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Las políticas supranacionales de Unicef, Infancia y Educación

 

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Imagen de cabecera: «Four african children» de Shai Yossef
sharonayossef@gmail.com

PAULÍ DÁVILA BALSERA LUIS M. NAYA GARMENDIA JON ALTUNA URDIN

Universidad del País Vasco/EuskalHerrikoUniberstitatea UPV/EHU*

 

 

INTRODUCCIÓN. Desde el surgimiento de UNICEF hasta la actualidad, su actividad más importante ha sido la protección a la infancia a escala supranacional. UNICEF es un organismo internacional cuyo campo de actuación se ha ido extendiendo a la educación, complementando la actividad de otros organismos supranacionales. El objetivo de este trabajo es analizar la visión de la infancia de UNICEF y sus implicaciones en relación con el derecho a la educación. MÉTODO. Hemos analizado, con un enfoque cualitativo, los 33 informes producidos por UNICEF desde 1980 hasta la actualidad. Las categorías de análisis proceden del esquema de las 4 Aes de Kata- rina Tomaševski sobre el derecho a la educación (asequibilidad/disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y adaptabilidad), además de los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). RESULTADOS. Los informes analizados trazan un perfil donde prevalece la visión tradicional en la actividad de UNICEF (atención a la salud, supervivencia y protección), quedando en un segundo plano otros aspectos sustantivos presentes en la CDN, como son la participación, los derechos civiles, etc. Con respecto a la educación, que es un tema transversal, se aprecia una prevalencia sustantiva del derecho a la educación y, en menor medida, de los derechos en educación. DISCUSIÓN. Los resultados obtenidos en este análisis muestran una imagen poco acorde con la consideración de los niños como sujeto de derecho, elemento básico de la CDN, poniéndose de manifiesto la prioridad de un discurso proteccionista de la infancia y una concepción sobre la educación que atraviesa todo el discurso de UNICEF.

Palabras clave: UNICEF, Derechos de los niños, Derecho a la educación, Organismos Interna­ cionales.

Introducción: UNICEF y las políticas supranacionales

Para los expertos en Educación Comparada e Internacional, los trabajos de los organismos supranacionales que actúan en el campo de la educación (OCDE, UNESCO, OEI, Banco Mundial, etc.) son suficientemente conocidos (Payá, 2009). No obstante, son escasos los trabajos que analicen la relación de UNICEF con la educación (Klees y Qargha, 2014). Asimismo es poco conocido su discurso sobre la infancia y su relación con la educación. Estas carencias se suplen con multitud de informes sobre los programas que realiza UNICEF y su compromiso con los grupos vulnerables o los países en desarrollo. La mayoría de estos informes han sido elaborados por expertos de la propia institución. Con ello se ha logrado que el discurso de UNICEF sea comúnmente compartido y circule más allá de los ámbitos de los expertos en la infancia. Dentro del sistema de Naciones Unidas, la educación es un ámbito que ha ido adquiriendo una relevancia creciente, como se puede constatar por el reconocimiento del derecho a la educación en todos los tratados internacionales sobre dere- chos humanos desde 1948. Históricamente, los objetivos de UNICEF han estado centrados en la atención a la infancia y ha incorporado la educación a su discurso de una manera progresiva.

Como es conocido, el surgimiento de UNICEF está íntimamente ligado a programas de ayuda a la infancia en caso de desastres (Black, 1986). De esta manera, la percepción que se tiene de UNICEF suele limitarse a los programas y actividades de ayuda a los niños y niñas en países en desarrollo. No obstante, a lo largo de su historia, este organismo internacional ha ido  ampliando sus perspectivas de acción a campos no limitados únicamente a la protección y supervivencia infantil (Pate, 1965; UNICEF, 1996 y 2010). En este sentido, se aprecia que UNICEF ha ido proyectando su actividad de una manera más evidente hacia el campo de la educación, especialmente en los últimos 25 años (Dávila, 2001). No obstante, esta cuestión no ha sido objeto de estudio, aunque sea pertinente que situemos el análisis de estas prácticas educativas en el marco de las políticas educativas desarrolladas por organismos internacionales, pues entendemos que cumple los requisitos que caracterizan este tipo de acción y sigue los parámetros interpretativos de este tipo de política supranacional (Valle, 2012: 117-118).

Las prioridades que tiene UNICEF en sus programas, y que se desarrollan en más de 150 países en el mundo, son: supervivencia y desarrollo infantil, educación básica, VIH/SIDA e infancia, protección infantil y promoción de políticas y alianzas (Dávila, 2001; Jolly y Soler- Leal, 2002). Como puede observarse, con la excepción del ámbito de la educación, se trata de campos de acción ligados a la protección y supervivencia infantil. Los programas sobre educación que desarrolla UNICEF están relacionados con la igualdad de género, calidad de la educación, educación durante emergencias, educación práctica para la vida o Educación Para Todos (EPT). En un estudio pormenorizado de estos programas en diversos países en desarrollo se aprecia que esta política supranacional obedece a criterios globalizadores aun- que, de hecho, se plasman en políticas de intervención local, como se puede ver en su página web (www.unicef.org). En este sentido, entendemos que la actuación de UNICEF juega un doble papel: uno como organismo dentro del sistema de Naciones Unidas y, otro, como Organización No Gubernamental, vinculada a la puesta en práctica y coordinación de programas locales desde una perspectiva supranacional.

Esta evolución ha supuesto para UNICEF la reorientación de su discurso, que tomará una fuerza mayor con su vinculación con la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) desde su gestación (Dávila, 2001). Esta evolución se puede apreciar más claramente en el decenio de los 90, cuando comienza a jugar un papel hegemónico en las políticas supranacionales en el campo de la educación. En la propia CDN, UNICEF tiene un reconocimiento explícito en su artículo 45 y, como consecuencia, presencia directa en las sesiones del Comité de los Derechos del Niño, que es el instrumento encargado de su seguimiento (Cardona, 2012). Por lo tanto, en el decenio de los 90, con la asunción por parte de UNICEF de la CDN como su misión en 1996, se abre un nuevo campo a dos vías de actuación en sus actividades, al redescubrir a la infancia como un campo social: una centrada en el papel tradicional de UNICEF, como es la protección y supervivencia, y otra en los derechos del niño. De esta manera, hay que entender que los programas desarrollados por UNICEF obedecen, desde entonces, a esta doble perspectiva.

En esa misma época se desarrollaron importantes actividades como la Cumbre Mundial por la Infancia de 1990, el Plan de Acción para el año 2000 y los Objetivos del Milenio o la Sesión Especial a favor de la Infancia de Naciones Unidas (2002). Se trata de hitos que ponen de manifiesto la preocupación de Naciones Unidas por la situación de la infancia en el mundo. Sin duda, en toda esta última evolución hay que reconocer la figura de Jim Grant (1922-1995), director ejecutivo de UNICEF, que fue un gran luchador y que, en los últimos años de su vida, logró dar un giro radical a este organismo (Jolly y Soler- Leal, 2002). Desde este momento hasta la actualidad, se puede afirmar que UNICEF continúa con estas dos líneas maestras que fundamentan sus objetivos, actividades y proyectos.

Al margen del reconocimiento como organismo supranacional y de las políticas concretas desarrolladas por UNICEF, interesa resaltar el discurso sobre la infancia que ha mantenido este organismo, ya que las representaciones sociales son el elemento básico para entender las actuaciones, tanto de grupos sociales como de instituciones (Casas, 2010; Sánchez, 2010). En este sentido, el análisis de los informes Estado Mundial de la Infancia, elaborados anualmente por UNICEF pone en evidencia que tanto el discurso sobre  la infancia como las acciones para mejorar la situación de los niños y niñas en el mundo obedecen a una representación proteccionista de la infancia.

2.   Metodología

En este trabajo, hemos analizado los 33 informes denominados Estado Mundial de la Infancia (EMI), publicados anualmente por UNICEF desde 1980 hasta la actualidad (la mayoría de ellos están disponibles en www.unicef.org/sowc). Desde 1996 los EMI tratan anualmente en pro- fundidad un tema monográfico, cuyos títulos figuran en la tabla 1, rompiendo con la tradición anterior, ya que eran informes generalistas sobre la situación de la infancia en el mundo.

Tabla 1. Estados Mundiales de la Infancia desde 1996 y temas monográficos

Año        Monográfico

1996      Los niños en la guerra 1997    Trabajo infantil

1998      La desnutrición

1999      Educación

2000      Liderazgo

2001      Primera infancia

2002      Capacidad de liderazgo

2003      Participación infantil. Hay que escuchar a la niñez

2004      Las niñas, la educación y el desarrollo

2005      La infancia amenazada

2006      Excluidos e invisibles

2007      La mujer y la infancia. El doble dividendo de la igualdad de género

2008      Supervivencia infantil 2009  Salud materna y neonatal

2010      Conmemoración de los 20 años de la Convención

2011      La adolescencia, una época de oportunidades 2012               Niñas y niños en un mundo urbano

2013      Niñas y niños con discapacidad

Desde el punto de vista formal se aprecia que, desde sus inicios hasta 1993, se repite una misma estructura e incluso portada. A partir de 1994 se inicia un diseño más atractivo, comenzando a utilizar una imagen, que ahora nos parece tradicional, de rostros de niños o niñas, generalmente en situaciones de vulnerabilidad. En ninguna de las portadas aparece una representación que muestre a un niño o niña de un país desarrollado, con lo cual, ya solo en la iconografía que, frecuentemente, utiliza UNICEF la infancia representada siempre suele ser una infancia en situación de desprotección o con necesidades. En la estructura interna de los informes se aprecian también diferencias importantes. Desde el primer EMI se mantiene un apartado estadístico relevante donde se ofrecen datos cuantitativos sobre diferentes cuestiones relacionadas con la infancia (mortalidad materna e infantil, tasas de escolarización, analfabetismo, etc.) que se han ido incrementando con datos más elaborados procedentes de otros organismos supranacionales.

Hasta 1994 se aprecia que los informes siguen un esquema que Grant había diseñado, iniciándose con una síntesis “entre la propia experiencia vivida por la Organización en más de un centenar de países y las opiniones de diversos expertos internacionales de primera fila” (UNICEF, 1983: vii). En los primeros informes, los textos aportan reflexiones sobre la concepción de la infancia, firmados por Grant. No obstante, hay que señalar que el redactor de dichos informes era el periodista Peter Adamson (Jolly y Soler-Leal, 2002: 6).

Con la llegada a la Dirección de UNICEF de Carol Bellamy, en 1995, se comienzan a observar algunos cambios y también la incorporación de técnicos de UNICEF en la redacción de estos informes, situación que es más evidente a partir de 2003. Aparece, por primera vez, la colaboración del Centro Innocenti, creado por UNICEF en 1988 para mejorar la comprensión internacional de las cuestiones relativas a los derechos de los niños y para ayudar a facilitar la plena aplicación y la promoción de la CDN (www.unicef-irc.org). A partir de 2006, todos los informes vienen firmados por una serie de autores, entre los que destacamos a Patricia Moccia, Chris Brazier, David Anthony o Christine Mills, como director, redactores principales o colaboradores. Estos autores son personas relacionadas con los derechos del niño y la comunicación. Por lo tanto, una primera evidencia es que la confección de los EMI ha ido evolucionando, pasando de redacciones donde los técnicos de UNICEF tenían un papel predominante, a otras en las que diversos autores coordinaban la información procedente de las distintas sedes de UNICEF en el mundo. Este proceso significa que la comunicación de las actividades de UNICEF y, por tanto, la construcción de la representación de la infancia quedan en manos de unos expertos y profesionales del campo del derecho y la comunicación que construyen un discurso cuya circulación va más allá del propio organismo.

Los monográficos responden a un ámbito de preocupaciones dentro de UNICEF y, a la vez, nos ofrecen un perfil en construcción de lo que entiende como “infancia”. Puede afirmarse que, con este material, podemos elaborar una determinada forma de entender las diferentes infancias posibles. Los monográficos realizan una elección de un tema entre el universo posible que, muchas veces, viene sugerido por el contexto internacional que se estaba viviendo.

El análisis que hemos realizado se ha centrado en el ámbito de la infancia y en el de la educación. Con respecto a este último, las categorías de análisis se han confeccionado teniendo en cuenta los dos artículos relativos al derecho a la educación de la CDN (28 y 29) que son paradigmáticos para elaborar unas categorías de análisis sobre el cumplimiento de las obligaciones de los Estados con relación a la creación de un sistema educativo y la trasmisión de valores y contenidos que todo sistema educativo conlleva. En este sentido, las dimensiones de análisis se centran en el derecho a la educación, con dos conceptos fundamentales, como son asequibilidad/disponibilidad y accesibilidad y los derechos en educación, aceptabilidad y adaptabilidad (Tomaševski, 2006, y Beiter, 2006). Estas categorías han demostrado su utilidad en análisis de casos particulares, Europa y América Latina (Dávila y Naya, 2009 y 2011; Klees y Qargha, 2014). Asimismo, son los conceptos asumidos y utilizados tanto por el Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas, como por Vernor Muñoz, sucesor de Tomaševski como relator de Naciones Unidas para el Derecho a la Educación (Muñoz, 2006).

La infancia en el discurso de UNICEF

Con respecto a la concepción que ofrecen los EMI sobre la infancia hay dos dimensiones a destacar, por una parte, una donde se presenta a la infancia como objeto de protección y otra en la que comienza a sustentarse la infancia como sujeto de derecho. La primera de ellas es prácticamente permanente a lo largo de todos los informes, mientras que la segunda comienza a tomar fuerza a partir de 1996.

La visión proteccionista de la infancia

El discurso sobre la infancia sustentado por UNICEF se basa en su larga tradición proteccionista. Esta visión se mantiene en los EMI desde el comienzo, con mayor o menor intensidad, según el momento y la temática que se aborde. En este sentido, los temas que han sido más frecuentemente desarrollados son: salud y supervivencia (1981-82, 1982-83, 1985, 1986,

1987, 1988, 1989, 1993, 1994, 1998, 2008 y 2009) y pobreza/exclusión (1992, 2005, 2006 y 2012). Algunos de estos temas están relacionados con la atención y educación de la primera infancia (2001), la adolescencia (2011) o los niños en el medio urbano (2012). Por lo tanto, la alta frecuencia de estas temáticas sirve de fundamento para una concepción de la infancia desde una óptica más proteccionista.

Otros temas han sido tratados de manera puntual, como es el caso de la participación de los niños en conflictos armados (1995 y 1996), trabajo infantil (1997), interés superior del niño (2000), participación infantil (2003) y los niños y niñas con discapacidad (2013). Además de todas estas cuestiones, que están directamente relacionadas con los derechos de los niños, existe otro conjunto de informes en los que se analizan las políticas y evolución de UNICEF y de los organismos supranacionales: el dedicado a los Objetivos del Milenio (2005) y los informes conmemorativos (1996 y 2010). También hay otro conjunto de informes muy reveladores, como son los correspondientes a la primera etapa (1980-1987), en la que Grant pone los cimientos ideológicos sobre los cuales tendría que girar UNICEF: inversión en la infancia, nueva ética por la infancia y revolución a favor de la infancia (Dávila, 2001; Jolly y Soler-Leal, 2002).

Por lo que respecta a los EMI de la primera etapa (1980-1995), se aprecian dos cuestiones: la prevalencia de temáticas relacionadas con la salud, la pobreza y la supervivencia, y el empeño de Grant por afianzar una visión diferente de UNICEF (Jolly y Soler-Leal, 2002). Por lo que respecta a la salud, hay una preocupación por la desnutrición y la mortalidad infantil, que podrían reducirse aplicando los descubrimientos científicos (Terapia de Rehidratación Oral-TRO, que previene la muerte causada por diarrea); el papel de la mujer para la disminución de las tasas de mortalidad; la necesidad de una “revolución sanitaria”; la lactancia materna o la inmunización universal. Para explicar todo ello, en 1987, se insiste en dos tipos de emergencias, una “silenciosa” (millones de niños que mueren por enfermedades evitables) y otra “sonada”, que es la debida a la sequía y al hambre (UNICEF, 1987). Este discurso se sustenta sobre la concepción de “Inversión en capital humano”, teniendo en cuenta que la inversión en infancia significa atender a la justicia social. Esta cuestión aparece reiteradamente en los EMI de 1980, 1981 y 1986. Resulta ilustrador el hecho de que se mencione, por primera vez, que la causa de la situación de la infancia en el mundo sea la situación de desigualdad social (1986), la recesión (1987) o la deuda externa (1989), afirmando que el desarrollo físico y mental de los niños está unido íntimamente al desarrollo económico y social de las naciones. Desde esta concepción se entiende la postura ética defendida por UNICEF que aboga por la reivindicación de un orden nuevo (EMI, 1992); la atención a las necesidades básicas de todos los niños (EMI, 1994) o la creación de una “Gran alianza a favor de la infancia” (EMI, 1998). Esta concepción inversionista supone, asimismo, implicaciones en el ámbito educativo, aunque sea de forma transversal.

 

La infancia, ¿sujeto de derecho?

Con respecto a la dimensión sobre los derechos del niño, hemos tomado como corpus documental los 18 informes redactados desde 1996 hasta 2013 (ambos inclusive), ya que la CDN comienza a implementarse a partir de este momento. La primera cuestión que hemos constatado es que hay un conjunto de derechos sobre los cuales UNICEF no ha realizado ningún número monográfico o no ha dedicado una parte sustancial de ninguno de ellos, nos referimos a los derechos de:

  • identidad;
  • libertad de expresión, de pensamiento, de conciencia y de religión;
  • libertad de asociación y de reunión pacífica;
  • protección de su privacidad, hogar, familia y correspondencia;
  • acceso a una información adecuada;
  • protección frente al abuso y al trato negligente;
  • descanso y esparcimiento, juego y actividades recreativas, cultura y artes;
  • protección frente a la trata, la explotación sexual y de otro tipo, y el abuso de drogas; y
  • protección frente a la tortura y la privación de libertad y la dignidad y el valor, incluso cuando el niño haya infringido la ley.

La ausencia de temáticas relacionadas con los derechos civiles en los EMI muestra el régimen de preocupaciones de este organismo y el tratamiento asimétrico que reciben ciertos derechos. Resulta ilustradora la ausencia de los derechos políticos y civiles, excepto la participación. También el tema de la identidad recibe escasa atención, quedando diluido cuando se refiere a poblaciones indígenas o minorías étnicas. Ello nos aporta un perfil que excluye una parte sustancial de lo que se entiende por infancia en un sentido universal, cuando, según la CDN, estos derechos sustentan una concepción del niño como sujeto de derecho. Por otra parte, existe alguna temática que ha sido abordada por UNICEF pero tratada de una manera menos profunda o que no afecta en exclusiva a los derechos del niño, nos estamos refiriendo a las relaciones familiares y orientación paterna o al papel de la mujer en el desarrollo de la igualdad de género (2007).

En los EMI se aprecia claramente el interés por los siguientes derechos: protección y asistencia especiales si carecen de un entorno familiar; protección frente a los conflictos armados; cuidados especiales en caso de discapacidad; salud y acceso a servicios de atención de la salud; acceso a las prestaciones de la seguridad social; nivel de vida adecuado; y educación y trabajo infantil. Así, continúa presente la temática referente a salud y supervivencia, al tratar temas como la desnutrición (1998), la supervivencia infantil (2008) o la salud materna y neonatal (2009). También existe otro núcleo de temas, que podríamos denominar transversales, pues aborda diversos derechos de la infancia, como el trabajo infantil (1997), la primera infancia (2001), la adolescencia (2011), la situación de niñas y niños en el mundo urbano (2012) o los niños con discapacidad (2013). Otros temas se centran en situaciones de vulnerabilidad, como la participación en los conflictos armados (1996), la infancia amenazada (2005) o “Excluidos e invisibles” (2006). Finalmente, hay que resaltar dos números con especial atención a la educación (1999 y 2004). Por otra parte, y a la luz de los principios básicos que sustentan la CDN (no discriminación, interés superior del niño, participación y supervivencia), se ve que la no discriminación aparece frecuentemente, tanto de forma transversal o centrada en la que sufren las niñas (2004).

UNICEF y la educación

UNICEF entra tardíamente en el campo de la educación, sobre todo porque, dentro del sistema de Naciones Unidas, UNESCO es el organismo que tiene asignado este ámbito como de actuación preferente. Desde las Conferencias de Jomtien (1990) y Dakar (2000), UNICEF y UNESCO colaboran en el ámbito educativo, si bien UNESCO es quien debe “coordinar las actividades de los que cooperan en la EPT y mantener el dinamismo de su colaboración” (UNESCO, 2000: 10). A pesar de ello, UNICEF va a ir aumentando su poder de influencia en el campo educativo mundial, sobre todo por su estilo de trabajo sobre el terreno. Mientras UNESCO trabaja más directamente con los gestores, planificadores y administradores de los sistemas educativos, UNICEF está más en contacto con organizaciones que trabajan con la comunidad.

