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Esclavas del siglo XXI

Por: Gloria López

El objetivo del debate que el pasado día 5 de marzo acogió el Museo Reina Sofía de Madrid fue conocer, reflexionar y entender la situación que viven las jornaleras marroquís que llegan a los campos de Huelva en las campañas de recogida de la fresa, contratadas desde sus lugares de origen. Para ello, se contó con las voces de Rahma El Basraoui, Fátima Boubkri, Pastora Filigrana García, Justa Montero y Soulaima Vázquez, quienes estuvieron moderadas por Nines Cejudo.

Las mujeres que cultivan la fresa –y el resto de frutos rojos que llegan a nuestras mesas- vienen a los campos de Huelva tras pasar un proceso de contratación en el origen, considerado un “modelo de migración ordenada” por las instituciones, pero criticado profundamente por las organizaciones. La abogada y mediadora intercultural Rahma El Basraoui explicó que se trata de un convenio bilateral entre España y Marruecos que no garantiza los derechos de las trabajadoras. Recordemos que este año han sido 20.000 mujeres las que han sido contratadas en Marruecos bajo estos requisitos.

20.000 jornaleras sin derechos

“En ningún momento las trabajadoras conocen las condiciones en las que van a trabajar, ni sus derechos”, advertía la presidenta de la Unión de Asociaciones Marroquíes de la Comunidad Valenciana y portavoz de la Plataforma de Apoyo a las Trabajadoras del Campo. El perfil que se pide para acceder a este proceso de selección es el de mujer, casada, viuda o divorciada con cargas familiares (hijos e hijas de hasta 14 años), con una edad que va de 25 a 45 años. Todo esto tiene que estar acreditado por las mujeres, que en su mayor parte no saben leer ni escribir, que se ven obligadas a ir a la oficina con sus bebes en un tiempo muy corto.

Cuando llegan a España, encuentran que el sueldo recibido no coindice siquiera con lo prometido en el convenio: les pagan 0,75 céntimos de euro por recoger una caja de 5 kg de fresas. Viven en módulos prefabricados en malas condiciones. No se les ofrece una mínima formación en castellano, como se supone exige el convenio, ni se les da una copia del contrato y, si tienen algún conflicto, no pueden cambiar de empresa. Las empresas ejercen control sobre la vida de las trabajadoras, que son aisladas del entorno social. “Si quieren bajar al pueblo, tienen que hacerlo en el coche de compañeros que a veces le ofrecen hacerles la compra a cambio de favores sexuales.”

El contexto: un sistema patriarcal y racista basado en la explotación de las personas migrantes

La abogada y activista Pastora Filigrana García contextualizó esta situación, dentro de un sistema patriarcal y racista basado en la explotación de las personas migrantes. “El fruto rojo no permite una recolección mediante máquinas; se necesitan manos”, explicó. “Recoger la fresa es un trabajo duro. Hay que arrancar el fruto uno a uno. Doblar la espalda durante horas”. ¿Quién está dispuesta a trabajar más por menos sueldo? Quienes tienen más necesidad: ellas, las mujeres racializadas. Por ello, cada año, miles de mujeres marroquíes llegan a Huelva, entre febrero y abril, para, en el microclima de los invernaderos, trabajar duramente, día tras día, hasta los meses de junio y julio.

En Huelva se produce más del 90 por ciento de la fresa de España, que se exporta a Europa, a Francia y a Alemania sobre todo. Es un negocio que mueve unos 500 millones de euros cada año, que practica una agricultura intensiva, criticada por las organizaciones ecologistas por la fuerte demanda de agua que requiere. De este negocio vive mucha gente, no solo las mujeres marroquíes, también migrantes de otros países y población autóctona. “También entre ellos tienen conflicto, agitados por la extremaderecha, que pone a la gente a competir”.

El sector se colocó en el ojo del huracán después de que una revista alemana publicase un reportaje de dos reporteras en el que se denunciaban las condiciones en las que trabajan las temporeras marroquíes en la fresa. Las cuatro mujeres trabajadoras marroquíes denunciaron al manijero por acoso sexual acompañadas por las organizaciones Asnuci y Mujeres 24 h y el activista por los derechos humanos Antonio Abad. También interpusieron una demanda laboral contra la empresa y una denuncia ante la inspección de trabajo.

“La publicación de la historia puso de manifiesto unas situaciones que las organizaciones venían denunciando durante años” aseguró Pastora Filigrana, frente a la negación de numerosos sectores y la falta de credibilidad que se le ha dado a la voz de las jornaleras.

“En el feminismo no nos estamos escuchando. Parece que la mujer blanca es la que tiene voz y de las mujeres marroquíes solo se habla para hablar del velo”, expuso Soulaima Vázquez, mediadora intercultural y activista feminista, perteneciente al colectivo Alharaca, cuyo objetivo es sensibilizar y concienciar sobre el racismo y la islamofobia. “Nos movilizamos más porque lleven velo que porque sufran una violación”, sentenció.

La activista Justa Montero profundizó en la desigual respuesta que las situaciones de injusticia generan, según afecten a unas mujeres o a otras. En 2016, los medios de comunicación se hicieron eco de una violación sufrida por una mujer en Pamplona, miles de mujeres salieron a las calles y de este modo se puso en marcha un proceso que afectó al ámbito jurídico incluso. En 2018, algún medio se hizo eco de unas violaciones que habían sufrido mujeres marroquíes en Huelva, la respuesta feminista fue pequeña, solo en algunas ciudades, y la judicatura sigue su curso ejerciendo lo que las organizaciones llaman “racismo institucional”.

“Somos muchas las mujeres feministas blancas que pensamos y sentimos de corazón que el feminismo será antirracista o no será”

“Tenemos que revisar nuestro feminismo, nuestras agendas y nuestras prácticas”, dijo Montero. “Creo que somos muchas las mujeres feministas blancas que pensamos y sentimos de corazón que el feminismo será antirracista o no será; si no articulamos respuestas en esa dirección, no habrá derechos para todas las mujeres”.

“Las jornaleras marroquís que llegan a los campos en las campañas de recogida de la fresa, contratadas desde sus lugares de origen, vienen con una idea de lo que van a vivir y luego encuentran otra cosa”, insiste Fátima Boubkri, profesional de la hostelería, activista e integrante del equipo de madres de Dragones de Lavapiés. Esta mujer, natural de Marruecos que, tras 16 años en España, lucha por visibilizar las dificultades del colectivo migrante femenino desde su experiencia en primera persona. “Tenemos que agradecer y apoyar a las mujeres valientes que levantaron su voz y denunciaron la violencia que estaban viviendo,” dijo Boubkri.

