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La disputa por los derechos humanos por Carlos de la Rosa

Carlos de la Rosa de la Vega
Rebelión
El siguiente artículo es el texto de introducción del libro «Más allá de lo imposible. La dimensión política de los derechos humanos en el siglo XXI», publicado por la editorial Txalaparta, Navarra (España), en febrero de 2016.

Los derechos humanos son un campo de batalla. Sobre ellos se erigen los más diversos discursos destinados a legitimar posicionamientos ideológicos las más de las veces irreconciliables. Posturas enfrentadas disputan hacerse hegemónicas en terrenos comunes de lucha, institucionalizando así su visión del conflicto y sus propuestas concretas de resolución del mismo. Por lo general, en cualquier conflicto se remite a la observancia o inobservancia de los derechos humanos en una cadena de argumentaciones en espiral: en nombre de los derechos humanos se demonizan los sistemas políticos que dificultan el bienestar y la dignidad de su población (recordemos los casos de Irak, Libia o Ucrania); para hacer efectivos los derechos humanos en esos lugares se llevan a cabo invasiones militares que destruyen escuelas, iglesias, sistemas de comunicación, hospitales, carreteras, vidas, canales de abastecimiento de agua potable y electricidad (Libia, Irak, Ucrania); enarbolando esa misma bandera se denuncian las guerras y asesinatos que presuntamente solo buscaban ofrecer los beneficios de los propios derechos humanos a una población que, en muchos casos, ya no existe (Irak, Ucrania, Libia).

Algo similar ocurre con el aborto. Basándose en la legitimidad que les otorgan los derechos humanos, reivindican muchas mujeres su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo; su poder de elegir sobre su propio cuerpo y sobre su destino sin imposición ajena, su derecho a escapar de la precarización en la que vivirían ella y su criatura al no disponer de los recursos económicos o de cuidado suficiente para hacer de esas dos vidas (la suya y la de su criatura) unas dignas de ser vividas. También en nombre de los derechos humanos muchos reivindican el derecho del no nacido a la vida, tal cual lo tuvo su madre al nacer, ya sea desde enfoques teológicos (solo Dios da y quita la vida), ya desde posicionamientos de inclusión familista (también los hombres-padres deberían poder decidir) y hasta colectivistas (la decisión de abortar o parir no debe recaer en la madre, ni siquiera en la madre y el padre, sino en la sociedad en su conjunto, que es la que en última instancia crea las condiciones estructurales para el sustento de la criatura en el futuro). La misma lógica argumentativa siguen las discusiones en torno a la eutanasia, por ejemplo, o sobre la idoneidad o peligrosidad de llevar a cabo políticas de desarrollo económico en el corto y largo plazo.

Si esto es posible, si un solo puñado de leyes agrupadas puede ser el centro de conflictos y debates tan amplios, de intereses y planteamientos nacidos en cualquier lugar del mundo y aplicados en el otro extremo del globo, es porque la Declaración Universal de los Derechos Humanos es la primera constitución de la historia que nace con la pretensión explícita de abarcar a toda la humanidad. Antes de 1948, cientos son los intentos de establecer unas pautas de convivencia en base a la coexistencia pacífica y alejadas de la imprevisibilidad de las reacciones por parte de las personas o grupos dirigentes. Desde el Código de Hammurabi (siglo XVII a.C.) hasta el Cilindro de Ciro en Babilonia (539 a.C.), pasando por las leyes de Solón y Dracón en la Atenas del siglo VII a.C., las XII Tablas romanas del siglo V a.C. e incluso la carta del imperio Malí, leída en el siglo XIII en el África occidental, muchas son las leyes que pueden considerarse actualmente como precursoras de los derechos humanos. Pero si estas normas fueron proclamadas para regir la convivencia en un territorio y población concreta, la Declaración Universal de los Derechos Humanos nace con la pretensión explícita de regir las relaciones sociales de cualquier grupo humano a lo largo y ancho del mundo, sea cual sea su lugar de nacimiento y residencia. Su finalidad es inclusiva e inmortal: su propósito es servir a todos, a todas, y para siempre.

Esta concepción universalista de los derechos humanos fue recogida y plasmada por el jurista francés y Premio Nobel de la Paz en 1968 René Cassin, quien en los debates de la Comisión de redacción de la Declaración consiguió que ésta fuera adjetivada como universal (Mestre Chust, 2007). Y esto porque frente a lo universal, lo internacional lo componen los estados y otros actores de la escena política global, como las empresas transnacionales o los organismos supraestatales (Unión Europea, OTAN, etc.). En el caso de haber sido proclamada una Declaración internacional, sería a estos actores globales a los que irían destinados los derechos humanos. Estos serían los encargados de administrarlos y fiscalizarlos, poniendo trabas, facilidades, ralentizando su aplicación o imponiéndolos por la fuerza de manera rutinaria. Y ello debido a que desde esta perspectiva lo internacional es un concepto temporal, coyuntural, casi anecdótico. En la práctica, según el posicionamiento de partida de René Cassin, unos países serían más garantes que otros en la administración de estos derechos. Algunas zonas del planeta quedarían huérfanas de este bien, mientras que en otras podría ser gestionado como un mero servicio de lujo. Los derechos humanos podrían ser intercambiados, vendidos, suspendidos. Al calificarla de universal, la Declaración postuló que ninguna persona puede ser separada de estos derechos, y que su titularidad es directa, no derivada, sin intermediarios. Aunque la práctica dicte una realidad bien distinta, teóricamente no son los estados o alguna empresa petrolera quien tiene la capacidad de administrar los derechos humanos como si fueran impuestos, avena o gas. Esto se debe a que en este marco lo internacional hace referencia al aspecto jurídico-gubernamental como el predominante en el juego de la política, realizada desde posiciones diferentes y tendentes tanto a la colaboración como al conflicto. Lo universal, en cambio, se relaciona con una ausencia de conflicto que abarca la dimensión jurídico-gubernamental como una más de las que componen el mundo de las relaciones humanas. Lo internacional, dicho de otra manera, desde esta perspectiva, es un espacio demasiado mundano: remite a lo cultural, a lo temporal, a lo que está sujeto al cambio. Lo universal es, sin embargo, una dimensión de lo real ni siquiera exclusivamente humana. El concepto de universalidad remite a todo lo abarcable, a lo inmutable, a lo estable, lo que permanece. Remite –y aquí radica parte de su gran importancia- tanto a todo lo existente (como la naturaleza, y su degeneración: el medio ambiente) como a lo no existente aún (las generaciones venideras).

Por eso la Declaración Universal pretende presentarse al mundo sin sujeción a uno u otro credo. No es apolítica, pero intenta no estar ligada a las particularidades de una moda o una forma política concreta; se presenta como universal porque las abarca a todas, por encima y entre los actores políticos: engloba a toda la humanidad y de manera directa, sin intermediación posible. De esta manera desde el enfoque universalista, los actuales derechos humanos y su plasmación final en la Declaración Universal de 1948 no hacen más que recoger una herencia de milenios en busca de la armoniosa convivencia humana que puede ser rastreada a lo largo de la historia del pensamiento, desde las principales religiones monoteístas hasta el humanismo filosófico desarrollado en el último siglo, pasando por la moral confuciana y el ateísmo militante. Como consecuencia, los derechos humanos, al hacerse universales, pertenecen, de facto, a toda persona, toda institución, toda cultura y toda sociedad, en cualquier lugar y momento histórico: es, como se ha dicho antes, de todo ser humano y para siempre.

Sin embargo, en los últimos años esta concepción de los derechos humanos ha sido fuertemente cuestionada. Por un lado, se ha puesto en entredicho el pretendido carácter inalienable de los derechos humanos: de ser así, no habría necesidad alguna de que estos tuvieran que ser defendidos, reivindicados, conseguidos y ratificados por multitud de convenciones internacionales y prácticas sociales. Además, si estos derechos perteneciesen de manera innata a toda persona, fuera cual fuera su origen y situación étnica, geográfica, laboral, etc., no podría llevarse a cabo acción alguna que tuviese como consecuencia pretendida o inesperada el daño de los derechos humanos de grandes grupos de población sin que ésta fuese duramente castigada. Algo que, conocemos, no ocurre. Más humildemente, parece que lo que se nos ofrece no es la indiscutible titularidad de los derechos humanos por el mero hecho de haber nacido, sino la posibilidad de su disfrute, y que no es más –ni menos- que esta posibilidad la que aparece recogida en la ingente literatura sobre el tema, como una hoja de ruta a realizar.

Por ello se suele diferenciar entre la dimensión formal de los derechos humanos, aquella que queda recogida en la Declaración de 1948 y en las sucesivas convenciones firmadas hasta nuestros días, y la dimensión material de los mismos, pretendiendo así mostrar el amplio espacio existente entre el reconocimiento legal de los derechos y el acceso real a unos recursos –los propios derechos humanos, esta vez materializados- por parte de grupos sociales las más de las veces ajenos a los procesos de reparto y adquisición de los mismos. Así es cómo desde un segundo enfoque –que podríamos denominar materialismo cultural, pues pone el énfasis en la contextualización particular en la que nacen y se desenvuelven los derechos humanos- se critica la perspectiva universalista por presentar unos derechos humanos desterritorializados, fuera, por encima y previos al mundo en el que se aplican, casi ajenos a él, al tiempo que alerta del carácter eminentemente político de los mismos, «inmersos en relaciones de poder que funcionan oprimiendo, explotando y excluyendo a muchos colectivos de personas que exigen vivir dignamente» (Herrera Flores, 2005). Desde esta perspectiva se definen los derechos humanos no como las frutas a recoger del árbol del sistema, ni como el reguero que deja a la población una estructura jurídica e institucional supranacional a través de un mecanismo de goteo siempre previsiblemente insuficiente. Por el contrario, culturalmente los derechos humanos son definidos como los espacios y las prácticas de encuentro, interacción, conflicto y (des)acuerdo donde se dan las condiciones de su desarrollo. Es decir, como los recursos con los que se construyen las bases del bienestar y la convivencia humana -valores, normas, instituciones- a la vez que como las prácticas sociales que posibilitan la existencia de esos recursos (Herrera Flores, 2000).

Desde esta perspectiva, que creemos necesario hacer nuestra, las prácticas sociales son configuradoras de derechos humanos cuando responden a la necesidad de defenderse de un contexto o elemento del mismo tendente al daño sistemático de las condiciones de vida de una población dada, o cuando están orientadas al nacimiento de una nueva contextualización de las relaciones de poder más justa e igualitaria. En este sentido, las prácticas constitutivas de derechos humanos se articulan en base a dos momentos, ya se den éstas de manera consecutiva, alternativa, excluyente o paralela.

