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Una guía de falsas soluciones para la COP 26

Por: Silvia Ribeiro

La publicación «Engañados en el Invernadero» revela las maniobras de las empresas y gobiernos respecto del reduccionismo de los problemas ambientales al carbono, la financiarización de la naturaleza y un creciente utopismo tecnológico; y propone ir hacia una justicia ambiental, con una mirada transversal que aporte soluciones verdaderas.

“Para ir a la raíz de las injusticias ambientales y climáticas injusticias ambientales y climáticas hay que confrontar más de cuatros siglos de imperialismo colonial, opresión ininterrumpida del patriarcado y supremacía blanca, y la actual expansión del capitalismo industrial, neoliberal y globalizado.” Así comienza la introducción del material de formación popular Engañados en el invernadero, elaborado por un amplio grupo de organizaciones de base indígenas, sociales, campesinas, urbanas, ambientales de América del Norte, entre ellas la Red Ambiental Indígena, el Proyecto Global de Justicia Ecológica, la Red por Justicia Energética, la Alianza por una Transición Justa y otras.

Hace más de una década se propusieron explicar en lenguaje sencillo la injusticia ambiental y climática, develando las maniobras de las empresas y gobiernos con las llamadas “falsas soluciones”propuestas tecnológicas, de manipulación de la naturaleza y financieras, que no tienen nada de “soluciones” sino que están diseñadas para lo contrario: evitar exponer, y mucho menos cambiar, las causas de la injusticia ambiental. Y en ese camino inventar nuevos negocios con esos tramposos mecanismos.

Este colectivo de organizaciones presenta ahora la tercera edición de un material revisado y aumentado, que es especialmente útil frente a la próxima reunión de la ONU en Glasgow (COP 26 del clima), por la que pronto nos inundarán con titulares catastróficos y engañosos.

MARIE HIPPENMEYER / Telam

¿Cuáles son las «falsas soluciones» y por qué resistirlas?

El fondo del trabajo de las organizaciones es mucho más que la reacción ante propuestas del capitalismo sobre el clima. Como lo dicen desde el comienzo, se plantean una crítica al colonialismo, al patriarcado, al racismo implícito. Como parte de la información que necesitamos para entender y resistir las múltiples trampas del capitalismo, este material colectivo se enfoca en revisar una amplia lista de “falsas soluciones” climáticas.

Desde propuestas que ya llevan años, hasta otras más recientes, el libro presenta brevemente de qué se trata cada propuesta o tecnología, los impactos que tiene y por qué debemos resistirlas. Toma los problemas como fijar precios al carbono, las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”, y actividades como: la bioenergía, la extracción y quema de gas natural y fracking, la producción de energía a partir de hidrógeno, de rellenos sanitarios, de incineración de residuos, la energía nuclear, energía hidráulica, las técnicas de geoingeniería, captura de carbono y las energías renovables. En este último caso, cuando son llevadas por empresas y no como un recurso de las comunidades y pueblos, en sus propias condiciones y con el conocimiento que tienen del medio.

Es un material muy útil en la vorágine de temas en que todas y todos estamos, ya que es sintético pero con información sólida, y nos guía con mano solidaria en la oscuridad que ha generado el teatro de las “falsas soluciones” climáticas. Especialmente cuando la discusión climática sigue creciendo y cada vez hay más términos que están diseñados para que no entendamos lo que realmente está pasando o para hacernos creer que con sus propuestas de alto riesgo se puede resolver el calentamiento global.

Como lo llama el colectivo editorial, este libro es un poco como entrar en la caja de Pandora de las propuestas climáticas falsas, diseñadas para lucrar con las crisis, pero es útil para entenderlas y resistirlas.

Justicia climática y soluciones verdaderas

El colectivo editorial reflexiona también sobre lo ocurrido desde el año en que publicaron la primera edición: “Estamos viendo una alarmante tendencia hacia una ‘política de la desesperanza’, incluso dentro de algunos movimientos, donde el capitalismo del desastre, junto con la ceguera del reduccionismo del carbono —que reduce todo a medir carbono, en lugar de ver las múltiples crisis—, la financiarización de la naturaleza y un creciente utopismo tecnológico, han fomentado la proliferación de esquemas falsos que se benefician económicamente del deterioro climático”.

“Incluso el simbólico Acuerdo de París celebrado en Naciones Unidas en 2015 ha servido en gran medida para habilitar y promover una serie de estafas tecnológicas corporativas, mecanismos del mercado de carbono y de impuestos al carbono”, agregan.

Por otra parte, reflexionan sobre la organización contra la “política de la desesperanza”: “Hoy más que nunca, el centro de gravedad de los movimientos por el clima ha virado hacia una perspectiva basada en la justicia climática, en la cual no distinguimos entre la guerra global contra la biodiversidad emprendida por la avidez de las corporaciones y las guerras contra las culturas, las cosmovisiones, las comunidades y los cuerpos de la gente oprimida en todo el mundo.”

Cuando el problema se enmarca bajo la premisa de la justicia climática, la crisis climática deja de reducirse al simple hecho de contabilizar carbono. “Movimientos de base liderados por comunidades de todo el mundo proponen una mirada transversal sobre la economía —sobre la explotación de la tierra, del trabajo y los sistemas vivientes, la erosión de las semillas, el suelo, la historia y el espíritu— y buscan promover soluciones verdaderas a nuestro alrededor, todos los días, en diversas fuentes: desde el conocimiento tradicional indígena, la soberanía alimentaria, la desmercantilización de la tierra, la vivienda y la atención médica, hasta la abolición del complejo militar industrial que pretende extraer hasta la última de gota de combustible fósil de la Madre Tierra”.

En ese tono concluyen: “También en la transición justa y la democracia energética, que procuran impulsar energías democratizadas, descentralizadas, no tóxicas y descarbonizadas para alimentar nuestra vida, y en la justicia transformativa, con la cual respondemos al trauma y la violencia.”

Silvia Ribeiro, directora para América Latina del Grupo ETC

Nota publicada originalmente en: Desinformémonos

El libro se pueden descargar libre en el sitio https://climatefalsesolutions.org/ 

Título original: ¿Atrapados en el invernadero? . Edición: Tierra Viva

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/una-guia-de-falsas-soluciones-para-la-cop-26/

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Cumbre climática a prueba de fuego

Por: Sergio Ferrari

Clima vs sistema

Aunque el planeta agoniza, los remedios son insuficientes. La comunidad internacional intenta de nuevo, esta vez en Glasgow, Escocia, lanzar una terapia. Lamentablemente, casi inofensiva en relación al diagnóstico.

Gran parte del mundo científico y el movimiento ambientalista consideran este esfuerzo como la última oportunidad para frenar el ya irreversible aumento de la temperatura terrestre. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), organizada en esta ocasión por el Reino Unido en colaboración con Italia, empieza este domingo 31 de octubre y se extiende hasta el 12 de noviembre.

El ABC de Glasgow

La Conferencia de las Partes –de ahí la sigla COP– de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es una cita anual en la cual representantes gubernamentales de alto nivel discuten y negocian eventuales propuestas para reducir el calentamiento global.

Esta 26ª sesión reunirá, según los organizadores, a delegados de casi todos los países que integran el sistema de Naciones Unidas; entre ellos, un centenar de jefes de Estado y de Gobierno. También expertas-os en el tema ambiental, dirigentes empresariales, representantes de Organismos No Gubernamentales (ONG) y de la sociedad civil en general (https://unfccc.int/es/process-and-meetings/conferences/conferencia-sobre-el-cambio-climatico-en-glasgow).

Todo anticipa que será un vértice particularmente trascendente ya que, a pesar de los seis años transcurridos desde la adopción del Acuerdo de París en la COP21, los esfuerzos implementados hasta ahora para limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius han resultado insuficientes. (https://unfccc.int/files/essential_background/convention/application/pdf/spanish_paris_agreement.pdf).

Para el mundo científico, esta cifra –1,5 grados Celsius– constituye el umbral límite o punto de ruptura, superado el cual el cambio climático podría tener impactos dramáticamente irreversibles tanto para el ser humano como para la naturaleza. Los recientes incendios, olas de calor, inundaciones y otras catástrofes naturales cada vez más intensas exigen una acción climática urgente y mancomunada.

El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, del 9 de agosto del año en curso, es contundente. Afirma que “Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos de los cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios” (https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/ ).

En dicho informe se ofrecen nuevas estimaciones sobre las probabilidades de sobrepasar el nivel de calentamiento global de 1,5 ºC en las próximas décadas, y se concluye que, a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, “limitar el calentamiento a cerca de 1,5 ºC o incluso a 2 ºC será un objetivo inalcanzable”.

Otro tema clave de la agenda de la COP26 de Glasgow será la financiación climática, es decir, la ayuda que los países industrializados han prometido proporcionar a aquellos más afectados por el calentamiento global, casi siempre las naciones en vías de desarrollo. Todavía se está muy lejos de los 100.000 millones de dólares anuales anunciados en 2009 en la Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague, Dinamarca, para el financiamiento de proyectos de reducción de emisiones y de adaptación climática en las regiones de menos recursos.

El Acuerdo de París como espejo

¿Es posible que una eventual “terapia” surgida de la Conferencia de Glasgow ayude a recuperar el tiempo que se ha desaprovechado en la lucha contra el calentamiento planetario? ¿O será un mero espejo que se mire en París 21 pero sin superarlo, con propuestas consensuadas y promesas que no responden a la agonía?

El objetivo principal del Acuerdo de París del 12 diciembre de 2015 establece que el aumento de la temperatura terrestre, en este siglo, no supere los 2 grados centígrados – siempre en relación con los niveles preindustriales. E incluso propuso que se redoblaran los esfuerzos mundiales para intentar que dicho incremento sea como máximo de 1,5 grados centígrados.

Esta meta incluye la necesidad de un salto significativo de cada país para hacer frente a los efectos del cambio climático, limitar sensiblemente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y lograr el financiamiento necesario para hacerlo posible. Por otra parte, establece informar periódicamente sobre sus respectivos niveles de emisión y sus esfuerzos por poner lo acordado en práctica, además de realizar cada cinco años y en forma conjunta un inventario mundial para evaluar el progreso colectivo en el cumplimiento de dichos compromisos.

Con todo esto en mente, lo acordado en París fue como un mandato para que los países desarrollados siguieran asumiendo una responsabilidad principal mediante objetivos de reducción absolutos para toda la economía, mientras que los países en desarrollo continuaran intensificando sus esfuerzos de mitigación.

Dicho Acuerdo quedó abierto a la firma el 22 de abril de 2016 –Día de la Tierra– en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Meses más tarde, el 4 de noviembre de 2016, entró en vigencia, treinta días después de que se cumpliera con el “doble criterio”, es decir, su ratificación por 55 países que representan al menos el 55% de las emisiones mundiales. Desde entonces ha sido suscripto por 192 países.

A juzgar por los resultados alcanzados, ni el Acuerdo de París ni los esfuerzos posteriores han dado los resultados proyectados. Los análisis retrospectivos sugieren que, aun si se hubieran cumplido las promesas asumidas en París en 2015-2016, solo se habría limitado el aumento de la temperatura a menos de 4° C, muy lejos del tan proclamado aumento máximo de 1.5 grados. Es decir, los compromisos asumidos por los Estados en ese momento eran ya insuficientes para lograr las metas planteadas.

Según Alok Sharma, presidente entrante de la COP26, “Ha habido progreso, pero no lo suficiente. Es por eso que necesitamos, especialmente, que los mayores emisores, las naciones del G20, presenten compromisos más fuertes para 2030 si queremos mantener el objetivo del 1,5° C durante esta crítica década».

Promesas (casi) imposibles

Los compromisos climáticos más recientes de varios países de aquí al año 2030 “no son suficientemente ambiciosos y ponen al mundo en camino a un aumento de temperatura este siglo de por lo menos 2,7° C”, señala el último Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), publicado el 26 de octubre.