Tras la denuncia, se pusieron en marcha algunas medidas –un equipo de mediadoras, la inclusión de un protocolo de acoso y abusos sexuales en el nuevo convenio- pero “en la práctica no sabemos si esto está sirviendo para acabar con los abusos y con la impunidad”.

El coloquio, desarrollado dentro la Revuelta feminista del 8 de marzo, estuvo acompañado de una performance y un vídeo documental con testimonios que pretende colocar la reivindicación de estas mujeres en primera línea y hacerse eco de sus voces.

Fuente: https://rebelion.org/esclavas-del-siglo-xxi-2/

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El mundo con catarro y sin pañuelo

Por: Rose Mary Hernández Román

Uno de los problemas a los cuales se enfrentan gobernantes de países del mundo ante la pandemia del covid 19 es el tema de la resistencia social para acatar llamados y medidas preventivas que puedan evitar la propagación con consecuencias nefastas.

Algunas personas refieren este comportamiento no como una desobediencia, sino como la situación de resignación a la que solo responden desde sus únicas posibilidades, seguir en las calles, en el filo de la vida y la muerte a la cual han sido expuestos mucho antes de la aparición del coronavirus, bien sea por la discriminación, pobreza, exclusión, los bajos salarios, conformando grupos sociales altamente vulnerables, sin la posibilidad de prosperidad sostenible en su contextos y en el mundo.

Si bien las tasas de pobreza mundial han disminuido en regiones, los avances no han sido uniformes, e incluso, según el Banco Mundial (2019): “nuevos datos cuestionan los conceptos tradicionales de ricos y pobres». La pobreza ahora tiene rostro multidimensional que minimiza el nivel de vida en general, sufren carencias en educación, salud, trabajo, seguridad social, vivienda, económicas, sanitarias, entre otras.

Muchos son los lugares pobres  no reconocidos por los gobiernos,  donde las privaciones son peores que en un campo de refugiados. La mala distribución de las riquezas, ingresos y la desigualdad de oportunidades al nacer, son algunas de las connotaciones  presentes. Las políticas económicas de los gobiernos neoliberales benefician a los más pudientes, que son estratos menores , mientras,  grupos menos favorecidos han de pugnar, entre otras cosas, con la escasez, pocos o ningún recurso, servicios o bienes públicos debilitados por los serios recortes que no permiten recuperar sus funciones.

En Latinoamérica,  los profesionales de carrera y dependientes del sector público,  ven mermadas sus posibilidades adquisitivas al ser víctimas  constantes de abusos y reformas económicas que les  desmejoran, e incluso, colocan en una situación de neoesclavitud laboral, trabajador@s con paupérrimas pagas salariales, lo que conduce a otras realidades no abordadas como: la migración, ausentismo, desprendimiento al patrono, justas revelaciones sociales en pro de la defensa derechos establecidos constitucionalmente y contraídos en contrataciones colectivas.  A esto se le debe añadir las elevadas cifras de precariedad en la que se encuentran los servicios,  lo que agrava la crisis sanitaria que hoy está desalentándonos.

Existe entonces una orden de irresponsabilidad en los gobiernos que han dirigido al mundo, donde la lucha por dominio y control, con políticas con principios no éticos socialmente, puesto que no responden al bien supremo de la felicidad de la existencia humana, convirtiendo este último como una utopía prácticamente inalcanzable, han dejado desprovistos a miles de personas en quienes los efectos de la pandemia será devastador por no poder cumplir las restricciones.

La paradoja de los pobres ha sido sobrevivir a epidemias sin provocarlas. Lo han venido haciendo desde la aparición del Imperio español,  que trajo consigo la esclavitud y colonización de las civilizaciones indígenas, además de las pestes de la viruela, gripe y el sarampión. Hoy, virus sociales como la globalización, el capitalismo, el neoliberalismo, el racismo, son sistemas que destruye a la humanidad y al ambiente, donde se suprimen los derechos humanos, sistemas que  producen monstruos que no puede enfrentar.

Epidemias como la fiebre amarilla, malaria, cólera, coronavirus, guerras, mutilaciones, desigualdades, e ideologías dominantes de la ganancia como propósito de la vida, siempre han tenido al mundo pobre en catarro sin pañuelo.

Revisiones documentales

https://news.un.org/es/story/2019/07/1459131

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Coronavirus: un detonador de la crisis potenciado por el lucro

Por: Claudio Katz

Muchos sugieren que el desempeño aceptable de la economía fue abruptamente alterado por el coronavirus. También estiman que la pandemia puede provocar el reinicio de un colapso semejante al 2008. Pero en esa oportunidad fue inmediatamente visible la culpabilidad de los banqueros, la codicia de los especuladores y los efectos de la desregulación neoliberal. Ahora sólo se discute el origen y las consecuencias de un virus, como si economía fuera otro paciente afectado por el terremoto sanitario.

En realidad, el coronavirus detonó las fuertes tensiones previas de los mercados y los enormes desequilibrios que acumula el capitalismo contemporáneo. Acentuó una desaceleración de la economía que ya había debilitado a Europa y jaqueaba a Estados Unidos.

 El divorcio entre esa retracción y la continuada euforia de las Bolsas anticipaba el estallido de la típica burbuja, que periódicamente infla y pincha Wall Street. El coronavirus ha precipitado ese desplome, que no obedece a ninguna convalecencia imprevista. Sólo repite la conocida patología de la financiarización.

 A diferencia del 2008, la nueva la burbuja no se localiza en el endeudamiento de las familias o en la fragilidad de los bancos. Se concentra en los pasivos de las grandes empresas (deuda corporativa) y en las obligaciones de muchos estados (deuda soberana). Además, hay serias sospechas sobre la salud de los fondos de inversión, que aumentaron su preponderancia en la compra-venta de bonos.

La economía capitalista genera esos temblores y ninguna vacuna puede atemperar las convulsiones que desata la ambición por el lucro. Pero la miseria, el desempleo y los sufrimientos populares que provocan esos terremotos han quedado ahora diluidos por el terror que suscita la pandemia.

También la caída del precio del petróleo antecedió al tsunami sanitario. Dos grandes productores (Rusia y Arabia Saudita) y un jugador de peso (Estados Unidos), disputan la fijación del precio de referencia del combustible. Esa rivalidad quebrantó el organismo que contenía la desvalorización del crudo (OPEP más 10).

La sobreproducción que precipita ese abaratamiento del petróleo es otro desequilibrio subyacente. El excedente de mercancías -que se extiende a los insumos y las materias primas- es la causa de la gran batalla que enfrenta a Estados Unidos con China.

