Page 807 of 2667
1 805 806 807 808 809 2.667

No es solo PISA, ¡es la OCDE!

Por: Francisco Imbernón

Su objetivo es buscar la eficiencia económica a través de modelos de gestión descentralizados dentro del sector público y orientados hacia los rendimientos. Considera a la educación y a las personas instrumentos del desarrollo económico, aunque no tengamos capacidad de pensar críticamente o de respetar la humanidad.

¡Y dale con los informes PISA! Esa obsesión educativa de tantos gobiernos, que se esgrimen siempre como los vaticinios del oráculo o como la voluntad de los dioses del Olimpo. Cada vez que aparecen sus resultados se convierten en un revulsivo para hablar de educación, aunque en muchos países casi siempre sea para mal (la culpa es del profesorado, dicen rápidamente algunos interesados).

Este no es un artículo sobre el negocio de miles de millones de euros que generan las pruebas para las grandes corporaciones como Pearson, McGraw-Hill y Educational Testing. Tampoco es un artículo sobre el impacto en la segregación escolar que supone PISA, porque medir no mejora los resultados y se sobrevaloran los instrumentos que favorecen la competencia entre las escuelas; de hecho, el dato más fuerte obtenido de las mediciones es el determinismo social.

Este es un artículo sobre la alianza de países para convertir a la educación en un instrumento de la economía que está contribuyendo al desarrollo de la desigualdad en educación.

Y se podría preguntar ¿cuál es la influencia de PISA o de tantos otros informes en la tarea del profesorado? Aunque no lo creamos, mucha.

Como pasa tantas veces en educación, no hay acuerdo en si las pruebas externas como PISA benefician o no al sistema educativo, o si benefician a las grandes empresas para saber en qué país invertir sobre seguro a medio plazo. Recordemos que la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) es una institución nacida para favorecer la expansión y el desarrollo económico de sus países miembros, que pregona que, en colaboración con gobiernos, responsables de políticas públicas y ciudadanos, trabaja para establecer estándares internacionales y proponer soluciones basadas en datos empíricos a diversos retos sociales, económicos y medioambientales. Con el fin de enfrentarse mejor a los desafíos económicos, sociales y de buen gobierno para aprovechar de manera más eficiente las nuevas oportunidades que surgen y coordinar políticas locales e internacionales.

Su objetivo es buscar la eficiencia económica a través de modelos de gestión descentralizados dentro del sector público y orientados hacia los rendimientos. Considera a la educación y a las personas como instrumentos para el desarrollo económico, motor de riqueza, para ser técnicamente competentes, aunque no tengamos capacidad de pensar críticamente o de respetar la humanidad.

No podemos permitir que la OCDE se convierta en el Ministerio de Educación del mundo.

La OCDE impone metodologías instrumentales, que se apoyan en políticas basadas en datos, además de modelos de financiación privada y en los que se considera una inversión sostenible basada en los resultados, para satisfacer una ideología de mercado que reproduce las clases sociales y las jerarquías. Hay puntos de vista encontrados y, aunque parezca una paradoja, todos ellos aparecen avalados mediante investigaciones. Y no sólo eso, esos resultados se utilizan también para justificar una determinada forma de pensar la educación, y de legislarla, o sea, como instrumento ideológico y no tanto de mejora colectiva. Es algo a lo que nos tienen acostumbrados algunos partidos políticos, tomando y haciendo público lo que les interesa de los datos.

Las evaluaciones reducen la complejidad educativa a aquello que se puede medir con pruebas externas, con el añadido del neocolonialismo cultural que suponen. Tienen la finalidad de comprobar un determinado rendimiento escolar mediante la evaluación de unas determinadas competencias, y miden sólo parte de lo que queremos que se aprenda, reduciendo y seleccionando el currículum.

¿La realización de las pruebas externas mejora los resultados? Parece que no. El simple hecho de hacer las pruebas no parece suficiente. Pero nos dan datos y estos siempre son interpretables, como se comprueba en el momento en que se publicitan. Hemos de ser conscieldadntes que proporcionan un enfoque superficial del aprendizaje.

Estamos ante un enfoque de colonización del lenguaje educativo por el discurso económico que se ha construido en torno al poder de los datos y las grandes comparaciones, que se han convertido en una auténtica religión. Además, la tecnologización del discurso forma parte de la ingeniería del cambio social, unido a las reformas educativas que se están desarrollando en las últimas décadas por este Ministerio de Educación advenedizo. Las reformas se suceden con un cambio de paradigma en los sistemas educativos, antes orientados por la inversión de recursos (input) y ahora por el rendimiento verificable del alumnado (output), lo que se llamó la “nueva gobernanza”. Supone volver a mecanismos de “caja negra” para la evaluación de los sistemas educativos.

Existe el peligro del “síndrome PISA”, o sea, convertir el sistema educativo en una carrera de obstáculos, mediante un cúmulo de pruebas, en lugar de ahondar en temas más importantes para el aprendizaje del alumnado, de sus motivaciones y sus necesidades. Y esto se parece ya a la plaga educativa del siglo XXI: vamos a invertir menos para conseguir más. Vaya falacia. Ante la falta de financiación se conduce a una educación pública de bajo coste, con escasos recursos humanos y materiales, y a un aumento de la privatización.

Entonces, ¿para qué sé hace? Tenemos la sospecha de que no se lleva a cabo para apoyar al profesorado, sino para tener un ranking de los niveles de los Estados, para ver si hay oportunidades de invertir, ya sea en países con unas competencias determinadas o justo por la carencia de estas. Es un hecho que las pruebas PISA, en lugar de las de la UNESCO u otras organizaciones educativas, las realiza una organización económica.

¿Es esa la educación de las personas? Rotundamente no. Decanta la educación hacia unas áreas instrumentales, con una determinada lógica de ver la educación. Todas las disciplinas son importantes ya que todas pretenden ayudar a desarrollar a una persona más integral, y eso implica un abanico de conocimientos realmente difíciles de medir en una prueba. Pero aquí no se busca la educación sino la instrucción en algunas áreas. Más calcular y saber leer, y menos pensar o reflexionar.

La educación no puede limitarse a unos resultados medibles en algunas áreas, y a un profesorado que se ve obligado a enseñar para superarlas. Y surgen así dos peligros: enseñar para superar las pruebas (y enseñar lo mismo a todos, volviendo la mirada hacia atrás), y la posible clasificación de personas y centros.

Los gobiernos, en su afán por controlar el rendimiento de los sistemas educativos, externalizan los conocimientos y las evaluaciones haciendo que el profesorado sea un autómata para posteriormente responsabilizarlo de los rendimientos del alumnado. Habría que relativizar esas pruebas y confiar más en el profesorado y en los centros, que ya realizan evaluaciones ordinarias y que son los que mejor conocen lo que sucede. En caso contrario, se crea una obsesión por la rendición de cuentas y por imponer, abusar y glorificar los resultados como la verdad que ilumina los caminos para que el país sea mejor. Es obvio que habría que aprovechar más y mejor el conocimiento docente, y se podrían establecer mecanismos de mejora en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Y, por supuesto, evaluar ese conocimiento docente.

Es muy difícil evitar que tengan influencia esos informes evaluativos internacionales de la OCDE y su perspectiva restrictiva e ideológica, su modo de ver de una forma determinada la educación. Ello no impide que tengamos que hacerlo mejor. Siempre hay que procurar hacerlo mejor. Pero no solos, no cada uno aisladamente, sino junto a todos los que están implicados en la educación. El profesorado que está leyendo este texto quiere mejorar, sin duda, y además sabe que la educación hay que cambiarla desde dentro y desde fuera. Es decir, necesitamos cambiar también el contexto, sus valores, sus prioridades y la forma de enseñar y trabajar en las escuelas.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/porotrapoliticaeducativa/2020/02/10/no-es-solo-pisa-es-la-ocde/

Comparte este contenido:

Estudio: Uso de las tecnologías digitales para el proceso de enseñanza-aprendizaje en Latinoamérica

América/México/12/02/2020/Autor y fuente: observatorio.tec.mx

 

Participa en esta encuesta dirigida a docentes y directivos con experiencia docente en educación superior.

 

El objetivo de este estudio es identificar el uso de las tecnologías digitales para el proceso de enseñanza-aprendizaje en las organizaciones de educación superior de Latinoamérica. La información que nos brinde en esta encuesta será tratada de manera confidencial y anónima. En ningún caso sus respuestas serán presentadas acompañadas de su nombre o de algún dato que lo identifique.

Su participación es totalmente voluntaria y puede darla por terminada en cualquier momento. La información que nos pueda brindar será de gran ayuda.

Sigue la siguiente liga para ir a la encuesta: Uso de las tecnologías digitales para el proceso de enseñanza aprendizaje en Latinoamérica.

También puedes acceder a la encuesta con el siguiente código QR:

SV_4JEbbIatMxDWURv-qrcode (1).png
Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/encuesta-uso-de-las-tic-en-latinoamerica
Comparte este contenido:

Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, un recordatorio de que aún queda mucho por hacer

Por: Paulette Delgado

Con el objetivo de visibilizar la desigualdad y empoderar a las mujeres, la ONU proclamó el 11 de febrero como el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia”.

 

Aunque cada vez más mujeres tienen acceso a una educación superior, esto no significa que se ha eliminado la brecha de género. Según el informe de la UNESCO, Descifrar el código: la educación de las niñas y las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), sólo el 35 % de los estudiantes de carreras de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son mujeres. Y de esas, el 3 % está en carreras en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación, otro 5 % en matemáticas y estadísticas y un 8% en manufactura y construcción.

El informe de la UNESCO también encontró que las mujeres abandonan su profesión a tasas mucho más altas que los hombres, aún después de graduarse y encontrar trabajo. Esto representa un desperdicio de inversión social, del esfuerzo en sus estudios y es un reflejo de los problemas estructurales al involucrar y retener a las mujeres en los campos STEM. Además, esto significa una pérdida de distintas perspectivas en diseño, código, innovación y desarrollo en las distintas áreas.

Parte del problema tiene que ver con perspectiva, según explica la UNESCO: El mundo está diseñado por y para los hombres. Cosas esenciales de uso diario como cinturones de seguridad, no toman en cuenta el tamaño de las mujeres. O en fuentes tan utilizadas hoy en día, como la Wikipedia, sólo el 17 % de los perfiles de editores son de mujeres. Estos son solo algunos ejemplos de la falta de perspectiva en el área.

