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«Compre usted para Ser Feliz»

Por: Vicente Berenguer

Nos bombardean constantemente a través de los medios de transmisión o medios de adoctrinamiento: compre la casa de sus sueños, el reloj que le hará sentir bien…apueste su dinero al poker on line o cómprese un coche nuevo…y así hasta un sin fin de mensajes diarios a los que todos estamos expuestos por el solo hecho de encender la televisión, abrir el periódico o navegar por la red. “Si compra mi producto usted será feliz”, parece ser la consigna, y la consigna, generalmente, es creída.

La publicidad, en efecto, nos transmite directamente un mensaje claro: “debe usted comprar mi producto”, pero asociado a esto se nos “cuelan” una serie de mensajes o supuestos que a menudo pasan inadvertidos como también sus consecuencias, supuestos que son mayoritariamente aceptados. El primero de ellos es el de la infelicidad humana. Los seres humanos somos infelices ya que nos falta algo: nos falta un producto, la mercancía que se nos anuncia. Sin él, la vida no tiene sentido. El primer supuesto es por tanto que debemos creernos infelices.

El segundo supuesto es el que ya hemos comentado, que si compramos el producto nos sentiremos mejor. Veo al señor o a la señora que aparece en el anuncio y me transmiten felicidad, tienen una sonrisa de oreja a oreja; la familia que sale en el anuncio televisivo parece feliz, con lo cual mi familia y yo también lo seremos si adquiero el producto: debo comprar.

Ya tenemos dos de los mensajes subliminales o supuestos que se nos transmite a través de la publicidad. Nos quedarían muchos más pero ahora nos ocuparemos de dos de ellos (sobre todo en los productos caros) como son el prestigio social y la envidia. Con respecto al primero se nos intenta hacer creer que el comprador del flamante coche será alguien que gozará de un prestigio social que ahora no dispone, y es que la sociedad, sí, valora a aquellos que posean riqueza y además la exhiben. El comprador del coche será admirado por los demás produciéndose un reconocimiento de su valía, de su valor: ahora es un héroe ya que ha sido protagonista de una gran gesta: comprar; ahora es alguien que puede ser feliz. Pero además será envidiado. Conducirá por las calles de su ciudad con su lujoso coche y allá donde vaya se le envidiará con lo cual el sentido de la vida del comprador cobrará toda su importancia; ¿quién no sería feliz siendo alguien valorado y envidiado?

Así, tenemos que se nos transmite el pésimo y falso mensaje de que la felicidad depende de la adquisición de productos materiales y hasta que no se consigan estos se vivirá en la infelicidad, así es que si no se dispone del suficiente dinero para consumir (superfluamente) uno tendrá la felicidad vetada. Se nos crean con todo esto unas necesidades que en realidad no tenemos, la necesidad de comprar productos porque sin ellos, así es, la vida carece de sentido. El problema es que este tipo de mensajes han calado en las distintas sociedades y de este modo se valora a las personas no por sus acciones en beneficio de las mismas sino por su capacidad de consumo. Los referentes sociales serán personas adineradas y no aquellos que están implicados en la construcción de un mundo mejor. Finalmente se llegará a la conclusión de que los que dispongan de menor capacidad de consumo deberán sentirse inferiores y los que mayores bienes materiales tengan, superiores y afortunados.

Y esta es la gran falacia y el gran engaño al que gran parte de la población se somete, el creer que nuestra felicidad depende de lo exterior y material en lugar de lo interior e inmaterial, una falacia que aparta a todo el mundo del ansiado bienestar, tanto a los consumidores irracionales que compran productos buscando la plenitud como a los que no pueden lanzarse compulsivamente a comprar y por ello creen que nunca la van a alcanzar. Y es que el anhelado bienestar depende mucho más de lo sentimental, de nuestras relaciones humanas y de la adopción de un adecuado sistema de pensamientos y valores que del conseguir un gran coche o un caro reloj abocándonos sin embargo esta última actitud a una pseudofelicidad que en realidad nos alejará de una vida plena.

No nos dejemos engañar pues por embaucadores; no otorguemos a las empresas comerciales el poder de decidir sobre nuestro bienestar presente y futuro; y, seamos en cambio, personas independientes que no se ciñen por parámetros materialistas ni consumistas ni por falsos prestigios sociales.

Vicente Berenguer, asesor filosófico

vaberenguer@gmail.com

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La Dictadura Invisible del siglo XXI

Por: Germán Gorraiz López. España. 17/02/2017-Insurgencia Magisterial 

Con este artículo damos la Bienvenida a Insurgencia Magisterial al Analista internacional Germán Gorraiz. Un privilegio tener su mirada en este espacio colectivo. 