Los anuncios a nivel nacional hechos hasta ahora permitiría una escasísima reducción: tan solo un 7,5% de las emisiones previstas para 2030 (https://www.unep.org/es/resources/emissions-gap-report-2021). “Para mantenernos en la ruta hacia el objetivo del 2° C deben asegurarse reducciones de emisiones del 30%”. Si se pretende alcanzar el objetivo de 1,5%, se necesitarían reducciones en el orden de un 55%. Nuevamente, de cara a la COP26, las promesas de las Partes no corresponden con los objetivos acordados. Se repite así la larga historia de respuestas tibias para salvar un planeta en llamas.

Al presentar el informe de PNUMA, algo así como un marco de referencia conceptual para la Cumbre de Glasgow, Inger Aderson, la directora de dicha organización recordó que «el cambio climático ya no es un problema del futuro. Es un problema ahora». PNUMA insiste en que sólo disponemos de ocho años de oportunidad para limitar el calentamiento global a 1,5° C mediante la reducción a casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Menos de una década para hacer planes, implementar políticas y, finalmente, presentar resultados tangibles. “El reloj avanza rápidamente», subraya este organismo internacional.

Al pasado 30 de septiembre, 120 países, responsables de poco más de la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, habían comunicado nuevas metas, actualizadas. Adicionalmente, tres miembros del G20 (las 20 naciones más desarrolladas) anunciaron nuevas promesas de mitigación para 2030. En su evaluación del informe del 26 de octubre, Alok Sharma, consideró que, si los países cumplen con sus metas pautadas para 2030 y los compromisos de cero emisiones anunciados, “estaremos dirigiéndonos hacia aumentos promedio de la temperatura global de poco más de 2° C”.

Dos visiones en conflicto

La Cumbre de Glasgow tiene tanto de laberinto como de encrucijada para el clima planetario. Y mucho más de sofisma, una falacia construida sobre la base de promesas que la gran mayoría de las naciones sabe que realmente no podrán cumplir.

La COP26 desnuda, además, el choque de dos concepciones confrontadas. La visión de una “institucionalidad” onusiana, con propuestas a mediano y largo plazo, a pesar de que el mundo científico viene diagnosticando, desde años, la gravedad extrema de la enfermedad. Y, enfrente, la visión de una buena parte de la sociedad civil planetaria –movimientos ambientalistas, ONG de desarrollo, sindicatos, redes y plataformas–, que se movilizará críticamente en las calles de Glasgow durante la COP26, que insiste en la “urgencia climática” como clave de interpretación de una sociedad humana en carrera acelerada hacia su propia desaparición.

No sorprende, entonces, que una de las principales consignas comunes de los millones de jóvenes movilizados en los últimos años en torno a la “huelga del clima” lo describa con elocuencia: “No hay que cambiar el clima, sino el sistema”.

Cumbre climática a prueba de fuego

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Aplicaciones y redes sociales según las necesidades de los niños desde infantil a educación especial

Por: ABC

Estas son las sugerencias de Pilu Hernández Dopico, de «El Pupitre de Pilu», de cara a la nueva normalidad» en los colegios.

El uso de las redes sociales y de la tecnología está siendo cada vez más usual en los colegios, muchos profesores las integran para impartir sus clases. La experta en educación y CEO de El Pupitre de Pilu, Pilu Hernández Dopico, cree que esta es una buena opción para educar a los alumnos y hacer un uso responsable de internet. «Hoy en día es difícil escapar de las aplicaciones y las redes sociales. Utilizarlas en los colegios beneficia a los alumnos porque les da las herramientas necesarias para hacer un buen uso. Hay que dejar claro que los conocimientos que se enseñan no son distintos, el libro de texto sigue existiendo, pero en un formato distinto. Hemos cambiado el continente, no el contenido».

Desde El Pupitre de Pilu os dejamos unas recomendaciones sobre aplicaciones en función de las necesidades de los niños:

INFANTIL

Masha y el oso: es una serie infantil y han creado la app que contiene 30 juegos que se dividen en diferentes categorías y así poder trabajar distintas áreas. Disponible en IOS y Android.

Loopimal: iniciación a los más pequeños al gran mundo musical.

Cookie Monster´s Challenge: con el monstruo de las galletas como protagonista enseñará a los niños conceptos básicos.

Tangram: ¿quién no recuerda este juego?, pues sí ya lo tenemos en app y lo que quiere conseguir adentrar a los más pequeños en el mundo de la geometría y sus formas, creando múltiples figuras.

PRIMARIA

Mario Abecedario: una aplicación muy útil para aprender las letras. Con Mario irán atravesando diferentes mundos con sus respectivos obstáculos, las letras. Cuando se arrastra una letra reproduce su sonido y al superar la misión reproduce una palabra que empieza por esa letra. Lo mejor de esta app es que además es gratuita.

Cuadernos by Rubio: ¡sí! A lo mejor alguien pensaba que los clásicos cuadernos no estarían en app, pues erros, viene y pisando fuerte. Los tenemos de todo: operaciones, problemas y para educación infantil. Incluye al búho-tutor que será quien guíe al niño explicándole las actividades y lo mejor corrigiéndolas.

Geometría Montessori: con esta app aprenderán formas geométricas trabajando la lógica.

SECUNDARIA

1. Tik Tok: conocida por todos, pequeños y no tanto. Con ella se pueden hacer vídeos con música y filtros de más de un minuto.

2. Spotafriend: red social entre los más jóvenes de 13 a 19. Cuenta con 2 mill de usuarios.

3. Discord- habla, chatea: también una red social, pero más pensada en videojuegos.

4. Spotify: app de música.

5. Instagram: red social para compartir fotografías y donde los demás pueden ver lo que haces al instante.

EDUCACIÓN ESPECIAL

1. Soy visual: actividades interactivas para el desarrollo del lenguaje, adaptado al nivel del menor.

2. Jose aprende: cuentos visuales con pictogramas.

3. Araword: convierte cualquier texto en pictogramas.

4. Pictosonidos: una app que trabaja por categorías semánticas a través de las onomatopeyas.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-aplicaciones-y-redes-sociales-segun-necesidades-ninos-desde-infantil-educacion-especial-202108220038_noticia.html

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COP26: Basta de blablablá, sólo la lucha pagará

Por: DANIEL TANURO

El creciente número de catástrofes climáticas en todo el mundo es el resultado de un calentamiento de apenas 1,1° a 1,2° C en comparación con la era preindustrial. De la lectura del informe especial del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Clima) sobre 1,5°C[1], cualquier lector razonable concluirá que hay que hacer todo, absolutamente todo, para mantener la Tierra muy por debajo de este nivel de calentamiento. Más allá de eso, los riesgos aumentan muy rápidamente[2]. Existe incluso la posibilidad creciente de que una cascada de retroalimentaciones positivas provoque un cambio irreversible en el planeta hacia un régimen que acabe provocando un incremento del nivel del mar en trece metros o incluso varias decenas de metros más alto que el actual[3]. Una distopía inimaginable… ¡ciertamente incompatible con la existencia de siete mil millones de seres humanos en la Tierra!

Dado el tiempo perdido desde la Cumbre de la Tierra (Río, 1992) -y desde París-, no es seguro que el límite de 1,5°C pueda seguir respetándose: al ritmo actual de emisiones, se superará en… ¡2030! Sin embargo, lo que es absolutamente cierto es que la carrera hacia el abismo no puede detenerse sin salir del productivismo inherente a la economía de mercado. Como bien dijo Greta Thunberg, «la crisis climática y ecológica simplemente no puede resolverse dentro de los sistemas políticos y económicos actuales. No es una opinión, es simplemente una cuestión de matemáticas»[4]. Dado que la COP26 se mantiene «en el marco de los sistemas económicos y políticos actuales», el pronóstico es claro: la conferencia de Glasgow no detendrá la catástrofe más que las anteriores.

¿Significa esto que podemos ignorar lo que ocurrirá en Escocia? No, en la agenda de la cumbre hay temas importantes. Por ejemplo: ¿cuántos países aumentarán el nivel de sus ambiciones climáticas[5]?, ¿hasta qué punto se reducirá la diferencia entre los compromisos de los países y lo que debería hacerse a nivel mundial para salvar el clima?[6] en los compromisos de los principales contaminadores, ¿cuál será la proporción respectiva de las reducciones reales de emisiones nacionales, la «compensación de carbono» mediante sumideros forestales, la captura y el secuestro, y las llamadas inversiones limpias en el Sur?,  ¿se aplicará, y cómo, el «nuevo mecanismo de mercado» para el carbono adoptado en la COP21[7]? ¿Se adoptará un precio global para el carbono, o los países ricos lo impondrán de facto a través de un impuesto sobre el carbono en las fronteras[8]? ¿Cumplirán por fin estos países su promesa de pagar cien mil millones de dólares anuales al Fondo del Clima, para ayudar al Sur global a afrontar el reto climático? Etc.

Estas cuestiones serán objeto de fuertes disputas entre los representantes de los Estados, en función de sus intereses económicos y rivalidades geoestratégicas. Todo esto tendrá que ser analizado en detalle para sacar lecciones sobre el estado del capitalismo y la agudeza de su crisis sistémica. Sin olvidar que, en ciertos puntos y hasta cierto punto, las movilizaciones de los movimientos sociales pueden pesar en el resultado. Esto no carece de importancia. Por ejemplo, no está de más poner obstáculos a la «compensación de carbono», y si se pudiera prohibir este sistema, sería una victoria importante. Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones: en general, la COP26 se mantendrá «dentro de los sistemas políticos y económicos actuales», como dice Greta Thunberg. Así que podemos ser categóricos: básicamente, Glasgow no resolverá NADA.

Más energías renovables… y emisiones

A este punto de vista radical, a veces se objeta que la irrupción de las renovables podría ofrecer una salida a la crisis. Este avance es realmente real, principalmente en el sector de la generación de energía. En los últimos veinte años, la proporción de las energías renovables en mix energético mundial ha aumentado una media anual del 13,2%. El precio del kWh verde se ha vuelto muy ventajoso (especialmente en la eólica terrestre y la fotovoltaica). Según la AIE (Agencia Internacional de Energía), en la próxima década, más del 80% de las inversiones en el sector eléctrico se destinarán a las energías renovables. Pero es completamente erróneo concluir que «el proceso mundial de abandono de los combustibles fósiles está muy avanzado», como escribió recientemente la Comisión Europea[9]. De hecho, esta afirmación es una gran mentira. En diez años, la cuota de los combustibles fósiles en el mix energético mundial ha disminuido solo de forma imperceptible: del 80,3% en 2009 al 80,2% en 2019[10]; en veinte años, solo la cuota del carbón ha disminuido, pero muy ligeramente (-0,3% de media anual); la del gas natural ha aumentado un 2,6% y la del petróleo un 1,5% (de 2014 a 2019). ¡No existe el menor indicio de que se haya iniciado un “proceso mundial para abandonar” los combustibles fósiles! Por ello, las emisiones mundiales de CO2 siguen aumentando inexorablemente (salvo durante la crisis de 2008 y la pandemia de 2020).

¿Por qué hay más renovables y más emisiones fósiles al mismo tiempo? Porque las renovables no sustituyen a los combustibles fósiles: sólo cubren una parte creciente del consumo energético mundial. Este consumo sigue creciendo al mismo ritmo que la acumulación de capital (en particular, la creciente digitalización y mayor complejidad de las cadenas de valor internacionales, son dos dinámicas muy intensivas en energía[11]). Así pues,la política climática burguesa tiene dos caras, como Jano. Por una parte, los gobiernos capitalistas compiten entre sí con bonitas declaraciones sobre la transición energética y la neutralidad del carbono inspirada en la mejor ciencia. Pero sus compromisos están más orientados a favorecer a las empresas que se lanzan al mercado de las tecnologías verdes que a salvar el clima. Por eso, esta es la otra cara, estos mismos gobiernos tiran del freno de la transición cada vez que es necesario para mantener el crecimiento del PIB. Así, la ley del beneficio prevalece sobre las leyes de la mejor ciencia de la física. Esto es lo que han puesto de manifiesto las tensiones sobre el suministro energético de China.