¿Por qué es necesario que las niñas y mujeres se interesen en las áreas STEM?

Por muchos años, se ha estereotipado a las carreras STEM como profesiones para hombres y que el género masculino es mejor en ciencias y matemáticas. Este tipo de prejuicios afecta las aspiraciones de niñas y mujeres, quienes creen que son malas para estas materias, lo cual puede impactar su sentido de autosuficiencia y pertenencia, afectando su interés y aspiraciones.

Con el objetivo de visibilizar la desigualdad y empoderar a las mujeres, la ONU proclamó el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Parte de la importancia de esta fecha es su misión de acabar con estereotipos y visibilizar que las mujeres son igual de capaces que los hombres en todas las áreas del conocimiento. Entre más mujeres haya en campos de la ciencia y la tecnología, más niñas sentirán que pueden tener éxito en estas áreas y sentirse más motivadas por estudiar carreras STEM. Si desde temprana edad las niñas se involucran en actividades y temas de estas áreas, al igual que los niños, más probabilidad tendrán de romper con los estereotipos y confiar en que pueden destacar en las áreas STEM.

“Para estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, necesitamos aprovechar todo nuestro potencial. Ese esfuerzo exige desmontar los estereotipos de género. En este Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, hemos de asumir el compromiso de poner fin al desequilibrio de género en esta disciplina”.

– António Guterres, Secretario General de la ONU

Otra razón por la cual es necesario romper con estos estereotipos, es que las mujeres puedan sentirse cómodas en profesiones que comúnmente han sido dominadas por hombres, como por ejemplo en el área de ingeniería en sistemas. En compañías como Google, sólo el 31.6 % de sus empleados son mujeres. Con el constante cambio e innovación que hay en el mundo, es necesario reafirmarle a las niñas que pueden convertirse en expertas en el área y llegar a trabajar en este tipo de empresas. A su vez, tener más mujeres en la fuerza laboral ayudará a que más niñas tengan mujeres que sirvan como modelos a seguir que las inspiren a ser como ellas.

Debido a que las áreas STEM implican desarrollar el pensamiento crítico, lógico, creativo y analítico para resolver problemas, enseñar a las niñas desarrollarse en esas áreas las ayudarán a mejorar sus habilidades en la resolución de conflictos. Además, de ser habilidades clave para recopilar información, así como abordar problemas desde distintas perspectivas y comunicar mejor sus ideas y conceptos.

Al tener más mujeres en los campos STEM, hay más perspectivas distintas, lo que puede resultar en más y mejores soluciones y un mejor futuro para todos. Aunado a eso, debido a que cada vez el mundo está innovando y buscando cómo satisfacer necesidades del mercado, se necesitan mujeres que desarrollen productos nuevos para ellas.

Necesitamos una nueva narrativa donde se cuenten historias positivas de mujeres en los campos STEM para brindarle a las niñas modelos a seguir. Es por eso que el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia es tan importante, porque visibiliza la brecha de género en el área y busca que cada vez más mujeres se interesen por las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Como demostró el estudio de la UNESCO, sólo 35 % de los estudiantes en campos STEM son mujeres. Y según el Proyecto Colaborativo Nacional de Niñas, las mujeres ocupan sólo un 28 % del mundo laboral en STEM. Hacer que se involucren desde pequeñas en estas áreas y promoviendo su interés en las ciencias no sólo les enseñarán habilidades esenciales para el mundo laboral, sino que también las preparará para la vida.

Comparte este contenido:

Busca AMLO tirar puentes, ¿rescatará la historia?

Por:  Sofía García-Bullé

El mandatario mexicano hace un intento por recuperar el conocimiento histórico.

El pasado miércoles, el presidente Andrés Manuel López Obrador causó revuelo una vez más en los titulares al anunciar su iniciativa para retirar los “puentes”, la práctica de mover el asueto de un día festivo al lunes o viernes más próximo. El motivo citado para esta propuesta fue su preocupación por la falta de conocimiento histórico en los niños.

“Los niños en las escuelas hablan de puentes pero no del por qué no asisten a la escuela un viernes o lunes como acaba de suceder, y resulta que hoy, el 5 de febrero, nadie recuerda que se promulgó la Constitución”.

López Obrador calificó de lamentable que las fechas cívicas y el conocimiento histórico que se desprende de las mismas haya caído en el olvido y agregó que propondrá reformas para recuperar ese conocimiento, que considera parte importante para la identidad nacional. La intención es sin duda loable, pero queda la duda de si la estrategia del presidente mexicano ataca solamente un síntoma o la enfermedad completa que implica el estado de la educación histórica en México.

Sin maestros no hay historia

El problema de la educación histórica en México es mucho más complejo que no recordar las fechas por las que se está dando un “puente”. El problema surge de que hay muy pocas ofertas educativas y aún menos oportunidades laborales para los historiadores. Debido a esto, el número de historiadores que hay en México no alcanzaría ni para cubrir el 2% de las clases de Historia en el sistema educativo mexicano. ¿Cómo es la preparación del maestro de Historia de México entonces? ¿Necesita ser historiador? Si no es así, ¿tenemos definido cuál es el perfil idóneo para este rubro de la educación?

El Dr. Sebastián Plá Pérez, investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, explicó que un profesor de historia debe tener sensibilidad, conocimiento de la materia, conocer los contextos y ser intelectual. “Debe darse al profesor la libertad de ser un intelectual, quitarle ese yugo de funcionario público que le están poniendo hoy en día con los temas de evaluación tan centralizados”, expresó el también especialista en enseñanza de la historia. Agregó que ser maestro de Historia no debe solamente repetir los conocimientos proporcionados por el Estado o una institución educativa, pero que sí debe de existir un “piso académico” con conocimientos básicos del cual el estudiante pueda partir. De acuerdo a Plá, lo que diferencia a un maestro de Historia de un repetidor, es la capacidad no solo de conocer sino de discutir y dar contexto a los contenidos relevantes en una clase de Historia.

La historia está en las fuentes

El registro histórico es la única herramienta que tenemos para acceder al conocimiento de eventos del pasado. Nuestra visión sobre el transcurrir de los ayeres se forja completamente alrededor de estas fuentes y esto influye también en la forma en que construimos el presente histórico usando el contexto proporcionado por eventos previos.

Por eso las fuentes en las que nos basamos para enseñar historia son tan importantes, y de acuerdo a expertos en historiografía, estas a veces se quedan cortas.  En el 2014, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), diagnosticó una serie de errores en los libros de texto gratuitos de historia para los niveles de primaria y secundaria. Estas fallas abarcaban incluso nombres y fechas importantes equivocadas, como errar los años en los periodos presidenciales de Benito Juárez, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero.

En 2018 se incluyó una imagen de la banda estadounidense Nirvana para ilustrar el concepto de “jóvenes mexicanos de los 90’s”. Patricia Galeana, directora del INEHRM agregó que la educación secundaria cuenta con altos índices de reprobación de la materia de Historia. Galeana declaró: “Cuando vemos a los jóvenes en segundo y tercero (de secundaria) ya se les olvidó todo lo que vieron en quinto y sexto”.

¿Qué soluciones podrían funcionar?

Los “puentes” vacacionales como los conocemos surgieron en el 2005, durante el mandato del presidente Vicente Fox con el objetivo de incentivar el turismo y disminuir el absentismo escolar de los niños cuyas familias tomaban los días de la semana hábil posteriores  o anteriores al asueto. Esta decisión, y la que ahora propone AMLO en 2020, tienen mucho que ver con la asistencia de los estudiantes a la escuela y casi ninguna relación con la calidad de la enseñanza de la historia en México, sin embargo, sí se puede hablar de un mayor interés en este sexenio por preservar y difundir el conocimiento cultural e histórico.

El manual de la Nueva Escuela Mexicana, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), muestra un panorama más completo sobre cómo la SEP quiere mejorar la impartición de conocimiento, tanto general como histórico, durante el presente sexenio. La idea de rescatar el conocimiento histórico como parte fundamental de la identidad nacional es integrar a la familia en la enseñanza y remembranza de la historia. Partiendo de que la teoría no es suficiente, y a través de actividades asignadas por el docente, se busca involucrar a la familia en conversaciones con el tema de la historia fuera del salón de clases, o motivarlos a realizar visitas a sitios históricos o arqueológicos ligados a las fechas en las que hay asueto.

En artículos anteriores hemos sugerido que la educación histórica no solo debe servir para incentivar la adherencia a una identidad nacional, sino también un sentido crítico hacia los componentes cívicos y políticos de la historia. Para un problema tan complejo como el de la enseñanza y aprendizaje de la Historia en México no necesitamos una solución, necesitamos varias: Una mejor preparación para los maestros de Historia, mejores materiales didácticos, mejores programas académicos que conceptualicen esta materia como un transcurrir de eventos que forman el presente y no como un conjunto de fechas y eventos que hay que memorizar para pasar una prueba; estrategias de enseñanza que sepan aprovechar el conocimiento histórico como herramienta tanto como generar un sentido de pertenencia a una nación como para la reafirmación de un sentido crítico que convoque a la acción positiva y no solo a la repetición de datos.

La iniciativa de López Obrador podría verse como ingenua o insuficiente ante las circunstancias, pero habría que ver si su estrategia para rescatar la enseñanza de la Historia incluye no solo tirar puentes, sino construir nuevas rutas hacia una conciencia histórica mexicana a través de la educación.

Fuente e imagen:  https://observatorio.tec.mx/edu-news/amlo-puentes-escolares

Comparte este contenido:

¿Cómo desarrollar la empatía en nuestros estudiantes?

Por: Emmanuel Alejandro Sandoval Pérez

La empatía es una habilidad social imprescindible. Para tener éxito es más importante saber relacionarse asertivamente con los demás que competir con ellos.

Nuestra sociedad actual enfrenta retos muy diversos, desde problemáticas ecológicas y ambientales que podrían acabar prácticamente con todas las especies que habitan este planeta, incluyendo la nuestra hasta aquellas problemáticas relacionadas con la salud mental y psicológica de las personas, provocando malestar e incluso la muerte como en el caso de la depresión y el suicidio. Nunca antes los ciudadanos habíamos tenido que estar tan informados sobre lo que sucede a nuestro alrededor en todos los ámbitos. Sin embargo, pudiendo acceder a toda la información que tenemos con un simple click, preferimos, paradójicamente, ignorarlo todo.

