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Altas capacidades, hipersensibilidad y acoso escolar

Por: María Sanchéz Dauder

Las personas con altas capacidades nacen con una característica inherente a este perfil: la hipersensibilidad, que es emocional y sensorial.

¿Qué sucede siempre ante alguien que llora con facilidad ante ciertas situaciones? ¿Qué sucede ante alguien cuyas emociones están a flor de piel y estallan, como si de la erupción de un volcán se tratara, llorando, enfadados, indignados y rebotados? ¿Qué sucede cuando alguien defiende un tema a capa y espada, pone toda la carne en el asador con ímpetu y fuerza, y el grupo que le acompaña no tiene el mismo punto de vista? ¿Qué sucede con la persona que todo le pica, todo le huele mal, todos los ruidos le molestan…?

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Acoso y altas capacidades

Una persona con altas capacidades no es solo un CI alto, es una persona con unas características que le acompañan para el resto de su vida. Una de ellas es la extrema hipersensibilidad, que no solo se limita a ser emocionalmente sensible, sino también a ser sensorialmente hipersensible.

¿Cómo repercute en el día a día de una persona esta hipersensibilidad sensorial? Las imágenes impresionan mucho más, se leen con más énfasis. Los ruidos siempre molestan: el clac-clac de abrir y cerrar un bolígrafo, los motores de las motos, los petardos y fuegos artificiales, la música alta, el barullo de una clase… Les molesta, y mucho, hasta el punto de generarles fuertes dolores de cabeza. Los olores se multiplican, se intensifican, calan en la pituitaria hasta el punto de generar mareo y cefaleas. Los sabores se sienten también mucho más intensos. Por último, el tacto y la hipersensibilidad táctil: estamos ante uno de los más delicados, ya que genera agobio a ser tocado. Una caricia se puede transformar en una molestia. Para un niño con este perfil, tocar plastilina, pintura o pegamento puede convertirse en algo desagradable y horrible que le puede generar angustia y ansiedad. Curioso, pero cierto.

¿Cómo repercute en el día a día de una persona la hipersensibilidad emocional? Una persona sensible lucha con todas sus fuerzas y energías para defender algo que le parece injusto. La energía que muestra es tal, que lo que genera a su entorno es burla hacia “el motivado” por cierto tema. Cuando un niño, o no tan niño, llora ante un reportaje sobre refugiados o ante un atentado o accidente. Si esta persona no puede evitar las lágrimas ante una pieza musical que despierta emociones o ante un texto literario que vive y siente a flor de piel. Y si se ha sentido traicionado por alguien a quien no considera enemigo ante un problema que le ha hecho sentir hundido bajo tierra… y explota en un mar de lágrimas  ¿qué sucede con las personas que le rodean? ¿Qué situaciones se generan?

Por otro lado, el perfil de altas capacidades suele tener intereses muy peculiares y particulares, completamente lejanos, ajenos e indiferentes para el colectivo social de su alrededor. Estos niños y niñas dominan la astronomía, la historia, la gramática, las matemáticas… cualquier tema que en un momento dado les haya despertado un interés. ¿Cómo se lee esto entre el resto de sus compañeros? ¿Y si al rarito que habla de cosas raras se le suma la hipersensibilidad emocional y la hipersensibilidad sensorial?.

La respuesta a estas preguntas es ACOSO, acoso escolar o, en adultos laboral, en toda regla. Estos niños, adolescentes y adultos se convierten en las dianas de burlas, críticas, comentarios continuos y aceptados por el grupo de personas que conviven con ellos fuera de su ámbito familiar. Estos niños, jóvenes e incluso adultos, sufren constantes ataques diarios, semanales o circunstanciales que les etiquetan como: el raro, el llorica, el plasta… Y ya se les señala con el dedo como centro de diversión a costa de su dolor emocional y de su frustración personal.

¿Qué se genera, además, ante estas situaciones? Lo peor que podría suceder: la normalización social de este acoso y de estas situaciones que se repiten con demasiada frecuencia. Además, que muchas personas no caen en este punto, el día a día de las familias con personas acosadas se convierte en un infierno, pues el acosado está eternamente enfadado, rabioso, hundido y muchas veces deprimido a causa del dolor por los ataques recibidos. Estas familias a veces sufren problemas dada la tensión que se vive en sus casas. ¿Nos ponemos en sus zapatos? Si una familia traslada a un centro su preocupación ante el acoso escolar, por favor, atendamos. Estos papás no hablan de un hecho puntual, ya llevan una mochila en sus espaldas. Y si además se trata de un caso de altas capacidades -aspecto genético – pensemos en su hipersensibilidad y en la de los padres de estos niños. Es muy duro para el niño, pero también para su núcleo familiar.

