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Momo, una niña en resistencia

Por: Ana Belinco

¿Es posible desarrollar una pedagogía liberadora? A través de una prosa filosófica, Michel Ende nos sumerge en el mundo de Momo, una niña que resiste la dictadura de los hombres de gris.

Las ocasiones de lectura en las aulas son espacios fructíferos para generar espacios de reflexión, de debate, de intercambio intersubjetivo. Espacios donde los niños pueden imaginar, crear, recrear mundos imaginarios y posibles así como extender estas prácticas al mundo real que los circunda.

Impulsar el gusto y el amor por la lectura puede ser, por lo tanto, una manera de formar subjetividades críticas, reflexivas, creativas y transformadoras de la realidad. La literatura se presenta así como herramienta de quiebre, de resistencia.

A través de la prosa fluida, filosófica y fecunda de Michel Ende nos llega una excelente novela llamada Momo. Este escritor alemán del SXX, cuya novela más conocida es “La historia interminable”, desarrolló a lo largo de su actividad una serie de obras literarias dentro del género de la literatura fantástica y de ficción para niños, adolescentes y adultos.

En las afueras de una ciudad italiana, en un anfiteatro en ruinas, vive una niña llamada Momo. Ella no tiene un origen cierto. Ninguno de los habitantes de la ciudad sabe de dónde o cómo llegó allí pero todos conocen su extraordinaria habilidad de saber escuchar. Momo tiene amistad con todos y todos recurren a ella para ser escuchados, con tiempo, con pausa, atentamente.

Este clima amistoso y distendido termina con la llegada de los hombres grises. Estos extraños individuos representan al Banco de Tiempo. Como representantes de tal entidad promocionan la idea de ahorrar tiempo entre la población. El pack ofrecido implica que el tiempo puede ser depositado en el banco y devuelto al cliente posteriormente con intereses como corresponde a cualquier entidad bancaria seria y responsable que se precie de tal. El objetivo real de estos hombres es hacer que la gente lo olvide todo menos su obsesión por ahorrar todo el tiempo posible para su posterior uso. La ciudad, y sus habitantes, se ven fuertemente modificados ante el desembarco de semejante institución en ella. Se pierde el sentido en lo rutinario.

Actividades como el arte, la imaginación o dormir (y por lo tanto soñar), pasan a ser considerados como pérdidas de tiempo. Los prototipos de ciudadano, de moda, de gustos se estandarizan. Pero como todos imaginarán, cuanto más tiempo ahorra una persona, esta acción ahorrativa redunda en una real disminución de dicho bien tan preciado en su haber. Los hombres grises consumen lo ahorrado en forma de cigarros hechos de pétalos secos de las flores horarias que representan el tiempo. Estos oscuros personajes, cual parásitos, no pueden existir sin consumir esos cigarros, es decir, sin consumir el tiempo ajeno.

Con su flagrante falta de valoración del tiempo en los términos en el que éste es presentado por los hombres grises, Momo se convierte en una molestia punzante, en una piedra en el zapato del Banco de Tiempo. Los hombres grises buscan deshacerse de ella por todos los medios posibles. Momo, junto a Casiopea la tortuga, animalito que se comunica con ella a través de mensajes luminosos en su caparazón, se enfrentará a la dictadura de los hombres de gris. Para ello la niña deberá ir al manantial del tiempo, tras lo cual logrará rescatar a la ciudad de la opresión de esta entidad nefasta.

Momo en la escuela de hoy

El actual mundo capitalista globalizado, asiste una vez más, a un nuevo ciclo de crisis económica, política y social pauperizante de la humanidad. Basta mirar las noticias de E.E U.U corcoveando con discursos totalitarios y xenófobos a lo Trump tratando de capear su crisis económica y política; de Medio Oriente con sus guerras intestinas o impuestas por potencias imperialistas que generan miles de exiliados, refugiados y muertos; de la Europa de fronteras cerradas frente a la desesperación humana y sin ir tan lejos de la avanzada neoliberal en América latina, para confirmar lo anteriormente dicho. Estamos, por lo tanto, ante la necesidad de la transformación profunda, radical y revolucionaria de las estructuras de poder propias de un sistema que expone sus más grandes miserias, basado en la existencia de explotadores y explotados, de merecedores y excluidos, de comidos y hambreados.

Frente a este estado de situación se impone que la escuela y sus docentes analicemos críticamente cuál debe ser nuestra tarea. En Pedagogía del oprimido Paulo Freire sostiene que “Sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”. Los docentes debemos reconocernos como parte de la clase trabajadora desmarcándonos de la concepción de que como profesionales formamos parte de una pequeña burguesía superior a las clases populares, así como también de la tarea que se nos quiere imponer desde el SXIX según la cual debemos ser formadores de subjetividades acordes a las necesidades de los sistemas económicos y políticos imperantes.

La educación formal capitalista ha dado muestras de sobra de su poder de formación de subjetividades extrañadas. Se hace urgente, en este sentido, la tarea de buscar el quiebre, la grieta, la contradicción dentro del sistema educativo capitalista mismo y usarlo de modo contra hegemónico estimulando subjetividades críticas, no conformadas.

Expropiarle a las clases dominantes uno de sus aparatos ideológicos más efectivos, expropiación-apropiación por parte de y para los trabajadores. Prenderles fuego el rancho desde adentro hablando en criollo.

Momo es una novela, que nos ofrece a los docentes, la posibilidad de poner en debate de nuestros estudiantes cuestiones como el consumismo y la explotación. Permite pensar sobre las características del mundo actual, sobre el peligro de verse seducido por los intereses ocultos de empresas que cuentan con el suficiente poder como para influir en el estilo de vida de la gente, en sus deseos, en sus aspiraciones.

También permite elaborar una mirada crítica sobre el modelo racional de concebir el tiempo, un modelo economicista que busca reducir al mínimo o extinguir los momentos de ocio en búsqueda de un rendimiento eficiente del tiempo dentro de la valoración capitalista del mismo, tiempo que debe ser usado para producir aquello que luego va a ser expropiado a sus productores por parte de los dueños de los medios de producción.

Cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia. Novela excelente para abonar una pedagogía liberadora de conciencias que den batalla, que revolucionen lo establecido por el sistema económico imperante en la actualidad desde una mirada antisistémica, humanista y solidaria.

Fuente: http://laizquierdadiario.com/Momo-una-nina-en-resistencia

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«Lo que no está bajo control de EE.UU. pasa a ser una amenaza» entrevista a Theotonio Dos santos cientista social brasileño y uno de los intelectuales más influyentes de América Latina

Argentina/6 Agosto 2016/Autor: Alberto López Girondo/Fuente: Tiempo Argentino

Theotonio dos Santos, a los 79 años puede decir que vivió los grandes procesos políticos regionales en carne propia, desde su exilio en Chile tras el golpe de 1964 en Brasil y su nuevo destino en México desde 1973 hasta el regreso a su patria con la vuelta de la democracia, en 1985. Es uno de los pilares de la Teoría de la Dependencia y luego del concepto de Sistema Mundial. Ahora, de paso por Buenos Aires invitado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, del que fue uno de los fundadores, le toca explicar las razones para que el gobierno de Dilma Rousseff esté en sus últimos estertores y la región sufra un retorno al neoliberalismo que parecía ya alejado de la región.

«Yo veo a la situación en Latinoamérica como parte de una ofensiva más general a nivel mundial», dice desde las oficinas de CLACSO, donde el elemento determinante es una pérdida de control económico y político por parte del centro hegemónico del sistema mundial, que es Estados Unidos.

–¿Cómo se manifiesta esta ofensiva?

–Hay una postura muy desesperada de recuperación de poder y si bien no tuvo el resultado que pretendían, tuvo efectos locales bastante destructivos. Es el caso de Oriente Medio, donde ha quedado una crisis profunda y Rusia, que integró un proyecto de colaboración, termina volviendo a su condición de gran enemiga de Europa.

–¿Este nuevo enfrentamiento comienza en Siria?

–Ven a Rusia como una amenaza sobre todo por su alianza con China, que la pone otra vez dentro de un esquema de disputa mundial. Por ahora sólo han conseguido crear unas condiciones realmente difíciles en el antiguo mundo soviético pero EE UU no tiene control de la situación.

–¿El ataque contra el gobierno de Dilma se explicaría entonces por el acercamiento a los países del BRICS?

–Todo lo que no está bajo control de EE UU pasa a ser una amenaza y los BRICS son una amenaza estratégica para EE UU. Y en cierto sentido tiene razón, porque ocupa un espacio que antes ocupaban ellos. En el caso latinoamericano su preocupación pasa por el petróleo y básicamente Venezuela, que tiene las reservas más grandes del mundo y Brasil, tras el descubrimiento del Presal, que tiene comprometido parte de las rentas a salud, educación, ciencia y tecnología.

–Al gobierno de Dilma lo frenaron, lo boicotearon, llenaron el Congreso de impresentables…

–No es difícil eso (risas).

–La pregunta es por qué el PT no pudo hacer nada contra eso.

–El PT jugó siempre una carta de negociación y una de las consecuencias de esta política era bajar la intensidad de la movilización social y política.

–¿Ese fue su gran error?

–Yo siempre que pude hablar con Lula de estas cosas le dije que había que tener una unidad de izquierda aunque se negociara con quien fuera, pero había que tener una base bien fuerte para la negociación. Si te restringes a ti mismo, el resultado es que empiezas a depender de la negociación cada vez más. Lula tenía una capacidad muy alta de negociación y había una expectativa de que el PT y el PSDB gobernasen en alternancia. Este era el planteo de Fernando Henrique Cardozo luego de que rompió con la Teoría de la Dependencia. Pero hubo muchas concesiones innecesarias y muy negativas. Porque un país no puede darse el lujo de patrocinar la creación y el fortalecimiento de una minoría financiera que vive de la improductividad y de la especulación.

–Pero el PT nunca atacó a esos grupos financieros.

–Al contrario, el presidente del Banco Central de Lula, Henrique Meirelles, ahora es ministro de Economía (de Michel Temer) y venía de la época de Fernando Henrique. Es una figura de la banca internacional. Eso ayudó a consolidar la relación de Lula con el sistema financiero, pero el resultado es catastrófico.

–¿Qué pasó después? ¿Dilma no tiene la misma capacidad de negociación?

–Hay un par de cuestiones, primero la baja en el precio del petróleo por el aumento en la producción en EE UU a través del fracking, que tuvo un impacto grande, pero por un período localizado. Se formó en torno de Dilma un grupo muy crítico a que el PT intentara enfrentar esas situaciones negativas y dijeron que había que hacer un ajuste. Todo esto en un cuadro en que decían que estábamos viviendo una crisis muy peligrosa y una inflación en expansión, que no existía –era del 4 y poco por ciento– pero pasó a existir con la suba de la tasa de interés.

–Eso fue en enero del 14 cuando asumió su segundo mandato.

