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Las pandillas, adolescentes invisibles

Por José Reyez

Jóvenes pobres se agrupan para formar organizaciones de autodefensa en “territorios enemigos”, donde la única alternativa es romper la ley. Y la violencia es vista como el único recurso para enfrentar la violencia que ya padecen: explotación, abandono y cancelación de los derechos más elementales. La muerte se convierte en un negocio lucrativo

A diferencia de los jóvenes que formaron parte de los carteles del narcotráfico, el informe especial Adolescentes: vulnerabilidad y violencia –investigación del Centro de Investigación y Estudios en Antropología Social (CIESAS), publicada en colaboración con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)– destaca que el 27 por ciento de los adolescentes privados de su libertad que fueron entrevistados (122 de 452 casos) cometió delitos graves en asociación con integrantes de pandillas en el barrio o la colonia donde vivían, y donde el alcohol y las drogas invariablemente estaban presentes, tanto como el deseo de allegarse de recursos para poder seguir consumiendo.

Un muchacho de la Ciudad de México describe que sus amigos de la cuadra tenían dinero y quería saber cómo lo hacían. Persistió en su afán hasta que aprendió a robar autos. “Al principio, checaban cómo lo hacía yo y, aunque no lo había hecho, se me facilitó. Les quitaban los coches a personas con un arma. Todos hacíamos lo mismo, menos el que vendía los carros con sus conectes en los estados de la república. Diario robábamos varios carros… con un arma no es difícil, la gente sabe que es el carro o la vida”.

Las pandillas representan el esfuerzo espontáneo de niños y jóvenes por crear, donde no lo hay, un espacio en la sociedad, en el cual puedan ejercer los derechos que la familia, el Estado y la comunidad les han vulnerado. Sus espacios de encuentro son las calles, las cuales ocupan con un sentido de pertenencia e identidad territoriales, indica el informe elaborado por la doctora Elena Azaola y un grupo de especialistas del CIESAS.

“Participaba en una banda de robo de bancos; hicimos varios robos, pero sólo me comprobaron dos. Después de 1 año, me entregué porque la policía ministerial se llevó a mi familia y no la iban a soltar hasta que me entregara”, relata un adolescente de Baja California.

Así, uno tras otro, a lo largo y ancho del país, miles de jóvenes describen la cruenta realidad que les ha tocado vivir a su corta edad. Episodios de violencia sin fin en la que está inmerso el país entero y a la que se acogen los jóvenes como una forma de vida.

La mayoría de las pandillas se reúnen para hacer deportes, ir a fiestas, consumir alcohol, drogas y defender su territorio frente a otros grupos, en medio de riñas y disputas. Pero también se organizan para robar, asesinar, secuestrar, en acciones en las que apenas libran la muerte para contar sus historias.

“Hacíamos puros asaltos a casas habitación, a tiendas, éramos unos 15, entre mayores y menores de edad, que vivíamos en la misma zona. Vendíamos y consumíamos droga. Yo me pegué con esos chavos porque me sentía más aceptado por ellos que por mi papá, quien es policía y estuvo en la cárcel por golpear a mi mamá; por eso ni caso le hago”, cuenta un chico de Oaxaca.

A diferencia de lo que ocurre en los grupos de delincuencia organizada donde invariablemente los hechos de violencia involucran el uso de armas de fuego y de alto poder, en las pandillas, cuando surge la violencia, casi siempre utilizan armas blancas, piedras, palos o botellas. Aunque algunos adolescentes entrevistados refirieron el uso de armas de fuego.

Un chico de Jalisco, relata: “pertenecía a una pandilla, éramos como unos 100. Traíamos problemas con otra pandilla del mismo barrio. Nos enteramos que varios de la otra banda nos querían dar piso [matar], entre los que estaba yo. Nos adelantamos, encontramos a su líder afuera de su casa con su novia y le disparamos”.

También, el estudio refiere que no siempre el propósito de las pandillas es cometer delitos, en ocasiones éstos resultan de manera imprevista como resultado de diversas circunstancias, como las riñas en que participan, y más aún cuando media el consumo de alcohol u otras drogas.

Miembro de una pandilla de Tabasco integrada por 18 adolescentes, un joven describe el pasaje que cambió su vida. Un día acudió con su primo a una fiesta y al salir, drogados, detuvieron un taxi. En el camino, decidieron asaltarlo. “Lo maté con una navaja y lo dejamos tirado. Nos detuvo la policía por el reporte del robo del taxi y nos vincularon con el homicidio”.

Un caso similar es el de un adolescente de Baja California, quien relató haber pertenecido a una banda de 120 integrantes. “Nos drogábamos, peleábamos con otras pandillas y robábamos. Me detuvieron por matar a una persona a la que intentamos quitarle el vehículo, junto con mi primo y un amigo. La persona no quiso pararse y, por accidente, le disparé y lo maté al momento”.

La necesidad que tienen los adolescentes de pertenecer y asociarse, sobre todo cuando desertan de la escuela y tienen pocas expectativas de poder ingresar al mercado de trabajo formal, los lleva organizarse en las pandillas. Así, los grupos de pares que se reúnen en las esquinas de los barrios populares, brindan a estos jóvenes la oportunidad de pertenecer a una banda, clica, mara y tener una identidad generalmente asociada a un nombre.

Un adolecente de Zacatecas, narra: “éramos cinco amigos que empezamos a tomar y drogarnos desde los 12 años. Perdimos el interés en la escuela y nos salimos. En una ocasión, estábamos en la casa de un señor que nos regalaba mariguana. Comenzó a acusarnos que le robamos la droga. Sacó un cuchillo y quiso matarnos, pero entre todos le dimos”.

