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Estos son los planes europeos para África

Redacción: El País

La UE busca dejar atrás el paternalismo con un nuevo acuerdo pensado para fortalecer lazos intercontinentales y apostando por la digitalización, el empleo y la transición verde.

La construcción de alianzas sólidas se ha convertido en una tarea compleja para la diplomacia europea. Mirando a Occidente, Bruselas se topa con el cambiante humor de Donald Trump y el fragmentado bloque latinoamericano. En la otra dirección, el ruso Vladimir Putin y su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan son fuente habitual de conflicto. Y en el resto del flanco oriental, los países árabes no terminan de encontrar una salida a la guerra en Siria, la promesa India no acaba de cumplirse y China emerge como un socio puntual, pero también como un formidable rival económico. En medio de ese laberinto geopolítico, los Veintisiete giran la vista hacia el Sur para actualizar su relación con África, un continente que tiene casi todo de lo que Europa carece, para bien —pujanza demográfica, potencial económico— y para mal: 560 millones de personas aún viven en una situación de pobreza multidimensional, es decir, que son pobres de todo.

Un compromiso sobrevuela el futuro acuerdo entre ambos continentes, cuyo borrador se presentó este lunes en Bruselas: diseñar una política conjuntamente con África y no para África. “Somos dos continentes en pie de igualdad”, insistió el Alto Representante de Política Exterior, Josep Borrell. El objetivo es que el pacto esté listo para ser rubricado en la cumbre entre la UE y la Unión Africana en octubre, y que gire en torno a cinco puntos.

Transición verde

Unos niños trepan por un cocotero derribado tras el paso del ciclón Idai en Beira, Mozambique, el 27 de marzo de 2019. Decenas de miles de víctimas fallecieron a causa de un desastre natural empeorado por el cambio climático.ampliar foto
Unos niños trepan por un cocotero derribado tras el paso del ciclón Idai en Beira, Mozambique, el 27 de marzo de 2019. Decenas de miles de víctimas fallecieron a causa de un desastre natural empeorado por el cambio climático. YASUYOSHI CHIBA AFP
2050 se ha convertido para la UE en la fecha clave para su ambición verde. Ese año, la neutralidad climática debe ser una realidad en los Veintisiete. La cuestión se ha convertido también en un eje de sus relaciones comerciales y diplomáticas: Bruselas incluye en sus pactos el respeto al Acuerdo de París como condición. Con África no se hará una excepción. “Pese a que el continente africano tan solo emite un 2% de las emisiones totales de energía a nivel global, es la región más golpeada por las consecuencias del cambio climático. Se trata de un desafío que solo puede afrontarse de manera conjunta”, afirma la eurodiputada de Ciudadanos Soraya Rodríguez, presidenta de la Delegación para las relaciones con el Parlamento Panafricano. En el documento que sirve de base a la negociación, Bruselas advierte contra la sobreexplotación pesquera, la desertificación y la deforestación, y llama a invertir en energías renovables, basarse en modelos de urbanización inteligentes y combatir juntos los delitos contra el medio ambiente.

¿Cómo se ve desde África? >>> En África, atenuar los daños y combatir el calentamiento global son dos prioridades. Al mismo tiempo, el continente está inmerso en un ambicioso proyecto de industrialización para el que va a necesitar cada vez más energía. ¿Cómo resolver esta ecuación? Acudiendo a las fuentes limpias y renovables. Y ya ocurre. Hace unos días, Senegal inauguraba el parque eólico más grande de África Occidental, en Marruecos ya cuentan con la mega planta solar de Noor, una de las más potentes del mundo, y Etiopía está a punto de poner en marcha la Gran Presa del Renacimiento que aprovechará el curso del Nilo para producir la electricidad que necesita.

Digitalización

Dos mujeres utilizan los cajeros automáticos del banco Nedbank en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 15 de marzo de 2016.
Dos mujeres utilizan los cajeros automáticos del banco Nedbank en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 15 de marzo de 2016. MIKE HUTCHINGS REUTERS
Un dato marca el convencimiento de la UE de que África debe llevar la digitalización a todos los sectores de su economía. Por cada 10% de aumento de la cobertura digital, el PIB africano sube un 1%. Bruselas cree que hay mucho margen para implantar tecnologías en sectores como la agricultura, comercio electrónico, servicios financieros, educación o administración pública. “La UE deben profundizar su colaboración en este ámbito, incluyendo medidas de prevención frente al uso de Internet con fines terroristas o extremistas”, recoge el texto.

¿Cómo se ve desde África? >>> La Agenda 2063 impulsada por la Unión Africana es la auténtica clave de bóveda del crecimiento continental. En este documento, aprobado en 2013, ya se propone una «revolución del conocimiento» en materia tecnológica a la que Europa podría contribuir. Sin embargo, el bloguero y cíberactivista Cheikh Fall advierte de ciertos riesgos. «La colaboración está bien, pero los Estados africanos deben estar muy atentos a la hora de mantener su independencia digital. Debemos dotarnos de leyes y protocolos que nos permitan guardar nuestra soberanía en un nuevo espacio como este», asegura. Uno de los grandes desafíos para un continente donde la mitad de la población tiene menos de 20 años es que nadie quede descolgado del futuro. El mundo digital debe penetrar en las escuelas. «Europa podría invertir ahí, acompañarnos», añade Fall.

Crecimiento sostenible y empleo

Pastores de la etnia hausa-fulani se trasladan con su ganado por las inmediaciones de algunas granjas de Sokoto, en el norte de Nigeria. La pobreza les lleva a emigrar hacia el norte donde hay más oportunidades de empleo.ampliar foto
Pastores de la etnia hausa-fulani se trasladan con su ganado por las inmediaciones de algunas granjas de Sokoto, en el norte de Nigeria. La pobreza les lleva a emigrar hacia el norte donde hay más oportunidades de empleo. LUIS TATO AFP
La UE es el mayor inversor extranjero en África con 222.000 millones de euros, por encima de Estados Unidos (42.000) y China (38.000). El objetivo es afianzar esa posición y redirigir ese flujo de dinero hacia proyectos que hagan al continente más resistente frente a los envites del cambio climático. Bruselas aplaude el Acuerdo de Libre Comercio en África (ZLEC), en vigor desde mayo pasado, considerado como el primer paso hacia la creación de una de las zonas de intercambios económicos más grandes del mundo, y está dispuesta a compartir sus conocimientos sobre cómo ha funcionado el mercado único europeo y la unión aduanera.