El primer momento, con un carácter eminentemente reactivo, es el que se caracteriza por la defensa y mantenimiento de los cauces de humanización frente a una situación significada como dañina. En este momento los derechos humanos son conformados en base a un conjunto de prácticas sociales, simbólicas, culturales e institucionales «que reaccionan contra los excesos de cualquier tipo de poder y en donde se impide a los seres humanos constituirse como sujetos» (Sánchez Rubio, 2007). Es, pues, en este momento, el establecimiento de unas líneas rojas lo que nos da el sentido de la civilización: más allá de las cuales se encuentra la barbarie, el salvajismo; más acá la convivencia pautada. En la distancia o confusión de ambos espacios, nuestra suerte.

Pero como se muestra en las páginas que recorren este libro a través de sus respectivos artículos, son también constitutivas de derechos humanos aquellas prácticas que establecen una nueva realidad, abriendo espacios de disputa y emancipación inexistentes previamente. Este es el momento positivo, propositivo de los derechos humanos, de creación de contextos imprevistos con anterioridad a través de las diferentes prácticas de interacción social. Aquí los derechos humanos actúan como medios «discursivos, expresivos y normativos que pugnan por reinsertar a los seres humanos en el circuito de reproducción y mantenimiento de la vida, permitiéndonos abrir espacios de lucha y de reivindicación» (Herrera Flores, 2000). Cada vez que en cualquier contexto cultural «se articulen e institucionalicen determinadas reivindicaciones sociales y aparezcan distintos procesos de lucha con particulares concepciones acerca de lo que es digno, teniendo en cuenta las condiciones que posibilitan la existencia de los sujetos participantes y afectados, se están cimentando las bases para establecer ámbitos de juntura con los que contribuir en la construcción dinámica, conflictiva y constante» (Sánchez Rubio, 2007) de una lógica de convivencia inclusiva y plural, sin excepciones. En este mismo sentido la propia Declaración Universal de 1948, en su artículo 28 reconoce la necesidad de creación de un orden social e internacional que haga plenamente efectivos los derechos humanos.

Poco atractivo tienen para nosotros unos derechos que, como regalo embaucador de la historia, nos inmovilizan en el disfrute de su mera posesión. Pero el carácter universalista de los mismos nos ofrece un espacio de pertenencia, de salvaguarda de los logros conseguidos y de puesta en común de los nuevos descubrimientos al que sería estúpido renunciar. Son y se abren y materializan los derechos humanos en todas aquellas luchas defensivas y acciones considerativas de nueva realidad que puedan llevar dentro de sí una dimensión universal. Aquello que realizándose en un lugar y contexto concreto contenga la capacidad de trascender y ser parte de una idea más amplia y útil para cualquiera en cualquier punto del planeta y en cualquier época, precisamente considerando las distancias de género, nacionalidad, clase social y otras.

Por desgracia, en la actualidad los derechos humanos rigen mayoritariamente las cosas mínimas, concretas y sectoriales, las políticas, mientras que los grandes asuntos, la política, siguen dando la espalda al respeto de las poblaciones sobre las que se dirigen. Las líneas directrices de la política van, claramente, contra las políticas, muchas veces aplicadas por los mismos actores nacionales e internacionales. Por paradójico que parezca, junto con el crecimiento cada vez mayor de legislación vigente en materia de derechos humanos, tanto en lo interno de los países como por parte de organismos internacionales, existe una mayor situación de violación estructural de estos derechos sufrida por las grandes mayorías (Oraa, Marzal, 2000). Helio Gallardo demanda nuestra atención cuando recuerda que la mayor parte de los estados expresan una voluntad generalizada de reproducir prácticas de dominio y discriminación, y que ninguno de ellos tiene a la humanidad como proyecto a realizar. Por el contrario, las razones de estado priorizan los intereses del capital, de la propiedad y de la acumulación (Gallardo, 2007). Identificar a la humanidad con la centralidad de la dimensión política de los derechos humanos obligaría a la creación de espacios de encuentro orientados al disfrute de las mismas condiciones sociales, económicas, políticas y culturales por parte de todos los actores en juego; conllevaría la responsabilidad de reconstituir las relaciones de poder en base al empoderamiento de los que han sido colocados en posiciones subordinadas en «los procesos de división social, sexual, étnica y territorial del hacer humano», con la finalidad de alcanzar «el grado necesario de autoridad para comenzar a dialogar en régimen de igualdad sustancial» (Herrera Flores, 2005).

Los derechos humanos se nos descubren con la capacidad de poder trasladar el foco del protagonismo político del sujeto-ciudadano (que puede ser individual o colectivo, en la abstracción de ciudadanía, pero que siempre prevé la exclusión: menores de edad, extranjeros, desempleadas, reclusos, desposeídas, analfabetas, minorías étnicas, desinformados quedan irremediablemente fuera de la arena política, zarandeados como muñecos de peluche por los acontecimientos históricos y económicos como en las tragedias griegas lo serían por el Destino) al sujeto-pueblo, e incluso al sujeto-humanidad transfronterizo, igualmente abstracto, pero que es siempre y en todo momento un actor colectivo, que une a cada individuo con la suerte de todo el género humano, y viceversa, y que hace saltar por los aires los procesos de inclusión social selectiva en los beneficios del sistema, tan característicos de la clase media occidental, mundialmente privilegiada. Este hecho puede hacernos pasar de la soberanía delegada (propia del modelo liberal de democracia) a la soberanía participada, en un diálogo de igual a igual entre las distintas partes implicadas. Este cambio, crucial, en el peor de los casos relocaliza el centro operativo de los derechos humanos de occidente a todo espacio geo-político establecido al margen del discurso de la Modernidad: de Europa y Norteamérica a Asia, Latinoamérica, Oceanía y África; del Norte al Sur, de la minoría a la mayoría. En el mejor de los casos establece un diálogo entre iguales a través de una relocalización policéntrica: el norte con el sur, la minoría con la mayoría.

Si durante los siglos XV al XIX los intereses patriarcales del capital hicieron necesario cubrir las relaciones sociales de todo el mundo bajo el manto aparentemente irrefutable del dominio y la explotación, los últimos cien años se están caracterizando por la multiplicidad de respuestas emanadas de los propios contextos sufrientes. Estas prácticas, tanto reactivas como constitutivas de nueva realidad, ofrecen una uniformidad de propósitos caracterizada por la diversidad que adquieren en su ejecución, adaptadas a cada realidad concreta. Como ha destacado el profesor Herrera Flores, «a diferencia de las luchas burguesas que enmascaraban sus intereses bajo la abstracción del bien común, como si su acción fuera la única racional y sus fundamentos lo universal (a priori), las luchas del siglo XXI no tienen esa vocación universalista a priori, ni enmascaran sus reivindicaciones bajo una crema humanista esencialista y abstracta. Son luchas que plantean acciones, reivindicaciones y manifestaciones de resistencia parciales y particulares. Pero lo hacen como momentos de una lucha más general dirigida a cambiar las condiciones de estar en el mundo (universalismo a posteriori)» (Herrera Flores, 2005). Dicho de otra manera, los mismos intereses que basaron su expansión en la explotación y el dominio de la mayor parte de la población mundial, dentro y fuera de occidente, están posibilitando ahora, en respuesta no prevista ni deseada por ellos, la construcción de una realidad común basada en los derechos humanos posicionando a la humanidad en el centro de los procesos de transformación.

La tendencia a significar el conflicto y la disputa como una anomalía a evitar, lejos de presentar un posicionamiento de inocencia, busca naturalizar unas relaciones de distribución del poder dadas, independientemente de la legitimidad, validez o utilidad social de estas. La tentación autoritaria de hacer pasar por naturales decisiones o situaciones que responden a preferencias políticas, a intereses particulares, negando así la conflictividad propia de las relaciones sociales en un marco de dominio y discriminación es, muy al contrario de su apariencia pacificadora, una forma extrema de violencia. La preferencia al cierre de lo posible con la llave de lo existente pretende neutralizar cualquier posibilidad de apertura al cambio y la mejoría. La dimensión política de los derechos humanos reconoce como legítimas las dinámicas de encuentro, interacción, conflicto y (des)acuerdo, en tanto que propias de cualquier proceso de humanización constituyentes de la vida social. Por eso considerar la dimensión política de los derechos humanos supone abrazar como sujetos de pleno derecho a los capaces de contribuir a la creación de contextos que vayan más allá de los marcos de referencia propios de un sistema atrincherado en sí mismo y cerrado al cambio. A aquellos con cuyas prácticas estén contribuyendo a la elaboración de una experiencia común de liberación y mejora de las condiciones de vida aplicable más allá de los estrechos límites de su cotidianidad, universalizando de esta manera su ámbito de intervención.

Por paradójico que parezca, la historia de la humanidad se ha construido en base a imposibles. Imposibles que han acabado por imponerse como la más razonable e ineludible de las realidades. Aquello que se nos presenta como inalcanzable un día nos enviste al siguiente con la brutalidad de lo inevitable. Lo hemos aprendido. Por ello cumpliremos nuestro propósito si en las páginas que siguen conseguimos presentar un puñado de imposibles, es decir, de inevitables a través de los cuales nos permitamos a nosotros mismos abrir nuevos mundos de posibilidad. Colocando en el centro de este proceso el desarrollo de la humanidad, a lo largo de estas páginas abordaremos los derechos humanos como proyecto político a realizar, cuyo universo son las diferentes realidades y prismas de las que se componen los procesos de creación de dignidad a largo de todo el mundo.

BIBLIOGRAFÍA

Herrera Flores, J. (ed.), El vuelo de Anteo. Derechos humanos y crítica de la razón liberal, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2000.

Herrera Flores, J., Los derechos humanos como productos culturales. Crítica del humanismo abstracto, Catarata, Madrid, 2005.

Marzal, A. (ed.), Los derechos humanos en el mundo, J.M.Bosch/ESADE, Barcelona, 2000.

Mestre Chust, J.V., Los derechos humanos, UOC, Barcelona, 2007.

Sánchez Rubio, D., Repensar derechos humanos, Editorial MAD, Sevilla, 2007.

Fuente:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209188

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/4u-NHUI4yVbYDd2G-RY7L1gq5IleGJFVkWOi3Od4W0BiyozqwGcSazsavM5A37CGhJsQ=s85

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Manipulación y control mental. Una enfermedad psicológica por Hernan López

Manipulación y control mental.

 Una enfermedad psicológica

 

    Es el resultado de un proceso sistemático de manipulación mental a través de la implantación de códigos psicológicos por medio de imágenes y mensajes audiovisuales planificamente dirigidos al consciente y al subconsciente de los individuos con el objetivo de establecer determinados modelos y esquemas de comportamiento y entendimiento que generalmente crean una realidad distorsionada distinta a la realmente existente la cual se adapta a los objetivos del ente disociador.

