Page 2412 of 2677
1 2.410 2.411 2.412 2.413 2.414 2.677

Vidas rotas: historias detrás del terrorismo en el mundo

Nigeria/Agosto de 2016/Clarín

Por: Clarín

Chicos huérfanos, parejas destrozadas y familias en duelo son el resultado de una serie de atentados, muchos de los cuales no llegaron a los diarios. The New York Times reconstruyó sus vidas para mostrar el efecto de la violencia.

La frecuencia y el alcance de las matanzas marean. Alrededor de 300 integrantes de distintas familias destrozados por bombas mientras celebraban el fin de Ramadán en Bagdad. Cuarenta y nueve muertos en el aeropuerto de Estambul. Cuarenta más en Afganistán. Nueve italianos, siete japoneses, tres estudiantes de universidades de EE.UU. y una mujer en el distrito diplomático de Dhaka, Bangladesh. Cadáveres que se apilan dentro de un ómnibus en Somalia, en una mezquita y en un video club de Camerún, en un santuario de Arabia Saudita. Todas estas masacres ocurrieron tan solo en dos semanas de marzo. Como parte de un fenómeno que se percibe como una corriente interminable de atentados. Después siguieron los del boliche de Orlando y el ataque Beirut. La lista de objetivos atacados es larga y en ella están también Niza y la iglesia de St. Étienne-du-Rovray, Francia. Alemania, Japón y Egipto. Cada bomba, cada proyectil destrozó hogares y comunidades.

Este informe especial es el resultado de volver a cada lugar, a lo evidente: a que cada pérdida es igual aunque las críticas digan que a no todas las víctimas del terror se las trata del mismo modo desde los medios. Es un recorte en el tiempo para recordar en estas 247 vidas rotas al resto.

Por eso si se detiene el reloj durante la segunda quincena del último marzo, cuando se produjeron ataques que ocuparon grandes titulares en los medios y también ataques en lugares donde el horror se convirtió en rutina y no salen en la prensa, el conteo siniestro da 247 hombres, mujeres y chicos asesinados en ataques masivos llevados a cabo la mayoría de ellos por extremistas islámicos en seis países.

El amor y la muerte En los ataques de esa semana ocho parejas fueron asesinadas juntas, haciendo las cosas que hacen las parejas. Mohamed y Shawana Naveed, casados tres meses antes de aquel domingo sangriento, habían salido a dar un paseo por un parque de Pakistán. Stephanie y Justin Shults, dos contadores que se habían conocido en la Universidad Vanderbilt y estaban viviendo en Bruselas, acababan de despedir a la madre de Stephanie en el aeropuerto. Zeynep Basak Gulsoy y Nusrettin Can Calkinsin, estudiantes de abogacía de 19 años, volvían a su casa de ver en el cine una película turca llamada “La herida de mi madre”, sobre las consecuencias de la guerra. Se habían conocido en la escuela secundaria. “Nunca te voy a dejar solo”, escribió ella en su anuario. “Siempre estoy y estaré a tu lado, con vos”, agregó. Fueron sepultados uno junto al otro.

Ellos eran dos de las 36 personas que asesinaron en una plaza pública de Ankara, la capital de Turquía, el 13 de marzo. Ese fue el día que inauguró la quincena del horror que este informe intenta reflejar. Aquel día, otras 19 personas murieron en atentados a tres hoteles sobre la playa en Grand Bassam, Costa de Marfil. El 27 de marzo, extremistas relacionados con Al Qaeda, Boko Haram, el Estado Islámico y los Talibanes habían atentado en una mezquita en Nigeria; en una calle de Estambul muy concurrida por turistas; en un estadio de fútbol en Irak; contra un ómnibus en Peshawar, Pakistán; en el parque de Lahore, Pakistán, donde ese domingo paseaba el matrimonio Naveed; también en el aeropuerto de Bruselas y en la estación de subte. Entre algunas víctimas hay conexiones, entre otras, grandes diferencias de estilos de vida, a todas las une su condición de víctima ante el terrorismo. En los ataques entre el 13 y el 27 de marzo hubo 1.168 familiares sobrevivientes: 211 personas que perdieron a su papá o a su mamá, 78 que se quedaron sin sus parejas. Hubo además más de 100 víctimas que perdieron a ambos padres. A todos los une el dolor que atraviesa fronteras.

Padres sin hijos “Este es un dolor que no se puede describir”, dice Michel Visart, cuya hija Lauriane murió en la explosión de la estación de subte de Bruselas. “Mi hijo era como una vela encendida en casa”, agrega Khaleel Kadhum, un padre iraquí que se había mudado con su familia desde Bagdad hasta el sur, supuestamente más seguro que la capital iraquí. Pero su hijo Ahmed se encontró allí con el terror. “A esa vela la apagaron de un soplo, y la felicidad de la familia ha muerto”, apenas puede decir La víctima de mayor edad fue Sevinc Gokay, un funcionario público retirado de 84 años al que mataron en Ankara. Las más jóvenes no habían nacido siquiera: dos mujeres embarazadas murieron junto con los bebés que llevaban en sus vientres; una tercera sobrevivió, Songul Bektas, pero perdió el embarazo: ya estaba en el tercer trimestre. Su esposo contó que luego se enteraron de que era una niña: le hubieran puesto de nombre Elif, que en turco significa delgada y alta.

Chicos sin futuro En la lista hay 17 víctimas de 10 años o menos; y 27 de entre 11 y 17. Ahmed Aasim Abdulkhuder, de 10, estuvo entre los chicos que volaron por el aire debido a un terrorista suicida que esperó hasta el final de un partido de fútbol en un estadio de Irak para explotar los explosivos que llevaba. La madre, Ibtihal, dijo que su hijo era tan fanático del Barcelona que rara vez se ponía otra cosa que no fuera la camiseta del club español. Murió con ella puesta. “Era la que más quería”, según la mujer.

Entre los asesinados hay judíos, cristianos, ateos y por lo menos un hinduista, pero 151 de las víctimas –el 61%– eran de religión musulmana como la mayoría de sus asesinos. Una facción talibán reivindicó haber elegido objetivos cristianos en el parque Lahore. Pero la mayoría de los que mataron allí eran musulmanes. Una de ellas era Zubaida Amjad, de 40 años, que sabía de memoria el Corán y estaba enseñándole a recitar los versos a su hija de 12, Momina Amjad. A la nena la mataron también.