Para Héctor Castillo Berthier, doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las pandillas son sólo algunos de los nuevos símbolos de una vieja realidad:

“Organizaciones de autodefensa juveniles en ‘territorios enemigos’, donde ser joven pobre —y más aún si se es migrante— tiene un alto costo de discriminación; donde la única ‘salida’ a la marginalidad tiene que romper la ley; donde la violencia, propia del sistema capitalista, es enfrentada con más violencia; donde la vida no vale nada, o más bien, donde se da el encuentro de la funesta realidad de saber que la muerte comienza a ser un negocio lucrativo.”

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Castillo Berthier destaca que para los jóvenes pandilleros, su grupo —su “familia”— sigue siendo una parte medular de su existencia, en donde ser pandillero significa ser solidario, alimentar a otro pandillero o asesinar por tu pandilla. Es decir, que ser pandillero está considerado por muchos como una auténtica forma de vida.

Sin embargo, precisa que no es posible hablar de los jóvenes en términos maniqueos para decir que todos son buenos o malos. Es natural que en los grupos sociales haya una mezcla indeterminada de los dos tipos, subordinada a las condiciones de vida materiales y sociales.

No obstante, surge en la sociedad un sentimiento y una percepción de “lo que son los jóvenes”, del peligro que representan y que muchas veces lleva a la misma sociedad a actuar en forma violenta e irracional, amparada por la inexistencia de “justicia” o la presencia de un estado de derecho débil y sin bases sólidas.

Y es que los jóvenes, asienta, como cualquier otro ser humano, tienen necesidad de reconocimiento y, cuando no están a su alcance los medios para adquirirlo de manera legítima, en ocasiones se valen de medios ilegítimos para ser reconocidos, para sentir que se les toma en cuenta, que son “alguien” y que tienen un lugar en la sociedad.

Asimismo, explica que las pandillas producen códigos de identidad que se expresan en la creación de sus propias normas, ritos, criterios de ingreso, conducta y disciplina, y simbologías que los diferencian de otros grupos y del resto de la sociedad. “La pandilla brinda a sus integrantes una ‘comunidad emotiva’, una familia sustituta que satisface las necesidades afectivas del joven y le provee dignidad, además de un sentido y forma de vida”.

El informe del CIESAS refiere que el alcohol y las drogas invariablemente están presentes en los testimonios de los adolescentes que han formado parte de pandillas, entre los cuales se observó que el deseo de allegarse de recursos para poder seguir consumiendo drogas, fue lo que representó el inicio de estos adolescentes en actividades delictivas.

Un adolescente de Sonora, que pertenecía a una pandilla de 49 adolescentes, describió que se reunían “para drogarnos, beber y pelear con otras pandillas. Con el tiempo, tuvimos necesidad de más y más drogas, por eso comenzamos a robar casas. No teníamos jefes ni líder, todos éramos iguales, cuando había problemas, todos nos ayudábamos”.

Ernesto, de origen maya, interno en Yucatán, fue acusado de robo con violencia. Relata que formaba parte de una pandilla que jugaba, iban a fiestas, se drogaban y peleaban con otras bandas. Ya había sido detenido ocho veces por mariguano y vandalismo. Recuerda que la policía lo golpeó: “Te echan gas lacrimógeno, te dan toques, patadas, te roban tu dinero y tu celular”. Refiere que consumía alcohol, mariguana, crack, piedra, solventes y “unas pastillas Pokemón para no dormir, para estar más thriller, y Clonazepam para dormir, para olvidar las cosas…”

Mujeres adolescentes, mayor vulnerabilidad

La investigación de los especialistas del CIESAS indica que no se encontraron pandillas integradas por mujeres; sin embargo, advierten que detectaron la presencia de chicas que durante las entrevistas dijeron que pertenecían a la misma pandilla que sus novios en calidad de acompañantes o para apoyarlos eventualmente en sus actividades delictivas.

En el caso de una adolescente del Estado de México, cuyo novio se dedicaba a robar y a secuestrar como parte de la pandilla a la que pertenecía, la chica expresó que acompañaba a su pareja porque “estaba enamorada y quería estar siempre con él”. Confesó haber participado en muchos secuestros durante 7 meses. “Mi labor era enganchar e investigar a los secuestrados”. La entonces Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada de la Procuraduría General de la República capturó a la joven junto con 15 miembros de la banda.

El informe señala que es más frecuente que las mujeres hubieran cometido delitos al tener que huir de sus casas por diferentes motivos y que cometan delitos impulsadas por el deseo de acompañar, apoyar, encubrir o complacer a sus parejas, actitud que es consistente con los patrones de conducta de género dominantes en la sociedad. No en pocas ocasiones las parejas se han apoyado en ellas para evadir la acción de la justicia o las han enganchado y seducido deliberadamente para obtener su complicidad.

Una vez que son detenidas y enviadas a los centros de internamiento, las mujeres también se encuentran siempre en situación de desventaja, ya que se las envía a la misma institución donde se encuentran los varones, pero se les coloca en una sección aparte con el fin de impedir que se relacionen con ellos. De este modo, con la intención de protegerlas, en realidad se les aísla y se les restan oportunidades al impedirles participar en las actividades que se imparten para los varones, ya sea de tipo educativo, deportivo o de capacitación laboral.

