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Denuncian atentado contra el presidente electo de Bolivia, Luis Arce

Por: Telesur 

El vocero del MAS lamentó que las autoridades a cargo de la seguridad del país no se hayan pronunciado tras el atentado contra Luis Arce.

El vocero del Movimiento Al Socialismo (MAS), Sebastián Michel, denunció este jueves un atentado en contra del presidente electo Luis Arce al estallar un explosivo en la casa de la agrupación política en el barrio de Sopocachi, de La Paz.

De acuerdo al vocero de la agrupación política el atentado fue perpetrado por un grupo de personas que detonaron un aparato con dinamita cuando se llevaba a cabo una reunión en la que participaba el presidente electo Luis Arce, según una nota de prensa del partido político.

“Hace pocos minutos hemos sido víctimas de un atentado de un grupo que ha dejado un cachorro de dinamita en la casa de campaña donde estaba reunido nuestro propio Presidente electo Luis Arce. Estamos con mucha preocupación de lo que está pasando”, manifestó el representante en entrevista con Televisión Universitaria y Red Uno.

Sebastián Michel lamentó que las autoridades a cargo de la seguridad del país no se pronuncien al respecto y no brinden la seguridad necesaria y más aún a una autoridad que fue electa por la mayoría del pueblo boliviano.

“No hemos visto ninguna declaración sobre el tema del ministro de Gobierno Arturo Murillo, entonces sentimos que estamos a merced de nosotros mismos, desprotegidos totalmente y nadie nos da la garantía necesaria para la seguridad de nuestra autoridad”, complementó.

El representante del MAS señaló que el atentado forma parte del clima de violencia promovido por sectores de la derecha tras el triunfo electoral de Luis Arce.

Michel precisó que al momento del atentado se encontraban personas a cargo del monitoreo de información y de la comisión que trabaja en el acto de posesión.

El acto oficial de posesión está previsto para el domingo 8 de noviembre en instalaciones del Legislativo boliviano, con lo cual se pondría fin a casi un año de dictadura de facto encabezada por Jeanine Áñez.

*https://www.telesurtv.net/news/bolivia-atentado-contra-luis-arce-20201105-0046.html

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Victoria popular en Bolivia: Una lección de valentía y dignidad

Javier Tolcachier|

Los sectores populares de Bolivia han dado una nueva lección al mundo. El triunfo apabullante del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) no deja dudas sobre la voluntad mayoritaria de su población.

Las difíciles circunstancias en las que se dio está elección realzan la valentía de quienes no se dejaron amedrentar. A la persecución y encarcelamiento por motivos políticos, a las graves vulneraciones de derechos humanos, frente a la intimidación y agresión, las y los bolivianos respondieron con dignidad y convicción, sin retroceder ni ceder en la presión para recuperar la democracia.

Es preciso recordar las sucesivas postergaciones de la elección, que finalmente se logró gracias al temple en la movilización activa de las comunidades y la firmeza de liderazgos y parlamentarios, que impidieron que el régimen de facto se perpetuara.

Pese al manejo desastroso de la pandemia por parte del gobierno, envuelto en pocos meses en graves hechos de corrupción, las y los bolivianos salieron a votar, en paz y conscientes de que les iba en ello su destino.

El abultado margen de más de 20 puntos porcentuales con el que el binomio de Luis Arce y David Choquehuanca aventajó al segundo, Carlos Mesa, representante del neoliberalismo y las ambiciones de recolonización extranjera, tiene un doble efecto.

Por una parte, disipa toda duda sobre el carácter de golpe de Estado dado en Noviembre en base a la acusación de un fraude inexistente. Golpe que lleva el sello conspirativo del Departamento de Estado estadounidense a través de su brazo de control “hemisférico”, la OEA y su secretario general.

Golpe cuyas responsabilidades atañen también a sectores de poder económico – en especial los ligados a la oligarquía cruceña – y a transnacionales con apetencias sobre los recursos naturales nacionalizados.  Golpe que tuvo como partícipes necesarios a los medios de comunicación privados, propiedad de estos mismos conglomerados o transnacionalizados, a las iglesias católica y pentecostales y también a muchas organizaciones no gubernamentales eurodependientes, desplazadas en su función asistencialista por las políticas públicas del gobierno revolucionario de Evo Morales. Golpe en el que la responsabilidad directa recayó sobre los altos mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía, un asunto de relevancia estratégica que el nuevo gobierno de Arce deberá sin duda abordar.

La inobjetable victoria, por otro lado, obra el milagro de dificultar toda intentona de fraude electoral -esta vez sí altamente posible, estando el aparato institucional en manos de un régimen de facto- o la reedición violenta de golpe, cortando de cuajo en esta ocasión toda apariencia de legalidad o legitimidad.

Si bien la sombras oscuras de resistencia a entregar el poder político todavía podrían estar sobrevolando las mentes de algún que otro agente foráneo, funcionario o militar, los pronunciamientos públicos han sido prácticamente unánimes en convalidar la clara voluntad del pueblo, cerrando el camino a posible aventuras desesperadas de la derecha.

Las razones del triunfo

El desgobierno de facto hizo todo lo que tuvo a su alcance para sepultarse. La obligación contraída con las fuerzas que manejaron sus hilos hizo que en pocos meses se pretendiera desmontar aceleradamente la construcción del Proceso de Cambio. Sobre todo en el aspecto económico y geopolítico. Y ésta fue su perdición.

El manifiesto racismo que destiló la gestión de Añez tocó el nervio histórico de la comunidad de naciones que luego de siglos lograron respeto, un importante grado de autodeterminación y valoración cultural y social. Ante ello, se levantó el clamor profundo de la rebeldía frente a la violencia instalada, logrando cimentar nuevamente la unidad que había comenzado a resquebrajarse en el último período de gobierno de la Revolución Democrática y Cultural.

Al mismo tiempo, la figura de Luis Arce, principal responsable en la implementación del crecimiento económico de la mano de Evo Morales como responsable político, proyectó la posibilidad de lograr una nueva estabilidad en medio de la tempestad de la pandemia y el futuro incierto.Áñez reconoce la victoria del MAS y felicita a Arce y Choquehuanca

Por otra parte, fue un gran acierto la fórmula de sustitución y de unidad, única táctica posible ante la proscripción y persecución contra el líder histórico. La misma estrategia se ensayó en Brasil con Fernando Haddad, en Argentina exitosamente con Alberto Fernández y es la perspectiva que moviliza la reconstrucción de un bloque progresista en Ecuador a través de la candidatura de Andrés Aráuz.

En el caso boliviano, la vicepresidencia de un dirigente indígena de talla histórica como David Choquehuanca acompañando a Arce, simboliza una vez más el intento de unir las dos vertientes del Proceso de Cambio, la visión del Buen Vivir y la desarrollista de izquierda, bajo el objetivo común de la soberanía del pueblo frente a un peligroso y desalmado adversario.

Pero más allá de los argumentos de coyuntura, el 53 o más por ciento de Lucho Arce representa un agradecimiento al Proceso de Cambio liderado por Evo Morales Ayma. Un periodo de casi catorce años en el que se emprendió un curso de desarrollo económico en base a la recuperación de los recursos naturales para generar inéditas mejoras sociales en el descenso de la pobreza, la eliminación del analfabetismo, el acceso a la salud y la educación de manera universal, la protección de la ancianidad y la infancia, entre muchas más.

Junto a los logros sociales, el Proceso de Cambio produjo innovadores y revolucionarios cambios en el imaginario y la práctica política. En el marco estructural de una sociedad plutocrática y racista logró hacer manifiesto un mundo que quiere nacer y dar paso a lo multicultural y plurinacional frente al otro decadente y moribundo, que solo favorece a un grupo de privilegiados supremacistas, herederos de la colonia.

El Proceso de Cambio, senda que ahora retomará Bolivia en un nuevo ciclo creativo, posibilitó la emergencia de las culturas ignoradas y sometidas durante centurias, dándole protagonismo político y dignidad identitaria, promocionó la creciente participación y los derechos de las mujeres, suplantó una institucionalidad republicana excluyente, convirtiéndola en democracia participativa.

Las y los bolivianos valoraron con su voto la Nueva Constitución Política lograda con enorme esfuerzo en 2009, que hace efectiva una nueva visión del Estado, pluricultural y plurinacional, laico, pacifista, humanista, rescatando reivindicaciones y consagrando nuevos derechos para todos los sectores sociales postergados.

Es un voto necesario, justo e históricamente consciente.

El significado de la victoria popular para América Latina y el Caribe

Una vez más, la unidad de los sectores desposeídos logró derrotar con amplitud la mezquindad de los opulentos. Al igual que antes sucediera con las primarias en Argentina, los resultados excedieron largamente las previsiones de las encuestas. A pesar de las directivas del Norte, que obligaron a bajar a Áñez su candidatura y la irrelevancia de Tuto Quiroga, que hizo lo propio, la derecha concurrió dividida. Eso reitera un antecedente evidente. En tiempos de zozobra y fragmentación, la unidad del campo popular es imprescindible, aún con ciertas contradicciones.

Los espíritus emancipadores de Latinoamérica y el Caribe recibieron el desenlace electoral con esperanza y finalmente desahogo y alegría, entreviendo ya la posibilidad de reforzar el bloque de países que como México, Venezuela, Argentina, Cuba, Nicaragua y varias naciones del Caribe que defienden la integración, la soberanía y la solidaridad entre los pueblos como bandera.

Sin duda que se abre con la presidencia de Luis Arce la posibilidad de reactivar el camino hacia la unidad sudamericana a través de una versión quizás reducida de UNASUR, que con el tiempo y la reversión de la relación de fuerzas políticas en Ecuador, Chile, Colombia o Brasil, pueda completarse, esta vez con una mayor inserción de las fuerzas vivas de la sociedad civil.

En el corto plazo, sin duda que Bolivia se re-acoplará al ALBA y fortalecerá el trabajo que viene realizando el gobierno de López Obrador en la CELAC. Del mismo modo, construyendo un eje con el gobierno argentino, mejorará la actual versión nuevamente neoliberal del MERCOSUR.

De mucha importancia es destacar que la asunción de Luis Arce a la presidencia debilita al Grupo de Lima y la posición belicista e injerencista de EEUU en la región, aportando una importantísima posición en defensa de la paz como bien inapreciable y logro común.

El mandato: Volver mejores

En el inicio de su gestión de gobierno, Arce tendrá que actuar para atender las urgencias. La pandemia, la desocupación y el desastre que deja el desgobierno golpista no dejan margen de maniobra para otras prioridades. Lo primero será reencaminar el esfuerzo hacia la protección del pueblo y afirmar la certidumbre que nuevamente se está en el buen camino.

