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México: La inaceptable tolerancia

La inaceptable tolerancia

Manuel Gil Antón

 

A México lo atenazan hartos problemas. Desigualdad que cala, millones en pobreza, con hambre. Impunidad al parecer sin límites: en sus aguas navegan los gobiernos de todas las tallas y alcances; los partidos sin la relación eficiente y necesaria con la sociedad y sus integrantes. Llegan, puntuales, al puerto seguro de la transparente opacidad y la rendición de cuentas que no cuenta. La delincuencia organizada o caótica, muchos empresarios y no pocos sindicatos caminan por fuera de la ley en anchas avenidas. Se aprende a repetir y surge la fragilidad para aprender: suele lograrlo el que ya tiene pasaporte al saber en su casa, o le da visa una casualidad, aunque millones, atrapados en una escuela que atora el talento, sean parte de la matrícula y luzcan en los informes presidenciales. Y tantos entuertos más.

Todos son graves, pero ninguno alcanza la magnitud ni las consecuencias del que, creo, es más peligroso: la enorme tolerancia social con el estado de cosas que nos aqueja, hasta el punto que parece natural, parte de lo que así es y no cambia. Ni cambiará: es lo normal. De ese terreno de la conciencia donde se ha sembrado hace tantos años, y da frutos, la peor de las semillas: el “Sin Remedio”.

¿Dónde hemos estado, o estamos, frente al hambre de millones? Dijo el INEGI que sólo 1.2% de las familias del país no es de clase media ni pobre. Si ve usted a una persona en apuros cada mes por sacar adelante a los suyos, no se deje sorprender: es un clasemediero al que no le han avisado de su ascenso social, o un impostor que socava el progreso de la patria. Ingrato. Usted siga donando en el cajero. Gracias.

¿Dónde estuvimos, por qué no llenamos el Zócalo cuando medio centenar de pequeños que murieron en el incendio de la guardería ABC? Si semejante golpazo no nos ha movido, ¿qué nos sacará de la indiferencia? Resulta que Peña Nieto no rebasó los topes de campaña, que a Televisa le perdonaron 90% de los impuestos que no había pagado como era su obligación, que no sabemos si Cordero, u otro senador, les depositó a sus similares algo así como 240 salarios mínimos mensuales de un solo golpe, o sea: 7 mil 167 salarios mínimos diarios. Si un obrero gana dos al mes, necesitaría ahorrar todo su ingreso por más de ocho años, sin gastar un peso, para juntar ese dinero. Eran “gastos de campañas”: un delito. Como cualquier partido hace lo mismo, no hay problema. Cínicos. Poco importa que hayan reculado. El asunto es que en cualquier sitio decente la presión social los habría hecho renunciar de inmediato, como al truhán de Moreira, al gobernador que abusó de infantes o al regidor que, borracho, pide que se cuadre un policía… ¿Por qué no nos indigna y salimos a la calle por lo menos a gritar que son delincuentes a las claras?

Miserable, sin duda, Góngora Pimentel: ex ministro “progresista” de la Suprema Corte regatea parte de la pensión de sus hijos: por su condición de salud no requieren divertirse. Rufián que abusa para encarcelar a la madre de esos niños. ¿Por qué no está detenido por uso y abuso de impresentables influencias? ¿Dónde estamos, ciudadanos? ¿Hasta cuándo?

¿Necesitamos más relatos e imágenes de los migrantes a los que maltratan en La Bestia, ese tren de la esperanza por llegar al otro lado, y que significa diario vejación, robo, fracturas de huesos y sueños? Bien por las señoras que les preparan arroz y lo avientan al paso del ferrocarril, ¿y nosotros? ¿Y la autoridad? Ausentes.

Está en curso la reforma educativa. Cuando dice que la educación será de calidad, ha de incluir como rasgo central el cultivo de la capacidad de indignación, de expresar rabia por la rapacería de los políticos, la desvergüenza de empresarios rejegos a pagar lo que deben, lo crudo de decenas de miles de aulas destrozadas. Que forme en la crítica, en la intolerancia más radical frente a la desigualdad, la impunidad, la nítida impudicia de quienes cuentan con poder legal e ilegal para extorsionarnos. Que premie exigir más que donar: no avancemos más como país “propinero”. Construir ciudadanos que cumplan su deber es el rumbo, porque como van las cosas, al tolerar tanto, un día amaneceremos presos: nuestra indolencia parirá las rejas y el candado.

 

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/la-inaceptable-tolerancia-4/

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UNICEF: Emergencia en el Líbano

Emergencia en el Líbano

La escalada del conflicto está agravando años de crisis para los niños y las familias.

Incluso antes de la reciente escalada del conflicto, muchas familias del Líbano se encontraban al borde de la ruina debido a múltiples e implacables crisis, incluido un colapso económico devastador que ha disparado los índices de pobreza. La actual escalada está teniendo un efecto catastrófico sobre los niños y las comunidades vulnerables.

 

¿Qué está pasando en el Líbano?

Cientos de niños han muerto o resultado heridos, cientos de miles han sido desplazados y muchos otros corren peligro debido a las hostilidades en curso. Miles de niños y familias viven ahora en las calles o en refugios; muchos han huido de sus hogares sin suministros ni pertenencias esenciales. Las condiciones humanitarias empeoran cada hora.

A medida que el conflicto se agrava, el costo psicológico para la población, en particular entre los niños y los jóvenes, va en aumento. Casi todos los niños del Líbano se han visto afectados de alguna manera. Muchos han sido víctimas de bombardeos, han perdido a sus seres queridos, sus hogares y el acceso a la educación. Ahora se enfrentan a un futuro incierto.

Los bombardeos continuos están alterando y dañando cada vez más los servicios esenciales de los que dependen las familias, al tiempo que los niños en el Líbano corren un riesgo cada vez mayor de sufrir problemas de salud y protección, incluidas enfermedades transmitidas por el agua como el cólera, la hepatitis y la diarrea.