Cuando los precios de la energía suben en el taller del mundo…

Conocemos el contexto: la naciente potencia china pretende imponerse como líder geoestratégico mundial. Esta ambición se ha vuelto inseparable de una política climática responsable, como es el capitalismo verde. Por eso Xi Jiping prometió en Davos que las emisiones de su país empezarían a bajar antes de 2030; un poco más tarde, incluso añadió que China dejaría de construir centrales eléctricas de carbón en el extranjero. Hasta aquí lo que se dice de cara a la galería. En la práctica, aún no se había secado la tinta de los periódicos que informaban de estas declaraciones cuando Pekín aumentó la producción de carbón en Mongolia Interior en un 10%. Esta decisión es fruto de la combinación de unos objetivos climáticos más ambiciosos y la recuperación posterior a la crisis del COVID. Los pedidos de productos fabricados en China llegan a raudales, lo que provoca una relativa escasez de electricidad. Las exportaciones rusas de combustibles fósiles -especialmente de gas, que también es una carga para Europa- son insuficientes para cubrir la escasez, así que los precios están subiendo… lo que amenaza la recuperación mundial. La estanflación es una amenaza. Por ello, Pekín está reactivando sus minas de carbón.

El análisis del Financial Times sobre esta situación es claro: «China, al igual que otros mercados energéticos que se enfrentan a la escasez, debe realizar un acto de equilibrio: utilizar el carbón para mantener el negocio y, al mismo tiempo, mostrar su compromiso con los objetivos de descarbonización. En vísperas de la COP26, esto suena incómodo (¡sic!) pero la realidad a corto plazo es que China y muchos otros no tienen más remedio que aumentar el consumo de carbón para satisfacer la demanda eléctrica[12].

Cabe destacar que Estados Unidos y Europa se cuidaron de criticar la decisión china. Por una razón obvia: una subida incontrolada del precio de la energía en el taller del mundo capitalista tendría consecuencias en cascada en todo el mundo. Los dirigentes chinos también son muy pragmáticos: aunque han impuesto un embargo al carbón australiano -para castigar a Canberra por su postura respecto a Taiwán, Hong Kong y otras cuestiones-, hacen la vista gorda cuando los cargueros australianos descargan su carbón en los puertos chinos… Conclusión: no te fíes de las promesas climáticas de los políticos capitalistas, aunque se cubran con la bandera del comunism». Al final, es el capital el que tendrá la última palabra, no el clima. Tanto en la República Popular China, como en otros lugares.

… ¡se consumen más fósiles en nombre de la transición ecológica!

Estas tensiones en el mercado energético ponen de manifiesto las contradicciones insolubles de la transición energética capitalista. De hecho, China es el principal proveedor mundial de paneles fotovoltaicos (la mayoría de los cuales se fabrican en Xinjiang, con trabajo forzado). También es el principal productor de esas tierras raras cuya explotación y transformación requieren grandes cantidades de energía y que son indispensables para muchas tecnologías verdes… Mientras la humanidad está al borde del abismo climático, la lógica capitalista del beneficio lleva así a este absurdo evidente: hay que quemar más carbón, y por tanto emitir más CO2… para mantener los beneficios… ¡de los que depende la transición a las renovables!

Como China es el taller del mundo, el problema deviene global. ¿Cómo afectará esto a la política climática en general? Se supone que la COP26 debe ser más ambiciosa. Esto puede hacerse sobre el papel, para convencer a la gente de que la situación está bajo control, pero hay un largo camino por recorrer. Sin ir más lejos, un reciente informe de la ONU señala que 15 países (entre ellos Estados Unidos, Noruega y Rusia) proyectan que la producción de combustibles fósiles en 2030 ¡será más del doble del límite compatible con el Acuerdo de París! En total, en 2030 se superaría el límite en un 240% en el caso del carbón, un 57% en el del petróleo y un 71% en el del gas. [13]

A preguntas del Financial Times, una experta no cree que «la escasez de carbón y la subida de los precios de la energía sean un problema cíclico y a corto plazo en China». Más bien, dice, este episodio pone de relieve «los retos estructurales a largo plazo de la transición a sistemas energéticos más limpios». La experta tiene razón. El reto estructural es el siguiente: no hay más margen de maniobra, las emisiones tienen que reducirse inmediatamente, de forma radical. Por tanto, no basta con decir que las renovables podrían sustituir a los combustibles fósiles. Hay que decir cómo se van a compensar las emisiones adicionales derivadas del hecho de que haya que utilizar combustibles fósiles para fabricar los convertidores de energía renovable, sobre todo al principio. Técnicamente, este reto sólo puede ser superado reduciendo la producción y el transporte a nivel global[14]. Socialmente, esta solución técnica sólo puede plantearse si se reparte masivamente el trabajo, el tiempo y la riqueza necesarios. Volveremos sobre ello en la conclusión, pero está claro que las dos ramas -técnica y social- de la solución son totalmente incompatibles con la lógica capitalista de la competencia en el mercado. Es en este contexto donde hay que examinar las promesas de neutralidad del carbono.

La verdadera cara de la neutralidad de carbono y los acuerdos verdes

Desde que Trump cedió el testigo a Biden, los principales contaminadores del mundo declararon su intención de lograr la neutralidad de carbono para 2050 (2060 para Rusia y China) aplicando distintas variantes de acuerdos verdes. Pero, en la práctica, esta neutralidad de carbono es un señuelo. En teoría, el concepto se basa en la idea de que es imposible eliminar por completo todas las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, por lo que habrá que compensar el remanente eliminando el carbono de la atmósfera. Pero en la práctica, los capitalistas y sus representantes políticos llegan a la conclusión de que pueden enviar al infierno las drásticas reducciones de emisiones que se necesitan urgentemente, porque un día en el futuro, un deus ex machina tecnológico eliminará cada año de la atmósfera no un remanente sino 5, 10, incluso 20Gt de CO2. En consecuencia, mientras que la Unión Europea y Estados Unidos deberían reducir sus emisiones al menos en un 65% en 2030 (para mantenerse por debajo de 1,5°C y cumplir con sus responsabilidades históricas), sus compromisos en el marco de la neutralidad de carbono sólo consisten en reducirlas en un 55% y en un 50 o 52% respectivamente[15].

En esta estrategia subyace un escenario completamente descabellado, el llamado «rebasamiento temporal. Un escenario que contempla que el mercurio suba por encima de 1,5ºC y se aposta a que, más tarde, la Ciencia enfriará la Tierra con «tecnologías de emisiones negativas» (TNE)[16]. Sin embargo, (1) la mayoría de estos TEN sólo están en fase de prototipo o prueba; (2) estamos muy cerca del punto de inflexión de la capa de hielo de Groenlandia, que contiene suficiente hielo como para elevar el nivel del mar en siete metros[17]; y (3) por lo tanto, suponiendo que los TEN funcionen, es muy posible que se desplieguen después de que haya comenzado un proceso masivo deshielo. En ese caso, el daño será evidente: el rebasamiento temporal habrá provocado un cataclismo permanente…

Supongamos, sin embargo, que el rebasamiento temporal sigue siendo muy limitado (lo que exigiría, en cualquier caso, reducciones de emisiones mucho más severas que las que se están discutiendo): en ese caso, cataclismo aparte, ¿cómo sería el mundo sometido a una estrategia de crecimiento basada en la neutralidad de carbono?

Podemos hacernos una idea de ello a partir de las propuestas de la Agencia Internacional de la Energía (AIE)[18]. Son edificantes. De hecho, según la AIE, para poder alcanzar cero emisiones netas en 2050 necesitaríamos duplicar el número de centrales nucleares; aceptar que una quinta parte de la energía mundial siga procediendo de la combustión de combustibles fósiles (que emiten 7,6Gt de CO2/año); capturar y almacenar esas 7,6Gt de CO bajo tierra cada 2año en depósitos geológicos (cuya estanqueidad no puede garantizarse); dedicar 410 millones de hectáreas a monocultivos industriales de biomasa energética (¡esto representa un tercio de la superficie agrícola en cultivo permanente!); utilizar esta biomasa en lugar de combustibles fósiles en las centrales eléctricas y otras instalaciones de combustión (de nuevo capturando el CO2 emitido y almacenándolo bajo tierra); producir hidrógeno azul a partir del carbón (¡de nuevo capturando el CO2!) esperando que más adelante la electrólisis industrial del agua permita producir hidrógeno verde a un precio competitivo; duplicar el número de grandes presas; y… seguir destruyendo todo -incluso la Luna- para acaparar las tierras raras indispensables para las gigantescas inversiones que se harán en tecnologías verdes» ¿Quién quiere vivir en ese mundo?

Políticas de mercado, catástrofes sociales y ecológicas aseguradas

La AIE tiene un plan, otros también tienen planes, pero nadie se plantea la planificación. El neoliberalismo dicta que el mercado debe coordinar la evolución hacia la neutralidad de carbono mediante impuestos, incentivos y un sistema generalizado de derechos de emisión intercambiables. La Unión Europea está en primera línea con su plan Fit for 55. Pionera en la aplicación de los derechos de emisión en sus principales sectores industriales, la UE los extenderá a los sectores de la construcción, la agricultura y la movilidad. Cuanto peor aislada esté la vivienda o más contaminante sea el vehículo, mayor será el aumento de precio para los consumidores. Las rentas bajas se verán penalizadas. Las economías del Sur también se verán penalizadas -y a través de ellas, sus poblaciones- mediante la compensación de carbono y los impuestos fronterizos sobre el carbono[19]. Y todo ello por un plan que (a no ser que hagamos trampas) ni siquiera alcanzará su objetivo insuficiente, que no se puede alcanzar por los mecanismos del mercado.

Reducir las emisiones en un 52% o 55% es mejor que nada, dirán ustedes. Pero, en contra de lo que dicen incluso algunos expertos[20], planes como Fit for 55 no «van por el buen camino». Desde el punto de vista climático, no nos sitúan en la senda de permanecer por debajo de los 1,5 grados de calentamiento: hay una brecha importante entre la senda del 55% y la del 65% de reducción para 2030, y esta brecha no puede cerrarse después, ya que el COse acumula en la atmósfera. Socialmente, planes como Fit for 55 tampoco van en la buena dirección, ya que suponen una acentuación de los mecanismos coloniales de dominación, la mercantilización de la naturaleza y políticas neoliberales a costa de las clases trabajadoras. Así pues, no hay tiempo para cometer el mínimo de los errores. Para ir por el buen camino«, tenemos que fijar el rumbo correcto desde el primer paso.

Sí, es una simple cuestión de matemáticas

Volvamos a la cita de Greta Thunberg al principio de este artículo. La joven activista sueca tiene mucha razón al decir que es «una simple cuestión de matemáticas». Las cifras de la ecuación climática son perfectamente claras: 1°) mantenerse por debajo de 1,5°C requiere una reducción de las emisiones globales netas de CO del 59% para 2030 y del 100% para 2050[21]; 2°) el 80,2% de estas emisiones se deben a la quema de combustibles fósiles; 3°) en 2019, los combustibles fósiles seguían cubriendo el 84,3% de las necesidades energéticas de la humanidad (se sabe desde hace años que 9/10 partes de las reservas se deberían quedar en el subsuelo, ¡pero la explotación y la exploración continúan como si nada!); 4°) las infraestructuras fósiles (minas, oleoductos, refinerías, terminales de gas, centrales eléctricas, etc.), cuya construcción no se ralentiza, ¡o apenas!, constituyen inversiones a largo plazo (40, 50 años) del capital; 5°) el valor del sistema energético de los combustibles fósiles se evalúa en 1/5 del PIB mundial, pero, amortizado o no, este sistema debe ser desechado, ya que las renovables requieren otro.