Pero no solo habrá que sanar las heridas del cuerpo, sino intentar curar las heridas del alma, luego de un período cargado de odio, venganza y resentimiento. Por lo que el nuevo gobierno, intentará tender puentes hacia los diversos sectores con mensajes de conciliación en el marco de la fortaleza política que le otorga la mayoría recibida en el ejecutivo y ambas cámaras legislativas.La estabilidad boliviana, resistencia frente a la tempestad geopolítica — CELAG

Sin embargo, en términos de proyección transformadora ¿Qué significa volver mejores? ¿Alcanza con avanzar en la transformación de la matriz productiva extractiva? ¿O con la desburocratización y descentralización comunitaria de la revolución?

El primer ciclo de catorce años del Proceso de Cambio respondió con creces al mandato de la Agenda de Octubre de 2003, ante la deuda de siglos con el pueblo que el modelo de saqueo neoliberal prolongó y profundizó.

Si bien la deuda de despojo está lejos de haber sido saldada por completo, ¿Cuál es la nueva agenda para volver mejores? ¿Cuál el modo de acoplar las nuevas sensibilidades jóvenes emergentes, cuyos paisajes se formaron en este siglo, muchos de ellos en el marco de la revolución?

Es obvio que la revolución, en tanto transformación profunda de estructuras socioeconómicas y mentales, constituye la única salida a la entropía que genera el estertor de un modelo social caduco. Sin embargo, es posible que las nuevas revoluciones en el momento histórico actual estén demandando la inclusión de nuevos tópicos y una profundización del cambio educativo cultural que favorezca la comprensión de que toda construcción social requiere partir del ser humano como preocupación central y de la intencionalidad humana como característica constitutiva de todo sentido social evolutivo.

El Proceso de Cambio ha visibilizado e implementado derechos para las mayorías, generando conquistas en la superación de la marginalidad y enarbolando la valorización de las propias culturas y su diferencia. ¿Será posible ahora dar un paso más hacia la convergencia consciente de los distintos mundos culturales sin que éstos resignen su identidad? ¿Será posible mirar a la propia cultura en un sentido dinámico, en el que cada una tiende a transformarse conservando sus mejores atributos? Si se mira en detalle, en un mundo interconectado como el actual, esa identidad civilizatoria en proceso de síntesis es mucho más cercana de lo que se piensa. En Bolivia y en todas partes.

El objetivo común de esta nueva agenda, desde un punto de vista humanista, debe tener como horizonte mayor la superación de toda forma de violencia, discriminación y  marginación, no solo a nivel social, sino también a nivel cotidiano interpersonal y en la actitud individual.

¿Podrá surgir entonces el nuevo ser humano, especie tan ansiada por los revolucionarios de todos los tiempos? Esto solo será posible si se atiende, en simultáneo al cambio social también al desarrollo interior, rescatando lo verdaderamente esencial de cada cultura, sus experiencias profundas, para que se exprese una nueva sintonía entre los seres humanos y entre el ser humano y su entorno.

Posiblemente así, seremos mejores. No es de revolucionarios conformarse con menos.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/10/20/victoria-popular-en-bolivia-una-leccion-de-valentia-y-dignidad/

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¿Por qué volvió a ganar el MAS? Lecturas de las elecciones bolivianas

Por: Fernando Molina, Julio Córdova Villazón, Pablo Ortiz,Verónica Rocha Fuentes


Contra todos los pronósticos, el Movimiento al Socialismo (MAS) se impuso en las elecciones bolivianas con más del 50% según todos los conteos rápidos. ¿Qué explica este resultado a solo un año de la caída de Evo Morales?


El triunfo del binomio Luis Arce-David Choquehuanca en primera vuelta, con más de 50% de los votos, acabó abruptamente con muchos de los análisis vertidos durante toda la campaña y le permite al Movimiento al Socialismo (MAS) volver al poder a solo un año de haber sido ejecutado por unas movilizaciones combinadas con un motín policial y, finalmente, el aval de las Fuerzas Armadas.

¿Qué explica está victoria y el fracaso de la candidatura de centroderecha de Carlos Mesa? ¿Qué nos dice este proceso electoral, que logró desarrollarse en orden y con un rápido reconocimiento de los resultados, aún preliminares, por parte de todas las fuerzas políticas? Para responder a estas preguntas, Nueva Sociedad pidió la opinión de analistas e investigadores sociales, que proyectan sus miradas más allá y más acá de las elecciones del pasado 18 de octubre.

Pablo Ortiz (periodista)

Un año después de su caída, el MAS vuelve a ser el partido hegemónico de la política boliviana. Es el único realmente estructurado, con una militancia y un voto fidelizado, que resiste incluso la salida del escenario político de su máximo líder y fundador: Evo Morales.

La elección general de 2020 es la primera elección sin Evo Morales desde 1997 y es la primera votación que cumple con el referendo del 21 de febrero de 2016, que le dijo a Morales que no podía aspirar a una nueva reelección. Durante toda la campaña se había hablado del siguiente quinquenio presidencial como un ejercicio de transición antes de llegar al posmasismo, pero las urnas decidieron contradecir a los pronosticadores de la política y dictaron sentencia: no era el proyecto del MAS el que estaba agotado, sino el mando único, la repetición sin fin de la figura de Morales como presidente.

Luis Arce Catacora concluirá primero cuando se termine de contar los votos y habrá logrado entre seis y diez puntos más que Morales en las elecciones fallidas de 2019. Para eso necesitó algunas herramientas que lo llevaron a un triunfo con una ventaja insospechada.

La primera fue la estrategia correcta. Mientras que Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otras fuerzas menores apostaron al clivaje MAS/anti-MAS (todos se presentaban como la mejor opción para que el anterior partido de gobierno jamás volviera), el MAS puso el acento en la crisis económica y la estabilidad como ejes de discurso y apostó a consolidar su voto duro como objetivo público número uno. El MAS desarrolló una campaña en los márgenes de las ciudades, con caminatas y concentraciones pequeñas, mezclando reuniones sindicales con conferencias académicas para alejarse de la imagen que predominó en la última campaña de Morales.

Arce y sus estrategas apostaron por las barrios alejados, por los pobres y los empobrecidos del coronavirus; por quienes pasaron de la pobreza a la clase media durante los 14 años de gobierno de Morales y volvieron a caer en la pobreza por el coronavirus; por la nostalgia que el agravamiento de la crisis (a principios de mayo, 3,2 millones de bolivianos no tenían lo suficiente para comprar alimentos, por culpa de la pandemia y la cuarentena) creó de los años de bonanza del MAS.

Para eso tuvo aliados involuntarios, ambos llegados desde el Oriente boliviano, las regiones del país que siempre se le resistieron a Morales. La primera «ayuda» fue la del gobierno de transición. El gobierno de Jeanine Áñez era leído como la continuación de la llamada «revolución de las pititas», la revuelta ciudadana que precedió al motín policial y la «sugerencia» de renuncia de la Fuerzas Armadas a Evo Morales. La presidenta, surfeando sobre los 100 días de luna de miel, se animó a lanzar su candidatura en enero pasado para unas elecciones que debían ser en mayo, y con ello destruyó las bases de su gobierno: un pacto no escrito entre todas las figuras del antievismo para asegurar una transición que finalizara con un partido distinto del MAS en el poder, y la colaboración de los dos tercios de diputados y senadores del MAS en la Asamblea Legislativa, que entendían que colaborando con Áñez llegarían antes a unas elecciones que los devolverían al poder.

Con el inicio de la campaña, cayó el coronavirus. Al tiempo que familiares y ministros de Áñez comenzaban a disfrutar de las ventajas del poder (aviones, fiestas), sus aliados de retiraban dejando un reguero de hechos de corrupción que destruyeron uno de los primeros mitos fundacionales del antievismo: ellos eran capaces de cometer los mismos actos de corrupción y abuso de poder que el MAS. El tiro de gracia a la popularidad de Áñez llegó en plena cuarentena: se compraron más de 100 respiradores de origen español que no solo se pagaron cuatro veces más de su precio de lista, sino que no servían para terapia intensiva. Así, los reemplazantes de los supuestos corruptos y fraudulentos no solo eran corruptos, sino también altamente ineficientes. En pocos meses, y en medio de la pandemia, cayó un ministro de Salud tras otro.

Pero hubo una «ayuda» más. De las calles surgió un liderazgo potente y que prometía victoria: Luis Fernando Camacho, el hombre que había liderado la «revolución de las pititas» e incluso había forzado a Morales a abandonar Bolivia (tras la renuncia del presidente, él mismo anunció que estaban buscándolo para arrestarlo, lo cual precipitó la evacuación hacia México), se postuló para presidente aprovechando su gran popularidad en Santa Cruz.

El MAS y Arce aún eran hegemónicos en La Paz y Cochabamba, pero necesitaban que la renuente Santa Cruz, la segunda región con mayor cantidad de votantes de Bolivia e históricamente antimasista, no se inclinara por Mesa, el candidato que más cerca estaba de Arce. En 2019 se había dado un escenario parecido. Morales lideraba las encuestas y Santa Cruz estaba controlada por Óscar Ortiz, candidato local que aspiraba a ser presidente, pero en la última semana la estrategia de «voto útil» de Mesa le dio 47% de los votos cruceños y lo acercó lo suficiente a Morales como para discutir si había ganado en primera vuelta o no.

Esta vez, Camacho no sufrió el mismo efecto de desgaste. Surgido de las calles, religioso y con un discurso que exuda testosterona, tiene una impronta más emocional que propositiva y se planteó a sí mismo como el garante de que Morales no volvería al país. Pero esa no fue la clave para que se impusiera ante la estrategia del voto útil de Mesa, sino que logró exacerbar el orgullo identitario del cruceño y convertirlo en voto. A diferencia de Ortiz, Camacho no trató de «nacionalizarse» para conquistar votos, sino que apostó por convertir al resto de los bolivianos en cruceños. Eso, sumado a la juventud del votante cruceño, convirtieron a Camacho en una fuerza local e irreductible que cerró el territorio de Santa Cruz a Mesa y polarizó el voto con Arce, lo que le permitió a este una victoria más holgada.

Eso sí, nadie se esperaba que Arce, que no es caudillo sino tecnócrata, superara el 50% de los votos. Para ello tuvo que hacer algunas jugadas finales, que lo acercan a priori a ser el primer presidente del posevismo antes que la continuidad de Morales. Lo primero fue tener la capacidad de criticar la gestión de Morales y cuestionar el entorno con el que gobernó el «primer presidente indígena». Arce ha prometido un gobierno de jóvenes, de nuevas figuras. Lo segundo fue alejar del votante boliviano esa idea de que el MAS viene a eternizarse en el poder. Arce ha prometido gobernar solo cinco años y «reencaminar el proceso de cambio». Y la tercera promesa fue desterrar la idea de que con el MAS volverían las persecuciones políticas y el revanchismo. Arce ha prometido también que no perseguirá a policías ni a militares involucrados en la renuncia de Morales.

