Page 1516 of 2732
1 1.514 1.515 1.516 1.517 1.518 2.732

Las emociones y la escuela

Por: Xavier Besalú

La educación de las emociones no puede consistir simplemente en identificarlas, nombrarlas o relacionarlas con una imagen predeterminada o un color. Para esa empresa no valía la pena tanto estruendo.

Nosotros, los humanos, siempre hemos sabido de nuestras emociones, de nuestros afectos, sentimientos e intuiciones. Conocemos sus nombres y podemos identificar sin demasiados problemas sus rasgos más característicos porque las hemos experimentado en propia piel, porque las hemos sufrido o disfrutado, porque las hemos usado –consciente o inconscientemente– para tomar decisiones, tanto las más trascendentes como las más irrelevantes, y porque forman parte indivisible de nuestras vidas, como los sentidos o el mismo lenguaje. Por ello, cuando Gardner o Goleman pusieron de relieve la importancia de conocer y dar nombre a nuestras emociones, no nos extrañamos lo más mínimo de su apuesta por dar visibilidad y reconocimiento a algo tan presente y cotidiano en nuestro quehacer diario.

Por las razones que sean, hoy en los centros educativos la educación emocional se ha convertido en un emblema, en una prioridad; para algunos incluso en un atributo de identidad, que daría a entender a las familias su puesta al día y su vocación innovadora. Y para cierto sector del profesorado en una preocupación curricular primera, que dejaría en un segundo plano tanto los saberes propiamente dichos como la dimensión ética y estética de la educación y el resto de habilidades y competencias a adquirir.

Pero, ¿se pueden educar las emociones? ¿O más bien se trataría de garantizar y promover su expresión libre y contextualizada, su gestión razonable, su control responsable, atento al impacto que puede causar en el propio protagonista y respetuoso para con los demás, su experimentación acompañada y orientada por los adultos, para no dar rienda suelta a ese caballo desbocado y salvaje en que podría convertirse sin estas salvaguardas? En cualquier caso, la educación de las emociones no puede consistir simplemente en identificarlas, nombrarlas o relacionarlas con una imagen predeterminada o un color. Para esa empresa no valía la pena tanto estruendo.

Hoy sabemos a ciencia cierta que las emociones siempre han estado ahí, siempre han formado parte de nuestro ser personal y social, que forman una unidad indisociable con el mundo racional, que nunca han sido dos hemisferios opuestos y enfrentados por llevarse el gato al agua. Todas nuestras decisiones, pensamientos y actitudes están impregnadas de intereses, pasiones, intuiciones y afectos. Nuestra mente no es una máquina fría y calculadora, sino un artefacto profundamente sensible y, en definitiva, condicionado pero libre. No hay más que echar una ojeada a nuestras propias vidas para comprobar cómo están repletas de actuaciones e inhibiciones, algunas exitosas y otras fracasadas, que buscaban por encima de todo la felicidad, evitar el sufrimiento, el mal menor cuando todas las opciones conllevaban consecuencias indeseables, sobrevivir cuando nos hemos sentido abrumados…

Es cierto que venimos de una educación (la nacionalcatólica, pero también la cientifista) que consideraba que los deseos, las emociones, las intuiciones, la imaginación… deberían ser debidamente ocultadas y reprimidas, porque eran vistas como obstáculos que evitar para llegar a ser personas formadas, inteligentes, plenamente conscientes y moralmente íntegras. Pero la profunda crisis del proyecto moderno ha puesto al descubierto la falacia de este supuesto, que no solo dejaba al margen de la escuela las emociones, sino también los cuerpos. Pero de ahí a entronizar lo emotivo como una alternativa progresista e innovadora frente a lo racional va un verdadero abismo.

Y es en esta órbita que puede tener sentido relacionar este auge de lo emocional con la hegemonía teórica y práctica del neoliberalismo que nos corroe, que pone el acento en lo individual (frente a lo colectivo), en lo afectivo (frente a lo político o lo emancipatorio), en la convivencia amable (frente a la conflictividad y la exclusión), en la flexibilidad personal y en la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos y condiciones de vida (frente a la historia, a la crítica y a la autonomía personal).

No es de extrañar que muchas de las empresas que cotizan en bolsa estén impulsando directa o indirectamente proyectos de educación o gestión de las emociones, o que vehiculen sin rubor mensajes propagandísticos destinados a tocar la fibra de los afectos, mientras con frialdad inhumana toman decisiones que deterioran gravemente la vida y la salud de miles de personas. Que los mismos culpables de ese deterioro nos propongan el antídoto adecuado para sobrellevar las propias penas –lo emocional como paliativo, la gestión de las propias emociones– raya casi la vileza.

Ante ello se difuminan la lucha contra las desigualdades y contra el enriquecimiento corrupto e ilícito, se emborronan las causas estructurales y reales de la situación de angustia o postración que viven las víctimas para poner el foco justamente en las propias víctimas. Tomadas individualmente, por supuesto.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/02/08/las-emociones-la-escuela/

Comparte este contenido:

Investigar (colectivamente) los miedos sociales

Por: Jaume Carbonell

Los miedos sociales, como el miedo al control social, al futuro o a la soledad, son los protagonistas de una investigación llevada a cabo por estudiantes y docentes de Bellas Artes.

Enlarge

Hoy tiene lugar una de las últimas sesiones de la asignatura opcional  IBA (“Investigación basada en las Artes”), que se propone trabajar de otra manera para generar acontecimientos relevantes y utilizar estrategias artísticas para hablar de cuestiones sociales. Se trata de otra manera de investigar, entender y actuar. El grupo lo conforma una docena de estudiantes y un par de profesores de la Facultad de Bellas Artes: Fernando Hernández y Carlos Canales. Alrededor de una mesa, con el desayuno en medio -uno de los rituales que se garantiza de forma rotativa- van comentando con Carlos los últimos detalles de la producción del vídeo que incluye la lectura de los textos que han elaborado, con sus correspondientes imágenes, y que sirve para cerrar el trabajo desarrollado en el transcurso de cuatro meses, un par de días a la semana.

Todo arrancó con el comentario de una lectura veraniega por parte de Carlos y Fernando: La sociedad del miedo, de Heinz Bude. A partir de ahí creció el interés por compartir qué sabían y cómo podían sumergirse en la exploración de los miedos sociales. Siguió una lluvia de ideas para plasmar los conceptos clave en un mural pegado en una de las paredes: futuro, fracaso, sumisión, represión, el ego, rechazo, pérdida de la humanidad, machismo, vigilancia,… Una de las ideas fuerza que aparecía era el miedo como control social. En paralelo, se comentaron algunos libros que lo abordan desde distintas perspectivas: desde El miedo a la libertad de Eric Fromm, uno de los libros más emblemáticos acerca de las condiciones psicosociales que favorecieron la emergencia del nazismo, hasta los ensayos de Krishnamurti, Marina, Bauman y el más reciente de Dominique Moïsi: Geopolítica de las series o el triunfo global del miedo, que bucea en series como Juego de tronos.

A continuación, tanto estudiantes como profesores -una de las singularidades de este proceso de investigación es que ambos realizan y comparten todas las tareas- eligen imágenes que definen el miedo de manera personal u objetiva. También pueden visualizarse en la pared, tras ser agrupadas por categorías: el miedo a no tener trabajo; a caer en la marginación; al rechazo; a lo desconocido; al compromiso; a la autocensura; a la posverdad;  a la violencia en las redes, o a que invadan tu espacio. Y tras las imágenes llegan los textos. Los hay que constituyen un compendio de muchos miedos, con sus pertinentes efectos, como el que transcribimos parcialmente: “Siempre tengo miedo, es casi imperceptible, apenas lo noto, pero sé que está y se transforma… Miedo, miedo a hablar, miedo a enfrentarme, miedo a equivocarme, miedo a enredarme, miedo a pisar mal, miedo a decir lo que no quiero decir, miedo a no mirar, miedo a juzgar, miedo a sudar, miedo a llorar, miedo a no saber y a saber, miedo a no avanzar, miedo a no conocerme, miedo a no establecerme, miedo a la inestabilidad, miedo a seguir teniendo miedo”.