  La persona disociada pierde paulatinamente su capacidad de definir el límite entre lo verdadero y lo falso, se le hace dificultoso analizar e interpretar razonable y objetivamente sus necesidades, los hechos y los fenómenos sociales, políticos y económicos fuera de los conceptos y patrones que le han sido implantados a través de campañas informativas, publicidad y mensajes difundidos principalmente por los medios de comunicación masivos como prensa, televisión, radio, cine, Internet

  Este proceso persigue la alteración, la confusión y la deformación de la conciencia social o particular del individuo, interviniendo su sistema de valores y creencias para fijar determinados conceptos y patrones de comportamiento con fines ideológicos, políticos o comerciales separando al individuo de la verdeara realidad circundante y anulando total o parcialmente su libre albedrío para hacerlo vulnerable y dependiente de una idea, un producto o de una entidad política, económica o religiosa

El sujeto disociador utiliza principalmente el arsenal mediático como instrumento para imponer y justificar sus objetivos de una manera sutil pero muy eficaz, creando conceptos y necesidades ficticias, colocando en la mente de los individuos formas y maneras de pensar y actuar en la mayoría de los casos distintos a la cultura e idiosincrasia de las víctimas y paradójicamente usando sus valores culturales propios para implantar conceptos y modelos de vida distintos.

 En el fondo de este proceso de alienación, generalmente aplicado por los estamentos de poder, lo que subyace es el objetivo de imponer un determinado orden político, económico, religioso o social con la finalidad de mantener la supremacía de clase o de intereses y ejercer control social efectivo.

 El sujeto o estamento disociador bajo la premisa de valores asociados principalmente a la acumulación de dinero y al poder político siempre actuará en favor de sus intereses y conveniencias, las consideraciones de justicia social y redistribución equilibrada de la riqueza de un país pasan a ser propósitos de tercer nivel.

 En el campo de la política y la guerra este mecanismo de control social utiliza frecuentemente las armas de la tergiversación, la desinformación y la repetitividad para desvirtuar la realidad y anular mediáticamente al oponente.

 Todas las corporaciones que controlan los medios de comunicación, informática e Internet más importantes del mundo están atadas al servicio de los intereses políticos, militares, financieros y comerciales del imperio, forman parte activa e importante de la superestructura que detenta la hegemonía y el control del mundo, estos son los factores disociadores que han sometido a la mayoría de los ciudadanos a una sostenida practica de manipulación y control mental.

  A esta enfermedad con los propósitos más bajos ha sumergido la oposición Venezolana a sus seguidores, con los designios más mezquinos y egoístas, solo con la maquinación de obtener el poder a costa de la voluntad quebrantada de un grupo de compatriotas venezolanos que adversa la política del presidente Nicolás Maduro.

 A estas alturas en Venezuela la oposición tiene un posgrado en disociación sicótica y sus variantes. Una de ellas, claramente heredada de la cultura de la muerte que se ha implantado en Estados Unidos y que ha sido exportada al resto del mundo, está vinculada con la idea de que la muerte es una vía para obtener objetivos. Esta es la modalidad macabra de la disociación, que si no es fascismo está a un milímetro de serlo.

 Fijémonos en la industria cinematográfica estadounidense, muy influyente en las conciencias en buena parte del mundo. Un gran porcentaje de las películas más taquilleras tienen héroes que se ganan su prestigio a base de asesinar gente. Fíjense en los artículos de opinión de la gran prensa norteamericana.

  Muchos de ellos justifican masacres y asesinatos selectivos. Más aún, fíjense en lo que dicen los mismísimos presidentes que han tenido países como EEUU, el Reino Unido o Francia entre otros, sin ningún remordimiento anuncian que el asesinato de personas, que ellos se antojan en llamar “enemigos” o “terroristas”, son objetivos de sus gobiernos.

  El ciudadano de clase media sumiso a esta suerte de “marioneta global” comparte estos criterios. La muerte del otro es vista como solución a sus problemas, sin reparar en la evidente secuela de esta estrategia, según el cual la muerte propia sería la solución de los problemas del otro.

Nuestra revolución no es solo contra la injusticia, es contra la cultura de la muerte. Es a favor de la dignidad, la solidaridad, la camaradería y la vida como vías para obtener nuestros objetivos que nos lleve a la paz.

 Afortunadamente el pueblo venezolano votó por la opción de los cambios sociales que  en su oportunidad desarrolló el comandante Hugo Chávez Frías, y su hijo político Nicolás Maduro continua con el gran proyecto apegado al plan de la patria que le ha dado un nuevo periodo hasta el 2019 para seguir escribiendo historia rumbo hacia el socialismo del siglo XXI.

Hernán López                                                                                             eldragon65@gmail.com

Fuente : enviado por el autor a editores OVE.

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/Potqs4rQSfjfk0rYioge7c05GDVzEMscsfhwp0tE29FQFsUlqVXzX-t90uT8gHvCbEyl6w=s85

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Trump y el apocalipsis zombi: cinco apuntes sobre cine, necropolítica y racismo en Estados Unidos

Miguel Antonio Guevara

1.-El escenario real y el cine como metáfora

Recibimos el 2017 con el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, coincidió con el estreno de Resident Evil 6: The Final Chapter (Constantin Film), escrita y dirigida por Paul W. S. Anderson y protagonizada por la ucraniana Mija Jóvovich.

Esta historia de acción tiene una trama que fácil podría adaptarse a los tiempos que corren: un mundo en el que todo está completamente destruido, incluida la Casa Blanca, que sale en los primeros fragmentos de película consumida por el cataclismo.

En medio de esta puesta en escena, tenemos a una protagonista que se desempeña como heroína y salvadora de la raza humana: Alice. Asimismo, contamos con un villano: el Dr. Isaacs; se trata de un agente corporativo, que no conforme con su presencia, ya de por sí nefasta, cuenta con un clon más malvado: un fanático cristiano y machista a ultranza que en una oportunidad llama a tres personajes clave, Alicia Marcus, cofundadora de la corporación Umbrella, Alice y la inteligencia artificial llamada Reina Roja, como “trinidad de zorras”.

En los diálogos de la trama, el Dr. Issacs, empresario o agente corporativo -devenido en cazador de zombis- nos resume el argumento de Resident Evil: existe una corporación en la que sus principales dirigentes han concluido –después de un estudio proyectivo del mundo, la vida y sus recursos– que el planeta perecerá por sobrepoblación y, para que este grupo corporativo prevalezca y sobreviva, será necesario eliminar a la población humana con un virus letal; mientras tanto, ellos, un equipo de altos ejecutivos de la corporación Umbrella, se encuentran en una base subterránea al cuidado del clon y lo que parece ser un ejército privado, su propio grupo paramilitar.

2.- Trump y su clon: un cazador de zombis

Donald Trump nos ha despertado violentamente la capacidad de asombro. Como un protagonista de reality show, el presidente empresario, actor y ahora emperador, nos muestra la agudización de la crisis en la que se encuentra el capitalismo trasnacional del siglo XXI.

Más de una de las acciones de Donald Trump, nos demuestra que es otro continuador de lo que el historiador Thomas Bender ha llamado, en su libro Historia de los Estados Unidos: una nación entre naciones, el excepcionalismo estadounidense. Este concepto nos explica las características ideológicas de la naturaleza del imperio, es decir, una nación, un pueblo que ha interpretado el discurso de sus fundadores como un llamado a estar por encima de las otras, sin considerar que es un país más de la comunidad de naciones, sin ningún tipo de atributo divino o histórico que lo separe del resto y que lo impulse a actuar sólo a partir de sus intereses políticos, económicos e ideológicos.

Las especulaciones con respecto a la realidad actual sobran, así como exceden las situaciones alimentadas por los signos de estos tiempos de constante ruido mediático, dirigiéndonos a perseguir cada acontecimiento y leer entre líneas. Los titulares nos abarrotan con imprecisiones, supuestas verdades e infaltables teorías de la conspiración: “¿Trump intenta una Perestroika gringa?”, “¿Es Trump el Gorbachov gringo?”, “Rusia se aisló después de la guerra fría, ahora se expande, ¿ésta podría ser la estrategia de Trump?”. Los titulares emulan las narrativas y píldoras efectistas de la industria cultural, como por ejemplo, sus películas, verdaderos y falsos documentales, además de videojuegos; dispositivos infinitos de producción de subjetividad nacidos en los laboratorios de la guerra, en donde se trabaja sin descanso en la producción infinita de subjetividad posmoderna.

Las caracterizaciones de Trump no cesan: ¿Es Trump un postpolítico, o producto de la postverdad?, cómo no iba a ser una buena “política” para este año nuevo si incluso el diccionario Oxford declaró postverdad en 2016 como la palabra del año, encajando su concepto a la perfección con la política tuitera del nuevo presidente: «Relativo a, o denotando circunstancias, en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a la emoción y a la creencia personal».

Además de esto, también suena: ¿será que Trump es un ser hipernormalizado u otro producto de la realidad alterada por los medios de comunicación? ¿Es un empresario convertido en presidente gracias a los favores de la Big data, es decir, de los más avanzados dispositivos de ingeniería social, marketing y psicometría de punta?

Parece que el día a día se ha vuelto en un grotesco reality orwelliano, en el que una ola de violencia ya no se avecina, como se suele decir cuando se espera lo peor, sino que está en pleno desarrollo.

Detrás de todo el efectismo y accionar espectacular y grandilocuente de Trump, éste emerge como un gran maestro de ceremonia en el que la distracción tiene un papel preponderante. Asimismo, es la imagen que viene a consolidar el cinismo como forma y fórmula política, subordinando el verdadero debate e incluso ocultando los hechos más importantes, tal y como si se sacudieran banderas multicolores a modo de distracción para no ver lo que realmente está pasando detrás del aturdimiento.

Lo cierto es que Trump ha retomado con fuerza las narrativas históricas estadunidenses de lo antiinmigrante y proteccionista, también ha revivido políticas de gobierno del Estado-nación del siglo XIX, como el caso del muro en la frontera con México (al 11 de marzo La Jornada reseñó que van cerca de 600 ofertas de contratistas procedentes de distintos lugares del mundo[1]), mecanismo fronterizo que en el imaginario de hace dos siglos, se pensaba que “garantizaría” la protección de los ciudadanos dentro de las fronteras del Estado-nación; Lo que otrora resultaba un pasaporte visado hoy lo es el muro, que también funciona “como paliativo, consuelo psíquico por la pérdida y el declive de la hegemonía”, como bien apunta Wendy Brown en su libro Estados amurallados, soberanía en declive.

Todo esto ocurre mientras los medios de comunicación intentan convencernos de que Trump es un presidente anti-establishment, puesto que en sus promesas de campaña hasta se coló cierto discurso contra el aparato militar industrial; asunto que se cayó por su propio peso con los recientes bombardeos unilaterales en Siria, Afganistán y las ya de por si conocidas controversias con Corea del Norte. No basta hacer una gran arqueología para encontrar, por ejemplo, su reciente discurso frente a la Asociación Nacional del Rifle en donde garantiza su apoyo absoluto.

Estas acciones nos dicen que Trump, más allá de ser anti-establishment, está más bien peleado con una parte de él y sus aliados económicos, por ejemplo, con ciertos sectores de las tecnologías y demás capitalismo 2.0. La lógica de Trump es la del empresariado inmobiliario que sólo ve el valor a través de la venta de edificios y bienes raíces.