“La empatía es la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar”.

– López, Filippetti y Richaud (2014) –

La empatía es una habilidad social imprescindible en el mundo actual, así lo plantea la teoría de las inteligencias múltiples. Es más importante relacionarse asertivamente con los demás para lograr el éxito que competir con ellos. Las instituciones educativas, por ejemplo, son un espacio donde podemos proponer con mayor rigor y claridad ideas acciones que nos ayuden a superar los retos antes descritos y los que se vayan presentando.

En México, el debate escolar se considera como una actividad muy enriquecedora que fomenta en los alumnos importantes competencias como son: adquirir un razonamiento crítico, mejorar habilidades lingüísticas, solución de problemas, capacidad de síntesis y búsqueda constante de fuentes académicas fiables, pero, sobre todo, desarrollar empatía al escuchar, entender y compartir con los demás diferentes argumentos y puntos de vista, en otras palabras, “ponerse en los zapatos del otro”.

Los debates académicos nos permiten desarrollar análisis epistemológicos y éticos sobre un tema o concepto. La epistemología estudia los criterios de verdad de una disciplina, es decir, ¿por qué se dice verdadera y también a la luz de qué argumentos? (Piaget, 1986), mientras que la ética es un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando el rigor conceptual y métodos de análisis y explicación sobre cuestiones morales (Cortina, 2008). De acuerdo con autores como Gooch (2017:14), vivimos en la era de la posverdad y ésta se puede definir como: “una circunstancia en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública, que las emociones y las creencias personales”. Es por ello que necesitamos urgentemente apelar a la ética y la epistemología.

Cuando los seres humanos nos volvimos hacia nosotros mismos como seres pensantes, en lugar de dirigirnos al mundo en términos de dioses o fuerzas sobrenaturales, nació la Filosofía (Cohen, 2008). Sin embargo, con nuestra capacidad de reflexión e imaginación, nos volvimos proclives a crear una Weltanschauung (concepción del mundo), a partir de nuestras experiencias e ideas, situación que llevó a algunos a creer que su visión del mundo era la única posible. La Filosofía promueve lo contrario. Es por ello que no se conforma con una “verdad”, en lugar de eso, acepta la posibilidad de que existan verdades, así como existen multiversos. No obstante, que hablemos en plural sobre la verdad, no quiere decir que no existan niveles más elevados de certeza en ciertos argumentos que en otros. En algunos casos basta con el sentido común para saber que algo es cierto, pero, otras veces, es más complicado y necesitamos de la experimentación y de la comprobación científica.

A continuación, presento una actividad didáctica para la enseñanza de la epistemología a nivel licenciatura por medio de un torneo de debate y una actividad de inducción:

Mi propuesta parte del siguiente supuesto: siempre que se estudie epistemología se debe enseñar a la par ética. Debemos tomar en cuenta análisis científicos sobre lo que se considera como moralmente bueno o malo para que no haya personas afectadas por criterios sin fundamento, y de igual manera, se deben hacer análisis éticos sobre la ciencia si ésta trabaja, junto con la tecnología, en beneficio del sistema económico y no para la gente que los necesita.

¿Entonces, en qué consiste mi propuesta? Como ejercicio previo al torneo de debate de la clase de epistemología, apliqué con varios grupos la siguiente actividad:

Con el pizarrón dividido en dos, de un lado la frase “estoy de acuerdo” y del otro lado la frase “estoy en desacuerdo”. Presenté algunas afirmaciones que incitaron al debate, tales como: “despenalizar el aborto es necesario”, “la despenalización de las drogas sería positivo”, etc. Los alumnos se ubicaron según su opinión sobre el tema y explicaban su decisión. Les expliqué que podrían cambiarse de lugar si los argumentos de otro compañero les parecían interesantes y modificaban de alguna manera su punto de vista. Posteriormente los invité a elegir el lugar contrario al de su opinión, es decir, si estaban de acuerdo se ubicaban en la parte de desacuerdo. El objetivo era que, con la misma vehemencia con la que defendían hace unos momentos su opinión, encontraran puntos positivos en los argumentos contrarios y los citaran como suyos. Aunque al principio sentían que actuaban, el simple hecho de buscar en otros argumentos algo “defendibles”, los ayudaba a verlos de manera distinta. Así lo expresaron ellos mismos en la retroalimentación de la actividad. De esta manera práctica busqué desarrollar la empatía en mis alumnos.

Los docentes pueden aplicar esta actividad en sus clases con el objetivo de promover valores, actitudes y conocimientos con una visión ética y comprometida con el saber científico, su transmisión y el beneficio social que conlleva.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/como-desarrollar-la-empatia-en-estudiantes

Comparte este contenido:

La identidad y narrativa de la mujer contemporánea

Por:  Lorena García Caballero

Pongamos atención a los discursos e ideas que expresamos. Muchas veces, nosotras mismas perpetuamos prácticas que violentan, invalidan o minimizan al otro.

La representación de la mujer en el cine, en la literatura y en su papel como lectora, es una cuestión que atañe directamente a la vida de todas y cada una de nosotras. Dependiendo de las historias que nos contamos, cómo lo hacemos y hacia quién las dirigimos, es como creamos, reafirmamos y reinventamos nuestras identidades.

En la misma universidad he notado algunas veces que a mujeres estudiantes se les dificulta hablar en primera persona femenino cuando se refieren a la actividad “del arquitecto”, “del ingeniero”, “del mercadólogo”, etc., cuando en realidad, deberían de presentarse al mundo seguras y –sin dudarlo– hablando desde el “yo” y desde lo que estudian en una acepción femenina. El lenguaje configura la realidad, la moldea y nos hace partícipes de la misma.

En la medida en que nos apropiamos de la palabra hablada, escrita y narrada en distintos medios, también nos hacemos visibles con todo y nuestras problemáticas, la manera en la que enfrentamos el día a día y los retos internos y externos que nos imponemos de manera real, imaginada y proyectada por nosotras mismas y por el colectivo sociocultural.

“El empoderamiento de las mujeres y nuestro papel en la narrativa escrita, hablada y visual, están íntimamente relacionados”.

Una actividad aparentemente sencilla, pero con gran impacto, es la narrativa personal autodirigida. Llevar una bitácora que registre lo que siento, lo que pienso y narrarlo desde la primera persona en femenino, me hace ver mi vida y mi situación en perspectiva. Por ejemplo: “Soy narradora”, “soy creadora”, “soy protagonista”, “soy productora”, “soy lectora”, etc. Todas estas posibilidades me incentivan a sentirme más cómoda en mi piel, en mi realidad. Ayudan a que me reconcilie conmigo misma y que las luchas que han librado otras mujeres para que se escuche mi voz, hagan eco y encuentren cobijo en la reconciliación y la coherencia que le doy a mi narrativa personal.

En el ámbito académico, así como también en la industria literaria, cinematográfica y publicitaria, las mujeres y los hombres hemos alzado la voz para generar un cambio. Hemos propuesto campañas, slogans, historias y el uso del lenguaje inclusivo con el fin de minimizar el impacto negativo de los estereotipos creados y perpetuados en las industrias creativas. Tanto el uso del lenguaje inclusivo y lo que llamaría “gramática del empoderamiento” son dos herramientas que, en conjunto, hacen referencia a una narrativa personal que devuelve el poder y la confianza en sí mismo(a), al tiempo que abre la puerta a nuevas posibilidades de repensar la identidad propia.

Como casos de éxito en el campo de la narrativa, me gustaría mencionar las aportaciones de David Epston y Michael White (1992), quienes se basaron en la teoría constructivista, adaptándola al uso de medios narrativos para emplear terapéuticamente la palabra hablada y escrita. Estos autores han sido críticos en cuanto a cómo algunas personas nos sentimos con cierta desventaja respecto de otras en nuestro entorno, por ejemplo, padres, profesoras, jefes(as), personas que parecen estar por encima de nosotras y a cuyas palabras y narrativa sobre nuestra persona les damos mucho peso. Lo que hace que estas historias se vuelvan en dominantes –que no quiere decir verdaderas– pero a las que damos por hecho cuando no tomamos en cuenta historias alternativas, incluidas las de nuestra propia voz, las de nuestra sensación, memoria y narración, durante el suceso a narrar y después visto en retrospectiva.

El trabajo de Epston y White se ha centrado en otorgar un nuevo modelo de pensamiento y verbal para contrarrestar lo que ellos denominan el “problema–etiqueta”. Básicamente consiste en tomar distancia de lo que pensamos sobre nosotras mismas o de nuestra vida como un problema o estereotipo. En otras palabras, cuando los miembros de una familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo o los profesionales piensan que una persona ‘tiene’ una cierta característica o un problema determinado, están ejerciendo un poder sobre ella al “representar” este conocimiento sobre la persona (Castillo, Ledo & Pino, 2012).

El uso de la metáfora y otras figuras literarias en cómo nos hablamos y describimos a nosotras mismas y nuestra situación existencial, también ayuda a empoderarnos y repensarnos desde espectros identitarios más amplios. Cómo comunicamos esto a los demás puede reforzar esta postura o hacerla tambalear.

Algo que adapté de las aportaciones de los autores mencionados arriba al caso concreto del empoderamiento femenino, fue trasladar el recurso teórico del “problema-etiqueta” que proponen a estereotipo o “narrativa tóxica” –como les llamo–. Lo que estos autores vieron en el plano de la terapia, lo he llevado al aula con el empleo de bitácoras personales, en donde indico que es importante escribir una historia personal y poner las versiones de “cómo lo dirían mis padres o tutores”, “cómo la narraría un amigo o amiga cercano(a)”, y “cómo lo narro yo”. Después de esto, realizo un trabajo de análisis, igual que los terapeutas que cito –y en cuyo trabajo me inspiro– para adaptarlos al ámbito educativo. Una de las cosas que he notado es que mis estudiantes –tanto hombres como mujeres– tienden a sentirse más aliviados(as) al releer lo que escribieron al cabo de dos días que es cuando tenemos la siguiente sesión.