Otros miedos se asocian a las categorías fijadas por ellos mismos como la obligación de ser de una manera: “Este es un miedo que tengo muy presente, y desde niña. Es un miedo a ser juzgada por salir de lo ‘normal’, de las ‘reglas sociales’, lo que yo relaciono mucho con los modalidades y las cordialidades. Pienso que muchas veces tenemos que ceñirnos a estas reglas consensuadas por la sociedad y actuar como se espera. A veces me siento de una manera distinta y no puedo ser totalmente transparente con ello, porque estoy preocupada de cómo el resto lo va a percibir y si le parecerá muy extraño o no, entonces solo queda disimular y continuar el día con una especie de Poker Face“. Otros hacen referencia a la apropiación comercial de las luchas políticas: “… Es una característica cada vez más extendida de nuestras sociedades. De esta manera quizás las palabras que mejor caractericen el sentimiento frente a este hecho oscilan entre la desesperación y la conformación. Entre estas dos palabras, puede que encuentre una tercera, más optimista, que sería la esperanza de encontrar posibilidades de no someterse a este hecho. El miedo quizás aparezca justamente ahí, cuando miro las luchas en que me involucro, las experiencias que me interesan y creo que ellas tienen una especie de pureza, de fuerza de vida, de cambio y entonces temo que ellas sean, dentro de poco tiempo, reificadas y apropiadas por el proceso de constante producción de novedades del capitalismo”. O hablan del miedo a la deshumanización, a la indiferencia y a ser borrado o a la destrucción de la naturaleza.

Durante un buen rato conversamos de su concepción acerca de la investigación, muy distinta a la convencional, porque existe una intensa implicación de todos y todas en sus distintas fases, donde se supera la clásica división entre teoría y práctica y se diluyen los límites entre investigar, enseñar aprender y hacer arte. “Si consideramos que la realidad es abarcable, investigar para ti es esto… Pero si consideramos que la realidad es múltiple, constante, inabarcable, la investigación es diferente. Sí, un modo normal de aprender es como espectador. ¡Así no se aprende! En este sentido el proceso se muestra con el resultado porque el proceso es el resultado. “La pregunta no es qué voy a hacer sino qué quiero aprender”. En esta investigación, en la que se mantiene la tensión entre lo que se sabe y no se sabe, se destaca el trabajo en grupo: “Es una forma de hacerlo muy distinta a la tradicional-normativa a la que estamos acostumbrados. Su enfoque es más humano y desjerarquizado, al compartirlo todo alumnos y profesores: desde la realización de cualquier tarea hasta la toma de decisiones”. Reconocen que al no concebir la investigación como un proceso cerrado y definido previamente, se abren muchas ventanas y a veces se estancan y se pierden. “Pero donde no llega la persona llega el grupo”. Esta es una de sus grandes fortalezas.

EL IBI les permite establecer conexiones con otras disciplinas de la carrera o para la propuesta artística del proyecto final. Tal es el caso del juego de la oca del precario, una representación muy original y lúcida de uno de los atributos del precariado: la discontinuidad en el trabajo y el volver a empezar de nuevo continuamente. Asimismo se nombran otras transferencias como el de las cartografías, que les permiten usar modos de conocer de las artes para investigar en otros campos, o el de los archivos como formas artísticas para dar cuenta del recorrido.

Hay otro concepto que adquiere una especial centralidad: desbordar la universidad,  “Nunca pensamos que lo que generamos en la Facultad vaya a tener consecuencias”. Pero las ha tenido. Y ponen varios ejemplos de cómo un hecho que sucede en un espacio reducido de este seminario, a modo de deriva, se expande a otros lugares. Así, dentro de poco, lo que aquí se ha trabajado se llevará a las universidades de Jaén y Valencia para compartirlo en un máster de investigación y en otro de didácticas específicas. Por otra parte se critica la visión neoliberal del mercado del arte: “Se rompe con la imagen convencional del artista de galería que produce un objeto, y se coloca el arte como un modo de hacer en otro lugar más abierto, dando lugar a otras expresiones artísticas más críticas y creativas que cumplen una función social y tienen sus consecuencias”. Cuentan también que lo que se trabaja sale de estas cuatro paredes y lo comentan con sus amigos y compañeros de piso “que aunque no tienen nada que ver con Bellas Artes se muestran muy interesados”.

La pregunta clave de la investigación no es qué han aprendido sino cómo les ha afectado en todos los sentidos: personal y colectivo, humano y profesional. De qué manera el tema de estudio tiene que ver con cada estudiante. La conversación se va cerrando en torno a esta pregunta. Se produce un silencio, tras el cual Fernando subraya que a veces es necesario ampliarlo por parte del profesor “porque las respuestas no han de ser inmediatas y porque en el silencio también pasan cosas”. Luego se van desgranando afectaciones variopintas: “Yo he dejado de pintar, siguiendo una línea muy marcada y dirigida, y estoy haciendo grabados, dando más importancia al proceso”. “Yo me he replanteado la elección de los colores en la pintura”… Hay un par de cosas en lo que todos los estudiantes coinciden. La primera es que la clase se ha convertido en una conversación y en un debate continuo donde se han escuchado mucho y se ha hablado de cuestiones que en las clases de la universidad no suelen tratarse. “Lo que hemos creado lo hemos creado entre todos. Y los miedos los hemos socializado, leyendo y comentando textos e imágenes”. La segunda es que todo esto ha podido salir fuera de la universidad.

El curso se cierra con los autoinformes individuales en los que se cuenta cómo les ha afectado: hay libertad absoluta para hacerlo mediante un texto escrito, un mural, un vídeo o cualquier otro medio. También se incluye la autoevaluación, aunque puede suceder que se decida poner una nota colectiva. “Son decisiones que forman parte de esta manera de trabajar que se sale de la norma, que se naturalizan y no provocan ninguna tensión”, sostienen Carlos y Fernando.

Han pasado casi dos horas. Se concretan algunos detalles sobre lo que queda por hacer. Me fijo de nuevo en sus textos y, claro, no pueden faltar los que muestran el miedo al futuro: “… En general no me puedo quejar de cómo han ido las cosas hasta ahora: ha habido algunos pequeños problemas, pero así, a grandes rasgos, me ha ido bastante bien. Así que no le temo demasiado al futuro. ¿Cómo voy a temer al futuro, si siempre estoy hiperocupada? Cuando estoy haciendo algo, ya estoy pensando en lo que haré a continuación. No paro de hacer cosas, y eso no me permite pensar en lo que pasará si las cosas tomaran un camino distinto al que yo tengo controlado y estrictamente planeado”.

El otro día  me perdí en un lugar donde no había nada: sólo descampados, plazas enormes sin nadie transitando por ellas, edificios sin terminar de construir y una carretera por la cual no pasaba ningún coche. Estando en este lugar, se me acabó la batería del móvil. Así que me quedé completamente sola y sin ninguna distracción. Y eso provocó que empezara a darle vueltas a la cabeza. ¿Qué haré cuando me quede sola del todo, cuando todo sea como este lugar? ¿Qué haré cuando no tenga a nadie a mi lado? ¿Qué haré cuando todo haya desaparecido?.

En este momento me di cuenta que, al igual que Clara y todas las personas, yo también tenía miedo al futuro. Mantenerme ocupada mata el miedo, lo invisibiliza, me hace creer que no existe. Pero está allí, sin duda”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/02/07/investigar-los-miedos-sociales/

Comparte este contenido:

Educación digital no es alfabetización digital

Por: Carlos Magro.

La transformación digital está difuminando la distinción entre lo real y lo virtual, entre lo natural, lo humano y lo artificial. «No hay un solo instante en la vida de las personas que no sea modelado, contaminado o controlado por algún dispositivo», sostiene Giorgio Agamben. Hemos cambiado para siempre la forma en que nos comunicamos, nos informamos, trabajamos, nos relacionamos, amamos o protestamos, decía hace unos años Manuel Castells. Más que cambiar entre un estado online u offline cada vez es más claro que vivimos en un estado onlife permanenteVivimos hiperconectados, dice Jordi Jubany.

