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Entrevista a Ferran Puig Vilar: “Desde la Ilustración, hemos creído que siempre más es mejor, que todo está en la razón”

Por: Juan Bordera 

La gota que desborda el vaso. La última vez que el hacha golpea el árbol antes de caer. El último barril rentable de extraer en un pozo de petróleo. Hay tantos ejemplos de Tipping points (TP) como se quieran buscar. Son puntos de vuelco, de no retorno, y están de moda. Aunque menos de lo que debieran.

Múltiples informes llevan tiempo indicando que había que prestar atención a los que afectan a subsistemas climáticos como el Amazonas, el hielo de Groenlandia o el permafrost. Hace ya más de 20 años empezaron a provocar debates. Desde entonces, se han escrito miles de páginas describiendo sus interrelaciones, alertando del desastre venidero. Como en este paper en Nature de figuras clave en la ciencia climática, o este artículo de National Geographic. Sin embargo, y pese a la gravedad del asunto, el silencio mediático sigue siendo atronador. Incluso aún se oyen algunos berridos negacionistas en prime time.

En nuestro país, creo que no ha habido un trabajo de divulgación más valiente, desinteresado y completo, que el que lleva haciendo durante más de una década –por amor al arte y sobre todo al Ártico– el ingeniero y periodista Ferran Puig Vilar, que ahora está publicando información sobre el estado de esos puntos clave en su prestigioso blog, que fue reconocido con un premio entregado por la actual ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.

¿Qué es un tipping point climático? 

Es un punto de vuelco, de inflexión en el equilibrio de un elemento o subsistema significativo (permafrost, Amazonas, corriente termohalina, Groenlandia) cuyo rebasamiento lo desestabiliza y genera un cambio de fase, llevando al sistema a un nuevo estado que puede –o no– ser de equilibrio. Hay 15 especificados y 9 de ellos están en fase de degradación o ya sobrepasados. Entre ellos se interrelacionan provocando cascadas de efectos.

¿Cuál es el estado de esos TP y cómo se relacionan?

Groenlandia está asumido que se va a fundir por completo. Ya no nieva tanto como se está deshelando. La Antártida occidental, con toda probabilidad, también. Entre esos dos, el nivel del mar ya subiría 10 metros. Pero, claro, si sólo fuera eso. Resulta que al verter el deshielo grandes cantidades de agua dulce  –por ejemplo en las costas de Groenlandia– esto afecta a las corrientes por factores de salinidad, densidad y temperatura. La corriente termohalina, ya ralentizándose mucho, incluso podría llegar a detenerse, acentuando los inviernos fríos en el norte. Además, como todo está conectado, la corriente termohalina influye también en el Pacífico, en los fenómenos de El Niño-Super Niño amplificándolos y haciéndolos más frecuentes. Estos eventos tienen asociados sequías –y por tanto megaincendios– en el Amazonas. Eso aumenta la deforestación acercando al propio Amazonas a su punto de no retorno, en el que se irá convirtiendo en sabana. Todo ello aumenta las emisiones de carbono, con lo cual el ciclo de realimentaciones se autorrefuerza.

Y aún nos quedaría hablar, entre otros, del enorme problema del permafrost –esa bomba de relojería–. Hasta ahora se decía que sus emisiones no eran netas por el efecto limitado de fertilización del carbono –tan cacareado por la industria de los combustibles–. Eso ya ha cambiado. Hay un modelo reciente, desarrollado por gente de mucho prestigio como Jørgen Randers –uno de los firmantes del crucial informe a los límites del crecimiento de 1972 que tanto acertó–. Su modelo muestra que el permafrost se fundiría aunque mañana cesaran las emisiones. Es decir, muy probablemente, tipping point superado.

¿Podríamos decir que son como los órganos de un cuerpo, es decir, si falla el hígado, el riñón, el resto de órganos, obviamente van a sufrir? 

Está bien visto, efectivamente. Se influyen mutuamente y dependen unos de otros. Y siguiendo con esa metáfora, ahora tenemos que dejar de ser los patógenos que degradan esos subsistemas u órganos de la Tierra y ser más bien glóbulos blancos, el sistema inmunitario. Regenerarlos, en la medida de lo posible. Dejar de degradar y comenzar a reparar. Y esperar que no sea demasiado tarde para evitar la cascada sistémica que supondría haber rebasado el punto de no retorno global, que nos llevaría a la Tierra Invernadero anticipada por algunos de los mejores científicos vivos que tenemos.

¿Hay relación directa entre la degradación de los TP y el aumento de los fenómenos extremos tipo Filomenas, DANAs, etc.? 

Si vas buscando la causa encuentras obviamente el aumento del CO2 y el aumento de la temperatura en todos esos fenómenos, es una causa indirecta. Las Filomenas se dan con más frecuencia por una debilidad de la corriente en chorro o Jet Stream que pierde su adherencia al polo norte y esto provoca que se desestabilice el patrón de temperaturas y fenómenos habituales también más al sur.

Peor de lo esperado. Así ha definido una tendencia: que las previsiones científicas suelen pecar de conservadoras y son revisadas habitualmente a peor. Como ha ocurrido en el caso de los TP, que se pensaba que no se verían comprometidos hasta llegar a los 5º, luego a los 3º, a los 1’5º… ¿Por qué ocurre esto?

Están los factores inevitables, la ciencia no solo es un método, es un proceso, y a veces hay tanto debate, que se obvia el problema hasta que no haya una conclusión más consensuada. Por eso las opiniones más extremas no suelen considerarse. Empujar el conocimiento científico hacia adelante tiene riesgos; por ejemplo, si la ciencia fuese más atrevida, el negacionismo organizado aprovecharía para seguir retrasando el avance. Todo esto ayuda a que se den otros factores de autocensura que podrían ser más evitables. Y que ocurren también porque a según qué posiciones, muy contrarias a la “lógica” del sistema, no les renovarían los fondos de investigación si dicen cosas demasiado catastrofistas o revolucionarias. Es complicado, ellos mismos se preguntan si están fallándonos comunicativamente al resto.
El sexto informe del IPCC es en 2021. Con semejante panorama ¿qué esperas?

De momento tenían que sacarlo en abril y lo han alargado hasta junio. Tienen un marrón. Los sucesivos informes han ido empeorando las previsiones gradualmente, pero ahora los cambios son muy sustantivos. La diferencia será más grande y más difícil de justificar. Hasta ahora los Acuerdos de París y demás se han basado en el informe de 2013, así que la actualización es importante.

Entremos en el tema de la biodiversidad y su relación con las pandemias, ¿esto evidencia que no es un problema simplemente de “emisiones” sino de un sistema que presiona excesivamente a los ecosistemas que lo sostienen? 

Sí, hablar de “biodiversidad” es el eufemismo para hablar del extraordinario ritmo de extinción de especies. La invasión del espacio natural por parte de la especie humana no puede tener otra consecuencia que la invasión de algunos aspectos no deseados –patógenos, pandemias, mosquitos transmisores, especies invasoras– del mundo natural en los hábitats de la especie humana.

Hay valores que cuando uno los observa se estremece: En los últimos 50 años según el “Living Planet Report” de 2020 hemos liquidado nada menos que el 68% de todos los individuos vertebrados del mundo: mamíferos, pájaros, peces, anfibios y reptiles. Una masacre gigantesca en solo en 50 años. Y esta heroicidad del progreso mal entendido sí se podría detener mañana. Tenemos que reaprender nuestra relación con la Tierra, salir del dualismo y el mecanicismo.

Y esto evidencia que ni la geoingeniería ni los proyectos de secuestro y captura de carbono (BEECS) son soluciones. Acaso, quizá, ojalá, para una parte del problema, pero el problema es más amplio y cultural.

Sí, y no hemos hablado de los océanos, que también tienen su tipping point. Cada vez más acidificados, llenos de microplásticos que acaban en nuestros estómagos. Hay que ir entendiendo que la tecnología, y la producción tal y como las entendemos, lejos de ser la solución, son el problema. Desde la Ilustración, nos hemos ido creyendo que siempre más es mejor, que todo está en la razón. Y eso no es cierto. Quizá habría que recuperar lo que el romanticismo reabrió y cerró a la vez, un romanticismo 2.0 cuya óptica no sea sólo la del hombre occidental. Se me ocurren por ejemplo, las ideas de la filósofa Marina Garcés.

La geoingeniería espero que se evite, sería el último estertor, la última arrogancia: creer que se puede dominar el conjunto del planeta. Es una ilusión de control. La cantidad de peligros, efectos no deseados que tienen es tal –estoy pensando en los sistemas de gestión de la radiación solar–, que mejor ni intentarlo. No estoy en contra de que se estudie, pero las soluciones no van por ahí.

En cuanto al secuestro de carbono, habría que retirar tanto –volver a entre 300 y 350 partes por millón de CO2– para estabilizar el clima, que de momento es una quimera absoluta, pretender enterrar mágicamente nuestros residuos es nuestra forma de esconder el problema debajo de la alfombra. Y de momento, los acuerdos de París y demás, se basan en esto. No tiene sentido.

Y además está el problema energético. Wil Steffen, uno de los científicos más eminentes que tenemos, firmó y promovió un manifiesto que dice que el colapso es ahora mismo el resultado más probable para nuestra civilización.

Sí, algunos consideramos que estamos en esa fase –puede ya que de primeras etapas de colapso– en la cual los problemas no se pueden solucionar como se han solucionado hasta ahora, añadiendo complejidad. Si la energía neta no crece, la complejidad existente irá disminuyendo, queramos o no. Las organizaciones internacionales, que se supone saben de todo esto, están tan atadas al sistema actual, que tienen el “desarrollo” en su ADN. Entienden el “desarrollo” como crecimiento. Cambiar este chip es imprescindible, pero complicado.

¿Y qué propondría? 

Pues mi opción es ir generando comunidades adaptadas, resilientes, en los intersticios del sistema, al problema que se avecina. Al mismo tiempo que no se niega la posibilidad de la transformación política y sistémica –que no parece fácil– ni tampoco seguir dando la batalla cultural –que ya no llega a tiempo-. Todas las vías suman.

Lo que debería hacer el poder político es asegurar la supervivencia de todos, no la riqueza de algunos. Aunque, eso sí, el miedo tiene mucho peligro. Hay que estar atento al uso del miedo como herramienta de control.

Teresa Ribera, la actual ministra de Transición ecológica, fue la que le entregó el premio a la labor divulgativa de su blog ¿Qué le pediría? ¿Activar ya la Asamblea climática para tratar de acelerar el lento proceso del cambio político?

Yo no querría estar en su piel. Todo esto que hemos hablado, ella lo sabe. Es importante tener en el gobierno a alguien que, al menos, lo sepa. Tengo aprecio por ella. Le diría que, pese a que hace lo que puede, y que enfrente tiene verdaderos mastodontes –organizaciones, multinacionales, lobbies– y que su margen de actuación es limitado, apriete y dé juego.

Las asambleas, no sólo la climática, también una energética, debidamente asesorada por expertos valientes, como por ejemplo, Antonio Turiel, nos ayudarían a prepararnos mejor para lo que ha de venir.

Bueno, hasta ahora no ha habido apenas acción, precisamente, quizá, por un exceso de tibieza, de moderación. Lo que sabemos es que no infundir miedo no funciona. Mira por ejemplo la ley de cambio climático, no son más que patadas hacia los lados en el espacio, externalizando el problema hacia otros países, y patadas hacia adelante en el tiempo, cargando adicionalmente sobre los años venideros. Parece que se hace algo pero no resuelven climáticamente nada significativo. Lo que debería hacer el poder político es asegurar la supervivencia de todos, no la riqueza de algunos. Aunque, eso sí, el miedo tiene mucho peligro. Hay que estar atento al uso del miedo como herramienta de control.

Pese a todo lo antes descrito, Timothy Lenton, uno de los grandes divulgadores de esta materia, está hablando ahora de TP positivos, refiriéndose a los parámetros sociales de difusión y avances tecnológicos que pueden ayudar a acelerar la reacción a tiempo al menos de salvar lo máximo que podamos. ¿Qué opina? 

Que es como cuando un editor le dice al que escribe, “oye, tienes que acabar bien”. El libro no puede acabar mal, un punto de esperanza. Todo el mundo es libre de opinar. Puede producirse, entre las asambleas climáticas, quién sabe. Ahora la gente cada vez es más consciente. Antes te tomaban por loco. Ya no se niega que el clima va a mucho peor, si acaso se aparta, para poder seguir con la inercia, pero podría darse un punto de vuelco positivo. Concienciarse sobre estos temas genera muchos momentos dolorosos, pero también genera mucha felicidad, es profundamente transformador saber que estás activo, y en el lado correcto de la historia.

Fuente e imagen: https://ctxt.es/es/20210401/Politica/35626/Ferran-Puig-Vilar-entrevista-tipping-points-cambio-climatico-permafrost-biodiversidad-Juan-Bordera.htm

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Entrevista a Rafael Díaz-Salazar: Pensar la emancipación hoy

Por: Salvador López Arnal/ El Viejo Topo 

Rafael Díaz-Salazar es profesor de Sociología y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense. Entre todas sus obras cabe mencionar: El proyecto de Gramsci, ¿Todavía la clase obrera?La izquierda y el cristianismoDesigualdades internacionales y España laica. Centramos nuestra conversación en su reciente edición del libro de Francisco Fernández Buey: Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador (Madrid, Trotta, 2021).

Mi enhorabuena por la edición de este nuevo libro de Francisco Fernández Buey. ¿Nos explicas sucintamente su contenido?

Es un conjunto de ensayos y largas entrevistas en los que expone su pensamiento emancipador centrado en dos cuestiones que él relaciona: la izquierda alternativa y un tipo de cristianismo heterodoxo. Consideraba que lo más prioritario era realizar un trabajo prepolítico y, por esta razón, esa izquierda necesitaba enraizarse en un conjunto de culturas de liberación, entre las que incluía el cristianismo liberador y la acción de millones de personas que en todo el mundo desarrollan luchas sociales inspirándose en él.

Nuestro autor se dedicó a la filosofía de la ciencia y a la filosofía moral y política. Era ateo y tuvo un fuerte compromiso comunista, pero ello no le impedía interesarse por las aportaciones provenientes del mundo cristiano emancipador. Pensaba que era necesario ir más allá de las teorías sobre la religión de Marx y de Freud e incorporar el pensamiento de Albert Einstein sobre la religiosidad.

Formalmente el libro se estructura en tres partes: cristianismo emancipador, cristianos comprometidos en la emancipación de los empobrecidos (Bartolomé de Las Casas, Simone Weil y José María Valverde) y construcción de una izquierda alternativa. Desde esta última parte hay que comprender las dos primeras.

Considero que esta obra constituye una valiosa aportación para pensar la emancipación, hoy. También contiene luminosas pistas para saber construirla.

En tu Introducción, titulada ”Un intelectual gramsciano abierto al cristianismo emancipador”, hablas de empirismo herético. ¿Qué tipo de empirismo es ese?

Procede del título de un libro de Pasolini. Él lo utiliza para afirmar que hay que dar prioridad a las prácticas emancipadoras y desde ellas ser críticos con las ortodoxias de cualquier ideología u organización.

¿De dónde proviene y cómo se ha desarrollado tu interés por la obra de Francisco Fernández Buey?

Desde que en 1979 conocí sus Ensayos sobre Gramsci, he ido leyendo todos sus libros y la mayoría de sus artículos. Lo conocí personalmente en los primeros años de la década de los ochenta. Nos relacionamos desde que empecé a escribir El proyecto de Gramsci hasta su muerte. Considero que su forma de ser y estar en el mundo era tan interesante como su obra. Admiro su talante moral, su profundidad intelectual, su compromiso político con “los de abajo” y su gran bondad.