El planteamiento de UNICEF (1999) sobre educación se asienta sobre tres pilares: 1) hacer valer la calidad de la educación; 2) no discriminación en materia de género y 3) cuidado a los niños de corta edad. Como señala UNICEF (1999: 18), “estas iniciativas marcan el comienzo de una revolución en la educación orientada por la Convención sobre los Derechos del Niño. Está compuesta de cinco elementos clave, muchos de los cuales se relacionan y refuerzan entre sí”:

  1. Aprendizaje para toda la
  2. Acceso, calidad y flexibilidad: escuelas en los linderos del sistema educativo, con flexibilidad de horario y métodos.
  3. Sensibilidad en materia de género y educación de niñas.
  4. El Estado como aliado fundamental: función normativa pero también delegada en las
  5. Cuidado de los niños de corta

Es decir, valora aspectos prioritarios del derecho a la educación (calidad, aprendizaje a lo largo de la vida, accesibilidad, no discriminación) y recuerda el papel fundamental del Estado y la necesidad de atender a la primera infancia. Por lo tanto, defiende una concepción del derecho a la educación, básicamente centrada en aspectos de disponibilidad y accesibilidad, incorporando la atención a la primera infancia que, en general, suele quedar al margen de los tratados internacionales sobre el derecho a la educación.

En 2004 se puede apreciar nuevamente la colaboración entre UNESCO y UNICEF, dando lugar al documento “Un enfoque de la Educación Para Todos basada en los Derechos Humanos” (UNICEF, 2008), propuesto inicialmente por UNICEF. Su eje principal era analizar el derecho a la educación de calidad siguiendo los pronunciamientos de ambos organismos alrededor de la EPT. En este sentido, se parte del marco conceptual del enfoque de la educación basada en derechos humanos, resaltando tres dimensiones: el derecho al acceso a la educación, el derecho a una educación de calidad y el derecho al respeto de un entorno de aprendizaje. Es decir, se trata de tres dimensiones características del derecho a la educación, tal y como ha sido definido desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 hasta la CDN de 1989. Es decir, que todos los niños y niñas tienen derecho a acceder a la educación en igualdad de oportunidades y sin discriminación, que esta debe permitir el acceso al empleo y adquirir competencias para la vida activa y, finalmente, que se respeten la dignidad innata y los derechos universales en el sistema educativo. Asimismo, se hace hincapié en las obligaciones de los Estados y en las medidas que se precisan para el desarrollo de políticas fundadas en derechos humanos y la participación de los progenitores, comunidades y otros actores que contribuyen a hacer realidad el derecho a la educación (UNICEF, 2008). En esta misma línea, en 2013 ambos organismos realizaron una encuesta mundial con el objetivo de dar prioridad a la educación después de 2015. En la misma se detectan que los obstáculos para una educación de buena calidad son: contexto social de pobreza, enfoque restringido de la enseñanza primaria universal, desigualdad, deficiencias en infraestructura, gobernanza y procesos educativos inadecuados (UNICEF/ UNESCO, 2013: 24).

La educación, un tema transversal

En el discurso de UNICEF, a través de los EMI, podemos apreciar que la educación actúa de manera transversal y como un trasfondo permanente. En este trabajo vamos a analizar la concepción del derecho a la educación, los derechos en educación y la presencia de la CDN en los EMI publicados a partir de 1996. Desde la perspectiva del derecho a la educación, seguiremos el esquema de las 4 Aes de Tomaševski (2006), como hemos indicado previamente. Hay que considerar que las políticas supranacionales desarrolladas por UNICEF centran su atención en la disponibilidad y la accesibilidad a la educación. A pesar de ello, el discurso de UNICEF no deja de mantener que el enfoque de los derechos del niño es fundamental para poder desarrollar sus programas, al asumir la CDN como misión en 1996.

En el EMI de 1999 se plasma, de manera más elaborada, los cinco principios que son los fundamentos sobre los cuales entiende UNICEF que debe producirse la revolución en materia de educación, partiendo de que la CDN “nos orienta hacia un modelo de enseñanza y aprendizaje más centrado en el niño, en que los estudiantes participan activamente, piensan y resuelven problemas por sí mismos” (UNICEF, 1999: 21). Es decir, se trata de convertir las escuelas en espacios de creatividad, seguridad y estimulación dotados de una infraestructura sanitaria adecuada y con un profesorado motivado; con planes de estudio pertinentes y abiertos a la participación.

El derecho a la educación y dentro de él, la disponibilidad y la accesibilidad, tienen en los EMI una presencia notable, como puede observar en la tabla 2. En este sentido, el EMI de 1999 es el que resulta más ilustrativo sobre la posición de UNICEF, al intentar convertir el programa de EPT en una realidad (Ferrer, 2012) y ser la base sobre la que se promueve la revolución en materia de educación: “las escuelas deben ofrecer una base sólida para un aprendizaje que dure toda la vida; tienen que ser de fácil acceso, de alta calidad y flexibles; deben tener en cuenta los aspectos relacionados con el género y hacer hincapié en la educación de las niñas; el Estado debe des- empeñar un papel de aliado clave; y deben comenzar por una atención del niño de corta edad” (UNICEF, 1999: 2). De esta manera se sintetiza la concepción del derecho a la educación, que se amplía a la temática de la primera infancia, que conlleva “un enfoque integral de las políticas y los programas para los niños, desde el nacimiento hasta los ocho años de edad” (UNICEF, 2001: 32). Está claro que para UNICEF la accesibilidad a la enseñanza primaria supone, como mínimo, un ciclo completo, además de aspectos sanitarios y de infraestructura (UNICEF, 2006: 6). Asimismo, el papel multiplicador de la educación de las niñas es un trasfondo sobre el cual se insiste: “cuanta más educación reciban las niñas, más probable es que retrasen el matrimonio y la maternidad, y que sus hijos gocen de mejor salud y educación” (UNICEF, 2011: iii). Finalmente, otro aspecto a destacar es que el abandono escolar es una lacra muy importante para que la accesibilidad sea alcanzable, incluso en contextos urbanos, ya que “las desigualdades urbanas socavan profundamente el derecho a la educación” (UNICEF, 2012: 49). Por lo tanto, la dimensión del derecho a la educación  incluye una serie de aspectos sobre las obligaciones por parte del Estado y las dificultades de acceso a la enseñanza  primaria.

La aceptabilidad y la adaptabilidad, que caracterizan los derechos en educación, es decir, la consecución de una educación de calidad, respetuosa con los DDHH y adaptada al interés superior del niño, tienen una presencia menor en los EMI. Como ejemplo de incorporación de estas dimensiones, en el EMI de 2000, dedicado al liderazgo, se remarca la importancia de la educación, insistiendo en que “es preciso diseñar los sistemas y programas de educación, teniendo  presentes,  en  primer  término,  los intereses superiores del niño y del adolescente” (UNICEF, 2000: 48). La participación, como un principio de configuración de la ciudadanía, también es un elemento conformador de los derechos en educación. No obstante, en el EMI de 2003, la referencia a la educación es muy difusa, centrándose más en el aprendizaje activo y en otros espacios de participación. Donde sí están más presentes estas dimensiones es al referirse a los niños y niñas con discapacidad y, sobre todo, a la propuesta de una educación inclusiva: “lo idóneo es que se permita que los niños y niñas con y sin discapacidad asistan a las mismas clases del grado que corresponde a su edad, en una escuela local, con un apoyo individual pertinente, según las necesidades” (UNICEF, 2013: 28-29).

Finalmente, en relación con la presencia de los principios rectores de la CDN, y si bien podría considerarse que es una constante en la mayoría de los EMI, los dos principios que adquieren una mayor importancia son el de supervivencia y el de no discriminación, mientras que el interés superior del niño y la participación, tienen una presencia menor. De todas maneras, la aceptación por parte de UNICEF de la CDN como misión queda patente en el EMI de 1997. Asimismo, UNICEF defiende la CDN ya que representa “un consenso mundial sobre los atributos de la infancia” (UNICEF, 2004: 1), pues, aunque no exista un acuerdo absoluto en la interpretación de la misma, “existe una amplia base común sobre cuáles deben ser los parámetros de la infancia” (UNICEF, 2004: 1).

Al margen de este discurso, un estudio más profundo sobre las políticas locales en materia de ayuda al desarrollo, llevadas a cabo como consecuencia de la acción supranacional de UNICEF, nos daría cuenta de que hay países de África, América Latina y Asia que están implementando programas con esta visión. Para ello resulta ilustrador analizar el trabajo de cada uno de los Comités Nacionales de UNICEF y los programas de ayuda que desarrollan en el ámbito educativo. A modo de ejemplo, puede citarse el caso de España que, en la actualidad, tiene dos programas en marcha, uno en Mali para mejorar las condiciones de salud y crear un entorno escolar sano que favorezca el pleno desarrollo de 65.000 niños y niñas y sus familias en 130 escuelas y otro en México para incrementar la calidad de la educación indígena intercultural y la inclusión educativa, creando un entorno protector que responda de manera integral a las causas de la exclusión (UNICEF ESPAÑA, 2014).

Conclusiones

La trayectoria de UNICEF, desde su fundación, se ha centrado en la atención y protección a la infancia. En los últimos 25 años, además, desde una perspectiva de política supranacional, se ha implicado de manera creciente en el ámbito de la educación, mostrando un modelo de derecho a la educación que se sostiene, sobre todo, en los principios de la CDN. No obstante, el discurso que sustenta y, por lo tanto, la representación institucional de este organismo, a partir de los EMI, nos ayudan a comprender también las directrices de UNICEF y las prácticas llevadas a cabo sobre el terreno. En este sentido, la representación institucional de la infancia necesitada de ayuda y protección continúa siendo el eje prioritario del discurso de UNICEF, quedando el discurso sobre los derechos del niño, en sus aspectos más conformantes de los niños y niñas como sujetos de derecho, diluido ya que la actividad prioritaria de UNICEF es atender a la infancia en casos emergencias.

El perfil de la infancia de UNICEF nos muestra una representación institucional  centrada en los derechos de protección, no discriminación y salud y supervivencia. En cambio el tratamiento que se hace de las libertades y derechos civiles es mucho menor. Se aprecia que promueve un discurso proteccionista, que es, en parte, su marca de identidad tradicional. En este discurso, la CDN viene a jugar un papel retórico, del mismo modo que lo mantienen otras instituciones y organismos supranacionales, con un discurso políticamente correcto en relación con los derechos del niño. La diversidad de situaciones en las que viven las diferentes infancias en el mundo debería contribuir a matizar muchos de los postulados de la CDN, empoderando de una manera más decidida a los niños, niñas y adolescentes, como marca la propia CDN. En este sentido, la visión universalista de la CDN se ve complementada por una visión proteccionista por parte de UNICEF.

Con respecto a la educación, UNICEF, en los EMI, realiza una fuerte apuesta por el derecho a la educación y su visión resulta transversal al resto de derechos, sobre todo al  relacionarlo con la supervivencia, la protección y la salud. El perfil de UNICEF con respecto a la infancia y la educación tiene tonalidades fuertes cuando está implicado en proyectos de ayuda a la infancia desprotegida y con necesidades y, en cambio, tonalidades más débiles cuando se refiere a los derechos civiles o de participación que son, justamente, los que marcan la diferencia en el nuevo paradigma de la infancia reflejado en la CDN. En este sentido, el discurso de UNICEF sobre el derecho a la educación, en aspectos que tienen que ver con la disponibilidad y accesibilidad, es firme, en tanto que demanda continuamente la necesidad de hacer las escuelas accesibles a los niños y niñas, y reclama a los Estados el cumplimiento de sus obligaciones. En cambio, se aprecia que, en relación a los derechos en educación y a la presencia de la CDN, el discurso es más tenue. El derecho a la educación debe entenderse de una manera integral, incorporando todas las dimensiones. En este sentido parece recomendable, como hacen Klees y Qargh (2014), considerar esta forma de abordar el derecho a la educación a fin de favorecer la equidad en educación.

Nota

* Los autores son miembros del Grupo de Estudios Históricos y Comparados en Educación – Garaian, reconocido por el Gobierno Vasco con el número IT603-13 y de la Unidad de Formación e Investigación “Educación, Cultura y Sociedad (UFI 11/54)” de la Universidad del País Vasco/EuskalHerrikoUnibertsitatea UPV/EHU.

 

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Abstract

The supranational policies of UNICEF, childhood and the education

INTRODUCTION. Since the creation of UNICEF up to the present times, its main activity has been the development of child protection programs at a supranational scale. UNICEF is an international organization whose field of activity has been extended to the local and educational field, complementing the activity of other organizations and international programs such as UNESCO. The aim of this work is to analyze the discourse of UNICEF with regard to the childhood and its implications for the right to the education. METHOD. Analysis based on a qualitative approach of the 33 reports produced by UNICEF from 1980 up to the present times. The categories of analysis derive from both: the 4-A scheme of Katarina Tomaševski on the right to education (availability, accessibility, acceptability, and adaptability) and the Convention on the Rights of the Child (CRC) of 1989. RESULTS. The analyzed reports outlines a profile more related to one of the traditional paths in the activity of UNICEF (attention to the health, survival and protection), while other substantive aspects such as participation or civil rights have been left in a second place. Taking into account that education is a transversal theme, it is appreciated a relevant prevalence of the right to education and, to a lesser extent, of the rights in education. DISCUSSION. The obtained results show an image not in keep with the consideration of children as a subject of right, which is a basic element of the CRC, but they show the need for a protectionist discourse to safeguard the childhood and for a conception of education that goes through all the discourse of UNICEF.

Keywords: UNICEF, Children’s Rights, Right to Education, International Organizations.

 

Résumé

Les politiques supranationales de L’UNICEF, l’ enfance et l’éducation

INTRODUCTION. Depuis sa création jusqu’à nos jours, l’activité la plus importante de l’UNICEF a porté sur la protection de l’enfance à l’échelle supranationale. L’UNICEF est un organisme inter- national dont le terrain d’action s’est étendu à l’éducation pour venir compléter l’activité exercée par d’autres organismes supranationaux. L’objectif de ce travail consiste à analyser la vision de l’enfance au sein de l’UNICEF mais aussi comment cet organisme s’implique autour du droit à l’éducation. MÉTHODE. Nous avons analysé, sous un angle qualitatif, les 33 rapports produits par l’UNICEF dès 1980 à nos jours. Les catégories d’analyses sont issues du schéma des ‘4A’ élaboré par KatarinaT Omaševski quant au droit à l’éducation (disponibilité, accesibilité, acceptabilité et adaptabilité), ainsi que les principes de la Convention Internationales des Droits de l’Enfant (CIDE). RÉSUL- TATS. Les rapports analysés dessinent un profil dans lequel prévaut la trajectoire traditionnelle dans l’activité de l’UNICEF (prise en charge de la santé, survie et protection), d’autres aspects substanti- fs présents dans la CIDE étant relégués à un second plan, comme la participation, les droits civils, etc. Concernant l’éducation, sujet transversal, on aperçois une prévalence substantielle du droit à l’éducation et, dans une moindre mesure, des droits en matière d’éducation. DISCUSSION. Les résultats obtenus après analyse montrent une image éloignée de la prise en considération des enfants en tant que sujets de droit, élément essentiel de la CIDE, les résultats mettent en évidence la priorité qui est donnée à un discours protecteur de l’enfance et à une conception de l’éducation qui traverse l’ensemble du discours de l’UNICEF.

Mots clés: UNICEF, Droits de l’enfant, Droit à l’éducation, Organisations internationales.

 

 

Perfil profesional de los autores

Paulí Dávila Balsera

Catedrático de Historia de la Educación de la Universidad del País Vasco/EuskalHerrikoUnibertsitatea. Su línea de investigación está centrada en la historia de la educación en el País Vasco sobre la cual ha publicado diversos libros y artículos científicos relativos a la formación profesional, a los procesos de alfabetización, la política educativa, el magisterio, el curriculum vasco, etc. En los últimos años ha dedicado su atención al estudio de los derechos de los niños y niñas desde la perspectiva histórica y comparada, resaltando el valor educativo de dichos derechos. Investigador principal del Grupo de Estudios Históricos y Comparados en Educación – Garaian, reconocido por el Gobierno Vasco con el número IT603-13.

Correo electrónico de contacto: pauli.davila@ehu.es

 

Luis Mª Naya Garmendia (autor de contacto)

Profesor titular del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad del País Vasco/EuskalHerrikoUnibertsitatea, donde imparte Educación Comparada. Ha sido secretario de la Sociedad Española de Educación Comparada de 2002 a 2006 y presidente del X Congreso Nacional de Educación Comparada. Coordinador de la Unidad de Formación e Investigación “Educación, Cultura y Sociedad”. Miembro del Grupo Garaian. Ha publicado y coordinado diversos libros y artículos, entre los que destacan “La Educación y los Derechos Humanos”, “El Derecho a la Educa- ción en un mundo globalizado”.

Correo electrónico de contacto: luisma.naya@ehu.es

Dirección para la correspondencia: Universidad del País Vasco/EuskalHerrikoUnibertsitatea. Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Avda. de Tolosa, 70. 20018 Donostia-San Sebastián.

 

Jon Altuna Urdin

Doctor en Psicopedagogía por la Universidad del País Vasco/EuskalHerrikoUnibertsitatea, trabaja con dedicación a tiempo completo en el Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Posee una trayectoria investigadora en el ámbito de la edu- cación primaria y secundaria. Cuenta con publicaciones sobre la socialización de los menores y ha ejercido funciones investigadoras dentro del grupo Garaian que estudia la historia de la educación en el País Vasco.

Correo electrónico de contacto: jon.altuna@ehu.es

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Dinámicas políticas para 2016: Gobernanza y élite 

Concentradas en sus temas internos –renovación generacional, lucha de contendientes contra incumbentes, procesamiento de la crítica social y mediática, gestación de nuevas identidades–, las élites centrales del sistema no encontrarán condiciones favorables para asumir sus responsabilidades en la parte de la gobernanza que les corresponde.
gobernanza 1
José Joaquín Brunner

¿Dónde está hoy el centro dinámico del sistema político chileno, capaz de producir decisiones, soluciones y acciones para los variados problemas que enfrenta la sociedad y encauzar así el desarrollo del país? Si existe, como quedó claro a lo largo de 2015, una crisis de conducción gubernamental, ¿de dónde provendrán las fuerzas y la dirección para superarla?

Estas preguntas se refieren a la gobernanza, su estado actual y cómo podría uno imaginar su mejoramiento a lo largo de 2016. Durante el mes de febrero, esta columna ensayará algunas respuestas para dichas preguntas.

I

Gobernanza refiere al modo contemporáneo de entender el gobierno de las naciones; es un cambio de sentido en –y un enriquecimiento del– concepto de gobierno. Significa al mismo tiempo la autoridad formal del gobierno, los cambiantes roles que asume el Estado y las redes de poder informales que contribuyen a hacer posible la gobernabilidad de sociedades complejas, como son las sociedades capitalistas democráticas. Traducido del término inglés governance, significa una manera de gobernar, esto es, de dirigir, guiar y regular –en su conducta o acción– a individuos, organizaciones, naciones y asociaciones multinacionales, tanto públicas como privadas o mixtas.

En el campo académico, la gobernanza se define simplemente como “ejercicio general de la autoridad”,  trátese de instituciones públicas o privadas, de reglas formales o informales, en distintos niveles del Estado y la sociedad, en las esferas de la polis, la economía, las redes sociales o la cultura.

Según muestra el volumen editado por David Levi-Faur para la serie de los Oxford Handbooks, aquel dedicado a la governancedel año 2012, apunta a una modalidad de conducción caracterizada por: (i) creciente participación por actores no-estatales; (ii) colaboración público-privada; (iii) diversidad y competencia en los mercados; (iv) descentralización; (v) integración de dominios legales de la política pública antes separados, como regulación de muy distintos sectores mediante órganos de tipo superintendencia; (vi) multiplicación de instancias no-coercitivas (soft law soft power); (vii) adaptación y aprendizaje constantes, y (viii) métodos de coordinación abierta y basada en una pluralidad de actores y formas de conocimiento (Orly Lobel).

Estamos pues frente a un concepto que se hace cargo de las múltiples interacciones, dimensiones y esferas de las sociedades capitalistas democráticas. No reduce el gobierno a un asunto del Estado exclusivamente, solo a los aspectos públicos de la conducción, a la política, la fiscalidad, la administración funcionaria y la racionalidad burocrática, sino que incluye bajo la noción de gobernanza una serie de otros factores. Así, al lado de la dirección y coordinación mediante comandos administrativos, aparecen el funcionamiento regulado de los mercados, la autorregulación (confianza) como base de operación de diversos sistemas, la participación de diversas partes interesadas de la sociedad civil y la gestión del conocimiento a través de redes de política pública. En esta visión ampliada de la gobernabilidad, la información y la comunicación juegan un papel fundamental asimismo. Igual como el conocimiento, las ideas e ideologías; es decir, la dirección ideal de la sociedad, el momento hegemónico o gramsciano  del orden. En breve, la creación, transmisión y recepción de sentidos mediante los cuales se constituyen e interactúan los mundos de vida de las personas.