«Toda tecnología tiende a crear un nuevo mundo circundante para el hombre», afirmaba Marshall McLuhan allá por 1962. La tecnología no es solo un conjunto de herramientas. No es neutra. Es, sostiene Luciano Floridi, una fuerza ambiental, antropológica, social e interpretativa que está afectando a la concepción sobre nosotros mismos (quiénes somos), a las interacciones con los demás (cómo socializamos), a cómo interpretamos la realidad (nuestra metafísica) y a las interacciones con esa realidad (nuestras acciones). Los objetos tecnológicos están fuertemente entremezclados con la sociedad (Sheila Jasanoff). Influyen y dan forma a nuestras acciones, en la misma medida en que nuestras acciones dan forma a los objetos tecnológicos. No solo cambian lo que hacemos, sino también lo que somos. Al diseñarlos fomentamos y amplificamos ciertos comportamientos, y limitamos y reducimos otros. Definen nuevas formas de hacer y nuevas relaciones sociales y económicas. También, por supuesto, nuevas formas de aprender y de enseñar.

Nos ha faltado profundidad y complejidad a la hora de pensar el impacto de la tecnología sobre nuestras vidas. Con demasiada facilidad hemos caído en posiciones simplistas y muy polarizadas. Nos hemos mostrado profundamente utópicos, al tiempo que hemos enarbolado la bandera del más radical ludismo tecnológico. Evitar este dualismo estéril, dice Neil Postman, pasa por hacer de la tecnología un objeto de indagación, problematizando tanto su aceptación y uso como su rechazo e ignorancia. Necesitamos nuevas metáforas que nos ayuden a afrontar las nuevas situaciones. Necesitamos otros modos de imaginar y articular las relaciones entre el individuo, sus instrumentos y la sociedad. Necesitamos una ciudadanía crítica y reflexiva digitalmente (DigCom 2.1). Necesitamos una ciudadanía que, como sugería Iván Illich, controle sus herramientas.

Repensar y desarrollar nuevas formas de educación son algunos de los desafíos más importantes de nuestro tiempo. El reto no es si usar o no la tecnología, sino repensar la educación con ella. Obtener lo mejor de las tecnologías pasa, como sostiene Neil Selwyn, por estar preparados para pensar en lo peor, pero también por ser capaces de imaginar lo mejor.

La tecnología siempre ha sido importante en la educación. Nuestra actual organización escolar debe mucho a la más eficiente tecnología educativa de todos los tiempos: el libro de texto. Es importante, por lo tanto, no dejarnos llevar por la habitual amnesia educativa, y recordar que siempre ha existido una estrecha relación entre educación y tecnología, pero también que la historia de la tecnología educativa está llena de futuros que nunca han sido presentes.

Carlos Magro abrió la «Jornada de formación para docentes Universo Internet», el proyecto de alfabetización digital crítica del CCCB

Hace tiempo que las tecnologías entraron en la educación, pero en la mayoría de las ocasiones lo han hecho de una manera desigual, fragmentada y desde una concepción restringida y limitada de las mismas, modificando apenas los procesos de enseñanza. Encontramos tecnología en los despachos y en las aulas, en los procesos administrativos y de comunicación con las familias. Los profesores las utilizan cada vez más para preparar sus clases y los alumnos para buscar información y elaborar trabajos. Pero, en la mayoría de los casos, siguen quedando fuera del proyecto pedagógico del centro y del núcleo central del proceso de enseñanza-aprendizaje. La tecnología permanece en la periferia. Sigue pendiente desarrollar una pedagogía con, para y en la red.

Constatar que el cambio educativo a través de la tecnología ha resultado, hasta ahora, una promesa incumplida no nos debe llevar a ser pesimistas sobre el potencial transformador de la tecnología en educación ni, por supuesto, abandonar la pretensión de educar con y en tecnologías. Máxime cuando, como decíamos, las actuales tecnologías, lejos de constituir simplemente una caja de herramientas, definen un nuevo entorno de aprendizaje que, entre otras consecuencias, está ampliando el concepto de alfabetización, modificando nuestra relación con los contenidos, demandando nuevas formas de enseñanza-aprendizaje y difuminando las fronteras entre el aula y el hogar, lo formal y lo informal.

Constituyen un nuevo entorno que debe ser dominado por alumnos y profesores. La solución no pasa por prohibirlas. La brecha entre el uso social (informal) y el uso escolar (formal) de la tecnología tiene que cerrarse. «La tecnología es parte de nuestras vidas, las ensancha y al mismo tiempo genera sus propias complejidades. Educar para la vida es la misión de la escuela y la que tenemos, nos guste más o menos, es una vida con tecnología con sus luces y sombras. Ignorarla no es una opción, pero adoptarla sin espíritu crítico tampoco» (Tíscar Lara).

Preparar para la vida en este nuevo entorno digital supone desarrollar, entre otras cosas, las competencias necesarias para entender y aprovechar las tecnologías digitales, no solo como un conjunto de destrezas y habilidades de carácter técnico, sino como una combinación de comportamientos, conocimientos especializados, conocimientos técnicos, hábitos de trabajo, disposiciones y pensamiento crítico.

No somos ni nativos ni inmigrantes digitales. Los niños tampoco son nativos digitales que necesiten, por lo tanto, poco apoyo para sacar lo mejor de los medios digitales. Son muy pocos, realmente, los que reciben suficiente orientación en la escuela o en el hogar y muchos, por el contrario, los que carecen de las habilidades necesarias para un uso creativo de la tecnología. Más que el acceso a la tecnología, nuestro principal problema es el uso que somos capaces de hacer de ellas. Hoy la brecha digital es la que separa a aquellos que son capaces de utilizar la tecnología de manera reflexiva, activa, creativa y crítica, de aquellos otros que la utilizan de forma pasiva, consumista e irreflexiva. Una brecha que no es nueva y que reproduce, e incluso amplía, las tradicionales y aún existentes desigualdades educativas provocadas por el capital cultural, social y económico. Nos siguen faltando competencias, reflexivas, críticas y didácticas, relacionadas con las tecnologías. Necesitamos alumnos, docentes, centros educativos y ciudadanos con alfabetización digital.

Hablar hoy de educación digital es, por lo tanto, algo más que hablar de alfabetización digital. Es entender, como decíamos, que el nuevo contexto digital en el que vivimos afecta a todos los parámetros del proceso de enseñanza/aprendizaje: dónde, cuándo, con quién y de quién, cómo, qué e incluso para qué se aprende. Es asumir que los cambios deben darse simultáneamente en el currículo, la evaluación, las prácticas de enseñanza y aprendizaje, la organización escolar, el liderazgo, las infraestructuras, los espacios, los tiempos y el desarrollo profesional docente. Hablar de educación digital es hablar de ciudadanía digital y de empoderamiento de los estudiantes. De participación activa de los estudiantes en el aprendizaje (ABP, Flipped Classroom, Gamificación, Movimiento Maker) y de conexiones con el mundo «real» (comunidades de aprendizaje, aprendizaje servicio…). De pedagogías digitales y de docentes que comparten prácticas en red (aulablog). De pensamiento computacional (IBI) y desobediencia tecnológica (Cristóbal Cobo). De creatividad y producción de conocimiento. De innovación y de colaboración. De hacer con tecnologías, pero también de hacer tecnologías. De pensar con tecnologías y de pensar en tecnologías.

Hablar de educación digital es hablar de competencia digital de los centros educativos (DigComOrg de la Unión Europea; MOOC Intef DigCompOrg), de competencia digital docente (DigCompEdu de la Unión Europea, Marco Común de Competencia Digital Docente-INTEF) y de competencia digital de los alumnos (ISTE 2016Digital Skills for Life and Work. UNESCO. 2017).

En los últimos años, hemos empezado a ver aproximaciones detalladas sobre cómo desarrollar realmente en el currículo la competencia digital (Desarrollo de las competencias informacional y digital. Gobierno de AragónModelo Competencia Digital de Gales). Se han publicado instrumentos, como el Portfolio de la Competencia Digital Docente de INTEF, para medir la competencia digital de los docentes, y herramientas para ayudar a los centros educativos a reflexionar sobre la implementación de tecnologías digitales en sus prácticas educativas de autoevaluación como SELFIE. La tradicional brecha entre la teoría y la práctica empieza a cerrarse. Estará cerrada del todo cuando dejemos de hablar de educación digital para hablar, sin más, de educación. Resolver el reto de la integración de la tecnología en la educación es resolver el reto de la educación.