A propósito de lo anterior, tenemos un ejemplo muy reciente[2]; Mark Zuckerberg, representando en este caso a la civilización, ha lanzado un manifiesto político que declara a Facebook como una suerte de Estado digital global para cambiar al mundo e, incluso, como él mismo sostiene, “combatir el terrorismo”, mientras que Trump, asumiendo el papel de la barbarie, niega el paso a ciudadanos de siete países musulmanes. Pareciera que esta disputa evidencia que el sistema tiene problemas entre las tensiones (globales, locales y nacionales) en donde participan tanto las economías de las tecnologías, como las representadas por los Landlords, que es lo mismo decir señores de la tierra o el empresariado inmobiliario al que pertenece Donald Trump.

Lo que nos muestra este escenario es que el capitalismo del siglo XXI, -ese monstruo trasnacional de mafias políticas, corporativas y guerreristas-, tal vez no está tan cohesionado como hemos pensado en los últimos tiempos.

[El escenario y la metáfora como leitmotiv: Trump es el personaje machista que se refiere a Alice, la Reina Roja y Alicia como “trinidad de zorras”, además, es el presidente actor que representa a los sectores de la supremacía blanca y el fanatismo cristiano como correlato. Trump es un clon de la construcción mediática y corporativa, de reproducción genética, metafórica y material de toda una clase que no representa en lo más mínimo a las fuerzas anti-establishment. Más que tratarse de un sujeto que viene a cambiar el modelo neoliberal, aparece para moldear las piezas del juego existente con un movimiento propio que responde a sus intereses, a su conveniente “cambio” de estilo político y círculo de influencias económico-políticas. Es un hecho que no hay un Trump antes y uno después. Es el mismo antes de que asumiera la presidencia y ahora como presidente. No hay diferencia alguna entre los realities en los cuales participó y los comportamientos y demás estilos que ha tomado su discurso tras la reciente responsabilidad adquirida como presidente de Estados Unidos].

La política imperial en desarrollo, según el estilo Trump, está cada vez más cercana a las narrativas del apocalipsis zombi hollywoodense antes mencionado, lo cual le da razón a aquel axioma de que los productos culturales son hijos de su época.

Parece que hay una necropolítica republicana en ciernes, en el sentido de que cada vez se agudiza el hecho de que Estados Unidos y sus aliados políticos alrededor del mundo, amparados en la lógica del jefe mayor –es decir, del imperio–, deciden quién vive y quién muere.

3.- Antecedentes de la necropolítica racista

Uno de los ejemplos de esta necropolítica republicana, lo podemos hallar en sucesos de la historia contemporánea, en específico, en el caso del huracán Katrina (2005) y sus devastadores efectos en la ciudad de New Orleans. En este hecho, el pueblo, en espera de la atención gubernamental que llegó días después de la tragedia, fue vilmente criminalizado por los medios. Se siguió mostrado la herida del conflicto racial y sobre todo lo que Hindu Pomeraniec, en Katrina, el imperio al desnudo, racismo y subdesarrollo en Estados Unidos, llama el tercer mundo y el subdesarrollo a lo interno de la nación, representado por la población afroamericana.

Los hechos demuestran que el racismo sigue presente en el gobierno que se decreta a sí mismo ejemplo de democracia para el mundo. Parece mentira que apenas han pasado 49 años desde que el gobierno estadounidense concedió a la población afroamericana los derechos que los blancos tienen desde finales del siglo XVIII. Ese tiempo, frente a la historia, es prácticamente nada, parece que fue ayer.

Estos temas todavía son tabú en Estados Unidos, puesto que de inmediato nos señalan el esclavismo y el genocidio perpetrado a la población afrodescendiente, desde las antiguas plantaciones en el sur del país, hasta la violencia policial del presente en Ferguson. Esto nos sirve para rescatar el discurso estadunidense de adalid de la libertad y la justicia global y cuestionarlo con el siguiente detalle: Estados Unidos sufre la contradicción o aparente dilema de tener un museo del holocausto y no uno de sus propias miserias [3].

Después de haber visto un antecedente del pasado, vayamos al presente y analicemos el entorno del cual tomamos imágenes de la cascada infinita de sucesos alrededor del mundo. Por ejemplo, tomemos el reciente caso de supuestas bandas criminales detenidas por “tráfico de armas” en la ciudad de New York, recientemente reseñada por la prensa del departamento de policía de la capital estadunidense[4].

En los medios que difundieron la noticia, hay un uso del lenguaje que nos remite a ese tercer mundo al interior de los Estados Unidos. Es decir, no veamos el título de la noticia, sino quiénes son mencionados como los criminales y a qué grupo racial pertenecen.

Todavía es más extraña la exposición mediática de dichos decomisos: los medios se refieren a ellos por medio de un relato de decomiso del tercer mundo, que tiene la intensión de exponer cómo las instituciones policiales constituyen su propia percepción de su tercer mundo y quiénes son o quiénes lo representan. Si hacemos un paralelismo con la reciente controversia México-Estados Unidos, o mejor dicho Peña-Trump, en este caso no son los “bad hombres” quienes podrían ser perseguidos, sino los latino & niggers.

Los medios insisten en su “ingenuo” relato; sostienen que estas bandas criminales utilizan sus botines para adquirir joyas y ropa de lujo, como si se tratase de eventuales actores de un video musical. Hagamos un ejercicio, ¿quiénes son los que se adornan con joyas y demás lujos en las narrativas mainstream del hip-hop y reguetón, no son acaso vitrinas del prototipo del negro y del latino? ¿No forma parte de lo que los medios nos venden como la forma o estética de la cultura afroamericana y latina inmigrante?

También hay un señalamiento en cuanto a corredores o lugares en los cuales operan, es decir, se describe un mapa y un territorio en donde están “desplegadas” dichas pandillas. Hay lo necesario para construir un escenario ideal: sujetos, móvil, ideología y territorio, como en el ejemplo de la metáfora que se ha realizado con Resident Evil, sólo que al contrario.

Se trata de más de lo mismo solo que reforzado y repotenciado, hacia lo que el filósofo del desarrollo Juan Carlos Barrón llama «la multiplicación de las violencias», es decir, es el mismo proceso de criminalización de lo que en este caso es o se parece a minorías y resistencias.

Si nos remitimos al ejemplo del huracán Katrina, insistamos en la historia que nos da muestra de las narraciones, aconteceres o formas en que se desarrollan estas agendas de violencia, nos daremos cuenta que no es algo nuevo, puesto que la agenda mediática de hoy, como la de ayer (el pueblo afroamericano muriendo frente a una tragedia), consiste en criminalizar a este sector porque no representa a el tipo ideal civilizatorio estadunidense.

¿Por qué precisamente ahora es necesario para el sistema reforzar la criminalización de los sectores vinculados simbólicamente a las resistencias? Porque si bien el crimen organizado es una expresión de las grandes aglomeraciones urbanas capitalistas (con su economía subterránea, narcotráfico, territorio dominado por pandillas, etcétera), sería un asunto cotidiano o un evento recurrentes que en una ciudad como New York hayan este tipo de noticias referentes a la circulación de armamentos. ¿Por qué hoy se realiza esta exteriorización mediática si ya todos sabemos que los estadounidenses son la población más armada del mundo?

Por lo visto, los cambios en materia de políticas de seguridad interior están teniendo sus efectos, en una primera instancia, a nivel comunicacional.

[Para volver al ejercicio metafórico-cinematográfico: El presidente Trump es un clon del empresario Trump, es decir, no cambia en nada el hecho de que uno sea empresario y haya devenido en presidente, éste es un representante histórico del partido republicano, el mismo que se lavó las manos con Bush hijo frente al desastre de Katrina. El actuar de Trump es un acto performativo, actoral e interpretativo. Como el villano de Resident Evil, Trump es un alto ejecutivo de la corporación, el resto de los secuaces podrían ser los minutemenpostmodernos, cazando alrededor de las fronteras de la corporación, protegiendo a la clase corporativa mientras disparan sin ton ni son al ejército de muertos vivientes que representan a la multitud afroamericana, latina, inmigrante, tercermundista].

4.- Una cosa es EEUU hacia fuera y otra hacia dentro

Es fundamental tener en cuenta que así como hay una imagen de Estados Unidos en losrealities, en el mainstream, en la alfombra roja y en el sueño americano, también hay un surgimiento de los movimientos populares y sociales organizados, enfrentados a otros bloques que representan la ideología excepcionalista imperial, la supremacía blanca, el conservadurismo y el gen sionista que desde tiempo atrás tiene su lugar en la sociedad y en los poderes fácticos estadunidenses de índole político y económico, en este caso bastante documentado por uno de los ideólogos del establishment, Francis Fukuyama, quien en su libro América en la encrucijada, aborda el caso de los neoconservadores, oneocon -en el lenguaje del establishment– y el ascenso de estos sectores al poder y las instituciones estadunidenses.

Esta realidad le habla a la necesidad histórica de la integración latinoamericana, nos reclama no caer en el nacionalismo radical y poco funcional que en ocasiones ha servido para unir y en otras como dispositivo balcanizador. La política exterior de los Estados Unidos históricamente ha alimentado bastante bien y de manera constante las autorreferencias para desmovilizar y desunir, precisamente para que nos veamos solo a través de nuestras realidades nacionales y no como el gran conjunto de naciones que conforman América Latina.

¿Cómo entonces construir nuevas rutas a partir de la situación actual, agendas de solidaridad para  organizar resistencias, como apuntaba reciente desde México el padre Alejandro Solalinde: frente a una aparente “aceleración de todas las contradicciones”?

Una de estas acciones organizativas podría realizarse a través del acercamiento práctico entre movimientos sociales que reconozcan la realidad interna estadounidense. Es imperativo acercarse a estas organizaciones que han estado desarrollándose en medio de las complejidades internas de Estados Unidos, y que incluso tienen mucho qué enseñarnos a los latinoamericanos, puesto que se encuentran en el interior del monstruo y conocen sus entrañas, para evocar a Martí.

5.- Para contribuir al ruido

A veces, las palabras, lecturas, conceptos y acontecimientos vienen a perdernos o a distraernos. Más allá de los lenguajes, las realidades del presente y la caracterización de esos nuevos discursos, el encuentro antagónico sigue siendo el que conocemos y padecemos históricamente: explotadores y explotados, pueblos que pretenden independizarse ante potencias que se imponen violentamente con formas de dominación y esclavitud. Estos apuntes son una excusa, un pretexto para justificar y poner a discusión una idea, una interrogante insoslayable frente a lo que estamos presenciando: la conformación, legitimación y reproducción de movimientos fascistas a gran escala. Justo porque se trata de un nuevo tiempo, tras haber dejado al siglo XX atrás con sus dos guerras mundiales, valdría la pena preguntarse si habrá quién salve al mundo del fascismo y sus guerras en el naciente siglo XXI.

