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En Singapur cada escuela diseña un sistema de enseñanza y aprendizaje

 Asia /Singapur, 8 de abril de 2017, Fuente: webmaestro.

Héctor Llanos Martínez, reseña cómo es la enseñanza en ése país que ha logrado la más alta puntuación en el Informe PISA, y presenta un video, el cual Pak Tee Ng, decano asociado y responsable del liderazgo en el Grupo de Estudios Académicos del Instituto Nacional de Educación de Singapur, comenta las tres claves del éxito, el programa Edusave, el modelo de escuela del futuro, el uso de la web The Conversation y centrar la descentralización para obtener los logros educativos de su país.

Con fines únicamente educativos – pastorales, compartimos la reseña de VERNE, EL PAÍS(España), esperando que esta información nos ayude a conocer cómo lo hacen ellos, aunque sea otra latitud, otra cultura,… porque como dice Llanos “la solución de los países occidentales no es tanto copiar paso a paso esa metodología como adaptarla”.

“Enseña menos, aprende más”: el método educativo de Singapur.

“La educación es una inversión, no un gasto”, afirman las instituciones del país.

Singapur encabeza el Informe PISA, que mide los conocimientos de los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria. La educación española se estanca, a pesar de haber tramitado tres leyes educativas desde que comenzó esta evaluación. Aunque no se pueden establecer comparaciones entre países en contextos diferentes, muchos se preguntan desde hace años por el secreto del éxito del país asiático. Sus instituciones educativas ya tienen una respuesta preparada.

El Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA en sus siglas en inglés) evalúa, cada tres años y a través de varios exámenes, el rendimiento de alumnos de 15 años en áreas temáticas clave. En la edición de 2015 se centraba en matemáticas, ciencias y lectura.

Maestra con sus alumnos en una escuela de Singapur.. Ministerio de Educación de Singapur

La presencia en los últimos años de Singapur en los primeros puestos del mismo, al igual que en el Estudio de las Tendencias en Matemáticas y Ciencias (TIMMS, en sus siglas en inglés), coloca a su sistema educativo como ejemplo de éxito.

Pak Tee Ng es decano asociado y responsable del liderazgo en el Grupo de Estudios Académicos del Instituto Nacional de Educación del país. En un vídeo colgado en YouTube en 2014, titulado “Enseña menos, aprende más”, comentaba las tres claves del éxito de su país.

Antes de enumerarlas, el profesor aclara en la grabación que las instituciones educativas de su país “no se centran tanto en los resultados del informe PISA como en la educación de los estudiantes en las escuelas”. Los tres principios de su sistema son los siguientes:

  1. Uno de los aciertos de Singapur, según sus palabras, es “entender la educación como una inversión y no como un gasto”. Nunca se han recortado sus presupuestos, “ni siquiera en tiempos complicados desde el punto de vista financiero”, asegura.
  2. “Reclutamos muy buenos profesores y prestamos atención a su desarrollo profesional”, comenta Pak Tee Ng,
  3. “El trabajo conjunto para objetivos comunes” entre el Gobierno, el Ministerio de Educación, las escuelas y los profesores, es también un acierto.

El programa Edusave es la columna vertebral de la educación singapurense. Se lanzó en 1993 con el objetivo de maximizar las oportunidades para los estudiantes de escuelas financiadas por el Ministerio de Educación. Uno de sus objetivos es el de buscar que los alumnos sobresalgan en “áreas académicas y no académicas”, explica en su página web.

La contribución inicial del Gobierno para el programa Edusave fue de 1.000 millones de dólares y se ha ido incrementando a lo largo de los años hasta alcanzar los 5.500 millones de dólares en el año fiscal 2013, informa su web oficial. Su población es de 5,5 millones de habitantes y se coloca como el séptimo país por PIB per capita.

Calidad mejor que cantidad

Calidad de la educación en vez de cantidad es uno de los conceptos a seguir. Intentan centrarse en aspectos como la creatividad y el pensamiento crítico en vez de hacerlo bien en los exámenes. De esa idea nace el eslogan “Enseña menos, aprende más”, explica.

Centrar la descentralización es, aunque parezca paradójico, una táctica del Ministerio de Educación de Singapur, un país soberano formado por 63 islas. “Todas las escuelas se alían en unos objetivos nacionales comunes, pero se anima a cada escuela a que diseñe un sistema de enseñanza y aprendizaje propio que se adapte a sus estudiantes”.

Pak Tee Ng menciona justamente las tres materias que evalúa el informe PISA para destacar que en Singapur se celebran por igual otras áreas de éxito, representadas en asignaturas como el deporte y las artes.

Adaptarse a los tiempos es igualmente importante, por lo que la receta educativa actual no será la misma en el futuro. “Ojalá tenga que hacer otro vídeo dentro de 20 años explicando el secreto de nuestro éxito. “No cambiamos nuestro sistema educativo por el mero hecho de cambiar, sino de manera meditada”.

El modelo de escuela del futuro, con el que el Gobierno prepara a todos los alumnos desde que tienen tres años para que aprendan a programar circuitos, drones y videojuegos, es también un ejemplo a seguir a nivel internacional.

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Un alumno probando Pump, el videojuego creado por su compañero en un colegio público de Singapur.B. G.

The Conversation, web estadounidense que recopila informaciones e investigaciones relacionadas con la educación, analizaba en 2014 el “Enseña menos, aprende más” de Singapur. Recordaba que el sistema surgió entre 2004 y 2005 y que no supuso una transición sencilla para un país con reglas institucionales muy establecidas hasta ese momento. Su determinación para adaptarse a las necesidades del siglo XXI le llevará a lograrlo, augura el texto.

La solución de los países occidentales no es tanto copiar paso a paso esa metodología como adaptarla. Es necesario asegurar “un equilibrio en nuestros sistemas de enseñanza y que no se basen tanto en obtener buenos resultados en los exámenes como en involucrar a los alumnos en el modo de adquirir conocimientos específicos de una materia”, concluye.

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En la educación nos jugamos el futuro (4): ¿Qué tenemos que cambiar para educar con calidad?

Por María Victoria Peralta

Educar nunca será fácil porque es el fenómeno humano más complejo. Aunque no hay recetas, desde la teoría, la práctica y la investigación, ya sabemos lo que tenemos que hacer, lo que debemos cambiar para educar con calidad, para tener mejores resultados. Y porque ya sabemos y ya tenemos conocimiento, apostar a una educación de calidad es un tema ético.

No basta con garantizar la más amplia cobertura en la educación infantil. Necesitamos garantizar la calidad. Por muchas razones teóricas, por variadas investigaciones realizadas, ya podemos pensar en una educación infantil de mejor calidad en América Latina. Y podemos hacerla. Es posible. Y hacerla no depende de grandes recursos financieros, de infraestructuras sofisticadas, de materiales didácticos costosos. Depende de reconocer que niños y niñas merecen mejores posibilidades y oportunidades, que podemos hacer de ellos mejores protagonistas de la época en que viven.

 Criterios de calidad en el diseño de la propuesta educativa

¿Qué criterios debemos considerar para resguardar la calidad en cada uno de los procesos de instalación de programas educativos? En el diseño de las propuestas hay que considerar varios criterios fundamentales. El primero: ningún programa funciona bien si no se hace una clara identificación de la población a atender y de sus características. Si la población infantil está dispersa o en medio del desierto o de la selva, se necesita una propuesta a distancia, con un educador itinerante, con el uso de la radio o de la televisión.

Habitualmente, esto no se tiene en cuenta. Se tienen uno o dos modelos de atención a la infancia y este esquema se aplica en todas partes. Ésta ha sido la historia de los “hogares de cuidado diario” -tienen distintos nombres- que se han desarrollado en América Latina, copiando modelos de los países desarrollados. He visitado estos hogares en Estados Unidos y en Dinamarca. Uno llega a casas que dicen ser de clase media -entre nosotros serían de clase alta- y encuentra un dormitorio especial para los niños, muchos juguetes, y una familia que recibe a dos o tres bebés y cobra por atenderlos. En esa familia, el padre es un tornero que trabaja en su propio taller en la casa y la madre tiene hijos mayores que pueden ayudarla a cuidar los bebés. Ese modelo se ha trasladado tal cual a América Latina, donde son otras las condiciones: una casa con una única habitación donde se mete a un montón de bebés, quitándole a esa familia su único espacio de convivencia.

Segundo criterio: la relevancia de los objetivos. Si planteamos una enorme cantidad de objetivos, desde la conservación del medio ambiente hasta la superación de la pobreza, pasando por la lucha contra la desnutrición y hasta por las justas reivindicaciones de las mujeres, es muy difícil que un programa educativo resulte exitoso. La focalización es fundamental: dos o tres objetivos relevantes. La mayoría de los programas de educación infantil en América Latina tiene más objetivos referidos a los adultos que a los niños. Y en la educación lo imprescindible, lo básico, es explicitar qué se quiere que aprendan los niños, qué habilidades afectivas y cognitivas deben aprender.

Otro criterio para que haya calidad: niveles de participación y de búsqueda de consenso y de apropiación del proyecto de los actores que están en la educación. Si yo no planifico la participación, no habrá participación. Y sin participación familiar, sin empoderar a las familias como familias pensantes y no sólo como colaboradoras, no habrá calidad. ¿Cómo buscar consensos? ¿Y cuál debe ser el consenso en un programa para la primera infancia que debe poner en primerísimo lugar qué van a aprender los niños en ese programa? Esa pregunta hay que hacérsela a los padres: ¿qué quieren ustedes que aprenda su niño, su niña? Con ese diálogo y con consenso habrá responsabilidades compartidas entre el programa y la casa.

Es importante que en el diseño se incorporen también grados de adaptación y de flexibilidad de la propuesta. En educación nada es rígido, nada debería serlo. Los modelos no pueden ser lineales, no pueden ser una secuencia donde nadie mueve después ni una piedra. Y hay que planificar la flexibilidad: instancias en las que educadoras y padres definirán objetivos, donde niños y familias decidirán entre varias opciones.
Debe haber también coherencia y consistencia entre los diferentes aspectos que componen la propuesta educativa. A veces, aparece una propuesta supuestamente muy democrática, muy participativa, pero a la hora de la evaluación, se acabó todo diálogo.

Finalmente, el diseño debe incorporar factibilidad y viabilidad. Esto no tiene que ver con grandes recursos. Tiene que ver con momentos y con condiciones. Si, por ejemplo, estoy trabajando en una comunidad agraria que está en pleno período de cosecha, será bien difícil que un programa pueda reunir a la familia cuando está en otras tareas. Hay que tomar estas precauciones antes de diseñar cualquier programa.

Con un mal liderazgo fracasaremos

Después del diseño, la segunda fase es gestionar lo diseñado. ¿Qué criterios de calidad debemos considerar en la gestión? En primer lugar, quién va a liderar el proyecto. Y para eso, tenemos que analizar qué calidad de líderes tenemos. ¿Somos abiertos, damos espacio, somos democráticos? Cuando en Chile volvimos a la democracia, al principio nos fallaban todos los programas educativos. Porque se diseñaban las grandes propuestas, se entregaban a las comunidades, había juntas de vecinos, había líderes -casi siempre una mujer-, pero esa líder llevaba años funcionando con modelos autoritarios. Le llegaba un proyecto super-democrático y ella lo instalaba, pero sin darle participación a nadie, diciéndole a todos lo que tenían que hacer. Años después, cuando logramos que las comunidades propusieran a sus propios líderes -algunas proponían liderazgos rotativos- todo comenzó a funcionar mejor. Con un liderazgo inadecuado fracasan las mejores intenciones. Lo ideal es un líder reconocido y valorado por la comunidad.

Otro aspecto muy importante de gestión administrativa es la adecuada distribución de las funciones que van a desempeñar todos los actores en el proyecto. Que no se recargue toda la responsabilidad en una o dos personas, que se deleguen funciones y que haya claridad en lo que hará cada uno. Si hay que cuidar mucho esto en cualquier institución humana, mucho más en un proyecto educativo, que intenta crear un ambiente humano propicio para el crecimiento de los niños y de sus familias. Es importante promover formas de relación y de trabajo democráticas, y evitar el verticalismo, en el que caemos con tanta frecuencia. Es crucial un liderazgo que incorpore todo aquello a lo que la comunidad aspira.

Un tercer aspecto esencial para que un proyecto funcione y no caiga de las nubes es la capacidad de establecer redes y coordinaciones inter-institucionales e inter-sectoriales. En América Latina fallamos mucho en esto. Siempre hay celos y a veces se funciona mejor a nivel de las bases que de las cabezas. Cuesta mucho más que se sienten tres o cuatro ministros o viceministros que juntar a toda la comunidad de una población. Las coordinaciones son necesarias no sólo para lo administrativo, también lo son en el plano educacional y cultural. Porque si quiero favorecer una educación que llamamos “del siglo XXI”, no puedo mantener a los niños entre las cuatro paredes del centro. Si queremos niños que vayan a la biblioteca pública, a museos, a talleres artesanales, será más fácil lograrlo con una red preparada para que los niños aprovechen todo el conocimiento, saberes y experiencias que les espera fuera del centro.

Empoderar es circular conocimientos

Hay que instalar un modelo de gestión que empodere a las personas. En el trabajo educativo hay que desterrar esa concepción verticalista en la que la educadora es la profesional y el papá y la mamá saben poco y no tienen educación. Empoderar es darle el poder del conocimiento al otro. Y eso significa hacer circular el conocimiento. Cuando decimos que estamos en una sociedad del conocimiento, ¿qué decimos? Que el conocimiento ya no está concentrado en unas personas o en unos centros, sino que circula libremente para que se lo apropien todos.

Ojo con los manuales que sólo entregan recetitas de qué hacer con el niño, con los textos donde no hay apropiación de sentido, donde no se piensa por qué hacer esto o hacer lo otro. No se puede desarrollar empoderamiento sin sentido, sin el por qué. ¿Cómo van a aprender los niños cosas trascendentes si sólo hacen palotitos y puntitos o si sólo pegan papelitos? Lo importante es explicarles por qué hacen lo que hacen. Igual con la familia. En el Ministerio de Educación de Chile hemos hecho un programa que se llama “Educando en los primeros años”. Empezamos con las mamás desde que están esperando a su bebé y les compartimos conocimientos de neurociencia, a nivel de divulgación, pero con toda la profundidad del tema. Que sean pobres o con poca educación no significa que no entiendan. Si les muestras una imagen del cerebro y les explicas lo que pasa en el cerebro de un bebé cuando no se le habla ni se le canta desde que nace y lo que eso afecta sus conexiones neuronales, estás¬ empoderándolas. Y empoderar es una de las grandes tareas para que nuestro proyectos educativos sean de mejor calidad.¬

Los queremos creativos

Después de un diseño de calidad y de una gestión que garantice calidad, ¿cuáles son los criterios esenciales para mantener esa calidad? Tiene que ver con la participación de la familia. No podemos hacer educación sin plantearle primero a la familia qué quieren que sus niños aprendan, a qué tipo de niños y de niñas aspiran.

