo político tradicional de la mayoría de los salafistas o del programa político conservador del islam político dominante. Ellas se han desarrollado en el marco de sociedades brutalizadas por la miseria extrema, por dictaduras torturadoras y por guerras neocoloniales. En 2013, asesinos provenientes de ese entorno han asesinado fríamente a dos de los principales líderes de la izquierda tunecina: Chokri Belaïd y Mohamed Brahmi. Más ampliamente, sus fechorías han espantado, en primer lugar, en los países musulmanes pero también en Occidente: Estados Unidos (2001), España (2004), Gran Bretaña (2005), Francia (2015), Bélgica (2016)…

¿Por qué habría que caer en la islamofobia para denunciar el carácter profundamente reaccionario y liberticida del islam fundamentalista? El wahabismo es una secta ultra- retrógrada, cuya promoción internacional se ha beneficiado –y se beneficia- de enormes recursos financieros de sus padrinos saudís, con la bendición de las potencias occidentales, especialmente durante la guerra fría para combatir al nacionalismo árabe tercermundista, y de la complicidad de los Hermanos Musulmanes. Asimismo, el islam político de diversas obediencias desarrolla un discurso neoliberal-conservador que no retrocede para conseguir sus fines ante el autoritarismo y la violencia, como muestra en la actualidad Recep Erdogan en Turquía.

Pertenencia religiosa y lucha social

Sin embargo, no hay que confundir el islam sectario y las corrientes políticas que se reclaman del mismo con los centenares de millones de musulmanes que viven su fe y su espiritualidad con respeto a los otros. Digámoslo alto y fuerte: llevar el velo, no comer cerdo o no beber alcohol, no tienen nada que ver con una profesión de fe integrista. Lo testimonian las decenas de millares de mujeres, en parte con velo, que han bajado a las calles de Túnez, el 13 de agosto de 2013, para defender el Código del estatuto personal de 1956, que establece el principio de igualdad entre mujeres y hombres en este país del Magreb.

Sobre el terreno social, un número creciente de entre nosotros –creyentes o no, cristianos, judíos, musulmanes o ateos- debe responder al aumento de las desigualdades, de la precariedad e, incluso, de la pobreza y la exclusión. Así, es organizando la resistencia común de las capas populares como una izquierda socialista digna de este nombre lleva el combate por la justicia social, contra la explotación del trabajo y las diferentes formas de opresión. En esta perspectiva, y también porque este compromiso es imagen de la sociedad que queremos, nosotros rechazamos todo compromiso con los racismos que oponen y dividen, lo mismo que con el llamado “conflicto de civilizaciones” que justifica hoy suvuelta a la escena.

Durante el período de entre las dos guerras, la derecha antisemita trataba a los militantes comunistas, o simplemente de izquierda, de judeo-bolcheviques o de judeo-masónicos. Hoy, se encuentran cruzados de lucha anti-religiosa para tratar a los antirracistas, que dan la alerta contra el auge de la islamofobia –una forma de racismo que esencializa la religión musulmana y sus adeptos para estigmatizarlos-, de islamo-izquierdistas. Es una acusación completamente gratuita y, como defensores de una laicidad que rima con democracia, comprometidos en el combate por la emancipación social, no nos reconocemos de ninguna forma en ese ridículo apodo.

Jean Batou. Miembro de la dirección de SolidaritéS -un movimiento anticapitalista, feminista y ecologista por el socialismo del siglo XXI- en Suiza, y editor del bimensual SolidaritéS. Profesor de Historia Internacional Contemporánea de la Universidad de Lausana, Suiza. Es autor de numerosas publicaciones sobre la historia de la globalización y los movimientos sociales.

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De Revoluciones Fashions

Por: Carlos Hurtado (1)

     En lo político, Argentina no es un país fácil de ser explicado o comprendido; al gobierno anterior, por ejemplo, mientras sectores de la ciudadanía y países de América Latina le reconocían determinadas acciones populares y lo definían como “progresista”, poderosos grupos económicos y medios de comunicación -a su vez- lo hostigaban a diario denunciando sus prácticas como “dictatoriales” y “corruptas”; pero, de modo discrepante, estos mismos actores hoy defienden a un Ejecutivo que se muestra como liberal en lo económico, conservador en lo social y de ser uno de los principales impulsores del avance en América Latina de la llamada “restauración conservadora”. Tal militancia en favor de sus propios intereses de clase, también los conduce a minimizar o bien ocultar los despidos masivos que están ocurriendo, las resistencias a la sanción de un protocolo reglamentario de las protestas sociales, la fuerte devaluación de la moneda o el genuflexo pago de una usuraria deuda externa, siempre desde la justificación poco creíble de constituir decisiones “inevitables” para superar las agudas crisis heredadas del populismo anterior.

     Por su lado, el gobierno consciente de dicha cobertura mediática y sabedor que debe asegurar de forma simultánea su jaqueada legitimidad con la retribución de tales actos de protección se ve obligado, desde esta “doble función”, a realizar malabarismos incoherentes entre buena parte de los juicios que emite y las acciones que despliega. Por eso, es habitual encontrarlo restringiendo libertades públicas mientras verbaliza respetos por fenómenos populares como el “Cordobazo”(2), promoviendo la homogeneización de contenidos en los medios de comunicación afirmando que es en defensa de la “libertad de expresión”, o transfiriendo escandalosas sumas de dinero a quienes concentran el poder económico, con el argumento de que es conveniente para lograr la “pobreza cero” que prometieran en la campaña electoral.