Los dos principales determinantes de la crisis actual -financiarización y sobreproducción- afectan a todas las firmas, que empapelaron con títulos los mercados o se endeudaron, para gestionar los excedentes invendibles. El coronavirus es totalmente ajeno a esos desequilibrios, pero su aparición encendió la mecha de un arsenal saturado de mercancías y dinero.

Varios especialistas han destacado también cómo las transformaciones capitalistas de las últimas cuatro décadas inciden sobre la magnitud de la pandemia. Observan que las contaminaciones anteriores- separadas por lapsos prolongados- irrumpen ahora con mayor frecuencia. Ocurrió con el SARS (2002-03), la gripe porcina H1N1 (2009), el MERS (2012), el Ébola (2014-16), el zika (2015) y el dengue (2016).

Es muy visible la conexión de esos brotes con la urbanización. El hacinamiento de la población y su forzada proximidad multiplica la diseminación de los gérmenes. También resulta evidente el efecto de la globalización, que incrementó en forma exponencial el número de viajeros y la consiguiente expansión de los contagios a todos los rincones del planeta. La forma en que el coronavirus ha provocado en pocas semanas el colapso de la aviación, el turismo y los cruceros es un contundente retrato de ese impacto.

El capitalismo ha globalizado en forma vertiginosa muchas actividades lucrativas, sin extender esa remodelación de las fronteras al sistema sanitario. Al contrario, con las privatizaciones y los ajustes fiscales se afianzó la desprotección en todos los países, frente a enfermedades que se mundializan con inusitada velocidad.

 Algunos estudiosos también recuerdan, que luego SARS fueron desechados varios programas de investigación para conocer y prevenir los nuevos virus. Prevalecieron los intereses de los conglomerados farmacéuticos, que priorizan la venta de medicamentos a los enfermos solventes. Un ejemplo patético de esta primacía del lucro se observó en Estados Unidos al comienzo de la pandemia con el cobro del test de detección del coronavirus. Esa ausencia de gratuidad redujo el conocimiento de los casos, en un momento clave para el diagnóstico.

Otros expertos destacan cómo se ha destruido el hábitat de muchas especies silvestres, para forzar la industrialización de actividades agropecuarias. Esa devastación del medio ambiente ha creado las condiciones para la mutación acelerada o la fabricación nuevos virus.

China ha sido un epicentro de esos cambios. En ningún otro país convergió en forma tan vertiginosa la urbanización, con la integración a las cadenas globales de valor y la adopción de nuevas normas de alimentación.

En la crema del establishment el coronavirus ya recreó el mismo temor que invadió a todos los gobiernos, durante el colapso financiero del 2008. Por eso se repiten las conductas y se prioriza el socorro de las grandes empresas. Pero existen muchas dudas sobre la eficacia actual de ese libreto.

Con menores tasas de interés se intenta contrarrestar el desplome del nivel de actividad. Pero el costo del dinero ya se ubica en un piso que torna incierto el efecto reactivador del nuevo abaratamiento. Las mismas incógnitas generan la inyección masiva de dinero y la reducción de impuestos.

El dólar y los bonos del tesoro de Estados Unidos se han convertido nuevamente en el principal refugio de los capitales, que buscan protección frente a la crisis. Pero la primera potencia está comandada en la actualidad por un mandatario brutal, que utilizará esos recursos para el proyecto imperial de restaurar la hegemonía norteamericana.

Por esa razón, a diferencia del 2008 prevalece una total ausencia de coordinación frente al colapso que sobrevuela a la economía. La sintonía que exhibía el G 20 ha sido reemplazada por las decisiones unilaterales que adoptan las potencias. Se ha impuesto un principio defensivo de salvación a costa del vecino.

No sólo Estados Unidos define medidas sin consultar a Europa (suspensión de vuelos), sino que los propios países del viejo continente actúan por su propia cuenta, olvidando la pertenencia a una asociación común. Todas las consecuencias de una globalización de la economía -en el viejo marco de los estados nacionales- afloran en el temblor actual. Nadie sabe cómo lidiará el capitalismo con este escenario.

Las terribles consecuencias de la crisis para la economía latinoamericana están a la vista. El desplome de los precios de las materias primas es complementado por masivas salidas de capital y grandes devaluaciones de la moneda en Brasil, Chile o México. El colapso que padece Argentina comienza a transformarse en un espejo de padecimientos para toda la región.

Es evidente que el coronavirus golpeará a los más empobrecidos y producirá tragedias inimaginables, si llega a los países con sistemas de salud inexistentes, deteriorados o demolidos. Por la elevada contagiosidad de la pandemia y su fuerte impacto sobre las personas mayores, la estructura hospitalaria ya trastabilla en las economías avanzadas.

En el debut del coronavirus se multiplicaron los cuestionamientos al comportamiento de los distintos gobiernos. Hubo fuertes indicios de irresponsabilidad, ocultamiento de datos o demoras en la prevención, para no afectar los negocios. Pero la drástica reacción posterior comienza a aproximarse a un manejo de economía de guerra. En ese viraje ha incidido el contagio sufrido por varios miembros de la élite de ministros, gerentes y figuras del espectáculo.

También los medios de comunicación oscilan entre el ocultamiento de los problemas y el estímulo del terror colectivo. Algunos extreman ese miedo para propagar alegatos racistas, hostilizar a China o denigrar a los inmigrantes. Pero todos achacan al coronavirus la responsabilidad de la crisis, como si el capitalismo fuera ajeno a la convulsión en curso.

Los poderosos buscan chivos expiatorios para exculparse de los dramas que originan, potencian o enmascaran. El coronavirus es el gran peligro del momento, pero el capitalismo es la enfermedad perdurable de la sociedad actual.

Fuente: https://rebelion.org/coronavirus-un-detonador-de-la-crisis-potenciado-por-el-lucro/

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¿Qué es el pensamiento crítico?

Por: Amador Fernández Savater

Pensar críticamente no es juzgar o denunciar, sino escuchar lo que resiste.

Solemos asociar el pensamiento crítico a estas dos operaciones:

– La sospecha hacia lo dado. El crítico no se limita ni da por buenas las apariencias, los fenómenos, lo dado. Mira por debajo, por detrás, entre bambalinas. Y ahí descubre las fuerzas que realmente tiran de los hilos: el poder, el dinero, etc.

– El juicio y la denuncia. El crítico juzga la realidad desde un modelo o ideal y señala los defectos, las limitaciones, las carencias. El mundo no es lo que debería ser. Evalúa negativamente, pone en la picota, a caldo, a parir.