Así, el tecnócrata logró resetear el proceso de cambio y podrá gobernar con mayoría absoluta en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa. Sin embargo, para saber si de verdad el MAS entró en la era posevista, habrá que ver cuál será el rol de Morales cuando regrese a Bolivia. De ello no solo dependerá la autoridad que podrá ejercer Arce sobre su bancada y sobre el país, sino también su estabilidad política. Para ganar, para cerrar el territorio cruceño a Mesa, el MAS hizo crecer a golpes a Camacho. Ahora, con todo el poder territorial conseguido en el Oriente, este será el único opositor con capacidad de movilización con el que tendrán que lidiar.

Julio Córdova Villazón (sociólogo, investigador sobre movimientos religiosos y cultura política)

Según los conteos rápidos no oficiales, el MAS obtuvo una contundente victoria en primera vuelta con 52% de los votos. ¿Por qué el desempeño electoral del MAS fue tan exitoso, excediendo las expectativas, incluso de los más optimistas? Por tres razones principales.

Primero, por la emergencia de un «voto de resistencia» de sectores urbano-populares y campesinos. Estos sectores fueron objeto de varias violencias en los últimos meses: a) la violencia electoral: su voto por el MAS en 2019 fue escamoteado a raíz de una falsa denuncia de fraude avalada por la Organización de Estados Americanos (OEA); b) la violencia simbólica: hubo constantes descalificaciones desde el Estado y en las redes sociales pobladas por sectores conservadores de clases medias, se difundió la imagen de «hordas de violentos e ignorantes» en referencia a estos sectores populares, y en noviembre de 2019 algunos policías quemaron la wiphala (bandera indígena reconocida constitucionalmente); c) la violencia militar-policial, concretada principalmente en las masacres de Sacaba (en los valles) y de Senkata (en el Altiplano); d) la violencia económica: las medidas de cuarentena frente al covid-19 fueron tomadas en desmedro del sector informal de la economía.

Segundo, por la rearticulación de las organizaciones sindicales y campesinas. En los últimos años estas organizaciones resultaron debilitadas por su propia relación clientelar con el gobierno de Evo Morales. Después de la renuncia del presidente en noviembre de 2019, estas organizaciones lograron rearticularse rápidamente, en un tejido social vigoroso, que mostró su musculatura paralizando Bolivia a principios de agosto de este año para impedir el prorroguismo del gobierno de transición. Este tejido organizacional fue la base de un renovado apoyo electoral al MAS.

Tercero, por la propia debilidad política y electoral de los competidores de derecha del MAS, fragmentados y enfrentados entre sí. El candidato de centroderecha Carlos Mesa no logró articular un proyecto de país ni un discurso electoral capaz de seducir a los indecisos del Occidente boliviano. El candidato de la derecha empresarial, Fernando Camacho, tampoco logró convencer a los indecisos del Oriente del país. Hasta una semana antes de las elecciones, en el bastión electoral de Camacho, en el departamento de Santa Cruz, había 28% de indecisos, que representan 7,5% del padrón electoral total. Son personas de sectores pobres que fueron excluidos por los empresarios a los que representa el líder cruceño, y que fueron violentadas en las movilizaciones que lideró este empresario contra Evo Morales hace un año. En la elección del 18 de octubre, estos indecisos de tierras bajas optaron por el MAS, en rechazo a una elite empresarial incapaz de incluirlos en su «modelo de desarrollo». Por eso el MAS obtuvo 35% de los votos en esa región.

El próximo gobierno del MAS, con Arce a la cabeza, estará signado por la crisis económica, el conflicto social y la emergencia sanitaria por el covid-19. El apoyo de 52% del electorado no significa una sólida base social necesariamente. El MAS no logrará controlar los dos tercios de la Asamblea Legislativa como lo hizo en los últimos años. La coyuntura política requiere de una cultura democrática de construcción de acuerdos con otros actores políticos. Y tal cultura es muy débil, casi inexistente, en un MAS acostumbrado a un tipo de hegemonía política que ya no existe en Bolivia.

Verónica Rocha Fuentes (comunicadora social)

Durante toda la campaña para las elecciones del 18 de octubre se evidenció la existencia de una categoría de voto que había tenido poca relevancia en otras elecciones anteriores, aquella que se denominó «voto oculto». Esa categoría de votos, junto con la de «voto indeciso», fue determinante para establecer una diferencia que, según todas las proyecciones, es de más de 20 puntos en favor de Luis Arce Catacora. Los múltiples estudios de opinión que se presentaron durante el periodo de campaña electoral habían logrado detectar la existencia de ese voto con una prevalencia mucho mayor a los datos históricos. Lo que no lograron las instituciones de estudios de opinión fue detectar a dónde se iba a dirigir esa votación. En las primeras horas de conocerse esta tendencia, todo parece indicar que fueron esas categorías de voto las que terminaron definiendo la amplia victoria del MAS en primera vuelta.

Un voto que se llamó oculto durante el periodo de campaña y que, tras la jornada electoral, bien podría apellidarse «paciente» podría ser útil para graficar no solo el inesperado virtual resultado, sino además el proceso electoral más largo y difícil de la reciente historia democrática de Bolivia. El voto oculto y paciente no habría sido otro fenómeno distinto de aquel que durante el periodo de la democracia pactada y neoliberal se conocía como el de la «Bolivia profunda». La misma que, habiendo «salido a la superficie» en los últimos años –proceso constituyente de por medio– casi desapareció por completo durante el año de gobierno transitorio en el que se desarrolló el proceso electoral de 2020, y cuya presencia se extinguió en la maquinaria simbólica, institucional, mediática y empresarial que suele establecer las narrativas en pugna política. Tras un año de cotidiana y sistemática estigmatización del «masismo» (o cualquiera que «pareciera» pertenecer o adherir al MAS), todo apunta a que sus partidarios optaron por ocultarse y esperar las urnas. Ocultarse por miedo, ocultarse por vergüenza o quizá hasta ocultarse por estrategia.

Voto oculto sí, pero también inusitadamente paciente. Ese voto que terminó definiendo una virtual pero amplia e indiscutible victoria en primera vuelta tuvo que atravesar una crisis institucional, un gobierno transitorio, una pandemia, un inicio de crisis económica, cuatro cambios de fecha de votación, una jornada electoral bajo amenazas del gobierno, cambios en los planes del Tribunal Supremo Electoral de ultimísima hora, votar bajo un país militarizado y no contar con ningún resultado durante la jornada electoral para, finalmente, con una paciencia que varias veces rozó el límite pero no cedió, aferrarse a lo último que le quedaba a Bolivia antes del precipicio: las urnas.

Así, en menos de un año, bajo la narrativa de un fraude electoral, Bolivia ha transitado abruptos, forzados y violentos reacomodos de su tejido político, institucional y mediático; todo esto a la sombra de un complejo tejido social que, aunque dañado, pareciera haber mantenido sus estructuras en pie. Y que, oculta y pacientemente solo, parecía esperar la oportunidad legítima para volver a dejarse ver. Al menos, ese pareciera, por ahora, el principal resultado de las recientes elecciones que, sin duda, van mucho más allá de una virtual victoria del MAS, pues establecen los mínimos sobre los cuales tocará establecer un urgente proceso de reconciliación nacional.

Fernando Molina (periodista y escritor)

No cabe duda de que los adversarios del MAS subestimaron el potencial electoral de este partido y de su candidato Luis Arce. Por un lado, las encuestas –que no detectaron la verdadera intención de quienes se presentaban como indecisos– los despistaron. Por el otro lado, esta subestimación se debió a la incapacidad de estos grupos políticos, que representan a las elites tradicionales, de reconocer al MAS como una expresión genuina de los sectores sociales menos pudientes y más indígenas del país. En cambio, normalmente han visto al MAS como «marioneta del chavismo», «organización delincuencial», «grupo de narcoterroristas» y han considerado la adhesión que despierta como un fenómeno puramente clientelar.

En esta miopía existe una fuerte carga de racismo. Desde siempre, los sectores tradicionalmente dominantes del país han concebido la politización de los subalternos –que socava los pilares meritocráticos y hereditarios de su poder– como una irrupción de la irracionalidad y la codicia. Esto viene desde el siglo XIX, cuando los representantes de la oligarquía de la época, los septembristas, se quejaban por «tener que descender» a la actividad política a causa de la invasión de esta por el «cholaje belzista» (por los seguidores de Isidoro Belzu), que era tanto como decir la «barbarie».

La subestimación de la que hablamos estuvo presente en el candidato Carlos Mesa, que fue incapaz de construir un partido con incidencia en el mundo indígena. También estuvo presente en el gobierno interino de Jeanine Áñez, que gobernó con la mente puesta en las clases sociales más elevadas, las cuales querían vengarse del MAS y estaban acostumbradas a ver a los indígenas exclusivamente como empleados o incordios sociales.

Las elites se han revelado incapaces de analizar por qué Evo Morales les ganó en 2005, las razones del predominio político de este durante tantos años y las causas por las que el MAS no se hizo trizas después de su caída en noviembre de 2019. Bolivia no es censitaria desde 1952, pero la mentalidad de sus elites tradicionales sigue siéndolo.

De este modo, pese a que estas triunfaron sobre Morales el año pasado y tenían posibilidades de construir una hegemonía –contaban con el apoyo de la parte más educada y económicamente acomodada de la población, así como con un respaldo «intenso» de las Fuerzas Armadas y la Policía–, perdieron el poder que tanto anhelaban solo un año después de haberse hecho de él.

Unas elites oligárquicas y racistas gobernaron el país de 1825, fecha de su nacimiento, hasta 1952, año de la Revolución Nacional. Lo hicieron sobre la base de la imposición ciega y violenta de su voluntad sobre una mayoría ignorante y a menudo silenciosa. Las condiciones de este dominio fueron desapareciendo en el último medio siglo, pero la elite misma solo cambió superficialmente. Hasta hoy sigue siendo «tradicional» y con tendencias a oligarquizarse. Esta es la «paradoja señorial» de la que hablaba René Zavaleta.

La transformación más importante en las condiciones de dominio se dio cuando los sectores subalternos encontraron la forma de crear su propia expresión político-electoral: el MAS. Desde ese momento, la acción electoral ha resultado manifiestamente adversa a los partidos de las elites tradicionales. Teóricamente hablando, la forma en que estas podrían recuperar el poder de una manera algo más durable sería por medio de la fuerza bruta, como en los años 60 y 70, pero esta vía es imposible hoy por las características «epocales».

Por otra parte, una reforma de las elites tradicionales parece imposible. Si no aprendieron la lección después de que Morales se aprovechara de sus errores, abusos y excesos durante el neoliberalismo para derrotarlas, es difícil pensar que aprenderán alguna vez. En efecto, apenas tuvieron una oportunidad de prevalecer nuevamente, desnudaron los mismos vicios y la misma miopía que tenían en los años 90, o unos vicios y una miopía peores aún, porque en este tiempo no impera el neoliberalismo sino una forma particularmente perversa del conservadurismo, el populismo de derecha.