Y la suma del malestar generado, desgraciadamente, conlleva consecuencias emocionales que conducen a estos sujetos a fatales desenlaces. De hecho, cada vez, desafortunadamente, hay más casos. Todos tenemos una llave mágica, si no permitimos que se normalicen los ataques y si somos valientes que explicamos y defendemos lo que no debe ser. ¿A ti te gusta sufrir? A ell@s, tampoco.

Fuente: http://blog.tiching.com/altas-capacidades-y-acoso-escolar/

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¿Qué ganaríamos si todas las niñas terminaran la escuela?

Autora: Marjorie Delgado

Las ventajas de completar la educación secundaria van desde tener salarios más altos hasta reducir el riesgo de ser madre antes de los 18 años

Cuando empieza el primer grado hay un panorama alentador: en el patio hay muchas niñas esperando para entrar al salón de clase. Pero la fotografía escolar va cambiando conforme pasan los años y para cuando comienza la secundaria algunas de ellas ya no están.

En el mundo, 9 de cada 10 niñas completan la escuela primaria, pero solo tres de cada cuatro completan el primer ciclo de la escuela secundaria. Esto significa que unas 132 millones de niñas, con edades que oscilan entre los 6 años y los 17 años, no asisten a la escuela. Un 75 % de ellas son adolescentes.

En los países pobres, la cifra recrudece: menos de dos tercios de las niñas terminan la escuela primaria y solo una de cada tres niñas finaliza el primer ciclo de la escuela secundaria.

¿Qué hacen si no van a la escuela? Ellas han tenido que quedarse en casa cuidando a sus hermanos, abuelos o ayudando en la gestión del hogar; tal vez se han unido en pareja o han tenido hijos y eso les ha impedido seguir estudiando; otras han sido obligadas a trabajar en empresas familiares o, como sucede en algunos países, las niñas no se educan porque es una norma establecida.

El precio de que las niñas no vayan a la escuela es alto: tienen menos oportunidades para un mejor futuro y el de sus familias y con ello también se pierde el desarrollo de sus propios países.

Menos educación, menos beneficios

Según cálculos del Banco Mundial, publicados en el informe Oportunidades perdidas: el alto costo de no educar a las niñas (disponible en inglés), que las chicas no puedan completar la secundaria ocasiona pérdidas de productividad e ingresos a las economías que podrían alcanzar entre 15 billones hasta 30 billones de dólares a lo largo de toda la vida. No educar a las niñas colabora en perpetuar el ciclo de la pobreza en estos países.

Las mujeres que logran estudiar tienen más oportunidades para decidir en qué trabajar, e incluso podrían tener mayores ingresos: aquellas que completan la primaria ganan entre un 14 % y 19 % más que las mujeres que no tuvieron acceso a la educación, y aquellas que lograron completar la secundaria ganan casi el doble que las mujeres que apenas terminaron la primaria.

Los investigadores señalan que cada año de escolarización representa mayor porcentaje de aumento en el salario. En regiones como África subsahariana, cada año de educación se traduce en un 14% de aumento salarial para las mujeres. En América Latina, cada año adicional de escolarización para las niñas significa un aumento de 10% en sus ingresos.

Al completar la educación secundaria y obtener mejores ingresos, las mujeres pueden ser más prósperas, más independientes de sus padres o parejas. Asimismo, tendrían más poder de decisión sobre ellas mismas y en sus hogares.

Según el informe, además de mejoras salariales y de mayor independencia, las mujeres que terminan la escuela secundaria tendrían mayores beneficios sociales que las que solo cursaron la primaria.

Más años de educación también se traducen en mayores posibilidades para que las mujeres atiendan adecuadamente su salud; pueden recudir el riesgo de mortalidad en madres y bebés, además de colaborar en que tengan niños más sanos. Por otro lado, aumentaría en una quinta parte el registro de bebés recién nacidos.

Mantener a las niñas en las escuelas es también una forma de luchar contra el matrimonio infantil. El informe del Banco Mundial señala que se podría reducir hasta en un 75% el riesgo de ser madres antes de los 18 años.

Otra de las ventajas asociadas a que las niñas completen la educación secundaria es que se podría ayudar a reducir en un tercio las tasas totales de fecundidad en los países de alta fertilidad y podría colaborar en aumentar en una cuarta parte el uso de anticonceptivos en esos países.

Que las mujeres no se eduquen implica que ellas representen un tercio o menos de la riqueza de capital humano en los países de ingreso mediano y bajo, muy lejos de lo que representan los hombres. Al tener menos educación que ellos, su salario es menor y la desigualdad salarial produce pérdidas económicas de hasta 160 billones de dólares en el mundo.

