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El voto masivo como arma de lucha social

Por: Pietro Ameglio

En estas semanas recientes hemos asistido a tres grandes movilizaciones masivas de lucha social en América (además de las de Bielorrusia), del extremo sur al extremo norte, del estrecho de Magallanes hasta Alaska. ¡No es poca cosa! Los pueblos de Bolivia (18 octubre), Chile (25 octubre) y Estados Unidos (3 de noviembre), nos han dado un gran ejemplo de organización, toma de conciencia y determinación material y moral. Un antecedente continental en la misma línea de lucha lo tuvimos también en México, en la elección presidencial del 2018 con más de 30 millones de votos a López Obrador, con un 64% de participación. ¡Cómo no emocionarse con masas de esa envergadura, pasión, radicalidad, toma de conciencia y determinación ‘metiendo el cuerpo’ en las calles y las urnas desafiando a gobiernos tan represivos y peligrosos! Claro que para los verdaderos cambios de fondo se necesitarán tiempos mucho más largos, más actores sociales y movilizaciones, pero nada quita el valor de estas batallas claves e indispensables ganadas con tanta fuerza. Amigos luchadores sociales norteamericanos de toda la vida están felices de veras, porque tienen perfectamente clara la ingenuidad de decir que Trump y Biden son lo mismo o es “más de lo mismo”, aunque saben perfectamente que la desilusión y la lucha llegarán pronto de nuevo, pero ¡en un contexto totalmente diferente! No es poca cosa y esto lo saben bien quienes luchan o han luchado de veras.

En la elección presidencial boliviana ganó Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS) con el 55% de los votos (3 millones 394 mil), en una votación masiva donde acudieron a las urnas el 87% de los inscritos (6 millones 484 mil), quien sacó más votos que toda la oposición unida. Personalmente, creía que esta iba a ser la elección más difícil de las tres, por el alto grado militarista y represivo del gobierno de facto boliviano desde octubre del año pasado, por el miserable apoyo de la OEA y los peores gobiernos continentales. Lo que hicieron el pueblo boliviano, sus organizaciones y el MAS fue realmente grandioso y ejemplar. Me equivoqué al medir mal la magnitud y el grado de determinación y movilización electoral de ese pueblo, así como me equivoqué al medir el grado de desinformación, fundamentalismo y fascismo existente en una gran parte de la población norteamericana. Las dos primeras votaciones boliviana y chilena -al igual que la mexicana- se decidieron por una enorme diferencia, mientras que la norteamericana se decidió por décimas de fracción porcentual. En todas el voto masivo fue la clave.

En Chile, por su parte, hubo un plebiscito nacional para determinar si la ciudadanía acordaba iniciar un proceso constituyente para redactar una nueva constitución, derogando la de 1980 promulgada durante la dictadura militar de Pinochet. Votaron el 51% de los habilitados (7 millones 562 mil) y la “Aprobación” de una nueva constitución alcanzó el 78% de los votos (5 millones 886 mil), bajo la modalidad de una convención con 155 ciudadanos escogidos por el voto popular.

A su vez, en Estados Unidos votó el 67% de la población habilitada (34% lo hizo por correo): 160 millones votaron ahora frente a los 137 millones del 2016, que en ese año representaron un 54% del total.

La votación en Estados Unidos fue decidida por márgenes porcentuales mínimos -inferiores al 1%- en los estados claves en disputa para el colegio electoral, lo que también presagia numerosos nuevos conteos que son legales si la diferencia es inferior al 1%. Estas diferencias de pocas décimas a favor de Biden y los demócratas significaron la ansiada derrota de Trump -motivo principal del voto de muchísimos-, y mostraron un país profundamente dividido y polarizado (¡muy peligroso socialmente en ese nivel de confrontación en las calles y población armada!) entre valores básicos democráticos liberales de tolerancia y respeto a los derechos humanos, y posturas -a veces incluso extremistas y supremacistas- bastante afines al fascismo. El hecho que Trump haya sacado aproximadamente 71 millones de votos (48% del total), 8 más que en 2016, y Biden casi 76 millones (51%), 5 millones de votos más que Trump (Hillary Clinton había sacado 3 millones de votos más que Trump en 2016, con 66 millones), se explica mucho por California, que es una gran isla democrática y progresista en ese país. Allí Biden sacó justamente 4 millones de votos más. En el resto del país son casi mitad y mitad exactas.

Desde la lógica dicotómica-binaria-maniquea de Trump de ganadores y perdedores, amigos y enemigos, todo o nada, podría decirse que el ganador fueron Biden y los demócratas, pero desde la mirada sociológica no hay un solo ganador, sino que el trumpismo-fascismo-supremacismo-ignorancia también ganaron, al aumentar su aceptación social con tantos millones en sólo 4 años y habiendo todos presenciado tamañas barbaridades probadas en su gobierno. Lo que no podrán -¡por suerte!- es ejercer un poder político en la magnitud de estos 4 años pasados, pero en el poder social y económico estarán ahí. Y surge una pregunta de fondo, sobre la construcción de las identidades sociales -empezando por la propia- acerca de ¿cómo puede alguien tener ese nivel creciente de “obediencia ciega” a un discurso sin “principio de realidad” con lo que lo rodea, y ante el riesgo de la muerte con una pandemia que cada día ha aumentado 100 mil contagios en EU? ¿Qué mecanismos intelectuales, epistémicos y morales se activan para ello? Me parece que no es una respuesta rápida, simplista ni fácil, ni tiene que ver con ser más o menos inteligente, o estar o no informado.

Aunque cabe agregar otra mirada al respecto, como nos comentan también compañeros norteamericanos, que “el hecho que Arizona y Georgia fueron para Biden marca una trayectoria de cambio demográfico, de organización y de movilización impresionantes por las fuerzas progresistas, sobre todo latinas y afroamericanas. Señal de esperanza”.

TOMA DE CONCIENCIA DEL PROPIO PODER DESDE ABAJO

Decimos que en estos tres países se dieron grandes “luchas sociales” y no sólo luchas electorales, porque la votación fue sólo el punto culminante -periférico- de largos procesos de movilización, protesta, organización y toma de conciencia masiva ciudadana; ni por asomo hemos promovido en nuestra vida la lucha electoral como la principal, pero hay coyunturas históricas -como estas- en que la situación social las eleva a alturas inimaginables de esperanza, cambio y ruptura ciudadana.

Consideramos como un factor clave en esas luchas también la pandemia, porque es un fenómeno mundial determinante y original en esta magnitud y alcance –toca a todos los cuerpos del mundo-, que ha acelerado y trastocado muchas situaciones sociales, económicas, culturales y políticas. No cabe duda tampoco, que aún después de las grandes movilizaciones sociales, un pésimo manejo de la pandemia ha sido un factor determinante para la pérdida acelerada de consenso y control social de estos gobiernos autoritarios y represores, que han quedado poderosamente expuestos públicamente en su ineptitud, ignorancia, clasismo y corrupción.