El conflicto se suma a la situación ya frágil de decenas de miles de familias en el Líbano. El país se ha visto afectado por una serie de crisis implacables en los últimos años, incluida la enorme explosión del puerto de Beirut, el impacto de la pandemia de COVID-19 y el quinto año de un colapso económico devastador. 

 

Fuente de la Información: https://www.unicef.org/emergencies/lebanon-emergency

 

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Mundo Educativo: La ecologización de las competencias y el empleo, pilar de la estrategia para una educación superior más ecológica

La ecologización de las competencias y el empleo, pilar de la estrategia para una educación superior más ecológica

Como parte de la Conferencia Internacional y Festival POP para la Acción Climática Liderada por Jóvenes 2024, UNESCO IESALC organizó una serie de talleres destinados a aprovechar el poder de la educación superior y abogar por la acción climática liderada por jóvenes y estudiantes.

Como parte de la Conferencia Internacional y Festival POP para la Acción Climática Liderada por Jóvenes 2024, celebrada bajo el lema Fraternidad Humana y Compasión por la Paz Universal, las Personas y el Planeta en Oaxaca, México, UNESCO IESALC organizó una serie de talleres para jóvenes, estudiantes de educación superior, organizaciones de la sociedad civil y ONG. Estos talleres tenían como objetivo aprovechar el poder de la educación superior, abogar por la acción climática dirigida por jóvenes y estudiantes a nivel local y mundial, fomentar la colaboración intersectorial y promover la unidad a través de acciones concretas.

Uno de los talleres se centró en el pilar de competencias y empleos ecológicos de la estrategia para una educación superior más ecológica. El objetivo era concienciar sobre los retos mundiales y locales, facilitar el consenso entre los participantes e implicarlos en ejercicios dinámicos de resolución de problemas para crear conjuntamente soluciones innovadoras adaptadas a sus comunidades. Los participantes identificaron los retos locales relacionados con la educación superior y el cambio climático y trabajaron en colaboración para proponer soluciones.

Entre los principales retos planteados figuraron, por un lado, la deforestación impulsada por las actividades industriales, la contribución de la industria del gas a la degradación del medio ambiente (que afecta especialmente a los recursos hídricos) y la deficiente gestión de los residuos, sobre todo en la industria textil. Estos problemas pusieron de manifiesto la necesidad de mejorar los sistemas de gestión de residuos y los procesos de tratamiento químico.

Además, también se citaron como problemas importantes la gestión inadecuada de los residuos agroquímicos y la insuficiencia de infraestructuras para el uso adecuado del agua y el riego. Por otro lado, las autoridades carecen a menudo de las competencias necesarias para aplicar políticas sostenibles, y existe un déficit de compromiso político tanto en los niveles medios como en los de educación superior.

Los participantes señalaron la falta de personal cualificado en los puestos de toma de decisiones como un problema importante, ya que muchos dirigentes carecen de los conocimientos necesarios para aplicar soluciones sostenibles. Además, destacaron retos como la supervisión inadecuada, la financiación insuficiente y el escaso intercambio de información en los proyectos medioambientales. Por último, una preocupación recurrente fue el uso excesivo de los recursos naturales, en particular el agua, la energía y los plásticos, con una gestión ineficiente del agua en la agricultura que agrava el despilfarro de recursos.

Para hacer frente a estos retos, los participantes propusieron un amplio número de soluciones. En primer lugar, coincidieron en la necesidad de programas de formación específicos centrados en cuestiones medioambientales, haciendo hincapié en la importancia de formar equipos especializados para abordar el cambio climático y sus repercusiones, al tiempo que se da prioridad a las personas con formación académica en campos medioambientales.

En segundo lugar, coincidieron en que el éxito dependerá de un sólido trabajo en equipo, de la colaboración y de las primeras iniciativas de formación, como la implantación de sistemas de saneamiento del agua en las escuelas para instalar prácticas sostenibles. En tercer lugar, se sugirió llevar a cabo una formación específica entre las comunidades tradicionales para conocer mejor los ecosistemas de cada territorio y, así, mejorar su protección.

En cuarto lugar, se abordó la adopción de sistemas de riego eficientes y tecnologías de recogida de agua de lluvia. Para que estas intervenciones sean viables, es esencial contar con una base sólida en gestión del agua y técnicas de irrigación, junto con inversiones gubernamentales en infraestructuras críticas como presas y pozos de agua. Por último, un grupo sugirió llevar los proyectos de pesca a las comunidades rurales y utilizar sus recursos y conocimientos tradicionales para mejorar las prácticas en este campo.

UNESCO IESALC está profundamente comprometido con la ecologización de la educación superior, trabajando junto a los jóvenes y los estudiantes para apoyar su liderazgo en la acción por el clima. Este compromiso incluye fomentar un entorno en el que los estudiantes y los jóvenes profesionales estén capacitados para desarrollar las competencias necesarias para los empleos verdes, que son vitales para la transición hacia una economía sostenible.

La formación basada en la comunidad y la educación medioambiental también deben integrarse en la educación básica para crear una conciencia medioambiental a largo plazo. Al dar prioridad a las competencias y los empleos verdes, UNESCO IESALC subraya la importancia de preparar a las generaciones futuras para la mano de obra verde, garantizando que puedan abordar eficazmente los retos medioambientales e impulsar el desarrollo sostenible.