Mi pregunta, entonces, en esta columna y las próximas, es hasta dónde el sistema político chileno –el encargado de proveer la gobernanza y cautelar y mejorar su calidad– está en condiciones de llevar adelante, adecuada y efectivamente, esta que es su función principal. Cuestión esencial si se considera que, por un lado, la sociedad experimenta una crisis de conducción (y de sentidos) y, por el otro, está a punto de ingresar en la segunda mitad del periodo de la administración Bachelet, y la tensión comienza a trasladarse hacia la próxima elección presidencial.

No se trata aquí por tanto, claro está, de abordar las preguntas sobre la gobernanza de una forma puramente conceptual y abstracta, sino de hacerlo a la luz de las actuales circunstancias chilenas, del gobierno Bachelet y su baja popularidad, en la mitad de su mandato, de cara al año que comenzará al regreso de las vacaciones, con la actividad económica encogida y una opinión pública encuestada insatisfecha, insegura frente al porvenir.

Queremos explorar –sobre ese trasfondo– dónde se hallan situadas y cuáles son y cómo funcionan las más importantes palancas de la gobernanza. Qué actores e instituciones son claves para el dinamismo y adaptabilidad del sistema político. Qué podemos esperar de la administración Bachelet y la Nueva Mayoría durante la segunda mitad del actual periodo presidencial. Cómo se desenvolverán las demás fuerzas políticas. Cuáles dinámicas moverán la macro y la microhistoria en que nos toca participar.

Es ésta una exploración que se construye sobre la base del diagnóstico de crisis de conducción desarrollado el año pasado en este mismo espacio. A lo largo de las semanas y meses venideros, las cuestiones de fondo irán concretándose y siendo abordadas desde distintos ángulos según las cambiantes circunstancias del entorno político-cultural chileno.

¿Hacia dónde nos conduce  la crisis de conducción? ¿Cómo busca el gobierno administrarla o superarla? ¿Qué actores ganan y pierden poder? ¿Cuáles son las interpretaciones dominantes que contribuirán a orientar a los actores en la nueva etapa? ¿Qué ideologías van configurándose y cómo evolucionan al compás de la situación política, económica y cultural de la nación? ¿Cómo actúan e interactúan las élites y los partidos y se relacionan con la sociedad? ¿Qué liderazgos emergen en perspectiva de la elección presidencial de 2018? ¿Cuál será el impacto del constreñimiento de la economía? ¿En qué direcciones irán moviéndose la NM y la alianza de la derecha? ¿Cuáles serán las secuelas de los escándalos? ¿Qué significado podría tener el próximo cambio de gabinete? ¿Cuál será el discurso con que la administración Bachelet intentará crear una narrativa que dé cuenta de su gobierno y comience a proyectarlo hacia la memoria histórica? Y, en medio de todas estas circunstancias, ¿cuál será el comportamiento de Fortuna, con su volátil voluntad que suele cambiar el destino de los humanos y las comunidades?

II

Partiremos por lo más general. ¿Cómo puede describirse el cuadro actual de la gobernanza del país?

Hay una crisis de conducción de la gobernanza. Un ciclo de escándalos envuelve a las principales élites debilitando su autoridad y legitimidad. Existe consenso respecto de una  pobre gestión política del gobierno y sus reformas. Como coalición gobernante y a pesar de no tener una real oposición al frente, la NM revela ostensibles contradicciones, tensiones y fallas. Producto de todo esto, se ha creado un clima de desconcierto e incertidumbre. Hay una baja adhesión de la gente a las instituciones. Y una escasa confianza en los grupos de conducción. Circulan unos malestares difusos frente a la administración Bachelet pero, además, con la democracia, el capitalismo y la modernidad. Más encima, el país se encuentra en un ciclo bajo de su crecimiento, aunque no recesivo al momento. Se constata una menguada energía productiva. Existe una  percepción de relativo estancamiento, en medio de una etapa de escaso dinamismo de la mayoría de las economías emergentes, particularmente en América Latina. Vuelve a cundir el temor por la falta de diversificación de nuestra economía y sus reducidos  ingredientes tecnológicos, lo cual hace en extremo dependiente del ciclo de los commodities.

En suma, el futuro se ve confuso e incierto, el gobierno débil, las élites empequeñecidas, la opinión pública encuestada desconfiada y algo deprimida y el país carece de una perspectiva clara de cómo salir de la crisis de conducción y restituir una gobernanza a la altura de los desafíos que enfrenta.

¿Qué mueve a nuestro sistema político y de dónde podrían venir las energías de superación de la crisis y la configuración de una nueva gobernanza? ¿Cuáles son los centros dinámicos de donde emanan las tuerzas para una recuperación y renovación?

Seguiremos un sencillo esquema conceptual para identificar y visitar –casi telegráficamente, por el carácter exploratorio y topográfico de este ejercicio– los lugares socio-institucionales desde los cuales, según la experiencia histórica y a la luz de la sociología política, podrían surgir esas energías para fijar una dirección y un rumbo de la sociedad. Sostendremos aquí que esos lugares –centros dinámicos los llamamos– son respectivamente: las élites, el Estado en sus principales poderes representativos (ejecutivo y legislativo), los partidos políticos, la esfera ideacional generadora de ideologías y programas, la sociedad civil y sus propias expresiones dinámicas desde la calle a los mercados, y la opinión pública encuestada con sus oscilaciones que proporciona el trasfondo permanente de la gobernanza democrática. En sucesivas entregas semanales exploraremos estos distintos lugares institucionales y sus interconexiones, como fuerzas dinámicas (¡o no!) para recomponer la gobernanza del país.

Ante todo, necesitamos referirnos a las élites centrales –política y económica, en primer lugar– y, en un segundo plano, a la élite estamental (o de los apellidos) y a las élites culturales: mediática, religiosa (el alto clero), intelectual (intelectuales públicos), académica (technopols), científica, artística, etc.

En efecto, las élites son una pieza fundamental de la gobernanza. No solo componen las redes que dan sustento informal al poder formal de la democracia y un sentido de orientación político-cultural a la sociedad, sino que, además, la élite política compite por las posiciones electivas claves dentro del régimen democrático. Puede no gustar que se hable de élites en sociedades de masas que aspiran a la máxima igualdad, tal como en sociedades aristocráticas chocaban las referencias a unas élites burguesas y comerciales.

Mas el hecho es que la democracia genera necesariamente sus propias élites, así como el capitalismo las suyas en el plano de la propiedad, el mercado y la riqueza. Y en cada una de las demás esferas de valor que conviven dentro de las sociedades modernas –desde las ciencias hasta el arte, los medios de comunicación hasta las iglesias, los deportes hasta el show business– surgen las propias élites de acuerdo a los correspondientes principios de estratificación que organizan a cada uno de sus campos. En una medida importante, aunque variable en cada sociedad, la gobernanza está conformada en parte por la interacción de esas élites, sus interacciones y alineamientos, sus disputas y conjugaciones, sus creencias, circulación y movilidad. Algunos clásicos de la sociología –como Mosca, Pareto y Weber– descubrieron tempranamente la importancia de las élites, sin dejar de reconocer la existencia de otros principios de estratificación, como clases sociales, grupos de status, castas y las variadas formas de jerarquización de las sociedades contemporáneas.

En el caso de Chile es fácil constatar que la esfera de las élites, cuyo entramado se entreteje parcialmente con el del Estado, alimenta y reproduce la gobernanza; facilita (o puede entorpecer y obstaculizar) la conducción y gobernabilidad de la sociedad, y articula las estructuras de autoridad de la democracia. A veces, algunas de estas élites son designadas como ‘poderes fácticos’; en otras oportunidades operan casi invisiblemente y sin ser reconocidas. No siempre gozan de prestigio, pero sí ejercen, invariablemente, cuotas de poder.

Son por lo mismo un ingrediente de las redes de gobernanza de una sociedad, sea a través de  organizaciones formales o de clubes informales, en oficinas o salones, mediante la academia o la bolsa de comercio, en términos persuasivos o coercitivos, recurriendo al mercado o al Estado, a la confianza o la solidaridad. En sociedades abiertas, como la nuestra, las élites se hallan sujetas crecientemente al escrutinio de los media, al favor o disfavor de la opinión pública encuestada, a las demandas del igualitarismo por una mayor (o total) transparencia y por lo mismo dependen, cada vez más, de la legitimidad, credibilidad y confianza que les otorgan (o retiran) las no-élites de la sociedad.

Hoy, esta esfera –en sus dos centros vitales, político y económico— atraviesa una severa crisis de la cual no ha logrado salir desde hace más de un año. Su núcleo político-económico más visible –grandes empresarios, banqueros, gerentes, senadores, diputados, funcionarios de confianza política o dirigentes partidistas– se ha visto envuelto en un ciclo de escándalos nacido en la zona de encuentro entre mercado y política. Ha sido un movimiento telúrico de intensidad cuyos daños están a la vista.

Los escándalos han tenido cada uno sus propias lógicas. En el caso de los mercados, provocados por arreglos monopólicos y de colusión de grandes empresas que de paso han involucrado a personas o familias de la élite tradicional (apellidos), y por el pago para obtener influencia política. En el caso de la política, provocados por tráfico de influencias y la enajenación del rol  representativo, con daño colateral en las instituciones donde participan o se hallan vinculados (parlamento, gobierno, partidos).

¿Qué dinámicas emanan de estos hechos, en lo tocante al régimen de la gobernabilidad? Solo negativas, destructivas, deslegitimadoras, contaminantes del clima nacional.

Los escándalos son corrosivos para el gobierno y la conducción política. Dañan al empresariado y restan confianza a las empresas y los mercados. Debilitan la gobernanza y reducen la reputación de actores colectivos e individuales de las élites. Durante el año que comienza seguirán causando efectos deletéreos. Probablemente mantengan en jaque a la figura presidencial y a los dirigentes y parlamentarios oficialistas y de oposición envueltos en el drama y la trama pública de escándalos y formalizaciones.

La crisis afecta principalmente el ambiente comunicativo-cultural de la gobernanza democrática. Produce y mantiene una atmósfera enervada, de acusaciones y recusaciones, de revelaciones y confesiones, de inquisición ética y caza de brujas, de puritanismo anti-elitario y populismo moral. Vivimos en un ambiente que causa una perversa polución de las confianzas y los tácitos acuerdos intersubjetivos que hacen posible la amistad cívica y una cultura de deliberación racional. Al contrario, los actores de la polis viven bajo sospecha, rigurosamente escrutados por los media y emocionalmente anulados para ejercer sus responsabilidades como miembros de las élites.

Como subproducto de la anterior crisis, ha disminuido también el poder simbólico y la proyección ético-cultural de empresarios y políticos. En general, se ven afectados todos quienes aparecen identificados con el establishment del poder mientras que aumenta el peso relativo y visibilidad de otros dos grupos de élite –podemos llamarlos ‘grupos enjuiciadores’– como son: (i) aquel compuesto por las figuras de la denuncia, el periodismo investigativo, los medios electrónicos-alternativos y en general quienes se suben al púlpito para ejercer el rol de exhortación moral y (ii) el grupo de los fiscales que ejerce la función persecutoria  en los casos de escándalo que tocan a esas élites.

Entre ambos grupos hay una afinidad selectiva; se potencian mutuamente y complementan al interior de las dinámicas de los escándalos. El juego de filtraciones y consiguiente presión pública sobre los acusados es una instancia donde se expresa esa mutua potenciación y complementariedad. Las ganancias son compartidas: en mayor poder y prestigio. Por eso mismo, estos grupos ascendentes han sido objeto de críticas; precisamente por tener el potencial (y a ratos la actualidad) de convertirse en nuevos segmentos de élite, con poder de atacar y restar prestigio a las élites tradicionales de la política, la economía y la cultura.

Miradas las cosas en perspectiva, las élites centrales, y otras de segundo orden como las élites de iglesia, del deporte, de los militares y tecnocrática –sobre las que volaremos más adelante– han perdido capacidad de contribuir a una reconfiguración de la gobernanza nacional. Deben, en primer lugar, renovarse y recomponerse a sí mismas. En eso están, aunque no sabemos con cuánto éxito.

La élite política ha tratado de articular un discurso autocrítico y se ha visto forzada –por la opinión pública, los media y la Comisión Engel– a endurecer las leyes y reglas que rigen sus comportamientos públicos y privados, especialmente en materias de transparencia, tráfico de influencia y financiamiento de su actividad. Por su lado, la élite empresarial ha debido reconocer sus faltas y algunos de sus miembros enfrentan juicios públicos en la prensa y los tribunales, han debido devolver impuestos eludidos o no-pagados y han sido removidos de sus cargos. A su turno, los propios gremios empresariales parecen estar preocupados de renovar su imagen y personal directivo.

2016 será un año decisivo para ambas élites. La dirección empresarial deberá hacer frente a la ralentización de la economía, la diversifican de más exportaciones y, en el frente legislativo, a una reforma que busca incrementar el poder de los trabajadores frente a los dueños del capital y la gerencia. La clase política, en tanto, se enfrenta a un año de elecciones (municipales), de definición de alianzas en ambos sectores –gobiernista y oficialista– y de recomposición de sus perspectivas ideológicas con vistas al año electoral de 2017. También para los nuevos colectivos partidarios existentes el periodo que viene será definitivo en cuanto a ser o no ser.

Publicado en El Líber, Chile

 

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Gun Culture and the American Nightmare of Violence

Henry Giroux

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OVE Prensa. La violencia armada en los Estados Unidos ha producido una cultura empapada en sangre – una cultura que amenaza a todos y se extiende desde las muertes accidentales, suicidios y violencia doméstica a fusilamientos masivos. A finales de diciembre, una mujer en St. Cloud, Florida, fatalmente disparó a su propia hija después de confundirla a ella con un intruso. A menos de un mes antes, el 2 de diciembre, en San Bernardino, California, ocurrió el tiroteo que dejó 14 muertos y más de 20 heridos. Y  tan sólo dos meses antes de que, el 1 de octubre, nueve personas murieran y siete resultaron heridas en un tiroteo en un colegio comunitario en Roseburg, Oregón.

Muertes masivas por armas se han convertido en rutina en los Estados Unidos y ello nos habla de una sociedad que se basa en la violencia para alimentar las arcas de los mercaderes de la muerte. Teniendo en cuenta los beneficios obtenidos por los fabricantes de armas, la industria de defensa, los comerciantes de armas y los grupos de presión que los representan en el Congreso, no es ninguna sorpresa que la cultura de la violencia no pueda abstraerse de la cultura, ya sea de negocios o de la corrupción existente en la política.  De ello nos habla en este artículo Henry Giroux

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activistas 1
 Gun violence in the United States has produced a culture soaked in blood – a culture that threatens everyone and extends from accidental deaths, suicides and domestic violence to mass shootings. In late December, a woman in St. Cloud, Florida, fatally shot her own daughter after mistaking her for an intruder. Less than a month earlier, on December 2, in San Bernardino, California, was the mass shooting that left 14 people dead and more than 20 wounded. And just two months before that, on October 1, nine people were killed and seven wounded in a mass shooting at a community college in Roseburg, Oregon.

Mass shootings have become routine in the United States and speak to a society that relies on violence to feed the coffers of the merchants of death. Given the profits made by arms manufacturers, the defense industry, gun dealers and the lobbyists who represent them in Congress, it comes as no surprise that the culture of violence cannot be abstracted from either the culture of business or the corruption of politics. Violence runs through US society like an electric current offering instant pleasure from all cultural sources, whether it be the nightly news or a television series that glorifies serial killers.

At a policy level, violence drives the arms industry and a militaristic foreign policy, and is increasingly the punishing state’s major tool to enforce its hyped-up brand of domestic terrorism, especially against Black youth. The United States is utterly wedded to a neoliberal culture in which cruelty is viewed as virtue, while mass incarceration is treated as the chief mechanism to «institutionalize obedience.» At the same time, a shark-like mode of competition replaces any viable notion of solidarity, and a sabotaging notion of self-interest pushes society into the false lure of mass consumerism. The increasing number of mass shootings is symptomatic of a society engulfed in racism, fear, militarism, bigotry and massive inequities in wealth and power.

Guns and the hypermasculine culture of violence are given more support than young people and life itself.

Over 270 mass shootings have taken place in the United States in 2015 alone, proving once again that the economic, political and social conditions that underlie such violence are not being addressed. Sadly, these shootings are not isolated incidents. For example, one child under 12 years old has been killed every other day by a firearm, which amounts to 555 children killed by guns in three years. An even more frightening statistic and example of a shocking moral and political perversity wasnoted in data provided by the Centers for Disease Control and Prevention (CDC), which states that «2,525 children and teens died by gunfire in [the United States] in 2014; one child or teen death every 3 hours and 28 minutes, nearly 7 a day, 48 a week.» Such figures indicate that too many youth in the United States occupy what might be called war zones in which guns and violence proliferate. In this scenario, guns and the hypermasculine culture of violence are given more support than young people and life itself.

The predominance of a relatively unchecked gun culture and a morally perverse and politically obscene culture of violence is particularly evident in the power of the gun lobby and its political advocates to pass laws in eight states to allow students and faculty to carry concealed weapons «into classrooms, dormitories and other buildings» on campuses. In spite of the rash of recent shootings on college campuses, Texas lawmakers, for instance, passed one such «campus carry bill,» which will take effect in August 2016. To add insult to injury, they also passed an «open carry bill» that allows registered gun owners to carry their guns openly in public. Such laws not only reflect «the seemingly limitless legislative clout of gun interests,» but also a rather irrational return to the violence-laden culture of the «Wild West.»

To read more articles by Henry A. Giroux and other authors in the Public Intellectual Project, click here.

As in the past, individuals will be allowed to walk the streets, while openly carrying guns and packing heat as a measure of their love of guns and their reliance upon violence as the best way to address any perceived threat to their security. This return to the deadly practices of the » Wild West» is neither a matter of individual choice nor some far-fetched yet allegedly legitimate appeal to the Second Amendment. On the contrary, mass violence in the United States has to be placed within a broader historical, economic and political context in order to address the totality of the forces that produce it. Focusing merely on mass shootings or the passing of potentially dangerous gun legislation does not get to the root of the systemic forces that produce the United States’ love affair with violence and the ideologies and criminogenic institutions that produce it.

Imperial policies that promote aggression all across the globe are now matched by increasing levels of lawlessness and state repression, which mutually feed each other. On the home front, civil society is degenerating into a military organization, a space of lawlessness and warlike practices, organized primarily for the production of violence. For instance, as Steve Martinot observes at CounterPunch, the police now use their discourse of command and power to criminalize behavior; in addition, they use military weapons and surveillance tools as if they are preparing for war, and create a culture of fear in which militaristic principles replace legal principles. He writes:

This suggests that there is an institutional insecurity that seeks to cover itself through social control … the cops act out this insecurity by criminalizing individuals in advance. No legal principle need be involved. There is only the militarist principle…. When police shoot a fleeing subject and claim they are acting in self-defense (i.e. threatened), it is not their person but the command and control principle that is threatened. To defend that control through assault or murderous action against a disobedient person implies that the cop’s own identity is wholly immersed in its paradigm. There is nothing psychological about this. Self-worth or insecurity is not the issue. There is only the military ethic of power, imposed on civil society through an assumption of impunity. It is the ethos of democracy, of human self-respect, that is the threat.

The rise of violence and the gun culture in the United States cannot be separated from a transformation in governance in the United States. Political sovereignty has been replaced by economic sovereignty as corporate power takes over the reins of governance. The more money influences politics, the more corrupt the political culture becomes. Under such circumstances, holding office is largely dependent on having huge amounts of capital at one’s disposal, while laws and policies at all levels of government are mostly fashioned by lobbyists representing big business corporations and financial institutions. Moreover, such lobbying, as corrupt and unethical as it may be, is now carried out in the open by the National Rifle Association (NRA) and other individuals, groups and institutions invested in the militarization of US society. This lobbying is then displayed as a badge of honor – a kind of open testimonial to the lobbyists’ disrespect for democratic governance.

But money in politics is not the only major institutional factor in which everyday and state violence are nourished by a growing militarism. As David Theo Goldberg has argued in his essay «Mission Accomplished: Militarizing Social Logic,» the military has also assumed a central role in shaping all aspects of society. Militarization is about more than the use of repressive power; it also represents a powerful social logic that is constitutive of values, modes of rationality and ways of thinking. According to Goldberg,

The military is not just a fighting machine…. It serves and socializes. It hands down to the society, as big brother might, its more or less perfected goods, from gunpowder to guns, computing to information management … In short, while militarily produced instruments might be retooled to other, broader social purpose – the military shapes pretty much the entire range of social production from commodities to culture, social goods to social theory.

The militarization and corporatization of social logic permeates US society. The general public in the United States is largely depoliticized through the influence of corporations over schools, higher education and other cultural apparatuses. The deadening of public values, civic consciousness and critical citizenship are also the result of the work of anti-public intellectuals representing right-wing ideological and financial interests, a powerful set of corporate-controlled media agencies that are largely center-right and a market-driven public pedagogy that reduces the obligations of citizenship to the endless consumption and discarding of commodities. Military ideals permeate every aspect of popular culture, policy and social relations. In addition, a pedagogy of historical, social and racial amnesia is constructed and circulated through celebrity and consumer culture.