La familia debe participar en todo el proceso. Si les pregunto al comienzo y después nunca más, no sirve. La familia debe participar continuamente en el programa y en el aula entregando sus saberes y sus experiencias. No hay persona humana que no pueda hacer aportes a la educación de los niños pequeños: una madre sabe cantar, otra sabe de artesanía, otra sabe de plantas medicinales, un padre sabe de agricultura, otro sabe pescar… Una persona analfabeta tiene mucho que enseñar. La dignidad de las personas empieza ahí. “Usted sabe plantar yuca, ¿podría venir a enseñarle a los niños cómo se hace?” Los saberes de las familias deben ser incorporados al currículo. La mayoría de los programas no consideran esto y sólo cuentan con la familia como “mano de obra”: para limpiar el aula, para reparar la casita que hace de escuela.

La educación es un gran proceso humano de perfeccionamiento y eso se nos olvida pronto. Cuando sólo se nos tecnifica, perdemos el rumbo, olvidamos que la educación es para promover humanamente a todos: a los niños, a las familias, a la comunidad. Por eso las interacciones son tan importantes. Sin ellas, podemos caer en un modelo ins¬tru¬mentalista y tecnológico, una tendencia propia de nuestro tiempo.

Las investigaciones nos están demostrando que en las interacciones afectivas y cognitivas se juega lo más relevante de la calidad de un programa educativo. Lo afectivo es la capacidad de acoger a un niño, de aceptarlo, de darle un impulso para arriba, de decirle siempre “tú puedes”. En Chile, hicimos una revisión de nuestras interacciones afectivas al comienzo de la reforma educativa y descubrimos que eran un fracaso total. Éstos eran los contenidos típicos de una típica visita de una autoridad a una escuela o a un jardín: “Hola, niños, ¿cómo están?” “¡Bien!”. “¿Y cómo se han portado?” “¡Bien!” “¿Y se han comido toda la comida?” “¡Sí!” ¿Qué estoy validando con esas preguntas? La disciplina y lo que comen. ¿Alguna vez entra una autoridad y pregunta: “¿Y aquí los niños son buenos amigos?” No, eso no se pregunta. “¿Y aquí los niños tienen buenas ideas?” Hay mensajes a partir de preguntas muy poderosas: “¿Aquí los niños se ayudan? ¿Aquí han inventado algo nuevo?” Cuando pregunto eso, estoy diciendo que eso es lo que me in¬teresa. Le estoy diciendo a los niños que lo que me interesa es que sean inteligentes, ocurrentes, y que no premio lo que siempre ha tenido a los niños sometidos: la disciplina.

Superar las rutinas

La calidad se juega también en cómo organizo el tiempo de trabajo diario con los niños, la jornada, la rutina diaria, el horario de actividades. Una jornada típica es ésta: llegan los niños, se saludan, un cantito, se sientan y cuentan lo que han hecho, les hacen preguntas, después viene la merienda o el trabajo, que es generalmente actividades grupales más que individuales: plantillas, modelos, todos haciendo lo mismo. Si uno está todo un año con esa rutina, ¡qué rutinario! Los períodos deberían renovarse, deberían ser propios de la comunidad, propios de lo que le sucede a los niños. Por ejemplo, los 5-6 años son una etapa en que los niños se empiezan a agrupar por sexo: niñitas y niñitos. Les gusta andar abrazados, es el tiempo de: “éste es mi amigo”. En Chile dicen: “es mi compadre”, y andan abrazados y haciendo cosas. Una educadora vio esto y decidió armar en el jardín infantil un “período de los compadres” porque ya los tenía a todos de compadres y comadres. Y promovió que se juntaran, pero poniéndose de acuerdo para hacer algo juntos: cantar, recitar, inventar una buena idea…

Hay que renovar los períodos rutinarios en la organización del tiempo diario, y evitar dedicar tanto tiempo a lo asistencial -alimentación, higiene-, que aunque es importante, no es lo que más nos interesa. Lo que más nos interesa es el desarrollo del pensamiento y eso necesita tiempo y espacio y todo momento es interesante para hacerlos pensar y para una interacción afectiva.

Ver en el cambio una oportunidad y no una amenaza

Para cambiar concepciones y lograr calidad tenemos que instalar un modelo de cambios. ¿Cómo hacerlo? Las personas sólo crecen si uno les dice que confía en ellas. Las personas crecen en ambientes en donde se les respeta y valora.

En Chile tenemos un modelo que hemos llamado “humanista-confiado en las personas”. Partimos de esta idea: la educación en Chile va a funcionar bien si usted, que es la educadora y tiene el poder, hace lo que tiene que hacer. Nosotros depositamos la confianza en usted, usted puede hacer mejor las cosas. Esta idea la hacemos explícita, la escribimos. En todas las decisiones partimos de decirles que confiamos en ellas, en la capacidad de ellas, de los niños y de las familias, que son ellas el factor más importante de todos, que todo se juega en ellas. También les decimos: el cambio es un proceso y no pretendemos que del día a la noche cambien e instalen todo lo nuevo.

Hay que plantearles a las educadoras el cambio como una gran oportunidad y no como una amenaza. Cuando a educadoras que llevan 30 años trabajando de la misma forma, a veces verticalista y muy rutinaria, se les dice que se va a aplicar una nueva propuesta educativa que empodera a los niños, que es pedagogía del siglo XXI, que los niños tendrán un rol muy activo, ellas se asustan y hay resistencia, lo ven como una amenaza. ¿He trabajado 30 años pensando que lo hacía muy bien y ahora hay que cambiar? Por mucho que uno lo diga delicadamente, si hay otra propuesta es que no lo hacían tan bien. Esto genera que las personas se cierren y no vean en el cambio una oportunidad. Hay sociedades donde el cambio es permanente y se ve como una oportunidad y hay otras sociedades, mucho más conservadoras, donde el cambio se ve como una amenaza.

Tampoco es el cambio por el cambio. Se cambia por un pro¬pósito. Por empoderar a los niños, por generar desarrollo¬ cerebral, por darle un sentido a lo que hacen. El cambio sin fin¬ ni propósito no sirve. Se ve coyuntural, no decisivo, no tras¬cendente. Tampoco es cambiar ya, rápidamente. Hay que pla¬nificar el cambio. Toda la investigación muestra que a la ho¬ra de instalar un cambio curricular, se instala primero lo ma¬terial. Se mejoran los espacios educativos. Si se¬ plantea que las salas con una propuesta activa deben tener¬ materiales al alcance de los niños y rincones, se empieza por¬ ahí, por lo más tangible. Y el tema de las educadoras, que¬ tienen que re-mirarse para poder cambiar, queda para des¬pués.

Para cambiar, es muy importante la ayuda de las compañeras de trabajo. Porque una misma no se da cuenta del tipo de interacciones que establece. El apoyo de las compañeras es más decisivo que el de cualquier supervisor. En Chile organizamos lo que llamamos “comités comunales de educadoras”. Esa red de apoyo, que es horizontal, tiene una fuerza enorme. Y es más crítica. La observación que viene de una colega es mucho mejor recibida que la que viene del supervisor.

El poder y el arraigo de las creencias

La investigación nos está diciendo que en un proceso de cambio es muy importante lo que el educador crea sobre la propuesta educacional: si la cree buena o más de lo mismo o muy desafiante o inalcanzable. No lo que piensa, sino lo que cree. Porque en la educación tiene mucha relevancia el plano de las creencias del educador. La mayoría de las veces, creencias no explicitadas.

Quien ha sido educada en un currículo muy tradicional, muy verticalista, muy poco par¬ti¬ci¬pa¬tivo, donde prima el orden y la disciplina, y durante doce o quince años ha sido víctima de este tipo de educación, en el fondo de sus creencias considerará que ésa es la mejor educación. Y cuando tenga la oportunidad de educar, por mucho que escriba en todos los currículos explícitos que la educación debe ser libre, participativa y con sentido, a la hora de trabajar impondrá su concepción y su creencia en el valor de una educación disciplinaria, rígida, verticalista, tradicional, que privilegie el orden por sobre todo.

En Chile, la universidad católica de Temuco hizo una investigación sobre las creencias con las que llegaban las estudiantes de educación infantil a la universidad y con las que salían después de cuatro años de una educación muy buena. Se trata de una de las mejores universidades de Chile: hacen todo lo que la educación moderna dice que hay que hacer para formar educadores. En la investigación vieron que al entrar en primer año las estudiantes traían una concepción tremendamente tradicional de la educación. Y la apuesta de la universidad era deshacer estos esquemas, provocar rupturas.

Pues bien, cuando evaluaron a las mismas alumnas cuatro años después de todo el aprendizaje y el nuevo discurso, apenas habían cambiado en algunos aspectos. Echar abajo creencias que han estado implícitas en el comportamiento durante doce-catorce años cuesta bastante, incluso cuando se recibe una formación de calidad. Naturalmente, hay salidas y se logran cambios. Pero estas resistencias nos indican que hay que tomar muy en serio y desde mucho antes estas dificultades.

La calidad exige también que mi sistema de seguimiento y de evaluación cumpla con criterios de calidad. Esto significa que se evalúen los objetivos con opciones abiertas. Porque no todo lo interesante se puede planificar desde el comienzo. La evaluación debe ser flexible y los sistemas de evaluación deben ser conocidos por quienes van a ser evalua¬dos. Éste es un criterio básico. En la medida en que se co¬noz¬¬can ayudarán a crecer. La evaluación debe ser parti¬ci¬pativa, debe permitir la retroalimentación. Y los indicadores deben ser sobre lo importante. Hicimos una vez una revisión de los indicadores de evaluación y descubrimos qué poco se evalúa si tenemos niños y niñas que piensan y son solida¬rios.¬ Se evalúa más si son capaces de saltar con los pies jun¬tos.¬

Hablamos de “calidad” en la educación desde los años 60

Si uno revisa todos los textos de los educadores que fueron pioneros de la educación infantil en Europa -Comenio, Pestalozzi, Froebel, Montessori- no encontraremos ni una vez el concepto “calidad”. ¿Por qué estos grandes educadores, tan visionarios, no hablaron nunca de calidad de la educación? Porque la visualizaban como un elemento implícito a las coherentes propuestas que estaban haciendo. Calidad viene de una palabra latina que significa “lo inherente”. La calidad estaba inherente en lo que plantearon los fundadores de la educación infantil.

El concepto de “calidad” en la educación surgió en la década de los años 60 del siglo XX en una importante reunión que organizó la UNESCO en el Instituto de Planificación en París. Era la primera vez que se reunía un grupo de especialistas de distintas disciplinas para analizar lo que estaba pasando en el mundo en el campo de la educación. En aquellos años la educación básica o primaria ya se estaba universalizando en todo el mundo, y al cubrir ya a casi to¬¬da la población empezaba a producirse una distancia cre¬cien¬¬te entre el discurso y la práctica real. En las primeras ex¬periencias, reducidas a grupos limitados, esto aún no sucedía.

Los especialistas reunidos en París -economistas, filósofos, sociólogos, ningún educador en el debate- analizaron el por qué de la distancia entre el ser y el deber ser. Y comenzaron a emplear el concepto “calidad”, aunque lo hicieron desde parámetros de la industria, con criterios eficientistas y de rendimientos, que trasladaron al campo de la educación. Desde entonces el concepto de calidad comenzó a emplearse como una aspiración de la educación primaria básica. Muy pronto, fueron educadores y pedagogos los que se dieron cuenta de que es la educación la que debe construir sus propios parámetros para expresar en qué consiste la calidad educativa.

Lo primero: un diagnóstico de la realidad

La calidad educativa debe verse como algo dinámico, que va cambiando y adoptando características variadas. No es algo fijo, se va construyendo, como un edificio. Para dar con la calidad necesaria tendremos que hacer un diagnóstico de cuáles son hoy nuestras necesidades de calidad. Pero si nos juntamos cinco años después, tendremos que revisar si lo que definimos entonces sigue siendo válido, y seguramente, después de cinco años la calidad nos exigirá mucho más.

Lo primero es eso: un diagnóstico de la realidad del país en el momento concreto para descubrir qué es lo que más necesitan los programas de educación infantil para lograr más calidad. Y a los tres-cuatro años, revisar a ver si se mantiene el mismo problema, si se da por lograda o semi-lograda la solución, si se incorpora algún criterio, si se profundiza otro. No existen criterios de calidad fijos, que se mantengan eternamente. La calidad es un proceso en evolución, como lo es todo en la educación.

En Chile, cuando volvimos a la democracia, nuestra educación estaba por los suelos. Diecisiete años de una dictadura vertical y autoritaria habían lesionado y dañado mucho la educación. Fueron años en que no hubo participación de las familias, en que todo se le daba hecho a los niños porque los educadores no tenían muchos grados de libertad. Terminada la dictadura, nos encontramos con un sistema educativo de muy mala calidad. Habíamos perdido mucho de lo que Chile había logrado antes de la dictadura. En ese momento, nos fijamos, como un criterio básico de calidad algo que se diría es elemental, pero que era exactamente lo que necesitábamos: que los currículos volvieran a ser activos. Porque los niños no pensaban, no decidían nada, no se les daba oportunidad de nada, sólo esperaban que les dijeran lo que tenían que hacer. Ante eso, nos dijimos: tendremos que volver al abc de la educación infantil. Aunque es lo básico, lo hemos perdido y tenemos que recuperarlo.

Y empezamos a intencionar con vigor un currículo donde el niño tuviera un rol activo, propositivo, donde construyera sus aprendizajes, donde fuera él quien pensaba, quien sentía, quien actuaba. No fue nada fácil. Porque las educadoras, el director, el jardín, el sistema, estaban todos insertos en un régimen verticalista y autoritario y volver a tener confianza en los niños y en las educadoras nos costó mucho. Pasados esos primeros cuatro años de vuelta a la democracia, analizamos si habíamos consolidado lo activo como un criterio de calidad y vimos que habíamos avanzado, que en los jardines de infancia había rincones donde los niños elegían qué hacer, que las educadoras no les daban todo hechito, que los niños pensaban mucho más…Entonces dijimos: qué criterio de calidad tenemos más débil. Y nos lanzamos a reforzar la participación de la familia.

En los años de dictadura estuvieron prohibidas las reuniones de padres. Volver a traer a la familia a las escuelas, a los jardines infantiles, conseguir que llegaran, que opinaran, que dijeran “yo quiero que la educación sea así”, “me parece que mi niño debe hacer esto o lo otro” no fue nada fácil. Los papás estaban acostumbrados a que si entraban a los jardines infantiles, a lo más era para limpiar, pero nunca para ser tratados como personas que tenían mucho que decir en la educación de sus hijos. Entonces, comenzamos una campaña para que las familias participaran. Los jardines se abrieron, hicimos campañas, organizamos semanas enteras para que los padres entraran, salieran y visitaran, para ir rompiendo todas las desconfianzas que teníamos unos de otros. Y todavía estamos en eso.

No hay respuestas fáciles

La calidad es también un proceso multifactorial, y esto significa que muchos factores intervienen para lograrla. Lo peor que podemos pensar -y más de algún autor lo ha pensado- es que la calidad se resuelve con poco, y que las respuestas son fáciles. Un Ministro de mi país, bastante conocido fuera porque ahora trabaja para un organismo internacional, llegó al Ministerio de Educación, analizó la educación primaria y determinó: “Está mal y para mejorarla tenemos que elaborar unidades explicando cómo trabajar cada grado, entregárselas a las maestras y con un currículo bien hecho y estructurado, ya estará resuelto el problema”.