Fuente: iesalc.unesco.org

Fuente de la Información: https://www.redem.org/la-ecologizacion-de-las-competencias-y-el-empleo-pilar-de-la-estrategia-para-una-educacion-superior-mas-ecologica/

 

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Analizando el flagelo del analfabetismo funcional


“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”

Alvin Toffler

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar en torno a un fenómeno que, aunque es menos visible que el analfabetismo absoluto, tiene profundas consecuencias para los individuos y la sociedad. El analfabetismo funcional podría definirse por la capacidad de saber leer y escribir, sin poder comprender o interpretar adecuadamente lo que se lee y se escribe. Pues bien, en un mundo donde la información y el conocimiento están, supuestamente, al alcance de la mano de cualquiera, esta incapacidad para procesar y reflexionar sobre los textos podría convertir el juicio de los ciudadanos en algo endeble, susceptible de manipulación. En ese sentido, José Saramago, reconocido escritor, Premio Nobel de Literatura, abordó este problema en la sociedad moderna, destacando cómo el simple hecho de saber leer no significa tener una comprensión profunda. Para Saramago, esta falta de comprensión se convierte en un obstáculo para el desarrollo de la democracia puesto que afecta directamente a una ciudadanía, cada vez más inactiva e inconsciente del panorama político en el que está inmersa. En sus propias palabras, aludió a la existencia de “analfabetos que saben leer”, un término que resuena hoy más que nunca en un contexto mundial donde la manipulación informativa y la desinformación intencional están a la orden del día moldeando conciencias cada vez más abúlicas. Pues bien amigos, lo que hoy queremos intentar junto a ustedes es explorar el problema precitado, no sólo desde una perspectiva analítica y educativa, sino también como un obstáculo para el desarrollo de una sociedad políticamente consciente y capaz de ejercer una democracia real.

Para que podamos comprender la magnitud del analfabetismo funcional, es esencial que revisemos algunas estadísticas recientes: a nivel global, el problema afecta a millones de personas, y aunque los números varían por país y región, los datos son alarmantes. De acuerdo con la UNESCO, cerca de 773 millones de adultos en el mundo, todavía carecen de habilidades básicas de lectura y escritura, y mucho más son considerados analfabetos funcionales, es decir, pueden seguir la lectura en textos simples, pero no comprenden plenamente el sentido de los mismos. En Hispanoamérica, los datos también son preocupantes: según el informe de la “Encuesta Nacional de Lectura y Escritura”, elaborado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), un alto porcentaje de los estudiantes de Nivel Secundario no es capaz de comprender textos de nivel de dificultad “medio”. De igual manera, el estudio PISA (Programme for International Student Assessment) del año 2018 reveló que más del 50% de los estudiantes de 15 años de edad en los países hispanoamericanos evaluados tienen dificultades significativas para comprender textos complejos, un indicador de analfabetismo funcional a nivel estudiantil que con frecuencia se traslada a la vida adulta. Además, algunos datos del Banco Mundial sugieren que este tipo de analfabetismo repercute en múltiples aspectos del desarrollo social y económico, puesto que las personas que no comprenden completamente lo que leen tienden a tener menos acceso a oportunidades de empleo, como también un menos compromiso cívico y social, y una mayor vulnerabilidad a la manipulación mediática. Estas cifras y conclusiones subrayan que el analfabetismo funcional no es solamente un problema individual, sino un desafío colectivo que afecta la capacidad de los ciudadanos para participar activa y coherentemente en la sociedad y en la toma de decisiones.

A la luz de lo precedentemente expresado, es preciso que analicemos las consecuencias sociales y políticas del analfabetismo funcional porque tiene un profundo impacto en la vida social y en la política de cualquier comunidad. Como bien señalaba José Saramago, cuando las personas no pueden comprender el contenido de lo que están leyendo, se vuelven susceptibles a la manipulación y al engaño. Esto es especialmente preocupante en el ámbito político, ya que un pueblo que no comprende cabalmente lo que lee carece de la capacidad de tomar decisiones informadas, de evaluar críticamente a sus líderes y de comprender las complejidades de los asuntos públicos que los afectan.

“Nosotros hemos creado una especie de analfabetismo de vuelta. Hoy tenemos personas que saben leer pero no entienden lo que leen. Ese es un analfabetismo peligroso, porque tienen la ilusión de saber, cuando en realidad no saben nada.” Saramago, J. (2007). Entrevista con Jesús Quintero en “El Loco de la Colina”. RTVE.

En este sentido, el filósofo y pedagogo brasilero Paulo Freire en su obra “Pedagogía del oprimido”, analizó cómo la falta de educación crítica y reflexiva perpetúa sistemas de opresión vigentes, es decir, que si una persona que no ha desarrollado la capacidad de interpretar y cuestionar los textos que lee está en desventaja para comprender la realidad política y social en la que vive. La educación, según él, debe ser un acto de libertad, y sólo mediante una alfabetización crítica es posible que los ciudadanos se empoderen para transformar su entorno y ejercer sus derechos cívicos. En otras palabras, queridos lectores, lo ideal sería que los cambios, las transformaciones e incluso las revoluciones las lleven a cabo personas que no sean idiotas.

“La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra. En ese sentido, el analfabetismo funcional se convierte en una herramienta de opresión; las personas que no pueden interpretar lo que leen son fácilmente manipulables.”

Freire, P. (1970). “Pedagogía del oprimido”. Siglo XXI Editores.

Por su parte, Hannah Arendt reflexionó sobre la importancia de una ciudadanía informada y educada en el marco de su análisis del totalitarismo. Para ella, la ignorancia y la incapacidad de comprensión hacen que los individuos sean más vulnerables a los regímenes totalitarios y opresivos. Un pueblo que no entiende los fundamentos de sus propios derechos y obligaciones es menos probable que los defienda activamente o que reclame ante alguna irregularidad. Así, el analfabetismo funcional representa un obstáculo para la democracia, ya que limita la capacidad de las personas para poder tomar decisiones correctas, participar activamente en el debate público sin agredir y cuestionar a las autoridades cuando éstas no estén cumpliendo con sus obligaciones correspondientes.

La verdadera impotencia radica en la ignorancia, en la imposibilidad de pensar críticamente. En sociedades sin educación cívica, las personas no ven ni entienden los signos de su opresión.”

