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Entrevista a Andreas Malm: «Nuestra lucha es la de una fuerza contra otra, no la del conocimiento contra la ignorancia»

Andreas Malm (Mölndal, Suecia, 1977) se ha convertido en uno de los pensadores con más visibilidad dentro del ecosocialismo, también en el estado español, con dos libros aparecidos en apenas unas semanas y otros más que están por venir.

Desde que publicara Capital fósil, recientemente traducido al castellano, su preeminencia no ha dejado de crecer, en parte debido a la claridad y el vigor de su manera de escribir, pero sobre todo gracias a la contundencia (incluso la brutalidad) de sus análisis y propuestas. La editorial Errata Naturae ha publicado hace poco uno de los últimos libros del autor sueco, El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, en el que, inspirándose en cómo los bolcheviques lidiaron con una situación catastrófica de varias dimensiones (social, política, económica, bélica, energética…) durante el fin de la primera guerra mundial, la revolución de octubre y la guerra civil rusa, propone retomar la noción de comunismo de guerra y poner en marcha un leninismo ecológico que nos permita salir de la actual crisis ecosocial global, la cual se está manifestando también en múltiples niveles: pandemia, emergencia climática y desigualdades sociales rampantes a escala planetaria. Para ello, Malm pone sobre la mesa la necesidad de apropiarnos de todos los recursos materiales y sociales a nuestro alcance, utilizarlos para recuperar el ímpetu comunista de salvación y redirigir esta crisis contra sus causas y, especialmente, contra sus causantes. Hemos tenido la oportunidad de entrevistar al autor en torno a estas propuestas, sus complicaciones y sus posibilidades.

Aunque a primera vista podría parecer que el cambio climático y la crisis del COVID-19 presentan profundas similitudes debido a sus implicaciones globales y de urgencia, en tu libro subrayas las muchas diferencias que hay entre ellos. Pese a que no existían muchas pruebas científicas acerca del COVID-19 ni análisis políticos sobre las posibles soluciones, muchos gobiernos aplicaron medidas rápidas y drásticas sin demasiado debate político. En el caso del cambio climático, tras décadas de investigación disponemos de una cantidad abrumadora de pruebas sobre sus causas y sobre qué hacer, pero en este momento las medidas que es necesario aplicar parecen políticamente irrealizables. ¿Qué crees que puede aprender el movimiento climático de esta aparente paradoja y de la relativa importancia que tiene la «verdad científica» si no está vinculada a la importancia del poder?

Esta es una muy buena pregunta, porque señala una lección que al movimiento climático se le debería quedar grabada a fuego después de este año: el progreso no deriva del conocimiento, deriva del poder y del equilibrio de fuerzas. Parece haber una relación inversa entre las acciones más relevantes y la cantidad de conocimiento que las acompaña; como sugerís, la sobreabundancia de pruebas científicas sobre el calentamiento global viene acompañada por una actitud de pasividad, mientras que las acciones más dramáticas para combatir el COVID-19 (se llegó al punto de dejar en suspenso economías enteras) emergen de una base con una comprensión muy rudimentaria acerca de la pandemia. Por lo tanto, el movimiento por el clima ya no puede simplemente seguir pidiendo a los políticos que presten atención y «escuchen a los científicos», un enunciado repetido por gente como Greta Thunberg. Si bien esa postura tiene, por supuesto, muy buenas intenciones, está pasando por alto lo que es la clave del asunto: los políticos se alinean con las posturas científicas solo si los intereses de la clase dominante, responsable de la destrucción que ahora mismo está en marcha, son sobrepasados y derrotados o si estos no aparecen siquiera cuestionados. La pregunta que el movimiento debería hacerse es más bien esta: «¿Cómo construimos el músculo social necesario para obligar a los estados a hacer lo que hace falta?». No tanto «¿por qué no escucháis a la ciencia?» sino «¿cómo forzamos a los gobiernos, tan plegados hasta ahora al capital fósil que han ignorado la montaña inmensa de pruebas científicas, para que empiecen a actuar?». En otras palabras, ¿cómo rompemos los lazos que los unen al capital fósil y los ponemos a funcionar como aparatos que apliquen una transición ecológica? Lo que yo creo, por supuesto, es que esta transición no puede tener lugar sin que los estados se encarguen de ella, pero nunca va a suceder si son los estados los que tienen que tomar la iniciativa: el principal motor serán las fuerzas situadas fuera del estado, fuerzas populares, dentro del movimiento climático y aliado con él, que hagan que los gobiernos se comporten de manera distinta a como lo han venido haciendo hasta ahora. No estoy diciendo que el movimiento (incluida Thunberg y sus cuadros) no hayan intentado lograr precisamente esto; probablemente la generación de 2018-2019 se ha acercado más que ninguna otra dentro de la historia del movimiento a encarnar este papel. Pero tenemos que pensar en nuestra lucha como la de una fuerza contra otra más que como la del conocimiento contra la ignorancia. Porque la política no viene determinada por la presencia de la verdad científica; desde luego, esta es una lección que sacar de la comparación entre la crisis del coronavirus y la crisis climática.

Afirmas que la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes de la zoonosis, las pandemias y el cambio climático. ¿Qué podrían hacer los países del norte global para frenar esta destrucción y comenzar a restaurar ecosistemas situados más allá de sus fronteras? ¿Está sucediendo esto de algún modo que nos pueda resultar visible?