¿Qué pasó? Que cuando las maestras y los profesores supieron de estas unidades, y que desde el norte al sur de Chile se iba a aplicar la misma receta dijeron: “No cuente con nosotras, nosotros somos profesionales de la educación, trabajamos con grupos de niños que viven en contextos diferentes, no esperen que vamos a aplicar eso y a estar todos haciendo la misma cosa”. La libertad de enseñanza y el rechazo de los educadores a las respuestas fáciles fueron más poderosos que la decisión del Ministro y las unidades desaparecieron y el Ministro duró seis meses en el cargo.

Siempre está la tentación de la respuesta fácil. Siempre hay quien piensa: “Si compro materiales fantásticos para el jardín infantil, ¡solucionado el problema!” No, hay mucho en juego para lograr calidad. Es muy importante que el currículo tenga criterios de calidad, pero puedo administrarlo mal o imponerlo por decreto o por una mala gestión al aplicar procesos de calidad puedo producir actitudes que van en contra de la calidad. Es un verdadero reto implementar un currículo de calidad. Puedes tenerlo, pero si no sabes cómo entregarlo a un país, cómo capacitar a los educadores y cómo gestionar el cambio, el más hermoso de los currículos será letra muerta.

¿Con un enfoque moderno o postmoderno?

Al abordar el tema de la calidad podemos hacerlo desde una visión moderna y desde una visión postmoderna. La época mo¬derna se caracterizó, en todos los campos, por una homo¬ge¬nización de principios, por el establecimiento de grandes verdades, de grandes relatos, de patrones estables y fijos. La verdad era definida por expertos. En educación, las grandes verdades las iban definiendo los grupos de expertos, que las expresaban en un gran discurso. En épocas de postmo¬der¬nidad esto ya no es así. La postmodernidad recupera la diversidad, la pluralidad, la subjetividad. Se cuestionan las grandes verdades, nada está dicho para siempre, se está en una permanente construcción, recogiendo el mundo de las diversidades. Se considera válida la incertidumbre, y esto produce inseguridad a muchos.

En la época moderna, la calidad se definió a partir de estándares racionales muy pensados por expertos y presentados como universales. Y como eran universales y elaborados por especialistas de alto nivel, se planteaban como incuestionables. Eran grandes discursos llenos de verdades definidas. Además, se planteaba que esos principios podían ser medidos y así la complejidad del proceso educativo se reducía porque se medía y era bastante fácil evaluarlo.

Un enfoque postmoderno no considera que existan estándares tan universales ni los valora más por haber sido definidos por expertos. Considera que en el proceso educativo todos tienen que decir algo respecto a la calidad. Considera válidas todas las subjetividades. Cree que la construcción de la calidad es permanente, y por tanto, la revisión debe ser permanente. Reconoce la complejidad que representa lograr calidad en la educación, y por tanto, conoce la complejidad de evaluarla. Desde este enfoque, lo que se busca es que todos los actores de cada comunidad que participan en el proceso educativo se cuestionen qué es calidad para ellos y no que venga el experto a decirles qué es calidad.

En la mayoría de los libros que consultemos encontraremos todavía un enfoque moderno en el tema de la calidad en la educación: criterios muy definidos, universales y listos para ser aplicados y después medidos.

¿Es igual “la calidad” en dinamarca y en chile?

El enfoque postmoderno es más arriesgado, pero es más adecuado. Hay que arriesgarse a preguntarle a la familia, a los padres, qué es calidad para ellos. Como profesional, para mí la calidad es que los niños hagan un rol activo, pero tengo que preguntarle a la familia. Y estar abierta a que haya respuestas diferentes a la mía y a que quizá no me gusten.

Haciendo, por ejemplo, la pregunta sobre la calidad a grupos de padres de niños de sectores vulnerables, decían que para ellos calidad es “que les enseñen a los niños a leer y a escribir”. Y es lógico. Desde nuestra formación profesional, decimos: eso de leer y escribir es para primaria, en la educación preescolar desarrollamos otras habilidades. Pero cuando escuchas más a estos padres te dirán: “Es que los niños míos no llegarán a esos niveles y para mí lo más importante es que aprendan a leer y a escribir cuanto antes”. Un argumento muy válido.

Podemos entrar a discutir con esos papás y mamás y explicarles que leer y escribir es muy avanzado para un niño tan pequeño y que haciendo otras tareas favoreces ese aprendizaje para después. Podemos entrar en diálogo, pero tenemos que estar dispuestos a integrar distintas visiones y desde la realidad Y no se trata sólo de escuchar a los padres y a las comunidades. Se trata también de escuchar a los niños, que es mucho más desafiante. Hay quien dice: pero, ¿cómo los niños pequeños van a hablar de calidad si son niños que sólo saben jugar? En una ocasión, en Brasil, me tocó escuchar a un expositor danés sobre una investigación que habían hecho con los niños en Dinamarca preguntándoles por qué era bueno para ellos el jardín infantil, que es lo mismo que preguntarles por “la calidad”.

Respuesta mayoritaria de los niños daneses: era bueno el jardín porque se encontraban con otros niños. Al llegar a Chile, decidí hacer la misma investigación, con la misma pregunta, en jardines infantiles de barrios marginales de Santiago. Y la respuesta mayoritaria fue: el jardín es bueno porque hay “tías” que juegan con nosotros. En Chile a las educadoras las llaman “tías”.

¿Por qué en Dinamarca hubo esa respuesta y en Chile ésta otra? ¿Por qué en un sitio la calidad era una y en otro sitio era otra? En Dinamarca, un país desarrollado, con familias de un hijo único y niños que pasan mucho tiempo solos en su departamento, los niños sentían que era bueno encontrarse con otros niños y eso sucedía en el jardín infantil. En Chile, en un barrio marginal, hay muchos niños en las casas y las calles están llenas de niños.

Los niños de Chile tienen un montón de hermanos en la casa y si no, tienen otros niños en el barrio, y si no, los encuentran de todos modos. En Chile, a esos niños, hijos de madres solas, lo que les gustaba del jardín eran unas “tías” que jugaban con ellos. Porque su adulto, que es su madre, siempre está ocupada, lavando, planchando, y desgraciadamente sin tiempo para jugar con ellos. En el jardín encontraban a educadoras dispuestas al juego.

Qué interesante es escuchar la voz de los niños y las niñas, que nos dicen qué es calidad para ellos. Hoy se habla mucho de la pedagogía de la escucha. Hay que saber escuchar a todos. Y todas las voces deben ser conocidas y reconocidas para que la palabra sea emancipadora, como nos enseñó Paulo Freire.

Hay que evaluar con respeto y con cariño

La calidad puede ser evaluada. Pero, habitualmente se aplican instrumentos muy rígidos para evaluarla: vas al aula, observas la sala, haces diez mil preguntas y al final determinas: ¡mala calidad en la educación! Y la educadora queda desconcertada. En América Latina hay cientos de investigaciones sobre calidad en la educación, y todas concluyen que es mala. Y no es que sea buena, pero hay un tipo de evaluación externa, donde el educador o la educadora son tratados como objetos y no aportan nada. Hay evaluaciones que lo único que producen es más desánimo. Hay educadoras tratando de hacer algo con 40 niños y con tres manualitos y nadie tiene en cuenta al evaluarlas en qué condiciones están trabajando y están desarrollando calidad. Para evaluar la calidad hay que contextualizarla.

En una institución importante de educación pública en Chile salió de la evaluación que el trabajo que hacían las educadoras era mediocre en cuanto a calidad. Cuando yo supe eso, y como conozco bastante esa institución, les hice ver que el promedio de edad de las mujeres que trabajaban con niños pequeños era 53 años. ¿Qué le vas a pedir a mujeres que trabajan con niños pequeños desde hace más de 20 años, que ya no tienen ni cintura ni voz, que están llenas de enfermedades laborales?

La evaluación de la calidad tiene que ser respetuosa. Contextualizar no quiere decir justificar la mala calidad. Significa entender las circunstancias para analizar desde ellas la calidad. Es fácil trabajar con calidad con 10-12 niños, en un establecimiento fantástico y lleno de materiales. Eso no tiene gracia. La gracia está en cómo hacerlo con calidad cuando tengo 30-35 niños, un local inestable, poco dotado, pocos materiales, y una profesora cansada, mayor y mal pagada para todo el grupo. Nuestras educadoras latinoamericanas trabajan en condiciones muy duras. ¿Alguien con un salario de miseria y con hambre puede trabajar bien? Yo he visto en Ecuador a profesoras dando clases descalzas en una casa con suelo de tierra, recibiendo menos de 20 dólares al mes.

Muchas evaluaciones de calidad en América Latina no han tenido en cuenta esto y el respeto que se debe a las educadoras. Cuando una persona lleva 20, 30 años trabajando directivamente, rutinariamente, ya no tiene capacidad de separarse para mirarse a sí misma y para re-mirar sus prácticas docentes. En este caso, la evaluación ha de hacerse con todo cariño, sugiriendo, ayudando a la persona a reflexionar sobre sus prácticas. La evaluación debe ser orientadora e iluminadora. Eso es lo único que hace crecer a la gente, lo único que les permite cambiar y mejorar.

La calidad tiene siempre un contexto. La calidad en un jardín infantil en la selva, en otro en pleno desierto, en otro ubicado en una zona urbana marginal o en una comunidad indígena, supone criterios diferentes. Es por eso que hay que dialogar entre todos sobre el significado que tiene calidad en cada contexto para lograr sentidos compartidos, un elemento esencial en la calidad.

Los criterios de calidad cambian en japón, en suecia o en américa latina

En el enfoque pedagógico clásico, un enfoque filosófico humanista, predominan los criterios universales de calidad. Un criterio universal, que sería válido en la educación inicial, aquí y en cualquier lugar del mundo, sería el de una educación activa, una educación donde el niño desempeñe un rol activo en su aprendizaje. Parece un criterio de calidad de validez universal porque el rol activo parece ser la piedra angular de la educación. Se trata de un criterio esencial, central, que tiene un rol normativo, orientador, y que por universal es aplicable a cualquier situación. Pero ¿cómo se interpreta una educación activa en una población indígena o en una población tradicional o en una población muy postmoderna? Seguramente la interpretarán de forma distinta.

Las primeras veces que empecé a trabajar en educación inter-cultural, y preguntándole a un jefe del pueblo indígena mapuche qué era para ellos una educación integral -que es otro criterio que podíamos pensar es universal y para todos los contextos-, su visión no tenía mucho que ver con la concepción que tenemos nosotros, nacida de la sicología occidental. Para nosotros, integralidad es el desarrollo afectivo, cognitivo y sicomotor del niño. Para él, integralidad era una cosmovisión mucho más rica: un niño integrado a su entorno natural y a su mundo espiritual.

Nadie podría decir que una educación no debe ser integral, nadie diría que hay que desarrollar a los niños en un úni¬co aspecto. Es obvio, elemental que no. Pero incluso dentro del mundo europeo y occidental, ¿cómo se interpreta una educación integral? Unos podrían decir: el 33% del énfasis en los aspectos afectivos, el 33% en los cognitivos y el 33% en los sicomotores. Otros podrían adoptar el paradigma de la sicología cognitiva, considerando que ya la cognición integra aspectos afectivos y sicomotores. Y otros podrían adoptar una línea personalista-humanista y proponer que en torno a la conducta afectiva deben integrarse los aspectos intelectuales y motores. Serían tres concepciones sobre inte¬gra¬lidad y desde teorías sicológicas diferentes. Con mayor razón serán diferentes desde culturas diferentes. ¿Qué se entiende por educación integral en China, en una comunidad maya y en una comunidad rural?

Otro criterio es el que afirma que para que haya calidad tiene que haber una cierta proporción de niños por adulto en un aula de clase. Pensamos que algo que asegura la calidad es esa proporción, que no pase de unos 20 niños por adulto. Y pensamos que mientras más pequeños los grupos más se asegura la calidad. Pues bien, en Japón no es así. Si revisan los criterios de calidad del kindergarten japonés, ellos plantean explícitamente el grupo grande como el ideal, y lo plantean como búsqueda explícita y no porque no tengan recursos económicos, como nos pasa a nosotros. Proponen que para una mayor calidad en la educación la educadora trabaje con 30 niños o más.

¿Por qué lo cree así la sociedad japonesa? Porque es una sociedad construida en islas, con muy poco espacio y una población muy numerosa. Todas las imágenes de las ciudades japonesas nos muestran multitudes, mientras las casas son espacios muy reducidos. En ese contexto, la intención del kindergarten japonés es que el niño se acostumbre desde chiquitito a vivir en una sociedad donde hay mucha gente y donde va a tener muy pocos espacios individuales.

Un último ejemplo para entender mejor lo relativo de los criterios supuestamente “universales”. En una ocasión, con motivo del evento donde se entregó, en Estocolmo, el Informe que hizo la OCDE Starting Strong (Comenzar fuerte), uno de los instrumentos más fundamentales en el campo de la educación infantil a nivel mundial, visitamos varios jardines infantiles.

Yo me integré al grupo que iba a visitar “curriculos de calidad”. Nos llevaron, fuera de Estocolmo, a un parque precioso y enorme en donde funcionaba un jardín infantil que era como una casita de Hansel y Gretel, de madera y en plena Naturaleza. Los niños suecos jugaban en el patio, donde no había ni columpios ni nada parecido, sino solamente troncos, piedras, tierra, palitos. Cuando llevábamos media hora viéndolos jugar con palitos y tierra, yo me empecé a cansar, porque eso lo veo todos los días en América Latina. ¿He cruzado medio mundo para ver esto? Me fui donde la directora: “¿Dónde está el programa de calidad que ustedes ofrecen?” Y ella me contestó: “Ya lo está mirando”. Y por fin entendí: en una sociedad tan urbana, la calidad era que los niños jugaran con elementos naturales y no en la artificialidad con la que habitualmente jugaban. Es un buen ejemplo para entender que la calidad es relativa al grupo y al contexto.

Una investigación clásica que demostró muchas cosas

Hay algunas investigaciones que han tocado el tema de la calidad en la educación en general y en algunos casos, en la educación inicial, área en la que todavía hay muy poca investigación. En América Latina, menos. Pero ya tenemos pistas. Y mucho de lo que hemos ido derivando desde la teoría está siendo refrendado por la investigación empírica en el terreno.

Uno de los trabajos más antiguos que empezó a aportar al tema de la calidad en la educación parvularia fue una investigación clásica que se hizo en Estados Unidos. Tomaron cuatro modelos curriculares de trabajo con niños pequeños. Eran muy distintos: uno era relativamente tradicional, otro era la propuesta de los investigadores -un “currículo cognitivo”, que hoy se ha importado y se aplica en varios países latinoamericanos- y dos más, eran currículos bastante consistentes. Siguieron a un grupo de niños y niñas durante 27 años para conocer los resultados más significativos. Querían demostrar que un currículo de calidad no sólo impacta en la vida de los niños durante esa etapa inicial de la vida, sino también en la educación básica y en toda su vida.