Arendt, H. (1951). “Los orígenes del totalitarismo”

También, la filósofa Martha Nussbaum ha destacado la importancia que tiene la educación para el desarrollo de una ciudadanía empática y responsable. En su libro “Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita de las humanidades”, Nussbaum sostiene que una educación orientada exclusivamente a la adquisición de habilidades técnicas, sin promover el pensamiento crítico y la comprensión de textos complejos, genera individuos que pueden ser altamente especializados, pero carentes de una verdadera conciencia cívica. Asimismo, argumenta que se debe permitir a las personas desarrollar la empatía y el razonamiento crítico, herramientas fundamentales para la vida en democracia y para evitar el aislamiento intelectual y emocional.

“Una democracia que no fomenta en sus ciudadanos la capacidad de pensar críticamente y de comprender lo que leen, está destinada a fracasar. La educación en humanidades es, por tanto, una condición necesaria para una ciudadanía informada.”

Nussbaum, M. C. (2010). “Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades”

Hasta aquí, creo que ha quedado claro cuál es el problema. Ahora bien, es necesario que nos preguntemos ¿cómo fue que llegamos hasta aquí? Hasta donde yo sé, los analfabetos funcionales no nacieron con esa “incapacidad”, sino que fue fruto de una decadencia política, cultural, educativa y moral que progresivamente fue licuando, poco a poco, nuestra capacidad de pensar. El crecimiento del analfabetismo funcional en las últimas décadas puede atribuirse a diversos factores y, aunque existen múltiples hipótesis, algunas de las causas más destacadas incluyen, en primer lugar, las desigualdades en el acceso a una educación de calidad, puesto que en muchos países, especialmente en comunidades de bajos recursos, el sistema educativo enfrenta problemas como la falta de financiamiento, infraestructura deficiente y escasez de docentes capacitados: todo esto, da lugar a una enseñanza que se centra en aprender mecánicamente a leer y escribir, sin fomentar ningún desarrollo de habilidades críticas y de comprensión profunda.

En segundo lugar, los enfoques educativos decadentes y totalmente desactualizados que revelan métodos de enseñanza centrados en la memorización de datos, dejando de lado la interpretación de los mismos. A esto se refería Freire cuando hablaba de la “educación bancaria”, en la cual los estudiantes son tratados como recipientes vacíos y pasivos: este modelo no permite que los chicos interactúen con el contenido, lo que lleva a una comprensión banal y superficial, dificultando su capacidad para analizar textos complejos o desarrollar opiniones informadas y bien argumentadas.

En tercer lugar, tenemos que volver a destacar la influencia de los medios de comunicación y la cultura digital, en los que el consumo masivo de información fragmentada de dudosa procedencia proyectada con rapidez ha modificado radicalmente la manera en que las personas interactuamos con el conocimiento mismo. Los seres humanos ahora tienden a leer titulares y a consumir información ya masticada y simplificada, lo cual contribuye a la superficialidad en la comprensión y a la reducción de la capacidad de análisis: este cambio de hábitos lectivos y cognitivos afecta la profundidad de la lectura y contribuye al crecimiento del analfabetismo funcional porque busca la inmediatez de la imagen antes que la comprensión cabal de cualquier problema digno de solución.

En cuarto lugar, tenemos que mencionar al nefasto desinterés y la falta de estímulos en pos de aprender desde la infancia. Cuando los niños no tienen acceso a libros o a espacios de discusión que fomenten la interpretación y el análisis, es más probable que crezcan con escasas habilidades de comprensión: es tan triste saber que la gran mayoría de los hogares cuentan con más dispositivos móviles que libros. En línea con ello, los sistemas educativos en los que se descuida la literatura y las humanidades, tal como señaló Nussbaum, limitan el desarrollo integral y crítico de los estudiantes, convirtiendo a la educación en un simple medio de transmisión de habilidades básicas, pero no de construcción de ciudadanos pensantes.

En quinto y último lugar, también tenemos que considerar el impacto de la globalización y la cultura del consumismo, que ha promovido una mentalidad utilitaria de la educación, priorizando las habilidades técnicas por sobre las humanísticas: este enfoque nos ha llevado a la minimización de materias como filosofía y literatura en espacios curriculares, promoviendo una formación orientada a la productividad técnica en lugar de la comprensión. Esta tendencia, además de limitar severamente la capacidad crítica, ha reforzado el analfabetismo funcional al reducir la enseñanza a lo estrictamente pragmático, excluyendo temas que podrían inspirar una comprensión más profunda y compleja de la sociedad.

Las causas precedentemente enunciadas, no sólo contribuyen al analfabetismo funcional, sino que también dejan en evidencia una crisis de valores y objetivos que los sistemas educativos actuales han decidido abandonar sin tapujos. En lugar de formar ciudadanos comprometidos y pensantes, muchos de estos sistemas producen individuos con habilidades precarias de lectura, pero sin la capacidad de cuestionar ni de participar enérgicamente en la sociedad en la que viven. Este contexto patético nos lleva a cuestionar qué tipo de educación es la que queremos para las futuras generaciones, y a intentar pensar sobre las reformas necesarias para revertir esta preocupante tendencia que no ha hecho otra cosa que generar zombies con titulaciones.

Dicho esto, queda claro que combatir el analfabetismo funcional es, en última instancia, una tarea de empoderamiento y emancipación, ya que al proporcionar herramientas que permitan a los individuos interpretar el mundo que los rodea, no solo mejoramos sus oportunidades personales, sino que fortalecemos el tejido social y fomentamos una cultura democrática más sólida y consciente. Lejos de hacernos los indignados para la foto, es hora de reconocer el papel fundamental de una educación que enseñe a pensar de verdad, no a repetir como loritos contenidos que en breve se olvidan, puesto que eso exige el desarrollo de una ciudadanía libre, empática y capaz de hacerse cargo de la realidad que construye a diario y que merece ser radicalmente transformada para abandonar el actual paradigma de la reproducción sistemática de esclavos funcionales.