Las tecnologías representan una oportunidad para transitar, por fin, desde modelos de enseñanza puramente transmisivos hacia modelos de aprendizaje activo. Son una segunda oportunidad para las pedagogías progresistas (Seymour Papert). Pueden servir para fomentar el aprendizaje experiencial, las pedagogías activas, el aprendizaje cooperativo y las pedagogías interactivas. Pueden servir para formar a ciudadanos críticos, inquisitivos y participativos, incluso ciudadanos molestos, y no simplemente alumnos que pasen de curso, aprueben exámenes y saquen buenas notas.

La gran oportunidad que ofrecen las tecnologías nos coloca ante la responsabilidad de comprenderlas y aprovecharlas de manera correcta. Requieren una aproximación que, al mismo tiempo, nos permita imaginar y construir una sociedad de la información inclusiva que fomente la igualdad, la participación y el bienestar humano. La educación tiene una responsabilidad importante en el desarrollo de nuestra capacidad para pensar de manera independiente y crítica nuestro uso de la tecnología digital y la digitalización de la sociedad.

La transformación digital nos puede llevar a muchos sitios. Puede llevarnos por caminos altamente distópicos o todo lo contrario. Dónde llegaremos, tanto en el ámbito educativo, como en la sociedad en general, dependerá en gran parte de nosotros. Dependerá, en última instancia, de nuestra capacidad de construir visiones de futuro valientes, coherentes, inspiradoras y realistas. De nuestra capacidad para pensar, construir y habitar este nuevo entorno no como un espacio de competitividad e individualismo, sino como un espacio común y compartido que debe preservarse en beneficio de todos. La pregunta que tenemos que hacernos, parafraseando a Richard Rorty, es si puede nuestro futuro estar mejor hecho que nuestro presente, y qué podemos hacer para hacer mejor las cosas.

Fuente de la Foto: Lucélia Ribeiro | CC BY-SA.

Fuente del artículo: http://lab.cccb.org/es/educacion-digital-no-es-alfabetizacion-digital.

Comparte este contenido:

Apuntes sobre el último Foucault para la educación

Autor: Marcos Santos Gómez 

He vuelto en estos días a la lectura de Foucault, desde la óptica de su última etapa, y de la mano del libro de Jorge Álvarez Yágüez, El último Foucault. Voluntad de verdad y subjetividad, editado por Biblioteca Nueva, Madrid, 2013. En este intento que me ocupa de aclarar algunas cuestiones relativas a la educación y la pedagogía, acudiendo tanto a las tradiciones intelectuales de la propia pedagogía como a la amplia y vieja tradición filosófica, Foucault me ha suscitado abundantes preguntas y orientaciones para abordar toda esta problemática. De hecho, parte de la bibliografía más crítica entre historiadores de la educación, sobre la escuela, se ha basado en el autor francés, al que se ha podido secundar en su recurso a la indagación en archivos e investigación historiográfica, lo que hizo hasta tal punto que, como señala Yágüez, ha habido quien le ha considerado positivista. En realidad, con él, creemos que hay que resaltar no tanto este supuesto proceder como historiador que indaga en archivos y en la historiografía, sino tener muy en cuenta que su fuente, como la de la mayor parte de la filosofía actual de corte continental, ha sido Nietzsche. Nietzsche es, en efecto, el padre filosófico de muchos de los autores que en las últimas décadas se han posicionado críticamente con la herencia de la Modernidad. Y Foucault, que por cierto rechazara vivamente el ser tildado de “postmoderno” es uno de ellos, alguien que sigue la senda abierta por Nietzsche y que por tanto hay que entender antes como “genealogista” o estudioso de la “arqueología” del saber y del poder, a los que intentó entender en términos que todavía hoy a quienes no están muy familiarizados con estos derroteros del pensamiento no acaban de encajarles bien.

Para empezar, su aparente labor historiográfica no es historiografía en absoluto, sino que se halla, podíamos expresar, en una dimensión previa y más básica a las ideas de hombre o verdad que presupone la ciencia o descripción de la historia humana. Su principal intuición, que sigue a Nietzsche, es que lo que ha producido la idea de verdad que es postulada en distintos campos del saber humano, como la ciencia, son determinadas prácticas que, cuando las estudió en su primera etapa, consistían en cambios paradigmáticos que él llamó “epistemes” (su libro Las palabras y las cosas, por ejemplo) y que luego se decantó ya más directamente por la descripción de nuevas formas en las relaciones que constituyen a los sujetos, siendo en principio las que giran en torno a la disciplina y el control (Vigilar y castigar). El sujeto, en sí, no es nada, nada firme al menos, sino que es una suerte de nexo reticular de distintas formas de ejercicio del poder que ya no es considerado por el francés desde la perspectiva verticalista al uso, como una coacción externa y dada opresivamente desde arriba hacia abajo, sino como fuerzas no necesariamente coactivas que operan, es cierto, mediante la coacción (Vigilar y castigar), pero que también que son gestionadas como elementos creativos, que configuran la realidad en un sentido positivo. Así, el sujeto, lo que entendemos por sujeto o el objeto del denominado humanismo, no es tanto ese centro libre y soberano con el que nos identificamos, sino un conglomerado de perspectivas y formas de realización de los poderes, en plural.

Lo que aporta el último Foucault es ese lado creativo y configurador, por el que el sujeto no sólo se crea como producto de las coacciones y violencias externas o lo que más adelante llamaría una «tecnología de la vida” que moldea a los sujetos en un sentido positivo desde un cierto centro irradiante de poder externo, sino que se va autoconfigurando en el cuidado de sí, desde sí mismo, y en el medio de la diversidad de relaciones o micropoderes que se dan sin centro irradiante alguno. Es esta construcción de la subjetividad como cuidado, en la Filosofía antigua y en la Patrística cristiana, lo que le ocupara en su última y muy sugerente etapa de principios de los ochenta. Lo que viene a decir en ella además es que el sujeto se constituye en relación con una cierta idea, cambiante, inconsistente, de la verdad. Hay una conexión entre saber, verdad y sujeto, de manera que estos vértices se modifican uno a otro y se van originando en sus vinculaciones mutuas.

Así que lo que Foucault busca establecer, con sus investigaciones, es una suerte de genealogía que sigue al Nietzsche también más aparentemente positivista, que a través de la observación y descripción de prácticas (por ejemplo, de prácticas en el cuidado de sí o la confesión cristiana o la meditación) sugieren la procedencia del concepto de verdad, pero, cuidado, una verdad que ha de ser explicada y que por tanto no puede postularse, que no ha de formar parte de su trabajo al modo de un presupuesto. Es la dificultad y el pantanoso terreno en que se mueve todo genealogista, a diferencia del historiador o el sociólogo, que ya presuponen la idea moderna o científica de la verdad, la cual rige y valida sus investigaciones. En Foucault, la verdad es fin y objeto de su esfuerzo descriptivo. Claro que a esto subyace, y de ahí las críticas que le han hecho autores como Habermas (El discurso filosófico de la modernidad), una debilidad, una falta de consistencia en el propio discurso que implícitamente se ve forzado a partir de unas condiciones de verdad que son ya una de las formas de la verdad que quiere cuestionar. En cierto modo, una manera de darse la famosa contradicción performativa que la neoilustración alemana le achaca a muchos de estos acólitos de Nietzsche.

Las consecuencias para el estudio de la educación son muchas e interesantísimas. Lo que solemos entender por “educación”, y en la medida que no hay un sujeto universal, una esencia humana que pueda decirse previa y fija a lo que llamamos educación, es, de hecho, la construcción de dicha esencia contingente. La educación construye, crea el sujeto, en la red de relaciones y micropoderes que es la estructura de una época y sociedad (epistemes, instituciones, formas de castigo y disciplina, técnicas de cuidado de sí y de autoconstitución del propio sujeto que se hace a partir de todo ello, maneras de ejercerse el poder político y soberano, etc) y en la relación que de hecho el sujeto naciente va estableciendo con una cierta forma de “verdad”. Por ejemplo, la subjetividad pagana de un Séneca, que tanto hemos ensalzado en este blog como cénit de un cierto modo de entenderse la pedagogía y la educación (antiguas), se basaba en una idea de verdad como lo que uno es o llega a ser, lo que uno encarna e invoca y realiza de hecho en su ethos(comportamiento, ética). Es esta verdad presente en el sujeto que lo es en cuanto es coherente con ella, la que después se deriva al campo de la política, que los antiguos no escindían de lo ético, como nosotros sí hacemos. La racionalidad antigua es ética y política al mismo tiempo. Y la racionalidad en cuanto generación o invocación de la verdad, está ya, o es ya, en la medida en que el sujeto vive “racionalmente”. Razón es, según esto, un modo de vivirregulado.