En Bruselas, entre las víctimas del subte, está Loubna Lafquiri, de 34, profesora de gimnasia y madre de tres chicos que vivía en Molenbeek, el mismo barrio pobre de Saleh Abdeslam, uno de los sospechosos de los atentados en París. “Molenbeek no es sólo Saleh Abdeslam”, dijo el marido de esta mujer. “Molenbeek es también Loubna Lafquiri.” Entre las 247 víctimas hay estadounidenses, chinos, congoleños, franceses, alemanes, israelíes, libaneses, macedonios, peruanos, polacos: 26 nacionalidades en total. La mayor parte murió a menos de 15 kilómetros de donde vivían.

Pero un vendedor de productos medicinales chino llamado Deng Jingquan estaba a más de 10.000 kilómetros de su casa, en el aeropuerto de Bruselas, cuando se produjo el atentado. A sus amigos les decía que extrañaba su casa durante sus viajes.

Mirá también: “El ISIS sabe cómo aprovechar el caos en los servicios de seguridad franceses»

En esas dos semanas las víctimas fueron músicos, investigadores, docentes, camareras, agentes de policía, amas de casa, granjeros, estudiantes. Abassi Ouattara Moussa, Gervais Kouadio N’Guessan y Hamed Diomande prestaban servicios en fuerzas especiales de Costa de Marfil. Fabienne Vansteenkiste trabajaba en un mostrador de check-in del Aeropuerto de Bruselas. Avraham Goldman, un estadounidense-israelí asesinado durante sus vacaciones en Estambul, había tenido una fábrica textil y, luego de retirarse, trabajaba como guía turístico. Zainami Mustapha cortaba y vendía leña en Ummarari, Nigeria. Su compatriota Bamaina Usman compraba y vendía pollos. Jidda Muhammed, muerto junto a ellos, era herrero.

Entre aquellas personas había quienes tenían una vida llena de logros, como André Adam, ex embajador belga ante Naciones Unidas, que también vio los efectos de la violencia política durante sus funciones diplomáticas en Argelia y Congo. Dicen sus familiares que el último acto de Adam fue tratar de proteger a su mujer, Danielle, de la explosión en el aeropuerto de Bruselas. Ella quedó herida gravemente, pero sobrevivió.

Hubo otras víctimas cuyas vidas fueron cortas y estuvieron plagadas de adversidad, como Ousmane Sangare, de 16 años, que nació mudo y con deficiencias auditivas en Costa de Marfil. Según un asistente social, sus padres lo abandonaron y se fueron a Mali. Ousmane dormía en una estación de tren, pero le gustaba ir a la playa Grand Bassam los fines de semana, para rezar y nadar. Fue allí donde lo mataron los terroristas.

Más o menos la mitad de las 247 víctimas murió junto con alguien a quien conocía. Jean Edouard Charpentier, 78 años, guardia forestal francés retirado, acababa de terminar un paseo en bicicleta en Grand Bassam con su amigo Jean-Pierre Arnaud, vendedor a quien le gustaba tocar la guitarra. En el estadio de fútbol, la mayoría de las víctimas había ido a ver el partido con amigos, hermanos, primos.

Familias rotas La mayoría son familias que quedaron diezmadas. En Nigeria una madre murió con su hijo varón y dos hijas; otra mujer junto con el esposo, el hijo, su madre, la sobrina y el sobrino. En el parque Lahore, diez parientes, todos muertos, incluyen a Faiz Ahmed Chandio, empleado del departamento de irrigación estatal a quien le encantaba cocinar arroz con pollo y salsa de carne, y tres de sus seis hijos: Shiraz, de 6 años; Samina, de 5; y Sadaf, de 5 meses. Fueron uno de por lo menos nueve grupos familiares asesinados. En Bruselas, Ankara y Estambul, los atentados terminaron con vidas que habían transcurrido en relativa seguridad. En Nigeria, Irak y Pakistán, donde el terror y la violencia acechan en todos los rincones, algunas familias se encontraron en situaciones de duelos anteriores.

Ahmed Ibrahim, una de las víctimas del estadio de fútbol iraquí que habían combatido como soldados contra el Estado Islámico, murió 13 años después de que su hermano fuese abatido por fuerzas de EE.UU. en 2003.

Dos hermanos, Sabah y Mohammed Durayib, fueron enterrados en la ciudad santa shiíta de Najaf, cerca de su padre, a quien Al Qaeda había matado cinco años atrás.

No menos de tres de los caídos en la mezquita de Nigeria habían huido de zonas de su país donde la insurgencia sembraba el terror. Bukar Amar, un aspirante a político, dejó su población natal cuando Boko Haram le incendió la casa por completo. Muhammed Hauwa, de 70 años, se estableció en Ummarari, donde encontró tierra fértil para cultivar y, creía él, cierta seguridad. Otro campesino, Bunu Modu, se arregló para escapar cuando militantes de su localidad lo ataron con el propósito de matarlo: había estado llevando adelante una escuelita islámica con diez alumnos bajo un árbol.

Familiares sobrevivientes y amigos se mantienen aún cerca de donde murieron sus seres queridos, como intentando buscar un sentido a la inexplicable pérdida. Una madre iraquí bañó a su hijo de 11 años, le puso ropa limpia y lo mandó al match de fútbol. No le gustaba la idea y hubiera preferido que no fuera. Ahora se pregunta por qué no siguió su instinto.

Amigos y parientes de un paramilitar joven, que murió en el mismo atentado, dijeron que poco antes de ir a la cancha se había dirigido a ellos pidiéndoles perdón por sus faltas. Piensan ahora si no habría tenido una premonición.

En Nigeria, Muhammed Ali evocó la última vez que vio a su padre, Ali Kolo, tres días antes de que lo mataran durante las oraciones matinales en la mezquita de Ummarari. Habían pasado seis meses desde la muerte de su esposa y Muhammed le dijo al padre: “Me encantaría volver a casarme.” Estas anécdotas, como las instantáneas que se ven en las redes sociales de cada víctima, muestran los momentos que forman una vida. Una novia con su traje de bodas sentada en el piso y comiendo snacks. Un soldado, impecablemente vestido de uniforme. Graduados con toga y gorro en su gran día. Un hombre a caballo, otro rasgando las cuerdas de una guitarra, otro caminando por un largo camino rural rodeado de flores silvestres. Leyendo un libro o tomando cerveza, celebrando un acontecimiento importante de la vida o disfrutando de una habitual cena en familia. A la mayoría los mataron en momentos que podrían haber conformado otra de las fotos de esos álbumes personales. Esperando un ómnibus, o un subte, o un avión. Tiritando de frío en la playa. Haciendo fila para recibir un trofeo después de un partido de fútbol. Rezando, andando en bicicleta, dando un paseo un domingo. Lo que surge de esos instantes es un tapiz de vidas interrumpidas, dispersas en anécdotas o fragmentos de recuerdos compartidos con quienes permanecieron a su lado y sobrevivieron, en los detalles de sus sueños y en lo que quedó sin hacer.