Como nos comparten otros amigos activistas sociales de EU, las verdaderas heroínas y héroes de esta historia de lucha, son los “ordinary americans que fueron a votar, los trabajadores electorales y las muchas coaliciones (DC Peace Team, Frontline Defenders, Nonviolent Peaceforce, Protect the Results, Choose Democracy, Black Lives Matter…) que pusieron en marcha sistemas para evitar y responder a las malas prácticas electorales y/o a la violencia”.

“Esta es una muestra de que cuando salimos a votar ganamos…Hemos demostrado que podemos tomar el poder y cambiar las cosas si el pueblo se levanta y sale a votar” (Beatríz Topete, codirectora de Viviendo Unidos por el Cambio en Arizona, El Universal, 5-11-20). Ha sido decisiva la acción de votar, pero, nos parece, que lo importante es entenderla no como la acción o movilización contundente y “periférica” de un preciso día, sino como un proceso constituyente que se originó en múltiples formas de organización social y política de años y meses atrás, de construcción de alianzas y suma de población de todo tipo a la causa, de construcción de “rupturas” en la ciudadanía en medio de condiciones muy adversas, con gobiernos tan autoritarios y represivos, apoyados por sus medios. Y aunado a esto la variable de lo “masivo” como la vuelta de tuerza decisiva; parafraseando a un libro clásico de Elías Canetti (“Masa y poder”) podríamos decir que “masa fue poder”.

En este caso la forma externa de ejercer ese poder, en su “acción final” en esta etapa del proceso de lucha social, fue votar, que si miramos más a fondo y complejamente significa “meter el cuerpo” en la lucha, sea por correo o en medio de la pandemia. No es para nada mecánico ni fácil construir una identidad, cuya determinación o indignación, sean capaces de meter el cuerpo en forma abierta y masiva en un “mismo momento” sincrónico de la historia. Lo masivo, siguiendo a Canetti, ayuda a que la (auto)represión o castigo por esa acción se diluya en la masa, y entonces algo que es privado se convierte también en público con la toma de las calles y espacios, aunque a primera vista parezca un ejercicio anónimo y privado.

Justamente esta acción masiva fue una forma directa de ejercer el propio poder ciudadano, cuya conciencia se fue construyendo por mucho tiempo antes, que está declarado en toda constitución pero si no se hace efectivo no opera realmente en el cambio social. Es la base de la co-operación en el ejercicio del poder desde los movimientos sociales y el pueblo de base, como lo sostenían Gandhi (“La verdad radica en que el poder está en la gente…la desobediencia civil es el depósito del poder”), Lenin (“El poder no se enuncia, se ejerce) y el zapatismo (“el poder está abajo y a la izquierda»).

A diferencia de muchas otras veces en las luchas sociales, la no-cooperación esta vez fue salir a votar, y no el voto ausente, en blanco o nulo. No haberlo hecho era una forma precisa de co-operar que siguieran el gobierno golpista boliviano, la constitución de la dictadura pinochetista o Trump.

PD: Nos solidarizamos totalmente con el reciente comunicado de la Junta de Buen Gobierno “Nuevo amanecer en resistencia y rebeldía por la vida y la humanidad” (10-11-20), en su denuncia de secuestro y tortura de una base de apoyo por parte de los paramilitares de la ORCAO: “A unos cuantos metros de donde antes quemaron y saquearon nuestra tienda cooperativa de Cuxuljá, como se pudo ver en su momento y que hasta la fecha el mal gobierno no ha hecho nada, este 8 de noviembre del 2020, alrededor de las 15:30 hrs., 20 paramilitares de la ORCAO, secuestraron y golpearon a nuestro compañero bese de apoyo Félix López Hernández. Los orcaistas se lo llevaron con rumbo desconocido y lo mantienen amarrado, encerrado, sin agua y sin alimentos”. Y a continuación se dan los nombres de algunos de los responsables, pertenecientes al poblado vecino de San Antonio: Andrés Santis López, Nicolás Santis López, Santiago Sánchez López y Óscar Santis López.

¿Qué mas información necesitan las autoridades cómplices, de todos los niveles de gobierno, para arrestar a estos criminales, liberar a Félix López Hernández y hacer en este conflicto a la comunidad de Moisés Gandhi?

Como decíamos en nuestro artículo del pasado 11 de noviembre (“Moisés Gandhi: zapatismo y paz”), dábamos testimonio directo de muchos años en cuanto a la calidad moral, coherencia y trabajo colectivo por el bien de todas y todos, de la comunidad de Moisés Gandhi, que en algo nos cambió y humanizó la vida. Por eso ¡exigimos ya verdad, justicia y reparación!

Fuente: https://desinformemonos.org/el-voto-masivo-como-arma-de-lucha-social/

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Bolivia: Gobierno boliviano propone clases semipresenciales para iniciar ciclo 2021

América del Sur/Bolivia/22-11-2020/Autor(a) y Fuente: Spanish. xinhuanet. com

El ministro boliviano de Educación, Adrián Quelca, informó este martes que tienen lista una propuesta para arrancar el ciclo escolar 2021, cuyo eje central será la educación semipresencial, tras un año irregular lectivo por la enfermedad del nuevo coronavirus (COVID-19) que derivó en la clausura del ciclo 2020.

«Hemos trabajado una propuesta base que la (presentaremos) en un encuentro pedagógico donde participen todos los actores de la educación, pero esta propuesta tiene un eje central que es la educación semipresencial, quizás no de inicio, pero sí como parte central de la propuesta, utilizando la educación virtual como una herramienta complementaria», dijo.

En entrevista televisiva, Quelca afirmó que es «fundamental el contacto de maestros y niños en las unidades educativas con todas las medidas de bioseguridad, que las tendríamos que coordinar y consensuar con los distintos niveles de gobierno».

«Si establecemos acuerdos necesarios con las gobernaciones y municipios se podrá contar con espacios, aulas y unidades educativas con medidas de bioseguridad que nos permitirían desarrollar en el primer trimestre las clases semipresenciales», agregó.

El ministro de Educación señaló que se establecerá un plan común concertado que tenga el respaldo de la mayoría.

Quelca aprovechó este martes para acudir a varios medios de comunicación para hablar sobre el tema educativo y el posible regreso a las aulas.

Ante una posible segunda ola de la COVID en el país sudamericano, el funcionario señaló que ya se ha hablado con el ministro de Salud para ver la tendencia de la enfermedad y estar preparados.

«No podemos pensar nuevamente en encerrarnos en nuestros domicilios. Tenemos que enseñar desde las unidades educativas cómo vamos a enfrentar este posible rebote y convivir con la COVID-19. Ese es el reto», expresó.