Lo primero sería tomar el control público de las cadenas de suministro que llegan a zonas tropicales de tala masiva de árboles. Los estados del norte global deberían dejar de aplicar su capacidad de orden, mando y mapeo sobre la ciudadanía (y, añadiría, sobre la gente migrante) y empezar a hacerlo sobre las compañías que sacan sus mercancías de pastizales y plantaciones y minas y cultivos situados donde hasta hace poco se alzaban bosques. Que esto se puede hacer es evidente, no hay ningún obstáculo técnico. Pero no estamos viendo nada que se le parezca; de hecho, a estas alturas de 2020 solo hemos visto lo contrario: una deforestación acelerada de las áreas tropicales más sensibles del planeta. Las carreteras penetran tanto en las selvas tropicales del Amazonas, del centro de África y del Sudeste Asiático que la integridad de estos ecosistemas se halla en peligro inminente. La devastación del interior del Amazonas llegó este verano a un punto de intensidad nuevo, cuando hubo empresarios que se adentraron en la región para incendiar bosques enteros, al tiempo que el gobierno de Indonesia decidía abrir sus selvas a la inversión extranjera, sin límite alguno a la tala. Y todo eso en mitad de una pandemia, cuando cabría pensar que los estados se lo iban a pensar dos veces antes de dar alas a una mayor destrucción forestal. Porque lo cierto es que la ciencia es tremendamente clara acerca del hecho de que la deforestación es el principal desencadenante de la zoonosis. Cuando las carreteras se abren paso a través de los bosques, los patógenos que habitan en ellos entran en contacto con los seres humanos; cuando se talan bosques enteros, los portadores (como los murciélagos, que portan los coronavirus) se ven obligados a irse a otro lugar. Es aquí donde el contraste entre el coronavirus y el cambio climático se esfuma: es precisamente allí donde se ven involucradas las principales entidades de acumulación de capital donde los estados no han estado preparados para llevar a cabo ningún movimiento contra las causas de la pandemia. En su lugar, lo que hemos visto este año ha sido cómo se echa más gasolina al fuego de la fiebre global: más deforestación, lo que ha causado el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas, junto a una mayor quema de combustibles fósiles. Todos los pasos se están dando en la dirección equivocada.

En «El murciélago y el capital» hay una idea que aparece con frecuencia y que nos resulta interesante: no solo la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes tanto de las pandemias como del cambio climático, sino que también es muy importante en este sentido la mercantilización y subsunción de la vida animal a los circuitos del capital. Llegas incluso a proponer, de manera bastante provocativa, que deberíamos alcanzar un «veganismo global obligatorio». En este sentido, ¿crees que el antiespecismo, que ahora mismo en la práctica parece estar políticamente separado de la lucha ecologista, podría tener un papel relevante en la lucha contra el cambio climático y viceversa?

Eso creo, sí. El «veganismo global obligatorio» es, por supuesto, una provocación. No tengo ninguna intención de prohibir el consumo de carne al pueblo sami o a comunidades del Amazonas con las que no se ha establecido ningún contacto. Pero sí que creo que la generalización del veganismo sería un fin deseable dentro de la transición que necesariamente tiene que hacer en su dieta el norte global rico; eso para empezar. Nuestras metrópolis no pueden seguir cebándose gracias a las preciadas tierras que hay por todo el planeta. Lo que hace falta es utilizar la tierra para otros fines que no son ni la producción de carne ni la de lácteos; especialmente se deben dedicar a la resilvestración y la reforestación, que permitirán absorber CO2 y estabilizar el clima. Estamos alcanzando un punto en el que el interés de la humanidad por su propia supervivencia (y debemos suponer que existe tal interés, al menos más allá de las clases dominantes, de la extrema derecha y demás gente que parece poseída por una arrebatadora pulsión de muerte) se está alineando de manera objetiva con la de otras especies. Lo que quiero decir es lo siguiente: la crisis de biodiversidad ahora mismo se ha vuelto también peligrosa para los seres humanos. El COVID-19 es la primera manifestación épica de esta respuesta. Lo que ha sucedido hace poco en la granja de visones en Dinamarca nos ha puesto ante los ojos de nuevo el mismo asunto: al tener enjaulados a quince millones de criaturas, la industria danesa de visones (que es la más grande del mundo, pues produce abrigos de piel y productos de pestañas falsas para un segmento de consumidores espantosamente rico) generó las condiciones perfectas para que el Sars-Cov-2 saltase de nuevo a organismos animales, mutase y volviese otra vez a los seres humanos de una forma potencialmente desastrosa. Por tanto, el estado danés ahora está liquidando esa industria. Esto es algo que, por supuesto, los y las activistas por los derechos de los animales han estado exigiendo desde hace una eternidad por compasión hacia los visones, que necesitan deambular y nadar y andar escarbando; para estas criaturas, la vida en una jaula es de un terror abyecto. Y ahora finalmente se ha convertido en una fuente de terror también para los seres humanos. En el mismo espíritu, el cambio de la comida de origen animal a la de origen vegetal en nuestra dieta debería estar motivado por un interés humano por nosotros mismos. Por decirlo de algún modo, el antiespecismo se convierte así en un abandono con base antropocéntrica del reino animal.

En tu libro hay una parte en la que hablas de algo que para mucha gente de izquierdas no es fácil de asumir: la necesidad de hacer cesiones, un asunto que incluso los bolcheviques tuvieron que afrontar y que se vuelve aún más inevitable cuando apenas disponemos de fuerza política y queremos empezar a crecer, que es lo que sucede actualmente. ¿Cómo podríamos combinar esta necesidad con la de empezar a ver cambios drásticos de manera inmediata? ¿Cómo puede el movimiento climático empezar a levantarse a partir de esta idea de un diálogo entre reforma y revolución, y no solo a partir de la oposición negativa entre reforma revolución?