Esto ocurrió en especial con las escuelas helenísticas que Foucault estudió con sumo detenimiento en algunos famosos y bellos cursos del Collège de Franceen sus últimos años.  Pero sobre todo, el maestro francés lo va a resaltar en la peculiar Secta del Perro, o sea, los filósofos cínicos, en especial, la figura del buen Diógenes de Sínope. Esto representa una línea de la filosofía, paralela a la “normal” que se centra en el conocimiento, y que a su vez desarrolla el aspecto ético, constitutivo de la existencia, por parte de la filosofía. La filosofía tiene, y esto aflora en distintos momentos y autores de la historia del pensamiento, junto con una evidente vocación intelectual, preocupada por el conocimiento en sí mismo, tiene además, digo, una vocación de ser aquello con lo que se “educa” uno, una suerte de saber configurador del carácter y de la existencia, que incida de modo práctico en el modo particular de vida del filósofo. Es lo que resalta, ya en la modernidad, un Spinoza, por ejemplo o, en gran medida, el propio Nietzsche, por decir algunos.

Según esto, pensar filosóficamente implicaría, además, en esta perspectiva, un hacerse a uno mismo (y a los demás y con los demás), lo que convierte la filosofía en una tarea educativa, porque crea modos de existencia. Justo esto es lo que interesa a Foucault desde los inicios de su trabajo filosófico, este poder “pedagógico” de la filosofía que, no olvidemos la tesis de Jaeger en su obra clásica Paideia que tanto hemos expuesto en este blog, nace al mismo tiempo que la educación y que la pedagogía (en sus formas de paideia sofística o retórica y de contra-paideia socrática, estoica o cínica).

Pero a lo dicho, hay que sumar otra etapa del pensamiento, más allá de la cual no pudo proseguir demasiado el francés sus estudios lamentablemente, que es la representada por la novedad cristiana. En mucho la Patrística, pero en especial los anacoretas de los primeros siglos de nuestra era e incluso, en bastantes sentidos, las órdenes mendicantes y monásticas de la Edad Media, remedan el antiguo cinismo pagano, en cuanto la asunción de una racionalización que implica la regulación del sujeto para ser lugar de la verdad o donde esta emerja. El matiz, no despreciable, que sin embargo el cristianismo añade es el de un labrarse a sí mismo que asume la forma del ascetismo, que consiste en la purga de todo aquello que pueda hacer apartarse al sujeto de una verdad que es, ahora, externa y que viene dada como iluminación o descenso vertical, una verdad en un sentido más semejante al nuestro, más duro quizás, que prácticas como la meditación y la confesión van a “fabricar” y que también en esta época regirá la transformación del sujeto y su autocuidado. La relación pedagógica aquí también adquiere un matiz diferente que implica la figura de un guía espiritual o confesor, que ya no puede ser el propio sujeto, que ayuda en la destilación y purga por la que el sujeto se constituye. En el paganismo había, frente a esto, una cierta horizontalidad en la relación con el amigo o pedagogo que, al estilo de Séneca o el histriónico cinismo, van realizando una suerte de juego, más o menos igualitario, de tú a tú, de amigo a amigo, que puede también darse de uno mismo consigo mismo, a través de la escritura de cartas o el diario (Marco Aurelio), por ejemplo.

En todo esto ya planteado por el último Foucault, hay un determinado juego en que consistiría la educación y que tiene mucho de construcción de la subjetividad, que hace al sujeto sin que previamente sea el sujeto el que educa o es educado. Se inventa, diríamos, un tipo de relación “educativa” que, contra el orden que suele aparecer en los manuales, crea al “educando” como tal, la figura del sujeto educable que llega hasta nuestros días. Son formas de relación que aunque en los casos más academicistas y escolares de la pedagogía significan cierres o solidificaciones de este juego o relaciones, pueden mantener, como vemos en Séneca, su dinamismo lúdico y fluido en algunos casos.

La idea nietzscheana subyacente a todo esto es, reiteremos, la de que son las prácticas las que de hecho crean la teoría, fabricando los conceptos, en relación con paradigmas o epistemes (miradas, perspectivas, como aquella en la que el espectador desaparece en el cuadro de las Meninas de Velázquez con cuyo estudio inicia Foucault Las palabras y las cosas) lo que, en el caso de adoptar este procedimiento en el estudio de la pedagogía o la educación, implica dedicar toda la atención a las prácticas (de poder, las relaciones, las redes sociales) que se establecen en quienes van a definir los conceptos que van a justificar y promover dichas prácticas. Pero ¡ojo!, hemos de diferenciar cuidadosamente esto de la concepción más esencialista del marxismo que llamamos “ideologías”. Foucault no es propiamente un crítico de las ideologías porque rechaza el mero concepto de ideología, en la medida que éste presupone una verdad o autenticidad, o esencia, que son de hecho encubiertas o traicionadas por agentes encubridores o ideas falsas. Esta dicotomía entre lo falso y lo verdadero o auténtico, que presupone siempre una esencia que salvaguardar, y que en muchas de sus versiones el marxismo ha defendido, no es lo que quiere decir Foucault. Para Foucault no hay nada latente, nada que revelar, ningún eidos que suponga la clave de la realidad. No hay claves ni explicaciones últimas, sino un desfondamiento tanto de la realidad como del “sujeto” que no se apoya en nada “firme”. Las obras y prácticas van perfilando, en efecto, la verdad, pero la hipótesis cristiana de que hay una verdad que desnudar y señalar, sencillamente es una mera hipótesis que nada salvo las propias obras justifican. El cristianismo, y el catolicismo, habrían tenido el acierto de vincular, en el viejo estilo cínico de la tradición griega, obras con verdad, pero la aportación de esa verticalidad y consistencia de la verdad, que se asocia antes con el platonismo que con las filosofías prácticas o helenísticas o el socratismo original, es ya extraña a dichas corrientes.

Una consecuencia de este Foucault postrero, muy bella y rompedora de esquemas y prejuicios, es su reconsideración más positiva y halagüeña del cristianismo. Este no ha actuado solo represivamente, sino del modo creativo, mediante el cuidado de sí o cura de sí mismo (cura sui, en el estoicismo) que estamos refiriendo. Es un modo más, dado en la historia, de entenderse y, sobre todo, constituirse el sujeto, sin que sea el sujeto de la modernidad cartesiana, sino el que se halla implicado en el mundo donde se encuentra y nutre. No hay, pues, “mirada” pura y virginal, sino que, como los estudios del propio Foucault (¡¡de ahí que sea injusto llamarlo positivista!!) hay una complejidad y cierta circularidad en el pensamiento y en el procedimiento genealógico. Los discursos, en torno a las verdades, se han ido desarrollando de manera inextricable con las prácticas, con la acción y obras de los hombres.

Esto no ha sido más que una muy somera y genérica presentación de algo que Foucault estudia con gran detenimiento y matices, en torno a bellos conceptos como parresía, que iremos comentando en los próximos posts dentro de esta tanda dedicada al último Foucault y la educación. Realmente, es difícil generalizar con este filósofo, porque precisamente defiende y él mismo muestra en su obra como tal, que el pensamiento deriva y muta, en sus conceptos, y no permanece como algo estable y fácilmente abarcable en una definición o idea general. En cualquier caso, el libro de Yagüe nos ha resultado un excelente modo de revisar esta última etapa del genio francés para ir repensando la educación.

Obra referenciada:

Álvarez Yágüez, J. (2013). El último Foucault. Voluntad de verdad y subjetividad. Madrid: Biblioteca Nueva.

Fuente del Artículo:

https://educayfilosofa.blogspot.mx/2017/10/apunte-sobre-el-ultimo-foucault-para.html

Fuente de la Imagen:

https://akifrases.com/frase/194618

Comparte este contenido:

Despertar sensibilidades para lo musical, conciencias para lo social

Por: Saray Marqués

La Fundación Acción Social por la Música replica desde hace cinco años en Madrid y Zaragoza el sistema ideado en Venezuela en 1975 por José Antonio Abreu, que con sus orquestas y coros infantiles y juveniles ha contribuido a transformar las esferas personales, familiares y comunitarias de los sectores más vulnerables.

