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Los modernos paradigmas de la información

Augusto Costa Zabaleta

En este nuevo milenio, en la era de la cibernética; de la conquista y el descifrar del universo; del armamentismo nuclear y la antimateria; del rayo láser; de la clonación; de la opulencia científica, la tecnología y la cultura; de los paradigmas del pensamiento y libertad; de la globalización económica y política.

Con caracteres relevantes; fluidez y dialéctica interactiva, una inalienable motivación y multifacética orientación, se ha renovado, actualizado y perfeccionado los viejos paradigmas de la información pública y privada, hasta alcanzar el más elocuente y multidisciplinario nivel participativo de la comunicación, a todos los estamentos, relevando siempre la reinserción de todo ser humano, al acceso y conocimiento veraz, oportuno, sustancial y útil, para que se mantenga informados, mediante un puente sin fin y ramificado a todas las latitudes, acrecentando el nivel culto de la humanidad.
La información, ese deber noble y sagrado de los medios masivos de comunicación, en sus diferentes parámetros y modalidades de expresión, se ha perfeccionado con tal avidez y profesionalismo, que egregiamente cumple a cabalidad con tan edificante cometido, desafiando cualquier reto u obstáculo, absolviendo cualquier incomprensión, y patentizando con leal misión de servicio y lealtad vital, al inherente y consustancial derecho del ser humano a ser informado, a ser partícipe activo, del convivir social , político, económico, científico y tecnológico de su habitad, y con mayor y ávida necesidad, de las diferentes latitudes del entorno y sin fin terrenal.
Para un factible y fidedigno cumplimiento de estas proyecciones del intelecto, de la razón y del comportamiento, en este planeta compartido, la ciencia y la tecnología, como pioneros del progreso, han innovado un gran potencial de implementos, de medios, programas de capacitación tan modernos, que optimizan con gran sapiencia, el ejercicio y la viabilidad , tornando eficaces las actividades informáticas en todas sus especializaciones y forma, lo que constituye una verdadera y auténtica revolución de las máquinas y una efervescente, capaz y eficaz hegemonía de la comunicación de esta dialéctica, que esclarece, fraterniza y consolida la convivencia humana, a la vez que clarifica y protagoniza la opción de cerciorarse de las realidades de un mundo en permanente evolución y comportamiento impredecibles.

 

Fuente del articulo: http://www.cronica.com.ec/opinion/columna/columnista/item/16759-los-modernos-paradigmas-de-la-informacion

Fuente de la imagen:http://conceptodefinicion.de/wp-content/uploads/2011/10/Informaci%C3%B3n.jpg

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Soberanía, educación y liderazgo

Por Enrique Calderón Alzati
Vivimos hoy una crisis inédita, producto de las amenazas y el odio, manifestados en repetidas ocasiones contra México y los mexicanos por el nuevo presidente de Estados Unidos, sumados a los sentimientos racistas y prepotentes de un segmento minoritario de la población de ese país que es adicto a la guerra y a la violencia y que, alimentado por los discursos de su mandatario, ve en los mexicanos la razón y la culpa de buena parte de sus problemas actuales, lo que nos hace recordar los sentimientos hacia los judíos de la población alemana que hace 80 años era alimentada e incitada por un líder cuyas motivaciones y emociones no eran muy diferentes a las hoy exhibidas y expresadas por el señor Trump. Existen además dos factores que no podemos eludir.

El primero radica en la vecindad con Estados Unidos, que integra el centro de un enorme poder militar y económico, cuyo presidente se siente con derecho a imponer sus intereses al resto del planeta. La historia del siglo XX nos indica la dimensión de las consecuencias y problemas originados por el surgimiento del fascismo alemán, liderado por Adolfo Hitler, hacia sus naciones vecinas: Austria; Hungría; Checoslovaquia; Polonia; los países bálticos, bajos y escandinavos, y Francia, problemas que 70 años después siguen presentes en varios de ellos.

Ciertamente, hay diferencias con lo que ahora estamos viviendo nosotros, como la repulsa inmediata de hombres y mujeres de todas las edades que protestan aun en su propio país contra ese personaje sicópata; sin embargo, las diferentes crisis que vivieron esas naciones deberían hacernos prever las dimensiones de los problemas que podríamos llegar a enfrentar en un futuro, que es hoy de incertidumbre.

El segundo problema no es de carácter geográfico, pero sus consecuencias pueden ser aún más graves. El relacionado con el actual presidente de México, que durante sus cuatro años de gestión se ha caracterizado por sus engaños sistemáticos, su desprecio por el pueblo que gobierna, su carencia de preparación y los altos niveles de corrupción que ha prohijado, que imitados por gobernadores, diputados y funcionarios federales y estatales, han convertido a México en territorio de rapiña.

En el ámbito internacional, consumir lo que aquí se produce y la diversificación de nuestra producción no es algo que pueda lograrse en un periodo corto. La suspensión o modificación del TLCAN establecido entre los países de Norteamérica no sólo nos afecta a nosotros; también, a terceros, como Alemania, Japón, Corea y Francia, que con sus plantas industriales han utilizado las ventajas del TLC para la comercialización de sus productos. La sola exportación anual a Estados Unidos en condiciones preferenciales, de 2.5 millones de autos fabricados en México, representa un ingreso anual de más de 35 mil millones de dólares. ¿Cuáles serán las reacciones de esos países ante la renegociación o suspensión del TLC, así como de todos los demás que a partir de ese tratado han hecho inversiones en México? Es probable que esas reacciones no sean directamente contra nosotros, sino contra Estados Unidos. Sí, pero no olvidemos que nosotros estamos en medio y que las amenazas de Trump los afectarán también a ellos y que algunos países seguramente verán a México como un posible dique para defender sus intereses.

Para que México pueda salir avante en un escenario como el actual, tres factores son y serán críticos: la soberanía nacional, que permite a nuestras instituciones actuar con total libertad dentro de sus atribuciones, para el logro de los objetivos acordes con los intereses de la nación. La educación y preparación de sus hombres y mujeres, para asegurar una pronta capacidad de respuesta ante las dificultades y retos asociados al escenario mencionado; y la unidad nacional en torno a un líder capaz de unir y representar con dignidad a nuestro país.

Desafortunadamente para nosotros, el primero de los tres es cuestionable, en tanto las concesiones otorgadas para explotar nuestros yacimientos petroleros, para la producción y distribución de energía, factores estratégicos para la nación, además de las innumerables concesiones mineras otorgadas a empresas extranjeras, constituyen de facto amenazas reales a nuestra soberanía nacional. (Para comprender las dimensiones de este problema, las experiencias en torno a la expropiación petrolera nos muestran hasta qué punto esas concesiones ponen en riesgo la soberanía nacional; la lectura del reciente libro de Cuauhtémoc Cárdenas sobre la vida del general Cárdenas resulta fundamental para entender la gravedad del problema.)

En referencia a la educación, son relevantes los resultados de la última prueba PISA realizada en 2015, la cual coloca a México nuevamente en el último lugar entre todos sus países miembros, reflejando el fracaso de la reforma educativa instrumentada por el actual gobierno, lo cual significa un retroceso de entre ocho y 10 años en los niveles de conocimiento y desempeño de los estudiantes mexicanos. Finalmente, y en relación con la unidad nacional propuesta por el PRI y sus partidos satélites, es claro que en las condiciones presentes es una entelequia. ¿Cómo podría el pueblo de México lograr la unidad en torno al actual presidente Enrique Peña Nieto, luego de su actuación, sus declaraciones mentirosas, sus engaños, su nula capacidad de liderazgo, y su propensión de enajenar los recursos nacionales? ¿Cómo confiar en él, ante su falta de compromiso con la nación, luego de que habiendo protestado respetar la Constitución, ordenó la alteración de varios de sus artículos y leyes secundarias, para enajenar los bienes patrimoniales de la nación?

Todo esto nos ha conducido a una crisis nacional que se pretende soslayar con rituales oficiales que a nada conducen, salvo a un nuevo engaño. En tanto, el actual gobierno y el Presidente de la República carecen de nuestra confianza. Así las cosas, los mexicanos habremos de librar dos batallas: una ante los actos oscuros y antipatrióticos del mandatario y su séquito de cortesanos y la otra, ante las acciones enfermas de un presidente extranjero sediento de violencia y carente de visión.

Facebook: Reflexiones en educación

Twitter: @ECalderon_A

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/02/04/opinion/016a2pol

Imagen: cde.peru21.pe/ima/0/0/0/8/4/84059.jpg

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El tormentoso debut de Trump

Por: Claudio Katz

Trump confirmó en sus primeros días que es un mandatario reaccionario con múltiples planes de atropellos. Mientras crece la resistencia callejera, la viabilidad de su agresión es una incógnita. Pero en cualquier caso, una acertada caracterización de su proyecto vale más que incontables vaticinios.