Así pues, con tres mil millones de personas que carecen de lo básico y el 10% más rico de la población que emite más del 50% del COmundial, la «simple cuestión matemática» conduce a una serie de implicaciones políticas sucesivas:

  • Dejar los fósiles bajo tierra y cambiar el sistema energético manteniéndose por debajo de 1,5°C y dedicando más energía a satisfacer los derechos legítimos de los pobres es estrictamente incompatible con la perpetuación de la acumulación capitalista;
  • La catástrofe sólo se puede ser detener por un doble movimiento planificado, que reduzca la producción mundial y la reoriente al servicio de las necesidades humanas reales y democráticamente determinadas, respetando los límites naturales;
  • Este doble movimiento pasa necesariamente por la supresión de la producción inútil o nociva y del transporte superfluo, y por la expropiación de los monopolios de la energía, las finanzas y la agroindustria;
  • Obviamente, los capitalistas no lo quieren: según ellos, es criminal destruir el capital, incluso para evitar un monstruoso cataclismo humano y ecológico;
  • Así pues, la alternativa es dramáticamente sencilla: o bien una revolución permite a la humanidad liquidar el capitalismo para reapropiarse de las condiciones de producción de su existencia, o bien el capitalismo liquidará a millones de inocentes para seguir su curso bárbaro en un planeta mutilado y tal vez invivible.

Estas implicaciones estratégicas no significan que podamos repetir simplemente la solución, la revolución. Quieren decir que no hay nada que esperar de los gobiernos neoliberales, de sus COP, de su sistema y de sus leyes. Durante más de treinta años, los responsables políticos vienen afirmando haber comprendido la amenaza ecológica, pero no han hecho casi nada. O, mejor dicho, han hecho mucho: sus políticas de austeridad, privatización, desregulación, ayudas para maximizar los beneficios de las multinacionales y apoyo al agronegocio han fragmentado las conciencias, erosionado la solidaridad, arruinado la biodiversidad y desfigurado los ecosistemas, al tiempo que nos han empujado al borde del abismo climático. Estos políticos no son más que gestores al servicio de la lógica mortuoria del capital. Es inútil esperar convencerlos de otra política: en el mejor de los casos, sólo pueden retroceder en función de la relación de fuerzas.

La esperanza está en las luchas

Es necesaria una alternativa y, por tanto, un programa reivindicativo. No existe una solución llave en mano, sino que hay que elaborarla paso a paso, partiendo del movimiento real. Para lograrlo, no debemos preocuparnos principalmente por el nivel de conciencia de las clases trabajadoras, sino por proponer (el inicio de) una respuesta global coherente con la situación objetiva diagnosticada por la física del clima. En resumen: necesitamos un plan para mantenernos por debajo de 1,5°C de calentamiento dejando los fósiles en el suelo, sin rebasamiento temporal, sin compensación de carbono y salvando la biodiversidad; un plan que excluya las tecnologías peligrosas como la BECCS y la nuclear; un plan que desarrolle la democracia, difunda la paz, respete la justicia social y climática (principio de responsabilidades y capacidades diferenciadas); un plan que fortalezca el sector público; un plan que haga que el 1% pague por producir menos, transportar menos y compartir más: trabajo, riqueza y recursos. Este plan debe eliminar la producción innecesaria y perjudicial, garantizando al mismo tiempo la reconversión colectiva de los trabajadores en actividades útiles, sin pérdida de salario; debe, en particular, sacarnos de la agroindustria y de la industria cárnica y llevarnos a la agroecología. Es evidente que se trata de un plan anticapitalista. Pero su fuerza radica en que es vital, en el sentido literal de la palabra: es esencial para salvar la vida.

No tiene sentido negarlo: hoy estamos lejos de ese plan. Se necesitará mucha determinación y empeño para convencer, superando la dificultad de las derrotas sufridas por nuestro campo social. Por desgracia, los obstáculos a superar son numerosos. En una situación así, no se puede descartar el riesgo de una desesperación masiva. Pero la estupefacción melancólica no resuelve nada. Como decía Gramsci, sólo se puede predecir la lucha, no su resultado. No olvidemos las terribles lecciones del siglo XX: bajo el capitalismo, lo peor siempre es posible. Así que debemos seguir repitiendo: sólo la lucha colectiva puede invertir la tendencia y nunca es demasiado tarde para luchar. Por supuesto, lo que se pierde se pierde, y las especies extinguidas no volverán. Pero por mucho que nos adentremos en la catástrofe, la lucha siempre puede reabrir el camino de la esperanza.

Para luchar, debemos ser conscientes no sólo de los terribles peligros, sino también de lo que puede reforzar la alternativa. La mera magnitud del peligro puede fortalecernos, siempre que veamos en él la posibilidad de un cambio revolucionario necesario. La asombrosa crisis de legitimidad del sistema y de sus representantes nos refuerza: han dejado crecer la catástrofe ecológica sin hacer nada, aunque estaban informados. Los diagnósticos de la ciencia del cambio climático nos refuerzan: argumentan objetivamente a favor de un plan como el expuesto. La creciente movilización de la juventud internacional nos fortalece: se levantan contra la destrucción del mundo en el que tendrán que vivir mañana. La nueva ola feminista nos fortalece: su lucha contra la violencia difunde una cultura del cuidado, lo contrario de la mercantilización de los humanos. La admirable resistencia de los pueblos indígenas nos fortalece: su visión del mundo puede ayudarnos a establecer otras relaciones con la naturaleza. Las luchas de los campesinos nos fortalecen: al decir no al agronegocio, ponen en práctica cada día modos de producción alternativos. Podemos ganar la batalla ética y levantar montañas.

Se trata de articular y hacer converger las luchas contra todas las formas de explotación y opresión y de hacer circular los conocimientos que las acompañan. Esta confluencia es decisiva. Es la única manera de poner en marcha un movimiento tan masivo que permita vislumbrar de nuevo la posibilidad concreta de un cambio profundo en la sociedad, que sea a la vez ecológico, social, feminista y ético. Sin duda, en el contexto actual, será indispensable una poderosa corriente social para que el mundo del trabajo y sus organizaciones rompan el compromiso productivista con el crecimiento capitalista, que les está mutilando. En cualquier caso, esta ruptura es un reto importante: no ganaremos la batalla por la Tierra si las y los productores no se levantan contra el productivismo. Tenemos que prepararnos para este levantamiento. A través de discursos y reivindicaciones que combinen lo rojo y lo verde (en particular la reducción masiva de la jornada laboral sin pérdida de salario), pero esto no es suficiente: hay que multiplicar las iniciativas concretas para reunir y poner en red a las izquierdas sindicales, ecologistas, feministas, campesinas e indígenas.

En este contexto, hay que prestar especial atención a las luchas territoriales contra los megaproyectos productivistas que destruyen la naturaleza y las personas. Es aquí donde lo social y lo medioambiental se enfrentan al reto de superar las barreras que el capital levanta entre ellos. Naomi Klein, en su libro sobre la crisis climática, ha propuesto llamar a estas luchas con el término general de Blockadia[22]. Es en el crisol de esta Blockadia ecológica, y en su convergencia con una Blockadia social del tipo de los Chalecos Amarillos, donde surgirá una alternativa a la apisonadora del Capital: un proyecto ecosocialista para vivir bien en esta Tierra, limpiarla de las manchas del capital, y nosotros con ella.

26/10/2021

COP26: Basta de blablabla, sólo la lucha pagará

Escrita para el sitio web de la IV Internacional, esta contribución incluye algunos extractos de la introducción del libro Luttes écologiques et sociales dans le monde. Le rouge s’allie au vert, editado por Daniel Tanuro y Michael Löwy, a publicar por Textuel.

Notas:

[1] IPCC, Informe Especial 1,5°C, https://www.ipcc.ch/sr15/

[2] Entre ellos: el riesgo de fenómenos meteorológicos extremos, el riesgo de que grandes ciudades de la civilización desaparezcan bajo el mar y el riesgo de que grandes zonas queden inhabitables por una combinación de calor y humedad.

[3] STEFFEN, Will et al, «Trajectories of the Earth System in the Anthropocene», PNAS, agosto de 2018

[4] https://twitter.com/gretathunberg/status/1274618877247455233?lang=en

[5] En la actualidad, diecisiete países, además de la Unión Europea, han aumentado sus ambiciones. https://www.nytimes.com/article/what-is-cop26-climate-change-summit.html#link-67cd21b3

[6] Sobre la base de las «contribuciones determinadas a nivel nacional» (planes climáticos de los países), el calentamiento será de entre 2,7 y 3,5°C en 2100.

[7] Este «nuevo mecanismo de mercado» sustituirá y englobará los distintos sistemas aplicados anteriormente en el marco del Protocolo de Kioto. Sus modalidades determinarán en gran medida las posibilidades de eludir las obligaciones nacionales de reducción de emisiones. Las negociaciones sobre este tema condujeron al fracaso de la COP25.

[8] La tasa fronteriza forma parte de la estrategia «Fit for 55» propuesta por la Comisión Europea.

[9] Comisión Europea, Comunicación «Fit for 55».

[10] https://www.reuters.com/business/environment/global-fossil-fuel-use-similar-decade-ago-energy-mix-report-says-2021-06-14/?fbclid=IwAR15kFNSqXJwwGhq-DRb0NxE63mywyNp0L9Y5nPxP-c00W6BbLb_kCTdlQU

[11] Como  recordatorio: las emisiones de la aviación y el transporte marítimo se disparan, pero no se atribuyen a ningún estado

[12] Financial Times, 8/10/2021.

[13] ¿https://www.nytimes.com/2021/10/20/climate/fossil-fuel-drilling-pledges.html?campaign_id=51&emc=edit_mbe_20211021&instance_id=43401&nl=morning-briefing%3A-europe-edition&regi_id=85183110&segment_id=72245&te=1&user_id=2144565f4536aa0319f5ecec544291d4&fbclid=IwAR2vps6dZIGD516Iw5tF7TYFeJXwis-acimoYRyzKqstG9FhTLqUP3Q6H54

[14] Ya lo señalé en El imposible capitalismo verde  (La Oveja Roja-viento sur, 2011). Como dice Smil Vaclav en «Energía y civilización, una historia» (Rústica, 2018), es una «ley fundamental»: «toda transición a una nueva forma de suministro de energía debe ser alimentada por el despliegue intensivo de las energías existentes y los motores clave…»: la transición de la madera al carbón tuvo que ser energizada por el músculo humano, la quema de carbón alimentó el desarrollo del petróleo, y las células solares fotovoltaicas y las turbinas eólicas actuales son encarnaciones de los combustibles fósiles necesarios para fundir los metales requeridos, sintetizar los plásticos necesarios y procesar otros materiales que requieren altos insumos de energía. »

[15] «El término reducir se utiliza en cursiva, ya que los acuerdos verdes de Europa y Estados Unidos hacen un amplio uso de mecanismos alternativos a la reducción de emisiones nacionales, como la plantación de árboles y la compra de créditos de carbono’

[16] Las RTE eliminan el CO2 de la atmósfera, la geoingeniería (hasta ahora desaconsejada por el IPCC) devuelve al espacio una fracción de la radiación solar. el uso de la energía nuclear («tecnología de bajo carbono», como se denomina ahora).

[17] Según el informe del IPCC sobre los 1,5 °C, el punto de inflexión para la capa de hielo de Groenlandia se sitúa entre 1,5 y 2 °C más caliente que en el periodo preindustrial.