El actual sistema dominante o establishment utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas.

La manipulación de las masas

Edward L. Bernays, sobrino de Sigmund Freud y uno de los pioneros en el estudio de la psicología de masas, escribió en su libro Propaganda (1.928), “La manipulación deliberada e inteligente de los hábitos estructurados y de las opiniones de las masas es un elemento importantes en las sociedades democráticas. Aquellos que manipulan este oculto mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder dirigente de nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes están amoldadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por hombres de los que nunca hemos oído hablar”. Asimismo, fundamenta el sustento de todos los sistemas de gobierno en la “manipulación de la opinión pública”, al afirmar que “los Gobiernos, ya sean monárquicos, constitucionales, democráticos o comunistas, dependen de la aquiescencia de la opinión pública para llevar a buen puerto sus esfuerzos y, de hecho, el Gobierno sólo es Gobierno en virtud de esa aquiescencia pública”. En otro de sus libros, “Cristalizando la opinión pública”, desentraña los mecanismos cerebrales del grupo y la influencia de la propaganda como método para unificar su pensamiento. Así,según sus palabras “la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. A la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía. Este es uno de los principios más firmemente establecidos por la psicología de masas”, por lo que la propaganda del establishment será dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustenta.

La manipulación mediática

El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la “mass comunicación research”), estudió después de la Primera Guerra Mundial las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las masas ( teoría de “la aguja hipodérmica o bala mágica”), teoría plasmada en su libro “Técnicas de propaganda en la guerra mundial (1.927) y basada en “inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a su ideario político sin tener que recurrir a la violencia”. A ello, contribuye el encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad actual favorecida por una práctica periodística peligrosamente mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los artículos de opinión y el finiquito del código deontológico periodístico que tendría su plasmación en la implementación de la autocensura y en la sumisión “nolis volis” a la línea editorial de su medio de comunicación (fruto del endemismo atávico de la servidumbre a los poderes fácticos del status quo) y que habrían convertido al periodista en mera correa de transmisión de los postulados del establishment o sistema dominante.

¿Hacia el Individuo Multidimensional?

El sociólogo y filósofo alemán Herbert Marcuse, en su libro “El hombre Unidimensional (1.964), explica que “la función básica de los medios es desarrollar pseudonecesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a los individuos al carro del consumo y la pasividad política”, sistemas políticos que serán caldo de cultivo del virus patógeno conocido como “autos-kratos” o autocracia. La autocracia sería una forma de Gobierno ejercida por una sola persona con un poder absoluto e ilimitado, especie de parásito endógeno de otros sistemas de gobierno (incluida la llamada democracia formal), que partiendo de la crisálida de una propuesta partidista elegida mediante elecciones libres, llegado al poder se metamorfosea en líder Presidencialista con claros tintes totalitarios (inflexible, centralista y autoritario), lo que confirma el aforismo de Lord Acton “El Poder tiende a corromper y el Poder absoluto, corrompe absolutamente”. Sin embargo, gracias a la interactividad que proporcionan las redes sociales de Internet (el llamado Quinto Poder que enlaza y ayuda a la formación de las identidades modernas), se estaría rompiendo el endémico aislamiento y pasividad del individuo sumiso y acrítico de las sociedades consumistas occidentales (Hombre unidimensional). Así, estaría ya surgiendo un nuevo individuo reafirmado en una sólida conciencia crítica, sustentado en valores caídos en desuso pero presentes en nuestro código atávico como la solidaridad y la indignación colectiva ante la corrupción e injusticia imperantes y dispuesto a quebrantar las normas y las leyes impuestas por el sistema dominante, Individuo Multidimensional generador de un tsunami popular de denuncia del actual déficit democrático, social y de valores e instaurador del caos constructivo que terminará por diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica (consumismo compulsivo).

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/la-dictadura-invisible-del-siglo-xxi/

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Promocionando la Educación Ambiental en Argentina

Por Cristián Frers

En la actualidad no hay un solo lugar exento de contaminación ambiental; en las grandes ciudades los asentamientos humanos propician problemas de basura, insalubridad, contaminación del aire, falta de zonas verdes y consecuentemente escasez de flora, drenajes en malas condiciones, contaminación del agua, entre otros factores, y aunque estos problemas de contaminación tienen muchos puntos en común con los problemas rurales, su origen es diferente ya que en estas zonas el uso de insecticidas, plaguicidas, fertilizantes, zonas de quema, contaminación del agua, entre otros problemas, son los que agudizan los problemas de contaminación y los que a la par exigen una pronta y rápida solución, que no llegará a menos que se implante un programa urgente de educación ambiental, que tenga objetivos educativos integrales y multidisciplinarios, que llegue a toda la población.