A war culture now shapes every aspect of society as warlike values, a hypermasculinity and an aggressive militarism seep into every major institution in the United States, including schools, the corporate media and local police forces. The criminal legal system has become the default structure for dealing with social problems. More and more people are considered disposable because they offend the sensibilities of the financial elite, who are rapidly consolidating class power. Under such circumstances, violence occupies an honored place.

Militarism provides ideological support for policies that protect gun owners and sellers rather than children.

It is impossible to understand the rise of gun culture and violence in the United States without thinking about the maturation of the military state. Since the end of the Cold War the United States has built «the most expensive and lethal military force in the world.» The defense budget for 2015 totaled $598.5 billion and accounted for 54 percent of all federal discretionary spending. The US defense budget is both larger than the combined G-20 and «more than the combined military spending of China, Russia, the United Kingdom, Japan, France, Saudi Arabia, India, Germany, Italy and Brazil,» according to an NBC report. Since 9/11, the United States has intensified both the range of its military power abroad while increasing the ongoing militarization of US society. The United States circles the globe with around 800 military bases, producing a massive worldwide landscape of military force, at an «annual cost of $156 billion,» according to a report by David Vine in The Nation.

Moreover, Vine adds, «there are US troops or other military personnel in about 160 foreign countries and territories, including small numbers of Marines guarding embassies and larger deployments of trainers and advisers like the roughly 3,500 now working with the Iraqi army.» Not only is the Pentagon in an unprecedented position of power, but also it thrives on a morally bankrupt vision of domestic and foreign policy dependent upon a world defined by terrorism, enemies and perpetual fear. Military arms are now transferred to local police departments, drone bases proliferate, and secret bases around the world support special operations, Navy SEALs, CIA personnel, Army Rangers and other clandestine groups, as Nick Turse has shown in Tomorrow’s Battlefield. Under such circumstances, it is not surprising, as Andrew Bacevich points out, that «war has become a normal condition [and the] use of violence has become the preferred «instrument of statecraft.»

Violence feeds on corporate-controlled disimagination machines that celebrate it as a sport while upping the pleasure quotient for the public. Americans do not merely engage in violence; they are also entertained by it. This kind of toxic irrationality and lure of violence is mimicked in the United States’ aggressive foreign policy, in the sanctioning of state torture and in the gruesome killings of civilians by drones. As my colleague David L. Clark pointed out to me in an email, voters’ support for » bombing make-believe countries [with Arab-sounding names] is not a symptom of muddled confusion but, quite to the contrary, a sign of unerring precision. It describes the desire to militarize nothing less than the imagination and to target the minutiae of our dreams.» State repression, unbridled self-interest, an empty consumerist ethos and an expansive militarism have furthered the conditions for society to flirt with forms of irrationality that are at the heart of everyday aggression, violence and the withering of public life.

Pushback Against Gun Control Efforts

Warlike values no longer suggest a pathological entanglement with a kind of mad irrationality or danger. On the contrary, they have become a matter of common sense. For instance, the US government is willing to lock down a major city such as Boston in order to catch a terrorist or prevent a terrorist attack, but refuses to pass gun control bills that would significantly lower the number of Americans who die each year as a result of gun violence. As Michael Cohen observes, it is truly a symptom of irrationality when politicians can lose their heads over the threat of terrorism, even sacrificing civil liberties, but ignore the fact that «30,000 Americans die in gun violence every year (compared to the 17 who died [in 2012] in terrorist attacks).» It gets worse.

As the threat of terrorism is used by the US government to construct a surveillance state, suspend civil liberties and accelerate the forces of authoritarianism, the fear of personal and collective violence has no rational bearing on addressing the morbid acceleration of gun violence. In fact, the fear of terrorism appears to feed a toxic culture of violence produced, in part, by the wide and unchecked availability of guns. The United States’ fascination with guns and violence functions as a form of sport and entertainment, while gun culture offers a false promise of security. In this logic, one not only kills terrorists with drones, but also makes sure that patriotic Americans are individually armed so they can use force to protect themselves against the apparitions whipped up by right-wing politicians, pundits and the corporate-controlled media.

Rather than bring violence into a political debate that would limit its production, various states increase its possibilities by passing laws that allow guns at places from bars to houses of worship. Florida’s «stand your ground» law, based on the notion that one should shoot first and ask questions later, is a morbid reflection of the United States’ adulation of gun culture and the fears that fuel it. This fascination with guns and violence has infected the highest levels of government and serves to further anti-democratic and authoritarian forces. For example, the US government’s warfare state is propelled by a military-industrial complex that cannot spend enough on weapons of death and destruction. Super modern planes such as the F-35 Joint Strike Fighter cost up to $228 million each and are plagued by mechanical problems and yet are supported by a military and defense establishment. As Gabriel Kolko observes, such warlike investments «reflect a pathology and culture that is expressed in spending more money,» regardless of how it contributes to running up the debt, and that thrives on whatanthropologist João Biehl has described as «the energies of the dead.»

Militarism provides ideological support for policies that protect gun owners and sellers rather than children. The Children’s Defense Fund is right in stating, «Where is our anti-war movement here at home? Why does a nation with the largest military budget in the world refuse to protect its children from relentless gun violence and terrorism at home? No external enemy ever killed thousands of children in their neighborhoods, streets and schools year in and year out.»

There is a not-so-hidden structure of politics at work in this type of sanctioned irrationality. Advocating for gun rights provides a convenient discourse for ignoring what Carl Boggs has described as a «harsh neoliberal corporate-state order that routinely generates pervasive material suffering, social dislocation, and psychological despair – worsening conditions that ensure violence in its many expressions.»

As the United States moves from a welfare state to a warfare state, state violence becomes normalized. The United States’ moral compass and its highest democratic ideals have begun to wither, and the institutions that were once designed to help people now serve to largely suppress them. Gun laws matter, social responsibility matters and a government responsive to its people matters, especially when it comes to limiting the effects of a mercenary gun culture. But more has to be done. The dominance of gun lobbyists must end; the reign of money-controlled politics must end; the proliferation of high levels of violence in popular culture, and the ongoing militarization of US society must end. At the same time, it is crucial, as participants in the Black Lives Matter movement have argued, for Americans to refuse to endorse the kind of gun control that criminalizes young people of color.

Moderate calls for reining in the gun culture and its political advocates do not go far enough because they fail to address the roots of the violence causing so much carnage in the United States, especially among children and teens. For example, Hillary Clinton’s much publicized call for controlling the gun lobby and improving background checks, however well intentioned, did not include anything about a culture of lawlessness and violence reproduced by the government, the financial elites and the defense industries, or a casino capitalism that is built on corruption and produces massive amounts of human misery and suffering. Moreover, none of the calls to eliminate gun violence in the United States link such violence to the broader war on youth, especially poor youth of color.

A Culture of Violence

It would be wrong to suggest that the violence that saturates popular culture directly causes violence in the larger society. Nevertheless, it is arguable that depictions of violence serve to normalize violence as both a source of pleasure and as a practice for addressing social issues. When young people and others begin to believe that a world of extreme violence, vengeance, lawlessness and revenge is the only world they inhabit, the culture and practice of real-life violence is more difficult to scrutinize, resist and transform.

Many critics have argued that a popular culture that endlessly trades in violence runs the risk of blurring the lines between the world of fantasies and the world we live in. What they often miss is that when violence is celebrated in its myriad registers and platforms in a society, a formative culture is put in place that is amenable to the pathology of fascism. That is, a culture that thrives on violence runs the risk of losing its capacity to separate politics from violence. A.O. Scott recognizes such a connection between gun violence and popular culture, but he fails to register the deeper significance of the relationship. He writes:

… it is absurd to pretend that gun culture is unrelated to popular culture, or that make-believe violence has nothing to do with its real-world correlative. Guns have symbolic as well as actual power, and the practical business of hunting, law enforcement and self-defense has less purchase in our civic life than fantasies of righteous vengeance or brave resistance…. [Violent] fantasies have proliferated and intensified even as our daily existence has become more regulated and standardized – and also less dangerous. Perhaps they offer an escape from the boredom and regimentation of work and consumption.

Popular culture not only trades in violence as entertainment, but also it delivers violence to a society addicted to a pleasure principle steeped in graphic and extreme images of human suffering, mayhem and torture. While the Obama administration banned waterboarding as an interrogation method in January 2009, it appears to be thriving as a legitimate procedure in a number of prominent Hollywood films, including Safe House, Zero Dark Thirty, G.I. Jane and Taken 3. The use of and legitimation of torture by the government is not limited to Hollywood films. Republican presidential candidate Donald Trump announced recently on ABC’s «This Week» that he would bring back waterboarding because it «is peanuts compared to what they do to us.» It appears that moral depravity and the flight from social responsibility have no limits in an authoritarian political landscape.

Gun Violence Is Just the Tip of the Iceberg

The United States is suffering from an epidemic of violence, and much of it results in the shooting and killing of children. In announcing his package of executive actions to reduce gun violence, President Obama singled out both the gun lobby and Congress for refusing to implement even moderate gun control reforms. Obama was right on target in stating that «the gun lobby may be holding Congress hostage right now, but they cannot hold America hostage. We do not have to accept this carnage as the price of freedom.» Congress’s refusal to enact any type of gun control is symptomatic of the death of US democracy and the way in which money and power now govern the United States. Under a regime of casino capitalism, wealth and profits are more important than keeping the American people safe, more worthwhile than preventing a flood of violence across the land, and more valued than even the lives of young children caught in the hail of gunfire.

In spite of the empty bluster of Republican politicians claiming that Obama is violating the US Constitution with executive overreach, threatening to take guns away from the American people or undermining the Second Amendment, the not-so-hidden politics at work in these claims is one that points to the collapse of ethics, compassion and responsibility in the face of a militarized culture defined by the financial elite, gun lobbies and big corporations. Such forces represent a take-no-prisoners approach and refuse to even consider Obama’s call for strengthening background checks, limiting the unchecked sale of firearms by gun sellers, developing «smart gun» technologies, and preventing those on the United States’ terrorist watch list from purchasing guns. These initiatives hardly constitute a threat to gun ownership in the United States.

Guns are certainly a major problem in the United States, but they are symptomatic of a much larger crisis: Our country has tipped over into a new and deadly form of authoritarianism. We have become one of the most violent cultures on the planet and regulating guns does not get to the root of the problem. Zhiwa Woodbury touches on this issue at Tikkun Daily, writing:

We are a country of approximately 300 million people with approximately 300 million firearms – a third of which are concealable handguns. Each one of these guns is made for one purpose only – to kill as quickly and effectively as possible. The idea that some magical regulatory scheme, short of confiscation, will somehow prevent guns from being used to kill people is laughable, regardless of what you think of the NRA. Similarly, mentally ill individuals are responsible for less than 5% of the 30,000+ gunned down in the U.S. every year.

In the current historical conjuncture, gun violence makes a mockery of safe public spaces, gives rise to institutions and cultural apparatuses that embrace a deadly war psychology, and trades on fear and insecurity to undermine any sense of shared responsibility. It is no coincidence that the violence of prisons is related to the violence produced by police in the streets; it is no coincidence that the brutal masculine authority that now dominates US politics, with its unabashed hatred of women, poor people, Black people, Muslims and Mexican immigrants, shares an uncanny form of lawlessness with a long tradition of 20th century authoritarianism.

As violence moves to the center of American life, it becomes an organizing principle of society, and further contributes to the unraveling of the fabric of a democracy. Under such circumstances, the United States begins to consider everyone a potential criminal, wages war with itself and begins to sacrifice its children and its future. The political stooges, who have become lapdogs of corporate and financial interests, and refuse out of narrow self- and financial interests to confront the conditions that create such violence, must be held accountable for the deaths taking place in a toxic culture of gun violence. The condemnation of violence cannot be limited to police brutality. Violence does not just come from the police. In the United States, there are other dangers emanating from state power that punishes whistleblowers, intelligence agencies that encourage the arrests of those who protest against the abuse of corporate and state power, and a corporate-controlled media that trades in ignorance, lies and falsehoods, all the while demanding and generally «receiving unwavering support from their citizens,» as Teju Cole has pointed out in The New Yorker.

Yet, the only reforms we hear about are for safer gun policies, mandatory body-worn cameras for the police and more background checks. These may be well-intentioned reforms, but they do not get to the root of the problem, which is a social and economic system that trades in death in order to accumulate profits. What we don’t hear about are the people who trade their conscience for supporting the gun lobby, particularly the NRA. These are the politicians in Congress who create the conditions for mass shootings and gun violence because they have been bought and sold by the apostles of the death industry. These are the same politicians who support the militarization of everyday life, who trade in torture, who bow down slavishly to the arms industries and who wallow in the handouts provided by the military-industrial-academic complex.

These utterly corrupted politicians are killers in suits whose test of courage and toughness was captured in one of the recent Republican presidential debates, when candidate Ben Carson was asked by Hugh Hewitt, a reactionary right-wing talk show host, if he would be willing to kill thousands of children in the name of exercising tough leadership. As if killing innocent children is a legitimate test for leadership. This is what the warmongering politics of hysterical fear with its unbridled focus on terrorism has come to – a future that will be defined by moral and political zombies who represent the real face of terrorism, domestic and otherwise.

Clearly, the cause of violence in the United States will not stop by merely holding the politicians responsible. What is needed is a mass political movement willing to challenge and replace a broken system that gives corrupt and warmongering politicians excessive political and economic power. Democracy and justice are on life support and the challenge is to bring them back to life not by reforming the system but by replacing it. This will only take place with the development of a politics in which the obligation to justice is matched by an endless responsibility to collective struggle.

Note: Parts of this article were drawn from an earlier version published at CounterPunch.

Copyright, Truthout. May not be reprinted without permission of the author.

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De Comunidad Escolar a Comunidad de Aprendizaje

Rosa Maria Torres

 

 

 

 

Es importante diferenciar comunidad escolar, comunidad educativa y comunidad de aprendizaje, partiendo de diferenciar escuela/sistema escolar, educación/sistema educativo y aprendizaje/sistema de aprendizaje.

La educación no se reduce a la educación escolar. Aunque suelen nombrarse como equivalentes, sistema educativo y sistema escolar no son la misma cosa. El sistema escolar es uno – de muchos – sistemas educativos, como son la familia, los medios de comunicación, el trabajo, el deporte, etc.

Educación no necesariamente equivale a aprendizaje, ni todo aprendizaje se realiza en el sistema escolar o es producto de la educación o de la enseñanza.

  1. a) Mucho de lo que se enseña en el sistema escolar no es aprendido, es decir, no se convierte en aprendizaje efectivo.
  2. b) La mayor parte de lo que aprendemos en la vida, desde que nacemos hasta que morimos, tiene lugar fuera del sistema escolar y nadie nos lo enseña sino que lo aprendemos informalmente: jugando, conversando, escuchando, observando, haciendo, leyendo, escribiendo, participando, escuchando la radio, mirando la televisión, a través del arte, navegando en Internet, etc.

Así:

Comunidad escolar debe reservarse para referirse a quienes están directamente involucrados en el ámbito de la educación escolar: alumnos, docentes, directivos, padres de familia.

Comunidad educativa es un concepto más abarcativo. Incluye a quienes tienen relación con la educación en sentido amplio, no restringida al sistema escolar: la familia, los medios de información y comunicación, el trabajo, el deporte, las iglesias, etc.

Comunidad de aprendizaje la forman las personas, instituciones u organizaciones involucradas en actividades de aprendizaje, dentro o fuera del sistema escolar.

– Una comunidad de aprendizaje puede ser un aula o una institución escolar. El aprendizaje se pone en el centro. Estudiantes y profesores aprenden juntos y unos de otros.

– Una comunidad de aprendizaje puede ser la comunidad local, un territorio, urbano o rural, que decide motivar e involucrar a todos en el aprendizaje: niños, jóvenes y adultos, familias, instituciones, organizaciones públicas y privadas. La comunidad se organiza para identificar, activar y coordinar los diversos espacios y recursos de aprendizaje existentes en dicha comunidad, cualquiera que estos sean: guardería, escuela, colegio, universidad, taller artesanal, biblioteca, parque, plaza, mercado, centro de salud, museo, cancha deportiva, espacio de música, cine, teatro, radio o periódico local, zoológico, tienda, café internet o infocentro, casa comunal, recinto policial, club juvenil, organización de mujeres, etc.

En la tabla que sigue destaco algunas diferencias entre Comunidad Escolar y Comunidad de Aprendizaje.

DE A

Comunidad Escolar

Comunidad de Aprendizaje
▸ Niños y jóvenes aprendiendo ▸ Niños, jóvenes y adultos aprendiendo
▸ Adultos enseñando a niños y jóvenes ▸ Aprendizaje inter-generacional y entre pares
▸ Educación escolar ▸ Educación escolar y extraescolar
▸ Educación formal ▸ Aprendizaje en ámbitos formales, no-formales e informales
▸ Agentes escolares (docentes, maestros, profesores) ▸ Agentes educativos (agentes escolares y otros sujetos que asumen funciones educativas)
▸ Los agentes escolares como agentes de cambio ▸ Los  agentes educativos como agentes de cambio
▸ Los alumnos (educandos) como sujetos de aprendizaje ▸ Educandos y educadores como sujetos de aprendizaje
▸ Visión fragmentada del sistema escolar (por niveles: pre-escolar o inicial, básica, media, superior) ▸ Visión sistémica y unificada del sistema escolar (un continuo que va desde la educación inicial hasta la superior, incluyendo a ésta última)
▸ Planes institucionales ▸ Planes y alianzas inter-institucionales
▸ Innovaciones aisladas ▸ Redes de innovaciones
▸ Red de instituciones escolares ▸ Red de instituciones educativas
▸ Proyecto educativo institucional (escuela) ▸ Proyecto educativo comunitario. Cada proyecto es único, propio, hecho a medida de cada comunidad.
▸ Enfoque sectorial de la educación (la educación como «sector»)

▸ Enfoque intra-escolar de la educación

▸ Enfoque inter-sectorial de la educación y el aprendizaje (atraviesa varios «sectores»)
▸ Enfoque territorial de la educación y el aprendizaje (el territorio como lugar y recurso de aprendizaje)
▸ Ministerio de Educación a cargo ▸ Varios Ministerios involucrados
▸ Estado/gobierno ▸ Comunidad local, comunidad nacional, Estado/gobierno.
 

Educación 
permanente

 

Aprendizaje a lo largo de la vida 

 

Publicado en el blog de la Dra. Rosa María Torres otraeducacion

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Perú: ¿Cómo estamos en equidad? a propósito de las evaluaciones PISA

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Lima, Perú /02 de marzo de 2016/ Nora Cépeda/ Fuente: Tarea

 

Las conclusiones del estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos[1] (OCDE) Estudiantes de bajo rendimiento: por qué se quedan atrás y cómo se les puede ayudar. Resultados principales, publicado en febrero del 2016, basado en los resultados de la prueba PISA[2] 2012 y la información recogida sobre el contexto de los estudiantes participantes nos plantean la necesidad de evaluar si las políticas sociales y educativas que se implementan en nuestro país son las adecuadas y suficientes para garantizar el derecho a una buena educación a todos los estudiantes peruanos.

En este estudio, considero, prevalece el interés por explicar las causas más profundas del bajo rendimiento escolar antes que establecer un ranking en base a una evaluación estandarizada de países con mejor o peor educación y deducciones arbitrarias respecto a si los estudiantes son más o menos inteligentes, sin tomar en cuenta los distintos puntos de partida, sus condiciones de vida, la diversidad de contextos culturales, el proceso socio histórico de cada país, entre otros factores que inciden en la educación escolarizada.

pisa

Para este estudio, el 2012, todos los estudiantes de los países participantes en la prueba PISA respondieron a un cuestionario sobre su contexto para obtener información sobre ellos mismos, sus hogares, su escuela y sus experiencias de aprendizaje. A los directores de escuela se les solicitó, mediante un cuestionario, información sobre el sistema escolar y el entorno de aprendizaje. En algunos países, de manera opcional, se solicitó información a padres, sobre sus percepciones e implicación en la escuela de sus hijos, su apoyo al aprendizaje en el hogar y las expectativas sobre el futuro profesional del niño, concretamente en matemática, asignatura que Pisa priorizó ese año.