Te pregunto por el título del libro: ¿cómo debemos entender aquí el concepto “izquierda alternativa”?

Una izquierda roja, verde y violeta superadora de las corrientes surgidas de la II y la III Internacional. Un nuevo encuentro entre lo mejor que queda del anarquismo, del comunismo y del socialismo con las nuevas aportaciones provenientes del ecologismo, el feminismo, el pacifismo y el cristianismo emancipador.

¿Y cómo debemos entender el concepto de “cristianismo emancipador”?

Debemos retrotaernos al libro de Engels, La guerra campesina en Alemania y a tres obras de Ernst Bloch: El principio EsperanzaAteísmo en el cristianismo y  Thomas Müntzer, teólogo de la revolución. Ellos desarrollaron una dimensión de la teoría marxista: la religión como forma de protesta contra la miseria real. Fernández Buey constata el resurgir de lo que Bloch llamaba el “hilo rojo” de cierta tradición judía y cristiana. Considera que ese hilo rojo religioso y otros hilos rojos laicos están trenzando procesos liberadores en todo el mundo. El cristianismo emancipador está traduciendo la fraternidad evangélica y el comunismo de bienes de los primeros cristianos, reconocido por Rosa Luxemburg y por el primer Kautsky, en luchas sociales contra la causas del empobrecimiento. Se ha establecido un vínculo entre religiosidad de liberación y cambio social desde una perspectiva anticapitalista. Michael Löwy, un marxista trotskista y el principal intelectual del ecosocialismo, ha dedicado decenios a analizar este tipo de religiosidad revolucionaria. En Cristianismo de liberación. Perspectivas marxistas y ecosocialistas, publicado por El Viejo Topo, podemos encontrar un análisis profundo de este tipo de cristianismo que tanto le interesaba a Fernández Buey, tal como se constata en el libro objeto de esta entrevista.

Una de las tres citas de Paco Fernández Buey con las que abres el libro dice así: “Algunos tuvimos que entender el otro cristianismo para seguir siendo comunistas”. ¿A qué otro cristianismo hace aquí referencia? ¿No resulta extraño en un pensador ateo como fue él?

Al cristianismo emancipador. No es extraño para quien practicaba el empirismo herético. Ateísmos como cristianismos, marxismos y comunismos hay muchos y no todos son iguales. Su ateísmo era peculiar, muy cercano al de Bloch y en las antípodas del ateísmo imperante en la URSS y en diversas corrientes del marxismo cientificista que rechazaba radicalmente. Era, utilizando el subtítulo de La ilusión del método, un “ateísmo bien temperado”. La cita sintetiza la correlación histórica que establece entre el surgimiento de ambas tradiciones de emancipación, su degeneración, su fracaso y la posibilidad de volver a avivar las brasas liberadoras del cristianismo y del comunismo originarios.

En la introducción citas un texto del libro de Bloch, acabas de hablar de él, Ateísmo en el cristianismo. Es esta: “Pensar es sobrepasar. Lo mejor de la religión es que produce herejes. Solo un ateo puede ser un buen cristiano”. Afirmas que nuestro maestro y amigo se sitúa en esa corriente marxista. ¿Qué corriente es esa? ¿Qué la singulariza?

Conviene recordar la frase con la que termina Bloch este párrafo: “Sólo un buen cristiano puede ser un buen ateo”. Fernández Buey, dentro de las diversas corrientes plurales y antagónicas en las que se dividió y sigue dividido el marxismo, es gramsciano. Gramsci fue otro empirista herético. Por eso, su obra fue perseguida y prohibida en la URSS, en otros países comunistas del Este de Europa y en Cuba. Manuel Sacristán mostró que había hecho una lectura no del todo correcta de la obra de Marx. Gramsci fue un hereje.

Esta digresión es necesaria para responder a la pregunta. Tanto Fernández Buey como Sacristán descubrieron que hay aspectos profundos de la vida humana sobre los que el marxismo ni decía, ni tenía nada que decir. Era un vacío sin significado. Bloch fue el primero que captó esta realidad y, por ello, sin dejar de ser ateo y marxista, sondeó e indagó en ciertas corrientes “rojas” del judaísmo y del cristianismo. ¿En busca de qué?. De las fuentes de la esperanza. Hoy hablamos de pesimismo con esperanza o de esperanza sin optimismo. Fernández Buey enlaza con este tipo de marxismo de Bloch complementario con el de Gramsci. Uno de los aspectos más interesantes del pensamiento de Fernández de Buey y de Sacristán es que nos obligan a hablar de los marxismos, a descubrir su pluralismo, pero también sus antagonismos.

Tengo entendido que ahora en Cuba Gramsci no está censurado. De hecho, hay muchos intelectuales cubanos interesados en su obra. ¿Es así?

Ahora sí. Gramsci es la principal referencia para los comunistas cubanos más inteligentes y para académicos marxistas. No ha sido así durante la mayor parte del tiempo que transcurre entre le triunfo de la Revolución y la desaparición de la URSS. Los dirigentes y cuadros del PCC, así como los profesores y universitarios cubanos, se formaron con los manuales de pensamiento marxista-leninista publicados en la URSS. Me consta, porque he estado con ellos en diversos encuentros y seminarios, que los sectores más lúcidos del PCC saben que el pensamiento de Gramsci es el que más les puede orientar.

La segunda sección del libro lleva por título: “Sobre cristianos comprometidos con la liberación de los empobrecidos: Bartolomé de Las Casas, Simone Weil y José María Valverde”. ¿Qué le atrajo especialmente de la figura del primero?

Joaquim Sempere afirmó en el monográfico de mientras tanto dedicado a Francisco Fernández Buey que su obra sobre Las Casas, titulada La gran perturbación. Discurso del indio metropolitano es “el libro más ambicioso y sólido de los que publicó”. Me alegra que El Viejo Topo lo vaya a reeditar. Llama la atención que un pensador marxista dedicara tantos años al estudio de la obra y la vida de aquel fraile dominico. Una prueba más del sentido que le daba a ser un “comunista laico”. De Las Casas le atraía su activismo en defensa de los indios americanos, su denuncia de la explotación que llevaban a cabo los españoles, su capacidad de ser un “indio metropolitano”; es decir, su valentía para defender desde aquí a los de allí, dando prioridad a sus derechos frente a los intereses del Imperio español. También valoraba mucho su pensamiento, su capacidad dialéctica, el ser un “intelectual orgánico” al servicio de aquellas poblaciones esclavizadas. Es sumamente valiosa la comparación que hace entre su obra y la de destacados filósofos ilustrados como Voltaire, Diderot, Rousseau que no fueron capaces de afrontar como un asunto central la situación en que vivían las personas en las llamadas colonias. Como bien dice, “el gran siglo de las Luces es el siglo de la esclavitud”. Estos filósofos no tuvieron “luces” para ver la miseria más allá de sus fronteras, ni para denunciarla. Ilustrados, pero ciegos ante la humanidad sufriente. No así, Las Casas. Por eso, cuando Fernández Buey inicia sus obras sobre el choque cultural y las migraciones, sobre la barbarie de los nuestros en estos tiempos, vuelve sus ojos a Bartolomé de Las Casas y encuentra en él un fundamento para pensar la interculturalidad y la conciencia de una única e igual humanidad. También lo conecta con el nuevo indigenismo latinoamericano.

¿Qué destacarías de su aproximación a Simone Weil?

En una de las extensas entrevistas incluidas en el libro afirma, refiriéndose a Gramsci y a Weil, que “de todos los personajes del siglo XX que he leído con pasión, son los que más me han impresionado”. Ella era todo lo que él deseaba ser, salvo en una cuestión. Weil vinculaba el interés por la ciencia, el compromiso directo con los trabajadores explotados, la vocación filosófica, el librepensamiento radical, el hacer como la mejor forma de decir, el libertarismo y el internacionalismo. Fernández Buey le dio muchísima importancia a las reflexiones de Weil sobre la desgracia y la desdicha humana. Estas son fruto de su experiencia como obrera en una fábrica, decisión por la que tuvo que abandonar su trabajo como profesora de Filosofía. A través del contacto directo con los obreros dentro y fuera de la fábrica descubrió una condición más extrema que la de la explotación. Por eso, Fernández Buey utilizaba tanto el término “los de abajo”, inspirándose en ella. Simone Weil se convirtió siendo adulta a Cristo y tuvo una vida mística y revolucionaria a la vez. Nunca se bautizó. Fue una cristiana sin Iglesia. En ese proceso, no la imitó, pero tuvo interés por su vida mística, del mismo modo que Manuel Sacristán por la de Weil y la de Juan de la Cruz y Julio Anguita por la de Teresa de Ávila.

La diferencia  a la que aludes es entonces la vida mística de Weil. ¿Es eso?

Sí. Fernández Buey apreciaba esa mística por su conexión con su vida de revolucionaria, pero él no tuvo ninguna aproximación personal a la mística. Manuel Sacristán, por lo que explico en la Introducción y por la correspondencia con Josep María Castellet citada allí, sí estuvo más cercano a esa vida durante una etapa de su existencia. Llegó a escribir sobre Teología de la mística en Laye.

¿Y qué representó José María Valverde en su trayectoria?

En uno de los textos lo declara “compañero del alma”. Después de Sacristán, fue su mejor maestro. Con él hizo la tesis doctoral. Le descubrió dimensiones del pensamiento que no son marxistas, pero que son muy valiosas. En este sentido, creo que le ayudó a no encerrarse en un único ideario. Fernández Buey es considerado como un intelectual marxista y gramsciano. Ahora bien, en modo alguno es solo eso. La mayoría de sus libros no versan sobre el marxismo. Basta con leer su Poliética para constatar la variedad de autores que fueron decisivos para él. Bastantes no son marxistas. Llegó un momento en que Valverde se hizo comunista desde su cristianismo en tiempos en que quedaban pocas personas de esta “subespecie”, como decía Fernández Buey. Este hecho les vinculó todavía más de lo que estaban. Uno de los capítulos más interesantes del libro es un texto inédito en el que, dialogando con Valverde, aborda el tema de cómo hacerse prójimos con los lejanos, la parte de la humanidad sufriente que no habita en Occidente.

La mayoría de sus libros no versan sobre el marxismo, dices. Sin embargo, son muchos los que directa o indirectamente están escritos desde esa perspectiva. Desde el Lenin hasta Por una universidad democrática, pasando por Leyendo a Gamsci, Marx (sin ismos), Utopía e ilusiones naturales o Ni tribunos. ¿No lo ves así?

Él decía que era un “comunista libertario y ecologista”.  Es evidente que la obra de Marx y la de Gramsci constituyen el centro de la mayor parte de su pensamiento. Lo único que he querido destacar y darle relevancia es que él cultivó otro tipo de obras y autores que no son marxistas. En Utopías e ilusiones naturales, la mayor parte de los autores que analiza no tienen nada que ver con Marx. Lo mismo podemos decir de sus libros sobre Las Casas o Einstein, sus ensayos sobre Simone Weil, sus libros sobre la barbarie, gran parte de los autores analizados en Poliética, la Guía para la globalización alternativa, etc. Fernández Buey fue sustancialmente marxiano y gramsciano, pero no sólo eso. También bebió de otras fuentes.

Citas en tu introducción unas palabras de Juan Goytisolo: “una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar”. ¿Las aplicas a la obra de Fernández Buey?

Sí. Por eso, es tan importante seguir editando sus escritos. Es un maestro esencial para el presente y el futuro. Es necesario que sean conocidos por los jóvenes.

En varios de los capítulos Fernández Buey habla de la ‘corriente laica del comunismo’. ¿Qué caracterizaría a esa corriente laica comunista?

Tiene que ver con su concepción de “izquierda no ideológica”; es decir, no determinada, ni encerrada en una cosmovisión del mundo que impida reconocer los propios límites y abrirse a diversas culturas distintas de la propia.

Él tiene una idea de la laicidad como diálogo entre diversas tradiciones emancipadoras. En la introducción presento la categoría de “laicismo hacia dentro” de cada visión del mundo, filosofía, ideología, cultura, moral y  religión. Es una forma de reconocer las carencias existentes dentro de ellas y buscar el diálogo con otras con el deseo de un aprendizaje mutuo para el quehacer común de la emancipación.

Otro capítulo del libro se titula “La influencia del pensamiento marxista en los militantes cristianos durante la dictadura franquista”. ¿Cuál fue la influencia del pensamiento cristiano emancipador en su concepción del marxismo?

Contribuyó a reforzar su idea de comunismo laico y su concepción del marxismo como praxeología racional alejada de ideologismos abstractos. También le influyó en su búsqueda de la esperanza, en una nueva atención a la utopía y en la incorporación de “las razones del corazón” a su “racionalismo bien temperado”. Valoraba mucho a los cristianos de base por su acercamiento directo a los más empobrecidos, sus prácticas internacionalistas y su presencia en el “ecologismos de los pobres”.

¿Y qué es eso de la praxeología racional?

En los debates y críticas que Fernández Buey y Sacristán desarrollaron con diversos marxismos, ellos siempre destacaron que concebían el pensamiento de Marx como una praxeología racional; es decir, como la búsqueda de dar el máximo de consistencia teórica (económica, política, científica, histórica) a la praxis comunista. Rechazaron los marxismos cosmovisionales, ontológicos, estructuralistas, cientificistas. Fernández Buey criticó con mucha fuerza a Althusser, a Gustavo Bueno, a Della Volpe, a Colletti; entre otros. Esa idea del marxismo como praxeología racional es una clave fundamental para entender que para ambos el ser comunista era lo esencial y el ser marxista algo secundario.

En el capítulo “Ciencia y religión”, Paco sostiene que conviene conservar el “saber sapiencial” de las religiones no solo por razones histórico-culturales, sino por una razón más decisiva y actual: “las ciencias, lo que llamamos ciencias humanas o ciencias sociales no han avanzado lo suficiente como para que se pueda afirmar sin duda que nuestro conocimiento es definitivamente mejor que el sapiencial para la vida práctica de los humanos.” ¿Qué caracteriza ese saber sapiencial? ¿Podría llegar un día en que el avance de las ciencias sociales o humanas lo hiciera anticuado y obsoleto?

Las ciencias son importantísimas y las sabidurías son imprescindibles para una vida con sentido profundo. Estas configuran visiones sobre la vida buena, la esperanza, la muerte, la armonía con la naturaleza, el cultivo de la interioridad humana, la dinámica de la historia y del cosmos. Las culturas ancestrales, las religiones, las filosofías no fragmentarias, las literaturas, las artes son las que conforman las sabidurías. Apreciaba mucho las sabidurías ecológicas. Ninguna ciencia podrá sustituir a las sabidurías, pero no son antagónicas. Recordemos el subtítulo de su obra Para la tercera cultura. Ensayos sobre ciencias y humanidades. Desde esta perspectiva, le interesaba el tema de las relaciones entre ciencia y religión. Defendía la enseñanza laica de las religiones en la escuela pública por razones culturales.

Transitando por el mismo sendero que Sacristán, Fernández Buey señala que el diálogo cristiano-marxista debía ser más un diálogo práctico que un diálogo teórico. ¿Por qué afirmaba esto?

Destacaba las insuficiencias de un diálogo entre intelectuales en torno a marxismos y cristianismos cosmovisionales o metafísicos. El diálogo práctico sobre el qué hacer y el aprendizaje mutuo de las respectivas culturas morales era su prioridad. Él también reclamaba espacios de diálogo teórico y este libro es buena prueba de ello.