La crítica tiene hoy un gran prestigio. No es ingenua, sino que ve por doquier las trampas de un poder omnipresente. No es conformista, muestra queja, descontento, insatisfacción. No es falsa o hipócrita, dice siempre la verdad de lo que piensa. No es cómplice, toma partido. El prestigio de la crítica es el de la «lucidez» sin subterfugios, consuelos ni coartadas.

Me parece que hay muchos problemas en este planteamiento tan reconocido y celebrado (véase el gran éxito de los críticos en las redes sociales). La crítica en nuestro mundo es masiva y cotidiana, sin embargo apenas araña el estado de cosas. ¿Por qué?

Para sugerir una respuesta quisiera plantear otra idea-práctica de pensamiento crítico, en oposición y alternativa a la primera. Ese pensamiento crítico sería el que describe la pelea que constituye la realidad. El que nos hace ver, oír y sentir una batalla en curso. El que mira la realidad desde la orilla de lo que no se deja capturar o gobernar.

Aterricemos este planteamiento con un ejemplo. Pensemos en internet. Hoy en día tiene todo el prestigio de la «lucidez crítica» afirmar hasta qué punto está subordinado a las lógicas de poder y de mercado, hasta qué punto nosotros mismos reproducimos esas lógicas con cada uno de nuestros tuits y de nuestros likes, hasta qué punto son ingenuos los planteamientos que ven posibilidades subversivas y emancipadoras en la red. Puede ser. Pero si esto es así se debe a que se ha perdido -o mejor dicho se va perdiendo, es un proceso- una pelea, una batalla, un conflicto. Entre las distintas fuerzas que disputaban por hacer de la red una u otra cosa. El resultado que vemos hoy es contingente, provisional y arbitrario, no estaba inscrito en un origen, una fatalidad, en un ser-así de la tecnología.

La lucidez crítica se pone siempre al margen de esa disputa, como si ella misma no estuviese involucrada en lo que describe. Es un pensamiento exterior, no simplemente porque el crítico no esté implicado en la pelea, sino porque no la escucha, no recoge nada de ella, no la considera un dato relevante para pensar. Esa exterioridad del crítico se presenta habitualmente como «objetividad».

La lucidez crítica mira el mundo desde el punto de vista del poder, desde lo que el poder hace con él. Es una mirada fetichizadora porque congela las cosas en la definición que el enemigo ofrece de ellas, a la vez deshistorizando y borrando de la vista las fuerzas que la impugnan. Una mirada de Medusa.

La lucidez crítica no cambia nada porque no toca los cuerpos, sino que sólo añade «conciencia» a una impotencia. No describe funcionamientos o estrategias en un conflicto abierto, sólo leyes, determinaciones, fatalidades. Nunca ve el toma y daca en la lucha infinita entre fuerzas, sólo una «vuelta de tuerca» más en el poder eterno de la dominación. La crítica redobla así el punto de vista de los vencedores.

Se discute hoy sobre la impotencia de la izquierda. Se explica por ejemplo que se debe a la ausencia de ideales y utopías. No lo creo. Lo que hay es una desconexión del discurso con todo lo que lucha, todo lo que resiste, todo lo que no encaja y grita. Los horizontes y las alternativas vienen siempre después, primero es la resistencia. La lucidez crítica es resabiada, determinista e impotente. Al no tener contacto con las resistencias cotidianas, se apoya en la superioridad moral, siempre estéril y contraproducente.

Pero no vayamos a caer en la crítica de la crítica. Mejor repasar brevemente, para observar su funcionamiento concreto, algunos pensamientos capaces de hacer lo que aquí nos interesa: escuchar y hacer escuchar el fragor de la batalla.

Con y contra el marxismo: Castoriadis y John Holloway

Los primeros provienen muy directamente de Marx. Marx y el marxismo son un filón importantísimo de esta otra manera de entender la crítica. Al hacer de la historia la historia de la lucha de clases. Al emplear la dialéctica entre contrarios como un método de análisis. Al pensar la emancipación de la clase obrera como «su propia tarea, su propia obra». Al considerar la economía como una división conflictiva entre dueños y desposeídos de las condiciones de producción.

A día de hoy, cuando uno lee los análisis que se hacen del mundo del trabajo en términos de la filosofía jurídico-liberal del contrato libre o el cuentito de Yuval Harari en Homo deus sobre el capitalismo como «procesador de datos», advierte hasta qué punto Marx está aún por delante de nosotros, por redescubrir y reactualizar, como un verdadero clásico.

Pero este impulso de Marx y el marxismo siempre convivió con otro: la teorización pretendidamente científica. Contra ella carga el pensador greco-francés Cornelius Castoriadis cuando denuncia que «la lucha de clases está ausente de El capital». Sigamos el argumento.

Según Marx, la fase de la «acumulación originaria» consiste en la expropiación y privatización de los medios de producción. El capitalismo no es sólo la ampliación del intercambio de equivalentes (la ley del valor) a toda la sociedad, sino en primer lugar una violencia expropiadora. Nace así, envuelta en sangre, una clase de desposeídos que sólo puede vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Esa fuerza de trabajo, prosigue Marx, no es una mercancía como las otras, sino que al ser empleada produce más valor. Ese plus está en el origen del beneficio capitalista.

Castoriadis coincide en que la fuerza de trabajo no es una mercancía como las demás, pero por otras razones: tanto su «valor de uso» como su «valor de cambio» están indeterminados. Es decir, tanto el rendimiento efectivo que se podrá extraer de ella a lo largo de una jornada de trabajo (valor de uso) como los costes de reproducción que fijan el salario (valor de cambio) son el resultado de una pelea que recomienza cada día.

La lucha cotidiana de los proletarios co-determina en un grado decisivo la configuración de lo real. La historia entera del capitalismo ha dependido (y depende) de ella: la evolución de la técnica, de los métodos de gestión del trabajo, del reparto de la riqueza, de los niveles de empleo, de los derechos sociales, etc. Al abstraer la lucha para pensar mejor las regularidades o leyes del capital, nos quedamos con una visión unilateral que sólo ve lo que el capital «hace ser» a la realidad.

¿Cuál es la dificultad? Pues que la lucha no es una «cosa», la resistencia obrera no se deja «deducir» de una hipótesis teórica, hay que escucharla. Su forma, su intensidad, su impacto, sus agentes, no se pueden presuponer. La crítica que nos interesa tiene la vista en el oído. No sólo abstrae o contempla (theoria), sino que abre bien los oídos, activa todos los sentidos para pensar.