–Ya en 2013 ella empezó a aceptar la idea, forzada por el Banco Central, de subir de la tasa. Estaba abriendo el camino de la contención del crecimiento y no de la paralización de la inflación. Por el contrario, una cosa que yo discuto hace años con distintas corrientes del pensamiento económico burgués, es esa historia de que la inflación es el resultado de un exceso económico que sólo puede ser contenido a través de un aumento de tasas de interés.

–Una receta clásica monetarista.

–El resultado dramático es que aumenta la inflación. ¿Qué conclusión sacas? Que está mal la teoría y la aplicación, pero no, ellos dicen que subió muy poco la tasa de interés. Se hizo un clima para todo eso y ya estábamos con un 14% de interés, y un crecimiento cada vez menor.

–¿Cómo va a ser este futuro, Dilma vuelve o no?

–La sensación es que no había condiciones para volver porque la campaña ha sido tan fuerte, pero el gobierno de transición ha hecho muchas cosas detestables y además paradójicas, porque un líder sindical que apoya un gobierno tan anti–sindicalista y anti–trabajadores tiene un costo no sólo electoral sino dentro de su propia clase. Los líderes sindicales, incluso los que estuvieron con la derecha y el impeachment, están retrocediendo para no aparecer en favor de un aumento en la edad jubilatoria y cosas así. Es muy violento que se proponga aumentar las horas semanales trabajadas y se afecte el propio sueldo mínimo, que Lula había aumentado casi el 200 por ciento. Eso tiene una dimensión muy grande en la vida de la gente. Si tú empiezas a creer que puedes proponer esto en un régimen de excepción, imagínate lo que podrías hacer si te confirmas en el poder. Esto está creando una situación difícil que aún no tuvo una fórmula de apoyo a Dilma pero me dicen en el PT que hay posibilidad de volver, es muy pequeña la diferencia, son seis votos de senadores. Claro, cada senador es un mundo y Dilma no es sencilla. Ella difícilmente negociará en términos de compra–venta de votos, viene del movimiento revolucionario, tiene aún una cierta fidelidad a eso, aunque al mismo tiempo sabe que es necesario hacer estas cosas…

–Pero no le gusta.

–No le gusta, esa es la cuestión.

–Da la impresión de que Brasil renuncia a un destino histórico de liderazgo que Itamaraty veía cumplido tras el ingreso en los BRICS.

–Son 200 años de lucha por la independencia de América Latina. Los pro-hispánicos y pro-portugueses han luchado años por mantenerse en el poder cuando ya España y Portugal eran sólo un instrumento de Inglaterra. Estos tipos aún creen que su supervivencia como clase dominante depende de esa alianza histórica. Y ellos creen que EE UU está arriba de todo y no ven mucho cómo manejarse con la potencialidad que, por ejemplo, trae China como demandante mundial. Y eso es grave porque los chinos negocian en forma colectiva, en grandes proyectos y, por lo tanto, de estado a estado. Los empresarios cuentan pero como auxiliares de un planeamiento estatal. Nuestra burguesía no cree en eso. Esta gente es como la anti-independencia de América Latina.

–¿Cómo ve el futuro de la región? Porque el triunfo de Mauricio Macri seguramente aceleró el golpe en Brasil y la avanzada contra Venezuela.

–Parece que hay una fase muy favorable para ellos. Pero cuando surja una resistencia efectiva dudo mucho de su capacidad para controlar la situación. Porque todo eso está arriba de un mundo creado por los medios de comunicación, por una negación de realidades, por la creación de situaciones psicológicas con gente muy especializada y que sabe muy bien transmitirlo a las masas. Realmente la idea de manejar el mundo como si el libre mercado fuera la fuente del crecimiento económico, del desarrollo, es una cosa absurda. No puede mostrar ningún sector económico que no sea dirigido por la inversión estatal y ningún proceso de enriquecimiento que no pase por la transferencia de recursos del Estado. Lo que nos lleva a una falsa cuestión que la izquierda también debe aprender, de que hay que cortar gastos para transferir hacia esa minoría que está básicamente en el sector financiero. En Brasil pagamos un 40% más del gasto público para una deuda creada explícitamente por razones macroeconómicas.

–Este escenario implica que en algún momento puede haber grandes levantamientos. ¿Eso no podría implicar situaciones como las de Medio Oriente?

–En último caso sí, pero no creo que Estados Unidos lo quiera porque el costo es muy elevado en un momento en que ellos están sacando tropas para hacer una cosa que suena increíble, y lo dicen claramente: cercar a China. En Medio Oriente los resultados fueron desastrosos. Puede ser que la estrategia fuera la del caos creativo. Si es así, ya lo consiguieron.

Fuente: http://www.tiempoar.com.ar/articulo/view/58478/

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Imperialismo y Dependencia

Autor: Theotonio Dos Santos

Año: 2011

Editorial: Fundación Biblioteca Ayacucho

País: Venezuela-Caracas

ISBN 978-980-276-490-7

Sinopsis:Imperialismo y dependencia, publicado inicialmente en 1978 en México por la Editorial Era, es uno de los clásicos de las ciencias sociales latinoamericanas y expresa su proyección internacional. En él, Theotonio dos Santos reúne y reelabora trabajos anteriores:

La crisis norteamericana y América Latina (1972), Dependencia y cambio social (1972) e Imperialismo y corporaciones multinacionales
(1973). El libro ganó también publicaciones en Japón en 1978, en China en 1992, ampliando el alcance de las tres obras de que parte,
editadas en Argentina, España, Portugal, Venezuela, Colombia y México.
Para comprender la importancia de Imperialismo y dependencia
y lograr analizar su actualidad, debemos inicialmente situar su lugar en el conjunto de la obra de Theotonio dos Santos. Podemos dividirla en tres grandes etapas: la primera, que se constituye entre finales de los años 50, el golpe de Estado de 1964 y la clandestinidad en Brasil; la segunda, que se configura en los exilios chileno y mexicano; y la tercera, a partir de su regreso a Brasil. Esta división, no obstante, se conjuga con la larga continuidad que estructura el pensamiento del autor que desarrolla, acumula y lanza nuevas temáticas; se con-
vierte en fundador y exponente de una escuela de pensamiento de enorme repercusión internacional, la teoría de la dependencia; y de su reorientación en el mundo contemporáneo a través de su participación en la formulación de una teoría del sistema mundial.
Descargar libro: http://www.fundayacucho.gob.ve/wp-content/uploads/2015/11/IMPERIALISMO-Y-DEPENDENCIA.pdf
Fuente de la imagen: https://dejacontarte.files.wordpress.com/2013/05/imperialismo-y-dependencia.jpg
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El surgimiento de las Teorías de Dependencia

Por: Claudio Katz

Las Teorías de Dependencia se desenvolvieron en los años 60-70 en torno a tres vertientes. Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra postularon una concepción marxista, que fue complementada por la visión metrópoli-satélite de André Gunder Frank. Ambas miradas confrontaron con la tesis del desarrollo asociado dependiente que propuso Fernando Henrique Cardoso. ¿Cuáles fueron sus divergencias?

SOCIALISMO Y LIBERALISMO

La Teoría Marxista de la Dependencia fue un producto directo de la revolución cubana . Hasta 1960 nadie imaginaba el debut de un proceso anticapitalista a 90 millas de Miami. Se suponía que esas transformaciones serían consecuencia de cambios previos en los centros del poder mundial. El éxito de Cuba trastocó ese escenario y abrió una gran expectativa de horizontes socialistas próximos para América Latina.

Marini, Dos Santos y Bambirra postularon conceptos acordes a esa esperanza. Participaron en organizaciones que luchaban contra las dictaduras militares y alentaban proyectos de izquierda, en el turbulento período comprendido entre el ascenso de la Unidad Popular chilena (1970) y la caída del Sandinismo (1990).

Los tres autores confrontaron con el imperialismo estadounidense y concibieron propuestas de integración latinoamericana y de asociación internacional con el denominado bloque socialista. Propiciaron una drástica ruptura con la estrategia política de los partidos comunistas, que proponían forjar alianzas con la burguesía para gestar modelos de capitalismo nacional.

Los pensadores brasileños buscaron convergencias con las tendencias radicales del nacionalismo y tomaron distancia de las vertientes conservadoras de esa corriente. Sus conceptualizaciones del subdesarrollo se desenvolvieron en estrecha conexión con todos los debates de la izquierda de esa época ( actitud frente a la URSS, posturas frente a los gobiernos reformistas, oportunidad de la lucha armada) (Bambirra, 1986: 113-115, 78-82).

Los teóricos de la dependencia polemizaron con las interpretaciones liberales, que atribuían el atraso regional a la insuficiente absorción de la civilización occidental o a la herencia cultural indígena, mestiza e hispano-portuguesa.

Marini demostró la inconsistencia de esa concepción, recordando la exacción colonial padecida por América Latina y el posterior dominio de oligarquías despilfarradoras (Marini, 2007: 235-247).

También Dos Santos cuestionó la propuesta liberal de repetir el modelo estadounidense mediante la adopción de comportamientos modernizantes. Señaló que la inserción internacional de la región como exportadora de productos agro-mineros obstruía su desarrollo y refutó la falacia de una paulatina convergencia con las economías avanzadas (Dos Santos, 2003). Además, demostró la inconsistencia de todos los indicadores utilizados por los economistas neoclásicos para evaluar el pasaje de una sociedad tradicional a otra industrial (Sotelo, 2005).

Dos Santos rechazó la interpretación liberal dualista del subdesarrollo como un conflicto entre sectores modernos y retardatarios de la economía. Resaltó el carácter artificial de esa antinomia y retrató la estrecha integración entre ambos segmentos (Dos Santos, 1978: 283-198) .

También Frank participó de esa crítica, destacando que el sector atrasado no era una rémora del modelo imperante sino su principal recreador. Señaló que el subdesarrollo latinoamericano no obedecía a la ausencia de capitalismo, sino a la gravitación de una modalidad dependiente de ese sistema.

Este planteo de Frank no sólo confrontó con la mitología liberal que contraponía el rezago regional con la modernización occidental. Al definir al subdesarrollo como un rasgo intrínseco del capitalismo dependiente, sustituyó las miradas centradas en tipologías ideales por caracterizaciones históricas de los regímenes sociales (Laclau, 1973; Wolf, 1993: 38).

DESARROLLISMO Y MARXISMO

Los teóricos marxistas de la dependencia fueron influidos por las concepciones de la CEPAL, que atribuían el retraso de la periferia al deterioro de los términos de intercambio y a la heterogeneidad estructural de economías con alto desempleo, consumismo de las elites y estancamiento de la agricultura.

Los desarrollistas promovían la industrialización mediante la sustitución de importaciones y mayores inversiones del sector público. Cuestionaban la atadura al modelo agro-exportador y auspiciaban políticas económicas favorables a la burguesía nacional.

Marini coincidió con varios diagnósticos de Prebisch sobre el origen del subdesarrollo y con algunas tesis de Furtado sobre el impacto adverso de la oferta laboral en los salarios. Pero nunca compartió la esperanza de resolver esos desequilibrios con políticas burguesas de modernización. Ponderó los hallazgos teóricos de la CEPAL, cuestionando sus expectativas en el desenvolvimiento capitalista autónomo de América Latina (Marini, 1991: 18-19) .