Una oportunidad para América Latina

En la región se ha logrado que el 92% de las niñas se matriculen en la escuela primaria, el mismo porcentaje que los varones. En la secundaria, actualmente hay más niñas que niños (78%, un 5% más que la cantidad de varones).

La perseverancia de las niñas hasta el último grado de primaria es del 85,9% y la cifra de adolescentes que finalizan la educación secundaria es del 81,8%. Estos porcentajes son equivalentes o incluso levemente mejores que los que corresponden a los varones.

Sin embargo, hay diferencias entre los países debido a la desigualdad en términos de pobreza y zona de residencia. Unicef señala que en América Latina 1 de cada 4 niñas que viven en zonas rurales o en situación de pobreza no va a la escuela.

Según datos de la Cepal y Unicef, un 25% de las chicas de 12 a 18 años que no han terminado la educación secundaria mencionan la restricciones económicas como una de las causas para dejar la escuela, mientras que un 16% aduce falta de interés. Un 13% de las adolescentes, entre 12 y 18 años, señalan que el factor detrás del abandono de los estudios es la responsabilidad por los quehaceres domésticos, los cuidados no remunerados y la maternidad.

Educar a todas las niñas es una oportunidad para América Latina. Garantizar que tengan acceso a una educación de calidad es clave en una región donde, según Unicef, hay cifras desafiantes:

  • Ostenta la segunda tasa más alta de embarazo precoz (74 nacimientos por cada 1 000 adolescentes entre 15 y 19 años).
  • 4 de cada 10 niñas experimentan violencia de pareja en el transcurso de su vida.
  • 1 de cada 4 niñas se casa antes de cumplir los 18 años.
  • La tasa de matrimonio infantil y uniones tempranas es dos veces mayor entre las mujeres con menos años de escolaridad en comparación con las mujeres que terminaron la secundaria (25% y 12%, respectivamente).

Fuente: https://elpais.com/internacional/2018/08/21/america/1534878925_699104.html

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La Educación Popular en tiempos de neoliberalismo y populismos autoritarios y corruptos ¿Hacia una nueva refundación?

Por: Antonio Pérez Esclarín

Me pregunto si en los nuevos contextos que estamos viviendo, de triunfo hegemónico del neoliberalismo y surgimiento de los populismos autoritarios que en América Latina olvidaron la ética más elemental y han sido devorados por la corrupción y el afán de mantenerse a toda costa y a cualquier precio en el poder, llegando incluso a asumir conductas dictatoriales y muy represivas, no deberíamos emprender de nuevo un profundo proceso crítico y autocrítico pues muchas de estas experiencias pretendidamente populares y progresistas, asumieron el discurso de la Educación Popular, discurso que quedó en eso, en mero discurso, pues las prácticas emprendidas han ido con frecuencia en dirección radicalmente distinta. Por ello, la fidelidad a los oprimidos nos obliga a apearnos de nuestros presupuestos y esquemas mentales, a una profunda autocrítica, para ser capaces de interpretar al mundo tal cual es, en sus dimensiones macro y micro, objetivas y subjetivas, y en sus interrelaciones.

La corrupción y la impunidad son dos caras de la misma moneda, y un factor que acentúa la crisis de representatividad. El sistema político que sostiene la dominación está sustentado en la corrupción, que ha permeado los diferentes niveles del aparato del Estado, volviendo a sus agentes en fundamentalistas del statu quo y en rehenes de sus estafas.

Por ello, pienso que, de nuevo, hay que enfatizar la dimensión ética y pedagógica sobre la dimensión política que se ha ido vaciando de auténtico sentido. De ahí la necesidad de recomponer el campo de lo político en el cual operamos. No solo tenemos que afirmar lo educativo: también tenemos que iniciar un proceso de relectura de la manera como entendimos lo político en el pasado, y la manera cómo en diversas oportunidades acompañamos la política de izquierda como aquella política coherente con el proyecto de transformación hacia el que apunta la E.P.; sin darnos cuenta, en diferentes ocasiones, que muchos de los comportamientos de estas izquierdas, y algunas de sus acciones, fueron en contravía de lo que se planteaba a nivel del discurso.

En esa mirada voluntarista de la intencionalidad política, abandonamos el deber ser de la E.P.: solo nos importaba saber que se buscaba el cambio social y que se enfrentaba al estado capitalista; los medios no importaban mucho. El pensar lo metodológico nos alertó sobre los medios, pero nunca fuimos capaces de ir más allá de esa crítica. Quizás la reflexión de futuro sobre el poder que buscamos construir -y del cual cada vez son más excluidas las personas, los grupos y las instituciones del campo popular-, nos permita decir con más precisión cuáles son esos componentes básicos a partir de los cuales hoy podemos hablar de mantenernos en un horizonte de transformación social; un horizonte dotado de una ética de cambio en donde estén incluidos los sectores populares con los cuales trabajamos y donde la opción no siga siendo únicamente la de los ilustrados.