En el capítulo de la entrevista con Jaume Botey, sorprende esta afirmación: “La primera cosa que quería decir es que a mí lo de considerarme marxista o no, siempre me ha parecido una cosa secundaria. Aunque pueda parecer otra cosa desde fuera, no es mi asunto”. ¿No fue su asunto cuando dedicó años, décadas de trabajo, estudio y difusión de la obra de Marx? ¿Qué estaba queriendo decir con ese comentario?

Mucho antes que él, dijo lo mismo Manuel Sacristán en los primeros años de la década de los sesenta. Javier Pradera lo recuerda en Integral Sacristán. Consideran que el comunismo es lo esencial y la obra de Marx es algo secundario. Piensan que tiene un valor especial por ser la contribución más profunda para pensar el comunismo. Ahora bien, el fin es la construcción de éste y el pensamiento de Marx es un medio, no el único. Consideraban que en el siglo XXI había que caminar críticamente con Marx, pero ir más allá de él. Por eso, también buscaron en otras corrientes emancipadoras no marxistas aportaciones para construir una sociedad alternativa a la capitalista.

Fernández Buey se opuso al marxismo como ortodoxia. Recordaba que la obra de Marx quedó inconclusa y este no la dejó como un sistema cerrado. Posteriormente, fueron otros los que crearon “el marxismo” como doctrina y desde la URSS se difundió como dogmática. La historia demuestra que lo que realmente han existido son “los marxismos”. Este contexto explica que escribiera Marx (sin ismos). Para él, lo verdaderamente importante no es ser más o menos fiel a una u otra lectura de Marx, sino la construcción de una sociedad comunista radicalmente diferente a la implantada en la URSS y en otros países. Esto explica su propuesta de formular un nuevo ideario comunista y aportarlo como uno de los elementos importantes para una izquierda alternativa que tiene diversos fundamentos culturales emancipadores; entre ellos, el tipo de cristianismo sobre el que reflexiona en este libro publicado por Trotta.

En otra entrevista, realizada por Miguel Jiménez, afirma que se podía “ser materialista en el plano de la ontología y al mismo tiempo idealista moral”. ¿Se puede ser, al mismo tiempo y sin contradicción, materialista (ónticamente hablando) e idealista (poliéticamente)?

Más allá de la literalidad de la frase, él daba mucha relevancia a tener ideales morales fuertes que no estuvieran desconectados de la realidad material en la que vivían “los de abajo”. Esos ideales y un conjunto de “utopías concretas”, por utilizar el lenguaje de Bloch, eran las brújulas que debían guiar a la izquierda alternativa. En varios capítulos de este libro reflexiona sobre esta temática. Más difícil es entender lo que afirma sobre “materialista en el plano de la ontología”. En modo alguno se situaba en la concepción de la ontología materialista propugnada por el filósofo marxista Gustavo Bueno. Me parece que el sentido de su afirmación es que la dimensión material de la vida humana y social es esencial para una comprehensión integral del ser y que ésta es compatible con ideales morales emancipadores.

Tal vez no en la propugnada por Gustavo Bueno pero sí en el materialismo inspirado por los clásicos de la tradición marxista (incluyendo a Brecht entre ellos, por ejemplo). ¿No te parece?

Totalmente de acuerdo. Ahora bien, no todas las concepciones de materialismo son idénticas en los marxismos. Es muy esclarecedor el texto de Sacristán, Materialismo. Se encuentra en el vol. 2 de Panfletos y materiales.

Incluyes en el libro una carta que te escribió el 20 de mayo de 1990. Te cito un pasaje: “si no se deshace uno de los viejos mitos con cuidado y profundo cariño, se corre el riesgo de que los nuevos mitos sean peores”. ¿A qué se estaba refiriendo? ¿Qué eran esos nuevos-viejos mitos?

Este párrafo se incluye en el contexto de los debates en el Congreso del PCI en el que la mayoría aprobó acabar con este partido y fundar el Partido Democrático de la Izquierda. El viejo mito era la construcción de una sociedad comunista y el nuevo la creencia en una democracia avanzada como solución a los problemas sociales. En definitiva, una vuelta a la socialdemocracia, aunque entonces no se formulara así. Él siempre considero que había que ser mucho más que socialdemócratas, que entre capitalismo y democracia había antagonismos muy fuertes y que el horizonte tenía que ser el de una sociedad y una civilización postcapitalista. Su comunismo ecologista estaba directamente relacionado con la necesidad de superar el capitalismo y eso explica su defensa intempestiva  de ese comunismopara indicar que la socialdemocracia o el capitalismo verde no son el camino para la transición ecosocial que necesitamos.

En otro pasaje de esta carta, todo ella de enorme interés, dice: “Hay una contradicción muy chirriante entre el reconocimiento del mal momento por el que pasa la cultura socialista -en un sentido amplio- y la pretensión de encontrar ahora la alternativa”. Creía en alternativas, prosigue, cuando existen “valores alternativos ampliamente sentido y movimientos reales inmersos en la lucha por la hegemonía”. ¿Cómo pensaba que debían realizarse?

Nunca fue un iluso en política. Sabía que las cosas estaban muy mal y no había que crear espejismos. La construcción de una izquierda alternativa requería algo algo más radical que la creación de una nueva formación política. Como decía Gramsci, después de una derrota hay que empezar por el principio. Por eso, para Fernández Buey lo fundamental era un trabajo prepolítico, una socialización en culturas morales fuertes, un estudio profundo sobre alternativas que fuera mucho más allá de elaboración de programas electorales, un enraizamiento en la realidad de los empobrecidos dentro y fuera de nuestras fronteras, dar prioridad a la hegemonía en la sociedad civil. En definitiva, darle cuerpo a la reforma moral e intelectual propugnada por Gramsci. Por su talante, rechazaba la fabricación de ilusiones sin consistencia. Quienes se las creyeran, no podrían soportar las derrotas constantes que hay que asumir cuando se desea construir otro modelo de sociedad. Por eso, consideraba esencial la búsqueda de las fuentes de la esperanza sin optimismo.

¿Quién ha diseñado la portada? ¿Quién hizo la fotografía? Se emociona uno al verla.

Ignacio Sierra, del equipo editorial de Trotta. La fotografía es magnífica y la hizo Elisa Nuria Cabot.

¿Quieres añadir algo más?

El Viejo Topo fue el hogar intelectual y político en el que Fernández Buey se encontró más a gusto. Agradezco vuestra colaboración para dar a conocer este libro. En la Introducción cito todos sus escritos sobre la izquierda roja, verde y violeta y la reformulación del ideario comunista. Propongo que sean publicados. ¡Creo que conoces a los editores de sus libros póstumos!. Ojalá que esta obra sea llevada a cabo.

Fuente: El Viejo Topo, marzo de 2021.

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Entrevista a Joan-Ramon Laporte catedrático emérito de Farmacología de la UAB: “Las agencias del medicamento son una invención del capitalismo neoliberal de los años noventa”


Por:  Mar Calpena 


Joan-Ramon Laporte (Barcelona, 1948) lleva más de media vida dedicado a estudiar los medicamentos. Cómo se prescriben, vigilan y retiran y, sobre todo, qué efectos tienen. Lo ha hecho desde la docencia, enseñando farmacología en la UAB; desde la sanidad, dirigiendo la unidad sobre el tema del Hospital de la Vall de Hebrón, y desde la investigación, en la Fundació Institut Català de Farmacologia. Pero también lo ha hecho, cuando ha sido necesario, desde los juzgados, enfrentándose a los goliats de la industria del medicamento. Entre el alarmismo de los antivacunas, y los intentos de calmar a la opinión pública de los gobiernos, Laporte ofrece una tercera vía crítica y razonada que tranquiliza, pero que también conmina a vigilar y fiscalizar atentamente lo que está ocurriendo.

¿Qué ha ocurrido con AstraZeneca? ¿Qué errores nos han traído hasta aquí?

No sé si podemos hablar exactamente de “errores”, aunque naturalmente los hay, porque, cuando en una decisión compleja participa tanta gente, los hay necesariamente. Lo que ha ocurrido es que en el curso del uso masivo de la vacuna de AZ ha surgido lo que se llama una “señal de farmacovigilancia”, es decir, un indicio de que esta vacuna muy raramente puede estar produciendo unas trombosis de localizaciones atípicas. El 30 marzo, la EMA explica esto en una  conferencia de prensa, y dice que era raro, y que no tenía claro que pudiera estar causado por la vacuna. En la segunda conferencia de prensa, la del día 7 de este mes, dice que continúan pensando que es raro, pero que sí creen que puede estar causado por la vacuna. En marzo había veintitantos casos notificados como posibles efectos adversos. El día siete teníamos 86, 62 de venas del cerebro y 24 de venas abdominales, y había 40 muertos. El primer día, cuando dijeron que habían encontrado esta señal, lo que se hace habitualmente en farmacovigilancia es confeccionar una tabla muy sencilla en la que en cada línea hay un paciente, con sexo, edad, país, fecha de vacunación, cuándo aparecen los síntomas, patologías previas, antecedentes, medicación y un resumen del cuadro clínico, porque a veces lo que ocurre es que buscando la señal de una medicación en el cuadro puedes ver que tiene relación con otra, y puedes establecer similitudes y diferencias entre casos. A mí me pareció muy extraño que el 30 de marzo no se presentara esta tabla. Una semana después, siguen sin presentarla. En mitad de la rueda de prensa la EMA dice que ha analizado estos 86 casos, pero que en la base de datos de farmacovigilancia de la propia EMA, a cuatro de abril, es decir tres días antes, tenía no 62 sino 169 casos de trombosis en el cerebro, y no 24 sino 53 en el abdomen. Y uno se pregunta, ¿y por qué no os habéis mirado todos estos casos? ¿Acaso no tiene suficiente personal la EMA? Sabiendo como funcionan los sistemas de farmacovigilancia por dentro sé que si hay 220 casos en la base de datos de la EMA significa que habrá más en camino.

Lo cierto es que todo el sistema va con retraso, y hace que no sepamos en la práctica cuántos casos hay a día de hoy

¿Cómo se reportan estos casos?

Imagínate a un médico que está trabajando en un hospital, pongamos que catalán, en urgencias y le llega una persona a la que han vacunado con un cuadro de trombosis rara. Busca cómo notificarlo al Centre de Farmacovigilància de Catalunya, y encuentra un formulario en el que se le piden los detalles clínicos para poderlo evaluar. Allí preguntan todo esto que decía, de manera anónima, qué ha pasado con el paciente, si se le ha dado de alta, ha ingresado, ha muerto… para saber si la reacción ha sido grave o no. Al rellenarlo, probablemente no tiene aún toda la información, de manera que no siempre los casos se notifican de inmediato. Por definición, siempre se da infranotificación. Normalmente se notifican menos de un 5%, por distintas razones: en este caso se ha hablado mucho de estos efectos, pero antes de que se conociera esta señal, igual el médico no ataba cabos y no lo relacionaba con la vacuna, porque no se parece a los efectos atenuados de la covid. A veces, por egoísmo, hay quien se lo guarda para publicar el caso en una revista, que es algo que, en mis treinta o cuarenta años de experiencia en farmacovigilancia, me temo que he visto en varias ocasiones. Hay muchos motivos. Pero si bien es cierto que se notifica poco, también lo es que cuando estas señales se notifican, la tasa de notificación aumenta porque muchos profesionales atan cabos. Por otra parte, hay un retraso, porque me comentaron que, por ejemplo, en el Centre de Farmacovigilància de Catalunya en el primer trimestre del año recibieron tantas notificaciones como en todo 2020.

¿Por qué el retraso y por qué el baile de cifras?

El Centre de Farmacovigilància de Catalunya está seriamente infradotado de personal, sobre todo desde la época de los recortes en la crisis anterior. Y algo parecido ocurre en toda la Unión Europea: se han desmantelado y debilitado los centros regionales que suponen la columna vertebral del sistema, y que ayudan a tener proximidad con el prescriptor del medicamento, porque muchas veces las notificaciones se reciben en forma de pregunta a ellos por parte de los médicos. Cuando llegan los casos hay que mirarlos uno por uno y deben notificarse a la Agencia Española del Medicamento para una base de datos común. Lo cierto es que todo el sistema va con retraso, y hace que no sepamos en la práctica cuántos casos hay a día de hoy. ¿Cambia esto mucho las cosas? Supongo que no. Seguimos hablando de un riesgo muy raro. Por poner una comparación: si vas y vuelves de trabajar cada día del año en coche, 220 días al año, durante 40 años, son 17.600 viajes en coche. Es seguro que en cuarenta años algún accidente tendrás, incluso con heridos, pero no por esto la gente deja de ir en coche. Y estamos hablando de un, dos o tres accidentes en casi 18.000 desplazamientos. Con la vacuna hablamos de uno por cien mil o uno por cincuenta mil, es decir, mucho menos que muchos otros riesgos cotidianos.

¿Era de esperar que surgieran efectos adversos?

Sí, lo era. Yo pronostico que cuanto más pase el tiempo irán surgiendo menos, pero que aún surgirán, o que lo harán con las que ya se administran, o con la de Johnson, o la de Novavax, o la rusa. Eso era previsible, lo que por desgracia no sabemos es cuáles serán estos efectos en concreto. Para eso sirve la farmacovigilancia.

¿Qué cree que pasará con las segundas dosis de AZ?

Se están hablando de varias opciones, desde dar una segunda dosis de otra vacuna hasta dejar a los vacunados con solo una. Los efectos adversos se están viendo después de la primera, pero más importante aún es que una sola dosis sigue dando una protección de un 70, 75%, así que los que han recibido la primera dosis ya han hecho lo más importante.

En varias entrevistas le he oído decir que estamos haciendo un experimento observacional masivo. ¿Le preocupa que los antivacunas saquen esta frase de contexto?

No, no, eso no se les puede negar, es un experimento observacional masivo y de escala global, y quizás a escala regional, nacional y europea hubiéramos debido adoptar mayores precauciones, reforzando el sistema de farmacovigilancia, formando mejor a los profesionales sobre cuándo y cómo notificar, porque a sanitarios que ya están al límite de trabajo no les puedes pedir que notifiquen todo lo que pase. Desatenderían a los pacientes.

¿Entonces es la farmacovigilancia lo que nos tiene que preocupar, más que las vacunas en sí?

¡Desde luego! Hay un problema con la normativa europea de farmacovigilancia. Hay una directiva de 2010, que entró en vigor en 2011, y que va muy ligada al debilitamiento de los centros regionales que comentaba. Para todos los medicamentos, nuevos y viejos, esta farmacovigilancia depende de dos fuentes: la notificación espontánea de efectos adversos, que se hace desde los años sesenta, con la talidomida, y que consiste en que sanitarios y pacientes puedan comunicar reacciones sospechosas, como en el caso de las trombosis de AZ. Es una fuente que permite descubrir cosas, pero no puede cuantificar riesgos de manera precisa. La otra pata del sistema son los sistemas de gestión de riesgos, una serie de estudios que se hacen con los primeros consumidores de un nuevo medicamento para ver qué pasa y si funcionan igual que en el ensayo clínico. Estos planes se encargan a las propias farmacéuticas, ¡y esto es poner al lobo a guardar el rebaño! Porque de esto no se habla: con las señales de trombos, AZ no ha aportado ningún dato, todo lo que se sabe es por la notificación espontánea. Es más, si vas a la web de la EMA, y miras el documento oficial de autorización de todas las vacunas contra la covid, allí queda claro que el plan de seguimiento de seguridad de las vacunas está en manos de cada compañía, pero no hay ninguna lista de los estudios que hará cada una de ellas, ni de sus protocolos: es algo secreto y opaco. Se han hecho estudios sobre el impacto de esta directiva desde que entró en vigor, y lo que se demuestra es que las farmacéuticas no cumplen con los plazos en más de la mitad de los casos. Estos estudios suponen un enorme movimiento de dinero: un informe alemán contaba que en cinco años las farmacéuticas pagaron más de 200 millones de euros a médicos para que participaran en estos estudios, sin que produjeran ni un solo resultado que fuera al sistema alemán de farmacovigilancia. ¡Utilizan la farmacovigilancia para promover la prescripción del medicamento! ¡Pagan a cada médico participante por cada paciente al que se le prescriba! Eso la EMA lo sabe perfectamente y no hace nada al respecto. De 2000 a 2010 se retiraron del mercado unos treinta medicamentos por razones de seguridad, desde que entró en vigor la directiva en 2011 se han retirado solo uno o dos.

