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El carácter irreformable de las instituciones más peligrosas para la humanidad

Por: Jesús Aller

Dos catedráticos, uno de criminología en la Open University (Steve Tombs) y otro de estudios socio-legales en la de Liverpool (David Whyte), unieron sus esfuerzos para dar forma a este libro, cuya versión en castellano apareció recientemente en el catálogo de Icaria Antrazyt (trad. de D. Jiménez, I. Bernat y A. Forero). Un prólogo de los traductores y una introducción de los autores para esta edición nos presentan con claridad el objetivo de la obra. Si bien existen muchos trabajos que analizan los crímenes de las corporaciones transnacionales del capitalismo, este se dedica especialmente a mostrar el carácter irreformable de estas instituciones, que constituyen en este momento la mayor amenaza para la humanidad.

Estamos hablando de entidades que dominan todos los aspectos de nuestra vida y cuyas cifras de facturación compiten con los PIB de los estados. Su tendencia creciente es la formación de oligopolios y en este sentido, un repaso al panorama en diversos sectores de la economía de los países anglosajones pone en evidencia lo que se esconde tras el mito del “libre mercado”. Progresivamente, las grandes decisiones económicas son tomadas por las corporaciones y no por los estados, que las subsidian generosamente. Además, los gobiernos están siempre dispuestos a echar una mano a las empresas cuando su situación peligra y les permiten externalizar costos de forma habitual, haciendo que los perjuicios que su actividad ocasiona sean asumidos por los sectores sociales más vulnerables. Este es el punto de partida del libro: un cuestionamiento del mito de la eficiencia de las corporaciones, fácilmente rebatido por las cifras económicas.

El libro se concentra después en un análisis de los daños generados por las corporaciones, crímenes que en ocasiones alcanzan proporciones “monstruosas” y saltan a los titulares de los medios, pero que más comúnmente corresponden a actividades cotidianas cuyo carácter delictivo apenas es reconocido. Los autores repasan ejemplos en diversos campos: fraude, corrupción y lavado de dinero en la banca, que casi nunca arrastran consecuencias penales; delitos alimentarios y en los productos farmacéuticos de múltiples tipos; atentados contra la seguridad de los trabajadores; y por último, crímenes medioambientales, que se ensañan con los más pobres. Los daños producidos a veces ni siquiera están tipificados como delitos, pero incluso cuando lo están es difícil que acarreen sanciones penales. Capítulo aparte merece la connivencia entre estado y corporaciones en los conflictos bélicos, cuyo análisis demuestra cómo el primero ha acabado convirtiéndose en el brazo armado de las segundas. De la Alemania nazi a Iraq, los datos permiten entender la guerra como estafa y crimen corporativo.

Las primeras compañías con fines lucrativos nacen en Inglaterra en el siglo XVII para favorecer la empresa colonial, pero es en los siglos XVIII y XIX cuando las corporaciones alcanzan un desarrollo notable, creándose la cobertura legal de la responsabilidad limitada, que protege a los accionistas de los posibles delitos de una compañía (“velo corporativo”). De la East India Company al crack de 2008, la historia pone de manifiesto la enorme impunidad que ha caracterizado siempre a las corporaciones, y patentiza el conflicto irresoluble del capitalismo: se proclaman derechos individuales, pero se garantiza sobre todo el de enriquecerse de cualquier modo de una minoría.

El funcionamiento de la corporación obedece a una maximización de beneficios con criterios de racionalidad, amoralidad e insensibilidad, sometidos en el momento actual a tensiones entre propietarios (accionistas) y gestores. A la hora de enjuiciar a la persona jurídica que es la corporación, la responsabilidad se evade pues su núcleo de poder resulta estar vacío, de forma que las mismas estructuras jerárquicas complejas que provocan los desastres, son las que permiten a los culpables escurrir el bulto. La tesis del libro queda demostrada cuando un análisis de las formas de “decidir” y “actuar” de las empresas evidencia cómo estas generan necesariamente efectos antisociales que están en su ADN. Un repaso detallado y crítico a la copiosa literatura existente sobre la posibilidad de “domesticar” a la corporación y hacer de ella un ente beneficioso para la humanidad trasluce sólo buenas intenciones y retórica sin contenido real.