Esto significa repensar las nuevas formas de hacer política que requiere que los educadores populares pensemos con rigor cómo realmente exigir y construir una radicalización de la democracia como condición de futuro para los sectores populares. Esto va a exigir un esfuerzo sistemático para desterrar de nuestras relaciones personales, y en la vida de nuestras organizaciones, los enquistamientos autoritarios, burocráticos, las prácticas machistas, todas las formas de discriminación de la diversidad ideológica, étnica, sexual, religiosa.

Si bien debemos repensar las nuevas formas de hacer política, es también urgente y necesario que repensemos y analicemos nuestras prácticas pedagógicas. La pedagogía de la Educación Popular es una pedagogía del diálogo y no del discurso monolítico; de la pregunta y no de las respuestas preestablecidas. Es una pedagogía de lo grupal y de lo solidario, frente a las que reproducen el individualismo y la competencia. Es una pedagogía de la libertad frente a las que refuerzan la alienación; de la democracia y no del autoritarismo; de la esperanza, frente a las que afirman el fatalismo histórico. Es una pedagogía que acepta el diálogo con los saberes provenientes de las diversas ciencias sociales y de los distintos pensamientos que promueven la liberación, como la Teología de la Liberación, los feminismos, la ecología, y el pensamiento proveniente de la resistencia indígena, negra y popular. Es una pedagogía del placer, frente a las que escinden el deseo de la razón. Es una pedagogía de la sensibilidad, de la ternura, frente a las que enseñan la agresividad y la ley del más fuerte, como camino para la integración en el capitalismo salvaje. Es una pedagogía que incorpora los sentimientos, las intuiciones, las vivencias, involucrando en el proceso de conocimiento al conjunto del cuerpo. Apela por ello, como parte del proceso de aprendizaje, al arte, al juego, al psicodrama, y al contacto directo con experiencias prácticas producidas en la vida social.

En definitiva, la Educación Popular seguirá teniendo hoy vigencia y sentido si reivindica, entre otros, los siguientes principios: la necesidad de cultivar la esperanza comprometida en la transformación de las estructuras injustas y del ejercicio autoritario del poder en las relaciones macro, meso y micro; esperanza que se convierte en denuncia y anuncio creativo de propuestas diferentes, modelos diferentes, relaciones diferentes; la necesidad de recuperar la ética y la solidaridad militantes, que exigen una gran coherencia entre proclamas y prácticas, pues más que de ser un revolucionario profesional, se trata de ser un revolucionario en la profesión; el estudio crítico de la realidad local, nacional y mundial, frente a la pretensión de imponer un pensamiento único; la necesidad de leer críticamente la avalancha de una información sin límite e improcesable, en su mayoría creada y recreada por los centros hegemónicos, junto al derrumbe de las certezas absolutas, y el surgimiento de la era de la postverdad, donde ya no interesa la verdad, sino la manipulación de los sentimientos y las conciencias, que ha llevado a un surgimiento de los populismos autoritarios de derecha y de izquierda; el fomento de la crítica y la autocrítica para reconocer excesos, limitaciones e incoherencias; y la necesidad de una humildad a toda prueba, alejada por completo de las posturas dogmáticas, que respeta y valora la diversidad de propuestas y experiencias y busca la articulación de todos aquellos que no aceptan este mundo y afirman que otro «Mundo es posible y necesario», como lo vienen afirmando los participantes del Foro Social Mundial, que desde el año 2000 aglutina cantidad de grupos y movimientos que buscan la transformación de este mundo inhumano.

Fuente: https://www.aporrea.org/educacion/a271279.html

 

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Moral education may not reflect the realities of life in Japan

By Michael Hoffman.

What’s wrong with the following story?

A magician, skilled but unlucky, finds success passing him by. One day, wandering lost in gloomy thoughts, he meets a boy who is unhappier still. The magician does some tricks. The boy cheers up. They become friends. They agree to meet the next day.

That evening the magician receives a visit from a friend. The friend brings news: The scheduled performer at the next day’s magic show can’t make it. Will the magician fill in?

Here it is, at last, the big break! Ah, but — the boy! He has promised to meet the boy! Can he disappoint him? No, he cannot. Success, fame, fortune are important, but friendship is more so. He will turn down the offer. He will keep his promise.