Bolivia reportó hasta el lunes 143.371 contagios de la COVID-19, de los cuales han muerto 8.859 desde el primer reporte de un caso con la enfermedad en el país el pasado 10 de marzo.

Fuente: http://spanish.xinhuanet.com/2020-11/18/c_139523419.htm

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MAS denuncia atentado fallido contra presidente electo de Bolivia

Por: Tercera Información

El Movimiento Al Socialismo (MAS) de Bolivia ha denunciado un atentado en contra del presidente electo Luis Arce durante una reunión en la sede del partido.

El vocero del MAS, Sebastián Michel, anunció que la noche del jueves, un grupo de personas detonó un cachorro de dinamita en la casa de campaña del movimiento mientras Arce encabezaba una reunión en este lugar, en la zona de Sopocachi, en la capital.

Hace pocos minutos hemos sido víctimas de un atentado de un grupo que ha dejado un cachorro de dinamita en la casa de campaña donde estaba reunido nuestro propio presidente electo Luis Arce. Estamos con mucha preocupación de lo que está pasando”, manifestó el representante en una entrevista con la Televisión Universitaria y Red Uno.

Michel criticó el silencio que guardan las autoridades a cargo de la seguridad al respecto y el hecho de no garantizar la seguridad de una persona que es la opción de la mayoría del pueblo boliviano pero no cuenta con un equipo de seguridad de la Policía o de las Fuerzas Armadas.

El vocero precisó que el atentado del que salió ileso Arce forma parte de un plan diseñado por la derecha que no aguanta el triunfo del candidato del MAS en las elecciones del 18 de octubre.

El 23 de octubre, las autoridades electorales bolivianas anunciaron que Acre, el candidato de MAS, en que milita también el expresidente Evo Morales, ganó las elecciones presidenciales, al obtener casi 3,4 millones de votos, un 55,10 por ciento del escrutinio total.

Sin embargo, aún existen algunos grupos de la derecha que rechazan el triunfo del MAS y no reconocen los resultados de los comicios en Bolivia, reclamando que hubo un nuevo “fraude electoral”, por lo que han protagonizado una serie de manifestaciones apostando a acciones desestabilizadoras en el país andino.

La ceremonia de la investidura de Arce está prevista para el 8 de noviembre en La Paz, capital administrativa de Bolivia.

msm/ktg/mrz/hnb

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/06/11/2020/mas-denuncia-atentado-fallido-contra-presidente-electo-de-bolivia/

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Denuncian atentado contra el presidente electo de Bolivia, Luis Arce

Por: Telesur 

El vocero del MAS lamentó que las autoridades a cargo de la seguridad del país no se hayan pronunciado tras el atentado contra Luis Arce.

El vocero del Movimiento Al Socialismo (MAS), Sebastián Michel, denunció este jueves un atentado en contra del presidente electo Luis Arce al estallar un explosivo en la casa de la agrupación política en el barrio de Sopocachi, de La Paz.

De acuerdo al vocero de la agrupación política el atentado fue perpetrado por un grupo de personas que detonaron un aparato con dinamita cuando se llevaba a cabo una reunión en la que participaba el presidente electo Luis Arce, según una nota de prensa del partido político.

“Hace pocos minutos hemos sido víctimas de un atentado de un grupo que ha dejado un cachorro de dinamita en la casa de campaña donde estaba reunido nuestro propio Presidente electo Luis Arce. Estamos con mucha preocupación de lo que está pasando”, manifestó el representante en entrevista con Televisión Universitaria y Red Uno.

Sebastián Michel lamentó que las autoridades a cargo de la seguridad del país no se pronuncien al respecto y no brinden la seguridad necesaria y más aún a una autoridad que fue electa por la mayoría del pueblo boliviano.

“No hemos visto ninguna declaración sobre el tema del ministro de Gobierno Arturo Murillo, entonces sentimos que estamos a merced de nosotros mismos, desprotegidos totalmente y nadie nos da la garantía necesaria para la seguridad de nuestra autoridad”, complementó.

El representante del MAS señaló que el atentado forma parte del clima de violencia promovido por sectores de la derecha tras el triunfo electoral de Luis Arce.

Michel precisó que al momento del atentado se encontraban personas a cargo del monitoreo de información y de la comisión que trabaja en el acto de posesión.

El acto oficial de posesión está previsto para el domingo 8 de noviembre en instalaciones del Legislativo boliviano, con lo cual se pondría fin a casi un año de dictadura de facto encabezada por Jeanine Áñez.

*https://www.telesurtv.net/news/bolivia-atentado-contra-luis-arce-20201105-0046.html

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Victoria popular en Bolivia: Una lección de valentía y dignidad

Javier Tolcachier|

Los sectores populares de Bolivia han dado una nueva lección al mundo. El triunfo apabullante del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) no deja dudas sobre la voluntad mayoritaria de su población.

Las difíciles circunstancias en las que se dio está elección realzan la valentía de quienes no se dejaron amedrentar. A la persecución y encarcelamiento por motivos políticos, a las graves vulneraciones de derechos humanos, frente a la intimidación y agresión, las y los bolivianos respondieron con dignidad y convicción, sin retroceder ni ceder en la presión para recuperar la democracia.

Es preciso recordar las sucesivas postergaciones de la elección, que finalmente se logró gracias al temple en la movilización activa de las comunidades y la firmeza de liderazgos y parlamentarios, que impidieron que el régimen de facto se perpetuara.

Pese al manejo desastroso de la pandemia por parte del gobierno, envuelto en pocos meses en graves hechos de corrupción, las y los bolivianos salieron a votar, en paz y conscientes de que les iba en ello su destino.

El abultado margen de más de 20 puntos porcentuales con el que el binomio de Luis Arce y David Choquehuanca aventajó al segundo, Carlos Mesa, representante del neoliberalismo y las ambiciones de recolonización extranjera, tiene un doble efecto.

Por una parte, disipa toda duda sobre el carácter de golpe de Estado dado en Noviembre en base a la acusación de un fraude inexistente. Golpe que lleva el sello conspirativo del Departamento de Estado estadounidense a través de su brazo de control “hemisférico”, la OEA y su secretario general.

Golpe cuyas responsabilidades atañen también a sectores de poder económico – en especial los ligados a la oligarquía cruceña – y a transnacionales con apetencias sobre los recursos naturales nacionalizados.  Golpe que tuvo como partícipes necesarios a los medios de comunicación privados, propiedad de estos mismos conglomerados o transnacionalizados, a las iglesias católica y pentecostales y también a muchas organizaciones no gubernamentales eurodependientes, desplazadas en su función asistencialista por las políticas públicas del gobierno revolucionario de Evo Morales. Golpe en el que la responsabilidad directa recayó sobre los altos mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía, un asunto de relevancia estratégica que el nuevo gobierno de Arce deberá sin duda abordar.