No hay evento especializado en el tema de la educación infantil en el que no se haga referencia a esta investigación. Lo que demostró, en primer lugar, es que cuando un currículo es consistente en sí mismo, intencionado y claro en sus orientaciones, deja un impacto importante en los niños. Los investigadores pensaban que “su” currículo, el cognitivo -de base piagetiana, bastante libre-, sería superior a los otros. Pero con todos los currículos ocurrió lo mismo. Se demostró así que cuando un currículo es consistente, cuando hay una definición de sus fundamentos, una intención clara y las ideas se planifican, se organiza el espacio y el tiempo, los objetivos, las actividades, la evaluación, el impacto es siempre positivo, a pesar de las diferencias teóricas que puede haber.

Lo segundo que demostró la investigación es algo que después ha sido usado en las políticas públicas de innumerables países en todo el mundo. Con un currículo de calidad en la educación inicial, esos niños tuvieron como adultos mejores resultados en sus vidas que quienes no tuvieron educación de calidad. Desertaron menos de la escuela en años posteriores, puntuaron mejor en la educación básica, en la media y en la secundaria, tuvieron mejores empleos con mejores salarios y mantuvieron sus trabajos, tuvieron mayor perseverancia, hicieron mejor las cosas, intentaron nuevas experiencias, estuvieron más abiertos a aprender. Y también constituyeron mejores familias, se relacionaron mejor con los demás y sus trabajos fueron de mejor calidad. Y como eran gringos los investigadores, midieron otras cosas: fueron arrestados menos veces y tuvieron un menor acercamiento a las drogas.

Esta investigación fue muy difundida entre mandatarios de distintos países y tuvo mucho impacto. La investigación demostró que estos niños ya adultos necesitaron menos apoyo por parte del Estado, lo que llevó a concluir que por cada dólar que se invierte en educación inicial, el Estado recupera siete dólares, dato importantísimo en el mundo de los políticos y los economistas. Y aunque en 27 años pasan demasiadas cosas, que no se explican todas por la educación parvularia, es cierto que hay consecuencias a lo largo de la vida. Y en esta convicción se logró un consenso mundial.

Cuanto antes mejor 

Un libro que causó mucho impacto en América Latina, hecho por la CEPAL en los años 90-92, fue “Educación y conocimiento”. Es un clásico en el mundo de la educación y de la economía. En él se hace una síntesis de los beneficios comprobados de la educación preescolar. Se hace ver que cuando la educación parvularia actúa oportunamente y es de calidad los efectos son muy positivos. Se demuestra que los programas de educación preescolar benefician a los niños de todos los estratos sociales, pero tienen efectos más apreciables en los niños de hogares con menores recursos. Impacta más en ellos una educación parvularia de calidad que en niños de clase media o acomodada.

También se demuestra que la duración de los programas preescolares es un factor importante para garantizar eficacia. Un programa de 3-4 años de duración es óptimo por los efectos que deja en los niños. Si es de sólo un año produce escasos beneficios en los niños. Dato muy importante: cuando los niños que viven en pobreza asisten al pre-escolar sólo un año, de los 5 a los 6 años, esto les aporta muy poco. Tienen que asistir antes, cuando son de 3 a 4 años para que tenga alguna incidencia. El preescolar después de esos años ya llega tarde. ¿Por qué? Por lo que sabemos: porque las estructuras afectivas y cognitivas, las conexiones neuronales y las actitudes y las tendencias se forman desde que los niños nacen y en los primeros años. Ante esto, un buen tomador de decisiones dirá: debo empezar lo más tempranamente posible a ofrecer alternativas y con calidad y con duración en el tiempo.

En otra investigación hecha en el Instituto de Educación de la Universidad de Londres se vio que cuanto más temprana es la intervención pedagógica más se favorece la independencia, la concentración y la sociabilidad. Y que no es decisivo que los niños estén en el preescolar media jornada o la jornada completa. Lo que importa es la calidad del tiempo que estén. Con más tiempo, la educación no necesariamente impacta más. También se demostró que los centros que atienden simultáneamente aspectos educativos y sociales (salud, higiene, alimentación) tienen mejores resultados.

El estudio, quizás el más importante hoy en materia de educación infantil, por la seriedad, por el peso de quienes lo hicieron, por los países involucrados, es el publicado por la OCDE, un organismo en donde México es país miembro y Chile y otros países latinoamericanos son observadores. Este estudio es citado hoy en todo el mundo. Su título es muy lindo Starting strong (Comenzar fuerte).

Porque no se trata de comenzar más o menos, sino que desde el nacimiento, desde la cuna, desde los primeros años, o hay que comenzar tirando a los niños para arriba, con fuerza. En ese texto, en el que trabajaron los mejores cerebros de Europa, se hace un llamado muy enfático a la calidad en la educación infantil. Y coincide en reafirmar todos los hallazgos previos.

¿Qué tiene cuba  para obtener tan buenos resultados?

Existe una investigación de Juan Cassasús, especialista de la UNESCO. Es la mayor hecha en América Latina sobre los factores que inciden en la calidad de la educación primaria. En los últimos años, la UNESCO ha investigado 12 países de América Latina aplicando pruebas homologadas en cuarto de primaria básica, en lenguaje y matemáticas, para evaluar los resultados. Un único país obtuvo un alto puntaje y buenos resultados: Cuba. Tres países quedamos en medio: Chile, Argentina y Brasil. Y el resto en un tercer nivel. Lo más interesante fue estudiar las causas.

Se estudió mucho el caso cubano. ¿Qué tenía Cuba, a pesar de tanta pobreza de material didáctico -en sus escuelas y jardines da pena la ausencia de papel, los niños en los círculos infantiles trabajan en unos pedacitos de papel color café y arrugados que ya fueron usados por un lado y con unos lapicitos de colores que ni se ven-, dónde había puesto Cuba el énfasis para lograr tan buenos resultados?

El informe identificó por lo menos tres causas. Primera: políticas sociales con énfasis en la educación. Cuba es una sociedad educativa, donde todo el mundo tiene acceso a la educación y allí hablas con un taxista y es un doctor en lingüística. Segunda: Cuba tiene un Estado comprometido con lo social y con la formación de los educadores. Los cubanos son muy serios al formar a sus educadores y los orientan mucho hacia la investigación. Los cubanos lo investigan todo. He estado en muchos congresos de ellos y a veces he visto investigaciones increíbles. Vi a una educadora de un jardincito investigando por qué los niños llegaban minutos tarde al jardín infantil.

Tercera causa, que es la que más me interesa destacar: Cuba es el único país del mundo que tiene el 100% de cobertura en educación inicial, de 0 a 6 años. Desde que nacen, todos los niños y niñas están en algún programa de educación: o en el círculo infantil para hijos de madres trabajadoras o en el programa “Educa a tu hijo”, un programa no formal que enseña a las familias como trabajar con su bebé en la casa o en el patio. Están educados desde que nacen. Y los educan a todos.

Qué pesa mas en los resultados: ¿la escuela o el hogar?

En Chile, se aplica una prueba en cuarto básico. En el año 2000 y en el 2002 se estudió por qué algunos niños sacaron los mejores puntajes. Y en las dos ocasiones se probó que eran niños y niñas que habían asistido a educación par¬vu¬laria. También se probó que quienes asistieron dos años sacaban mejor puntaje que quienes asistieron solamente un año. Ya sabemos que en niños de sectores vulnerables un año no es suficiente, que son necesarios por lo menos dos años. Sabemos que mientras más temprana es la intervención mejor. Y sabemos que esa intervención tiene que ser de calidad, tiene que ser par¬ti¬ci¬pa¬tiva y tiene que tener intencionalidad educativa y no quedarse en la pura recreación.

Hay otro estudio que estudió todos los estudios que se habían hecho en el mundo desarrollado sobre esta pregunta básica: Cuando tienes buenos resultados en la educación, ¿qué pesó más, la escuela o el entorno sociocultural familiar? Ese estudio concluye que en los países desarrollados el efecto sociofamiliar -padres educados, mujeres educadas, libros, diccionarios, computadoras y otros materiales en casa, paseos y conversaciones interesantes- explicaba un 80% de los buenos resultados escolares. La escuela sistematizaba los aprendizajes y los organizaba. Pero los niños, por el solo hecho de vivir en familias con estos recursos, tenían un 80% a su favor.

En países en desarrollo, los efectos del medio socio¬cul¬tu¬ral y del medio familiar representaban un 50% de los resultados escolares, tanto a favor como en contra. Las características de las familias pesan una mitad, mientras las características de la escuela otro 50%. En América Latina, la escuela y el jardín infantil juegan un rol mucho más determinante y decisivo en la educación de niños y niñas que en el mundo desarrollado.

Lo que más pesa es la madre. Usando la investigación de la UNESCO en 12 países latinoamericanos, Juan Cassasús estudió qué hacía la diferencia. Y encontró que, básicamente, lo que pesa en ese 50% de influencia educativa que tiene el hogar lo que pesa más no es la situación socioeconómica de la familia, los ingresos o el nivel de escolaridad de los padres. Lo que pesaba más era la madre, los estudios de la madre. Los niños con padres con nivel educativo y que trabajan en ocupaciones menos prestigiadas tienen menos oportunidades de éxito académico. Y en particular, lo que más influye es lo que hace la madre. Con madres con más educación, a los niños les va mejor. Entre otras cosas, porque el niño siente que su madre está a su cargo.

Por eso, todo trabajo con mujeres, tratando de que se promuevan y de que estudien tiene mayor incidencia que cualquier otra inversión. En Chile tenemos un Programa que empezó a trabajar para darle a la mujer mayor confianza en sí misma, mayor seguridad, programas para elevar su autoestima. Trabajaron, por ejemplo, en un programa tan importante y tan hermoso como el de restaurarle a las mujeres la dentadura, para que tuvieran todos sus dientes. Obviamente, las mujeres se sienten con menos dignidad cuando no tienen dientes y no pueden son¬reir ni reirse.

Lo que más pesa es el amor

Se estudiaron también los “elementos macroculturales” de la casa. Esto significa, en primer lugar, lo que se conversa en la casa. Si en la casa no se habla, si no se le habla al niño, ¿cómo va a desarrollar el lenguaje? Lo que se lee en la casa. Por suerte, cada día hay más posibilidades de que la gente tenga en casa libros y si no, diarios, folletos, catálogos. Los organismos públicos, las ONG, los servicios de salud, editan folletos y folletitos y ya no hay esa carencia tan tremenda que había antes, con casas sin ningún texto escrito. Influye también a dónde van de paseo los niños. Si sólo van a un centro comercial y nunca van a un museo, a un concierto, a una biblioteca, habrá una carencia.

Se descubrió también la influencia que tiene el “clima” del hogar. Clima significa si un hogar está o no organizado, si es o no caótico -las rutinas de vida y los horarios-, si se despierta, se duerme, se comparte, se come y se juega en orden. Y naturalmente, se descubrió la importancia que tiene en la educación de un niño si es maltratado en su casa. Un niño maltratado, una niña maltratada, no crecen, no aprenden, no se desarrollan. Y tan necesario como no maltratarlos es expresarles afecto. En el campo chileno, en poblaciones campesinas, cuesta expresarle afecto al niño y a la niña pequeños. No es que no los quieran, sino que dentro de los patrones tradicionales, tocarlos, hacerles cariñitos, decirles “mi amor”, no es lo habitual ni en el hombre ni en la mujer. Y la gente sólo crece con amor. Todos crecemos con amor. A veces son cosas tan simples las que hacen una buena educación. Decir que lo que necesita un niño es amor parece una obviedad, pero a veces lo más obvio no está. Y es necesario enseñar a expresar más y mejor el amor.

ya sabemos
lo que tenemos que hacer

Uno de los libros de Juan Cassasús, que salió de esa investigación, fue “La escuela des-igual”. Este autor empezó a hurgar más en el otro 50%: ¿Por qué a los niños que van a ciertas escuelas les va mejor que a otros que van a otras escuelas? En los 12 países latinoamericanos en investigación estudió las características que tiene que tener una escuela para producir mejores resultados. Vio la importancia que tiene contar con una infraestructura básica, aunque eso ni significa ni el gran edificio ni grandes aulas, ni lujos, sino una arquitectura y una organización del espacio que favorezca interacciones adecuadas y un buen clima emocional en las aulas. Que los materiales, por buenos que sean, no estén guardados bajo llave, que las bibliotecas faciliten la consulta, la lectura, el sacar los libros de la sala, el llevárselos a la casa. Vio también la importancia que tiene que haya autonomía en la gestión de la escuela para tomar iniciativas y para ejercer liderazgo pedagógico en el aula y en la comunidad.

Se demostró que les va mejor a las escuelas que tienen menos alumnos por profesor: entre 15 y 25. Y se demostró también que con menos de 15 les va mal. Pareciera que tener poquitos alumnos no incentiva al profesor a hacer un trabajo de mejor calidad. La autonomía profesional de los docentes, asumiendo su responsabilidad en el éxito o el fracaso de sus alumnos, influye mucho en los resultados. Funcionan mejor las escuelas donde se practica la evaluación de manera sistemática, para saber cómo les está yendo a los niños. Y naturalmente, funcionan mejor las que respetan la diversidad y no discriminan ni a las niñitas ni a los oscuritos ni a los niñitos ni a los blanquitos. Como se puede ver, no es el dinero lo que hace funcionar mejor a una escuela, sino los criterios y las actitudes vitales.

La investigación demostró que las escuelas eficientes y con buenos resultados son las que fomentan la participación de la familia en la escuela, en el aula y en todas las decisiones del proyecto escolar. Y que más peso que la adecuada infraestructura o la biblioteca lo tiene el ambiente emotivo que se crea. ¿Qué entender por ambiente emotivo? Todos los procesos que suceden al interior del aula. Los alumnos perciben el clima emocional del aula. Si sienten que su profesora no los quiere, no los valora, no los respeta, piensa que no puede aprender, que los considera pobres, campesinos, débiles… los niños y las niñas aprenderán menos. El buen clima emocional es decisivo. Y no cuesta dinero.

A mi modo de ver, ésta es la investigación más importante que ha producido América Latina, porque nunca se había hecho un estudio de esta envergadura ni un análisis tan cualitativo. Esta investigación nos brinda la posibilidad de poder intervenir y de mejorar en diversos factores para lograr resultados mejores. Se puede. Si yo conozco que tengo que intervenir en la casa, mejorando la condición de la mujer, el clima del hogar, diciéndole al papá y a la mamá que cuando llegue su niño le hable, que lea con el niño aunque sea una hojita todos los días, que hablen con sus hijos de las noticias que escuchan, puedo mejorar la educación. Y si le digo a los profesores que quieran mucho a sus niños, que no los excluyan, que tengan grandes expectativas con ellos, que piensen que son fantásticos y que se lo digan, puedo mejorar la educación.

Estamos ante un desafío ético

La calidad de la educación tiene que ver con formación y con capacitación. Pero, sobre todo, la calidad de la educación es un tema ético. Quizás antes íbamos sin rumbo. ¿Será esto o lo otro? ¿Será así? ¿Qué será bueno, qué será mejor? Íbamos con la intuición. Pero hoy tenemos una investigación “dura”, que nos explica dónde tenemos que intervenir para lograr calidad.