A partir de este ejercicio de narrativas, incentivo a mis estudiantes varones y mujeres– que cuenten cómo han sido partícipes en la desigualdad de género, describiendo lo que han hecho o dicho que pudiera desplazarlas (en el caso de ellas) a un papel secundario en su propia historia. En el caso de ellos: qué partes de sus narrativas han omitido, minimizado o violentado el rol de alguna mujer en su vida y cómo podrían relatarlo de manera diferente.

Otro aspecto que me parece importante trabajar para mejorar es lo concerniente al lenguaje inclusivo. Tanto expertos como mis propios alumnos en clase opinan que no basta con decir “l@s”, o “todes”. Creen que debemos de trabajar en la base, es decir, lo que subyace a nuestra manera de hablar de las cosas. Esta base tiene tanto que ver con cuestiones culturales como sociohistóricas. Partiendo de esta observación, mi propuesta de trabajo se orienta más a indagar en el nivel discursivo. Esto quiere decir que me parece más importante poner la atención en el contenido de lo que se dice que en el cómo se dice. Si bien es cierto que el “todes” o “todas/ todos” pretenden hacer un trabajo de inclusión, si no lo logran, al menos ponen de relieve que algo en la palabra que se escribe con un cierto énfasis apunta a una cosa más, en este caso podría ser el señalamiento a la sensación de malestar o injusticia porque históricamente se ha hablado de todos en plural masculino, o en “él” también tomando como parámetro al hombre. No quiero decir que dejemos de hacer estas prácticas en el lenguaje, pero propongo que vayamos más allá y empecemos a observar, reflexionar y cuidar el contenido de lo que decimos. ¿Qué hay de trasfondo en nuestras palabras? ¿Las ideas que expresamos o proponemos tienen cierta carga de exclusión, sexismo o machismo? De ser así, parte de nuestra narrativa personal también tendría como labor importante la de responsabilizarnos de lo que decimos.

Para ahondar más en este tema, les sugiero la revisión de los elementos teóricos propuestos por la filósofa Julia Kristeva en su obra Extranjeros para nosotros mismos (1991), en donde lleva al plano de lo simbólico lo que nos identifica de algunos elementos heterogéneos que pueden irrumpir en esa identidad o, por el contrario, complementar. Como ejemplo, algunas cuestiones que podemos considerar como parte o abono a la identidad serían: el lenguaje expresado desde el “yo”, la aceptación del propio cuerpo y la importancia y respeto al mismo en tanto que nuestra apertura al mundo y a los otros, el amor propio y la empatía pensada desde una comprensión integral de mí misma y, desde allí, al acercamiento respetuoso con el otro. Algunos ejemplos de elementos heterogéneos: el autorechazo, la autocrítica, la sensación y/o sentimiento de que nuestro cuerpo es ajeno o tiene menos valor que el “yo” en su totalidad, prácticas de discriminación que parten de ver en el otro cosas que nos desagradan de nosotras mismas, darle más poder a lo que otros opinan o dicen de nosotras mismas, más que nuestra propia opinión.

También las invito a compartir sus experiencias educativas en este tema con el fin de aprender juntos cómo empoderarnos a nosotros/as mismos/as y ayudar a nuestras y nuestros estudiantes también a que lo lleven a cabo en su vida. Los invito a prestar más atención a las creencias, discursos e ideas que expresan, comparten o piensan para que seamos cada vez más conscientes de cómo nosotras mismas perpetuamos, muchas veces, prácticas verbales que violentan, invalidan, humillan o minimizan al otro. Les invito a ser observadores/as meticulosos/as y que incentivemos a nuestros y nuestras estudiantes a que lo sean también.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/identidad-y-narrativa-de-la-mujer-contemporanea

Comparte este contenido:

La geografía como verbo, no como sustantivo.

Por: Alberto Acosta

 

La geografía debe cumplir un servicio mucho más importante.

Debe enseñarnos, desde nuestra más tierna infancia,

que todos somos hermanos,

cualquiera que sea nuestra nacionalidad

Piotr Kropotkin  

Constituye un gran honor abrir una conferencia de geógrafos y geógrafas en un país como Ecuador, cuyo nombre proviene de una línea imaginaria, producto del trabajo de una comisión científica que tenía que ver con geografía. Cuando en el siglo XVIII se discutía si la Tierra estaba achatada por los polos o por la mitad, se optó por enviar una misión a que midiera la longitud del arco del meridiano en “el ecuador de la Tierra”. El trabajo que realizaron los geodésicos franceses, entre los que se destacó Charles Marie de La Condamine, con el concurso activo de un nativo de estas tierras: Pedro Vicente Maldonado, marcó una época de discusiones científicas en Europa. [3] Ese esfuerzo científico, relacionado con una línea imaginaria, nos dejó de herencia el nombre de esta república andina: Ecuador.

En Francia se había decidido que esta medición estuviera a cargo de dos comisiones científicas: una en estas tierras ecuatoriales y, simultáneamente, otra en las tierras árticas. Se optó por enviar dicha misión a los Andes, en la Real Audiencia de Quito, que formaba parte de la colonia española. Las otras opciones en la línea ecuatorial no eran las mejores: África ecuatorial no estaba explorada, es decir que aún no había sido colonizada; Borneo no se había abierto al mundo; y la Amazonía tenía unas características inadecuadas por la espesura de sus selvas.

Motivado por este antecedente, asumí la tarea, reconociendo que no soy un geógrafo profesional, pero que durante mi vida he sentido una atracción permanente por esta ciencia cuya vivencia rebasa ampliamente los gabinetes de académicos y expertos. Del “cuarto de mapas” al mapa satelital.

Es evidente que los mapas no hacen a la geografía, pero no es menos cierto que estos son instrumentos fundamentales para esta ciencia y sus aplicaciones; y para muchas personas, como fue en mi caso, la puerta de entrada a la geografía se da a través de los mapas. En la década de los cincuenta, durante la escuela, y luego en el siguiente decenio, en el bachillerato, el “cuarto de mapas” ejercía una atracción especial. El maestro extraía de allí unos cartones o unos lienzos, muchas veces llenos de colores, en donde “asomaba” el mundo, el país, la provincia, el barrio… Poco a poco estas mapotecas, de pergaminos apolillados y amarillados por el tiempo, fueron cambiando para incluir mapas en relieve y de colores aún más vistosos, con mapamundis, atlas temáticos… Este esfuerzo de aprendizaje lo completábamos haciendo mapas, ya sea dibujándolos o fabricándolos en relieve con papel maché…

Desde entonces, tres mapas dan todavía vueltas por mi cabeza. El de Juan Gualberto Pérez, un mapa de Quito, impreso en 1888 en París, que presenta “todas las casas” de la ciudad, orientado hacia el occidente, no hacia el norte, en donde está el volcán Pichincha… Con el tiempo entendería que en ese mapa aparecen las casas construidas para determinados segmentos de la sociedad, no necesariamente las viviendas de los constructores, es decir, de los albañiles y peones, sobre todo indígenas, que construyeron Quito. El mapa del geógrafo alemán Teodoro Wolf, impreso en Leipzig, en 1888, resulta por igual inolvidable, con una estructura alargada que recoge y resalta el eje norte-sur de Ecuador, teniendo en su costado izquierdo inferior las islas Galápagos y en su parte inferior derecha toda la Amazonía ecuatoriana que, en ese mapa, llegaba hasta Tabatinga en el Brasil; allí se destaca una leyenda: “Zonas poco conocidas habitadas por indios salvajes”, frase que para mí cobraría vida, con los años, al comprender el trato que ha recibido en esa región ―y en Ecuador entero― el mundo indígena. Y ese enorme país imaginario se plasma por igual en otros mapas que reproducen su supuesta grandeza; en este tercer caso me refiero al mapa de fray Enrique Vacas Galindo, de factura parisina, impreso en 1906, en donde Ecuador por el norte incluye al puerto de Buenaventura, con Pasto, Popayán, Cali, Buga, Champanchica y Guarchicona; por el sur llega hasta el Alto Ucayali, casi lindando con Bolivia, y en el extremo oriental, nuevamente se topa con Brasil . [4]

Recuerdo también que, a más de los mapas, esta materia escolar y colegial demandaba mucha memoria: ríos, montes, lagos, hoyas, cabos, golfos, ciudades, países… había que aprenderlos todos, muchas veces en el orden correspondiente. A pesar de lo poco pedagógico que resultaba este método memorístico, muchas veces impuesto de forma brutal ―sobre todo en el colegio―, no perdí nunca mi afición por la geografía. Para probar nuestra memoria, una de las preguntas recurrentes era saber con precisión en qué cuenca oceánica desembocan los ríos andinos: en el Pacífico o en el Atlántico. Por cierto, pasarían también muchos años para comprender lo importante que es saber por dónde corren y en dónde desembocan los ríos; así, por ejemplo, en estos días, con la pretendida explotación de minerales en el páramo de Quimsacocha, en la provincia ecuatoriana de Azuay, que está siendo detenida por sus comunidades, que están en contra de gobiernos y mineras, afloran las amenazas de esta actividad extractivista para los tres ríos que nacen en ese páramo: el Tarqui, que luego de bañar tierras azuayas fluye por la Amazonía hasta llegar al Atlántico; el Yanuncay, que suministra la tercera parte del líquido vital a Cuenca, y que va también por la vía amazónica; mientras que el tercer curso fluvial, que tiene su origen en la misma región andina, llega al Pacífico regando amplias zonas agrícolas en la costa ecuatoriana…

La geografía me llegó también por otras vías. Los libros de aventura llenaron de vida los mapas y los accidentes geográficos aprendidos de memoria. Julio Verne y Emilio Salgari destaparon mi imaginación y el deseo de conocer otras realidades, otros mundos. Un libro que me regaló mi abuelo, cuando cumplí once años, es decir, hace ya seis décadas, La tierra y sus recursos, de Leví Marrero, impreso en La Habana (1957), me encaminó, sin entenderlo a cabalidad en ese entonces, a una primera lectura de los extractivismos, pues de eso precisamente trata este texto: los recursos de la naturaleza explorados, explotados, mercantilizados en nombre del desarrollo. Recordemos que en 1949, un par de años antes, había empezado la mayor cruzada de la humanidad por alcanzar el desarrollo; varias décadas después entendería que tal desarrollo no es más que un fantasma.