La educación ambiental es un proceso de formación  que permite la toma de conciencia de la importancia del medio ambiente, promueve en la ciudadanía el desarrollo de valores y nuevas actitudes que contribuyan al uso racional de los recursos naturales y a la solución de los problemas ambientales que enfrentamos en las ciudades y en el ámbito rural. Esta educación es una filosofía de vida que conlleva el respeto de las demás formas de vida, de los derechos humanos y debe ser una política de estado.

Los problemas ambientales ya no aparecen como independientes unos de otros sino que constituyen elementos que se relacionan entre sí configurando una realidad diferente a la simple acumulación de todos ellos. Por ello, hoy en día podemos hablar de algo más que de simples problemas ambientales, nos enfrentamos a una auténtica crisis ambiental y la gravedad de la crisis se manifiesta en su carácter local, nacional o global.

La educación ambiental resulta clave para comprender las relaciones existentes entre los sistemas naturales y sociales, así como para conseguir una percepción más clara de la importancia de los factores socioculturales en los orígenes de los problemas ambientales. En esta línea, debe impulsar la adquisición de la conciencia, los valores y los comportamientos que favorezcan la participación efectiva de la población en el proceso de toma de decisiones. La educación ambiental así entendida puede y debe ser un factor estratégico que incida en el modelo de desarrollo establecido para reorientarlo hacia la sostenibilidad y la equidad.

Esta educación, más que limitarse a un aspecto concreto del proceso educativo, debe convertirse en una base privilegiada para elaborar un nuevo estilo de vida. Para esto, se debe  incluir los programas de educación ambiental en la planificación y en las políticas generales, elaboradas a través de la efectiva participación social. Estos procesos educativos deben integrarse con la gestión y no ser utilizada como justificación ante las posibles deficiencias de ésta.

Más allá de la educación tradicional, es decir, del simple hecho de impartir un conocimiento, la educación ambiental relaciona al hombre con su medio ambiente, con su entorno y busca un cambio de actitud, una toma de conciencia sobre la importancia de conservar para el futuro y para mejorar nuestra calidad de vida.

En la escuela se pueden desarrollar actividades para el mantenimiento de la infraestructura educativa, concienciar a los niños y jóvenes en la importancia del uso racional y la conservación de los recursos, involucrar a la comunidad educativa para que participe activamente en actividades ambientales promovidas por la escuela.

Hoy por hoy, mucho de los que se llama educación ambiental no tiene nada de educación ni de ambiental. Simplemente se la puede considerar propaganda verde, debido a la banalización de los conceptos ambientales en muchos ámbitos educativos.

A todos los que salimos a buscar una escuela o un jardín de infantes para nuestros hijos nos han ofrecido servicios como: «Minihuerto Ecológico», «Clases de Reciclado» y «Salas de Ecología». Al entrar, el minihuerto es una maceta con un tomate y una jaula con cotorritas al lado… Nadie niega lo emocionante que puede ser ver crecer una planta de tomate, pero la ecología y la educación ambiental son otra cosa, no necesariamente serias y aburridas.

Para encontrar una vida en armonía con el ambiente, lo primero que debe realizarse es obtener una población consciente de su pertenencia al todo que lo rodea. Se debe educar a las personas desde la infancia para que aprendan el cuidado necesario para no malgastar los recursos del planeta, para no ensuciar su entorno y para convivir con su vecino.

Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Educacion-Ambiental/Promocionando-la-educacion-ambiental-en-Argentina

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La hora de la Economía Colaborativa

Por Ignacio Ramonet

La economía colaborativa es un modelo económico basado en el intercambio y la puesta en común de bienes y servicios mediante el uso de plataformas digitales. Se inspira de las utopías del compartir y de valores no mercantiles como la ayuda mutua o la convivialidad, y también del espíritu de gratuidad, mito fundador de Internet. Su idea principal es: « lo mío es tuyo »[i], o sea  compartir en vez de poseer. Y el concepto básico es el trueque. Se trata de conectar, por vía digital, a gente que busca “algo” con gente que lo ofrece. Las empresas más conocidas de ese sector son: Netflix, Uber, Airbnb, Blabacar, etc.

Treinta años después de la expansión masiva de la Web, los hábitos de consumo han cambiado. Se impone la idea que la opción más inteligente hoy es usar algo en común, y no forzosamente comprarlo. Eso significa ir abandonando poco a poco una economía basada en la sumisión de los consumidores y en el antagonismo o la competición entre los productores, y pasar a una economía que estimula la colaboración y el intercambio entre los usuarios de un bien o de un servicio. Todo esto plantea una verdadera revolución en el seno del capitalismo que está operando, ante nuestros ojos, una nueva mutación.