     Pero dicho “discurso dominante” de los grupos de poder -con un carácter masivo, integral y persistente- al final lograría sus propósitos: generar los consensos sociales necesario para que se sostenga el modelo neoliberal, incluso de parte de los sectores que se perjudican con su aplicación…

     Y ya no quedaron dudas, los herederos de Bretton Woods y del Consenso de Washington volvieron a anidar en la realidad argentina…

El cambio y las revoluciones como eslóganes…

     Tal relato hegemónico, conservador, que se apropió del concepto de “cambio” y que reparte “revoluciones” a dos manos, construyó informativamente una realidad política ficticia a la que Ramón Mestre (Intendente de la ciudad de Córdoba y participante en la coalición nacional que gobierna) definió, en términos globales, como la “revolución del cambio”. Tal verborrágico proceso, también incluyó al campo de la educación al “beneficiarlo” con una particular y grandilocuente “revolución educativa”; esta no tendría un comienzo feliz porque el nuevo gobierno nacional, a poco de haber asumido, sancionó el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) Nº 13/15 que “adecuaba” su  política a la Ley Federal Nº 24195/93, sin advertir que la misma había sido derogada en el año 2006; tamaña decisión que “desconocía” las leyes vigentes en educación, no sólo suponía una regresión pedagógica a la década de los 90 sino, además, una drástica reducción presupuestaria del 6 al 3  % del Producto Bruto Interno.

     Tan extraña “situación revolucionaria” que se iniciaba retrocediendo y aboliendo derechos mereció fuertes condenas gremiales, políticas y sociales que obligaron al Ministro de Educación Nacional Esteban Bullrich a reconocer que “se había cometido un error” y que sería subsanado a la brevedad; y así ocurriría, ya que en corto tiempo aquel DNU firmado por el Presidente de la República y por todos sus Ministros (incluido el de Educación), fue corregido “reconociéndose de nuevo” tanto a la Ley de Educación Nacional Nº 26206/06 como al resto de la legislación que había sido dada de baja.

     La difusión pública del gigantesco “error y de su correspondiente enmienda”, abonó una potente sensación colectiva sobre el desconocimiento que las autoridades tendrían de las normas educativas; y de esta forma, comenzaron a germinar silvestres incertidumbres y jóvenes desesperanzas en los cotidianos escolares y en sus docentes…

     Poco después de esta vergüenza rápidamente diluida por los medios, el 12 de enero de 2016 y en un pequeño pueblo de la norteña Provincia de Jujuy, se llevó a cabo la “II Reunión del Consejo Federal de Educación” que concluiría con la presentación de la “Declaración de Purmamarca”; el propio Presidente la definiría, en la apertura de las sesiones legislativas del año 2016, como el documento Técnico-Político con el que se fijaron colectivamente los nuevos rumbos y acciones educativas.

     Es allí, entonces, en la distante y hermosa Purmamarca(3) -cuyo nombre en lengua aymara significaría “pueblo de la tierra virgen”- que “con la sabrosa carne de llama y el inigualable vino de altura” (como la describe una página local de difusión turística) todos los Ministros de Educación del país, impulsaron este inicio almidonado y protocolar de la postmoderna y burguesa “revolución educativa”.

     Y con ella, por su inocultable semejanza con las Reformas Educativas Latinoamericanas de los 90, un traumático pasado amenaza con un retorno triunfal a las escuelas argentinas…

La Declaración de Purmamarca ¿un nuevo manifiesto conservador…?

     La Declaración, afirma textual que “Creemos necesario afianzar las bases de una revolución educativa(4) cuyo vértice es la escuela, donde se gesta el futuro del futuro. Para ello, es indispensable implementar acciones conducentes a un aprendizaje continuo, para lo cual se requieren procesos sistemáticos de evaluación que favorezcan el desarrollo integral de todos y cada uno de los niños/as, jóvenes, adolescentes y adultos, jerarquizando al docente en su rol de autoridad pedagógica y como agente estratégico de un cambio cultural que continúe poniendo en valor a la Educación. Para el logro de estas metas resulta imprescindible contar con el apoyo de las familias y de la sociedad en su conjunto.” 

     Se autodefine como agenda y conjunto de principios comunes, básicos, tendientes a lograr “una educación de calidad para todos”: entre otros, el de promover la educación y el conocimiento como bienes públicos y derechos personales, sociales y con el acompañamiento presupuestario del 6% del PBI(5); de avanzar con la obligatoriedad del nivel inicial desde los tres años de edad; fortalecer los aprendizajes en la escuela primaria con la progresiva implementación de una jornada extendida con actividades escolares, culturales, educación física, deportivas, recreativas, artísticas y sociales; asegurar el ingreso, permanencia y egreso de la totalidad de los estudiantes de la educación secundaria en todas sus modalidades; promover procesos de evaluaciones anuales en educación primaria y secundaria obteniendo diagnósticos que ayuden a mejorar el aprendizaje de los estudiantes y que para ello el Ministerio de Educación y Deportes de la Nación creará el Instituto de Evaluación de la Calidad y Equidad Educativa; además, mejorar la formación inicial y continua de los docentes; alentar a los mejores estudiantes de la escuela secundaria a encontrar atractiva la carrera docente; a desarrollar herramientas e integrar enseñanzas académicas con conocimientos del trabajo y la producción y de promover iniciativas de cooperación internacional contribuyendo a fortalecer la política educativa y las autonomías provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires.

     Una buena parte de estos “principios”, ya habían aparecido en otros intentos de supuestas transformaciones, siendo algunas de ellas discordantes u opuestas entre sí. Coincidiremos, con seguridad, en que una simple lectura nos señala que es muy difícil no acordar con los mismos; porque su falta de transparencia ideológica y la amplia generosidad de su mensaje, los presenta como un compendio de indefiniciones y vaguedades ¿quién podría discutir el “fortalecer los aprendizajes en la escuela primaria”, o rechazar “una educación de calidad para todos” o resistirse al “egreso de la totalidad de los estudiantes de la educación secundaria”?