Además, criticó su desconocimiento de la función cumplida por la región en la acumulación de las economías centrales. Marini explicó la brecha centro-periferia por la dinámica del capitalismo y subrayó la inexistencia de otra variante de ese sistema para el Tercer Mundo. Señaló que el subdesarrollo no podía erradicarse con simples políticas correctivas o con mayores dosis de inversión (Marini, 1993).

Dos Santos formuló una crítica semejante. Recordó que el atraso latinoamericano no obedecía a la orfandad de capitales, sino al lugar ocupado por la zona en la división internacional del trabajo (Dos Santos, 1978: 26-27) .

Los teóricos de la dependencia objetaron, además, la presentación del estado como un artífice del crecimiento, ajeno a las limitaciones de las clases dominantes. Por eso descreyeron del margen sugerido por CEPAL para completar la industrialización latinoamericana.

En este abordaje exhibieron una afinidad con los economistas marxistas de otras regiones que renovaron la caracterización del capitalismo de posguerra, evitando la presentación de esta etapa como una simple continuación del escenario leninista precedente (Katz, 2016) .

Dos Santos destacó la nueva gravitación de las empresas multinacionales y la creciente integración global del capital. Empalmó con los diagnósticos de Amin sobre la ley del valor operando a escala mundial y coincidió con la evaluación de Sweezy del protagonismo estadounidense . También Bambirra señaló ese predomino norteamericano en el nuevo circuito de la acumulación global.

Estas miradas conectaron las mutaciones del capitalismo con el estudio de la crisis de ese sistema. Marini evalúo la dinámica de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en la periferia, recordando que el declive porcentual de la rentabilidad proviene de la reducción del nuevo trabajo vivo incorporado a las mercancías, en relación al trabajo muerto ya objetivado en materias primas y maquinaria. Remarcó que esa modificación reduce la tasa de beneficio en proporción al capital total invertido .

Marini también señaló que la afluencia de capital a la periferia morigeraba ese declive en las economías centrales, mediante incrementos de la explotación de los trabajadores de la periferia y abaratamientos de la provisión de alimentos e insumos para la industria metropolitana. Pero d estacó que esa compensación acentuaba la asfixia de la capacidad de consumo en los países con salarios más reducidos (Marini, 2005).

Dos Santos compartió este razonamiento combinado de la crisis por desequilibrios de valorización (tendencia decreciente de la tasa de ganancia) y tensiones en la realización del valor (insuficiencia del poder de compra) (Dos Santos, 1978: 154-155 ) . Ambos autores adoptaron una mirada multicausal -semejante al enfoque de Mandel- que clarificó varios rasgos de la crisis en la periferia (Katz, 2009:117-119).

Los teóricos de la dependencia convergieron, además, con Mandel y Amin en el registro de las nuevas bifurcaciones presentes en los países subdesarrollados. Por eso Marini indagó los desequilibrios fabriles de economías intermedias afectadas por mayores costos, desventajas tecnológicas y déficits crónicos en la balanza comercial. Su diagnóstico de Brasil (o Argentina y México) fue coincidente con el expuesto por los estudiosos de la industria de países equivalentes de Asia y África.

Marini analizó las economías medianas de Latinoamérica para superar las presentaciones de la periferia como un universo indistinto. Corrigió viejas tradiciones del marxismo que asemejaban a América Latina con regiones de Asia o África .

 El mismo propósito impulsó a Dos Santos a indagar la especificidad de las industrias latinoamericanas, sujetas a encarecimientos externos de importaciones y ahogos internos por estrechez del mercado interno .

Bambirra conceptualizó el mismo problema introduciendo distinciones entre las economías latinoamericanas. Contrastó los países de industrialización antigua (Argentina, México, Brasil), industrialización posterior (Perú, Venezuela) y estructuras agro-exportadoras sin industria (Paraguay, Haití) (Bambirra, 1986: 57-69) . Esta atención por el subdesarrollo desigual de la región fue un pilar analítico de los teóricos de la dependencia.

LAS NUEVAS CATEGORÍAS

Marini interpretó el deterioro de los términos de intercambio como una expresión del intercambio desigual. A firmó que las transferencias de valor hacia el centro no derivaban de la inferioridad de la producción primaria, sino de la dinámica objetiva de la acumulación a escala mundial (Marini, 1973). De esta forma resaltó la gravitación genérica de la ley del valor en ese proceso.

Pero el pensador brasileño no profundizó ese análisis y soslayó el estudio diferenciado de esos fenómenos dentro y fuera de la industria, que iniciaron los teóricos del intercambio desigual (Emnanuel, Amin, Bettelheim). Tampoco exploró la dinámica de rentas petroleras recicladas en circuitos financieros que indagó Mandel. La misma óptica adoptó Dos Santos. Solamente situó el intercambio desigual en el escenario de las pujas comerciales internacionales, que habitualmente afectan a la periferia (Dos Santos, 1978: 322-323, 367) .

Los autores latinoamericanos concentraron su atención en los desequilibrios de la reproducción dependiente. Dos Santos estudió cómo se combinan los desbalances comerciales con los desajustes de endeudamiento e inflación en los países industrializados de la periferia.

Marini conceptualizó el ciclo de financiación, producción y comercialización de esas economías en contraste con los países centrales. Observó que la inversión privada es menor que en las metrópolis y que el capital extranjero drena fondos a través de royalties, utilidades o compras de maquinaria. Describió cómo las empresas obtienen lucros extraordinarios aprovechando la baratura de los salarios e ilustró de qué forma la baja capacidad de compra recorta el mercado interno (Marini, 2012).

De esta forma teorizó la heterogeneidad estructural de la CEPAL en términos marxistas, como un ciclo dependiente. Retomó de Prebisch el diagnóstico de fuertes límites a la acumulación como consecuencia de las desproporciones sectoriales y las restricciones al consumo y estimó que esa adversidad capitalista impedía el desarrollo.

Pero observó estos desequilibrios como contradicciones específicas del capitalismo dependiente e indagó su dinámica utilizando un modelo extraído del tomo II de El Capital. En ese razonamiento evitó presupuestos abstractos de equilibrio y detectó las mismas tensiones en la acumulación industrial que observaron Amin y Mandel.

Marini remarcó la estrechez del poder adquisitivo retomando las hipótesis de sub-consumo de Luxemburg. Pero ubicó el problema en los escenarios periféricos. En lugar de analizar cómo la obstrucción de la demanda interna empuja hacia el exterior al capital metropolitano, estudió los desequilibrios que genera ese proceso en las economías subdesarrolladas.

El pensador brasileño ya conocía la dinámica del consumo de masas en los países centrales y por eso expuso una teoría del fordismo obstruido en las economías medianas de la periferia. Resaltó la existencia de una gran estratificación del consumo entre segmentos bajos y medio-altos y subrayó la ausencia de una masa de adquirientes medios, comparable a los países desarrollados.

Pero Marini situó la principal peculiaridad de las economías periféricas industrializadas en la superexplotación del trabajo. Utilizó ese término para describir la condición de los obreros sometidos al pago de remuneraciones inferiores al valor de su fuerza de trabajo. Señaló que esa anomalía era el trasfondo de la situación dependiente y de la conducta de clases dominantes que lucraban con tasas de plusvalía superiores al centro.

Marini consideró que la burguesía de la periferia compensaba por esa vía las pérdidas derivadas de su lugar subordinado en el mercado mundial. Señaló que los capitalistas latinoamericanos utilizaban el fondo de consumo de los trabajadores como una fuente de acumulación del capital.

El teórico de la dependencia aclaró que la superexplotación sólo era viable en regiones con grandes excedentes de mano de obra, surgidas de la sobrepoblación indígena (México), el éxodo rural (Brasil) o los flujos inmigratorios.

Situó en la forma de generar plusvalía la principal peculiaridad de las economías medianas latinoamericanas. Al igual que Amin resaltó la vigencia de mayores niveles de explotación. Pero en lugar de explicar este dato por diferencias de salarios mayores que las diferencias de productividades, atribuyó el fenómeno a una remuneración cualitativamente inferior de la fuerza de trabajo. Esta evaluación fue formulada con la mira puesta en el proceso de industrialización de un país con enormes desigualdades del ingreso (Brasil).

SUB-IMPERIALISMO Y BURGUESÍA NACIONAL

Marini no se limitó a retomar las viejas denuncias sobre el rol opresor de Estados Unidos. Introdujo el controvertido concepto de sub-imperialismo para retratar la nueva estrategia de la clase dominante brasileña. Describió las tendencias expansivas de grandes empresas afectadas por la estrechez del mercado interno y percibió su promoción de políticas estatales agresivas para incursionar en las economías vecinas.

Esta interpretación se basó en un razonamiento semejante al desarrollado por Luxemburg para caracterizar las tendencias imperiales de Alemania, Francia o Inglaterra. Esa visión subrayaba que esos cursos se implementaron para contrarrestar el reducido poder de compra local (Marini, 2005).

Pero el marxista latinoamericano le asignó al concepto una dimensión geopolítica muy diferente al registro clásico. No postuló que Brasil se incorporaba al club de potencias que disputan el dominio mundial. Más bien resaltó la subordinación de ese país a la estrategia estadounidense. Por eso habló de sub-imperialismo y retrató el papel de gendarme anticomunista regional jugado por la dictadura brasileña durante la guerra fría contra la URSS.

El teórico de la dependencia completó posteriormente ese sentido del sub-imperialismo introduciendo otras nociones como “ estado de contrainsurgencia”. Utilizó ese concepto para describir el papel de tutelaje represivo ejercido por los militares, en la transición hacia regímenes constitucionales (Martins, 2011a; M endonça 2011). 

Marini habló de sub-imperialismo para subrayar que la principal burguesía sudamericana era socia y no títere de Washington. Resaltó especialmente el rol geopolítico autónomo de una clase dominante que buscaba proyectarse como potencia económica y militar a escala regional (Marini, 1985).

Con esta mirada retomó percepciones de los marxistas clásicos sobre el rol de los imperialismos menores e incorporó los nuevos análisis sobre el papel de Estados Unidos en la posguerra. Su tesis sintonizó con la idea de imperialismo colectivo de Amin en tres planos: la creciente asociación mundial de capitales, la función capitalista protectora ejercida por el Pentágono y el nuevo rol de los custodios regionales asociados con Washington.

Mientras que el subimperialismo fue un tema específicamente abordado por Marini, el giro de la burguesía nacional fue tratado por los tres teóricos marxistas de la dependencia. Señalaron el pasaje de una clase industrialista con proyectos de desarrollo independiente a un segmento asociado con empresas extranjeras. El sostén burgués al  golpe de 1964 fue presentado como un contundente indicio de esa renuncia a procesos de acumulación autónomos ( Chilcote, 1983 ).

Los pensadores de la dependencia remarcaron las conexiones con el capital extranjero y no su simple subordinación. Destacaron el nuevo perfil de burguesías industriales más internacionalizadas, puntualizando las diferencias con la vieja oligarquía terrateniente y con el capitalismo nacional precedente. Dos Santos señaló que ese giro creaba un conflicto con sectores de la burocracia apegados al desarrollismo clásico ( Dos Santos, 1978: 34, López Segrera, 2009).