Para aumentar el capital extranjero presente en la región, la UE cree que África debe emprender reformas que creen un ambiente propicio para los negocios y liquidar malas prácticas como la corrupción, el fraude, el lavado de dinero y la financiación del terrorismo.

Con 375 millones de jóvenes incorporándose al mercado laboral en los próximos 15 años, la formación de esos futuros empleados es una de las grandes inquietudes para un continente que acoge en su seno a seis de las diez economías que más crecieron en 2018. “La UE debería facilitar la movilidad de estudiantes, profesores, formadores e investigadores, proteger los derechos sociales y, en particular, erradicar el trabajo infantil”, recomienda el documento.

En plena crisis del coronavirus, los Veintisiete también recogen la intención de aumentar su apoyo a los sistemas de salud de los países africanos, en muchos casos precarios. “Los problemas sanitarios en los países africanos existían antes del virus y seguirán existiendo después”, alertó Borrell en un ejercicio de realismo.

¿Cómo se ve desde África? >>> «Toda esa narrativa, esos esfuerzos, tienen como objetivo combatir la creciente influencia china en África, la UE está obligada a reaccionar, a cambiar su discurso», asegura el economista senegalés Demba Moussa Dembelé. Pero los nuevos vientos no proceden solo de Pekín. Estados Unidos y Rusia también han entrado en el tablero con fuerza. Sin embargo, un acontecimiento puede cambiarlo todo. El próximo mes de julio el ZLEC dará sus primeros pasos efectivos, lo que permitirá ir creando un gigantesco mercado único de hasta 1.200 millones de personas. «Esta iniciativa tendrá sentido si favorece la industrialización del continente, si logramos transformar nuestras materias primas y negociar con una sola voz en los acuerdos comerciales», añade el experto. De continuar esta tendencia de integración, no exenta de obstáculos, los acuerdos comerciales bilaterales entre Estados y la UE serán cosa del pasado en una década, como asegura el economista bisauguineano Carlos Lopes. Y ahí África saldrá ganando.

Paz y gobernanza

Catherine Amidu, a la derecha, con su mejor amiga Aisha en su casa de Machinga, en Malawi, el 9 de febrero de 2020.ampliar foto
Catherine Amidu, a la derecha, con su mejor amiga Aisha en su casa de Machinga, en Malawi, el 9 de febrero de 2020. THOKO CHIKONDI AP
“Garantizar la paz y la seguridad duradera en África es tanto del interés de África como de la UE”, señala la comunicación sobre la estrategia europea. En ella, se insta a los países europeos a tratar de resolver las crisis del Sahel, la región de los Grandes Lagos o el Cuerno de África utilizando la diplomacia y el diálogo en cumbres al más alto nivel. Para los dirigentes africanos, un recado para sacar a sus Estados del círculo vicioso de la pobreza y la violencia: la inclusión económica, la educación, el acceso igualitario a servicios sociales y la justicia, y la redistribución de recursos son el motor de las sociedades capaces de crear empleo y crecimiento y atraer inversores.

¿Cómo se ve desde África? >>> Las guerras en África ya no son lo que eran, y la gran amenaza de hoy es el avance del terrorismo. Países como Somalia, Nigeria, Malí, Burkina Faso, República Centroafricana, Mozambique y Níger se enfrentan a la emergencia de un enemigo con múltiples rostros que se nutre de las injusticias y la pobreza. Según el experto Bakary Sambe, director del Instituto Timbuktu, «Europa debe tomar conciencia de la nueva situación creada por la amenaza terrorista. Para ser eficaces, las iniciativas europeas necesitan un mínimo de coordinación, es aberrante que hoy haya más de 18 estrategias para el Sahel con una intensa presencia militar mientras las poblaciones locales se sienten más inseguras que nunca».

La última cumbre de la Unión Africana rescató el reto de «hacer callar las armas» en el que ha fracasado con estrépito durante los últimos años, con viejas guerras como la de RDC y nuevos conflictos como el de Malí que se enrocan o incluso se agravan. A juicio de Sambé, «el enfoque militar intenta curar los síntomas superficiales de un mal más profundo. Mientras los grupos yihadistas estrechan sus vínculos y colaboración, los esfuerzos de la comunidad internacional se dispersan».

Inmigración

Fotografía del 29 de febrero de 2020 en la que una mujer migrante de origen africano llora a su llegada a la costa de Lesbos, en Grecia, después de una peligrosa travesía en patera desde Turquía.ampliar foto
Fotografía del 29 de febrero de 2020 en la que una mujer migrante de origen africano llora a su llegada a la costa de Lesbos, en Grecia, después de una peligrosa travesía en patera desde Turquía. ANGELOS TZORTZINIS DPA
El apartado migratorio aparece situado en último lugar, aunque suele ser el que más preocupa en Europa. La UE ha otorgado ayudas a Marruecos para que blinde su frontera. Y aunque los mayores flujos de los últimos años no proceden de África sino de la guerra en Siria, estos han dejado cicatrices en la política comunitaria al aprovechar los movimientos populistas la oleada migratoria para buscar réditos electorales. Borrell insistía este lunes en que África “fue, es y será fuente de migración hacia los países europeos”, pero cree que la cuestión no debe monopolizar el debate sobre África. Organizaciones como Oxfam y Cáritas han mostrado el mismo temor a que la migración opaque el resto de la agenda. Bruselas muestra su interés por favorecer la inmigración legal, y afirma que continuará en contacto con los países de origen, tránsito y destino.

¿Cómo se ve desde África? >>> Al contrario que el medio ambiente, la digitalización, la paz y el crecimiento económico, las migraciones no forman parte de la agenda pública africana. Porque si para Europa representa un «problema», en África son más bien una solución: válvula de escape social, herramienta política de presión sobre Europa que redunda en proyectos de desarrollo como los del fondo fiduciario aprobado en la cumbre de La Valeta y envío de remesas. Así la perciben muchos Estados y dirigentes africanos.