Por ejemplo Socialismo o Barbarie, el grupo donde militó Castoriadis durante dos décadas, inventó procedimientos concretos de escucha (encuesta obrera, etc.) a través de los cuales percibieron que la resistencia proletaria no sólo se expresaba como un conflicto explícito por el salario a través de organizaciones formales como los sindicatos, sino también de luchas informales y cotidianas (sabotaje, chapuza, interrupción de la cadena de montaje) mediante las cuales se cuestionaban asimismo las condiciones de trabajo.

En un sentido parecido a Castoriadis, John Holloway habla del carácter dual del trabajo en el capitalismo: como trabajo abstracto, indiferenciado y general, trabajo para hacer dinero; como hacer concreto, con su propio tiempo, su propio proceso, sus propios fines. Entre ambos no hay identidad o subordinación completa, sino tensión, conflicto, antagonismo.

Hay una captura del hacer concreto en el trabajo abstracto: intensificar la productividad, precarizar las condiciones, acelerar los ritmos. Pero la determinación nunca es total: hay pelea. El hacer concreto busca defender su temporalidad, su carácter cualitativo, sus propios objetivos: «hacer las cosas bien», como decimos a veces. Se sustrae, escapa, resiste. La tendencia del hacer es la contradicción del capitalismo, pero no una contradicción «objetiva» o «cíclica», sino viva y subjetiva. Hay que escucharla, sin presuponerla.

No cabe disociar el análisis del capitalismo y el de las luchas como si fueran dos cosas distintas y que van cada una por su lado. La financierización de la economía, el crédito y el endeudamiento, no sólo es una «vuelta de tuerca» del capital en su voracidad insaciable, sino una «fuga hacia adelante» frente a algo que se resiste y lo agrieta. La lucha es una dinámica presente que habita en el corazón mismo del capital, la sustancia de sus crisis y la única base material de un cambio posible.

Pensar en exterioridad el capital y las luchas implica considerar al capital como un «sujeto automático», estudiar su crisis final como un «colapso objetivo», en el fondo una posibilidad vacía… La realidad no sólo se define desde el poder, sino desde unas resistencias que debemos escuchar cada vez. El trabajo, pero también las tecnologías, las imágenes, los lenguajes y los deseos son el resultado siempre incierto e indeterminado de una pelea permanente, de un toma y daca infinito.

El punto de vista de la plebe: Foucault y Diego Sztulwark

Escuchar las resistencias cada vez significa cuestionar que estas asuman siempre la misma forma y sigan siempre una misma lógica. Es lo que Foucault trató de plantear en 1977 en una célebre entrevista con Jacques Rancière titulada ‘Poderes y estrategias’.

En ella Foucault llama «plebe» a las resistencias, «lo que responde a toda avanzada del poder con un movimiento para deshacerse de él». La plebe no se opone al poder como si fuese un duelo, una batalla napoleónica, un frente a frente, sino que más bien «hay plebe» allí donde hay relaciones de poder y ambas atraviesan la superficie social entera. Lo que se cuestiona en este planteamiento de Foucault es el esquema y la lógica de la contradicción. Hay relaciones de poder y plebe tanto en el proletariado como en la burguesía. El conflicto no siempre opone dos bloques simétricos, sino que es una dinámica viva y cambiante, movediza y nómada.

¿Qué es entonces la crítica? Foucault habla de «pensar por funcionamientos». Algo muy distinto a un juicio o una condena moral, a una queja victimista o una denuncia, a una proyección de sueños o utopías. Es la descripción de las distintas estrategias que se despliegan en la pelea, de los distintos movimientos de las fuerzas en presencia. No trata de explicarlo todo a partir de un punto de origen o un foco central de dominación (el Poder, el Valor, el Espectáculo, etc.), sino de describir los funcionamientos concretos enzarzados en un determinado conflicto. Estrategias móviles, dinámicas específicas, no La Gran Contradicción.

«Tomar el punto de vista de la plebe, que es el del reverso y el límite en relación al poder, es indispensable para hacer el análisis de sus dispositivos, a partir de ahí pueden comprenderse su funcionamiento y sus transformaciones». Sólo desde la vida dañada de los locos, los enfermos o los prisioneros y sus resistencias se puede entender el manicomio, el hospital, la prisión. Sólo desde la anomalía podemos entender la normalización.

La crítica totalizadora es perezosa y repetitiva porque aplica sobre cualquier punto de la sociedad el mismo esquema a priori, jerarquizando las resistencias (antes los obreros que las mujeres, antes las mujeres que los trans…) en lugar de analizar el impacto de cada lucha, lo que cada una pone en juego y cuestiona, su extensión propia y sus conexiones específicas. No escucha singularidades. Es una mirada desde las cumbres, a vuelo de águila, mientras que el punto de vista situado de la plebe produce «saberes estratégicos».

Un buen ejemplo de este proceder crítico-estratégico me parece que sería hoy la forma en que construyen hoy saberes y movimiento ciertos feminismos latinoamericanos, en los que el «género» funciona como una especie de perspectiva desde la cual percibir, describir y conectar las distintas formas de explotación del trabajo formal e informal, las distintas violencias que se ejercen contra los cuerpos y las tramas comunitarias (desde el endeudamiento hasta el femicidio), las distintas rebeldías e insumisiones al sistema capitalista patriarcal. No a priori, según un esquema teórico, sino concretamente y punto a punto.

La plebe es también uno de los ejes principales de La ofensiva sensible de Diego Sztulwark. Hoy, cuando la línea del frente nos atraviesa por el medio, la plebe pasa adentro, se vuelve interior. El neoliberalismo es la tentativa de confundir deseo y mercado, de convertirnos en sujetos de rendimiento 24/7, de someternos al mandado de productividad total, pero nuestros cuerpos se agrietan y gritan. Por todas partes se abren fisuras y agujeros: ansiedad, depresión, cansancio. Son los «síntomas». Frente a la patologización o culpabilización de los síntomas, Sztulwark nos invita a escucharlos, a aliarse con ellos, a pensar a partir de ellos. Son los agujeros a través de los que podemos ver más allá y pasar más allá.

La crítica ya no es entonces un discurso exterior, que añade conciencia a una impotencia, sino que nos pasa por el cuerpo y elabora algo del cuerpo. Ya no describe simplemente lo que el poder hace, sino que mira desde lo que se rompe, se quiebra y no se deja capturar. Ya no enjuicia o denuncia desde la superioridad moral, sino que habla y busca el contagio desde las propias heridas, las averías y las grietas. La crítica sintomática nos hace escuchar el estruendo de una batalla que se da a la vez dentro y fuera de nosotros mismos.

