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Guatemala y el lento tejido de la esperanza de un pueblo

Por: Alberto Miguel Sánchez

Amplios sectores de la sociedad guatemalteca se han sumado a las protestas junto a diferentes espacios políticos progresistas y revolucionarios.

Guatemala vive por estos días jornadas de protestas que se han ido agudizando ante la ausencia de respuestas oficiales a las demandas de amplios sectores de la sociedad. El reclamo es por la precaria situación socio-económica que sin dudas se ha visto agravada por los efectos de la pandemia global.

Los movimientos campesino aglutinados en CODECA (Comité de Desarrollo Campesino) han motorizado las movilizaciones con cortes de carreteras y un desarrollo en amplias regiones del país. Este movimiento exige la renuncia del presidente Alejandro Giammettei, la implantación de un gobierno transitorio y la convocatoria a una Convención Constituyente Popular y Plurinacional.

Amplios sectores de la sociedad guatemalteca se han sumado a las protestas junto a diferentes espacios políticos progresistas y revolucionarios. La intención es conformar un bloque desde el cual se puedan elaborar propuestas conducentes a superar el momento actual y avanzar en un sentido transformador y en favor de las mayorías postergadas.

Lo que está sucediendo ahorita en Guatemala es que la coyuntura sigue siendo la misma que comenzó hace unos años, que la provocó la CISIG (Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala)” explica a PIA Global Pablo Soto Orantes, dirigente del Movimiento Progresista Tejiendo Pueblo, con amplia participación en las protestas actuales en toda Guatemala. “Esta fue una comisión creada como parte de los acuerdos de paz que lo que pretendía era desarmar y desarticular todas las organizaciones mafiosas y clandestinas del aparato del estado que habían sido creadas como parte de la lucha contrainsurgente. Sin embargo, fue realizada con el objetivo de una supuesta lucha contra la corrupción y para desbaratar todas las instituciones corruptas y mafiosas que estaban enquistadas en el estado guatemalteco. A partir de ahí se ha venido desarrollando la lucha contra la corrupción que apoyan amplios sectores políticos y sociales. Y el Estado, en esa alianza oligárquica y militar, ha cerrado filas, al ser ellos los que han tenido el control histórico del aparato estatal y al mismo tiempo los que han sido acusados y señalados como parte de una estructura corrupta en la administración de lo público”.

Soto Orantes analiza el contexto actual y hace una retrospectiva que permite comprender en profundidad la situación y las dificultades de los sectores populares para plantear una opción de transformaciones estructurales:

En Guatemala, la caracterización que tiene el movimiento popular, progresista y revolucionario, después de los acuerdo de paz y producto de errores que se cometieron en el momento de la firma de dichos acuerdos y posteriormente, es que hubo una separación de todo ese movimiento popular y social que estaba de algún modo articulado a la vanguardia revolucionaria de las organizaciones que componían la URNG, que eran las organizaciones armadas que dirigían la guerra en el país y lo que hubo en realidad, fue una dispersión, una fragmentación acompañada de una ONGización del movimiento popular y social”.

Pablo Soto Orantes es dirigente del Movimiento Progresista Tejido Pueblo.

En relación a la actual situación del país, Soto Orantes afirma sin titubear que “el gobierno es parte de una alianza militar con un sector de la oligarquía mafiosa, un capital emergente producto de la mafia y la corrupción, y las medidas que ha tomado el Estado en continuidad con lo que ha realizado el anterior gobierno es expulsar a la CISIG y desarmar toda esa institucionalidad que luchaba contra la corrupción y que se formó producto de la presencia de dicha comisión en el país. Ello ha generado un malestar muy grande y un rechazo muy fuerte en amplios sectores de la sociedad por los enormes niveles de corrupción que se han evidenciado fundamentalmente en relación a la situación sanitaria y la aceleración de la crisis general causada por la pandemia del Covid-19”.

El dirigente progresista afirma que la dispersión existente en los sectores populares y la carencia de un programa unitario de lucha con objetivos definidos, dificulta la acción de masas y facilita la acción reaccionaria del gobierno.

Soto Orante afirma que “hay una falta de liderazgo, ausencia de un planteamiento que aglutine. En estos momentos la lucha contra la corrupción es lo que unifica a todo el mundo, pero no deja de ser un planteamiento acéfalo que no trae una propuesta política por parte del conjunto de las organizaciones progresistas o revolucionarias. Lo más avanzado es el planteo de la creación de un nuevo Estado, cuando se habla de un Estado Plurinacional, sin embargo, tampoco existe un planteo profundo que explique la forma y el objetivo de ese estado y el modo en que se constituiría”.

La historia de los movimientos revolucionarios que desarrollaron la lucha durante décadas en Guatemala se mantiene viva en la palabra de Soto Orantes que afirma la importancia y el deber de mantener los ideales revolucionarios y poseer la capacidad de construir un programa político y de lucha que aglutine todo el malestar existente unificando las fuerzas para poder ofrecer una concreta opción de cambio. “Si se concluye en la idea de crear un Estado Plurinacional, eso debe ser desarrollado en profundidad, explicarlo y darle viabilidad mostrando a la gente que por ahí va la cosa, que sí es posible y que lo que se está planteando es una verdadera transformación en favor de los sectores postergados”, dice Soto Orantes .

Desde una perspectiva de autocrítica hacia los núcleos que conformaron las fuerzas insurgentes y de izquierda Soto Orantes establece una diferenciación: “Nuestra postura siempre fue acorde a mantener una posición opuesta al Imperio. En Guatemala, la izquierda en su conjunto, en general se ha plegado no solo a la CISIG sino a lo que ésta representa, que son principalmente los intereses geopolíticos del Imperialismo en la región. Entonces ven que a través de la injerencia norteamericana y el apoyo a la lucha contra la corrupción entre comillas, es que se puede resolver los problemas porque a quienes están atacando son a los que gobiernan y que son los enemigos históricos nuestros”.

Y agrega, para que no queden dudas de su mirada y de la postura del espacio del que forma parte: “Nosotros no nos oponemos a que se juzgue, ni que se ataque a ese enemigo, al contrario, pero si hemos señalado que no estamos de acuerdo en que se instrumentalice esa instancia de lucha contra la corrupción para la injerencia y los propósitos del Imperialismo en la región. Y ese es un elemento que esta también dentro de las fuerzas progresistas y democráticas, porque eso ha llevado a que muchas de estas organizaciones, ONG´s, incluso partidos, tomen una posición como ellos dicen “de centro”, alejándose de la Revolución Bolivariana, de Cuba, de Nicaragua a los que incluso los condenan como corruptos. En definitiva han sumado al discurso de la lucha contra la corrupción, porque ven que la ayuda que Estados Unidos ha prestado a la CISIG desde la Embajada pues, como tiene un efecto se montan sobre esa ola para tratar de lograr los propósitos de lo que ellos dicen la izquierda no ha sido capaz de lograr aquí. Es una situación compleja y difícil, pero creemos que ahorita hay elementos y una situación favorable de la cual puede surgir un movimiento social y popular fuerte, en la lucha contra la corrupción pero fundamentalmente por instrumentar transformaciones estructurales y convertir toda esa fuerza en lucha contra el neoliberalismo pero habría que inyectarle también el elemento de la soberanía”.