[18] https://www.iea.org/reports/net-zero-by-2050

[19] Se presta muy poca atención al hecho de que el impuesto fronterizo impondrá el precio del carbono en el Norte a los países del Sur global. Por tanto, contraviene el principio de responsabilidades y capacidades diferenciadas consagrado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

[20] Por ejemplo, François Gemenne (profesor de la Universidad de Lieja y de Sciences Po, entrevista en Le Soir, 18 de julio de 2021) y Jean-Pascal van Ypersele (antiguo vicepresidente del IPCC, profesor de la Universidad Católica de Lovaina, entrevista en RTBF): https://www.rtbf.be/info/societe/detail_ des-inondations-extremes-le-giec-les-annoncait-en-1990-rappelle-jean-pascal- van-ypersele?id=10804972)

[21]  IPCC, informe sobre 1,5°C. Las emisiones netas se obtienen deduciendo de las emisiones de COlos aumentos de las eliminaciones por parte de los bosques y los suelos, siempre que estos aumentos sean inducidos deliberadamente. El 59% es un objetivo global. Teniendo en cuenta las diferentes responsabilidades del Norte y del Sur, los países desarrollados deberían reducir sus emisiones de forma mucho más drástica (en el caso de la UE: al menos un 65%) para 2030, y alcanzar las «emisiones netas cero» mucho antes de 2050.

[22] Naomi Klein, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima, Paidós, 2015.

https://vientosur.info/cop26-basta-de-blablabla-solo-la-lucha-pagara/

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América Latina y el Caribe: El coronavirus colapsa y destruye el sistema educativo en América Latina

El coronavirus colapsa y destruye el sistema educativo en América Latina

Carlos de Urabá 

Tras más de un año y medio de estar cerradas las escuelas a causa del coronavirus, y aunque ya se dio la orden de abrirlas desde en agosto en México y en otros países de Latinoamérica, lo cierto es que todavía no se han activado las clases presenciales.

Ante esta desoladora emergencia sanitaria la educación pública es la más  afectada pues en la mayoría de los países (el 60% de su territorio especialmente el medio rural), se han quedado  en el limbo al carecer los medios adecuados para recibir la señal de Internet. Entonces, no les ha quedado más remedio a los docentes que improvisar otras estrategias como la televisión educativa para salvar el año escolar.  La tragedia para los alumnos no puede ser más desgarradora porque ya de por si el nivel educativo antes de la pandemia era deplorable pero ahora es calamitoso. Al entrar en pánico al dispararse las cifras de muertos e ingresados en los hospitales se clausuraron las escuelas a cal y canto.  Una decisión política que trajo como consecuencia que muchas fueran saqueadas o vandalizadas. Las autoridades se equivocaron pues nunca se debieron cerrar los centros escolares ya que como se ha demostrado es el sitio más idóneo si se toman correctamente las medidas de seguridad sanitarias con todo el rigor. Se ha condenado a los niños y los jóvenes a la educación en línea vía zoom como única herramienta de comunicación y supuesta panacea para afrontar esta grave emergencia. Brasil, uno de los epicentros de la pandemia, ha reabierto las escuelas desde marzo 2021 con tan solo el 35% de ocupación máxima en las aulas. El 40% de los estudiantes de las escuelas públicas urbanas de Brasil no tiene computador o tableta en su casa,  en las áreas rurales sube al 65%. La reapertura de los centros escolares se ha visto afectada por las demandas ante los tribunales de los sindicatos de los profesores que se niegan a regresar a clases presenciales. El estado de excepción o el confinamiento impide la libre circulación de los ciudadanos y  lo peor de todo es que se violó el derecho universal de los niños y las niñas a la educación.

Además, los alumnos se han quedado huérfanos porque las escuelas no eran solo un lugar donde recibían clases sino también sus hogares pues allí desarrollaban parte de su vida social; se reunían con sus amigos y se interrelacionaban con sus maestros y tutores.  Además de asistir a distintas actividades extraescolares, en bibliotecas, campos de deportes. los comedores que les brindaban al menos una comida diaria  y miles que residían parcial o totalmente como internos. Las escuelas cumplen un papel de protección y monitoreo que va más allá de los propósitos académicos.  Cuando eres un niño o un adolescente lo que quieres es relacionarte con tus amigos. Así que no pueden estar encerrados en medio del agobio y el hacinamiento  en sus casas junto a sus padres porque están desarrollando autonomía. Ahora sobreprotegidos parece difícil que vayan a emanciparse a los 18 años. Y encima son tantos los problemas afectivos que deben soportar gritos, agresiones y violencia. Se calcula que en un 55% se han elevado las agresiones físicas, 48%, las psicológicas, un 20% en abusos sexuales y violaciones a niños y niñas. Cerca de la mitad de los niños, las niñas y adolescentes (91 millones) viven en  la pobreza en América Latina. Un fenómeno que  ha afectado la salud mental  de millones de personas que sufren depresión, angustia, falta de autoestima, estrés, ansiedad. Las conductas suicidas han aumentado en un 30% y, por ejemplo,  según la Secretaría de Educación de México, en el 2020 el número de suicidios y adolescentes de ambos sexos alcanzó la cifra record de 1.150 víctimas.

Durante el confinamiento ha sido tal la demanda de Internet que en muchas regiones  los servidores colapsaron. O sencillamente no existía conexión. Y en el colmo  las familias no tenían datos móviles por falta de  presupuesto  porque “si hay para internet, no hay para comida”   En un hogar con tres o cuatro hijos han tenido que compartir un computador o un teléfono celular para recibir sus clases en línea -los más afortunados-. Ha sido imposible tomar sus cursos al mismo tiempo y conectarse con sus profesores aparte de que se perdía la señal de Wi Fi. Millones de hogares más pobres y marginales no pueden conectarse a Internet  y deben conformarse con atender las clases por televisión que muchas veces está ocupado en las telenovelas o los partidos de futbol. Desde luego que el aprendizaje en línea ha sido catastrófico.  En un intento por mitigar la emergencia escuelas y colegios se organizaron grupos de WhatsApp para al menos recibir las tareas y que se mantuvieran los alumnos activos. Pero la perdida total de tiempo y el aburrimiento de estar encerrados provocó que millones de niños, niñas y jóvenes desertaran de las clases en línea. En México la cifra supera 6 millones, en Colombia unos 300.000, en Perú 340.000, en Brasil 7 millones. Por falta de recursos se calcula que 40% de los alumnos abandonarán las universidades privadas.  El sistema educativo no estaba preparado para esta crisis sanitaria y menos para impartir las clases de manera virtual o hibrida. Entonces, ¿de qué vale estudiar a los más humildes si nunca alcanzarán el nivel de educación superior y universitario?  El derecho a la educación pública es también parte de la lucha de clases porque es la única salida de los más desfavorecidos para subir en la escala social. Superarse por méritos propios para salir de la pobreza. pero sin recursos económicos o una beca para pagar una matrícula universitaria esto parece utópico. Solo una élite de privilegiados ha mantenido sus ingresos e incluso los han aumentado. Blindando el nivel educacional sus hijos en escuelas o universidades privadas donde generalmente son aprobados no por su capacidad técnica o intelectual  sino por su pertenencia a familias de alta alcurnia.

Quienes carezcan de patrimonio económico solo heredarán marginalidad y pobreza; lo que significa estar condenados a ser el recambio de sus padres en los trabajos más precarios y peor remunerados. La verdad es que según las estadísticas de la CEPAL en América Latina hay ya 210 millones de pobres (22 millones de personas más que el año 2019) Centroamérica y el Caribe es la región más depauperada con 30 millones de personas sumidas en la indigencia. La tasa de vacunación contra el COVID no sobrepasa el 20 % de la población y el nivel educacional es uno de los más bajos del Tercer Mundo. En el Salvador, Honduras, Guatemala o Belice, Haití, República Dominicana apenas el 20% de los alumnos de las escuelas públicas tienen acceso a la educación virtual y su retraso es más que ostensible.

En las favelas y suburbios de las grandes ciudades  se concentra el lumpen proletariado que sobrevive en medio de la exclusión y la miseria. El COVID 19 ha afectado mayormente a los países pobres y vulnerables. Muchos niños, niñas y los jóvenes o adolescentes de los estratos más bajos se vieron obligados a ayudar a sus padres en sus trabajos informales (en América Latina hay 140 millones de personas laborando en condiciones de informalidad lo que representa el 50% del empleo real) El hambre y la marginalidad hizo que infinidad de jóvenes y adolescentes se enrolaran en las pandillas delincuenciales o los carteles del narcotráfico donde al menos reciben una paga por sus servicios (muy superior al salario mínimo)  Poco a poco se van  iniciado en el sicariato, los secuestros, los asaltos, la prostitución, el tráfico de armas o el narcomenudeo. no están escolarizados, no hay bibliotecas, ni centros culturales o campos deportivos solo cantinas, antros y burdeles ¿Cómo evadirse de un ambiente tan ruin y opresivo? Solo consumiendo sustancias psicotrópicas o alcoholizándose. Porque las mafias más dominantes, adaptables y violentas del mundo se han aprovechado de la situación de quiebra total para reforzar su accionar en los cordones de miseria.

Hoy las carreras más solicitadas y las más promocionadas por las universidades públicas y privadas son las profesiones relacionadas con el ámbito digital: marketing digital, cuentas digitales, community manager, social media manager, programadores de informática, administración de empresas, corredores de valores, gerentes de sociedades offshore, brokers, inversionistas, comisionistas, comercial delivery, ejecutivos de venta on line, turismo on line, ejecutivo expertos de blockchain, criptomonedas y Bitcoin, cibernética, Uber technologies, la inteligencia artificial, técnicos en desarrollo de software o hardware,   telemática, robótica, programadores de videojuegos, creadores de Apps, es decir, especialistas en el  modelo de desarrollo calcado al de Silicon Valley con sus grandes parques tecnológicos. Multimillonarios exitosos como Billy Gates, Jobs o Bezos son el espejo para los emprendedores y marcan el camino a seguir. Nuestros estados tan serviles se han entregado las trasnacionales y nuestra dependencia tecnológica es total y absoluta con respecto a EE. UU, Europa, China o el Japón que son los que poseen las patentes (en EE.UU las patentes con mayor valor son las que registraron las organizaciones y compañías electrónicas, comunicaciones, servicios y equipos de Internet, Google, Facebook, YouTube, Apple e IBM) El concepto de innovación y competitividad entre universidades, centros de investigación y empresas de la tecnología de la información van a regir el mundo globalizado. Porque el sistema productivo y los planes de negocios no pueden parar de crecer. Las leyes del capitalismo son muy claras: solo los más preparados e “inteligentes” o, mejor dicho,  los que alcancen a costearse sus estudios de educación superior -a la que solo accede el 5 % de la población -serán los elegidos para asumir las riendas del poder y seguirán dominando  el ámbito político, económico, empresarial  e industrial.

Millones de latinoamericanos han sido golpeados brutalmente por la crisis económica desatada por la pandemia. El desempleo afecta un 15% más que en 2019 rozando los 30 millones de personas que en su inmensa mayoría, no reciben subvenciones de los gobiernos para mitigar la tremenda catástrofe. Las ayudas sociales son irrisorias y han tenido que reinventarse en trabajos por cuenta propia.  En América Latina: más de 28 millones de personas entrarán en situación de pobreza este año por el COVID-19. Con un 30% Argentina es el país con las mayores tasas de desempleo juvenil en el Cono Sur. Mientras el nivel de empobrecimiento de la población ha subido hasta el 43%. Y es que oficialmente el confinamiento todavía se mantiene en muchos países porque la incidencia del COVID-19 es muy alta. Los maestros se niegan a volver a clases presenciales puesto que la vacunación de los menores de doce años es casi nula. Temerosos de contagiarse prefieren seguir sometidos a la educación virtual.  Evidentemente para las nuevas generaciones como consecuencia de estar confinados meses y meses  el impacto emocional y psicológico será tremendo y dejará unas taras que no van a borrarse de la noche a la mañana. Nos esperan unos cambios sociales  impresionantes. En Colombia entre abril y junio del 2021 se produjo un paro nacional reprimido por las fuerzas del orden del gobierno del derechista de Duque y que dejó extraoficialmente más de 78 muertos, 2.500 heridos y 180 desaparecidos.