En primer lugar habría que dimensionarla: el 85% de las migraciones africanas se producen dentro del continente. «Europa está obsesionada con las migraciones», asegura Bakary Sambe, «en lugar de eso debería abrir las perspectivas de una relación más sostenible construida conjuntamente en el marco de un nuevo acuerdo estratégico». La nula gestión de flujos por parte de la UE, que se limita a la apuesta represiva de las vías clandestinas mientras tapona toda opción legal, es muy criticada en África. «Si saqueas los bienes de la gente, esa gente va a seguir el mismo camino: emigrar», añade el líder político panafricanista Ousmane Sonko.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/03/10/planeta_futuro/1583843614_981609.html

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10 libros para educar la conciencia ecológica

Por: Educación 3.0.

La importancia del reciclaje, del papel de las energías renovables o conocer los riesgos del calentamiento global son sólo algunos de los temas que tratan las siguientes obras. Esta selección resultará de gran ayuda para que docentes, y también padres, transmitan la conciencia ecológica a estudiantes e hijos.

La siguiente selección de libros ayudará al profesorado a aumentar la conciencia ecológica de sus estudiantes y a aprender sobre el respeto y cuidado del medioambiente a la vez que contribuirán a inculcar buenos hábitos ecosociales entre el alumnado.

El pensmaiento ecologico

1El pensamiento ecológico

El autor sostiene que toda la ecología mundial está conectada a través de un entramado de mallas que abarca todos los ámbitos de la vida. De esta forma, se pregunta qué aspecto tendría una sociedad meramente ecológica. Entiende este término como reciclaje, calentamiento global o energía solar. Y también como las relaciones entre el hombre y la naturaleza, el capitalismo y todas sus consecuencias o con los conceptos de espacio y tiempo. Así, se cuestiona cómo la economía moderna ha afectado de forma radical al medioambiente y muestra una visión alternativa de la evolución tecnológica, entre otros asuntos.
Autor: Timothy Morton. Editorial: Paidós

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Educacion ecosocial

2Educación ecosocial

¿Cómo educar frente a la crisis ecológica? Además de ser el subtítulo de esta obra, también es una pregunta que busca que los estudiantes se planteen cómo las actividades humanas y el abuso de la naturaleza están cambiando el entorno. Así, los autores ofrecen diferentes puntos de vista para proporcionar una educación sostenible y ecosocial de una forma alternativa: a través de clases al aire libre, educando para la sostenibilidad, priorizando el juego por encima de las explicaciones teóricas o apostando por un modelo alimentario justo, sano y sostenible.
Autor: Rafael Díaz-Salazar, Víctor Rodríguez y Yayo Herrero. Editorial: Icaria Editorial

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educar para la transformacion ecoscial

3Educar para la transformación ecosocial

Para poder educar en una transformación ecológica efectiva, no solamente es necesario contar con la formación adecuada, sino saber trasladarla de forma correcta al alumnado. Esta obra ofrece una propuesta de currículo para programar las clases desde Educación Infantil hasta la Formación Profesional Básica con el objetivo de que el alumnado sea capaz de profundizar en el funcionamiento democrático de la sociedad: visión holística, cambio climático, energía y materiales, alimentación, ciencia y tecnología, capitalismo, enfoques económicos críticos, trabajos de cuidado de la vida, feminismos y desigualdad de género, ciudadanía, conflictos, desigualdades y habilidades y valores ecosociales.
Autor: Varios autores. Editorial: FUHEM

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los ultimos niños del bosque

4Los últimos niños en el bosque

El autor reflexiona sobre la necesidad de volver a fomentar en los menores actividades típìcas de hace unos años para una promover una vida más saludable y volver a entrar en contacto con la naturaleza el cual, desde su punto de vista, se perdió hace tiempo. Así, juegos como trepar por los árboles, jugar en los charcos o recoger hojas secas en otoño se presentan como actividades para inculcar en el alumnado el amor por el medio ambiente.
Autor: Richard Louv. Editorial: Capitan Swing.

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Escritos sobre naturaleza

5Escritos sobre naturaleza

John Muir pasó su vida explorando y describiendo todo aquello que encontraba en la naturaleza. Varias de sus investigaciones lo convirtieron en una figura crucial en la creación del sistema de parques naturales estadounidense y en un profeta sobre la conciencia ecológica. Así, elaboró una serie de ensayos que se recogen en este ejemplar en los que expone por qué es importante preservar y proteger los espacios naturales.
Autor: John Muir. Editorial: Capitan Swing.

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6Educar en verde: Ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza

Este libro parte de la premisa de que lejos ha quedado esa época en la que los niños pasaban horas y horas en el parque o en la calle jugando. Rodeados de tecnología y juguetes, y con unos padres cada vez más sobreprotectores, el autor hace hincapié en que se están desconectando del medio natural y disfrutan menos del juego autónomo al aire libre. ‘Educar en verde’ se dirige a educadores y padres y su  objetivo es que los niños vuelvan a disfrutar al máximo de la naturaleza.
Autor: Heike Freire. Editorial: Grao

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7Bosquescuela: Guía para la educación infantil al aire libre 

En 2015 se abrió el primer centro de Bosquescuela en Cerceda, Madrid. Una iniciativa que apuesta por la difusión y homologación del modelo europeo de la Educación Infantil al Aire Libre, que se lleva impulsando en España desde 2010 y que consiste en que la naturaleza es el aula: el curriculum escolar se desarrolla en el bosque, campo o playa. Esta guía explica las características principales de esta forma de educar que refuerza el vínculo de los menores con la naturaleza, inculcando el respeto por el medioambiente. Está escrito para quienes aboguen  por una mejora educativa y social, centrándose en el entorno natural y sus beneficios para el aprendizaje.
Autor: Philip Bruchner. Editorial: Ediciones Rodeno

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8Economía ambiental

Ante el auge de la preocupación por la crisis climática, se presenta como un manual de referencia para el estudio de la Economía ambiental, una disciplina que se centra en las interacciones entre medioambiente y bienestar social. Está dirigido a estudiantes universitarios, pero también puede resultar interesante a investigadores o personas preocupadas por la protección de la naturaleza desde una perspectiva socioeconómica.
Autor: Xavier Labandeira, Carmelo J. León y Mª Xosé Vázquez. Editorial: Pearson Educación

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9Conciencia ecológica y bienestar en la infancia: Efectos de la relación con la Naturaleza

¿Es realmente necesario el contacto de los niños con la naturaleza? Desde la Psicología ambiental, sus autores pretenden dar respuesta a esta pregunta, analizando los efectos del contacto directo de los pequeños con la naturaleza. Cada vez son más los expertos que anuncian el trastorno por déficit de contacto con la naturaleza y sus consecuencias, y esta obra quiere promocionar el bienestar infantil y comportamiento proambiental.
Autor: Silvia Collado y José Antonio Corraliza. Editorial: CCS