La existencia de movimientos campesinos que se fueron estructurando a partir de la defensa de los territorios, oponiéndose al modelo extractivista y monocultivador, conforman una fuerza que ha ido creciendo en los últimos años y que se ha venido expresando de diferentes formas aunque todas ellas de modo disperso y sin una articulación estratégica. Soto Orantes asegura que “ese movimiento tiene una característica de movimiento comunal, sobre todo en los pueblos originarios. Es un movimiento que nosotros valoramos, que ha crecido con fuerza y que es una nueva expresión de lucha en el país, la cual también es un elemento aglutinador. Sin embargo, sigue estando disperso y fraccionado, no hay todavía una vanguardia y un planteamiento que unifique a toda esa fuerza social en el territorio y en una fuerza política para la disputa del poder”.

Soto Orantes analiza los desafíos del movimiento popular guatemalteco y observa la necesidad imperiosa de vencer la fragmentación y construir pacientemente un programa político y de lucha que permita aglutinar a amplios sectores. Algo nuevo que deje atrás todas las diferencias y la división que se ha dado principalmente por intereses personales y un sectarismo muy fuerte.

En Guatemala lastimosamente ahorita la mayoría de la izquierda tiene una posición que la lleva incluso a atacar muy fuerte a los procesos revolucionarios profundos como el Bolivariano, la Revolución Cubana y ni hablar de la Revolución Sandinista y Daniel Ortega en particular. Las organizaciones de mujeres o de defensa del medio ambiente se han vuelto enemigas de las posiciones revolucionarias y acaban haciendo el juego a la injerencia imperialista en el país y en la región, a partir de planteos de la lucha contra la corrupción y los derechos humanos, pero alejándose de las posiciones transformadoras. En ese escenario estamos nosotros tratando de desarrollar un planteamiento distinto, nuevo, pero que sí mantenga los elementos revolucionarios de la soberanía y la no injerencia, contra el neoliberalismo y contra el imperialismo”.

En referencia a las protestas que se vienen sucediendo en las últimas semanas, Soto Orantes asegura que “hay un agotamiento de la paciencia de los pueblos, principalmente de la población más vulnerable, que se origina por toda la gestión del gobierno y la corrupción en torno a la situación económica que se ha visto agravada por la pandemia y las respuestas oficiales que han sido totalmente insuficientes y que en realidad han servido al poder para aprovechar la circunstancia y robar”.

En este sentido el dirigente guatemalteco especifica su mirada acerca de la corrupción enquistada en el poder y en relación a la actual pandemia: “Se han pedido sumas inmensas del presupuesto para ser usados en la lucha contra el Covid-19 y el país está cada vez en una situación más vulnerable. El alza de los precios de la canasta básica, se ha elevado el costo de la vida y la situación de salud es cada vez más precaria, más grave. El país hoy mismo está en rojo, un gran nivel de contagios y una mortalidad muy grande. La vacunación todavía sigue siendo una situación muy limitada por falta de una política del gobierno, primero de concientización, después de toda la corrupción que ha habido en torno a la vacunación. Se gastaron sumas inmensas de dinero supuestamente para la compra vacunas pero la mayoría de las vacunas que han venido al país son de donación ”.

Como es de conocimiento, el gobierno guatemalteco en su intento de protegerse de las investigaciones de casos de corrupción en el Estado, en los últimos meses destituyo a los fiscales Juan Francisco Sandoval y Clara Valenzuela. Ambos son miembros de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), contrariando con ello incluso los objetivos del gobierno norteamericano que tras el discurso de la lucha anticorrupción busca encubrir sus verdaderos objetivos geopolíticos en la región centroamericana.  Es necesario mencionar como constatación de los intereses en pugna, que Sandoval en febrero fue galardonado como uno de los “Héroes anticorrupción” por el Departamento de Estado estadounidense.

Para Soto Orantes, Estados Unidos acciona toda su presión “porque eso genera en el país una situación social conflictiva que estimula la migración ilegal a EEUU en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Ese es uno de los problemas que más afecta a EEUU, ya que dichos movimientos humanos se desarrollan bajo formas de grandes caravanas de familias creando un serio problema para la propia seguridad fronteriza que incluso ha llevado a crear cárceles de menores en la frontera, la deportación y la separación de familias enteras. Por eso, como prioridad ellos apuntan a la lucha contra la “corrupción” para presionar al gobierno nacional y que realmente haya mejoras y de ese modo detener la oleada migratoria”.

Para englobar los conceptos en relación al contexto actual y los objetivos de los espacios políticos revolucionarios guatemaltecos, Soto Orantes asevera que “el movimiento que se está desarrollando en estos días generando importantes convocatorias y convocado por CODECA junto a otras organizaciones entre las cuales nosotros estamos apoyando y participando activamente porque creemos que en este momento ellos incorporan un elemento que sí es unificador y que trasciende, más allá de la renuncia del presidente porque sí plantea la transformación del Estado y la creación de un nuevo Estado Plurinacional en Guatemala. Esto tiene una connotación más profunda porque habla de un nuevo estado, de un planteamiento que nace de la resistencia de las comunidades y de los pueblos originarios  y que si bien aún carece de un claro planteamiento político se está trabajando en ello”.

Nosotros creemos que ahorita el tema del Estado Plurinacional es un elemento movilizador de lucha y estamos planteando que esa unidad de acción debe ser programática para transformar verdaderamente el Estado, pero para ello hay que trabajar el concepto y los elementos de este estado plurinacional para que realmente sean incluyentes de todos los sectores, rescatar los planteamientos de los Acuerdos de Paz cuando definieron el nuevo estado que debía construirse y que fue derrotado por la manipulación. Nosotros creemos que en este momento, la creación de un Estado Plurinacional es un elemento que puede movilizar en torno a la ruptura y dar un paso por la lucha social de masas hacia un proceso de transformaciones más profundas. Las movilizaciones de los últimos días han sido bastante fuertes en torno a estos planteamientos y de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, popular y plurinacional. Nosotros, como Movimiento Progresista Tejiendo Pueblo estamos concentrados en esas líneas de acción, en la formación de nuestros cuadros y en la organización en vista a lo que consideramos esencial, que es la reconstrucción del movimiento revolucionario y queremos trabajar ese proceso acumulando fuerzas y reestructurando las bases, el músculo político, ideológico y social que rescate los planteamientos de soberanía, antiimperialismo y que permita desarrollar una acción política clara y con profunda inserción en las masas”.

*Alberto Miguel Sánchez es historiador y colaborador de PIA Noticias.