Imaginemos que, un domingo, usted decide realizar un trabajo casero de reparación. Debe perforar varios agujeros en una pared. Y resulta que no posee un taladrador. ¿Salir a comprar uno un día festivo? Complicado… ¿Qué hacer? Lo que usted ignora es que a escasos metros de su casa viven varias personas dispuestas a ayudarle. No saberlo es como si no existieran. Entonces, ¿por qué no disponer de una plataforma digital que le informe de ello… que le diga que, ahí muy cerca, vive un vecino dispuesto a asistirlo y, al vecino, que una persona necesita su ayuda y que está dispuesta a pagar algo por esa ayuda[ii]?

Tal es la base de la economía colaborativa y del consumo colaborativo. Usted se ahorra la compra de un taladrador que quizás no vuelva a usar jamás, y el vecino se gana unos euros que le ayudan a terminar el mes. Gana también el planeta porque no hará falta fabricar (con lo que eso conlleva de contaminación del medio ambiente) tantas herramientas individuales que apenas usamos, cuando podemos compartirlas. En Estados Unidos, por ejemplo, hay unos 80 millones de taladradores cuyo uso medio, en toda la vida de la herramienta, es de apenas 13 minutos… Se reduce el consumismo. Se crea un entorno más sostenible. Y se evita un despilfarro porque lo que de verdad necesitamos es el agujero, no el taladrador…

En un movimiento irresistible, miles de plataformas digitales de intercambio de productos y servicios se están expandiendo a toda velocidad[iii]. La cantidad de bienes y servicios que pueden imaginarse mediante plataformas online, ya sean de pago o gratuitas (como Wikipedia), es literalmente infinita. Solo en España, hay más de cuatrocientas plataformas que operan en diferentes categorías[iv]. Y el 53% de los españoles declaran estar dispuestos a compartir o alquilar bienes en un contexto de consumo colaborativo.

A nivel planetario, la economía colaborativa crece actualmente entre el 15% y el 17% por año. Con algunos ejemplos de crecimiento absolutamente espectaculares. Por ejemplo Uber, la aplicación digital que conecta a pasajeros con conductores, en solo cinco años de existencia ya vale 68 mil millones de dólares y opera en 132 países. Por su parte, Airbnb, la plataforma online de alojamientos para particulares surgida en 2008 y que ya ha encontrado cama a más de 40 millones de viajeros, vale hoy en Bolsa (sin ser propietaria de una sola habitación) más de 30 mil millones de dólares[v].

El éxito de estos modelos de economía colaborativa plantea un abierto desafío a las empresas tradicionales. En Europa, Uber y Airbnb han chocado de frente contra el mundo del taxi y de la hostelería respectivamente, que les acusan de competencia desleal. Pero nada podrá parar un cambio que, en gran medida, es la consecuencia de la crisis del 2008 y del empobrecimiento general de la sociedad. Es un camino sin retorno. Ahora la gente desea consumir a menor precio, y también disponer de otras fuentes de ingresos inconcebibles antes de Internet. Con el consumo colaborativo, crece asimismo el sentimiento de ser menos pasivo, más dueño del juego. Y la posibilidad de la reversibilidad, de la alternancia de funciones, poder pasar de consumidor a vendedor o alquilador, y vice versa. Lo que algunos llaman « prosumidor », una síntesis de productor y  consumidor[vi].

Otra rasgo fundamental que está cambiando -y que fue nada menos que la base de la sociedad de consumo-, es el sentido de la propiedad, el deseo de posesión. Adquirir, comprar, tener, poseer eran los verbos que mejor traducían la ambición esencial de una época en la que el tener definía al ser. Acumular ‘cosas’[vii] (viviendas, coches, neveras, televisores, muebles, ropa, relojes, cuadros, teléfonos, etc.) constituía la principal razón de la existencia.  Parecía que, desde el alba de los tiempos, el sentido materialista de posesión era inherente al ser humano. Recordemos que George W. Bush ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en 2004, prometiendo una « sociedad de propietarios » y repitiendo : « Cuantos más propietarios haya en nuestro país, más vitalidad económica habrá en nuestro país. »