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10Educación Y Cambio Ecosocial: Del yo interior al activismo ciudadano

El autor repasa los retos para una educación cultivadora de humanidad y ciudadanía ecosocial y presenta un nuevo proyecto educativo con el que se pregunta cómo se forma la personalidad de los jóvenes, centrándose en el cultivo de la interioridad, el activismo social y el desarrollo de estilos de vida alternativos. Además de preguntarse qué tipo de educación necesitamos en España, reflexiona sobre cómo es posible la transformación de los centros de enseñanza en centros de educación y defiende que sin la transformación de los profesores en educadores no se puede hacer nada.
Autor: Rafael Díaz-Salazar. Editorial: PPC

Fuente de la reseña: https://www.educaciontrespuntocero.com/libros/libros-educar-conciencia-ecologica/

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Vídeo de la NASA muestra cómo la Tierra se calienta aceleradamente

Redacción: Milenio

La agencia espacial afirma que 2019 fue el segundo año más caliente del que se tenga registro en el planeta, sólo después de 2016.

Aunque aún existen muchos escépticos sobre las consecuencias que sufrirá la Tierra a causa del calentamiento global, en la actualidad ya se registran afectaciones en los ecosistemas del planeta.

La NASA dio a conocer un estremecedor vídeo en el que muestra el incremento acelerado de las temperaturas en el mundo.

La agencia espacial afirmó que 2019 fue el segundo año más caliente del que se tenga registro en el planeta, sólo después de 2016, y que la Tierra alcanzó temperaturas de hasta 1.1 grados centígrados más que las registradas en la década anterior, lo que representa un panorama poco alentador.

En el vídeo se muestra la evolución de las temperaturas del planeta desde la década de 1880 hasta la actualidad, y observa cómo las corrientes de aire de la Tierra se han calentado aceleradamente de forma drástica.​

El calentamiento global ya ha provocado incendios a lo largo del planeta, el derretimiento de los glaciares y el incremento de problemas como sequías e inundaciones.

A continuación te mostramos el vídeo en el que la NASA muestra cómo la Tierra «arde» en la actualidad.

https://twitter.com/NASA_es/status/1217479078128898048

Fuente: https://www.milenio.com/ciencia-y-salud/nasa-apocaliptico-video-muestra-acelerado-calentamiento-global

 

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El mundo invisible de los gases también habita la escuela

Por: Carmelo Marcén

Oxígeno, dióxido de carbono, metano o, incluso, vapor de agua, están presentes en nuestra vida, en la naturaleza y, a pesar de que no los vemos, son fundamentales para la vida. Merecen un hueco en la escuela.

Cada día, en la escuela se habla mucho de la materia que no se ve en toda la vida pero que es importante para toda la vida. Primer mensaje educativo que se debe lanzar más de una vez: lo que no se ve también existe. Sabemos que mucha gente anda despistada con este asunto; incluso algunos libros de texto se olvidan de que la naturaleza o la vida corriente son algo más que objetos, rocas, animales, o plantas. Los gases son, a pesar de su relevancia, unos protagonistas olvidados o, como mínimo, poco queridos. Basta recordar el “gran evento de oxidación” que ocurrió en la marina Tierra hace unos 2.000 años.

Los gases que intervienen en la respiración son los primeros que se citan en la escuela, aparecen ya en los cuadernillos de los cursos de educación infantil. El nombre de esos gases ya tiene algo de misterio: oxígeno (que genera ácido desde tiempos de Lavoisier) y dióxido de carbono (ya está presente de manera natural en el aire aunque en proporciones mínimas, lo cual dificulta la comprensión de la importancia que le reconocemos, y tiene). En realidad, estos dos gases se entienden, simplificando en exceso, como el derecho y el revés del aire que necesitan los seres vivos; las personas también. Prueben a comprobarlo en su clase.

La escuela debe ocuparse de hacer presente una parte del relato de lo desconocido, que también es real. Acaso adornándolo de magia creativa; en otros momentos de leyenda interesada. Los gases, quién lo duda, son parte del transcurso de la vida real. Aunque la mayoría de las veces no se les ponga imagen, se sabe que son parte activa de la vida; por acción u omisión. El dióxido de carbono, una entelequia incomprensible para mucha gente, es un producto de las combustiones/oxidaciones, que son la vida misma. Lo supo encontrar con acierto Joseph Black bien avanzado el siglo XVIII. Por aquellos años, Carl W. Scheele (un gran descubridor de gases) y Joseph Priestley –avispados y concienzudos personajes que trabajaban en laboratorios científicos que hoy harían reír– eran capaces de aislar el oxígeno, ese gas omnipresente en nuestra vida a pesar de ser inodoro e insípido, pero que aviva todas las combustiones. ¿Quién no ha lanzado aire de forma mecánica o con lo boca para que algo ardiera mejor? Pregunten en clase.

El hecho de ventilar una habitación o una clase debe ser entendido como un deseo de cambio en la composición de los gases del aire confinado: unos salen y otros entran. Poco importa en la primeras edades ponerles nombre preciso o asignarles una fórmula, pero sí asociarlos a cualidad del aire para una mejor o peor respiración, algo ineludible de entender hasta por los más pequeños. Es un buen momento de desmontar un par de equívocos muy extendidos en la escuela. El uno dice que durante la noche las plantas respiran como el resto de los seres vivos, mientras que por el día lo hacen en sentido contrario: absorbiendo CO2 –ya tiene su misterio para los escolares pequeños verlo escrito siempre así– y liberando oxígeno. De ahí viene la leyenda negra de que no se puede dormir con una planta en la habitación pues envenena el aire; nada se dice de tener una persona al lado, de masa infinitamente mayor, durante toda la noche. El otro error pretende anular el papel benefactor de las plantas en la absorción de dióxido de carbono y la consiguientes oxigenación del aire –en la fotosíntesis– contrarrestado por su liberación de CO2 mientras respira –las 24 horas del día–. Todos sabemos que la proporción del absorbido puede llegar a ser cinco veces superior que el expulsado, según plantas, días y otros factores.