Las mujeres permanecen, así, la mayor parte del tiempo encerradas en su sección con muy pocas actividades, mientras que a los varones se les permite hacer uso de los salones, los talleres y los espacios abiertos. Otro motivo por el cual las mujeres se encuentran en desventaja, tiene que ver con los estereotipos de género que prevalecen en la sociedad y por los cuales se suele reprochar más a las mujeres cuando cometen delitos, que a los hombres.

El informe especial Adolescentes: vulnerabilidad y violencia, revela datos contundentes que constituyen una evidencia abrumadora acerca de las condiciones de mayor vulnerabilidad y desventajas que enfrentan las mujeres adolescentes y sus hijos en relación con las de los varones del mismo grupo de edad.

El estudio del CIESAS señala que los especialistas encabezados por la doctora Elena Azaola Aguirre encontraron que, de acuerdo con las Estadísticas de Población del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), durante los últimos 5 años la proporción de hogares encabezados por mujeres creció de 24.6 por ciento a 29 por ciento, lo que representa para 2015 un total de 9 millones 266 mil hogares encabezados por mujeres en el país.

“Esto significa un mayor número de mujeres que tiene que asumir mayores cargas y responsabilidades”, así como “un mayor número de adolescentes en desventaja al no contar con el apoyo de ambos padres. Esto último disminuye su potencial de desarrollo ya que, con frecuencia, las madres se ven obligadas a trabajar durante largas jornadas, con lo que también disminuye la calidad de vida de los integrantes de la familia.”

Por otro lado, si bien 15 por ciento de los adolescentes de 15 a 19 años en México no estudia ni trabaja, no obstante, este porcentaje es de 9 por ciento entre los hombres adolescentes mientras que para las mujeres es de 22 por ciento, lo cual representa un factor más de desventaja.

Otro grave problema que no impacta de la misma manera a hombres y mujeres, es el alto número de embarazos entre adolescentes, ya que de acuerdo con el Informe 2016 de Save the Children, en México hay casi medio millón de embarazos de adolescentes al año.

Jorge Freyre, director regional de esta organización, hace notar que muchos de estos casos se relacionan con la creciente violencia de género, ya que dentro de las familias se abusa de las niñas y adolescentes. También en ocasiones el embarazo se da por falta de opciones y de un proyecto de vida entre las adolescentes, más allá de los estereotipos culturales que, agrega el estudio del CIESAS, les dejan la maternidad casi como única opción.

La prevalencia de uso de métodos anticonceptivos en adolescentes de 15 a 19 años sexualmente activas, es de apenas 59 por ciento, resaltando los niveles más bajos en los estados de la república que cuentan con mayor proporción de pobres.

La falta de acceso a información, a servicios de salud sexual y reproductiva de calidad y a oportunidades de desarrollo que respondan a los cambios biológicos, cognitivos y socio emocionales que se presentan en esta etapa de la vida, es otro reto importante que afecta más a las mujeres que a los hombres adolescentes.

De igual modo, la incidencia de infecciones de transmisión sexual entre adolescentes de 10 a 19 años, es 13 veces mayor en las mujeres que en los hombres, con una tasa de 115 en comparación con 9 por 100 mil, respectivamente.

Especialmente preocupante es el hecho de que, uno de cada cinco nacimientos en México, es de una mujer adolescente menor de 20 años de edad. Asimismo, que entre 2006 y 2012 el número de nacimientos en mujeres adolescentes se incrementó 15 por ciento y que, entre 2006 y 2014, se han registrado casi 100 mil nacimientos de mujeres menores de 15 años.

Asimismo, el informe de Save the Children, señala que el 12 por ciento de las mujeres que abandonaron la educación media superior reportaron que el embarazo fue la principal causa de su deserción. En contraste, sólo 2 por ciento de los hombres reportaron haber embarazado a su novia como la principal causa de su deserción escolar.

Se encuentran en mayor desventaja las mujeres adolescentes de estratos socioeconómicos más bajos, ya que 60 por ciento de las adolescentes sexualmente activas de estos estratos, se embarazaron, en contraste con 20 por ciento de las que pertenecían a un estrato socioeconómico alto. A su vez, una adolescente que vive en condiciones de pobreza y tiene un hijo a temprana edad, tiene mayor probabilidad de reproducir el ciclo de la pobreza, pues esta situación la coloca ante un conjunto de vulnerabilidades que disminuyen sus oportunidades de desarrollo y las de sus hijos.

Los resultados de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (Enaid) de 2014, muestran que las tasas de embarazo adolescente se incrementaron durante el periodo de 2009 a 2013. Mientras que en el primer año referido ocurrían 71 nacimientos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años, en el segundo la tasa se incrementó a 77 por cada mil.

Si a estos nacimientos se agregan los que ocurren entre mujeres menores de 15 años, tenemos que, durante el periodo de 2004 a 2013 hubo un total de 4.5 millones de nacimientos de madres menores de 19 años. Esto implica un promedio diario de 1 mil 232 nacimientos o 51 nacimientos cada hora por parte de niñas y adolescentes madres que son menores de 19 años.

La misma encuesta destaca una correlación que ya otros estudios a nivel internacional, como los del Banco Mundial, han señalado de manera repetida: que existe una tasa más elevada de fecundidad entre las mujeres que cuentan con más baja escolaridad. La Enaid de 2014 mostró que, en México, las mujeres que cuentan con escolaridad media y superior, tienen 1.79 hijos en promedio, mientras que las que carecen de escolaridad, tienen 3.3 hijos en promedio.

José Reyez

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195563.html

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La Buena Educación

Por Carolina Vásquez Araya

Cuando era niña se me enseñaba a nunca contradecir a los mayores.