La inobjetable victoria, por otro lado, obra el milagro de dificultar toda intentona de fraude electoral -esta vez sí altamente posible, estando el aparato institucional en manos de un régimen de facto- o la reedición violenta de golpe, cortando de cuajo en esta ocasión toda apariencia de legalidad o legitimidad.

Si bien la sombras oscuras de resistencia a entregar el poder político todavía podrían estar sobrevolando las mentes de algún que otro agente foráneo, funcionario o militar, los pronunciamientos públicos han sido prácticamente unánimes en convalidar la clara voluntad del pueblo, cerrando el camino a posible aventuras desesperadas de la derecha.

Las razones del triunfo

El desgobierno de facto hizo todo lo que tuvo a su alcance para sepultarse. La obligación contraída con las fuerzas que manejaron sus hilos hizo que en pocos meses se pretendiera desmontar aceleradamente la construcción del Proceso de Cambio. Sobre todo en el aspecto económico y geopolítico. Y ésta fue su perdición.

El manifiesto racismo que destiló la gestión de Añez tocó el nervio histórico de la comunidad de naciones que luego de siglos lograron respeto, un importante grado de autodeterminación y valoración cultural y social. Ante ello, se levantó el clamor profundo de la rebeldía frente a la violencia instalada, logrando cimentar nuevamente la unidad que había comenzado a resquebrajarse en el último período de gobierno de la Revolución Democrática y Cultural.

Al mismo tiempo, la figura de Luis Arce, principal responsable en la implementación del crecimiento económico de la mano de Evo Morales como responsable político, proyectó la posibilidad de lograr una nueva estabilidad en medio de la tempestad de la pandemia y el futuro incierto.Áñez reconoce la victoria del MAS y felicita a Arce y Choquehuanca

Por otra parte, fue un gran acierto la fórmula de sustitución y de unidad, única táctica posible ante la proscripción y persecución contra el líder histórico. La misma estrategia se ensayó en Brasil con Fernando Haddad, en Argentina exitosamente con Alberto Fernández y es la perspectiva que moviliza la reconstrucción de un bloque progresista en Ecuador a través de la candidatura de Andrés Aráuz.

En el caso boliviano, la vicepresidencia de un dirigente indígena de talla histórica como David Choquehuanca acompañando a Arce, simboliza una vez más el intento de unir las dos vertientes del Proceso de Cambio, la visión del Buen Vivir y la desarrollista de izquierda, bajo el objetivo común de la soberanía del pueblo frente a un peligroso y desalmado adversario.

Pero más allá de los argumentos de coyuntura, el 53 o más por ciento de Lucho Arce representa un agradecimiento al Proceso de Cambio liderado por Evo Morales Ayma. Un periodo de casi catorce años en el que se emprendió un curso de desarrollo económico en base a la recuperación de los recursos naturales para generar inéditas mejoras sociales en el descenso de la pobreza, la eliminación del analfabetismo, el acceso a la salud y la educación de manera universal, la protección de la ancianidad y la infancia, entre muchas más.

Junto a los logros sociales, el Proceso de Cambio produjo innovadores y revolucionarios cambios en el imaginario y la práctica política. En el marco estructural de una sociedad plutocrática y racista logró hacer manifiesto un mundo que quiere nacer y dar paso a lo multicultural y plurinacional frente al otro decadente y moribundo, que solo favorece a un grupo de privilegiados supremacistas, herederos de la colonia.

El Proceso de Cambio, senda que ahora retomará Bolivia en un nuevo ciclo creativo, posibilitó la emergencia de las culturas ignoradas y sometidas durante centurias, dándole protagonismo político y dignidad identitaria, promocionó la creciente participación y los derechos de las mujeres, suplantó una institucionalidad republicana excluyente, convirtiéndola en democracia participativa.

Las y los bolivianos valoraron con su voto la Nueva Constitución Política lograda con enorme esfuerzo en 2009, que hace efectiva una nueva visión del Estado, pluricultural y plurinacional, laico, pacifista, humanista, rescatando reivindicaciones y consagrando nuevos derechos para todos los sectores sociales postergados.

Es un voto necesario, justo e históricamente consciente.

El significado de la victoria popular para América Latina y el Caribe

Una vez más, la unidad de los sectores desposeídos logró derrotar con amplitud la mezquindad de los opulentos. Al igual que antes sucediera con las primarias en Argentina, los resultados excedieron largamente las previsiones de las encuestas. A pesar de las directivas del Norte, que obligaron a bajar a Áñez su candidatura y la irrelevancia de Tuto Quiroga, que hizo lo propio, la derecha concurrió dividida. Eso reitera un antecedente evidente. En tiempos de zozobra y fragmentación, la unidad del campo popular es imprescindible, aún con ciertas contradicciones.

Los espíritus emancipadores de Latinoamérica y el Caribe recibieron el desenlace electoral con esperanza y finalmente desahogo y alegría, entreviendo ya la posibilidad de reforzar el bloque de países que como México, Venezuela, Argentina, Cuba, Nicaragua y varias naciones del Caribe que defienden la integración, la soberanía y la solidaridad entre los pueblos como bandera.

Sin duda que se abre con la presidencia de Luis Arce la posibilidad de reactivar el camino hacia la unidad sudamericana a través de una versión quizás reducida de UNASUR, que con el tiempo y la reversión de la relación de fuerzas políticas en Ecuador, Chile, Colombia o Brasil, pueda completarse, esta vez con una mayor inserción de las fuerzas vivas de la sociedad civil.

En el corto plazo, sin duda que Bolivia se re-acoplará al ALBA y fortalecerá el trabajo que viene realizando el gobierno de López Obrador en la CELAC. Del mismo modo, construyendo un eje con el gobierno argentino, mejorará la actual versión nuevamente neoliberal del MERCOSUR.

De mucha importancia es destacar que la asunción de Luis Arce a la presidencia debilita al Grupo de Lima y la posición belicista e injerencista de EEUU en la región, aportando una importantísima posición en defensa de la paz como bien inapreciable y logro común.

El mandato: Volver mejores

En el inicio de su gestión de gobierno, Arce tendrá que actuar para atender las urgencias. La pandemia, la desocupación y el desastre que deja el desgobierno golpista no dejan margen de maniobra para otras prioridades. Lo primero será reencaminar el esfuerzo hacia la protección del pueblo y afirmar la certidumbre que nuevamente se está en el buen camino.

Pero no solo habrá que sanar las heridas del cuerpo, sino intentar curar las heridas del alma, luego de un período cargado de odio, venganza y resentimiento. Por lo que el nuevo gobierno, intentará tender puentes hacia los diversos sectores con mensajes de conciliación en el marco de la fortaleza política que le otorga la mayoría recibida en el ejecutivo y ambas cámaras legislativas.La estabilidad boliviana, resistencia frente a la tempestad geopolítica — CELAG

Sin embargo, en términos de proyección transformadora ¿Qué significa volver mejores? ¿Alcanza con avanzar en la transformación de la matriz productiva extractiva? ¿O con la desburocratización y descentralización comunitaria de la revolución?