Respirar buen aire, libre de proporciones elevadas de determinados componentes que estropeen la porción del 21% de oxígeno del aire, esto va para los más mayores, mejora la calidad de vida. Por cierto, ya tiene misterio que en química se escriba siempre O2. Es ineludible hacer comprender al alumnado que en sus ciudades el aire no es todo lo bueno que debería ser, que nos enferma –algunos habrán tenido ya episodios de asmas o alergias–. Deben conocer que los coches, las calefacciones y algunas industrias liberan dióxido de carbono y otros productos dañinos. Ese CO2 tiene la manía de quedarse cerca de nosotros. Así lo respiramos o forma parte de la boina que impide que el calor se escape hacia arriba y no nos socarre. Ahora mismo, sus concentraciones en el aire respirado superan las 400 partes por millón (ppm); nunca había sido así. Si alguien tiene curiosidad, o las capacidades del alumnado permiten un trabajo especial y temporal en clase, se recomienda visitar la web del Global Carbon Atlas; trae unos mapas impactantes, como esos que hablan del pasado, presente y futuro del CO2. También sobre el metano (CH4), otro de los responsables de que el asunto del aire y el calentamiento global sea motivo de preocupación mundial.
Ante esos hechos constatados sólo cabe entrenar la verdad, aunque cueste verla. Para quienes tengan curiosidad por conocer la marcha del carbono en el mundo, el profesorado puede encontrar el acicate para trabajar el tema en clase, pueden mirar los artículos, los recursos educativos y las animaciones de la NASA en Global Climate Change. No vale el chiste malo que dice que mejor así, que las plantas, algas y cianobacterias, tendrán más y elaborarán mucha materia orgánica que nosotros aprovecharemos –en parte es cierto pues se ha comprobado que casi llegan a duplicar su absorción en los últimos años pero eso no soluciona la relación entre aumento de CO2 y cambio climático, que para la mayoría de los científicos es evidente–.

El dióxido de carbono es un gas ambiguo: benefactor y perjudicial. Se habla bien de él, cuando es utilizado por las plantas terrestres o acuáticas, por el fitoplancton, para generar materia orgánica en la fotosíntesis. Se habla muy mal, ahora a menudo, cuando se identifica como gas responsable del cambio climático, cuando todos conocemos que han sido las actividades humanas las que han aumentado sus proporciones naturales en el aire hasta convertirlo en el bicho malo. Por cierto, convendría citar también el vapor de agua, más conocido, o el metano. Este se podría asociar a los pedos de los herbívoros; más que nada por darle un poco de chispa a esa lección, aunque seguramente todos conocemos el potencial dañino del metano que esconden las tierras heladas o algunos fondos marinos que con eso del aumento de la temperatura global están listos para envenenarnos mucho más el aire que respiramos.

En fin, hablar del CO2 no contamina, por ahora; ignorarlo es un síntoma de escasa sabiduría, en la vida y en la escuela, que puede llevarnos a serias enfermedades personales y colectivas. Abramos una vez más las ventanas de nuestra clase para mirar hacia el mundo real, ahora tan de moda con eso de la Cumbre del Clima Chile-Madrid. Eso sí, si no estamos cerca de una vía urbana con un tráfico horroroso.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2020/01/17/el-mundo-invisible-de-los-gases-tambien-habita-la-escuela/

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Un clima enrarecido: ciencia y política del calentamiento global

Por: Manuel Arias Maldonado

Recurrir al discurso apocalíptico o usar el calentamiento global para resucitar viejas pasiones ideológicas puede alimentar la polarización y el extremismo político. El peligro es alienar a una parte de la ciudadanía y debilitar la base científica del debate público.

Ahora que los medios de comunicación han aumentado su cobertura de los fenómenos climáticos, recurriendo con ello al sensacionalismo que les es inherente, resulta habitual encontrarse una anotación que informa de los precedentes del suceso meteorológico en cuestión. Así, por ejemplo, las inundaciones que anegaron las calles de Venecia el pasado otoño fueron “las más graves desde 1966”. Esta contextualización lleva siempre a algún lector a preguntarse qué hay entonces de novedoso en el calentamiento global: si lo que pasa ahora ya pasó, entonces ¿por qué habríamos de abrazar la idea de que nos enfrentamos a una “emergencia climática” que requiere de la urgente y radical transformación de nuestras sociedades?

Se trata de un interrogante legítimo. Al menos si tenemos en cuenta que se demanda del ciudadano que deje su coche en el garaje, abandone el consumo de carne, renuncie a los viajes en avión y se piense mucho si tener o no descendencia. Semejante maximalismo es menos un efecto directo de los hallazgos científicos que una estrategia comunicativa de los actores políticos y sociales: quien pide lo más, parece razonarse, puede conseguir lo menos. Cabría así pensar que los movimientos que llaman a evitar la desaparición de la especie hacen un flaco favor a la ciencia del clima: esta no ha dicho en ninguna parte que el ser humano vaya a extinguirse por efecto del calentamiento global. Sin embargo, los planteamientos moderados no reciben ninguna atención o solo la reciben una vez que el radicalismo se ha abierto hueco a codazos en la esfera pública. Y aquí reside la paradoja de la ciencia climática, que se hace visible gracias a un activismo político que por el camino desnaturaliza sus contenidos al exagerar sus implicaciones.

Se ha sugerido que el escepticismo de una parte del público responde a factores políticos y comunicativos. Por un lado, la industria energética y los think tanks conservadores habrían lanzado una ofensiva pública contra la ciencia del clima que se apoya en las tesis posmodernas sobre la construcción social de la ciencia y la imposibilidad de discernir la verdad objetiva de las cosas. Por su parte, los medios de comunicación habrían prestigiado el negacionismo –convirtiéndolo en escepticismo– al proporcionarle un espacio informativo que no guarda equivalencia con su escasa relevancia en el mundo académico e investigador. Se habría creado así la falsa impresión de que la ciencia climática es débil o se encuentra dividida a partes iguales entre defensores y detractores de la teoría del cambio climático antropogénico. Y no es el caso: la gran mayoría de los investigadores del clima sostienen la hipótesis de que el clima terrestre se ha calentado debido a la acción humana. No es una cuestión de fe, sino de evidencia disponible.