Las sociedades están integradas por seres humanos diversos, nacidos en ambientes diferentes de padres únicos y en condiciones particulares, desde las cuales se van modelando carácter y personalidad. La niñez es, en realidad, una etapa de la mayor vulnerabilidad durante la cual las personas son entrenadas para pensar, comportarse y creer de una manera definida por los adultos de su entorno. En ese proceso inciden madres, padres, familares cercanos, vecinos, maestros y líderes espirituales.

Nadie escapa a este “modelaje” iniciático en el cual se imprimirán, como hoja en blanco, una serie de códigos, ideas, conceptos y actitudes como espejo de otros códigos, ideas, conceptos y actitudes heredados de generaciones pasadas y así hasta el infinito. Sin embargo, cuando se inicia la etapa escolar comienza un proceso de re evaluación de todo lo aprendido. Una gran oportunidad para corregir y perfeccionar el conocimiento acumulado. Es como cuando a una escultura se le quita la materia sobrante y se le agrega la que hace falta. Es un período de grandes experiencias, cuando las mentes ávidas de información absorben todo lo que se pone a su alcance y también cuando la calidad del educador y del entorno son vitales para fijar el interés del alumnado y optimizar los resultados del ejercicio pedagógico.

Resulta pertinente, entonces, preguntarse qué sucede cuando los docentes carecen de la preparación adecuada para impartir clases en el sistema educativo de un país. Cuando estos profesionales de la educación no llegan siquiera a aprobar las pruebas de aptitud básicas para optar a una plaza en ese sistema. Es de suponer, entonces, la existencia de una falla fundamental cuyo origen –estructural, por cierto- procede de políticas públicas deficientes y opuestas a priorizar la calidad educativa. Esta falta de atención a una de las bases fundamentales de todo proceso de desarrollo priva a la niñez de una formación intelectual mínima y acorde con estándares internacionales. Es decir, se provee de un sistema inservible con el único objetivo de presentar estadísticas más o menos aceptables ante una comunidad mundial crítica.

El producto de semejante sistema no puede ser otro que una serie de generaciones incompletas desde el punto de vista académico, cuyo potencial se desperdicia por razones diversas, ninguna de las cuales considera las devastadoras consecuencias que ello implica. No se propicia el análisis, los procesos de intercambio intelectual, los proyectos de investigación y tampoco se conduce a las nuevas generaciones hacia la búsqueda de respuestas a los grandes temas actuales. Estas deficiencias vienen aparejadas con una formación deficiente desde el ámbito familiar, lo cual deviene en comunidades humanas en donde las variantes del pensamiento se consideran una afrenta y suelen ser reprimidas al separarse de la norma.

La tendencia, entonces, es producir generaciones de humanos aptos para trabajos rutinarios en los cuales permanezcan durante toda su vida sin pretender cambios. Personas cuyas capacidades sean anuladas en función de un sistema productivo diseñado para ciudadanos obedientes y no deliberantes, como disciplinados soldados de una mega industria multinacional. Allí vemos, entonces, a una valiosa juventud desperdiciada sin oportunidades de crecimiento intelectual por falta de recursos, pero sobre todo por la ausencia de un Estado capaz de identificar en ella el enorme potencial de desarrollo y bienestar para la nación. Esta es la realidad en países gobernados por élites incapaces de aflojar las riendas para que el garañón abandone el trote y pueda galopar.

Elquintopatio@gmail.com

Blog de la autora http://www.carolinavasquezaraya

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Guatemala: los culpables de sus muertes somos nosotros

Ilka Oliva Corado

Yo estoy convencida de que Guatemala no tiene solución, y táchenme de lo que quieran. No tiene solución porque el problema somos nosotros. Nosotros la hundimos, la ensuciamos, la desangramos, la escupimos y la deshonramos. Nosotros somos los únicos culpables de todo lo que sucede en el país. De los feminicidios, de la hambruna, de las violaciones sexuales a niños, niñas, adolescentes y mujeres. Nosotros somos los culpables de los gobernantes que tenemos, de las bandas de saqueadores que infestan los tres poderes del Estado. Nuestro racismo, nuestra soberbia, haraganería, nuestro descaro. Nuestro oportunismo y la ligereza para pasar sobre quien sea cuando se trata de acaparar como los azadones.

En el 2015 se alzaban victoriosos por las manifestaciones de los sábados de ir a broncearse, las mismas fueron a morir con el voto a Jimmy Morales. Permitieron que les pusieran a otro títere, ¡en sus narices! Y todo porque no tuvieron las suficientes agallas para apostar por un cambio real. Era ahí, ése era el comienzo, sin embargo como típicos guatemaltecos se echaron para atrás. Eso sí, les quedaron las fotos para fanfarronear que fueron partícipes del despertar ciudadano. Pero patadas en el culo, diría tío Lilo.

¿Qué ha cambiado, qué cambio provocaron? Ninguno. Porque las cosas empeoran en el país, sigue el divisionismo, la falta de respeto a los Pueblos Originarios, por aquellos mismos capitalinos que en las manifestaciones de los sábados de ir a broncearse se jactaban de ser humanistas, y que amaban la patria y que la hermandad y que unidad y no sé qué y que no sé cuánto. Puros cuentos, era para la foto nada más.

La prueba irrefutable fue voltearle la espalda a la marcha reciente de los Pueblos Originarios exigiendo la renuncia de Jimmy Morales, ahí los capitalinos, catrines y graduados de universidad recularon en una muestra clara que de chilate están hechos.