El fabricante, aunque tenga unas indicaciones limitadas, luego las supera a golpe de marketing para que se recete para otras muchas cosas

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué rol tiene la EMA?

La EMA, como todas las agencias del medicamento, es una invención del capitalismo neoliberal de los años noventa. Antes la autorización la hacía, en España, la Dirección general de farmacia del Ministerio de Sanidad, u organismos similares en otros países, cercanos al sistema de salud. En los ochenta y noventa, aparecieron estas agencias como un modo más eficiente –que es una palabra que gusta mucho al capitalismo– de evaluar los medicamentos. Ellos dicen, “no, lo que nosotros hacemos es regular el mercado; no regulamos el uso del medicamento en el sistema sanitario”. Y esto es una gran trampa. Porque la mayoría de los efectos indeseados de los medicamentos en general, no hablo del caso de las vacunas, los tienen medicamentos innecesarios, que el paciente realmente no necesita tomar. Y cuando se lo dices a la EMA, esta responde que no es su función mirar si un medicamento se usa bien o mal, dicen que ellos se limitan a decirle al fabricante si puede o no comercializarlo y en qué condiciones, con qué indicaciones. El fabricante, aunque tenga unas indicaciones limitadas, luego las supera a golpe de marketing para que se recete para otras muchas cosas. Esto pasa con la gabapentina y la pregabalina, por ejemplo. Esto es una corrupción del propio sistema.

¿Podemos vacunarnos confiados, pese a todo?

Sí. Al menos, tan confiados como salimos de casa pensando en que nos va a caer una maceta en la cabeza. Pero claro, no nos dan datos en detalle, pero sí que nos dicen que la mayoría de casos son de mujeres menores de sesenta años. ¡Si yo fuera una mujer menor de sesenta pediría explicaciones, claro! A mí lo que me extraña es que con la capacidad de la EMA no sean capaces de analizar y explicarnos con más detalles los casos. No han hecho los deberes.

¿Qué le parece el discurso de que hay unas vacunas mejores que otras?

No, no se puede afirmar que ahora haya unas vacunas mejores que otras. Sí que seguramente se determinará con el tiempo que algunas son más adecuadas para determinados grupos de población, pero ahora mismo no hay estudios comparativos entre vacunas que nos permitan decirlo. Pero probablemente las vacunas que tengamos el año que viene sí que sean mejores que las actuales.

¿Por qué la UE no ha levantado todavía las patentes?

(Ríe) No lo sé, pregúntaselo a ellos. A mí me parece escandaloso.

…pero ¿cuál es el mecanismo?

En 1995, al crearse la Organización Mundial del Comercio (OMC), que sustituía a la Ronda Uruguay y al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) se establecieron unas normas para el comercio internacional mucho más favorables a los países ricos que contaban con tecnología, que naturalmente son tecnologías patentadas. La OMC, que es mucho más poderosa que la ONU o que la OMS, es quien determina muchas cosas importantes para la salud del ser humano, porque desde su creación, con los tratados que regulan la propiedad intelectual, se prevé que las patentes sobre medicamentos tenga la misma validez que las patentes sobre cualquier otro bien de consumo. Cuando alguien patenta un medicamento tiene veinte años de margen para venderlo en exclusiva al precio que considere oportuno, lo que va contra la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, organismo del que se supone depende la OMC. Si alguien tiene el poder de vender un medicamento en exclusiva durante veinte años hará cuanto esté en su mano para esconder todas las informaciones negativas al respecto y para exagerar sus ventajas. Si además los Estados no controlan la publicidad que puedan hacer, nos dejan en manos de gente que vende cosas a sabiendas de que pueden afectar la salud. En 2001 se habilitaron mecanismos de emergencia para expropiar temporalmente estas licencias, después del enfrentamiento entre Sudáfrica y los fabricantes de antiretrovirales, pero no los ha pedido activar ningún país. Podría entender que España no lo haya pedido ella solita, pero ¡no lo hace tampoco la Unión Europea! Los Estados Unidos y la UE siempre se oponen a ello, anteponen la salud de sus empresas a la de las personas.

¿Podemos fiarnos de la farmacovigilancia que se hace con las vacunas rusas y chinas?

Se dice mucho que los ensayos clínicos de estos países no siguen los estándares occidentales, pero esto tampoco es cierto del todo. ¡También en nuestros ensayos clínicos hay maneras de cometer fraudes! Me viene a la cabeza un antiinflamatorio, el Vioxx, que Merck finalmente retiró del mercado. Con los antidepresivos se han producido fraudes escandalosos, y abusos enormes. Tenemos que quedarnos con la idea de que hay que estar muy atentos, porque también aquí se hacen trampas. Pero los datos que aparecieron en The Lancet de la vacuna rusa son, como mínimo, tan positivos como los del resto de vacunas. No tengo datos sobre la de China.

Mar Calpena (Barcelona, 1973) es periodista, pero ha sido también traductora, escritora fantasma, editora de tebeos, quiromasajista y profesora de coctelería, lo cual se explica por la dispersión de sus intereses y por la precariedad del mercado laboral. CTXT.es y CTXT.cat son su campamento base, aunque es posible encontrarla en radios, teles y prensa hablando de gastronomía y/o política, aunque raramente al mismo tiempo.  @mcalpena

Fuente: ctxt.es

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Entrevista OVE: Congreso Nacional Universitario en la Universidad Pedagógica Nacional, México.

Por: Selene Kareli Zepeda Pioquinto/Investigadora de CII-OVE

En México, la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) es una institución pública de educación superior, establecida como organismo desconcentrado de la Secretaría de Educación Pública (SEP), creada por decreto presidencial el 29 de agosto de 1978. Tiene la finalidad de formar profesionales de la educación en licenciatura y posgrado para atender las necesidades del Sistema Educativo Nacional y de la sociedad mexicana en general. Asimismo, la UPN está conformada por 70 Unidades, 208 subsedes y tres universidades pedagógicas descentralizadas, siendo estas entidades UPN espacios plurales para el desarrollo de la docencia, la investigación y la difusión. Cada una de ellas está ubicada en distintas regiones de todo el territorio nacional.

Sin embargo, a poco más de cuarenta años de su fundación, aumenta la necesidad por impulsar reformas profundas. Uno de los momentos cruciales que vivó la UPN fue en 1992, cuando por instrucciones del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB), publicado el 19 de mayo de ese año en el Diario Oficial de la Federación (DOF), las Unidades UPN que se encuentran fuera de la Ciudad de México pasaron a depender financiera y administrativamente de los gobiernos de los estados respectivos.

Sin embargo, es desde la Rectoría y el Consejo Académico, órganos de gobierno establecidos en la Unidad Ajusco, Ciudad de México, quienes rigen sobre oferta, actualización, innovación, creación y diseño de los programas académicos, de investigación y de difusión, unificando los planes y programas de estudio de las Unidades UPN en todo el país, algo que genera múltiples controversias.

Es así como, a partir del 2019 se comienza a impulsar el CNU-UPN con mayor fuerza, y se estable que los principales objetivos de este serán:

  • Realizar un diagnóstico institucional de las condiciones actuales y los principales retos que enfrenta la UPN como punto de partida para la transformación a la Universidad.
  • Construir un Proyecto Académico que incluya un modelo educativo a la luz del nuevo contexto del país y del mundo, con un nuevo estatuto jurídico que acompañe el proceso de transformación de la Educación en México.
  • Diseñar una estructura académica y administrativa universitaria pertinente, basada en órganos colegiados y representativos elegidos democráticamente.
  • Definir políticas institucionales de reforzamiento de sus funciones sustantivas: docencia; intercambios académicos y de investigación a nivel nacional e internacional; impulsar la difusión, extensión e intervención para fortalecer a la UPN a nivel local, regional, nacional e internacional.

Por lo antes mencionado, hemos realizado una entrevista a la Dra. María del Pilar Míguez Fernández, quien es miembro del Consejo académico de la UPN como Consejera Titular Representante del Personal Académico de la UPN y de las Unidades UPN de la Ciudad de México. Asimismo, se desempeña como docente en la UPN, Ajusco en la Licenciatura en Educación Indígena, en la Especialización de Género en Educación, así como en la Maestría en Desarrollo Educativo. Ella, como miembro activo de este proceso de transformación, nos comparte parte de los avances y retos del CNU-UPN.

Buenas tardes, doctora, me gustaría iniciar con esta pregunta, a raíz de su experiencia como académica de la UPN, ¿cuál es el papel que tiene la UPN frente al Sistema Educativo Nacional en la actualidad?

La UPN tiene un papel muy importante en el sistema educativo porque se centra en la formación de profesionales de la educación en diferentes áreas que forman este gran campo, y también en la profesionalización del personal docente. Desde la fundación de la Universidad hasta la actualidad se ha trabajado en la educación en el marco de diferentes políticas, que ha sido pactado, por un lado, por ciertos lineamientos internacionales a los cuales se apega nuestro país, y por otro, los distintos gobiernos, en los que se podría mirar cada uno de los distintos proyectos educativos. Entonces, en la actualidad estamos en una coyuntura muy particular que se abre a partir del gobierno de la cuarta transformación, que busca una educación que pueda fortalecer la posibilidad de acceso a un gran número de jóvenes para acceder a la educación superior, a partir de esto se busca contribuir no sólo a la formación de profesionistas en el campo de la educación sino también en la formación de docentes en distintos campos. Por otra parte, la UPN también realiza investigación educativa y es pionera en algunos temas como es el caso de la educación indígena en México, con la licenciatura en educación indígena, y posteriormente con la formación en género y educación. La universidad ha trabajado sobre diferentes temas que hoy en día son temas reconocidos, son temas de primer orden como este asunto del reconocimiento de la diversidad sociocultural, lingüística y de diferentes grupos sociales, y que la UPN viene trabajando con una perspectiva de vanguardia en la educación. Y dentro de esta actual política también está el generar el fortalecimiento de la educación pública que había sido mermada desde el presupuesto y desde políticas que iban haciendo cada vez más difícil la posibilidad de lograr estudios de parte de la población en general.

En este contexto que nos ha dado del papel que juega la UPN frente al Sistema Educativo Nacional surge la pregunta, ¿por resulta necesario y urgente desarrollar el Congreso Nacional Universitario?, ¿cuáles son las necesidades latentes que dan vida a esta propuesta de impulsar el CNU?

Ha habido una gran necesidad por transformar nuestra universidad, esto no es nuevo. Ha habido diferentes intentos, ha habido congresos anteriormente donde han participado colegas con mucho entusiasmo, con mucha fuerza; sin embargo, vuelvo nuevamente, porque es muy importante este marco político que estamos atravesando, es fundamental. Estos diferentes congresos no han tenido la posibilidad de arribar a un cambio de fondo en nuestra universidad, a un cambio de fondo, ¿por qué?, porque ha habido obstáculos, ha habido la negativa de parte de autoridades de la Secretaría de Educación Pública en esos momentos, y se puede decir que, del gobierno federal de alguna manera, si lo observamos jerárquicamente. Entonces, esta necesidad de transformación se ha visto obstaculizada, y hoy tenemos la posibilidad de que los resultados de nuestro congreso sean analizados, sean tomados en cuenta y muy posiblemente sean asumidos por parte de las cámaras, de la cámara baja de diputados y la cámara alta de senadores, y finalmente el ejecutivo. Hoy en día tenemos un proyecto de ley (se refiere a la Ley General de Educación Superior) que está planteando en uno de sus artículos transitorios, que el Consejo Universitario, que es el máximo órgano de gobierno de la universidad, organice una consulta respecto a la organización de esta. Por ejemplo, la UPN tiene 74 unidades en todo el país, es la universidad más extendida en todo el territorio, es la que tiene mayor influencia en ese sentido, se encuentra en todas las regiones y estados de la República Mexicana, y desde su origen ha estado sumamente apegada a lo que señalen las autoridades de la Secretaría de Educación Pública. Esto significa que cualquier decisión que tome incluso el Consejo Académico, máximo órgano de la UPN, aún si está avalado por la comunidad universitaria, si no está de acuerdo el secretario o secretaria de educación no se puede avanzar, se puede vetar.

Esa es una de las cuestiones que son como una camisa de fuerza para la universidad para que pueda realizar los proyectos, para que pueda plantear las necesidades presupuestarias más acuciantes, y bueno, está en ese marco. Sin embargo, hoy en día tenemos la posibilidad de plantear una nueva figura jurídica que pase de lo que somos hoy, que la UPN es un organismo desconcentrado de la SEP, a otro orden jurídico, donde ahí vamos a ver una gama de posibilidades. Algunas especialistas señalan que podemos hablar de descentralización con sus diferentes grados de descentralización, con sus respectivas características, y también se tocan aspectos de autonomía. No quiere decir que la UPN a partir del congreso pase a ser necesariamente una universidad autónoma, pero existe esa posibilidad, entre varias otras, en función de los acuerdos que se puedan tener en el congreso. Ya he mencionado varios aspectos de porqué es importante en CNU, pero quiero agregar algo fundamental, y es que hay diferentes necesidades educativas en el país. Hay necesidades que podemos decir que son nacionales, pero hay circunstancias, hay necesidades que son particulares en función de los contextos sociales, económicos, culturales, y que, muchas veces en las distintas unidades del país se requiere tener esa posibilidad de proponer de plantear, de que sus proyectos puedan salir adelante, y no que se vean sometidos a propuestas que no responden a sus necesidades particulares.  En este sentido, a partir de la reforma educativa que se promulgó en 1992, el ANMEB, señala que los planes y programas de estudio de cada unidad UPN, tendrían que revisarse, aprobarse o propiciar su mejora a partir de la rectoría académica, que se encuentra en la unidad Ajusco, en la Ciudad de México. Finalmente, el Consejo Académico tiene que revisar y avalar que se pueda impulsar o no un nuevo programa de estudios en estas unidades. Entonces está esta situación, y no es fácil para las unidades esa falta de armonía, donde por un lado puede haber exigencias de parte de los gobiernos estatales o maneras de administrar y organiza, y por otro lado la universidad.

Entrando más de lleno al CNU, ¿cuáles me diría que son las principales características de este?

Bueno, en primer lugar, el congreso está planteado como un congreso horizontal, un congreso de democracia directa. Los congresos de los que se tiene experiencia, porque varios tienen experiencia, son congresos por delegado. Se elige a alguien que va en representación y se reúnen en un lugar y ahí se da el congreso. Con esta parte de la comunidad donde se supone que llevarían la voz. Lo cual es bastante difícil, porque a veces hay temas polémicos y al final sobre esos temas acaban decidiendo quienes van como delegados. No es ese tipo de congreso. Este es un congreso que plantea una nueva forma, donde la democracia directa, la democracia participativa, horizontal, se haga posible. Se plantea como un congreso en red. Esa conexión en red no sólo en participar en reuniones estatales o interestatales, sino conocer lo que se va trabajando. El documento de análisis respecto a los foros que se van organizando se sube a la plataforma del CNU y puede ser consultado por quien lo requiera o desee, conocer lo que se va trabajando.  Tal vez alguien trabajo algo en una región que no es la mía y me interesa y puedo ir y mirar sus propuestas, qué están planeando en su diagnóstico, en su proyecto. Esa sería la característica de un congreso en red.