El teórico brasileño profundizó, además, la dimensión política de ese proceso, al definir el status de una situación subordinada. Estimó que la dependencia se verifica cuando cierto grupo de países condiciona el desarrollo de otros ( Dos Santos, 1978: 305) . Retrató esta situación para el caso latinoamericano, mediante un análisis semejante al propuesto por Amin.

En ambos casos la dimensión política de la dependencia fue diferenciada de la polarización económica, aclarando las conexiones entre procesos que no se desenvuelven (necesariamente) en forma simultánea. Los dos pensadores exploraron la especificidad de la subordinación política al poder imperial, que anteriormente era asemejada a la sujeción económica. Pero en un contexto de absorbente primacía de las estrategias socialistas, esas caracterizaciones sólo fueron esbozadas.

TEORÍAS Y SINGULARIDADES

Marini, Bambirra y Dos Santos intentaron amoldar el marxismo al estudio de la nueva realidad latinoamericana de posguerra. Por esa razón se embarcaron en la misma búsqueda de nociones específicas que encararon Baran-Sweezy con el excedente, Amin con el valor mundial y Mandel con las Ondas Largas. Esta indagación siguió, a su vez, la pista inaugurada por Lenin con el desenvolvimiento desigual, por Luxemburg con la revisión de la acumulación primitiva y por Trotsky con el desarrollo desigual y combinado.

Pero el status de la dependencia como teoría suscitó fuertes debates. Se discutió si constituía una concepción, un paradigma o un enfoque, según las distintas interpretaciones en boga de las leyes sociales.

Dos Santos sostuvo que la teoría de la dependencia ya había alcanzado un nivel científico, al definir las leyes que rigen el desarrollo de los países periféricos. Señaló que esos principios esclarecían la evolución del capitalismo dependiente, con razonamientos equivalentes a los utilizados por Lenin para explicar el imperialismo.

El economista brasileño estimó que las reglas de la dependencia clarificaban de qué forma la sujeción comercial, financiera o tecnológico-industrial generaba bloqueos a la acumulación en América Latina (Dos Santos, 1978: 300, 360-366). Marini trabajó en la misma dirección y atribuyó legalidad científica a los mecanismos generadores de plusvalía en las regiones dependientes.

Ambos teóricos estudiaron la peculiaridad de América Latina frente a otras sociedades dependientes y notaron que sus investigaciones eran distintas a las predominantes en Asia o África. En los principales países de esos continentes los interrogantes giraban en torno a las razones históricas que permitieron a Europa superar a viejas civilizaciones, para someterlas a una degradación colonial (India) o semicolonial (Egipto, China)  (Amin, 2005).

En América Latina los enigmas de la dependencia surgían de la renovación de un status subordinado, al cabo de un siglo y medio de independencia política sin parangón en otras zonas del Tercer Mundo. Esta visión estimuló investigaciones sobre las peculiaridades del Caribe, Centroamérica, Brasil, la región andina y el Cono Sur (Dos Santos, 1998).

Estos estudios fueron abordados con una mirada “desde la periferia”, que Marini adoptó en oposición al paternalismo elitista de estudios latinoamericanos localizados en Estados Unidos, Inglaterra o Francia . Propuso revertir esa anomalía generando conocimientos desde la región ( Marini, 1991: 9-10, 42). Con el mismo enfoque Dos Santos intentó corregir a los autores clásicos del imperialismo, que a su juicio no abordaron esa problemática desde una óptica propia de los países dependientes (Dos Santos, 1978: 301-303, 340-345).

Con estas caracterizaciones del status teórico de la dependencia, los tres marxistas brasileños completaron la presentación de un enfoque que trastocó la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas. Los conceptos introducidos por Marini, las caracterizaciones políticas de Dos Santos y las miradas de Bambirra sobre el subdesarrollo desigual crearon perdurables referencias analíticas para los pensadores de ese período.

LA VISIÓN METRÓPOLI-SATÉLITE

André Gunder Frank participó activamente en el surgimiento de la teoría marxista de la dependencia y sus tesis tuvieron un impacto inmediato superior al resto de los autores. Pero su mirada fue diferente y su enfoque de metrópolis-satélites constituyó apenas la primera de las tres concepciones que sostuvo a lo largo de su vida. El periodo inicial fue curiosamente el más corto y afamado de esa trayectoria.

Comenzó sus trabajos bajo el fuerte impacto de la revolución cubana, adoptó las críticas de izquierda a la estrategia comunista de etapas y cuestionó la política de apoyo a la burguesía nacional. Subrayó la inexistencia de espacios para repetir el desarrollo clásico del capitalismo, remarcó la inviabilidad del desarrollismo y postuló la necesidad del socialismo ( Frank, 1970: 211-213).

Frank asumió esa actitud radicalizando ideas políticas liberales y abandonando un esquema evolutivo, que identificaba la superación del subdesarrollo con la erradicación de instituciones pre-capitalistas. No maduró su visión asimilando los debates teóricos marxistas que incorporaron otros autores de la dependencia.

Pero la afinidad con ese enfoque fue señalada por Marini, que resaltó el acierto de la fórmula utilizada por Frank para retratar el retraso latinoamericano. Consideró que el “desarrollo del subdesarrollo” ilustraba cómo la consolidación de las economías avanzadas se consumaba a costa de las relegadas (Marini, 1993). 

El pensador estadounidense no expuso ese corolario identificando los mecanismos de la reproducción dependiente. Tampoco enmarcó su caracterización en el funcionamiento global del capitalismo, ni relacionó su teoría con algún diagnóstico del valor, el sub-consumo o la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

Frank postuló simplemente que el capitalismo generaba subdesarrollo en la periferia del sistema mundial. Señaló que esa inserción subordinada determinaba la apropiación del excedente de las economías relegadas por parte de las avanzadas.

El autor norteamericano presentó la polarización metrópoli-satélite como dos caras de una misma trayectoria mundial. Subrayó la complementariedad de esos procesos y remarcó el carácter excepcional de la interrupción de esa fractura. Recordó que en la era contemporánea ninguna economía sometida alcanzó el status de potencia central y estimó que el debilitamiento de una metrópoli no modificaba el perdurable status de la dependencia ( Frank, 1970: 8-24) .

El teórico estadunidense aplicó este razonamiento a la historia latinoamericana. Ubicó el origen de la relación centro-periferia en la integración subordinada de la región al capitalismo mundial en siglo XVI. Señaló que en ese encadenamiento a la acumulación global un centro metropolitano (Europa) somete a los satélites periféricos (América Latina), a través de la mediación de ciertos países (España, Portugal), que a su vez se convierten en satélites de la potencia dominante (Gran Bretaña).

Al interior de América Latina este mismo circuito conecta al satélite periférico (Chile) con el satélite colonial principal (Perú), que a su vez es manejado por la metrópoli extra-regional (España o Inglaterra). Esta cadena de sometimientos se recrea junto a la confiscación jerárquica de los excedentes ( Frank, 1970: 1-7) .

Frank expuso dos ejemplos de esta conexión. Ilustró cómo Chile quedó sometido a esa subordinación desde la época colonial, a través de una clase dominante local atada a las exigencias de un puñado de firmas extranjeras. En el caso de Brasil, remarcó la inserción dependiente a través de satélites principales (Sao Paulo), que aseguraron la subordinación de los satélites secundarios (Recife) a las metrópolis (primero Portugal, luego Estados Unidos). No observó diferencias significativas entre los dos países ( Frank, 1970: 119-123, 149-154) .

DOS ABORDAJES DIFERENTES

Frank priorizó el análisis de los drenajes que sufre la periferia, en sintonía con los enfoques de polarización absoluta entre el centro y la periferia de la periferia. En cambio Marini, Dos Santos y Bambirra incorporaron un registro de las bifurcaciones existentes entre economías agro-exportadoras (Chile) y parcialmente industrializadas (Brasil).

Esta diferencia determinó abordajes distintos. Mientras que el pensador estadounidense observó la economía latinoamericana como una totalidad uniforme, sus colegas brasileños estudiaron contradicciones nacionales específicas. Establecieron distinciones en lo que Frank observó como subordinaciones equivalentes.

Los teóricos brasileños partieron, además, de caracterizaciones generales del capitalismo de posguerra que Frank no tuvo en cuenta. Su enfoque no incorpora las evaluaciones de empresas multinacionales, las trasformaciones tecnológicas o los cambios de la inversión que señaló Dos Santos.

Por esta omisión Frank sólo notó que en los momentos de crisis del centro se amplían los espacios para el desenvolvimiento de la periferia. Pero con ese señalamiento explicó sólo el debut de la industrialización latinoamericana, sin aclarar lo sucedido posteriormente.

El pensador estadounidense salteó todas las elaboraciones de la fractura centro-periferia que desenvolvieron los economistas marxistas y asimilaron los autores brasileños. Por eso estudió solamente la dinámica de la exacción, mientras Marini captaba las articulaciones con el capitalismo avanzado y Dos Santos percibía los amoldamientos con la mundialización. Ese registro les permitió evitar simplificaciones y notar las nuevas formas de la dependencia.

Dos Santos cuestionó tempranamente la omisión de Frank de las transformaciones internas de los países subdesarrollados. Objetó su mirada estática y la consiguiente sugerencia de inmutabilidad de la sociedad latinoamericana . Atribuyó esa unilateralidad al apego a una metodología estructural-funcionalista ( Dos Santos, 1978: 304-305, 350-352, 346).

Este error se verificó en la presentación de encadenamientos del centro con sus satélites, como si fueran simples piezas de un tablero dirigido por las grandes potencias. En esta visión los sujetos sociales están ausentes o cumplen un mecánico rol, emanado del lugar que ocupan en el dispositivo global. Los antagonismos entre clases sociales, los conflictos entre segmentos capitalistas y las mediaciones del estado no tienen cabida en ese abordaje.

Por el contrario, en el razonamiento de Marini la preeminencia de ciclos dependientes, formas de superexplotación o transferencias del valor, no anula la gravitación protagónica de los opresores y oprimidos en la dinámica de la dependencia.

Los mecanismos económicos que recrean la polaridad centro-periferia en Frank constituyen sólo el punto de partida de Marini, Bambirra o Dos Santos. Por esta razón los teóricos brasileños no utilizaron el término satélite para describir a las economías dependientes. Esa metáfora alude a un cuerpo que gira en forma invariable en torno a cierto centro, sin ninguna autonomía o desenvolvimiento interno.

Ciertamente Frank aportó varias intuiciones provechosas, pero el desarrollo de esas percepciones quedó obturado por su omisión de los sujetos sociales. Su registro de relaciones tripolares es un ejemplo de observaciones acertadas, que no tienen soporte en conceptualizaciones adecuadas.

Frank notó que la jerarquía global desborda la dualidad centro-periferia, pero al mismo tiempo desconoció la especificidad de las formaciones intermedias. Por eso utilizó el mismo razonamiento para indagar la evolución de Chile y Brasil.