Fuente de la información e imagen: https://portalalba.org

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Un sindicato al servicio del Estado

Por: Sergio Martínez Dunstan

 

Recién se publicó, en este espacio, el último de tres artículos de mi autoría sobre las condiciones inherentes al ejercicio de la profesión docente al momento de anunciarse la Jornada Nacional de Apoyo al Regreso Seguro a las Escuelas por parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Las declaraciones recientes de quien lo encabeza me confirma lo que escribí en el texto “Por un sindicalismo al servicio del magisterio”. Ahí advertí que la reforma educativa le arrebató a las organizaciones sindicales la prerrogativa de representar a los docentes en la protección de los derechos profesionales dejándo al profesorado la libertad de interponer su defensa debido a su participación individual y voluntaria en el Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros. Los líderes sindicales han quedado obnubilados, preocupados por mantenerse en el poder, expresé.

Quienes manejan los destinos del SNTE han estado del lado del gobierno y a espaldas de sus agremiados en la decisión presidencial del regreso a las clases —llueve, truene o relampaguee— a partir del treinta de agosto. Han puesto al SNTE al servicio del Estado. El Secretario General Alfonso Cepeda Salas (ACS), a través del Comunicado 28-2021, señaló que los representantes efectuarían recorridos, plantel por plantel, en cada entidad federativa para conocer con exactitud las condiciones en las que se encuentran y reportar a las autoridades municipales, locales y federales las necesidades de infraestructura y servicio.

En la entrevista concedida a Noticieros Televisa (https://bit.ly/3iTfGFa), Cepeda Salas mencionó que era tiempo de volver a las escuelas. “Hay consensos, los maestros tienen la disposición, la mayoría, de regresar a clases”. Lo reiteró al día siguiente, en la Conferencia Matutina del doce de junio (https://bit.ly/2W4OCKa). En su intervención destacó que por indicaciones del Sr. Presidente al magisterio fue un grupo de prioridad en la vacunación, tuvo certeza laboral mediante la concesión de plazas de base, no hubo despidos laborales durante la pandemia ni disminución de sueldos y prestaciones además de los incrementos salariales en los últimos dos años. “La inmensa mayoría de los maestros de México ratificamos el compromiso de apoyar el regreso a clase presenciales”. Y, tras participar en la LIII Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Autoridades Educativas (CONAEDU), confirmó que el regreso a los salones de clases para el personal docente es obligatorio “porque para eso se nos da un salario. Ya tuvimos año y medio de confinamiento, protegidos, seguros, ya nos vacunaron, entonces hay que salir a justificar el sueldo, las prestaciones que recibimos” según la nota de Laura Poy Solano publicada en el diario la Jornada (https://bit.ly/3k4a7D5).

Si tal aseveración la hubieran externado las autoridades educativas, desde esa perspectiva, se comprendería aunque fuera igualmente reprochable, pero no se han atrevido a tanto. Pero lo dijo el Secretario General del SNTE. Bueno, hasta el mismo Presidente ha dicho que los maestros tienen la libertad para volver a los salones (https://bit.ly/2VWltR6). ¿Hay un doble discurso? ¿La postura cambió?

El dirigente del SNTE resultó más papista que el papa. Es tan sorprendente su pronunciamiento que despierta la curiosidad por conocer las razones que lo motivaron a actuar de esa manera. ¿Lo hizo por cuenta propia? ¿se puede considerar como postura del gremio? ¿está respaldada por los órganos de gobierno sindical, el Comité Ejecutivo Nacional y los Secretarios Generales de las Secciones del país? ¿hubo acuerdo previo con el gobierno para mostrar dicha actitud? ¿el gobierno le dio línea? ¿le impuso el discurso? ¿se acomodó o lo acomodaron? ¿existe contubernio entre el sindicato y el gobierno? ¿al sindicato lo llevaron al baile o el sometido sólo fue el máximo líder del SNTE? ¿a cambio de qué? ¿para sacrificarlo e ir preparando su salida? ¿para mantenerlo en el cargo? Ni siquiera le importó a Cepeda Salas faltar a su palabra que “confían en que se cumplirá con las 3 V: semáforo epidemiológico en verde, vacunación a todos los trabajadores de la educación y asistencia gradual y voluntaria”, Comunicado 14-2021.

No es una enunciación en particular sino la narrativa. No sólo son los dichos sino los hechos. El problema, realmente de fondo, no son los líderes que imponen su sesgada visión en la conducción de las organizaciones gremiales si es que no la falta gubernamental de dejarlos actuar sin rendirle cuentas a nadie. Unos desacatan la ley y otros son omisos en sus atribuciones. Por no cumplir ni hacer cumplir la ley. Lo señalé en mi colaboración titulada “Democracia Sindical”. La actual dirigencia del SNTE ha estado violentando flagrantemente el marco jurídico normativo de la reforma laboral. Ha sido conminado por la Cámara de Diputados a apegarse al Estado de Derecho. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social lo observó. Diversas expresiones al interior del SNTE han venido luchando por hacer valer la libertad sindical. Mientras el magisterio resiste y lucha. El mismo presidente lo dijo con claridad meridiana al manifestar su opinión, a petición expresa de una periodista, sobre las lagunas legales para la renovación de los liderazgos que podrían permitir perpetuar la duración del mandato, Conferencia Matutina del 7 de octubre del 2019 (https://bit.ly/37QCD5w). “No van a haber excepciones. Tiene que haber democracia sindical. Se tiene que aplicar la ley. También es un llamado a los trabajadores para que ellos hagan lo que les corresponde. Que no sigan tolerando dirigentes que no los representan. Nosotros no podemos cambiar a un dirigente sindical, pero los trabajadores sí. Que hagan sus gestiones y que se haga valer democracia. La libertad no se implora, se conquista”.

 

El actuar de Alfonso Cepeda Salas Secretario General del SNTE refleja un desapego al estado de derecho. Es un golpe a la democracia sindical. Se hace necesario proyectar el modelo de organización sindical acorde a los tiempos actuales con visión de futuro.

Carpe diem quam minimun credula postero

Fuente de la información: https://www.educacionfutura.org/un-sindicato-al-servicio-del-estado/

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El abuso del poder

Por: Carolina Vásquez Araya

Las decisiones políticas comienzan a revelarse como intentos de control absoluto.

Durante mucho tiempo las sociedades occidentales creyeron a pies juntillas en la prevalencia absoluta de sus valores democráticos, bien establecidos en sus textos constitucionales y, mejor aún, fuertemente impresos en el inconsciente colectivo. Sus derechos, sus espacios de libertad y sus responsabilidades sociales han sostenido -durante generaciones- un ideal sobre el cual se erigen proyectos de nación y se alimenta la ilusión de lograr sus aspiraciones colectivas. Dentro de ese marco ha tenido cabida la creación de instituciones confiables para la defensa de los valores cívicos, gracias a innumerables batallas en función de esos objetivos.