Luego, la otra cuestión, es que se puedan asentar los acuerdos a los que se va llegando en los distintos niveles de participación, de los diversos sectores que conforman la universidad: docentes, no docentes y estudiantes; ya sean acuerdos disensos, de manera que todas las voces puedan ser escuchadas, y se refleje ahí qué es lo que se piensa, en qué hay diferencias. ¿Para qué? Para cuando se llegue al nivel de participación nacional, ciertas diferencias que puedan existir, ya el Consejo académico pueda plantear cómo enfocarnos, en qué puntos, para poder profundizar más la discusión. Es una articulación a través de Comisiones Organizadoras, que van en un primer momento desde cada sede, subsede y unidad, posteriormente a lo estatal, lo regional y lo nacional. Teniendo presente que cada Comisión Organizadora está formada por docentes, estudiantes y personal no docente (administrativo). Se apuesta mucho a un trabajo colegiado, comunitario.

Por otra parte, ¿cuáles son las etapas del CNU-UPN?

El congreso universitario se realiza en dos fases que a su vez se estructura en cuatro momentos con sus particularidades. Los ejes temáticos de cada fase se han venido ajustando en función de los resultados obtenidos en la construcción de consensos.

Fase 1: Abordaje de las definiciones fundamentales del modelo educativo (filosofía institucional) de la Universidad: Misión y Visión, y la nueva “Figura Jurídica” de la institución que se exprese en una propuesta de Ley Orgánica, Nuevo Decreto de Creación o normatividad similar para nuestra institución.

Fase 2: Diseño y desarrollo del nuevo proyecto académico de la Universidad Pedagógica Nacional, derivado de las definiciones construidas en la primera fase del CNU, incluyendo estructura, organización y legislación secundaria, como Reglamentos Interiores de trabajo, órganos de gobierno, cuerpos de investigación, movilidad académica estudiantil y docente, entre otros elementos.

En este momento nos encontramos en el desarrollo de los foros diagnósticos que conforman la fase uno. Es muy importante esta determinación de haber dividido en congreso en sus dos fases, ¿por qué? Porque en la primera etapa contaremos con un proyecto de la comunidad universitaria con su propuesta de figura jurídica, basado en un diagnóstico, y esto se podrá entregar a las cámaras de diputados. Es importante resaltar que la propia pandemia nos vino a modificar los tiempos de trabajo. Se tuvieron que hacer ajustes y se alentó un poco el proceso. Ha sido un trabajo que comenzó en 2019 y es probable que podamos tener mayor análisis de todo el trabajo realizado a principios del 2022. Queremos que sea un congreso participativo e informado. Está siendo un gran reto democratizar a nuestra universidad.

Para cerrar, una vez concluido en CNU ¿qué es lo que se espera?, ¿cuáles son los pasos por seguir?

Bueno, le corresponde al Consejo Académico presentar el documento final de análisis a donde corresponda, a la SEP y en su momento a ambas cámaras. A partir de ahí ver qué transformaciones son las que proceden, pero primero es la gestión y organización de estos foros que se encuentran en marcha para diagnosticar. Vamos avanzando bien, con grandes retos. Tratando de involucrar a la mayor comunidad posible en sus diferentes sectores a nivel nacional.  La participación es elemental, por ahora han sido los estudiantes quienes mayor involucramiento han tenido. Iremos viendo cómo se avanza en los siguientes momentos del CNU.

A través de lo que la Dra. Pilar Míguez nos comparte, podemos identificar lo complejo que ha sido el desarrollo del CNU-UPN, donde una de las principales apuestas es propiciar la democracia participativa, el trabajo colegiado y transformar prácticas que pueden limitar el quehacer de las distintas UPN, para así dar un nuevo rumbo a la universidad, donde la pluralidad que configura y enriquece a la UPN sea más palpable al momento de la toma de decisiones, siendo este congreso un momento inédito para la historia de la universidad.

Fuente/imagen: UPN virtual

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“Las escuelas no pueden convertirse en una casa velatoria”

“Las escuelas no pueden convertirse en una casa velatoria”

Fuentes: Rebelión

Mientras la Ciudad de Buenos Aires atraviesa un récord de más de 2.400 casos positivos, los docentes refuerzan su reclamo por la vacunación y una presencialidad que no produzca víctimas fatales. Por ello lanzaron una nueva huelga para el próximo 14 de abril.

Según reseñaron desde Ademys, los contagios en las escuelas tienen «cientos de burbujas aisladas».

Las cifras con las que cuenta el sindicato especifican que a hoy «hay menos de un tercio de las y los docentes vacunados en la Ciudad».

«Votamos en asamblea una jornada de protesta junto a estudiantes y familias, en el marco de un paro este 14 de abril. Queremos la implementación de un plan de vacunación masivo, medidas como un salario social de emergencia para las familias y la suspensión de presencialidad por falta de condiciones en este contexto», sostuvo Ivana Otero, secretaria de Cultura de Ademys.

Por su parte, Marilina Arias, docente y miembro del Consejo Directivo, hizo un raconto de las últimas semanas: “Ya lamentamos la muerte de Jorge en Lugano y de Juan Carlos, un compañero auxiliar. Las escuelas no pueden convertirse en una casa velatoria. Entre docentes, auxiliares, familias y estudiantes exigimos que garanticen el acceso a la educación y que nuestras vidas y salud no sigan en riesgo por causas evitables», concluyó.

El lunes 5 perdió la vida Juan Carlos Ramírez. Se desempeñaba como auxiliar en la escuela 21 DE 3. La información la confirmó oficialmente la CTA Capital.

Ramírez se había descompuesto en la escuela el viernes 26 de marzo y el PCR dio positivo Covid-19.

Su cuadro se agravó y fue internado en el Hospital Méndez donde falleció en la mañana del 5.

«Hoy sus compañerxs tendrán asueto y mientras lxs docentes piden volver a la virtualidad, Soledad Acuña lo sigue rechazando», señaló la CTA en su comunicado.

Es la segunda muerte de un docente desde el regreso a la presencialidad en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires. Antes había fallecido Jorge Langone.

Entrevista a la docente y legisladora porteña (MC) Laura Marrone 

La premura por poner en funcionamiento las escuelas tiene que ver con la necesidad de liberar a los padres para concurrir a trabajar  

M.H.: Muere el primer docente por Covid19 en CABA.

L.M.: Así es. El compañero de la escuela 3 del Distrito 21, Jorge Langone. Un compañero muy querido, muy respetado. Que había adherido al paro los primeros días, justamente para protestar por la falta de condiciones para una presencialidad segura y el 22 cuando concurrió a la escuela presentó síntomas de Covid y dio positivo, desde entonces hasta el 29 de marzo estuvo en terapia, delicado y finalmente falleció.

Y tengo que decir con todo dolor que no es el único, porque hay otros docentes de CABA en terapia intensiva, a cinco semanas de haber comenzado las actividades en las escuelas. El gobierno ha reconocido una cifra de 1.215 contagios en estas semanas, entre docentes, estudiantes y no docentes.

Tengo las estadísticas de un distrito, que no voy a decir cuál es porque  hay una cierta persecución en CABA, pero las voy a mencionar porque las cifras que dio el ministerio están subvaloradas. Este es el caso de un distrito que tiene 24 escuelas primarias, tiene un total de 268 casos de Covid, pero en este estudio sumaron a 20 familiares, vamos a sacar a estos familiares y nos vamos a quedar con los docentes.

M.H.: ¿Cuántos distritos hay en CABA?

L.M.: 21, solo de escuela primaria.

M.H.: Y en uno hay 268. O sea que podríamos estimar que la cifra real duplica la que brindan las autoridades.

L.M.: Podríamos estimarlo, lo cual es muy preocupante, porque estamos hablando de un crecimiento muy grande. En CABA estadísticas oficiales, ya no ésta extra oficial que di, el crecimiento de los contagios en los niños de 0 a 9 años, comparados con los contagios entre personas de 60 a 69 años; en la semana 8 (desde el inicio del año) aumentó un 1%, en la semana 12, 2,1% para la franja de 0 a 9 años y de 10 a 29, 1,7%. Es decir que prácticamente en el primer período del año no hubo contagios en estas franjas etarias, ahora, a un mes de clases estamos duplicando los casos en la niñez y los adolescentes. Al mismo tiempo, en los adultos de 60 a 69 subió 1,3%.

La nueva situación es que las estadísticas muestran que hay un crecimiento grande de los contagios en la primera infancia y las adolescencias a partir de las aperturas escolares, tanto en CABA como en el resto del país y también a nivel internacional. Todos los países dan cuenta de un crecimiento muy grande a partir de la presencialidad escolar.

Pensemos que en el país hay trece millones y medio de alumnos, un millón y medio de docentes y podemos calcular entre personal auxiliar y comedores otro millón y tenemos que agregar algunos millones de los padres, madres y abuelos que acompañan a los niños pequeños a las escuelas. Son bastante más de 15 millones de personas las que mueven la escolaridad diaria, en un momento en el que, como acabamos de ver, nuestro país está pegando un salto muy grande y además las nuevas cepas pegan más, en principio por los resultados estadísticos, en los sectores más jóvenes.

M.H.: Yo tengo algunas estadísticas del ministerio de Salud, en chicos de 13 años desde la vuelta a clases presenciales, Jujuy se incrementó 125%, en CABA 59.1% y en provincia de Buenos Aires 35.5%

L.M.: Jujuy es la provincia que ya tiene cuatro docentes fallecidos. En total hay nueve docentes muertos. Peor, no solamente se tienen que contar los muertos, sino que hay que tener en claro que el Covid tiene secuelas, no es que te curás de una gripe. Y esas secuelas todavía no sabemos cómo afectan a futuro a nuestras jóvenes generaciones.

Evidentemente tenemos un país en donde hay un porcentaje increíblemente grande de gente que no puede hacer teletrabajo y que tiene que salir a la calle, que no tiene con quién dejar a los nenes y que por algo se presiona para que funcione la escuela a nivel inicial, primario y secundario mientras que las universidades están con teletrabajo sin problema.

Lo que se está evidenciando es que la premura por poner en funcionamiento las escuelas en los niveles de más corta edad tiene que ver con una necesidad de liberar a los padres para que puedan trabajar.

M.H.: Pero es un funcionamiento muy particular, en mi caso personal, Lucía, una de mis hijas es docente, da clases desde las 8:00 hasta las 16:00, tiene un niño de un año, al que yo cuido y lo llevo al colegio. Recién hoy tuvo una hora de clase. Hasta ayer eran 40 minutos.

L.M.: El caso de un niño de un año es muy particular porque debe estar en período de adaptación.

M.H.: La adaptación ya la cumplió y tiene solamente una hora de clases. Y por lo que veo del funcionamiento de la escuela a la que él asiste, tiene esas características. Inclusive tengo el caso de mi otra nieta, Clara, que comenzó el colegio en el Bernasconi y tiene una semana tres días, tres horas, a la mañana y otra semana dos días tres horas a la tarde.

L.M.: Claro, por las burbujas.

M.H.: Pero el tema es que esto no resuelve nada porque genera un desorden familiar. En el caso de Clara está compensado porque hay una cantidad de adultos mayores que se ocupan de la situación, su mamá tuvo un bebé hace un mes entonces no se ha incorporado todavía al trabajo, pero en el momento que lo haga se presenta un gran problema.

L.M.: El problema es complejo. Nosotros tenemos grados muy numerosos entonces no hay forma de resolver una cierta distancia si no se dividen los grados. Por eso los horarios alternados.

M.H.: Ahora con esta política que plantea la ministra de Educación de CABA, que no se sabe de dónde lo sacó, que pueden estar en espacios más reducidos los niños.

L.M.: Ella intentaría responder a esa inquietud que manifestás, para que haya más horas de clase, pero a riesgo de la salud de los pibes. Lo que queda demostrado con las estadísticas que mencionamos antes, es que los chicos se contagian y además contagian a los grandes.

Si tuvimos ayer 2080 contagios en CABA, tenemos que tener claro que ese es un altísimo riesgo epidemiológico. Un periodista del canal 26 con toda parsimonia explica que en España están en alto riesgo epidemiológico porque han llegado a los 150 casos cada 100.000. Nosotros estamos en más de 150 desde que empezaron las clases, todos los indicadores epidemiológicos están en rojo en CABA, excepto las camas, que tenemos muchas, pero con la particularidad de esta nueva ola que empieza a surgir con un ritmo muy vertiginoso, con casos con las cepas de Manaos y del Reino Unido que podrían ya ser de circulación comunitaria, no son de gente que viajó, inclusive estaría discutido si son válidas las vacunas para ese tipo de cepa.

Estamos en una situación muy complicada y no hay medidas por parte del gobierno. Hoy mostraban a los docentes de la escuela donde trabajaba el docente que falleció, que tiene trabadas las ventanas porque abren hacia la reja, por lo tanto no pueden hacer circular el aire. Todo el año pasado no se tomaron medidas para que dentro de la precariedad de nuestra infraestructura escolar, porque no es lo mismo Alemania que tiene 15 alumnos por grado, con un docente que trabaja en un solo turno, que un docente que trabaja en situación de sobre explotación, en doble turno, donde los cursos están súper poblados y además se viaja en medios de transporte llenos de gente. En Europa no va gente parada en los transportes, pero no solo en pandemia, normalmente. Se va sentado en el transporte público. Nosotros tenemos todas las condiciones inadecuadas, sobre explotación, saturación en el medio de trasporte, etc., que generan condiciones muy riesgosas y las cifras que estamos viendo lo reflejan.

M.H.: La escuela del docente fallecido de Lugano hizo una convocatoria.

L.M.: En Lugano se hizo una conferencia de prensa de Ademys, porque Jorge era afiliado, que de no serlo también se hubiera hecho, en el marco de un paro que se hizo para protestar porque las condiciones no están dadas para la presencialidad. Fue una conferencia y se acompañó con semaforazos. En Barracas, Parque Patricios, Flores y Lugano, se ponen los docentes en el semáforo rojo con sus carteles explicando lo que está pasando.

Yo estaba en Garín porque fuimos a poner de relieve que ya salieron 40 millones de dosis de esa planta, que corresponde al empresario  Sigman que tiene un acuerdo con Slim de México para que se exporten. Supuestamente iban a volver a la Argentina enfrascadas y no viene ninguna, en cambio fueron unas cuantas a EE UU y están guardadas porque ese país no tiene habilitado el uso de Astraséneca. Mientras tanto nosotros no tenemos vacunas.

Fuimos allí, en el marco de este acto del FIT, Giordano y Del Caño presentaron un Proyecto de ley en el Congreso para que se declare de utilidad pública esa empresa, se incauten las dosis y se enfrasque aquí. Para que urgentemente se resuelva el problema de la falta de vacunas.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/las-escuelas-no-pueden-convertirse-en-una-casa-velatoria/

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Entrevista a Joan Benach: «Para que las vacunas sean un bien común hace falta una respuesta geopolítica que libere las patentes»


Por: Elena Parreño


Hace un año, una crisis global de salud pública sacudió los cimientos de nuestras vidas. ¿Qué ha dejado al descubierto la pandemia del coronavirus? ¿Cuán determinante es la realidad económica y social para nuestra salud? La covid-19 ha mostrado la gran vulnerabilidad humana y también las deficiencias de un sistema donde quien nace pobre sufrirá las consecuencias también en su salud. Entrevistamos al investigador Joan Benach, que ha publicado el libro La salud es política (Icaria, 2020). Benach es director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud-Employment Conditions Network (GREDS-EMCONET), subdirector del Johns Hopkins University-UPF Public Policy Center y catedrático del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra.