Se equivocó doblemente. Primero porque la crisis del 2008 destrozó esa idea que había empujado a las familias a ser propietarias, y a los bancos -embriagados por la especulación inmobiliaria-, a prestar dinero (las célebres subprimes) sin la mínima precaución. Así estalló todo. Quebraron los bancos hipotecarios y hasta el propio Lehman Brothers, uno de los establecimientos financieros aparentemente más sólidos del mundo… Y segundo, porque, discretamente, nuevos actores nacidos de Internet empezaron a dinamitar el orden económico establecido. Por ejemplo : Napster, una plataforma para compartir música que iba a provocar, en muy poco tiempo, el derrumbe de toda la industria musical y la quiebra de los megagrupos multinacionales que dominaban el sector. E igual iba a pasar con la prensa, los operadores turísticos, el sector hotelero, el mundo del libro y la edición, la venta por correspondencia, el cine, la industria del motor, el mundo financiero y hasta la enseñanza universitaria con el auge de los MOOC (Masive Open Online Courses o cursos online gratuitos)[viii].

En un momento como el actual, de fuerte desconfianza hacia el modelo neoliberal y hacia las élites políticas, mediáticas, financieras y bancarias, la economía colaborativa aporta además respuestas a los ciudadanos en busca de sentido y de ética responsable. Exalta valores de ayuda mutua y ganas de compartir. Criterios todos que, en otros momentos, fueron argamasa de utopías comunitarias y de idealismos socialistas. Pero que son hoy –que nadie se equivoque- el nuevo rostro de un capitalismo mutante deseoso de alejarse del salvajismo despiadado de su reciente periodo ultraliberal.

En este amanecer de la economía colaborativa, las perspectivas de éxito son inauditas porque, en muchos casos, ya no se necesitan las indispensables palancas del aporte de capital inicial y del llamado a inversionistas. Hemos visto como Airbnb, por ejemplo, gana una millonada a partir de alojamientos que ni siquiera son de su propiedad.

En cuanto al empleo, en una sociedad caracterizada por el precariado y el trabajo basura, cada ciudadano puede ahora, utilizando su computadora o simplemente su teléfono inteligente, proveer bienes y servicios sin depender de un empleador. Su función sería –además de compartir, intercambiar, alquilar, prestar o regalar-  la de un intermediario. Cosa nada nueva en la economía: ha existido desde el inicio del capitalismo. La diferencia reside ahora en la tremenda eficiencia con la que -mediante poderosos algoritmos que, casi instantáneamente, calculan ofertas, demandas, flujos y volúmenes-, las nuevas tecnologías analizan e definen los ciclos de oferta-demanda.

Por otra parte, en un contexto en el que el cambio climático se ha convertido en la amenaza principal para la sobrevivencia de la humanidad, los ciudadanos no desconocen los peligros ecológicos inherentes al modelo de hiperproducción y de hiperconsumo globalizado. Ahí también la economía colaborativa ofrece soluciones menos agresivas para el planeta.

¿Podrá cambiar el mundo ? ¿Puede transformar el capitalismo? Muchos indicios nos conducen a pensar, junto con el ensayista estadounidense Jeremy Rifkin [ix], que estamos asistiendo al ocaso de la 2a revolución industrial, basada en el uso masivo de energías fósiles y en unas telecomunicaciones centralizadas. Y vemos la emergencia de una economía colaborativa que obliga, como ya dijimos, al sistema capitalista a mutar. Por el momento coexisten las dos ramas: una economía de mercado depredadora dominada por un sistema financiero brutal, y una economía del compartir, basada en las interacciones entre las personas y en el intercambio de bienes y servicios casi gratuitos… Aunque la dinámica está decididamente en favor de esta última.

Quedan muchas tareas pendientes: garantizar y mejorar los derechos de los e-trabajadores ; regular el pago de tasas e impuestos de las nuevas plataformas ; evitar la expansión de la economía sumergida… Pero el avance de esta nueva economía y la explosión de un nuevo modo de consumir parecen imparables.  En todo caso, revelan el anhelo de una sociedad exasperada por los estragos  del capitalismo salvaje. Y que aspira de nuevo, como lo reclamaba el poeta Rimbaud, a cambiar la vida.

Notas

[i] Léase Rachel Botsman y Roo Rogers: «What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption», Harper Collins, 2010.

[ii] En España, existen varias plataformas dedicadas a eso, por ejemplo : Etruekko (http://etruekko.com/) y Alkiloo (http://www.alkiloo.com/).