Esta intervención no es fácil. La educación nunca será fácil porque es el fenómeno humano más complejo: formar a otros seres humanos. Sin recetas, porque no las hay, pero desde la teoría, la práctica y la investigación, ya sabemos qué es lo que más pesa, qué es lo que tiene mayor incidencia. Por eso es un tema ético. Porque ya tenemos conocimiento. Y si cada uno de nosotros hace circular ese conocimiento en sus distintos medios, y lo opera, y lo conversa con los educadores, con las familias, con todos, y todos tomamos conciencia, podremos subir otro peldaño y hacer que nuestros niños y nuestras niñas tengan una educación de mejor calidad. Nuestra responsabilidad es orientar nuestras acciones con estos aportes teóricos latinoamericanos, que nos van dando la certeza de qué es lo que funciona mejor.

La educación es uno de los campos más nobles en que pue¬de trabajar un ser humano: formar a otras generaciones,¬ para las que esperamos un futuro mucho mejor que el nuestro. Con conciencia crítica, debemos comprometernos y hacer las cosas de tal manera que América Latina deje de ser un continente de ciudadanos de segunda categoría y comience a vivir una relación equitativa con el resto del mundo. Eso se logra con políticas sociales y con una educación de calidad que forme el corazón y el cerebro de las nuevas generaciones.

Fuente artículo: http://www.envio.org.ni/articulo/3300

 

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Connotaciones multidimensionales de la categoría Transición para la construcción del Socialismo.

Por: Emilio José Silva Chapellín*

Resumen

La lucha de clases representa un terreno donde se decide el retroceso, estancamiento o avance de fuerzas tendientes a superar las contradicciones originadas en el seno de sociedades signadas por relaciones explotadoras de producción. Sin embargo, no siempre se percibe la decadencia del orden que sostiene la hegemonía de una clase dominante, y al mismo tiempo no se aceptan como tales las señales de la aparición de un orden diferente que corresponde a la futura hegemonía de otra clase que será dominante. Esta doble deficiencia en la visión y comprensión del momento histórico es debida a la ausencia del contacto con la realidad, el desconocimiento de la evolución general de la humanidad, y los prejuicios que afectan el análisis de rigor. Si se enfrentan estos factores, es posible entender que, entre una y otra etapa por la que atraviesa una sociedad, existe un período intermedio de transición cuya complejidad no es igual a las que existen en tales etapas, pero que no se puede desvincular de ambas so pena de incurrir en conclusiones equivocadas, ni se puede reducir a un fenómeno simplemente económico. Hechas estas precisiones, en este artículo se abordarán elementos de carácter general sobre la transición entre una y otra formación económico-social, y de allí se procederá al caso específico de la vinculación del socialismo con la transición entre capitalismo y comunismo. Por último, se expondrá sintéticamente la esencia de las consideraciones generales y específicas ya referidas.

Palabras Clave: Relaciones sociales de producción, formación económico-social, lucha de clases, socialismo, comunismo.

Consideraciones generales sobre la transición

entre formaciones económico-sociales

El vocablo transición proviene de la palabra latina transitio, y significa “acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto” (Diccionario de la lengua española, 2001). Se usa en multiplicidad de situaciones. En particular, tiene pertinencia al generarse cambios cualitativos en procesos a nivel social, político o económico, como por ejemplo cuando se procede a un cambio en el tipo de Estado que rige a una sociedad, o más aún, a la sustitución de la posición dominante de unas relaciones sociales de producción por otras que son nuevas o estaban supeditadas a las anteriores, que según Jutta Schmitt (2008: 5, 6), pueden ser todas estas de tipo explotador o solidario, expresándose jurídicamente cualquiera de estas como relación de propiedad sobre los medios de producción. El segundo ejemplo se vincula dialécticamente con el primero, expresándose ambos en cambios a nivel ideológico, pues “el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general” (Carlos Marx, 1858-1859: 7), y recíprocamente ocurre que:

El desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todo lo demás, efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre, en última instancia Federico Engels, 1894/1980: 283, 284).

Un proceso de transición a nivel económico tiene una necesaria incidencia a nivel político, no obstante puede haber un proceso de transición a nivel político sin que necesariamente repercuta cualitativamente a nivel económico, es decir, tratándose de una sociedad fragmentada en clases por la preponderancia que en la producción económica tengan relaciones sociales de explotación, se puede modificar el aparato de Estado o el sistema de gobierno sin que la clase dominante pierda el control político sobre la sociedad, ni la propiedad que esta ejerce sobre los medios de producción, ni la hegemonía de sus ideas sobre la clase dominada, dado que:

Como el Estado nació de la necesidad de amortiguar los antagonismos de clase y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, por regla general es el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que se convierte también, con ayuda de él, en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida (Engels, 1891/2006: 185).

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época (…) la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan (…) las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación Marx y Engels, 1845/1970; 50).

La clase dominante puede tomar medidas para preservar el orden social y económico de una sociedad, regida bajo relaciones de producción acorde a sus intereses clasistas, dado que “en todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a todas las otras su correspondiente rango [e] influencia, y cuyas relaciones por lo tanto asignan a todas las otras el rango y la influencia” (Marx, 1857-1858: 27, 28). Cada una de esas relaciones de producción se haya compuesta por relaciones sociales y técnicas de producción, condicionando las primeras a las segundas (Marta Harnecker, 1972: 37-39, 41, 48). Por tanto, la clase dominante asume esa condición al ser predominante las relaciones sociales de producción que precisamente garantizan el domino de esa clase.

El orden social y económico en cuestión puede desaparecer si en su seno maduran las condiciones materiales para la existencia de nuevas relaciones sociales de producción, que sustituirán en su carácter dominante a otras (y con las cuales llega a coexistir durante cierto período histórico) cuando estas últimas se convierten en trabas para el desarrollo pleno de las fuerzas productivas, dando origen a una revolución que incide en (y simultáneamente es afectada por) las formas ideológicas existentes (Marx, 1858-1859: 7, 8) y propicia un proceso de transición entre el predominio de unas relaciones sociales de producción al predominio de otras, traducido ese proceso a su vez como transición entre uno y otro modo de producción en cuanto a su situación preponderante, entendiendo como componentes de esa última categoría a las fuerzas productivas y a las relaciones de producción de un mismo tipo, de donde las relaciones sociales de producción actúan como factor condicionante de la superestructura jurídico-político-ideológica de una sociedad (formada por las estructuras ideológica y jurídico-política según Marta Harnecker, 1972: 140-143). Por tanto, la superestructura existente, acorde a las viejas relaciones sociales de producción que antes eran dominantes, deberá pasará por un proceso de transición dado que también se convierte en una barrera para las nuevas relaciones sociales de producción, que ahora son dominantes pero antes eran estaban supeditadas a las que les antecedieron (Harnecker, 1972: 156, 157).

Históricamente han existido y existen sociedades donde están presentes varios tipos de modos de producción, y por tanto varios tipos de relaciones sociales de producción, teniendo así una estructura, base o infraestructura económica (Harnecker, 1972: 84) heterogénea, ámbito donde un tipo de relación de producción es predominante frente a las demás, ocurriendo igualmente la subordinación de varios modos de producción ante uno que es predominante, y el dominio de una clase social sobre las restantes. Simultáneamente, el tipo de mentalidad predominante de una sociedad interactúa dialécticamente con el tipo de propiedad predominante en los medios de producción (como expresión jurídica de la relación social de producción predominante), siendo también su sostén psico-social desde el ámbito de la superestructura.

Sintetizando tanto a Harnecker (1972: 97, 98) y Milena Landáez (2014) como a Rosental e Iudin (2004: 192), en esa sociedad o ámbito espacio-temporal donde ocurre lo antes descrito a nivel de estructura y superestructura se está en presencia de lo que se denomina formación económico-social, categoría que sirve para describir a un país o a un grupo de países con características similares en diverso grado, y poseedores de una historia en común. En esa formación económico-social se hallan articulados los siguientes componentes que interactúan dialécticamente entre sí:

1) Una estructura económica compleja, donde coexisten varias relaciones de producción. Una de estas relaciones es de tipo dominante, imponiendo sus leyes de funcionamiento a las otras relaciones subordinadas.

2) Una estructura jurídico-política compleja, funcional a la dominación de la clase dominante, y por tanto creada para la conservación del orden social imperante, sobre todo de la relación social de producción que sea dominante.

3) Una estructura ideológica compleja formada por varias tendencias ideológicas subordinadas y configuradas por la tendencia ideológica dominante, la que generalmente corresponde a la mentalidad de la clase dominante, es decir, a la tendencia ideológica propia del grupo explotador de la relación de producción dominante, tendencia que a veces es impuesta, pero siempre asumida, como referente del consenso social que sirve de justificación y legitimación de las relaciones sociales y de la estructura jurídico-política, así como de factor alienante o neutralizador de la conciencia de clase de los explotados.

El empleo de la categoría formación económico-social (llamada formación social por Luis Vitale, 1981: 2) “entrega la totalidad de la sociedad global, no sólo en la infraestructura económica sino también el papel del Estado, la cultura, la ideología y, sobre todo, el conflicto de clases, que expresa crudamente la sociedad en movimiento, en proceso”.

Una formación económico-social se identifica según el tipo de relación (explotadora o solidaria) de producción que predomina en su estructura económica, como ocurre con la formación económico-social esclavista, donde las distintas relaciones sociales de producción (sean explotadoras o solidarias) se sujetan o supeditan a la relación esclavista de producción. Por otra parte, en una sociedad comunista no pueden existir relaciones explotadoras de producción (ni por ende clases sociales), y en consecuencia su estructura económica es homogénea al tener cabida solamente relaciones solidarias de producción, y su expresión jurídica consistente en la propiedad colectiva de los medios de producción por parte de los miembros de la sociedad, siendo todos trabajadores y a la vez productores socialmente organizados de sus condiciones económicas, sociales y culturales de vida. Por tanto, el modo de producción comunista coincide con la formación económico-social comunista.

En un país o grupo de países, y durante un período histórico, para conocer las leyes de nacimiento y evolución de su formación económico-social (cuyo alcance puede ser nacional o regional), es necesario estudiar cada una de estas estructuras en su autonomía relativa y en sus vínculos multilaterales respecto a las demás según sus características propias, lo que implica identificar los tipos de relaciones sociales de producción existentes, conocer la combinación de estas, precisar la relación de producción dominante, y las maneras como esta ejerce su influencia al resto de la sociedad.

Ya se ha indicado que en cierto período histórico de una sociedad pueden coexistir diversos modos de producción, pero uno de estos condiciona al resto. Por demás, a cada una de estas relaciones sociales se le asocian dialécticamente rasgos específicos de las leyes e instituciones de la sociedad, e igual ocurre con las mentalidades o formas de conciencia que allí surjan, componentes todos estos que se acoplan bajo formas o maneras peculiares. Esto origina la complejidad de su estructura económica y su superestructura jurídico-político-ideológica con interdependencia entre ambas, resultando así que cada modo de producción es una totalidad social abstracta o concreto-pensada pues, según sea la realidad vista como totalidad social concreto-real existente en un ámbito espacio-temporal determinado, no siempre existe un solo o único modo de producción, ni está aislado de las relaciones sociales propias de otros modos de producción.

Plantear la transición entre el predominio de unas y otras relaciones de producción implica la correspondiente transición entre las respectivas formaciones económico-sociales a las que se hallan vinculadas, no siendo posible concebir a ambos procesos aislados uno del otro, ni que ocurra una lucha entre las clases sociales cuya dominación es garantizada por la formación económico-social respectiva. Según Vitale (1981: 1), durante la transición de una a otra formación económico-social los modos de producción coexistentes no tienen una preponderancia decisiva, pese a que se configuran “las tendencias que determinarán el salto cualitativo a un modo preponderante de producción”, pudiéndose aseverar que hay una disyuntiva sobre la preponderancia que deberá tener uno u otro medio de producción según las condiciones que lo favorezcan. La maduración de ese salto ocasiona la complejidad del proceso de transición, la cual rebasa cualquier intento de encasillar en forma simplista la evolución de los pueblos bajo esquemas metafísicos ajenos a sus particularidades y con una visión equivocada de universalidad legítima pero mal entendida (Vitale, 1981: 2).

La formación económico-social imperante se ve alterada cuando “las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes (…) Y se abre así una época de revolución social” (Marx, 1858-1859: 8) sobre todo si existen fuerzas que buscan pasar de una a otra formación económico-social mientras se agudiza la lucha de clases. La preponderancia de uno de los respectivos tipos de relaciones sociales de producción, conjuntamente con la hegemonía que tenga la respectiva mentalidad que sustente el correspondiente tipo de propiedad sobre los medios de producción, es lo que llevará a la perpetuación de la formación económico-social existente o al avance hacia la que está destinada a sustituirla. En otros términos, una revolución no ocurre solamente por factores económicos, reduccionismo desdeñoso de los factores políticos e ideológicos que contribuyen a su génesis, pese a no ser suficientes sin los factores económicos que en última instancia son determinantes en ese sentido.

En el período de transición entre ambas formaciones económico-sociales coexisten propiedades de uno y otro, por lo que, dependiendo de la correlación de fuerzas entre las clases sociales en pugna, podrá ocurrir un retroceso hacia la primera o un avance hacia la segunda, dependiendo tal hecho de la dominación económica y la hegemonía política e intelectual que, sobre la sociedad, pueda obtener uno de los grupos sociales congregados alrededor de las dos clases confrontadas, y que participan de las correspondientes luchas que estas libran en los ámbitos social, económico, político, intelectual e incluso militar, pudiendo involucrar a las clases dominantes de una o varias naciones a favor del grupo social, partidario de los ideales e intereses políticos de la clase dominante y/o de sus adherentes, del país donde van a intervenir de diversas maneras, cuestión que se puede apaciguar o neutralizar si para ese país la correlación (nacional e internacional) de fuerzas es favorable en función de facilitar la actuación del grupo social que lucha contra la clase dominante. Antonio Gramsci (1980: 56-59) explica la (co)relación de fuerzas en la lucha de clases sobre la base de:

1) La correlación de fuerzas sociales asociadas a las clases en que se divide la sociedad, o sea, asociadas al grado de desarrollo de las fuerzas productivas y a la estructura económica.

2) La correlación de fuerzas políticas dada por los grados de homogeneidad, autoconciencia y organización que alcancen los grupos sociales en medio de la lucha de clases hasta que uno de estos prevalece y difunde sus ideas al resto de la sociedad, convirtiéndose así en hegemónica a la clase o al grupo social (unificado intelectual y moralmente) que las enarbola, teniendo al Estado como un organismo suyo que favorece su expansión.

3) La correlación de fuerzas militares, la cual se alterna con la primera de las anteriores, estando mediadas ambas por la segunda, y se expresa a nivel militar o político-militar, siendo decisiva según las circunstancias por las que atraviesa la lucha de clases en los ámbitos nacional e internacional.

Desde las acotaciones que hace Gramsci sobre las fuerzas políticas (ya sea que se organicen como partidos o tengan otra expresión orgánica), se entiende que la hegemonía de una clase social no es sólo política, sino además en el plano de las ideas cuando las que le son propias llegan a ser asumidas en diversos grados por otros grupos o clases sociales que se le asocian antes, durante y después de que aquella se convierte en la clase dominante de la sociedad, pero sin perder la direccionalidad de sus metas u objetivos cuando alcance esa posición. Las hegemonías política e intelectual se condicionan recíprocamente.