Fuente de la información:  https://insurgenciamagisterial.com

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Opinión | Tener fe en tus estudiantes es esencial para su porvenir

Por: Andrés García Barrios

 

La condición emocional actual de los estudiantes va en declive. «Todos sabemos, o por lo menos imaginamos, que no la están pasando bien».

 

Comparto con ustedes, queridos lectores, algunas ideas que me vinieron a la mente esta semana, después de leer un artículo sobre estadísticas de infelicidad entre los jóvenes de hoy. Según las cifras, los chavos de otros tiempos no sufríamos tanto como los de ahora. Históricamente, la curva de la felicidad solía mantenerse alta en las primeras etapas de vida (niñez y adolescencia), después declinaba en la edad adulta y volvía a elevarse en la tercera edad. En la época actual, el descenso hacia el dolor comienza antes.

En realidad, esta información no es nueva: últimamente muchas personas hemos estado oyendo datos similares. Pero, la verdad, no necesitamos mucha información de fuera para tomar conciencia de la condición emocional actual de las juventudes. Todos sabemos, o por lo menos imaginamos, que no la están pasando bien.

A mí, por ejemplo, me bastó leer un par de párrafos de ese artículo para que mis pensamientos y  sentimientos me condujeran atrás en el tiempo, hasta la historia del Renacimiento, haciéndome recordar el  descubrimiento de Nicolás Copérnico (ese de que el planeta Tierra no es el centro del universo), y después el de Charles Darwin (la Teoría de la Evolución) y el de Sigmund Freud (la existencia del subconsciente), para acabar asociando todo eso con lo poco que he leído de y acerca de Jacques Derrida, el filósofo argelino/francés de la deconstrucción.

Ya verá el lector si todo esto tiene relación con el sufrimiento de la juventud actual.

Ciertamente, todos podemos imaginar lo que la gente del siglo XV sintió cuando Copérnico descubrió que la Tierra se movía y no ocupaba un eterno punto fijo en el centro del Cosmos. Yo, por lo menos, creo que Ia humanidad entera se habrá sentido despojada de uno de sus pilares de identidad, el que la ubicaba en el centro de la Creación como criatura consentida de Dios.

Una crisis tan grande como la de ahora habrá sacudido a las mentes capaces de tomar conciencia del tremendo cambio. Por fortuna, no todo estaba perdido: el nuevo modelo cósmico surgía acompañado de una poderosa conciencia de nuestra individualidad, esa que nos permite disentir de lo que piensa la mayoría e incluso descubrir por nosotros mismos nuevas verdades. La imagen de Galileo Galilei enfrentándose a la Inquisición, es la imagen del individuo que se opone al mainstream con el poder de su conciencia. «Pienso, y eso me basta para saber que existo», decía René Descartes casi al mismo tiempo.

Así pues, aunque los nuevos descubrimientos hicieran cada vez más difícil creer en nuestra hegemonía cósmica, por lo menos ahí seguían el cielo estrellado, el planeta entero y la frondosa naturaleza rendidos a nuestros pies, revelando sus sagrados misterios ante nuestro don de observar, dudar, razonar y experimentar.  Sí, todavía éramos excepcionales en el orden de lo creado:  ¡héroes del mundo, de nuestro mundo!

Por eso todo volvió a venirse abajo cuando siglos después, en el XIX, Carlos Darwin descubrió que en realidad es muy poco lo que nos distingue de las plantas y los animales y que somos solo una especie más en la cadena evolutiva, solo un eslabón más de la naturaleza que creíamos nuestra súbdita. i¿O sea que tenemos como antepasados a los changos y las zarigüeyas, e incluso a las guayabas y los nopales (por mencionar sólo algunos de los más cercanos)?! La noticia hizo que los seres humanos volviéramos a dudar seriamente de nuestra posición privilegiada y central en el mundo.

De nuevo, fue la ciencia la que llegó en nuestro auxilio. Era ya una ciencia bastante debilitada para resolver los dilemas humanos más profundos (como ese de nuestra posición en el cosmos), así que si quería proteger a un ser humano ya bastante puesto en duda, tenía que exacerbar su imagen y presentarse como conocimiento infalible. ¡La ciencia podría resolverlo todo! Fue la época del positivismo, que llenó de entusiasmo a la gente, ansiosa por encontrar un nuevo centro para su vida. Pero la debilidad de la ciencia era la debilidad humana en general, y ésta acabó por hacerse patente, sumiéndonos en un caos de ideologías, publicidad y guerras, y poniéndonos a merced del totalitarismo y de sus superioridades falsas (superioridad de raza, superioridad económica, superioridad de clase, superioridad intelectual…).

Poco tiempo después de Darwin, un médico vienés que habitaba en los márgenes de la ciencia (es decir el de la psicología y las ciencias humanas), había comenzado  a propagar ideas horribles. Según él, esa conciencia a la que los seres humanos le  atribuían la capacidad de conocerlo y razonarlo todo, y que por lo tanto nos salvaría de la barbarie, ese agudo e infalible Yo pensante que cada uno de nosotros afirmaba ser, no era más que la ínfima parte visible de una inmensa estructura psíquica –la que en realidad nos gobernaba– y que se nos mantenía oculta e inconsciente.

¡Las cosas parecían no tener fin en esta horrible pesadilla de la pérdida de nuestro centro y de nosotros mismos! Es cierto que como parte de sus descubrimientos, Sigmund Freud (así se llamaba ese vienés) había logrado poner su granito de arena en la solución al mostrar el poder revelador y reconstructor de la palabra hablada cuando era escuchada de forma cuidadosa. Hablando con los demás y escuchándose a sí mismo, el ser humano podía sostener al Yo sobre ese abismo que se abría bajo sus plantas. Esta reivindicación de la palabra le dio al psicoanálisis un lugar fundamental en la historia del autoconocimiento y la comunicación (y con ello, por cierto, en la de la educación). Sin embargo, como buen científico, Freud se había detenido justo al borde del misterio, y rápidamente había vuelto a rearmar al ser humano –aunque fuera de forma fragmentaria– para no caer ahí.