Qué hacer entonces con las corporaciones, seres maléficos por naturaleza. Ante la dificultad de reformarlas, abolirlas sería la respuesta lógica. Por otro lado, en el momento actual, su vulnerabilidad ante la opinión pública es innegable por la ineficiencia de muchas empresas privatizadas y la divulgación continua de sus crímenes; además, la relación simbiótica de que gozan con los estados resulta escandalosa en muchos casos. No obstante, según los autores, un programa racional de oposición a las corporaciones no implica huir de las opciones reformistas, aunque sí concentrarse en aquellas que tienen potencial transformador, como atacar las bases jurídicas de su impunidad o promover la influencia de los trabajadores en sus decisiones.

Las corporaciones son cristalizaciones de poder enormes y monstruosas, pero relativamente recientes, y esto debería animarnos, pues nada indica que sean imprescindibles ni siquiera aconsejables, sino más bien lo contrario. Por otro lado, los preceptos legales en los que se basan de ninguna forma son naturales ni inmutables. Luchar por un mundo sin corporaciones no requiere perfilar todos los detalles de cómo podría funcionar este, sino que significa sólo devolver al ser humano la libertad de decidir sobre sí mismo y gestionar su vida en condiciones de una auténtica democracia que incluya la economía.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=227516

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Anticapitalismo. No hemos inventado nada (II)

Por: Luis Casado

Tal parece que la “modernidad” trae consigo novedades y prácticas inéditas. Nada de eso, dice Luis Casado, que nos muestra el origen medieval de las peores costumbres de nuestros días. Un viaje en el tiempo hacia la Edad Media, la cuna del capitalismo actual.

La gruta de Lascaux (Dordogne – Francia), posee una de las más impresionantes muestras del arte rupestre del Paleolítico. En 80 a 90 metros de longitud, entre pinturas y grabados se han clasificado 1.963 unidades gráficas, 915 de las cuales son de animales. Junto a Altamira (Cantabria, España), y Chauvet (Ardèche, Francia), constituye lo que los entendidos llaman las Capillas Sixtinas del arte prehistórico, aunque las imágenes no muestran ningún querubín.

Aun cuando Lascaux no tiene ni el atractivo de un shopping-center ni la variedad de un Mall y se diga lo que se diga no es tan exciting como Eurodisney o una final de la Champions League, hacia 1955 recibía más de 1.200 visitantes al día. El dióxido de carbono producido por los turistas comenzó a dañar las obras que el Homo sapiens sapiens pintó hace unos 15-18.000 años, de modo que, para garantizar su preservación, la gruta de Lascaux fue cerrada al público en 1963: triste fin de una oportunidad de negocio.

Se cuenta que Picasso estuvo entre los privilegiados que alcanzaron a visitar Lascaux. Al salir, los periodistas le preguntaron su opinión. Picasso, impresionado por lo que había visto, declaró: «no hemos inventado nada».

Ni el desmadre de creatividad de Picasso, que portaba al cénit un modo de pintar tras otro sin satisfacerse jamás de lo alcanzado, logró superar las técnicas y el arte que practicaron los cromañones del Paleolítico.

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La sala de Toros en Lascaux

Por eso, entre otras razones, no me sorprendió que Bernard Maris asegurase en uno de sus libros que la Teología y la Economía no han descubierto nada en los últimos siglos. Cuestión de fe, desde hace más de dos mil años es la misma cantinela: el padre, el hijo y el espíritu santo. Amén. Por su parte, cuando a Milton Friedman le preguntaban, «¿Qué hay de nuevo?», Milton, que era un cachondo, respondía «Adam Smith», y se apretaba la tripa riéndose.

Como cualquier hijo de vecino, servidor tenía a Adam Smith (1723-1790) y a Jean-Baptiste Say (1767-1832) por los fundadores de la Economía Política. Sabiendo que aún en nuestros días la mano invisible del mercado es el dogma entre los dogmas y la política económica de la oferta la panacea universal, comprendes por qué razones ambos fulanos pesan lo que pesan.