UNA AGENDA VIRULENTA

Las órdenes ejecutivas que firmó el magnate ilustran sus propósitos trogloditas. Ratificó la construcción del muro a cargo de México, puso en marcha la expulsión de indocumentados, anuló el visado para varios países árabes, anunció la quita de subsidios federales a las ciudades que protejan inmigrantes, inició la liquidación del seguro de salud (Obamacare) y congeló la contratación de empleados estatales.

Su gabinete de generales y multimillonarios incluye expertos en destruir la educación pública (Betsy DeVos), vaciar el sistema sanitario (Tom Price), liquidar el ambientalismo (Scott Prui) y congelar el salario mínimo (Andy Puzder). Su vicepresidente (Mike Spence) lidera las campañas de penalización del aborto y sus principales funcionarios son declarados anti-islamistas (Michael Flynn) o pregoneros del suprematismo blanco (Bannon).

Como el exponente del lobby petrolero (Tillerson) ya rehabilitó la construcción de oleoductos contaminantes, es posible un debut represivo contra los pobladores que resisten en Dakota, esos devastadores emprendimientos.

La predisposición de Trump por el garrote se verificó en su justificación de la tortura. Garantizó protección total a las actividades de la CIA y subió el tono de los insultos contra la prensa por su cobertura de las manifestaciones opositoras. Con una fábula sobre los sufragios fraudulentos, prepara algún mecanismo de disuasión del registro de votantes.

Trump negocia con el establishment republicano el plan económico y la política exterior, respaldando las campañas oscurantistas de los ultra-derechistas de su gabinete. Esa agenda incluye iniciativas de los suprematistas contra los afro-americanos y los derechos conquistados por otras minorías. No sólo los latinos están excluidos de su proyecto de “hacer nuevamente grande” a los Estados Unidos (Davis, 2016).

El magnate sabe que su giro xenofóbico requiere más acciones que palabras. Busca el sostén activo de su electorado para diabolizar a los mexicanos y atacar a los musulmanes. Por eso convoca a los “verdaderos estadounidenses” a sostener su figura contra los “políticos profesionales” del Congreso.

Su combinación de verborragia agresiva y caudillismo nacionalista ha sido identificada por numerosos analistas con el “populismo anti-sistémico” (Fraga, 2016). Utilizan esa denominación para cuestionar su demagogia y su desconocimiento de los principios republicanos. Subrayan que esos defectos son internacionalmente compartidos por líderes de la derecha y la izquierda

Pero la inconsistencia de esta comparación salta a la vista en el caso de Trump. Se pueden trazar paralelos con Le Pen, pero cualquier parentesco con Maduro o Evo Morales es un disparate. El mote de populista oscurece que el potentado es un exponente de la clase capitalista, que busca reconstituir el sistema político estadounidense mediante una gestión autoritaria.

Como esa meta exige soportes para-institucionales, la coalición gobernante incluye el componente fascista de las milicias y de los grupos que promueven el uso de las armas en las universidades.

Algunos autores (Cabrera, 2017) resaltan acertadamente estas amenazas, frente a las vacilaciones de los progresistas que contemporizan con Trump. Esos enfoques describen el voto obrero logrado por el multimillonario como una simple manifestación de descontento, diluyendo su carácter reaccionario. También despliegan acertados cuestionamientos a Obama e Hilary, desconsiderando el peligro que representa el nuevo presidente (Fraser, 2017). Con esa actitud resulta difícil valorar la extraordinaria explosión de protestas que desencadenó la llegada de Trump.

UNA RESISTENCIA INÉDITA

Ningún otro presidente inició su mandato con tanto rechazo inicial. Cuatro millones de manifestantes transformaron la fisonomía de las principales ciudades de Estados Unidos. Pero más llamativa ha sido la radicalidad de los discursos y las consignas.

Bajo un alud de carteles proclamando que Trump “no es mi presidente”, numerosos oradores resaltaron la ilegitimidad del mandatario. Las encuestas ratificaron que la mitad de la población convalida esa percepción. No sólo Michael Moore y los seguidores de Sanders cuestionan la validez de la actual gestión presidencial. Algunas personalidades del establishment coinciden en ese desconocimiento (Krugman, 2017). Estos planteos socavan los cimientos del sistema institucional estadounidense.

La ceremonia de asunción fue boicoteada por cuarenta senadores liderados por un emblemático luchador afro-americano (Lewis). Este convulsivo escenario suscita impensables comparaciones con los países latinoamericanos.

Junto a las protestas emerge una nueva cultura de resistencia presente en ingeniosos carteles, que recuerdan a los grafiti del 68. Las redes sociales sustituyen las viejas pinturas en los paredones, facilitando la difusión instantánea de los mensajes. La repercusión internacional de esos slogans crece junto a un repudio de Trump, que es compartido por toda la comunidad artística de Hollywood. 

La próxima batalla se librará en las “ciudades santuario” que extendieron documentos de protección a los perseguidos. Las autoridades de 300 centros urbanos han declarado que resistirán las exigencias federales de deportación, subrayando “que la inmigración hace grande a América”.

Varios comentaristas trazan comparaciones con el clima que anticipó en los años 60, las movilizaciones contra la guerra de Vietnam. Ese recuerdo ha sustituido las analogías de Trump con Reagan por semejanzas más pertinentes con Nixon. Si la resistencia se consolida, los planes del nuevo mandatario afrontarán los mismos límites que paralizaron a ese antecesor.

Trump reabre viejas heridas de la sociedad estadounidense. Confronta con los descendientes de pueblos originarios sioux, que rechazan los oleoductos contaminantes. En el piquete de Standing Rock fue conmemorado el saqueo sufrido por esa comunidad, con apoyos que incluyeron a varios veteranos de guerra. Todos pidieron perdón por el exterminio de los indios y su confinamiento en reservas ( Honty, 2016) .

Este resurgimiento de antiguas grietas es más agudo en la cuestión racial. Trump acoge a los encubiertos simpatizantes del Ku Klux Klan, que heredan el odio de los derrotados plantadores del Sur hacia los afroamericanos. Durante la última centuria, ese sector preservó un enorme poder en los ministerios, tribunales y legislaturas (Pozzi, 2016) y sostuvo el sistema electoral que premia a los estados rurales, conservadores y con menor población (Majfud, 2016).

Trump fue ungido por ese antidemocrático sistema que vulneró la mayoría de sufragios obtenidos por su contrincante. Ahora reabre desde la presidencia las fracturas más dolorosas de la historia estadounidense. Su presencia en la Casa Blanca ha desatado un terremoto político. Luego del impresionante apoyo logrado por Sanders, esa convulsión ha creado un gran auditorio para las propuestas de la izquierda.

LA PULSEADA ESTRATÉGICA CON CHINA

Trump no es un extraviado que improvisa la gestión de la primera potencia. Parte de diagnósticos elaborados por centros de estudios del establishment, que han constatado cómo la globalización neoliberal impulsada por Estados Unidos beneficia a China (Silva Flores, Lara Cortes, 2017).

Resolver esa contradicción es el principal objetivo del acaudalado. Busca ante todo reducir el descomunal déficit comercial con el gigante asiático. Promueve ese balanceo mediante una revisión de los tratados de libre comercio, que no aportan suficientes ganancias a la economía yanqui.

Por eso inauguró su gestión frenando la negociación del convenio transpacífico, que a su juicio otorgaba demasiadas concesiones a los restantes miembros de la asociación.

Esta decisión no implica el repliegue proteccionista de una economía tan enlazada con circuitos internacionales de abastecimiento. Trump intenta reordenar (y no suprimir) los tratados que rigen el comercio mundial, a través del esquema concertado por la OMC a mitad de los 90.

El magnate busca recuperar la hegemonía de Estados Unidos en el intercambio global (Lucita, 2016). No pretende revertir la estructura internacional de transacciones, que actualmente manejan las empresas multinacionales.

Ese tipo de revisión ya fue perpetrada por Estados Unidos, cuando sustituyó el fracaso del ALCA por convenios bilaterales con distintos países latinoamericanos. Ahora prepara una renegociación que preservará todos los ítems que apuntalan a la potencia del Norte.

Trump retomará del caído TTP (y del pendiente TISA) las conveniencias logradas por las firmas estadounidenses en los derechos de propiedad de varias áreas (remedios, cinematografía, informática, correo, aeronáutica, finanzas). Buscará convalidar la supremacía de su país en los servicios y el acceso privilegiado a las compras públicas de otras naciones ( Ghiotto, Heidel 2016).