     Decimos que tales objetivos ganaron un relativo prestigio al haber participado en paradigmas distintos al actual (incluso en teorías críticas), porque se ubicaban en proyectos políticos que más allá de sus diferencias, poseían ciertos compromisos con lo público y con los sectores populares; pero que ahora al ser reubicados en esta propuesta política que privilegia lo privado, los intereses de la oligarquía y que solo pretende legitimarse aprovechándose del reconocimiento que estos poseen, han sido “vaciados de sus significados originarios”; los han transformado en simples eslóganes con la intención de seducirnos desde falsos consensos y de hacernos sentir como que hablamos de lo mismo; como que no tenemos nada para discutirles; porque nos generan la ilusión de estar todos incluidos y representados…

     Pero sabemos que no es así, al observar las características que comienzan a asumir los debates actuales en materia educativa; porque resurgieron antiguas alternativas que se creían superadas: meritocracia, pruebas PISA, autofinanciamiento, sinceramiento presupuestario o el ingreso universitario irrestricto como demagogia populista. Conocemos muy bien, las significaciones que estos conceptos adquieren en un modelo capitalista neoliberal…

     Ante el desafío de buscar las verdaderas intenciones que subyacen en la Declaración, podríamos comenzar por preguntarnos ¿qué significa educación de calidad?; ¿cómo diferenciar una educación de calidad de otra que no lo es?; y respecto a los estudiantes ¿egresar en condiciones de actuar y pensar en qué y sobre qué?; el proceso de construcción de respuestas, confirmará que no todos explicamos la realidad de la misma manera ni nos imaginamos el futuro de idéntica forma y que, entre nosotros, existen diferencias ideológicas que niegan aquel juicio que instalara el neoliberalismo conservador respecto a que “las ideologías han muerto”.

     Por eso, afirmamos que la Declaración, supone una mera agenda de acciones que no explicita sus rumbos; una propuesta educativa que eclipsa sus “sentidos”; que no indica el “hacia donde…”; ni sus “verdaderos principios”, ni lo “ético”; eludiendo en síntesis los “para qué y porqué” educar, anulando así la posibilidad de que los protagonistas visualicen a la educación como un “hecho social y político”. Lo que significa decir, en síntesis, que la autoproclamada “revolución educativa” está desconociendo las potencialidades transformadoras de la educación,  de los docentes y de sus comunidades educativas.

Una revolución sin ideología?

     Ante lo dicho no debemos ni podemos confundirnos, porque no es producto de la casualidad que la Declaración no evidencie lo ideológico, lo sustantivo: es un hecho deliberado que surge de la clara pretensión de obturar los debates colectivos y de anular a los protagonistas capaces de comprometerse con la construcción de una nueva educación; porque intenta transformar a los docentes, en consumidores acríticos de concepciones elaboradas desde intereses contrarios a aquellos de los sectores populares.

     Con el opacamiento de los para qué y porqué educar, la derecha conservadora obliga a asumir pasivamente sus concepciones respecto a los rumbos educativos y también sobre lo que se debe comprender por “educación de calidad”; y así, nos direcciona a resignar la posibilidad de confrontar tal posición con otras opciones existentes, disponibles. Lo central de esta polémica es asumir que las orientaciones políticas de los proyectos educativos, no constituyen una cuestión secundaria o menor: por el contrario, son prioridad y necesidad en los debates a emprender; porque es allí, en dicho escenario de tensiones y conflictos, donde se dirimen las relaciones de fuerza entre los discursos hegemónico y contrahegemónico…

     A modo de ejemplo, podemos decir que una cosa es:

  • plantear la formación de un ciudadano crítico, solidario, con conciencia de clase, constructor de su destino, rebelde, inmerso en una patria justa y emancipada; y otra, muy diferente, es
  • proponerse como objetivos un egresado adaptado a su medio social, que naturalice las injusticias al privilegiar los bienes individuales por sobre los colectivos, interesado en el consumo, en el competir, acrítico ante una patria sin autodeterminación y seducido por eslóganes que pregonan la “incorporación al mundo” a cualquier precio.

     El ejercicio didáctico de plantearnos estos “para qué y porqué educar” fuertemente antagónicos, es a los efectos de observar que de hecho las propuestas político educativas no solo pueden ser disímiles entre sí, sino opuestas e ideológicamente enfrentadas…; y a partir de ellos, se fortalece la observación sobre que no existe una única dirección educativa sino multiplicidades de alternativas posibles y que “…si los rumbos y caminos a proponer y decidir son distintos, no se puede hablar de calidad educativa desde una forma universal, dogmática, de concebirla; porque si los sentidos y sus supuestos ideológicos son diferentes, también lo serán las concepciones sobre lo que significará una educación de calidad...”

     Asumir que el concepto de calidad educativa variará según el modelo que lo formule y lo contenga, supone aceptar sus rasgos de relatividad y que un mismo resultado podría significar éxito en algún paradigma y, en forma simultánea, fracaso en otros. Entonces, a modo de ejemplo nos preguntamos ¿qué ocurriría si se establece al “desarrollo de prácticas competitivas” como un indicador de calidad educativa? ¿qué señalaría su concreción?:

  1. mientras en el primero de los “para qué y porqué” planteados, que propone desarrollar la solidaridad, la aparición de estas marcarían un rotundo fracaso en relación a los objetivos planteados;
  2. en el segundo, en cambio, las prácticas competitivas (al constituir en una de sus principales metas) indicarían el éxito de haber alcanzado lo previsto.

     Es desde reflexiones como estas, que surge la necesidad de recuperar los debates pedagógicos y la formulación de preguntas respecto al tipo de sociedad y de ciudadanía a cuya formación se debería contribuir desde la educación.