¿O sí lo es? Es aquí donde tropezamos con una dificultad epistémica que se refiere a la naturaleza misma del empeño científico y a su relación con la realidad: ¿cómo sabemos lo que sabemos acerca del mundo y qué grado de certidumbre posee ese conocimiento? La dificultad se ve agravada en el caso de la ciencia del clima, pues su objeto solo existe gracias al funcionamiento de una densa red de satélites, modelos informáticos y estaciones meteorológicas. Esta “vasta maquinaria” –como la llama el historiador Paul Edwards– proporciona los datos necesarios para generar las simulaciones que nos permiten conocer el funcionamiento del clima terrestre: sin modelos no hay datos. Para los escépticos, esto no es ciencia tradicional sino una novedad disciplinar todavía en su fase infantil. Pero es conveniente distinguir: una cosa es la medición y observación del sistema climático global, que solo puede realizarse mediante herramientas de esta índole, y otra bien distinta la producción de escenarios de futuro mediante el procesamiento de los datos así compilados. Y ningún científico digno de tal nombre negará que la predicción del comportamiento futuro del clima está afectada por un conjunto nada despreciable de incertidumbres. Así que el problema radica en las prescripciones morales o políticas que se deducen de tales escenarios de futuro.

Se nos plantean aquí dos preguntas de raigambre kantiana: ¿qué puedo saber? y ¿qué debo hacer? O sea: ¿qué relación ha de establecerse entre lo que puedo saber y lo que debo hacer? Dicho todavía de otra manera: ¿qué tipo de conocimiento científico sobre el clima es posible alcanzar y qué prescripciones normativas pueden derivarse del mismo? Son cuestiones distintas: la ciencia aspira a un conocimiento objetivo de la realidad y la reflexión normativa quiere proveernos de razones para actuar de un modo u otro. El dibujo se complica cuando introducimos la política, pues esta se encarga de elegir cursos de acción colectivos que a todos obligan con independencia de sus convicciones morales y sin que pueda trazarse una línea recta entre descripciones científicas y decisiones políticas. Es tarea de la ciencia informar a los decisores políticos y es obligación de estos atender a lo que dice la ciencia, pero ninguna debe ocupar el lugar de la otra: la política no es una ciencia y la ciencia no debería hacer política.

A la pregunta de qué puedo saber cabe responder diciendo que el método científico garantiza la posibilidad de generar un conocimiento robusto del mundo natural. Medir la temperatura del planeta o estudiar el funcionamiento del ciclo de carbono genera resultados –en forma de datos o teorías– que no pueden reducirse a la condición de “constructos humanos”. Son, por supuesto, representaciones: ¿cómo podrían dejar de serlo? Pero no se trata de fantasías colectivas; se refieren a un mundo que está “ahí fuera”. Ya que, por decirlo de nuevo con Kant, la experiencia humana del objeto no es la misma cosa que el objeto: el objeto existe y podemos acceder a él de manera imperfecta, esto es, del modo en que nos lo permiten nuestras herramientas perceptivas. Y esto vale, mutatis mutandis, para la mesa en la que escribo y para el clima planetario.

Ni qué decir tiene que se trata de un asunto controvertido. En las últimas décadas, la sociología del conocimiento científico se ha esforzado por combatir la simplificación que nos presentaba la ciencia como una actividad libre de sesgos ideológicos o influencias sociales y dedicada heroicamente a alcanzar una verdad indisputable sobre el mundo natural. Pero no son pocos los que temen que semejante énfasis en la dimensión sociocultural de la ciencia la prive de sus privilegios epistémicos: si redujéramos la ciencia a la condición de un discurso que no vale más que otros, ¿no nos quedaríamos a oscuras? Igual que hizo la industria del tabaco en su momento, el negacionismo climático se apoya en esta caracterización para rechazar que las tesis sobre el calentamiento global puedan ser “objetivas”.

Sucede que puede defenderse una concepción de la ciencia que evite las trampas del esencialismo sin renunciar por ello a la idea de que existe una realidad independiente del ser humano y cognoscible por él. Ahí se sitúa el “realismo modesto” del filósofo Philip Kitcher, que acepta la premisa de que no hay certezas absolutas y concluye que las verdades científicas solo pueden sostenerse si se asume que podrían ser sustituidas por otras en el futuro. ¡No hay teorías “verdaderas”, sino teorías que no han podido ser refutadas! En una línea similar, el también filósofo Ilkka Niiniluoto ha defendido un “realismo crítico” que admite la falibilidad de las teorías científicas y sin embargo subraya que las teorías exitosas están más cerca de la verdad. Esto quizá nos parezca poco, pero es mucho. Porque mientras se mantengan en vigor estas teorías nos proporcionan un conocimiento del mundo que puede ser validado sin que los juicios de valor hayan de jugar forzosamente un papel en el correspondiente proceso de descubrimiento.

Nada de esto elimina la cualidad social de la ciencia: el laboratorio no es un lugar sellado. Es así necesario tener presente que los hechos científicos llegan hasta nosotros atravesando un proceso de filtrado en el que los valores de los científicos desempeñan un papel. Y es que no todos los elementos del “mundo exterior” reciben la misma atención por parte de la ciencia: unos concentran recursos y otros se dejan a un lado. Esto sucede por razones diversas que van desde las prioridades presupuestarias a las tradiciones epistémicas o los intereses personales de los investigadores. Pese a lo cual, la idiosincrasia del método científico permite abrazar un realismo modesto: hemos de confiar en la capacidad del sistema investigador para producir conocimiento válido sobre el mundo. De ser posible, sin convertir esa confianza en una fe religiosa o una ideología secular.

Podemos diferenciar entre distintos tipos de afirmaciones científicas sobre el mundo natural, incluido el sistema climático. De una parte están las afirmaciones factuales que derivan de observaciones, mediciones o comparaciones: cuál es la temperatura media en un periodo dado, cuánto CO2 absorben los océanos, qué masa forestal contiene el planeta. De otra, las teorías científicas sobre el funcionamiento de un sistema natural y su interacción con los demás. Tales teorías pueden ser hipótesis pendientes de validación o convertirse en teorías validadas por la comunidad científica. Hay que hacer notar que estas distinciones son aplicables también a la ciencia social empírica, que también realiza afirmaciones factuales y produce asimismo teorías e hipótesis. Son los teóricos políticos y demás investigadores normativos los que no pueden “validar” sus argumentos a la manera de la ciencia positiva. Su contribución consiste en ofrecer explicaciones acerca de la índole de las relaciones socionaturales y reflexionar acerca de su significado, así como discernir las prescripciones que de ahí puedan extraerse.