Al mismo tiempo, el MAS haría mal si también menospreciara a sus adversarios en el futuro. Aunque esta no parece capaz de generar un proyecto sostenible de poder en un país insumiso y mayoritariamente indígena como Bolivia, de todas formas está furiosa, resentida, acumula gran parte del capital económico y casi todo el capital cultural y, como demostró en el último año, tiene fuerza suficiente, en alianza con las clases medias militares y policiales, para destrozar las bases de sustentación del proyecto antagónico. Puede salirse del marco democrático cuando esto le sea posible.

Las elites tradicionales pueden aprovechar las deficiencias y fallas del bloque popular (como hizo con el narcisismo de Morales y la corrupción de su gobierno) y atacar justo cuando este pierda pie, se equivoque, se confunda y entonces deje de ser 50% más uno del pueblo boliviano.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/Bolivia-Luis-Arce-Evo-Morales/

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Elecciones del 18 de octubre. Bolivia y el camino del retorno

Por: Cristóbal León Campos

A unas horas de que el pueblo boliviano retorne a las urnas para elegir cual será el rumbo de su nación en los años venideros este domingo 18 de octubre, la esperanza está puesta en la salida irrevocable de los golpistas del poder de una vez y para siempre. Las movilizaciones que desde meses atrás tienen lugar en Bolivia han dejado en claro que las fuerzas proletarias-campesinas-indígenas-populares reclaman su derecho a retornar al camino de la emancipación iniciado e interrumpido en tantas otras ocasiones.

El Movimiento al Socialismo (MAS) en cierta forma renovado y fortalecido por los procesos álgidos impuestos en la coyuntura del golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales, la brutal represión ejercida por militares traidores y el imperialismo estadounidense avalado y exacerbado por la oligarquía burguesa que añora los tiempos coloniales, junto a la crítica y autocrítica que el MAS ha debido efectuar en su seno y sobre el proyecto defendido, son parte del marco que genera la oportunidad del restablecimiento primero de la democracia y el fin de la dictadura encabezada por Jeanine Áñez (de la cual en realidad ha sido títere y burla), y segundo, la implementación del proyecto político socialista que reoriente las reformas sociales algunas desgastadas ya antes del golpe de Estado y otras destruidas en los meses del gobierno golpista, el triunfo del MAS este domingo 18, sería una nueva oportunidad para retornar el camino y radicalizarlo evitando los errores del pasado y afrontando la embestida imperialista-oligarca que vendrá tras el triunfo. El MAS tiene en su propio nombre la salvación boliviana: el socialismo.

Lo anterior no significa la celebración adelantada ni un pretende ser un triunfalismo ingenuo, nunca el gobierno golpista pretendió la celebración de elecciones realmente democráticas y limpias, su intención fue postergar las votaciones (como hizo dos veces) y perpetuar el régimen dictatorial implantando, por ello la implementación del fraude no se descarta. Se sabe de la represión abierta y selectiva, el bloqueo político al MAS, la guerra mediática, la injerencia imperialista y el silencio cómplice de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que una vez más ha quedado en desprestigió al ser demostrada la mentira sobre el fraude electoral que difundió en las pasadas elecciones como justificantes para el derrocamiento de Evo, la OEA no hizo ningún llamado a Áñez para la celebración de las elecciones en las dos ocasiones cuando las postergó, su complicidad golpista es evidente.

El pueblo boliviano, su voluntad y conciencia en la resistencia y la lucha por la democracia, por sus derechos de soberanía-autodeterminación y en contra de la dictadura neofascista, tendrán una prueba muy dura, desde días atrás imágenes y denuncias sobre la militarización y la organización represiva del régimen de facto para impedir el triunfo en las urnas del MAS se divulgaron. Serán horas y días fundamentales para la justicia, pues si algo ha caracterizado al gobierno de Áñez ha sido la represión, la mentira, el extremismo religioso, el autoritarismo y su sumisión absoluta al imperio estadounidense.

El domingo 18 de octubre es significativo y crucial, para la región Sudamericana tiene además un carácter reivindicativo y de resistencia aún mayor en este 2020, en la misma fecha el pueblo chileno saldrá a las calles conmemorando un año de la rebelión de octubre que los ha llevado a estar próximos de la celebración de un plebiscito el día 25 de este mes, del que se pudiera desprenderse la realización de una constituyente que reformule los resabios de la dictadura de Augusto Pinochet que persiste en la Carta Magna de dicha nación. También es de recordarse que fue en octubre cuando las fuerzas ecuatorianas demostraron su poder ante la continuidad neoliberal. La región latinoamericana sigue en disputa, entre los sectores proletarios-populares frente a los deseos imperialistas y de las burguesías locales sumisas y entreguistas. El triunfo del MAS en Bolivia significaría un freno al avance de la derecha neofascista que en los últimos meses ha reactivado sus andanzas de forma agresiva y descarada por toda nuestra América.

Los deseos puestos desde México se dirigen hacia la esperanza y confianza de que el pueblo boliviano derribará la dictadura y saldrá avante de esta noche que ha significado el golpe de Estado que en noviembre estaría cumpliendo su primer año. Florezca este domingo 18 el camino de retorno a la libertad y soberanía andina y el reinicio más profundo y radical de un nuevo capítulo en la verdadera construcción del socialismo para el bien de Bolivia y de nuestros pueblos latinoamericanos.

Fuente: El autor escribe para OVE

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Horizonte electoral en Latinoamérica: Unidad con contradicciones o derrota del campo popular.

Por: Javier Tolcachier

 

En los meses por venir tendrán lugar varias citas electorales en la región. En Octubre deberán celebrarse elecciones en Bolivia y un plebiscito en Chile sobre la posibilidad de cambiar la Constitución. En Noviembre, los ciento cincuenta millones de electores brasileños estarán llamados a designar autoridades municipales. En Diciembre, la cita electiva será en Venezuela para renovar la composición de la Asamblea Nacional y normalizar su funcionamiento. En Febrero de 2021 se votará para elegir un nuevo ejecutivo y cámara legislativa en Ecuador.

Si bien las preocupaciones cotidianas de los pueblos probablemente estén de momento mucho más centradas en las necesidades de supervivencia que en cuestiones de superestructura política, no será lo mismo cual sea el signo que resulte triunfante en esas contiendas.

En su costado aliciente, las experiencias recientes de Argentina y México han mostrado que para las poblaciones de dichos países, luego de la asfixia neoliberal de apenas un período en el primer caso y de una larga agonía de continuados sexenios en el segundo, los gobiernos de Fernández y López Obrador constituyen hoy un respiro y una apertura a mejores posibilidades para las mayorías.

En ambos casos, la vía que posibilitó la derrota de los candidatos de las finanzas corporativas y del sometimiento neocolonial fue el logro de una unidad con contradicciones, pero con el suficiente potencial para dar término a la catástrofe social anterior.

Mirado en perspectiva histórica, el fenómeno no es novedoso. Todas las revoluciones ocurridas en el primer decenio del siglo XXI tuvieron como común denominador la construcción de mayorías a través de la acumulación de sectores diversos alrededor de un programa alejado del yugo neoliberal.

Las derechas y el capital, por su parte, también buscan sumar. Toman para ello como eje la demonización de los gobiernos populares, siendo asistidos por el golpismo, la manipulación mediática y la corrupción del poder judicial, marionetas cuyos hilos se anudan en el deseo geopolítico de los Estados Unidos de retomar su preeminencia perdida en la región.

Bolivia, retomar el hilo constitucional y un renovado Proceso de Cambio

Luego de sucesivas postergaciones, la ley aprobada indica que deberá votarse el 18 de Octubre. La reedición  de una campaña sucia contra Evo aún sin ser candidato (idéntica a las usadas en todas las campañas anteriores) junto al recrudecimiento de las persecuciones a líderes sociales y personalidades del MAS indican que la campaña electoral de odio de la derecha ha comenzado.

Aún cuando en los recientes bloqueos se verificaron indicios de fisura en el consenso popular, aún cuando la candidatura de Luis Arce no haya conformado del todo al sentir indígena, es obvio que, dada la enorme polarización, el ex ministro de Evo contará con la mayoría de los votos en la elección.

La estrategia de los sectores reaccionarios estará, por tanto, puesta en maniobras de proscripción del masismo, de autoproscripción para favorecer la acumulación alrededor de un candidato o de aglutinar el voto antievo en una segunda vuelta. El primer caso producirá una oleada de indignación difícil de contener, salvo desatando una mortífera represión. Si la intención del imperialismo occidental (EEUU+Europa), enfocada en recuperar la explotación leonina de los recursos naturales del país, es guardar las formas, pondrán todos los recursos a su alcance para “bajar” algún candidato, fomentar el divisionismo en el seno del sector indígena-campesino-trabajador, apostar a sumar para una segunda vuelta o seguramente todas a la vez.

La opción del campo popular es clara: Unidad más allá de las contradicciones o legitimación del golpismo en las urnas.

Chile, nueva Constitución o nada

Una semana después de la cita electoral en Bolivia, tendrá lugar en Chile el plebiscito que abrirá el camino para desarmar la dictadura neoliberal impuesta a sangre y fuego por el poder corporativo y su sicario Pinochet.

A la pregunta ¿Quiere usted una Nueva Constitución?, los chilenos deberán responder con un claro Apruebo o Rechazo. Sin embargo, como continuidad de la tendencia tramposa instalada en la arquitectura de la vieja constitución, los herederos del viejo régimen instalaron una segunda pregunta mucho más confusa para el ciudadano de a pie.

Acerca del tipo de órgano que deberá redactar la Nueva Constitución, el elector tendrá como opciones “Convención Mixta Constitucional” o “Convención Constitucional”. El casi imperceptible “mixta” introduce la posibilidad de que integrantes del Congreso – considerado la “política de la cocina” (es decir, de las componendas) por la mayoría de los chilenos – conformen un 50% de la convención, fortaleciendo su carácter “reformista” y no refundante.

Otro truco formal es la cláusula de que dos tercios de los convencionales sean necesarios para aprobar el nuevo texto constitucional. Lejos de querer reflejar a una amplia mayoría de chilenos, como señalan sus defensores, la traba de los dos tercios fue una de los principales cerrojos de la constitución pinochetista para impedir su modificación.

A un año de la gesta de Octubre en la que “Chile despertó”, también aquí las opciones son nítidas: Apruebo y Convención Constitucional. La ahora impermitida aspiración de una Asamblea Constituyente Plurinacional, Soberana y Paritaria, como el reclamo de amplios sectores sociales, deberá constar en el reclamo “AC” con el que pueden ser refrendadas las papeletas. Esto quedará como horizonte real de lucha posterior para un pueblo endeudado, empobrecido y maltratado por treinta años de dictadura mercantil, para el cual será necesario seguir creando conciencia y consolidar un sujeto político popular decisivo.