En este momento hierven las redes sociales, el chucho y el coche comenta sobre el incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción que dejó 19 niñas muertas y 20 heridas. Unos indignados, otros fingiendo indignación y otros culpando a las niñas. Ese Hogar se viene investigando desde el año pasado cuando salió a la luz pública que ahí las autoridades violaban niñas y adolescentes y que había un enorme problema de trata de personas con fines de explotación sexual. Se realizaron varios reportajes escritos y televisivos que presentaron prueban contundentes de las denuncias, además del estado de calamidad en el que las tenían, instalaciones no aptas para refugio de ninguna persona.

Sin embargo con pruebas y todo las masas no salieron a manifestar, ¿por qué? Porque eran niñas y adolescentes que pertenecen al sector más marginado y golpeado de la sociedad. Porque eran las nadies de todos los tiempos. Ahí no salieron licenciados, ni feministas, ni estudiantes universitarios, ni periodistas, ni humanistas, ni mierda, a manifestar masivamente exigiendo una investigación inmediata y solución al problema de salubridad del refugio y el de la trata. Al contrario se hicieron los locos, no era tema al que pudieran sacarle jugo, no era tema que diera para las fotos ni para la jactancia como lo fueron las manifestaciones del año pasado.

¿En donde estuvo en todo esto aquellos bocones encapuchados que gritaban en las manifestaciones del 2015, “la USAC es pueblo”? ¿O aquellos landivarianos que también para la foto dijeron lo mismo? Son pueblo cuando les conviene.

Hoy precisamente 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, ocurre un incendio en el hogar, hay 19 muertas y 20 heridas. Las autoridades no tuvieron la capacidad de dejarlos salir hasta que el incendio cobró vidas. Y los culpables somos nosotros, por la vergüenza de sociedad que somos, por inhumanos. Por oportunistas. También en este momento hierven las redes sociales, es más cómodo y requiere menos responsabilidad protestar por internet que hacer acto de presencia, que ir a poner el pecho, alzar la voz, con el rostro descubierto. Esas muertes pudieron ser evitadas y los abusos pudieron haber terminado si como sociedad nos hubiéramos pronunciado en su momento.

Nosotros y solamente nosotros somos los culpables de esas muertes. Nosotros y solo nosotros porque somos los responsables del sistema que tenemos, de los gobernantes que escogimos y que Guatemala cada día sea menos rescatable. Las muertes de esas criaturas y de todas las que han fallecido por hambre, falta de medicina y violencia institucional las llevamos en la conciencia, nos guste o no. Así como los feminicidios, la muerte de pilotos, el asalto a la tierra y a los ríos. El saqueo millonario por parte de las autoridades que nosotros pusimos ahí. Sigamos así, que cualquier día nos tocará a nosotros y ahí sí, vamos a corcovear de dolor y otros harán lo que estamos haciendo nosotros ahora mismo: volteando la espalda, aprovecharnos para la chachalaquera, acusarlas y señalar y juzgar con la autoridad moral de los come mierda. Pues entre come mierdas nos veremos.

http://cronicasdeunainquilina.com/2017/03/08/guatemala-los-culpables-de-sus-muertes-somos-nosotros/

Imagen tomada de: https://laopinionla.files.wordpress.com/2017/03/636245994476703971w.jpg?quality=60&strip=all&w=800

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libe

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Hace lo que le da la gana

Por: Gloria Hurtado

Pero existe otra violencia, sutil, “suavecita”, tranquila (¡), cómoda, que no produce escandalera. A veces ni se siente, porque se disfraza de “cuidado”, protección, “quiero lo mejor para ti” y fluctúa entre agresiones y luego compensaciones enormes para eliminar lo anterior. “El que reza y peca, empata”. Viajes, regalos, comidas, seducción, todo puede incluirse como borradores de las actitudes violentas.  Esta agresión queda condensada en una expresión lapidaria cuando el hombre se queja de que ella “hace lo que le da la gana”. Con la sensación implícita de que cuando la mujer tiene pareja, debe obedecer. Es decir debe someterse y “pedir permiso” para vivir. Como si la relación de pareja fuera un cambio de dueño,  donde ahora no obedece al papá-mama biológico sino al papá marido. Mujeres “normales”, corrientes hasta profesionales, exitosas, deben “pedir permiso” para múltiples actuaciones en su vida cotidiana. Soy consciente de que una cosa es informar (lógico en una relación de pareja o familia) y otra pedir permiso como si “a nombre del amor” entregáramos el manejo de nuestra vida.

Entonces, hoy que se celebra el día de la Mujer y antes de las consabidas flores o panegíricos dulzones para exaltar “lo mas lindo de la vida” revise qué tanto le ordena (y obliga) a su compañera a seguir sus instructivos. Aquí también existe una violencia tenaz porque es psicológica y está envuelta en la trampa de cuidado y protección. Cuando una mujer expresa que anhela un hombre “para que la cuide” inmediatamente  pregunto “¿cuántos años tienes? Cuidado y protección son condiciones que se dan cuando hay superiores e inferiores, fuertes y débiles, vulnerables y seguros. La mujer no es un ser desvalido que requiere cuidado. No significa que le pueden poner zancadilla pero ella misma, como ser humano, es capaz de caminar sola, acompañada de alguien. No fusionada y mucho menos “complementada”.