El primer ciclo de catorce años del Proceso de Cambio respondió con creces al mandato de la Agenda de Octubre de 2003, ante la deuda de siglos con el pueblo que el modelo de saqueo neoliberal prolongó y profundizó.

Si bien la deuda de despojo está lejos de haber sido saldada por completo, ¿Cuál es la nueva agenda para volver mejores? ¿Cuál el modo de acoplar las nuevas sensibilidades jóvenes emergentes, cuyos paisajes se formaron en este siglo, muchos de ellos en el marco de la revolución?

Es obvio que la revolución, en tanto transformación profunda de estructuras socioeconómicas y mentales, constituye la única salida a la entropía que genera el estertor de un modelo social caduco. Sin embargo, es posible que las nuevas revoluciones en el momento histórico actual estén demandando la inclusión de nuevos tópicos y una profundización del cambio educativo cultural que favorezca la comprensión de que toda construcción social requiere partir del ser humano como preocupación central y de la intencionalidad humana como característica constitutiva de todo sentido social evolutivo.

El Proceso de Cambio ha visibilizado e implementado derechos para las mayorías, generando conquistas en la superación de la marginalidad y enarbolando la valorización de las propias culturas y su diferencia. ¿Será posible ahora dar un paso más hacia la convergencia consciente de los distintos mundos culturales sin que éstos resignen su identidad? ¿Será posible mirar a la propia cultura en un sentido dinámico, en el que cada una tiende a transformarse conservando sus mejores atributos? Si se mira en detalle, en un mundo interconectado como el actual, esa identidad civilizatoria en proceso de síntesis es mucho más cercana de lo que se piensa. En Bolivia y en todas partes.

El objetivo común de esta nueva agenda, desde un punto de vista humanista, debe tener como horizonte mayor la superación de toda forma de violencia, discriminación y  marginación, no solo a nivel social, sino también a nivel cotidiano interpersonal y en la actitud individual.

¿Podrá surgir entonces el nuevo ser humano, especie tan ansiada por los revolucionarios de todos los tiempos? Esto solo será posible si se atiende, en simultáneo al cambio social también al desarrollo interior, rescatando lo verdaderamente esencial de cada cultura, sus experiencias profundas, para que se exprese una nueva sintonía entre los seres humanos y entre el ser humano y su entorno.

Posiblemente así, seremos mejores. No es de revolucionarios conformarse con menos.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/10/20/victoria-popular-en-bolivia-una-leccion-de-valentia-y-dignidad/

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¿Por qué volvió a ganar el MAS? Lecturas de las elecciones bolivianas

Por: Fernando Molina, Julio Córdova Villazón, Pablo Ortiz,Verónica Rocha Fuentes


Contra todos los pronósticos, el Movimiento al Socialismo (MAS) se impuso en las elecciones bolivianas con más del 50% según todos los conteos rápidos. ¿Qué explica este resultado a solo un año de la caída de Evo Morales?


El triunfo del binomio Luis Arce-David Choquehuanca en primera vuelta, con más de 50% de los votos, acabó abruptamente con muchos de los análisis vertidos durante toda la campaña y le permite al Movimiento al Socialismo (MAS) volver al poder a solo un año de haber sido ejecutado por unas movilizaciones combinadas con un motín policial y, finalmente, el aval de las Fuerzas Armadas.

¿Qué explica está victoria y el fracaso de la candidatura de centroderecha de Carlos Mesa? ¿Qué nos dice este proceso electoral, que logró desarrollarse en orden y con un rápido reconocimiento de los resultados, aún preliminares, por parte de todas las fuerzas políticas? Para responder a estas preguntas, Nueva Sociedad pidió la opinión de analistas e investigadores sociales, que proyectan sus miradas más allá y más acá de las elecciones del pasado 18 de octubre.

Pablo Ortiz (periodista)

Un año después de su caída, el MAS vuelve a ser el partido hegemónico de la política boliviana. Es el único realmente estructurado, con una militancia y un voto fidelizado, que resiste incluso la salida del escenario político de su máximo líder y fundador: Evo Morales.

La elección general de 2020 es la primera elección sin Evo Morales desde 1997 y es la primera votación que cumple con el referendo del 21 de febrero de 2016, que le dijo a Morales que no podía aspirar a una nueva reelección. Durante toda la campaña se había hablado del siguiente quinquenio presidencial como un ejercicio de transición antes de llegar al posmasismo, pero las urnas decidieron contradecir a los pronosticadores de la política y dictaron sentencia: no era el proyecto del MAS el que estaba agotado, sino el mando único, la repetición sin fin de la figura de Morales como presidente.

Luis Arce Catacora concluirá primero cuando se termine de contar los votos y habrá logrado entre seis y diez puntos más que Morales en las elecciones fallidas de 2019. Para eso necesitó algunas herramientas que lo llevaron a un triunfo con una ventaja insospechada.

La primera fue la estrategia correcta. Mientras que Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otras fuerzas menores apostaron al clivaje MAS/anti-MAS (todos se presentaban como la mejor opción para que el anterior partido de gobierno jamás volviera), el MAS puso el acento en la crisis económica y la estabilidad como ejes de discurso y apostó a consolidar su voto duro como objetivo público número uno. El MAS desarrolló una campaña en los márgenes de las ciudades, con caminatas y concentraciones pequeñas, mezclando reuniones sindicales con conferencias académicas para alejarse de la imagen que predominó en la última campaña de Morales.

Arce y sus estrategas apostaron por las barrios alejados, por los pobres y los empobrecidos del coronavirus; por quienes pasaron de la pobreza a la clase media durante los 14 años de gobierno de Morales y volvieron a caer en la pobreza por el coronavirus; por la nostalgia que el agravamiento de la crisis (a principios de mayo, 3,2 millones de bolivianos no tenían lo suficiente para comprar alimentos, por culpa de la pandemia y la cuarentena) creó de los años de bonanza del MAS.

Para eso tuvo aliados involuntarios, ambos llegados desde el Oriente boliviano, las regiones del país que siempre se le resistieron a Morales. La primera «ayuda» fue la del gobierno de transición. El gobierno de Jeanine Áñez era leído como la continuación de la llamada «revolución de las pititas», la revuelta ciudadana que precedió al motín policial y la «sugerencia» de renuncia de la Fuerzas Armadas a Evo Morales. La presidenta, surfeando sobre los 100 días de luna de miel, se animó a lanzar su candidatura en enero pasado para unas elecciones que debían ser en mayo, y con ello destruyó las bases de su gobierno: un pacto no escrito entre todas las figuras del antievismo para asegurar una transición que finalizara con un partido distinto del MAS en el poder, y la colaboración de los dos tercios de diputados y senadores del MAS en la Asamblea Legislativa, que entendían que colaborando con Áñez llegarían antes a unas elecciones que los devolverían al poder.