Brasil, la necesidad de fortalecer el antifascismo desde abajo

En la actual tragedia sanitaria, social y política que atraviesa el Brasil, una elección municipal puede parecer un detalle sin importancia. Sin embargo, muchas de las decisiones cotidianas que afectan a la población son tomadas por gobiernos locales y autoridades federales. Al mismo tiempo, es precisamente desde las entidades municipales, desde los concejales y prefectos, más cercanos a la base social, desde donde debe erigirse la resistencia y alternativa a la monstruosidad hoy gobernante en los poderes ejecutivo y legislativo, siempre mucho más cercanos al poder económico concentrado.

El panorama de las municipales es diverso y todavía confuso. Bolsonaro no logró legalizar su nueva fuerza política (Alianza por el Brasil), cuya estructura reposa en el entramado de iglesias neopentecostales. Sin embargo, es obvio que la extrema derecha posicionará a sus candidatos en otras listas (Republicanos, PSL, etc.). La izquierda mantiene fuertes diferencias y, salvo en unas pocas ciudades, no ha logrado alianzas en la mayor parte de las grandes capitales. El cálculo de las fuerzas progresistas es lograr pactos en segunda vuelta para evitar que, como parece a priori, los partidos conservadores como el PSDB – golpeados en el ámbito nacional por sucesivos escándalos y la falta de figuras aglutinantes – retomen el control estratégico de los principales municipios.

Para no fracasar en el intento de retomar la senda de gobiernos soberanos y solidarios, es evidente la necesidad de un frente popular que nuclee a todas y todos, pero sobre todo, que retome una íntima ligazón con los sectores populares.

Venezuela, unidad en defensa de la autodeterminación

Las principales naciones protagonistas del régimen capitalista pro-occidental, los medios de confusión a su servicio, gobiernos súbditos y títeres locales advierten que no aceptarán el resultado de las elecciones legislativas en Venezuela por efectuarse en condiciones viciadas. No se refieren con ello a la situación de bloqueo financiero y comercial, las extendidas medidas coercitivas unilaterales del gobierno de Donald Trump, la demonización de la que ha sido objeto la revolución bolivariana durante más de 20 años, los ataques a la soberanía nacional mediante intrigas, las amenazas de invasión, el apoyo continuado al golpismo, la instalación fallida de un gobierno paralelo, entre otros factores, sino a supuestas irregularidades producidas por el gobierno en la composición del poder electoral o en las directivas de algunos de los partidos políticos contendientes en las presentes elecciones.

Venezuela es una nación bajo asedio imperial y ese es el factor esencial que debería ser removido para garantizar circunstancias de relativa normalidad en el funcionamiento político del país.

Para reemplazar el actual legislativo, de mayoría opositora y de conducta de bloqueo interno durante los cinco años desde la peor derrota electoral del chavismo, se aprestan a participar, además del oficialista Gran Polo Patriótico (GPP), numerosos partidos opositores y organizaciones regionales.

También aquí hay fricciones internas en el universo de facciones que apoyan a la revolución y competencia entre los partidos opositores por ocupar los puestos con mayor proyección política en la futura Asamblea.

La mejor opción para los revolucionarios en la coyuntura sigue siendo la unidad en la diversidad, favoreciendo la participación popular, una distribución equilibrada de poder dentro de sus filas y valorando la existencia de un contrapoder democrático. De este modo, pueden fortalecerse los consensos en un proceso de diálogo participativo, debilitando así las opciones violentas y revanchistas locales y extranjeras.

Ecuador, separar la paja del trigo

Las elecciones presidenciales y legislativas están previstas en Ecuador para el 7 de Febrero de 2021. Si bien de acuerdo al cronograma dado a conocer por el CNE la inscripción de candidaturas recién procederá formalmente a partir del 18 de Septiembre, una veintena de candidatos ya han sido nominados por las más diversas agrupaciones.

La profusión de candidaturas, a las que se suman las de asambleístas y representantes al Parlamento Andino, hace, al menos en principio, poco inteligible el panorama. Sin embargo, es previsible que tan sólo tres fuerzas políticas concentren los votos en primera vuelta. Por el progresismo, Andrés Aráuz, joven ex ministro de Economía de la Revolución Ciudadana, respaldado por Rafael Correa; Guillermo Lasso, banquero representante del neoliberalismo salvaje y Cristina Pérez, la cara bonita – ex Miss Guayaquil y presentadora televisiva – del socialcristianismo manejado por Jaime Nebot.

Otras propuestas, como las del indigenismo, la socialdemocracia o las débiles continuidades del actual desgobierno (Construye – ex Ruptura o lo que queda del otrora mayoritario Alianza País) serán sin duda factores de dispersión del voto. Lo mismo, con expresiones menores de la derecha como el ex presidente derrocado Lucio Gutiérrez, el ex prefecto de Azuay Paul Carrasco, el Movimiento Suma o la Unión Ecuatoriana del ex fiscal del Estado Pesántez Muñoz.

Sorprendente, y con muchos interrogantes que se disiparán más adelante, fue la renuncia de Otto Sonnenholzner, ex vicepresidente de Moreno, a ser candidato, a quien los medios aliados habían posicionado con fuerza en la escena política. En realidad, éste representaba  una renovación generacional gatopardista, o vino viejo en odres nuevos, a la usanza de “Marito” en Paraguay, Carlos Alvarado en Costa Rica o Bukele en El Salvador.

De hecho, faltan aún muchos meses para la contienda y muchas cosas pueden ocurrir. Lo que es seguro para el campo popular es que, más allá de las contradicciones evidentes que pudiera suscitar el regreso de la Revolución Ciudadana al poder político, es la única opción no alineada con el sometimiento del Ecuador a los poderes del capital y del imperialismo. Facilitar una nueva unidad alrededor de esa candidatura para resistir la profundización del sometimiento a los dictados del gobierno estadounidense, aparece como la alternativa más coherente.

Un escenario social de fragmentación e incertidumbre

¿Por qué parece delinearse un horizonte de tintes grisáceos? ¿Adónde reside la dificultad para nuclear y organizar masivamente voluntades y cimentar mayorías consistentes? ¿Cuál es la lectura de trasfondo que, a primera vista, pareciera desteñir el futuro inmediato, invitando a sentidos pragmáticos más que a hondas transformaciones? ¿Dónde quedó el ímpetu emancipador y revolucionario? ¿Acaso estas líneas dejan translucir la derrota cultural de los proyectos populares de cambio emergidos en la primera década del siglo XXI? No es el caso.

Sin embargo, hay factores sicosociales que no son idénticos a los de finales del siglo pasado, a los que se debe prestar la debida atención en la coyuntura y que posiblemente no estén siendo suficientemente recogidos en el análisis.

Hay un avance momentáneo de las corrientes retrógradas en todo el mundo que no se debe, como habitualmente se cree, a particulares estrategias exitosas de recolonización, sino que éstas se aprovechan de tendencias en un marco de evidente decadencia sistémica que pueden resumirse en los siguientes factores:

1.     La vertiginosa aceleración del tempo histórico, que irrumpe como desestabilización de paisajes conocidos, superando a la capacidad de adaptación de amplias capas poblacionales.

2.     La incertidumbre generalizada sobre la dirección de los acontecimientos, que genera la desgarradora necesidad de asideros estables, lo que supone ansiedades de regreso a mundos reconocibles, localizables idealmente en el pasado.

3.     La disolución de vínculos de contención y relación sociales, provocados por el desgaste de valores y hábitos que daban sustento a lazos anteriores, secundado por la difusión de ideologías individualistas. La soledad absoluta en un universo enrarecido es una sensación compartida por muchos seres humanos.

4.     La exclusión de una sociedad gobernada por la concentración económica, la angustia del éxito y la falta de alternativas suficientes para mayorías empobrecidas,  azotadas por la desigualdad y el fracaso individual como destino colectivo.

5.     La falta de sentido existencial en las propuestas de acumulación material propuestas incluso desde una redistribución más justa de los recursos comunes.

6.     La reacción pendular por los avances conseguidos en la igualdad de condiciones de la mujer, los negros, los indígenas, las disidencias sexuales y otros colectivos discriminados.

7.     La reacción de identidades culturales a un proceso de globalización dirigido por el poder multinacional.

Como correlato de la conjugación de estos vectores, sumados al desgaste por burocratización de los procesos de cambio y la permanente amenaza contrarrevolucionaria de ahogar en la nada a los derechos humanos de las mayorías, se ha producido cierto enlentecimiento o degradación en los proyectos de humanización o la franca reversión a cargo de fuerzas conservadoras en dirección política regresiva.

Hacia un nuevo sujeto cultural, social y político humanista

Más allá de la coyuntura presente, que presenta obstáculos a las aspiraciones comunes de felicidad, justicia, coherencia y unidad, entre otras, existen, como en cada bifurcación de la historia, opciones que recogen lo mejor del momento anterior y lo proyectan de manera renovada a la próxima fase de la evolución social.

Podría ocurrir que esas opciones fueran apenas un sustrato esencial a veces no reconocible en el fragor y la fanfarria de la confrontación con la injusticia y el difícil ascenso hacia una sociedad plenamente humana.

Podría ser que en los pliegues de las nuevas sensibilidades generacionales, en sus poderosas vertientes feministas, en las exigencias de cuidado medioambiental y de otras especies, en la utilización a escala y para beneficio humano de las posibilidades tecnológicas, anide parte de la respuesta.

Podría ser que en la sed de horizontalidad, de democratización real, de desconcentración del poder, de libertad, creatividad y buen trato, en un sutil clamor por un nuevo paradigma en el que la espiritualidad y la lucha por mejores condiciones objetivas de vida no sean términos excluyentes, esté parte del enigma futuro.

Podría ser que lo que hoy aparecen como verdades de identidad irreconciliables y definitivas exacerbando el racismo, la violencia, el secesionismo y el desencuentro, encontraran una luz de esperanza en un nuevo humanismo integrador de las diferencias. Si así fuera, estaríamos ante la presencia embrionaria de un nuevo sujeto cultural, social y político cuyo objetivo será, sin concesiones ni exclusión alguna, la superación revolucionaria del dolor y del sufrimiento que hoy padece la humanidad.

(*) Javier Tolcachier es investigador del Centro Mundial de Estudios Humanistas y comunicador en la agencia internacional de noticias Pressenza.

Fuente:  https://insurgenciamagisterial.com/horizonte-electoral-en-latinoamerica-unidad-con-contradicciones-o-derrota-del-campo-popular/

Fotografía: BBC

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Trabajadores de la salud en Bolivia demandan mejoras laborales

América del Sur/Bolivia/06-09-2020/Auttor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

Luego de cinco meses de pandemia en Cochabamba, el personal sanitario no ha sido beneficiado en ninguna medida.