Lo bueno de los primeros economistas es que no se hacían ilusiones con relación a la ciencia económica, la ciencia del mal y la desdicha, la dismal science, la ciencia siniestra, porque siniestro es el destino al que conducen el capitalismo y el liberalismo que ellos defendían (B. Maris). Un poco más tarde, Marx abundó en ese sentido cuando escribió: «La humanidad se sitúa fuera de la economía política, la inhumanidad adentro». Bernard Maris no fue menos, al escribir: «Todo lo que es económico es inhumano. Todo lo que es inhumano le atañe a la economía. La economía es el ámbito del horror y de la inhumanidad. El hombre nace cuando muere la economía». Como no la juego erudita, no te contaré que para John Maynard Keynes la economía era un basto horror que, afortunadamente, algún día, le cedería el paso a la cultura, al arte, a la política, a la libertad, a la felicidad.

Si te cuento estas cosas es porque hace unos días una lectora de Politika se sintió mal cuando le hice ver que los economistas son seres abominables. Yo no sabía que uno de sus sobrinos es economista, que siempre sacó buenas notas, que hizo estudios en los EEUU, que es un orgullo para la familia…

Y yo intentando explicarle que «en el mejor de los casos un economista no es sino un estafador, un charlatán que oculta bajo su palabrería, en general complicada, el objetivo impuesto por sus amos, mantener los hombres en la servidumbre. En el peor, es el policía o el prostituto del capital. Y la economía el canto gregoriano de la sumisión del hombre. La teoría del orden dominante, la ciencia del esclavismo». (B. Maris).

No soy el único gafe. Antes que yo Nicolás Guillén, en uno de sus poemas, habló del oficio del hijo de “Doña María”:

¡Ay, pobre doña María,
ella que no sabe nada!
Su hijo, el de la piel manchada,
a sueldo en la policía.
Ayer, taimado y sutil,
rondando anduvo mi casa.
¡Pasa! – pensé al verle – ¡Pasa!
(Iba de traje civil).
Señora tan respetada,
la pobre doña María,
con un hijo policía,
y ella que no sabe nada.

Karl Marx y, por qué no decirlo, John Maynard Keynes, buscaron liberar al hombre de la economía. Mal les ha ido. Hoy por hoy, no hay día de dios en que media docena de economistas no venga al púlpito, perdón, a la televisión, a contarnos sus fabulaciones, mentiras, dogmas, cifras y porcentajes que, en su retorcida calabaza, son más importantes que el ser humano.

Lo cierto es que Adam Smith, Jean-Baptiste Say, Karl Marx, John Maynard Keynes y muchos otros solo tuvieron que examinar una realidad antigua como el mundo para darse cuenta de la cloaca en la que se metían al dedicarse a la economía.

Adam Smith y Jean-Baptiste Say eran mercaderes. A ratos productores. John Maynard Keynes fue especulador, como David Ricardo. Marx fue pobre. Cuando nacieron, las técnicas de la producción industrial, del comercio, de la banca y las finanzas, los trucos de la doble contabilidad (no confundas con la contabilidad por partida doble), los monopolios, el tráfico de influencias, el conflicto de intereses, el engaño, el fraude, la estafa, el robo, la arbitrariedad, el pillaje, la explotación, el disimulo, la información privilegiada, los privilegios, la incuria, la prevaricación, las coimas, la usura, el abuso de posición dominante, la colusión, en suma, las técnicas del capitalismo, ¡ya existían desde hacía siglos!

Si vas a Provins, pequeña ciudad medioeval cercana a París, encontrarás no solo un chateaufort, amén de las imponentes murallas y torres que circundan el pueblo, sino también la iglesia basílica colegial de Saint-Quiriace, que data del siglo XII, en la que se arrodilló Jeanne d’Arc junto al rey Charles VII el 3 de agosto de 1429, y quien esto escribe hace cosa de un mes, pero no precisamente para rezar.