Desde una vertiente menos lúdica que la ofrecida por las aventuras de Verne, me nutrí de los viajes de Alexander von Humboldt, considerado por muchos como el “segundo descubridor de América”. Este científico alemán marcó una época con su viaje por estas tierras entre 1799 y 1804. Fue un personaje que, durante sus travesías, sin que con esto desmerezca sus aportes, muchas veces “descubría” lo que ya se sabía en el mundo indígena; por ejemplo, el sistema fluvial que une el Orinoco con el Amazonas o la misma corriente… de Humboldt.

Eran épocas de rápidos cambios tecnológicos. Del radio a tubos se pasaba al transistor. Aparecían las primeras televisiones a blanco y negro. Comenzaban los viajes al espacio: el soviético Yuri Gagarin, el miércoles 12 de abril de 1961 , sería el primer ser humano en viajar al espacio en la nave Vostok 1; desde allí mandó un mensaje potente de indudable actualidad justo cuando vio la Tierra desde lo alto: “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”, nos dijo. Y con eso se confirmó, una vez más, que el planeta es redondo, como lo habían visualizado Pitágoras, Eratóstenes de Cirene, Nicolás Copérnico… y que, de hecho, había sido comprobado por Cristóbal Colón. Valga señalar en este punto que en nuestro mundo no faltan quienes creen todavía que la Tierra es plana, o que también hay una geografía propia de una Tierra subterránea.

Sin entrar en más detalles, lo cierto es que mi trajinar por el mundo me llevó a estudiar geografía económica en la Universidad de Colonia, Alemania, en los años setenta. Allí, en un curso sobre los recursos naturales, el profesor Hans Michaelis me presentó por primera vez unos mapas satelitales. Entonces también, en un curso sobre movilidad humana, pude estudiar, desde una perspectiva geográfica, los flujos migratorios en la Europa de la posguerra, cuando las oleadas de trabajadores extranjeros que llegaban a Alemania desde diversas regiones del viejo continente configuraban un proceso de círculos concéntricos, que se extendían paulatinamente desde las periferias más cercanas a las más lejanas.

Desde entonces, el salto ha sido cada vez más vertiginoso. Hoy, los mapas de Google o el GPS o la misma tecnología G-5 ya no nos sorprenden. La explosión globalizante de las tecnologías no puede, sin embargo, ocultar la realidad de un mundo dominado por una civilización, la civilización capitalista que globaliza y desglobaliza acelerada y permanentemente… haciendo y deshaciendo los mapas en función de las apetencias del poder, como veremos más adelante.

La locura de un mundo cada vez menos humano

Sin negar cuán importantes son los veloces avances tecnológicos ―tanto los de las últimas décadas como aquellos por venir― es evidente que estos no siempre benefician a toda la humanidad. Por ejemplo, hay segmentos enormes de la población mundial que no acceden por igual a la informática. Aun hoy, en pleno siglo XXI, cientos de millones de personas no han tenido contacto con internet . Y muchos que sí lo tienen son verdaderos analfabetos tecnológicos: son prisioneros de nuevas tecnologías que no conocen ni pueden usar a plenitud, al tiempo que devienen cada vez más en adictos sumisos, pasivos y dominados de ellas y sus empresas.

Además, tanto avance tecnológico no es indispensable para resolver los graves problemas sociales que afectan a la humanidad, por ejemplo, el hambre. Producimos alimentos en el planeta que cubrirían las necesidades de 10 u 11 mil millones de personas, más que suficiente para los actuales 7,6 mil millones de humanos; pero bien sabemos que diariamente se van con hambre a su casa ―si es que la tienen― entre 800 millones y mil millones de personas. De hecho, las soluciones frente a la urgencia de asegurar los mínimos nutricionales para todos los habitantes del planeta no pasan por más tecnología alimentaria, ni más productividad. Basta ver cómo cada año alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo se desperdician. A más de la inequidad en su distribución, se los produce para saciar el hambre del automóvil o incluso por razones especulativas. Y todo esto devastando la biodiversidad en tanto se priorizan actividades agrícolas rentables para el capital sustentadas en el monocultivo y en el uso destructor de agroquímicos y organismos genéticamente modificados.

Más grave aún es ver cómo los avances tecnológicos recientes han devenido en “ una herramienta capaz de controlar multitudes con la misma eficacia que el control individualizado. Las tecnologías que se han desarrollado en los últimos años, muy en particular la inteligencia artificial, van en esa dirección… se desarrollan prioritariamente aquellas que son más adecuadas para el control de grandes masas ”, explica Raúl Zibechi (2018, párr. 2). Un ejemplo es el monitoreo absoluto chino: el sistema de vigilancia del país más poblado del mundo llegó a la identificación facial ―logro de ciencia-ficción―; ya han instalado 176 millones de cámaras de vigilancia, y hasta el 2020 esperan haber colocado otras 200 millones. Nadie puede dudar que vivimos en una época de dominación tecnológica, que como anota el mismo Zibechi: “ es parte de la brutal concentración de poder y riqueza en los estados, que son controlados por el 1 por ciento más rico ” (2018, párr. 7).

Las redes sociales, que parecían liberalizadoras, incluso democratizadoras (recordar la Primavera Árabe), son cuestionadas. George Soros, [5] el gran especulador global, en el Foro del 1 % más Rico, en enero del año 2018, en Davos, afirmó que mientras petroleras y mineras explotan el medio ambiente, las redes sociales explotan el ambiente: influyen en cómo la gente piensa y actúa, implicando un riesgo para la democracia (volviéndose hasta un problema de salud pública). Facebook, propietaria de Instagram y WhatsApp, registra más de 2130 millones de personas como parte de su comunidad, mientras que 332 millones tienen cuenta de Twitter; estas cifras crecen diariamente. El 67 % de adultos norteamericanos declara informarse vía redes sociales. Estas no necesariamente crean la información, pero sí la priorizan según las necesidades de los negocios involucrados, es decir, de la acumulación de sus capitales.

Esta afirmación obviamente repercute en la economía global, pues las redes sociales y sus desarrollos tecnológicos son monopolizados por pocas grandes transnacionales, que combinan el control de la información con la especulación financiera, en un ejercicio de acumulación global inaudito.

Esos “logros” del progreso provocan violencias múltiples, propias de un sistema que ahoga toda dimensión vital. Productivismo y consumismo, alentados desde el ansia de lucro incesante, el patológico “amor al dinero” (Keynes 1930) [6] y al poder que este representa, [7] crean una “civilización del desperdicio” (Schuldt 2013) destinada al abismo. Sin duda, esta es “la era de la supervivencia” (Giraldo 2014), donde la especie humana se juega su futuro en cada paso. Un acertijo de escasas soluciones, peor si se confirma que “la estupidez es una fuerza cósmica democrática. Nadie está a salvo. Y ya sea en el norte, el sur, el este o el oeste, cometemos las mismas estupideces una y otra vez. Parece existir algo que nos hace inmunes a la experiencia” (Max-Neef 2017).

Tanto avance tecnológico, atado casi siempre a la voracidad de acumulación del capital, ha contribuido a la destrucción ambiental, en la medida que se subordina la naturaleza a las demandas de dicha voracidad. El resultado de la tendencia a la mercantilización de la naturaleza es la continua ruptura del “metabolismo” entre el mundo social y natural; ruptura en donde los límites naturales van siendo superados dramáticamente, poniendo en riesgo tanto a la vida humana como a cualquier forma de vida dentro del planeta. Basta mencionar algunos potenciales efectos de esa tendencia a la mercantilización natural en tiempos capitalistas: la emisión de gases de efecto invernadero y el calentamiento global causado por la actividad humana [8] (que va llegando a temperaturas récord, como en el caso de los océanos); la acelerada pérdida de biodiversidad y procesos de extinciones masivas, lo cual está amenazando seriamente el suministro mundial de alimentos; el incremento de las migraciones forzadas a causa de la mortal combinación de cambio climático y conflictos bélicos; la deforestación de la Amazonía; la exacerbación del extractivismo, el cual trae consigo corrupción, profundización de relaciones racistas y patriarcales, violencia (incluyendo el asesinato de quienes se oponen al extractivismo) y demás efectos socioterritoriales; la latente amenaza generada por un creciente gasto armamentístico, por un lado, y el peligro nuclear por otro… Todo esto como parte de la mencionada “civilización del desperdicio”, como brillantemente lo demostró Schuldt (2013).

Frente a esta indiscutible realidad cabe preguntarnos: ¿cuál es el papel que cumple la geografía?

Los mapas como herramienta del poder

La geografía tiene un enorme potencial político. Eso es indiscutible. Ha servido y sirve para ordenar los territorios, inclusive para organizar y hasta dirigir la sociedad y la producción en el espacio, partiendo muchas veces de la ubicación ―no siempre exacta― de determinados accidentes geográficos o la supuesta existencia de recursos naturales. Se puede afirmar, entonces, que ―para bien o para mal― la geografía tiene que ver con el poder, en términos amplios.

Por esa razón, por mucho tiempo, e inclusive en la actualidad, a la geografía, más específicamente a la cartografía, se le confunde con el Estado. La elaboración de mapas es vista todavía hoy como una atribución estatal; el mejor ejemplo de esta afirmación es la posición aún dominante que tiene el Instituto Geográfico Militar en Ecuador, cuyos mapas fueron cotizados tesoros en otras épocas y que hoy son todavía indispensables para procesos judiciales, por ejemplo. Y si los mapas son o han sido casi un monopolio del poder, la enseñanza de la geografía también aparece inmersa dentro de esas estructuras. En síntesis, la geografía se presenta ―desde esa perspectiva― como una ciencia positivista, íntimamente relacionada con otras ciencias de carácter imperial como la economía (Acosta 2015). En ese sentido, constituye un dispositivo de poder propio inclusive de la cultura oficial de los estados.

Sería largo recordar cuántos conflictos se han desarrollado desde la misma elaboración o interpretación de los mapas. Su manipulación ha estado permanentemente presente. No han faltado mapas que se han relacionado con explicaciones de conflictos bélicos. A modo de ejemplo, bastaría recordar que la geografía y su utilización han sido elementos de la historia limítrofe de América Latina, desde la época colonial. Es decir, han sido componentes de dolorosas disputas territoriales; también han sido y aún son parte de la construcción o destrucción del poder.