A mí, que vengo del movimiento trotskista, la conceptualización que más me atrae de la relación entre reforma y revolución sigue siendo la idea de «reivindicaciones transitorias»: se elevan reivindicaciones que articulan intereses materiales inmediatos de los grupos subalternos, pero ello, precisamente por esta razón, entra en conflicto con el statu quo y acaba apuntando aún más allá. Las reivindicaciones más básicas por una transición climática tienen esta forma. La abolición total de aquello que normalmente denominamos «industria de combustibles fósiles» (las compañías que extraen sus beneficios directamente de la producción de petróleo, gas y carbón) es una reivindicación de mínimos para lograr la estabilización del clima. Toda aquella persona que tenga cierta idea sobre la crisis climática sabe también que esas empresas no pueden seguir existiendo en cuanto tales. Deben ser apartadas de la economía de manera inmediata y para siempre. Sin embargo, eso abriría un agujero enorme en el tejido del capitalismo tal cual existe actualmente y no sabemos qué puede surgir al otro lado; perfectamente podría ser alguna versión de una sociedad poscapitalista. No obstante, es importante no poner el carro delante de los bueyes. No se arranca diciendo «acabemos con el capitalismo», esa no es la lógica de las reivindicaciones transitorias. Uno empieza exigiendo lo que es necesario ahora y luego sigue la dinámica social de esa demanda allí donde le lleve. Por poner un caso un poco más concreto, pensemos en un país del que rara vez se habla en este contexto: Francia. La empresa privada más grande del país es Total, una de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo. Como cualquier otra empresa del sector, ahora mismo está planeando una expansión de su producción para la década actual, la misma en la que las emisiones se deben reducir a la mitad a nivel mundial si queremos conservar alguna posibilidad de tener un calentamiento global que esté por debajo de 1,5 ºC. Evidentemente, Total tiene que dejar de existir. La manera más obvia de lograr que eso suceda sería nacionalizar la compañía y poner fin a toda su producción de petróleo y gas (y yo añadiría que habría que convertirla en una entidad dedicada a absorber CO2 de la atmósfera en lugar de a emitirlo). Es también evidente que el estado francés no está pensando hacer esto ni nada que se le parezca. Al contrario, el presidente Macron respalda los planes que tiene Total de irse al Ártico a hacer perforaciones en busca de más petróleo, y lo hace en el mismo momento en el que hay científicos informándonos de que el calentamiento en el Ártico se está dando a tal velocidad que los depósitos de hidrato de metano ubicados en el fondo del mar se están activando, filtrando así a la atmósfera este gas de efecto invernadero ultrapotente, uno de los mecanismos de retroalimentación más temidos y peligrosos del sistema climático. Pero imaginemos que el estado francés, sometido a algún tipo de presión de masas, de hecho socializase Total y se la quedase. ¿Sería eso compatible con el capitalismo tal cual lo conocemos en Francia o apuntaría, de manera más o menos inevitable, a un lugar situado más allá del statu quo? Esa es la lógica de las reivindicaciones transitorias en la crisis climática: trascienden la oposición binaria entre reforma y revolución. Y, en este momento de emergencia, lo cierto es que no podemos permitirnos quedarnos atascados en ningún tipo de insistencia purista en ninguna de las dos. Sencillamente hay que hacer lo hay que hacer.

Dentro del mismo marco de reforma revolución, en el libro sugieres que incluso los revolucionarios más radicales del siglo veinte tuvieron que mantener cierta continuidad con el antiguo régimen debido a las circunstancias extremas que estaban afrontando. Las nuestras no solo son extremas, sino que además nos dan muy poco tiempo para reaccionar. ¿Crees que deberíamos hacernos a la idea de que los cambios políticos más importantes de la próxima década para superar lo peor del cambio climático se darán dentro del antiguo régimen capitalista? ¿O esta es la receta perfecta para el desastre y el derrotismo?

Retomo la respuesta a la pregunta anterior: no podemos aceptar el capitalismo como un marco del que no podemos escapar y en el que tenemos que permanecer mientras resolvemos el problema del clima. No obstante, tampoco podemos decir que solo acabando primero con el capitalismo vamos a poder abordar el asunto del clima. Eso es una bobada. La lógica de la reivindicaciones transitorias, a riesgo de repetirme, es la de insistir en las políticas que resulten más evidentes (pensemos en la petición de paz en Rusia en 1917) y después, dado que estas políticas solo pueden ser llevadas a cabo a través de la confrontación con las clases dominantes, o al menos con fracciones de la clase dominante, prepararnos para ir más allá de su gobierno, si es eso lo que hace falta. La transición climática es un viaje que no empieza (que no puede empezar) con el fin del capitalismo, como tampoco pudo la revolución rusa. Puede terminar en ello, pero eso aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ninguna de nuestras exigencias (emisiones cero, la liquidación de la industria de combustibles fósiles, revertir la deforestación, etcétera) va a darse sin lucha. Y esa lucha debemos darla hasta el final. Todo depende de ello.

En otras entrevistas has señalado que esta cuarentena a nivel global ha supuesto todo un golpe para la lucha contra el cambio climático, la cual parecía estar en auge antes de marzo. Además, como decíamos antes, la pandemia ha demostrado que es más que necesario un movimiento social potente para dotar de ambición y sentido a las intervenciones estatales. Esto nos podría recordar otro de los preceptos leninistas: debemos estar preparados para aprovechar el momento. ¿Cómo podría prepararse el movimiento climático antes de una posible vuelta a la normalidad, cómo debería proceder cuando eso suceda (si es que sucede)? ¿Crees que la actual situación podría ser redirigida contra el capital fósil? En resumidas cuentas, ¿qué aspecto podría tener hoy ese «momento a aprovechar»?