Fuente: http://www.clarin.com/zona/Vidas-historias-detras-terrorismo-mundo_0_1622837854.html

Comparte este contenido:

Jóvenes latinoamericanos: “¿sospechosos?”

Por: Marcelo Colussi

El 80% no se mete. Hay jóvenes invisibles, son la mayoría: viven escondidos para evitarse problemas. Joven de una barriada pobre de Guatemala

En el que ahora parece muy lejano año 1972 –lejano no tanto por la distancia cronológica sino por otro tipo de lejanía– decía el en ese entonces presidente de Chile socialista, Salvador Allende, que“ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.

Hoy, casi cuatro décadas después y habiendo corrido mucha –¿quizá demasiada?– agua bajo el puente, esa afirmación parece fuera de contexto. ¿Se equivocaba Allende en aquel momento? ¿Cambiaron mucho las cosas en general? ¿Cambió la juventud en particular? Y si cambió, ¿por qué se dio ese fenómeno?

Por lo pronto, hablar de “la” juventud es un imposible. De hecho, “juventud” es una construcción socio-cultural, por tanto sujeta a los vaivenes de los juegos de fuerza de la historia, de los entrecruzamientos de poderes, cambiante, dinámica. Como mínimo, habría que hablar de distintos modelos de juventud, situándolos explícitamente: ¿juventud urbana, rural, de clase alta, pobre, marginalizada, varones, mujeres, estudiante, trabajadora, desocupada? ¿Juventud que emigra a los Estados Unidos? ¿Juventud rural emigrada a la ciudad viviendo en zonas precarias y marginales? ¿Juventud que practica golf y piensa en su doctorado en Harvard? El rompecabezas en cuestión es complejo. ¿De qué “juventud” hablamos? Para muchos –en las áreas rurales fundamentalmente– a los 30 años ya se es un adulto consumado, con hijos, quizá con nietos, mientras que en ciertas capas urbanas –minoritarias por cierto– a esa edad, siguiendo patrones del Norte del mundo, aún se vive lo que podríamos llamar “adolescencia tardía”, sin trabajar, disfrutando aún la condición de estudiante y el dulce pasar que trae la falta de carga familiar. En toda Latinoamérica este rompecabezas adquiere mayor complejidad aún si consideramos el tema étnico: ¿juventud indígena?, ¿juventud no-indígena? Más allá de la edad, no hay muchos elementos en común entre tantas y tan diversas realidades.

Las sociedades latinoamericanas en general tienen un perfil especialmente joven. O “joven”, al menos, para los parámetros que imponen las visiones dominantes, que no son las nacidas en estas latitudes precisamente. Es algo así como la noción de belleza: se es “bello” o “bella” siguiendo esquemas eurocéntricos; el hueso que atraviesa la nariz, el poncho o los ojos color castaño no gozan de la mejor reputación en este ámbito, y la belleza va de la mano del modelo de “conquistador blanco”. Dicho de otro modo: el esclavo piensa y reproduce la cabeza del amo. ¿Por qué es atractivo para los “morenitos” del Sur teñirse el cabello de rubio? La ideología dominante es la ideología de la clase dominante, sin dudas.

A partir de esa cosmovisión hegemónica que concibe expectativas de vida superiores a, por lo menos, 60 años, puede decirse que las categorías niñez, adolescencia y juventud comprenden, sumadas, más de la mitad de la población total de la región latinoamericana. Es decir: son colectivos jóvenes, con tasas de natalidad muy altas. A diferencia, por ejemplo, de Europa –donde la población envejece sin recambio generacional– en América Latina, con índices de crecimiento demográfico elevados, la población total se viene duplicando a gran velocidad en estas últimas décadas, lo que hace que el grupo etáreo menor de 30 años crezca muy rápidamente. Y justamente ahí, en ese gran segmento, se encuentran problemas crónicos que no están recibiendo las respuestas adecuadas.

Las poblaciones jóvenes de las mega-ciudades que cada vez se expanden más en la región (donde se encuentran algunas de las urbes más grandes del mundo, con alrededor de 20 millones de habitantes, y que siguen recibiendo sin parar inmigrantes internos que huyen de la pobreza crónica del campo), por una compleja sumatoria de factores, en vez de verse como el “futuro” del país, en muy buena medida esos grupos poblaciones constituyen un “problema”. Problema, claro está, para el discurso dominante. ¿Por qué problema? Porque los modelos de desarrollo económico-social vigentes no pueden dar salida a ese enorme colectivo, y lo que debería ser una promesa hacia el porvenir, una “semilla de esperanza” –para decirlo en clave de político en campaña proselitista– en muy buena medida es una carga, un trastorno para la lógica del poder que no encuentra salida digna para tanta gente.

Por lo pronto vemos que no hay “una” juventud, sino situaciones diversas, con proyectos disímiles, antagónicos en muchos casos. Pero hay un común denominador: en ningún caso está presente esta figura que evocaba Salvador Allende. La vocación revolucionaria de la juventud parece haberse extinguido; o, al menos, está muy adormecida. ¿Qué pasó? ¿Tanto se equivocaba el presidente chileno, o tanto han cambiado las circunstancias?

Según puede leerse en un análisis de situación sobre la realidad de los países centroamericanos –extensible a otros de Sudamérica también– formulado por una de las tantas agencias de cooperación que trabajan la problemática juvenil (en este caso, la estadounidense USAID), “la falta de oportunidades de educación, capacitación y empleo limita severamente las opciones de los jóvenes y la mayoría se ven obligados a ser trabajadores no calificados antes de los 15 años. Esto es particularmente grave entre los jóvenes del área rural. Desesperados, muchos de ellos emigran a las ciudades y otros países en busca de trabajo y un número cada vez mayor cae en el “dinero fácil” provisto por el crimen organizado y las pandillas juveniles”.

Es evidente que para la visión dominante hoy día la juventud, o buena parte de ella al menos, ha pasado a ser un “problema”; de esa cuenta, rápidamente pude “caer en el dinero fácil”, en los circuitos de la criminalidad, en la marginalidad peligrosa. En ese sentido, es siempre un peligro en ciernes. Sin negar que estas conductas delincuenciales en verdad sucedan, desde esa óptica de cooperación a que nos referimos, “juventud” –al menos una parte de la juventud: la juventud pobre, la que marchó a la ciudad y habita los barrios pobres y peligrosos, la que no tiene mayores perspectivas– es intrínsecamente una bomba de tiempo. Por tanto, hay que prevenir que estalle. Y ahí están a la orden del día las sacrosantas campañas de prevención.