     Y así, pensando en términos de una Nación emancipada, con justicia social y, a la vez, integrada a la región latinoamericana pero con “cabeza propia”(6) es que surgió el requerimiento de preguntar en voz alta: ¿habrán tenido en cuenta los ministros miembros del Consejo Federal que firmaron la “Declaración de Purmamarca”, lo que Manuel Belgrano planteó como “rumbos educativos y formación ciudadana” en 1813, en su “Reglamento para las Escuelas del Norte”?

     ¿Lo recordamos? allí, en su artículo 18, señalaba para los tiempos por venir:

“…inspirar (…) un espíritu nacional que les haga proferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de americano que la de extranjero…”

     Con seguridad que la mayoría de quienes impulsan esta “revolución educativa”, responderán rápidamente que “los tiempos son diferentes y que si Belgrano viviera, ahora haría lo mismo que ellos” y una pequeña minoría, quizás demasiado pequeña, sentiría vergüenza por su traición…

     Y algún docente de escuela pública, alterando una afirmación ya veterana contribuiría al debate diciéndole a quien quiera oírlo: es la oligarquía, estúpido…!(7)

Notas

  • Prof y Lic. En Ciencias de la Educación, de Córdoba-Argentina.
  • Se hace referencia a la rebelión popular que comenzara el 29 de mayo de 1969 en la ciudad de Córdoba y que fuera protagonizada por el movimiento obrero (destacándose en el los dirigentes gremiales Agustín Tosco, Elpidio Torres y Atilio López) y que contara con una activa participación estudiantil. Se originó por oposición a las políticas de represión y ajuste económico de la dictadura militar, llamada “Revolución Argentina” y que en aquel momento encabezaba Juan Carlos Onganía. Hubo decenas de muertos (con intervención de las fuerzas armadas) y los dirigentes involucrados fueron encarcelados; no obstante, la magnitud de la rebelión popular y su diseminación, iniciaría el deterioro y posterior caída de la dictadura.
  • Purmamarca: localidad del departamento de Tumbaya, en la Provincia de Jujuy, en el noroeste argentino. Un bellísimo pueblo, con una fuerte identidad cultural histórica, representativa de los pueblos originarios. Es muy visitado por viajeros de diferentes lugares y entre otros atractivos destacan el río Purmamarca, el Cerro de los siete colores y el Camino de los colorados. Forma parte de La Quebrada de Humahuaca la que, en el año 2003, fue declarada por UNESCO Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad.
  • El subrayado es nuestro.
  • Frente a la reducción previa que este mismo gobierno realizara al 3%, una lectura apresurada puede señalar a este recupero del 6% como “progresista”; pero si tenemos en cuenta que, impulsada por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera), Adriana Puiggrós presentó en noviembre del 2015 en la Cámara de Diputados de la Nación un Proyecto de Ley de Financiamiento Educativo que propone elevar al 10% del PBI lo destinado a educación, podríamos concluir en que con la Declaración de Purmamarca se estaría poniendo por adelantado algún freno a dicha propuesta. Se debe recordar que si este proyecto no es tratado rápidamente, en noviembre de este año perdería estado parlamentario.
  • Concepto extraído del Informe Mundial de la Calidad Educativa 2014 “En este debate ¿de qué se está hablando?” de la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa. Página 25. Caracas. Venezuela. Octubre del 2014.
  • Parafraseo de “Es la economía, estúpido” que fuera utilizada en 1992 en la campaña electoral de Bill Clinton contra George H.W. Bush (padre) en los EEUU.

Fuente de la foto: http://revoluciontrespuntocero.com/maestros-entregan-pliego-petitorio-a-la-segob-y-acuerdan-proximas-reuniones/

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Cuba y el pragmatismo socialista.

JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ AZNAR.

…la gestión de gobierno debe dejar de lado

los prejuicios del dogmatismo ideológico

El 01-01-1959 se inicia la Revolución Cubana con el triunfo de la lucha guerrillera contra la corrupta dictadura militar de Fulgencio Batista. Al comienzo contó con la admiración de todo el mundo. Las fotografías de Fidel Castro, su máximo líder, y del Che Guevara se exhibían en muchos países. Apenas dos años después, la revolución asumió el marxismo leninismo como ideología de Estado, con el Partido Comunista Cubano como único partido legal, eliminando cualquier intento de oposición contrarrevolucionaria.

Estados Unidos en 1960 estableció un embargo y bloqueo económico pretendiendo debilitar al gobierno cubano, lo cual castigó severamente al pueblo cubano y dificultó el desenvolvimiento económico del país. La antigua Unión Soviética subsidió buena parte de la economía cubana durante casi treinta años.
En 1989 se desintegró el sistema comunista en la Unión Soviética, con lo que Cuba sufrió una profunda crisis. Perdió el 85% del mercado exterior. En tres años el Producto Interno Bruto decayó un 35%. Se estableció un férreo control de alimentos con libretas de racionamiento para regular las cantidades que las familias podían adquirir. Los presupuestos nacionales cubanos bajaron a cantidades irrisorias en comparación a las necesidades de la población.

El presidente Chávez, quien idolatraba a Fidel Castro, sustituyó a la Unión Soviética en programas de ayuda al régimen cubano, con inversiones, subsidios y donaciones en condiciones altamente favorables para Cuba que, al principio, le permitieron sobrevivir la crisis y, posteriormente, favorecieron su resurgimiento económico.

En febrero de 2008 Fidel Castro renunció definitivamente a la presidencia de Cuba y su hermano Raúl fue designado nuevo presidente del país, quien ha venido introduciendo cambios en el sistema económico, aunque todavía en forma moderada. Entre las decisiones significativas cabe destacar la “privatización” de 500.000 trabajadores que estaban en las nóminas del Estado y ahora se dedican a actividades económicas y de servicios; la reforma del régimen cambiario para atraer inversión extranjera y permitir la repatriación de dividendos; la constitución de empresas mixtas con capital estatal y privado nacional o extranjero; la renegociación de la deuda externa con Rusia y México y avances en las negociaciones con los países acreedores del Club de París, así como de acuerdos de inversión y cooperación con la Unión Europea.