En consecuencia, para precisar la fortaleza o debilidad política de una clase respecto al resto de la sociedad, “el criterio histórico político (…) es este: que una clase es dominante de dos maneras, esto es, es ‘dirigente’ y ‘dominante’. Es dirigente de las clases aliadas, es dominante de las clases adversarias” pese a las circunstancias adversas que se le presenten según la coyuntura del momento. “Por ello una clase ya antes de subir al poder puede ser “dirigente” (y debe serlo): cuando está en el poder se vuelve dominante pero sigue siendo también ‘dirigente’ (…) La dirección política se convierte en un aspecto del dominio”, no bastando solo el poder y la fuerza material que den el ejercicio del gobierno para ejercer la dirección o la hegemonía política, debiendo existir esta última condición incluso antes de llegar a gobernar (Gramsci, 1981: 107).

Una revolución originada por las contradicciones económicas, políticas e ideológicas de la lucha de clases en el seno de una formación económico-social, ocasiona la transición a otra formación donde la clase dominada en la primera se convierte clase dominante en la segunda bajo el escenario de una correlación de fuerzas que así lo determine.

En términos generales, muchas de las premisas hasta aquí descritas se han dado en los diversos procesos de transición entre una y otra formación económico-social, sin desestimar las diferencias de matices que a través de distintas épocas se han dado entre esos procesos, sobre todo porque “una formación social no desaparece nunca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella” (Marx, 1858-1859: 8) de acuerdo a las especificidades económicas, políticas e ideológicas propias del período histórico de una determinada sociedad, implicando incluso que en Europa la clase dominante en una formación económico-social decadente (como la esclavista) cede su lugar a otra clase que será dominante en otra formación económico-social emergente (como la feudal). Otras formaciones económico-sociales clasistas son las que se conformaron en torno a los modos de producción asiático y capitalista.

La transición entre el modo de producción del comunismo primitivo y la formación económico-social esclavista es estudiada por Engels (1891). El tránsito entre los modos de producción del comunismo primitivo y el asiático es analizado por Maurice Godelier (1969). Sobre el paso de la formación económico-social esclavista a la feudal se puede consultar las investigaciones de James Amelang (1987), Perry Anderson (2005), Pierre Bonnassie (1985), María Inés Carzolio (2014), Josep Salrach (1997) y Chris Wickham (1989). En cuanto a la transición desde la formación económico-social feudal hasta la capitalista, hay que mencionar a Carlos Astarita (2005), Isaías Covarrubias (2004), Eva Domanska (1989), Eric Hobsbawn (2006), Jason Moore (2003), y P. M. Sweezy y otros (1969). Un estudio interesante y valioso sobre los procesos de transición en América Latina lo hace Vitale (1981), el cual se ha citado aquí con anterioridad.

Estos ejemplos históricos de transición no deben verse como un intento en establecer la evolución de cualquier sociedad sobre la secuencia rígida, mecánica y unilateral de los modos de producción del comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capitalismo. Esto último representa una concepción deformadora, dogmática, escolástica y etapista de la historia, contraria a la esencia dialéctica del marxismo e impuesta por el stalinismo en función de una estrategia (falsa o equivocada) para enfrentar la coyuntura política internacional del momento en que existió. A esa concepción se le añade otra de tipo economicista y reduccionista, consistente en analizar los modos de producción y las formaciones económico sociales solamente en torno a las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, o tomar la superestructura como consecuencia o emanación de la estructura, descuidando el papel de la política, la ideología y la cultura sobre la economía. Todas estas observaciones son abordadas por Vitale (1981).

Consideraciones específicas sobre el socialismo

y la transición entre capitalismo y comunismo

La transición desde la formación económico-social capitalista al modo de producción comunista atañe al problema de crear o desarrollar relaciones solidarias o de cooperación mutua que sustituyan las relaciones capitalistas de producción, implicando crear o desarrollar la mentalidad sustentadora de las primeras y que sustituya la mentalidad sustentadora de las segundas. Estas son dos de las tareas fundamentales del socialismo científico postulado por Marx y Engels. Mientras las relaciones y la mentalidad propias del modo de producción comunista no sean predominantes en la sociedad, el socialismo seguirá siendo un proyecto concreto-pensado, realizable pero utópico mientras no se concrete en una sociedad comunista.

Desde el punto de vista marxista de la praxis revolucionaria y de la lucha de clases, para Ludovico Silva (1982: 16, 17) “el socialismo es la idea, el modelo, el proyecto, la estrategia; el comunismo es la práctica, la táctica, la tarea inmediata”, o dicho de otra manera, “el socialismo es la teoría y el comunismo es la práctica. Es decir, el comunismo, entendido como combate y movimiento real, es el arma que conquistará la sociedad socialista, que es el objetivo final. Esto nos lleva a plantearnos la necesidad de conceptuar al socialismo como modelo y utopía concreta” que se orienta hacia la sustitución del modo de producción capitalista y la instauración del comunismo, el cual para Schmitt (2008: 7) está:

concebido como una sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, como en la libre asociación de los productores bajo pleno desarrollo de las fuerzas productivas y abundancia de recursos. Esto, a la vez, son las precondiciones para el pleno desarrollo de las potencialidades humanas, su plena realización como verdadero ser humano en y mediante la humanización de la naturaleza y la naturalización del ser humano.

Al alegar que el socialismo es la teoría y el comunismo es la práctica, Silva (1982: 16, 17) justifica así su postura en negar que el comunismo sea una fase superior del socialismo, y por ende el segundo sea a su vez la primera fase de la sociedad comunista como lo dice Vladimir Lenin (1917: 115, 119) de acuerdo a Harnecker (1979: 8), quien sostiene que “son dos períodos de un mismo modo de, [sic] producción: el modo de producción comunista, caracterizado fundamentalmente por la propiedad social de los medios de producción”, pese a que Schmitt (2008: 7) explica que está basado, tanto en la propiedad colectiva de los medios de producción, como en la “dictadura” de la mayoría (proletariado) sobre la minoría (clase capitalista destituida), y que:

prepararía la superación de la división del trabajo en trabajo manual-físico-industrial y trabajo intelectual, y con ello, de la alienación humana. La vida socialista se regiría según los principios de una consciente planificación social de la producción, de la mano con la asociación libre, cooperación solidaria y ayuda mutua entre los productores. Se caracterizaría por el cese de la producción de mercancías destinadas a la venta en el mercado, y en su lugar reaparecería la producción de ‘valores de uso’ destinados al uso o consumo inmediato y directo, y no para el mercado.

Quizás Marx no contempló la relación entre las categorías de socialismo y comunismo como fases donde el primero precede al segundo, pero luego del triunfo de la Revolución Rusa en 1917, bajo la conducción del partido bolchevique y de su líder Lenin, en función de los retos que esta enfrentaba para intentar construir el comunismo en el contexto de la época, este líder revolucionario subrayó que:

Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún (1919: 86).

Mucho antes que Lenin, ya Marx había advertido que con la debacle del capitalismo todavía no se está en presencia de una sociedad comunista constituida sobre su propia base, sino al contrario, “de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede” (Marx, 1875: 9), o dicho en otros términos, de la sociedad capitalista surge otro tipo de sociedad que conserva parte de sus atributos, y por tanto aún no es comunista, pero entre ambas “media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado” (Marx, 1875: 19), llamada a erigirse en clase dominante de la nueva sociedad como primer paso de la revolución obrera, que para Marx y Engels representa la conquista de la democracia (Marx y Engels, 1848-1893: 56, 57).

El tipo de democracia planteada por Marx es opuesta a la pregonada y defendida por los ideólogos liberales de la burguesía, promotores de una democracia burguesa de índole falaz, minoritaria, favorable a los privilegios de los explotadores y restrictiva a la participación activa de los explotados, permitiéndole a estos únicamente escoger a los miembros de las clases dominantes que los va a representar (Lenin, 1917: 108, 109), según se denuncia desde la perspectiva crítica de Lenin contra la concepción elitesca y meramente formal de la democracia en el capitalismo, materializada de hecho como una verdadera la dictadura de la burguesía sobre la sociedad en el sentido peyorativo que tiene ese término, no solo en el terreno político, sino también en el económico:

Pero la dictadura del proletariado, es decir, la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para aplastar a los opresores, no puede conducir únicamente a la simple ampliación de la democracia. A la par con la enorme ampliación de la democracia, que se convierte por vez primera en democracia para los pobres, en democracia para el pueblo, y no en democracia para los ricos, la dictadura del proletariado implica una serie de restricciones impuestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimir a éstos para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada; hay que vencer por la fuerza su resistencia, y es evidente que allí donde hay represión hay violencia, no hay libertad ni democracia.

Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, o sea, exclusión de la democracia para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo (Lenin, 1917: 110).

Por tanto, en la sociedad capitalista tenemos una democracia amputada, mezquina, falsa, una democracia solamente para los ricos, para la minoría. La dictadura del proletariado, el período de transición al comunismo, aportará por vez primera la democracia para el pueblo, para la mayoría, a la par con la necesaria represión de la minoría, de los explotadores. Sólo el comunismo puede proporcionar una democracia verdaderamente completa (Lenin, 1917: 111).

Marx no le puso denominación especial a ese período histórico para el que, por un lado, existe un Estado supeditado a la clase proletaria o dirigido por esta, y se materializa la verdadera democracia para el pueblo, por lo que el socialismo científico es necesariamente democrático, pero de igual manera la democracia se transforma en socialismo y a la vez lo requiere, siendo llevada por la revolución hasta sus últimas consecuencias (Lenin: 1917: 99, 100), dado que democracia implica igualdad no solo formal, sino de hecho en cuanto a la intervención sobre la dirección del Estado y la posesión de los medios de producción como prerrogativas política y económica, respectivamente, de todos los miembros de la sociedad, implicando la desaparición tanto de las clases sociales pues estas expresan desigualdad (Lenin, 1917: 120, 121), como del Estado pues “cuanto más intervenga todo el pueblo en la ejecución de las funciones propias del poder estatal, tanto menor es la necesidad de dicho poder” (Lenin, 1917: 65). Por otro lado, sobre el período histórico entre capitalismo y comunismo, Boron (2008: 106) acota que:

Los fundadores del materialismo histórico -y junto con ellos todo el marxismo clásico, incluyendo figuras de la talla de Lenin, Trotsky y Luxemburgo, entre otros- se equivocaron cuando supusieron que el período de transición entre el capitalismo y el comunismo (…) sería de breve duración. Y no sólo eso: también subestimaron la virulencia de la reacción adversa de las grandes potencias capitalistas, mientras que sobrestimaron la unanimidad de acción, o el internacionalismo, de los proletarios de todo el mundo, que no sólo no se unieron, como exhortaban Marx y Engels en el Manifiesto [Comunista], sino que, como lo demostró la Primera Guerra Mundial, se encolumnaron detrás de sus propias burguesías en una de las mayores carnicerías de la historia.

Estas circunstancias explican que durante la Revolución Rusa no se tuviera claro que el comunismo “no se establecería hasta que se crearan condiciones objetivas y subjetivas a través de un largo y complejo proceso histórico” dada la debilidad del comunismo naciente frente al capitalismo aún existente, y por tanto en pleno proceso revolucionario no se podía decir que aquel estuviese consolidado, resultando a la larga que se utilizara “el término socialismo, para lo que al comienzo de siglo XX, durante la revolución bolchevique, se empleaba el término comunismo” de acuerdo a Jesús Faría (2008: 13). Ante la experiencia histórica de los acontecimientos mundiales y los procesos revolucionarios posteriores a 1917, se aprecia que, tan prolongada resultaría ser la transición al comunismo, que:

la transformación comunista a escala mundial abarca un largo proceso histórico de redespliegue y desarrollo de las fuerzas productivas universales (incluye además la transformación paulatina de los países atrasados), la superación de la vieja división mundial del trabajo, la creación de una masa creciente de riqueza y bienestar a la par que la formación de un hombre nuevo (Víctor Figueroa y Ramón Sánchez, 2006: 7).

Entender al comunismo como la materialización o concreción real y dinámica del socialismo implica entender previamente a este con la profundidad requerida para su ejecución, minimizando así los errores que se puedan cometer en el intento de “tomar el cielo por asalto” y, dentro del campo revolucionario, deslindando los bandos entre los que pregonan el discurso socialista en contradicción flagrante con su propia práctica contrarrevolucionaria, y los que mantienen la coherencia praxeológica entre la teoría socialista pregonada por muchos (quienes no necesariamente la apoyan en verdad) y la práctica comunista consistente en elevar constantemente los niveles de conciencia, participación y organización del pueblo en las esferas económica, política e intelectual en función de eliminar las relaciones sociales de explotación (del tipo que sean) y todos los factores que las sustentan.

Según Silva (1982: 17-19), el socialismo científico de Marx es visto, desde la filosofía de la ciencia, como un modelo teorético ideal y simbólico (Mario Bunge, 2004: 335-338, 366-369) apoyado sobre las tendencias observables en la sociedad capitalista ya que este modelo se sustenta en la teoría marxista del socialismo, por lo que no es una interpretación de una teoría abstracta, aunque en sí mismo tal modelo es una creación mental, pese a que puede representar objetos reales que formen parte de un modelo real y existente de esa teoría, con el cual debe contarse para que sea sustento material del socialismo científico, el cual vendría dado por la formación económico-social comunista.

Como modelo teorético ideal y simbólico, el socialismo científico abarca una serie de características fundamentales que Silva (1982: 21-33) delinea en forma condensada, aclarando que tienen estrecha relación con la práctica, se fundamentan en la observación de las tendencias de las modernas sociedades desarrolladas pese a que pudieran parecer una utopía absoluta, y que él posiblemente no tomara en cuenta algún rasgo importante, pero los que expone los considera esenciales para construir una utopía concreta que oriente a los revolucionarios pese a que puedan parecer una utopía absoluta.

De tales lineamientos se desprende que el socialismo será un fenómeno mundial que, en los planos social, cultural e ideológico, requiere seres humanos cualitativamente nuevos para poder iniciarse, portadores de una conciencia o mentalidad socialista que deberá masificarse cuando se supere la distribución de bienes y servicios mediada por el dinero, lo cual se logrará mediante la abundante producción de estos gracias a un desarrollo elevado de las fuerzas productivas, para así generar suficiente riqueza que se distribuya según las necesidades de los individuos a ser satisfechas en su totalidad, deteniéndose el crecimiento económico en tal caso hasta que se vuelva a acelerar cuando las necesidades lo exijan. Otro aspecto a resaltar es que la dictadura de clase de la burguesía será enfrentada por la dictadura de clase del proletariado, y el Estado que se define por el contenido de la clase que lo domine, deberá tender a su desaparición con la desaparición de las clases mismas y será reemplazado por la autogestión de todas las fuerzas sociales.

Un elemento a ser incluido explícitamente, en la caracterización hecha por Silva del socialismo, es el de la transformación del Estado para que ya no sea útil o afín a la dictadura de la burguesía, pero sí lo sea para la dictadura del proletariado y la construcción del poder popular (como sea que se le llame en el país donde aparezca), destinado a aglutinar las fuerzas sociales e ir asumiendo las facultades del Estado en la medida que se vaya gestando su futura superación histórica, siendo necesario que el poder popular tenga presencia orgánica a nivel nacional, regional y local.