Miembros de la Federación Sindical de Trabajadores en Salud Pública de Cochabamba (Fstspc) y la Central Obrera Departamental (COD) se congregaron este viernes en esa ciudad boliviana para exigir a las autoridades gubernamentales, departamentales y municipales, la aprobación del diez por ciento del presupuesto nacional para el sector.

Los trabajadores de la salud también demandaron estabilidad laboral en tiempos de la pandemia de la Covid-19, así como que se respetaran sus derechos laborales al salario y la contratación.

De acuerdo con el representante de la Fstspc, Adalit Gutiérrez, la asignación del seguro por parte de las autoridades puede calificarse como “discriminatoria”, pues entre los fallecidos por la Covid-19 no sólo se encuentran quienes atendían a los pacientes, sino que se registran también trabajadores administrativos y manuales.

“El seguro de vida sólo se le pretende dar a aquél que ha estado directamente; ya no al administrativo ni al auxiliar”, resaltó Gutiérrez, quien añadió que «luchamos en la primera línea contra la pandemia. No podemos estar en estas condiciones. Requerimos la respuesta inmediata de las autoridades».

El titular del Fstspc alertó además que a cinco meses de reportarse los primeros contagios de Covid-19 en Cochabamba, el trabajador de la salud no ha sido beneficiado en ninguna medida.

Mientras, rechazó la nueva convocatoria del Colegio Médico para calificación de méritos de 350 ítems, pues explica que estos ya fueron otorgados de acuerdo con una revisión del Servicio Departamental de Salud (Sedes) y el Sindicato de Ramas Médicas de Salud Pública (Sirmes).

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/bolivia-trabajadores-salud-demandan-mejoras-laborales-20200905-0012.html

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¿A dónde conducirá la crisis boliviana? Elecciones y reconfiguraciones políticas

Por: Fernando Molina

 

Bolivia se encamina a las elecciones presidenciales con un nuevo escenario político: tras la caída de Evo Morales y el impacto sufrido por su fuerza política, el Movimiento al Socialismo (MAS) recuperó terreno y podría ganar otra vez. ¿Lo logrará? Si así fuera, ¿podrá retornar al poder? En cualquier caso, se avizora una batalla polarizada entre el MAS y sus adversarios.

Nota del editor: en una reciente decisión, el Tribunal Supremo Electoral cambió nuevamente la fecha de las elecciones y la fijó para el 18 de octubre, lo que generó diversas amenazas de movilizaciones para reponer el 6 de septiembre, la fecha aprobada por el Parlamento.

Las elecciones bolivianas del 6 de septiembre próximo expresarán una enorme polarización política y social. No es el único caso: el proceso electoral de noviembre en Estados Unidos también lo hará. Pero la diferencia es que el sistema electoral estadounidense, siendo bipartidista, tiende naturalmente a la polarización. El ejemplo boliviano, en cambio, resulta peculiar. Participarán varios partidos, pero el electorado se dividirá de acuerdo con una sola alternativa: a favor o en contra del Movimiento al Socialismo (mas).

Todavía no se sabe qué partido logrará representar a los votantes «anti-mas». Existe una competencia entre varias expresiones de centro y derecha que es alentada por las leyes electorales bolivianas, las cuales establecen la posibilidad de una segunda vuelta o balotaje. Esta posibilidad abre espacio para que estos partidos hagan cálculos individuales, una práctica que muchos antimasistas consideran indignante, ya que pone en riesgo lo logrado con el derrocamiento del presidente Evo Morales en noviembre pasado, esto es, el brusco apartamiento del poder del bloque sociopolítico que conmovió y manejó el país desde comienzos del siglo xxi.

Tal es, hoy, la principal preocupación de las elites económicas, intelectuales y mediáticas bolivianas: evitar que los peligrosos juegos entre los antiguos opositores a Morales –que se resisten a ceder unos ante los otros y no son capaces de formar un frente único contra el «enemigo público número uno», como llamó al ex-presidente un periodista paceño1– terminen invocando al espectro más terrorífico para la parte alta la sociedad: el «retorno del mas».

Los partidos criticados pretenden redimirse asegurando que cada uno de ellos está en las antípodas del mas y que, gracias a sus particulares virtudes, garantizará un triunfo definitivo y sostenible sobre este2. Al mismo tiempo, cada uno de ellos busca demostrar que sus rivales no son dignos de confianza porque su actuación lleva agua al molino del mas. La expresión que se usa es: «ser funcional al mas». Esta fue la tónica, por ejemplo, de la réplica del oficialismo (la agrupación Juntos, que postula a la presidenta interina Jeanine Añez) a los candidatos opositores Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, cuando estos criticaron su manejo de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de covid-193. A la inversa, los partidos opositores han acusado al oficialismo de propiciar, con su mala gestión de esta crisis, el retorno del mas4. En este juego han entrado también los medios de comunicación, como indica este titular de El Deber, el principal periódico de Santa Cruz, sobre el ex-presidente y candidato para 2020: «Mesa comparte foro con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que dio refugio a Evo»5.

El odio al mas

Aborrecer al mas es la pasión dominante de las elites tradicionales del país. En las raíces de esta pasión se mezclan el recuerdo de los agravios sufridos (la pérdida de espacios de poder por la disolución de la tecnocracia de los años 90 y la desvalorización del «capital genealógico» durante 14 años), las diferencias ideológicas (liberal-republicanismo versus nacional-caudillismo) y el racismo contra los indígenas y los mestizos plebeyos o «cholos».

El odio al mas comenzó incluso antes de la asunción al poder del «primer presidente indígena» y la instalación en él de movimientos sociales que aglutinaban a indígenas, campesinos y trabajadores. Esto ya se podía sentir en 2002, cuando el mas se transformó en una alternativa seria de poder. Entre 2006 y 2008, durante los dos primeros años de gobierno de Morales, estuvo a punto de provocar una guerra civil entre las regiones noroccidentales y surorientales del país. Si no lo hizo, fue por el peso de la popularidad del presidente, que sin embargo no logró consolidarse en el gobierno sin antes pulir las aristas más radicales de su programa de reformas al Estado y reducir al mínimo su programa de redistribución de la propiedad agraria.

Pese a ello, el aborrecimiento al partido izquierdista y su líder no desapareció. Incluso durante el periodo de auge 2009-2015, mientras el país vivía el mejor momento económico de su historia, la mayoría de los bolivianos tenían más ingresos y el bienestar social aumentaba, esta animadversión estuvo ardiendo como llama votiva en los altares secretos de las organizaciones empresariales, los clubes sociales, las logias, las fraternidades del carnaval de Santa Cruz, los grupos de rummy de las mujeres acomodadas y, en fin, en los múltiples escenarios de la vida privada en los que las elites tradicionales blancas no perdieron su primacía. Incluso si algunos dirigentes burgueses «se pasaban» al gobierno del mas o si amagaban confraternizar con él; o si la mayor parte de los intelectuales y periodistas se cuidaban de «criticar demasiado» al poderoso régimen, la enemistad clasista y racial siempre estuvo allí, esperando un mejor momento para expresarse.

Lo mismo pasó con el prejuicio racial. Aunque las expresiones públicas de este prejuicio quedaron atenuadas por miedo a que el gobierno implementara las sanciones legales y morales que merecían, el país continuó lastrado por las rémoras del orden estamental colonial. El mas tuvo incluso que hacer concesiones de Realpolitik al racismo, como designar a personajes más pintorescos que persuasivos en el recién creado Viceministerio de Descolonización, diseñado para dirigir la política igualitaria; o como tolerar que las Fuerzas Armadas mantuvieran un estatuto que discriminaba a los sargentos y cabos, la mayoría de los cuales son de origen indígena6.

Los nostálgicos de los viejos poderes y de las antiguas relaciones interclasistas se fueron fortaleciendo paulatinamente conforme el gobierno del mas se iba debilitando por el desgaste natural de su prolongada permanencia en el poder, los errores que iba cometiendo y las limitaciones que iba revelando. Ser «antimasista» se convirtió en un signo de estatus social y racial, y por tanto comenzó a ser interiorizado por las clases medias bajas como un elemento «aspiracional», esto es, como un mecanismo de ascenso social.

¿Cuáles fueron los errores que cometió y las limitaciones que desveló el gobierno del mas? Su «electoralismo», que terminó reduciendo el proceso social a una sucesión de triunfos en las urnas y a la conservación del poder a toda costa, incluso con métodos autoritarios; su «campesinismo», que debe entenderse como una relativa sordera frente a las demandas de los sectores urbanos; su cooptación por parte de una cúpula de incondicionales «evistas»; su corrupción y burocratización; su indecisión ideológica entre un extremo pragmatismo y el «nacional-estalinismo»7 y, sobre todo, su caudillismo.

Con su éxito político, económico y gubernamental, Morales se convirtió en el más importante caudillo de un país que había estado lleno de ellos; un país en el que, según su sociólogo más creativo, René Zavaleta, «el caudillo es el modo de organizarse de las masas»8. La centralidad del presidente y el culto estatal a su personalidad llegaron a unas cotas igual de altas que las alcanzadas por otros grandes líderes nacionales, como Víctor Paz Estenssoro o José María Linares. Si al principio la adulación oficial a Morales se correspondía en parte con la realidad, más tarde se convirtió en un espejismo y en un mecanismo de gratificación y manipulación del narcisismo del presidente boliviano. A punto tal que este creyó que tenía fuerza suficiente, incluso, para darle la espalda a la fuente de su poder, las mayorías electorales, en caso de que estas lo contrariaran.

Así lo hizo en lo que respecta al referendo constitucional del 21 de febrero de 2016, que le prohibió la reelección, y quizá también en lo que respecta al resultado de las elecciones del 20 de octubre de 2019, que, según la percepción de la mayoría de los bolivianos9, hizo alterar para evitar una segunda vuelta (una noción que, sin embargo, Morales y el mas niegan y que en este momento es objeto de disputa en la campaña electoral y los tribunales).

En todo caso, suponer que la indudable fuerza de su figura era superior al apego de los bolivianos al voto –que en este país es clave, porque permite resolver las sempiternas disputas por las rentas provenientes de los recursos naturales– constituyó un gravísimo paso en falso. Terminó confundiendo y fragmentando el bloque social que respaldaba al gobierno del mas, el cual ya estaba debilitado por su larga incorporación al oficialismo, con todas las ventajas y tentaciones que esta situación implicaba10. Al final, en las últimas horas de su gobierno, el mas, que había surgido de las luchas sociales, no era sin embargo capaz de movilizar eficientemente a sus adherentes; se había transformado en una maquinaria electoral que todavía podía lograr buenas votaciones pero que ya no despertaba ningún fervor progresista. Solo los ultraleales cocaleros del Chapare, los vecinos de los barrios más indígenas de la metrópoli aymara de El Alto y ciertos grupos de funcionarios estuvieron dispuestos a luchar efectivamente para impedir que Morales cayera.