Con el inicio de la campaña, cayó el coronavirus. Al tiempo que familiares y ministros de Áñez comenzaban a disfrutar de las ventajas del poder (aviones, fiestas), sus aliados de retiraban dejando un reguero de hechos de corrupción que destruyeron uno de los primeros mitos fundacionales del antievismo: ellos eran capaces de cometer los mismos actos de corrupción y abuso de poder que el MAS. El tiro de gracia a la popularidad de Áñez llegó en plena cuarentena: se compraron más de 100 respiradores de origen español que no solo se pagaron cuatro veces más de su precio de lista, sino que no servían para terapia intensiva. Así, los reemplazantes de los supuestos corruptos y fraudulentos no solo eran corruptos, sino también altamente ineficientes. En pocos meses, y en medio de la pandemia, cayó un ministro de Salud tras otro.

Pero hubo una «ayuda» más. De las calles surgió un liderazgo potente y que prometía victoria: Luis Fernando Camacho, el hombre que había liderado la «revolución de las pititas» e incluso había forzado a Morales a abandonar Bolivia (tras la renuncia del presidente, él mismo anunció que estaban buscándolo para arrestarlo, lo cual precipitó la evacuación hacia México), se postuló para presidente aprovechando su gran popularidad en Santa Cruz.

El MAS y Arce aún eran hegemónicos en La Paz y Cochabamba, pero necesitaban que la renuente Santa Cruz, la segunda región con mayor cantidad de votantes de Bolivia e históricamente antimasista, no se inclinara por Mesa, el candidato que más cerca estaba de Arce. En 2019 se había dado un escenario parecido. Morales lideraba las encuestas y Santa Cruz estaba controlada por Óscar Ortiz, candidato local que aspiraba a ser presidente, pero en la última semana la estrategia de «voto útil» de Mesa le dio 47% de los votos cruceños y lo acercó lo suficiente a Morales como para discutir si había ganado en primera vuelta o no.

Esta vez, Camacho no sufrió el mismo efecto de desgaste. Surgido de las calles, religioso y con un discurso que exuda testosterona, tiene una impronta más emocional que propositiva y se planteó a sí mismo como el garante de que Morales no volvería al país. Pero esa no fue la clave para que se impusiera ante la estrategia del voto útil de Mesa, sino que logró exacerbar el orgullo identitario del cruceño y convertirlo en voto. A diferencia de Ortiz, Camacho no trató de «nacionalizarse» para conquistar votos, sino que apostó por convertir al resto de los bolivianos en cruceños. Eso, sumado a la juventud del votante cruceño, convirtieron a Camacho en una fuerza local e irreductible que cerró el territorio de Santa Cruz a Mesa y polarizó el voto con Arce, lo que le permitió a este una victoria más holgada.

Eso sí, nadie se esperaba que Arce, que no es caudillo sino tecnócrata, superara el 50% de los votos. Para ello tuvo que hacer algunas jugadas finales, que lo acercan a priori a ser el primer presidente del posevismo antes que la continuidad de Morales. Lo primero fue tener la capacidad de criticar la gestión de Morales y cuestionar el entorno con el que gobernó el «primer presidente indígena». Arce ha prometido un gobierno de jóvenes, de nuevas figuras. Lo segundo fue alejar del votante boliviano esa idea de que el MAS viene a eternizarse en el poder. Arce ha prometido gobernar solo cinco años y «reencaminar el proceso de cambio». Y la tercera promesa fue desterrar la idea de que con el MAS volverían las persecuciones políticas y el revanchismo. Arce ha prometido también que no perseguirá a policías ni a militares involucrados en la renuncia de Morales.

Así, el tecnócrata logró resetear el proceso de cambio y podrá gobernar con mayoría absoluta en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa. Sin embargo, para saber si de verdad el MAS entró en la era posevista, habrá que ver cuál será el rol de Morales cuando regrese a Bolivia. De ello no solo dependerá la autoridad que podrá ejercer Arce sobre su bancada y sobre el país, sino también su estabilidad política. Para ganar, para cerrar el territorio cruceño a Mesa, el MAS hizo crecer a golpes a Camacho. Ahora, con todo el poder territorial conseguido en el Oriente, este será el único opositor con capacidad de movilización con el que tendrán que lidiar.

Julio Córdova Villazón (sociólogo, investigador sobre movimientos religiosos y cultura política)

Según los conteos rápidos no oficiales, el MAS obtuvo una contundente victoria en primera vuelta con 52% de los votos. ¿Por qué el desempeño electoral del MAS fue tan exitoso, excediendo las expectativas, incluso de los más optimistas? Por tres razones principales.

Primero, por la emergencia de un «voto de resistencia» de sectores urbano-populares y campesinos. Estos sectores fueron objeto de varias violencias en los últimos meses: a) la violencia electoral: su voto por el MAS en 2019 fue escamoteado a raíz de una falsa denuncia de fraude avalada por la Organización de Estados Americanos (OEA); b) la violencia simbólica: hubo constantes descalificaciones desde el Estado y en las redes sociales pobladas por sectores conservadores de clases medias, se difundió la imagen de «hordas de violentos e ignorantes» en referencia a estos sectores populares, y en noviembre de 2019 algunos policías quemaron la wiphala (bandera indígena reconocida constitucionalmente); c) la violencia militar-policial, concretada principalmente en las masacres de Sacaba (en los valles) y de Senkata (en el Altiplano); d) la violencia económica: las medidas de cuarentena frente al covid-19 fueron tomadas en desmedro del sector informal de la economía.

Segundo, por la rearticulación de las organizaciones sindicales y campesinas. En los últimos años estas organizaciones resultaron debilitadas por su propia relación clientelar con el gobierno de Evo Morales. Después de la renuncia del presidente en noviembre de 2019, estas organizaciones lograron rearticularse rápidamente, en un tejido social vigoroso, que mostró su musculatura paralizando Bolivia a principios de agosto de este año para impedir el prorroguismo del gobierno de transición. Este tejido organizacional fue la base de un renovado apoyo electoral al MAS.