Este reduccionismo fue mayor en su mirada de las burguesías nacionales. A diferencia de Marini y Dos Santos se limitó a constatar la defección de ese sector, sin analizar las contradicciones que inauguraba ese cambio. Además, identificó la asociación con empresas extranjeras con una degradación de las clases dominantes locales a la condición de “lumpen-burguesías” ( Frank , 1979).

Esa noción implica una descomposición de los grupos dirigentes que imposibilitaría su conducción del estado. Marini y Dos Santos nunca perdieron de vista que las burguesías latinoamericanas combinan el usufructo de la renta agro-minera con plusvalías extraídas a los trabajadores. Son grupos gobernantes y no simples capas tributarias del capital foráneo.

Los dominadores de la región están sujetos a patrones de competencia, inversión y explotación propios del capitalismo. Esas normas difieren del puro pillaje que implementa una “lumpen-burguesía”. Es a denominación puede ser aplicada, por ejemplo, a las mafias del narcotráfico que blanquean sus fortunas en actividades financieras o productivas. Son capitalistas marginados del club estable de los dominadores ( Katz , 2015: 41-42) .

Frank tampoco incorporó las distinciones entre la polarización económica y dependencia política que concibieron los teóricos brasileños. Esta omisión no fue ajena a su limitada participación política en los procesos que signaron la trayectoria de Marini, Dos Santos y Bambirra.

Estos tres autores estuvieron directamente involucrados en las disyuntivas de Cuba, Chile o la guerrilla. En cambio Frank sólo adoptó en forma entusiasta las banderas de la revolución cubana, sin aportar reflexiones significativas sobre los dilemas políticos de la izquierda. No formó parte del universo militante que definió la obra de la teóricos marxistas de la dependencia. Esta distancia influyó en el viraje posterior de sus trabajos.

DESARROLLO Y DEPENDENCIA

Fernando Henrique Cardoso desenvolvió un enfoque opuesto a Frank, Marini, Dos Santos y Bambirra, pero quedó inicialmente ubicado en el mismo campo de teóricos de la dependencia.

Su texto con Faleto cuestionó la presentación tradicional del retraso regional como un efecto de fracturas entre la sociedad tradicional y moderna. También objetó las explicaciones de Prebisch-Furtado basadas en el deterioro de los términos de intercambio y la heterogeneidad estructural.

Retrató los mecanismos de sujeción económica que acentuaban la integración subordinada de América Latina al mercado mundial, describiendo dos variantes de esa situación. En los modelos de control nacional las elites, burocracias u oligarquías manejan el principal recurso exportado (Brasil, Argentina), en las economías de enclave esa administración queda en manos de compañías extranjeras (pequeñas naciones de Centroamérica o el Caribe). A partir de este esquema Cardoso describió la diversidad de ordenamientos sociales, que en cada país desembocaron en escenarios de estancamiento o crecimiento.

Más que un diagnóstico del subdesarrollo, el teórico brasileño trazó un cuadro de múltiples cursos, subrayando la importancia de las relaciones establecidas entre los grupos dirigentes locales y las potencias centrales. Identificó esas conexiones con distintas situaciones de dependencia en la asociación entre grupos dominantes nacionales y foráneos (Cardoso; Faletto, 1969: 6-19, 20-34, 40-53).

Cardoso no contrapuso la dependencia con el desarrollo. Sólo destacó que ambos rumbos generan modelos diferenciados, que permiten o frustran el desenvolvimiento de largo plazo. Remarcó que esos senderos son determinados por el bloque conductor del estado, la cohesión social y la conformación de órdenes legítimos de consentimiento y obediencia.

En su mirada los grupos dirigentes definen modelos políticos, que a su vez determinan cursos económicos convenientes o adversos para cada en país. Como esa acción exige autonomía, FHC concentró sus análisis en los países medianos con manejo propio de sus recursos productivos. Estimó que en las economías de enclave predominan regímenes políticos excluyentes, con poco espacio para continuar el desarrollo (Cardoso; Faletto, 1969: 39, 83-101).

Cardoso evaluó que Argentina avanzó significativamente en 1900-30, al incorporar a las clases medias a un dinámico proyecto de la burguesía exportadora. Consideró que Brasil mantuvo una confederación de oligarquías sin hegemonías, ni gravitación de los sectores medios y por esa razón su economía se retrasó. La acción política desde el estado determinó ambos resultados.

FHC estimó que en el periodo posterior (1940-60) el distribucionismo afectó la expansión de Argentina, mientras que Brasil logró un mayor desenvolvimiento industrial, mediante auxilios del estado y menores presiones populares. Las articulaciones generadas por el peronismo y el varguismo definieron ese desemboque.

Cardoso concluyó su estudio señalando la generalizada tendencia a superar los límites del desenvolvimiento, mediante mayores inversiones foráneas y asociaciones de los grupos capitalistas nacionales con sus pares extranjeros (Kubistechek, Frondizi) (Cardoso; Faletto, 1969: 54-77, 111-129, 130-135).

CONFUSIÓN DE TEORÍAS

Las tesis de Cardoso no confrontaron con el liberalismo, no compartieron el espíritu crítico de CEPAL y fueron ajenas a la tradición marxista. Sólo presentaron afinidad con la sociología convencional, con el método funcionalista y con ópticas indefinidas en la relación entre dimensión política y estructura económica, que algunos analistas asocian con Weber ( Martins, 2011b: 229-233).

Cardoso asignó formalmente primacía analítica al condicionante económico (control nacional versus enclave), pero en los hechos atribuyó a los actores políticos (clases, burocracias, elites) la capacidad de generar modelos positivos (desarrollo) o negativos (subdesarrollo).

En todos los casos desconoció los límites que impone el capitalismo a los cursos en juego. Concibió a ese sistema como un régimen conflictivo, pero superior a cualquier alternativa. A diferencia de Frank, Dos Santos, Bambirra o Marini, no adoptó ópticas anticapitalistas, ni propuestas socialistas.

FHC sólo contrastó esquemas de mayor o menor efectividad a partir de tipologías construidas en torno a modelos ideales. Asignó total primacía a los determinantes políticos de ese contrapunto. Estimó que en el marco de ciertas posibilidades estructurales, las trayectorias de cada país quedan definidas por el tipo de alianzas políticas predominantes .

Consideró que en cierto momento la presión obrera favorece la acumulación y en otras etapas la obstruye. Supuso lo mismo para los acuerdos de la burguesía industrial con las oligarquías exportadoras o para la afluencia y salida de capitales (Cardoso; Faletto, 1969: 136-143).

Con esta mirada evaluó la compatibilidad de cada proceso con el desarrollo, siguiendo una lógica funcionalista de amoldamiento o inadaptación a los requerimientos del capitalismo. Adoptó a este régimen social como un dato invariable, omitiendo cualquier reflexión sobre la explotación de los trabajadores.

Cardoso eludió opiniones nítidas. Adoptó la actitud de un investigador distante que diseca su objeto de estudio, observando cómo los distintos sujetos capitalistas forjan alianzas entre sí, aprovechando el acompañamiento pasivo del pueblo.

Lo más curioso de este enfoque fue su presentación como una teoría de la dependencia. En el esquema de FHC ese término constituye un ingrediente más de la deducción funcionalista. Algunas situaciones de dependencia son disfuncionales y otras compatibles con el desarrollo.

En esta visión la dependencia no supone necesariamente una adversidad. Por eso es tan sólo registrada sin ninguna denuncia de sus efectos. FHC omitió considerar cualquiera de los mecanismos de la reproducción dependiente que Marini, Dos Santos o Bambirra señalaron como causantes del subdesarrollo.

Cardoso únicamente observó adversidades significativas en los enclaves. En los países con control nacional del recurso exportado, estimó que las situaciones de dependencia podían diluirse con manejos adecuados. La total lejanía de este enfoque con una teoría de la dependencia quedó inicialmente oscurecida por las ambigüedades y el reconocimiento que rodeó a FHC .

UN DEBATE ESCLARECEDOR

La mirada de Cardoso se clarificó en la polémica que entabló con Marini. En un artículo coescrito con Serra acusó al teórico marxista de estancacionismo. C uestionó la consistencia de la superexplotación, objetó el deterioro de los términos de intercambio, rechazó la existencia de un declive de la tasa de ganancia y subrayó el pujante consumo de las clases medias ( Cardoso; Serra, 1978).

En otros artículos complementó esta crítica, puntualizando que las situaciones de dependencia no obstruían el dinamismo de las economías industrializadas de la periferia (Cardoso, 1980; Cardoso, 1978; Cardoso, 1977a). Estimó que la inversión extranjera incentivaba una revolución burguesa, internacionalizaba los mercados y revertía la estrechez del consumo local (Cardoso, 1973; Cardoso, 1977b; Cardoso, 1972).

Marini respondió ilustrando el nivel de explotación de los asalariados Expuso indicadores de prolongación e intensificación del trabajo y aclaró que su concepto del superexplotación estaba referido a esas modalidades. Señaló también que su modelo no implicaba predominio de la plusvalía absoluta, ni ausencia de incrementos de la productividad.

El teórico marxista retrató, además, la severidad de las crisis de realización, observando que en un marco de alto desempleo y deterioro del salario, el surgimiento de clases medias no compensa la debilidad general del poder de compra ( Marini, 1978) .

Marini recordó que el estancacionismo fue un defecto del pesimismo desarrollista de Furtado y de su tesis de la “pastorización” brasileña. Esa visión diagnosticaba una regresión hacia estadios agrícolas, que fue desmentida por el nuevo periodo de industrialización (Marini, 1991: 34).

El revolucionario brasileño nunca fue estancacionista. Escribió Dialéctica de la Dependencia para indagar contradicciones y no estadios finales del capitalismo (Osorio, 2013) . En la valoración de la dinámica expansiva de ese sistema se ubicó más cerca de Mandel que de Sweezy.

La respuesta de Marini permitió aclarar que sus divergencias con Cardoso no giraban en torno a la existencia de una nueva burguesía local, estrechamente asociada al capital extranjero. Ambos autores resaltaban esa novedad. El punto de discordia era la consistencia y alcance de la industrialización en curso.

Para Marini ese proceso no corregía las viejas limitaciones de la economía brasileña, ni equiparaba su desenvolvimiento con los países centrales. Por el contrario, Cardoso suponía que esas restricciones habían quedado atrás y que el país sudamericano ingresaba en un círculo virtuoso de desarrollo.

En el curso de la polémica Marini modificó su visión inicialmente considerada hacia su adversario y estimó que Cardoso había roto con su pasado, para embarcarse en una “grotesca apología al capitalismo vigente en Brasil”..

Esa fascinación le impedía registrar los datos básicos de un país con desigualdades superiores al promedio mundial, mercados internos más segmentados y desequilibrios de industrialización más significativos. Cardoso omitió estos problemas e ignoró la imposibilidad brasileña de alcanzar la performance histórica de Estados Unidos, Francia o Japón (Marini, 2005).