Desde este punto de vista, la hipótesis del cambio climático antropogénico es ya una teoría robusta que cuenta con suficiente consenso científico tras un largo proceso de validación. Pero es evidente que el debate sobre lo que debamos hacer estará condicionado no por lo que sabemos, sino por lo que creamos saber sobre el calentamiento global. ¡No es lo mismo! Y en este punto será fácil que sustituyamos el modesto realismo por la arrogancia tajante, perdiendo de vista la diferencia entre observaciones y prospecciones. No digamos ya si entran en juego el conflicto ideológico, la persuasión democrática de masas o la complejidad geopolítica: la prudencia del científico se verá así progresivamente reemplazada por el desafuero del activista o el oportunismo del actor político. Esto no tiene por qué ser negativo, pero puede serlo.

No debe olvidarse tampoco que los propios científicos también operan en la esfera pública, realizando afirmaciones normativas –sobre lo que debemos hacer– reforzadas por el prestigio social de la ciencia. Y no puede negárseles la facultad de intervenir en el debate, pues nadie tiene el monopolio de los mandatos morales o las soluciones políticas. Pero, dado que los científicos no pueden imponer las interpretaciones de sus propios hallazgos, lo deseable será que se limiten a formular alternativas de política pública o comuniquen al público los riesgos que se derivan de sus observaciones. Por su parte, ni los científicos sociales ni los ciudadanos deberían discutir teorías científicas validadas como si fueran meras opiniones o discursos, a riesgo de terminar subordinando los hechos a la ideología y generar con ello una política de la posverdad que nos priva de cualquier suelo firme. Aunque siempre se podrá cuestionar a un científico recurriendo a lo que dice otro, distinguiendo, si es posible, entre la solidez relativa de las afirmaciones de cada uno de ellos.

Va quedando así claro que la relación entre lo que puedo saber y lo que debo hacer está plagada de ambigüedades. En primer lugar, porque no podemos saberlo todo: la constatación de que se ha producido un calentamiento global de origen antropogénico no nos dice todo lo que querríamos saber sobre el funcionamiento del clima ni despeja la incertidumbre acerca de su evolución ulterior. Disponer de simulaciones informáticas que describen posibles escenarios de futuro, herramienta habitual del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, puede hacernos perder de vista que su precisión es limitada. Los modelos describen posibilidades más que probabilidades, incluyendo a menudo hipótesis sin validar; pensemos en el papel de las nubes o en la imposibilidad de saber de qué manera se comportará el trópico si la temperatura sigue aumentando. No en vano, la ciencia climática se inscribe en lo que Funtowicz y Ravetz denominan “ciencia posnormal”, que es aquella que se enfrenta a problemas endiablados en los que la interacción socionatural juega un papel decisivo y se reclaman decisiones urgentes en presencia de escenarios inciertos.

Pero si la incertidumbre es inevitable, ¿no habrá que tenerla en cuenta cuando discutamos acerca de lo que debemos hacer? Sería lo deseable. Eso no implica que hayamos de descartar las peores consecuencias del calentamiento global; basta con que no las demos por ciertas. Sin embargo, la clave del asunto estriba en que no existe una relación unívoca entre lo que podemos saber y lo que debemos hacer. Y ello por la sencilla razón de que los hechos observables (en este caso, el calentamiento antropogénico) nunca determinan sus propias consecuencias morales o políticas. Tal como ha sugerido Bruno Latour, hay descripciones científicas que nos impelen a actuar políticamente: incorporan un mandato práctico debido a la índole de lo que comunican. De ahí que los negacionistas pongan tanto empeño en desacreditar el hecho del calentamiento o nieguen su vínculo con la actividad humana: reconocida esa relación de causalidad, la pasividad es inconcebible.

Ahora bien: que los hallazgos científicos sobre el calentamiento global nos obliguen a hacer algo no nos dice qué debemos hacer. Para ser más precisos: si deseamos evitar el riesgo de desestabilización del sistema climático, habremos de reducir la cantidad de CO2 que se concentra en la atmósfera. Lo que pasa es que la ciencia no nos dice a qué ritmo debe realizarse esa reducción ni por qué medios: se trata de un objetivo general que puede alcanzarse de distintas maneras. Así que quien recurre al discurso apocalíptico con propósitos movilizadores o utiliza el calentamiento global para reverdecer viejas pasiones ideológicas se arriesga –quizá a sabiendas– a incrementar la polarización y el extremismo, alienando a una parte de la ciudadanía y debilitando la base científica del debate público. Tal vez no sepamos hacerlo mejor: la razón humana, como demuestra el culto mesiánico a Greta Thunberg, también conoce desbordamientos frecuentes. Pero bien podríamos intentarlo. ~

Fuente: https://www.letraslibres.com/mexico/revista/un-clima-enrarecido-ciencia-y-politica-del-calentamiento-global

 

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“Educar es impregnar de sentido todo lo que hacemos en cada momento”

Por: Leonardo Boff

Aparte de los grandes empresarios que aplauden calurosamente al ministro Paulo Guedes porque ganan con la crisis, es repudiable el balance de 2019 desde la perspectiva de las víctimas de los ajustes fiscales, de aquellos que perdieron derechos en la reforma de pensiones y de los resistentes.

El imperio de la impostura se ha establecido aquí. Un presidente que debería dar ejemplo al pueblo de las virtudes que todo gobernante debe tener, realiza actos brutales que, en lenguaje religioso, bien entendido por él, son verdaderos pecados mortales. Para la moral cristiana más tradicional es un pecado mortal calumniar a ciertas ONGs, así como al actor Leonardo di Caprio, culpándolos de fomentar los incendios en el Amazonas o difamar al reconocido pedagogo Paulo Freire y al científico Ricardo Galvão o de mentir incesantemente a través de noticias falsas y alimentar el odio y el rencor contra la homoafección,  la comunidad LGBTI, indígenas, quilombolas, mujeres y nordestinos. La lentitud del juicio de la masacre de Brumadinho-MG y Mariana-MG está demostrando la insensibilidad de las autoridades. Algo similar ocurrió con el derrame de petróleo ignoto (?) en 300 playas de 100 municipios del Nordeste.