What’s wrong with the story? As a fairy tale, nothing. But as a moral lesson — since that’s what it’s meant to be — it seems to lack an essential ingredient: realism. Does real life work that way? Can it? Should it? If Japan’s did, what would become of its economic competitiveness?

It’s an old story, going back some 40 years, according to the Asahi Shimbun, and it has found its way, in one form or another, into all eight of the government-approved textbooks in use in a new — resurrected, rather — elementary school subject known as moral education. Discredited following World War II for its prewar and wartime militarist leanings, moral education sank into an informal limbo from which a reform backed by the education ministry has rescued it, effective this year in elementary schools, next in junior high schools.

History aside, critics fret about a key element of the reform. Moral education is now, as it was not in its informal phase, to be graded. How can teachers grade morality? By rewarding the loudest professions of determination to emulate the magician? Hypocrisy pays, while sincerity must be its own reward.

Another character figuring prominently in the new moral education textbooks is one Ninomiya Kinjiro (1787-1856). Born to a peasant family in Sagami Province (today’s Kanagawa Prefecture), he taught himself to read, worked himself up from poverty and became a noted figure of his time — an agronomist, economist, philosopher and forceful advocate for the starving poor. His posthumous life extended deep into the 20th century, via a famous 1-meter-high statue, much reproduced and adorning elementary school grounds across the nation, instantly recognizable by the load of firewood on the boy’s back and the book in his hand, symbolizing his indefatigable determination to work and better himself at all costs.

Readers of Kappa Senoh’s fictionalized wartime memoir “Shonen H” (“A Boy Called H”) will remember H, as an elementary school fourth-grader, getting into trouble over Ninomiya Kinjiro. A teacher rebukes H for reading while walking. “But,” protests H, “Miss Hayase (his homeroom teacher) said we should model ourselves on the statue of Ninomiya Kinjiro.” Yes, says the teacher, but not to extremes: “Modeling yourself on him means you should study hard, not that you should read as you walk.”

During the war the statues were melted down for ammunition, and Kinjiro more or less disappeared from view. He’s back — raising, on his return, the same question raised by the fictional magician: Is morality realistic?

Yasuhiro Ninomiya, a 71-year-old descendant of Kinjiro’s and a member of the Association of Japanese Intellectual History, tells the Asahi Shimbun that legend somewhat exaggerated his ancestor’s merits, considerable though they were. Kinjiro did teach himself to read, says Yasuhiro — but later in life, not as a child. And a famous story of him — again as a child — making straw sandals on his own initiative for laborers building a levee is “probably baseless” — a late 19th-century authoritarian government’s conscious attempt, in Yasuhiro’s view, to symbolize selfless dedication in opposition to a campaign then simmering for individual rights.

Two textbooks feature that story. Does factual accuracy matter? Yes, but secondarily, an education ministry official tells the Asahi Shimbun: “The essential point, in selecting content, is its educational value. Factual accuracy may or may not be an obstacle in that regard.”

Suppose a bright kid raises his or her hand in class and asks, “Is this story true?” What would the teacher say in reply — that “factual accuracy may or may not” matter?

It seems to matter less and less in society as a whole. Two examples, one benign, the other not:

Earlier this month the business magazine President ran a feature on job interviews. How should a job candidate approach one? Gingerly and yet boldly — gingerly because so much depends on it, boldly because bold is what an employer wants its employees to be. President cites an astonishing fact: A first impression of a stranger we meet is formed within, on average, 0.2 seconds. Once formed, it is more or less indelible. (“If you spill red ink on white paper, you can’t change it to blue ink,” is how psychologist Isamu Saito puts it.) The successful job candidate is he or she who seizes control of that crucial one-fifth of a second.

There are ways to do it. Sixty percent of a first impression is determined by the expression on your face. What do you want yours to say? Compose it so that it says it. Dress, too, says Saito, is important. The cut and colors of your suit, necktie and accessories send subliminal messages: red — extroverted and novelty-seeking; blue — polite, knowledgeable and traditional; gray — unassertive; and so on. What do you want to convey to your prospective employer? Whatever it wants to see in you — which you’ll know, having done the requisite preliminary research into the company’s corporate character.

Sincerity? A virtue no doubt, but first things first, and the first thing is: Get that job!

Having got it, the “first thing” is apt to become: sell products, maximize profits, gain power, keep power, expand power, protect your boss, protect yourself — and so on. The long list of corporate and government scandals unfolding over the past year and a half suggests a moral crisis that is pervasive rather than aberrational.

