Page 2 of 2464
1 2 3 4 2.464

Volver a clases: La educación repite el curso.

Como si un estudiante repitiera el curso, volver a clases es volver a más de lo mismo. Cada año, con el inicio del año escolar, el debate sobre la calidad de la educación en Chile se reaviva, pero las soluciones siguen siendo escasas.

Nos preocupamos por los bajos puntajes en el SIMCE a nivel nacional y en la prueba PISA a nivel OCDE, pero ¿qué estamos haciendo realmente para cambiar esto? La educación no puede ser sólo un sistema que prepara para el trabajo; debe ser, ante todo, una herramienta para la formación de ciudadanos críticos y comprometidos con sus semejantes.

La crisis sanitaria reveló las carencias del sistema educativo en cuanto a la formación socioemocional del estudiantado. No basta con reforzar los contenidos curriculares tradicionales si no abordamos de manera efectiva el bienestar emocional y la convivencia escolar.

Ahora, ¿qué haremos diferente? Tenemos que repensar el enfoque de la educación en Chile. El mundo está amenazado por el totalitarismo que se aprovecha de la incapacidad para discernir en valores. Debemos priorizar el desarrollo del pensamiento crítico, una habilidad fundamental en una era donde las “fake news” y la manipulación informativa están a la orden del día, especialmente en un contexto donde algunos líderes de opinión usan sus redes sociales para difundir falsedades sin consecuencias reales.

Para lograrlo, es clave actualizar los métodos de enseñanza. La memorización de información debe dar paso a estrategias de aprendizaje basadas en la resolución de problemas, el debate informado y la construcción de conocimientos en comunidad. Fomentar el pensamiento crítico no significa simplemente incluir nuevas asignaturas, sino transformar la manera en que se enseña cada materia en que el profesorado plantee las preguntas en vez de simplemente exponer las respuestas.

La formación socioemocional debe convertirse en un pilar fundamental del currículo. La escuela debe ser un espacio donde los estudiantes adquieran conocimientos básicos y que aprendan a gestionar sus emociones, a desarrollar empatía y a relacionarse de manera saludable con los demás. Para ello, se necesita capacitación docente, materiales adecuados y, sobre todo, un cambio de paradigma en la forma en que concebimos la educación.

Si queremos construir una identidad compartida libre de violencia y de abusos, la educación en valores no puede recaer exclusivamente en la familia. La escuela y la comunidad educativa tienen un rol fundamental en la formación de ciudadanos responsables, éticos, honestos, respetuosos de los demás y conscientes de que la vida en comunidad exige empatía y también dejar atrás el egoísmo asociado al individualismo exacerbado de nuestra época.

Volver a clases no puede ser volver a lo mismo. Si no queremos repetir el curso, es urgente atreverse a implementar un sistema que forme ciudadanos críticos, preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI. La educación no debe ser sólo un medio para acceder al mercado laboral, sino el motor de una sociedad democrática evitando los “cantos de sirena” del autoritarismo.

Fuente de la información:  https://insurgenciamagisterial.com

Fotografía: Revista Proteja su Dinero – Condusef

Comparte este contenido:

Las redes son nuestras

La hacktivista española Marta Franco publicó en 2024 Las redes son nuestras, un ensayo que lleva un sugerente subtítulo: una historia popular de internet y un mapa para volver a habitarla. Desde Lisboa envía algunas pistas más para evitar la parálisis.

Habita internet desde 1999 y subraya ese verbo. A principios de este siglo, mientras estudiaba periodismo, empezó a participar en colectivos sociales relacionados con “okupación, feminismo y cultura libre”. Primero fue construir sus páginas web, gestionar sus listas de correo y subir noticias a Indymedia, la red global de contrainformación. “Aunque éramos entusiastas del software libre, comenzamos a usar plataformas de redes sociales de empresas privadas porque facilitaban llegar a más gente. Exploramos Facebook y, sobre todo en mi caso, Twitter. Entonces surgió el 15M, donde, como explico en el libro, usamos una combinación muy potente de herramientas digitales libres y privativas, pero con el tiempo y las prisas nos fuimos olvidando de la parte libre”, dice la periodista y activista de 40 años, que hoy vive en Lisboa.

Su libro aborda la historia de internet: aquel espacio común, que nació libre, hoy dominado por las corporaciones. Contra los mitos fundacionales de Silicon Valley, Franco contrapone el activismo de base, el aporte militante de la comunidad científica, los hacklabs y Wikipedia, que lleva años en el top de las webs más visitadas del mundo. Haciendo memoria histórica, sin añoranza, en el libro repasa cómo internet dejó de ser un espacio creativo y colaborativo para volverse una usina de ofensa y conspiración, a la vez que propone algunas alternativas para recuperar su espíritu original.

En el libro decís que repensar aquella historia de victorias en su uso más abierto y democrático no es un ejercicio de nostalgia impotente, sino una herramienta para recordar que se puede ganar. ¿Cómo hacer para construir un territorio creativo hoy sin caer en la lógica de los negocios que impera en internet?

Es como si internet fuera una ciudad donde sólo hay centros comerciales. Estamos atrapadas por sus lógicas, podemos regular para que sea un poco mejor pero siempre quedaremos en manos del dueño. Necesitamos que haya también calles, plazas, bibliotecas públicas, centros vecinales y espacios autogestionados. Hablo de ser “habitante” para reivindicar una forma de estar en internet distinta a la de “usuaria”. Ser habitante de un lugar supone tener cierta agencia y conciencia del espacio en el que vives, convivir con tus vecinas y aspirar a mecanismos democráticos para la gestión de lo común. Casi todas las personas hemos renunciado a ser habitantes de internet porque solemos ser usuarias pasivas de unas pocas plataformas privadas, sin cuestionar cómo nos vienen dadas ni intentar incidir sobre su gobernanza. Mi propuesta pasa por recuperar la noción, y el deseo, de que en internet debe haber espacio público y comunal.