La información analizada muestra que el bajo rendimiento escolar afecta, en distinta medida, a todos los países que participan en las pruebas PISA, sean o no miembros de la OCDE. “De hecho, las cifras de alumnos con rendimientos bajos en los 64 países y economías que participaron en PISA 2012 son abrumadoras: de los cerca de 28 millones de alumnos de 15 años representados en los datos de PISA, 11,5 millones tuvieron un rendimiento bajo en matemáticas, 8,5 millones en lectura y 9 millones en ciencia. En promedio en los países de la OCDE, más de uno de cada cuatro alumnos tienen un rendimiento inferior al nivel básico de conocimientos y habilidades en una o más de las asignaturas evaluadas en PISA. Incluso en los países y economías con los mejores resultados, cerca de uno de cada diez alumnos tienen rendimientos bajos en al menos una asignatura. ”  (p. 31)

 

Identifica los múltiples factores que influyen en el bajo rendimiento de los estudiantes en diferentes contextos sociales, económicos y culturales, siendo la situación socioeconómica del alumno el factor que más impacta en su rendimiento escolar. Estudiantes en situación de pobreza enfrentan mayor riesgo de ubicarse como estudiantes de bajo rendimiento. A este factor se añaden las desigualdades entre zona rural y urbana, las de género que pone en desventaja a las niñas, en el acceso a educación inicial a edad temprana, las condiciones que ofrece la escuela, entre otros. Enfatiza cómo en sectores de estudiantes confluyen varios factores que finalmente se traducen en bajo rendimiento escolar. Advierte que un bajo rendimiento escolar, casi al finalizar su escolaridad, es el resultado de “una combinación y acumulación de varias barreras y obstáculos que afectan a los alumnos a lo largo de sus vidas.” Así mismo, alerta sobre sus consecuencias para el propio estudiante, para sus familias y para el desarrollo de los respectivos países.

Ante este panorama, el propio informe plantea “si tiene sentido establecer referentes mundiales para los estudiantes con bajo rendimiento en un conjunto tan diverso de países, en los que las exigencias relativas a las habilidades individuales son diferentes”, y afirma la necesidad de asegurar un nivel de rendimiento escolar básico a todos los jóvenes del siglo XXI, es decir, asegurar a todos lo que es importante que los ciudadanos sepan y puedan hacer.

En cuanto a los estudiantes peruanos evaluados[3] en PISA 2012, los resultados nos dicen que un alto porcentaje no logró el promedio satisfactorio establecido por la OCDE para los aprendizajes escolares básicos a nivel internacional. En lectura, el 60%, obtuvo 384 puntos en promedio, ubicándose en el nivel 1 de los 6 niveles establecidos por PISA, aunque logran una mejora en relación a PISA 2009 (370 puntos). El 68.6% de nuestros estudiantes alcanzó un promedio de 373 puntos en ciencia, ubicándose también en el nivel 1. En matemática, con un puntaje promedio de 368 puntos, el 74.6% de estudiantes se ubica en el nivel 1 y el 47% de ellos debajo del nivel 1.

Prueba-pisa

Nuestro país, junto a Chile y a Estados Unidos, está entre los once países en los que la situación socioeconómica del alumno tiene más impacto en su rendimiento escolar. En el Perú, “tercero en este índice de desigualdad, un estudiante de 15 años con bajos recursos tiene siete veces más probabilidades de mostrar bajo rendimiento escolar que otros alumnos en mejores condiciones”. Información que desde la experiencia cotidiana podemos contrastar. Somos conscientes que las brechas educativas identificadas en nuestro país perjudican precisamente a la población estudiantil que vive en zonas de pobreza y de pobreza extrema, tanto en zona urbana como rural, siendo la rural donde incluso se carece de servicios básicos. Es decir, que el sistema educativo peruano reproduce las grandes brechas económicas y sociales del país en su conjunto.

Para revisar y reflexionar sobre si las políticas sociales y educativas que se implementan en nuestro país son las adecuadas y suficientes para garantizar el derecho a una buena educación a todos los estudiantes peruanos, evitando el bajo rendimiento puede ser de utilidad revisar el resumen de los Factores de riesgo de un rendimiento bajo y herramientas de las políticas educativas para superar dicha situación, presentados en el informe (Figura 6.1, p. 32). Este cuadro resumen está organizado áreas de riesgo potencial y factores de riesgo en cada área, que afectan a los alumnos, a la escuela y al sistema educativo. Así como Herramientas de política, identificadas de países, con distintas economías que asumieron el compromiso de revertir el bajo rendimiento y han mostrado logros significativos.

Entre las áreas de riesgo potencial que afectan a los alumnos figuran: a) Nivel socioeconómico: Carencias económicas, culturales y sociales. b) Contexto demográfico: Ser chica (matemáticas), ser chico (lectura); Inmigrante/idioma minoritario/ vivir en una zona rural; Familia  monoparental. c) Progreso a través de la educación: Ausencia de educación preescolar; Repetición de cursos Programa de formación profesional. d) Actitud y comportamiento: Absentismo (pérdida de clases); Baja perseverancia/esfuerzo en la escuela; Falta de confianza en sí mismos.

En cuanto a la escuela identifica como áreas de riesgo potencial: a) Composición de la escuela:  concentración de alumnos desfavorecidos. b) Ambiente de estudio en la escuela: Escasas expectativas con los alumnos; Profesores poco motivadores, moral baja entre los profesores; Falta de oportunidades extraescolares; Padres y comunidades poco implicadas. c) Recursos y administración: Falta de profesores cualificados; Baja calidad de los recursos educativos.

En relación al Sistema educativo identifica como áreas de riesgo potencial: a) Asignación de recursos: asignación desigual entre escuelas. b) Políticas de estratificación: selección y agrupamiento tempranos y rígidos. c) Gobernanza: falta de autonomía en el centro.

informe-pisa

En Herramientas de política educativa, describe brevemente lo que pueden hacer los responsables políticos, los educadores, los padres y los alumnos para revertir el bajo rendimiento escolar de los estudiantes.

El informe menciona experiencias de diferentes países con diferentes economías que progresivamente han incrementado el nivel de rendimiento escolar y disminuido el porcentaje de estudiantes con bajo rendimiento. “Nueve países redujeron su porcentaje de alumnos con rendimientos bajos en matemáticas entre las evaluaciones PISA de 2003 y 2012. Cuatro de ellos (Brasil, México, Túnez y Turquía) mejoraron reduciendo el porcentaje de alumnos que puntuaba por debajo del Nivel 1, mientras que en cinco países (Alemania, y la Federación Rusa, Italia, Polonia y Portugal) el porcentaje de alumnos de Nivel 1 y por debajo de Nivel 1 se redujo simultáneamente”. (p.20). Destaca como característica común en este proceso la voluntad y la combinación de políticas económicas, sociales y educativas, de manera integral para revertir las condiciones de desigualdad económica y social que afecta a los estudiantes de bajo rendimiento.

Si bien es cierto que en nuestro país se implementan distintos programas focalizados a familias en situación de pobreza y pobreza extrema, y las estadísticas nacionales informan que la pobreza ha disminuido, aún persisten grandes desigualdades. Por eso es pertinente preguntarnos no sólo si mejoramos en los resultados de una u otra evaluación estandarizada sino ¿Cuánto hemos avanzado en equidad socio-económica? ¿Tenemos un proyecto de desarrollo nacional orientado a lograr equidad? ¿Cuáles son las políticas y programas sociales implementados que aportan a la equidad? ¿Cómo están influyendo en la mejora de la educación y de los aprendizajes? Los resultados de las políticas sociales y educativas implementadas en estos años ¿nos permiten pronosticar que los resultados de la prueba PISA 2015 serán mejores para los estudiantes peruanos?

Encontrándonos en una etapa electoral y de tránsito de un gobierno a otro, es una responsabilidad ciudadana, y especialmente de las autoridades educativas, los maestros, los padres de familia y los candidatos, evaluar si las políticas implementadas han tenido el efecto esperado, qué hace falta mejorar o modificar, en el marco del Proyecto Educativo Nacional reconocido como política de estado hasta el 2021.

 

Referencia

PISA 2012: Informe Nacional del Perú.

Recuperado: http://umc.minedu.gob.pe/?p=1694

Resultados de PISA 2012 en Foco Lo que los alumnos saben a los 15 años de edad y lo que pueden hacer con lo que saben.

Recuperado: http://www.oecd.org/pisa/keyfindings/PISA2012_Overview_ESP-FINAL.pdf

Folleto PISA 2015

Recuperado: http://umc.minedu.gob.pe/wp-content/uploads/2014/07/Folleto-Pisa-2015.pdf

http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160210_paises_bajo_rendimiento_educacion_informe_ocde_bm

 

Notas

[1]OCDE: Angel Gurría, Secretario General. Andreas Schleicher, Director for the Directorate of Education and Skills, director de la Dirección de Educación y Habilidades.

[2]PISA – Programme for International Student – Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos.

[3]El año 2012, Perú participó voluntariamente por tercera vez en la prueba PISA (2000 y 2009) con una muestra de 6035 estudiantes de 15 años de edad, de 240 colegios secundarios o instituciones equivalentes, públicas, privadas, urbanas y rurales, de todas las regiones del país. PISA 2012: Informe Nacional del Perú. http://umc.minedu.gob.pe/?p=1694

 

FUENTE DEL ARTÍCULO:

http://www.tarea.org.pe/modulos/Boletin/tareainforma/boletin163.htm#not04/

 

FUENTE DE LA FOTO:

http://www.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/2014/04/estudiantes-examen-734.jpg

 

 

PROCESADO POR:

Hans Mejía Guerrero

hans_mguerrero@hotmail.com

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La Educación sexual ¿Un ámbito de control moral y biomédico?

02 Marzo / Portal Otras Voces en Educación

La sexualidad es un aspecto de la vida humana que abarca múltiples dimensiones personales y sociales, y que al ser una característica natural de hombres y mujeres en su continuo de vida, el derecho a conocerla sin restricciones, tabúes, puntos de vista negativos o todo tipo de barreras que lleven a la no información o a la des-información, es un derecho que fue ratificado en el 2010 por el Relator Especial sobre el Derecho a la Educación de Naciones Unidas, (en aquel momento Vernor Muñoz) quien en su informe sobre la materia afirmó lo siguiente:

El derecho a la educación incluye el derecho a la educación sexual, el cual es un derecho humano en sí mismo, que a su vez resulta condición indispensable para asegurar que las personas disfrutemos de otros derechos humanos, como el derecho a la salud, el derecho a la información y los derechos sexuales y reproductivos.” (p7)

Desde esa interrogante perspectiva la educación en sexualidad, como derecho, puede definirse como un importante proceso educativo, necesariamente continuo, vinculado profundamente a una formación integral de niñas, niños, jóvenes y adultos cuyo propósito es aportar información culturalmente relevante, científicamente rigurosa y apropiada a la edad del estudiante, así como elementos de esclarecimiento y reflexión que favorezca la vivencia de la sexualidad de forma plena, enriquecedora y saludable en los distintos momentos y situaciones de la vida.

La pregunta ¿Cuándo iniciar la educación sexual en la educación formal? fue la incógnita disparadora de todo un debate acontecido en lo que va de año en Colombia, dado que la Ministra de Educación de ese país Ginna Parody, en apoyo a una solicitud del colectivo “Adolescentes sin embarazos”, puso en la palestra la importancia de que la educación sexual se inicie desde la primaria como herramienta que ayude a frenar los abusos sexuales y los embarazos adolescentes, mientras que el Procurador de la Nación, Alejandro Ordóñez, mantuvo que no debe darse educación sexual en la primaria, dado que la misma puede acelerar de manera inconveniente el inicio sexual de niños y niñas.

Estas posiciones encontradas, así como el fallo de la Corte Constitucional Colombiana a favor de los argumentos del procurador, dieron lugar a un buen número de noticias de las que resaltamos las siguientes:

«Colombia: Por ahora, educación sexual solo para bachillerato y universidades

La educación sexual es para prevenir abuso y embarazo adolescente’: Gina Parody”

¿Es conveniente que cátedra de educación sexual se imparta en preescolar y primaria?

Si bien las tres noticias dan cuenta de una diatriba centrada en la edad adecuada para brindar educación sexual, resaltamos de ellas que se trata de la formación en un modelo de educación sexual que según Leo Arenas (2016) remite a una concepción biológica y/o moral de la sexualidad, cuyo objetivo por una parte es el cuidado y autocuidado de la salud sexual y reproductiva mediante la adopción de hábitos saludables y conductas de prevención de riesgos como las infecciones de transmisión sexual, los embarazos en adolescentes o el VIH y Sida, y por otra la prescripción moral del ejercicio de lo sexual dentro de cánones establecidos.

Argumentar que facilitar educación sexual en la primaria podría motivar a las y los niños a iniciar la vida sexual penetrativa más temprano, con el consiguiente aumento de los embarazos en adolescentes, o que al contrario, formarse tempranamente en temas sobre la salud sexual y reproductiva puede prevenir tanto embarazos como enfermedades al contar con información sobre métodos para evitarlos, son argumentos que se sustentan en un enfoque informativo-preventivo y moralizante, centrado en las amenazas y peligros de las relaciones sexuales, que corre el riesgo de dejar por fuera la noción de integralidad y mutidimensionalidad de la sexualidad y con ello los aspectos psicológicos, sociales y profundamente culturales que esta involucra.

En el caso de los planteamientos esbozados por el procurador, quien refiere que dar educación sexual en primaria puede traer “consecuencias indeseables, como el incentivo de la curiosidad hacia las conductas sexuales y aceleraría de manera inconveniente el inicio de la vida sexual de niños y adolescentes” se ubican en lo que Tiffany Jones (2011) identifica como el modelo conservador de educación sexual que considera a los niños y niñas como sujetos asexuales y vulnerables de ser corrompidos por la información-desinformación. En consecuencia, los adultos y las instituciones tienen el deber de protegerlos(as) controlando su exposición a toda información relativa a la sexualidad, e inclusive a todo encuentro corporal, tal como lo proponía en el 2015 el procurador colombiano al solicitar que en los manuales de convivencia escolar se prohibieran manifestaciones excesivas de afecto, besos y abrazos, entre los estudiantes de los centros educativos. (ver esta noticia)

Por su parte, la ministra de Educación, al argumentar “que es importante que a la edad de los 5 años los niños aprendan a conocer su cuerpo y lo hagan respetar, para evitar ser abusados sexualmente y, en el caso de las niñas además prevenir embarazos adolescentes” mantiene su discurso en un modelo de educación sexual sustentado en el enfoque médico que constituido en una instancia de poder, desde los años 60 ha codificado y disminuido la sexualidad a partir de sus patologías y su función reproductiva, y en consecuencia en base a las nociones de prevención.

Ante ambas visiones centradas en los riesgos de la vida sexual, son dos aspectos importantes a analizar:

  1. El primero es que ambas propuestas, aparentemente en-contradas, se alejan de lo que en el 2000 la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió como Salud Sexual, entendida como “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad, que no es meramente ausencia de enfermedad, disfunción o malestar. La salud sexual requiere un acercamiento positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coacción, discriminación y violencia”. Desde esta perspectiva una educación en sexualidad , a diferencia de la educación sexual, requiere sea dirigida a la asunción consciente y responsable de actitudes positivas y respetuosas hacia la sexualidad, la identidad y el género, a las relaciones sexuales, a la posibilidad para obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coacción, discriminación y violencia, al respeto, protección y satisfacción de los derechos sexuales, y a la ausencia de enfermedades, disfunciones o malestar físico y psicológico.

  1. Lo segundo es que las escuelas, como parte de la sociedad, constituyen un ámbito en el que la sexualidad se hace vívidamente presente, y que dado su carácter cultural y social, se despliega más allá de cualquier prescripción curricular explícita referida al tema, y más allá de las representaciones hegemónicas que pretendan preservar lo normado sobre las edades adecuadas para vivenciar la sexualidad, las identidades y las prácticas sexuales. Tal como lo indica Jurian de Zubiria (2016) “es una tragedia social de proporciones inimaginables que una Corte deba decidir cuándo los colegios pueden iniciar la educación sexual, cuando posiblemente la gran mayoría de los jóvenes ya han iniciado su vida sexual activa”, y no necesariamente por abundancia o no de información referida a la vida sexual y reproductiva. Tal como lo refiere el informe de la UNESCO:

Aunque se trate de evitar, lo cierto es que las personas siempre somos informadas sexualmente, por acción o por omisión, por vía de las escuelas, de las familias, de los medios de comunicación, etc. De esta forma, la decisión de no brindar educación sexual en los centros de enseñanza supone optar por una forma omisiva de educación sexual… Cuando no se proporciona educación sexual de manera explícita, en la práctica educativa predomina el denominado currículum oculto, con su potencial carga de prejuicios e inexactitudes, sobre los que no hay crítica ni control social o familiar posible”

OVE 2. ExploraciónAnte las dos consideraciones antes expuestas, es importante tomar en cuenta que pasar de la educación sexual moral con un enfoque biomédico de control, basada en una sexualidad patriarcal de sexos opuestos, jerarquizados y desiguales que reflejan la división sexual del trabajo, que
fragmentó el mundo en dos, siempre dos (como opuesto y desigual, obligaciones y libertades, masculino y femenino…), 
a la educación en sexualidad integral, bien podría plantearse como un ejercicio a desplegar con las y los estudiantes, para dar cuenta de las realidades en las que se constituyen y despliegan otros sentidos y significados acerca de la condición sexual y de género del ser humano, realidades que pueden alejarse considerablemente de lo que desde un punto de vista adultocentrista y patriarcal, de la concepción controladora y estigmatizadora de los cuerpos de las y los estudiantes, para evitar aquello que se ve del lado de la anormalidad.

Estas nuevas realidades que desde el enfoque biomédico no se distinguen, las vemos en los casos en donde el embarazo de jóvenes adolescentes es la vía deliberada y consentida para la emancipación, para ser-estar como ciudadanas plenas en un territorio, lo que nada tiene que ver con el conocimiento o no de los métodos anticonceptivos. También, aparecen en los escenarios en donde el sexting conocido como la transmisión de contenido sexual a través de celulares, es parte de un conjunto de manifestaciones sexuales presentes entre las y los adolescentes, en la que se ven involucrados el erotismo, la vivencia del placer, la masturbación , pero también el consentimiento ante la presión social que implica estar en una tendencia que les ha hecho ganar, a las y los jóvenes de estos tiempos, el apelativo de generación sexting.

Ante estos escenarios, y sobre todo ante el fallo emitido por la Corte Colombiana a favor de continuar estatalizando lo biológico (Foucault, 2003), en consonancia con los argumentos del procurador, las diferencias expuestas entre ambos representantes del alto gobierno colombiano, dan muestra de la importancia y la urgencia de trascender al desarrollo de políticas educativas sobre la sexualidad basadas en creencias moralistas o en enfoques de control de los cuerpos. Este llamado a los estados a emprender políticas sustentadas en investigaciones sobre el impacto de la educación en sexualidad en el comportamiento sexual, como la realizada por UNESCO en el 2009, propicia la revisión de los modelos formativos existentes en esta materia, asi como la asunción de un enfoque positivo, integral y respetuoso de la sexualidad, en donde la sexualidad no se limita al coito y la ausencia de afecciones, disfunciones o enfermedades.

Desde esta perspectiva se hace urgente educar sobre la capacidad humana de amar y sentir placer que está presente a lo largo de la vida y que se expresa a través de diversas dimensiones físicas, fisiológicas, emocionales y culturales. En ese sentido el conocimiento y el respeto por el propio cuerpo y el ajeno, la vivencia del placer sexual solo(a) y en pareja, el enamoramiento, las relaciones sociales saludables, la asunción consciente de la identidad sexual, de género en consonancia con lo que cada ser humano elige como proyecto de vida en el marco de su realidad, el reconocimiento y respeto ante la igualdad de género, la noción sagrada-espiritual de la unión sexual y de la vivencia reproductiva, el consentimiento ante esas vivencias, la responsabilidad frente a la maternidad/paternidad y el cuidado de la infancia, entre otros, son temas que esperan en las aulas para ser abordados y construidos con las y los estudiantes y sus realidades.

Podemos referirnos a una pedagogía de la sexualidad que superando la doble moralidad, consiga en el cuerpo el principal sujeto de experiencias educativas densas, donde las estrategias de enseñanza y aprendizaje tengan como origen, proceso y destino lo corporal, lo afectivo, lo sentido y por ende, transformará el hecho educativo en placentero.

Cuando hombres y mujeres podamos contarles a nuestros cercanos descendientes que fuimos acompañados(as) por nuestros padres, madres, maestros y maestras, desde las primeras etapas de nuestra formación, para aprender sobre todos los aspectos antes mencionados, y para ejercer el pensamiento crítico y respetuoso ante las diversas expresiones de la sexualidad humana y de las relaciones interpersonales, sabremos que hemos desafiado y superado los tiempos en donde las creencias moralizantes y las instancias de control biomédica, han dejado de entender nuestros cuerpos como territorios de riesgos, y por ende de dominación.

Altable, C. (2012), Los síntomas de la sexualidad patriarcal: otro erotismo es posible. XIV Seminario de Autoformación de la Red-Caps Barcelona, Documento en línea disponible en: http://www.caps.cat/images/stories/XIV_Seminario_Red-caps_2012_Charo_Altable.pdf

Arenas, Leo (2016) La polémica sobre educación sexual que se está dando en Colombia. Documento en línea disponible en: http://www.leoarenas.cl/?p=202

El Espectador de Colombia (2015) “Procurador cuestiona cátedra de educación sexual para niños de preescolar y primaria. Noticia en linea disponible en http://www.elespectador.com/noticias/judicial/procurador-cuestiona-catedra-de-educacion-sexual-ninos-articulo-617167

Foucault, M. (2003), Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber, Siglo XXI,Buenos Aires

Jones, T. (2011). Saving rhetorical children: sexualitu education discourses from conservative to post-modern., Sex Education, 11:4, 369-387.