Hace un año de la llegada de la pandemia e inicialmente parecía un “virus democrático”.  A menudo hemos oído que afectaba a todo el mundo por igual. ¿Ha sido así?

En sí mismo, el virus puede ser “democrático”, pero las condiciones sociales de las personas y grupos sociales que lo transmiten y generan sus efectos no lo son. La palabra pandemia hace referencia a la extensión masiva de una epidemia y esto puede hacer pensar que afecta a todo el mundo. Y es cierto, pero no en la misma medida. Por tanto, hay que mirar el problema de manera diferente a como habitualmente nos lo presentan los medios de comunicación. Estamos ante una pandemia desigual, esparcida y amplificada por la desigualdad social que, como he señalado muchas veces, es la peor de las epidemias que estamos sufriendo. Por lo tanto, hay desigualdades pandémicas o, si lo queremos decir con Mike Davis, hay una “constelación de epidemias” que viene determinada sobre todo por factores socioeconómicos y sanitarios inequitativos.

Entonces ya apuntaba a las desigualdades en salud como un factor clave de los desiguales efectos de la covid-19. ¿Qué hace que las personas más pobres sufran más los efectos de la pandemia?

Casi todas las enfermedades interactúan dentro de un contexto social caracterizado por la pobreza, las privaciones materiales y desigualdades sociales crecientes. Por ejemplo, el mayor riesgo de contagio que sufren grupos de población precarizados, desahuciados, migrantes, etc. Además, estos grupos sociales tienen más dificultades para protegerse, por ejemplo, al no poder cambiar a menudo las mascarillas, y tienen más factores de riesgo y enfermedades (hipertensión arterial, obesidad, diabetes, enfermedades del corazón, etc.) que los hacen más susceptibles a que el coronavirus produzca un impacto más grave. Los estudios científicos muestran con claridad cómo los factores sociales actúan sinérgicamente aumentando la probabilidad de ser contagiado, de enfermar y morir. Es por eso que decimos que la covid-19 más que una pandemia es una sindemia. Quizá la pandemia actual se podrá resolver con medidas biomédicas, pero el coronavirus probablemente seguirá con nosotros y aparecerán nuevas infecciones y pandemias. Más tarde o más temprano frenaremos esta pandemia, pero si no somos capaces de detener las causas políticas profundas que la han originado y las desigualdades sociales, las sindemias seguirán actuando con nuevas enfermedades y problemas de salud que afectarán mucho más, como decíamos en un artículo con Juan M Pericàs, a una población “vulnerada”.

El epidemiólogo británico Dave Gordon hizo una lista de las recomendaciones que se suelen hacer en salud y que al final culpabilizan a la víctima, como no fumar o hacer ejercicio… ¿Qué capacidad de elección tenemos en nuestras condiciones de vida?

No se puede comprender –ni resolver– un problema social y colectivo como es la salud pública con una mirada que haga hincapié en los factores personales, por relevantes que estos sean. La ideología liberal nos dice que la libertad es “hacer lo que queremos”, pero no hacemos lo que queremos sino lo que podemos o nos dejan hacer. En 1999 Dave Gordon difundió un texto en forma de broma que me gusta mucho repetir. En su artículo “Consejos alternativos para tener una salud sana” criticó la visión tradicional de los gobiernos que dan consejos “asociales” de los “estilos de vida”. El decálogo de su texto decía cosas como: “No sea pobre, pero si es pobre, procure no serlo por mucho tiempo”, o bien “no trabaje en un trabajo estresante, mal pagado y precario”. Las enfermedades y la muerte prematura se dan en personas, pero determinados grupos sociales las padecen con más frecuencia. Al tener menos derechos, recursos, oportunidades o poder, nuestros grados de libertad se reducen. Cuanto más difícil es la vida familiar, laboral, etc., más probable es que se generen sacudidas y problemas de todo tipo. Por ejemplo, las adicciones no son, como muchos creen, una simple “elección” personal, sino a menudo una respuesta para aliviar algún trauma que sufrimos que nos está generando dolor emocional y sufrimiento. Vale decir que las conductas compulsivas son hoy una verdadera pandemia social, donde nos “enganchamos” a casi todo (el juego, las compras, el sexo, la comida, el trabajo, los juegos de internet, etc), mediante los móviles, las redes sociales, internet, y todo tipo de productos y servicios donde, bajo el neoliberalismo, las grandes empresas y la publicidad nos empujan a ser adictos para así conseguir hacer más ganancias.

A menudo atribuimos la buena o mala salud a elementos biológicos o genéticos, pero según explica en su libro hay muchas más causas… ¿Qué otros factores, más relevantes que nuestros genes, nos generan el tener buena o mala salud?

Más tarde o más temprano frenaremos esta pandemia, pero si no somos capaces de detener las desigualdades sociales, las sindemias seguirán actuando con nuevas enfermedades

Al mencionar las causas de la salud, los medios de comunicación difunden una visión que pone excesivamente el acento en los factores biomédicos y la genética. Tanto es así, que en los últimos años se ha puesto de moda decir: “Es parte de nuestro ADN”, o expresiones similares, al hablar de temas laborales, deportivos y de todo tipo. Los factores genéticos son relevantes para la salud, pero juegan un papel menor en la producción colectiva de la enfermedad. ¿Por qué? Pues porque hay pocas enfermedades exclusivamente genéticas y porque la biología interactúa constantemente con un ambiente, que puede o no compensar una determinada desventaja biológica o genética. Estar predispuestos no quiere decir que estemos predeterminados. ¿Por qué enfermamos? La salud de la población, la salud colectiva, depende fundamentalmente de los llamados determinantes ecosociales de la salud. Por citar algunos, la precarización laboral, la pobreza, los problemas de vivienda, las injusticias ambientales o la debilidad de la “salud pública”, aquella disciplina que tiene por objetivo prevenir la enfermedad, y proteger, promover y restaurar la salud de toda la población. A su vez, estos determinantes dependen de las políticas públicas, sociales, laborales, ambientales, etc., que se elijan y, a su vez, estas políticas dependen de la distribución del poder político en sentido amplio, es decir, de la política.

Cuenta en su libro que desde antes de nacer y hasta la muerte incorporamos en los cuerpos y mentes los determinantes políticos y sociales que más tarde expresamos en forma de salud o enfermedad… ¿Tan relevante es de dónde venimos y dónde crecemos?

Es fundamental, tanto a nivel personal y familiar, como del grupo social (clase, género, etnia, situación migratoria) al que pertenecemos y del lugar (barrio, región, país) donde vivimos. Los humanos somos “seres totales”, todo está integrado, pero el modelo biomédico hegemónico separa la mente del cuerpo, desconecta las emociones de la salud física, y separa al individuo de su entorno, de manera que las personas quedan “separadas” de sus contextos. Sin embargo, la enfermedad y la salud son el resultado de muchas causas interrelacionadas de tipo sistémico e histórico que no deberían separarse. Por ejemplo, si una mujer migrante llega a urgencias de un hospital con un infarto de miocardio, es porque su cuerpo y su mente expresa todos los problemas y factores de riesgo acumulados durante su vida que, finalmente, se reflejan en su psicología y en su biología. Su historia personal es también la historia de su clase social, de su género, de su situación migratoria, y del colectivo social, comunidad y país al que pertenece.

La evolución de las ciencias lleva a una creciente superespecialización que, a pesar de ser útil y necesaria, a la vez nos hace difícil comprender de forma completa la realidad “integrada” que va desde los genes hasta la política. Como si de un virus se tratara, lo político y lo social “entra” dentro de nuestros cuerpos y se “expresa” en forma de daño psicobiológico mediante enfermedades, sufrimiento y muerte prematura. Aunque hay excepciones, los estudios de epigenética muestran que no somos “máquinas biológicas” aisladas de la sociedad donde hay efectos genéticos inevitables, sino animales sociales fuertemente condicionados por el entorno. Pongamos un ejemplo ya clásico. Durante el hambre invernal holandesa de 1944 provocada por los nazis al desviar los alimentos hacia Alemania, las mujeres embarazadas apenas si tenían casi alimentos. Los estudios científicos han mostrado como aquellos que aún no habían nacido (especialmente los que estaban en el primer trimestre del embarazo) al cabo de los años desarrollaron más obesidad y problemas de corazón. ¿Por qué? Pues porque madres y fetos “aprendieron” a “ahorrar” calorías. El cuerpo de estas personas fue “programado”, y más tarde “recuerda”, por decirlo así, la historia sufrida en el seno materno.

¿Cuál es entonces la causa original de esta pandemia? En el libro habla de “las causas de las causas”.

La salud de la población depende fundamentalmente de los llamados determinantes ecosociales como la precarización, la pobreza, los problemas de vivienda o las injusticias ambientales

Siempre ha habido –y siempre habrá– pandemias, pero durante los últimos decenios hemos visto un aumento de brotes producidos por enfermedades infecciosas. Por varias razones. Una urbanización masiva, la alteración de ecosistemas, y la deforestación y pérdida de biodiversidad que interpone especies entre los patógenos y el ser humano. Además, hay un modelo industrial de agricultura y producción ganadera mercantil donde hay un gran número de animales hacinados, así como el crecimiento del turismo de masas, con viajes que en pocas horas esparcen virus por todo el mundo, y la mercantilización y precarización de los sistemas de salud pública. Y un factor muy preocupante es el deshielo de glaciares y el permafrost debido a la crisis climática que puede poner en circulación virus hasta ahora desconocidos. Detrás de todo ello está la lógica de acumulación, crecimiento, beneficios y desigualdad de un capitalismo que choca con los límites biofísicos planetarios. De ese modo, todo apunta a pensar que esta no será la última pandemia, sino que vendrán otras y seguramente serán más virulentas. Es pues fundamental que lo sepamos y que nos preparemos.

Hay datos en su libro que impresionan, por ejemplo: una niña nacida en Suecia puede vivir 43 años más que una niña nacida en Sierra Leona. Con ello parece casi inmoral hablar tanto de la covid. ¿Hemos perdido la perspectiva o es que nunca la hemos tenido?

Sabemos que la covid-19 es un problema de salud pública, económico y social muy serio, pero hay muchos efectos que apenas empezamos a conocer. Hay una parte no visible del iceberg que oculta un número de muertos muy superior al oficial, con muchas enfermedades no atendidas, y problemas de salud mental, sufrimiento, violencia y desigualdades. Además, la pandemia amplifica las desigualdades de una gran parte de la población mundial que ya sufría una “pandemia” de desigualdad. ¿Por qué? Pues, porque 2.500 millones de personas sobreviven con cinco dólares al día, cientos de millones de personas no tienen agua potable ni electricidad, la mitad de personas no pueden acceder a medicamentos esenciales, y 5.200 millones no tienen un sistema de seguridad social mínimamente adecuado. Ahora la pandemia también nos ha tocado a nosotros, y ha frenado la economía global, pero las olas de crisis post-pandémica seguirán matando más a los pobres, y especialmente a las pobres.

Entre las muchas formas de desigualdad existentes, la desigualdad de salud es la más inhumana de todas: no hay peor desigualdad que saber que enfermarás o morirás prematuramente por ser pobre. Es por ello, que a menudo decimos que la equidad en la salud, calidad de vida y bienestar es el mejor indicador de justicia social de una sociedad. Si bien es cierto que han hecho alguna fortuna frases como “es peor tu código postal que tu código genético”, el tema aún se conoce muy poco, y muy en especial en lo que se refiere a las causas que la provocan, que es un tema capital. Desde el punto de vista moral, lo peor es que se trata de desigualdades cada vez más evitables. Como comenta el filósofo Thomas Pogge, debemos valorar la capacidad de hacer frente a la pobreza en comparación con los medios que tenemos. Por ejemplo, eliminar la pobreza en 1990 habría costado el 10,5% del PIB mundial mientras que en 2013 solo habría costado el 3,3%.

Ahora que tenemos vacunas también sabemos que los países del primer mundo han acaparado prácticamente toda la producción en detrimento de los países económicamente empobrecidos. ¿Cree que puede haber solidaridad en la “nueva normalidad”?

La de salud es la desigualdad más inhumana de todas: no hay peor desigualdad que saber que enfermarás o morirás prematuramente por ser pobre

Los medios de comunicación han creado una visión distorsionada de las vacunas generando la sensación de que la pandemia ya está casi resuelta. A corto plazo, las vacunas disponibles son seguras y efectivas, pero a medio y largo plazo todavía hay muchas incertidumbres y sabemos poco sobre las nuevas variantes de los virus. Además, el ritmo de vacunación todavía es muy lento y desigual, y puede costar mucho tiempo hasta que toda la humanidad esté vacunada. Si dejamos de lado el siempre relevante tema de hacer una buena gestión, gran parte del problema se debe a las políticas neoliberales. Aunque las inversiones en investigación de vacunas han sido básicamente públicas, la producción y comercialización se halla en manos privadas. ¿Por qué? Por la puesta en marcha en 1995 del acuerdo sobre los derechos de propiedad intelectual asociados al comercio por la Organización Mundial del Comercio (OMC). La India, Sudáfrica y muchos otros países han tratado de suspender estos derechos durante la pandemia, pero la UE y los EE.UU. se han opuesto. La exitosa creación de vacunas esconde que la pandemia es un espejo de la geopolítica mundial y de cómo funciona el capitalismo neoliberal. Es necesario que las vacunas sean un bien común para la humanidad, pero para que eso ocurra será necesaria una respuesta geopolítica que libere las patentes, o una asociación de países del sur con soberanía para producir y distribuir masivamente vacunas.

Nos sentíamos invulnerables… ¿Podemos sacar algo positivo de este sentimiento de vulnerabilidad?

La pandemia deja lecciones importantes: tener más conciencia del trabajo de una clase trabajadora siempre despreciada; que la sanidad pública y los cuidados son cruciales; y que somos una especie frágil y esencialmente dependiente de los demás y de la naturaleza de la que formamos parte. Desafortunadamente, esto no es suficiente para hacer los cambios profundos que necesitamos. Vivimos en una sociedad pasiva a la que le cuesta aprender y hacer cambios. Las inercias económicas, políticas y culturales conllevan que hacer cambios profundos sea muy difícil. Vivimos en una sociedad que precariza, que genera alienación, adiciones y muerte, que nos roba el tiempo, que no deja reflexionar sobre el mundo en que vivimos. Durante la pandemia han muerto millones de personas de hambre, han muerto cientos de miles de niños por enfermedades diarreicas… fácilmente evitables. ¿Estamos dormidos? ¿Por qué no se habla más de ello? Paulo Freire decía que la ideología dominante enmascara la realidad y nos hace miopes. El neoliberalismo no solo destruye la vida, sino que “infecta” nuestras mentes y hace difícil comprender la realidad y sus causas.

El trastorno que ha supuesto la pandemia en todo el mundo, ¿puede ser bueno para despertarnos masivamente?