[iii] Consúltese : http://www.consumocolaborativo.com/

[iv] El diario online El Referente, en su edición del 25 de octubre de 2015, ha recogido las principales startups dedicadas a los viajes, la cultura y el ocio, la alimentación, el transporte y el parking, la mensajería, las redes profesionales, el intercambio y alquiler de productos y servicios, los gastos compartidos, los bancos de tiempo, la tecnología e internet, la financiación alternativa y fintech, la moda, los deportes, la educación, la infancia, el alquiler de espacios, los pisos compartidos y otras plataformas de interés. http://www.elreferente.es/tecnologicos/directorio-plataformas-economia-colaborativa-espana-28955

[v] Airbnb ya vale más que Hilton, el primer grupo de hostelería del mundo. Y más que la suma de los dos otros grandes grupos mundiales Hyatt y Marriot. Con 2 millones de alojamientos en 191 países, Airbnb se coloca por delante de todos sus competidores en capacidad de alojamiento a escala planetaria. Airbnb cobra 3% del precio de la transacción al proprietario y entre el 6% y el 12% al inquilino.

[vi] El concepto de prosumidor aparece por vez primera en el ensayo de Alvin Toffler, La Tercera Ola (Plaza&Janés, Barcelona, 1980), que define como tal a las personas que son, al mismo tiempo, productores y consumidores.

[vii] « Las Cosas » (1965) es una novela del autor francés Georges Perec. La primera edición en español (trad. de Jesús López Pacheco), fue publicada en 1967 por Seix Barral. En 1992, Anagrama la reeditó con traducción de Josep Escué. Es una crítica de la sociedad de consumo y de la trivialidad de los deseos fomentados por la publicidad.

[viii] Desde hace dos años, unos 6 millones de estudiantes se han puesto a seguir gratuitamente cursos online, difundidos por las mejores universidades del mundo.

http://aretio.hypotheses.org/1694

[ix] Jeremy Rifkin, « La sociedad de coste marginal cero: El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo », Paidós, Madrid, 2014.

Ignacio Ramonet
Director de «Le Monde diplomatique en español»
www.monde-diplomatique.es

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Caos climático ¿verdad o consecuencia?

Por Silvia Ribeiro

El 4 de noviembre 2016 entró en vigor el Acuerdo de París sobre cambio climático.  Mirando los datos reales, los festejos por este “logro” parecen un teatro del absurdo.

Abundan afirmaciones engañosas de fuentes oficiales y empresariales para desviar la atención de la gravedad del caos climático, dando así coartada y protección a quienes lo han causado: transnacionales de energía (petróleo, gas, carbón), agronegocios, construcción, automotrices; y el 10 por ciento de la población mundial más rica que con su sobreconsumo es responsable del 50 % de las emisiones de gases de efecto invernadero.

El primer objetivo del Acuerdo es “mantener el aumento de la temperatura media mundial [para el año 2100], muy por debajo de 2 º C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC… ”

Pero la misma semana que entró en vigor el Acuerdo de París, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicó el informe “Brecha de emisiones 2016”, donde señala que con el actual curso de emisiones, habrá un aumento de 1,5 º C,  ya en 2030 o antes. Agrega que sumando los “compromisos” oficiales que han declarado los gobiernos a la Convención sobre Cambio Climático, la temperatura aumentará 3, 5 pc hasta fin de siglo. (http://tinyurl.com/jr3n9mk).

¿Por qué dos organismos de Naciones Unidas dan mensajes tan contradictorios?  Para empezar el Acuerdo de París pone una meta “ideal” –que se propagandea y festeja como si fuera real– pero permite que cada país haga contribuciones voluntarias de reducción de emisiones llamadas Contribuciones Previstas Determinadas a nivel Nacional. No son vinculantes, no obligan a tomar medidas para cambiar el curso de la crisis climática y peor aún, lo que declaran ni siquiera son necesariamente reducciones reales (en sus fuentes y por parte de quienes se benefician con el consumo), porque la “contribución” de muchos de los principales países emisores no es tal: se basa en gran parte en mecanismos fallidos como mercados de carbono y tecnologías no probadas ni viables.

El artículo 4.1 del Acuerdo de París agrega que para cumplir los objetivos, se propone que “las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo lo antes posible, (…) y a partir de ese momento reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero, (…) para alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción antropógena por los sumideros en la segunda mitad del siglo…”.

Si las metas son teóricas, la forma de llegar a ellas que establece el Acuerdo es surrealista:  primero se puede seguir emitiendo –hasta alcanzar un punto máximo o “pico” que no se define cuánto es- y luego hay que reducir rápidamente (lo cual no se podía hacer antes, pero al alcanzar el pico mágicamente sí se podrá) y luego, continúa sin hacer reducciones, sino que se trata de “alcanzar un equilibrio” entre emisiones y absorción “antropógena”, o sea, por medios tecnológicos, no naturales.