Dos Santos expuso las mismas críticas. Señaló su coincidencia con Cardoso en la existencia de un giro de la burguesía brasileña hacia mayores asociaciones con el capital multinacional. Pero subrayó su total discrepancia con la presentación de ese viraje como un camino al desarrollo. Puntualizó que el modelo adoptado por la clase dominante incrementaba las inversiones, sin repetir el desenvolvimiento auto-sustentado de las economías avanzadas (Dos Santos, 2003).

Todo el debate confirmó que el deslumbramiento de Cardoso con el capital extranjero había germinado en su libro clásico con Faleto. Ya el título de esa obra – Dependencia y desarrollo – había sido expuesto en implícita oposición al Desarrollo del subdesarrollo de Frank .

Allí se expusieron situaciones de dependencia muy alejadas de las dinámicas estructurales de sujeción que retrataron Marini, Dos Santos o Bambirra . Se supuso que el desenvolvimiento se materializa con políticas económicas acertadas y que el capitalismo no obstruye la erradicación del subdesarrollo .

INVOLUCIÓN SOCIO-LIBERAL

La disolución del sentido de la dependencia fue acentuada por Cardoso en la revisión de su libro. Allí utilizó la fórmula “desarrollo dependiente asociado” para caracterizar la gestión conjunta de las empresas multinacionales con las burocracias y las burguesías locales (Cardoso, Faletto, 1977).

FHC señaló que bajo esa administración las inversiones extranjeras facilitan una intensa expansión económica, sin generar los obstáculos señalados por los teóricos marxistas. Rechazó el enfoque de los autores que ilustraban cómo el crecimiento motorizado por el capital foráneo genera desequilibrios superiores a los padecidos por los países centrales. Esta diferencia cualitativa fue olvidada por Cardoso, que transformó a la dependencia en un concepto antagónico a lo imaginado por los gestores de esa idea.

El único límite real al desarrollo que observó Cardoso en los países intermedios fue la existencia de regímenes políticos excluyentes y obstructores de los mercados que integran a toda la población. Supuso que la remoción de esa barrera política erradicaba también la principal causa del subdesarrollo.

En ese período FHC aún consideraba varios caminos para el logro de esa democratización. Pero poco tiempo después estimó que sólo las transiciones negociadas con las dictaduras pavimentaban ese rumbo. Por eso participó activamente en la gestación de las democracias tuteladas, que en los años 80 aseguraron la continuidad del esquema económico neoliberal inaugurado por esas tiranías.

A partir de ese enfoque Cardoso promovió las transiciones pos-dictatoriales como el marco político ideal para atraer capital extranjero. Inició una fervorosa reivindicación del neoliberalismo y sus divergencias con la izquierda se concentraron en torno a esa apología. Las evaluaciones dispares sobre la dependencia quedaron relegadas como una problemático del pasado.

FHC tomó mayor distancia también de la CEPAL y abandonó cualquier presentación del estado como entidad impulsora de la industrialización (López Hernández, 2005). Es cierto que a diferencia del desarrollismo captó la conversión de las viejas burguesías nacionales en asociadas, pero nunca lamentó, ni cuestionó ese giro. Al contrario, lo reivindicó como un acertado camino hacia la prosperidad latinoamericana.

Su crítica a Marini coincidió con la asunción de posturas más derechistas. Cuestionó todos los conceptos de su adversario que chocaban con su fascinación por el mercado y las empresas multinacionales.

En ese período Cardoso introdujo a la Fundación Ford en el medio académico e incentivó el financiamiento privado de las ciencias sociales. Cortó toda referencia a los problemas discutidos con Marini y evitó los debates relacionados con su propio pasado (Correa Prado, 2013).

Posteriormente como presidente de Brasil Cardoso se transformó en el principal artífice de ajustes, privatizaciones, aperturas comerciales y flexibilizaciones laborales. En la última década traspasó nuevos límites hasta convertirse -junto a Vargas Llosa- en el principal adalid de las causas reaccionarias. Actualmente es un vocero de la intervención imperialista en Venezuela y de todos los atropellos del Pentágono.

Por eso no sorprende su activa participación en el reciente golpe judicial-mediático- institucional que desplazó a Dilma Rouseff. FHC tuvo un papel descollante en esa tropelía, al presentarse como un noble estadista que enaltece los valores de la república, reclamando la destitución de una presidenta electa.

Cardoso escribió 22 artículos con ese hipócrita mensaje en el principal periódico de los destituyentes (O Globo) y asumió esa campaña como una venganza personal contra su rival Lula (Anderson, 2016; Feres Júnior, 2016) . Esta actitud ya generó contundentes repudios de la intelectualidad progresista (CLACSO, 2016).

También el socio de FHC en la crítica a Marini -José Serra- ha sido un activo golpista premiado con el cargo de canciller. Desde allí promueve el mayor giro pro-norteamericano de la historia reciente de Brasil (Nepomuceno, 2016).

La involución neoliberal de Cardoso fue anticipada por la crítica de Marini. La polémica entre ambos no fue un episodio coyuntural de los años 70, ni concentró equívocos de ambos lados. El primer autor negó la persistente realidad del atraso y el segundo explicó su continuidad. Esa diferencia los ubica en polos contrapuestos.

En los últimos años comenzó una revalorización de la obra de Marini ( Murua, 2013:1-3; T raspadini, 2013:10-12). Se difunden sus escritos y se retoman trabajos para actualizar su concepción. Algunos investigadores sostienen que construyó una “economía política de la dependencia” y aporta los cimientos para comprender el subdesarrollo (Sotelo, 2005).

Esta caracterización suscita varias preguntas: ¿Los pilares señalados por Marini son suficientes? ¿La valoración de su enfoque se refiere a la época del revolucionario brasileño o se proyecta hasta la actualidad? ¿Cómo evaluar los cuestionamientos que recibió desde el campo del marxismo? En los próximos textos abordaremos esos problemas.

RESUMEN

Tres teorías de la dependencia surgieron en los años 60. Los autores marxistas conceptualizaron el subdesarrollo desde una expectativa socialista próxima. Cuestionaron los mitos liberales, analizaron los desequilibrios de la industrialización desarrollista y explicaron el atraso por los efectos del capitalismo dependiente.

Marini indagó el fordismo obstruido, la superexplotación, el ciclo dependiente y la doble dimensión del sub-imperialismo. Dos Santos teorizó la diferencia entre polarización económica y dependencia política y Bambirra distinguió las variantes desiguales del subdesarrollo. Asignaron un status científico a su concepción y evaluaron la especificidad de América Latina en el universo periférico.

El enfoque metrópoli-satélite de Frank tuvo afinidades con la visión marxista, pero sólo postuló un encadenamiento de excedentes traspasados al centro. No registró bifurcaciones internas, omitió a sujetos sociales y presentó erróneamente a las clases dominantes como segmentos lumpenizados.

Cardoso planteó un enfoque muy diferente. No contrapuso el desarrollo con la dependencia y se limitó a describir retrasos económicos resultantes de modelos políticos divorciados de las prioridades del capitalismo. Con esa mirada ignoró las diferencias cualitativas entre economías medianas y potencias centrales e inició una involución neoliberal.

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-Martins, Carlos Eduardo (2011b). Globalizacao, Dependencia e Neoliberalismo na América Latina, Boitempo, Sao Paulo.

-Mendonça, José Carlos (2011). Notas sobre o Estado no pensamento político de Ruy Mauro Marini”, Revista Historia e Luta de Classes, año 5, n 7.

-Murua, Gabriela (2013). Apresentação, Revista Pensata , v.3 n.1 novembro.

-Nepomuceno, Eric (2016) El canciller del oportunismo, Página 12, 25-5.

-Osorio, Jaime (2013) . Sobre dialéctica, superexplotación y dependencia, Revista Argumentos vol. 26 no.72, may-ago, México.

-Sotelo Valencia, Adrián (2015), La Crisis de los Paradigmas y la Teoría de la Dependencia en América Latina, http://www.rebelion.org/docs/15161.pdf

-T raspadini, Roberta (2013). Ruy Mauro Marini e a Teoria Marxista da Dependência, Pensata V.3 N.1 novembro.

-Wolf, Eric (1993). Europa y la gente sin historia, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Fuente: http://www.lahaine.org/katz/

Fuente de la imagen: http://3.bp.blogspot.com/-BJD__aa1y8c/UiBiTOj62vI/AAAAAAAAJgI/CBOX4LieAns/s1600/poornations.jpg

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¿Década desperdiciada?, ¿para quiénes?

Por: Emir Sader

Después de agotar la posibilidad de caracterizar la situación actual de los gobiernos progresistas latinoamericanos como una situación de “fin de ciclo” —en la línea del fin de la historia, del fin de la oposición derecha/izquierda, del fin de las ideologías y demás supuestas capitulaciones—, surge la idea de que estamos ante una década desperdiciada. Nada del otro mundo ha ocurrido; los gobiernos de Lula, de los Kirchner, del Frente Amplio, de Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correa, habrían tirado todos ellos por la borda una situación excepcionalmente favorable para la izquierda, lo que beneficiaría el retorno de la derecha.

Parece claro que no estamos ante un “fin de ciclo” dado que no surge nada superador, tanto por la derecha como por la izquierda. Más bien al contrario; ya sea en Brasil, Argentina o en el resto de países, lo que emerge son procesos de restauración conservadora, de retorno al viejo neoliberalismo de los 90.

Es por esto que se hace necesario intentar descalificar a los gobiernos que han traído a Latinoamérica avances nunca vistos, para lo cual se lanza la idea de que estamos ante una década desperdiciada. Como si las condiciones hubieran sido las mejores posibles y no se hubieran aprovechado. Hablamos de gobiernos que surgieron a contramano de la notable corriente neoliberal que imperaba a nivel global y que, por cierto, todavía subsiste, pese a la profunda crisis internacional del capitalismo. Mientras en el mundo aumentan las desigualdades, la miseria, la pobreza, la exclusión social, la expropiación de derechos, en nuestros países se ha avanzado en una dirección exactamente opuesta. Se ha disminuido mucho la desigualdad en el continente más desigual del mundo. Nuestros países han cambiado mucho su fisionomía respecto a la que era antes, a pesar de los retrocesos a nivel global.

Según las voces aisladas de la extrema izquierda, esto solo se ha podido llevar a cabo gracias a los favorables precios de los productos primarios de exportación. Pero el caso es que antes el precio de esos mismo productos también era elevado y nada de esto había ocurrido, y aun cuando dichos precios han caído, los gobiernos progresistas han mantenido sus políticas sociales.

Por tanto, ¿para quién ha sido una oportunidad desperdiciada? Para los pueblos seguro que no, puesto que ha servido para que luchen y conquisten sus derechos, apoyados por gobiernos que los defendían. Quizá se trata de una oportunidad perdida para la extrema izquierda, pues ha sido incapaz de probar sus tesis de siempre debido a que carecen de apoyo popular.