Pero la negociación con China es más compleja. Trump no sólo exige la apertura del mercado asiático a los bancos y proveedores estadounidenses. También demanda límites a la penetración directa de productos chinos o a su ingreso lateral, a través de plataformas de producción en terceros países. Los automóviles están en mira de ese operativo.

La presión contra el competidor oriental se extiende a la esfera monetaria. Trump no obstruirá la compra de bonos del tesoro -que preserva la preeminencia internacional del dólar- pero tratará de evitar la apreciación de la moneda norteamericana (y las devaluaciones del yuan), que afectan las exportaciones de la primera potencia.

Con ese duro esquema de hostigamiento comercial-monetario, el magnate intentará doblegar a China, sin afectar el predominio de los sectores altamente internacionalizados de la economía estadounidense.

El conflicto estratégico que se avecina con el gigante oriental tiene semejanzas con la pugna mantenida con la Unión Soviética. Los presidentes republicanos se han especializado en confrontaciones de ese tipo. Reagan potenció la guerra fría, Bush lideró invasiones en Medio Oriente y Trump encabeza la pulseada con China.

Pero en el establishment hay muchas dudas sobre ese desafío (Nye, 2017). Los halcones suponen que China es económicamente vulnerable e incapaz de sustituir a Estados Unidos, en el comando del capitalismo globalizado.

Pero el sector que predominaba con Obama teme las consecuencias de ese choque. Promueve la neutralización de China, mediante su incorporación plena (y consiguiente subordinación) a los circuitos globales de las finanzas (poder de voto en el FMI) y la moneda (constitución de un signo mundial con participación del yuan) ( Bond, 2015)..

Trump ya empezó su ofensiva con una llamada telefónica a Taiwán, pero prepara con cuidado la escalada. El gobierno chino respondió con dureza, ofreciendo en Davos nuevos tratados de libre-comercio a todos los socios en disputa. Mientras evita discutir la apertura interna, contraataca con propuestas de globalización potenciada.

China ya puso en marcha su propio convenio en el Pacífico (AGER), afianza el estratégico acuerdo de Shangai con Rusia y logró inéditas aproximaciones con Filipinas, Malasia y varios países del Sudeste Asiático. Frente a semejante resistencia, Trump ensaya la futura confrontación, con provocaciones a un vecino indefenso del hemisferio americano.

EL SENTIDO DE LA AGRESIÓN A MÉXICO

Los furibundos ataques a México son una advertencia a los competidores de mayor porte. Trump ejercita su ofensiva global con la insultante exigencia de construir un muro pagado por las víctimas.

También aquí está en juego la reducción del déficit comercial con el vecino y una renegociación más favorable del convenio comercial (NAFTA). Pero como esos desbalances son inferiores a los vigentes con otros países, es evidente que el gesto de patota hacia México tantea pulseadas de mayor alcance.

Trump supone que Peña Nieto aceptará todas las humillaciones. No olvida que el actual canciller Videgaray lo invitó como candidato a despreciar públicamente a México. Imagina que el establishment de ese país carece de un plan alternativo a la subordinación al Norte y está seguro del acompañamiento de Canadá.

Por eso chantajea con el arancelamiento de importaciones provenientes de una economía, que destina a Estados Unidos el 90% de sus ventas. Complementa esa presión con amenazas de impuestos a las remesas.

El muro es un mensaje de persecución total. Más que la construcción efectiva del paredón -que ya fue concretada en un tercio por las administraciones anteriores- le interesa emitir una señal de agresión sin límite. Sugiere una pesadilla semejante a la padecida por los palestinos en Cisjordania.

La expulsión de mexicanos sintetiza su nuevo plan de gestión reaccionaria de la fuerza de trabajo. Trump pretende reforzar la vieja segmentación de los asalariados que ha caracterizado al capitalismo estadounidense. Esa división facilitó la dominación burguesa. Al principio eran contrapuestos los inmigrantes europeos de distintas nacionalidades y posteriormente se propició la confrontación de los trabajadores blancos con los negros y latinos (Gordon, 1985)..

En las últimas décadas esta fractura fue utilizada por consolidar la reducción de los ingresos populares. El salario mínimo es actualmente inferior en un 25 por ciento al vigente en 1968, a pesar de la duplicación que registró la productividad.

Trump resucita el nacionalismo para recrear la vieja segmentación de los trabajadores en el nuevo escenario neoliberal. Combina chauvinismo con privatizaciones y flexibilización laboral. Utiliza la xenofobia y limita la movilidad de los asalariados para consolidar el poder del capital.

Esa restricción es su principal foco de revisión de los tratados de libre comercio. En ningún momento objeta la continuidad de la acumulación a escala mundial. Postula ampliar el esquema predominante en la relación entre China y Estados Unidos, que excluye la circulación entre los trabajadores de ambos países (Panitch, 2016)..

El Brexit anticipó esta nueva tendencia. Supone renegociar las normas del comercio entre Inglaterra y Europa, pero sobre todo apunta a restaurar las restricciones al ingreso de inmigrantes. También conduce al desconocimiento británico de las leyes laborales y sociales del Viejo Continente. Al que igual que en Estados Unidos, los capitalistas buscan redoblar sus agresiones usufructuando de las divisiones en la clase obrera.

Con la obstrucción de la movilidad de la fuerza de trabajo, Trump y sus colegas ingleses promueven otro modelo de globalización asimétrica. Intentan reemplazar el alicaído cosmopolitismo de la Tercera Vía por un nuevo coctel de neoliberalismo con xenofobia. Este giro se implementa a través de estados nacionales, que persisten como el cimiento insoslayable de la mundialización neoliberal.

Es importante registrar el carácter limitado del cambio propiciado por Trump, frente a la generalizada identificación de su política con el viejo proteccionismo (Algañaraz, 2017) o con el fin de la globalización (Pérez Llana, 2017). Esas caracterizaciones han sido acertadamente objetadas, por los autores que describen las diferencias del curso actual con los modelos clásicos de arancelamiento (Puello Socarrás, 2017). En el giro propuesto hay muchas continuidades con el esquema neoliberal de las últimas décadas (Robinson, 2017)..

Trump forma parte de ese período por su evidente promoción de la ofensiva del capital sobre el trabajo. Plantea revisar las normas de comercio dentro del marco de la mundialización. No auspicia ninguna eliminación de las cadenas globales de valor, que rigen la fabricación internacionalizada de incontables mercancías.

Ni siquiera postula alterar la globalización financiera. Se ha rodeado de la crema de Wall Street y trabaja con los republicanos más hostiles a cualquier regulación del movimiento internacional de los capitales.

LOS RIESGOS DE LA ECONOMÌA

Como Trump debutó abriendo muchos frentes de conflicto, necesitará logros económicos próximos para oxigenar su gestión. En lo inmediato promueve el programa de obras públicas, que muchos sectores demandaron infructuosamente a Obama.

Un magnate que amasó fortunas con desarrollos inmobiliarios sintoniza con todos los negocios de infraestructura. Esa inversión es impostergable en una economía afectada por el vetusto estado de los servicios públicos. Al cabo de tres décadas de contracción en ese segmento de los gastos federales, la antigüedad de esos activos supera los 22 años.

La propuesta de Trump no es tan ambiciosa e involucra erogaciones muy inferiores a las efectivizadas por China en el último decenio. Pero incluso a esa escala hay pocos antecedentes de efectividad en ese tipo de iniciativas. Ninguna economía occidental ha logrado recientemente reactivaciones sustanciales por esa vía. El último fracaso se registró en Japón. El Abe-economics -que anticipó algunos rasgos del Trump-economics- no logró reanimar el aparato productivo (Robert, 2016)..

El proyecto del millonario supone, además, un gran endeudamiento público y el significativo incremento de las tasas de interés. Ese encarecimiento revertiría la baratura crediticia que alivió a la economía estadounidense en los últimos años.

Por el momento los mercados financieros están satisfechos con su nuevo representante en la Casa Blanca. Aprueban la inminente reducción de impuestos a las actividades empresarias y avalan el protagonismo de los banqueros en el gabinete. Pero habrá que ver cómo reaccionan los fondos de inversión con fuertes tenencias de títulos estadounidenses, ante el incremento del déficit fiscal.