Fuente: http://ciudaddelahoz.org.ve/columnistas/cuaderno-hipertextual/98-trump-y-el-apocalipsis-zombi-cinco-apuntes-sobre-cine-necropolitica-y-racismo-en-estados-unidos

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La crónica ética de los adolescentes de Ciudad Caribia

María Figueredo*

RESUMEN

El proceso de inflexión-acción que se presenta es una primera aproximación a sintetizar la crónica ética de los adolescentes de Ciudad Caribia, conceptualizada como las situaciones reales narradas por sus protagonistas, en el marco de los compromisos adquiridos consigo mismo y con los demás, saliéndonos de las definiciones Pedagógicas escolásticas tradicionales, pues tiene que ver nuestro enfoque con otra mirada, una que valora, cómo desde la cotidianidad en su quehacer diario los adolescentes de Ciudad Caribia construyen una nueva objetividad, que promueve permanentemente niveles de conciencias que les permite colocarse frente al Otro con reglas claras, para actuar responsablemente, desde la autonomía y reconocimientos mutuos. El propósito del artículo es socializar los procesos desarrollados en los encuentros del Grupo Estable de primeros auxilios “Ayudando a salvar vidas”, acciones que desde el Núcleo de Investigación “Gestión Educativa Local” (Nigel) venimos ejecutando con los estudiantes del Liceo Gran Cacique Guaicaipuro, donde abrigados por la Pedagogía de Contexto hemos tejido una urdimbre que trenza una cronología que hace posible presentar cómo las interacciones entre los diferentes y diversos sujetos que confluyen en el grupo se hilvana una ética-política quien en sus dimensiones entraña el trabajo colectivo por un bien tangible común. Los elementos presentados son producto de la investigación en curso que desarrollamos en la Ciudad socialista, ecológica, sustentable Caribia, hay en ellos la óptica de una hermenéutica interactiva crítica, un enfoque etnográfico colectivo desde el contexto local. Entre los hallazgos podemos resaltar que los adolescentes que confluyen y hacen vida en el grupo estables de primeros auxilios “Ayudando a salvar vida” construyen una eticidad-política basada en autodisciplina, la dignidad, reciprocidad, transparencia, el respeto, valoración de sí mismos, y reconocimiento del Otro, servicialidad y la convivencia armónica en el marco de la construcción común de las reglas que norman al grupo, además de la aceptación de los compañeros que se van sumando de manera voluntaria, emergiendo la cultura de la solidaridad y comunicatividad.

Palabras clave: Crónica ética, adolescentes, Ciudad Caribia.

A MODO DE INTRODUCCIÓN

El artículo proporciona un acercamiento a la crónica ética de los adolescentes de Ciudad Caribia, a partir de las relaciones e interacciones que se construyen desde la cotidianidad en los encuentros del grupo estable de primeros auxilios “Ayudando a salvar vidas”, cimentando una objetividad que desde la pedagogía de contexto1 permite colocarse frente al Otro con niveles de conciencia y reglas claras, que emergen del trabajo colectivo por el bien común, partiendo de las situaciones reales narradas por sus protagonistas.

En el marco de los procesos desarrollados2 los adolescentes estudiantes del Liceo “Gran Cacique Guaicaipuro” son el centro en torno al cual giran los esfuerzos del proceso de transformación educativa, curricular y pedagógica.

La crónica ética que se presenta narra desde la voz viva de sus protagonistas3 los compromisos adquiridos consigo mismo, con sus pares, con los diversos y diferentes agentes, actores y sujetos4 que participan desde la vida cotidiana en su proceso formativo y de aprendizaje.

En este sentido, la primera parte dibuja un boceto de la cronología de la objetividad de los adolescentes caribianos que emerge de las situaciones reales de su vida cotidiana, que promueve una ética

Un segundo instante en el punto de inflexión se presenta la dimensión ética-política del grupo estable que entraña el trabajo colectivo por el bien común.

Y en la tercera parte, se esboza los valores que transversalizan la eticidad-política del grupo estable, que define cómo se relacionan e interaccionan con sus pares, con los diversos y diferentes sujetos, agentes y actores de su entorno que actúan y participan en los procesos de enseñanza y aprendizaje, lo que genera la siembra de los principios y valores que se hacen en conjunto mediante la comunicatividad y el compromiso de los protagonistas que accionan para materializar los objetivos del grupo.

LA OBJETIVIDAD DE LOS ADOLESCENTES CARIBIANOS

El presentar la crónica ética de los adolescentes de Ciudad Caribia que se dibuja en el horizonte de sus acciones diaria, nos invita a reflexionar la experiencia vivida, la cronología que hace posible socializar lo que es la cimentación de una objetividad que rompe con los esquemas tradicionales de un orden pedagógico cultural establecido en donde todo está determinado de antemano.

De aquí, con esta mirada, se conceptualiza la crónica ética como método para enunciar las situaciones reales narradas por sus protagonistas, en el marco de los compromisos adquiridos consigo mismo y con los demás, saliéndonos de las definiciones escolásticas tradicionales, pues tiene que ver con otros ojos, los nuestros, cuando nos preguntamos ¿cómo desde la cotidianidad en su quehacer diario, los adolescentes de Ciudad Caribia construyen una nueva objetividad?, esta que al observarla críticamente promueve permanentemente niveles de conciencias distintos, que les permite colocarse frente al Otro con reglas claras, para actuar con responsabilidad, autonomía y reconocimiento mutuo, tal como lo plantea Maturana: “Convivir en la aceptación del otro como un legítimo otro es fácil. Allí encontramos en la experiencia5, ¿Cómo? Aceptando la legitimidad del otro6, los conduce a convivir consigo mismo y a transformarse en la convivencia con el Otro y los demás.

En este sentido, la crónica ética que nos presenta en su narrativa las acciones de los estudiantes del Liceo “Gran Cacique Guaicaipuro”, que forman parte del colectivo del grupo estable de primeros auxilios “Ayudando a salvar vida”, que en su accionar promueven reglas que construyen colectivamente y que son consensuadas, normando su vida. Como plantea Natasha “en los primeros encuentros echábamos mucha broma, ahora hemos comprendido que esto es un trabajo serio, que la vida de la persona depende de la atención que le brindemos”7.

Durante la construcción colectiva de su proyecto de aprendizaje servicio, donde definen sus objetivos de aprendizaje, investigación y servicio, entretejen una urdimbre que les permite llegar a acuerdos respetando las ideas del Otro, y formulan su papel de trabajo que materializan a partir de los aportes de cada uno como señalan Scarlett y Enyerbet: “todo fue poco a poco, a su tiempo, hablando y conociendo un poco más a nuestros compañeros, en un grupo siempre hay una amistad y respeto, si no lo hay, no podemos trabajar como tal”8.

Si analizamos unos u otros de los elementos planteados, podemos darnos cuenta que los mismos son piezas claves en la edificación de una objetividad que emerge de la cotidianidad del aprender a trabajar con los pares, en igualdad de oportunidades y equidad, donde todos tienen el derecho a elegir como dice Maturana y a equivocarse9, sin el temor de ser cuestionado, si no aportando a partir de su caja de herramienta en la construcción colectiva de otra mirada, de lo que representa el proceso de enseñanza y aprendizaje participativo, desarrollando capacidades que le permiten comprender la fuerza de los valores que emergen del trabajo colectivo por el bien común.

Por otra parte, el materializar el proyecto de aprendizaje servicio comunitario planteado por Figueredo como:

Estrategia experiencial de múltiples desempeños, que se anclan en situaciones reales y emergen en el marco de los intereses y necesidades de los estudiantes, permitiéndoles aprender hacer, reflexionar, y sistematizar, las prácticas situadas en el contexto, con sentido holístico e intercultural, promoviendo la construcción colectiva de conocimiento, la participación común y entre comunes, así como alcanzar aprendizajes, comunicación y empatía, que han de evaluarse por las actividades desarrolladas de carácter vivencial o inmerso en los procesos de la toma de conciencia desde la reflexión constante10.

Todo ello le permite actuar desde el trabajo colectivo al ejecutar su plan de acción, integrando los elementos que desde la pedagogía de contexto se caracterizan por potenciar las capacidades cognitivas, afectivas y creativas en que se encuentra inscrito el proceso de aprendizaje, que les permite construir y consolidar valores, estableciendo formas de actuar en redes de conocimiento y solidaridad entre distintos sujetos pedagógicos de la ciudad.

ÉTICA-POLÍTICA DEL GRUPO ESTABLE

Al plantear la ética-política del grupo estable de primeros auxilios “Ayudando a salvar vidas”, nos coloca en la dimensión que entraña el trabajo colectivo por un bien común, en la búsqueda de dibujar la ruta que los adolescentes de Ciudad Caribia en estos tiempos han construido; que se traduce en los principios y códigos que envuelven sus acciones en la convivencia diaria, influyendo en sus relaciones e interacciones con los diversos y diferentes sujetos, agentes y actores que asumen parte de su proceso formativo, vectores que podemos observar en los planteamientos realizados por la adolescente Sujeidys:

En el grupo todo tiene su tiempo, hay momentos para el “chalequeo y bochinche”, pero cuando estamos trabajando, aquí todos nos ponemos serios, porque la vida de las personas depende de la atención que le podamos brindar y si no nos enseriamos ponemos en riesgo a la persona que queremos ayudar y eso queda en nuestra consciencia11.

Si navegamos en la ética-política de los adolescentes descubrimos que su valoración significa el sentido común que se adquiere en la construcción colectiva, acción que ha demandado el encontrarse y convivir en grupos de estudiantes de diferentes edades y años de estudio, que en su dinámica diaria demanda asumir posturas orientadas al logro de los objetivos comunes, a partir del respeto y reconocimiento del Otro que es su par, que como sujeto de derecho y conocimiento ejerce su libertad para participar y tomar decisiones en beneficio de su colectivo, siendo la base gnoseológica de la convivencia cotidiana.

En atención al contexto que implica el trabajo en el grupo estable, donde confluyen adolescentes de diferentes edades, como se destacó en otro apartado, los aspectos de orden ético que han emergido se relacionan con el respeto, la honradez, el sentido del deber y la justicia, la solidaridad, el espíritu de servicio, la consideración, valoración y reconocimiento del Otro. Ello se manifiesta en el respeto como dice Natasha: “Hasta el momento he aprendido a respetar más la opinión de otros, a escuchar y aceptar su manera de pensar…12”.

Se trata entonces, de que en la interacción cotidiana de los adolescentes construyen un nuevo modelo de interpretación de la convivencia, en donde sus códigos les permiten compartir e intercambiar saberes, ser solidario, respetuoso, interesarse en el Otro y asumir la responsabilidad de sus acciones, así como aceptar racionalmente sus efectos negativos, edificando dominios cognitivos que explican su praxis de vivir ético propio de la coexistencia social, como plantea Maturana:

En fin, la responsabilidad se da cuando nos hacemos cargo de si queremos o no las consecuencias de nuestras acciones; y la libertad se da cuando nos hacemos cargo de si queremos o no nuestro querer o no querer las consecuencias de nuestras acciones. Es decir, responsabilidad y libertad surgen en la reflexión que expone nuestro quehacer en el ámbito de las emociones a nuestro quererlas o no quererlas en un proceso en el cual no podemos sino darnos cuenta de que el mundo en que vivimos depende de nuestro deseo13.