¿Por qué tiene que pedir permiso? ¿Por qué no puede hacer lo que le da la gana? ¿Acaso es la hija “mayor” de su cónyuge? Eso no significa que viva a espaldas de su compañero. Pero de allí a pedir autorización para vestirse, gastar su dinero, asistir a una convención, cortarse el pelo, pintarse las uñas, visitar a sus amigas, estudiar lo que desee, chatear o reírse a carcajadas, existe un abismo. Si usted, mujer, todavía pide permiso, aun cuando no esté en la cifra de las estadísticas, hay alguien ejerciendo violencia sobre usted, usted no maneja su vida, usted tiene dueño. Usted es objeto y alguien la manipula. ¡Piénselo!

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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Zapatero a tus zapatos: La participación del padre de familia en la escuela

Por: Rosalía Nalleli Pérez-Estrada

El modelo educativo 2016 incluye la participación de los padres de familia en la escuela para la formación integral de los alumnos. También especifica su competencia y declara que son los docentes quienes ejecutan el proceso de enseñanza y ayudan a detonar el aprendizaje en  la división de responsabilidades; indicando que se deben compartir las atribuciones para cada actor del sistema, de modo que den cuenta del cumplimiento de las obligaciones que  corresponden a cada uno.

Esto que se declara en el modelo educativo no exime a los padres para que puedan ser parte de la mejora continua,  en caso de que sean expertos en un tema, pero tampoco los incluye para que interfieran de manera directa en la toma de decisiones para la complejidad del proceso de enseñanza-aprendizaje. Su inclusión se anuncia en la clasificación del enfoque humanista  y cuando establece que “la educación tiene la finalidad de realizar las facultades y el potencial de las personas para que éstas, a su vez, se encuentren en condiciones de participar activa y responsablemente en las grandes tareas que nos conciernen como sociedad”. También los incluye cuando establece que: “todos los elementos del modelo educativo –currículo, directores, docentes, padres de familia, infraestructura, presupuesto, procesos, flujos de información, entre otros– deben responder al imperativo de la educación inclusiva y con equidad, como principios intrínsecos de la tarea educativa” (19).

Indudablemente, los padres de familia son, en muchos momentos, el motor que mueve a los estudiantes para que ellos avancen. Sin embargo, se vuelve imperativo que ellos lean la propuesta del modelo y que reconozcan sus límites, para no confundir su responsabilidad. Retomo este tema porque recientemente tuve la oportunidad de conocer a un grupo de padres de familia quienes, sin ser expertos en el área de inglés, cuestionaban situaciones que en lugar de ayudar al avance de sus hijos, los frenaban. Sus niños, inscritos en una escuela privada, de 12 años, aprenden inglés como lengua extranjera. Esta institución decidió impartir  3 horas de inglés a la semana, como un servicio extra, para que los niños avanzaran y desarrollaran nuevas competencias. Como parte del buen servicio, se decidió  tener a dos maestras de inglés para que atendieran a un grupo de 16 niños, con roles específicos, bajo un esquema de perfiles y descripciones de puesto definidos, encaminados a detonar su competencia comunicativa. El cuestionamiento fue la presencia de ambas docentes. Los padres de familia querían que solo se quedara una, que se cambiara de libro, que no se viera una estructura del idioma, etc. etc. Desafortunadamente este es un tema recurrente en diversas escuelas, donde los padres de familia creen que su participación significa poder sugerir a un docente lo que se debe de enseñar, controlar al director o al docente e incluso, es fácil encontrar a padres de familia amenazar con echar de la escuela a los directores o a los maestros  si estos no cumplen con sus peticiones.

Por tal razón se vuelve importante dedicarles un momento para que conozcan la propuesta del modelo educativo en su participación y dejarles muy claro el papel que a ellos les toca jugar, en este tipo de educación que no se queda únicamente en el aprendizaje, sino que busca ser centrada en la formación integral con un proyecto ético que rige su vida.  Su rol en la educación no formal debe de quedar muy claro y debe de respetarlo para que el sistema funcione mejor. Si no se sabe lo que le toca,  este tipo de situaciones  se seguirán repitiendo, entorpeciendo los resultados y evitando que respeten la propuesta inicial, en la que se establece que  el involucramiento en la escuela, de las madres y los padres de familia se encuentra en el proceso de aprendizaje de sus hijos y que deben de colaborar con la escuela para hacer realidad la impartición de una educación de calidad y la creación de ambientes seguros y afectuosos para todos los alumnos, entendiendo  que su verdadera participación está relacionada con su colaboración cercana con la escuela, con los profesores y la dirección,  compartiendo la tarea de educar a los hijos, pero no para interferir en ninguna etapa del proceso interno.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/zapatero-a-tus-zapatos-la-participacion-del-padre-de-familia-en-la-escuela/

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Generaciones, ancestros, ramificaciones y matemáticas

Por: Ignacio Mantilla

A veces las matemáticas nos permiten entender algunos fenómenos sociales, también algunas veces nos facilitan la comprensión de ciertos mensajes. A este último caso quiero dedicar las reflexiones de hoy.

Hay un viejo problema, muy sencillo de comprender, que conocí hace años, siendo estudiante de matemáticas; se trata de hacer un cálculo simple que nos muestra cifras sorprendentes sobre el número de nuestros ancestros. El tema vino a mi memoria al ver hace algunos días el bello video de Alejandro Balbi, disponible en internet bajo el título de “Matemáticas Ancestrales”.

La denominación de una generación, medida en años, es comúnmente confundida con las décadas. Se habla de la generación de los 70 o de los 80, haciendo alusión a los nacidos en esas décadas. También existe el criterio de definir una generación de acuerdo con las costumbres de las personas en un período de tiempo y se tiende a confundir la duración de una generación con el tiempo que dura un hábito general, un modo de educación o incluso un uso común de transporte, de determinados aparatos, de procedimientos médicos o de un tipo de alimentación. Es decir, períodos de hábitos, usos o costumbres que luego desaparecen o que dejan de ser frecuentes. También hay otros ejemplos de denominación muy difundidos hoy, como la “generación X” o la “generación de millennials”.