Un riesgo semejante introduce la preeminencia del lobby petrolero. Los popes de este sector (Tillerson, Rick Perry, Scott Pruit) no sólo recuperan el dominio que tuvieron durante la gestión de los Bush. Su total negación del cambio climático augura el congelamiento de las tratativas para frenar el calentamiento global y una renovada emisión de gases tóxicos. Al concluir el quinquenio más cálido de la historia reciente se avecina el desmantelamiento de la Agencia de Protección Ambiental (Chomsky, 2016).

Resulta difícil imaginar cómo hará Trump para lograr su prometida recomposición del empleo industrial. Ninguna de sus propuestas revierte la especialización de la economía estadounidense, en servicios o fabricaciones de bienes finales. Esas medidas tampoco contrarrestan los procesos de automatización que desplazan mano de obra. En ningún caso permitirían abaratar el costo de la fuerza de trabajo a una escala comparativa con Asia.

El modelo en marcha supone una mezcla de monetarismo (alza de las tasas de interés) y ofertismo (reducción de impuestos), con ingredientes keynesianos (reactivación con gasto publico). Este último componente suscita elogios de algunos pensadores heterodoxos, que divorcian la política económica de la orientación reaccionaria de Trump (Varoufakis, 2016). La recuperación capitalista que promueve ese proyecto no atenúa su regresividad.

REPLANTEOS INTERNACIONALES

El belicismo de Trump salta a la vista en los asesores del presidente. Incorporó más militares en cargos de seguridad, que cualquier otro gobierno de los últimos 60 años. En su gabinete predominan los mismos partidarios de la unipolaridad armada, que prevalecieron en la gestión de los Bush. Ya dispuso incrementos de sueldos en el ejército y un mayor presupuesto para el Pentágono.

El magnate desmintió todas las expectativas de repliegue interno de la primera potencia. El sheriff del planeta calibra sus cañones y refuta todas esperanzas de aislacionsimo. La valorización de acciones del complejo industrial-militar anticipa su agenda intervencionista..

Esa escalada tiene precedentes en Obama, que recompuso la presencia internacional del Pentágono con incrementos de bases internacionales (de 60 en 2009 a 138 en 2016) y autorizó el lanzamiento de 26.171 bombas (Gandásegui, 2017)..

Estados Unidos es el protector militar del capitalismo global y no tiene en carpeta ningún abandono de ese rol. Las incógnitas giran en torno a los objetivos geopolíticos específicos de esa acción.

Trump intenta una aproximación con Rusia para debilitar a China. Invierte el operativo de Nixon, que en los años 70 buscó socavar a la URSS acordando con el gigante asiático.

Los contratos petroleros suscriptos con Putin por el secretario Tillerson (en representación de Exxon Mobil) prepararon el nuevo curso. Pero en el Departamento de Estado existen serias resistencias a ese rumbo. Por eso se han filtrado tantos secretos de la relación de Trump con Moscú.

La elite rusa aprueba el afianzamiento de las relaciones con Occidente. Deposita sus fortunas en Londres, educa a sus hijos en Harvard, vacaciona en Miami y consuma negocios turbios en Ginebra (Kagarlisky, 2015). Pero como Estados Unidos nunca ofrece algo a cambio de la simple subordinación, todos los acercamientos desembocan en nuevos distanciamientos.

La experiencia Yeltsin quedó atrás y Putin no acepta el sometimiento propiciado por los antecesores de Trump. Rusia estableció numerosos convenios con China y acaba de exhibir ambiciones geoestratégicas en Siria (Katz, 2017).

El ocupante de la Casa Blanca afronta, además, serios conflictos con gobiernos europeos por su aproximación a Putin. Varios líderes del Viejo Continente se niegan a eliminar las sanciones introducidas por Hollande y Obama durante la crisis de Ucrania. Esos desacuerdos agravan el malestar generado por las exigencias estadounidenses de mayor financiamiento europeo de la OTAN. Este disenso se extiende incluso al incondicional socio británico.

El impacto de Trump es especialmente significativo en Inglaterra. Ha reforzado a los partidarios de concretar aceleradamente el Brexit, para actualizar la alianza transoceánica y diversificar acuerdos de libre-comercio con distintas regiones. Pero los oponentes a esa separación demoran las definiciones y auspician un status intermedio con Europa (semejante a Noruega). Otros proponen una larga transición de siete años y todos dependen de una resolución final del Parlamento.

Para contrarrestar la presión de los bancos -que perderían con el Brexit la centralidad de la City en la absorción del capital europeo-el gobierno ofrece ampliar las atribuciones de Londres, como paraíso financiero desregulado. En la dura negociación comercial con Alemania, amenazan con ofrecer mayores subsidios a las empresas para atraer inversiones del Viejo Continente.

Pero todas estas jugadas empalidecen frente a la amenaza de Escocia de convocar a un nuevo plebiscito, para dirimir la separación del Reino Unido si se concreta el abandono de Europa.

El ascenso de Trump también influye en los resultados de los próximos comicios presidenciales en Francia. La extrema derecha espera repetir lo ocurrido en el mundo anglosajón. Pero a diferencia de Estados Unidos no tienen una estrategia a futuro. Proclaman su rechazo a cualquier modalidad de la Unión Europea y al mismo tiempo refuerzan lazos parlamentarios, con los partidos derechistas del Viejo Continente.

En semejante desconcierto no es muy sensato coquetear con la oleada actual elogiando el Brexit o aprobando el proteccionismo (Sapir, 2016). Al igual que en Estados Unidos, el acompañamiento del grueso de la clase obrera a las propuestas reaccionarias, no atenúa la regresividad de esos planteos.

La izquierda debe plantar su propia bandera denunciando por igual a los xenófobos y a los liberales. Es cierto que Trump y Le Pen ascienden por la decepción con Obama y Hollande, pero ese avance expresa una canalización reaccionaria de la frustración precedente.

La misma firmeza debe prevalecer a la hora de juzgar las respuestas conservadoras a Trump. La actitud del gobierno chino es particularmente nefasta, puesto que contrapone las ventajas del libre-comercio a la agresividad estadounidense.

Ese mensaje refuta a quiénes ponderan el modelo internacional de China, como una alternativa progresista al neoliberalismo occidental (Escobar, 2016). En un momento de mutaciones tan drásticas, la izquierda necesita enarbolar sus propias banderas anticapitalistas.

EL TEMBLOR EN AMÉRICA LATINA

En ningún país del mundo la presidencia de Trump desata convulsiones equivalentes a México. El gobierno está totalmente mareado y Peña Nieto sólo pospuso la peregrinación a Washington, cuando su agresor le explicitó la inutilidad del encuentro. Las críticas a esa genuflexión unificaron a todo el arco opositor.

Los insultos del gringo millonario reavivan la memoria de los avasallamientos sufridos por el país, en un contexto de gran reactivación de la lucha social. Las marchas frente al gasolinazo reforzaron la continuada batalla del magisterio y superaron la reacción ante los crímenes de Ayotzinapa (Aguilar Mora, 2017).

La desorientación que exhibe la clase dominante mexicana se extiende al continente. Todos los mandatarios neoliberales esperaban profundizar con Hilary la restauración conservadora, concertando la Alianza librecambista del Pacífico. Frente al nuevo escenario no logran definir alguna política alternativa. Sólo profundizan la parálisis interna del Mercosur, sin concebir concertaciones defensivas.

Hasta ahora predomina la tendencia a buscar acuerdos de libre-comercio sustitutos, no sólo con la Unión Europea. Argentina y Brasil aceitan eventuales negociaciones con China, registrando la activa agenda de viajes del presidente asiático. Ni siquiera evalúan las consecuencias económicas primarizadoras de esas tratativas.

Si la región queda en el medio de una gran batalla comercial entre Estados Unidos y China, los efectos podrían ser demoledores. Aprovechando la ausencia de políticas soberanas en la región, los dos gigantes disputarían con más ferocidad la colocación de mercancías excedentes y el saqueo de los recursos naturales.

Argentina está particularmente embarcada en esa auto-destrucción. Macri emula a su par estadounidense en la intimidación represiva y la xenofobia anti-inmigrante.

Pero Trump despierta simpatías también en el Cono Sur, entre los políticos que elogian su promoción del mercado interno (Terragno, 2017). Algunos declaran con llamativa admiración que “Trump es peronista” (Moreno, 2017). Explicitan de esa forma el componente reaccionario del justicialismo clásico, que emergió en la época de Isabel Perón.

El lugar de la izquierda está en el campo opuesto de solidaridad con los manifestantes callejeros de Estados Unidos. Esa convergencia se nutre de un rechazo compartido al derechista de la Casa Blanca. El antiimperialismo de América Latina empalma con las demandas democráticas de los indignados del Norte.