El gobierno mexicano consciente de la urgencia en reactivar el sistema educativo obligó a abrir las escuelas en el mes de agosto después de un año y medio de ausencia. 16 millones de alumnos regresaron a las aulas, es decir,  el 48%. la pregunta es ¿por qué  no cerraron los cuarteles, ni los casinos, los centros comerciales, los restaurantes, ni los antros o los prostíbulos? La educación es una actividad estratégica esencial tan importante como la industria o la salud. Como bien lo reconoció el presidente López Obrador “Tenemos que correr riesgos. Imagínense si no salimos porque nos puede pasar algo, ¿nos vamos a quedar todo el tiempo ahí encerrados?” los pequeños ya necesitan regresar, ya vemos problemas fuertes de violencia intrafamiliar, de estrés, de obesidad y de adicción a los aparatos electrónicos” Las redes sociales son manipuladoras y tóxicas. Que se regrese a la escuela o la universidad para comunicarse y socializar”  Pero ya es tarde. Ahora tenemos un sistema escolar colapsado y los niños han perdido el hábito del estudio, de la lectura, no se concentran y son incapaces de leer o escribir correctamente. Los niños que antes jugaban en los parques al final de la jornada escolar ahora se han vuelto seres pasivos pegados a los artilugios electrónicos. Una epidemia de miopía golpea a los menores de edad a raíz de la larga exposición  a las pantallas digitales y el poco tiempo que pasan al aire libre.

Lo cierto es que se ha perdido un año y medio lo que significa casi dos cursos lectivos. El retraso ya es imposible de recuperar en un corto espacio de tiempo y solo queda confiar en la buena voluntad de los alumnos para que disciplinadamente estudien sus lecciones en sus hogares. Pero todos sabemos que los jóvenes están más interesados en conectarse a las redes sociales o a dedicarse a jugar con la PlayStation o la Nintendo (75 millones de mexicanos se consideran videojugadores y el país ocupa el puesto número 12 a nivel mundial) El control de los dispositivos electrónicos deben asumirlo los padres de familia, pero como han perdido la autoridad apenas si se atreven a reprender a sus hijos. Las consecuencias son muy nocivas pues los niños están completamente enviciados y si se les prohíbe sus juguetes favoritos llegan incluso a agredir a sus padres y en algunos casos hasta matarlos. Este va a ser uno de los mayores dramas sociales del recién comenzado siglo XXI: la guerra de cuarta generación por el dominio de las mentes. El Big Data procesa, analiza e interpreta con su algoritmo grandes volúmenes de datos que generar los usuarios de Internet y que controlan nuestras vidas con el incesante bombardeo propagandístico que dicta cuales son nuestros deseos y preferencias. Una alienante manipulación que podríamos calificar de “fascismo cibernético”.

Las multinacionales de la industria digital y sus poderosísimas maquinarias mediáticas son las principales interesadas en promocionar la venta de computadores, teléfonos inteligentes, tabletas, etc. que por arte de magia transformarán a los alumnos en unos genios. El consumismo es de tal envergadura que a pesar de la crisis económica el iPhone 12 es el más vendido, aunque su precio sea de 700 dólares.  El número de teléfonos celulares en América Latina supera los 450 millones de unidades.  ¿Un profesor reemplazado por un androide que dicta los cursos a través de un computador o un teléfono celular? Se están criando niños solitarios y antisociales y de carácter autistas que se niegan a relacionarse con los demás y que se pasan horas y horas enchufadas a las pantallas. Sin contar que los altos niveles de radiaciones electromagnéticas de radiofrecuencia que a lo largo de la vida puede dañar las neuronas y destruir las células cerebrales hasta provocar cáncer o alzheimer.

Lo cierto es que los grandes triunfadores de la pandemia han sido las multinacionales de la tecnología digital y la industria del entretenimiento que han incrementado sus ganancias en un 30%.  Las que más han subido son las ventas de los productos on line,  pornografía on line, a los burdeles on line,  los casinos on line, o las casas  de apuestas de fútbol como Caliente, Codere, bet 365, Betway, 1XBET, y hasta la lotería de los EE.UU Mega Millons con un premio mayor de 345 millones de dólares y que es una de las más populares en México. Hay que buscar emociones fuertes y evadirse de la cruel realidad con unos servicios que se activan mediante una tarjeta de crédito (perteneciente a los cabezas de hogar pero que sustraen sus hijos) y que solo en Colombia recaudaron unas ganancias en el 2020 de 102.137 millones de pesos.

Se está criando una juventud de ludópatas y tahúres ilusionados por obtener dinero fácil y hacer realidad todas sus fantasías.  La publicidad que se emite a través de Internet y las redes sociales no se detiene ni un minuto y sigue escupiendo sus magníficas ofertas que nos cautivan. En nombre de la libertad de expresión están esclavizando especialmente a los niños y niñas que son los más indefensos y manipulables. En Tijuana a los adolescentes durante el confinamiento y para mantenerlos ocupados se les aplicó la receta de PlayStation, chelas (cervezas) y mota (marihuana)

La tecnofilia crea unas adicciones tan perversas que los pacientes más graves necesitarían un tratamiento de choque parecido al de los heroinómanos para desengancharlos. Hace pocas semanas China prohibió que los menores de edad estén más de tres horas semanales en los videojuegos.  Unas restricciones que afectan drásticamente a la enorme industria del juego en el país. El Partido Comunista Chino se han dado cuenta que las nuevas generaciones están gravemente afectados en su salud física y mental por el continuo uso de artilugios digitales. ¿Cómo romper esas cadenas invisibles que los atan al ciberespacio? Los niños-autómatas han desarrollado síntomas de neurosis, inclinaciones suicidas o se han suicidado.  Han perdido la capacidad de memorizar y concentrarse, han perdido las habilidades sociales, escolares y académicas de aprendizaje. No están motivados con los medios digitales que se resume en buscar la tarea que se les ha encomendado en las páginas web de Internet y sencillamente cortar y pegar y enviársela al profesor para que las califique.

El caso más aberrante quizás sea el del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia que bajo el pretexto de brindar conexión a Internet gratis a los colegios públicos situados las zonas rurales más apartadas y desfavorecidas del país pagó por adelantado 70.000.000 de pesos las empresas COMCEL y UTCP.  De una licitación de 1.07 billones de pesos que tan solo se ha ejecutado el 1%. Incomprensiblemente incumplieron los contratos y el presupuesto se perdió en el pozo sin fondo de la corrupción. El proyecto de “un país digital” naufragó por completo.

La comunicación entre alumnos y profesores se hace a través del cordón umbilical del zoom confiados en que el aprendizaje sea óptimo y se alcance las más altas cotas del conocimiento académico. Se pensó que la tecnología punta iba a suplir todas las funciones de las aulas convencionales pero el comportamiento de los alumnos deja mucho que desear porque sencillamente están más preocupados en jugar con la  PlayStation, ver películas en streaming (especialmente los de guerra, violencia y terror), chatear con sus amigos por el WhatsApp. Allí son felices y se niegan a desconectarse de esos paraísos artificiales. Como no existe la disciplina ni el espíritu autodidacta ningún niño va a leer voluntariamente un libro si no se le obliga. La cultura de masas es más entretenimiento o diversión que conocimiento.

La Secretaría de Educación Pública de México ordenó que ningún alumno que se haya conectado a las clases virtuales en el curso 2020 2021,  ya sea de forma intermitente o permanente, podrá ser reprobado: todos deberán tener una calificación mínima de 6. De inmediato, los muchachos y sus padres lo celebraron por todo lo alto  y prepararon las respectivas fiestas de graduación donde tradicionalmente deben lucir las togas y birretes como símbolo haber alcanzado las más altas cumbres del saber. Una farsa que solo sirve para elevar aún mas los niveles de ignorancia y analfabetismo. Esta pandemia ha desnudado las falencias educativas en América Latina y el tremendo abismo que separa a ricos y pobres. En Ecuador solo el 37% de la población tiene la conexión de Internet para las clases virtuales. Los maestros mandan las tareas por WhatsApp a los alumnos y deben esperar hasta que ya entrada la tarde sus padres llegan a su casa y les prestan el teléfono celular.

Según el informe PISA- en México los estudiantes no comprenden lo que leen y en un 70% tiene dificultades para redactar un folio y sus faltas de ortografía son lamentables. La OCDE les ha calificado con un promedio bajo en lectura, matemáticas y ciencias (solo 1% obtuvo un nivel de competencias superior)  A partir del año 2020 la Secretaría de Educación suspendió las pruebas de campo (con medios analógicos)  en las escuelas públicas y privadas para no hacer más visible el fracaso de su sistema educacional. Es preferible ocultar estos resultados tan vergonzosos de los que nadie quiere hacerse responsable. ¿Algún alumno está dispuesto a hacer las pruebas presenciales sin soportes digitales y en formato convencional? Parece que muy pocos se atrevan pues lo más seguro es que obtendrían unas pésimas calificaciones. ¿Si la educación es el pilar del desarrollo y el progreso de la sociedad cuál será el futuro que nos espera? En un estudio de la OCDE y la UNESCO México se posicionó en el puesto 103 de 108 países en el  que tan solo se leen 3 libros al año por persona (el libro más leído es la Biblia) Pero las encuestas que se han hecho últimamente sostienen que el 40% de la población jamás ha leído un libro en su vida.

La reconstrucción post pandemia se alargará durante toda la década del 2020-2030. Por lo tanto, con un horizonte tan sombrío el subdesarrollo se cronifica eternizando la dependencia de los países del Primer Mundo. Lo que se traduce en una mayor exclusión social ampliando el abismo entre ricos y pobres. América Latina se consagra como la región más desigual del mundo. La recesión va a ser antológica así que no hay más remedio que endeudarse o empeñarse y pagar a crédito a los bancos o las entidades financieras para obtener liquidez. ¿Cuándo se van a recobrar los niveles de crecimiento que se venían observando a finales del 2019? A sabiendas que la inmunidad colectiva se adquiere con el 80% de la población vacunada todavía falta como mínimo 2 años para disfrutar de una relativa normalidad (condicionado al surgimiento de nuevas mutaciones) La catástrofe educacional causada por el coronavirus no se ha medido en toda su dimensión pues los políticos, burócratas y tecnócratas parecen estar más preocupados por demostrar que las cifras macroeconómicas y el crecimiento del PIB son muy favorables para este año 2021.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/el-coronavirus-colapsa-y-destruye-el-sistema-educativo-en-america-latina/

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Brasil: Homenaje en el centenario de su nacimiento – Por Frei Betto

Homenaje en el centenario de su nacimiento – Por Frei Betto

Por Frei Betto*

Si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático.

Puedo afirmar, sin miedo a exagerar, que Paulo Freire está en la raíz de la historia del poder popular brasileño a lo largo de 50 años, entre 1966 y 2016. Ese poder surgió como un árbol frondoso de la izquierda brasilera actuante en la segunda mitad del siglo XX: grupos que lucharon contra la dictadura militar (1964-1985); las comunidades Eclesiales de Base de las Iglesias cristianas; la amplia red de movimientos populares y sociales que despuntaron en los años 70; el sindicalismo combativo.

Y, en la década de 1980, la fundación de la CUT (Central Única de los Trabajadores); de la ANAMPOS (Articulación Nacional de los Movimientos Populares y Sindicales) y enseguida de la CMP (Central de Movimientos Populares); del PT (Partidos de los Trabajadores); y del MST (Movimento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra); y de tantos otros movimientos, ONGs y entidades.