Es mucho más acertado, en cambio, decir por ejemplo, que un restaurante ha pertenecido a tres generaciones distintas cuando se hace referencia a que el padre y el abuelo del actual propietario también fueron sus dueños.

Si aceptamos que el lapso de tiempo que abarca una generación es la diferencia de edad entre padres e hijos y tenemos en cuenta que la mayoría de las madres tienen sus hijos entre los 17 y los 33 años, entonces 25 años es un promedio adecuado para una generación estándar. Naturalmente hay sociedades, países o incluso estratos en los que estos rangos son distintos.

Ahora vamos a hacer un cálculo sencillo: todos tenemos una madre y un padre, es decir 2 personas de las que descendemos, que pertenecen entonces a la primera generación que nos antecede. Todos tenemos 4 abuelos, que pertenecen a la segunda generación. De la misma forma, todos tenemos 8 (2 elevado a la 3) bisabuelos, en la tercera generación. Continuando de esta manera, encontramos 16 (2 elevado a la 4) tatarabuelos en la cuarta generación; y tenemos 32 (2 elevado a la 5) “tatara-tatarabuelos», y así sucesivamente, de tal forma que en la generación número 10 anterior tuvimos (2 elevado a la 10) “tras-tatarabuelos»; esto es 1024 personas pertenecientes a la décima generación anterior, es decir que vivieron hace unos 250 años, de las que descendemos en forma directa.

Pero si examinamos un poco más atrás y nos ubicamos, por ejemplo, en 1492, cuando Cristobal Colón arribó a estas tierras, es decir 21 generaciones antes, y queremos saber cuántos son nuestros “tras-tatarabuelos” de aquella época, nos sorprenderemos. En efecto, encontramos que fueron 2 097 152 (2 elevado a la 21). Dicho de otra forma: cada uno de nosotros existe hoy, gracias a más de dos millones de personas que vivían cuando se descubrió América, que nos han dado una descendencia directa a través de padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, en fin, “tras-tatarabuelos”. Con una sola de esas personas que hubiese faltado, no habríamos nacido, pues en este cálculo estamos teniendo en cuenta solo ancestros directos.

A estas tierras, que habitaban los pueblos indígenas, llegaron desde el descubrimiento de América grupos importantes de inmigrantes de todo el mundo, y entre todos hemos conformado una gran familia. Con una alta probabilidad, en ese amplio grupo de personas que también intervinieron después, encontramos algún “tras-tatarabuelo” común sin que lo sepamos. En efecto, si sumamos ahora los padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y “tras-tatarabuelos” de las generaciones que siguieron a los 2 097 152 iniciales, obtenemos la cifra de 4 194 302 (que corresponde a 2 elevado a la 22, menos 2). Ese es el número de personas que, desde Colón, conforma el grupo de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, y “tras-tatarabuelos” hasta la generación 21. Imaginemos ahora cómo sería si contáramos hermanos, primos, tíos y demás parentela de nuestros ancestros directos.

En ese inmenso grupo de ancestros de cada uno de nosotros hubo, como bien lo señala Alejandro Balbi en el video antes mencionado, campesinos, profesores, comerciantes, religiosos, artesanos, aventureros, prostitutas, navegantes, ladrones, empresarios, gobernantes, obreros, en fin, no lo sabemos. Muy poco sabemos sobre nuestros ancestros antes de la tercera generación, pero cuando nos cruzamos con un desconocido en la calle, muy probablemente se trata de un pariente con quien tenemos algún “tras-tatarabuelo” común. Igual cuando nos cruzamos con un indigente que cuando tropezamos con un ejecutivo. En ambos casos la probabilidad es alta.

La curiosidad por estos temas ha conducido actualmente al estudio de la composición de árboles genealógicos y de la ramificación de los grupos familiares como un problema de interés en muchas investigaciones formales de las Matemáticas, la Estadística y la Actuaría, pero principalmente en una rama de la Probabilidad y los Procesos Estocásticos denominada Procesos de Ramificación.

Los colombianos somos una numerosa familia, cada uno de nosotros es el milagroso fruto de más de 4 millones de personas que han vivido durante un poco más de 5 siglos para darnos una descendencia directa. Y estoy seguro de que nuestro “tras-tatarabuelo” común esbozaría una sonrisa si observara que ya dejamos de pelearnos.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/generaciones-ancestros-ramificaciones-y-matematicas-columna-682838

Imagen: https://xombitgames.com/2015/01/agiliza-mente-trucos-matematicas

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Las últimas perversiones del feminismo

Por: Lidia Falcón

Este 8 de marzo se cumplen 108 años de la masacre de la fábrica Cotton de Nueva York, en la que murieron asesinadas 200 mujeres que se habían encerrado dentro para reclamar aumentos de salarios y el empresario incendió la nave abrasándolas dentro. Ese día Clara Zetkin propuso que se instituyera el Día Internacional de la Mujer, una mirada a la situación que a parte del Movimiento Feminista nos desconcierta.

Nos estimula repasar los avances que en el mundo occidental ha conseguido MF. No diría que no se puede repetir la atrocidad de 1909, porque hace pocos años el techo de un edificio en Bangladesh se desplomó matando a mil trabajadoras que cosían dentro, en condiciones de esclavitud, para abastecer a las empresas de ropa confeccionada, Zara entre otras, donde las privilegiadas clientes europeas y americanas nos surtimos. Creo que es importante no olvidarlo.