Trump inaugura un giro de alcance global. El epicentro de la crisis se ubica primera vez en la principal potencia del planeta. De la misma forma que nadie imaginó la implosión de la Unión Soviética o la conversión de China en potencia económica, tampoco hubo previsiones de la monumental mutación en curso.

Las grandes transformaciones irrumpen sin aviso previo, pero sus efectos están a la vista. Trump es la barbarie capitalista y sus provocaciones exigen forjar una respuesta socialista.

RESUMEN

Trump impulsa un proyecto reaccionario que no se clarifica indagando el populismo. Promueve un giro autoritario con sostén para-institucional para favorecer a los capitalistas. La inédita resistencia en las calles reflota tradiciones rebeldes y acota su margen de acción.

En la estratégica pulseada con China pretende renegociar tratados sin retornar al viejo proteccionismo. La agresión a México es una advertencia a los grandes competidores y el maltrato a los inmigrantes anticipa una fase de neoliberalismo xenófobo.

El componente keynesiano de Trump no atenúa su carácter regresivo. El ascenso del magnate potencia el belicismo y enlaza la crisis europea con el devenir estadounidense. El impacto sobre América Latina es mayúsculo.

REFERENCIAS

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Claudio Katz es economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222455

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Macri, Vidal y los gobernadores contra los docentes y la educación pública

Por Federico Puy

Previo a la reunión con el Gobierno nacional, gobernadores opositores de distintos espacios se reunieron para acordar una estrategia común de cara a la paritaria docente y de estatales. La cumbre se llevó cabo en el Consejo Federal de Inversiones, en San Martín 857. En un principio la convocatoria estaba prevista a las 10 en el Hotel Savoy, pero por la movilización de los sindicatos docentes como SUTEBA, CTERA, SADOP, CEA, ADEMYS cambiaron la sede de reunión.

Por el peronismo asistieron mandatarios provinciales como Juan Manuel Urtubey (Salta), mientras por otros espacios se hicieron presentes el “socialista” Miguel Lifschitz, el chaqueño Domingo Peppo, y representantes no peronistas como el rionegrino Alberto Weretilneck y el misionero Hugo Passalacqua, entre otros. También participó la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. La oposición haciendo de oficialismo. El macrismo nuevamente contento.

Atada a la discusión del salario docente se discutieron aspectos de la coparticipación federal, la cuestión tributaria y la asignación de recursos «que se está haciendo a determinadas provincias».

No formaron parte de la reunión miembros del gobierno nacional ni del Ministerio de Educación, en consonancia con el planteo de no participar de la discusión salarial de las provincias, dando por clausurada la paritaria nacional.

Casi en simultáneo con la movilización, Macri desde Santa Fe en una entrevista con el Canal 3 de esa provincia, dijo que el gobierno promoverá una suba salarial inferior a la inflación y que será menor al 20 por ciento. Incluso, el jefe de Estado sostuvo que en las paritarias llevadas a cabo con los docentes “la mayoría de los casos los salarios han crecido por arriba de la inflación», lo cuál es insostenible, ya que se calcula una pérdida del poder adquisitivo del 10%, sólo en el caso de la provincia de Buenos Aires

Un ataque a los y las docentes y también a las escuelas

Resulta irrisorio que alguna persona pueda pensar que con el nivel de inflación que hay y el costo de vida, un aumento pueda tener como techo un 17%. Es un ataque en toda la línea a la escuela pública en general y a los y las docentes en particular, sin mencionar que a lo largo y ancho del país tendríamos que tener un salario único y no como pasa hace años (incluidos los 12 años de gobierno kirchnerista) que los docentes tengan que cobrar un salario por debajo de la canasta básica familiar y en caso como Misiones, Corrientes o Tierra del Fuego, tengan directamente un salario de miseria.

Para este ataque que Mauricio Macri y su ministro Esteban Bullrich vienen manejando hace más de 9 de años cuando se hicieron cargo de la Ciudad, es compartido por todos los gobernadores de todos los colores políticos que, un poco más o un poco menos, quieren sus cajas provinciales para un año electoral y no para la educación pública y los docentes.

Y no solo es un ataque sólo a los docentes: como paritaria testigo se quiere imponer como techo para el conjunto del movimiento obrero. Es un ataque a la escuela pública y a las condiciones para enseñar y aprender de millones de chicos en todo el país. El otro caso testigo es el de los trabajadores gráficos de AGR del grupo Clarín que están enfrentando el lock out del “gran diario argentino” y pelean contra 380 despidos. Ajuste, salarios a la abajo, despidos y represión.

Contra el techo salarial del 17%, referentes de la oposición a la Conducción de Baradel y Alesso insistieron en la necesidad de un salario único nacional equivalente a la canasta familiar por cargo.

Por la educación y por AGR ¡todos a la calle!

Mientras la Secretaria General de CTERA, Sonia Alesso, realizó declaraciones planteando que si no había paritaria nacional, llamarían a un paro nacional; desde los sectores combativos de los Suteba, Ademys y los congresales de UTE de la oposición exigen que a partir del 13 de febrero se convoquen inmediatamente a asambleas en todas las escuelas, asambleas de distritos y una gran asamblea unificada con mandatos de base para poner en pie un plan de lucha serio que es la única manera de torcerle el brazo a Macri y los gobernadores.

Mientras tanto la CGT recién llamo a un paro para la segunda quincena de Marzo, cuando los docentes queremos preparar el NO inicio de clases para el 6 de Marzo con un plan de lucha nacional.

La clave es la unidad con los trabajadores de AGR y con todos los sectores que hoy están peleando contra los despidos y cierre de fábricas. El NO inicio de clases y un plan de lucha docente puede ser el puntapié para todos los sectores que quieran salir a pelear. Por eso necesitamos construir de abajo hacia arriba plenarios provinciales y nacional de delegados para discutir un plan de lucha por todas nuestras demandas. Si el gobierno y los gobernadores se unen contra los docentes, nosotros tenemos que unirnos por abajo contra el gobierno y golpear fuertemente a estos ataques.

Fuente; http://www.laizquierdadiario.com/Macri-Vidal-y-los-gobernadores-contra-los-docentes-y-la-educacion-publica

Fotografía: wikimedia

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Y después de la jubilación… ¿qué sigue?

Por: Abelardo Carro Nava

Generalmente, para quienes tenemos la oportunidad de encontrarnos “activos” dentro del Sistema Educativo Mexicano (SME), la pregunta que da entrada a esta serie de reflexiones, impostergablemente, llega. Y llega en el momento en que las circunstancias de naturaleza administrativa nos lo hacen saber pero, además, los que la propia constitución biológica de los seres humanos, lo confirma.

Pareciera ser fácil tomar esa decisión: jubilarse. Pero no es así. De hecho, bien a bien no acabo de comprender dicho termino, porque por más que los diccionarios y las normas establecidas que he consultado me brindan cierta información al respecto, la verdad de las cosas, es que estas definiciones son nada frente al significado que cada ser humano le otorga al mismo y, mucho menos, al proceso que cada individuo vive llegado ese momento.

Pensemos pues, en esos maestros que por más de 30 años dedicaron su vida a la enseñanza. ¿Será fácil desprenderse de todo ese cúmulo de elementos que forman parte de ese proceso de enseñanza y de aprendizaje?, ¿cómo dejar de buenas a primeras las actividades que por años llevaron a cabo para favorecer los aprendizajes de sus estudiante?, ¿cómo eliminar de tajo la convivencia – en sus distintas formas – con colegas, alumnos y padres de familia?, ¿cómo desligarse de todo lo que el medio educativo significa?

No sé si usted mi apreciable lector, se haya detenido un momento a pensar cada uno de las interrogantes que he planteado. Sinceramente, quienes nos encontramos insertos y “activos” en el SEM, sólo lo hacemos o hemos hecho, cuando el fantasma de la jubilación ronda nuestra puerta. Asunto nada menor que muy pocos nos hemos detenido a analizar e indagar. ¿Las razones? Aunque ilógicas e irracionales, son en buena medida, entendibles, porque aquel trabajador de la educación que se jubila “ya no es parte de ese sistema” dado que su ciclo ha culminado, no obstante que éste se incorpora a otro, a ese en el que la vejez lo cobija, lo comprende y lo acepta.

Triste realidad es ésta. Y la hemos aceptado como un proceso natural en los seres humanos, dada la etapa productiva que pueden ejercer en tal o cual profesión los hombres. Sin embargo, permítame ser un poco “quisquilloso” al respecto: la Secretaría de Educación Pública (SEP) no se ha ocupado de capacitar a los que ingresan al medio y, mucho menos, ha considerado brindar un apoyo a quienes transitan por ese proceso jubilatorio.