Si no crece la conciencia social sobre las causas y efectos profundos de la pandemia, sobre la posibilidad de que haya nuevas pandemias, o sobre la crisis ecosocial sistémica que padecemos, será muy difícil cambiar la realidad. Olvidamos y olvidamos rápido. El historiador Jacques Le Goff decía que una de las máximas preocupaciones de las clases dominantes es “apoderarse de la memoria y del olvido”. La pandemia ha producido una conmoción general que ha cambiado la sociedad, pero eso no quiere decir que el mundo vaya a cambiar a mejor. Habrá que intentarlo, habrá que cambiar radicalmente mediante una lucha organizada, inteligente y persistente, donde sepamos juntar muchas fuerzas locales y globales. Thatcher hablaba de la TINA (There is No Alternative), de que no había alternativa al capitalismo neoliberal. La paradoja es que ahora no hay alternativa: o cambiamos o vamos camino del ecocidio y el genocidio.

Hará falta una transformación ambiciosa para que la humanidad no acabe colapsando… ¿Cuáles serán las claves?

La pandemia es un baño de humildad que nos debería hacer comprender que somos naturaleza, y que al dañarla también nos dañamos. Hay que resolver la emergencia climática generada por los países, empresas y clases sociales más ricas, y hacer frente a la crisis ecológica que provoca que “gastemos” 1,7 planetas, y una próxima crisis de energía. Todo esto es infinitamente peor que la pandemia. El peor “virus” que tenemos es un capitalismo fosilista que necesita una acumulación constante, un crecimiento ilimitado y despojar de los bienes comunes, lo que quiere decir que la “vacuna” más efectiva debe ser un cambio político profundo. Por ello, además de hacer frente a la crisis pandémica y post-pandémica que frenen la precarización laboral y vital, y la desigualdad, y fortalecer los servicios de salud y sociales golpeados por las políticas neoliberales, hay que salir de la lógica económica y cultural de un capitalismo “tecno-feudal” –dice Varoufakis– que está en guerra con la vida. Las reformas son importantes e imprescindibles, pero muy pronto nos enfrentaremos con situaciones límite que obligarán a hacer cambios sistémicos muy profundos para evitar el colapso.

¿Vienen tiempos convulsos,  pues? 

El escritor Carl Amery planteó que la lucha por los recursos escasos en una tierra finita era el tema crucial del siglo, y que un grupo superior neofascista trataría de imponer una sociedad autoritaria, represiva y racista para defender su forma de vida ante grupos “inferiores”. La pandemia ha producido miedo, mucho miedo, un miedo que oculta el dolor y el malestar. Es probable que cuando el miedo se desvanezca surja con mucha fuerza un sufrimiento oculto ahora reprimido. Las consecuencias de este dolor, con un sufrimiento que se ha ido multiplicando y con la falta de expectativas laborales y vitales, puede manifestarse en forma de diversas violencias: hacia dentro, en forma de suicidio, o hacia fuera, en forma de agresividad y destrucción. En un tiempo lleno de inseguridades, miedos, pérdida de legitimidad, desconfianzas y desigualdades crecientes donde, como ya ha anunciado el FMI, aumentarán las revueltas sociales, los movimientos populistas y neofascistas tienen un campo abonado. La alternativa es luchar por una sociedad más democrática y fraterna que tenga cuidado de la vida en todos sus niveles, con una economía homeostática y un decrecimiento selectivo y justo adaptado a los límites biofísicos de la Tierra. Tenemos que aprender a vivir mejor con muchos menos recursos y bienes y eso significa crear una sociedad no capitalista, ecofeminista y anticolonial. No será fácil. Habrá que crear una sociedad consciente y organizada, que aprenda a hacer políticas sistémicas complejas, que haga frente a los que no querrán renunciar a sus privilegios… aunque el mundo se acabe. Menciono cuatro puntos clave. Que mucha gente tome conciencia de la dimensión de la crisis actual y de que es posible vivir bien de otra manera, con mucho menos consumo, de forma más saludable, humana y realmente sostenible, con más tiempo libre y energías para aprender, crear, meditar, desarrollar relaciones más fraternas y ser más conscientes de nuestra vida y de nuestra muerte. Esto significa una reeducación ciudadana política y cultural muy profunda. Hay que seguir experimentando vivir de una manera diferente, con cooperativas de producción y consumo, nuevas formas de vida y relaciones. Es necesario disponer de grupos de análisis (think tanks) potentes que hagan análisis y propuestas para arrinconar las fuerzas reaccionarias y neofascistas. Y hay que juntarse, ganar fuerzas, y movilizarse sostenidamente con movimientos a la vez locales y globales, descentralizados y coordinados, ágiles, resistentes y capaces de adaptarse a los cambios y presionar a los gobiernos.

 Versión ampliada de la entrevista publicada originalmente en catalán en la revista Crític.

Elena Parreño (Crític)

Fuente: https://ctxt.es/es/20210401/Politica/35603/Joan-Benach-entrevista-vacunas-patentes-covid-desigualdad-miedo-neofascismo.htm

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Entrevista a Franck Gaudichaud: «América Latina entró en un período de nuevas polarizaciones sociales y políticas»

Fuentes: Jacobin/ Rosa Moussaoui 

En esta entrevista, Franck Gaudichaud analiza algunas de las dinámicas sociales y políticas del último período y los desafíos actuales que enfrenta la región.

Profesor de historia y de estudio de la América Latina contemporánea en la Universidad de Toulouse-Jean-Jaurès, miembro del consejo de redacción de la revista ContreTemps y copresidente de la Jean-Jaurès, miembro del consejo de redacción de la revista ContreTemps y copresidente de la asociación France Amérique Latine (www.franceameriquelatine.org), Franck Gaudichaud editó recientemente dos obras colectivas que ofrecen un balance crítico de los proyectos políticos «progresistas» que cuestionaron la hegemonía neoliberal en el continente. En esta entrevista analiza algunas de las dinámicas sociales y políticas del último período y los desafíos actuales que enfrenta la región.

¿Cuál es la trama política común de lo que usted designa como «experiencias progresistas» de principios del S. XXI en América Latina?

La caracterización es un tanto engañosa. Nosotros la retomamos porque son los protagonistas los que la utilizan, desde Kirchner en Argentina hasta Álvaro García Linera en Bolivia. Estos actores, en su diversidad, construyeron un espacio político común al que decidieron nombrar «progresista». En ese sentido, esta categoría nos parece legítima, aun si los distintos gobiernos progresistas y «de izquierda» nos remiten a experiencias bien diferentes. Por un lado, las experiencias «nacionales y populares» más o menos «radicales» de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Y por otro, las experiencias más orientadas hacia la centroizquierda, e incluso hacia formas de socioliberalismo, entre las cuales pueden mencionarse el Frente Amplio de Uruguay (bajo el mandato, entre otros, de José «Pepe» Mujica), el caso de Brasil bajo el gobierno de Lula y luego bajo el de Dilma Roussef. Sin embargo, más allá de la categoría, es posible observar puntos en común durante la «época dorada» de los progresismos: el retorno del Estado, la crítica al neoliberalismo y las perspectivas desarrollistas. Todo esto en el marco de prácticas políticas que efectivamente fueron muy heterogéneas.

¿Cómo se explica la longevidad de estos gobiernos en contextos tradicionalmente marcados por la inestabilidad política?

Ahora que contamos con la ventaja de la distancia crítica sobre este «ciclo», que se extendió aproximadamente desde 1998 (elección de Chávez) a 2016 (destitución de Dilma Roussef), y que está lejos de haber terminado, podemos constatar que coincidió durante un largo período con el aumento de los precios de las materias primas. Esta bendición junto al crecimiento de las exportaciones hicieron posible, en el mediano plazo, el retorno de los programas sociales (muchas veces calificados como asistencialistas), los planes de lucha contra la pobreza y las políticas de desarrollo. Hubo entonces una coyuntura económica favorable a nivel internacional y, al mismo tiempo, una búsqueda de respuestas a la crisis de hegemonía que azotó al neoliberalismo a fines de los años 1990. En ese contexto, algunas fuerzas políticas progresistas intentaron renovar o crear desde cero vínculos con los movimientos populares, y buscaron el apoyo de una nueva base social en las revueltas plebeyas del período (especialmente en los casos de Bolivia y de Ecuador) para enfrentar a las derechas neoliberales y conservadoras.

Entonces, ¿las políticas de redistribución y de inclusión social solo eran posibles en esta fase de prosperidad económica?

En todo caso, esta es una de las contradicciones y el talón de Aquiles de estas recientes experiencias latinoamericanas. Lo que sucedió en aquel momento no fue ni una perpetuación del neoliberalismo, ni una transformación con perspectivas anticapitalistas. En el fondo, se trató de la institución de un nuevo pacto social, ciertamente más redistributivo, pero que incluía a las clases dominantes que también se beneficiaron enormemente con el boom económico (sus riquezas aumentaron de manera considerable en Brasil, en Ecuador y en otras partes). En el marco de este nuevo pacto social o equilibrio sociopolítico, se implementaron respuestas positivas a la emergencia social y, en algunos países, las oligarquías fueron definitivamente desplazadas (por ejemplo, en Venezuela). Pero este equilibrio era frágil en la medida en que se mantuvieron las fronteras sociales y la dominación de clase (y también las de «raza» y género). Y lo era a su vez a causa de la fuerte dependencia que vinculaba a estas políticas redistributivas con la coyuntura internacional en el marco de una división internacional del trabajo que es profundamente violenta.

¿Cuál fue el obstáculo para dejar atrás esta dependencia de las materias primas, en particular de la renta petrolera y gasífera?

Este es el otro gran debate, que muchas veces se plantea en términos caricaturescos. La alternativa no es entre un extractivismo desenfrenado en nombre del desarrollo y unos mendigos que duermen encima de una «montaña de oro», para retomar una expresión del expresidente ecuatoriano Rafael Correa. Los trabajos del economista Pierre Salama, y también los de muchos otros, sacan a luz una gran paradoja. Históricamente, en América Latina, la izquierda se opuso a la dependencia y a las relaciones heredadas del colonialismo. Sin embargo, esos diez o quince años de progresismo reforzaron la matriz extractivista. Es cierto que el Estado ganó espacio frente a los agentes privados. Pero se reforzó la dependencia de las materias primas, las multinacionales lograron salir del apuro y se constataron los efectos de la desindustrialización y de la financierización de la agricultura intensiva, en particular en los casos de Argentina y Brasil. Evidentemente, llovieron divisas. Pero al precio de importantes impactos sociales, políticos y ambientales. Ahora bien, el problema no es solo económico: el extractivismo es un régimen político que favorece el autoritarismo, alienta la corrupción, genera tensiones con los movimientos sociales e indígenas, devasta territorios enteros y fragmenta a las clases populares. Sin embargo, también es evidente que ningún país latinoamericano puede salir solo del extractivismo y del neocolonialismo de la noche a la mañana. Esto plantea la cuestión de la cooperación regional e internacional. Exigirle a Bolivia que renuncie a todo su litio en el Salar de Uyuni, que renuncie sin más, sin ninguna alternativa concreta, sin ingresos que le permitan afrontar la emergencia social, sería absurdo. Entonces, la cuestión que se plantea es la de las transiciones ecosociales y tecnológicas necesarias.

Estas experiencias progresistas tomaron en muchos casos una tonalidad soberanista. En el marco de este impulso político, ¿en qué sentido fue decisiva la aspiración a la independencia nacional?

La cuestión nacional fue central frente a la agenda de los Estados Unidos, del neoliberalismo y del consenso de Washington tal como se impuso en los años 1990 y a comienzos del milenio. Hubo una reacción nacional y popular. Así, el chavismo se inscribe claramente en una genealogía histórica latinoamericana que es la de grandes movimientos como el peronismo en Argentina o el cardenismo en México. Por lo tanto, hubo en estas experiencias una dimensión «populista» en el sentido histórico del término. La prensa usa esta noción de manera peyorativa y normativa, para descalificar a los gobiernos, pero si se toma el asunto en serio, el «populismo de izquierda» estuvo en el centro de estos procesos, en el sentido de las teorías de Ernesto Laclau. De aquí el interés de prestar atención a los debates y a los usos indebidos que suscita esta noción. ¿Es posible reivindicarse como parte del «pueblo» sin que surjan estas contradicciones? El populismo de izquierda, ¿puede aplanar las diferencias de clase? Desde mi punto de vista esto no es posible. Es una de las tensiones que se manifestaron en el curso de estas experiencias políticas. La cuestión del «caudillismo», el hiperpresidencialismo, la encarnación exclusiva de la voluntad popular en un jefe carismático, nos plantea problemas a la hora de proclamar la autonomía de los movimientos sociales, la participación y la invención democrática. Esto es así aun cuando figuras como las de Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa o Lula permitieron, durante cierto tiempo, que cristalizaran momentos de cambio político antioligárquicos.

Los procesos constituyentes de los años 2000 en Bolivia y en Ecuador consagraron un Estado plurinacional. ¿Cuáles fueron las implicancias que esto tuvo en la práctica? ¿Se abrió el camino hacia auténticos intentos de descolonización?

El Estado plurinacional marcó un avance claro en esta dirección al reconocer la diversidad lingüística y los derechos comunitarios. Pero todavía queda mucho por hacer. La historiadora boliviana Silvia Rivera Cusicanqui resume este desafío en los siguientes términos: «Lo decolonial es un neologismo que está de moda, lo poscolonial es un deseo, lo anticolonial es una lucha». Todo está por hacerse y los cambios constitucionales no son más que una etapa. Sin embargo, debemos tener cautela y no esencializar al movimiento indígena, cuyas decisiones políticas y conductas también son plurales y contradictorias, tal como podemos apreciar en este momento en la campaña presidencial de Ecuador.

El 8 de marzo circularon imágenes sorprendentes de México: Andrés Manuel López Obrador aislado en el palacio presidencial frente a las manifestantes que escribieron los alrededores los nombres de miles de mujeres asesinadas. ¿Por qué la izquierda latinoamericana en el poder permaneció sorda a reivindicaciones feministas que, sin embargo, le dieron cuerpo a potentes movimientos sociales?

Esos gobiernos no lograron superar los reflejos patriarcales, es decir, machistas, de sociedades que siguen siendo muy conservadoras, en las que las Iglesias todavía mantienen un peso político decisivo y en las que ponerse del lado de las feministas no es necesariamente popular. Los movimientos feministas se construyeron en y por la autonomía, muchas veces en confrontación con las fuerzas de la izquierda a las que les resulta difícil deshacerse de la cultura machista (tanto al interior de las organizaciones como en sus discursos). Pero, por desgracia, esto no es algo específico de América Latina. Desde este punto de vista, la legalización de la interrupción voluntaria del aborto en Argentina representa un punto de quiebre. Esta conquista es fruto de la movilización de las mujeres: fue la presión de un potente movimiento la que hizo que el kirchnerismo, que durante mucho tiempo sostuvo una posición ambigua sobre el tema, termine por asumir este gesto político. La fuerza de las feministas chilenas también es ejemplar en este sentido.

¿Qué caminos abre el levantamiento popular de Chile y el proceso constituyente actualmente en curso, sobre todo cuando se considera que se trata de un país que fue el laboratorio del neoliberalismo en el continente y en el mundo entero?