Truth? The admission this month by KYB Corp., a manufacturer of earthquake shock absorbers, that it has been fabricating safety data for more than a decade, is merely the latest reminder among many that, in a society whose primary goals are not moral but economic, the moral high road belongs exclusively to itinerant, luckless magicians. More power to them.

Source of the article: https://www.japantimes.co.jp/news/2018/10/27/national/media-national/moral-education-may-not-reflect-realities-life-japan/#.W95XW9ThDwd

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Educación sexual Polémica por el embarazo adolescente: en Jujuy dos ministerios manejan cifras distintas

Por: Mariana Iglesias. 

Desde Salud provincial desmintieron a una funcionaria de Educación que dio a conocer el caso de una escuela donde habría 30 chicas embarazadas.

Funcionarios del gobierno de Jujuy salieron a desmentir que hubiera 30 alumnas de una misma escuela embarazadas. El dato había sido comunicado por la referente de Educación Sexual Integral del Ministerio de Educación. Entre las explicaciones, desde la provincia dijeron que los ministerios de Salud y Educación manejan estadísticas diferentes. De todas maneras, reconocieron que Jujuy supera la media nacional en embarazos adolescentes.

Clarín publicó el martes que en una escuela de nivel medio de Alto Comedero, un barrio diez kilómetros al sur de San Salvador de Jujuy,había 30 alumnas de entre 12 y 19 años cursando un embarazo. Los funcionarios dijeron que en realidad en el barrio -uno de los más pobres de la provincia- hay 59 adolescentes embarazadas pero que «van a distintas escuelas». Algunas de las niñas embarazadas tienen 10 años.

Antonio Buljubacich, director provincial de Maternidad e Infancia, confirmó a Clarín que la tasa de maternidad adolescente en el Alto Comedero ronda el 20 por ciento. La media de la provincia hoy es de16,2 y la nacional es del 14 por ciento. «Sigue siendo alto el embarazo adolescente en la provincia, pero venimos trabajando para que baje», aseguró el funcionario. Y explicó que en 2015 la tasa en Jujuy era de 19,3y en 2016 de 18.

«Culturalmente hay chicas de aquí que a los 14 y 15 años tienen relaciones consentidas», dice Bulljubacich. Y agrega: «Sabemos por trabajar con UNICEF que en cinco provincias del Norte, el 80 por ciento de los embarazos de menores de 15 años son producto de abusos, la mayoría de sus familias».

Isolda Calsina, ministra de Educación, aclaró que «no son 30 embarazadas sino que la escuela informó 26 en mayo de este año». La mitad de las chicas ya habría dado a luz. Y también aclaró que no es una escuela estatal sino privada, aunque no quiso especificar si es religiosa. Aseguró que se da Educación Sexual Integral en todos los colegios. Y que las cifras de los ministerios de salud y educación difieren «porque ellos miden lo que pasa en los centros de salud y la población no siempre coincide con las escuelas porque muchos alumnos viajan a estudiar a otros lugares distintos de los que viven».

El martes, Patricia Morales, responsable de Educación Sexual Integral (ESI) del Ministerio de Educación de la provincia había asegurado: «Esta escuela tiene 30 chicas, y es el caso más alto, pero hay muchas estudiantes embarazadas en las escuelas«. También dijo que «hay sectores que se oponen a la educación sexual, como los colegios privados religiosos, donde sí hay adoctrinamiento… Y más allá de la presión que está haciendo la Iglesia, tienen que entender que la educación es laica».

Hace poco, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) publicó el informe “El poder de decidir. Derechos reproductivos y transición demográfica”. Argentina tiene una de las peores tasas de la región: las cifras superan el promedio de América latina y el Caribe, que es 62 nacimientos por cada mil jóvenes. La tasa de fecundidad adolescente nacional por cada mil adolescentes de 15 a 19 años es 65, igual que Perú. En Chile es 41; en Brasil, 62; en Uruguay, 51; en Paraguay, 62.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/sociedad/polemica-embarazo-adolescente-jujuy-ministerios-manejan-cifras-distintas_0_NCuEA8Pud.html

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Desigualdades inaceptables

Por: Luis Armando González.

La situación actual del país se caracteriza por varias dinámicas no sólo políticas, sino también socio-culturales y medioambientales. En este último rubro, las intensas lluvias que azotan al país –principalmente, aunque no únicamente, en su zona costera— están poniendo en evidencia las críticas condiciones de vulnerabilidad en que viven miles de familias salvadoreñas.

Esas condiciones son un recordatorio hiriente de que en El Salvador existen graves desigualdades de carácter social y económico que no han sido resueltas, y que reclaman urgentemente su atenuación y, por qué no, su erradicación. Esto último exige reformas profundas en el modelo económico y en la forma cómo se distribuye y se concentra la riqueza, lo cual sus beneficiarios directos han logrado sacar del debate público (a partir de una estrategia mediática de largo aliento, que comenzó a operar desde finales de los años ochenta, pero de modo abierto y exitoso desde los años noventa).