Hace pocas semanas el presidente Barack Obama visitó Cuba, siendo recibido con euforia por la población. Después de 54 años, termina el bloqueo económico y se inicia una nueva etapa de inversiones y cooperación entre Estados Unidos y Cuba; se abren embajadas en ambos países; se restablece el intercambio comercial y se aprueban 120 vuelos diarios entre Cuba y EEUU, por solo mencionar algunos aspectos altamente favorables para ambos países.

Los datos oficiales sobre la economía cubana del año 2015 indican que ingresaron 3.500.000 turistas; el 60% de la producción agrícola está a cargo del sector privado o de cooperativas; el desempleo fue de 4%; la tasa de inflación del 6% y el Producto Interno Bruto creció 4%. No hay duda que con la progresiva liberalización del sistema económico y el restablecimiento de relaciones con EEUU, traerán enormes beneficios al pueblo cubano.

Se demuestra que la gestión de gobierno debe dejar de lado los prejuicios del dogmatismo ideológico para dar paso al pragmatismo en beneficio de toda la población, tal como ha hecho China desde hace décadas y ahora Cuba. Un socialismo moderno debe apoyar a la inversión privada en vez de reprimirla, por ser generadora de empleo y de producción.

josevicenterodriguez.aznar@gmail.com

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Aurelio Nuño Productions

Luis Hernández Navarro
El profesor Octavio Estrada Martínez se hizo famoso el pasado 17 de mayo. Maestro en la escuela primaria Leona Vicario de la ciudad de Oaxaca, fue el único docente en negarse a suspender labores en su plantel. Su fotografía, impartiendo clases en la calle, fue reproducida en primera plana de cinco diarios nacionales.

Esa noche, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, conversó por videollamada con el profesor Estrada. El funcionario le transmitió las felicitaciones del Presidente de la República, por su valor, civismo y compromiso con la educación.

Sin regatear elogios, Nuño Mayer dijo a don Octavio que él era un modelo de lo que se quiere en la educación para los niños, y agradeció su actitud de valentía. Es usted –añadió– un ejemplo de lucha, un símbolo que ha conmovido a la sociedad. Y, ya encarrerado, lo invitó a que lo visitara en sus oficinas para conversar sobre sus 30 años de servicio.

En su afán por inventar un héroe que defienda la reforma educativa, el secretario pasó por alto algunos pequeños detalles de la trayectoria profesional del maestro Estrada Martínez. Por ejemplo, que no está titulado, no cuenta con cédula profesional, ni domina metodología de enseñanza alguna.

También ignoró algunas sorpresas del historial laboral del prócer. Entre otros, que de los 30 años que tiene en el servicio, sólo estuvo frente a grupo 15. El resto del tiempo se desempeñó como auxiliar técnico, con frecuencia supervisando personal de intendencia. Y es que el profesor Estrada fue corrido de varias escuelas en las que trabajó por sus constantes inasistencias. Su grave problema de alcoholismo le acarreó frecuentes conflictos con los padres de familia de varios centros escolares de la zona 07 de Ocotlán y de la 98 de la colonia Maestros. Incluso fue acusado de utilizar indebidamente el dinero de los libros de un taller de la zona 98.

Hacer de un maestro no recibido, con problemas de alcoholismo, faltista, sin credenciales profesionales y traidor a sus compañeros unejemplo educativo no es un hecho casual, sino parte de la estrategia mediática para desacreditar el paro magisterial. Los grandes montajes propagandísticos en los medios de comunicación estilo Genaro García Luna han sido el sello de la gestión de Aurelio Nuño desde que llegó a la SEP.

Esos montajes son fabricados como si se tratara de una campaña electoral de contraste. Y son protegidos por la fuerza del Estado. Cuando un joven universitario fotografió a un grupo de elementos de la Gendarmería Nacional que sirven de escoltas a Octavio Estrada, fue encañonado y amenazado con dispararle por uno de gendarmes (véase la grabación de los hechos en el portal Oaxaca Informada).

La invención de don Octavio como héroe tuvo, sin embargo, un efecto bumerán, pues puso en entredicho las cifras sobre la extensión del paro dadas por el secretario de Educación. En un tuit del 20 de mayo, Nuño Mayer informó que en Oaxaca abrieron 99.5 por ciento de las escuelas, en Guerrero todas, en Michoacán 97.2 por ciento y en Chiapas 96.8 por ciento. El absurdo es evidente. De ser ciertos esos porcentajes ¿por qué cinco periódicos nacionales se interesaron en publicar en su primera plana un hecho tan intrascendente? ¿Por qué destacar que un docente dio clases cuando –según el secretario– la abrumadora mayoría lo hizo?

El sinsentido de la situación tiene una explicación sencilla. Las cifras de Aurelio Nuño son falsas. Son propaganda para desacreditar el paro magisterial ante la opinión pública, presentarse como vencedor de la disidencia magisterial y candidato a la Presidencia. Son mentiras similares a las que ya usó al informar sobre la evaluación al desempeño docente (http://goo.gl/FSPb3Y,http://goo.gl/IxNhLO yhttp://goo.gl/VsNI1F).

Múltiples evidencias desnudan el embuste oficial. La suspensión de labores en Chiapas, Oaxaca y Michoacán es casi total, en Guerrero está muy extendida (sobre todo en la región de la Montaña), y en otras entidades es desigual. Sin exagerar, Chiapas está al borde de una sublevación. El fracaso de la segunda ronda de exámenes en Michoacán fue tal que la secretaria de Educación de la entidad, Silvia Figueroa Zamudio, consideró que se debe buscar una tercera oportunidad para que los maestros que no realizaron la evaluación docente la puedan llevar a cabo.