Son las 15.30 pasadas en el IES Jaime Vera de un viernes cualquiera. El director, Dimas Rodríguez, cruza el semáforo frente a la puerta del centro, enfilando hacia su fin de semana. Dentro, es el turno de las mujeres de la limpieza. Por los pasillos, donde hubo revuelo reina el silencio, hasta que resuena: “¡Los chelos, al gimnasio! ¡El resto, arriba!” y, poco después, empiezan a escucharse los primeros acordes de violines primeros y segundos, violas, violonchelos y contrabajos en las instalaciones de este instituto inaugurado en 1933 en el barrio madrileño de Tetuán.

Desde las 16.00 hasta las 20.00, con parada a las 17.00 para merendar, el instituto será escenario de los ensayos de la fundación Acción Social por la Música, primero de la orquesta de paz de los más pequeños, entre los seis y los 12 años, hasta las 18.30, y luego de la camerata de los más mayores, los que se pueden ir a casa solos, que tocan un repertorio más avanzado.

La fundación desarrolla su labor en distintos colegios del distrito (Pío XII, San Antonio, Jaime Vera) a lo largo de la semana y el viernes se reúnen todos en este instituto, en lo que se denomina núcleo Tetuán (abierto a todos los niños del barrio interesados en la iniciación musical desde los seis años y a todos los que se animen a integrar el ensemble de percusión, desde los ocho). En total, unos 300 niños y niñas componen en este curso las tres orquestas y los dos coros de paz de la fundación, que, más allá de Tetuán, se han expandido al barrio madrileño de San Blas (CEIP La Alameda) y a Zaragoza (CEIP Ramiro Solans).

Juan David, Alesca, David durante un ensayo de la Orquesta de la Paz.

La música como medio

Acción Social por la Música es una fundación social creada en 2013, y no fue fácil, como nos relata María Guerrero, fundadora y presidenta, ligada al Teatro Real: “Hace cinco años para constituirte como fundación debías estar adscrita al protectorado de un Ministerio… En nosotros veían más la música e interpretaban que éramos más del de Cultura que del de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. En realidad, la música es un medio, nuestros fines son sociales: Si un chaval no está concentrado, no da pie con bola, se le da fatal o todo al mismo tiempo, en nuestras orquestas seguirá teniendo un sitio. ¿Que pasa una temporada peleado con el instrumento? Puede ayudarnos a colocar los atriles. Si nuestro proyecto fuera solo cultural no tendría cabida”.

Quienes se integran en las orquestas y coros de paz, y lo hacen sin ningún tipo de selección o audición previa, raramente se desenganchan. Pasan del colegio al instituto y siguen ligados a ellos, y esa es, para María, una muestra de éxito. “Otra es que mejoran muy rápido su comportamiento, recuperan mucha motivación y autoestima”, apunta, “Así nos lo transmite el equipo directivo de sus centros, sus maestros, sus familias”. Cualquiera que entra en las orquestas y coros a los tres meses da su primer concierto: en su colegio, en su comunidad de referencia, pero también en otros lugares: “Buscamos escenarios cuanto más importantes, mejor”, asegura María. ¿Tocar en el Teatro Real? ¿Y por qué no? “Es un proceso muy esforzado, del día a día, y ha de tener su recompensa, su momento de dignificación, ese esfuerzo compartido ha de ser ensalzado para demostrarles a esos niños que son valiosos y que unidos a otros son capaces de lograr lo que se propongan”. No solo a esos jóvenes intérpretes, sino a esas familias que de repente ven a sus hijos dando conciertos y sienten que son importantes, que hay motivos para la esperanza.

El fin último de la iniciativa se resume en estas palabras de María: “Aspiramos a enganchar a un montón de chavales, a que no estén en la calle y a que entiendan que existe un camino. Todos somos fruto de nuestro entorno más inmediato, de la educación, del esfuerzo que han podido hacer nuestras familias… Queremos formar parte del entorno potenciado de esos niños para que vean el camino. Si no sabes que se puede transitar, ¿cómo vas a hacerlo? Ese camino es el del esfuerzo, la calidad, la disciplina en el mejor de los sentidos, el de educar la voluntad y saber que hay un lugar para ti incluso en lo más cerrado y elitista, que es la música clásica, que en nuestro país es para genios o para ricos. Y si has sabido hacer ese camino, entonces puedes hacer el que quieras”.

Abreu en Tetuán

Quizá a muchos le suene esta filosofía. No es nueva. Es la que desde 1975 aplica el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, más conocido como El Sistema. José Antonio Abreu y su metodología, capaz de aunar acción social y excelencia artística y musical, es el referente clarísimo de esta experiencia, que no es, sin embargo, un calco de lo que hay allí: “El Sistema no es un todo monolítico. También allí cada región se autogestiona, tiene sus peculiaridades. Ellos son diversos, y nosotros, una entidad independiente, creada en España y con cinco años y no 42, no podemos ser idénticos”, prosigue María.

Que el germen esté en Tetuán lo justifican las características del distrito: “En primer lugar, percibíamos una necesidad social -con la crisis se ha agudizado, pero ya antes existían muchas familias en riesgo de exclusión social-. Además, es una comunidad compacta, con una red institucional (colegios, ONG), lo que permite desarrollar una intervención que complementa a otras. Se detecta también que la población es cada vez más mestiza, lo que nos interpela como reto que debemos gestionar desde el punto de vista educativo. Y, por último, queríamos visibilizar que estas realidades están presentes en todas partes, lo extendido de la problemática, que no es necesario irnos a entornos estigmatizados”, enumera Guerrero.

Los servicios sociales del Ayuntamiento, con el que colaboran, les ayudaron a identificar los centros, desde el Pío XII, que fue el primero. En la fundación también valoraron la existencia de una comunidad educativa abierta a lo nuevo, pues trabajan mano a mano con el equipo directivo, y también con los profesores y profesoras de música si así lo desean.

Jayson, de la Orquesta del IES Jaime Vera, en el concierto inaugural La Navideña.

Maestros agentes de cambio

Con los 300 niños y niñas de las orquestas y coros trabajan 15 maestros agentes de cambio. Se trata de un equipo mixto en que conviven personas procedentes de El Sistema, formados en España y musicoterapeutas. Todos ellos han estudiado música y además una carrera pedagógica, y conjugan su vocación con su voluntad de transformación social.

Es el caso de Carlos Fontán, de 33 años y maestro agente de cambio desde abril de 2016. De lunes a jueves dedica dos horas cada tarde en los colegios Jaime Vera y La Alameda, y los viernes desde las tres hasta las ocho está absorbido por su labor en Acción Social por la Música. Profesor de viola e intérprete, es también el responsable del banco de instrumentos, que proceden de donaciones y se ceden a las familias para que los alumnos puedan seguir practicando en casa.

Este viernes, Carlos ha ido a buscar a los niños y niñas a sus colegios y les ha acompañado hasta el instituto, porque las familias muchas veces no pueden, y da clase a ocho niños y niñas de 4º a 6º de primaria. “Lo primero es crear un ambiente de trabajo, de clase, de disciplina… Al principio me llamaba la atención cómo muchos de ellos chillaban, hablaban gritando… Deben entender que esto es algo para pasarlo bien, pero a través del estudio”, explica. “Tocar un instrumento es muy complicado porque mentalmente debes manejar muchas cosas a la vez: Saber leer las partituras, manejar el brazo derecho de una forma, el izquierdo de otra diferente, excepto en el piano… Y eso te puede ayudar en otros aspectos de la vida, a pensar las cosas, a organizarte. Tocar en una orquesta requiere de mucha disciplina… Estos chicos quieren mejorar en violín, tener un ratito para tocarlo, pero también han de planificar la tarde para sacar buenas notas en sus estudios… Les hace más autónomos”.

Considera Carlos que una labor importante, la de conectar con las familias, crear una comunidad unida, es “de lo más difícil”: “Y lo entiendo, muchos salen de casa por la mañana y no vuelven hasta la noche, tienen varios trabajos en el día y, aunque haya jornadas de puertas abiertas, aunque siempre que quieran puedan venir a los ensayos, ese seguimiento no es posible. Sin embargo, en general el interés es positivo”.

En este tiempo ha descubierto dos talentos excepcionales para la música: “Uno de ellos, en 1º de ESO, no quería saber nada del violín al principio, decía que lo suyo era el fútbol. Ahora lo ha dejado y se está preparando las pruebas del conservatorio”.