Pero lo que desconcierta y desanima es comprobar cómo en este Primer Mundo, que disfruta de los avances que los movimientos sociales han alcanzado en siglos de cruentas batallas, un sector del MF, más desinteresado hoy de la lucha por la subsistencia, está derivando a defender reclamaciones que contradicen la esencia misma del feminismo.

Cuando reclamábamos el derecho al amor libre, vindicación que ha cumplido más de un siglo, no pudimos ni imaginar, ni nosotras ni nuestras heroicas antepasadas, pioneras de todas las luchas, que tal reclamación se pervirtiera de tal modo que se defendiera la prostitución como un trabajo aceptable, o incluso deseable, ignorando la degradación moral y la explotación económica que supone dicha esclavitud para las mujeres. Querría recordar como las anarquistas que fundaron el grupo Mujeres Libres, y que incluso se unieron a los hombres en la primera línea de fuego durante la Guerra Civil, fueron enormemente críticas contra sus compañeros que frecuentaban los prostíbulos.

Federica Montseny, nuestra primera ministra de Sanidad durante la contienda, creó los liberatorios de prostitución, ofreciéndoles a las mujeres acogida, mantenimiento y formación profesional. Y 80 años más tarde un sector del feminismo ve con complacencia la explotación de las víctimas, haciendo una infame campaña a favor de legalizarla, montando incluso una Escuela de Prostitución en Barcelona, que permiten tanto ese Ayuntamiento del cambio, como la independentista Generalitat ─que no sabemos si la financia─, que sólo se ocupa de separarse del resto de España. Supongo que si consiguen la independencia, el gobierno catalán podrá convertir Cataluña en el prostíbulo de Europa.

Cuando aún no hemos logrado abolir la prostitución y situarnos entre los países avanzados moralmente, nos  encontramos con que unos sectores del movimiento LGTB defienden legalizar “los vientres de alquiler” Es decir, la mercantilización más absoluta del cuerpo de la mujer.  Y como esa es una demanda del movimiento homosexual, predominantemente masculino, que tiene influencia en muchos de los partidos políticos, y dinero para financiar sus campañas, han logrado que la mayoría de ellos no se defina en contra,  a la espera de ver cuántos votos logran.

Pues todavía tenemos que conocer nuevas tendencias que vienen a perturban aún más la ideología feminista.

¿Ustedes saben lo que son las TERF? No se sientan ignorantes, yo tampoco lo sabía hasta hace dos días. TERF, acrónimo de trans exclusionary radical feminist, resulta que somos nosotras. Sí, las feministas de siempre, las que reclamamos desde hace 200 años libertad, igualdad, solidaridad. Ese término se lo han inventado un grupo de transexuales, apoyadas al parecer por otro grupo de LGTB, que siguiendo la teoría queer ─aquella que dice que no nacemos con una pretedeterminación de sexo sino que a lo largo de la vida escogemos variablemente el que queremos─ han decidido que ni el sexo, ni la edad, pueden ser definitorios.

Para resumir lo que está llenado páginas de webs, de Facebook, de WhatsApps, incluso de libros: una puede ser mujer u hombre, según lo decida en el momento en que así lo desee, y una y uno, igualmente. Y si esta transformación ya era conocida, e incluso amparada por las leyes, pero implicaba someterse a los cambios físicos que acompañan a las características de cada sexo, ahora no. Ahora todo el mundo es un transformista y puede serlo por la mañana o por la tarde, este fin de semana o el mes que viene. Y del mismo modo escoge en cada momento la edad que desea. No es preciso tener, o pretender, la apariencia física correlativa al sexo que se desea.

Una foto de un señor con unos bigotazos negros lleva la leyenda: “Soy una niña de cinco años”. Tal es la transformación que ha escogido. Y, en consecuencia, se ha sentido con derecho a acosar sexualmente a un niño de seis. Porque él se siente niña pequeña, y en consecuencia no es un pedófilo ni un pederasta sino un transgender, y por ello tiene derecho a violar niños. Y quienes nos opongamos a semejantes desquiciadas fantasías, somos TERF, homofóbicas, transfóbicas y perseguidoras de la libre elección de sexualidad y de edad.

Lo peor es que algunas conocidas activistas del movimiento LGTB están dando cobertura a tales peligrosos disparates, y cuando se les lleva la contraria difunden toda clase de críticas, trufadas de insultos, contra las TERF, que somos nosotras. Incluso se preguntan si no podrían agruparnos a todas y tirarnos al mar.

Una doctora de EEUU está haciendo campaña a favor de la pederastia, acusando a los TERF de penalizar la sexualidad infantil como antes se penalizó el amor libre y la homosexualidad. Y en estas polémicas, que llegan más allá de las palabras puesto que se ponen en práctica abusando sexualmente de niños y niñas, invierten su tiempo ─alguien también pagará─ las otrora activistas del feminismo.

Y yo pienso, las que a tal campaña se dedican sin duda pocos sufrimientos padecen y menos son capaces de observar y emocionarse por los de las demás mujeres del mundo. Esas feministas no sólo invierten su tiempo y su capacidad mental en discutir qué sexo van a llevar hoy, como si fuera el vestido que se cambian, sino que están siendo el soporte de la campaña que han desencadenado los pederastas para violar impunemente niños y niñas.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/03/08/las-ultimas-perversiones-del-feminismo/

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