Hoy ya nadie está tan seguro de esa realidad. Poco a poco, y gracias a un estado de emergencia consecuencia directa de un sospechoso brote viral, ciudadanos de cualquier punto del planeta han visto cómo sus entornos vitales se han transformado, así como cuántas de sus libertades y derechos han pasado a ser objeto de medidas restrictivas; pero no desde las autoridades científicas y sanitarias, sino desde las plataformas políticas y los centros de poder económico, que han visto en esta catástrofe la oportunidad para ejercer un control absoluto.

La nueva realidad de hoy constituye una amenaza real a los sistemas de gobernanza fundados sobre el equilibrio de poderes. La imposición de medidas, en el contexto actual, se ha convertido en la nueva normalidad, dejando prácticamente sin recursos de oposición a millones de personas alrededor del mundo. Estas, sometidas a decisiones que muchas veces atentan contra los sagrados derechos establecidos en normas y tratados, en textos constitucionales y tradiciones, se ven atrapadas en una red de la cual les resulta difícil escapar.

En la actualidad, se observa con estupor a gobernantes carentes de autoridad científica alguna, establecer prohibiciones para el uso de medicinas o tratamientos, basándose en criterios de interés económico y en sus vínculos con grandes consorcios farmacéuticos. Se observa, también, la manera cómo con la mano derecha restringen la movilidad de la ciudadanía en áreas públicas y en horarios determinados, mientras con la mano izquierda se permiten favorecer a sus aliados del sector empresarial y ejercen una férrea represión contra cualquier intento de protesta ciudadana.

El tema de las vacunas, por otro lado, un elemento objeto de innumerables discusiones en el campo académico científico y sobre el cual, después de más de dos años, aún no existe consenso ni un flujo de información totalmente confiable para la población, es hoy una piedra de toque capaz de provocar una grave escisión entre gobernantes y gobernados. Por un lado, porque los primeros poseen el mecanismo de la obligatoriedad y, por el otro, debido al criterio de libertad individual para decidir, cada quién, sobre lo que mejor le convenga en lo referente a su salud, de acuerdo con los valores democráticos.

La crisis está servida. El pulso entre los gobiernos administrados desde una visión incompatible con los valores democráticos y ciudadanías conscientes de cómo esos valores se evaporan bajo la amenaza de restricciones orientadas hacia el control absoluto, es el germen de un peligroso giro hacia sistemas dictatoriales ajenos a sus principios democráticos y, por supuesto, alejados de la búsqueda de diálogos y consensos. Lo que hoy espera a la ciudadanía es un verdadero enigma, dado el escaso espacio permitido a su participación en algo que le compete de manera tan directa. En esta delicada coyuntura se esperaría un mejor manejo de la crisis, pero desde las instancias científicas y no desde los intereses espurios de gobernantes cegados por su ambición de poder. Un objetivo nada fácil, pero indispensable para garantizar, a tantos habitantes de este planeta, que su vida vale.

El poder absoluto es un ideal capaz de convertir a democracias en crueles dictaduras.

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com/el-abuso-del-poder/

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¿Conquistadores o «libertadores»?

El trasfondo histórico del coloniaje es una marca distintiva de la historia latinoamericana.

El 1 de marzo de 2019, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dirigió una carta al Rey Felipe VI, de España (lo mismo hizo en carta dirigida al Papa Francisco), en la cual sostiene que ese año se cumple medio milenio de la llegada de Hernán Cortés, que en 2021 el país conmemorará 500 años de la caída de Tenochtitlán y celebrará, el 21 de septiembre, 200 años de su independencia. En consecuencia, dice la carta, es necesario reflexionar sobre los hechos del pasado, porque la conquista “se realizó mediante innumerables crímenes y atropellos«; implantó “un ordenamiento social basado en la segregación de castas y razas; se impuso la lengua castellana y se emprendió la destrucción sistemática de las culturas mesoamericanas«; y, por tanto, “México desea que el Estado español admita su responsabilidad histórica por esas ofensas y ofrezca las disculpas o resarcimientos políticos que convengan” (https://bit.ly/3mck5ot). La carta dirigida al Papa tiene el mismo sentido, pues igual disculpa se espera de la iglesia católica. Obviamente, la carta provocó malestar en España y la respuesta de su gobierno, que “lamenta profundamente” el texto y sostiene: “La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas” (https://bit.ly/3y2aymf).

El desencuentro político y diplomático no ha terminado, porque el gobierno de México ha vuelto a plantear su posición crítica frente a la conquista española, con motivo de que el pasado 13 de agosto precisamente se recordó la caída de Tenochtitlán. Un twitter de VOX, el partido de la ultraderecha española, dio un motivo adicional, pues sostuvo: “Tal día como hoy de hace 500 años, una tropa de españoles encabezada por Hernán Cortés y aliados nativos consiguieron la rendición de Tenochtitlán. España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas. Orgullosos de nuestra Historia” (https://bit.ly/3k2Q7k3).

Desde la perspectiva historiográfica, el tema no es reciente. La interpretación conservadora más antigua sostiene que, ante el avance del protestantismo en Europa, Dios premió a la España ultracatólica y unificada por los reyes Fernando e Isabel, con el descubrimiento de un nuevo continente, sobre el cual pudo iluminar a nuevos pueblos con la religión verdadera del mundo. Sin embargo, Fray Bartolomé de las Casas destacó los horrores de la conquista, lo cual dio origen a la “leyenda negra” que, según la interpretación española, fue alimentada por Gran Bretaña, como potencia imperialista que, a su tiempo, quería derrotar al poderío español, atacándolo, a fin de resaltar las colonizaciones “pacíficas” en manos británicas.

De hecho, otra tradición historiográfica ha sostenido que los indios americanos consideraron a los españoles como “dioses”, pues sus augurios, mitos y creencias llevaron a esa conclusión. No fue solo entre los aztecas de México, sino también entre los Incas, como lo ha sostenido Nathan Wachtel en su libro Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1976), quien considera, en definitiva, que la visión indígena explica, mucho más que las armas europeas, su propia derrota. Pero, Camilla Townsend, en su libro El Quinto Sol. Una historia diferente de los aztecas (2019), desmitifica el supuesto carácter sanguinario de los aztecas, y recientemente aseguró: “Es un disparate, los aztecas no veían a los españoles como dioses” (https://bit.ly/2UEKH6o). A su vez, en Los conquistadores. Figuras y escrituras (1999), el historiador Jacques Lafaye, sostuvo que los españoles, en cambio, consideraban sus acciones como proyección, en otras geografías, de la guerra contra los moros, a los que lograron expulsar de la provincia y, además, asumían la conquista como misión salvadora de otros pueblos.

Desde luego, no faltan quienes interpretan la conquista como “liberación” de unas poblaciones sometidas por los aztecas o por los incas, según sea el caso, ya que eran imperios opresores de pueblos a su vez conquistados con anterioridad a la llegada de los españoles, Así lo hace Marcelo Gullo en su obra Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán (2021). Pero no es el único. Y la guerra del Tahuantinsuyo explica bien la situación: las poblaciones que habían respaldado a Huáscar, vieron en los conquistadores, a seres que podían ayudarles a tomar venganza contra Atahualpa, el Inca vencedor y contra quien tenían serios motivos para rebelarse. En Ecuador la historia tradicional consideró a Huáscar como traidor y quien se levantó contra el Inca “legítimo”; pero en Perú se sostenía todo lo contrario. Estas visiones paralelas se sujetaron, largo tiempo, al conflicto territorial que los dos países mantuvieron en su vida republicana.