Organización Mundial para la Salud, O.M.S. (2000). Promoción de la Salud Sexual. Recomendaciones para la acción. Actas de una Reunión de Consulta convocada por: Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con la Asociación Mundial de Sexología (WAS). Celebrada en: Antigua Guatemala, Guatemala 19 al 22 de mayo de 2000. Documento en linea disponible en: http://www.paho.org/spanish/hcp/hca/salud_sexual.pdf

Radio Nacional de Colombia (2016). “Posición del procurador es del medioevo: Parody”. Noticia en linea disponible en: http://www.radionacional.co/noticia/actualidad/posicion-del-procurador-es-del-medioevo-parody

Sierra, J (2015) Polémica por petición del procurador de prohibir besos y abrazos en colegios. El Colombiano. Noticia en linea disponible en: http://www.elcolombiano.com/colombia/procurador-ordonez-sugirio-prohibir-excesos-de-abrazos-y-besos-en-colegios-FC2576986

Torres, German, (2009) Normalizar: discurso, legislación y educación sexual. Revista de Ciencias Sociales. Num. 35, Quito, septiembre 2009, pp. 31-42. Documento en línea disponible en: http://www.flacso.org.ec/docs/i35torres.pdf

UNESCO (2010) Informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la educación – Documento en línea disponible en: https://www.es.amnesty.org/fileadmin/_migrated/content_uploads/Derecho_humano_a_la_educacion_sexual.pdf

UNESCO (2010). Orientaciones Técnicas Internacionales sobre Educación en Sexualidad. Documento en linea disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001832/183281s.pdf

Zubiria, J (2016) No es lo mismo pensar que reordenar prejuicios.

http://www.educacionsexual.com.ar/biblioteca-online/educacion-sexual-aspectos-ideologicos-y-conceptuales/sexualidad-sana-responsable-y-placentera#sthash.iipS075a.dpuf

Imágenes tomadas de:

  • http://3.bp.blogspot.com/-pbM4xKFEMTc/VYD_VlC1vJI/AAAAAAAAIsE/rtkr41Mdctw/s1600/Educaci%25C3%25B3n%2By%2Bperspectiva%2Bde%2Bg%25C3%25A9nero.jpg
  • https://userscontent2.emaze.com/images/472d778e-8dc8-4b2c-b95e-0690cadedfe6/ceea4f56-dce7-4802-b06b-5fd525ab5316.jpg
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Entre el cielo y la tierra: ¿Cuál es la importancia de enseñar?

William Ayers

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El encanto de enseñar, esa magia inefable que me hace regresar al salón de clase una y otra vez, es un ideal que, particularmente, aprecio y cuyo objetivo medular está dirigido a que los seres desarrollen su sentido humanístico al máximo. Fácil es decirlo, pero, sin embargo, difícil es lograrlo. Por lo tanto, es importante subrayar desde un principio que la educación, no importa dónde ocurra, nos permite estar poderosa y conscientemente vivos; abraza el principio y el propósito de las personas en convertirlas más humanas; nos impulsa hacia el conocimiento, la iluminación y la comunidad humana moviéndonos, así, hacia la liberación. Y en el centro de toda esa aventura humanista están los estudiantes y los maestros, con su variada gama: enérgicos luchadores que se reúnen en los centros comunitarios, en el lugar de trabajo, en un templo, en los parques, en los museos, en la casa o en el apartamento de alguien extendiéndose, como si fueran a alcanzar el cielo. Se congregan en el nombre de la educación, con la esperanza de ser mejores, más inteligentes, más fuertes y más capaces de repensar y reconstruir sus mundos. Dentro de la cosmología de Paulo Freire, esa idea se expresa como la vocación de toda persona: la tarea de la humanización.

Al recurrir a la contradicción para identificar a la humanización como meta, se debe plantear lo contrario: a la deshumanización como posibilidad y práctica. A pesar de que la educación estimula la iniciativa y el coraje, sabemos que existen sistemas escolares que practican la obediencia y la conformidad; si la educación propugna la libertad y rompe las barre- ras arbitrarias impuestas, también podemos señalar otros casos en que la educación hace alarde de un tipo específico de entrenamiento represivo, estructurado, como la mayoría de las barras de acero y de alambrados. Somos llevados inexorablemente a un conflicto.

Sin importar quién seas, dónde hayas estado, lo que hayas hecho, el maestro siempre te invita a la transformación, siempre te tenderá su mano. es el concepto humanista de la enseñanza: el viaje ha comenzado y somos peregrinos, no turistas. Hay aún más por ver y escuchar. Más por descubrir. Más por reparar y reconstruir, más por crear y construir. Más por tener y por hacer, más por ser. De esta forma, el mensaje principal de un maestro es  éste: puedes cambiar tu vida y lo debes hacer; puedes transformar tu mundo si lo deseas. El maravilloso trabajo apenas empieza.

En la película de Phillip Noyce, “Rabbit Proof Fence” (Generación Robada), vemos exactamente lo opuesto: se nos presenta una trama tormentosa sobre la deshumanización en la escolaridad. Hace cien años el gobierno australiano fundó escuelas para jóvenes aborígenes con la misión “benéfica” de “civilizar a las bestias”. Se les destruyó sus identidades, a los niños se les desarraigó su cultura, conocimiento, idioma y memoria. Se les vació para llenarlos de cosas mejores, inculcándoles “blancura”—todo esto por “su propio bien”. Fue una “meta ambiciosa” la de “instruir a los salvajes”. Los reaccionarios los hubieran destruido a todos, por lo tanto quedó por parte de los liberales buenos crear instituciones con la finalidad de moldear a los niños nativos para que encajasen en la sociedad de los blancos y que, incluso, al final del día sean capaces de participar únicamente en lo más desdeñado del sector económico. El hecho de resistir por parte de las familias y niños aborígenes—la película de Noyce trata de dos hermanas secuestradas quienes escapan y recorren un vasto territorio olvidado en búsqueda de su hogar—evidenció la ignorancia y lo retardatario de la mentalidad colonizadora. En la película “The Magdalene Sisters” (Las Hermanas Magdalene) de Peter Mullan, percibimos un ejemplo más de deshumanización y de degradación en el campo educativo. Es una historia basada en tres mujeres jóvenes irlandesas enviadas a un internado, una por haber sido víctima de violación y otra por ser extremadamente coqueta; lugar donde se enfrentaron a un régimen estricto de disciplina y castigo. La misión de las monjas que dirigen el internado es directa: reprimirle la sexualidad a esas niñas rebeldes, creyendo hacerlo por su propio bien, por supuesto. Igual que en “Generación Robada”, se experimenta la negación del pensamiento, de la expresión y de la elección; la negación del derecho a cuestionar y a decidir por sí mismos; en síntesis, el repudio de la humanidad de los estudiantes. En cada una de esas películas evidenciamos el horrible proceso por medio del cual los seres humanos son tratados como objetos inanimados. La humanidad resulta ser incierta, e incluso dolorosa, cuando ofrece resistencia y llega a imponerse.

Estos casos, descritos en las películas, nos hacen recordar la práctica de la enseñanza como deshumanizante, el entrenamiento como opresión; ninguno de ellos ha ocurrido tan lejos, sí como tampoco hace mucho tiempo. A pesar de que se consideren eventos exóticos, procedentes del extranjero, uno que se sucedió en Irlanda y el otro en Australia, y que los consideremos ajenos a nuestras experiencias, deberíamos recordar el menosprecio que han sufrido las mujeres pobres en nuestro propio país, o los internados para indios nativos escuelas establecidas para educar a la juventud india de Estados Unidos de acuerdo a los estándares Euro-Americanos), es decir, la escuela como bastión colonial. El maravilloso documental de Jeff Spitz, “Navajo Boy” (Niño Navajo), trata sobre una familia indo-estadounidense inmortalizada en películas y en fotografías; Happy Cly, matriarca del clan Cly , de Monument Valley, fue considerada por la revista Life,“la mujer más fotografiada en los Estados Unidos”, una de sus fotos más emblemáticas es aquella donde ella se ve entre peñascos. Spitz revela la historia de John Wayne Cly: fue adoptado por misionarios a la edad de dos años, esto al tiempo que sus hermanos fueron llevados a un internado; de tal forma fue separado de sus seres queridos por décadas. Este documental retrata la historia de una familia destrozada en sus vidas por la negligencia estructural y, al final, su reencuentro años después bajo una serie de coincidencias sorprendentes e inimaginables.

La reciente novela de Francine Prose, After (Después), también recurre al tema de la deshumanización y lo trata aún más de cerca. Se centra en una situación tormentosa posterior al tiroteo ocurrido en un liceo en Massachusetts occidental. El Dr. Henry Willner se encargó de dar apoyo psicológico a los adolescentes en crisis, “trabajando con ellos en trinche- ras”, logrando, así, que el colegio “vuelva a la normalidad”. El narrador, un adolescente estudiante del liceo, indicó, en tono irónico, que el tiroteo pasó en otro lugar y que todo estaba normal en su colegio. En la película se evidencia un lugar común: lo perverso de esas “trincheras”, las buenas intenciones de los gerentes burócratas y, sobre todo, las del impostor doctor Willner.

El Dr. Willner se muestra como una persona compasiva y preocupada, además de hablar constantemente el idioma “slanguage” (viene del inglés “slang”, jerga) de la terapia y de la seguridad. En la asamblea donde es presentado a los estudiantes, hace énfasis en el cliché de la unidad, instando a los jóvenes compartir sus sentimientos en pro de la “sanación y la recuperación”, “tratando de sobreponerse al dolor ni miedo”, y así “convertirse en mejores personas.” Lo curioso del asunto, es que, ante la tragedia ocurrida, parece no haber mucho dolor ni miedo, según el narrador. Dentro de este contexto psicológico, el Dr. Willner comenta: “Lo seguro es que algunos privilegios, de los que todos hemos disfrutado, nos sean despojados de las manos”.

Bajo este comentario ominoso, la arremetida empieza: la instalación de detectores de metales, pruebas de drogas, cero tolerancia, suspensiones y expulsiones. Se implementan nuevas reglas, las cuales cambian día a día, y los castigos se vuelven más severos. Mientras se establecen medidas draconianas de manera inexorable, la escuela comienza a parecerse a una prisión en todo aspecto, incluso en tono y temperamento. Los padres son seducidos poco a poco, hipnotizados por un bombardeo de correos electrónicos aterradores enviados por el Dr. Willner, así como también son coaccionados y acobardados por medio de confrontaciones cara a cara en su oficina, donde juega simultáneamente al policía bueno y malo.

Lo peor de todo es que Henry Willner, malévolo como lo es, no es el único. Francine Prose me dijo que se dedicó a observar algunas conductas entre varios maestros de su liceo, encontrando algunas alarmantes y aterradoras, como lo son el empleo de la fuerza bruta y el autoritarismo; esto sin importarles sus efectos en los seres humanos. Según Prose, el discurso usado por el personaje ficticio Willner fue una composición, un collage creado a partir de los pronunciamientos reales del que fuera Secretario de Justicia, General John Ashcroft.

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El Dr. Willner, pueda que sea una caricatura, pero no es ni de Australia, ni de Irlanda, ni del espacio sideral. Es una aproximación de un maestro en acción—nos damos cuenta que existen Willners por doquier y, aún más perturbador, pueda que haya un poco de Henry Willner en cada uno de nosotros. Al fin y al cabo, eso es lo que lo hace fascinante y útil— representa la autoridad operativa en el trabajo. Willner utiliza la máscara de un maestro, pero realmente nos enseña la cara de la verdadera tiranía.

¿Por qué no? Hay muchas formas de ejercer la docencia, y la tiranía desatada es una de ellas. Todo tirano encontrado ya sea en el salón de clase, en el pasillo, en un lugar de trabajo, al cruzar la esquina, sea en la conducción de un país o en una relación de pareja, impone una postura dominante, al tiempo que usa un lenguaje rígido. Los regímenes tanto totalitarios como dictatoriales y las dictaduras, los cultos y sectas, las oligarquías y los imperios, son expresiones del autoritarismo en acción, las cuales todas tienen un lugar común: en cada caso, cuando el Máximo Líder habla, las masas escuchan sumisamente. El Líder hace una gran presentación de pensamiento y saber, de planificación y elección, además de la actuación—recuerden que no es fácil ser el Gran Helmsman— mientras que la mayoría observa cautelosamente y algunos muestran un aspecto que indica que serán influenciados por el discurso. Únicamente al Líder se le confiere el poder, la acción— nadie se atreve compartirlos—al tiempo que las declaraciones son escuchadas, más no refutadas. La costumbre de cada país autoritario al que he visitado—podría resultar divertido si no fuera por lo horriblemente nauseabundo—consiste en la exhibición de fotos del Grandioso sonriente en las páginas de los diarios: inaugurando una planta ensambladora de carros, un puente, saludando a dignatarios, comentando acerca del futuro del país, dando una alocución. Es un torbellino de energía y acción; el resto de la gente permanece enmarcada en la obediencia, en el servilismo, oyendo y otorgando. De ahí la naturaleza del autoritarismo.

La forma operativa de la comunicación autoritaria se da por medio de la propaganda, siempre al servicio de la ortodoxia, siempre haciendo política de arriba hacia abajo, sin dar respuesta alguna. Está diseñada para manipular y controlar; para hacer que “las mentiras suenen a verdad y que el asesinato sea respetable”, según George Orwell.

La propaganda induce a una lerda conformidad, más que a una respuesta crítica; su fin es el de ser consumida, no combatida. Algunas veces las mentiras son descaradas y su mensaje arrogante: “Tengo el poder de mentir en frente tuyo, y no puedes hacer nada que lo impida”. La meta del autoritarismo es la dominación, que las personas sean sumisas, más que libre pensadoras o ciudadanos activos.

La educación autoritaria es necesariamente unidireccional y basada en una sola dimensión, siempre generada desde lo alto y transmitida hacia abajo por un s o l o lado de la montaña. El maestro es el Gran Ruidoso: pensando, actuando, diciendo, dirigiendo, planificando, escogiendo, controlando, administrando, disciplinando; conoce las respuestas o las encontrará, conoce las reglas y las hará cumplir, sabe el puntaje y lo asentará; tiene el silbato, el libro de notas, el escritorio, la silla y el látigo. Es importante señalar que el maestro autoritario nunca aprende o investiga, nunca escucha o se hace preguntas. Todo lo mencionado trastocaría su posición moral estructurada, debilitaría la postura incierta.

No se espera que el estudiante piense mucho, tampoco que discuta mucho, ni que contradiga ni que debata: escucha y acepta, acepta un mundo interpretado y digerido de antemano; un mundo distribuido en pedacitos elaborados por otros, quienes, según el estudiante, siempre saben más. Es obediente y complaciente, aislado y solitario. De alguna manera está persiguiendo sus propios pasos, es un turista en su propia vida, su escolaridad se mueve en una pista paralela, sin importar su entrada o sus sentimientos, sus esperanzas o experiencias, su deseo o su vasta capacidad de tomar decisiones. Es reducido a una cosa, un objeto para ser, eternamente, manipulado: nada en él tiene valor. Es una grabadora, un cassette de 60 o de 180 minutos. Empieza la escuela con un cassette virgen en su cabeza. Los maestros prenden y apagan el grabador a su convenir. Cuando el cassette está lleno, ya está instruido. Terminadas las lecciones, ahora se trata de seguir las reglas. Está doblegado por la conformidad, por la jerarquía, por la falta de acción, además por su misma oposición a su propia libertad. Está predestinado.

Charles Dickens fijó esta posición perfectamente en las primeras líneas de Hard Times (Tiempos Difíciles), escrito en Londres hace, exacta- mente, 150 años:

“-Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades.

No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!”

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El orador, el maestro de escuela… pasearon la mirada por el plano inclinado en el que se ofrecían en aquel instante, bien ordenados, los pequeños recipientes, las cabecitas que esperaban que se vertiese dentro de ellas el chorro de las realidades, para llenarlas hasta los mismos bordes.

Y hace casi cincuenta años, Paulo Freire escribió Pedagogía del Oprimido, en Brasil.Evocó la imagen de alcancías de cochinitos sin vida (los estudiantes) siendo seriamente llenados por los depósitos diarios del maestro: “En el concepto bancario de la educación, el conocimiento es un regalo concedido por aquéllos que se consideran bien informados para quienes ellos consideran no saber nada… El maestro se presenta ante sus estudiantes como su opuesto necesario; al considerar la ignorancia absoluta de éstos, él justifica su propia existencia”.

He aquí el salón de clase como galera de esclavos—el maestro apenas toca el tambor.

Las escuelas, por supuesto, no existen abstraídas de la historia, ni de la cultura, más bien, yacen en ellas, en su centro. Las escuelas sirven a las sociedades; las sociedades moldean las escuelas. Son tanto espejo como ventana—nos muestra lo que valemos y lo que ignoramos, lo que es preciado y lo que es comprable. Nuestras escuelas nos pertenecen, nos dicen quiénes somos y quiénes queremos ser. Las sociedades autoritarias son asistidas por escuelas autoritarias, tal como las escuelas libres apoyan las sociedades libres. Esto no significa que las escuelas autoritarias, a pesar de su currículum propagandístico, sus relaciones manipuladoras y sus métodos severos y coercitivos, no produzcan personas que posean grandes habilidades, tanto la Alemania Nazi como Rusia dieron doctores y científicos brillantes. Seguramente, producen su cuota de rebeldes y de resistencia. Además de todos los horribles ejemplos que podemos señalar, también podemos indicar los siempre presente disidentes; el totalitarismo fracasa en su intento de demoler el espíritu colectivo, el impetuoso deseo humano por ser libre. En las escuelas autoritarias, todavía, el sistema entero se dirige hacia la mistificación y está dirigido hacia el control. Si sabes que una sociedad dada es fascista, la Alemania de los años treinta del siglo XX, por ejemplo, predecirás ciertas características del salón de clase. Asumes que el tono será autoritario, la pedagogía tiránica, el currículum manipulador, incluso, percibirás todo esto antes de ingresar a la escuela; luego, constatarás que estabas en lo correcto. Así mismo, podrás vaticinar que la sociedad, en general, es dominante y se basa en jerarquías, a pesar de sus frases nobles que les sirve de máscara: la Patria, la Gente, el Patriotismo, la Libertad.

Las fortalezas sociales—confianza, optimismo, compañerismo— así como también las debilidades—pesimismo, miedo, conformidad, negligencia—son reflejadas en las escuelas de la sociedad. Las desigualdades se manifiestan, así como también las aspiraciones y las esperanzas. Esto explica, en parte, por qué las escuelas desde Sur África a la China, pasando por Chile y llegando a los Estados Unidos, son lugares de lucha, en donde las personas creen que un mundo mejor es posible.

La educación es siempre puesta en práctica dentro de un ámbito social, una comunidad o sociedad, y la enseñanza involucra el proceso de inclusión de los jóvenes en un cierto orden social u otro, en un completo universo. Por lo tanto, los educadores deben mantener sus ojos abiertos:

¿Cuál es el orden social existente?, ¿Cómo garantizamos, defendemos o justificamos al mundo tal como es?, ¿A qué nos oponemos o resistimos?,

¿Qué alternativas son posibles? Seguramente ninguno de nosotros queremos ser un maestro colonial enmarcado en la tradición de la “Generación Robada”, ni un instructor represivo como el que se presenta en la escuela de obediencia de “Las Hermanas Magdalene”. Entonces, ¿Cómo queremos ser?, ¿Qué debemos hacer?, ¿Para qué enseñamos? Las escuelas están establecidas para admitir a la juventud y, de lo contrario, si hacen algo diferente, producen respuestas parciales a raíz de preguntas permanentes sobre la humanidad: ¿Qué significa

ser humano?, ¿Cuál es la función de la sociedad?, ¿Cuál es el significado de la vida y qué es la “buena calidad de vida”?

Desde la perspectiva de una sociedad humana o democrática, la aproximación autoritaria es siempre un retroceso, una equivocación; desestima el espíritu participativo de la vida democrática, desorganiza a la comunidad, está dirigida a destruir el pensamiento independiente y crítico. En primer lugar, una democracia vital en funcionamiento requiere de participación, de tolerancia y aceptación de la diversidad, de algo de pensamiento independiente, también de espíritu de mutualidad, estar seguros de saber que todos estamos juntos en este bote, y que es conveniente que comencemos a remar. La democracia exige seres humanos activos y pensantes. Después de todo, se espera que nosotros, como personas comunes, tomemos las importantes decisiones que afectan nuestras vidas y la educación está diseñada para promover y hacer posible esa meta.