Gratis pero bueno

Recuerda María al maestro Abreu cuando decía que la cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura: “Tenemos el deber moral de ofrecer excelencia a todo el mundo, y de no rebajar la exigencia porque sea gratuito”… aunque algunos no se creyeran al principio que lo que les estaban ofreciendo de verdad era gratis y de verdad era bueno, que esos doctores en musicología y graduados en Berkeley estuvieran al servicio de los más vulnerables.
Por lo demás, en este tiempo ha habido todo tipo de reacciones a esta trasposición de El Sistema a nuestro país: “Desde los que creían que no sería posible y ahora están encantados al ver que aquí también se puede, a los que no lo consideraban necesario, o aquellos, los más puristas, que auguraban que el resultado artístico, al ser un proceso colectivo, sería de muy bajo nivel…”.

Más allá de ellas, María Guerrero se muestra satisfecha por historias como las que han vivido, como la de ese chico que desde hacía un año no escuchaba a nadie, ni en casa ni en el colegio, y se había integrado en bandas: “Se enganchó a la orquesta y es uno de los mejores violinistas que tenemos. Es increíble su mirada, su concentración, las ganas de mejorar que tiene. Se frustra cuando se equivoca, le recompensa cuando le sale bien… Es muy importante esa energía de tener un sitio donde se siente importante, valorado, donde pertenece. Su forma de vestir y su corte de pelo han cambiado, y su madre no se lo cree. Para nosotros es clave someterle constantemente a retos musicales, porque vemos que él con su motivación es capaz de conseguirlos”.

También, con las perspectivas de futuro. Están trabajando, por ejemplo, con instituciones del mundo de la música para poder becar a los talentos que surjan. Y desarrollando un nuevo campo de actuación en formación del profesorado en psicología de la clase, pedagogía musical, referencias éticas en justicia social, inclusión y capacidades de todo el alumnado: “Entendemos que merece la pena expandir nuestra metodología, basada en el aprendizaje colaborativo, la cohesión y la solidaridad en una actividad lúdica y compartida, lo que expulsa esos demonios que a veces no acosan en lo académico, como el individualismo, la comparación o que se te juzgue por tu rendimiento exclusivamente”.

Pablo, David, Jan Carlo y Dama, de la Orquesta de la Paz.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/01/22/despertar-sensibilidades-lo-musical-conciencias-lo-social/

Comparte este contenido:

Evaluación Educativa: ¿Permanencia o cambio?

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo
 
Para nadie es una novedad que uno de los ejes principales de las políticas educativas actuales, es la evaluación. Durante la actual Reforma Educativa impulsada por la administración del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), los maestros y las maestras de México han sido sometidos a duras exigencias para demostrar sus capacidades profesionales y su compromiso con la educación. Desde las modificaciones al texto constitucional de 2012-2013, la intención de este gobierno federal ha sido alcanzar o lograr la «calidad» de la educación a través diferentes mecanismos, entre los cuales se encuentra  -según esa concepción-, la «idoneidad» de los docentes en las escuelas públicas. (1)

Para nadie es una novedad que uno de los ejes principales de las políticas educativas actuales, es la evaluación;  mismo eje que se ha diseñado y puesto en operación de manera sistemática durante esta administración federal, a través de dos instituciones nacionales, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que han procedido a evaluar a los docentes de Educación Básica (Preescolar, Primaria y Secundaria) y de Educación Media Superior (bachillerato) con fundamento en las leyes creadas o modificadas para tal fin.

Para que la educación obligatoria alcanzara y se convirtiera en un “servicio” con nivel de «calidad», -dice el discurso oficial-, era necesario evaluar a los docentes y con ello determinar, no tanto qué apoyos requerían para desarrollar de una manera adecuada y profesional su trabajo, sino identificar quiénes reunían o no los requisitos académicos, técnicos y laborales para desempeñarse como docentes de la escuela pública, y junto con ello “depurar” a la planta nacional de profesores.

Por otra parte, considero que el proceso de evaluación ha sido concebido por las autoridades (y en su momento por los legisladores) como el centro gravitacional de la reforma educativa. La lógica interna de esas políticas educativas, centradas en la evaluación de los docentes, además de contravenir los preceptos constitucionales  en materia de trabajo y de lesionar los derechos de los trabajadores al servicio del Estado (Art. 123 de la Constitución Política y Ley Federal del Trabajo), ha sido excluyente y se ha instalado en medio de la desconfianza institucional  (dicen en broma nuestros compañeros maestros, que en la SEP hay dos tipos de trabajadores: los “de confianza” y nosotros, o sea, el personal “de desconfianza”).

La tarea de evaluar a los docentes (que no es sólo un procedimiento técnico) tiene, ciertamente, sus bondades en lo educativo, siempre y cuando ésta sea utilizada como medio para identificar las necesidades específicas de capacitación y actualización del magisterio; sin embargo, presenta inconvenientes si la evaluación se usa sólo como medio de control, pues deriva en problemas de carácter laboral, administrativo, político-sindical, ideológico, psicológico, legal y de organización.

Por otra parte, uno de los riesgos que corre una Reforma Educativa que deposita todas sus fuerzas en la evaluación de los docentes y demás figuras educativas, más que pensar y actuar a favor de su acompañamiento y apoyo profesional en la búsqueda de la “calidad” educativa, es convertir al proceso evaluador en un mecanismo de selección y exclusión. Y al margen del significado simbólico y agresivo, en particular, del examen, (que ha sido considerado, en la literatura científica por pedagogos y psicólogos, como un mecanismo “violento” o “coercitivo”), la evaluación en general que se practica en nuestras instituciones públicas, parte de una lógica “enjuiciadora”, y los profesores la perciben como un dispositivo que ha servido sólo para “llevar a los maestros y las maestras al banquillo de los acusados”, como si el fracaso educativo nacional hubiera sido causado sólo por los académicos; cuando en realidad el llamado “fracaso” educativo mexicano tiene diferentes ámbitos de responsabilidad.

¿Cómo perciben los docentes, asesores técnicos y directivos de la escuela pública, las evaluaciones de ingreso, promoción y desempeño que se ha aplicado la SEP desde 2014? ¿Qué tan satisfechos o no están los maestros y las maestras, por ejemplo, de nuevo ingreso al Servicio Profesional Docente (SPD) con las evaluaciones? ¿Cuáles son sus percepciones con respecto a los exámenes que se les han aplicado y sobre las etapas de evaluación en los que han participado?

En relación con lo anterior, el INEE recientemente dio a conocer el documento: «Principales resultados de la encuesta de satisfacción a docentes y técnicos docentes que ingresaron al Servicio Profesional Docente en el ciclo escolar 2015-2016, al término de su primer año» (INEE, 2017), en el cual se describen el diseño, la aplicación y los resultados de una encuesta dirigida a los profesores y profesoras con respecto a sus percepciones en torno, justamente, a los procesos de evaluación en que han participado. Por eso pienso que éste es un ejercicio donde «los exámenes son puestos o llevados a examen».

El reporte se divide en tres partes: 1. Encuesta de satisfacción y características de la evaluación diagnóstica; 2. Resultados de la encuesta; y 3. Comparativo entre 2015 y 2016: avances y retos. El informe del estudio termina con una sección de conclusiones y recomendaciones.

Sugiero la lectura del estudio completo, sin embargo, vale la pena destacar algunas de las conclusiones y recomendaciones que ofrece el reporte citado (2): Para el INEE, “Los resultados muestran que la autoridad educativa (AE) requiere mejorar la oportunidad con la que los sustentantes reciben la notificación de la evaluación; por otro lado, si bien una gran parte se siente satisfecha con el tiempo que contó para tener acceso a la bibliografía de estudio, no muestra la misma opinión sobre la claridad y la orientación de las guías publicadas por la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD). Este aspecto es el que presenta un área de oportunidad para la CNSPD, puesto que la guía debe tener coherencia con el examen de conocimientos.”

“Respecto a los instrumentos de evaluación, la AE y el INEE deberán mejorar el examen, ya que la opinión de los docentes se concentra en el rubro de “regular”, específicamente en la extensión, la contextualización y la redacción de las preguntas y casos. El tema de mejora de los instrumentos de evaluación es necesario tanto en EB como en EMS, puesto que la opinión de los maestros es similar.”