¿Cuántas veces no habremos escuchado a algunos de nuestros mentores expresar que si se jubilan se mueren?, ¿cuántas veces no hemos oído decir a los profesores que su futuro será incierto una vez que se jubilen?, ¿cuántas veces no hemos visto a esos maestros, que fueron nuestros maestros, en las clínicas y/o hospitales porque sus enfermedades se agravaron después de su retiro?

Cierto es, que buena parte de quienes toman la decisión de jubilarse, tienen y viven un proceso favorable. Tal vez las circunstancias sociales y económicas les permiten o permitieron gozar felizmente de esa jubilación a la que tienen “derecho”. No obstante, también es cierto que buena parte de esos docentes, no viven ese proceso como debiera, y es ahí donde quisiera ocuparme un poco. Porque finalmente, como prestadores de servicio y empleados del gobierno, también somos seres humanos que amamos y sentimos, que pensamos y reflexionamos, que valoramos y somos valorados, en fin, que vivimos.

Justo por esta última razón, y en aras de comprender el proceso de desprendimiento de la profesión docente, es que quien escribe estas líneas, conjuntamente con la Mtra. Rocío Acosta Jaimes, colega de la Normal Urbana Federal Cuautla, Morelos; decidimos iniciar un proyecto de investigación con profesores jubilados de escuelas normales en el estado de Tlaxcala y, como parece obvio, de Morelos, con la finalidad de reconstruir su identidad profesional a partir de los espacios de sociabilidad y procesos discursivos que los llevaron a ser maestros normalistas. Es indudable que el tema de la jubilación saldrá a relucir, sin embargo, nuestro objeto de estudio se centra en ese proceso que han vivido los profesores que serán sujetos de estudio.

En este sentido, es que la metodología jugará un papel importante; sin embargo, creemos que a través del método biográfico y las historias de vida, podremos acercarnos a la comprensión del fenómeno que deseamos indagar y, cuyo propósito, será el de exponer dicho proceso para generar un conocimiento sobre tan importante tema de estudio.

Alguna vez se ha preguntado cuántos estudios se han o habrán hecho al respecto. Pues bien, esa fue una de las primeras interrogantes que nos planteamos y partir de las cuales, pretendemos lograr el objetivo propuesto.

En suma, considero que la educación es un campo muy amplio de posibilidades en cuanto a la investigación se refiere. De hecho, en caso de ser aprobado, estaremos exponiendo este anteproyecto de indagación en el Primer Congreso Nacional de Investigación de Educación Normal en Mérida, Yucatán, pero, si no fuera así, dicho proyecto seguirá su curso hasta encontrar los hallazgos que la misma indagatoria nos regale.

Estoy seguro y convencido, que la educación puede cambiar al mundo y, trabajos como éste, y como los de cientos de colegas que realizan a diario en sus propios espacios, brindan la posibilidad de tener una perspectiva diferente de las cosas o de los fenómenos.

Ojalá, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, o el mismo Juan Díaz de la Torre, volteara su mirada a los cientos de maestros y maestras jubilados. Su vida se vivió en el magisterio, esa vida de la que muy probablemente, solo quedan: recuerdos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/y-despues-de-la-jubilacion-que-sigue/

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En las puertas del nazismo

Por: Marcelo Colussi

I

El sistema capitalista ha impulsado prodigiosos avances en la historia de la Humanidad. El portentoso desarrollo científico-técnico que se viene experimentando desde hace dos o tres siglos, que ha cambiado la fisonomía del mundo, va de la mano de la industria moderna surgida a la luz del capitalismo. Problemas ancestrales de los seres humanos comenzaron a resolverse con estos nuevos aires, que desde el Renacimiento europeo en adelante se expandieron por todo el planeta.

Pero ese monumental crecimiento tiene un alto precio: el modo de producción capitalista sigue siendo tan pernicioso para las grandes mayorías como lo fue el esclavismo en la antigüedad. Para que hoy un 15% de la población mundial goce las mieles del “progreso” y la “prosperidad” (oligarquías de todos los países y masa trabajadora del Norte), la inmensa mayoría planetaria pasa penurias. Con el agravante –cosa que toda la anterior historia humana no presentó– de la catástrofe medioambiental que su insaciable afán de lucro ha producido. No olvidar que para constituirse como sistema con mayoría de edad debió masacrar millones de nativos americanos y africanos, produciendo así la acumulación originaria que posibilitó la industria moderna en Europa. En síntesis: el capitalismo es sinónimo no tanto de desarrollo y prosperidad, sino de muerte y destrucción.

Ahora bien: ese desarrollo material fabuloso no logra repartir equitativamente, con auténtica solidaridad, los productos de su colosal producción: se llega al planeta Marte o se desarrolla inteligencia artificial más inteligente que la misma inteligencia humana, pero no se puede acabar con el hambre. Sin dudas, algo anda mal en el sistema capitalista. Y no se trata de algún error coyuntural, alguna tuerca suelta que se pueda ajustar: el problema es estructural, de base.

Dicho de otro modo: el sistema capitalista no puede ofrecer soluciones reales a los problemas de toda la Humanidad. No puede, aunque quiera, pues en su esencia misma están los límites: como se produce en función de la ganancia, del lucro personal del dueño del capital, el bien común queda relegado. Por más que lo intente –capitalismo de rostro humano, medidas caritativas para los más necesitados, válvulas de escape para permitir algunas mejoras paliativas– el sistema en su conjunto se erige 1) en contra del colectivo, al que convierte en esclavo asalariado explotándolo en forma inmisericorde, y 2) en contra de la naturaleza, a la que convierte en una mercadería más para consumir, obviando así que si la destruimos nos quedamos sin casa donde vivir.

Como sistema, el capitalismo tiene momentos de expansión y de repliegue, pues la producción no está planificada. Se supone que “la mano invisible del mercado” la regula; pero esa “mano” no resuelve a favor de las grandes mayorías, sino siempre en función de los capitales. Por tanto, periódicamente se asiste a crisis sistémicas generales, que siempre terminan pagando los más desposeídos (es decir: las mayorías populares).

Ahora, desde 2008, se cursa una de las más grandes de esas crisis, comparable a la de 1930 en el pasado siglo. La especulación financiera sin par llevó a un quiebre de las economías, produciendo una recesión fenomenal que empobreció más aún a los más pobres, haciendo desaparecer enormes cantidades de sectores medios y acabando con numerosos puestos de trabajo. El sistema no termina de salir de su marasmo, aunque los grandes capitales en aprietos (bancos de primer nivel, grandes empresas industriales como la General Motors) sí reciben asistencia de sus Estados, en tanto las grandes masas de empobrecidos tienen que ajustarse más el cinturón y resignarse. En otros términos: las ganancias quedan siempre para el capital, las pérdidas se socializan y las paga la clase trabajadora, el pobrerío en su conjunto.

II

En las potencias capitalistas (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón), la crisis se siente de una manera distinta a como afecta en los países históricamente empobrecidos (el Sur, el antes llamado Tercer Mundo). El fantasma en juego en el Norte no es, exactamente, el hambre; pero sí la precarización de la vida, la falta de trabajo, el estancamiento económico. La pobreza, de todos modos, siempre es pobreza. Los planes de capitalismo salvaje de estas últimas décadas (eufemísticamente llamado neoliberalismo), además de acumular más riquezas en los ya históricamente más ricos, pauperizaron de una forma alarmante al conjunto de trabajadores en todas partes del mundo.

Por una combinación de causas (planes neoliberales de ajuste hacia las masas trabajadoras, robotización creciente que prescinde de mano de obra humana, traslado de plantas industriales desde la metrópoli hacia la periferia buscando condiciones de mayor explotación), los trabajadores del llamado Primer Mundo vienen sufriendo un descenso en su nivel de vida. En Estados Unidos, la primera potencia capitalista mundial, ello es más que evidente en estas últimas décadas.

Si bien el país no dejó de ser un gigante, la calidad de vida de sus ciudadanos no está en franca mejoría, en expansión, como pasó por varias décadas después de terminada la Segunda Guerra Mundial. De ser la “locomotora de la Humanidad”, como se la consideró por largos años, la economía estadounidense no está en sana expansión. El hiperconsumismo sin freno en que entró llevó a un hiperendeudamiento (a nivel personal-familiar y a nivel nacional) técnicamente impagable. El poder de Estados Unidos viene asentándose, cada vez más, en ser “el grandote del barrio”: la discrecionalidad con que fijó su moneda, el dólar, como patrón económico dominante a escala planetaria, y unas faraónicas fuerzas armadas que representan, ellas solas, la mitad de todos los gastos militares globales, son los soportes en que se apoya su actual grandiosidad. Pero la misma no es sostenible en forma sana, genuina. En otros términos: la principal potencia capitalista del mundo tiene, de alguna forma, pies de barro. La interdependencia de todos los capitales que fue tomando el sistema a nivel global permite a la clase dominante estadounidense seguir teniendo supremacía, y su Estado funciona como gendarme del orden mundial, ahora sin fantasma del comunismo a la vista. Pero su dependencia de capitales de otros puntos (China, Japón) es vital.