¡No obstante, si de verdad queríamos ir al fondo de las cosas, teníamos que privar al alma humana de todos sus sostenes artificiales y dar a luz un modo de pensar más radical!

En una conferencia  de 1966,  Jacques Derrida, un joven filosofo argelino-francés expuso unas ideas que lograron esa sacudida: habló de una «descentración» radical del mundo. Según él, todo lo que los seres humanos tenemos por estructuras de la realidad y el pensamiento carecen de cualquier cosa que podamos llamar «un centro». Nada de lo que existe tiene un punto de apoyo digamos «objetivo», universal, común a todos, ni hay en el mundo una base sobre la cual podamos afirmar la verdad de las cosas ni inferir otras verdades. Todo se mueve como en un parque de juegos mecánicos que carecieran de soportes.

Lo peor –o lo mejor– es que nuestro lenguaje también forma parte de este extraño movimiento. En efecto, siempre habíamos creído que nuestras palabras integraban un sistema ordenado, con sentido, pero ahora Derrida mostraba que no era así. Si uno lo pensaba mejor, ni aún en el lenguaje existía un centro, un eje en el que se pudieran sostener, no digamos ya verdades definitivas sino ni siquiera provisionales; no existía en todo el léxico una palabra o una definición cuyo sentido permitiera orientar con éxito a las demás palabras. Y así, mientras su contemporáneo, el gran psicoanalista Jacques Lacan planteaba que el lenguaje tenía la posibilidad de extraer a la luz el subconsciente y con ello daba una esperanza a la reconstrucción del Yo y el mundo (al menos de un mundo personal), Derrida optaba por «descentrar» la realidad entera y ver lo que había debajo, a sabiendas de que si se sumergía ahí podía toparse con “una monstruosidad».

No sé cuantas cosas horribles habrá encontrado en sus procesos de deconstrucción de todo centro, pero sí sé, por un diálogo en el que él participó en 1977, que una de las cosas maravillosas que encontró fue eso que llamamos “los otros», las demás personas. Al parecer, ante la disolución de la integridad psíquica del ser humano, lo que surgió como opción no fue una nueva cualidad en el interior del individuo –como venía ocurriendo en toda la modernidad desde Copérnico– sino una primera apertura hacia el exterior, un encuentro de mi empobrecido Yo en las demás personas. Como decía el poeta mexicano Octavio Paz por aquellos años:

Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.

Sin embargo, no había en este nuevo pensamiento nada de sencillo y romántico. Derrida tenía una forma especialmente estremecedora de ver las cosas. Según él, las demás personas aparecen como parte de nuestro mundo, sí, pero no como nuestros «semejantes», no con una presencia en la cual podamos vernos reflejados. Los otros son tan radicalmente diferentes a mi (justamente tan «otros») que si los busco por los medios convencionales (esos que creen que  hay orden y sentido en el mundo) nunca lograré hallarlos. Y así como Octavio Paz encontraba que aunque  esté yo parcialmente ausente de mí mismo, puedo «buscarme entre los otros», Derrida dejaba ver que después de mucho andar al tanteo en busca de alguien, podía yo al fin darme cuenta de que los otros están en mi solo como una «ausencia», como una especie de fantasma o de huella. No podía referirme nunca a su clara «presencia”: siempre había en nosotros una distancia infinita.

Esto hacía que la relación con los demás sólo pudiera darse como un acto de fe, un acto que traspusiera esa distancia de un salto, un acto de fe “más allá del saber», es decir, sin condiciones, sin conceptos, sin interponer entre nosotros ni siquiera el lenguaje, o sea, sin siquiera pedirle al otro su nombre o ponerle uno.

La filosofía de Derrida en torno a este encuentro incondicional con los otros, no es solo una teoría sino una profunda asimilación de la conciencia que se viene desarrollando desde hace años y que hoy es el principal motor de nuestros jóvenes. Disolviendo el límite entre persona conocida y desconocida, su concepto de la amistad, por ejemplo, anticipa la idea de amigos/seguidores que se tiene hoy en las redes sociales: seres con los que nos unen la diferencia y la distancia. Se trata de una relación que no está basada  en la proximidad y la presencia (es decir, no necesita ser presencial), de una relación que no tiene nada que ver con el intercambio (palabra traída del ámbito comercial, donde impera el “yo te doy, tú me devuelves”, es decir, la deuda) y si mucho que ver con la mística y, como digo, la fe.

Hace poco, en un seminario sobre Filosofía en la Escuela al que asistí, un joven influencer, cuyos tik toks son vistos por millones de personas, nos recordaba que detrás de toda la información que hallamos en la internet, se encuentra, en última instancia, un ser humano, una persona. Por más extendida que esté la inteligencia artificial y los algoritmos, nada en nuestro mundo se genera sin la intervención de alguien. Alguien con quien, en última instancia, nos liga esa incondicionalidad de la que hablaba Derrida.

Creo que las juventudes reclaman nuestra fe. No es cierto que elijan las relaciones impersonales de las redes por sobre las presenciales con la familia y la gente real. Los «adultos» (padres, madres y docentes) nos hemos quedado anquilosados en la imagen de unos jóvenes presos en sus pantallas, absortos en una nada sin personas, como autómatas que han salido de sí para renunciar a su inteligencia y ser manipulados. Ellos, en cambio, igual que aquel joven influencer, nos recuerdan que siempre están en contacto con otros, ahora quizás mas que nunca, aunque de una manera que las viejas generaciones nos resistimos a entender. Sin embargo, esa forma de contacto es la única realmente adecuada a la nueva era: el otro al que los jóvenes están descubriendo no es el otro presencial, el prójimo, el semejante que se sienta a la mesa y con el que pueden hacer planes. No es con quien conversan por telefono o por Zoom. No es ni siquiera el otro del diván al que el psicoanalista escucha. El otro al que han encontrado es el que brilla por su ausencia, el que está oculto detrás de los dispositivos electrónicos, esos que a nosotros nos parecen inhumanos y que sin embargo contienen la huella derridiana de alguien (siempre pienso en los tiempos en que se inventaron los libros impresos; era una época en la que lo que parecía sano era la transmisión oral, con lecturas en voz alta alrededor de la mesa o en la iglesia, y declamaciones de poemas e historias en la plaza pública: así pues, ¿qué habrá pensado la gente acerca de esos locos que se ponían a hacer una lectura silenciosa, como un diálogo con la nada, con nadie, en vez de elegir la compañía de otros?).