Parte de su éxito ha consistido en hacer de los “vicios” del aparato político –la corrupción, en primer lugar, pero también el uso ineficiente los recursos y su carga laboral— el causante de todos los problemas sociales y económicos del país, obviando el papel que el sector empresarial juega, para bien y para mal, en la estructuración de la sociedad.

Cuando los desastres afectan primordialmente a los más pobres, algo anda mal en la estructuración social y económica de la sociedad; y la razón de ello se tiene que buscar en la concentración extremadamente inequitativa de la riqueza, de lo cual se derivan desigualdades inaceptables en seguridad, bienestar e integración social.

El aparato político, en una democracia, debería obrar para que aquella concentración sea disminuida, mediante mecanismos de distribución de la riqueza que generen condiciones de bienestar y seguridad para la mayor parte de la sociedad. Si las desigualdades originadas en la estructura económica no se atacan frontalmente, países como el nuestro siempre condenarán a la mayor parte de sus miembros a vivir indignamente.

Lo anterior repite una lección que Monseñor Oscar Romero dio a la sociedad salvadoreña –a su oligarquía y a sus militares—en los años setenta y hasta el 24 de marzo de 1980. Es una lección que, gracias a las argucias mediáticas de la derecha, ha sido relegada al olvido interesado; y de este olvido son partícipes incluso quienes se dicen seguidores Monseñor Romero.

En el marco del acontecimiento socio-cultural más significativo de la historia reciente de El Salvador, como lo es la canonización del Arzobispo mártir, es oportuno rescatar su denuncia de los males estructurales del país, es decir, lo que él definió en una de sus Cartas Pastorales como “violencia estructural”, raíz de otros tipos de violencia. Esos males siguen vigentes, generando otras violencias, y golpeando a los más pobres y excluidos de la sociedad.

Los “dioses del poder y del dinero” siguen siendo adorados por quienes concentran la riqueza en El Salvador. Que casi nadie hable de ellos –sólo unos cuantos sociólogos y unos pocos, muy pocos, economistas— no quiere decir que hayan dejado de existir, o que su influencia en los destinos del país sea nimia. Para nada: los ricos más ricos de El Salvador –principalmente los amos de las finanzas— han sido y son determinantes en la configuración de la realidad nacional, especialmente en sus desigualdades estructurales.

Usar –y haber impuesto— el discurso “anticorrupción” para ocultar la naturaleza de esas desigualdades estructurales supone un triunfo ideológico extraordinario de la derecha salvadoreña. Es un reto, en quienes se dicen cultivadores del “pensamiento crítico”, la tarea de desmontar esa y otras elaboraciones ideológicas de la derecha –como la “antipolítica”, el “emprendedurismo” y el “nuevo generacionismo”, entre otros— que nublan la vista y bloquean la capacidad de razonamiento.

Como quiera que sea, honrar y celebrar a Monseñor Romero es hacer propia esa capacidad suya de razonar críticamente sobre los ejes configuradores de la realidad nacional. El impacto social y cultural que ello tendría sería en verdad extraordinario; quizás así la sociedad salvadoreña –o al menos sectores significativos suyos—comenzaría a comprometerse decididamente en la construcción de un proyecto de nación distinto, por justo y por inclusivo, del existente.

Y es que sin virajes culturales profundos, que replanteen o reemplacen los valores, las creencias y los hábitos vigentes, es imposible que una sociedad emprenda nuevos derroteros.

El Salvador está aún a la espera de un viraje cultural de envergadura, un viraje que permita superar la cultura neoliberal globalizada, con arraigos autoritarios y conservadores de larga data, y de pie a una matriz cultural humanista, tolerante, libre, responsable con el bien público y activa en lo político en función del bienestar colectivo. Se trata de algo difícil, pero no imposible. Más aún, se trata de algo posible y necesario, pues de lo contrario nunca tendremos un país en el que dé gusto vivir.

En un nuevo marco cultural, muchas de las cosas que ahora hacemos, importantes, pero que han perdido sentido –como las elecciones— cobrarán un nuevo significado. Y ello, al menos, porque los ciudadanos tendrán mejores criterios para discernir acerca de la calidad y capacidad de quienes piden su voto.

Hoy por hoy –a juzgar por los resultados de las encuestas de opinión— esos criterios son sumamente pobres. Los cantos de sirena, la pose y el desplante, la arrogancia y el “me vale todo porque soy yo” gozan de amplia aceptación entre sectores amplios de la sociedad.