Una cosa que defiendo en How to Blow Up a Pipeline: Learning to Fight in a World on Fire, que aparecerá en la editorial británica Verso en enero y algo más tarde en castellano [Cómo dinamitar un oleoducto. Nuevas luchas en un mundo en llamas será publicado también por Errata Naturae], es que el movimiento por el clima tiene que aprovechar los momentos de desastres climáticos, es decir, debemos aprender a actuar cuando nos golpeen sucesos meteorológicos extremos. Hasta el momento, el movimiento ha seguido un calendario ajeno al clima (huelgas los viernes, eventos contra las cumbres de la COP) y rara vez ha ajustado sus acciones a desastres reales, pero la próxima vez que Australia sufra unos incendios infernales, el movimiento debería lanzar una serie de acciones militantes contra la industria del carbón del país, y el próximo verano que Europa padezca un calor y unas sequías insoportables, deberíamos atacar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles para dejarle claro a la gente que, a menos que desarmemos esta maquinaria, vamos a arder hasta la muerte. El leninismo ecológico en funcionamiento sería eso: transformar una crisis de los síntomas en una crisis contra las causas. Los momentos de condiciones meteorológicas extremas y el sufrimiento que los acompaña deben ser politizados como los episodios bélicos que en realidad son. Son también los momentos en los que existe el potencial de ganar un apoyo masivo para la resistencia contra los combustibles fósiles; el verano de 2018 en Europa y lo que vino después (Fridays for Future y Extinction Rebellion) así lo indican. Tenemos que aprender a golpear cuando la cosa se está poniendo caliente, de manera bastante literal. Es entonces cuando las acciones militantes de masas se deben escalar, llegando a tomar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles, también dentro de las ciudades, para asfixiarlas hasta tal punto que los estados se vean obligados a negociar su desmantelamiento permanente. Pero está claro que hay algo de camino que recorrer hasta llegar ahí.

Como dices en el libro, el comunismo ha sido un movimiento fuertemente vinculado a las ideas de emergencia y salvación, desde el Manifiesto comunista hasta el periodo de 1914-1945 y hasta, queremos creer, la actual crisis climática. ¿Crees que si abordamos el cambio climático y la destrucción de ecosistemas desde una perspectiva realmente de emergencia, esta sería inherentemente comunista, al menos en espíritu (si es que existe tal cosa)?

Debemos atrevernos a enfrentarnos a la propiedad privada. Esto es inevitable, es el alfa y el omega. Que eso requiera un comunismo en toda regla es harina de otro costal; yo creo que en ningún caso lo hace de manera axiomática. Uno puede concebir de manera lógica la abolición de las industrias de combustibles fósiles sin la abolición del capitalismo como modo de producción. Pero, de nuevo, la abolición de las primeras perfectamente puede llevar a una ruptura con el capitalismo. A fin de cuentas, las reivindicaciones transitorias básicas y de mínimos apuntan algo que se parece bastante al comunismo de guerra.

En todo caso, sí afirmas que las experiencias comunistas históricas fueron una especie de operación de rescate a partir de fallos catastróficos anteriores, esto es, fueron empresas inherentemente trágicas. Dices que deberíamos estar dispuestos a aceptar esta situación y a tener por delante una vida de lucha sin cuartel. Todo indicaría que esto es así y, pese a todo, vivimos en sociedades en las que cualquier cambio significativo viene después de haber convencido a un porcentaje importante de la población. Un comunismo del desastre, en estas condiciones, podría parecer un suicidio político perfecto a la hora de hacer campaña por él. ¿Qué opinas al respecto?

En las pancartas yo no escribiría «¡Comunismo del desastre ya!», sino que plasmaría reivindicaciones como las que hemos mencionado, que puedan granjearse un apoyo extenso, como lo hacen, claro está, la reivindicaciones por un Green New Deal, por una transición justa y otros proyectos similares. Lo que pasa con el comunismo en el siglo veintiuno (si pensamos en el comunismo como una sociedad sin clases en la que todo el mundo tiene sus necesidades básicas cubiertas) es que probablemente tendría que construirse en una situación de escasez más que de abundancia. No tenemos más que pensar en el aumento del nivel del mar. Si crece dos metros, la mayor parte de Bangladés y todo el sur de Irak van a estar inundados, y puede que ya sea demasiado tarde para evitar este crecimiento, dada la velocidad y la irreversibilidad potencial del derretimiento del hielo en Groenlandia y en la Antártida occidental. Así pues, de aquí a un siglo, el comunismo en países como Bangladés o en el sur de Irak tendría una forma más parecida a la del comunismo de guerra o del desastre que a propuestas como el «comunismo de lujo totalmente automatizado», que parten de una «capacidad de suministro extremo» de cualquier bien que podamos desear. Bien pudiera ser que hubiera una escasez extrema de los bienes más básicos, incluso de un suelo sobre el que poner los pies. ¿Cómo cubriríamos entonces las necesidades de todo el mundo? ¿Podemos hacerlo sin dejar atrás las terribles desigualdades que existen en una sociedad de clases? Son preguntas que debemos hacernos de manera seria. Tendríamos que formular nuestras reivindicaciones más inmediatas pensando en evitar hacer más daño a la Tierra, pero sabiendo que hay un daño que ya se le ha hecho.

Dicho todo esto, cierras tu libro vinculando las ideas de supervivencia y utopía. La de utopía es una noción que nos resulta muy cercana, pensada no solo como la necesidad de dibujar un futuro imaginario mejor, sino también, y de manera muy concreta, un presente diferente. ¿En tu idea de «comunismo de guerra» hay espacio para el pensamiento utópico?

Desde luego. Como señalo en el libro (si bien no me extiendo en ello, ya lo han hecho otras personas) una transición que deje atrás los combustibles fósiles es compatible con mejoras radicales en las vidas de la gente. Puede venir acompañada de mejores trabajos, trabajos más seguros y, lo que no es menor, menos trabajo: jornadas laborales más cortas, más tiempo libre. De hecho en el comunismo de guerra original existía también una pulsión utópica: la emergencia de la guerra civil rusa ofreció la ocasión de experimentar con una vida sin dinero ni propiedad privada. Evidentemente, no salió demasiado bien. Pero la supervivencia y la utopía no son conceptos opuestos por definición. La primera podría hallarse en la segunda y necesitarla.