Si tuviese que responder a la pregunta: “Indique una persona causante de todo eso”, diría sin ninguna duda: Paulo Freire. Sin la metodología de educación popular de Paulo Freire, no habría esos movimientos, porque él nos enseñó algo muy importante: a ver la historia desde la óptica de los oprimidos y hacerlos protagonistas de los cambios en la sociedad.

Los excluidos como sujetos políticos

Al salir de la prisión política, a finales de 1973, tuve la impresión de que toda lucha, aquí fuera, había acabado por la fuerza de la represión de la dictadura militar, y porque todos nosotros, imbuidos de la pretensión de ser los únicos entendidos en la lucha capaz de rescatar la democracia, estábamos en la cárcel, muertos, o en el exilio. Cuál no fue mi sorpresa, al encontrar una inmensa red de movimientos populares diseminados por todo Brasil.

Cuando fue fundado el PT, en 1980, vi a compañeros de izquierda reaccionar: “¿Obreros? No. Es mucha pretensión querer que los obreros sean la vanguardia del proletariado. Somos nosotros, intelectuales teóricos, marxistas, quienes tenemos capacidad para dirigir a la clase trabajadora”. No obstante, en Brasil los oprimidos empezaban a volverse no sólo sujetos históricos, sino también líderes políticos, gracias al método Paulo Freire.

Una vez, en México, compañeros de izquierda me preguntaron:

— ¿Cómo hacer aquí algo parecido al proceso de ustedes en Brasil? Porque ustedes tienen un sector de izquierda en la Iglesia, un sindicalismo combativo, el PT… ¿Cómo se obtiene esa fuerza política popular?

— Empiecen haciendo educación popular –respondí– y de aquí a treinta años…

Ellos me interrumpieron:

— ¡Treinta años es demasiado! Queremos una sugerencia para tres años.

— Para tres años no sé cómo hacer –observé–, pero para treinta años conozco el camino.

En resumen, todo el proceso de acumulación de fuerzas políticas populares que resultó en la elección de Lula como presidente de Brasil, en 2002, y mantuvo al PT en el gobierno federal durante trece años, no cayó del cielo. Todo fue construído con mucha tenacidad a partir de la organización y movilización de las bases populares aplicando el método Paulo Freire.

El método Paulo Freire

Conocí el método Paulo Freire en 1963. Yo vivía en Rio de Janeiro, formaba parte de la Dirección Nacional de la Acción Católica. Al surgir los primeros grupos de trabajo del método Paulo Freire, me comprometí en un equipo que los sábados subía a Petrópolis, a 70 km de Rio, para alfabetizar a obreros de la Fábrica Nacional de Motores. Allí descubrí que nadie enseña nada a nadie, unos ayudan a otros a aprender.

¿Qué hicimos con los trabajadores de aquella fábrica de camiones? Fotografiamos las instalaciones, reunimos a los obreros en el salón de una iglesia, proyectamos diapositivas e hicimos una pregunta totalmente simple:

— En esta foto, ¿qué es lo que ustedes no hicieron?

— Bueno, no hicimos el árbol, la planta, el camino, el agua…

— Eso que ustedes no hicieron es naturaleza –dijimos–.

— ¿Qué es lo que hizo el trabajo humano? –indagamos–.

— El trabajo humano hizo el ladrillo, la fábrica, el puente, la cerca…

— Eso es cultura –dijimos–. ¿Y cómo fueron hechas estas cosas?

Ellos discutían y respondían:

— Fueron hechas a medida en que los seres humanos transformaron la naturaleza en cultura.

Enseguida, aparecía la foto del patio de la Fábrica Nacional de Motores ocupado por muchos camiones y las bicicletas de los trabajadores. Simplemente preguntábamos:

— En esta foto, ¿qué hicieron ustedes?

— Los camiones.

— ¿Y qué tienen ustedes?

— Las bicicletas.

— ¿No estarán ustedes equivocados?

— No, nosotros fabricamos los camiones…

— ¿Y por qué no van a casa en camión? ¿Por qué van en bicicleta?

— Porque el camión cuesta caro y no es nuestro.

— ¿Cuánto cuesta un camión?

— Cerca de 40 mil dólares.

— ¿Cuánto ganan ustedes al mes?

— Bueno, ganamos en promedio 200 dólares.

— ¿Cuánto tiempo tiene que trabajar cada uno de ustedes, sin comer, sin beber, sin pagar alquiler, economizando todo el salario para ser un día dueño del camión que construye?

Ahí ellos empezaban a calcular y tomaban conciencia de la esencia de la relación capital x trabajo, lo que es la plusvalía, la explotación, etc.

Las nociones más elementales del marxismo, en cuanto crítica del capitalismo, venían por el método Paulo Freire. Con la diferencia de que no estábamos dando clase, no hacíamos lo que Paulo Freire llamaba ‘educación bancaria’, o sea, meter nociones de política en la cabeza del trabajador. El método era inductivo. Como decía Paulo, nosotros, los profesores, no enseñábamos, ayudábamos a los alumnos a aprender.

Culturas distintas y complementarias

Cuando llegué a São Bernardo do Campo (SP), en 1980, había militantes de izquierda que distribuían periódicos entre las familias de los trabajadores. Cierto día doña Marta me preguntó:

— ¿Qué es “contradicción de clase”?

— Doña Marta, olvide eso.

— No soy de mucha lectura –se justificó– porque mi vista es mala y la letra pequeña.

— Olvide eso –le dije–. La izquierda escribe esos textos para leerlos ella y quedarse contenta, creyendo que está haciendo la revolución.

Paulo Freire nos enseñó, no sólo a hablar en lenguaje popular, plástico, no académicamente conceptual, sino también a aprender con el pueblo. Enseñó al pueblo a recuperar su autoestima.

Al salir de la cárcel, viví cinco años en una favela en el Estado de Espíritu Santo. Allí trabajé en educación popular con el método Paulo Freire. Al volver a São Paulo, a finales de los 70, Freire me propuso hacer un balance de nuestra experiencia en educación y, gracias a la mediación del periodista Ricardo Kotscho, produjimos el libro titulado “Esa escuela llamada vida” (editorial Ática). Es su relato como educador y creador del método, y mi experiencia como educador de base.

En el libro cuento que, en la favela donde yo vivía, había un grupo de mujeres embarazadas de su primer hijo, asesoradas por médicos de la Secretaría Municipal de Salud. Pregunté a los médicos por qué trabajar sólo con las embarazadas de primer hijo.

— No queremos mujeres que ya tengan vicios maternales –dijeron–, queremos enseñar todo.

Pues bien, pasados unos meses, llamaron a mi puerta.

— Betto, queremos su ayuda.

— ¿Mi ayuda?

— Hay un cortocircuito entre nosotros y las mujeres. Ellas no entienden lo que hablamos. Usted, que tiene experiencia con ellas, nos podría asesorar.

Fui a presenciar el trabajo de ellos. Al entrar en el Centro de Salud del barrio, me asusté. Allí estaban mujeres muy pobres, y el Centro había sido adornado con carteles de bebés Johnson, rubios de ojos azules, propaganda de Nestlé etc. Delante de aquel espectáculo visual, reaccioné:

— Todo está equivocado. Cuando las mujeres entran aquí y ven esos bebés perciben que eso es otro mundo, no tiene nada que ver con los bebés de ellas.

Presencié el trabajo de los médicos. Hablaban en FM y las mujeres estaban sintonizadas en AM. La comunicación realmente no funcionaba. En una sesión, el doctor Raúl explicó, en lenguaje científico, la importancia de la alimentación materna y, por tanto, de las proteínas, para la formación del cerebro humano. Cuando él terminó la exposición, las mujeres lo miraron como yo al abrir un texto en mandarín o árabe: sin entender nada.

— Doña María, ¿usted entendió lo que dijo el doctor Raúl? –pregunté–.

— No, no entendí, sólo entendí que él dijo que nuestra leche es buena para la cabeza de los niños.

— ¿Y por qué no lo entendió usted?

— Porque no tengo estudios. Fui poco a la escuela, nací pobre en el campo. Yo tenía que trabajar la tierra y ayudar al sustento de la familia.

— ¿Y por qué el doctor Raúl supo explicar todo eso?

— Porque él es doctor, tiene estudios. Él sabe y yo no sé.

— Doctor Raúl, ¿usted sabe cocinar? –pregunté–.

— No sé ni hacer café.

— Doña María, ¿usted sabe cocinar?

— Sí sé.

— ¿Sabe hacer pollo en salsa oscura (plato que en Espirito Santo y también en algunas áreas del Nordeste se llama galinha de cabidela)?

— Sé.

— Por favor, póngase de pie –le pedí–, y cuéntenos cómo se hace un pollo en salsa oscura.

Doña María dio un aula de culinaria: cómo se mata el pollo, cómo se despluma, cómo se prepara la carne y se hace la salsa, etc.

Cuando se sentó, dije:

— Doctor Raúl, ¿usted sabe hacer un plato así?

— Claro que no, me gusta, pero no sé cocinar.

— Doña María –concluí–, usted y el doctor Raul, están perdidos en un bosque espeso, muertos de hambre, y de pronto aparece una gallina. Él, con toda su cultura moriría de hambre, usted, no.

La mujer abrió una sonrisa de oreja a oreja. En aquel momento ella descubrió un principio fundamental de Paulo Freire: no existe nadie más culto que otro, existen culturas distintas, socialmente complementarias. Si ponemos en la balanza toda mi filosofía y teología y la culinaria de la cocinera del convento en el que vivo, ella puede pasar sin mis conocimientos, pero yo no puedo pasar sin los de ella. Ésa es la diferencia. La cultura de una cocinera es imprescindible para todos nosotros.

Paulo Freire y desafíos de futuro

Ante la emergencia de tantos gobiernos autoritarios y la profusión de mensajes antidemocráticos, racistas, homofóbos, machistas y negacionistas en las redes digitales, me parece de suma importancia volver a Paulo Freire en esta fecha del centenario de su nacimiento.

El reflujo de las fuerzas progresistas en América Latina en los últimos años y el despuntar de figuras neofascistas como Bolsonaro en Brasil, nos obligan a reconocer que hace décadas abandonamos el trabajo de base de organización y movilización populares. Ese vacío en las poblaciones de la periferia, de las favelas, de las zonas rurales pobres, está siendo ocupado por el fundamentalismo religioso, por el narcotráfico y los milicos.

Paulo Freire nos enseña en sus obras que no hay movilización sin concientización previa. Es preciso que las personas tengan un “perchero”, donde colgar los conceptos políticos y las claves de análisis de la realidad. El “perchero” es la percepción del tiempo como historia.

Hay civilizaciones, tribus, grupos, que no tienen percepción del tiempo como historia. Los griegos antiguos, por ejemplo, creían que el tiempo era cíclico. Hoy, el tiempo retorna por medio del esoterismo, del negacionismo, del fatalismo y del fundamentalismo religioso. Pero retorna sobre todo por el neoliberalismo.

La esencia del neoliberalismo es la deshistorización del tiempo. Cuando Fukuyama declaró que “la historia acabó”, expresó esto que el neoliberalismo nos quiere inculcar: ¡Hemos llegado a la plenitud de los tiempos! El modo neoliberal de producción capitalista, basado en la supremacía del mercado, es definitivo. Pocos son los escogidos y muchos los excluidos. Y de nada sirve querer luchar por una sociedad alternativa, ¡por “otro mundo posible”!

De hecho, hoy en día es difícil hablar de sociedad alternativa. Socialismo, entonces, ¡ni pensar! Se ha creado un pudor, un bloqueo intelectual y emocional. “El socialismo se acabó, se derrumbó, colapsó, fue enterrado”, alardean las pitonisas. Las alternativas que se plantean son por lo general intrasistémicas.

La noción de que el tiempo es historia viene de los persas, pasada a los hebreos y acentuada por la tradición judaica. Tres grandes paradigmas de nuestra cultura son de origen judaico –Jesús, Marx y Freud– y, por lo tanto, trabajaron con la categoría de tiempo como historia.