Con motivo de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a lo que hoy es América, las pasiones se encendieron: España habló del “encuentro” de dos mundos; pero las poblaciones indígenas latinoamericanas rechazaron la conquista, que destruyó las estructuras de su vida económica, social y cultural. A propósito de las fiestas de la fundación española de Quito (1534), hay quienes rechazan la conquista, pero también ha surgido un grupo de “hispanistas” que el pasado diciembre colocó ofrendas y gritó vivas y consignas a favor de la reina Isabel La Católica y del conquistador Sebastián de Benalcázar.

Se trata, pues, de polémicas historiográficas y políticas, que dependen de los intereses a los cuales se quiere defender o posicionar. Sean dioses u hombres, héroes o villanos, una España monárquica civilizadora en América o destructora de pueblos, solo una perspectiva de largo plazo permite poner en claro los acontecimientos. Porque, en esencia, la conquista fue un hecho brutal, y el triunfo de los conquistadores sobre indios finalmente sometidos y subordinados, permitió el florecimiento de la época colonial, que duró hasta los procesos de independencia de las primeras décadas del siglo XIX. No existen más los sistemas económicos y sociales que aztecas o incas crearon antes de la conquista. La crisis poblacional y la destrucción material son evidentes. Tenochtitlán fue arrasada. La colonia formó parte del proceso de acumulación originaria o primitiva del capital. Sin duda creó una nueva cultura, favoreció el mestizaje, determinó la forma en que América Latina moldeó su economía y su incursión en la vida mundial durante la Edad Moderna y parte de la Edad Contemporánea. Imposible negar que el coloniaje creó el trasfondo primario-exportador de la región y sentó las bases de la enorme brecha social producida por las castas, el dominio de los “blancos” y la miseria de los indígenas en la época colonial. Sobre esas bases se construyeron las repúblicas latinoamericanas que largamente edificaron sistemas oligárquicos propios, nacionales. La dependencia externa fue gravitante desde la época colonial y la vida de las repúblicas encontró nuevas formas de mantenerla para beneficio de las clases dominantes y explotadoras: terratenientes, comerciantes, algunos banqueros y al comenzar el siglo XX ciertos manufactureros e industriales.

Desde luego, España no tiene que ver con la edificación de las formas y sistemas de dominación y explotación construidos en la América Latina contemporánea y que responde a las particulares formas en que se produjo el desarrollo capitalista de la región. Pero el trasfondo histórico del coloniaje es una marca distintiva de la historia latinoamericana. Nuestras ciencias sociales han investigado sobre el tema permanentemente y han observado esos procesos del pasado remoto, porque sin esa perspectiva no se comprendería el presente.

Historia y Presente – blog – www.historiaypresente.com

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La Universidad Venezolana: elementos para el debate sobre la transformación cualitativa de las universidades. (Video)

Por: Luis Bonilla-Molina 

En esta oportunidad Luis Bonilla-Molina expone los elementos de contexto del sistema mundo capitalista y las tensiones existentes en el campo de las alternativas anti capitalistas, sin las cuales es imposible abordar una transformación cualitativa de la universidad.

Contexto y tensiones que construyen una brecha epistémica que es necesario resolver con claridad conceptual y voluntad política transformadora

La Universidad Venezolana: elementos para el debate sobre la transformación cualitativa de las universidades

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La política en el antropoceno: tiempo de desbordamiento e imaginación

Por: Emiliano Teran Mantovani

Todavía la crisis climática y la noción de los “límites del planeta” son percibidas por buena parte de la población como cuestiones para un futuro próximo: pero ya hemos cruzado el umbral de un nuevo mundo.

Antropoceno y tiempo de desbordamiento: los nuevos paisajes de la política

Antier era el colapso de la nación venezolana y su gran crisis migratoria, los incendios en la Amazonía o las múltiples revueltas en varias partes del mundo como Líbano, Hong Kong, Irak, Ecuador o Chile; ayer, el inicio de una pandemia global que ha tomado formas nunca antes vistas, el asalto al capitolio de los Estados Unidos, el desplome histórico en negativo de los precios del petróleo, la cotización del agua en bolsa de valores o la dramática crisis haitiana, intensificada con el magnicidio de Jovenel Moïse. Evento tras evento que al parecer se suceden cada vez con más frecuencia, eventos que se agolpan. El tiempo de hoy es fundamentalmente un tiempo convulso y abrumador, que ahoga el pasado e invisibiliza el futuro. Capas sobre capas de crisis se solapan, se entrecruzan.

Y todo este complejo y conflictivo tejido socio-político se despliega y reproduce en los vastos entramados ecológicos del planeta Tierra, unos entramados que hoy se encuentran intoxicados y enfermos de capitalismo, modernidad y lógicas civilizatorias. El año 2021 nos sobrecarga de eventos climáticos extremos, como un cuerpo-Tierra que nos habla, en su lenguaje, de este tiempo-convulsión que avanza: heladas históricas como las de Madrid, Moscú, Texas, preceden a la «cúpula de calor» del nor-occidente de Canadá y EEUU, los 80º C en Lut (Irán) y Sonora (México), las inundaciones en Alemania y China, o los incendios en Siberia, Grecia y Turquía, por mencionar varios de los ejemplos más visibles.

Todavía la noción de los “límites del planeta” y la crisis climática son percibidas en buena parte de la población, como cuestiones para un futuro próximo. Pero parece que, muy al contrario, estamos ya al interior de esta crisis. Hemos cruzado el umbral de un nuevo mundo. Y quizás nos encontramos en un largo período en el cual estamos, como humanidad, tratando de dimensionar los significados y sentidos de este nuevo mundo.

En el siglo XXI cada vez es más común, en los debates académicos, políticos e institucionales, la noción de antropoceno, para señalar el surgimiento de una nueva era geológica en la cual el humano se ha convertido en la principal variable de cambio planetario. Y justamente, hablar de antropoceno tiene, en verdad, muchas implicaciones: no se trata sólo de una crisis ambiental en los términos más tradicionales, más bien nos remite a la vastedad que supone inscribir y pensar nuestra crisis en la larga historia de la Tierra, y del homo sapiens; a la vastedad del impacto del orden civilizatorio dominante, de la ruptura metabólica, que se ha generado sobre esta extensa geo-historia, o de la configuración de lo que podríamos llamar una geología política; a la vastedad que implica la interpelación a los propios sentidos de la vida, a los sentidos del ser humano y su rol histórico en el planeta. Se trata de un cuestionamiento demasiado profundo como para tomarlo a la ligera.