Fuente: https://contraeldiluvio.es/nuestra-lucha-es-la-de-una-fuerza-contra-otra-no-la-del-conocimiento-contra-la-ignorancia-entrevista-con-andreas-malm/

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ONU alerta sobre concentración récord de CO2 en atmósfera pese a impacto de covid-19: ¿Qué significa esto?

“La pandemia de coronavirus no resolverá el problema del cambio climático. No obstante, puede servir de trampolín para una campaña climática más intensa y ambiciosa que logre a la neutralidad de carbono”, dijo el director de la Organización Meteorológica Mundial.

La desaceleración industrial a raíz de la pandemia de covid-19 no frenó el aumento récord de las concentraciones de CO2, el gas de efecto invernadero más presente en la atmósfera, indicó este lunes la ONU.

Según el boletín anual de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), una agencia de la ONU, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera aumentó de manera brutal en 2019, sobrepasando el umbral de 410 partes por millón, y el alza continuó en 2020.

“El descenso en las emisiones achacable al confinamiento no es más que un pequeño hito en una tendencia a largo plazo. Y esa curva que tenemos que aplanarla de forma constante”, declaró el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.

En 2020, durante el periodo más importante en el que las actividades económicas estuvieron paradas, las emisiones globales diarias de CO2 llegaron a bajar un 17%, según la misma fuente.

La OMM considera complicado avanzar una estimación de la reducción anual de las emisiones en 2020 ya que no se conoce la duración y dureza de las medidas de confinamiento que se puedan tomar, aunque prevé una disminución de entre el 4,2% y el 7,5%.

Sin embargo, este descenso no significa que baje la concentración de CO2 en la atmósfera este año, porque se acumulan las emisiones pasadas con las actuales.

En resumen, la concentración de CO2 seguirá subiendo este año pero a un ritmo más bajo, sin sobrepasar las fluctuaciones habituales en el ciclo de carbono que se observan de un año al siguiente.

El “trampolín” de la pandemia

“La pandemia de coronavirus no resolverá el problema del cambio climático. No obstante, puede servir de trampolín para una campaña climática más intensa y ambiciosa que logre a la neutralidad de carbono mediante la transformación de la industria, de los sistemas energéticos y del transporte”, subrayó Petteri Taalas.

Los gases de efecto invernadero retienen el calor en la atmósfera, lo que provoca el aumento de las temperaturas, intensifican las condiciones meteorológicas extremas, provocan el deshielo, la elevación del nivel del mar y la acidificación de los océanos, según la OMM.

Los tres principales gases de efecto invernadero que permanecen en la atmósfera, el dióxido de carbono, el metano y el óxido de nitrógeno, alcanzaron niveles récord en 2019, según la OMM.

Un gas como el dióxido de carbono, producido sobre todo por el uso de combustibles fósiles, la producción de cemento y la deforestación, se mantiene durante siglos en la atmósfera, y aún más tiempo en los océanos.

Su presencia en la atmósfera aumentó más rápido entre 2018 y 2019 que de 2017 a 2018, y más que la media de los últimos diez años.

“La última vez que la Tierra conoció niveles de C02 comparables fue hace unos 3 o 5 millones de años: la temperatura entonces era entre 2 y 3ºC más alta que ahora y el nivel del mar alcanzaba de 10 a 20 metros más que el actual, pero entonces no vivían en ella siete mil setecientos millones de personas”, recordó Taalas.En cuanto al metano, del que el 60% de las emisiones a la atmósfera proviene de actividades humanas (ganadería de rumiantes, cultivo del arroz, combustibles fósiles, vertederos…), su presencia aumentó algo más despacio entre 2018 y 2019 que de 2017 a 2018, pero más rápido que la media de los últimos diez años.

Por último, la concentración de óxido de nitrógeno, que es a la vez un gas invernadero y un producto que desgasta la capa de ozono, su crecimiento se mantuvo en la media de los últimos diez años. La actividad humana en la emisión de óxido de nitrógeno representa el 40% del total, sobre todo de abonos y procesos industriales.

Con información de AFP

Fuente e imagen: https://www.semana.com/mundo/articulo/onu-alerta-sobre-concentracion-record-de-co2-en-atmosfera-pese-a-impacto-de-covid-19-que-significa-esto/202035/

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Juventud y cambio climático

Por: Elisabeth De Puig 

 

El cambio climático afecta de manera diferente a los distintos estamentos de la sociedad dominicana. Algunos sectores han reclamado, con justa razón, el desarrollo de programas de educación ambiental y climática.

Hasta ahora el cambio climático ha gozado de una baja prioridad social y política frente a otros problemas fundamentales como la pobreza, el hambre, la inseguridad o el desempleo.

Cincoaños después del Acuerdo de París, primer acuerdo universal y jurídicamente vinculante sobre el cambio climático, casi ningún país está cerca de alcanzar sus compromisos iniciales y los Estados Unidos se retiraron de este compromiso planetario.

Los obstáculos que se interponen a una eficaz lucha contra el cambio climático son múltiples. Por un lado, el conocimiento y la sensibilidad de un tema no siempre se traducen en acciones responsables que contribuyan a su mitigación. Por el otro, las resistencias más fuertes a actuar en gran escala se sitúan en la proteccion de los intereses de las fuerzas dominantes de la economía mundial.

El desafío recae sobre numerosos actores: públicos, privados, sociales, científicos, tecnológicos. Sin embargo, el éxito o el fracaso de las medidas a favor de la mitigación del calentamiento global dependerá́ de cambios de comportamiento orientados hacia otras formas de consumo y estilo de vida que permitan presionar desde abajo.