Que las autoridades hayan tenido que desalojar por la fuerza a los profesores democráticos de sus campamentos en la Ciudad de México en dos ocasiones, y trasladarlos contra su voluntad a sus estados, es evidencia de que las cosas no marchan como el secretario de Educación dice. ¿Por qué violentar el derecho de libre tránsito, de manifestación y de expresión, tal como lo hizo la Policía Federal protegida por la oscuridad de la noche, si todo está bajo control y los mentores están derrotados?

Las detenciones de maestros, los despidos, los de­salojos de plantones que no obstruyen vías de comunicación, los montajes mediáticos llenos de mentiras, son un regreso al peor autoritarismo gubernamental. Llamar diálogo –como hizo la Secretaría de Gobernación– a un acto represivo e intimidatorio, en el que más de mil policías subieron a maestros en autobuses contra su voluntad, violaron sus garantías constitucionales y amenazaron con ejecutar órdenes de aprehensión contra algunos, es, por decir lo menos, un abuso del lenguaje.

A comienzos de la década de 1980, los gobiernos del PRI pusieron en marcha acciones similares contra la CNTE. Sin embargo, no lograron frenar su lucha. Por el contrario, una y otra vez la secretaría de Gobernación se vio obligada a negociar con la insurgencia magisterial soluciones al conflicto. Nada indica que en 2016 estas medidas represivas vayan a tener éxito. Por el contrario, es muy probable que compliquen aún más las cosas.

*Información de la imagen: El profesor Octavio Estrada Martínez dando clase en la calle.

*Articulo tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2016/05/24/politica/017a2pol?partner=rss

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En contra de la “meritocracia»

Buenos Aires, Argentina / 24 de Mayo 2016 /Autor: Antonio Galarza. Fuente Antonio Galarza

Nací en un hogar humilde, hijo de una empleada doméstica (o sirvienta, como le decían realmente a mi vieja) y un empleado administrativo. El menor de siete hermanos. Durante los noventa (y antes y después, pero especialmente en los noventa) nos cagamos de hambre, siempre juntando el mango para nunca llegar a fin de mes. Vi a mi viejo un par de veces desocupado, la primera en pleno contexto menemista, después del corralito de Erman González. Durante ese tiempo sin trabajo, había adoptado la costumbre de salir a la noche a caminar con mi mamá. Con el tiempo me di cuenta que “caminar” significaba ir a algunas panaderías a buscar algo de lo que había sobrado del día -las cortezas del pan de miga, por ejemplo- para darle de comer a sus hijos. Tiempo después, ya con trabajo cuyo sueldo nunca alcanzó y con demasiado esfuerzo, me mandaron al secundario a un colegio confesional, a ver si la educación privada me daba alguna oportunidad en la vida.

A los 15 años tuve mi primer trabajo de temporada: en negro por supuesto, armando quemadores de calefón desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde, de lunes a sábado. También fui repartidor en una verdulería. Como era de esperar, allá por 1999 la cosa no daba para más y antes de terminar el industrial me tuve que poner a laburar de forma permanente en una fábrica. Terminé el colegio trabajando a la tarde-noche y con el sueldo pude pagar el último año de cuotas, que con lo que cobraba mi viejo ya era imposible de sostener y debíamos muchos meses. Seguí laburando en la fábrica dos años más (y en mis “ratos libres” me clavaba ocho o diez horitas trabajando de cocinero) hasta que en agosto de 2001 me rajaron de todos lados. No tenía guita para pagarme un pasaje a España, ni ciudadanía. Para mí, como para muchos, no había una Europa adonde escapar.

Como siempre había sido buen estudiante, con 21 años y perspectiva de nada, en el 2002 empecé el profesorado en historia en la Universidad pública. Al mes de empezar, sin un mango, lo rajaron a mi viejo del trabajo, sin pagarle nada. Nos volvimos a cagar de hambre, literal, aunque ya estábamos todos grandes y no hacían falta “caminatas”. El primer año lo sorteé gracias a vender la guitarra y apuntes prestados, y algún que otro trabajito que duró poco y nada. Ya en segundo, conseguí un plan “barrios bonaerenses” que me ayudó a pagar apuntes hasta que saqué beca de ayuda económica en la facultad. También volví a trabajar en gastronomía en las temporadas de verano (una fábrica de pastas, una parrilla, un hotel 5 estrellas, algunos café-bar y la fotocopiadora de la facultad me contaron entre sus filas durante los cinco años que duró la carrera). Con esfuerzo, tras largas noches de estudio metido en la cama para no gastar gas, tirando todo el día en la facultad a fuerza de mate y galletitas, siempre en bici pese al frío marplatense, me recibí en 2007 de profesor en historia, con diploma de graduado sobresaliente. Gracias a las buenas notas que siempre tuve accedí a becas, de la Universidad primero y de CONICET después. Me recibí de licenciado y de doctor en historia. Me dediqué de lleno a la investigación, algo que ni siquiera imaginaba cuando empecé a estudiar. Gané un concurso como ayudante en la misma Universidad donde estudié, en la que ahora doy clases, y soy investigador de CONICET. Hoy soy un privilegiado porque laboro de lo que me gusta y puedo vivir de eso.

Según el lente con el que mires mi historia, puedo ser un claro ejemplo de MERITOCRACIA. Al menos según la ideología que nos quieren vender hoy desde los medios masivos y desde el gobierno: salí de pobre gracias al esfuerzo personal, pese a todas las dificultades, lo que se dice un auténtico SELF-MADE-MAN. Mi historia pegaría bien en una publicidad decorada con globos amarillos que intente mostrar que el sistema funciona bien y que el mercado siempre le da oportunidad a los que saben esforzarse. Hasta podría dar una charla de auto-superación personal para alguna fundación u ONG inventada por algún garca para no pagar impuestos.