¿Prevención de qué? ¿Qué se está previniendo con los tan mentados programas de prevención juvenil? ¿Cuáles son los supuestos implícitos ahí?

Es evidente que cierta juventud (la que no tiene oportunidades, la excluida, la que se encuentra en los grandes asentamientos urbanos pobres –que, dicho sea de paso, alberga a una cuarte parte de la población urbana de Latinoamérica–) constituye un “peligro” para la lógica de las élites dominantes. Hoy el peligro no es, como festejaba casi cuatro décadas atrás Salvador Allende, ser “joven revolucionario”. Pareciera que la sociedad bienpensante ya se sacó de encima eso; el peligro de la revolución social y las expropiaciones salió de agenda (al menos por ahora). En estos momentos la preocupación dominante respecto a los jóvenes –a estos jóvenes de urbanizaciones pobres, claro– es que puedan “ser un marginal”, caer en las pandillas, buscar el “dinero fácil”.

La idea de prevención en ciernes pareciera que apunta a prevenir que los jóvenes delincan, ¡pero no que no sean pobres! Este último punto pareciera no tocarse; lo que al sistema le preocupa es la incomodidad, la “fealdad” que va de la mano de lo marginal: ser un pandillero, ser un asocial, no entrar en los circuitos de la buena integración. Lo que está en la base de este pensamiento es una sumatoria de valores discriminatorios: ser morenito, estar tatuado, utilizar determinada ropa o provenir de ciertas áreas de la ciudad ya tiene un valor de estigma. Como dijo sarcásticamente alguien: “la peligrosidad de los jóvenes está en relación inversamente proporcional a la blancura de su piel”. ¿Por qué tanta policía de “gatillo fácil” ensañada con cierta juventud? ¿Qué es lo que se busca prevenir entonces cuando se hace “prevención” con los jóvenes?

Las causas por las que se dan determinadas conductas –las delincuenciales para el caso– no se tocan allí; la prevención, en esa lógica, es ese mecanismo aséptico que apunta a los síntomas, a lo visible, lo superficial. Se busca cosméticamente que no se vea la punta desagradable del iceberg; pero la masa principal se desconoce. ¡Y ahí está justamente lo más importante! ¿Por qué ahora hay un imaginario que liga en muy buena medida juventud con peligro? Porque ese sector, ese enorme colectivo, el que años atrás se movilizaba y, rebelde, emprendía la crítica al sistema –tomando las armas en más de un caso, con una mística de abnegación que hoy parece haberse esfumado– hoy día está pasando cada vez más a ser un problema para el equilibrio sistémico en tanto el capitalismo se empantana cada vez más no pudiendo asimilar cantidades crecientes de población que buscan incorporarse al mercado laboral y a los beneficios de la modernidad. Ante ello, ante esa cerrazón estructural del sistema capitalista, la masa crítica de jóvenes en vez de verse como “promesa de futuro” termina siendo una carga. Al no saber qué hacer con ella, y siempre desde autoritarios criterios adultocéntricos, termina identificándola en gran medida con la violencia, con el consumo de droga, con el alcoholismo y la haraganería; en definitiva, con todo lo que pueda ser negativo, reprochable. Si años atrás la policía podía detener a un joven por “sospechoso de guerrillero subversivo”, hoy día puede hacerlo por sospechoso de ¿“violento”?, de ¿“pobre”?, simplemente de ¿“joven”?

Ahora bien: el sistema también genera antídotos, prótesis que le permiten seguir funcionando. Si bien es cierto que la juventud dejó de ser ese fermento “biológicamente revolucionario” (y molesto para la dinámica dominante) de años atrás, y en buena medida hoy es sinónimo de “sospechosa”, paralelamente aparece otro modelo, nuevo sin dudas: el joven “comprometido”. Pero no con un compromiso como puede haber sido el de aquel modelo de juventud politizada de algunas décadas atrás, sino un compromiso mucho más “light”, para decirlo con términos que ya nos marcan el ámbito cultural dominante: globalización neoliberal triunfante, individualismo, ética del sálvese quien pueda, fin de las ideologías, pragmatismo y lengua inglesa como insignia del triunfo en juego: el “number one” como aspiración, para no ser un looser.

Cultura “light”, actitud “light” … ideología “light” por lo tanto. Eso pareciera que es lo que está en juego, y buena parte de la juventud, la que no es sospechosa de peligrosidad, la que no remeda la pandilla, ahora presenta este perfil. Hablamos de una juventud comprometida, pero no como lo era en otro momento histórico, lo cual la llevó en muchos países latinoamericanos a tomar actitudes radicales –que, no olvidar, se pagó con la propia vida–. Pareciera que esta juventud actual que se “compromete” con su entorno no pasa de participar en actividades de voluntariado social, ayudando a sus congéneres en servicios que, si bien no son llamadas “caritativos”, no están muy lejos de ello. ¿Qué son, si no, todos estos voluntariados que surgen cada vez más con más fuerza? El compromiso llega hasta ir a atender niños pobres en un orfelinato un fin de semana, o viejitos en un geriátrico. Loable, claro… pero ¿qué significa eso? ¿No es eso lo que siempre han hecho los Boys Scouts o las Damas de Caridad? ¿Eso es el “compromiso” social?

Aunque dicho demasiado esquemáticamente quizá, hoy pareciera que la juventud en América Latina básicamente discurre entre estos modelos: o se es sospechoso (por ser pobre, por estar excluido, por portar los emblemas de la disfuncionalidad –tatuajes, cierta ropa, provenir de una barriada pobre y marginal, el color de la piel, etc.–) o se es un joven “comprometido” desde estos nuevos esquemas de participación: compromiso light, despolitizado, en sintonía con la idea de responsabilidad social empresarial. Aunque, claro está, la realidad es infinitamente más compleja que eso: la juventud, retomando lo dicho por Allende, no puede dejar de ser rebelde. Y eso, guste o no guste, es un eterno fermento de cambio, aunque se la disfrace de lo que se quiera.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215223&titular=j%F3venes-latinoamericanos: %93%BFsospechosos?%94-

Comparte este contenido:

Comités de Ética para evaluar la Ética: Aberraciones (no pocas) de la “Reforma Educativa” en México

Por: Fernando Buen Abad

Todo anda mal con el gobierno neoliberal que tiene secuestrado el poder en México. Aconsejaban los más sabios -y los más viejos- evitar ser “juez y parte” a la hora de evaluar cualquier cosa. Recomendaban tomar posición clara en defensa de los pueblos y no mentir ¡jamás!. Enseñaban que es obligación, de quienes tienen responsabilidades públicas, subordinarse al interés de los pueblos y comportarse con nitidez Ética, coherencia de intereses y transparencia de bolsillos. Sin abusos, sin mentiras, sin bravuconadas. La “Reforma Educativa” y sus vendedores hacen todo lo contrario.