Luego de su derrocamiento, la quema de buses, fábricas y casas de opositores a Morales en La Paz, así como el «cerco a las ciudades» ordenado por el ex-presidente desde el exilio, despertaron el ancestral terror de los blancos bolivianos al «malón indio» y elevaron el aborrecimiento al mas al nivel de la histeria colectiva. Fue en ese momento cuando emergió el relato furibundamente antisocialista que continúa vigente hasta hoy. Pablo Stefanoni detectó en él «tres palabras claves: ‘hordas’ –los militantes del mas son reducidos a meros grupos de choque facinerosos–; ‘despilfarro’ –el ampliamente elogiado manejo macroeconómico [de Morales] habría sido una mera realidad virtual– y ‘tiranía’ –los últimos 14 años habrían sido puro despotismo estatal–»11. Este relato fue en parte el móvil y en parte la cobertura de la represión del mas ejecutada por el gobierno interino. Los grupos que se movilizaron a favor del ex-presidente Morales fueron desmantelados por las fuerzas combinadas de la Policía y las Fuerzas Armadas, lo que costó la vida de más de 30 personas. Casi 1.000 dirigentes fueron detenidos temporalmente. Varias decenas de ex-funcionarios, entre ellos Morales y su vicepresidente, Álvaro García Linera, tuvieron que salir del país con rumbo a México y Argentina. Cientos han sido investigados por corrupción. Dos ex-ministros fueron apresados y continúan en la cárcel. Siete jerarcas del mas se refugiaron en la residencia de la Embajada de México en La Paz, donde quedaron varados por la falta de salvoconductos para salir del país.

Al mismo tiempo, la esfera pública fue casi completamente ganada por los voceros –genuinos y advenedizos– de la «revolución de las pititas», como llamó la prensa a las protestas que antecedieron al derrocamiento de Morales12. Incluso los intelectuales que habían estado vinculados y habían medrado con el gobierno anterior comenzaron a practicar tiro al blanco contra Morales, convertido en la «bolsa de golpear» de cualquiera que supiera hilvanar unas cuantas frases para producir un artículo de opinión. Los más importantes académicos de izquierda se cuidaron mucho de contrariar este clima de opinión e hicieron gestos de absolución del gobierno interino de Añez13. Este gobierno disfrutó desde el inicio de la hegemonía sobre los medios de comunicación14, que recién ahora comienza a tornarse menos intensa por el rápido desgaste del manejo del poder, pero que todavía resulta unánime si se invoca en contra del mas.

En este contexto, cualquiera habría pensado que el mas tenía los días contados, que su futuro sería convertirse en un grupo político secundario, exclusivamente rural, en fin… Sin embargo, a principios de año, pese a las condiciones adversas que hemos descrito, el mas apareció encabezando las primeras encuestas de intención de voto, incluso antes de tener candidatos. La sigla atraía una adhesión «dura», esto es, ideológica y sociológica, de alcances masivos. En enero, 21% del electorado estaba dispuesto a votar por ella sin que importara quiénes fueran sus figuras y cuáles fueran sus ofertas electorales15. En marzo, con sus candidatos ya elegidos, 33% de la población la apoyaba16.

Los trabajadores, los sectores plebeyos de la población, los indígenas y los cholos que no se habían «desclasado» seguían viendo en el mas –aunque este no había hecho ninguna autocrítica consistente de sus errores– la única fuerza capaz de representarlos y de defender el estatismo, el nacionalismo y el igualitarismo racial que la vuelta al poder de las elites tradicionales parecía haber puesto en riesgo. Pero, además, esta fuerza está asociada a una época de prosperidad y estabilidad política inusitadas. (Por esta razón, entre otras, no prosperó la iniciativa de los «pititas» más radicales de usar la acusación de fraude que pende sobre el mas para vetar su participación en las elecciones).Se trataba de un resultado contraintuitivo. Pese a todo lo ocurrido, el mas seguía estando en el centro de la escena política y las demás fuerzas se posicionaban respecto a él. Ni siquiera la derrota de alcances históricos que había sufrido en noviembre pasado lo había desplazado de este lugar «nuclear». Se trataba de un sorprendente ejemplo de resiliencia política, que sin duda expresaba, como hemos dicho, procesos de identificación clasista y, simultáneamente, racial.

La respuesta del mas después de su caída

El «evismo» (o admiración y lealtad –no siempre sanas– a Evo Morales), por un lado, y la posibilidad de obtener un triunfo electoral en las próximas elecciones, por el otro, son las dos fuerzas que han conservado la unidad del mas después del terrible remezón que significó para este partido su salida violenta del gobierno. Para quienes suponen que su caída se debió solo a la acción de una fuerza externa (la «conspiración del imperio para apropiarse del litio boliviano» o el «golpe policial y militar»), la unidad de los masistas puede parecer una premisa obvia, pero no es así porque, como hemos visto, el desmoronamiento del gobierno de Morales respondió a causas tanto internas como externas. Además, el mas nunca ha sido un partido ideológico, sino «sindicalista», y parte de su atractivo ha residido en su capacidad de posibilitar el ascenso social de los elementos más despiertos y ambiciosos de los sindicatos y las clases medias plebeyas. De modo que la expectativa de volver pronto al poder ha influido sobre su comportamiento unitario.

Morales también ha tenido una participación fundamental en ello, al constituirse en la referencia única de grupos que, sin él, probablemente buscarían competir entre sí para expresar a ese 33% o más del electorado que hoy se inclina a la izquierda. Este siempre ha sido el papel de Morales. Si el mas logró consumar uno de los más caros anhelos de los progresistas del siglo xx, la «unidad de la izquierda», no lo hizo sobre las bases previstas (hegemonía ideológica, frente defensivo, etc.), sino, a la boliviana, en torno de una figura tutelar17. Morales articula las tres alas principales de su partido, todas las cuales son «evistas». Logra que «se queden en el Instrumento Político» al mismo tiempo que evita el surgimiento de competidores peligrosos para su liderazgo carismático.

Las tres grandes facciones del mas, cada una de las cuales incluye a muchos grupos menores, son las siguientes:

a) El ala formada por las organizaciones obreras y campesinas del denominado «Pacto de Unidad». Esta está dirigida, por un lado, por David Choquehuanca, ex-canciller entre 2006 y 2018, actual candidato vicepresidencial y líder indígena altiplánico, y por el otro, por el joven Andrónico Rodríguez, dirigente efectivo de las federaciones sindicales cocaleras que siguen siendo presididas por Morales.

b) La formada por los numerosos grupúsculos de militantes que vienen de la izquierda tradicional; en esta ala predominan los dirigentes radicales y «nacional-estalinistas», aunque en ella también se ubica el más moderado candidato a la Presidencia, el ex-ministro de Economía y militante socialista Luis Arce.

c) La formada por los intelectuales neomarxistas, posmodernos, humanistas de izquierda y demócratas progresistas que se sumaron al mas en vísperas y después de su llegada al poder y que, dado su capital educativo, cumplieron un importante papel en la gestión gubernamental. Una parte minoritaria de estos elementos de clase media tiene vínculos con Choquehuanca, mientras que otra parte más amplia estuvo relacionada con García Linera (cuyo papel futuro es incierto).

El ala indígena y sindical leyó la salida de Morales del poder en una clave puramente racial. En parte, este sentimiento se ha volcado contra los propios militantes de clase media del mas, que han sido considerados oportunistas que se aprovecharon del «gobierno de los indios» para construir fama y fortuna. En el marco de esta crítica, resurgió la popularidad de Choquehuanca, quien había estado «en la congeladora» por un par de años, desde que Morales lo echara del Ministerio de Relaciones Exteriores por tomarse en serio la posibilidad que se le atribuía de sucederlo en la Presidencia, justo cuando el jefe de Estado buscaba el respaldo incondicional de su partido para su tercera reelección. De hecho, Choquehuanca cumplió un rol importante, como articulador de varias ong con base rural, al promover el salto del joven «hermano Evo» del sindicalismo campesino a la política nacional.

Cuando se fundó el mas, Choquehuanca era su principal operador en la zona aymara del país (el altiplano que abarca La Paz y Oruro), mientras que Morales, pese a su origen también aymara, dominaba los valles de Cochabamba, con predominio de población de origen quechua. Choquehuanca es un indianista cultural y, por tanto, moderado, pero tiende a acumular fuerza política de la oposición entre los indígenas y la clase media del mas. Dentro del gabinete, se enfrentó sordamente con García Linera. Con arreglo a su visión de tonalidades racistas sobre el balance de fuerzas dentro de su partido, acusó al entonces vicepresidente de ser culpable de todos los defectos del gobierno, inclusive de su propia salida del poder, en tanto que absolvió de ellos, por lo menos en público, a Morales.

Después de que perdieran la Cancillería, los choquehuanquistas fueron apartados del gobierno y Choquehuanca mismo fue enviado al «exilio dorado» en Venezuela como secretario ejecutivo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (alba). Luego del derrocamiento de Morales, el Pacto de Unidad los postuló a él y a Andrónico Rodríguez como candidatos a la Presidencia y a la Vicepresidencia, respectivamente. El partido aprobó esta postulación, igual que la lista de candidatos decidida por el Pacto de Unidad, lo que mostró cuál de sus alas era la más fuerte. Sin embargo, Morales objetó la fórmula e impuso como candidato presidencial a una figura de clase media cercana a él, Luis Arce, y desplazó a Choquehuanca a la segunda posición. A diferencia de Choquehuanca, Arce no tiene base social propia, y en caso de triunfo dependería de Morales. De forma característica, el ex-canciller aceptó la decisión de Morales en público, pero fue reticente a ella en privado y la atribuyó a una intriga de García Linera. De cualquier forma, su acatamiento, haya sido hipócrita o no, impidió que se produjera un choque entre el Pacto de Unidad y el exilio en Buenos Aires que habría sido muy peligroso para el mas.

Sin embargo, las tensiones entre «trabajadores» y «profesionales», «fundadores» rurales e «invitados» urbanos, «nacionalistas» y «comunistas» siguen existiendo y seguramente se expresarán más abiertamente en el futuro, tanto si el mas gana como si pierde las elecciones. Una muestra muy elocuente de estas tensiones fue la denuncia del senador del mas Efraín Chambi en contra de

actores de extrema izquierda, comunista, como Raúl García Linera [hermano del ex-vicepresidente], que lamentablemente se ha estado dedicando en los últimos tiempos a incitar y utilizar a algunas personas en el país, lo que no representa al mas… Siempre en el mas ha habido extremistas de este tipo, comunistas. No todos, algunos del Partido Comunista son muy sabios, coherentes y responsables. Pero sabemos también que hay otros, como la persona que hice referencia, y lo denuncio sin miedo alguno, porque le hace mucho daño al Instrumento Político18.