Pero no. Como muchos, le metí esfuerzo, sudor y lágrimas, sí. Pero sin el ESTADO, sin la ayuda de políticas concretas -becas de ayuda económica, becas de investigación, educación PÚBLICA- hoy seguiría cortando chapas o preparando comidas en algún restorán, trabajos dignos si los hay, por supuesto. Pero las políticas de educación pública y gratuita, las ayudas económicas para estudiar, el apoyo al sistema científico, me dieron la oportunidad que jamás hubiera tenido por haber nacido pobre. El esfuerzo tiene que estar, sí, pero cuando te tocó perder de entrada, como fue el caso de mi familia, si el Estado no te ayuda, olvídate: el esfuerzo, con suerte, te sirve para subsistir, mal, como a mi abuelo o a mis viejos. SIN LA UNIVERSIDAD PÚBLICA (y la Educación pública en general) es imposible. Por más esfuerzo que le hubiese metido, nunca hubiera podido estudiar en una Universidad arancelada o con ingreso restrictivo que significaba tener que pagarme un apoyo y no poder trabajar. No nos comamos “el chamuyo de la meritocracia”, ni el de que la gente tiene que recuperar la cultura del sacrificio o que a la universidad no se va a hacer política. No tenemos que recuperar nada porque nunca lo perdimos, y la política forma parte de la educación y de nuestras vidas. Lo que ese discurso persigue en realidad es legitimar el desfinanciamiento de la educación pública, porque la consideran un gasto y no una inversión: que nadie se queje, que nadie haga un paro o una marcha.

Lo único que tiene que hacer el gobierno es aumentar el presupuesto educativo, para que más pibes -como yo en su momento- tengan la oportunidad de estudiar.

Autor: Antonio Galarza. Doctor en Historia, profesor de la Universidad Nacional del Plata, departamento de Historia. Socializado por: Carlos A. Bracho León

Fuente Web: https://mdp.academia.edu/AntonioGalarza

Fuente imagen: http://palabrasalmargen.com/images/Imagenes_articulos/internas/50_Paul.jpg

 

 

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México: Las políticas públicas deben desmantelar el machismo.

Hace 22 años que trabaja en México con grupos de reflexión para hombres con conductas violentas. Hay que enseñarles a los hombres a ser, pensar y actuar respetando la diversidad.

América del norte/México/24.05.2016/Autor:Javier Camara/Fuente:http://www.lavoz.com.ar/

Hace 22 años, Roberto Garda Salas, maestro en Sociología por la Universidad Nacional de México, fundó en su país la asociación civil Hombres por la Equidad, a través de la cual forma grupos de reflexión que ayudan a varones a modificar conductas violentas hacia las mujeres y hacia los hijos. Invitado por la Secretaría de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer y la Trata de Personas, Garda Salas está en Córdoba para apoyar la implementación de un centro de atención a varones agresores o en situación de violencia.

–¿Son recuperables los hombres violentos?

–En los últimos 22 años hemos desarrollado diversas metodologías y estrategias para educar y reeducar a varones para que aprendan a través de técnicas educativas a detener sus conductas de violencia y de abuso y a tratar con equidad a sus parejas. Siempre nos damos con esta pregunta: los hombres violentos, ¿cambian o no cambian? Lo primero es decir que hay una responsabilidad de los estados nacionales en crear servicios dirigidos a hombres que deseen cambiar, o para aquellos que por un mandato judicial necesitan cambiar conductas de abuso.

–¿Qué opina sobre la polémica que dice que un hombre golpeador debe recibir castigo más que educación?

–Puede haber castigos, sanción punitiva, pero también –y a mí me parece lo más importante– espacios reeducativos en donde aprendan qué es la equidad de género, cómo manejo la masculinidad, de qué manera se puede manejar el enojo sin ejercer violencia, de qué manera puedo expresar la tristeza sin victimizarme, sin manipular, y de qué manera puedo ceder ante determinados conflictos y también de qué manera puedo poner límites. Todas estas habilidades se aprenden en los grupos de reflexión. Lo que vemos en nuestros grupos es que algunos hombres cambian muchas de sus conductas violentas; otros cambian menos y entonces hay que hacer otro tipo de intervención, terapia, grupos focalizados, etcétera.

–¿Los resultados son rápidos, son efectivos?

–Todos sabemos que los procesos de reeducación son a largo plazo y no dan resultados inmediatamente. Nadie cambia de la noche a la mañana, pero lo importante es brindar esta posibilidad, porque hay muchos que quieren cambiar y asumir conductas equitativas.

–¿Cómo se puede incluir a estas personas en el diseño de políticas públicas para la prevención?

–Creo que las políticas públicas dirigidas a los hombres deben buscar generar reflexividad, políticas con perspectiva de género planteadas para los hombres, servicios que les permitan identificar ideas machistas, prácticas abusivas, usos abusivos del poder, para que puedan mejorar su paternidad, su vida de pareja, su vida sexual, para que puedan, ante los conflictos, aprender a negociar sin sentirse culpables o menos hombres. Las políticas públicas deben desmantelar el machismo y generar en los hombres una necesidad de ser, pensar y actuar respetando la diversidad de maneras de ser y de expresarse como hombre, no una nueva masculinidad.

–¿Con qué obstáculos se encuentra a la hora de tratar a un hombre violento?

–Los límites son los que los hombres ponen. Para cambiar no hay límites. Lo primero es que desee cambiar, que tenga voluntad de cambiar. El segundo aspecto es crear situaciones institucionales para que el hombre pueda construir ese cambio. Si los hombres con voluntad de cambio se suman a las políticas públicas destinadas a ellos veremos que no hay límites. Predomina en América latina esta masculinidad que intimida, el machista que construye jerarquías, el que sigue pensando que está bien tener muchas mujeres, que eso lo hace más viril. Pero no están claras las alternativas a eso.