Esta última parte es particularmente perniciosa, porque justifica el concepto fraudulento de “cero emisiones netas” o hasta negativas. No son reducciones sino compensaciones, es decir, contabilidad no realidad. Presupone que se puede seguir aumentando la emisión de gases de efecto invernadero porque se “compensarán” con tecnologías de “emisiones negativas”.

Las tecnologías a las que se refieren mayoritariamente son captura y almacenamiento de carbono en fondos geológicos y bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (CCS y BECCS por sus siglas en inglés), ambas consideradas técnicas de geoingeniería.  En sí mismas conllevan riesgos importantes –todos los estudios recientes sobre BECCS muestran que las plantaciones para bioenergía en la escala requerida tendrán un impacto devastador en suelos, agua, ecosistemas y producción de alimentos. CCS es una vieja técnica de la industria petrolera que no se usa porque es cara e ineficiente: se llamaba antes Recuperación Mejorada de Petróleo pero cambiaron el nombre para venderla como tecnología para el cambio climático. Se trata de inyectar CO2 para empujar a la superficie reservas profundas de petróleo y dejar el carbono en el suelo. No es técnica ni económicamente viable –tampoco sirve para el cambio climático porque aumenta el consumo de petróleo– pero si se paga con subsidios públicos, es un jugoso negocio para las empresas que causaron el problema.  Cuando en unos años sigan sin dar “emisiones negativas” y el planeta se siga calentando, dirán que para enfriarlo sólo quedan otras formas aún más riesgosas de geoingeniería.

Lo más cruel de este teatro es que el problema del caos climático es real, nos afecta a todos, se conocen claramente las causas y responsables, pero la mayoría de las propuestas oficiales y empresariales son falsas “soluciones”.   Por el contrario, muchas organizaciones y movimientos sociales muestran que hay una gran diversidad de alternativas que funcionan, son viables y benefician a la mayoría de la gente y el planeta.  La más fuerte por su alcance y capacidad de contrarrestar el cambio climático son los sistemas agroalimentarios campesinos, agroecológicos y locales. Pero también energías renovables con las comunidades, sistemas de basura cero, recuperar ferrovías, buen transporte colectivo de bajas emisiones y muchas otras. Cada una no es suficiente, pero juntas tienen un enorme y potencial real, viable económica, ambiental y socialmente.  Lo criminal es seguir con el mismo modelo de producción y consumo, aumentar la civilización petrolera, su devastación ambiental y social y sus dueños hagan nuevos negocios con tecnologías para “compensarlos”.

– Silvia Ribeiro, Directora para América Latina del Grupo ETC

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Educación y ciencia

Por: Manuel Navarro Weckmann

“Un gobierno que no apoya el desarrollo de la ciencia y la tecnología genera un país marginado del concierto mundial, estado en el que lamentablemente se encuentra México” Guadalupe Ortega, investigadora del IPN

Defender la educación pública en México es una situación cada vez más compleja y difícil. Representa el hacer referencia de circunstancias en las que claramente existe un desánimo por parte de quienes tienen en sus manos las decisiones de política pública en materia educativa para poder incidir en la mejora y superación de ésta en el escenario nacional.

Si algo ha hecho la diferencia en los países que en las últimas cuatro o cinco décadas han trascendido en el logro de un avance sustancial en sus sistemas económicos, educativos y sociales, es precisamente su inversión en educación y, por consiguiente, un avance muy considerable en materia científica.

En nuestro país parece que sucede exactamente lo contrario, las inversiones hasta ahora no han dado frutos consistentes desde la educación básica hasta la superior. En educación básica, de acuerdo con los resultados de la última aplicación del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés) presentados en el reporte “Pisa, América Latina y el Caribe. ¿Cómo le fue a la Región?” señala que alcanzar la meta de 493 puntos en Ciencias, que es el promedio de la OCDE, le llevará a México décadas por el bajo o casi nulo crecimiento registrado en 15 años.

Lo muy diferente, es que en un país como el nuestro en el que 71 por ciento de la población cree en milagros y 65 por ciento cree en el diablo, tomando en consideración los resultados del examen en cuanto al grado de motivación de los estudiantes para aprender ciencia, la de temas científicos, así como el sentimiento de sentirse capaces de aprender ciencia, los niños en México obtuvieron calificaciones muy por encima del resto de los países que aplicaron el instrumento.

Lo anterior quiere decir que existe interés y gusto, pero algo sucede que no termina de llegar a concretarse en aprendizajes para los estudiantes. En lo personal, pienso que tiene que ver con lo expresado por el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Enrique Graue, quien afirmó que México tiene el gasto por alumno más bajo de todos los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pese a que una educación de alta calidad necesita de un financiamiento sostenible.