Por lo tanto, los maestros en una sociedad abierta y democrática deben aprender a pensar libremente y sin miedo, tener nuestras propias convicciones, descubrir y darnos cuenta nosotros mismos sin contar con ninguna fórmula preconcebida, sin inclinarnos ante autoridad alguna. Esto es lo que nuestro ser nos pide si deseamos enseñar a los estudiantes a que tengan sus propias convicciones.

La educación es, siempre, pro algo y en contra de algo. Es, en su inicio, una idea sorprendente; es aquella noción que debemos elegir: la educación no es, y nunca podrá ser, neutral. A medida que más enseño, lo veo más claro: las escuelas de “La Generación Robada” sirven de soporte en la superestructura del imperio; estaban en pro de la conquista y de la subyugación de los aborígenes y en contra de la cultura de éstos, de su auto- determinación y resistencia; “Las Hermanas Magdalene” estaban en pro de la jerarquía eclesiástica y constantemente en contra de cualquier noción sobre la independencia de la mujer y de su auto-determinación sexual. Ningún maestro bajo esas circunstancias puede ser completamente imparcial. Tampoco nosotros, nuestra postura no puede estar completamente desinteresada. En lo más profundo y fundamental, la educación vela por la libertad humana, la liberación y por la iluminación, o, por el contrario, defiende la subyugación en una de sus formas, aparentemente, infinitas, desde la domesticación endulzada hasta la represión brutal, el servilismo, la dependencia y la rendición. En consecuencia, nosotros los maestros, desde un principio, deberíamos abrazar la idea, como principio, de que el proceso de enseñanza es para nosotros un esfuerzo humanístico, que defendemos la verdad y el conocimiento, al igual que luchamos en contra de la opresión. La verdad pueda que nos eluda, pueda que sea encontrada en parte, pero nuestros ojos están abiertos, nuestras mentes expandiéndose. La libertad pueda que sea lograda casualmente, pero nuestro camino es claro. Nuestra postura y meta nos guían; no queremos que nuestras vidas de educadores se burlen de nuestros valores humanísticos.

El ideal que motoriza nuestro modo de enseñar es fácil verlo, por contraposición, cuando tenemos en frente situaciones extremas: el totalitarismo representado en “Generación Robada,” nos muestra el currículum como propaganda; en “Las Hermanas Magdalene”, el despotismo ilustra una estrategia educativa consistente en que todo sea adoctrinamiento. Pero, quizás, es menos frecuente constatarlos directamente y en contextos menos extravagantes, como lo son nuestra forma de enseñar y nuestros proyectos educativos. Deberíamos plantearnos preguntas explícitas: ¿Para qué enseño?, ¿En contra de qué enseño?

Estas son preguntas éticas, claro está. Los maestros, mientras son guiados por un código universal o por una forma abstracta, pronto se perca- tan de que la ética en el salón de clase es un hecho práctico y realista, desempeñado por gente común. Los principios universales pueden ayudar—Ama a tu Vecino; No Mientas, ni Robes— porque según Susan Sontag, “nos invitan a limpiar nuestros actos… a huir del compromiso, de la cobardía, de la ceguera”. Puede ser que nos motiven a ver críticamente las cosas tal como  son, lo cual a menudo resulta ser “deficiente, inconsistente, inferior”, e, incluso, hipócrita. A lo mejor actúan como señales, pero no tienen el poder de calibrar cada detalle que emerja.

El estímulo dirigido a crear una imaginación moral es acertado. Sin embargo, ni un principio universal, ni una fértil imaginación, son suficientes para calibrar, por siempre, cada posibilidad, puesto que el tomar una decisión moral involucra opciones fundamentales en los que ningún sistema, ni regla, ni gurú pueden dar la respuesta adecuada. Nadie puede ser llevado a la Corte Suprema, por proclamarse libres. Nuestro razonamiento moral requiere que, al menos, intentemos tener una visión global, luchemos hacia un despertar y hacia una nueva conciencia; y, sin embargo, con todo eso, nuestras decisiones éticas se encuentran aisladas, a menudo son intuitivas, llenas de desesperación y, al final, llenas de coraje.

La película “Dirty Pretty Things” (Negocios Oscuros) de Stephen Frears ofrece un ejemplo interesante de ética en acción. Dos inmigrantes ilegales, Okway y Shineye, desean vivir vidas decentes, pero el Londres moderno los impulsa a negociar en los bajos mundos. Hacen el trabajo sucio, al igual que lo hacen otros inmigrantes pobres, quedando, en gran parte, como seres anónimos e invisibles ante aquellos privilegiados quienes resultan ser los beneficiados. Cargan con el peso del trastorno, llevan las cicatrices producidas por las vicisitudes encontradas y soportadas, así como también alimentan la esperanza de que, algún día, su exilio cosechará frutos dulces; quizá, para sus hijos.

La historia se basa en un conjunto de serie de opciones complejas, entre las que Okway y Shineye tendrán que escoger alternativas sin ninguna garantía; infringirán la ley, sin importarles lo que hagan; habrá personas heridas y, así, cambiarán de manera radical. Esto no significa un tipo de ética análogo a una Columna A/Columna B: Aborto… malo. Pena de muerte… bueno. El mentir… malo. Más bien, se refiere a una alternativa ética—resistente, absorbente, atormentada, inquietante, turbulenta y desasosegada—dentro del torbellino del caos de la vida que las personas deben vivir. Sus ojos están abiertos: deben elegir; sin embargo, para ellos no habrá un asado que saborear en el confort del comedor al final del día.

Mi amigo Greg Michie, un profesor de la primera etapa de bachillerato, cuenta la historia de un momento en la vida de un estudiante de octavo grado llamado Julio,“lerdo, con cara de bebé y algo rechoncho”. Julio se dirigió a Michie una mañana justo al sonar el timbre, parecía preocupado. “Necesito que sostengas mi moral por mí”, dijo susurrando. “Tan sólo hasta el final del día”. Greg pensó que el chico había traído al colegio, por equivocación, un buscapersonas o una caja de cigarros o un Playboy, algo “técnicamente en

contra de las reglas, pero no un contrabando de mucha importancia,” pero luego descubrió que Julio tenía una pistola llamada BB (BB gun) más municiones dentro de su bolso. ¿Por qué? El muchacho había ido a la casa de su tío en el interior por el fin de semana, regresó a Chicago tarde y con sueño, se despertó por la mañana, se vistió y, a todas éstas, se le había olvidado dejar la pistola. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, decidió buscar ayuda en Michie.

Greg conocía el Código de Vestimenta, al igual que las medidas disciplinarias en contra de los “Actos de Mala Conducta”; actos que van desde la “Vagancia” y “Estar Vestidos de forma Inapropiada”, casos no muy preocupantes, hasta el “Delito de Incendio”, “Violaciones”, “Asesinato” y, sí, “Encubrimiento de un Arma”, hechos realmente graves. Los castigos consistían en suspensiones de clases, expulsiones e incluso arresto. El castigo seguro para Julio sería, como mínimo, una suspensión de seis a diez meses o, como máximo, el arresto y expulsión de la escuela. ¿Qué hacer?

La decisión que tomó Michie fue la de reflexión y diálogo junto a Julio; tomó el camino de la enseñanza. Le sostuvo el bolso, lo llevó a su casa y nada pasó. Sin embargo, Michie quedó angustiado porque no sabía si hacía lo correcto.

Las opciones pueden resultar ser difíciles, además de ser la ética un valor intimidante, desde cualquier perspectiva que se vea—los principios de lo correcto e incorrecto, una disciplina que considera lo bueno y lo malo, una rama de la filosofía que se remonta a la antigüedad, un manual para el buen vivir, y así sucesivamente… La ética atemoriza.

Aún más, los argumentos éticos no son tan sólo abstractos, arrogantes y densos, sino que también implican una rectitud que no todos soportan y muy pocos aspiran—no me incluyo, ciertamente. Por lo tanto, se señala hacia el fariseísmo. ¿Es mi vida tan digna de ser un ejemplo?, ¿Quién soy para pronunciar juicios morales, mantener una posición  autoritaria, tener aires de superioridad, además de regañar?,

¿Soy tan bueno?… La ética aterroriza.

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La ética circunda tanto a la religión como a la política, donde es fervientemente declamada y celosamente resguardada. Los sermones sobre la rectitud en el vivir son la esfera de acción de los predicadores, así como la de los políticos; estos últimos utilizan chistes para que su sermón suene más simpático. Sentimos que nuestros ojos comienzan a sentirse pesados, nuestras mentes se llenan de algodón… La ética anestesia.

Si los maestros tienen como fin el de evitar reducir a la enseñanza a un simple instrumento utilizable, lo cual exige mucha claridad y atención, entonces deben, pues, de alguna forma, penetrar ese algodón, confrontar a la intimidación y superarla. En lo más fundamental, profundo y primitivo de la enseñanza, yace ella como trabajo ético. Los maestros, si lo saben o no, son actores morales y la enseñanza siempre exige compromiso moral y ético.

Las palabras “moral” y “ética” apuntan a los principios de lo correcto e incorrecto, a los estándares establecidos del comportamiento bueno y malo. Algunas personas relacionan al primer término con las reglas y el deber, mientras que al segundo con las normativas alternativas puestas en práctica; yo no estipulo esas relaciones. En la conversación diaria, las pala- bras son intercambiables; al punto que hago mi propia distinción: la “moral” implica lo personal, es el asunto que toca tanto a la razón y al pensamiento como a la reflexión y al compromiso; la “ética” señala la acción dentro de un grupo o comunidad.

Las decisiones morales suponen escoger entre diversas alternativas, todas igualmente posibles. Jean-Paul Sartre narra la historia de uno de sus estudiantes, quien se le había acercado, para que le aconsejara acerca de una decisión que aún no la tomaba, le preguntó: ¿Debería quedarme en casa para cuidar de mi madre enferma o debería redimir el honor de la familia al unirme a la Resistencia ante la ocupación Nazi? Se plantea una disyuntiva difícil aquí, ya que él debe actuar en busca del bien. Está forzado a tomar una opción ética, simplemente porque se les presentan alternativas y no puede ser indiferente.

Sartre, después de haber escuchado cuidadosamente a su estudiante, respondió: tú debes decidir por ti mismo. El estudiante, por lo tanto, es el gran responsable de su decisión, sin culpar o acreditar a alguien más posteriormente. Sus ojos están abiertos y debe escoger. Algo se perderá y otra cosa se ganará. Le resulta horrible su situación porque nada está tan claro o absolutamente cierto como él quisiera. Frustrado y en búsqueda de una autoridad máxima, el estudiante molesto señala a Sartre y le dice que si el gran filósofo no lo ayuda, irá donde un sacerdote para que le dé consejos. Muy bien, responde Sartre, ¿y a qué sacerdote irás? La elección depende del estudiante; puede objetar, e incluso maldecir, a su mentor, pero, al fin y al cabo, es él quien decidirá y con esa alternativa seleccionada se sumergirá en las ruinas con todas las consecuencias buenas y terribles que vendrán. El elegir a su sacerdote implica una decisión, al margen de que el religioso aparezca como neutral y no comprometido.

Recientemente, mientras tomaba café con mi prima segunda, una estudiante universitaria de veintiún años, de manera extraña me preguntó si pensaba que estaría bien el mudarse con su novio. Le dije la historia sobre Sartre y su estudiante, además de preguntarle porqué me había pedido aconsejarla ¿Por qué yo sería su “sacerdote”?, ¿Por qué no se había dirigido a su mamá?

El maestro, claro está, puede ayudar a sus estudiantes a pensar sobre su contexto histórico y social, puede señalarles la existencia de un gran universo de posibilidades, además de asistirlos en la busca de alternativas desconocidas y orientarlos para lograr diferenciar entre un hecho y una opción. Sin embargo, al final, es el estudiante quien asimila, por sí mismo, las consecuencias de la elección hecha.

Estas son algunas preguntas morales: ¿Qué es lo correcto y qué es lo incorrecto?,¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?,¿Qué debería hacer en esta o en aquella situación?, ¿Para qué están las personas?, ¿Cuál es mi obligación hacia los demás? Estas preguntas pueden organizar nuestro pensamiento, mientras le preguntamos a nuestros estudiantes: ¿qué harás dentro de cinco años?, ¿qué quieres ser o hacer?, ¿cuál es tu objetivo y tu destino?

Las preguntas morales son diferentes a las preguntas sobre hechos  reales.  Ejemplos   del   segundo   tipo   de   preguntas   serían: ¿Dónde está la Escuela Pública 87 (P.S. 87)? o ¿Cuántos niños, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, asisten a la Escuela Pública 87? Las preguntas morales son diferentes: ¿Debería la junta directiva de la escuela invertir en seguridad o en arte, o en un programa que beneficie a los niños pobres de la Escuela Pública 87? No se pueden plantear esas preguntas y responderlas tan sólo basándose en cifras evidentes; Se requiere tomar conciencia sobre el asunto en cuestión para, luego, emitir un juicio y elegir. De igual forma, en una clase pudieras preguntar: ¿está Sydney aquí? mientras que en otro orden de preguntas sería: ¿Cuál es la experiencia de Sydney?, ¿Qué piensa? y ¿Qué necesita? Debido a los intereses implícitos y explícitos que impulsan a las personas a reunirse en un salón de clase, es ahí, en el aula, donde surgen y se vivifican las preguntas morales, ya sean planteadas consciente o inconscientemente.

La humanización y la deshumanización resultan ser gemelas antagónicas que definen al panorama de la enseñanza férrea, al igual que, algunas veces, al trabajo valeroso. Estas gemelas se enfrentan, luchan, se enredan y son difíciles de separar. No se trata de dos caminos totalmente distintos ante nosotros: el camino paradisíaco iluminado con árboles frondosos y aquél oscuro diabólico con plantas espinosas; no se trata de que al final del camino hayan dos paquetes que escoger: uno decorado con lazos y rosas y el otro marcado con una calavera y huesos cruzados. Si fuese así, viviríamos por siempre apoyando lo bueno; habrían únicamente guiones sencillos a seguir.

Pero la realidad no es así. Las decisiones diarias a tomar en el salón de clase son más desgarradoras, más densas, más estratificadas y más difíciles. Las implicaciones de nuestras decisiones no son siempre claras, sus efectos a largo plazo no son tan sólo desconocidos para nosotros, sino también inescrutables. Caminamos tambaleantes por nuestro camino, pero de la mejor manera posible, con esperanza, por supuesto, pero sin garantías. La gran razón, a tener presente en nuestra conciencia, es la dimensión de lo que está en juego: la capacidad de la humanidad, su ímpetu y potencial para el movimiento y la posibilidad de la ilustración, la búsqueda interminable de la libertad humana. La razón para traer a colación nuestros compromisos morales dirigidos al análisis y al debate. La razón, mientras transitamos nuestro caminar serpenteado, para plantear desde un principio nuestro compromiso primordial hacia la humanidad.

Cuán extraño es el hecho que esta dimensión, así como las decisiones fundamentales, son completamente desconocidas y no expresadas en nuestras escuelas, así como tampoco en el mundo. Se habla mucho de las destrezas, pero nadie habla de liberación. Se realizan seminarios escolares sobre gerencia y disciplina, además de talleres de desarrollo de personal sobre la planificación de clases, pero no se consideran estrategias sobre cómo enseñar para libertar. Lo lineal, lo instrumental y lo servil son enfatizados sin darle cabida alguna al pensamiento o al cuestionamiento. La moral y la ética son valores ignorados, ocultados y acosados, sin ninguna vacilación.

En la educación superior pasa exactamente lo mismo. Los profesores y estudiantes pueden ser recompensados por seguir programas de investigación en la enseñanza, utilizando métodos “probados” y una lógica prestada; luego, sus resultados son presentados con el brillo de la “ciencia real” que impresionan a los crédulos. Por otro lado, la educación del maestro y sus programas de acreditación también juegan un papel no muy transparente; eso ocurre cuando al aspirante a docente se le enseña superficial- mente materias como la filosofía de la educación y la historia de la educación y, luego, se limitan a darle unos cuantos métodos de enseñanza, para que, finalmente, intente juntar todo en un sólo semestre universitario. Esta aproximación separa, estructuralmente, el pensamiento de la acción, y en ningún momento coloca la moral y la ética como epicentro. De esta forma se ignora la misión humanizadora de la enseñanza.

Me encantaría ver que todos los programas universitarios relacionados a la preparación docente ofrezcan un curso centrado en la misión humanística de la educación, en donde se Tratara al Estudiante como a un Compañero, Construir una República de Muchas Voces, la cual sería una Comunidad Con y Para los Estudiantes, Hacer Sentir el Peso del Mundo en sus Brazos y, así, Enseñar para la Libertad. Estos son los valores subyacentes que intento traer a colación en mis cursos, además de ser los temas que le dan forma a los capítulos de este libro.

Hay un claro mensaje aquí sobre lo que debe ser valorado y porqué, dentro del currículum estándar existente. Quiero que los maestros tomen conciencia de los riesgos, como también de que no existe una técnica sencilla ni un camino lineal que los llevará a donde necesitan ir; de esta manera, dejarlos que vivan sus vidas estables de educadores, sin problemas y ya acabadas. No hay tierra prometida al enseñar, tan sólo esa tensión dolorosa y persistente entre la realidad y la posibilidad.

Quiero que los maestros se den cuenta para qué enseñan y en contra de qué enseñan. Por ejemplo, yo quiero enseñar en contra de la opresión y de la subyugación, de la explotación, de la injusticia y de la crueldad. Quiero enseñar para la libertad, para la ilustración y la conciencia, para la amplia conciencia, para la protección de los débiles, además de enseñar por la cooperación, la generosidad, la compasión y el amor. Quiero que mi enseñanza signifique algo valioso en las vidas de  mis estudiantes  y  en  los  mundos  que ellos habitarán y crearán. Quiero que signifique algo en mi mundo.

Quiero que los maestros se comprometan en tomar un camino  que tenga cierta dirección y ritmo: ante todo conviértete en un estudiante de tus estudiantes y luego crea una comunidad a través del diálogo, ama a tus vecinos, cuestiona todo, defiende al oprimido, desafía y nútrete a ti mismo y a los demás, busca el equilibrio. Quiero que los maestros tengan una lista dinámica y ecléctica a la que puedan consultar cuando se sientan perdi- dos y solos. He aquí Walt Whitman, en uno de sus prefacios impelentes de Leaves of Grass (Hojas de Hierba):

Esto es lo que deberías hacer: Ama a la tierra, al sol y a los animales; desprecia la opulencia; da limosna a quien la pida; defiende al estúpido y al loco; dedica tu ingreso y trabajo a otros; odia a los tiranos; discute, no sobre Dios; ten paciencia con las personas y complácelas; no te quites el sombrero ante algo ya sea conocido o desconocido, ni ante un hombre o un grupo de hombres; anda libremente con personas rudimentarias, sin educación, y con los jóvenes y con las madres de familias; reexamina todo lo que se te ha dicho en la escuela, en la iglesia o en cualquier libro; desecha lo que insulte a tu alma; y tu piel ha de ser un gran poema y éste tendrá la más rica fluidez, no tan sólo en sus palabras, sino también en las líneas silentes de sus labios y rostro y entre las pestañas de tus ojos y en cada movimiento y en cada articulación de tu cuerpo …  Buen comienzo. Esa es una lista a ser laminada y llevada en tu moral, una lista para pegarla en tu pared. Está escrita a poetas, pero sirve de consejo a maestros libres también.

En la escuela, los maestros son observados y entrevistados, nuestros comportamientos algunas veces analizados minuciosamente, luego medidos y comparados con resultados obtenidos de los estudiantes; somos, bien sea, un problema o un medio para el cambio, pero también somos, sin duda, información. La enseñanza como ciencia.

En el debate político, los maestros son descritos ya sea como profesionales serios dignos del reconocimiento de la comunidad o como ocupantes de un puesto, no lo suficientemente entrenados ni motivados, además de ser perezosos bajo el beneficio de un empleo del gobierno; somos los transmisores del currículum oficial o creadores, así como proveedores, de algunas ideas, probablemente, ilógicas o perversas; así nos encontramos en el medio de toda una disputa. Algunos se enfocan en nuestras disposiciones y pensamientos, otros cuestionan nuestra experiencia y pericia; todos parecen atentos para abalanzarse sobre nuestros cuerpos sangrientos. La enseñanza como trabajo.

En la cultura popular, somos pillos o nobles caballeros, dioses y monstruos. La imagen permanente, tal como se presenta en las películas estadounidenses “Blackboard Jungle” (Semilla de Maldad) y “Stand and Deliver” (Párate y Entrega), es la del maestro héroe solitario que lucha valientemente por salvar a los desafortunados delincuentes juveniles sumidos en circunstancias calamitosas. La enseñanza como salvación y drama.

Es cierto: la enseñanza es drama, es trabajo, es tanto ciencia como arte. Sin embargo, ninguna de esas imágenes mantiene un interés sustentable, como tampoco son lo suficientemente amplias, ni profundas, ni esenciales para capturar la realidad de la enseñanza; ninguna se dirige al corazón de la experiencia, a la demanda intelectual, al propósito ético y al significado moral, al gran espíritu que pueda animar a toda la aventura. Carecen del espíritu de la enseñanza. El objetivo es éste: la enseñanza como un esfuerzo moral implacable; la enseñanza como acción ética, desordenada, grandiosa, enredada. Urge de ser explorada.