En mi caso, incluso sin ser geógrafo profesional, o quizás por no serlo, entendí pronto que el poder controla ―o al menos lo intenta― los mapas, que la geografía puede ser y es muchas veces una herramienta de dominación, y que detrás de los mapas hay inclusive ideología… La pregunta muchas veces no es solo qué enseñan o quieren enseñar los mapas, sino qué es lo que ocultan. En síntesis, un elemento determinante en el análisis de los mapas tiene que ver con los efectos de poder que estos trasmiten. Su publicación es por definición un acto político. Su función es sencilla: consolidar o inclusive cuestionar una determinada estructura de poder.

Uno de los casos recientes, y por cierto sonados, es la manipulación cartográfica en relación con la Iniciativa Yasuní-ITT (Acosta 2014). Ecuador sorprendió al mundo en el año 2007, cuando propuso oficialmente dejar en el subsuelo del Yasuní, en plena Amazonía, un significativo volumen de petróleo. Esta propuesta, que surgió mucho antes desde la sociedad civil, no alcanzó a consolidarse a nivel oficial debido a las inconsistencias y las contradicciones del entonces presidente Rafael Correa. Por cierto, también pesó la insensibilidad de los gobiernos de los países más poderosos, que no quisieron asumir sus responsabilidades. Definitivamente, no es cierto que “la iniciativa se adelantó a los tiempos, y no fue comprendida”, como dijo el primer mandatario ecuatoriano, el 15 de agosto de 2013, al anunciar su finalización; en realidad quien no la comprendió y no estuvo a la altura del reto propuesto por la sociedad ecuatoriana al mundo fue el propio expresidente Correa. Y no solo eso, cuando el exmandatario enterró públicamente la Iniciativa Yasuní-ITT se produjo un cambio de rumbo de 180°. Muchos de los argumentos esgrimidos durante seis años dentro y fuera del país para impulsar esta iniciativa fueron olvidados o simplemente negados. La protección de una biodiversidad extremadamente frágil, de la noche a la mañana pasó a ser algo fácil de asegurar. La emisión de CO2 dejó de ser motivo de preocupación. Los potenciales ingresos que generaría el petróleo exportado, como por arte de magia, más que se duplicaron. Simultáneamente, se ofreció a la sociedad la esperanzadora noticia de que, ahora sí, con el crudo del ITT Ecuador ampliaría sustantivamente su horizonte petrolero y por fin se podría erradicar la pobreza… Pero lo que nos interesa en este punto es destacar la manera más grotesca y burda como los pueblos ocultos o en aislamiento voluntario fueron literalmente desaparecidos… de los mapas. Dichos pueblos aparecían en los mapas oficiales hasta el 22 de abril del 2013, antes de ser borrados desde el 24 de agosto del mismo año.

Este acto se enmarca en los procesos históricos de permanente negación de los indígenas o de blanqueamiento de las sociedades. Procesos en los que la cartografía siempre jugó un papel importante para el saqueo y la dominación, como ya anotamos en el caso del mapa de Teodoro Wolf. Ese trajinar comienza con la cartografía hecha por el Papa, cuando dividió Abya Yala entre Portugal y España con el Tratado de Tordesillas (1494); tal cartografía autorizó a los imperios a territorializar y a explotar los recursos naturales y a sus poblaciones… punto de partida de la conquista y colonización, presentes todavía en las actuales épocas republicanas.

¿Qué buscaban los europeos cuando llegaron a América? ¿Qué buscan las transnacionales en la actualidad? ¿Qué pretenden los distintos gobiernos, progresistas o neoliberales?, son algunas preguntas de indudable vigencia.

Cristóbal Colón, con su histórico viaje en 1492, sentó las bases de la dominación colonial, con consecuencias indudablemente presentes hasta nuestros días. Colón buscaba recursos naturales, especialmente especerías, sedas, piedras preciosas y, sobre todo, oro. Él, quien llegó a mencionar 175 veces en su diario de viaje a este metal precioso, consideraba que “el oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega incluso a llevar las almas al paraíso” (Colón 1986).

Su viaje, en consecuencia, abrió necesariamente la puerta a la conquista y la colonización. Con ellas, en nombre del poder imperial y de la fe, empezó una explotación inmisericorde de recursos naturales. Con la llegada de los europeos a Abya Yala, por efecto, especialmente, del robo y del saqueo, de la sobreexplotación de la mano de obra y del aparecimiento de desconocidas enfermedades en estas tierras, se produjo un masivo genocidio. Esta auténtica hecatombe demográfica se llevó a cabo, en última instancia, en nombre del progreso y de la civilización occidental y cristiana.

Para sostener la producción amenazada por dicho genocidio, se recurrió al violento traslado forzoso de gran cantidad de mano de obra africana esclava. La esclavitud, existente en el mundo desde mucho tiempo atrás, fue un puntal de la colonización europea y permitió el desenvolvimiento global del naciente capitalismo. Fue un importante aporte para el proceso de industrialización al ser una fuerza de trabajo en extremo barata. Esto lo reconocería con claridad Carlos Marx (1846):

Sin esclavitud no habría algodón; sin algodón no habría industria moderna. La esclavitud ha dado su valor a las colonias, las colonias han creado el comercio universal, el comercio universal es la condición necesaria de la gran industria. Por tanto, la esclavitud es una categoría económica de la más alta importancia.

El espíritu inicial de la conquista se plasmó en sucesivos “descubrimientos” de nuevos territorios por su potencial en recursos naturales. Así, el “descubrimiento” económico del Amazonas se cristalizó en 1640, cuando el padre Cristóbal de Acuña, enviado del rey de España, informó a la Corona sobre las riquezas existentes en los territorios “descubiertos” por Francisco de Orellana (1540). Acuña encontró maderas, cacao, azúcar, tabaco, minas, oro… recursos que aún alientan el accionar de los diversos intereses de acumulación nacional y transnacional en la Amazonía.

Desde aquella época arrancó una larga y sostenida carrera tras de El Dorado, que aún no concluye… Oro se buscaba, oro se busca. Cuánta vigencia tiene. La afirmación de Adam Smith (1776): “Cuando estos aventureros arribaban a alguna costa desconocida, preguntaban si en aquellos países había oro, y por los informes que les daban sobre el particular, resolvían o dejar el país, o establecerse en él”.

En la etapa republicana las violencias desatadas por la voracidad de la conquista y la colonización no concluyeron. Aumentaron. Fue el inicio de la cartografía de la dominación.

La maldición de la abundancia

Desde entonces estas economías están, como se ha demostrado a lo largo de la historia, estrechamente vinculadas al mercado mundial. De allí surgen los impulsos para ampliar o no la frontera extractivista y la economía misma. Y cuando las reservas de algún producto declinan o se ven afectadas por cambios tecnológicos, los gobiernos concentran su atención en otros recursos naturales. En todo este empeño conquistador, las geografías dominantes y dominadoras tienen mucho que decir.

La dependencia de los mercados foráneos, aunque paradójico, es aún más marcada en épocas de crisis. Hay una suerte de bloqueo generalizado de aquellas reflexiones inspiradas en la simple lógica. Todos o casi todos los países con economías atadas a la exportación de recursos primarios, caen en la trampa de forzar las tasas de extracción de dichos recursos cuando sus precios caen. Buscan, a como dé lugar, sostener los ingresos provenientes de las exportaciones de bienes primarios. Esta realidad beneficia a los países centrales: un mayor suministro de materias primas ―petróleo, minerales o alimentos―, en épocas de precios deprimidos, ocasiona una sobreoferta, reduciendo aún más sus precios. Todo esto genera un “crecimiento empobrecedor” (Baghwaty 1958).

Cabría pensar también en el vínculo que tienen los precios de los productos primarios de exportación con los grandes ciclos de la economía capitalista mundial identificados, por ejemplo, por Nikolai Kondratieff (1935). Al mismo tiempo, convendría revisar el vínculo de esos ciclos y aquellos que influyen particularmente a las economías extractivistas, que de una u otra manera juegan un papel subordinado en estos procesos de profundas transformaciones tecnológicas, al tiempo que con sus materias primas subvaloradas contribuyen a financiar dichos cambios.

En este tipo de economía extractivista, con una elevada demanda de capital y tecnología, que funciona como un enclave ―sin integrar las actividades primario-exportadoras al resto de la economía y de la sociedad― el aparato productivo en extremo orientado a la economía internacional queda sujeto a las vicisitudes del mercado mundial. En este entorno, la geografía extractivista, la de los recursos naturales como la mencionada por Leví Marrero, juega un papel preponderante.

Estas economías extractivistas quedan aún más vulnerables a la competencia de otros países en similares condiciones, que buscan sostener sus ingresos sin preocuparse mayormente por un manejo más adecuado de los precios. Las posibilidades de integración regional, indispensables para ampliar los mercados domésticos, se frenan si los países vecinos producen similares materias primas, compiten entre sí e incluso deprimen sus precios de exportación en vez de encadenar en un solo bloque sus procesos productivos. Y la integración deviene en un esfuerzo, cartográficamente recogido, de vinculación de las riquezas naturales regionales ―minerales, petróleo, diversidad, agua, etc.― con el mercado mundial. Esta tendencia presenta una perspectiva global y glocal, siempre transnacional, con sus consiguientes enclaves. Los mejores ejemplos los tenemos con la Iniciativa en Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) o Consejo Sudamericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN): proyectos de integración sustentados en “portafolios de inversiones violentas/sangrientas”.

Eso no es todo. Recurriendo a la simple lógica, es imposible aceptar que todos los países productores de bienes primarios similares ―que son muchos― crezcan esperando que la demanda internacional sea suficiente y sostenida para garantizar un desempeño satisfactorio de sus economías.

Un punto medular. El control real de las exportaciones nacionales depende de los países centrales, aun cuando no siempre se registren importantes inversiones extranjeras en actividades extractivistas. Incluso muchas empresas estatales de economías primario-exportadoras (con la anuencia de los respectivos gobiernos, por cierto) parecerían programadas para reaccionar únicamente a impulsos foráneos. Y no solo eso, pues sus operaciones con frecuencia producen impactos socioambientales tan o más graves que los de las empresas transnacionales; en ocasiones estos entes estatales levantan la bandera del nacionalismo para romper las resistencias de las comunidades que se oponen a la ampliación de la frontera petrolera o minera. Es el accionar de empresas transnacionales y estatales, bajo una misma lógica motivada por la demanda externa, el que influye decididamente en las economías primario-exportadoras.