Cabe preguntar ¿Qué piensan los maestros y las maestras acerca de la evaluación educativa en general, y sobre la evaluación del desempeño, en particular? ¿Qué opinión les merece el marco legal que aprobaron en su momento los legisladores del PRI, PAN, PRD y PANAL para efectos de evaluación de docentes y otras figuras educativas? ¿Qué cambios o permanencias pueden advertir o proponer con respecto a ese marco legal vigente?

Notas:

(1) El Artículo 3. de la Carta Magna establece que: “El Estado garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos; y el El párrafo III del Art. 3 señala explícitamente que “…el ingreso al servicio docente y la promoción a cargos con funciones de dirección o de supervisión en la educación básica y media superior que imparta el Estado, se llevarán a cabo mediante concursos de oposición que garanticen la idoneidad de los conocimientos y capacidades que correspondan. La ley reglamentaria fijará los criterios, los términos y condiciones de la evaluación obligatoria para el ingreso, la promoción, el reconocimiento y la permanencia en el servicio profesional con pleno respeto a los derechos constitucionales de los trabajadores de la educación. Serán nulos todos los ingresos y promociones que no sean otorgados conforme a la ley…”

(2) INEE. (2017). Principales resultados de la encuesta de satisfacción a docentes y técnicos docentes que ingresaron al Servicio Profesional Docente en el ciclo escolar 2015-2016, al término de su primer año. (versión digital en “pdf”)

jcmqro3@yahoo.com

Comparte este contenido:

Buscar la belleza

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Un asunto tan importante como la belleza jamás ocupa los “encabezados” a no ser que se trate de exhibir mujeres o hacer publicidad al concepto de “arte” secuestrado por algunos muesos o galerías mercantilizados. Contra eso, y desde sus entrañas, debe desarrollarse una producción simbólica, una revuelta de los signos, un ascenso semiótico, artístico, comunicacional, revolucionario definitivo, comprensible y comprensivo.

Es simplemente un error que un “reformismo de la belleza” cumpla con emblematizar a la Revolución estética que lucha por nacer, porque aun sus mejores triunfos -siempre perfectibles- están bajo acechanza. Mientras el Imperialismo genera muerte, destrucción, miseria y barbarie en los países coloniales y semi-coloniales; mientras pinta con desolación los imaginarios actuales, mientras hace lo indecible por secuestrar y fulminar al porvenir… mientras padecemos el gran embrollo de las mafias mercantiles trasnacionales. La producción de un movimiento estético genuino, desde las bases, no se logrará sólo con escarbar en los repertorios “folklóricos” para revivir lo que le “gusta al pueblo” y disfrazar de “popular” aquello que decide una élite. Las condiciones y los tiempos no lo toleran. No se madura una estética revolucionaria sólo por inventar fraseologías novedosas “lindas”, en audiovisuales, estaciones radiofónicas, realizaciones revisteriles o cibernéticas…

No nacerá la estética de la Revolución plagiándose la vieja estética de las oligarquías, su pasión dudosa por los “clásicos del arte”, ni sus adoraciones demagógicas por la “ilustración”. El surgimiento de un proyecto estético revolucionario no nacerá de la imitación de los costumbrismos, de los conservadurismos, de las burocracias ni de las sectas sino de sus contradicciones sociales de fondo. No será obra de los funcionarios ni de los empresarios. Es imposible revitalizar el mundo en que vivimos, es inútil aferrarse a él, es preciso atreverse a cambiarlo críticamente desde sus logros mejores y desde abajo. Si hay un movimiento estético naciente en las entrañas mismas del monstruo, lo hay porque hay proceso revolucionario y a él responde. No hay mejor motor hacia una producción estética radical (desde las raíces) que la propia revolución que germina desde adentro. Pero se trata de una producción en transición que refleja su dialéctica y sus urgencias.

La belleza de la Revolución no nace de los “mass media”, no sale de los discursos, no nace de los congresos ni de los simposios. Nace de las contradicciones que, por millares, van estallando desde el alma misma del sistema. Pero su nacimiento es una gestación y parto difícil y es necesaria una “mayéutica” que ponga atentos y obedientes a cuantos actores sean capaces de apoyar, proteger y construir la transición, el parto. Que nazca la belleza nueva no implica que viva, habrá que hacer miles de cosas para que tal belleza, “convulsiva” y transformadora, crezca, embarnezca y luzca plena para todos. Mayéutica lucha adentro, alma adentro, cerebro adentro con campesinos, estudiantes y obreros. Mayéutica con todos y en todos.

Esa estética de la Revolución humanista requiere medios de comunicación para hacer visible la Belleza Revolucionaria, que todos la vean y comparen lo que aportan, que todos la miren activamente, sus medios y modos, que se hagan visibles las herramientas y las relaciones sociales para producirla y que las luchas las extiendan y perfeccionen, que sean -esos medios- la revolución Bonita de Carne y hueso, que no la den por “terminada”, que no la den por institucionalizada, que no la den por “definitiva”. Que la hagan Revolución Permanente. Radiodifusoras, televisoras, periódicos, páginas web… revolucionarios y revolucionándose incluso, claro, en la estética también. La clave es insistir, insistir, evaluar y volver a probar con un programa consensuado e incisivo. La belleza misma.

La belleza nueva transformará, en su escala, el estado de cosas que la humanidad heredó. Transformará todo con una lucha semiótica contra los conceptos o significados que la han frenado. Tomará de ellos lo mejor y avanzará permanentemente. O será nada. Hay que capacitarse para dominar las técnicas y capacitarse para liberarnos de los esquemas ideológicos más pertinaces, clichés que repetimos inconscientemente, o casi. Educarnos para des-educarnos y re-educarnos. Educarnos para superar lo que nos enseñaron, educarnos para ser sensibles a nuestras sensibilidades nuevas. Educarnos para una estética que no conocemos, que nos impone desafíos nuevos. Entonces educarnos para superar lo que hemos sido y ser esta vez mejores… eso sería hermoso ¿No?

Una transformación en la belleza desde la médula misma de todas las contradicciones sociales, no es asunto sólo de artistas, galerías, políticas culturales o sabihondos del “buen gusto”. Poetas, pintores, músicos, teatristas, vídeoastas, intelectuales, bailarines… no son más dueños ni más cuentapropistas de la belleza. La estética revolucionaria en tanto que producción ha de ser tarea de todos los sectores que se dispongan a interrogarse inteligentemente, dispuestos a auto-transformarse crítica y dialécticamente. Una revolución estética que redefina lo hermoso por revolucionario no por cualquier otra razón. Eso no niega la “belleza” que hubo antes, sólo que la hace distinta y tan de todos que uno tiende a eclipsarse legítimamente subyugado bajo la hermosura de las cuentas claras, de las escuelas ganadas, de los enfermos atendidos y curados, del hambre desterrada, de la ternura disciplinada, los acuerdos, alianzas… amores solidarios contra toda alienación de los seres humanos con su trabajo, por todas partes.

Es la belleza de los consensos nuevos, en las elecciones ganadas por los pueblos, en los debates abiertos y con lealtad, en las tareas asumidas y en todo lo que está pendiente, incompleto. Es también el sudor en el trabajo creador, en los médicos y en los voluntarios, es todos esos que traen ganas de poner el pellejo para defender el corazón. La belleza nueva de una Estética militante, y magnética, para la reclasificación programada y espontánea de las cosas según un orden más profundo y más preciso e imposible de dilucidar mediante la razón de la miseria. Belleza como una categoría social que expresa cierto grado de desarrollo del sentido del gusto, de la armonía y del papel de la estética en el conjunto de las relaciones humanas. Contra la esclerosis mercantilista que se empeña en fabricar estereotipos y palabrería banal para excluir de su mundo “hermoso” a todos aquellos que no entran el las tallas, modas y el merchandising estándar de la “belleza” de mercado. La “belleza” nueva crece y derrota al horror conceptual y fáctico labrado por ideologías hegemónicas frecuentemente horribles, por su apariencia y sus trasfondos, para danos el placer enorme de liberar todos los caudales expresivos de la humanidad hoy encerrados entre estereotipos de clase. “La ética sea la estética del futuro”.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237240&titular=buscar-la-belleza-

 

Comparte este contenido:
Page 1516 of 2732
1 1.514 1.515 1.516 1.517 1.518 2.732