Este nuevo mundo es de difícil comprensión, de a ratos se presenta inasible. Quizás lo que lo va definiéndolo no es lo que lo forma, sino más bien lo que se está desestructurando del viejo mundo. Si hay algo que se va haciendo presente en cada ámbito de la vida socio-política, de la vida en la Tierra, es el desbordamiento: desbordamiento de la capacidad de recuperación e integridad de los ecosistemas; cadenas de puntos de inflexión y sistemas caotizados; asalto a las últimas fronteras planetarias; desbordamiento de los sistemas políticos y la gobernabilidad; desbordamiento demográfico, epidemiológico, urbano; y también, se desbordan los marcos de comprensión dominantes, los límites de lo impensado, de los horizontes éticos (desde la evolución del desencanto, la contingencia y el relativismo posmoderno, la espectacularización de la violencia, la expansión de la post-verdad, hasta los ‘challenges’ en redes sociales para cometer actos de lo más perturbadores). Todos, factores profundamente imbricados: cambia una dimensión e impacta determinantemente en un cambio de todo. Un mundo, desde lo más profundo de sus órdenes socio-ecológicos, des-bordándose, mutando hacia lo desconocido.

Las implicaciones de esto son enormes, lo sabemos. Por esto, a la política, tal y como la conocemos, se le están moviendo las placas tectónicas, le está cambiando drásticamente el escenario, la materialidad de la que se alimenta, sus geografías; y por tanto, sus dinámicas, sus códigos dominantes, su horizonte histórico, sus tiempos, su teleología y sus imaginarios fundamentales. ¿Qué puede ser la política en un potencial contexto de contingencia permanente, de estado de emergencia permanente? ¿Qué puede ser ante la desertificación de la reproducción de la vida? ¿Cómo puede expresarse ante una desintegración del futuro o ante una situación de máxima incertidumbre? ¿Cómo se configura ésta, en un mundo de posibles espacios discontinuos, en ámbitos dominados por los desplazamientos, por los nomadismos?

Un primer principio, a nuestro juicio, se desprende de estos escenarios: no podemos pensar ya la política fuera del antropoceno. Y por tanto, se trata de otros códigos, otras condiciones, otras políticas.

La política en el antropoceno: imaginación, estremecimiento y ecologización

¿Cómo pensar y recrear la política en el antropoceno, particularmente una política en clave de emancipación, de potenciación y reafirmación de la vida? Evidentemente no hay receta ni libreto, no hay promesa que hacer, que sostener. En cambio, las dimensiones geológicas de esta crisis hacen crujir absolutamente todo y, por tanto, nos abren una gran oportunidad para re-pensarlo todo. Ante un tiempo extraordinario, requerimos de repuestas extraordinarias. Esto supone poner en juego muchas cosas, pero principalmente imaginación política, estremecimiento y ecologización, además de un gran sentido del tiempo histórico que vivimos.

No se trata de pensar en hacer tábula rasa. El colapso sistémico, antes que un simple episodio apocalíptico, es un largo proceso que tiene también matices, claros, temporalidades variadas, oportunidades. Necesitamos audacia para no desesperar, pero también para sortear la fuerza paralizante que puede generar un tiempo de desbordamiento, turbulencia y confusión como este; audacia para saber abordar un contexto de emergencia, para comprender cómo construir en un mundo diferente.

Es en este sentido que hablamos de estremecimiento. Estremecernos, estremecer los pilares de un sistema decadente. Un sacudón a la civilización, a la narcotizante ‘normalidad’ ‒y mucho más, a la ‘nueva normalidad’. Ciertamente esto nos remite a un sacudón epistémico y cultural; pero en lo concreto, también lo podemos conectar con las protestas y estallidos sociales que se están sucediendo en todas partes del mundo, sea en el Sur o en el Norte Global: Colombia, Túnez, India, protestas antirraciales en los Estados Unidos, Ecuador, Cataluña, Chile, Hong Kong, Rusia, bloqueo de avenidas principales o plazas en ciudades europeas por parte de activistas ecologistas de ‘Extinction Rebellion’, Venezuela, Líbano, Haití, Nicaragua, Irak, numerosas estatuas del orden colonial derribadas.

En muchas de estas movilizaciones, ya conectadas por un tiempo histórico, aparece el hartazgo como una de las expresiones compartidas en las mismas. Y este hartazgo tiene, a nuestro juicio, más de una dimensión: no sólo se alimenta de la precarización material de millones de personas, del autoritarismo y la represión policial y de cuerpos de seguridad, de la gran carencia de justicia social y ambiental, de las desigualdades económicas, raciales, de género; sino que también se nutre de un malestar mucho más profundo, histórico, si se quiere existencial. Ruge por el vacío que deja el extravío del futuro (sobre todo en los jóvenes); por la degradación del valor de la vida en las sociedades actuales (intensificada en la pandemia), que aviva también una pulsión de (re)existir, un agonismo vital; por la caducidad que se expande sobre la política tradicional, y que, en diversos grados, se viene expresando a través de un gran descrédito de los sistemas de partidos y liderazgos políticos.

Hay otras codificaciones políticas en estas nuevas movilizaciones –sin contar con nuevas subjetividades que emergen desde los feminismos, los ecologismos, los pueblos indígenas, las juventudes, etc–, que son complejas, heterogéneas, híbridas, cambiantes, que son también difíciles de asir. Con el ritmo del cambio de mundo que estamos experimentando, estas se revelan como potenciales formas de una transformación de la política. Algunos podrían catalogarlas como un nihilismo epocal, pero si así fuese tendrían muy diversas vertientes: libertaria, reaccionaria, autonomista, contestataria, hiper-individualista. Múltiples potencialidades y limitaciones. En todo caso, se trata de una expresión político-cultural de que sencillamente lo que existe no funciona, no está funcionando, y que parece que ya hemos llegado al límite, lo que se suma a la brecha que se hace cada vez más y más grande entre las promesas y lineamientos partidistas, electoralistas y gubernamentales de ‘desarrollo’, sostenibilidad y democracia, por un lado, y la realidad social cotidiana que se da en los barrios, las comunidades, las calles y los territorios, en la dinámica de nuestro mundo caotizado, por el otro.

Para transformar en clave emancipatoria, y transformarnos con este mundo cambiante, no servirán viejos paradigmas, ni serán útiles instrumentos caducos. Esto no sólo interpela a las rancias corrientes políticas de los tradicionales sectores conservadores, a las nuevas derechas, o a un amplio grupo de sectores reformistas, sino también a las izquierdas. Se nos hace inevitable recurrir nuevamente a las preguntas sobre qué es y qué significa la izquierda hoy, en este contexto de fracasos, colapsos y hartazgos; cuál es su nivel de diálogo con esta cambiante realidad, cuál es su rol ante la emergencia de nuevas y múltiples subjetividades políticas, y si sus formatos fundamentales y dominantes pueden responder a este cambio de mundo.