No se consigue estudiar el marxismo sin profundizar en los modos de producción anteriores, para entender cómo se llegó al modo de producción capitalista. Y entender, enseguida, cómo sus contradicciones podrían llevar a los modos de producción socialista y comunista. El análisis marxista supone por tanto el rescate del tiempo como historia.

Si alguien hace análisis o psicoterapia, el psicoanalista pregunta al paciente sobre su pasado, su infancia, su educación. Si el paciente puede hablar sobre su vida intrauterina, tanto mejor… Toda la psicología de Freud es un rescate de nuestra temporalidad como individuos.

La perspectiva de Jesús era histórica. El Dios de Jesús se presenta con currículum vitae: no es un dios cualquiera –es Dios de Abraham, Isaac y Jacob–, o sea, un Dios que hace historia. La categoría principal de la predicación de Jesús es histórica: el Reino de Dios. Aunque situado allá arriba por el discurso eclesiástico, teológicamente no se sitúa allá arriba. El Reino es algo ahí adelante, es la culminación del proceso histórico.

Es curioso que en la Biblia la historia, como factor de identificación del tiempo, es tan fuerte que en el relato del Génesis la Creación del mundo ya aparece marcada por esa historicidad del tiempo antes de la aparición del ser humano.

Para muchos, historia es lo que hombres y mujeres hacen. Entonces, no habría historia antes del surgimiento de hombres y mujeres, tanto es así que se habla de prehistoria. Para la Biblia, ya hay historia antes de la aparición del ser humano. Tanto que los griegos consideraban al dios de los hebreos una entidad muy incompetente. Un verdadero dios crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como muestra el relato bíblico. En el relato de la Creación, en siete días, ya hay historicidad. Y Paulo Freire, hombre de formación cristiana y militante adepto a los fundamentos del marxismo, supo percibir la importancia de la lectura del mundo como condición para la lectura del texto.

Al neoliberalismo no le conviene esta perspectiva. Por eso, no se puede hacer educación popular sin tener el “perchero vertical” en el que colgar las ropas… Ese “perchero” –el tiempo en cuanto historia– es fundamental para poder visualizar el proceso social y político. Esto sucede también en la dimensión micro de nuestras vidas. ¿Por qué hoy muchos tienen dificultad para hacer proyectos de vida? ¿Por qué hay jóvenes que llegan a los 20 años sin la menor idea de lo que pretenden ser o hacer en la vida? Para muchos de ellos, todo es aquí y ahora.

Por eso, si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. Y si creemos que la democracia debe ser, de hecho, el gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo, no queda alternativa sino adoptar el proceso educativo paulofreiriano que sitúa a los oprimidos como protagonistas políticos e históricos.

Cuando Paulo Freire volvió de 15 años de exilio, en agosto de 1979, nos encontramos en São Paulo. Éramos vecinos y con frecuencia lo visitaba. Estrechamos mucho nuestras relaciones personales.

Termino este homenaje con este texto que escribí el día 2 de mayo de 1997, fecha de la transvivenciación de Paulo Freire:“Ivo vio la uva”, enseñaban los manuales de alfabetización. Pero el profesor Paulo Freire, con su método de alfabetizar concientizando, hace que adultos y niños en Brasil y en Guinea-Bissau, en la India, en Nicaragua y en tantos otros lugares, descubran que Ivo no vio sólo con los ojos. Vio también con la mente y se preguntó si uva es naturaleza o cultura.

Ivo vió que la fruta no resulta del trabajo humano. Es Creación, es naturaleza. Paulo Freire enseñó a Ivo que sembrar uva es acción humana en y sobre la naturaleza. Y la mano, multiherramienta, despierta las potencialidades del fruto. Así como el propio ser humano fue sembrado por la naturaleza en años y años de evolución del Universo.

Coger la uva, aplastarla y transformarla en vino es cultura, señaló Paulo Freire. El trabajo humaniza la naturaleza y, al realizarlo, el hombre y la mujer se humanizan. Trabajo que instaura el nudo de relaciones, la vida social. Gracias al profesor, que inició su pedagogía revolucionaria con trabajadores del Sesi de Pernambuco, Ivo vio también que la uva es recogida por temporeros, que ganan poco, y comercializada por intermediarios, que ganan mucho más.

Ivo aprendió con Paulo que, aun sin todavía saber leer, él no es una persona ignorante. Antes de aprender las letras, Ivo sabía levantar una casa, ladrillo a ladrillo. El médico, el abogado o el dentista, con todos sus estudios, no son capaces de construir como Ivo. Paulo Freire enseñó a Ivo que no existe nadie más culto que otro, existen culturas paralelas, distintas, que se complementan en la vida social.

«Ivo vió la uva», y Paulo Freire le mostró los racimos, el parral, toda la plantación. Enseñó a Ivo que la lectura de un texto es tanto mejor comprendida cuanto más se inserta el texto en el contexto del autor y del lector. De esa relación dialógica entre texto y contexto, Ivo extrae el pretexto para actuar. En el inicio y en el fin del aprendizaje la praxis de Ivo es lo que importa. Praxis-teoría-praxis, en un proceso inductivo que torna al educando sujeto histórico.

Ivo vio la uva y no vio el ave que, desde arriba, mira la parra y no ve la uva. Lo que Ivo ve es diferente de lo que ve el ave. Así, Paulo Freire enseñó a Ivo un principio fundamental de epistemología: la cabeza piensa desde donde pisan los pies. El mundo desigual puede ser leído con la óptica del opresor o con la óptica del oprimido. Resultan lecturas tan diferentes una de otra como entre la visión de Ptolomeo, al observar el sistema solar con los pies en la Tierra, y la de Copérnico, al imaginarse con los pies en el Sol.

Ahora Ivo ve la uva, el parral y todas las relaciones sociales que hacen del fruto fiesta en el cáliz de vino, pero ya no ve a Paulo Freire, que se sumergió en el Amor la mañana del 2 de mayo de 1997. Nos deja una obra inestimable y un testimonio admirable de competencia y coherencia.

Paulo debía ir a Cuba, donde recibiría el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana. Al sentir dolorido su corazón, que tanto amó, pidió que fuese yo a representarlo. Pero yo tenía que ir a Palestina y no me fue posible atenderlo. Sin embargo, antes de embarcar fui a rezar con Nita, su mujer, y con sus hijos en torno a su semblante tranquilo: Paulo veía a Dios.

www.alainet.org

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2021/10/homenaje-en-el-centenario-de-su-nacimiento-por-frei-betto/

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Mundo: Aprendizajes inesperados

Aprendizajes inesperados

 

Lev M Velázquez Barriga

El coronavirus es una reacción de la naturaleza ante su mayor depredador: el ser humano. Tal aseveración pareciera un discurso de las izquierdas radicales que no comparten la visión de desarrollo del empresariado, pero no es así.

Klaus Schwab, articulador del Foro Económico Mundial de Davos, donde reúne a los líderes más influyentes del mundo pro capitalista, pone al descubierto en su libro “Covid 19: El gran reinicio” que esta pandemia y otros patógenos zoonóticos (transmisibles de un animal a un ser humano), son producto de la invasión que hemos hecho del hábitat natural de los animales; es decir, cambios de uso de grandes extensiones de tierra para la agricultura extensiva, extractivismo, deforestación, desarrollos turísticos y habitacionales, ganadería a gran escala, industrialización, contaminación ambiental, vías de comunicación y megaproyectos.

Schwab concluye que “cuanto más alteramos el medio ambiente […] mayor es el riesgo de nuevas pandemias”. No obstante, las agendas corporativas de las industrias 4.0 del Foro de Davos, mantienen estratos de las cadenas de valor en la extracción de materias primas para producir tecnologías avanzadas o su aplicación en la agroindustria, lo que sigue agudizando la crisis ambiental y, con ello, el peligro de la extinción de todo lo vivo. Además, parecen estar más preocupados por introducir un conjunto de tecnologías del siglo XXI con formas de explotación laboral del siglo XVIII, las cuales no han sido reguladas todavía por las legislaciones nacionales.

Lo que debió y debería ser en adelante, en palabras de Naomi Klein, “los años de la reparación” planetaria y de la humanidad, se han convertido en un laboratorio para instaurar la globalización del capitalismo informático, en donde la economía de plataformas y aplicaciones organiza la esclavitud digital con base en el control virtual del trabajo, de su ampliación a jornadas que superan las ocho horas, experimentando vínculos laborales sin reconocimiento; si los milenials concibieron como precarios los contratos de renovación semestral, las generaciones posmilénicas padecen la extinción de la relación contractual y la noción de trabajador, sustituidos por la prestación de servicios individuales, también llamados “socios”, en tiempos infinitesimales, minutos u horas, tal como lo hace UberRappiDiDi o empresas similares.

Naomi Klein, nos advierte que los tiempos de la reparación no se limitan a la restauración de los edificios de escuelas y hospitales, precisamente donde muchos de nosotros hemos ubicado nuestras preocupaciones; pareciera que el reacondicionamiento de infraestructura es lo único, si no, lo más importante que nos detiene para regresar a la normalidad escolar y educativa. De ser así, no habremos aprendido casi nada de la pandemia ni de aquellos primeros debates en los que juramos no volver jamás a la normalidad capitalista, porque justamente eso es lo que puso en crisis el sistema educativo.

La escuela de la pandemia y de la pos pandemia, no ha reaccionado de frente al modelo de superexplotación de la naturaleza, productor de las enfermedades que están amenazando a la humanidad en las ultimas y las posteriores décadas; a la agudización de la violencia familiar y de género; a la profundización de las desigualdades sociales históricas y de nuevas situaciones de infopobreza; al laboratorio de precariedades laborales que se experimentan en las generaciones de juventudes abandonadas a las economías digitales no reguladas por ninguna legislación de protección laboral.

Preocupa que el regreso a las clases presenciales sea también la vuelta a los aprendizajes preestablecidos en el currículo lineal. Lo que aconteció con la pandemia fue lo inesperado, la incertidumbre como principio de una realidad en constante cambio; ni los pronósticos basados en la estadística y la ciencia cuantitativa sobre el comportamiento del virus instalado en la sociedad han sido verdades inamovibles. Lo esperado, lo cotidiano, lo de siempre y las inercias de las trayectorias escolares no caben en las emergencias, son de hecho un problema para superar las situaciones de crisis. ¿Por qué entonces la necedad de resituarse en los aprendizajes esperados?

En oposición a esta manifestación del pensamiento unidireccional, coincido con otros pedagogos mexicanos que han señalado que lo urgente y más importante es reconocer, reflexionar y recuperar los “aprendizajes inesperados”; es decir, los que resultaron de la inteligencia y la creatividad humana en contextos excepcionales, justamente para comprender realidades disruptivas, para enfrentarlas sin quedarse pasmados ante el advenimiento de su complejidad abrumadora y luego resolverse como colectividades emancipadoras, críticas y propositivas en constante transformación de sí y de sus contextos.

Necesitamos pensar un currículo para la emergencia; romper las dinámicas lineales, atrevernos a cambiar lo instituido. Resulta impensable enseñar historia u otras disciplinas que no sitúen críticamente los puntos de quiebre que nos llevaron a la crisis ambiental y a las reacciones de autodefensa de la naturaleza; no podemos seguir replicando la formación de habilidades digitales distanciándose de la resolución de las necesidades humanas. Es urgente aprender ciencias que expliquen los problemas de la salud de nuestro tiempo, que diserten sobre la producción y las prácticas de consumo sustentable, orientados por los conocimientos de la seguridad alimentaria; no debemos continuar con un tipo de gestión escolar gerencial, negando la imperiosa necesidad de construir posibilidades económicas cooperativas. Todo parece indicar que la emergencia no será la excepción, sino la condición característica de nuestro tiempo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información:  https://rebelion.org/aprendizajes-inesperados/

 

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