¿Son los gobiernos progresistas los responsables del retorno de la derecha? Entonces por qué la extrema izquierda, que siempre cree tener razón, no ha sido capaz de fortalecerse aprovechando el debilitamiento de dichos gobiernos progresistas? Simplemente porque no tienen ningún arraigo popular, porque sus argumentos no han cuajado en ningún sector popular, no están al frente de ninguna experiencia de gobierno significativa, ya sea a nivel municipal, provincial o nacional.

En definitiva, hablamos de una década desperdiciada para aquellos que no han aprendido que el desafío fundamental de nuestro tiempo es superar el modelo neoliberal, construir una alternativa concreta, fortalecerla, generar un polo latinoamericano y mundial de superación del neoliberalismo. Aquellos que no aprenden de la historia, desperdician sus enseñanzas y siguen repitiendo lo mismo que decían hace décadas. Nunca tendrán la perspectiva de repetirla porque no la protagonizan nunca.

Fuente: http://blogs.publico.es/emir-sader/2016/07/26/decada-desperdiciada-para-quienes/
Fuente de la Imagen: http://www.contrainjerencia.com/wp-content/uploads/2015/03/5507029571139ead5b8b457a.jpg
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Entrevista al economista Jorge Beinstein «El capitalismo se encuentra en su hora final»

Argentina/16 Julio 2016/Autor: Arnaldo Perez Guerra/Fuente: Rebelión

Destacado economista marxista, especializado en prospectiva y economía global, Jorge Beinstein es Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Franche Comté-Besançon, Francia, y actualmente profesor emérito de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, donde dirige el Centro Internacional de Información Estratégica y Prospectiva (CIIEP). Ha sido académico en importantes universidades de Europa y América Latina, donde también ha dirigido relevantes proyectos de investigación. Entre sus últimos libros destacan: Comunismo o Nada, La ilusión del metacontrol imperial del caos: La mutación del sistema militar de los Estados Unidos, Capitalismo del siglo XXI, y Crónica de la decadencia: Economía global 1999-2009. Sus trabajos se pueden leer en la web beinstein.lahaine.org.

-¿Cuál es su opinión sobre Chile? Vivimos la doctrina del shock impuesta por la dictadura, el neoliberalismo salvaje, el extractivismo y endeudamiento, la despolitización…

-Creo que Chile nunca ha podido superar la tragedia del 11 de Septiembre. La dictadura remodeló a la sociedad chilena. No es el único caso, también en Argentina la dictadura cívico-militar instaurada en 1976 produjo degradaciones culturales y estructurales que han perdurado hasta hoy. Después de Pinochet ustedes han pasado a una suerte de democracia limitada comprimida por el modelo neoliberal que pudo instalarse y reproducirse como parte de una división internacional (colonial) del trabajo, de una economía global hegemonizada por los Estados Unidos pero que actualmente se está deteriorando rápidamente. Caen los precios de las materias primas sin perspectivas de repunte significativo y durable, eso afecta de manera decisiva al modelo neoliberal chileno.

La burguesía chilena creía que la masacre pinochetista y sus prolongaciones económicas y culturales ‘democráticas’ extirparían por completo la memoria histórica popular, bloquearían para siempre el surgimiento de alternativas antisistema. Es la eterna ilusión de los contrarrevolucionarios siempre desmentida por la realidad. América Latina vive actualmente una época oscura, de arremetidas derechistas, pero también de putrefacción capitalista, entonces lo que parecía imposible, las aspiraciones revolucionarias, puede reaparecer. Las latencias, las memorias subterráneas que se reproducen de manera invisible pueden converger con nuevas formas de crítica teórica y de lucha práctica hasta conformar una avalancha social. Dicha posibilidad no debe ser descartada sino más bien alentada. La evolución de la crisis global y regional abre esa perspectiva”.

Zarpazos de la lumpenburguesía

-¿Qué ocurre en Argentina tras la llegada de Macri al gobierno y cómo caracterizaría sus decisiones?

-Ha significado un violento giro hacia la derecha más extrema del arco político argentino. A los pocos días de asumir se produjeron transferencias de ingresos hacia las elites económicas que por su magnitud y velocidad no tienen precedentes en la historia económica argentina. Esto ha causado una fuerte contracción del mercado interno y en consecuencia la llegada de la recesión. El FMI pronosticó a comienzos de año una caída real del Producto Interno Bruto para 2016 del orden del 1%, aunque viendo lo que ya ha ocurrido en el primer cuatrimestre podemos hablar de un descenso superior al 3%, más allá de lo que anuncie en el futuro el gobierno a partir de cifras manipuladas. Desde la llegada de Macri, se ha producido un apagón estadístico. No se suministran más las cifras oficiales de desocupación, inflación y otros indicadores. No descarto la posibilidad de una suerte de híper-recesión si el gobierno no llega a controlar la dinámica depresiva que ha generado.

Entre los especialistas se discutía en los primeros meses acerca de cual era realmente el modelo económico macrista. Las decisiones económicas han sido tan salvajes, las contradicciones tan evidentes, el desastre tan grande que no cabe pensar que estamos ante un plan estratégico coherente apuntando a una reconversión capitalista de largo plazo, aunque sea oligárquica, sino ante un saqueo donde cada grupo dominante saca su tajada sin importarle lo que vaya a ocurrir en el futuro. Marchamos hacia una crisis de gobernabilidad impulsada por fuerzas entrópicas que se han desatado al derrumbarse el kirchnerismo. Las clases dominantes argentinas operan como una suerte de lumpenburguesía, de burguesía depredadora altamente destructiva. El fenómeno forma parte de un proceso global del mismo signo”.

-Háblenos de la “lumpenburguesía global dominante”…

-Tendríamos que arrancar desde los 70 cuando a partir de la estanflación la recuperación posterior se produjo con tasas de crecimiento económico global declinantes. Esa tendencia de largo plazo fue acompañada por una expansión de los negocios financieros que terminaron por financierizar al sistema mundial de tal manera que hacia 2008 la masa financiera mundial representaba unas veinte veces el Producto Bruto Global (PBG), solo los productos financieros derivados equivalían a unas 11 veces el PBG. El fenómeno forma parte de un proceso más amplio de ascenso del parasitismo como componente hegemónica del sistema capitalista mundial que por supuesto incluye también a la hipertrofia militar, a la narco-economía, al consumo suntuario de las élites globales y su plataforma productivo-comunicacional, etcétera. Se trata de un fenómeno originado hace casi medio siglo pero que en el siglo XXI se manifiesta como una mutación integral del sistema, como la transformación de su núcleo central dominante en una casta parasitaria. En ese sentido es posible establecer paralelismos con otras decadencias civilizatorias como por ejemplo la del Imperio Romano, etapa superior y final de la llamada civilización greco-romana.

La lumpenburguesía -hoy dominante a escala global con centro en el Imperio estadounidense-, es decir, una burguesía degenerada, parasitaria, marca un salto cualitativo en la trayectoria universal del capitalismo, así como la aristocracia militar-consumista de la decadencia imperial fue el resultado de la mutación terminal de Roma.

-Usted señala una crisis de la financierización de la economía mundial y que el Imperialismo despliega como último recurso la “Guerra de Cuarta Generación”: destruir las sociedades periféricas para convertirlas en zonas de saqueos. ¿Podría caracterizar esto y ampliar su visión?

-La crisis de 2008 marcó el fin de la expansión acelerada de la trama financiera global, la misma fue una suerte de droga que permitió endeudarse a estados, empresas y consumidores de los capitalismos centrales, pero el ciclo del endeudamiento impune llegó al límite, la explosión de la mega burbuja inmobiliaria fue el punto de inflexión del sistema. Entonces los estados imperialistas realizaron enormes transferencias de fondos hacia los grupos financieros tratando, con éxito, de evitar su derrumbe. Pero no fue más que un parche y no la superación de la crisis.

En 2001, por ejemplo, los negocios con productos financieros derivados, la columna vertebral de la red especulativa global, acumulaban unos 95 billones (millones de millones) de dólares equivalentes a unas 2,8 veces el PBG. En 2005, llegaban a unos 280 billones (unas 6 veces el PBG), y a mediados de 2008, poco antes de la crisis alcanzaban cerca de 680 billones (11 veces el PBG). Se trataba de un crecimiento exponencial, pero a partir de ese momento esa masa especulativa dejo de expandirse, se volvió inestable y desde 2014 se fue desinflando velozmente. Entre fines de diciembre de 2013 y fines de diciembre de 2015 la contracción fue del orden del 30%. En 24 meses se esfumaron unos 220 billones de dólares… ¡Equivalentes a casi tres veces el PBG!

Hasta la crisis de 2008 la expansión financiera operó como una suerte de impulsor inflacionario de la economía mundial. Desde 2014 la contracción financiera opera como un motor deflacionario que empuja hacia abajo a la economía. Dicho de otra manera, en una primera etapa se desarrolló un círculo aparentemente virtuoso (en realidad perverso) donde las deudas crecientes y las ganancias especulativas inflaban el consumo de los países ricos, sus gastos estatales (especialmente los gastos militares), sus innovaciones tecnológicas, sus actividades productivas, lo que a su vez engordaba a la especulación financiera. Pero el funcionamiento de dicho mecanismo produjo finalmente un círculo vicioso depresivo donde la sobrecarga financiera comprime a la economía lo que a su vez deteriora y desinfla a la especulación. Nos encontramos ante la declinación turbulenta de un ciclo parasitario, la más grave crisis de toda la historia del capitalismo.

Si observamos lo sucedido con otras civilizaciones, vuelvo al caso romano, comprobaremos que cuando la pérdida de dinámica llega a un cierto punto la elite dominante trata de utilizar al máximo su último recurso: la fuerza militar. En nuestra civilización burguesa el Imperio -Estados Unidos y sus aliados vasallos occidentales-, intenta saquear al resto del planeta para así postergar su caída. El objetivo es apoderarse y agotar los recursos naturales de la periferia, marginar completamente a sus habitantes o súper explotarlos según los casos. Se trata de un megaproyecto estratégico tendiente a reducir drásticamente sus costos periféricos (mano de obra, insumos mineros y agrícolas, etcétera). Libia, Irak, Ucrania, Afganistán, Siria… nos muestran al Imperio destruyendo sociedades pero sin poder remplazar lo destruido por un nuevo orden colonial, lo que se instala es el caos porque lo que emerge no es una nueva división internacional del trabajo sino la decadencia global. La crisis del Imperio acentúa su locura belicista la que a su vez agrava la crisis”.

Progresismos y capas medias

-Los “progresismos” latinoamericanos parecen desgastados. ¿Cuál es su opinión sobre lo que ocurre en Honduras, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, la caída del kirchnerismo, las negociaciones de paz en Colombia y la “normalización” de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos?