Tomar este punto de vista de la plebe interior, que es de nuevo el del reverso y el límite en relación al poder, resulta nuevamente indispensable para hacer el análisis de los dispositivos neoliberales: coaching, transparencia, seguridad, fluidez, comunicabilidad. Sin captar el malestar que roe todas las relaciones sociales no podemos entender nada de nuestro presente. Veremos por ejemplo en los fascismos posmodernos que afloran hoy la enésima «vuelta de tuerca» del capitalismo, cuando en realidad son una respuesta a la crisis de neoliberalismo incapaz de imponer plenamente sus modos de vida.

Indeterminación y co-determinación, grietas y hacer, saberes estratégicos y funcionamientos, plebe y síntomas… Distintos caminos para reinventar la crítica como pensamiento de la pelea, como método de la crisis, como escucha de los agujeros que se abren una y otra vez en la dominación.

Referencias:

Cornelius Castoriadis, Marxismo y teoría revolucionaria y «Política del encuentro»

John Holloway, Agrietar el capitalismo y «Salir del capitalismo»

Michel Foucault, «Poderes y estrategias» en Microfísica del poder «Por una nueva imaginación política»

Diego Sztulwark, La ofensiva sensible y «No hay neoliberalismo sin una violencia contra la sensibilidad»

Fuente: https://www.eldiario.es/interferencias/pensamento_critico_6_998160175.html

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Los diez países más bajos para la educación de las niñas

wideUNESCO/GEM REPORT

La base de datos World Inequality en Educación, WIDE , administrada por el Informe GEM y el Instituto de Estadística de la UNESCO, destaca la poderosa influencia del género, combinada con otros factores como el origen étnico y la ubicación, sobre los cuales las personas tienen poco control pero que juegan un papel importante en dar forma a sus oportunidades de educación y vida.

Los datos AMPLIOS muestran que, en 9 países de todo el mundo, las niñas más pobres pasan menos de 2 años en la escuela en promedio. Y en 10 países, ninguna de las mujeres jóvenes más pobres ha completado la escuela secundaria superior, todas menos 2 están en África subsahariana: Belice, Burundi, Chad, Costa de Marfil, Guinea, Malí, Nepal, Senegal, la UR Tanzania y Zimbabwe.

Al observar los datos del UIS sobre los números fuera de la escuela, en la escuela primaria, más de dos tercios de las niñas en el 20% más pobre de los hogares no están inscritas en 2 países. En la escuela secundaria inferior, más de dos tercios de las niñas en los hogares más pobres no están matriculadas en 6 países, con Benin, Guinea, Nigeria y Malí en ambas listas. En la educación secundaria superior, en los 10 países más pobres, no más de 2 de cada 10 niñas de los hogares más pobres pueden esperar asistir entre las personas de 15 a 17 años.

La desvinculación de las niñas de la educación se debe a muchos factores, incluidos el matrimonio infantil, el embarazo temprano, las normas discriminatorias de género en la sociedad, el trabajo infantil y la falta de acceso fácil y seguro a las escuelas cerca de donde viven. Estas niñas deben tener una segunda oportunidad para volver a unirse a los sistemas educativos y acelerar las oportunidades de aprendizaje para que puedan ponerse al día con el tiempo perdido.

Esté atento al informe de género GEM 2020 que se publicará en septiembre y que examinará estas tendencias con más detalle.

Promedio de años de educación de las mujeres más pobres, de 20 a 24 años

años medios de educación de las mujeres más pobres

Fuente: WIDE

Fuera de la escuela

primaria fuera de la escuelafuera de la escuela secundariafuera de la escuela sperdary

Fuente: base de datos UIS publicada el 26 de febrero de 2020

Lea la hoja informativa preparada por el Informe GEM en colaboración con la UNESCO para el Día Internacional de la Mujer y para evaluar el progreso logrado en la educación de las niñas en los últimos 25 años.

Participe en nuestra nueva campaña de redes sociales lanzada en asociación con múltiples organizaciones educativas para ayudar a avanzar los compromisos adquiridos en materia de educación en la Declaración de Beijing desde ahora hasta el Día Internacional de las Niñas el 11 de octubre. La campaña hace un llamado a las niñas y a los maestros para que agreguen sus voces para pedir un cambio al decir lo que les gustaría mejorar para la próxima generación de niñas dentro de 25 años.

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Fuente: https://gemreportunesco.wordpress.com/2020/03/09/the-bottom-ten-countries-for-girls-education/

 

The World Inequality Database in Education, WIDE, managed by the GEM Report and the UNESCO Institute for Statistics, highlights the powerful influence of gender, combined with other factors such as ethnicity and location, over which people have little control but which play an important role in shaping their opportunities for education and life.

WIDE data shows that, in 9 countries around the world, the poorest girls spend less than 2 years in school on average.  And in 10 countries, none of the poorest young women have completed upper secondary school, all but 2 of which are in sub-Saharan Africa: Belize, Burundi, Chad, Cote d’Ivoire, Guinea, Mali, Nepal, Senegal, the U.R Tanzania and Zimbabwe.

Looking at UIS data on out-of-school numbers, in primary school, more than two-thirds of girls in the poorest 20% of households are not enrolled in 2 countries. In lower secondary school, more than two-thirds of girls in the poorest households are not enrolled in 6 countries, with Benin, Guinea, Nigeria and Mali featuring on both lists. In upper secondary education, in the bottom 10 countries, no more than 2 out of 10 girls from the poorest households can expect to attend among those aged 15-17 years.

Girls’ disengagement from education is due to so many factors, including child-marriage, early pregnancy, discriminatory gender norms in society, child labour and the lack of easy and safe access to schools near where they live. These girls need to be given a second-chance to re-join education systems, and accelerated learning opportunities so that they can catch-up on their time lost.

Look out for the GEM 2020 Gender Report due out this September which will examine these trends in more detail.

Mean years of education of poorest females, ages 20-24

mean years of education poorest females

Source: WIDE

Out of school

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Source: UIS database released on Feb 26, 2020

Read the factsheet prepared by the GEM Report in partnership with UNESCO for International Women’s Day and to assess progress achieved in girls’ education over the past 25 years.

Take part in our new social media campaign launched in partnership with multiple education organizations to help advance the commitments made on education in the Beijing Declaration from now until International Day of the Girl Child on 11 October.  The campaign calls on girls and teachers to add their voices to call for change by saying what they would want to improve for the next generation of girls in 25 years’ time.

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Adolescentes y retos virales: el desafío es también para las familias

Diego Maldonado/DiariodelaEducacion

Tres jóvenes saltan al mismo tiempo. Lo que no sabe el del medio es que, cuando esté en el aire, los otros dos le harán perder el equilibrio de una patada y se caerá de espaldas, mientras un tercero lo graba para colgarlo en las redes.. Desde inicios de febrero, esta broma denominada “el rompe cráneos” se ha multiplicado entre jóvenes en plataformas sociales como TikTok, Instagram o Facebook. El fenómeno se ha reproducido en España, México, Colombia, Chile, Ecuador, Guatemala, entre otros países.