Tercero, por la propia debilidad política y electoral de los competidores de derecha del MAS, fragmentados y enfrentados entre sí. El candidato de centroderecha Carlos Mesa no logró articular un proyecto de país ni un discurso electoral capaz de seducir a los indecisos del Occidente boliviano. El candidato de la derecha empresarial, Fernando Camacho, tampoco logró convencer a los indecisos del Oriente del país. Hasta una semana antes de las elecciones, en el bastión electoral de Camacho, en el departamento de Santa Cruz, había 28% de indecisos, que representan 7,5% del padrón electoral total. Son personas de sectores pobres que fueron excluidos por los empresarios a los que representa el líder cruceño, y que fueron violentadas en las movilizaciones que lideró este empresario contra Evo Morales hace un año. En la elección del 18 de octubre, estos indecisos de tierras bajas optaron por el MAS, en rechazo a una elite empresarial incapaz de incluirlos en su «modelo de desarrollo». Por eso el MAS obtuvo 35% de los votos en esa región.

El próximo gobierno del MAS, con Arce a la cabeza, estará signado por la crisis económica, el conflicto social y la emergencia sanitaria por el covid-19. El apoyo de 52% del electorado no significa una sólida base social necesariamente. El MAS no logrará controlar los dos tercios de la Asamblea Legislativa como lo hizo en los últimos años. La coyuntura política requiere de una cultura democrática de construcción de acuerdos con otros actores políticos. Y tal cultura es muy débil, casi inexistente, en un MAS acostumbrado a un tipo de hegemonía política que ya no existe en Bolivia.

Verónica Rocha Fuentes (comunicadora social)

Durante toda la campaña para las elecciones del 18 de octubre se evidenció la existencia de una categoría de voto que había tenido poca relevancia en otras elecciones anteriores, aquella que se denominó «voto oculto». Esa categoría de votos, junto con la de «voto indeciso», fue determinante para establecer una diferencia que, según todas las proyecciones, es de más de 20 puntos en favor de Luis Arce Catacora. Los múltiples estudios de opinión que se presentaron durante el periodo de campaña electoral habían logrado detectar la existencia de ese voto con una prevalencia mucho mayor a los datos históricos. Lo que no lograron las instituciones de estudios de opinión fue detectar a dónde se iba a dirigir esa votación. En las primeras horas de conocerse esta tendencia, todo parece indicar que fueron esas categorías de voto las que terminaron definiendo la amplia victoria del MAS en primera vuelta.

Un voto que se llamó oculto durante el periodo de campaña y que, tras la jornada electoral, bien podría apellidarse «paciente» podría ser útil para graficar no solo el inesperado virtual resultado, sino además el proceso electoral más largo y difícil de la reciente historia democrática de Bolivia. El voto oculto y paciente no habría sido otro fenómeno distinto de aquel que durante el periodo de la democracia pactada y neoliberal se conocía como el de la «Bolivia profunda». La misma que, habiendo «salido a la superficie» en los últimos años –proceso constituyente de por medio– casi desapareció por completo durante el año de gobierno transitorio en el que se desarrolló el proceso electoral de 2020, y cuya presencia se extinguió en la maquinaria simbólica, institucional, mediática y empresarial que suele establecer las narrativas en pugna política. Tras un año de cotidiana y sistemática estigmatización del «masismo» (o cualquiera que «pareciera» pertenecer o adherir al MAS), todo apunta a que sus partidarios optaron por ocultarse y esperar las urnas. Ocultarse por miedo, ocultarse por vergüenza o quizá hasta ocultarse por estrategia.

Voto oculto sí, pero también inusitadamente paciente. Ese voto que terminó definiendo una virtual pero amplia e indiscutible victoria en primera vuelta tuvo que atravesar una crisis institucional, un gobierno transitorio, una pandemia, un inicio de crisis económica, cuatro cambios de fecha de votación, una jornada electoral bajo amenazas del gobierno, cambios en los planes del Tribunal Supremo Electoral de ultimísima hora, votar bajo un país militarizado y no contar con ningún resultado durante la jornada electoral para, finalmente, con una paciencia que varias veces rozó el límite pero no cedió, aferrarse a lo último que le quedaba a Bolivia antes del precipicio: las urnas.

Así, en menos de un año, bajo la narrativa de un fraude electoral, Bolivia ha transitado abruptos, forzados y violentos reacomodos de su tejido político, institucional y mediático; todo esto a la sombra de un complejo tejido social que, aunque dañado, pareciera haber mantenido sus estructuras en pie. Y que, oculta y pacientemente solo, parecía esperar la oportunidad legítima para volver a dejarse ver. Al menos, ese pareciera, por ahora, el principal resultado de las recientes elecciones que, sin duda, van mucho más allá de una virtual victoria del MAS, pues establecen los mínimos sobre los cuales tocará establecer un urgente proceso de reconciliación nacional.

Fernando Molina (periodista y escritor)

No cabe duda de que los adversarios del MAS subestimaron el potencial electoral de este partido y de su candidato Luis Arce. Por un lado, las encuestas –que no detectaron la verdadera intención de quienes se presentaban como indecisos– los despistaron. Por el otro lado, esta subestimación se debió a la incapacidad de estos grupos políticos, que representan a las elites tradicionales, de reconocer al MAS como una expresión genuina de los sectores sociales menos pudientes y más indígenas del país. En cambio, normalmente han visto al MAS como «marioneta del chavismo», «organización delincuencial», «grupo de narcoterroristas» y han considerado la adhesión que despierta como un fenómeno puramente clientelar.

En esta miopía existe una fuerte carga de racismo. Desde siempre, los sectores tradicionalmente dominantes del país han concebido la politización de los subalternos –que socava los pilares meritocráticos y hereditarios de su poder– como una irrupción de la irracionalidad y la codicia. Esto viene desde el siglo XIX, cuando los representantes de la oligarquía de la época, los septembristas, se quejaban por «tener que descender» a la actividad política a causa de la invasión de esta por el «cholaje belzista» (por los seguidores de Isidoro Belzu), que era tanto como decir la «barbarie».

La subestimación de la que hablamos estuvo presente en el candidato Carlos Mesa, que fue incapaz de construir un partido con incidencia en el mundo indígena. También estuvo presente en el gobierno interino de Jeanine Áñez, que gobernó con la mente puesta en las clases sociales más elevadas, las cuales querían vengarse del MAS y estaban acostumbradas a ver a los indígenas exclusivamente como empleados o incordios sociales.

Las elites se han revelado incapaces de analizar por qué Evo Morales les ganó en 2005, las razones del predominio político de este durante tantos años y las causas por las que el MAS no se hizo trizas después de su caída en noviembre de 2019. Bolivia no es censitaria desde 1952, pero la mentalidad de sus elites tradicionales sigue siéndolo.

De este modo, pese a que estas triunfaron sobre Morales el año pasado y tenían posibilidades de construir una hegemonía –contaban con el apoyo de la parte más educada y económicamente acomodada de la población, así como con un respaldo «intenso» de las Fuerzas Armadas y la Policía–, perdieron el poder que tanto anhelaban solo un año después de haberse hecho de él.