Suena bien para alguien que esté familiarizado con los hackers, la resistencia 2.0 y la militancia contra el poder de las corporaciones pero aplica a una porción muy selectiva y minoritaria en el mundo. La gran mayoría, tal vez quiera usar Instagram para uso recreativo o comercial, quiera comprar en Amazon las últimas novedades y estar al tanto de los éxitos de Netflix. ¿Cómo despertar ahí un interés, una curiosidad, y no que lo vean como algo ajeno? ¿Y qué pasa, además, con los que ni siquiera tienen buena conexión a internet, con los que están afuera del consumo y del uso convencional y hegemónico?

El éxito de Amazon, Netflix o Instagram se basa en ponerlo extremadamente fácil para engancharte a tus productos, pero todas las personas que las usan pueden experimentar sus efectos negativos: sentir adicción, perder demasiado tiempo viendo videos o memes estúpidos, que cierren el comercio local y les afecte laboralmente, recibir mensajes de odio y no poder hacer nada para frenarlos, etc. Creo que lo que falta es conectar esas malas experiencias con sus causas, y señalar las alternativas. Las papas fritas están ricas y son muy fáciles de conseguir, pero mucha gente tiene conciencia sobre sus efectos en la salud y no se alimenta exclusivamente de ellas.

El consumo hegemónico precisamente te exige buena conexión a internet porque prima los videos sobre otros formatos. No obstante, estoy de acuerdo en que es un privilegio poder dedicar tiempo y espacio mental a la militancia tecnológica. La respuesta a tu pregunta es compleja, pero creo que las luchas por una internet libre también se integran dentro de todas las luchas que tenemos que llevar a cabo para conseguir que todas las personas puedan vivir su vida con dignidad, agencia y autonomía. Digamos que cuanto más libre sea internet, mejor herramienta tendremos para organizar esas luchas.

Sin embargo esa no parece ser la tendencia y desde la perspectiva de los usuarios parece ser más lo que ofrecen que lo que nos quitan las redes sociales.

Creo que cuando usamos las redes no percibimos que les estemos cediendo nuestra intimidad a nadie porque lo que estamos viendo es una interfaz y un dispositivo, no a una persona que nos observa. Y tampoco estamos exactamente compartiendo nuestra intimidad con nadie concreto, porque lo que les interesa a las plataformas es el big data, las grandes cantidades de datos agregados, que es de donde se puede extraer valor para predecir pautas de consumo o para entrenar inteligencia artificial, por ejemplo.

Es como si internet fuera una ciudad donde sólo hay centros comerciales. Necesitamos que haya también calles, plazas, bibliotecas públicas, centros vecinales y espacios autogestionados. Hablo de ser “habitante” para reivindicar una forma de estar en internet distinta a la de “usuaria”.

Pero sí intuimos que estamos contribuyendo a algo negativo: casi todo el mundo conoce los escándalos de esas empresas y también ha sentido la ansiedad, el cansancio o la tristeza que pueden crear. Pero creo que hacemos un cálculo entre coste y beneficio y llegamos a la conclusión de que lo que nos dan merece la pena; o bien que las consecuencias de irnos serían aún peores porque podríamos perder trabajo, contacto con personas a las que apreciamos u oportunidades de informarnos o entretenernos, que no obtendríamos de otra manera.

Cuando decís que “nos robaron internet” invocas una batalla perdida. ¿Cómo hacer para recuperarla, en momentos donde los experimentos de la IA crecen exponencialmente, y las ultraderechas se afirman en las redes y en las plataformas de forma hegemónica?

Estamos ante un problema tan complejo que no hay ninguna solución mágica. Necesitamos que las instituciones democráticas regulen con eficacia para poner límites a las grandes tecnológicas y también que inviertan en el desarrollo y mantenimiento de tecnologías digitales públicas; necesitamos una sociedad civil organizada que, además de presionar a los gobiernos y vigilar a las empresas, desarrolle sus propios proyectos y se atreva a imaginar e innovar saliéndose de los caminos y la urgencia que nos marcan los hypes tecnológicos; necesitamos activarnos individualmente, como consumidores, haciendo un uso más crítico y consciente de internet. La buena noticia es que ya hay mucha gente pensando en ello, muchos proyectos a los que apoyar o unirse. Las redes, en cuanto tecnologías cuya razón de ser son los vínculos entre personas y saberes, son nuestras.

luchar o fugar

Ni tecnosolucionismo ni pesimismo colapsista. Marta Franco asume que apagar el celular, cambiar de vida y perderse en el bosque no es una opción para la mayoría de la humanidad. La desconexión es un lujo que poca gente puede permitirse, escribe en Las redes son nuestras, haciendo un estudio de éxitos editoriales de los últimos años que recogen reflexiones amplias y más o menos apocalípticas como las de Byung-Chul Han, Yuval Noah Harari o Remedios Zafra. Franco prefiere elegir los kits de DataDetox que hace la ONG tecnocrítica Tactical Tech, la cual propone planes de acción divididos en varios pasos para examinar hábitos tecnológicos y tomar decisiones para cambiarlos. O cita pautas para sabotear la maquinaria que extrae nuestros datos personales, empezando por instalar un sistema operativo libre (GNU/Linux) en cada computadora, “ya que el software no espía”, o recurrir a bloqueadores de anuncios como AdNauseam, una extensión para Firefox y Chrome que, “además de eliminar los anuncios de las páginas, clica en ellos de manera ciega, es decir, la web receptora no registrará desde qué ordenador proviene”.

Hablás en el libro de una memoria “desde abajo”. ¿Qué experiencias rescatás en Europa y en Latinoamérica de redes comunitarias y confluencias públicas en el presente?