Pero no queda ahí, porque en el caso de la educación superior, para 2017 la Cámara de Diputados entregará un presupuesto de 26 mil 965 millones de pesos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), 7 mil 45 millones de pesos menos que en 2016, lo que representa un recorte de 23 por ciento que repercutirá directamente en todas las Instituciones de Educación Superior Públicas del País.

Apoyar la Educación Pública en México de palabra es sencillo, lo complejo es convertirlo en realidad en los hechos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-y-ciencia/

Imagen: columnanoticias.mx/wp-content/uploads/2016/09/inter_tecno-720×400.jpg

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Otros muros: la educación indígena

por: Juan Carlos Yáñez Velazco

Las decisiones trompicadas del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, casi universalmente repudiadas, son un tremendo desafío a la diplomacia, e inéditas pruebas para la gobernanza. En otra dimensión, son un recurso didáctico de inestimable potencial para usar en las clases de cualquier materia, sobre todo en aquellas que explícitamente se proponen la formación cívica o ciudadana.

En México, el país más ligado a la potencia mundial por razones geográficas, históricas, culturales y económicas, la interpelación al sistema educativo es ineludible. Pongamos una dimensión que ya se vislumbra: si los inmigrantes mexicanos retornan al país, la escuela pública tendrá que recibirlos física y culturalmente; miles de hijos de inmigrantes probablemente no hablen el idioma de sus padres, el de los centros a donde deberán incorporarse para continuar o comenzar sus estudios. El reto es financiero, cultural, social y pedagógico.

Hay otra cara que resulta brutalmente reveladora, sutil pero fuertemente conectada. La condición invisible de sus propios indígenas, quienes habiendo nacido en localidades marginadas enfrentan una situación inaceptable en un siglo llamado “del conocimiento” y otras expresiones eufemísticas en países subdesarrollados.

El muro que la historia de la educación mexicana ha construido sistemática y eficazmente demuestra estar en pie, cumplir su encomienda excluyente y resistir avatares discursivos. Las cifras presentadas el penúltimo día de enero por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) son triste recordatorio de la deuda con los pueblos originarios, como así lo reconociera Sylvia Schmelkes, consejera presidenta del Instituto autónomo.

A modo de ejemplo, algunos datos sobre la condición educativa de los indígenas mexicanos, comenzando con las cifras demográficas que demuestran su tamaño entre la población nacional, superior a los 119 millones, según el más reciente conteo oficial. 21 % de los habitantes declara ser indígenas, de ellos, 7 millones tienen menos de 17 años. El 10 % de los mexicanos habla lengua indígena o es parte de hogares indígenas; en el país se usan 68 lenguas indígenas y 364 variantes lingüísticas. 8 de cada 10 indígenas viven en condiciones de pobreza: ser indígena es prácticamente sinónimo de pobre y rezagado escolar o excluido de la escolarización, como se aprecia en los datos siguientes.

El analfabetismo es tres veces mayor en población indígena; su escolaridad promedio es de primaria, mientras en el resto de la población, de secundaria. 1 de cada 5 niños no asiste a la escuela; y entre los asistentes, 1 de cada 10 no cursa el grado correspondiente. 4 de cada 5 no obtienen los aprendizajes esperados en Matemáticas y Lenguaje y comunicación, las áreas que mide el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes.

Las condiciones para la enseñanza también son un muro: 1 de cada 10 escuelas primarias indígenas carecen de servicios básicos; en 8 de cada 10 primarias el director también es maestro frente a grupo; más del 50 % de los docentes de primarias indígenas no hablan esas lenguas. Por otro lado, en una decisión de implicaciones muy fuertes, la educación intercultural se ofrece solo a los indígenas.

No es preciso abundar más en este montón de ladrillos con los cuales el sistema educativo elevó un muro gigantesco y excluyente. Por esas realidades, el INEE propuso seis directrices, concebidas como “recomendaciones para mejorar las políticas educativas orientadas a garantizar el derecho a una educación de calidad para todos”. Con ellas se busca, entre otros propósitos, la pertinencia lingüística y cultural y que los pueblos originarios sean consultados sobre la educación que reciben, como expresión indispensable de su derecho.

Estas recomendaciones no admiten dilación. Concretarlas significaría dinamitar la muralla que encarcela a los indígenas, los más excluidos, quienes han debido sumar, a su pobreza material, la pobreza de la enseñanza recibida. Derribar esos muros es una manera de darle congruencia a las urgentes reivindicaciones frente a las políticas delirantes del execrable Donald Trump.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/otros-muros-la-educacion-indigena/

Imagen: www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/11/5839b8e074b64.jpg

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