Unas elites oligárquicas y racistas gobernaron el país de 1825, fecha de su nacimiento, hasta 1952, año de la Revolución Nacional. Lo hicieron sobre la base de la imposición ciega y violenta de su voluntad sobre una mayoría ignorante y a menudo silenciosa. Las condiciones de este dominio fueron desapareciendo en el último medio siglo, pero la elite misma solo cambió superficialmente. Hasta hoy sigue siendo «tradicional» y con tendencias a oligarquizarse. Esta es la «paradoja señorial» de la que hablaba René Zavaleta.

La transformación más importante en las condiciones de dominio se dio cuando los sectores subalternos encontraron la forma de crear su propia expresión político-electoral: el MAS. Desde ese momento, la acción electoral ha resultado manifiestamente adversa a los partidos de las elites tradicionales. Teóricamente hablando, la forma en que estas podrían recuperar el poder de una manera algo más durable sería por medio de la fuerza bruta, como en los años 60 y 70, pero esta vía es imposible hoy por las características «epocales».

Por otra parte, una reforma de las elites tradicionales parece imposible. Si no aprendieron la lección después de que Morales se aprovechara de sus errores, abusos y excesos durante el neoliberalismo para derrotarlas, es difícil pensar que aprenderán alguna vez. En efecto, apenas tuvieron una oportunidad de prevalecer nuevamente, desnudaron los mismos vicios y la misma miopía que tenían en los años 90, o unos vicios y una miopía peores aún, porque en este tiempo no impera el neoliberalismo sino una forma particularmente perversa del conservadurismo, el populismo de derecha.

Al mismo tiempo, el MAS haría mal si también menospreciara a sus adversarios en el futuro. Aunque esta no parece capaz de generar un proyecto sostenible de poder en un país insumiso y mayoritariamente indígena como Bolivia, de todas formas está furiosa, resentida, acumula gran parte del capital económico y casi todo el capital cultural y, como demostró en el último año, tiene fuerza suficiente, en alianza con las clases medias militares y policiales, para destrozar las bases de sustentación del proyecto antagónico. Puede salirse del marco democrático cuando esto le sea posible.

Las elites tradicionales pueden aprovechar las deficiencias y fallas del bloque popular (como hizo con el narcisismo de Morales y la corrupción de su gobierno) y atacar justo cuando este pierda pie, se equivoque, se confunda y entonces deje de ser 50% más uno del pueblo boliviano.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/Bolivia-Luis-Arce-Evo-Morales/

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Elecciones del 18 de octubre. Bolivia y el camino del retorno

Por: Cristóbal León Campos

A unas horas de que el pueblo boliviano retorne a las urnas para elegir cual será el rumbo de su nación en los años venideros este domingo 18 de octubre, la esperanza está puesta en la salida irrevocable de los golpistas del poder de una vez y para siempre. Las movilizaciones que desde meses atrás tienen lugar en Bolivia han dejado en claro que las fuerzas proletarias-campesinas-indígenas-populares reclaman su derecho a retornar al camino de la emancipación iniciado e interrumpido en tantas otras ocasiones.

El Movimiento al Socialismo (MAS) en cierta forma renovado y fortalecido por los procesos álgidos impuestos en la coyuntura del golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales, la brutal represión ejercida por militares traidores y el imperialismo estadounidense avalado y exacerbado por la oligarquía burguesa que añora los tiempos coloniales, junto a la crítica y autocrítica que el MAS ha debido efectuar en su seno y sobre el proyecto defendido, son parte del marco que genera la oportunidad del restablecimiento primero de la democracia y el fin de la dictadura encabezada por Jeanine Áñez (de la cual en realidad ha sido títere y burla), y segundo, la implementación del proyecto político socialista que reoriente las reformas sociales algunas desgastadas ya antes del golpe de Estado y otras destruidas en los meses del gobierno golpista, el triunfo del MAS este domingo 18, sería una nueva oportunidad para retornar el camino y radicalizarlo evitando los errores del pasado y afrontando la embestida imperialista-oligarca que vendrá tras el triunfo. El MAS tiene en su propio nombre la salvación boliviana: el socialismo.

Lo anterior no significa la celebración adelantada ni un pretende ser un triunfalismo ingenuo, nunca el gobierno golpista pretendió la celebración de elecciones realmente democráticas y limpias, su intención fue postergar las votaciones (como hizo dos veces) y perpetuar el régimen dictatorial implantando, por ello la implementación del fraude no se descarta. Se sabe de la represión abierta y selectiva, el bloqueo político al MAS, la guerra mediática, la injerencia imperialista y el silencio cómplice de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que una vez más ha quedado en desprestigió al ser demostrada la mentira sobre el fraude electoral que difundió en las pasadas elecciones como justificantes para el derrocamiento de Evo, la OEA no hizo ningún llamado a Áñez para la celebración de las elecciones en las dos ocasiones cuando las postergó, su complicidad golpista es evidente.

El pueblo boliviano, su voluntad y conciencia en la resistencia y la lucha por la democracia, por sus derechos de soberanía-autodeterminación y en contra de la dictadura neofascista, tendrán una prueba muy dura, desde días atrás imágenes y denuncias sobre la militarización y la organización represiva del régimen de facto para impedir el triunfo en las urnas del MAS se divulgaron. Serán horas y días fundamentales para la justicia, pues si algo ha caracterizado al gobierno de Áñez ha sido la represión, la mentira, el extremismo religioso, el autoritarismo y su sumisión absoluta al imperio estadounidense.

El domingo 18 de octubre es significativo y crucial, para la región Sudamericana tiene además un carácter reivindicativo y de resistencia aún mayor en este 2020, en la misma fecha el pueblo chileno saldrá a las calles conmemorando un año de la rebelión de octubre que los ha llevado a estar próximos de la celebración de un plebiscito el día 25 de este mes, del que se pudiera desprenderse la realización de una constituyente que reformule los resabios de la dictadura de Augusto Pinochet que persiste en la Carta Magna de dicha nación. También es de recordarse que fue en octubre cuando las fuerzas ecuatorianas demostraron su poder ante la continuidad neoliberal. La región latinoamericana sigue en disputa, entre los sectores proletarios-populares frente a los deseos imperialistas y de las burguesías locales sumisas y entreguistas. El triunfo del MAS en Bolivia significaría un freno al avance de la derecha neofascista que en los últimos meses ha reactivado sus andanzas de forma agresiva y descarada por toda nuestra América.

Los deseos puestos desde México se dirigen hacia la esperanza y confianza de que el pueblo boliviano derribará la dictadura y saldrá avante de esta noche que ha significado el golpe de Estado que en noviembre estaría cumpliendo su primer año. Florezca este domingo 18 el camino de retorno a la libertad y soberanía andina y el reinicio más profundo y radical de un nuevo capítulo en la verdadera construcción del socialismo para el bien de Bolivia y de nuestros pueblos latinoamericanos.

Fuente: El autor escribe para OVE

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