Para lograr los cambios deseados a nivel de la sociedad, transmitir mensajes no es suficiente. Cada actor, según el lugar que este ocupe en la estructura social, necesita mensajes diferentes y adaptados a su realidad. Conviene diseñar estrategias, programas de comunicación y de educación ambiental, dirigidos específicamente a cada segmento de la población.

Se dice mucho que los jóvenes son el futuro; sin embargo, muchos de ellos están confrontados a incertidumbres, desamparo, desarraigo y temores difusos frente a este futuro.

Una parte de los jóvenes se siente amenazada y sufre un miedo existencial real por la velocidad a la cual la temperatura del planeta está aumentando, lo que se agrega a las preocupaciones de tener mejores oportunidades laborales y una educación de calidad.

Frente a estos temores (que se han visto exacerbados últimamente a raíz de la aparición de un virus minúsculo en una ciudad china), el mensaje de un sector de estos jóvenes activistas a favor del medio ambiente es que la generación anterior ha fracasado en su lucha y que los jóvenes lo van a pagar con su futuro.

Llama la atención que, según el periódico The Guardian, cuatro niños y dos jóvenes adultos de Portugal están persiguiendo frente a la Corte Europea de Justicia a 33 países. Bajo el alegato que estos países deben realizar recortes de emisiones de gases de efecto invernadero más ambiciosos para prevenir la discriminación en contra de la juventud, así como proteger sus derechos a hacer ejercicios al aire libre y poder vivir sin ansiedad.

La acción legal ha sido financiada por crowdfunding. Es algo totalmente novedoso, tanto por el hecho de demandar a varios estados por las emisiones dentro de sus fronteras como por el impacto climático que sus consumidores y empresas tienen en otras partes del mundo a través del comercio, la extracción de combustibles fósiles y la subcontratación.

Los demandantes quieren que el tribunal normativo emita órdenes vinculantes sobre los 33 estados, que incluyen a los estados miembros de la Unión Europea, así como al Reino Unido, Noruega, Rusia, Turquía, Suiza y Ucrania. El sometimiento de este caso se realizó después de la ola de calor que conoció Portugal, la más fuerte en 90 años, y los devastadores incendios forestales que mataron a más de 120 personas en 2017.

Zero Hour, organización ecologista fundada en Seattle por una adolescente de 16 años, Jamie Margolin, que inspiró a Greta Thunberg, sembró la semilla de un movimiento que inspira hoy a millones de jóvenes en todo el mundo a aunar esfuerzos en busca de un futuro más sostenible.

El cambio climático afecta de manera diferente a los distintos estamentos de la sociedad dominicana. Algunos sectores han reclamado, con justa razón, el desarrollo de programas de educación ambiental y climática. La meta central de la educación ambiental debe consistir en priorizar el desarrollo de actitudes positivas, que fundamenten conductas ecológicamente adecuadas y sostenibles, más que la simple transmisión y adquisición de conocimientos ambientales.

Como dice el sociólogo francés Edgar Morin en su libro Cambiemos de vía, las lecciones del coronavirus, estamos en medio de una crisis que nos ha encerrado físicamente pero que nos ha abierto al destino terrestre y nos ha condenado a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestra relación con el mundo y acerca del mismo mundo. ¿Sabremos sacar lecciones de esta pandemia que ha revelado una comunidad de destino a todos los humanos, ligada al destino bioecológico del planeta?

Fuente: https://acento.com.do/opinion/juventud-y-cambio-climatico-8863529.html

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Documento: La unidad mundial es primordial para combatir el cambio climático

Al quedar Estados Unidos oficialmente fuera del Acuerdo de París; el resto de los países miembros China, Francia, Italia, el Reino Unido junto a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático emitieron una declaración conjunta llamando a todos los líderes a trabajar en conjunto aunando esfuerzos para reducir los efectos del calentamiento global.

Detener el cambio climático requiere de los esfuerzos en conjunto de todos los líderes mundiales. El comunicado emitido por los países miembros del Acuerdo de París recuerda la responsabilidad de proteger al planeta y a sus habitantes de la amenaza que supone el cambio climático. “La ciencia de hoy en día es clara. Debemos intensificar urgentemente la acción y trabajar juntos para reducir los efectos del calentamiento mundial y asegurar así un futuro más verde y resiliente para todo el mundo”, señala el mensaje que también recuerda que el marco para conseguir este objetivo es el Acuerdo de París.

Del mismo modo, los firmantes reafirmaron la necesidad de dar un apoyo sólido a los países y comunidades “que se encuentran en la primera línea que sufrirá los efectos del cambio climático”, así como de lograr “mantener el aumento de la temperatura muy por debajo de 2 grados centígrados” y de actuar para limitar el calentamiento a 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales.

A poco más de un mes de cumplirse el quinto aniversario del Acuerdo de París -el próximo 12 de diciembre-, los participantes en la declaración “observaron con pesar” la retirada estadounidense que cobró vigencia el día de hoy 5 de noviembre.

El mes de noviembre del año pasado el gobierno de Estados Unidos emitió un comunicado donde confirmó el inicio del proceso para retirarse del Acuerdo de París por parte de la nación norteamericana. Según los términos del tratado, Estados Unidos notificó oficialmente su retirada a las Naciones Unidas, que se hace efectiva un año después de la entrega del aviso. La decisión de retirarse del Acuerdo se debe, según las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump el 1 de junio de 2017, “a la injusta carga económica impuesta a los trabajadores, empresas y contribuyentes estadounidenses en virtud de las contribuciones hechas por Estados Unidos en el marco del Acuerdo”.

Pese a la retirada del gigante estadounidense, el resto de los países miembros continuarán su importante tarea en la lucha contra el cambio climático. “Conforme miramos hacia la COP26 (Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) en Glasgow, seguimos comprometidos a trabajar con todos los interesados y asociados de Estados Unidos en todo el mundo para acelerar la acción climática, y con todos los signatarios para asegurar la plena aplicación del Acuerdo de París”, finaliza el documento.