La filósofa Hannah Arendt, en Between Past  and  Future:  Eight  Exercises in Political Thought (1968) (Entre el Pasado y el Futuro: Ocho Ejerci- cios sobre Pensamiento Político), afirma: La educación es el punto en el que decidimos si amamos suficientemente a la tierra, tanto como para asumir la responsabilidad hacia ella, el cómo salvarla de una ruina quesería inevitable, a pesar de lo nuevo y joven que vendrá. La educación también es el lugar donde decidimos si queremos a nuestros hijos lo suficiente para no expulsar- los de nuestro mundo y dejarlos a su libre albedrío, el no quitarles de sus manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo no visto por nosotros; es el lugar donde los preparamos, de antemano, para la tarea de renovar un mundo común.

Arendt enmarca el panorama moral de la enseñanza. Vemos que la escuela es el lugar natural de la esperanza y de la lucha; la esperanza revoloteando alrededor de las nociones de un futuro, la lucha en erupción por ese futuro: la dirección que debería tomar, la forma que podría asumir, los significados que podría abarcar. ¿Quién puede participar?, ¿Qué queremos para los niños?, ¿Y para nosotros?, ¿Qué mundos desearíamos tener?, ¿Qué herramientas, destrezas y sabiduría acumulada deberíamos ofrecerle a la juventud y a la generación futura?, ¿Qué deberían crear ellos mismos? Cada una de estas preguntas nos invita a reflexionar, debatir, considerar y emitir juicios sobre temas conflictivos. Planteamos preguntas, dudas, retos en torno a los objetivos, así como nos adentramos en lo ético.

La primera escena de la película dirigida por Ethan y Joel Cohen, “Miller’s Crossing” (De Paseo por la Muerte), en donde Johnny Casper trata de explicarle al gángster mayor de la banda de criminales, Leo, el cómo fue agraviado por otro de una banda asociada, Bernie Bernbaum. “Estoy hablando sobre amistad”, dice Johnny, mientras la cámara hace una toma hacia la saliva espumosa saliente de la comisura de sus labios al sonreír de forma amenazante. “Estoy hablando sobre carácter”, continúa estructurando y moldeando su caso. “Estoy hablando sobre infierno, Leo, no me avergüenzo de usar la palabra, estoy hablando sobre ética” (pronunció é-tica). Johnny realmente habla sobre ética: “Cuando preparo una pelea”, continúa Johnny, “digamos si juego a un tres pa´ un favorito, espero que la maldita pelea sea un tres pa´ uno”. Luego Bernie Bernbaum, el “niño tramposo”, se entera del trato, manipula la situación y las “probabilidades se van al mismísimo infierno”.

“Un hombre de negocio no espera una devolución”, se queja Johnny. “Ahora, si no confías en una pelea preparada, ¿en qué puedes confiar?” Concluye: sin ética “estamos de vuelta a la anarquía, de regreso a la selva… es por eso que la ética es importante. Es lo que nos separa de los animales ,de las bestias de carga, de las bestias de presa. ¡Ética!” “¿Quieres matarlo?” pregunta Leo,fríamente.

 

“Eso es para principiantes,” Johnny responde seriamente y sin una pizca de ironía.  Vi por primera vez “De Paseo por la Muerte”, coincidentalmente, mientras leía The Book of Virtues (El Libro de las Virtudes) de William Bennett. Leo y Bennett, ambos “hablaban” sobre ética”. El resumen curri- cular de William Bennett es largo: Secretario de Educación, “zar de la droga”, director de la Fundación Nacional para las Humanidades (National Endowment for the Humanities); su rol particular ha sido el de máximo guerrero cultural de la ultraderecha y el que públicamente habla sobre ética y regaña a quienes él considera van en contra de ella. Tiene voz y voto en los debates de la reforma escolar y su programa es simple, trata de deshacer las escuelas públicas y promover el sistema escolar privado meritocrático. Su programa para los niños de Estados Unidos es directo, consiste en escoger a los padres correctos. Al leer el libro de Bennett sobre el buen pensar es como escuchar a Johnny Casper discutir sobre ética; un tanto extraño, irreal, profundamente perturbador.

Las virtudes proclamadas en el El Libro de las Virtudes, como son la Auto Disciplina, la Compasión, la Responsabilidad, la Amistad, el Trabajo, el Coraje, la Perseverancia, la Honestidad, la Lealtad, la Fe, contienen una ideología que distingue a Bennett; deja a un lado valores como la Solidaridad, la Integridad, la Pasión, la Generosidad, la Curiosidad, el Humor, el Compromiso Social. En las noventa y cuatro páginas se exponen varios poemas sobre hormigas, algunos versos bíblicos y cuentos populares para niños como el de los “Los Tres Cochinitos”; todo ello basado en un sermón, el cual causa irritación, sobre la importancia de hacer las cosas tal y como se te diga, las recompensas que acarrean el consentimiento y la sumisión, además de la necesidad de establecer una jerarquía y de conformarte con la posición que tengas. Otros autores también aluden al tema ético y así lo reflejan en los títulos, verbigracia, Theodore Roosevelt escribe “En Alabanza a la Ardua Vida” (In Praise of the Strenuous Life); Ralph Waldo Emerson exalta a “Grandes Hombres”  (Great Men); Booker T. Washington describe cómo superó las dificultades en su libro “De pie ante la Esclavitud” (Up From Slavery); y Bennett, sin una pizca de ironía, se presenta como un “alma deseoso en trabajar y trabajar y trabajar, para ganarse una educación.” Bennett toma un poco de “Henry V” de Shakespeare: “Tan laboriosas las abejas;/Criaturas que, por ley de la naturaleza, enseñan /El mando en el reino”.

Por supuesto que no está presente Marx ahí; tampoco Herman Melville, B. Traven, ni Charles Dickens. No está, tampoco, Studs Terkel, quien hubiera mitigado la prédica hacia la disciplina, así como también hubiera indagado sobre las complejidades y contradicciones relacionadas al trabajo, es decir la violencia que éste pueda contener, las vías por las que se puede transformar a las personas y a su mundo o las vías que pueden hacer al trabajo algunas veces liberador, algunas veces esclavizante. Lo cierto de todo, es que somos instruidos bajo  un aparente estado natural de las cosas: los reyes mandan, los soldados pelean y saquean, el albañil repara y los porteros llevan las cargas pesadas.

Lo que William Bennett logra es un libro al estilo de McGuffey’s Reader, para su pequeño Reino de Qué Hacer y Qué No Hacer, basado en historias simples para una vida simple y en donde cita y celebra pequeñas virtudes a expensas de grandes autores. Bennett llama a su colección “el libro del ‘cómo’ para el alfabetismo moral”, y separa las “complejidades y controversias” de una vida moral de lo “básico”. Distingue las lecciones sobre ética, las cuales él favorece, de la actividad moral, la cual aconseja suspender hasta llegar a la madurez. Yo tengo una visión opuesta: el mundo del pensamiento moral y la acción ética es tan natural para los niños como para cualquier persona; es cierto que ellos crecen en un mundo físico, pero a la vez inseparable de una esfera cultural y de un universo moral. El pensamiento moral y la acción virtuosa comienzan por el hecho de la aceptación y la preocupación por los estudiantes. Los maestros demuestran una creencia fundamental en el único valor de cada ser humano, además de demostrar el reconocimiento de nuestra compartida dignidad. En  el  preescolar BJ’s Kids, donde trabajé muchos años, el ambiente estaba cargado del lenguaje de la ética: “¿Es eso justo?”, “Sé justo”. Al visitar una estación de bomberos, la pequeña Caitlin, de cinco años de edad, le preguntó a nuestro guía, Jimmy, cuándo habrá una mujer bombero en la estación; ante la pregunta de la niña, él soltó una carcajada. Caitlin se enfureció y tartamudeando dijo, “Eso no es justo”. Al regresar a la escuela escribió una carta, con ayuda de BJ, dirigida al alcalde de Nueva York. Reflexión moral, acción ética.

Para Bennett lo importante es que los jóvenes sean receptores pasivos, más que constructores activos de valores. Esta visión conlleva a la afirmación: “estas historias ayudan a que los niños se identifiquen con su cultura, su historia y tradiciones”. La “cultura” está permanentemente en la mente de Bennett y, de ahí, su negativa para estimular el pensamiento y el cuestionamiento. Bennett es un creyente, un crédulo de una “unicultura” estable, se ha cegado, él mismo, ante el poder vivificante, dinámico y motriz de las culturas, experimentado por los seres humanos. El mundo ético que él impondría a los demás es inerte, plano, sin perturbación alguna y separado del cuerpo.

William Bennett conduce el intento, sin precedente, de destruir un gran ideal progresista y democrático, tal como lo es la idea de la escolaridad pública gratuita, común y disponible para todos. Se ha creído que este ideal promovería el bienestar general, permitiría una mayor participación en la búsqueda de la felicidad, ayudaría a las personas a vivir en armonía y en libertad, así como también a reflexionar moral y significativamente y a actuar éticamente con los jóvenes. Sin embargo, Bennett lo combate, al igual que sus aliados, bien sea políticos, burócratas y un cuadro de intelectuales que incluyen al investigador Chester Finn, al  historiador Diane Ravitch y al escritor Abigail Thernstrom. Este conjunto de personas ha impulsado, exitosamente, la conexión ilícita de fuerzas ideológicas poderosas con políticas específicas atentatorias al principio de la gratuidad de la educación, haciendo pasar estos lineamientos por desapercibidos. El ideal de una educación pública y gratuita de alta calidad, nunca se ha llevado cabalmente a la realidad; luchas se han librado para determinar quién debe ser incluido en nuestra concepción de lo público, así como para establecer cuáles conocimientos y experiencias son los más valiosos y el cómo acceder a ellos. La idea misma parecía estar segura porque fue asumida, sin embargo, hoy en día se pone en duda.

La evidencia de esa desidia se expande a todos los niveles. La obsesión, cada vez mayor, de una prueba de admisión tonta, única y centralizada, incluso actualmente aplicada a estudiantes más jóvenes, que no hace más que clasificar a los estudiantes, provocando una serie de ganadores y perdedores, va en contra de una educación democrática, así como también, ataca a cualquier noción de un currículum rico y profundo, y a la enseñanza misma. La energía y los recursos puestos en el negocio de las pruebas van en contra del compromiso de poner maestros más calificados en los salones de clase, reducir el tamaño de los cursos, incrementar las ofertas curriculares, promover el acceso a los recursos de aprendizaje de la comunidad y construir más escuelas modernas. El negocio de las pruebas engaña, educativa- mente, tanto a estudiantes y a sus familias como a los maestros, además de ser un retroceso en la educación.

Las políticas de “Cero Tolerancia”, aplicadas en el país en los últimos diez años e impulsadas por los tiroteos muy publicitados en las escuelas, los cuales han traído a colación temas sobre las armas, han creado las condiciones para la exclusión de un alto número de jóvenes, en especial aquéllos provenientes de la clase obrera, de la pobreza, de determinados grupos de inmigrantes, además de aquellos estudiantes marginados, discapacitados y los tradicional y oficialmente despreciados. Las prácticas y los símbolos de la justicia criminal son aceptados y, así, se pierde la misión humanizadora de la educación. Esas políticas son un ataque cultural y político a la idea de la inclusión, a la escolaridad democrática. Los salones de clase se convierten en lugares estériles y unidimensionales, desprovistos de momentos para la enseñanza. Cada mal comportamiento garantiza un viaje a la dirección, de esta forma el juicio y la sabiduría del maestro es cercenado, los administradores trabajan conjuntamente con la policía y, por lo tanto, las escuelas se hacen más y más estrechas, hasta que llegan a ser pequeñas prisiones de entrenamiento.

Finalmente, estamos ante una gama de estrategias escolares de cambio, promovida por un modelo de mercado que amenaza con socavar las estrategias y los principios de la educación pública. El mundo mercantil nunca ha tenido ni alma ni corazón, no puede hacer juicios de valor, ni responde a intereses normativos. El mercado crea una clase de ganadores y una más grande de perdedores. El éxito en el mercado es medido por los ingresos; las grandes riquezas son generadas a través del trabajo de otros. El  tratar  de imponer un símbolo mercantilista a la educación pública es un error, porque todo su financiamiento debe provenir sólo del estado. El símbolo, entonces, es falso. Siempre llegará el dinero público, pero al ser administrada la escuela por manos privadas, el interés se centrará en la ganancia.

No todo lo bueno es el simple resultado de la virtud individual; también está lo concerniente a la ética comunitaria, a la ética social, al igual que se plantean las preguntas relacionadas a cómo nos comportamos dentro del colectivo, qué asume una sociedad como normativo y bueno. Al fin y al cabo, la mayoría de nosotros, gran parte del tiempo, hace como el resto: la mayoría de los griegos actúan como griegos, la mayoría  de los romanos actúan como romanos, y cuando estamos en Roma solemos actuar como los romanos. Esta ecología de la ética conlleva a comprender que el comportamiento ético individual es más probable en una sociedad justa. Johnny Casper discute en torno al comportamiento ético. ¿Es moralista? Durante el tiempo de la esclavitud indudablemente hubo negociantes de esclavos, personas que se encargaban de regresar a los esclavos que se escapaban (slave-catchers) y dueños de plantaciones que pagaban sus cuentas y cumplían con lo prometido, pero ¿en qué sentido actuaban éticamente? Para uno haber sido una persona moralista, ahí y en ese entonces, uno tuvo que haber trabajado por la abolición; parece tan obvio ahora. No muchos lo hicieron, sin embargo, sentimos un alivio al pensar que hubiéramos estado entre los pocos valientes. Pero ¿sería cierto?, ¿cómo saberlo? Es conocido que una sociedad esclavista va en detrimento de la bondad, lo cual se expresa de diversas maneras. Como sabemos que es casi imposible para los individuos llevar una vida virtuosa bajo semejante sometimiento, entonces se convierte en algo primordial eliminar la esclavitud, así como es esencial hoy en día luchar por un mundo más justo; esto, en parte significa llevar una vida moral. Una sociedad justa crea las condiciones para que la mayo- ría de nosotros actúe, con más frecuencia, de una manera moral. ¿Existen injusticias hoy en día que, al pasarlas por alto, las generaciones  futuras  nos   condenarían?  y  más  importante,  ¿Qué normativas comunitarias y sociales nos permitirían, o invitarían, a la mayoría de nosotros hacer lo correcto?,

¿Son  estas  preguntas  apremiantes,  e  incluso  razonables,  para  maestros  y estudiantes?  Bennett carece, fundamentalmente, del sentido de moralidad, de un alfabetismo permita ampliar nuestra visión. Es el padre severo con normas austeras: él censura, regaña, nos muestra su mano de acero. Su autoridad moral depende del poder que ejerce sobre la estructura; una estructura asegurada por el miedo y por la ausencia del disentimiento. En el aspecto social, abstrae interrogantes sobre lo bueno y lo malo existentes en tal contexto y en ninguna parte conecta la posición moral con la conducta ética, en especial la de él. La claridad moral, la certeza, el dogma, son pronunciados mejor a través de un megáfono. Lo que nos hace retomar a Johnny Casper cuando habla de ética: el peleón gime, persuade, intimida y amenaza, así le es requerido. Él es cómico y, conservando esta misma postura, amenazador.

De cierto modo, podríamos seguir el mando de Johnny Caspar: acordemos no tener miedo de usar la palabra infierno; estamos hablando sobre ética. Pero cuando se invocan la moral y la ética, ya sea en la educación o en el encuentro de gángsters, es sabio proceder con precaución. La “moralidad” comprende un dominio entero, un territorio sin fronteras establecidas. El reino de lo moral y lo ético  está poblado con chicos buenos y malos, con héroes, conquistadores, explotadores, hombres locos y convictos; todos ellos han evocado descripciones elaboradas sobre la “moralidad” para justificar sus sanguinarios esfuerzos; muchos han encontrado en la “moralidad” un martillo conveniente para someter a sus oponentes. En las escuelas y en los salones de clase al recurrir a la moral, se ha destruido la iniciativa y borrado lo creativo, lo nuevo, lo diferente. Es sencillamente indigno de confianza, como una palabra al referirse a cualquier cosa única e inmutable.

Los grandes monstruos de la historia se crearon ellos mismos un completo universo moral al que ellos pudieran acceder como guías y exponentes de la razón, lo que hace al razonamiento moral más confuso y recargado. El oponerse a la marea no es necesariamente moral, a pesar de que lo pueda ser. El ser valiente no es necesariamente moral, pero pudiera ser tonto o incluso inmoral. ¿Cómo saberlo? reflexionando y emprendiendo nuestro camino de la mejor manera posible. Debemos observar, honestamente, el contenido de nuestras decisiones, la verdad de nuestras circunstancias  y preguntar si estamos tomando el camino hacia la humanidad. ¿Nos oponemos al sufrimiento innecesario, al dolor no merecido?, ¿Cómo lo sabemos?

Comenzaríamos con la idea profundamente humanística de los seres humanos como medida de todas las cosas: cada vida humana, por la simple virtud de ser humana, es igual en valor a cualquier otra. Valoramos a nuestros estudiantes y consideramos su dignidad como un acto de fe. Nuestra amplia tarea ética es hacer la vida posible, hacerla más robusta, más completa, más realizable, más agradable para todos. Para nosotros maestros, esa tarea empieza al abrazar a nuestros estudiantes, estar junto a ellos como seres humanos congéneres. Esta meta, aparentemente directa, no es tan simple en la práctica, pues opera dentro de un mundo de conflictos, dilemas y contradicciones; y lo más importante, además, es que están los seres humanos como actores finitos, con fallas, con nuestros misterios, con nuestras debilidades y limitaciones.

José Saramago trata un panorama similar en su Ensayo sobre la Ceguera, su alegoría oscura sobre una epidemia moderna y las atrocidades que desencadena. Un hombre quien se para en un semáforo en rojo, durante la hora pico, se vuelve repentinamente ciego. Alrededor de él suenan las cornetas, los conductores se impacientan y luego se encolerizan; un pequeño caos se apodera de la gente que intenta comprender qué ocurrió. Alguien acompaña al hombre a su casa y, luego, le roba su carro.

Al día siguiente, una epidemia de “ceguera blanca” se expande por la ciudad, afligiendo a las personas a un paso acelerado. Uno después del otro, las personas abren sus ojos y sienten como si hubieran sido sumergidos en un mar de leche espesa.

Al principio, las autoridades ponen a los enfermos en cuarentena, encerrándolos en un hospital de salud mental vacío. Cuando los guardias se vuelven ciegos, son abandonados, pero antes de eso un grupo de hombres ciegos se organizan en una pandilla, se roban las raciones de comida de los demás, humillándolos y violando a todas las mujeres.

Cuando pareciera que lo peor está por venir de repente, uno después del otro, va recobrando la vista. En pleno júbilo, riendo y abrazándose, se preguntan:¿Porqué?, ¿Porqué nos volvimos ciegos?,¿Porqué vemosahora?  Una mujer responde: “No pienso que nos volvimos ciegos, pienso que estamos ciegos, Ciegos pero vemos, Ciegos que pueden ver, pero no ven” . Nos recuerda que el antónimo de lo moral, no es siempre lo inmoral; es a menudo lo meramente indiferente. La acción ética está en un lado, mientras que en el otro están un frío distanciamiento, la negligencia, la apatía, la desatención, la falta de curiosidad, la indiferencia. La ceguera. ¿Estaban realmente ciegos? y ahora que tienen de nuevo visión, ¿Pueden realmente ver?  “Ciegos que pueden ver, pero no ven”; la pesadilla que Saramago evoca es la sociedad moderna tal como es, sin esconder nada. Los ciegos que pueden ver. Pero no ven. Para los maestros, esta metáfora estremecedora tiene un significado especial, por nosotros estar en una posición que guía las decisiones de otros. Debemos abrir nuestros ojos al mundo tal como es, y al mundo que podría ser, pero que aún no lo es. Debemos ver porque debemos elegir.

Nos es útil recordar los diversos sistemas de pensamiento moral y de leyes que nos precedieron, junto a sus deficiencias, fallas e incapacidades. Queremos tomar decisiones basadas en principios, pero también queremos evitar los efectos aislantes de la ortodoxia; queremos aceptar los compromisos morales y al mismo tiempo mantener una mente crítica. Queremos actuar, pero necesitamos dudar. Esta postura nos pide proceder con cautela, con humildad, con nuestros ojos bien abiertos, con la intención de enfrentar un mundo caótico, dinámico y en perspectiva, con esperanzas pero sin garantías. Nos encontramos en una coyuntura, en un punto esencial entre el cielo y la tierra, luchando por mantener los pies en la tierra y peleando por permanecer llenos de ilusión.

¿Cuál es la importancia de enseñar? La enseñanza es para dar luces y para alcanzar la liberación, abre las posibilidades hacia la libertad y los caminos hacia la verdad.

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