-Los progresismos latinoamericanos, desde sus versiones más conservadoras como la del Frente Amplio de Uruguay hasta las más radicalizadas como la de Venezuela intentaron reformar los sistemas capitalistas existentes, en algunos casos para humanizarlos, mejorarlos socialmente y en otros para superarlos gradualmente, no se produjeron revoluciones sino reformas más o menos audaces. Esas experiencias pudieron aprovechar la efímera mejora del comercio internacional de materias primas para combinarla casi siempre con ampliaciones de los mercados internos, sobre todo expandiendo el consumo popular. También aprovecharon el retroceso geopolítico del Imperio para construir políticas relativamente autónomas. Pero eso se fue agotando al profundizarse la crisis global a partir de 2008 y sobre todo desde 2014 cuando cayeron los precios de las materias primas a lo que se agregó una ofensiva muy fuerte de los Estados Unidos reconquistando su patio trasero latinoamericano. La misma comenzó desde la llegada de Obama a la Casa Blanca desplegando un complejo y flexible abanico de intervenciones, desde los ‘golpes blandos’ como en Brasil, Honduras, Paraguay y Argentina hasta acciones desestabilizadoras como en Venezuela pasando por el intento de abrazo-de-oso a Cuba y siguiendo por el plan de desarme de la guerrilla colombiana. En este último caso los Estados Unidos intentan lograr la rendición negociada de la insurgencia a través de una sofisticada trama envolvente de presiones directas e indirectas, anzuelos seductores y golpes bajos. Se trata de un juego típico de la llamada Guerra de Cuarta Generación destinada a someter a la insurgencia a una dinámica aparentemente de asimilación al sistema, realmente de destrucción, empezando por sus fundamentos ideológicos revolucionarios hasta llegar a su extinción estructural.

En su ofensiva contra el progresismo los Estados Unidos cuentan con la colaboración de las burguesías latinoamericanas completamente transnacionalizadas. Lumpenburguesías periféricas arrastrando a importantes segmentos de las capas medias.

-¿Se derechizan las capas medias latinoamericanas? ¿Neofascismo? ¿Contrarrevolución? ¿Qué ha contribuido a que el fenómeno ocurra?

-Lo que muestran países como Brasil, Argentina, Bolivia o Venezuela en su primera etapa próspera es que la prosperidad y la gobernabilidad del sistema no solo reanimaron la voracidad de las elites locales sino que además ‘aburguesó’ a las capas medias ascendentes, ayudó a su integración ideológica con la cima, depredadora, lumpenburguesa, del capitalismo local buscando al mismo tiempo diferenciarse de la clases bajas también ascendentes. Los medios de comunicación concentrados cumplieron un rol decisivo en ese proceso inyectando odio social en un espacio fértil para eso, asociando justicia social con despilfarro, democratización del poder político con corrupción, etcétera. Este brote de irracionalidad pequeñoburguesa forma parte de un fenómeno más amplio, global, de fascistización, que se extiende por Europa e incluye fenómenos como el del llamado ‘Estado Islámico’ en Oriente Medio. Los neofascismos centrales y periféricos aparecen como respuestas reaccionarias a la crisis produciendo a veces contrarrevoluciones no porque hayan existido tentativas revolucionarias reales sino precisamente por la ausencia de revoluciones antisistema capaces de superar la degradación capitalista.

De todos modos la instalación de regímenes reaccionarios no significa el comienzo de una nueva gobernabilidad de tipo elitista y colonial sino la instalación de mecanismos de saqueo que profundizan las crisis. Es lo que se constata en casos como los de Argentina, Brasil o Paraguay y en lo que podría llegar a ser una victoria neofascista en Venezuela.

BRICS y petróleo

-¿Estados Unidos va por el BRICS?

-Evidentemente sí, y acaba de obtener su primer éxito en Brasil. Pero su mega-estrategia global apunta contra China y Rusia. Ambas potencias han constituido una alianza estratégica de largo alcance que va desplazando a los Estados Unidos de Asia, estableciendo puentes importantes con Africa y América Latina. La intervención de la OTAN en Libia y otras en el resto de Africa así como la ofensiva imperialista en Latinoamérica pretenden entre otras cosas frenar la creciente influencia de China y Rusia. El problema del Imperio es que no tiene qué ofrecer a cambio del mercado chino a países como Brasil o Argentina, solo ofrece promesas de ‘inversiones’ mientras realiza o trata de realizar saqueos.

-Estados Unidos intenta apoderarse de las reservas de petróleo y gas mundiales: Afganistán, Irak, Siria, Libia, Ucrania, Yemen… ¿Venezuela?

-Uno de los temas decisivos de la disputa geopolítica euroasiática es el de la guerra energética donde las reservas de gas y petróleo ocupan un lugar central, el control de esas reservas pero también el del transporte: gasoductos y oleoductos, canales, estrechos y otras posiciones estratégicas. Por ejemplo en Asia, y sobre todo en la zona del Golfo Pérsico y de la Cuenca del Mar Caspio, está algo más del 65% de las reservas petroleras globales. Esa pelea se extiende hacia Africa en Nigeria y Angola y hacia América Latina, donde Venezuela ocupa un lugar decisivo con el 20% de las reservas mundiales de petróleo.

Aunque el precio del petróleo está bajo también es verdad que la producción global de petróleo convencional está planchada desde hace casi una década. La irrupción del petróleo de esquisto de Estados Unidos amplió el volumen extraído pero se trata de recursos limitados que en pocos años más -a comienzos de la próxima década- llegará a su máximo nivel y empezará a declinar. Obviamente el dominio de las principales fuentes energéticas permitiría a los Estados Unidos ponerle un pie en el pescuezo de China y otro en el de Europa y jugar al gato y el ratón con el competidor ruso haciendo subir y bajar los precios según su voluntad. Pero Estados Unidos no está ganando esa guerra: no pudo doblegar a Irán, gran exportador energético, no pudo desestabilizar a Rusia, otro gran productor, haciendo saltar por el aire la convergencia ruso-china, y hasta ahora no ha sometido a Venezuela.

-¿Qué piensa que ocurrirá con China y Rusia en las próximas décadas?

-Tanto China como Rusia pudieron emerger como grandes potencias aprovechando el último gran auge de la economía capitalista global. Rusia como potencia energética-militar y China como potencia industrial. En ambos casos las exportaciones hacia los países ricos fueron los motores de la prosperidad. Pero esa etapa global ha concluido. Los mercados desarrollados se comprimen y los Estados Unidos -liderando a la OTAN- acosa a esas naciones emergentes tratando de capturar grandes reservas de materias primas y quebrar el poderío militar en el caso ruso, y en el caso chino intentando esclavizar a la más grande clase obrera industrial del planeta: 250 millones de trabajadores, y subordinar a ese temible competidor financiero e industrial pero también tecnológico y con cada vez mayor capacidad militar. Liquidar la alianza estratégica ruso-china es el objetivo mayor de Occidente.

Pero por otra parte los capitalismos ruso y chino no están fuera de la crisis global, forman parte de ella, son afectados por sus turbulencias, sus contracciones comerciales. Tratan de desacoplarse parcialmente de la decadencia mundial atrincherándose en el espacio euroasiático. El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, una gigantesca red de transporte marítimo y terrestre uniendo a los países de la región, constituye una de sus más grandes esperanzas. Lo que muestra la realidad es que no pueden escapar del desorden global, después de todo esas dos naciones protagonizaron en el siglo XX las dos más grandes tentativas de superación del capitalismo. La inviabilidad histórica del nacionalismo burgués en la era del capitalismo globalizado, aunque se trate de grandes países, abre allí la posibilidad de reintentar nuevamente tomar el cielo por asalto”.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=214274

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India: WEF exposes the great Indian gap between education and jobs

Asia/India/Julio de 2016/The Financial Express

RESUMEN: La India se coloca en pobreza entre 105 de 130 países en el índice de capital humano WEF clasificación muestra claramente que el sistema educativo está fuera de sintonía con el mercado de trabajo. El gobierno debe cambiar su política de educación para llenar este vacío con la ayuda de la revolución digital. Las perspectivas de crecimiento de un país, en gran medida, depende de su capacidad para crear, desarrollar y desplegar el capital humano, y en India con una población de más de 132 millones de rupias, esto va a desempeñar un papel crucial en la consecución de un alto crecimiento y trayectoria de alrededor del 10%. Sin embargo, la mala noticia es que el país, a pesar de la mejora en los niveles de educación en los últimos años, todavía tiene que viajar una distancia considerable en términos de utilización de su capital humano – en el último ranking del Foro Económico Mundial (FEM), la India ocupa el puesto de pobreza 105 en el índice de capital humano en todo el mundo que cubren 130 países.

Por: Santosh Tiwari
India being placed at a poor 105 out of 130 nations in the WEF human capital index ranking clearly shows that the educational system is out of tune with the job market. The government must change its education policy to fill this gap with the help of the digital revolution.
The growth prospects of a country, to a large extent, depends on its ability to create, develop and deploy the human capital, and for India with a population of over 132 crore, this is going to play a crucial role in attaining a high growth trajectory of around 10%.
But, the bad news is that the country, despite improvement in the educational levels over the years, still needs to travel quite a distance in terms of utilization of its human capital – in the latest World Economic Forum (WEF) rankings, India is ranked a poor 105 on the worldwide human capital index covering 130 countries.
Thanks to a low optimization of 57.73% of its human capital as compared to Finland which is at the top with 85.86%, India is placed much below China, ranked 71st, and even Bangladesh, Bhutan and Sri Lanka are better placed than it.
Even after all the talks of skill development initiatives, the situation has not improved from last year when the country was placed 100th out of total 124 countries. That India is lacking badly in the efforts to attune its educational system and infrastructure to match the employment needs is quite visible from the WEF index pointers for different age groups.
For the 0-14 year segment, the country’s human capital rank is a much better 62, obviously because of the improved enrollment levels in schools, but as one moves up in the age-group from here, the ranking starts deteriorating because of the lack of vocational and other training facilities which play a big role in enhancing the employability.
In the age group 15-24, it is placed at the 106th position, and in the critical 25-54 years band, it is at 119. This state of affairs continues in the 55-64 years age group with the 120nd rank and it stays at this level with 119th position again, for the 65+ age group.
While the overall rankings are clearly not encouraging, there are silver linings like a much better 39th rank in quality of education, 46th in on the job training and 45th in ease of finding skilled employees, reflecting the change in the country’s business profile with the emergence of India as a major supplier of skilled manpower in the technology-intensive areas.
But, this is clearly limited to a small portion of the educated population even today. At a time when the government is looking at bringing in the necessary changes in the education system, it would do well by focusing on the creation of a workforce that is easily employable and not just end up becoming graduates and post graduates without any job.
All those getting into the tertiary education, must have the opportunity to engage in studies that equip them to be absorbed in the job market or become self-employed. The WEF report rightly points out how a country adapts its education system to the digital revolution would be critical here.
Digital India, therefore, could play a big role in this, in India, if the private sector is also brought on board.
Foto: WEF human capital index ranking: Thanks to a low optimization of 57.73% of its human capital as compared to Finland which is at the top with 85.86%, India is placed much below China, ranked 71st, and even Bangladesh, Bhutan and Sri Lanka are better placed than it. (PTI)
http://images.financialexpress.com/2016/06/students-l-pti-2.jpg

Fuente: http://www.financialexpress.com/article/fe-columnist/wef-exposes-the-great-indian-gap-between-education-and-jobs/302642/

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