Me gusta mucho Som Connexió, una cooperativa con origen en Catalunya que se está extendiendo por España y ofrece conexión a internet con criterios éticos y sostenibles. Framasoft es una organización francesa sin ánimo de lucro que desarrolla aplicaciones para el trabajo colaborativo, alternativas a productos como Doodle o Google Forms que se pueden usar de manera gratuita, y están continuamente desarrollando y mejorando. A nivel institucional, en Bruselas llevan varios años hablando de “soberanía tecnológica” porque se percibe que depender de empresas norteamericanas y chinas es arriesgado, pero por fin parece que el discurso va a cristalizar en algo: se está empezando a impulsar Eurostack, un proyecto para tener infraestructura digital desarrollada por empresas europeas y con financiación pública. Personalmente no confío en que la Comisión Europea vaya a hacer nada fuera del marco empresarial imperante, que ya sabemos que está alejado de la justicia social, pero cualquier iniciativa que al menos contribuya a descentralizar el poder de las big tech me parece interesante. Respecto a Latinoamérica, recomiendo seguir a las organizaciones Derechos Digitales y Sursiendo; la primera trabaja en el ámbito de la incidencia en políticas públicas, la segunda en el de las tecnologías desarrolladas y gestionadas desde abajo, con un enfoque más imaginativo.

¿Cómo ves la realidad del software libre?

El software libre es de uso masivo y popular: Android es software libre, la mayoría de los servidores de internet corren sobre Linux, casi todo el software que se usa para construir grandes modelos de lenguaje como ChatGPT es libre… Lo que ocurre es que las grandes empresas se han centrado en parasitar código libre para desarrollar servicios cerrados. Es decir, ya no te venden un software que te puedas instalar en tu ordenador o servidor y ejecutar cuando quieras, sino un servicio que, aunque se base en código libre, por cómo está diseñado solo puedes usarlo ejecutándolo en sus servidores. Por ejemplo, en el caso de la IA generativa, técnicamente puedes montarte tu propio modelo de lenguaje, pero necesitas cantidades de computación estratosférica para entrenarlo, por eso acabas pagándole una mensualidad a ChatGPT para usar el que ya tiene montado en sus servidores.

Creo que las luchas por una internet libre también se integran dentro de todas las luchas que tenemos que llevar a cabo para conseguir que todas las personas puedan vivir su vida con dignidad, agencia y autonomía. Digamos que cuanto más libre sea internet, mejor herramienta tendremos para organizar esas luchas.

Dicho esto, sigue quedando mucho software libre que podemos instalar en nuestro ordenador y sustituye a servicios de las grandes tecnológicas. Por ejemplo, en vez de usar Google Docs en la nube, puedes instalarte Libre Office. Promover este software libre es una estrategia interesante porque quita cuota de mercado a las grandes mientras nos da mayor privacidad y opciones de configuración, e incluso puede abrirnos hacia una mejor comprensión de cómo funciona el software que usamos.

pragmatismo de la razón

“Hace ocho años nos robaron internet. Lo habíamos llevado demasiado lejos, y nos lo quitaron. Desde 2011, cuando internet se convirtió en sinónimo de redes sociales, protagonizamos la Primera Árabe en Túnez y Egipto, Geração à Rasca en Portugal, el 15M en España, Occupy Gezi en Turquía, Vem Para Rua en Brasil… Millones de personas utilizamos las redes para generar el ruido, la propaganda y la agitación que alimentaron movimientos sociales de masas. Los cambios políticos que impulsamos son de alcance diverso, pero, incluso si nos resultan insuficientes, el caso es que llegamos demasiado lejos”, recupera Franco, en una parte del libro, la historia también reciente de internet. “Las fuerzas del mal se reorganizaron: aprendieron de nuestras tácticas de inteligencia colectiva y las transformaron en un conjunto de metodologías para hacer trampas y bullying. De ellas se benefician desde Trump hasta Vox pasando por Milei, en una convergencia que podemos llamar la Internacional del Odio. Ahora, aquellas plataformas que nos ayudaron a encontrarnos y organizarnos son un campo de minas y experiencias desagradables”, completa.

¿Cómo evitar el pesimismo frente al fortalecimiento de la ultraderecha en el mundo?

El panorama es muy negativo pero creo que el pesimismo es un lujo que no nos podemos permitir. Está claro que el análisis es demoledor: no es sólo Elon Musk, Silicon Valley se ha volcado con la campaña de Trump porque le prometía dejar que la IA y las criptomonedas crezcan sin regulación. Tenemos a los jefes de las empresas que controlan la mayoría de las tecnologías que median nuestras vidas alineados con un gobernante neofascista que está marcando tendencia a nivel global. Pero en muchos momentos de la historia hemos conseguido salir de etapas oscuras gracias al esfuerzo de la gente de abajo, de la colaboración y las alianzas múltiples. Esto que digo no es optimismo, es pragmatismo: mirando a lo concreto avanzamos mucho más que lamentándonos. Nos toca agarrarnos a lo que todavía funcione, a los espacios de democracia y justicia que aún persistan, apoyarnos en ellos y cuidarlos para que crezcan.

derecho a la información / desafíos de la comunicación

Franco habla de tres “robos” emblemáticos. El primero sucedió cuando la infraestructura creada con financiación pública para posibilitar la existencia de la red acabó en manos de empresas, como el caso de la RedIRIS en España, con la posterior privatización de Telefónica. El segundo surgió con el modelo de negocio basado en monetizar unas dinámicas sociales que habían nacido con el movimiento antiglobalización, a comienzos de 2000, como el caso de Google cuando compró la tecnología que sirvió para lanzar Blogspot y se hizo con YouTube. Y el tercero es el que se produjo hace aproximadamente una década cuando las redes sociales, convertidas ya en sinónimo de internet, fueron tomadas por ejércitos de bots y los algoritmos dominaron la escena desde posiciones muy reaccionarias. “Las herramientas que antes nos fueron útiles ahora nos son ajenas”, resume la comunicadora, quien añade que la ultraderecha, además de bots, tomó la iniciativa política en Twitter en los últimos años con referentes digitales, personajes y cuentas, al estilo de verdaderas milicias online.