Comités de Ética para evaluar la Ética: Aberraciones (no pocas) de la “Reforma Educativa” en México

Además del carácter inconsulto, insuficiente y tendencioso de la “Reforma Educativa” de Peña Nieto, tenemos una lista larga de barbaridades procedimentales y Éticas que han producido efectos muy dañinos a la Historia, nada sencilla, de la Educación Pública en México. Es el sello del neoliberalismo que pudre y carcome todo a fuerza de infectar la realidad con su lógica de mercado y su servilismo al peor de todos los intereses que es el interés burgués por mantener a los pueblos ignorantes, acomplejados, humillados y resignados.

Un estrago Ético terrible, producido desde los cenáculos de esas “autoridades”, radica en mentir con premeditación, alevosía y ventaja. A mansalva se llena la boca el gobierno mexicano cuando hay que idealizar y hacer retórica sobre “la importancia crucial de la educación como motor básico del desarrollo”. Bla, bla, bla. Enciende las turbinas de la mentira oficial y ensordece a las audiencias con demagogia retacada con clichés y con poses de oradores épicos. Bla, bla, bla… “mienten a sabiendas” porque su idea de “educación para el desarrollo” no explica qué educación, cuál desarrollo ni para beneficio de quién.

Mienten -y lo saben- porque esconden bajo la manga su silogismo traidor: dicen que la Educación es un “gran valor humanístico e histórico” pero a punta de eufemismos deslizan el anhelo orgásmico neoliberal radicado en privatizarlo todo… especialmente la educación. Se les nota a leguas, no somos tontos. Mientras tanto acusan de ineficiencia y holganza al eslabón más débil que son los profesores y las profesoras. Ética de mercenarios. Mientras tanto organizan congresos, coloquios bla, bla, bla.

Mienten cuando dicen que quieren “diálogo” con la sociedad y con los docentes pero sólo quieren darse tiempo hasta que sus campañas mediáticas logren hacer efecto para linchar, por la TELE burguesa, a los líderes sociales y a las causas que defienden. Mienten con el rostro endurecido entre sonrisas de mercadeo, mienten con perfumes caros y con corbatas de seda, con camisas de moda y con movimientos ensayados y sutiles de la cabeza y de las manos. Mienten orgánicamente, estructuralmente. Ese es un crimen de lesa humanidad y un quebrantamiento Ético para los pueblos que contemplan al poder hundido en estercoleros de mentiras rentables. Reina la impudicia y la impunidad. Muy mal ejemplo.

Esa “Reforma Educativa” del neoliberalismo salvaje, está plagada no sólo con atrocidades propias de la estulticia y de la mala voluntad del “poder ejecutivo”, atrocidades contra el trabajo de los docentes, atrocidades pedagógicas y didácticas, atrocidades administrativas y atrocidades políticas… está plagada de ausencias y omisiones de consulta popular, de faltantes de sustento científico, de abandono a la coherencia histórica y del muy poco respeto al pueblo mexicano y a su historia pasada, presente y futura. Todo es cosa de leer la “Reforma” con mirada crítica, leer sin perder de vista lo que han hecho realmente los gobiernos PRIAN en todos los años sufridos por el país bajo, leer con mucho compromiso por la emancipación del pueblo mexicano y leer con buena memoria.[1]

En las páginas del documento de “Reforma” ni una sola mención al capitalismo. Nada sobre el desastre humanitario, cultural, ecológico y educativo causado por un sistema fabricante de muerte y miseria. Nada sobre un sistema económico que es el peor ejemplo para la humanidad. Nada sobre cómo educar y educarnos para hacer surgir una especia humana emancipada. Ni una sola palabra sobre, por ejemplo, recoger las tradiciones educativas de los pueblos originarios, sistematizarlas y aprovecharlas en un país con herencia de culturas y civilizaciones extraordinarias, pirámides, lenguas distintas y millones de indígenas.[2]
Nada sobre la prioridad en Educación -de valor crítico- y la inversión del, por ejemplo, 10% del Producto Interno Bruto necesario para salir de las fanfarronerías.

“Según el ranking en inversión e incentivo a la educación realizado por el Banco Mundial (BM) en el período 2009-2013, Cuba, Bolivia y Venezuela figuran entre los 10 países del mundo que más invierten en educación… El estudio, comprendido en el período 2009 y 2013, ubica a Cuba como el número uno a nivel mundial que destina un gran porcentaje de su PIB en educación, cuya cifra fue de 13.1 en 2009 y 12.8 en 2010… En el resto de América Latina, Costa Rica y Argentina también destacan con 6.3 por ciento del PIB cada uno, seguidos por Jamaica 6.1, Brasil 5.8, Uruguay 5.3, México 5.2, Paraguay 4.8 y Chile 4.5.”[3]

Mucho manoseo de conceptos como “calidad”, “evaluación” con tufo de lógica mercantil y policíaca donde el profesor es una especie de operario que, cuanto más calificado esté, más se lo vigile, y más dócil sea más ganancias dará a los que privaticen (lo disfracen como lo disfracen) una de las actividades estrategias más importantes para todo país. Ni una referencia al carácter protagónico del docente que construye la Historia de país haciendo con el saber una lucha emancipadora en serio. “Reforma” de reformistas y avalancha ideológica empeñada en borrar categorías fundamentales en materia de Independencia y Revolución tal como están marcadas a fuego en la Historia de México. No pasarán.

Deberíamos contar con muchos comités populares de Ética dispuestos a interpelar la Ética burguesa del gobierno que opera contra los intereses del pueblo mexicano. Comités de lucha crítica para reprobar al reformismo y probar que esa “Reforma” es un quebranto Ético muy grave (también) y que eso es un asunto de importancia suprema.