Fuente: https://diarioresponsable.com/noticias/30182-la-unidad-mundial-es-primordial-para-combatir-el-cambio-climatico

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La escuela antártica

Por: Carmelo Marcén

La aventura podría haber comenzado por un mensaje a través de WhatsApp que escribiría un pingüino al que podríamos llamar Javi, nombre prestado momentáneamente por uno de nuestros amigos científicos, catedrático de Ecología en la UAM. Podríamos haber replicado el nombre de Ana, una exploradora polar, investigadora en la UAM galardonada en 2019 con eI “I Premio Margarita Salas a la mejor trayectoria científica”. Ambos viajan hacia el continente helado cada pocos años para estudiar, entre otras cosas, la evolución de especies invasoras que ya están alterando la biodiversidad propia de esas latitudes. Por cierto, las escuelas deberían dedicar un tiempo a conocer y reconocer el papel de mujeres y hombres que se desplazan desde varios países hasta allí en los meses de nuestro invierno para investigar: leer e interpretar el pasado y adivinar algo el futuro, pues los hielos antárticos guardan señales diversas de ambos estadios.

Desconocemos si el pingüino aludido es un ejemplar de la especie adeia, emperador, barbijo, macaroni o juanito, de las cuales se puede saber algo más en esta entrada de Greenpeace. Estas aves siempre despiertan curiosidad, con sus movimientos aparentemente torpes en tierra y ágiles en el mar; tanto que se han instalado cámaras para seguir su vida, especialmente reproductiva, a lo largo del año. Una recomendación: no se pierdan La Marche de l’empereur (El viaje del emperador) de Luc Jacquet, un delicado y admirable ejemplo de la lucha de esta especie de pingüinos por la supervivencia en un medio extremadamente difícil. Está disponible en varias plataformas de televisión.

Podríamos llevar mentalmente la escuela a la Antártida. Nos serviría de vehículo emocional el libro Antártida. El continente de los prodigios, de Mario Cuesta, por lo que allí cuenta, maravillas extraordinarias, y las preciosas ilustraciones de Raquel Martín. Por cierto, en la portada aparecen nuestros admirados pingüinos. Además convendría conocer un poco de la historia de la exploración de estos territorios. National Geographic nos acerca de forma resumida la carrera que emprendieron Scott y Amundsen para ver quién llegaba el primero al Polo Sur.

Cerramos los ojos y nos imaginamos que nuestra escuela está emplazada allí. Veríamos pingüinos, de especies diversas como cuenta la entrada de Greenpeace que antes hemos mencionado, si recalábamos en alguno de sus santuarios. Aquí incluimos una puerta para entrar en BBC Earth. Planeta vivo II. La mayor colonia de pingüinos del mundo. Seguro que por ahí andarían los imaginariamente renombrados Javi y Ana, o algunos amigos suyos.

Sin duda, ellos y otros nos contarían que este año han vivido el invierno más caluroso de los últimos 30 años; en esos meses hemos tenido un tórrido verano en muchos lugares del Hemisferio Norte. Esa sensación de los pingüinos se corresponde con la realidad pues así lo ha comprobado una investigación de la Universidad de Santiago de Chile, en su zona de administración. Hay que decir, para quienes no lo sepan, que el Tratado Antártico que entró en vigor en 1961 –el 4 de octubre de 1991 se firmó en Madrid un “Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente” para reforzarlo– asigna a una serie de países ciertas responsabilidades sobre diferentes partes del continente helado. Tanto calor ha hecho que el 7 de junio se midió en la Isla Jorge una temperatura máxima de 2,2 ºC, que para allí y en invierno es una auténtica barbaridad. Otra curiosidad: cayeron más de 250 ml en forma de agua a lo largo del invierno, que supone un hecho insólito. Los científicos opinan que detrás de estas anomalías está el cambio climático. Habrá que recordar que en esa zona llueve muy poco anualmente; hay mucho hielo porque la precipitación nivosa se acumula año tras año, siglo tras siglo. Hasta ahora.

A ninguna escuela se le ocurriría viajar de verdad hasta allí. Está muy lejos y harían falta cantidad de medios que suponen un gasto ecológico tremendo. Además, su llegada allí sería un desastre ambiental, habida cuenta de la fragilidad del espacio; llevarían contaminantes varios que harían peligrar mucho su futuro. Quizás se podría conocer algo más de la Antártida escribiendo a alguna escuela chilena o argentina emplazada en el extremo sur de América, no demasiado lejos del estrecho de Magallanes. Es más, la contaminación ya ha llegado a la Antártida y los mares circundantes como denuncian investigadores del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas). Han encontrado contaminantes sólidos llevados por las pocas personas que visitan el continente antártico –los científicos cuidan mucho pero también llegan algunos turistas–, otros contaminantes van por el aire en forma de aerosoles o los llevan las corrientes marinas, como los microplásticos.

En febrero de 2019 publicamos en este mismo blog “Antártida en deshielo, presagio de problemas” invitando a llevar esos territorios a la escuela para trabajar por ellos. Ahora que nos sentimos una escuela antártica, allí emplazada con la imaginación, comprobaríamos con preocupación que dos de los grandes glaciares de la Antártida –el de la isla Pine y el Thwaites en el Mar de Amundsen- se debilitan con extraordinaria rapidez. Es más, parece que el mayor deshielo de los últimos 12.000 años se producirá durante este siglo. Esperemos que el alumnado de las escuelas que nos siguen desde Latinoamérica y España, que recorrerán mes a mes este siglo, no lo vea hecho realidad. Si el hielo de la Antártida incrementa las aguas de los mares…

Para acabar queremos dejar una nota de color que anime a que las escuelas se hagan protectoras de la Antártida, por las maravillas que guarda y se pueden perder. elDiario.es publicaba el 1 de octubre pasado “¿Hay glaciares que sangran?”, pues una catarata suelta aguas rojas. ¿Será verdad o no? Lean el artículo.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2020/10/16/la-escuela-antartica/

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América Latina: Indispensable, educación para un desarrollo sostenible: expertos

Indispensable, educación para un desarrollo sostenible: expertos

La educación para el desarrollo sostenible y el combate al cambio climático debe ser “no sólo una disciplina curricular en las escuelas, sino un llamado a la acción y a la transformación de nuestras sociedad si en verdad queremos un futuro para nuestra especie”, alertaron especialistas en temas educativos de México, Chile, Uruguay y Cuba.