A la hora de recuperar “las plazas de internet”, Franco habla de escapar a las novedades, lo viral y las agendas que imponen los medios hegemónicos. Hace tiempo que un puñado de empresas concentra más poder que la inmensa mayoría de los países, lo que significa que hay actores geopolíticos clave sin control democrático. Para la autora, no hay que mirar tanto lo macro sino lo micro: recuperar la construcción de sentidos en la horizontalidad y los espacios colectivos.

El derecho y el acceso a la información parecen estar en crisis en un mundo donde el juego de poder se estrecha y las prácticas autónomas gestionan sus creaciones ante todo tipo de adversidades, ¿qué panorama ves en la comunicación más allá de boicotear a las grandes empresas y apostar por alternativas de software libre, como proponés en el libro?

Sabemos que la tecnología nunca es neutral, siempre refleja las motivaciones políticas encarnadas en las empresas y los gobiernos que la promueven. Las tecnologías digitales están especialmente concentradas en muy pocas empresas, y se están concentrando más por el desarrollo de una IA que requiere unas capacidades de computación estratosféricas. Como hacedores y consumidores, no podemos seguir perdiendo el tiempo con cortinas de humo, tendencias alimentadas por el marketing o polémicas vacías, porque así perdemos la oportunidad de pensar e incidir sobre los temas realmente importantes. Una pista: donde no hay algoritmos de recomendación se respira mejor. Es decir, dejar de pasar tanto tiempo en Instagram, TikTok o Bluesky y mirar más hacia las webs, listas de correo, foros o el fediverso (Mastodon). A corto plazo parece que así pierdes algunas oportunidades, pero a la larga es la única salida que veo para que el periodismo y la comunicación en general conserven su valor específico en un entorno de creación de contenidos tan ruidoso y competitivo. Construir comunidades de información y crear el periodismo que sea importante para ellas. Si tu trabajo se parece a lo que puede hacer una IA, te quedan muy pocos años de trabajo. El periodismo lleva años intentando jugar el juego de internet: cada vez más rápido, más inmediato y más llamativo para competir en la batalla por la atención. Con el panorama actual de influencers, propaganda política e IA generativa está muy claro que es un juego en el que los periodistas nunca van a ganar. Pararse para intentar pensar otra estrategia es sin duda arriesgado y costoso, pero creo que seguir adelante como si nada es aún más arriesgado porque es un callejón sin salida. Si hay salida, debe estar en reinstaurar el valor del periodismo como servicio de calidad, que es lo que puede justificar su financiación común (dinero público, donaciones, suscripciones, etc). Y en Argentina tenéis una larga historia de medios comunitarios que demuestran que se pueden hacer cosas de otras maneras.

Fuente de la información e imagen:  https://revistacrisis.com.ar

Comparte este contenido:

Lula será candidato a la reelección

Por: Emir Sader *

La posición de la derecha es extraña: creen que Lula da Silva (foto) sólo tiene el apoyo del 24%, lo que significaría que la política está acabada. Pero, al mismo tiempo, quiere que Lula renuncie a ser candidato. Si creen en sus investigaciones, deberían competir contra Lula y no intentar conseguir a otro como candidato. Sólo sería cuestión de tener un candidato contra Lula y ganarían.

¿Es eso así? Todos los índices económicos y sociales son positivos. Lula derrotaría a todos los demás oponentes potenciales. Pero esa no es la única razón por la que Lula es candidato a la reelección. Fue el mejor presidente que ha tenido Brasil. Es el personaje principal de la historia política del país.

Lula encontró la mejor manera de luchar contra el neoliberalismo y la hegemonía del capital especulativo, raíz de los intentos de preservar las grandes desigualdades que caracterizan a Brasil. El gobierno de Lula y el gobierno de Dilma implementaron la prioridad de las políticas sociales, promoviendo la reanudación del crecimiento económico y el pleno empleo.

La gente necesita ser plenamente consciente de esto. Que entiendan que si sus condiciones de vida han mejorado ha sido gracias a estas políticas. Políticas que se naturalizan. ¿Qué se opone a la campaña contra la política, contra el Estado, “contra todo lo que está ahí”? Esta es la forma que tomó la campaña contra Lula y el Partido de los Trabajadores.

Saben que si no debilitan la imagen de Lula, la extrema derecha nunca podrá volver al gobierno. Habían llegado al poder cuando lograron, mediante un proceso fraudulento, hoy reconocido por el Poder Judicial, detener a Lula.

Lula será candidato a la reelección. Porque es un gran gobierno, que necesita continuidad. Y porque es el mejor candidato, a pesar de la campaña sistemática de la derecha, siendo los medios de comunicación el sector más activo en esta campaña.

Porque lo que Brasil necesita ahora no es sólo mantener la prioridad de las políticas sociales, sino también avanzar para romper el peso que el capital especulativo tiene sobre la economía y poder pasar del antineoliberalismo al posneoliberalismo. Es decir, la superación del neoliberalismo. Retomando la prioridad del desarrollo económico, promover la esfera pública, en la que el sujeto es el ciudadano –sujetos de derechos- contra la esfera mercantil –en la que el sujeto es el especulador-.

Sin esto, Brasil. No será posible reanudar un largo ciclo expansivo en la economía, que la derecha está tratando de evitar. Porque sabe que Lula es el presidente que puede llevar adelante ese proyecto.

* Sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).  