–Para usted, ¿cuál es la alternativa de fondo?

–Construir una nueva ciudadanía para los varones en la que los hombres comprendan que la única manera de vivir en democracia es respetando la pareja, pero también como un respeto de amor propio, que lleva a decir al hombre: “Yo no puedo maltratarte porque eres una ciudadana como yo soy ciudadano, y entre ciudadanos no nos maltratamos, podemos tener conflictos, pero sobre todo respetamos nuestros derechos”.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/las-politicas-publicas-deben-desmantelar-el-machismo

Imagen: http://staticf5a.lavozdelinterior.com.ar/sites/default/files/styles/landscape_642_366/public/nota_periodistica/Garda_Salas.jpg

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Las trampas del lenguaje

Fernando Luengo

No estamos ante un asunto menor. En torno a el lenguaje se construye el discurso dominante; en realidad, todos los discursos, de ahí la importancia de ser cuidadosos y rigurosos.

¿Quién alzaría la voz en contra de la austeridad y del uso racional (razonable) de los recursos, tanto los privados como, sobre todo, los públicos? Ser austeros, evitar el despilfarro debería formar parte de nuestro código moral más íntimo, permanente e inexpugnable. Quizá por esa razón sea imposible encontrar un vocablo más usado (y también más desgastado) que el de “austeridad”.  Es en ese contexto, deliberadamente equívoco, donde se invocan, se proponen y se imponen las políticas de austeridad sobre las finanzas públicas.

El lenguaje del poder, usado y aceptado coloquial, política y mediáticamente, cargado de lógica intuitiva, nos traslada a un espacio conceptual y analítico donde la crisis económica es el resultado del despilfarro público, y donde, en justa correspondencia, la salida pasa por poner orden en las finanzas gubernamentales. No queda otra alternativa, en consecuencia, si se quiere retornar a la senda del crecimiento (icono sagrado de la economía dominante, y también de una parte de la heterodoxa), que recorrer el camino de la disciplina presupuestaria.

Con un apoyo mediático sin precedentes, se repiten una y otra vez las mismas expresiones: “todos somos culpables y, en consecuencia, todos tenemos que arrimar el hombro”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora toca apretarnos el cinturón”, “el Estado es como una familia, no puede gastar más de lo que ingresa” “la austeridad es una virtud que, si la practicamos con convicción y firmeza, nos permitirá salir de la crisis”. Tan sólo son algunos ejemplos, de uso bastante frecuente, de un discurso simple (simplista), directo y, por qué no decirlo, muy efectivo; nos entrega palabras y conceptos fácilmente manejables, que proporcionan un diagnóstico de quiénes son, o mejor dicho somos, los culpables y cuáles son las soluciones.

Según ese mismo lenguaje, ampliamente aceptado, todos somos responsables y el mayor de todos el Estado, despilfarrador por naturaleza. Por esta razón toca adelgazarlo, y de esta manera liberar (literalmente) recursos atrapados y mal utilizados por el sector público, para que la iniciativa privada, paradigma de la eficiencia, los pueda utilizar. Continuamente se invoca la autoridad de los mercados, como si estuvieran gobernados por una racionalidad indiscutible y como justificación de que no hay alternativas. Los Estados son el problema y los mercados la solución. Este es otro de los grandes iconos de la economía convencional, al que se acude con más frecuencia, y que pretende ser tan obvio que no precisa mayores comentarios o explicaciones.

Pero el lenguaje nunca es inocuo, presenta una evidente intencionalidad. Por esa razón, es imprescindible cuestionarlo desde la raíz misma, pues su aceptación y utilización ha supuesto una gran victoria cultural de las políticas neoliberales y de las elites.

Estos razonamientos y su lógica, implacables e inexorables en apariencia, nos alejan de una reflexión sobre la complejidad, sobre las causas de fondo de la crisis; causas que apuntan a la desigualdad, al triunfo de las finanzas sobre la economía social y productiva, a las divergencias productivas, sociales y territoriales que atraviesan Europa, de norte a sur y de este a oeste.. y también a una unión monetaria mal diseñada y, lo más importante, atrapada entre los intereses de la industria financiera y las grandes corporaciones. Causas que apuntan, en definitiva, a las contradicciones, insuficiencias y límites de la dinámica económica capitalista,

El lenguaje del poder oculta que, en realidad, el término “los mercados” refleja los intereses de operadores financieros, inversores institucionales, fondos de alto riesgo, empresas transnacionales y grandes fortunas que, cada vez con más desparpajo, fijan la agenda de gobiernos e instituciones. Estas son las “las manos visibles” a las que nuestros dirigentes han entregado las riendas de la actividad económica. Ese mismo lenguaje omite una cuestión clave: la operativa de los mercados ha estado gobernada por el despilfarro. Hemos asistido a una asignación ineficiente de recursos (que, como la economía convencional nos recuerda continuamente, son escasos) que ha supuesto una enorme destrucción de riqueza; no solamente cuando la crisis hizo su aparición, sino mucho antes, al penalizar la inversión productiva y social y favorecer, de este modo, el bucle financiero.

Todos estos asuntos han quedado fuera de foco. Por esa razón, urge hacer valer otro lenguaje, en realidad, otro marco conceptual e interpretativo que nos capacite para transformar el actual estado de cosas al servicio de la mayoría social.

Tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/las-trampas-del-lenguaje

Fuente de la imagen: http://i1.mdzol.com/files/image/685/685610/5742e9c155f60_565_319!.jpg?s=10154967798a9781cde412eb9e9d8d5c&d=1464003890

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