La fe puesta en un supuesto nuevo ‘ciclo progresista’ para América Latina, como una “nueva posibilidad de transformación para los pueblos” desde arriba, desde las instituciones estatales, no sólo es la enésima pendulación política, la fuerza inercial que lamentablemente termina despachando las duras lecciones del pasado, sino también una ruta carente de estremecimiento, que no se sacude con la estrepitosa vibración del movimiento de las placas tectónicas del mundo en el que vivimos. Y sobre todo, es una apuesta que prescinde de la imaginación política ante estos drásticos escenarios.

No se pretende, de ninguna manera, proponer una lectura en blanco y negro, en absolutos o alternativas polarizadas. Se trata, por un lado, y como mencionamos anteriormente, de un sentido del tiempo histórico; y por otro lado, de la urgente búsqueda de nuevos referentes de la política, nuevas ontologías, nuevas ecologías; colocar en el centro otros elementos vitales, justo cuando la vida, tal y como la conocemos, está en juego. Abolir el histórico Estado-centrismo no sólo sería parte de un largo sacudón a la civilización, sino que también abre el camino a la re-apropiación social de la política que, finalmente, es el camino de la imaginación política.

Finalmente, si el estremecimiento es el sacudón, y la imaginación política es la fuerza creativa, la ecologización es la sustancia de este cambio. Colocar en el centro otros elementos vitales supone desplazar la primacía de lo abstracto, para hacer prevalecer la reproducción de la vida, en su más amplio sentido. El antagonismo popular en la modernidad necesita salir del des-tierro al que fue condenado por la separación ontológica entre el humano y la naturaleza; necesita derrocar al antropocentrismo. Ecologizar es volver a la tierra, territorializar la política; es ser Tierra, en comunidad con el resto de especies del planeta, honrando la Casa Común; es cambiar el Tiempo dominante, el del progreso, el de la promesa política, el de la sociedad de consumo, para hacer emerger los tiempos de la reproducción de la vida, de la comunidad, acompasados con los ritmos y ciclos de la naturaleza.

Se trata, como ya hemos dicho, de darle sustancia material a este cambio. Y sobre todo, pensar en las herramientas vitales de una política en el antropoceno: resiliencia, restauración, comunización y cuidado.

El principio de imaginación política

¿Podemos soñar en el antropoceno? La pregunta aparece como una inquietud existencial actual, a la que no parece que podamos decir que no. Más allá la omnipresencia de la idea de ‘progreso’ en la modernidad y las ideologías futuristas funcionales al desarrollo capitalista, las utopías también han cumplido una función crucial en la propia existencia del ser humano: canalizan el deseo (de vivir), las pulsiones vitales, dotan de ilusión, de estética y poética a la construcción del tiempo. Un mundo sin utopía ni siquiera merece ser visto, decía Oscar Wilde.

Sin embargo, hoy, la ruta al ‘futuro’ parece bloqueada. No es primera vez que ocurre. El shock generado por el nazismo y la Segunda Guerra llevaban a Theodor Adorno a preguntarse si podría haber poesía después de Auschwitz. En los mismos tiempos, Ernst Bloch escribía ‘El principio de esperanza’, seguramente con el propósito de tratar de desbloquear esa ruta al porvenir. Sólo que ahora, ya no se trata de revivir las utopías de la modernidad. El tiempo, decíamos, está cambiando radicalmente, se fragmenta, se encoge, se extravían los horizontes teleológicos; la palabra ‘esperanza’ proviene del latín esperar, esperar algo que está por venir; palabra de raíces teológicas que posteriormente terminaría empalmada con la construcción de la imagen de la sociedad futura de la modernidad. ¿Es posible hoy la espera?

Quizás apelar a un principio de imaginación, es un intento por esquivar esa espera, por salir de ese no-lugar de la espera, para en cambio sumergirnos en una poética del lugar, en una expresión productiva del deseo, en una emanación de la vida, simbólica y concreta, en el tiempo del estar, en el tiempo situado.

La disputa no sólo está en los territorios, sobre la economía, las instituciones políticas, en los sistemas de conocimiento. La disputa también está en la capacidad de imaginar. El sistema de poder, además de policías, estructuras judiciales, burocracias y mercados excluyentes, instaura alcabalas en el pensamiento, coloniza el deseo y seca la imaginación –véase la frase que se ha hecho popular “Hoy es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”–, instalando la imposibilidad de pensar en algo diferente a este sistema.

Una cosa es una visión que sopesa con realismo nuestro rumbo civilizatorio. Otra es el pesimismo puro, que es en realidad el espíritu del poder dominante en el cuerpo. Requerimos exorcizarlo. Imaginemos. Imaginación política como herramienta de lucha. Imaginémonos la vida fuera de esos muros. E invitemos a otros a imaginarla.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/213418

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Latinoamérica en brasas: “El cambio climático se ensañará con el continente”

Por Sergio Ferrari

En 2020 la Amazonia perdió una superficie de selva igual a siete Londres

Si la Tierra arde, América Latina y el Caribe son como brasas: son de las regiones del planeta más afectadas por el cambio climático. Las prevenciones anti-riesgo regionales sufren de insuficiencia crónica.

Solo una semana después de que el Grupo de expertos internacionales (IPCC, en inglés) publicara su informe sobre la dramática situación mundial, el tercer martes de agosto la alarma sonó con decibeles latinoamericanos

La radiografía continental del nuevo estudio de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado el 17 de agosto revela un diagnóstico grave.

2020 fue uno de los tres años más calientes –desde que existen mediciones– en México/América Central y el Caribe. Y el segundo más cálido en América del Sur. Las temperaturas se situaron en 1°C, 0.8°C y 0.6°C, respectivamente, por encima de la media de las décadas 1980-2010.

En el sur de la Amazonia y el Pantanal, donde confluyen las aguas de nueve países de América del Sur y se concentra una décima parte del carbono terrestre, los incendios explotaron exponencialmente como resultado de la intensa sequía que azotó esa región. Sequía que no es inocente, sino el resultado del talado a gran escala de los bosques con el propósito de generar tierras para la cría del ganado y los cultivos de agroexportación. Fue la peor sequía de los últimos 60 años.

Según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE), la Amazonia brasileña registró en junio del año en curso 2.308 focos de incendios, su peor cifra desde 2007.  Superó en un 2.6% los del año pasado, los cuales, según el informe de la OMM, ya habían sido récord.

La reducción de la selva amazónica en tan solo un año equivale aproximadamente a un área siete veces el tamaño de la ciudad de Londres. A este ritmo, la Amazonia corre el gran riesgo de no poder jugar más su rol de pulmón del planeta. La pérdida de vegetación selvática podría convertirse, a corto plazo, en una fuente aún mucho más grande e intensa de emisión de carbono. En la actualidad, América Latina y el Caribe reúnen más del 55% de los bosques primarios del mundo, los cuales almacenan unas 104 gigatoneladas de carbono. Entre el 40% y el 50% de la biodiversidad mundial y un tercio de todas las especies botánicas se encuentran allí.