Casi complementando lo anterior, han sido y son muy limitados (o definitivamente no los hay) los encadenamientos que potencien nuevas líneas productivas, incluso desde las propias actividades extractivistas. Son muy pocos o definitivamente inexistentes los conglomerados productivos para el mercado interno o para ampliar y diversificar la oferta exportable. Tampoco hay una adecuada distribución del ingreso, y a la postre, ni los necesarios ingresos fiscales, porque estos siempre son desbordados por demandas reprimidas o ficticias. Y no solo eso, pues esta modalidad de acumulación (capitalista) orientada en extremo hacia afuera fortalece un esquema cultural dependiente del exterior, que minimiza o definitivamente margina las culturas locales. Asimismo, se consolida un “modo de vida imperial” (Brand y Wissen 2017) en las élites y las clases medias, con un efecto “demostración” incluso en segmentos populares.

Debido a estas condiciones y a las características tecnológicas de las actividades extractivistas, como la petrolera, minera o monocultivos, no hay una masiva generación directa de empleo. El procesamiento de dichas materias primas en los países industrializados es el que demanda una mayor cantidad de mano de obra, no su extracción. Esto explicaría también la contradicción que se da en países que son ricos en materias primas donde, en la práctica, la masa de la población no tiene empleo o cae en el subempleo y, como consecuencia, está empobrecida; mientras que en los países ricos la producción se orienta al consumo de masas, en los que son pobres casi siempre está direccionada al consumo de élites que, encima, consumen una gran cantidad de productos importados.

Esta modalidad de acumulación no requiere del mercado interno ―lo que se plasma en mapas que demuestran la orientación de las vías de comunicación hacia los centros de exportación― e incluso puede funcionar con salarios decrecientes. No hay una presión social que obligue a reinvertir en mejoras de la productividad ni a respetar la naturaleza. Es más, la renta de la naturaleza, en tanto fuente principal de financiamiento de esas economías, determina la actividad productiva y el resto de relaciones sociales, incluyendo la organización territorial. Para colmo, el extractivismo ―sobre todo petrolero o minero― promueve relaciones sociales muchas veces perversas. Véase, por ejemplo, los perniciosos efectos de las relaciones e inversiones comunitarias de estas empresas que terminan por sustituir al propio Estado en la dotación de servicios sociales, sin que esta sea su función específica.

Hay más… Los Estados rentistas construyen un marco jurídico referencial favorable a las empresas extractivistas, que, en varias ocasiones, aprovechan que los propios funcionarios o intermediarios han estado incrustados en los gobiernos. De hecho, hay todo un aparato de abogados y técnicos que no solo buscan el ingreso al país de las inversiones extranjeras sino, sobre todo, que velan para que las reformas legales les sean ventajosas. Esta intromisión ―alentada por organismos multilaterales― se registra una y otra vez en los sectores petrolero y minero, donde los mismos directivos de las empresas o sus abogados llegan a dirigir las instancias de control estatal o la dirección de la empresas extractivistas: la puerta giratoria está a la orden del día. Otra situación retorcida se da cuando gente sin conocimiento asume el funcionamiento de dichas empresas, que en breve se deterioran creando las condiciones para que las transnacionales devengan en las salvadoras de última instancia.

En todos estos procesos, el vaciamiento de los territorios está a la orden del día. Desde la lógica de esa geografía de los recursos naturales, mencionada al inicio, se camina hacia geografías vacías de comunidades, geografías de tierras baldías, geografías de “desiertos” amazónicos, geografías de páramos sin utilidad productiva… geografías de aquellas “ zonas poco conocidas habitadas por indios salvajes”, como decía en su mapa Teodoro Wolf en 1888. En fin, se transforman dichas regiones en territorios de sacrificio, que son condenadas a la función de suministradoras de recursos naturales, muchas veces de manera brutal, como sucede en las provincias amazónicas de Morona Santiago y Zamora Chinchipe en Ecuador. Y así se construyen otras relaciones territoriales: enclaves, conectores, espacios soporte: hidroeléctricas, puertos… (Gudynas 2015). Se producen nuevos paisajes. Registramos montañas en los Andes del Perú, lagunas o ríos que desaparecen en Bolivia o en Colombia, para mencionar de paso apenas un par de ejemplos.

Es un escenario de múltiples efectos derrame locales o nacionales (Gudynas 2015), más allá de los “derrames” ambientales: normativos a través de flexibilizaciones sociales y ambientales; reacomodo de los derechos ciudadanos; y violación de derechos humanos y de la Naturaleza, incluso simbólicos/subjetivos, como pude apreciar con el paso de “de víctimas a beneficiarios” en Paracatu de Baixo/Mariana, luego del brutal derrame minero en Samarco, Brasil.

Carlos Walter Porto-Gonçalves (2018) es muy claro:

Se trazan carreteras, se instalan represas, se blanquea el territorio, tenemos un territorio blanco, que no tiene nada que ver con los pueblos. Eso tiene que ver con una episteme, con una visión colonial que persiste con la misma visión del colonialismo. Entonces tenemos una crisis de un patrón de saber/poder que nos gobierna desde hace 500 años…

Estas son geografías perversas, geografías extractivistas propias de sociedades impregnadas de un ADN extractivista. Los extractivismos demandan nuevas territorializaciones y cambio de subjetividades en nombre del desarrollo/progreso… Se desacraliza la naturaleza para dominarla, sacrificando las comunidades en nombre del desarrollo/progreso, tal como sucedió en el caso del Territorio Indígena Isiboro Sécure (TIPNIS) en Bolivia (Acosta et al. 2019). A partir de una planificación territorial conquistadora emergen “ciudades del milenio”, o como las definen Japhy Wilson y Manuel Bayón (2017), La Selva de Elefantes Blancos, refiriéndose a los centros poblados “modernos” construidos por el gobierno de Rafael Correa para alentar los megaproyectos extractivistas en la Amazonía ecuatoriana. En nombre del desarrollo/progreso se “devoran territorialidades y ocupan geografías nacionales” (Gudynas 2015), teniendo a la violencia como condición necesaria, no como su consecuencia… En nombre del desarrollo/progreso, se arrasa con todo, dejando verdaderos desiertos a su paso.

Todo eso demanda maniobras y manipulaciones cartográficas que desembocan en nuevos mapas, en geografías en las que no aparecen los conflictos, geografías de mirada plana, en donde no se puede identificar con claridad las distintas incidencias espaciales del Estado. Son “geografías manchadas y fragmentadas” (Gudynas 2015). Lo que empezó hace 500 años se acelera más y más como fruto de una mercantilización desenfrenada. A la postre, en nombre del desarrollo/progreso, tenemos una permanente pérdida de soberanía para seguir persiguiendo un fantasma: el desarrollo (Quijano 2000). Los mapas de la resistencia

Lo que debe quedar definitivamente establecido es que, en realidad, no hay territorios vacíos, no hay espacios geográficos vacíos. Estos están habitados por diversas formas de vida humana y no humana; sobre todo destaco aquellos grupos sociales que los habitan con concepciones propias de esos territorios. Son espacios cargados de vivencias, de relaciones. En definitiva, son espacios construidos socialmente, “con acumulación desigual de tiempos”, al decir de Milton Santos (1978), uno de los mayores representantes de la geografía crítica. Espacios desde donde surgen las resistencias, la construcción de alternativas y, por lo demás, nuevas geografías o nuevas formas de hacer geografía.

A más de los mapas que dibujé o que hice en papel maché en la escuela y luego en el colegio, aprendí, muchos años después, la importancia de hacer mapas desde abajo, con la participación de las personas interesadas y afectadas por el poder. Se trata de una geografía que surge desde los sujetos sociales en sus territorios. Los planes de vida de las comunidades indígenas, por ejemplo, demandan conocer y ordenar el territorio como parte de una pedagogía para vivir en común, compartir un lenguaje común y bienes comunes. Es decir, para hacer realidad el Buen Vivir (Acosta 2013).

Esta forma de ordenamiento tiene mucha historia. La gente intenta construir su propio paraíso a partir de lo que podrían ser consideradas cartografías con enfoque de cuenca, por ejemplo. Esta experiencia fue muy aleccionadora en un proyecto amazónico en el que participé activamente por casi cinco años. Con Carlos Córdoba Martínez y Mauricio Betancourt (2004), en ese proyecto se desarrolló una metodología para la construcción de una geografía y de mapas participativos: TACHIWA: Saberes y Prácticas del Ordenamiento Territorial en la Amazonía.

Esta forma de hacer geografía cambió definitivamente mi forma de entenderla. Fue una manera de apreciar con claridad que inclusive la democracia no depende solo del comportamiento humano, sino del propio entorno, que puede ser alterado por el primero incluso llegando a afectar la convivencia democrática. Algo que sucede brutalmente con los diversos extractivismos; solo tengamos ante nuestros ojos las devastaciones que provoca la minería, si queremos mencionar una actividad cada vez más violenta y siniestra.

Si hay otros mapas, también hay otras formas de hacer geografía. Sin ser geógrafos profesionales, sin tener el saber experto, las comunidades indígenas, con sus conocimientos ancestrales, son geógrafos en tanto entienden y ordenan sus territorios: la chacra, el ojo de agua, el camino, las terrazas… definiciones que constituyen pasos fundamentales para la defensa territorial. Podríamos afirmar, entonces, que una sociedad que transforma y entiende su territorio comprende de geografía, está compuesta por geógrafos/as que asumen la construcción de su futuro en sus manos. Esta forma de entender y hacer la geografía choca con la visión desde el poder.

Cabría preguntarse, ¿con cuál de estos procesos se identifican los geógrafos y las geógrafas profesionales?

La pregunta es más que pertinente. No hay LA GEOGRAFÍA, como una única ciencia de indiscutible estructura y vigencia, eso es evidente. A más de las conocidas geografías física, política, humana, de recursos naturales… hay otras formas de calificarlas. La geografía puede ser pasiva o plana. Hay geografías comprometidas/cómplices con el sistema, aquellas que aúpan el vaciamiento de los territorios por la fuerza o “planificadamente”, con las “ciudades del milenio”, por ejemplo. También podemos encontrarnos con geografías pragmáticas; aquellas que, como sucede en muchas ciencias y profesiones, apenas aspiran a hacer las cosas mejor por la vía de la “gobernanza”.