Y (digámoslo nuevamente) Ética aquí significa lo que Adolfo Sánchez Vázquez[4]definió y propuso como una ciencia social de la conducta humana, ciencia que debe servir a la clase trabajadora para orientar sus luchas y defenderse de los anti-valores burgueses y la palabrería de sus leguleyos. Ciencia que plantea miradas críticas, que detecta amenazas contra la humanidad y que define límites históricos para que no reine el “todo vale” posmoderno ni reine la dictadura de mercado. Ética de los pueblos para la Educación consensuada socialmente, para la producción y distribución social del conocimiento, que son necesarios para desarrollar pensamiento y acción transformadores y para formar revolucionarios de las ideas y de las luchas en la praxis (como Zapata, Villa, Morelos…) Ética para Educar seres humanos solidarios dispuestos a combatir juntos toda calamidad, toda opresión y toda ignorancia funcional a los opresores. Ética, pues, revolucionaria. Lo que debe ser.

Notas:

[1] www.presidencia.gob.mx/wp-content/uploads/2012/12/Reforma-Educativa.pdf

[2] De acuerdo con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, México cuenta actualmente con 68 pueblos indígenas, que representan cerca de 11 millones 132 mil 562 habitantes. http://revoluciontrespuntocero.com/cuantos-y-cuales-pueblos-indigenas-hay-en-mexico-interactivo/

[3] http://www.telesurtv.net/news/Conozca-los-paises-que-mas-invierten-en-educacion-20141112-0001.html

[4] https://es.scribd.com/doc/57142809/Sanchez-Vazquez-Adolfo-Etica-1969

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Comites-de-Etica-para-evaluar-la-Etica-Aberraciones-no-pocas-de-la-Reforma-Educativa-en-Mexico-20160804-0003.html

Comparte este contenido:

La Pedagógica Latinoamericana

Autor: Enrique Dussel

Año:1980

Editorial: Nueva América

Ciudad: Bogotá D.C

Sinopsis: La pedagógica latinoamericana continúa el discurso emprendido; el varón es ahora el padre, la mujer la madre, el nuevo o el Otro es ahora el hijo. La pedagógica no debe confundírsela con la pedagogía. Esta última es la ciencia de la enseñanza o aprendizaje. La pedagógica, en cambio, es la parte de la filosofía que piensa la relación cara-a-cara del padre-hijo, maestro-discípulo, médico psicólogo-enfermo, filósofo-no filósofo, político-ciudadano, etc. Es decir, lo pedagógico en este caso tiene una amplia significación de todo tipo de «disciplina» (lo que se recibe de otro) en oposición a «invención» (lo que se descubre por sí mismo). La pedagógica, además, tiene la particularidad de ser el punto de convergencia y pasaje mutuo de la erótica a la política -que trataremos en el próximo capítulo-. En efecto, la pedagógica parte del hijo del hogar erótico para concluir su tarea en el adulto de la sociedad política; por otra parte, parte del niño en la institución pedagógica-política (cultura, escuela, etc.) para terminar su función en el varón o mujer formados para la vida erótica fecunda. Es evidente que además la pedagógica parte y concluye en la misma erótica (del hijo a los padres en el ámbito del hogar) y política (del niño de la escuela hasta el maestro o pedagogo). Esta cuatridimensionalidad complica un tanto la exposición de este capítulo, pero la naturaleza misma de la pedagógica nos lo exige.

Descarga aquí: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/otros/20120423090342/historia.pdf

Comparte este contenido:

La búsqueda del sentido en las escuelas para una mayor inclusión.

Por: Agustina Blanco

Aunque terminar la escolaridad parece un paso más en la vida, no es así para todos. La obligatoriedad de la escuela primaria y secundaria no son suficientes para garantizar la permanencia de los niños. Los datos de Unicef indican que hoy en América Latina hay 6,5 millones de niños fuera y otros 15,6 que se encuentran rezagados. La permanencia no parece ser tarea fácil para todos y la exclusión comienza a mostrar una nueva faceta.

La exclusión, más allá del no poder acceder, hoy se observa dentro de la misma inclusión, al no posibilitar a todos las habilidades necesarias para desarrollarse en el mundo actual. Se utiliza el término exclusión y no deserción, al considerar que desde esta perspectiva el sistema tiene una responsabilidad sobre los alumnos para disminuir el riesgo de abandono.

El complejo y multidimensional concepto de exclusión nos obliga a abordarlo desde una nueva perspectiva. Ya no son solo las razones socioeconómicas, geográficas o cognitivas las que afectan la problemática, sino que es necesario ubicar al alumno en el centro del sistema educativo y analizar su complejidad. Lo cierto es que el mundo, en constante cambio, cuestiona las aulas. Alumnos y docentes protagonizan un déficit de sentido. La escuela exige un cambio estructural y una verdadera transformación. Al ubicar al alumno en el centro del sistema, se puede analizar la permanencia desde tres variables que inciden: aprendizajes, emociones y expectativas. Desde esta perspectiva comienza a tomar relevancia el aula y lo que ocurre dentro de ella.

El aprendizaje tiene un rol preponderante en las escuelas. Sabemos que hoy el término “calidad educativa” está en boca de todos. Sin embargo, el concepto calidad también se ha modificado socio-históricamente y no implica lo mismo hoy que hace dos siglos. El mundo de hoy, milleniano y en continuo dinamismo, posee un conocimiento e información al alcance de todos. Es en este contexto donde lo estático, pasivo y rígido, tantas veces propio de la escuela, pierde sentido y el modelo de educación tradicional queda obsoleto. La sociedad del conocimiento comienza a reclamar habilidades y competencias que exigen nuevos enfoques pedagógicos, modernos e innovadores. Ya no se trata de un aprendizaje memorístico y enciclopedista sino la importancia de un saber hacer, aplicar conocimientos, resolver problemas y comprender para hacer frente a los desafíos de un futuro cambiante. El aprendizaje unidireccional se corre para darle lugar a un aprendizaje interaccional, con el alumno como coautor de sus propios aprendizajes.

Pero, ¿qué pasa cuando esto no sucede? Ocurre una desconexión entre lo que reclaman tanto el mundo como los propios alumnos, y la educación. El déficit de sentido de alumnos y maestros comienza a ganar espacio en las aulas y aumentan las posibilidades de exclusión y fracaso. Es así que, uno de los mecanismos para garantizar que los alumnos permanezcan en las escuelas es generar aprendizajes significativos, que adquieran valor y sentido en la vida de los alumnos, que les permitan creer que pueden transformar e intervenir la realidad en la que viven. Si el mundo y la escuela están conectados, asistir y permanecer comienza a tener sentido. A lo anterior se le suma el clima en el aula. El éxito de los alumnos no depende solo de factores cognitivos sino de los emocionales, que son esenciales para buenos aprendizajes. Cognición y emoción se interfieren, superponen y enriquecen constantemente.