Página 12

Comparte este contenido:

20 tesis contra el capitalismo verde

Este texto de Alexis Passadakis y Tadzio Müller fue publicado en el año 2009 y está disponible en la web de info.interactivist.net. Pese a ya ser un texto de hace 15 años, incluso previo al Acuerdo de Copenhague (de 2009, https://en.wikipedia.org/wiki/Copenhagen_Accord), tiene un contenido totalmente vigente. Traducción desde el inglés por Tía Akwa.
  1. La actual crisis económica mundial marca el fin de la fase neoliberal del capitalismo. El “business as usual” (financiarización, desregulación, privatización…) ya no es una opción: los gobiernos y las corporaciones deberán encontrar nuevos espacios de acumulación y tipos de regulación política para mantener el capitalismo en marcha.
  2. Junto a la crisis económica, política y energética, hay otra crisis que sacude al mundo: la biocrisis, resultado de un desajuste suicida entre el sistema de soporte vital ecológico que garantiza nuestra supervivencia humana colectiva y la necesidad del capital de un crecimiento constante.
  3. Esta biocrisis es un inmenso peligro para nuestra supervivencia colectiva, pero como todas las crisis, también nos presenta a nosotros, los movimientos sociales, una oportunidad histórica: atacar realmente la yugular expuesta del capitalismo, su necesidad de un crecimiento incesante, destructivo y demencial.
  4. De las propuestas que han surgido de las élites globales, la única que promete abordar todas estas crisis es el “Green New Deal”. No se trata del adorable capitalismo verde 1.0 de la agricultura orgánica y los molinos de viento caseros, sino de una propuesta para una nueva fase “verde” del capitalismo que busca generar ganancias a partir de la modernización ecológica gradual de ciertas áreas clave de la producción (automóviles, energía, etc.).
  5. El capitalismo verde 2.0 no puede resolver la biocrisis (el cambio climático y otros problemas ecológicos como la peligrosa reducción de la biodiversidad), sino que intenta sacar provecho de ella. Por lo tanto, no altera fundamentalmente el rumbo de colisión en el que cualquier economía impulsada por el mercado coloca a la humanidad con la biosfera.
  6. No estamos en los años 30. Entonces, bajo la presión de poderosos movimientos sociales, el viejo “New Deal” redistribuyó el poder y la riqueza hacia abajo. El “New New” y el “Green New Deal” que discutieron Obama, los partidos verdes de todo el mundo e incluso algunas multinacionales tiene más que ver con el bienestar de las corporaciones que con el de las personas
  7. El capitalismo verde no desafiará el poder de quienes realmente producen la mayor parte de los gases de efecto invernadero: las compañías energéticas, las aerolíneas y los fabricantes de automóviles, la agricultura industrial, sino que simplemente los colmará de más dinero para ayudarlos a mantener sus tasas de ganancias mediante la realización de pequeños cambios ecológicos que serán demasiado pequeños y demasiado tarde
  8. Dado que, a nivel mundial, los trabajadores han perdido su poder de negociación y de exigir derechos y salarios decentes, en un sistema capitalista verde, los salarios probablemente se estancarán o incluso disminuirán para compensar los crecientes costos de la “modernización ecológica”
  9. El “estado capitalista verde” será autoritario. Justificado por la amenaza de una crisis ecológica, el capitalismo verde “gestionará” el malestar social que necesariamente surgirá del empobrecimiento que se produce como consecuencia del aumento del coste de la vida (alimentos, energía, etc.) y la caída de los salarios.
  10. En el capitalismo verde, los pobres tendrán que ser excluidos del consumo, empujados a los márgenes, mientras que los ricos podrán “compensar” su continuo comportamiento destructivo del medio ambiente, comprando y salvando el planeta al mismo tiempo.
  11. Un estado autoritario, enormes desigualdades de clase, prestaciones sociales otorgadas a las corporaciones: desde el punto de vista de la emancipación social y ecológica, el capitalismo verde será un desastre del que nunca podremos recuperarnos. Hoy tenemos la oportunidad de superar la locura suicida del crecimiento constante. Mañana, cuando todos nos hayamos acostumbrado al nuevo régimen verde, esa oportunidad puede haber desaparecido.
  12. En el capitalismo verde, existe el peligro de que los grupos ambientalistas establecidos y dominantes acaben desempeñando el papel que desempeñaron los sindicatos en la era fordista: actuar como válvulas de seguridad para garantizar que las demandas de cambio social, que nuestra rabia colectiva, permanezcan dentro de los límites establecidos por las necesidades del capital y los gobiernos.
  13. Albert Einstein definió la “locura” como “hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. En la última década, a pesar de Kioto, no sólo ha aumentado la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sino también su tasa de aumento. ¿Queremos simplemente más de lo mismo? ¿No sería una locura?
  14. Los acuerdos internacionales sobre el clima promueven falsas soluciones que, a menudo, tienen más que ver con la seguridad energética que con el cambio climático. Lejos de resolver la crisis, el comercio de emisiones, la DMC, la implementación conjunta, las compensaciones, etc., proporcionan un escudo político para la continua producción de gases de efecto invernadero con impunidad.
  15. Para muchas comunidades del Sur global, estas falsas soluciones (agrocombustibles, “desiertos verdes”, proyectos del Mecanismos de desarrollo limpio (CDM, por sus siglas en inglés) son, a estas alturas, una amenaza mayor que el propio cambio climático.
  16. Las soluciones reales a la crisis climática no las soñarán los gobiernos ni las corporaciones. Sólo pueden surgir desde abajo, de movimientos sociales en red a nivel mundial en pro de la justicia climática.
  17. Tales soluciones incluyen: no al libre comercio, no a la privatización, no a los mecanismos flexibles. Sí a la soberanía alimentaria, sí al decrecimiento, sí a la democracia radical y a dejar los recursos bajo tierra.
  18. Como un movimiento emergente de justicia climática global, debemos luchar contra dos enemigos: por un lado, el cambio climático y el capitalismo fosilístico que lo causa, y por el otro, un capitalismo verde emergente que no lo detendrá, pero limitará nuestra capacidad para hacerlo
  19. Por supuesto, el cambio climático y el libre comercio no son lo mismo, pero: el protocolo de Copenhague será una instancia regulatoria central del capitalismo verde, al igual que la OMC fue central para el capitalismo neoliberal. Entonces, ¿cómo relacionarnos con él? El grupo danés KlimaX sostiene: Un buen acuerdo es mejor que ningún acuerdo, pero ningún acuerdo es mucho mejor que un mal acuerdo
  20. La posibilidad de que los gobiernos presenten un «buen acuerdo» en Copenhague es entre escasa y nula. Nuestro objetivo debe ser, por lo tanto, exigir un acuerdo sobre soluciones reales. En su defecto: ¡olvidémonos de Kioto y cerremos Copenhague! (sea cual sea la táctica).