El estudio de la OMM indica que la sequía generalizada en esa región tuvo un impacto considerable en las rutas de navegación interior, el rendimiento de los cultivos y la producción de alimentos, debido a lo cual se agravó la inseguridad alimentaria en muchas zonas. Fenómeno que se visualiza, en particular, en la región del Caribe, con una vulnerabilidad muy alta. Varios de sus países integran la lista de territorios con mayor estrés hídrico del mundo, con menos de 1.000 m3 de recursos de agua dulce per cápita. En el centro de América del Sur, en 2020, los totales de precipitación se aproximaron al 40 % de los valores normales. El período de precipitaciones estacionales de septiembre de 2019 a mayo de 2020 estuvo marcado por un déficit de lluvias que se agravó, particularmente, entre enero y marzo.

En la Argentina, 2020 fue un año seco, con una anomalía nacional estimada del −16.7 % con respecto a la media de 1981-2010. Fue uno de los peores años desde 1961 y el más seco desde 1995. Los totales de precipitación por debajo de lo normal fueron el resultado de la misma sequía que afectó a la región del Pantanal.

Este calentamiento sistemático repercutió en los glaciares andinos de Argentina y Chile. Según el estudio de la OMM, la pérdida de masa ha ido en aumento desde 2010, en consonancia con el incremento de las temperaturas y de la reducción considerable de las precipitaciones.

Cataclismos de un carácter muy diferente, aunque igualmente devastadores, los huracanes Eta e Iota, con una intensidad 4, golpearon en rápida sucesión a Centroamérica. Siguieron trayectorias igualmente destructivas por Nicaragua y Honduras acentuando así los impactos acumulativos de una región tan interconectada. Los daños estimados en ambas naciones y en Guatemala abarcan a casi 1 millón de hectáreas cultivadas.

Los ecosistemas marítimos y litorales, así como las comunidades humanas que dependen de ellos, en particular en los pequeños Estados insulares, se confrontan hoy a las crecientes amenazas derivadas del calentamiento y la acidificación de los océanos, el aumento del nivel del agua y una mayor intensidad y frecuencia de las tormentas tropicales. En la región, el 27% de la población vive en áreas costeras. Y entre un 6 y un 8% habita en zonas amenazadas gravemente por eventuales inundaciones.

Con un promedio de 3.6 milímetros de incremento anual en los últimos treinta años, el nivel del mar en la región del Caribe ha superado el promedio mundial, que fue de 3.3 milímetros. El estudio recuerda que el océano absorbe cerca del 23 % de las emisiones antropogénicas anuales del CO2 presente en la atmósfera, y es, por lo tanto, un elemento esencial que contribuye a mitigar los efectos del aumento de las emisiones en el clima de la Tierra. Sin embargo, el CO2 reacciona con el agua aumentado su acidez. Este proceso en paulatino incremento afecta a muchos organismos y ecosistemas marinos y amenaza la seguridad alimentaria al poner en peligro la pesca y la acuicultura.

Doble condena: clima y deuda

El Informe El estado del clima en América Latina y el Caribe elaborado por la Organización Meteorológica Mundial (https://library.wmo.int/doc_num.php?explnum_id=10765), reúne los aportes multidisciplinarios de 40 expertos. Sus conclusiones se basan en una metodología estándar que evalúa los aspectos físicos del sistema climático a partir de datos de 1.700 estaciones meteorológicas de toda la región.

Sus conclusiones preliminares crean alarma y producen escalofríos. Las medidas de adaptación — en particular los sistemas de alerta temprana multirriesgo– no están lo suficientemente preparadas para hacer frente a los cataclismos. El apoyo de los gobiernos, así como de la comunidad científica y tecnológica, sería fundamental para reforzarlas y también para mejorar la recopilación y el almacenamiento de datos. De este modo, podría integrarse mejor la información sobre el riesgo de desastres en la planificación del desarrollo. No se puede subestimar el costo de la prevención: es fundamental contar con un apoyo financiero sólido para lograr esos objetivos.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) anticipa malas noticias. El cambio climático se ensañará con América Latina, donde se batirán récords en concepto de huracanes, se sufrirán sequías severas, seguirá aumentando el nivel del mar y habrá más incendios. Todo podría empeorar si no se logra detener urgentemente la emisión de gases de efecto invernadero.

El futuro ya es presente. Las peores sequías en 50 años en el sur de la Amazonia y el récord de huracanes e inundaciones en Centroamérica durante 2020, constituyen la nueva normalidad que le espera a América Latina. El continente se proyecta como una de las zonas donde los efectos e impactos del cambio climático serán más pronunciados: olas de calor, disminución del rendimiento de los cultivos, incendios forestales, agotamiento de los arrecifes de coral y eventos extremos relacionados con el aumento del nivel del mar.

Los expertos son contundentes. Aseguran que es de vida o muerte poner límites al calentamiento global por debajo de 2 grados centígrados en una región que ya enfrenta asimetrías económicas y sociales para su desarrollo sostenible.

Y algunos ejemplos hablan por sí mismos: en el Caribe, los desastres naturales se triplicaron en los últimos 30 años y las pérdidas económicas asociadas se quintuplicaron. La destrucción causada por los huracanes Irma y María en 2017 produjo pérdidas equivalentes al 250% del Producto Interno Bruto (PIB) en países como Dominica (https://www.cepal.org/es).

Adicionalmente, en el terreno financiero internacional, entre los efectos inesperados del cambio climático se encuentra la actitud nefasta de las agencias calificadoras dedicadas a evaluar los riesgos de inversiones. Las mismas consideran que la vulnerabilidad climática es un criterio para rebajar la calificación de seguridad y beneficio. Lo que produce, según la CEPAL, consecuencias gravísimas porque aumenta, injustamente, el costo de la deuda soberana y el pago de intereses para aquellos países en desarrollo altamente vulnerables ante el cambio climático. Según el organismo continental, esto agrava, por ejemplo, las capacidades del Caribe, de Argentina y de Ecuador los cuales ya tienen una “carga muy pesada por los altos niveles de deuda enraizada en los shocks externos agravados por el impacto de los desastres y las debilidades estructurales, sociales y económicas”.

La protesta se consolida

América Latina y el Caribe se confrontan con un laberinto casi sin salida. A pesar de ser responsables solamente del 8.3% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, pagan uno de los precios más altos por el deterioro climático global. Y lo pagan con su vulnerabilidad cotidiana, que incluye la fragilidad de sus sistemas de prevención de riesgos.

Realidad planetaria compleja, donde la descripción fáctica del drama climático esconde, muchas veces, los diferentes niveles de responsabilidad por continentes, regiones y países, así como por sectores de actividades y formas y lógicas de producción. De ahí que sean cada vez más potentes las voces sociales que se escuchan a lo largo y a lo ancho del mundo entero, especialmente las juveniles, que no se contentan de constatar la crisis climática mundial. Y que exigen que se hable también de la necesidad de una verdadera justicia climática planetaria.

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