La escuela tradicional, eminentemente racional, no dejaba ingresar las emociones al aula y estas se constituían como algo externo al aprendizaje. Sin embargo, las investigaciones demuestran que la experiencia emocional de lo que se vive en las aulas atraviesa a los alumnos. Cuando esta es negativa, las posibilidades de aprendizaje disminuyen y aumentan las posibilidades de fracaso y exclusión. Si, por el contrario, son positivas, favorecen el rendimiento y los aprendizajes se arraigan sólidamente. Sonia Fox (2013), menciona la necesidad de pasar a una educación lógico-emocional donde lo emocional no solo ingrese sino que de un lugar y se trabaje durante toda la trayectoria. Es por eso que para asegurar que los niños asistan a las escuelas y alcancen su máximo potencial se debe apuntar a una educación integral donde se logre un buen clima escolar propicio para el aprendizaje, de respeto, que dé lugar al error y con expectativas altas en los alumnos.

Las investigaciones demuestran que se genera en los alumnos un efecto Pigmalión, cuando el docente cree en ellos, ellos confían en sus propias capacidades. Cuando los docentes creen que todos pueden aprender y apuestan por sus alumnos, asistir a la escuela constituye un espacio de confianza donde vale la pena estar. Las percepciones de los alumnos con respecto a su futuro también cobran un lugar fundamental. La escuela demanda para los alumnos un esfuerzo y un tiempo que los alumnos debieran percibir que valen la pena invertir. Cuando un título no garantiza la posibilidad de ascenso social, terminar la escuela empieza a perder sentido. La inversión que significa para los alumnos deja de justificarse. Al respecto, Melissa Kearney y Phillip Levine buscan correlacionar la deserción en la escuela secundaria de chicos con bajos recursos con la brecha de desigualdad en sus contextos. Demuestran empíricamente que a mayor desigualdad, mayor es el nivel de deserción escolar. El estudio, realizado en Estados Unidos, demuestra que en estados muy desiguales socioeconómicamente un 25% de alumnos no termina en 4 años su escolaridad secundaria. A su vez, en Estados menos desiguales sólo ocurre esto en un 10% de los alumnos. Lo que queda plasmado es la relevancia de las percepciones y expectativas de los alumnos a la hora de permanecer en las escuelas. Las conclusiones sugieren que los alumnos toman decisiones educativas basadas en percepciones sobre el potencial de desarrollo futuro. Si perciben que el beneficio de permanecer en la escuela es bajo, no tienen suficiente incentivo para esa permanencia considerando el costo de oportunidad de «no estar», escaso. Esto demuestra la necesidad de trabajar en un sistema educativo que genere expectativas en el futuro de los alumnos, y además, en las autopercepciones y valoraciones de los propios alumnos, para lograr confianza en ellos mismos y optimismo para su vida futura. Aprendizajes, emociones y percepciones, nos muestran la necesidad de una escuela que brinde sentido a los alumnos. Apuntar a la verdadera inclusión requiere que, tanto políticos como sociedad, reflexionen sobre el tipo de educación que estamos brindando y avancen hacia una adaptación del modelo de escuela de hoy a uno donde los alumnos motivados quieran pertenecer y sientan que tiene sentido estar ahí, que terminar la escuela signifique una posibilidad de acceder a nuevas oportunidades en el futuro y una vida más plena.

Fuente: http://www.reduca-al.net/noticias

Comparte este contenido:

Pedagogía sin pedagogos…

Por: Manuel Perez Rocha

Después de tres años de intentar imponer una reforma educativa –con el apoyo de miles de policías y generando un conflicto social que ha cobrado vidas invaluables–, Peña, Nuño y compañía presentan ahora una reforma pedagógica.

Absurdo tras absurdo, el siguiente paso de esta reforma pedagógica se encomendó al Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), un think-tank en el que predominan economistas tecnócratas neoliberales, sin trabajo ni experiencia alguna en pedagogía. En la misma rimbombante ceremonia de presentación del nuevo modelo, el director de este centro exhibió su ajenidad con el tema educativo al declarar: La reforma educativa es la gran apuesta por el futuro del país. De lograr sus objetivos permitirá un crecimiento sustentable, una mejor calidad de vida y combatir de fondo los grandes males nacionales: la inequidad, la impunidad y la ignorancia ¡Wow! ¡Órale!

Sin duda, estos señores no han leído la advertencia de Justo Sierra, entre muchas otras, acerca de las exageraciones respecto del poder de la educación: No creemos que se trata de una panacea ni social ni moral, advirtió hace más de un siglo y explicó, con razón, que para que la escuela contribuya a resolver los problemas sociales, es indispensable “la acción coincidente de las condiciones del trabajo nacional. Consideramos, pues –explicó–, a la instrucción como un factor de mejoramiento, no de perfección, no de transformación absoluta; debe, por tanto, estar condicionado por otros factores que con ella concurran a formar no un pueblo feliz –esta es una lastimosa utopía–, sino mejor armado para la lucha por la vida, y dichoso o desventurado, con plena conciencia de su estado social que es lo que para nosotros quiere decir un pueblo libre”.

Justo Sierra expresa las críticas que en esos años empezaron a hacerse al educacionismo que había infectado a no pocos liberales. El educacionismo es, en certera definición del maestro Fernando Carmona, esa idea de que la educación (escolar) es la panacea, que primero debe educarse al pueblo ignorante y todo lo demás se dará por añadidura. Las funciones político-ideológicas de este imaginario han sido develadas desde entonces. Se trata, entre otras cosas, de ahuyentar cualquier intento de someter a análisis y crítica la verdadera causa de las situaciones sociales y económicas indeseables: un sistema de explotación y dominación injusto e inhumano. Hoy todos los días, Nuño, Peña y compañía machacan su propaganda: la reforma educativa es la salvación de la patria y la garantía de la felicidad de los mexicanos. Deberían leer estos arribistas la antología Educar, panacea del México independiente, de Anne Staples, de El Colegio de México (1985). Hace 35 años, en Educación y desarrollo, la ideología del Estado mexicano (1982), documenté y analicé críticamente esta ideología y su sucedánea: el economicismo.