 

Fuente de la información e imagen: https://www.portaloaca.com

Comparte este contenido:

Los algoritmos no tienen vida propia

Por: Raúl Zibechi

La masificación del uso de la inteligencia artificial (IA) y la naturalización de sus resultados no va de la mano de una comprensión de sus mecanismos, de quiénes la promueven, con qué intereses y objetivos. Si no realizamos este ejercicio, seremos víctimas pasivas de modos que no conocemos.

En reciente entrevista el historiador y filósofo Yuval Harari sostiene que la IA permite “una vigilancia total que acaba con cualquier libertad” (https://goo.su/BndfI4R). Advierte que la capacidad de vigilancia supera ampliamente la de cualquier dictadura o régimen totalitario, ya que a través de las cámaras de vigilancia con capacidad de reconocimiento facial y de los teléfonos celulares, tiene la capacidad de controlar las más mínimas actitudes de todas las personas en todas partes adonde llegue Internet.

En lo personal, he comprobado que me envían publicidad de productos o de marcas de las cuales estoy hablando con mi familia y amigos, casi inmediatamente. Sabemos que la IA permite escuchar a través de los celulares cualquier conversación, por más íntima que sea, todo movimiento y comunicación que hagamos.

Harari dice que “la IA es diferente a cualquier tecnología previamente inventada”, porque a diferencia de las tecnologías anteriores, no está en manos de seres humanos ni es una herramienta que debe ser activada por personas, sino “un agente independiente” que tiene la capacidad de tomar decisiones propias “por sí misma”. Sostiene que en los medios de comunicación, que “integran la base de una democracia a gran escala”, ya no son los editores los que toman las decisiones editoriales, sino que “son los algoritmos los que deciden cuál debe ser la historia recomendada”.

Creo que muchos de los argumentos de Harari son interesantes y que su denuncia de la manipulación masiva de la información es muy importante. Da un paso más aún, para profundizar en las consecuencias de la IA: “Los algoritmos de las empresas han descubierto que hay que diseminar fake news y teorías que aumentan las dosis de odio, miedo y rabia en los usuarios, porque esto hace que la gente se implique, esté más tiempo en las plataformas y envíe enlaces para que sus amigos también se puedan enfadar y tengan miedo”.

Concluye que este es un modelo de negocio porque “la implicación del usuario es la base de todo”, de modo que el tiempo que cada usuario pasa en las plataformas lleva a que las empresas ganen más dinero, pues venden más anuncios y, sobre todo, “recaban datos que más adelante venderán a terceros”. Un análisis bien interesante, que remata con una frase demoledora: “La gente del sector está atrapada en una mentalidad de carrera armamentística, de competidores, y de no dejarse ganar”.

Creo, sin embargo, que faltan dos aspectos para completar el cuadro porque, de no hacerlo, se puede perder el contexto de lo que verdaderamente está sucediendo: la primera es que los algoritmos no tienen vida propia, sino que han sido creados por el sistema para mejorar sus ganancias, profundizando el control de nuestras mentes. La segunda, es que la historia del capitalismo es, precisamente, ésta.

Cuando Harari sostiene que la IA toma decisiones por sí misma, esto es sólo parcialmente cierto si miramos sólo la tecnología pero no quienes la crearon y la manejan para conocer aún los deseos más profundos de las personas.

En segundo lugar, debemos remontarnos a la historia del panóptico, del taylorismo y del fordismo para ver cómo se ha ido profundizando el control del capitalismo.

El panóptico surge en los ejércitos. Las tiendas de campaña de los soldados debían estar rigurosamente alineadas para que los oficiales detectaran el menor movimiento. Luego se trasladó a las cárceles, los hospitales, los centros de enseñanza, las fábricas; siempre para acotar la autonomía de las personas. Las cámaras que se multiplican en nuestras ciudades tienen el mismo objetivo.

En las fábricas, en el periodo de la manufactura, el obrero especializado controlaba las máquinas y sus tiempos de trabajo. Hacia fines del siglo XIX se impuso la “organización científica del trabajo” ideada por Frederick Taylor, que dividía las tareas entre quienes ejecutan movimientos y quienes planifican y dan órdenes. El objetivo era convertir al obrero en un “gorila amaestrado”, sometido a las máquinas, capaz sólo de hacer movimientos precisos y cronometrados.

Con la cadena de montaje creada en las fábricas Ford, se cierra un primer ciclo de control de los obreros, luego profundizado con el “toyotismo”, cuando los trabajadores lograron neutralizar los modo anteriores de explotación, en la década de luchas obreras de 1960.

El perfeccionamiento de las tecnologías para el control de la vida, de la naturaleza y de todo lo humano, es la seña de identidad del capitalismo. De ese modo aumenta sus ganancias, sometiendo más y más a los seres humanos. Surgirán nuevas y más sofisticadas formas de control, porque los de abajo siempre encuentran modos de resistir y burlar a los de arriba.

Desde Abajo

Comparte este contenido:

Represión trumpista de la educación

No es racista meramente Trump, sino el Estado y la sociedad estadounidenses.