No le corresponde a nadie juzgar su intención subjetiva. Eso es asunto de Dios. Pero nos corresponde juzgar los hechos y actos, por lo tanto, las realidades objetivas y concretas para las que nos corresponde un juicio ético y teológico. Esta actitud inmoral ha sido entendida por muchos como carta blanca para deforestar aún más, para asesinar a los líderes indígenas y para que la policía se vuelva más violenta, hasta asesina.

Vivimos bajo el imperio de la impostura en el ámbito nacional e internacional. El psicoanalista francés Roland Gori escribió un libro instigador «La fabrique des imposteurs» (París 2013). Para él, el impostor es el que prefiere los medios a los fines, el que niega las verdades científicas, el que distorsiona la realidad solar, el que no se rige por valores porque sólo es un oportunista, el que afirma algo y luego lo niega según su conveniencia, el que practica el arte de engañar a las personas en lugar de emanciparlas mediante el pensamiento crítico, el que desprecia el cuidado del medio ambiente, el que va más allá de las leyes, el que culpa a los pobres y el que no muestra ni amor ni piedad.

Lo que he transcrito aquí está referido en el libro «La fabrique des imposteurs» y representa un retrato de la atmósfera de la impostura que reina en las más altas instancias políticas de Brasil.

Las medidas contra la educación, la salud, la ciencia, el medio ambiente y los derechos humanos son la más despiadada impostura contra todo lo que se ha construido positivamente en las últimas décadas. Estamos siendo conducidos a una etapa regresiva, anterior a la Ilustración, en una mentalidad fundamentalista con sesgo fascista.

Quizás el acto más humillante para nosotros fue el gesto explícito de vasallaje del actual gobernante al presidente de los Estados Unidos, ofreciéndole lo que podía sin recibir nada a cambio. Fue risible y ridículo cuando, en una recepción para jefes de estado, Trump le dice «I love you» y recibe sólo 17 segundos de atención.

La impostura arrasa enérgicamente, en primer lugar en los Estados Unidos, donde el Presidente Trump, como dice Paul Krugman (Premio Nobel de Economía), es un peligro para la humanidad. Miente hasta más no poder y se justifica diciendo que son «verdades alternativas». La misma impostura se produce en los países ultraliberales donde el pueblo se rebela como en Chile, Ecuador, Colombia, culminando en un golpe de estado contra la población indígena y su representante en Bolivia, arrojando al pueblo al hambre y a la desesperación.

La impostura peligrosa ocurrió en la COP25 de Madrid que contra todas las evidencias y datos científicos prevalecieron los negadores del calentamiento global, Brasil incluido. Contra ellos, el informe final recoge la advertencia de la ONU: «Si no hacemos nada, al final del siglo, la temperatura puede aumentar de 4 a 5 grados». Con estos niveles, la vida tal como la conocemos no sobrevivirá. Será un verdadero Armagedón ecológico. Nuestra especie estará en peligro.

A pesar de esta atmósfera tenebrosa, es justo celebrar la liberación de Lula, víctima de la «guerra jurídica», instrumento de persecución política con el fin de retenerlo. Lo que ocurrió.

Termino con las duras palabras del Premio Nobel de Medicina de 1974, Christian de Duve: «La perspectiva no sólo es preocupante: es aterradora. Si no podemos contener el crecimiento de la población (podría decir el calentamiento global) racionalmente, la selección natural lo hará por nosotros de manera irracional, a costa de una privación sin precedentes y de un daño irreparable al medio ambiente. Tal es la lección que nos ofrecen cuatro mil millones de años de historia de la vida en la Tierra» (Polvo Vital 1997,369).

El Papa Francisco lo subrayó en su encíclica ecológica: «las predicciones catastróficas no pueden ser miradas con desprecio e ironía»  (n. 161). La impostura nos hace sordos a estos clamores. Debido a esto, el destino humano difícilmente escapará de una tragedia.

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2020/01/educar-es-impregnar-de-sentido-todo-lo-que-hacemos-en-cada-momento/

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India ante la Crisis del Clima

Asia/India/29-09-2019/ Autor y Fuente: Prensa Latina
Por: Prensa Latina
Cerca de 600 millones de personas en la llanura del Indo-Ganges están afectadas por el calentamiento global, con las temperaturas medias del planeta un grado Celsio por encima del promedio desde que comenzaron los registros en 1850.
En una verdadera crisis, el cambio climático provoca el derretimiento de los glaciares del Himalaya, amenazando el flujo constante de agua hacia el Ganges y sus afluentes.

Cerca de 148 millones de indios viven en zonas que son ‘puntos calientes severos’ del cambio climático y son testigos del aumento de los fenómenos extremos de inundaciones y olas de calor. La amenaza a la seguridad hídrica también podría ampliar aún más la desigualdad en la India.

El impacto del cambio climático se siente ya en toda la segunda nación más poblada de la Tierra, con cambios en el monzón y las temperaturas.

Las lluvias extremas en el centro del país surasiático se triplicaron entre 1950 y 2015, según un estudio de 2017. Junto con estas fuertes lluvias, la frecuencia de los períodos secos en los que las precipitaciones son escasas o nulas también aumentan.

‘Hemos vinculado claramente estos cambios con el aumento de la temperatura en el mar Arábigo’, dijo Roxy Matthew Koll, científico climático del Instituto Indio de Meteorología Tropical de Pune al portal India Spend. En general, las temperaturas suben en todo el océano Índico.

Con el calentamiento global se incrementan las temperaturas de la superficie de la tierra y del agua. A medida que la temperatura del océano aumenta, hay más humedad disponible para que los vientos monzónicos la transporten, provocando fluctuaciones a gran escala en el monzón indio, dijo Koll.

Otras razones son la rápida urbanización y factores globales, como el efecto El Niño, que provoca cambios en los patrones de las precipitaciones, y los ciclones, que están aumentando en intensidad, haciendo más vulnerable a la India ante los extremos climáticos.

Este verano, cerca del 65 por ciento de los indios se vieron afectados por una ola de calor. Julio de 2019 fue el más caluroso de todos los registrados en el mundo.

Por otra parte, en 2018 el 76,42 por ciento de la electricidad de la India provenía de carbón altamente contaminante, según el Ministerio de Energía. Las energías renovables crecen pero sólo suministran una vigésima parte de la electricidad del país.

Buena parte de esa electricidad proviene del carbón altamente contaminante, y sólo el 6,60 por ciento de las energías renovables.

Fuente e imagen: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=306593&SEO=india-ante-la-crisis-del-clima
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