Dada la argumentación que se ha dado hasta ahora, aquí se puede plantear que la categoría socialismo a secas tiene un primer uso al traducirse como socialismo científico, o sea, como el modelo teórico que al convertirse en una realidad plenamente materializada o concretada, esta se traduce como una sociedad comunista que sustituya a la sociedad capitalista, pero el término socialismo puede tener un segundo uso no necesariamente para designar al período de transición entre capitalismo y comunismo, tal como se ha hecho hasta el momento. Si ese período no se puede llamar así, queda la interrogante del nombre con que se le puede designar con identidad propia.

Partiendo de Vitale (1981: 2), a cada período de transición entre dos formaciones económico-sociales, le puede corresponder otra diferente de las anteriores, si la preponderancia de las relaciones sociales de producción de la formación económico-social transitoria y de la que le precede es asumida por las relaciones sociales de producción de la formación económico-social que termina sustituyendo a ambas. En consecuencia, aquí se considera usar el término socialismo para adjetivar a una que surge durante la transición entre las formaciones económico-sociales capitalista y comunista, y que se caracteriza por la coexistencia transitoria de atributos propios de ambas, pero orientada a la concreción del modelo teórico del socialismo científico asumido por la conjunción de diversas fuerzas (sociales, económicas, políticas e incluso militares), nucleadas en torno a ese modelo y dirigidas por una clase trabajadora, en grado sumo libre de alienación y portadora de conciencia de clase, manteniendo ese segmento social una posición de dominio y hegemonía (tanto política como cultural o intelectual) en la sociedad a través de la lucha de clases, arrebatando el dominio detentado por la burguesía y sectores aliados suyos (tanto nacionales como internacionales), de manera tal que a la agrupación de fuerzas ya referida le permita procurar en diversos terrenos (y a nivel nacional e internacional) las condiciones objetivas y subjetivas (que sean necesarias y suficientes) conducentes a la consolidación de las relaciones comunistas de producción como dominantes frente al resto de las relaciones sociales de producción, manifestándose así “la transición socialista como formación económico-social particular en la teoría y praxis histórica” (Figueroa y Sánchez, 2008: 5), signada por una orientación revolucionaria:

que se propone escapar a la sumisión y lógicas del capital y de su ley de acumulación mediante la socialización, intervención y mando directos de las fuerzas productivas fundamentales y la reproducción ampliada por la sociedad bajo el poder político de la clase obrera en alianza con el campesinado y otras fuerzas organizadas que dominan el Estado (…) La negación del gran capital no implica el rechazo a la presencia de otras formas de producción, incluyendo al capital privado nacional e internacional. La heterogeneidad y el quién vence a quién es la base y contradicción de esta formación económica social (Figueroa y Sánchez, 2008: 12).

Desde ese punto de vista, la transición planteada en esos términos es comunismo inicial, incipiente e incompleto, contentivo de atributos económicos y sociales de su futura madurez como del viejo orden que acaba de desplazar. De alguna manera y a un nivel dado, este movimiento real debe asimilar, en todas sus etapas y estadios, ciertos rasgos económicos y sociales esenciales de comunismo para no de extraviar su trayectoria hacia el capitalismo (Figueroa, 2006: 56).

Si el socialismo científico se toma como fundamento para la transición entre el capitalismo y el comunismo, surge el problema de la transición previa entre la formación económico-social capitalista y la formación económico-social socialista, a darse en medio de la lucha de clases pues la burguesía nunca aceptará ver desplazadas, de su posición dominante, a las relaciones capitalistas de producción y su sustitución por las relaciones comunistas de producción, a las que intentará minimizar, destruir o evitar que surjan, así como buscará de impedir por diferentes vías que la clase trabajadora se posicione como clase dominante de la sociedad, siendo que esto último sólo es posible a través de una revolución socialista, tal como sostienen E. F. Borísov y otros (sf: 178-180). Otras cuestiones al respecto son estudiadas por Harnecker (1986) y planteadas por Kim Il Sung (1967).

Consideraciones finales

La transición entre relaciones sociales de producción equivale a las de modos de producción y formaciones económico-sociales de las que vienen siendo parte de sus componentes. No es una categoría exclusivamente económica, pues posee dimensiones sociales, culturales, políticas e ideológicas estrechamente interrelacionadas. No debe concebirse como un procedimiento mecánico, sino como un proceso histórico del cual no existe un esquema único, pero sí presenta tendencias generales que se manifiestan de disímiles maneras, según las condiciones objetivas y subjetivas presentes en una sociedad donde decae una formación económico-social que da paso a otra surgida de sus propias contradicciones.

Concebir el socialismo desligado del comunismo, e incluso confrontado a este, es una falacia funcional a los intereses de las clases dominantes y sus adláteres, producto de la ignorancia y la manipulación promovida a través de sus mecanismos ideológicos de dominación, entre otras taras propias de la formación económico-social capitalista, destinadas a ser superadas por la concreción de los postulados del socialismo científico como misión fundamental de la formación económico-social socialista existente en una etapa transitoria hacia la paulatina aparición de una sociedad sin clases, libre de explotación y alienación, condiciones propias de la formación económico-social comunista. Queda como tarea pendiente para los revolucionarios construir la transición entre la formación económico-social capitalista y la formación económico-social socialista.

REFERENCIAS

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Deterioro institucional y efectos en la educación del Paraguay

Por: Víctor Pavón

Aquellos que, revestidos de autoridad en el gobierno, creen que la modificación de las reglas de juego y el quiebre en los procedimientos no son más que una jugada de las muchas que quedarán impunes, se equivocan -y hacen tanto daño o más que los delincuentes comunes. El que se encuentra en el ejercicio del poder público se ajusta a las reglas, y puede hacer únicamente lo que previamente está autorizado –principio universal aplicado en los países civilizados para limitar el poder.
Si los gobernantes son los primeros en hacer tabla rasa sobre lo que juraron defender y carecen de sanción alguna, el ciudadano común se percata de que vive en una sociedad donde para el logro de los objetivos personales resultan preferibles los atajos, la evasión, la riqueza mal habida o cualquier otra conducta reprochable denominada en términos genéricos como corrupción.
La causa de aquellos citados males sociales, sin embargo, no se deben a que el paraguayo es corrupto por naturaleza, ni un haragán. Esto es lo que han predicado y siguen insistiendo los autoritarios de siempre, los mismos que se creen investidos de una aureola que los hace supuestamente especiales y únicos para dirigir la administración gubernamental.
Los males sociales arrastrados a lo largo de nuestra historia se deben al deterioro institucional ocasionado por unos cuantos autoritarios y de escasas luces que sin consideración alguna hacia el derecho de sus semejantes de vivir en una República para la sana convivencia, aparecen para alzarse con el poder, comprando -mediante canonjías y privilegios- a todo aquel que encuentran en su camino.
El deterioro institucional no es un caso particular del Paraguay; es la característica de los países subdesarrollados. Aún contando con prodigiosas riquezas naturales, muchas naciones continúan sumidas en la pobreza, el desempleo y la corrupción. Los efectos de ese deterioro son devastadores sobre el empleo, la inversión y, en particular, sobre los incentivos que perciben los ciudadanos acerca de lo que es correcto o no, de lo que está mal o bien. En suma, afecta la conducta de las personas en su apreciación acerca del cumplimiento de las leyes.
Por lo general el deterioro institucional se inicia en la política y la economía. Sin embargo, desde ahí, discurre hacia otros campos, llegando hasta el mismo sistema educativo. Y, ya instalado en la educación, los efectos son todavía más destructivos, por cuanto que los niños y jóvenes entran en conflicto entre lo que dicen sus libros y lo que hacen los dirigentes. Esto se da de esta manera, porque la educación es un proceso de enseñanza y aprendizaje en el que incide el contexto social.

Las oportunidades presentes y futuras del país se forjan en las aulas a través de la educación. Los resultados educativos sólo serán de calidad y una bendición para el progreso de nuestra nación, si los gobernantes acompañan el esfuerzo y dedicación de padres, alumnos, profesores y directivos, siendo celosos defensores de la Constitución, para así cambiar de una vez por todo el autoritarismo corrupto y campante del cual todavía algunos pretenden imponer.

Fuente: http://www.elojodigital.com/contenido/16167-paraguay-deterioro-institucional-y-efectos-en-la-educaci-n

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¿Más destrucción institucional?

Blanca Heredia

Las instituciones formales fuertes nunca han sido lo nuestro. Contra viento y marea, sin embargo, a lo largo del siglo XX y, también, a principios del siglo XXI, los mexicanos fuimos capaces de construir una pequeña constelación de instituciones estatales que han contribuido decisivamente –aunque cada vez con mayores dificultades– a apuntalar la estabilidad y la gobernabilidad del país.

Destacan, entre la que fueron formalmente creadas o fortalecidas entre finales del siglo pasado y el comienzo del que corre, las siguientes: el Banco de México, el Instituto Federal Electoral (hoy Instituto Nacional Electoral), el Instituto Federal de Acceso a la Información (en la actualidad: Instituto Nacional de Acceso a la Información) y el Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).

Me concentro en las citadas arriba, pues encarnan mejor que otras –tanto en su arquitectura legal e institucional, así como en el perfil de las personas seleccionadas para comandarlas en su primera etapa en el caso del IFE y del IFAI y, desde su fortalecimiento y hasta la fecha, en lo que toca a Banxico e Inegi– la voluntad política de crear instituciones dignas de tal nombre. Es decir, de armar entidades públicas en las que el comportamiento de sus integrantes estuviese constreñido por arreglos organizacionales y normas legales capaces de asegurar (o al menos maximizar) imparcialidad, objetividad y rigor técnico y , con ello, ofrecer certidumbre en el manejo de elementos clave (el dinero, los votos, la información sobre la operación del gobierno, y la información estadística y geográfica de México) para el funcionamiento económico y político de la colectividad.

Para funcionar y ser mínimamente viable, cualquier sociedad requiere de asideros que la provean de certidumbre en áreas básicas. Ello es así, especialmente en contextos en los que las fuentes de incertidumbre más allá del control de dicha sociedad se multiplican.

La creación o fortalecimiento de las instituciones mencionadas arriba se da en México justo en ese tipo de contexto. Uno marcado por el fortalecimiento y diversificación de las fuentes de incertidumbre, tanto económica como política, derivados del quiebre del modelo partido hegemónico/economía cerrada, así como del tránsito al mercado y a la competencia electoral efectiva. En un contexto así resultaba de vital importancia –para ordenar la convivencia, así como para maximizar los potenciales beneficios del giro a una economía abierta y un sistema político competitivo– proveerle al país anclas ciertas en temas nodales (el valor del peso, de los votos y la información requerida para operar y planear).

Fue en parte la convicción de actores clave dentro y fuera del gobierno, pero sobre todo la necesidad y la incapacidad de ningún grupo político para imponerse sobre el resto, lo que hizo posible que México creara o fortaleciera su andamiaje institucional. Por desgracia, de un tiempo a esta fecha, fuera de unas cuantas notables excepciones, la clase política parece empeñada en destruir lo poquito de institucionalidad generadora de certidumbre que todavía tenemos.

El caso más reciente del desinterés completo de la mayoría de nuestros gobernantes y nuestra clase política en cuidar las pocas instituciones que nos quedan es el intento por imponer a Paloma Merodio como integrante de la Junta de Gobierno del Inegi.

Como ha documentado(1) la Comisión de Población y Desarrollo del Senado –presidida por el senador Armando Ríos Peter–, así como el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (2), la ciudadana y maestra Merodio no cumple con los requisitos legales para ocupar el cargo para el cual la está postulando el Ejecutivo federal. Adicionalmente, se observan indicios de falta de ética tanto en su curriculum vitae como en los documentos –solicitados por el senador Romero Hicks– presentados por el Ejecutivo federal para acreditar la idoneidad de la candidata al cargo.

Resulta grave en extremo el que se intente imponer a una persona que no cumple con los requisitos legales para ser parte del órgano directivo de la institución cuya función es darnos certeza sobre la información estadística y geográfica del país. Triste, asimismo, el que los defensores de esa designación intenten desacreditar a los críticos acusándolos de discriminación por género y/o edad. Tanto o más preocupante el que aquellos que se han ocupado de documentar que la candidata no cumple con los requisitos legales y exigir no se le considere para el cargo hayan sido objeto de amenazas, como la experimentada por el doctor Enrique Cárdenas, director ejecutivo del CEEY y destacadísimo historiador económico, a manos del senador Carlos Puente, del Partido Verde, el miércoles pasado.(3)

No hay calendario establecido para el nombramiento. El primer turno lo tiene la Comisión de Gobernación, presidida por la senadora Cristina Díaz. ¿Patearán, sus integrantes, el balón más allá del fin de periodo ordinario? ¿Se empeñarán en designarla?

Está en juego muchísimo más que un nombramiento en esta decisión. Nos jugamos todos la defensa de una institución centralísima –de las poquitas que nos quedan–; el saber si el gobierno ha renunciado de plano a asumir la responsabilidad en la conducción de lo que es, no suyo, sino de todos, así como a respetar el derecho ciudadano para disentir y exigir el cumplimiento de la ley.

(3) http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/enrique-cardenas-sanchez/nacion/2017/03/31/amenazas-al-estilo-trump-en?platform=hootsuite

(2) http://www.ceey.org.mx/reporte/documentos-no-idoneidad-paloma-merodio

(1) http://www.senado.gob.mx/comisiones/poblacion_desarrollo/docs/PMG

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/mas-destruccion-institucional.html

Fuente de la imagen:

 http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/02/28/58b5c78edb985.png

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El «nuevo modelo educativo» que no es nuevo ni tampoco modelo

Por: Claudio Escobedo

Hace algunos días el Secretario de Educación Pública Aurelio Nuño presentó ante el Presidente de la República, gobernadores, legisladores, funcionarios de primer nivel, empresarios y diferentes miembros  de la sociedad, el Nuevo Modelo Educativo que orientará el destino de la educación de México en las próximas décadas.

Un “Nuevo Modelo Educativo” que de entrada llega tarde, puesto que desde el 11 de septiembre de 2013, hace 3 años y medio se promulgó la Nueva Reforma Educativa, misma que debió como primer requisito traer bajo el brazo el Nuevo Modelo Educativo, por el contrario, fue una Reforma Educativa que llegó cortando cabezas y culpando al Magisterio Nacional de todos los males y desgracias que se viven en el país.

Estamos hablando y hay que decirlo claro, que iniciamos una Reforma Educativa sin una definición clara de su orientación pedagógica y sin contenido educativo. Una aberración que lamentablemente sólo pasa en México, “Primero pavimentamos y después ponemos el drenaje”.

No conforme con esto, el “Nuevo Modelo Educativo” no solamente llega tarde, sino además no tiene nada  de “Nuevo”, puesto que uno de sus máximos pilares “Aprender a Aprender” que según el Secretario Nuño fortalecerá y transformará poderosamente la educación y los niveles de aprendizaje de los niños y jóvenes de este país viene del año 1972, de la propuesta de la Comisión Internacional de la UNESCO del informe de Edgar Faure, planteamiento que en 1996, hace 21 años, el francés J. Delors acuñó como proyecto para la Educación del Siglo XXI  en los “Los Cuatro Pilares de la Educación” aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser.