La contracara de ello es la incapacidad para detectar filiaciones ideológicas, intereses reales, trayectorias políticas (y, ahí donde aplica, empresariales), alianzas y compromisos, etc., que son los que en definitiva condicionarán el quehacer político efectivo de quien resulte electo presidente en 2019.

En fin, una cosa es aprender a leer críticamente la política (y la economía, y la cultura, y la sociedad) y otra bien distinta dejarse llevar por creencias, valoraciones y percepciones impuestas por entornos mediáticos (y también religiosos, empresariales y universitarios) que tienen como finalidad enturbiar la capacidad de razón de las personas para así manipularlas mejor. Mientras la gente se “deje llevar” –ya sea que se trate de gente popular o de gente que procede de la “academia”— estará lejos de haber asimilado una pizca siquiera del legado crítico de Monseñor Romero.

Fuente del artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/195798

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Deseada

Por: Martha Sanz.

La violación y asesinato de Desirée Mariottini me llevó a pensar que no es motivo de alegría que la realidad nos dé la razón tozudamente. Globalizada cultura de la violación. También evoqué ese imaginario cultural que, elevando a la categoría de divinidad, fetiche, exvoto, cosa, el cuerpo femenino, lo destruye. Desde la altura, la porcelana se tira contra el suelo, se rompe y se produce un efecto estético relacionado con la normalización de la crueldad contra las mujeres: paralizadas novias cadáver y muertas enamoradas, autómatas y Coppélias, bailarinas descuartizadas del giallo, snuff movie y pornografía, el petrarquismo bubónico denunciado por mi amigo Rafael Reig, la Clori de Góngora que se corta al quitarse un anillo y qué bello es el contraste del rojo sangre con el dedo nácar… A las diosas, que son de éter, no les duele el cuerpo. A las maniquíes movidas por un reloj interior tampoco. Las chicas que “se regalan” ya saben a lo que están expuestas. La estilización de la violencia contra las mujeres culmina en la metáfora del juguete roto y la mujer patchwork. Pero estamos hablando de carne y de la perturbada costumbre de que la carne de las mujeres está ahí para disfrutarla magreándola, fileteándola, reduciéndola a orificios. Nuestro hipotálamo está colonizado por estas voces y a algunas mujeres nos cuesta descubrir el propio placer sin rodearlo de máculas y deseos de ser secuestrada como prueba de un amor loco y verdadero. Espectacular. Un amor que nos coloca una argolla en la garganta y nos encadena a la pared. Nos rebelamos contra los imperativos de nuestro hipotálamo y bebemos orujo en fiestas dionisiacas sin merecer por ello que nos rasguen la vagina y nos corten la cabeza. Lo que le ha sucedido a Desirée no puede repetirse. En el sadismo extremo que se ejerce contra los cuerpos femeninos perdura la máxima arqueológica de que la mujer no tiene alma, no siente, no padece, no importa, pero también prevalecen nuevos rencores vinculados con la conquista de derechos. Pienso en todos los componentes horribles que envuelven la violación y asesinato de Desirée Mariottini: mantenerla viva a base de agua con azúcar, diez horas de tormentos y la decisión de dejarla morir.

Ya sabemos quiénes son los asesinos de Desirée Mariottini y otros monstruos se yerguen en nuestro horizonte imperfecto. Entre la docena de presuntos culpables, hay inmigrantes subsaharianos y, en ese punto, el odio a las mujeres se cruza con el deseo de limpieza étnica de Matteo Salvini o Democracia Nacional. Se aprovechan los insultos machistas en redes para justificar la necesidad de una ley mordaza y se utiliza la violencia contra las mujeres blancas para avalar la xenofobia. Manipulan el dolor para criminalizar a todos los inmigrantes. Arguyen que los extranjeros —pobres— no entienden nuestras normas de convivencia y en la voz de su hipotálamo no resuena Dario Argento, sino tantanes más sanguinarios a los que se une el rencor de clase y mucha envidia nacional. Maldad innata y salvajismo. Sin embargo, se borra malévolamente que el vendedor de pañuelos ghanés es un excelente muchacho, la mujer que prepara el cuscús cumple con sus obligaciones fiscales y el jardinero hondureño salvó al niño de morir en la piscina. Omiten que esta violencia contra las mujeres es también cristiana y europea. Así lo ponen de manifiesto los nebulosos asesinos de las niñas de Alcàsser. Ese padre tan religioso que mata a sus criaturas para vengarse de su mujer. Ana Orantes, quemada viva por su españolísimo marido a la puerta de casa.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2018/10/30/opinion/1540895733_910906.html

 

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