La fuerza del levantamiento de octubre de 2019 desplazó todas las fronteras de una manera imprevisible. Esta irrupción popular remodeló completamente el panorama político e hizo temblar a la oligarquía, comenzando por el presidente conservador, Sebastián Piñera. Sin embargo, la paradoja es que una gran parte de les representantes del movimiento social podrían quedar afuera de la futura Convención constitucional a causa del cierre, por arriba, de un «Acuerdo por la paz social y la Constitución» al que suscriben la mayoría de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento. Este acuerdo tiene el objetivo de diluir la potencia de esta rebelión popular en los marcos institucionales, pero también el de limitar el alcance de las próximas elecciones constituyentes. Una parte de la izquierda se prestó a este juego (no es el caso del Partido Comunista de Chile). Todo esto se puso en marcha para restringir la representatividad de las fuerzas movilizadas y de les candidates independientes y para asegurar la hegemonía de los «grandes partidos». La derecha se aseguró una minoría con capacidad de veto en la Convención, que será elegida a mediados de abril, puesto que todo artículo deberá ser validado por la mayoría calificada de dos tercios de les constituyentes… Para poner realmente en cuestión al neoliberalismo heredero de Pinochet y al poder sin fisuras de las clases dominantes de Chile es necesario construir una relación de fuerzas de magnitudes considerables. Sobre todo en un contexto en el que los niveles de represión y violencia estatal fueron, y son, extremadamente altos. De todas formas, los horizontes emancipatorios permanecen abiertos: las feministas chilenas, por ejemplo, decidieron participar en este proceso proponiendo candidaturas para denunciar los límites de esta Convención Constitucional e insistir en la necesidad de continuar con la organización «por abajo», a través de asambleas territoriales. No es más que el comienzo de un largo camino.

En la actualidad, Venezuela, que fue la referencia cuando comenzaron estas experiencias de transformación social en América Latina, es considerada por la derecha neoliberal como el peor de los monstruos. El fracaso estratégico de la derecha insurreccional dirigida por Juan Guaidó es evidente. ¿Podemos esperar, con la alternancia en Washington, una reducción o el levantamiento completo de las sanciones que estrangulan al país? Esta parece ser una condición indispensable para cualquier salida de la crisis.

Es el drama venezolano. El país vive hoy un impasse y una crisis terribles. En primer lugar, efectivamente la estrategia de bloqueo imperialista (e ilegal) elegida por Estados Unidos es un fracaso y el autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó condujo a la oposición a un naufragio. Los sectores de la «derecha insurreccional» alentada por Trump fracasaron: Nicolás Maduro, en gran medida a causa del apoyo de las fuerzas armadas y del control ajustado del aparato de Estado, es bastante más resistente de lo que sus cálculos habían previsto. Al mismo tiempo, esta crisis venezolana hundió las perspectivas, la legitimidad y las intenciones de la izquierda latinoamericana, especialmente la que todavía se niega a abrir los ojos. La crisis evidentemente obedece a causas externas y geopolíticas centrales: la agresión estadounidense y la estrategia de boicot económico adoptada por Washington. Pero también se acentuaron con fuerza ciertas tendencias claramente autoritarias, bonapartistas y regresivas del madurismo: el enriquecimiento mediante la corrupción de las nuevas clases dirigentes, que condujo a la emergencia de una «boliburguesía» que saca cientos de millones de dólares del país cada año, el rol de las fuerzas policiales en la vigilancia de los barrios populares y la criminalización de las disidencias. Además de las prácticas de extractivismo masivo y de las concesiones mineras en las orillas del Orinoco, el gobierno desplegó durante los últimos meses una verdadera política de ajuste neoliberal y de privatizaciones, lo cual es una paradoja para alguien que dice reivindicar la «revolución bolivariana». La «ley antibloqueo» de octubre de 2020, destinada a atraer inversiones extranjeras, es también una legislación «supraconstitucional» que abre al país todavía más a los capitales privados (especialmente chinos, iraníes y rusos) y a la desregulación y privatización de los bienes comunes que están bajo control público. Esta tendencia podría consolidarse con el anuncio reciente de la creación de nuevas «zonas económicas especiales», lo que no es más que una manera de reconocer la incuria generalizada en la gestión de muchas grandes empresas públicas, PDVSA entre ellas. No se puede pensar alternativas al neoliberalismo en América Latina si nos contentamos simplemente con denunciar los odiosos dictados de Washington y cerramos los ojos frente a la situación interna y al drama que vive el pueblo venezolano.

La crisis venezolana ha dado lugar a un éxodo masivo. La pobreza, la desigualdad y la frecuencia de las catástrofes naturales vinculadas al cambio climático dieron lugar a un amplio movimiento migratorio que persigue el «sueño estadounidense». ¿Se acelerarán estos movimientos? 

Desafortunadamente, todo indica que sí. Los estudios recientes de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la ONU dan cuenta del desastre humanitario y de una aceleración de los movimientos migratorios. En diez años, se duplicó el número de inmigrantes en la región. Cuando comenzó la crisis venezolana, alrededor de cinco millones de personas abandonaron el país, ¡la migración intralatinoamericana más grande de la historia! Más de 40 millones de personas en el continente viven hoy lejos de su país, con un número impresionante de gente que se desplaza desde América Central hacia los Estados Unidos. Estos inmigrantes son víctimas de múltiples violencias y quedan a merced de redes criminales en muchos casos vinculadas a la prostitución y al narcotráfico. Las mujeres y los niños están el corazón de la tormenta. La crisis climática, cuyos efectos se hacen sentir con dureza en América Latina, amplificará estos fenómenos en el futuro. Y esto es hace entrar en escena nuevamente la responsabilidad de los países del Norte.

En la ecuación de lo que usted diagnostica como el «agotamiento» de estas experiencias alternativas, ¿cómo se distribuye el peso que tienen las injerencias externas y el que tienen los factores políticos internos?

Es uno de los grandes debates que atraviesa la izquierda latinoamericana después de casi una década. ¿Dónde poner el cursor? Hay que pensar de manera dialéctica y en distintas escalas, lo cual no es ninguna novedad, pero una cierta pregnancia de la lente «geopolítica» tiende a aplastar el resto en los análisis que hacen ciertos intelectuales o militantes. Hubo un reflujo, es decir, una crisis de los gobiernos progresistas, aun si no se trata de un «fin de ciclo». En este momento asistimos a un rebote notable (Bolivia, Argentina, México, a los cuales tal vez se sumen Ecuador y Brasil). Sin embargo, decidimos hablar del fin de una «época dorada», que combinó rentas elevadas, crecimiento económico, disminución de la pobreza, articulación entre movimientos y gobiernos, nuevas integraciones regionales y cooperación Sur-Sur, repliegue de la influencia estadounidense, etc. Cierta gente responsabiliza unilateralmente por el retroceso y los reveses al imperialismo y a la política extranjera de los Estados Unidos, adoptando así una perspectiva «campista». Otros –yo entre ellos– estiman que se trata de un diagnóstico reduccionista y le prestan atención a las contradicciones internas y a los impasses: pérdida del vínculo con los movimientos populares, burocratización o emergencia de nuevas castas, autoritarismo, neoextractivismo desenfrenado, etc. La «izquierda», que quería cambiar el equilibrio de poder, quedó atrapada en la verticalidad de la máquina estatal y también en el capitalismo de Estado, que succionó a una parte de la fuerza viva de los movimientos sociales. También debe decirse algo sobre el problema de la corrupción masiva, que causó muchos males. Son muchos los elementos que contribuyeron a tensar las relaciones entre los líderes políticos y aquellos sectores que los llevaron al poder: las clases populares movilizadas, los movimientos indígenas y campesinos, los sindicatos de trabajadores, las feministas y los intelectuales críticos, los ecologistas, etc. En los casos más extremos, estas tensiones se tradujeron como fenómenos de represión estatal abierta, como en el caso de la Nicaragua de Daniel Ortega. En otros simplemente generaron un estancamiento relativo del consenso socialdemócrata, como en el caso del Frente Amplio de Uruguay. Entre los dos, hay miles de matices y grises.

Bajo el gobierno de Donald Trump, e incluso antes, con Barack Obama, los Estados Unidos se comprometieron en una relativa desinversión en Medio Oriente y movieron algunas fichas en América Latina, a la que consideran su «patio trasero». ¿Cuáles fueron las consecuencias políticas de este movimiento en el continente?

Es verdad que hubo, por parte de Washington, una voluntad de revalorar el terreno latinoamericano para intentar contrarrestar la competencia china y reactivar la doctrina Monroe. La política que el gobierno de Biden despliega en este terreno debe ser leída a la luz de esta guerra económica sin cuartel contra Beijing. Los golpes de Estado «institucionales», que comenzaron en 2009 y en 2012 en Honduras y en Paraguay, fueron en última instancia legitimados por Estados Unidos. También existe una agresión sin tregua contra Venezuela (y Bolivia) que tiene consecuencias criminales sobre la población, para no decir nada del sostenimiento infame del bloqueo contra Cuba. Es necesario analizar la permanencia de una densa red de bases militares en toda la región, el rol de la OEA (por ejemplo, en la destitución de Evo Morales), e incluso el despliegue de la cuarta flota. Pero, a riesgo de ser demasiado insistente, repito que todo esto no agota las contradicciones estratégicas de los progresismos. La herida que abrió la crisis del proceso bolivariano debe analizarse en este sentido.

Usted evoca la competencia feroz que opone a Pekín y Washington en América Latina. ¿China está repitiendo la misma estrategia que desplegó en otras regiones del Sur global, como por ejemplo, en África?

Sí, es una estrategia similar, aunque enfrenta desafíos geopolíticos todavía más «pesados» que en el caso de África, puesto que China está disputando con Estados Unidos oportunidades económicas y geoestratégicas en lo que históricamente este último país consideró como su «patio trasero»: se trata de competir con el gigante norteamericano en su propio terreno. Pekín superó a la UE y se convirtió en el segundo socio comercial del subcontinente. Además, es el principal socio comercial del gigante brasileño y de Chile, y se posiciona en segundo lugar en lo que respecta al volumen de transacciones de México que, no obstante, sigue vinculado a Estados Unidos mediante un tratado de libre comercio. Todo esto es muy significativo. Xi Jin Ping proyecta un crecimiento de las inversiones en América Latina equivalente a 250 000 millones de dólares para 2025: el movimiento se aceleró a un ritmo vertiginoso. Más allá de las inversiones, lo que quiere China son las materias primas, aunque también le interesa el control de empresas clave y de mercados en el suelo latinoamericano, y en general sobre todo el continente, incluido Estados Unidos. En este terreno, independientemente de los adornos discursivos, las prácticas que despliega el Imperio medio remiten más a una hegemonía y asimetría agresivas que a la «solidaridad Sur-Sur». La diferencia con los Estados Unidos, en esta etapa, es que los chinos no implantan bases militares en la región.

Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, ¿podemos esperar una inflexión en las políticas estadounidenses para América Latina? 

Es cierto que la derrota de Trump implica un revés para las declinaciones más exageradas de la derecha y de la extrema derecha de América, que tienen a Bolsonaro a la cabeza. Dicho esto, no cabe tener ninguna expectativa en esta alternancia. No se trata de un juicio de valor: basta escuchar lo que dicen Joe Biden y sus secretario de Estado, Antony Blinken. Están decididos a recuperar su posición en América Latina frente a China recurriendo a métodos intervencionistas. Para ellos se trata de una cuestión geoestratégica central. Mantienen el bloqueo contra Caracas, en plena pandemia, con lo cual asfixian todavía más el sistema sanitario de ese país, y siguen reconociendo al golpista Juan Guaidó como representante legítimo de Venezuela, en la misma línea de Trump. En cuanto al embargo contra Cuba, al menos hasta ahora, no hubo ninguna flexibilización real. De hecho, más allá de los discursos con acentos multilateralistas de Biden, destinados a seducir a los aliados de la OTAN, los elementos fundamentales permanecen y la «doctrina Monroe 2.0» prevalece en toda América Latina: apoyo al Plan Colombia, política de agresión contra los gobiernos considerados hostiles, perspectivas hegemónicas sobre todo el continente, sostenimiento de un inmenso despliegue militar, reforzamiento del «soft power» y apoyo a ciertos organismos de la sociedad civil en nombre de la «democracia», etc.

En esta estrategia hegemónica de Washington, ¿se mantiene la importancia de Colombia? 

Washington se apoya en gobiernos «amigos», es decir, Santiago de Chile, Bogotá y Brasilia, para incrementar su influencia en la región. Los Estados Unidos cultivan esta influencia a través de la OEA. Colombia, cuyo presidente Iván Duque firmó en 2016 los acuerdos de paz de La Habana con los exguerrilleros de las FARC, representa para Estados Unidos, en el plano militar, una plataforma estratégica fundamental para toda la región (no es el caso de Brasil, y esta es una diferencia notable). Colombia es un puente esencial y recibe a este título cientos de millones de dólares, tanto en el plano militar como en concepto de cooperación entre Estados o a través de oenegés. Cenáculos como el Grupo de Lima traducen de esta manera la voluntad de promover grupos de influencia que reúnen a los países alineados con Washington. Pero con la alternancia en México, el retorno de la izquierda en Bolivia, tal vez dentro de poco en Ecuador y eventualmente también en Brasil (con la vuelta de Lula a la escena política), estos cálculos parecen complicarse. El gobierno estadounidense contempla con cierto temor el posible retorno de estructuras de integración regional más autónomas (como la UNASUR o la CELAC), en el caso de que logre reactivarse un «eje progresista». Pero nada indica que esta nueva dinámica vaya a desencadenarse realmente y la crisis económica y la pandemia están causando estragos que cada país enfrenta a su manera.

La restauración neoliberal produjo en todas partes desastres económicos, recesiones y la explosión de un endeudamiento tóxico. ¿La eficacia económica es desde ahora un rasgo que le pertenece al campo progresista?

Si bien es necesario tener una mirada crítica a la hora de hacer el balance de las experiencias progresistas para pensar el futuro, es necesario decir también que la restauración neoliberal conservadora fue catastrófica. La derecha se muestra incapaz de crear las condiciones de posibilidad de cualquier estabilidad económica y se conforma con prácticas cada vez más autoritarias. Se trata de un fracaso en toda regla: tanto en los casos en los que llegó al poder mediante las urnas, como Mauricio Macri en Argentina o como Uruguay, en los casos en que tomó el poder mediante un golpe de Estado, como en Bolivia, o en los que aprovechó meses de desestabilización institucional y democrática, como en Brasil. Esto abre la puerta al retorno de los progresismos, que se presentan como una alternativa «deseable» o al menos posible para millones de personas. Y allí donde las derechas se mantienen en el poder (Chile o Colombia, por ejemplo), enfrentan grandes movilizaciones populares. Es un problema para las clases dominantes, sobre todo en un período de crisis profunda y de pandemia: las derechas no encarnan una alternativa creíble que le garantice estabilidad al capital. E incluso en los casos en los que sí lo hacen, es bajo la forma de una derecha extrema y fascistizante, como la de Jair Bolsonaro en Brasil. Sin embargo, la irrupción de progresismos «tardíos», como el caso López Obrador en México, o el retorno electoral de la centroizquierda en algunos países, no garantizan el retorno de un período de crecimiento y estabilidad: América Latina –como el resto del mundo– entró en un período de fuerte turbulencia, que combina una crisis económica gigantesca, la crisis sanitaria, la profundización de la crisis ecológica y una nueva polarización social, política e ideológica. Todo esto sobre el fondo de un ascenso alarmante de sectores reaccionarios, de los evangelistas y de las extremas derechas «alternativas», que movilizan a porciones cada vez más grandes de las capas populares. Tanto para las izquierdas emancipatorias como para los movimientos sociales, se juega aquí la cuestión de la democracia.

Nota:

(1) Esta entrevista es la versión larga del texto publicado por L’Humanité el 12 de marzo de 2021: www.humanite.fr/franck-gaudichaud-en-amerique-latine-le-bilan-de-la-restauration-neoliberale-est-catastrophique

Fuente: https://jacobinlat.com/2021/04/05/america-latina-entro-en-un-periodo-de-fuerte-turbulencia-y-de-nuevas-polarizaciones-sociales-y-politicas/

Traducción: Valentín Huarte

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