Pero hay otras geografías que no se quedan en lo descriptivo. Que reniegan de toda forma de manipulación. Que critican y no aceptan ser una proyección sesgada al servicio de la mirada del poder. Que son capaces de mostrar los conflictos, la desigualdad, las asimetrías, las violencias y las destrucciones provocadas. Geografías, como dice Carlos Walter Porto Gonçalves (2003) entendidas como verbo: “geo-grafiar”. Se trata, que no quepa duda alguna, de geo-grafiar desde las resistencias, que son el espacio desde donde surgen las alternativas y las propuestas… Desde abajo… Desde los indígenas y campesinos, desde los feminismos, desde los pobladores, desde una gran diversidad de sujetos sociales en diversas partes del planeta, comprometidos con la construcción del pluriverso (Kothari et al. 2019) en tanto horizonte utópico de futuro, es decir, horizontes poscapitalistas.

Esas geografías ―con las que me identifico― no hacen mapas para los reyes, para el Estado, para los extractivismos, para el poder. Son geografías sintonizadas con aquellas visiones que buscan superar el antropocentrismo y los utilitarismos, recuperando las ricas y diversas valoraciones de las comunidades y sus entornos. Diríamos que se trata de geografías estrechamente vinculadas con los derechos humanos y los derechos de la naturaleza.

Se trata de geografías para hacer otro mundo posible. De eso trata este esfuerzo transformador. Demanda, sobre la marcha, imaginar y construir sociedades inspiradas en principios totalmente opuestos a los de la actual civilización, causantes de crecientes desequilibrios, frustraciones y violencias. Sociedades sustentadas en la relacionalidad en vez de la fragmentación; la reciprocidad en lugar de la competencia desbocada; la solidaridad y la correspondencia en vez del individualismo egoísta. La codicia, rectora del capitalismo, debe reemplazarse por la búsqueda de una vida en armonía. Desaceleración, descentralización y desconcentración, sobre todo de las grandes urbes, deben poner un alto al paroxismo consumista y al desbocado productivismo. Y en todo este empeño, desde lo comunitario, desde territorios concretos, habrá que desarmar, democráticamente, las estructuras jerárquicas patriarcales, racistas, empobrecedoras, destructoras, concentradoras y autoritarias. Con todo esto, y contando con geografías emancipadoras, se podrá dar paso a la construcción del pluriverso: un mundo donde quepan muchos mundos, en donde sea posible la vida digna para todos los seres humanos y no humanos.

Bibliografía

Acosta, Alberto. 2009. La maldición de la abundancia. Quito: CEP / Swissaid / Abya–Yala.

――. 2013. El Buen Vivir. Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos. Barcelona: Icaria.

――. 2014. “Iniciativa Yasuní-ITT. La difícil construcción de la utopía”. ‹ http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180285 ›.

――. 2015. “Las ciencias sociales en el laberinto de la economía”. Polis Revista Latinoamericana 41: 1-18. ‹ https://journals.openedition.org/polis/10917 ›.

――. 2016. “Las dependencias del extractivismo. Aporte para un debate incompleto”. Revista Aktuel Marx 20. Santiago de Chile: Nuestra América y la Naturaleza.

Acosta, Alberto, Shanon Biggs, Fátima Monasterio y Enrique Viale. 2019. “Una consulta inconsulta en Bolivia. El caso del TIPNIS”. Revista Ecuador Debate 106.

Acosta, Alberto, y Ulrich Brand. 2017. Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento Postextractivismo, Barcelona: Icaria.

Bhagwati, Jagdish 1958. “Immiserizing growth: A geometrical note”. Review of Economic Studies, 25 (3): 201-5.

Brand, Ulrich, y Markus Wissen. 2017. Imperiale Lebensweise – Zur Ausbeutung von Mensch und Natur in Zeiten des globalen Kapitalismus . München: Oekom Verlag.

Colón, Cristóbal. 1986. Los cuatro viajes. Testamento. Madrid: Alianza Editorial.

Córdoba Martínez, Carlos, y Mauricio Betancourt. 2004. TACHIWA: Saberes y Prácticas del Ordenamiento Territorial en la Amazonia. Quito: ILDIS.

Cuvi, Nicolás. 2012. Los dibujantes de la Tierra. Quito: Ministerio de Cultura.

De Acuña, Cristóbal.1942. Descubrimiento del Amazonas. Buenos Aires: Emecé editores.

Giraldo, Omar Felipe. 2014. Utopías en la era de la supervivencia. Una interpretación del Buen Vivir. México: Editorial Ítaca.

Gudynas, Eduardo. 2015. Extractivismos. Ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la Naturaleza. Cochabamba: Claes / CEDIB.

――. 2017. Naturaleza, extractivismos y corrupción. Anatomía de una íntima relación. Cochabamba: La Libre.

Keynes, John Maynard. 1963. Essays in Persuasion. New York: W. W. Norton & Co.

Kondratieff, Nikolai. 1935. “The long waves in economic life”. The Review of Economic Statistics XVII (6): 519-62

Kothari, Ashish, Ariel Shalleh, Arturo Escobar, Federico Demaria y Alberto Acosta (ed.). 2019. Pluriverse: A Post-Development Dictionary. Nueva Dehli.

Marrero, Leví. 1957. La Tierra y sus recursos. Nueva geografía general visualizada. La Habana: Publicaciones Cultural.

Marx, Carlos. s/f (1846). Miseria de la Filosofía. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras.

――. 2001 (1844). “El poder del dinero”En Gesamtausgabe, Abt. 1, Bd. 3. 1932. Biblioteca Virtual «Espartaco», https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/index.htm

Max-Neef, Manfred. 2017. Economía herética. Treinta y cinco años contracorriente. Barcelona: ICARIA.

Porto Gonçalves, Carlos Walter. “Por una geografía desde abajo”, 21 de Setembro de 2018, http://www.iela.ufsc.br/noticia/por-una-geografia-desde-abajo

――. 2003. Geografando nos varadouros do mundo. Brasilia: IBAMA.

Quijano, Aníbal. 2000. El fantasma del desarrollo en América Latina. En El desarrollo en la globalización. El resto de América Latina, compilado por Alberto Acosta, Nueva Sociedad e ILDIS, Caracas, pp. 11-27.

Santos, Milton. 1978. Por una Geografía nueva. São Paulo: Hucitec/EdUSP. ‹ https://geografiacriticaecuador.files.wordpress.com/2013/01/santos-por-una-geografc3ada-nueva-completo.pdf ›.

Schuldt, Jürgen. 2013. Civilización del desperdicio. Psicoeconomía del consumidor. Lima: Universidad del Pacífico. ‹ http://repositorio.up.edu.pe/bitstream/handle/11354/956/SchuldtJ%C3%BCrgen2013.pdf?sequence=5&isAllowed=y ›.

Sevilla Pérez, Ana Lucía. 2013. El Ecuador en sus mapas: estado y nación desde una perspectiva espacial. Quito: FLACSO, Sede Ecuador.

Smith, Adam.1987 (1776). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México: Fondo de Cultura Económico.

Wilson, Jahpy, y Manuel Bayón. 2017. La Selva de Elefantes Blancos. Megaproyectos y extractivismos en la Amazonía ecuatoriana. Quito: Abya-Yala.

Zibechi, Raúl. 2018. El siglo del control de las masas, Diario La Jornada, 16 de febrero, México, https://www.jornada.com.mx/2018/02/16/opinion/019a1pol  

 


Este texto, publicado en el libro DEBATES ACTUALES DE LA GEOGRAFÍA LATINOAMERICANA, publicado por AGEC – PUCE – IGM – GIZ (2019), se inspira, en gran medida, en las notas utilizadas en la conferencia magistral con la que inauguré el XVII Congreso de Geógrafos de América Latina, el día 9 de abril del 2019. Este texto sintetiza varias reflexiones del autor que viene trabajando sobre la materia desde hace varias décadas. Basta recordar el libro Acosta, Alberto; El Buen Vivir Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos, ICARIA, (2013), a partir de una edición preliminar en Abya-Yala Ecuador (2012). (Este libro ha sido editado en ediciones revisadas y ampliadas continuamente, en francés – Utopia 2014, en alemán – Oekom Verlag 2015, en portugués – Editorial Autonomia Literária y Editorial Elefante 2016, en holandés – Uitgeverij Ten Have 2018).

El autor es Economista ecuatoriano. Profesor universitario; sobre todo catedrático de “teorías del desarrollo” en varias universidades del Ecuador y del exterior. Ministro de Energía y Minas (2007), presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008), candidato a la Presidencia de la República (2012-2013). Compañero de luchas de los movimientos sociales dentro y fuera de su país.

Notas:

[3] La novela histórica de Nicolás Cuvi (2012) nos ofrece una forma amena e informativa de aproximación a este viaje.

[4] Para comprender la importancia de los mapas en la historia de Ecuador recomiendo el libro de Ana Sevilla Pérez (2013), El Ecuador en sus mapas: estado y nación desde una perspectiva espacial.

[5] Consultar en https://www.theguardian.com/business/2018/jan/25/george-soros-facebook-and-google-are-a-menace-to-society?utm_source=esp&utm_medium=Email&utm_campaign=GU+Today+main+NEW+H+categories&utm_term=261824&subid=18666060&CMP=EMCNEWEML6619I2

[6] “ El amor al dinero como posesión – a diferencia del amor al dinero como medio para los goces y realidades de la vida – será reconocido por lo que es, una morbosidad más bien repugnante, una de esas propensiones semi-criminales, semi-patológicas de las que se encarga con estremecimiento a los especialistas en enfermedades mentales” (Keynes 1930).

[7] “La inversión y confusión de todas las cualidades humanas y naturales, la conjugación de las imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad” (Marx 1844).

[8] Más allá de las opiniones de los negacionistas del cambio climático, el hecho de que la actividad humana está provocando el reciente calentamiento global es aceptado por la gran mayoría de la comunidad científica.

 

Fuente:  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=265227&titular=la-geograf%EDa-como-verbo-no-como-sustantivo-

Imagen: https://pixabay.com/photos/globes-spheres-maps-ball-world-1246245/

Comparte este contenido:
Page 807 of 2667
1 805 806 807 808 809 2.667