Por otro lado, su monumentalidad se basa, en muy buena medida, en los recursos naturales que roba en distintas latitudes (petróleo, minerales estratégicos, agua dulce, biodiversidad), por lo que sin ese militarismo desbocado –causa de muertes por millones, de destrucción, de avasallamiento de grupos más vulnerables– su supremacía económica no sería tal. James Paul, en un informe del Global Policy Forum, lo dice sin ambages: “Así como los gobiernos de los Estados Unidos. (…) necesitan las empresas petroleras para garantizar el combustible necesario para su capacidad de guerra global, las compañías petroleras necesitan de sus gobiernos y su poder militar para asegurar el control de yacimientos de petróleo en todo el mundo y las rutas de transporte”.

Pero esa economía próspera de las décadas del 50 y del 60 del siglo pasado se terminó. Estados Unidos, que de ningún modo ahora es un país pobre, está en decadencia. Los homeless (gente sin hogar) son cada vez más. Los trabajadores que han perdido sus puestos, y con ello todos los beneficios sociales, se cuentan por millones. Industrias florecientes de hace algunas décadas, ahora languidecen, pues para el capital es más rentable invertir en la periferia, con salarios de hambre, que en el propio territorio estadounidense.

Para ejemplo icónico de todo esto: la ciudad de Detroit. La que algunas décadas atrás fuera el centro mundial de la producción de automóviles, que nucleaba todas las grandes empresas de capital netamente norteamericano con casi tres millones de habitantes, ahora es una ciudad fantasma, con apenas trescientos mil pobladores, con fábricas cerradas, entre pandillas y calles sin luz. ¿Por qué? Porque lisa y llanamente el capital no tiene patria, no tiene nacionalismos sentimentales. Si los accionistas de la General Motors, la Ford Company o la Chrysler encuentran que les es más lucrativo montar sus plantas industriales en cualquier enclave del Tercer Mundo dejando en la calle a sus propios trabajadores estadounidenses, no tienen ningún reparo en hacerlo. Y de hecho, eso es lo que han hecho.

Esa es la situación que viene dándose en Estados Unidos, y también en otros países de Europa Occidental: los trabajadores van empobreciéndose. Es por ello que votaron a favor de la salida de la Unión Europea por parte de los británicos (así como quieren hacerlo también en Francia y en Holanda), o a favor de un ultraderechista como Donald Trump en Estados Unidos. El motivo para esa creciente derechización es el deterioro de la economía que, por supuesto, afecta a la clase desposeída y no a las oligarquías.

III

Aquí es donde entra a jugar un agravante extremadamente pernicioso: la ideología dominante, por supuesto de derecha y conservadora. De acuerdo a esta tendenciosa visión de las cosas, se omite la verdadera causa de esta creciente pauperización, buscándose un “chivo expiatorio”. El mismo está dado por los “extranjeros”, aquellos que, según esa deleznable ideología, “van al Primer Mundo a robar puestos de trabajo y a aprovecharse de la seguridad social”.

En otros términos: un otro distinto, proveniente de fuera del colectivo dominante, es puesto como causa de los males. Se está ahí ante el inicio del nazismo.

En la Alemania de la post guerra del 1918, ante su derrota y humillación a manos de las otras potencias europeas que le ganaron en la carrera por el reparto de las colonias africanas, fue apareciendo un espíritu revanchista. Adolf Hitler, independientemente de su posible psicopatología, encarnó ese ideal. El Führer decía lo que buena parte de la población alemana quería escuchar; él, como ninguno, supo levantar el ultrajado nacionalismo pangermánico, llevando el ideal teutón de “raza superior” como estandarte privilegiado. Para el caso, los judíos ocuparon el lugar de chivo expiatorio.

No puede decirse que los movimientos nazi en Alemania, o fascista en Italia, con Mussolini a la cabeza, sean atribuibles solo a la personalidad desequilibrada de líderes carismáticos; eso puede ser un elemento, pero definitivamente ellos representaban el ideal de buena parte de la población. Los alemanes querían recuperar el tiempo perdido, la moral pisoteada en la derrota de la Primera Guerra Mundial: ahí apareció entonces esa loca idea de la eugenesia, y de un blanco al que atacar, supuesto fundamento de todos los males y desgracias. Los campos de concentración atestados de judíos fueron el resultado de ello.

En los Estados Unidos actuales (y en buena parte de Europa Occidental que no termina de salir de la crisis financiera iniciada en el 2008) está sucediendo algo similar: una clase trabajadora golpeada, en camino de empobrecimiento paulatino, necesita encontrar una razón de sus males. El sistema, a través de los fabulosos medios de manipulación que dispone (medios masivos de comunicación, aparatos ideológicos del Estado, iglesias varias) impide ver las causas reales de la situación, poniendo a esos extranjeros en el lugar de los demonios que atacan. De esa forma, los inmigrantes indocumentados de Latinoamérica y el Caribe en Estados Unidos, o los africanos llegados en las infernales pateras a través del Mediterráneo, así como musulmanes y gente del Medio Oriente, se van transformando en el elemento satanizado que representa la supuesta fuente de todas las desventuras.

Hoy día no hay campos de concentración, ni en Europa ni en Estados Unidos; pero poco falta para ello. De alguna manera, esa exclusión de corte nazi ya comenzó. Donald Trump, así como lo hizo Hitler en su momento, encarna esa misión redentora, purificadora: su lenguaje xenofóbico, racista, ultranacionalista, quasi paranoico en algún sentido, rescata lo que una clase trabajadora golpeada quiere oír. “¡Fuera inmigrantes!” es la consigna.

El mundo de la opulencia del Norte va tornándose cada vez más hostil y refractario a los inmigrantes del Sur. No solo no quiere “hispanos”, “negros” o “musulmanes”; procede a deshacerse de ellos. El presidente Trump está empezando a poner en práctica esos valores, institucionalizándolos. Sus primeras medidas como mandatario de la Casa Blanca lo evidencian. La promesa del muro fronterizo con México, más allá de una bravuconada pirotécnica de campaña, pareciera querer concretarse en la realidad. La negativa de permitir ingresar “indeseables” musulmanes a suelo estadounidense se inscribe en esa línea.

En esa misma línea, también comienzan a darse, cada vez con mayor frecuencia y virulencia, actos de corte nazi en Europa. Como expresión sintetizada de esto, lo recientemente ocurrido en los canales de Venecia, donde un joven negro de origen africano se ahogó ante la mirada impávida de europeos que, incluso en algún caso, le proferían insultos racistas.

Todo esto bien pudiera ser el preámbulo a nuevos Auschwitz o Buchenwald. Los chivos expiatorios –la Psicología Social nos lo enseña con claridad meridiana– sirven justamente como elemento unificador para el grupo excluyente, que reafirma así su identidad supremacista excluyendo a los “inferiores” no deseables, satanizados como plaga bíblica.

El Brexit en Gran Bretaña, o Donald Trump en Estados Unidos, expresan ese encono visceral (fascista) contra el otro distinto, “malo de la película” que funciona como causa de todas las penurias, escamoteando las verdaderas causas del problema: el sistema capitalista.

Más allá que Trump pueda ser un megalomaníaco con profundas desequilibrios psicológicos, él representa lo que muchos ciudadanos estadounidenses comunes piensan, sienten, anhelan: volver a los tiempos dorados de su economía de 50 o 60 años atrás, presuntamente arruinada por los inmigrantes ilegales. Se olvida así que Estados Unidos es, ante todo, un país hecho por inmigrantes. Y, fundamentalmente, se omite el verdadero problema en cuestión: el empobrecimiento de los trabajadores no es por culpa de esos “indeseables” extranjeros, sino producto de un sistema que no ofrece salidas.

El nazismo inició así en los años 30 en Alemania, cuando un cabo del ejército, probablemente desequilibrado en términos psicológicos (eyaculaba solo dando sus discursos, emocionado como estaba), pudo ser el representante de lo que una mayoría empobrecida quería hacer: renacer como “raza superior”. Donald Trump sigue ese camino: representa el ideal supremacista de los wasp (white, anglosaxon and protestant –blanco, anglosajón y protestante–). El Ku Kux Klan supremacista (equivalente a los campos de concentración nazi y las cámaras de gas para judíos) se siente ahora dueño de la situación.