Tal vez debamos dejar de hablar de “enajenación» para empezar a concebir una fe en el otro ausente. Lo que está en juego en este momento es nuestra confianza en nuestras hijas, hijos, alumnas, alumnos y alumnes (la cual, por cierto, no es sino la confianza que todos reclamamos para nosotros mismos). Para decirlo de una vez, Ios jóvenes sienten dolor porque inaugurar un nuevo periodo histórico no es fácil; sin embargo, ese dolor se les está convirtiendo en sufrimiento porque los únicos que podemos ser sus cómplices estamos optando por retroceder y mirar al pasado, retirándoles nuestro apoyo. No soy un robot, parece ser el lema de esta juventud, en reclamo de respeto para su conciencia.

Tal vez un mundo con tantos retos como el nuestro, puede generarnos la superstición de que echarse para atrás hará que todo vuelva a ser como antes. Pero hay que tomar en cuenta que nuestros hijos no están en posición de retraerse. Este mundo es el destino que les toca, aunque nosotros temblemos con la posibilidad de presenciar, como decía Derrida, el nacimiento de una monstruosidad.

No podemos dejarlos ir sin darles nuestra fe. Sería como si la sociedad hubiera desarrollado un laboratorio de exploración durante más de sesenta años para favorecer la reconstrucción humana, y nosotros, en el ultimo momento, echáramos todo por la borda.

Pero la verdad es que, aunque sigamos reprochándoles su modo de vida, ellas, ellos, elles, despegarán hacia la era que se alumbra. Y se irán con o sin nosotros.

Para todos es el momento de la fe y los adultos debemos elegir entre quedarnos en el pasado o dar el salto.

Fuente de la información  e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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¿Qué es ser Maestro?

Ser maestro es alguien quien cada día al intercambiar sus experiencias con los estudiantes aprende conscientemente hasta convertirse en una persona excepcional y esa forma de vivir irradia el destino de sus pupilos. Aunque, reconozcamos que no todos los docentes logran convertirse en maestros de la vida, es pertinente revalorarlos desde las diferentes entidades, ya que ellos anclan las raíces de las generaciones.

Aunque es la profesión menos valorada por la sociedad latinoamericana, en sus manos descansan el destino de nuestro porvenir. El maestro reaprende cada día a ser más sensible, domina sus emociones y afina su tolerancia abocada a comprender las diversas limitaciones y los defectos de los estudiantes. Los ayuda a levantarse de sus caídas y lo más impactante, los acompaña en su crecimiento, con amor, bondad y raciocinio.

La Unesco y la Organización internacional del trabajo, (OIT), el pasado cinco de octubre celebraron el Día Mundial de los Docentes, a fin de “valorar la voz del docente: hacia un nuevo contrato social para la educación”. Esto recalca la necesidad de asumir un compromiso multisectorial, liderados por los gobiernos, a favor de mejorar las condiciones salariales y las competencias académicas de la comunidad educadora, como eje esencial del desarrollo de las personas.

Asimismo, el Gobierno de Dina Boluarte, a pesar de caminar a la deriva, la semana pasada, concedió el más alto reconocimiento al magisterio peruano, las Palmas Magisteriales en tres categorías: Educador, Maestro y Amauta. Se premió a los excepcionales maestros, por sus aportes extraordinarios a la educación, los mismos que han de ser sostenidas y conocidos por el público, de no ser así, solo se estaría premiando a profesionales que organizan sus currículos en función a las bases de estos galardones.

Por otra parte, cada 8 de octubre, los peruanos recordamos el sacrificio intergeneracional del almirante Miguel Grau que, sin ser docente, nos enseñó dar la vida por la humanidad.  Aprovecho trascribir unas líneas de su carta escrita para su esposa que refleja su amor por la educación y los niños, cualidades que cada docente están obligados a cultivarlos, “pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados”.

El descomunal desafío de los maestros es impregnar huellas positivas e inspiradoras en la vida de los estudiantes y en cada persona con la que interactúa. De lo contrario, es solo un experto transmisor de conocimientos con doctorados y premios.

Fuente de la información:    https://insurgenciamagisterial.com

© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCPC.

Fotografía: Ehowenespanol

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Tiempos de tormentas para una comunicación audiovisual crítica

Por: Luz Palomino*

La revolución virtual-digital y la inteligencia artificial (AI) han irrumpido y se han popularizado usando el espectáculo y la farándula como vehículos de difusión, despertando novedosas formas de vivir lo colectivo, con particularidades que no estaban presentes en el reino de lo impreso o la televisión.  La era digital, cambió la “caja fija de los canales” por los dispositivos celulares móviles, la trama larga por la brevedad conceptual e interpretativa, elevó dramáticamente la fusión de colores, luces y sonidos en la construcción de narrativas, y simplificó la síntesis discursiva; brevedad y comprensión unidimensional de un contenido, cambiando el horizonte comunicacional.

La interrogante que surge, es si lo virtual-digital convertido en fenómeno narrativo de masas, logrará escapar a la banalidad del espectáculo, para adentrarse en los territorios de conciencia propia de una subjetividad reflexiva, que sea capaz de aproximarse a las desigualdades sociales más allá de imagen exógena, para despertar pensamiento crítico sobre atrocidades como las que ocurren hoy, con el genocidio palestino y la desigual guerra en el medio oriente, la explotación infantil en las minas africanas para extraer los minerales que requieren el brillo de la tecnología de punta, la tragedia de los osos polares ante el calentamiento global, o la denuncia respecto a los millones de seres humanos que hoy no tienen acceso al agua potable ni a la electricidad.