¿Cómo justificar la elección de los economistas del CIDE para realizar una tarea pedagógica? En nuestro país existen importantes instituciones, académicamente muy sólidas, con un fecundo trabajo en el campo de la educación y específicamente en la pedagogía; entre ellas la UNAM, que cuenta con un Colegio de Pedagogía, un Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación, y otros muchos grupos académicos en institutos y facultades que trabajan desde hace décadas estos temas. El Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, el Departamento de Investigaciones Educativas tiene una experiencia de más de 40 y un trabajo reconocido en México y en el extranjero. Este departamento ha contribuido de manera significativa al mejoramiento del sistema educativo nacional. El país cuenta también con una Universidad Pedagógica Nacional, con productivas sedes en todo el territorio nacional, con la Escuela Nacional de Maestros y la Escuela Normal Superior, con una experiencia pedagógica incomparable. En varias universidades de los estados también se realiza muy valioso trabajo en ese campo.

Este es, por supuesto, un listado incompleto de las instituciones nacionales dedicadas a esa compleja tarea; imposible hacer en este espacio un mínimo recuento de las experiencias y aportaciones de todas ellas que ahora parecen ser unos invitados más a participar en forosen los que podrán expresarlibremente sus opiniones ¡para que las valoren los economistas del CIDE!

Peña, Nuño y compañía han invitado reiteradamente a los maestros de la CNTE para que se sumen a esos foros y les advierten que no debenautomarginarse. Evidentemente, no se dan cuenta de que son ellos quienes se están automarginando del país. México, el otro México, está en otra parte: no está en los centros académicos de élite, ni en la OCDE, ni en Mexicanos Primero, ni en la junta directiva del INEE.

En las líneas transcritas, Justo Sierra señala con acierto que para que el pueblo esté armado para la lucha por la vida es necesario que tengaplena conciencia de su estado social, que es lo que para nosotros quiere decir un pueblo libre. Pero lareforma educativa, impuesta por los gobiernos neoliberales de PAN y PRI, busca anular la posibilidad de que la educación sirva para desarrollar esa conciencia (de clase, podría haber dicho don Justo). Siguiendo los dictados de los organismos internacionales al servicio del capital (OCDE, Banco Mundial) y de sus sucursales en nuestro país (como el CIDE), en sus proyectos para la educación básica y media han disminuido al mínimo materias como historia, filosofía, ciencias sociales, campos del conocimiento que precisamente tienen el potencial de desarrollar esa conciencia de su estado social.

El absurdo que estamos padeciendo no es un asunto meramente académico. La arrogancia con la que el gobierno está actuando ha generado ya un conflicto en extremo grave. La oligarquía organizada está presionando para que se tome una medida represiva en contra de los maestros y del pueblo. Esta es la verdadera pedagogía que quieren aplicar; ya avanzaron en Ayotzinapa y Nochixtlán, ¿adónde quieren llegar? Habrá que dedicar otro espacio a señalar las más evidentes fallas pedagógicas de la reforma pedagógica, con la cual se pretende justificar tanto perjuicio.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/pedagogia-sin-pedagogos/

Comparte este contenido:

Reforma educativa: fracaso y disculpas

  Por: Enrique Calderón Alzati

La educación es un proceso histórico y social por el que cada generación humana comunica a la siguiente los conocimientos y valores que recibió de sus ancestros, enriqueciéndolos con sus propios descubrimientos, logros y retos.

Las pretensiones del actual gobierno de privatizar la educación reflejan su incapacidad para entender que un proceso social no puede ni debe ser tratado como una mercancía sujeta a las leyes del mercado, en la que lo único que cuenta son el interés de los individuos que la venden y las necesidades o deseos y limitaciones, muchas veces inducidos (mediante la idea mágica de la calidad o la siempre perversa de la ineptitud de sus impartidores) en quienes la compran. En los procesos sociales lo que se busca es el logro de objetivos definidos por la sociedad, en términos de bienestar, progreso, justicia y equidad en todos sus ámbitos y espacios. En este sentido es importante observar que entre las naciones más desarrolladas ninguno de sus gobiernos ha adoptado la privatización de la educación, que hoy los organismos financieros pretenden imponer a las naciones con gobiernos débiles, corruptos o ambas características.

Sin entender tampoco que en un Estado democrático, para gobernar es necesario buscar el consenso social, los funcionarios del actual gobierno –con un afán enfermizo y seguramente interesado en poner en venta tanto los bienes que integran el patrimonio de la nación, como los mercados nacionales y algunos elementos de carácter estratégico para la soberanía nacional– pensaron que les sería fácil imponer una serie de modificaciones al espíritu mismo de la Constitución, que les permitiesen privatizar tanto las minas, como el sector energético y el educativo.

Expertos en el arte del engaño y la compra de funcionarios y servidores públicos, incluidos el anterior Presidente de la República y las autoridades electorales, decidieron cooptar al Congreso utilizando el llamado Pacto por México (¿?) para que se aprobaran a modo las reformas a la Constitución y el establecimiento de leyes secundarias lesivas a la nación, pensando que así tendrían el camino abierto para lograr sus autoritarios y muy particulares objetivos.

Sin embargo, sus propias ineptitudes y su desconocimiento y desprecio por el pueblo que gobiernan los llevaron a cometer una serie de errores que terminaron poniéndolos en la situación actual de fracaso y descrédito, arrastrando al país entero a la crisis económica, política y social actual, con efectos tan perversos como los logrados por el gobierno de Felipe Calderón.

Hoy sabemos que el crimen cometido contra los estudiantes de Ayotzinapa no fue un hecho aislado, sino la consecuencia de una estrategia encaminada a lograr el desprestigio de las escuelas normales rurales, para instrumentar su cierre definitivo, presentándolas como organismos no únicamente vinculados con el narcotráfico, sino bastiones regionales de la delincuencia organizada, sólo que el operativo diseñado con este fin se les salió de control, dando lugar a la tragedia, de la que ellos son los únicos responsables, como en su tiempo lo fueron también de los hechos contra la población indígena en San Salvador Atenco.

El asedio y estrangulamiento económico a las escuelas normales, pilar y cuna del magisterio que hizo posible la construcción del México moderno, no es de ahora. La ex líder del SNTE Elba Esther Gordillo había urgido al gobierno anterior su desaparición, ante la imposibilidad de controlarlas, hoy nuevamente son blanco del odio de Aurelio Nuño, quien se ha referido a ellas como el monopolio de la educación, ignorando que fueron los gobiernos de la Revolución, que las instituyeron, con el fin preciso de formar a los maestros que con sacrificios debían llevar la instrucción hasta los últimos rincones de la nación. ¿Un intento del nuevo PRI de demoler las instituciones nacionales?

  • Artículo tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2016/07/23/opinion/019a2pol
Comparte este contenido:
Page 2412 of 2677
1 2.410 2.411 2.412 2.413 2.414 2.677