La condena hacia este reto viral no se ha hecho esperar. Como en otros casos anteriores se lanza una alarma sobre los peligros de las redes sociales para los adolescentes, seguido de una serie de pronunciamientos en medios de comunicación,  instituciones educativas, parlamentos e incluso gobiernos. No obstante, pasada la alarma, el problema de raíz no se aborda y se repite, como ya ha pasado con otros retos como “la ballena azul”, “la ruleta sexual” o “el momo”, que fácilmente se puede encontrar en internet.

A esto se suma otros riesgos, como cuando los jóvenes se hacen fotografías en lugares inadecuados, como en terrazas o en eventos masivos. Algunos de estos autorretratos terminan en accidentes fatales, este es el caso de la chica de 14 años que falleció, la semana pasada, al precipitarse en un edificio de Ciudad Líneal en Madrid.

Organizaciones, entidades públicas y privadas han desarrollado iniciativas para combatir la desinformación, advertir sobre los riesgos de prácticas peligrosas en internet y desmentir la gran cantidad que fake news que circulan diariamente en portales en línea. Muchos de ellos se han enfocado en generar conciencia sobre el uso responsable de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, así como abrir espacios de diálogo para adolescentes, en donde puedan compartir sus criterios y resolver dudas con profesionales.

Qué hacer frente a los retos virales peligrosos

El abordaje de estos temas representa un reto para los adultos que están alrededor del adolescente. Jaume Funes, psicólogo educativo, y José Ramón Ubieto, académico en psicología de la Universitat Oberta de Catalunya, coinciden en que los desafíos siempre han estado asociados a la adolescencia. Ubieto explica que el camino de la infancia a la edad adulta implica atravesar “ritos de pasaje”. Por medio de ellos, se busca superar una prueba y, debido a la propia naturaleza del desafío, lo esperado es que se den al margen de la familia.

Los jóvenes construyen identidades en distintos espacios, más allá de que se generen en un mundo analógico o en frente a las pantallas de los teléfonos móviles. Averiguar qué valor tiene para ellos cada uno de estos espacios resulta fundamental para advertir si existe algún riesgo. Sin embargo, existen algunas asimetrías que se deben considerar. A diferencia de otros espacios analógicos, las redes sociales pueden generar un efecto de “cámara de resonancia”, por la tendencia a unificar opiniones, como lo explica Ubieto:  “Los propios algoritmos que rigen en la realidad digital tienden a la repetición de lo mismo. Esto hace que si uno busca dudas sobre la anorexia encontrará muchas opiniones que ratifiquen su primera opinión”.

Los jóvenes tienen la necesidad de explorar y descubrir los límites. Ante ello, los psicólogos recomiendan estar pendientes de sus inquietudes y abrir canales de diálogo. Desaconsejan censurar el uso de las tecnologías porque puede resultar contraproducente. Como senñala Funes, “el problema no es internet. La mayoría de adultos pasan de la vida de los adolescentes y hay que saber quién escucha o no en el mundo virtual. Ellos perciben cuando un tutor está cerca de ellos”.

El testimonio es la mejor aportación

Los profesionales insisten en que el diálogo sincero y un acompañamiento empático pueden ser acciones de gran ayuda para comprender sus dudas y llegar a acuerdos. En este diálogo se puede desarrollar una visión crítica sobre los problemas de los espacios digitales y acordar reglas de convivencia que estén acorde a los valores de su comunidad y de ellos mismos.

Es recomendable que los padres y los tutores construyan un canal regular de comunicación con los adolescentes en donde los adultos puedan compartir sus propios testimonios, en lugar de echar un sermón o, en el peor de los casos, obviar el tema y no decir nada. Ubieto aconseja mantener conversaciones informales que permitan conocer la posición y opinión de los jóvenes sobre las problemáticas que los enfrentan,  antes que juzgar las acciones desde la autoridad.

“La manera de introducir una responsabilidad es poner atención a sus preocupaciones. La mejor aportación que pueden compartir con sus hijos es el testimonio de lo que fue para ellos (los padres) la adolescencia”, señala el profesor.

Una iniciativa contra la malinformación

El desarrollo de conciencias críticas y responsables, desde las edades más cortas, ayuda a  corresponsabilizar a los chicos con su entorno y con ellos mismos. Esto se vuelve más que oportuno frente al crecimiento de las fake news y los contenidos nocivos en internet.

Revista Escolar Digital (RED), de la organización Blue Globe Media, es una propuesta que busca acercar a los adolescentes a la estructura real de un periódico y brindarles responsabilidades sobre la información, a través del tratamiento de géneros periodísticos como noticias, opiniones y entrevistas.

Ada Sanuy, periodista y coordinadora del proyecto RED, explica que su proyecto es un “mix de educación y periodismo” que busca hacer partícipes a los más jóvenes de lo que pasa en el mundo y desarrollando un sentido de empatía en ellos y su entorno.

Se distribuyen las distintas tareas de una redacción: aprenden a trabajar en equipo, desarrollan sus opiniones e informaciones sobre los temas que les interesa posicionar; y comprenden la importancia de verificar y responsabilizarse de los contenidos publicados.

Los chicos, a través de esta iniciativa, desarrollan algunas destrezas que les permite ser agentes de cambio en sus grupos y frente a distintas temáticas, como la malinformación que hay en internet. En este sentido, se desarrollan talleres para fortalecer el sentido crítico y detectar fake news.

Sanuy, al igual que los psicólogos consultados más arriba, opina que las familias tienen un papel preponderante, dado que la tecnología se ha convertido en “la nueva niñera” de los chicos. “Los padres deben consumir con ellos los contenidos, así aprenden juntos de los nuevos riesgos, es importante que el padre o la madre sepa lo que está pensando su hijo y cómo ve el mundo”, sostiene.

En el proyecto RED participan más de 1.000 alumno cuyas edades van de 5º de primaria a 4º de ESO, de Cataluña, Madrid y Bilbao. Cada centro educativo tiene su propio diario digital, denominado Junior Report. Se espera que el proyecto se expanda por el resto de España.

Espacios para aprender y resolver dudas

En línea con los esfuerzos de prevención de riesgos, varias organizaciones desarrollan proyectos para advertir a los adolescentes de los peligros existentes en internet y fomentan una reflexión sobre el contenido que se sube a la red. A continuación, cuatro espacios para resolver dudas:

PantallasAmigas: Proyecto para la promoción del uso seguro y saludable de internet y fomento de la ciudadanía digital con niños, adolescentes y padres de familia. El portal cuenta con recursos educativos para enfrentar situaciones de riesgo como el grooming, cyberbullying, sexting, etc.