Harvey (2018) señala que la comprensión de la tecnología -y su uso cultural- son esenciales para entender las dinámicas del modo de producción y acumulación capitalista en cada momento histórico. Pero esto no esconde ni impide las resistencias, los intersticios en los cuales la palabra, el sonido, la imagen, la estética y las representaciones abren fisuras por donde dejar fluir otras formas alternativas, utópicas, contrahegemónicas de entender y situarse en el mundo.  Esto lo vemos en la narrativa venezolana en sus distintos momentos, unas veces como novela, otras como cuento, otras como historias de vida, otras como cotidianidad que confronta.

En este sentido, en siglo XX en Venezuela la novela como género literario se tornó contestaría de la pluma del socialdemócrata Rómulo Gallegos y el comunista Otero Silva, ahora se mostraba en las telenovelas con una crítica creativa que conectaba con el pueblo, y mostraba que la televisión también puede ser un espacio para resistir (Giroux, 1988). Ya para finales del siglo XX la telenovela venezolana se convirtió en una mercancía de exportación que promovía la imagen de una Venezuela saudita y de progreso material permanente.

Sin embargo, la crisis económica generada por los precios del petróleo de comienzos de los ochenta, el desembarco de la globalización neoliberal, dieron inicio a lo que Bonilla-Molina (2024) denomina como el gran periodo de crisis en Venezuela (1983-2024), aún no resuelto.

Precisamente en febrero de 1992 comienza a desarrollarse el internet en Venezuela. Poco a poco el tejido digital se va extendiendo del centro al oriente, occidente y sur del país. La idea de atomización y fragmentación social fue decantando en la necesidad de pertenecer a alguna tribu digital, con la cual compartir intereses, gustos e identidades. Fue el momento de la llegada de las redes sociales al país con Myspace (2000).

Actualmente, las redes sociales más usadas en Venezuela son WhatsApp (79,3% población), Facebook (43,8%), Instagram (33,4%), YouTube (25,9%), TikTok (22.1%) y X (5%), es decir por lo menos el 80% de la población tiene acceso a una red social. Esta realidad impacta en todos los ámbitos, especialmente en el político, social, económico y cultural.

En lo político, vimos como en las elecciones presidenciales de 2024 el gran difusor de contenidos fueron las redes sociales; la batalla electoral se libró más en las redes sociales que en las propias calles. Una vez concluidos los comicios y, a partir de las dudas surgidas por la precaria publicación de los resultados desagredados por mesa y centro de votación, el propio presidente de la República Nicolás Maduro culpó de toda la campaña de denuncias a las redes sociales, instando a sus seguidores a desinstalar WhatsApp, bloqueando X de Elon Musk, cuestionando el bloqueo que le hizo tik tok por el carácter de sus contenidos.

Con la llegada de ChatGPT (2022), Wall-e (2021) para elaborar imágenes y SORA (2024) de OpenAI para la edición de videos, además de toda la batería de IA para elaborar contenidos audiovisuales estamos entrando en una era en la cual “el verbo crea” y el ser humano dispone de una limitada capacidad de acción. Sin embargo, las imágenes y videos que se producen por esta vía, así como las narrativas parecieran ser producidas sin los giros y calidez humana, correctos pero carentes de la emocionalidad subjetiva de la creación humana. Esto está generando un sentimiento de vuelta a lo físico, a las imágenes concretas, a los diálogos cara a cara.

Rompiendo el mito de los adultos como próximos a los libros impresos y los más chicos apegados a lo digital, es más, se está dando un fenómeno que aquellos libros que son leídos en digital e impactan por su contenido, luego son comprados en físico, en libro impreso.  Es como si lo físico fuera una nueva identidad ante la vorágine de lo digital.

          Lo impreso parecía una muerte anunciada y, sin embargo, las estadísticas muestran, curiosamente, un aumento del papel gráfico, el destinado a la prensa, la impresión y libros, que aumenta respecto a 2021 un 11%. Estudios sobre el tema afirman que la forma de consumir cambió radicalmente en 2020 durante el confinamiento.

Los medios audiovisuales no son simple tecnología, o espacio para el desarrollo de técnicas de comunicación. Son un espacio en disputa entre dos formas de entender el mundo, la vida y la convivencia. Una que se relaciona con el otro y la otra como parte de una unidad indisoluble que es la humanidad, para lo cual la crítica transformadora y el pensamiento crítico son fundamentales. La otra que entiende a la tecnología como supremacía, como régimen de verdad (Sadin, 2020), que entiende el encuentro como circunstancial y efímero. Son dos formas de entender y relacionarse con la producción audiovisual, que en ningún caso son neutras. En Venezuela esta disputa ocurre en medio de una terrible situación material de vida de la población y de limitaciones para el ejercicio de la libertad, más allá de la dicotomía entre democracia y autoritarismo, encarnadas por dos facciones en disputa, que usan los medios para esconder sus reales intenciones de control y poder.

*Luz Dary Palomino Mayorga Licenciada en comunicación social. Esp. En Gerencia de los procesos educativos y en políticas públicas del cuidado. Maestrante en asesoramiento y desarrollo humano, y estudiante de la maestría en comunicación digital audiovisual. Profesora universitaria y directora del Centro internacional de investigación Otras Voces en Educación.

Lista de Referencias

Acosta C. (2007). Venezuela es una telenovela. Venezuela: Melvin

Sadin, Eric (2020). La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Primera edición editorial caja negra.

Franco Berardi (2019). Futurabilidad: La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad. Caja negra.

Giroux, H (1988) Las resistencias y la reproducción, Ediciones siglo XXI. México

Tiempos de tormentas para una comunicación audiovisual crítica

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