Todo ello, sobre la base del reconocimiento de todos los integrantes del grupo como sujeto de derecho participativo; su interlocutor que actúa con libertad, dignidad e igualdad, que respeta su entorno, la diversidad de pensamiento, la paz, la democracia, la responsabilidad mutua en su accionar, como dice Giorvi:

Mi relación con el grupo estable es un poco loca, a veces pienso que puedo hacer, cómo lo puedo hacer y mi posición en el grupo como compañero y creo que lo más importante es la comunicación y el compañerismo, para mí son las bases fundamentales en este proceso de adaptación, relación y aprendizaje14.

Como podemos apreciar la ética resulta de una práctica social construida sobre bases axiológicas15, que tiene que ver con el carácter y actitud de los adolescentes en el marco de la aceptación y respeto de sí mismo y del Otro, como explica Maturana que “sin aceptación y respeto por sí mismo uno no puede aceptar y respetar al otro, y sin aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social16”.

Lo que hace de manera consciente o inconsciente el fluir de la convivencia social, de la conducta individual y colectiva en el quehacer cotidiano, como miembro del grupo estable donde se está de manera voluntaria según sus intereses y necesidades. Al construir en el diálogo la realidad con el Otro, creando un modo particular de vivir juntos en coordinación del ser y hacer en el bienestar estético de una convivencia armónica signada por el respeto y reconocimiento mutuo.

VALORES QUE TRANSVESALIZAN LA ETICIDAD-POLÍTICA DEL GRUPO ESTABLE

En el ámbito de acción del grupo estable ha emergido una cultura que representa la eticidad-política que allanan la frontera del individualismo. En donde se combinan los sueños, los deseos humanos, la pasión y el creer en lo que se hace, donde los valores que se manifiestan en su accionar cotidiano potencian la capacidad del trabajo colectivo por el bien común, en un ambiente de respeto, justicia, equidad, reconocimiento del Otro y su valoración17.

Las normas que estructuran los encuentros de aprendizaje rompen con el disciplinamiento de la mente y el cuerpo como señala Castro-Gómez18 que el comportamiento de los niños era reglamentado, vigilado y sometido a la imposición de conocimientos, hábitos, valores y modelos culturales que le permitieran asumir su rol productivo en la sociedad. A lo que Figueredo refiere:

El quebrantar está lógica genera una cultura del respeto, una ética de valoración del Otro, del trabajo en colectivo por bien común, distinguiendo una formación donde cada uno de los sujetos, agentes y actores aportan elementos significativos en la producción de conocimiento, abiertos a una disertación permanente, impactado las acciones reales19.

Todo ello conduce a la construcción de un enfoque alternativo de la eticidad-política que emerge del trabajo colectivo, otorgando una identidad propia construida con el Otro, en el marco de la libertad planteando transformaciones permanentes; siendo la pedagogía de contexto la clave de una racionalidad diferente, que considera la praxis del grupo como acción-reflexión-acción que edifica relaciones e interacciones bajo la lógica del respeto, compromiso, comunicatividad, ejerciendo su libertad y el derecho a equivocarse, como dice Maturana: “Pienso que el derecho a equivocarse es fundamental, porque si uno no tiene derecho a equivocarse no tiene cómo corregir los errores porque no tiene cómo verlos”20.

Lo que nos permite plantear que la eticidad-política del grupo estable como estética está permeada por valores que la transversaliza como la autodisciplina, la dignidad, reciprocidad, transparencia, el respeto, valoración y reconocimiento del Otro, servicialidad y la convivencia armónica en el marco de la construcción colectiva de las reglas que norman al grupo, además de la aceptación de los compañeros que se van sumando de manera voluntaria emergiendo la cultura de la solidaridad y comunicatividad.

Estamos frente a la urdimbre de la realidad Caribiana, donde están naciendo nuevos tejidos con tramas de diversos colores, que expresan la voz de los adolescentes, que brotan desde abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera, poniendo en hombro una objetividad nutrida por la participación protagónica, la convivencia armónica, el respeto a sí mismo, al Otro como dignidad, la humildad y servicialidad con su comunidad. Estos entramados que se tejen desde la vida cotidiana (son una artesanía de conocimiento y aprendizaje) en donde la solidaridad es horizontal y se ejerce en relaciones e intercambios de igual a igual, siendo un rasgo distintivo que caracteriza la eticidad-política que anima el encuentro entre pares (adolescentes), que creen en ellos, reconocen al Otro y lo valoran, lo que supone de acuerdo con Figueredo:

… capacidad para establecer relación e interacción armónica en una sociabilidad que avanza hacia la consciencia de sí mismo y la del Otro, como seres con quienes se comparten algunos intereses, pero que a su vez tienen su propia individualidad que tributa hacer el grupo heterogéneo y enriquece el debate y la reflexión al expresar y exponer su punto de vista, potenciando el diálogo y la producción de conocimiento21.

La eticidad-política arraigada en una práctica de libertad, en el ejercicio de la autonomía y emancipación del pensamiento que se revela y enfrenta contra las imposiciones, haciendo uso de su conciencia crítica.

De aquí, que podamos señalar que la eticidad-política de los adolescentes de Ciudad Caribia rompe con los parámetros tradicionales, al generar una identidad que les permite construir su sentido de pertenencia con su grupo estable, que lo asumen como nuestro, legitimando su accionar a partir de la edificación colectiva de sus normas y reglas de convivencia por consenso; con la convicción de que sus acciones individuales tienen incidencias en el grupo.

La eticidad-política que promueve una objetividad enmarcada en una reflexión crítica y dialógica que se generan en los encuentros de aprendizajes del grupo estable primeros auxilios “Ayudando a salvar vidas”, que demanda el respeto por las diferencias en la convivencia cotidiana, que crean prácticas solidarias, respetuosas y coherentes en su accionar.

A MODO DE REFLEXIÓN FINAL

La crónica ética de los adolescentes de Ciudad Caribia nos coloca en un proceso reflexivo que invita a pensar, repensar e impensar el surgimiento de la eticidad-política como estética que emerge del quehacer cotidiano de los estudiantes que voluntariamente se integran al grupo estable de primeros auxilios “Ayudando a salvar vidas”, eticidad que tiene su génesis en el sistema de interacciones y relaciones que se construyen en los encuentros de aprendizaje donde la dinámica del reconocimiento mutuo genera una cultura del trabajo solidario, respetuoso y por el bien común.

Por otra parte, permite construir la identidad con el grupo y su sentido de pertenencia, al navegar en los procesos de transformación interna que los hace consciente de su realidad.

Finalmente ayuda a comprender estas crónicas el tránsito entre la enseñanza secular, escolásticas, impuesta, muchas veces, o vaciada en vasijas vacías de contenidos, frente a una visión agitadora, en movimiento, apoyada en la experiencia y las vivencias que asumen cuando deciden las y los adolescentes valorarse y comprenderse como sujetos cognitivos, quienes se afirman en la trasformación de sus apreciaciones, actitudes, habilidades, a partir de la construcción común de valores y posturas ante la realidad en ejercicio pleno de la libertad cognoscitiva y política.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Castro-Gómez, Santiago (2000). Ciencias Sociales, violencia epistémica y el problema de la “invención del otro”. En: La colonialidad del saber eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas Edgardo Lander (Comp.) CLACSO-UNESCO: Caracas: Ediciones FACES/UCV.

Figueredo, María (2016). Grupos Estables. Acción Científica, social y comunitaria. Presentación elaborada por el grupo de Investigadores del Núcleo de Investigación “Gestión Educativa Local”. Mimeografiado. Caracas: UBV-Nigel.

Figueredo, María (2017). Las prácticas de los grupos estables en Ciudad Caribia. Mimeografiado. Caracas: UBV-NIGEL. Disponible en: otrasvoceseneducacion.org/archivos/195992.

Maturana, Humberto (1992). Emociones y lenguaje en Educación y política. Chile: Hachette/CED.

Maturana, Humberto (2010). El sentido de lo humano. Buenos Aires: Granica.

Maturana, Humberto (2015). 3 nuevos derechos humanos. Disponibles en: http//: www.conversandoenpositivo.cl › Home › Psicología › Relaciones Humanas. Consultado el 15-01-2017.

Romero, Lenin (2016). Un acercamiento al estudio de las insuficiencias en el metabolismo del “Buen vivir” en ciudad Caribia desde la investigación, acción, participación del grupo consolidado (2016-2018). Mimeografiado. Caracas: Nigel-UBV.

* Profesora María Figueredo de la Universidad Bolivariana de Venezuela, miembro fundadora del Núcleo de Investigación “Gestión Educativa Local”, desarrollo en la actualidad la línea de investigación: Gestión Escolar: La construcción social del Sujeto pedagógico y la pedagogía de contexto en el marco del Programa de Investigación Gestión escolar, prácticas socio educativas y producción de identidades. Dra. En Ciencias para el desarrollo estratégico, docente del PFG Gestión Social del Desarrollo Local, PFG Gestión de Salud Pública, PFA Doctorado y Maestría Ciencias para el desarrollo estratégico. Premio Nacional Ciencia y Tecnología 2015, como Grupo de Investigación Consolidado en la especialidad de Educación y Justicia Comunal. Correo electrónico kielita19@hotmail.com.
1 Figueredo, María (2017). Las prácticas de los grupos estables en Ciudad Caribia. Mimeografiado. Caracas: UBV-NIGEL. p.6. Disponible en: otrasvoceseneducacion.org/archivos/195992.
2 Ibídem. p. 4.
3 Giorvi Noriega, Natasha Hernández, Scarlett Esculpi, Sujeidys Salas, Elismar Sánchez y Anyolis Jiménez son sujetos de conocimientos valiosos.
4 Romero, Lenin (2016). Un acercamiento al estudio de las insuficiencias en el metabolismo del “Buen vivir” en ciudad Caribia desde la investigación, acción, participación del grupo consolidado (2016-2018). Mimeografiado. Caracas: Nigel-UBV. p. 7.
5 Testimonio local como lo expresado por el adolescente Giorvi Noriega después de su participación en la mesa educativa el 08 de febrero de 2017 “Fue muy agradable saber que nuestro liceo la comunidad nos aceptaron con total seriedad y que no se crea que se hace solo como una materia, sino con la finalidad de brindar apoyo y reforzar las áreas médicas.
6 Maturana, Humberto (2010). El sentido de lo humano. Buenos Aires: Granica. p. 45.
7 Entrevista realizada a la adolescente Natasha Hernández, estudiante de primer año del Liceo “Gran Cacique Guaicaipuro” 16-11-2016.
8 Scarlett Esculpi y Enyerbet Hernández estudiantes de segundo año del Liceo “Gran Cacique Guaicaipuro”. Entrevista realizada el 23-11-2016, durante la construcción del proyecto de aprendizaje servicio.
9Maturana, Humberto (2015). 3 nuevos derechos humanos. Disponibles en: http//: www.conversandoenpositivo.cl › Home › Psicología › Relaciones Humanas. Consultado el 15-01-2017. p. (s/p).
10 Figueredo, María (2016). Grupos Estables. Acción Científica, social y comunitaria. Presentación elaborada por el grupo de Investigadores del Núcleo de Investigación “Gestión Educativa Local”. Mimeografiado Nigel. Caracas: UBV. pp. 8-9.
11 Ideas expresadas por la adolescente Sujeidys Salas en el encuentro de grupo estable el día 22-02-2017, en el marco de la incorporación de nuevos estudiantes.
12 Entrevista realizada a la adolescente Natasha Hernández, estudiante de primer año del Liceo “Gran Cacique Guaicaipuro” 16-11-2016.
13 Maturana, Humberto (1992). Emociones y lenguaje en Educación y política. Chile: Hachette/CED. p. 35.
14 Entrevista realizada a la adolescente Giorvi Noriega, estudiante de tercer año del Liceo “Gran Cacique Guaicaipuro” 16-11-2016.
15 Los estudiantes del grupo estable “Ayudando a salvar vidas” proponen principios y valores que han marcado sus encuentros como colectivo que comparten objetivos comunes, por el bien común, dentro de los que se desatacan: humildad, responsabilidad, solidaridad, amor, respeto, amistad, compañerismo como valor más resaltante y la risa como lenguaje que los acerca e identifica.
16 Maturana, Humberto (1992). Op. Cit. p. 32.