La llegada de Trump puede marcar un punto de inflexión en Estados Unidos. No está claro todavía cómo y para dónde seguirán las cosas. Como mínimo, queda más que evidente que para el campo popular no vienen los mejores tiempos. Es por eso que tenemos que estar extremadamente alertas a lo que siga, y prepararnos para enfrentar la locura en ciernes.

El capitalismo no tiene salida, y el nazismo, expresión afiebrada de un capitalismo enloquecido, es más pernicioso aún, porque hace del racismo su motor primordial. ¡Preparemos para enfrentar la tormenta que se viene!

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222492&titular=en-las-puertas-del-nazismo-

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¿Sirven las tareas escolares?

Por: Julián de Zubiría

Parlamentarios, investigadores, padres de familia y educadores han pedido la abolición de los deberes extraescolares. ¿Es razonable su propuesta?

En noviembre del año pasado, en España, los padres de familia se revelaron y marcharon para pedir la eliminación de los deberes escolares de sus hijos. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud ha dicho que ve muy limitado su impacto y pide su abolición; al mismo tiempo, algunos parlamentos, en diversos países del mundo, han terminado por prohibir las tareas en casa. En Colombia, el Instituto Pedagógico (IPN) ha decidido eliminarlas recurriendo a argumentos similares, a los que se suma la presunción de que limitan el tiempo libre de niños y jóvenes para hacer deporte, socializar o simplemente para descansar.
Aun así, me temo que sus detractores cometen un error elemental, pero muy generalizado: confunden los síntomas con la enfermedad. Ven la fiebre, pero no la infección que la está produciendo. Sin duda, si evaluamos el impacto sobre el aprendizaje de resolver múltiples algoritmos en casa, la conclusión será que no lo favorece. Lo mismo encontraremos si hacemos un seguimiento para ver de qué sirve escribir infinidad de planas, copiar la biografía de un prócer, hacer listados de plantas, accidentes geográficos o reglas ortográficas. Y no hallaremos una respuesta diferente si de lo que se trata es de copiar apartes del libro al cuaderno, construir el sistema solar con esferas de icopor o responder preguntas mecánicas y repetitivas, como efectivamente suele preguntársele a los niños y jóvenes colombianos en la mayoría de ejercicios que los docentes dejamos a los alumnos para sus casas. Esas tareas no sirven y no ayudan al aprehendizaje, porque no favorecen la reflexión, la interpretación, la convivencia, el diálogo o a la lectura reflexiva, entre otros. Son impertinentes. De eso no hay duda. Eso es lo que demuestran dichas investigaciones, pero nada más.

En lo que se equivocan los contradictores de las tareas en casa es en no identificar adecuadamente el problema: La enfermedad no está en las sábanas. Las tareas son impertinentes, porque también lo es el modelo pedagógico que las genera. El que está enfermo es el sistema educativo basado en la trasmisión de informaciones. No tiene sentido que, en pleno siglo XXI, la mayoría de las clases sigan consistiendo en transmitir datos fragmentados a los estudiantes. No obstante, ese modelo logra sobrevivir, porque sigue siendo el que domina la representación de las Secretarías y los Ministerios de Educación, las editoriales y los medios masivos de comunicación. También, porque los padres y maestros –casi sin saberlo– lo defienden en sus prácticas, aunque lo rechacen verbalmente.
Lo que hay que acabar es el modelo pedagógico tradicional sustentado en la transmisión de la información y las tareas que genera. Tanto estas clases como estos deberes, deben ser completamente abandonados. No deberíamos ir a la escuela a aprender informaciones. Mucho menos si son impertinentes y descontextualizadas.

Pero si las clases consistieran en ejercitar el pensamiento. Si en ellas se trabajara sobre situaciones hipotéticas; si fortaleciéramos en el aula la clasificación, las competencias investigativas y las deducciones; si fuéramos a los colegios a aprehender a argumentar y a hacerle preguntas a la vida, o si la escuela fuera un espacio democrático y participativo para favorecer la tolerancia y el respeto a la diferencia, la situación sería muy distinta.

En cualquiera de los casos anteriores, las tareas no desaparecerían, sino que tendrían que reinventarse. Podríamos, por ejemplo, pedirles a los alumnos que llevaran ideas o preguntas originales a las clases o que entablaran diálogos con los padres y abuelos sobre cómo era la vida cuando ellos eran niños. Podríamos, mediante tareas, conocer las aspiraciones, los hitos en sus vidas o las angustias de sus compañeros. Podrían consistir en cambiar el final de un cuento o en encontrar diversas estrategias para resolver el mismo problema. Si hiciéramos eso, las nuevas tareas generarían nuevas preguntas, ideas y soluciones creativas a problemas ya resueltos. Si los niños aprehendieran a leer y escribir en la escuela, las tareas serían otras. Si los niños aprehendieran a pensar en los colegios, las nuevas tareas podrían desarrollar sus procesos cognitivos y la reflexión y conciencia sobre ellos, o metacognición.

En consecuencia, comparto plenamente la necesidad de replantear por completo las tareas. Pero lo que pienso es que hay que ir mucho más allá. Hay que volver a pensar el sentido y el fin de la escuela. Hay que garantizar que vayamos a la escuela a cosas muchísimo más importantes de las que hoy lo hacemos. Si hiciéramos esa profunda reforma en los fines, los currículos y los sistemas de formación de los docentes, sin duda, aparecerían nuevas y creativas tareas que ayudarían a consolidar los procesos cognitivos y valorativos de los estudiantes. Serían tareas más breves y creativas para los niños, y más profundas, reflexivas y diversas para los jóvenes. Enfatizaríamos más en la relectura y la reescritura. En la duda y la reflexión, que en la certeza. En la pregunta, que en la respuesta. En el compartir y colaborar, que el competir.

Lo que necesita el país no es acabar las tareas, sino con un modelo pedagógico tradicional enquistado en el sistema educativo colombiano. En un mundo en el que tenemos acceso a casi todas las informaciones con tan solo teclear una tecla del computador o del celular, necesitamos y podemos abandonar por completo la transmisión de la información como la finalidad de la escuela. La información está al alcance de todos en las redes, los satélites, las memorias externas y en los computadores. No tiene sentido seguir transmitiendo informaciones en las clases y solicitándolas luego, en las tareas escolares y en las evaluaciones. Como puede verse, lo que necesitamos en una verdadera revolución que ponga el desarrollo humano en el centro de todo proceso educativo.
Si los padres quieren más tiempo con sus hijos, ojalá apaguen los televisores y salgan a los parques y las ciclovías a compartir con ellos. Si los padres quieren compartir más tiempo, ojalá no conviertan los centros comerciales en las nuevas iglesias del siglo XXI. Tiempo de sobra tendría un niño si perdiéramos menos en una educación trivial, en los centros comerciales o frente a los televisores.

Pero si vamos a construir escuelas que favorezcan el desarrollo, ello no será posible si al mismo tiempo no impulsamos un cambio cultural. Lo que nos muestran los estudios es que los niños ven televisión en exceso y que interactúan hasta la saciedad en las redes. Lo que está en cuestión no es que les falta tiempo; lo que les falta son padres, madres y hermanos para que dialoguen e interactúen con ellos en sus casas. También les faltan vecinos y primos para jugar y compartir en el parque. No están los niños agobiados de tiempo. Lo que los agobia es la falta de posibilidades para hacer deporte en los espacios libres, actividades culturales y artísticas en los barrios, y, sobre todo, diálogo, juego y conversación profunda en sus casas. Por eso es que viven conectados al computador y al televisor.
Cuando enviemos a los anaqueles de la historia esta escuela que hemos construido a imagen de las fábricas y, al hacerlo, repensemos la educación y el modelo pedagógico, también replantearemos las tareas. Porque si en clases enseñamos a pensar, a convivir y a comunicarse, en la casa lo que deberán hacer los niños es seguir pensando, formulando nuevas preguntas, creando nuevos espacios e interactuando con amigos y hermanos. Sin duda, habrán desaparecido estas tareas impertinentes que hoy dominan la educación colombiana. Pero antes de ello, habrá desaparecido una escuela pensada para formar empleados y trabajadores de bajo nivel y que sean fácilmente manipulables por los intereses políticos y económicos que hoy nos gobiernan. Intereses, que siguen ajenos a las necesidades del desarrollo humano.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/las-tareas-sirven/514195

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