Durante el seminario “Educación para el Desarrollo Sostenible y Cambio Climático. Oportunidades y desafíos para la transformación social hacia estilos de vida sostenibles desde las escuelas y sus comunidades”, convocado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), señalaron que la formación de niños, adolescentes y jóvenes en una nueva visión sobre una forma de vida diferente, con sociedades más sustentables, se hace cada vez más indispensable.

Alexander Leicht, Jefe de la Sección de Educación para el Desarrollo Sostenible de la organización multinacional, llamó a los Estados miembro a trabajar en colaboración con las comunidades escolares y los jóvenes, a fin de “generar ciudadanos conscientes de la necesidad de una transformación de fondo de nuestras sociedades”.

Recordo que la Unesco emitió recientemente un nuevo marco de acción para el desarrollo sostenible que contempla cinco acciones priorirarias. Entre ellas impulsar que las escuelas se conviertan en espacios de formación, conscientización, pero también de práctica de formas de vida más sustentables, y donde los efectos del cambio climático se aborden como parte de su realidad cotidiana.

Al respecto, Amparo Martínez Arroyo, directora general del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, presentó los manuales para docentes y alumnos “El cambio climático y mos derechos” que se elaboraron en colaración con la Secretaría de Educación Pública para alumnos de secundaria, en los que se busca “profundizar en el conocimiento de qué es el cambio climático, pero también para incidir en un cambio de actitudes y de prácticas”.

Agregó que en este ciclo escolar 2020-2021 se aplica su pilotaje, ya que se incluirán como parte de los contenidos y materiales que se abordarán en este nivel educativo. Se trata, dijo, de “brindar herramientas para que los estudiantes se apropien del tema del cambio climático, que sepan a qué se refiere, que conozcan el fondo del asunto y sean agentes de cambio”.

Adriana Zacarías, coordinadora regional del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), destacó que el planeta enfrenta un momento crítico para garantizar su sustentabilidad, luego que la explotaciones de la diversidad biológica se ha multiplicado por cuatro en las últimas décadas.

Enfatizó que la escuela es clave para la “formación de nuevos ciudadanos conscientes de su papel en la transformación que se requiere de los estilos de vida para acceder a sociedades sustentables”.

Fuente de la Información: https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2020/10/16/indispensable-educacion-para-un-desarrollo-sostenible-expertos-8728.html
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Libro (PDF): «Cambio climático y sus impactos en el Gran Caribe»

Reseña: CLACSO

Este libro recoge las experiencias del Primer Seminario sobre Cambio Climático y sus impactos en el Gran Caribe de 2019, dictado en la Universidad de La Habana, Cuba, y organizado por el Grupo de Trabajo de CLACSO «Crisis, Respuestas y Alternativas en el Gran Caribe» de conjunto con la Cátedra de Estudios del Caribe «Norman Girvan».

Los ejes transversales que atraviesan a los artículos seleccionados son el papel de las políticas públicas en el enfrentamiento al cambio climático en el Gran Caribe; la articulación con movimientos sociales y activismo en el enfrentamiento al cambio climático en el Gran Caribe; y la necesidad de la construcción de redes que impacten incluso en el discurso global y las relaciones internacionales. Considérese que, para los países caribeños, en la formulación de política exterior y participación en foros internacionales sobre clima y medio ambiente, resulta central el reconocimiento de la pequeñez y vulnerabilidad del Caribe. Tal argumento es estratégico para el desarrollo de las negociaciones. Las posiciones regionales necesitan identificar similitudes para concurrir desde una posición Caribe y convencer a donantes internacionales sobre la urgencia de destinar fondos y apoyos a proyectos para la adaptación y mitigación. El Seminario fue una experiencia positiva en el esfuerzo de articular ciencias naturales y sociales en torno a un tema singular: el cambio climático y sus impactos. En la región falta mucho por hacer en términos de avanzar hacia una comprensión integral sobre el cambio climático desde esferas de lo político, jurídico y económico. Lo ambiental no puede verseaislado de lo social, la conciencia ambiental no puede formarse sin una dimensión social.

Autor (a): Jaqueline Laguardia Martínez. [Coordinadora]

Jaqueline Laguardia Martínez. Arlene Gómez Palacios. Daniel Hernández Rosete. Marlén Sánchez Gutiérrez. Marta Rosa Muñoz Campos. María Isabel Romero Sarduy. Jorge Alfredo Carballo Concepción. Janet Rojas Martínez. Verónica Polo Jiménez. Jean Yves Lacascade. Raymond Laureano-Ortiz. Marisleidys Concepción Pérez. Mildred Cabrejas Quintana. Rosabel Sotolongo Gutiérrez. Maritza Islas Vargas. José Luis Perelló Cabrera. Sahilí Cristiá Lara. Sandy Yero Arbelo. Juan Manuel Fernández Lorenzo. Armando Caymares Ortiz. [Autoras y Autores de Capítulo].

Editorial/Edición: CLACSO

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-658-4

Idioma: Español.

Descarga: Cambio climático y sus impactos en el Gran Caribe

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2234&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1424

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