Un Nuevo Modelo Educativo que además se centra en la clave de que en lugar de memorizar contenidos, el alumno aprenda a razonar por sí mismo y resolver problemas. Sin embargo, ya en la Reforma Educativa de Educación Básica de 1993, hace 24 años, uno de sus objetivos fundamentales era precisamente sustituir la memorización y que los alumnos empezaran a construir sus conocimientos. Por tanto, la satanización de la memorización, tampoco es novedad, ya fue desdeñada por el constructivismo de la Reforma anterior.

La gran paradoja del famoso “Aprender a Aprender” del Nuevo Modelo Educativo, es que cuestiona y excomulga “el aprendizaje memorístico y la repetición de contenidos”, sin embargo, sus patrocinadores apelan a la repetición en millones y millones de spot que se trasmiten sin cesar por radio, televisión e internet, para que la sociedad mexicana  aprenda y memorice las “BONDADES” del Nuevo Modelo Educativo ¡Vaya que bonita contradicción!

Estamos ante un Modelo Educativo que definitivamente no es “Nuevo”, pero tampoco es “Modelo”, puesto que está cargado de propósitos desproporcionados que rayan más en la demagogia barata. Revisemos, el Nuevo Modelo Educativo hace una apuesta temeraria de que todas las escuelas del nivel básico cuenten con la asignatura de inglés, así a la vuelta de unos años, se contará con escuelas bilingües a lo largo y ancho del país.

Sin embargo, el Nuevo Modelo olvida que sólo hay un maestro de inglés por cada 5 escuelas (50 000 maestros para 25 millones de alumnos) maestros que en su mayoría están subcontratados como es el caso de Coahuila, donde el Programa Nacional de Inglés en Educación Básica (PENIEB) contrata maestros con honorarios muy bajos y cero prestaciones, lo que afecta inevitablemente su desempeño.

Por lo tanto, hablar de un Modelo Educativo que proyecta inglés para todos cuando la realidad dice que hay 1 maestro para 500 alumnos, no puede ser Modelo, porque un modelo es un prototipo que sirve de referencia, y este Modelo peca de fantasioso y soñador, lo que le impide orientar objetivamente los esfuerzos educativos de cualquier índole.

Pero esto no para aquí, el Nuevo Modelo Educativo va más allá y se aventura irresponsablemente a decir que las escuelas van a contar con aulas digitales, de conectividad rápida y comunicación productiva. Nuevamente vuelven a olvidar que el Sistema Educativo Mexicano tiene una población escolar de más de 10 millones de niños y jóvenes en escuelas multigrado del área rural donde se carece de los insumos básicos como agua potable, drenaje y luz eléctrica.
Por lo anterior, estamos ante un Nuevo Modelo Educativo lleno de demagógicas intenciones, porque la realidad educativa de la gran mayoría de las escuelas del país están en condiciones lamentables de infraestructura, conectividad y material de apoyo y operativo, las condiciones de factibilidad son mínimas y además existe un terrible desconocimiento e ignorancia sobre las realidades locales.

Un Nuevo Modelo Educativo que aparte de ser desproporcionado, fantasioso, soñador, aventurero e ignorante (basta ver su promocional en la televisión)  es también presuntuoso. La Reforma Educativa que lo impulsa dejó ya de ser Reforma y se convirtió en Revolución Educativa según palabras del mismo Secretario Nuño, “Un esfuerzo inédito en la historia del País. Modifica el viejo modelo de casi un siglo” dice sin pudo ni vergüenza. 

Para su lógica y el pobre conocimiento que tienen de la materia, las grandes aportaciones de alfabetización de millones de mexicanos de José Vasconcelos no tienen valor, la masificación de las escuelas agrícolas de Lázaro Cárdenas no fueron nada, los grandes esfuerzos de Jaime Torres Bodet para hacer gratuitos los libros de texto y los proyectos educativos de las regiones indígenas tampoco fueron importantes, la cobertura educativa a nivel secundaria de Reyes Heroles en los ochentas tampoco se comparan con lo que ellos pretenden con el Nuevo Modelo Educativo.

Lo más grave de todo esto, es que quienes se ufanan y presumen el mejor de los Modelo Educativos en la historia de México, es el gobierno más desacreditado de los tiempos modernos. El gobierno que ha tolerado y favorecido los grandes niveles de corrupción e impunidad. El gobierno que tiene un nivel de endeudamiento exponencial y que tiene que recurrir al gasolinazo para poder sobrevivir y mantener sus privilegios y ambiciones de poder.

Aun así y es lo triste, que a pesar de que sea un Nuevo Modelo Educativo que NO ES NUEVO NI TAMPOCO ES MODELO, habrá muchos miles de incautos que creerán en las mentiras irresponsables que Peña Nieto y su gobierno repetirán una y otra vez hasta el cansancio, hasta que las traguemos en la sopa. ¡Qué lamentable!

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/el-nuevo-modelo-educativo-que-no-es-nuevo-ni-tampoco-es-modelo/

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Proyecto coordinado por el MST alfabetiza más de 7 mil personas con método cubano

Por: Emilio Azevedo 

Maranhão. La región norte de Brasil–, tiene cerca de un millón de analfabetos, casi 20% de su población, según los datos más recientes del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). La situación se agrava en el medio rural, donde el índice sube a aproximadamente 40%. Estos números dejan el estado apenas atrás de Piauí y Alagoas – en la región nordeste del país – en la tasa de analfabetismo en Brasil, según la Investigación Nacional por Muestra de Domicilios (PNAD) de 2013.

Debido a ello, el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) coordinó un curso de alfabetización de jóvenes y adultos en el estado de Maranhão a lo largo de todo el año de 2016, desarrollado por medio de una asociación con el gobierno del estado a partir de una propuesta del propio MST, tornándose la principal referencia de la Jornada de Alfabetización desarrollada por el gobierno Flávio Dino (PCdoB).

A lo largo de ese período, más de 7 mil personas fueron alfabetizadas por medio del método cubano “Yo si puedo!”. El proyecto se propuso actuar en los 30 municipios con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más bajo de Maranhão. La asociación con el MST se dio inicialmente en ocho de estos municipios: Aldeias Altas, Agua Doce do Maranhão, Santana do Maranhão, Gobernador Newton Bello, São João do Caru, São Raimundo do Doca Bezerra, Jenipapo dos Vieira y Itaipava do Grajaú.

En términos absolutos, fueron muchas las personas alfabetizadas en ese proceso. Mas casi nada en términos porcentuales, ya que representa menos de 1% de la demanda de Maranhão. Por eso, la meta es doblar la cantidad de personas alcanzadas en el estado en 2017, ya que a finales de febrero los representantes del gobierno garantizaron esa ampliación.

“Yo nunca había estudiado, nunca había tenido la oportunidad, ahora quiero más”, afirma Manoel Vieira de Sousa, 67 años. Don Manoel, con los ojos iluminados, entre feliz y orgulloso, insistió en escribir algunas palabras para demonstrar su reciente aprendizaje. Sin embargo, hasta llegar a este momento, mucho esfuerzo tuvo que ser empeñado. “Al comienzo, la dificultad fue grande, yo no sabía nada, no conocía las letras”, explica el campesino, hablando de las primeras aulas, comentando también sobre la alegría de su esposa, al verlo leyendo. “Ella quedó muy, muy animada”, cuenta.

Esa fue apenas la segunda vez que la experiencia de «Yo si puedo» ocurrió en Brasil fuera de los asentamientos del MST. La primera fue en Ceará –región nordeste–, en la periferia de la ciudad de Fortaleza. Según Simone Silva Pereira, dirigente del MST en el estado, ese tipo de trabajo, fuera de las bases del movimiento, “es un paso en un proceso de emancipación de la clase” como un todo.

Simone explica que el programa no se resume apenas al proceso de alfabetización. “Las personas discuten sobre alimentación saludable, el problema de la violencia contra la mujer, la necesidad de que todos continúen estudiando. En el proceso fue construida toda una agenda de reivindicaciones”, destaca. Para ella, las personas involucradas “vencen la descreencia y recuperan la esperanza”.

Es lo que cuenta, por ejemplo, la educadora Alexandrina Silva Lima, del municipio de Santana do Maranhão, que en este proceso alfabetizó a su madre de 65 años, una tía, además de otras 13 personas. Alexandrina dice que el sentimiento de vergüenza es común entre las personas que no saben leer y escribir, y ese es uno de los primeros obstáculos a ser superado. “Es el miedo de volverse chacota”, explica. En su caso, ella montó la sala de aula en casa, con mesas y sillas que no estaban siendo utilizadas por una escuela. Eso facilitó el acceso de las personas de su familia. “En casa ellos estaban más a gusto”, dice la educadora.

Para la ejecución del proyecto fueron contratados 702 alfabetizadores y 71 coordinadores, que formaron 628 clases y trabajaron bajo el mando político pedagógico del MST. En el acuerdo realizado, el gobierno proveyó la estructura y la logística, mientras el movimiento garantizó el método, la movilización y la coordinación general. En cada uno de los ocho municipios había, permanentemente, dos representantes del MST, acompañando de cerca cada detalle del proceso.

Dificultades

Sin embargo, no todo caminó conforme lo planeado. Algunos obstáculos colocaron mayores desafíos en el desarrollo del programa, como la propia dificultad de llegar a los poblados. En algunos casos solo es posible llegar en moto o carro con doble tracción, lo que dificultaba inclusive el transporte de los aparatos de TV, utilizados en las aulas. Sumase a ello las lluvias, vías en mal estado, ausencia de locales adecuados para instalar salas de aula, la necesidad de los educandos de conciliar el estudio con el trabajo, los hijos pequeños de algunos, el cansancio por el oficio en la roza, la descreencia generalizada en el servicio público, la desmotivación inicial de muchos, entrabes burocráticos y, en el caso de algunos indígenas, hasta la comunicación entre educadores y educandos por causa del idioma.

El relato de algunas educadoras apunta que algunos tenían dificultad hasta para sostener el lápiz. Además de la dificultad de leer y escribir, muchos tienen problemas de vista. La planificación preveía comenzar las aulas solamente después de la llegada de los lentes. Hubo atraso en la entrega, por parte del poder público. En algunos casos, la espera duró cuatro meses, y algunas aulas tuvieron que comenzar sin los lentes, con los alumnos reclamando de dolor en los ojos al forzar la vista durante los estudios.

Todavía, el saldo positivo superó las dificultades enfrentadas de las más diversas formas. En Itaipava do Grajaú, por ejemplo, el albañil Emanoel Alves dos Santos, de 37 años, cuenta que su alfabetización sirvió de gran estímulo para sus dos hijos que están cursando el enseñanza media y fundamental.

La intención central del programa, sin embargo, es que esta política de educación, sumada a las políticas de salud y generación de trabajo de más calidad de vida a la población local. “Si el agricultor está alfabetizado, él aprenderá mejor a usar las tecnologías y tendrá mejores condiciones para aumentar su productividad y mejorar su renta”, explica el secretario de estado de agricultura familiar, Adelmo Soares.

Metodología

En general, son necesarios apenas cuatro meses para que la persona aprenda a leer y escribir por el método de alfabetización “Yo si puedo!”. En un primer momento, los educandos tienen la ayuda de vídeo aulas por medio de una tele dramaturgia (telenovela).

Después de los cuatro meses el proyecto avanza hacia los llamados “Círculos de Cultura”, una metodología de educación popular basada en las propuestas del educador Paulo Freire. En esa fase, hay cuatro temas básicos que orientan el aprendizaje: cultura, trabajo, participación política e historia.

Las salas de aula son instaladas donde es factible. Además de escuelas públicas, clubes, asociaciones, sindicatos, terreiros de cultos afros, salones de iglesias cristianas, espacios comunitarios de aldeas indígenas, casas de educandos y de educadores y hasta bares se vuelven salas de aula. En Santana do Maranhão, por ejemplo, la educadora Maria del Socorro Costa Saraiva, entre idas y venidas, recogía a algunos de sus educandos en moto y los llevaba hasta el local donde hacían el proceso de formación.

Para Lizandra Guedes, militante del MST y una de las coordinadoras de la jornada, ha ocurrido una verdadera minga con este proceso. “Esa ha sido la realidad en todos los municipios donde acontece el programa. La Jornada de Alfabetización se volvió una jornada de solidaridad por el acto de leer y de escribir. Muchos sujetos se han sumado”, apunta.

En el municipio Jenipapo dos Vieiras, por ejemplo, que tiene el 6º peor IDH del estado, la jornada alcanzó 30% de la población analfabeta. Allá fueron formadas 72 clases, 24 de ellas en aldeas indígenas. En algunas, parte de los habitantes ni siquiera sabían hablar portugués. De esa forma, el “Yo si puedo” fue un curso para aprender a hablar, leer y escribir en un nuevo idioma. Tereza Paiva, asistente social y militante del MST, explica que el papel de los educadores en este caso era “dar acceso al saber sin alterar la cultura”.

Era común en las aldeas indígenas de Jenipapo dos Vieiras la búsqueda de los caciques por las clases, ya que varios de esos lugares no tienen enseñanza regular. Según Tereza, en un curso de 15 alumnos matriculados, más de 20 personas asistían a las clases, entre adultos y niños indígenas. En la Aldea Kriuli, el pequeño Hamilton Guajajara, de 10 años, que nunca había ido a la escuela y que comenzó a frecuentar las aulas apenas para acompañar a su padre, en cuatro meses ya pasó a escribir su nombre y el de los colegas.

Entre una historia y otra, Tereza Paiva evalúa que “en el método convencional el individuo aprende a leer y escribir en un período medio de un año de actividad escolar. Con el método utilizado en Maranhão en cinco meses se alcanza ese nivel, estudiando apenas dos horas por día.”

De los 9.492 educandos matriculados en el «Yo si puedo!», aproximadamente 75% fueron efectivamente alfabetizados, lo que totalizó los más de 7 mil jóvenes, adultos y ancianos que tuvieron la oportunidad de enfrentar el desafío de vencer el analfabetismo.

Un ejemplo de ese éxito es contado por Tereza, cuando en un poblado de Lagoa do Coco, en Jenipapo dos Vieras, una profesora lloró al ver un padre, recién-alfabetizado, muy emocionado, consiguiendo escribir la primera carta para su hijo, que vive fuera de Maranhão.

En el mismo municipio, uno de los 72 cursos pidió toga para la graduación del programa. Aunque no había presupuesto para eso, la fiesta igual tuvo lugar. Con los pocos recursos levantados por la clase, los alumnos improvisaron los birretes a partir de goma EVA (fomix) e hicieron las togas con textil no tejido (TNT). Después de la graduación, los educandos, ya sabiendo leer y escribir, volvieron realidad el deseo de lanzar los birretes hacia arriba, siguiendo una tradición de escuelas y universidades del mundo.

Próximos pasos

Los próximos dos meses serán de movilización y preparación de educadores y coordinadores para una nueva etapa del programa. El secretario estadual de Educación, Felipe Camarão, afirmó que el proceso para la próxima etapa del programa ya está bien avanzado.

Según él, algunos de los municipios que participaron en la primera etapa también pueden tener como meta la superación real del analfabetismo. Uno de ellos, según el secretario, es Aldeas Altas – que en la primera jornada redujo en 35% el número de analfabetos.

Traducción: Pilar Troya

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224825&titular=proyecto-coordinado-por-el-mst-alfabetiza-m%E1s-de-7-mil-personas-con-m%E9todo-cubano-

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