Dialogando: Espacio de información y recomendaciones para el uso responsable de las tecnologías y su influencia en temas como los videojuegos, las redes sociales, etc. El portal se especializa en información para padres.

Revista XQ: Es un digital sobre temas de actualidad dirigido a adolescentes, noticias escritas con un lenguaje didáctico y con todo el contexto que muchas veces los medios no incluyen porque lo dan por sabido. Una herramienta para que los docentes ayuden a sus alumnos a diferenciar el periodismo de calidad del amarillismo y las fake news.

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Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/03/18/adolescentes-y-retos-virales-el-desafio-es-tambien-para-las-familias/

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Coronavirus: could education systems have been better prepared?

GEM REPORT

The world was caught by surprise with the global pandemic emergency. But was it entirely unexpected? Pandemics have always been a likelihood. A pandemic has occurred every 10-50 years for the past centuries. In any given year, a 1% probability exists of an influenza pandemic that causes nearly 6 million pneumonia and influenza deaths or more globally. This translates into a 25% likelihood of such a pandemic over 30 years, and that’s just influenza.

It’s not ‘if’ a pandemic occurs, therefore, but ‘when’. ‘In order to mitigate human and financial losses as a result of future global pandemics, we must plan now’ was the call of experts in 2016 in the immediate aftermath of the Ebola virus epidemic in western Africa and the international organizations’ admission of the response having been slow. In this latest major and unfolding crisis, the emphasis has been on different health systems’ responses. But could education systems have been better prepared?

Pandemics needs to be factored into education planning, as much as in other sectors. Closing schools during disease outbreaks should not be taken lightly. As the 2020 GEM Report will tell us, schools are often the location not just for education but also for school meals or health interventions. But, according to the World Health Organisation, ‘under ideal conditions, school closure can reduce the demand for health care by an estimated 30-50% at the peak of the pandemic’.  Clearly, then, with the risk of a pandemic striking, education planners need to be prepared for a stint of interrupted education.

Faced with the coronavirus, as UNESCO reports on a daily basis, as of today, 113 countries have sent children home from school, 102 of which have closed schools nationwide, with an estimated 849 million children and youth out of school. There are three periods to consider for school preparedness: in normal times, during the crisis, and after the crisis.

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It is now clear that more time needs to be used to prepare teachers and systems. At the most basic level, teachers need to be prepared to deliver clear information to parents and educate children, especially the youngest ones, about hygiene management. These lessons are not only for times of crisis. Curricula based on the guidelines of the World Health Organisation’s Global School Health Initiative help students understand a potential health problem, its consequences and the types of actions required to address and prevent it. Analysis of 78 national curricula for the 2016 GEM Report, for instance, showed that between 2005 and 2015 barely one in ten countries addressed the links between global and local thinking. How long, then, until teaching also includes imparting vital lessons about disease prevention and mitigation?

Training for teachers currently assumes that lessons will be delivered in classrooms. In Quebec and elsewhere, questions are asked why ministries of education had no plan in place for the eventuality of distance teaching. If today’s events teach us one thing, it is that investment in online teaching infrastructure and teacher training to use such facilities are fundamental.

Being better prepared would also help teachers cope mentally – and help their students too. It is testament to teachers’ huge dedication to their profession that many are still risking their own health by continuing to teach the children of vital health-workers in many countries in Europe at present.

When schools close, school preparedness entails maximising the potential of online learning. Aside from schools, universities are closing too, of course, calling on professors to switch to online teaching. Just like their students, many educators are not excited by the prospect.

Reluctant some may be, but teaching is going to have to adapt to alternative scenarios. More emphasis may have to be placed on students having the tools to learn on their own and being curious to continue learning. Skype classes with 30 students even in the best resourced classrooms are challenging. New ways of working will need to be found. The longer this pandemic continues, the more likely innovative solutions may arise to meet the needs.

UNESCO organised a videoconference with ministers and their representatives from over 70 countries on 10 March about this issue, creating a crisis group from amongst them to support each other. It also pulled together a list of educational applications and platforms to help distance learning, most of which are free, and several of which support multiple languages. These include digital learning management systems like Google Classroom, which connects classes remotely, self-directed learning content, such as Byju’s, which has large repositories of educational content tailored for different grades and levels, mobile reading applications, and platforms that support live-video communication. Other online hubs for university education, such as this remarkable list of online resources in the United States, are rapidly being assembled to support educators deal with the change.

But the biggest concern is the availability of technology. Inequalities in access can further inflame inequalities in education. For so many families, device and internet availability are not options. Most education systems and schools lack knowledge on which students face such obstacles. Better preparation would entail knowing who has what access from home, and tailored responses for each. Argentina’s programme, Seguimos Educando, has been set up to respond to Covid-19. It is a multimedia education platform, providing education content and advice, which, thanks to partnerships with telephone companies, guarantees online access without cost, and with no data consumption so that all children can benefit, no matter their background. We can also learn a lot from countries that have experience of educating students in remote areas. In Western Australia, parents can home-school their children with the support of the Schools of Isolated and Distance Education, established to educate children in remote areas.

So far school closures have affected richer countries where at least using the internet for education is a real possibility. In poorer countries, which lack access to electricity altogether, low-technology approaches, whose use had weakened over the years, will need to be revisited. Kenya, for instance, runs lessons for primary and secondary school by radio. In Sierra Leone, during the Ebola outbreak, education programmes were broadcast over the radio five days a week in 30-minute sessions, with listeners able to call in with questions at the end of each session. This approach helped maintain learning despite complications by regional accents and dialects, poor radio signal coverage, and a shortage of radios and batteries.

Finally, there is the question whether available online resources reflect the curriculum and ensure teaching and learning continues smoothly when schools open again. Lists can be drawn up and sent to parents and students, but learning acquired during this period may not be reflected in assessments. What happens if students have to repeat a year? What are the future implications on their education after this much interrupted learning? There are no answers to these questions, yet.

Adjusting education systems to factor in disaster preparedness is not new. It is already seen in many countries facing earthquakes, tsunamis or cyclones, for instance, but also in the context of climate change. In short, while we do not want to admit it to ourselves, a pandemic is a likelihood we should all have been expecting more than we did. Education systems, like many other sectors right now, are turning in circles to adapt to the crisis. Their responsiveness in many cases is admirable but will need to be more effective in the future, based on a pre-existing, thought-through and evidence-based plan.

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