17 Figueredo, María (2017). Las prácticas de los grupos estables en Ciudad Caribia. Mimeografiado. Caracas: UBV-NIGEL. p.13. Disponible en: otrasvoceseneducacion.org/archivos/195992.

18 Castro-Gómez, Santiago (2000). Ciencias Sociales, violencia epistémica y el problema de la “invención del otro”. En: La colonialidad del saber eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas Edgardo Lander (Comp.) CLACSO-UNESCO: Caracas: Ediciones FACES/UCV. p. 208.
19 Figueredo, María (2017). Op. Cit. p. 14.
20 Maturana, Humberto ((2015). 3 nuevos derechos humanos. Disponibles en: http//: www.conversandoenpositivo.cl › Home › Psicología › Relaciones Humanas. Consultado el 15-01-2017. p. (s/p).

21Figueredo, María (2017). Op. Cit. p.15.

Articulo enviado por su autora a la redacción de OVE

Imagen tomada de: http://fotos2013.cloud.noticias24.com/ccaribia40.JPG

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De la escuela al centro, a la privatización educativa.

Profesora Guadalupe Ibeth Luquin Montaño

Coordinadora del CSIIE sección XVIII SNTE-CNTE

Con el ascenso de Betsy DeVos como ministra de educación, son evidentes las intenciones de la privatización mundial; proveniente de una familia dedicada a la venta de productos de belleza, salud y bienestar de nombre Amway que se ofrecen por catálogos, ha conseguido colocarse en el mercado internacional y de los Estados Unidos por la novedosa forma en la que esta empresa expande sus servicios: oferta oportunidades de mejora económica personales convirtiéndose en “lideres” en ventas y “dependientes financieros”.

La empresaria y ministra de educación, está decidida a fortalecer las escuelas chárter, programa de financiamiento público administrado por empresas privadas: ahí es donde la señora DeVos hará mejor su trabajo, retomando lo que sabe hacer: administrar redes de particulares, ahora en el ámbito de la educación, como lo hace con su compañía, además interviniendo en el curriculum escolar para asegurar que en el futuro exista mano de obra y consumidores, acorde a su modelo de negocios.

En Estados Unidos, la escuela será exhibida en una especie de abanico, para que los padres de familia puedan escoger del catálogo de ofertas para sus hijos, eligiendo a los maestros a gusto de los consumidores, suena increíble pero ésta es la realidad que les espera a las escuelas y a los profesores en el país vecino. Para los niños habrá condiciones peores, porque se agudiza el racismo y la exclusión social para aquellos que sus padres no puedan pagar el acceso a la educación.

Con el ascenso de una figura que nunca había estado en ningún escenario político ni educativo, vemos cómo se concretan los planes privatizadores de la educación, ahora son estos negociantes los que de manera directa dirigen el rumbo de las escuelas. Este escenario, es el futuro de la educación a nivel mundial, vemos claramente cómo el capital financiero y el cognitivo se ciernen, en un mismo plan de expansión de sus antivalores culturales para mal formar a la ciudadanía.

México no es la excepción y son los empresarios quienes insisten en la implementación de una reforma, que tiene la seria intención de privatizar la educación a través de la escuela al centro, el eje vertebral del nuevo modelo educativo. Con la puesta en marcha de este modelo, vienen otros programas que fortalecen la privatización; a través de las “escuelas al CIEN y” “aprende 2.0”, se apuntala la economía del siglo XXI, que tiene entre sus principales motores a la educación: uno entrega el erario público al capital financiero y el otro al capital cognitivo.

Con las escuelas al centro viene el arrebato de la estabilidad laboral de los maestros, que serían exhibidos en aparadores virtuales, clasificados por sus resultados en la evaluación para que los consumidores o padres de familia escojan el de más valor para sus hijos. Para saldar las dudas, los invito a consultar en internet paginas como: “un maestro en casa” que son agencias de contratación donde supuestos maestros ofrecen sus servicios educativos de manera online, el interesado únicamente hará los depósitos en las tiendas OXXO. En una sociedad de consumo, los profesores son vistos, no como seres humanos, sino como objetos desechables.

Una prueba más de la privatización, es la desaparición de las escuelas rurales, ya que dice en el nuevo modelo educativo, que las escuelas tienen que estar en un ángulo cercano a las supervisiones escolares, con ello se da el primer paso a la reconcentración escolar, entonces la pregunta sería ¿qué hay de aquellas escuelas que están ubicadas fuera del alcance de una supervisión, en una geografía de difícil acceso?

Además, sigue la insistencia de otorgar el liderazgo a los supervisores y directivos para fortalecer los consejos técnicos escolares y los consejos de participación social, como los organismos que encabezan la “autonomía de gestión”, otorgándoles facultad para remitirse a espacios públicos o privados a pedir los apoyos financieros que requerirá la escuela.

Ha quedado evidentemente expuesto que lo que mantiene en la cerrazón al gobierno federal, es el compromiso hecho con los empresarios, situación que los mantiene entre la espada y la pared, ya que en la vía de los hechos la reforma ha sido exhibida por los investigadores y los trabajadores de la educación; prueba de ello, el cuarto intento fallido de la evaluación en Michoacán, pone en evidencia el incumplimiento de una ley inoperante por la autoridad, pero también porque los maestros no acuden a cumplirla.

Los deseos de los empresarios están siendo desenmascarados, si bien es un logro importante para los profesores, no deben confiarse, es necesario mantenerse en alerta y echar fuera del sistema educativo a los programas de privatización contemplados en la escuela al centro, porque atentan, contra el derecho de los niños a la escuela pública. Para los representantes de Mexicanos Primero sigue siendo una prioridad el tema educativo y la salida de Claudio X González no es garantía de triunfo, más bien es una escalada que abre otro frente para seguir en la guerra contra la educación, contra los maestros y contra todo lo público.

Como reflexión final, consideramos que el nuevo modelo, pone a los empresarios al centro, no a la escuela, cuando el núcleo principal de la educación deberían ser los estudiantes y como prioridad el proceso de enseñanza-aprendizaje, así estaríamos asegurando que el futuro de la sociedad no se encuentre en manos de los empresarios, sino de ciudadanos consientes y capaces de resolver los problemas que se enfrentan en el siglo XXI, de manera colectiva y organizada.

Los trabajadores de la educación, deben seguir luchando por la defensa de la escuela pública, conjuntamente con los padres de familia, las organizaciones; pero también, construir esfuerzos para lograr una articulación continental que nos permita hacer una resistencia conjunta a la privatización, y así, garantizar que la educación sea un derecho universal para los niños y jóvenes como lo han estipulado algunas instituciones.

Profesora Guadalupe Ibeth Luquin Montaño, coordinadora del CSIIE sección XVIII SNTE-CNTE

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2×1 en las calles y en las aulasFacund

Por Facundo Ferreiros

El jueves pasado fui a dar mi clase de Historia Social y Política de la Educación al profesorado de Inicial muy afectado por la reciente noticia del 2×1. Luego de saludar y “desensillar”, les dije a las estudiantes que estaba muy triste y enojado a la vez. Que supieran comprender si estaba particularmente sensible. Que de todos modos esperaba dar la clase que había planificado.

Una de las estudiantes, no recuerdo cómo, me dice que ella no estaba de acuerdo con lo que hacían “los de los derechos humanos”, porque ellos estaban de acuerdo con los derechos de los presos y con los jueces garantistas que liberaban violadores como el que había asesinado a Micaela.

Como una especie de identificación histérica freudiana, otras estudiantes se sumaron: “que encima de violar cobran sueldo en la cárcel”, “que los mantenemos con nuestra plata”, “que te violan pero después tienen derecho a vivir dignamente”, “que sus familias reciben subsidios y que hasta pueden estudiar en la cárcel”, “que tienen más derechos los que roban que los que son robados”, “que los que cobran planes no quieren laburar”…

En el momento advertí, por un lado, cómo se había conformado una gramática que asociaba significantes como “violador”, “garantismo”, “derechos humanos”. Parecía que la teoría de los dos demonios se había reactualizado, donde ya no eran los guerrilleros, sino los defensores de los derechos humanos “los del otro bando”. Por otro lado, advertí que bajo el influjo de esa gramática era coherente que estuvieran en contra de los organismos de derechos humanos, porque sus subjetividades, como las de muchísimas mujeres que viven en este tiempo y este espacio, están configuradas en el terror: temen por sus vidas en cada momento en el que salen solas por la calle, temen que les roben y temen que las violen. Se sienten frágiles y vulnerables. Y lo están. Y por eso no es casual que algunos medios de comunicación hayan logrado permear tan fuertemente con esta gramática absurda: apelaron a la vulnerabilidad de las mujeres para pegarle abajo a los organismos de derechos humanos.

Traté casi en vano desarmar algunas ideas, planteando que la libertad del femicida de Micaela no era problema del “mal llamado garantismo”, sino de una red de corrupción y complicidad patriarcal de jueces, políticos, policías y delincuentes. Que los que habían estado en las calles exigiendo la aparición con vida de Micaela habían sido los organismos de derechos humanos, y que también peleaban por los derechos de los presos, porque que no gocen del derecho a la libertad (quizás el más importante de los derechos, sepan disculpar mi referencia ácrata), no quiere decir que deban estar recluidos en condiciones inhumanas, y que en las cárceles la mayoría de los presos no son violadores ni asesinos peligrosos, sino jóvenes pobres sin condena. Todos estos esfuerzos eran insustanciales, porque la gramática descripta apela a un terror primario, irracional, casi genético, en donde ya no importan ni los argumentos, ni los datos.