La orden ejecutiva de Donald Trump para cancelar fondos del gobierno federal a instituciones en que se enseñe la ‘Teoría crítica de la raza’ (Critical Race Theory) promete numerosos desafíos en los tribunales. Como otras órdenes que emitió, luce que se empantanará en objeciones legales y confrontará problemas prácticos para aplicarse, entre otras cosas por lo inexacta y confusa que es, como si hubiese sido formulada a la ligera.
La fiereza de la nueva administración en sus primeros días sugiere una angustiosa resistencia del Estado norteamericano a aceptar su disminución en el mundo. Trump abandona el interés usual en el consenso en las relaciones políticas y genera relaciones de antagonismo comercial y diplomático con otros países. Concentra esfuerzos en Latinoamérica y el Caribe, históricamente la zona más oprimida y controlada por Estados Unidos. En política interior intenta desmantelar a toda velocidad el sistema que empezó FD Roosevelt, que en el último medio siglo se hizo predominante, de incluir los afroamericanos y pobres en un clientelismo social de abundantes subsidios y amplia burocracia federal, en un ‘estado benefactor’ agrandado.
Varios autores acuñaron en los años 70 y 80 el nombre ‘teoría crítica racial’, si bien continuaban antiguas y amplias discusiones sobre la cuestión afroamericana y la sociedad estadounidense. Argumentan que el racismo no es simplemente un ‘prejuicio’ personal, sino que está en la formación misma de instituciones principales de Estados Unidos. En Estados Unidos esta idea es escandalosa, pero para muchos alrededor del mundo es evidente.
Desde hace largas décadas las discusiones sobre sociedad e historia admiten que la opresión racial es parte de la cultura de la nación norteamericana, la cual instaló un ‘colonialismo interno’, ya que sus plantaciones de esclavos no estaban fuera del país (como en los casos de Gran Bretaña, Francia, etc.), sino dentro.
Textos como The Black Jacobins (1938), de CLR James, Capitalism and Slavery (1944) de Eric Williams, y How Europe Underdeveloped Africa (1973), de Walter Rodney, aumentaron la conciencia de que la opresión de los negros ha sido inseparable de la historia moderna y de Occidente. Después siguió un torrente de investigaciones, publicaciones y cursos académicos en Norte y Latinoamérica, el Caribe, África y Europa.
Asimismo, el conocimiento científico, e incluso la cultura general, ya admiten que desde hace milenios la división social del trabajo y el desarrollo tecnológico producen un excedente cada vez mayor que hace posible el progreso histórico, y las clases dominantes suelen apropiarse. El capitalismo occidental es un perfeccionamiento de este mecanismo, especialmente por expandir la actividad financiera como nunca antes.
La teoría que ve el progreso –el conocido– inseparable de la explotación del trabajo, inicialmente elaborada por Karl Marx, ya no es tabú y ha enriquecido las ciencias sociales e incluso las naturales. Ha incidido en los temas del colonialismo, la formación del sistema global, y la extraordinaria experiencia del trasiego y trabajo de africanos esclavizados, entre los siglos XV y XIX, en un vasto mercado que incluyó África, las Américas y Europa occidental y en que participó gran cantidad de gobiernos, bancos, empresas, y las iglesias católica y protestante. Estuvo en la base de la era moderna.
El presente, pues, encierra un complejo ‘pasado’ lleno de contradicciones. Por ejemplo, las naciones americanas actuales no existirían sin el sometimiento y el genocidio de las sociedades indígenas, desde el tiempo de Cristóbal Colón, en el Caribe, Centroamérica, México, los países andinos suramericanos y el resto del hemisferio. En Estados Unidos, el crecimiento industrial, financiero y militar del norte no hubiese sido posible sin las plantaciones esclavistas del sur –el algodón iba a la industria de ropa en Inglaterra– que producían riqueza que se convertía en dinero y en actividad bancaria que financió la expansión del norte.
Parece que muchos votantes de Trump, a los cuales éste quiere cumplir lo prometido, se sienten ofendidos al escuchar estas duras realidades, que resultan claras una vez se les estudia y desmontan la historia tradicional oficial idealista y ‘blanca’. Creen que comprender la historia de manera crítica es un ‘racismo contra los blancos’.
No debe subestimarse que Trump reproduzca esta actitud infantil atacando la libertad de expresión y de cátedra y la discusión sobre la sociedad y la historia, en una suerte de regreso a la represión medieval del conocimiento y del debate de ideas libre e informado. El temor a la discusión delata la crisis de Estados Unidos, cuyo actual declive –junto al de Occidente– en el mercado mundial hace aflorar muchas inseguridades.
La orden de suprimir la ‘teoría crítica’ confirma la sensación de que Trump expone el racismo más crudamente que otros presidentes y políticos de Washington, al menos desde que en los 70 se hizo políticamente incorrecto ser racista, y alimenta la ignorancia e impulsividad de grupos supremacistas blancos.
Si Trump persigue liberar las contribuciones intelectuales y los debates sociales del paternalismo y los subsidios del gobierno, su forma de hacerlo es bastante torpe.
Pero, de nuevo, la orden encontrará obstáculos para aplicarse en la práctica, cuando menos referentes al derecho a la libre expresión. Es confuso además si persigue suprimir las específicas lecturas que en los 70 y 80 se llamaron Critical Race Theory, o más ampliamente la enseñanza de la historia y del carácter contradictorio y complejo del proceso social, que durante siglos ha incluido opresión de pueblos y explotación del trabajo y de la mujer. En cualquier caso sería una involución reaccionaria.
No es racista meramente Trump, sino el Estado y la sociedad estadounidenses. Trump lo expone crudamente también con la deportación de miles de inmigrantes latinoamericanos en pocos días, de forma destemplada y carente de consideraciones legales y humanitarias en muchos casos. Ha sido como el traslado de ganado, en vez de seres humanos.
Las ordenanzas de Trump, y la forma en que se anuncian y ejecutan, han agudizado la tensión nerviosa y moral de la sociedad. Puede preverse que restarán aún más solvencia a Estados Unidos.

El autor es profesor jubilado de la Universidad de Puerto Rico.