Probando la flexibilidad y la porosidad del mas, Chambi no fue sancionado por relacionar en la prensa a uno de sus compañeros con la violencia callejera, en un contexto en el que la represión no era imaginaria.

Otra figura política surgida de las organizaciones sociales, la presidenta de la Asamblea Legislativa, Eva Copa, ha mantenido una línea de reivindicación racial y ha conducido a los parlamentarios masistas con cierta independencia respecto de Arce, por un lado, y del exilio, por el otro. No es forzado clasificarla entre los «choquehuanquistas». Poco después de la caída de noviembre, Copa llegó a ciertos acuerdos con el gobierno de Añez que no coordinó con sus compañeros en Bolivia y, en algunos casos, tampoco con los de Buenos Aires. También ha criticado públicamente a dirigentes de clase media, como la senadora Adriana Salvatierra, pese a que esta se hallaba en una difícil situación personal. Ninguna de estas conductas ha sido desautorizada por Morales. Este, como tantos otros caudillos, mantiene relaciones con todos los grupos e individuos a los que puede usar para concretar sus planes. La actitud de Evo –y, por otra parte, la falta de interés o de dedicación del gobierno para lograrla– ha impedido la deserción de la bancada del mas en la Asamblea Legislativa. Luego de que pasara el momento más álgido de la represión, en el que esta deserción parecía inminente, los parlamentarios recuperaron la iniciativa parlamentaria y comenzó lo que algunos observadores han visto como un contraataque del bloque nacional-popular19.

La tolerancia extrema e incluso el descuido ideológico del mas se deben a que este partido es profundamente electoralista. A la vez, estas características determinan que permanezca como tal: amorfo y pensando que la solución a todos sus problemas –o, mejor, que su único problema– reside en ganar los siguientes comicios. Como es lógico, esto le ha impedido debatir sistemáticamente las causas de su derrota política, aprender de sus errores, mejorar… Si Morales, muy a regañadientes, llegó a aceptar que se había equivocado al intentar reelegirse por tercera vez20, ahora, aprovechando la leve mejoría de su situación en Bolivia a causa de los problemas de gestión que enfrenta Añez, entre ellos los debidos a la crisis sanitaria, ha cambiado de idea. Acaba de decir, otra vez, que no erró al postularse una vez más21.

¿Puede el mas volver al poder? ¿Le convendría a mediano plazo?

¿Puede el mas volver al poder en septiembre? Técnicamente, sí. Le bastaría sacar más de 40% de los votos –lo que no es imposible, si pensamos que ya tiene entre 33% y 35%– y esperar que Mesa y Añez, corriendo por separado, no superaran excesivamente los sendos porcentajes de 20% con que cuentan ahora. El mayor obstáculo para esto residiría en que, en vísperas de las elecciones, el electorado «anti-mas» virase masivamente a favor de uno u otro de estos candidatos. Un viraje parecido ya ocurrió en las elecciones de octubre de 2019 y las encuestas lo hallan probable. En ese caso, se debería ir a un balotaje entre Arce y uno de estos retadores: Mesa o Añez. La polarización se intensificaría al máximo y probablemente ganaría, por poco, el candidato anti-mas, sea este cual fuere.

Ahora bien, si el mas llegase a ganar, ¿podría asumir el gobierno? En la historia boliviana existe un periodo con similitudes con el actual. Durante la segunda mitad de la década de 1940, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (mnr), que había cogobernado con militares nacionalistas entre 1943 y 1946, enfrentaba igualmente el aborrecimiento y odio de los sectores altos de la población. Tanto que Mamerto Urriolagoitia, el presidente saliente, no aceptó el triunfo de Paz Estenssoro en las elecciones de 1951 y, con tal de que este no gobernase, prefirió entregar el poder a una junta militar. Esta maniobra pasó a la historia como el «mamertazo».

¿Hay campo para un nuevo «mamertazo» en la historia boliviana? Hoy, por supuesto, la situación internacional es muy distinta. No obstante, fuerzas muy poderosas podrían resistir con todos los recursos a su alcance el retorno del «cáncer de Bolivia» –como llamó al mas un columnista22–. Entre ellas, una parte del Ejército23.

Si el argumento de Urriolagoitia para desconocer el triunfo del mnr fue que no se le podía entregar el poder a los «comunistas», ahora varios podrían señalar que no debe pasar a las manos de los «narcoterroristas»; o que debe impedirse el ascenso de un partido que trató de engañar al país con un fraude electoral, y que debió haber sido inhabilitado antes de las elecciones… Morales ha advertido sobre la posibilidad de este desenlace. «Puede pasar… es el Plan b», declaró a France 2424.

La parte más democrática de las elites bolivianas, sin embargo, vería la reedición de un «mamertazo» como la repetición de un error. Hay que recordar que, apenas unos meses después de la acción de Urriolagoitia, estallaba la Revolución Nacional y Paz Estenssoro volvía de su exilio argentino en olor de multitudes.Una pregunta aún más interesante –aunque ingenua– es si volver de inmediato al poder le conviene al mas. Pensemos que, en tal caso, no tendría tiempo ni espacio para revisarse a sí mismo, reponerse de sus heridas, establecer una relación más sana con su «presidente Evo», en fin, no podría evitar cometer los mismos errores y sufrir los mismos quebrantos que antes. Por otra parte, también es cierto que, siendo en este momento un partido acorralado por los servicios de seguridad del Estado, quedarse fuera del gobierno podría terminar diezmándolo y dividiéndolo. No cabe duda de que una cosa como la «ventaja de perder» no está en la mente de Morales, Arce y los conductores del mas, y mucho menos en la de los masistas metidos en juicios, prisiones o exilios.

¿Qué harían Arce y Choquehuanca si llegasen a gobernar? ¿Qué tendrían que enfrentar en el periodo 2020-2025? Algunos pronósticos: enfrentarían la resistencia –por lo menos inicial– de los organismos de seguridad del Estado; la implacable campaña en su contra de las elites económicas, sociales, universitarias y mediáticas; la movilización constante de ciertos sectores de clase media que no querrían retirarse a sus cuarteles de invierno luego de haber disfrutado de las mieles del poder; un Parlamento dividido; un mas agitado y erosionado por la batalla entre «revanchistas» y «conciliadores»; y, encima de todo, los coletazos de la pandemia y una de las peores crisis económicas de la historia del país.

En ese contexto, no cabe duda de que Arce tendría suerte si lograse detener el proceso de restauración que sus enemigos han comenzado y administrase el Estado desde la perspectiva de los de abajo. Asignarle cualquier otro objetivo resultaría poco realista… Y si fracasase en esto, probablemente comprometería aún más las posibilidades de montar un proyecto izquierdista de grandes alcances en el futuro.En todo caso, como testifican los anales y las epopeyas, los generales nunca han hecho caso de los agoreros cuando ya se habían decidido a partir a la batalla.

  • 1.Robert Brockmann: «El enemigo público No 1» en Brújula Digital, 18/6/2020.
  • 2.«Mesa: mi responsabilidad es ganarle al MAS en elecciones para evitar que siga gobernando el país»
    en ANF, 24/6/2020.
  • 3.«Samuel acusa a ‘Camacho, Mesa y el MAS’ de conformar un bloque contra el Gobierno» en Correo del Sur, 26/5/2020.
  • 4.Erika Segales: «Camacho, Mesa y Tuto pasan a la ‘ofensiva’ contra Añez» en Página Siete, 26/5/2020.
  • 5.Marcelo Tedesqui: «Mesa comparte foro con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que dio refugio a Evo» en El Deber, 20/6/2020.
  • 6.Por ejemplo, no se les permite comer en los mismos «casinos» donde lo hacen los oficiales. Ver Fernando Molina: «Patria o muerte. Venceremos. El orden castrense de Evo Morales» en Nueva Sociedad No 278, 11-12/2018, disponible en <www.nuso.org>.
  • 7.Esto es, un antiimperialismo estereotipado, proclive a fantásticas teorías de la conspiración, poco apegado a la democracia y con tendencia a organizar purgas internas.
  • 8.R. Zavaleta: Obras completas I, Plural, La Paz, p. 112.
  • 9.Katiuska Vásquez: «El 70% cree que Evo se fue por revuelta y 62%, que hay fraude» en Los Tiempos,
    23/12/2019.
  • 10.P. Stefanoni: «Las lecciones que nos deja Bolivia» en Nueva Sociedad, edición digital, 3/2020, disponible en <www.nuso.org>.
  • 11.P. Stefanoni: «Bolivia: anatomía de un derrocamiento» en El País, 21/1/2020.
  • 12.En alusión a las pitas o cuerdas delgadas utilizadas para bloquear las calles para eludir la necesidad de movilizar a muchos manifestantes, una costumbre de las clases medias bolivianas que fue ridiculizada por Morales en uno de sus últimos discursos como presidente del país.
  • 13.Por ejemplo, v. Luis Tapia: «Crisis política en Bolivia: la coyuntura de disolución de la dominación masista. Fraude y resistencia democrática» en CIDES-UMSA, 19/11/2019.
  • 14.F. Molina: «Hegemonía instantánea: la prensa en la crisis boliviana» en Contrahegemonía.web, 3/12/2019
  • 15.Paula Lazarte: «Ciesmori perfila al candidato del MAS como ganador en encuesta» en Página Siete, 2/1/2020.
  • 16.«Arce aumenta ventaja y Mesa afianza el segundo lugar, según encuesta de Ciesmori» en Página Siete, 15/3/2020.
  • 17.Fernando Mayorga: Mandato y contingencia. Estilo de gobierno de Evo Morales, Fundación Friedrich Ebert, La Paz, 2019.
  • 18.M. Tedesqui: «Desde el mas apuntan a Raúl García Linera por violencia del jueves y Murillo les dice ‘dos caras’» en El Deber, 6/5/2020.
  • 19.F. Mayorga: «‘Elecciones ya’: ¿el mas recupera la iniciativa?» en Nueva Sociedad, edición digital, 6/2020, <www.nuso.org>.
  • 20.«Evo Morales: ‘Fue un error volver a presentarme’» en DW, 17/1/2020.
  • 21.Boris Miranda: «Evo Morales en entrevista con bbc Mundo: ‘Nosotros vamos a recuperar el gobierno’» en BBC Mundo, 24/6/2020.
  • 22.Francesco Zaratti: «El cáncer de Bolivia» en Página Siete, 16/11/2019.
  • 23.Ver Isabel Mercado: «El plan del mas es ‘sacar esta ley, maniatarnos y crear milicias’», entrevista al ministro de Defensa Fernando López en Página Siete, 29/6/2020.
  • 24.Natalio Cosoy: «Evo Morales cree que puede haber un ‘golpe’ si el mas gana las elecciones en Bolivia» en France 24, 17/3/2020.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/donde-conducira-la-crisis-boliviana/

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