En especial me llamó la atención una estudiante. Ella era la más ferviente defensora de la teoría de los dos demonios. Y si se descuidaba, hasta se le podía escapar alguna que otra loa hacia los genocidas. Le pregunté su nombre y tardó en decirlo. Dudaba. Me contó temía que la tomara de punto. Le dije que no era esa clase de docente, que simplemente quería saber su nombre. Me lo dijo. Y también me dijo que había sufrido por expresar sus ideas en esa institución, que hasta habían hecho una reunión de junta de rectorado para definir su futuro por haberla acusado de violar los valores éticos descriptos en el ideario. Y que sus posturas podrían, una vez egresada, manchar el buen nombre de la institución. Sentía que era perseguida por sus ideas y que no tenía libertad para expresarse, aunque “se hicieran los democráticos”. Que le habían bajado notas en materias y que la tenían de punto muchos docentes. Me dijo que había elegido no hablar más, porque todo esto le había pasado por decir que “había que poner una bomba en las villas”. Y que ella pensaba así.

Yo me preguntaba qué confianza habrá sentido conmigo quien, en tan pocas clases e intuyendo que no avalaría sus dichos, se animó sin embargo a expresar sus ideas y su sensación de “perseguida política”. Le comenté que ella se estaba formando profesionalmente para desempeñar un rol en la sociedad, y que esa sociedad nos pide que eduquemos en los valores de la democracia y que no podemos, aun cuando lo pensemos, ir en contra de eso. Que una docente no puede reivindicar el terrorismo de estado ni justificarlo, y que tampoco puede incitar a la violencia, al racismo y la discriminación social. Y que no estaba bueno criminalizar la pobreza. También le dije que el terrorismo fue un plan sistemático y que nada justificaba el secuestro ilegal, la tortura, las violaciones, la sustracción de bebes y el robo de identidad. Y que todo eso hoy es entendido desde la jurisprudencia como crímenes de lesa humanidad y que constituye un genocidio, figura que es castigada con la pena de reclusión perpetua en cárcel común para sus responsables.

La hora de irnos estaba llegando. El tema de la educación en las colonias no tuvo lugar. Hubo otra prioridad. Planificar es tomar decisiones. Y yo tomé la mía. Ese día no se podía hablar de las colonias, había que hablar de todo esto que había salido. Yo las escuchaba y me sentía cada vez más lejos de creer que venceríamos, que los genocidas seguirían recluidos en cárceles comunes.

Me fui aturdido de esa clase, no sin antes decirles que cada uno enuncia la historia desde un lugar de enunciamiento que es teórico, ético-político, y epistémico. Y que en temas de historia reciente era fundamental reconstruir la memoria histórica, rastrearnos en la historia de nuestros viejos, de nuestros abuelos. Que había seguramente muchas tensiones y contradicciones, que en todas las familias tenemos un peronista y un milico. Les dije que mi viejo había sido montonero. Y que siempre me dice que yo nací de milagro y que mis hermanos no son hijos de desaparecidos de milagro. Y les dije que mi vida, como cada vida, es un condensado de experiencias que están atravesados por esa historia que es de los argentinos, que es familiar, y que está inscripta en mi cuerpo, en los tejidos que componen la memoria.

Me subí al auto y comencé a manejar. Era tarde y estaba muy cansado. Triste y cansado. Casi ya ni estaba enojado. Sentía un cansancio existencial como decía Freire. Como cada vez que vuelvo del profesorado, pasé por un restaurant armenio y recordé que el apellido de la estudiante, la que se sentía perseguida por sus expresiones, terminaba en “ian”. Guardé el secreto hasta la semana siguiente.

Hoy, una semana después, volvimos a vernos. Después de la marcha de ayer. Después de León Gieco cantando “La Memoria” en un estacionamiento como dedicatoria a las madres y abuelas porque no pudo llegar al escenario de la marea de pañuelos blancos que había. Yo sabía que me quedaba una sola bala y que podía fallar. Pero arriesgué y tiré.

Al terminar la clase, llamé a la estudiante con apellido armenio por su nombre y le dije: “Dígame su apellido”. Se rio pensando que le volvía a hacer el juego de la semana pasada en la que le preguntaba su nombre para “tomarla de punto”. Me dijo: “Azarbakian”. “Usted sabe”, le dije sin tutearla para simular una relación distante, con humor, “que ese apellido es armenio”. Asintió. “Imagino que sabrá por qué sus abuelos vinieron a Argentina”. “Si”, expresó mientras comenzaba a imaginar algo de lo que le diría.

Bien”, le dije, “¿se imagina usted diciéndole a su abuelo que el genocidio armenio fue una guerra entre dos bandos?”

¡Me mata!”, se ríe nerviosa.

Salimos del aula y seguimos conversando. Hablamos de que en el caso de los armenios había sido el imperio otomano y que en el caso de los nazis, había sido un presidente democráticamente electo quien había cometido un genocidio contra sus propios conciudadanos judíos, afrodescendientes, gitanos. Me contó que antes no le interesaba toda esa historia de su familia, pero que después de ver “El niño con pijama a rayas”, le cambió su manera de verla. Que había llorado por la película.

Entonces le pedí que no respondiera a la pregunta que iba a hacerle, pero que se la llevara para pensarla tranquila y en soledad. La miré con mis ojos desnudos buscando sinceridad en su mirada y le dije: “si te conmovió el niño de la película, ¿no te conmueve acaso aún más ese bebé que nació en cautiverio del vientre de una madre que lo deseó, le cantó y lo arrulló con su andar, y que fue extraído violentamente de esas manos que tanto habían deseado tocarlo, para luego robarle su verdadera identidad?» Abrí la puerta y nos despedimos en silencio.

Todo está guardado en la memoria.

Fuente: articulo enviado por su autor a la redacción de OVE

Imagen tomada de: http://www.telesurtv.net/__export/1494019128169/sites/telesur/img/news/2017/05/05/590a0d3c71c51_750x500.jpg_1718483347.jpg

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Currículum incluyente: que tod@s aprendan lo que quieren y necesitan

 Por Paola González-Rubio.

Con la coyuntura nacional del anuncio del nuevo Modelo Educativo (ME), e internacional con el tan mencionado enfoque en el desarrollo de habilidades para la vida, se ha puesto mayor atención a qué y cómo se aprende en las escuelas; a esto le llamamos currículum. Una sociedad enfocada a la inclusión en educación – donde tod@s pueden estar, aprender y participar en la escuela – debe dar a cada persona la oportunidad de cumplir sus distintos y diversos intereses, sueños y pasiones, a través de la educación. Por lo tanto, podemos decir que un currículum es incluyente cuando permite que tod@s aprendan lo que quieren y lo que necesitan.

Actualmente, el currículum de educación básica en México presenta diferentes barreras para lograr ser incluyente. El nuevo Modelo Educativo ha considerado cambios relevantes que podrían resultar en un proceso educativo más incluyente, sin embargo, seguimos identificando un diseño rígido, limitadas posibilidades de adecuación de acuerdo al contexto, y una falta de plan o ruta de implementación que pone en juego el aprendizaje de las niñas, niños y jóvenes. ¿A qué nos referimos con esto? A pesar de que el nuevo Modelo Educativo reconoce la importancia de flexibilizar el diseño curricular, éste seguirá a cargo de la SEP, específicamente de la Dirección General de Desarrollo Curricular, dejando a las escuelas un porcentaje de horas lectivas (que varía de 2 a 27 por semana dependiendo el nivel, tipo de servicio y si es de jornada completa) para aprender lo que quieran… lo que quieran de cinco campos que la SEP ha establecido: profundización de aprendizajes clave; ampliación de las oportunidades para el desarrollo personal y social; nuevos contenidos relevantes; conocimiento de contenidos regionales y locales; e impulso a proyectos de impacto social.

Un ejemplo de los obstáculos para la adecuación curricular es el caso de las barreras para el aprendizaje y la participación (BAP) que experimentan las y los alumnos. Este trabajo continúa a cargo de las Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER – aunque pueden tener distintos nombres a nivel estatal), pero estas Unidades sólo llegan a un mínimo de escuelas en las zonas más aventajadas del país, dejando a muchas alumnas y alumnos sin el apoyo necesario para aprender. Por otro lado, la implementación curricular en las aulas está a cargo de las y los docentes, sin embargo, no hay actualmente una ruta definida para formarles en el plan de estudios derivado del nuevo ME. ¿Hasta cuándo niñas y niños van a seguir aprendiendo el currículum anterior? ¿Quiénes serán las y los niños que podrán beneficiarse de lo que, en teoría, este nuevo Modelo traerá? ¿Por qué no se planea para tod@s?

Además, las comunidades indígenas aprenden con libros de texto, componente importante de un currículum, absolutamente descontextualizados; algunos no han sido actualizados en más de veinte años, mientras que los libros de texto de educación regular se actualizan con frecuencia, a veces cada año. Por otro lado, los estereotipos de género en las representaciones de estos libros – documentados en un estudio realizado por la propia SEP – es un punto de exclusión que impacta tanto a niñas como a niños. Hasta ahora, no se ha anunciado oficialmente un plan para asegurar que los materiales que deriven del nuevo Modelo Educativo no repitan estas exclusiones.

La propuesta del nuevo ME considera involucrar a la comunidad en la definición de lo que se aprenderá en el espacio de autonomía curricular.

Sin embargo, el Modelo no ha presentado una estrategia de desarrollo de las capacidades de la comunidad escolar para realmente empoderarlas y promover su participación efectiva. Sin esto, será imposible lograr lo que el Modelo busca y se quedará siendo un ejercicio de buenas ideas.

En nuestro estudio sobre educación incluyente, Tod@s, abordamos de manera más extensa un análisis sobre el currículum actual en México y proponemos acciones para encaminarlo hacia uno incluyente. Entre estas propuestas incluimos: 1) el reconocimiento a la diversidad – abrir la posibilidad de realmente contribuir al diseño curricular desde el ámbito local para impactar positivamente el desempeño y la inclusión de las comunidades escolares; 2) flexibilizar y descentralizar el diseño de manera efectiva para responder a las expectativas y necesidades de todas y todos, promover la participación de los estudiantes, democratizar las oportunidades, y visibilizar temas transversales; 3) un diseño participativo para eliminar la exclusión de la comunidad escolar en la definición de lo que se debe aprender; y 4) diseñar y usar materiales didácticos para la inclusión.

Como ciudadan@s, miembros de la sociedad civil, maestr@s y familias, debemos seguir con atención los resultados del pilotaje de este nuevo currículum durante el ciclo escolar 2017-2018 para involucrarnos y exigir una educación incluyente para tod@s.

La autora es Investigadora en Mexicanos Primero.

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