Fuente de la información:  https://rebelion.org

Fotografía: Rebelión. Rebelión – Imagen: Manifestantes afrodescendientes de EE.UU. Crédito: Bettmann / Ernest C. Withers. 1968

Comparte este contenido:

La mala calidad educativa es el resultado de la mala calidad democrática

Por: José Yorg

El estudio de la Política Educativa Peronista en el denominado Segundo Plan Quinquenal evidencia que se otorgó una importancia significativa a las cooperativas escolares. Se creó una Comisión de Cooperativas Escolares en el año 1954 cuya función fue la dirección superior de las actividades cooperativistas que se desarrollaban en los establecimientos de enseñanza.57 a difusión de los principios del cooperativismo y la constitución de cooperativas escolares y estudiantiles serán auspiciadas por el Estado a fin de contribuir a la formación de la conciencia nacional cooperativista y prestar servicios útiles a los alumnos el objetivo era ampliar el conocimiento filosófico, doctrinario y económico del cooperativismo y desarrollar en el quinquenio 1953-1957 una activa campaña para lograr en el año de 1957 la existencia de cooperativas escolares o estudiantiles en todos los establecimientos educacionales del Estado Argentino”. (https://relatsargentina.com/documentos/RA.1-Peronismo/RELATS.A.PeronismoCultura.Yoga.pdf)

 

Según nuestras reflexiones, nuestras indagaciones y conclusiones abiertas, la crisis educativa no es otra cosa que la vinculación y el reflejo de la crisis política y económica-social del capitalismo argentino, y sobre todo, de la ruina del modelo de desarrollo industrial desde el año 1955 por medio del golpe de Estado al entonces presidente J. Perón.

 

Entonces, la decadencia del capitalismo argentino arrastró y arrastra al sistema educativo argentino al estadio de su máxima expresión actual: Un sistema educativo mediocre, fagocitado por la burocracia educativa.

 

Nos desentendemos de la costumbre de anotar cifras y estadísticas porque esa metodología la utilizan y muy bien organismos oficiales e internacionales en sus comunicados para caracterizar a la actual crisis educativa, por ejemplo:

 

“Ya en 2019, antes de la pandemia, se vivía una profunda crisis de aprendizaje: el 53% de los niños que terminaban la escuela primaria en América Latina y el Caribe no podía leer ni entender un texto simple. Hoy, luego del cierre de las escuelas por el equivalente a casi dos años académicos, se estima que ese porcentaje ha aumentado al 64% en toda la región” (https://www.bancomundial.org/es/news/feature/2022/04/25/latinoamerica-crisis-educativa)

 

Por tanto, queda sentado que la crisis educativa es admitida, sin embargo, en sus causales difieren. Nosotros reafirmamos: Desde el año de 1955 la Argentina sufre una fuerte crisis del capitalismo. La crisis es del capitalismo NO del cooperativismo. Es más “La actual crisis global, digámoslo a viva voz, es una crisis económica y política del capitalismo, en modo alguno es parte de esa crisis el cooperativismo”. (https://insurgenciamagisterial.com/enfoques-cooperativos-hoy-la-crisis-institucional-britanica-es-una-crisis-del-capitalismo-no-del-cooperativismo/)

 

“En la ocasión realicé un análisis en el que hice notar que la crisis es del Capitalismo financiero y global, no del cooperativismo, como bien lo dicen los compañeros de todoporhacer.org, de España (La crisis es del Capital, no de la cooperación), y esto lo debemos tener bien presente, porque muchos distraídos quieren convencernos que el cooperativismo no anda, en realidad y es de toda evidencia, es que el capitalismo ingresó a su espiral de salvajismo senil». (https://rebelion.org/la-crisis-es-del-capitalismo-no-del-cooperativismo/)

 

La Licenciada en Ciencia Política por la Universidad del Salvador y Magíster en Educación y Sociedad de FLACSO Argentina, Guillermina Tiramonti afirma que “hay una imposibilidad de las escuelas de sostener el patrón de socialización que permita a todos sus alumnos incorporarse a la sociedad integrada, la escuela no les proporciona los elementos para ser incluidos en la sociedad”.

 

Aquí, en este punto debemos señalar al otro elemento que compone el sistema: Los padres. En negativa actitud los “padres o madres tóxicas” no valoran el esfuerzo cotidiano de los docentes y de la propia escuela en el objetivo de elevar la educación de sus hijos/as y al mismo tiempo en la formación cultural de buen comportamiento que viabiliza un buen proceso enseñanza-aprendizaje, ellos son la “educabilidad” y la “formabilidad”, agreguemos que el primero pertenece al ámbito escolar y el otro al ámbito del hogar.

 

La sociedad está en crisis civilizatoria y ello repercute en el comportamiento de los padres quienes desvalorizan a la escuela y a los docentes. Esto no debe, en modo alguno, ser así, al contrario, debe haber una comunión fuerte.

 

En resumen: La mala calidad educativa es el resultado de la mala calidad democrática y ésta a su vez es reflejo de la crisis del capitalismo financiero. El capitalismo financiero procura “resetear” al capitalismo, modificando, cambiando, reseteando la mente, la conciencia del pueblo para que se adecuen a ello, y debemos decirlo, no le interesa la democracia liberal representativa, le interesa la opresión, el autoritarismo.

 

Reiteramos y volvemos a lo mismo, hasta lograr la humanización de las relaciones sociales:

 

Sabemos que es prácticamente imposible la plena y noble realización del cooperativismo de manera libre porque los intereses mezquinos y cipayos capitalistas lo frenan y en consecuencia les duele que no puedan detener el avance en la transformación social que el pueblo clama, ellos fracasaron estrepitosamente.

 

Nos aguardan muchas tareas de educación y formación, de compartir saberes que nos liberen las cabezas colonizadas por las falacias que organizan, promueven y aplican los neos-coloniales a través de sus medios de comunicación monopólicas que tanto daño hacen.

 

La mala calidad educativa es el resultado de la mala calidad democrática

Comparte este contenido:
Page 2 of 2464
1 2 3 4 2.464