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Las imponentes murallas de Provins, pueblito de más de dos mil años de edad

Si recorres Provins, caerás en Le Roy Lire, librería especializada en la Edad Media. Allí encontré dos joyas que vienen al caso: un libro sobre las Foires de Champagne que reunían mercaderes de todas las ciudades comerciantes de Europa entre el siglo XII y el siglo XV. Cada año, las ciudades de Lagny-sur-Marne, Bar-sur-Aube, Troyes y Provins organizaban el equivalente de una FISA a la que concurrían negociantes de Venecia, Florencia, Génova, Lucques, Brugge, Londres, Leipzig, Sevilla, Stettin, Cracovia, Lübeck, Barcelona, Praga, París, Novgorod y otras tantas.

Esas Ferias prefiguraron, por su influencia económica y financiera, los primeros centros financieros internacionales. Nadie se paseaba con el producto de sus ventas: ya existían las redes bancarias y los efectos comerciales, las órdenes de pago emitidas en Brugge, y satisfechas en Venecia o Londres.

Había que ver el estado de los incipientes caminos llenos de bandas de asaltantes armados, la navegación aleatoria en redes fluviales inciertas y de peajes caros, para no hablar de un tráfico marítimo expuesto a los caprichos de los vientos y al temor de los corsarios. Goscinny lo cuenta en uno de sus Astérix: un navío de comerciantes fenicios avista un barco pirata. La reflexión de un mercader lo dice todo: «¡Piratas! ¡Que mala suerte! Podrían hundirnos, o aun matarnos. O peor aún, robarnos la mercadería».

Si cada ciudad poseía su propia moneda y su propio sistema de pesos y medidas, los banqueros y agentes de cambio facilitaban los intercambios con una ciencia que ya era milenaria. El denier provinois hacía oficio de euro medioeval, y la onza troy que entonces pesaban en el trébuchet, sigue siendo aún hoy la referencia de masa mundial para los metales preciosos.

La otra joya es un libro de Jean Favier, miembro del Institut de France, ex Directeur General des Archives de France, y ex presidente de la Gran Biblioteca Nacional. Un erudito el Favier. El título de su libro lo dice todo: Del oro y las especias – Nacimiento del hombre de negocios de la Edad Media.

Su lectura ofrece, más allá de una visión estereoscópica de la vida medioeval, un compendio tan completo de trucos, trampas y pillerías, que te podrías ahorrar los aranceles de las escuelas de comercio. Harvard, The London School of Business and Finance, HEC París y otras instituciones similares son una alpargata al lado de los comerciantes de la Edad Media.

El libro es una mina de oro. Jean Favier nos cuenta que entre los hombres de negocios de la época «el grupo social se cierra deliberadamente para preservar y explotar sus ventajas». Como ves, el capítulo comienza bien. Entre las ventajas, se cuentan «las del reino o la ciudad, la del oficio organizado, el arte o la corporación». Es decir que, en el marco de determinadas fronteras, quienes ejercían el poder establecían privilegios gracias a los cuales a algunos les iba bien y a otros les iba mal, tú ya sabes cómo es eso de la libre competencia. Si no me crees, pregúntale a Piñera o, en estricto rigor, a Luksic o a Ponce Lerou.

Si competencia había, ella tenía lugar entre privilegiados de diferentes reinos, ciudades-república, o dominios feudales. Así, cada reino, cada ciudad, cada oficio, cada corporación definía reglas que dificultaban el trabajo de la competencia. «Eliminar las barreras era desaparecer», precisa Favier. Para definir privilegios, establecer barreras, construir obstáculos, era imprescindible que «el poder público tuviese la fuerza para imponerlos y, sobre todo, obtener el asentimiento, mejor aun, la connivencia, de los medios de negocios». En la Edad Media ya mangoneaba el riquerío.

Los privilegios acordados a los grandes, a los poderosos, a los peces gordos, hacían virtualmente imposible que surgiese un competidor de entre los peces chicos, «la imposibilidad para el pequeño comerciante de inscribirse algún día entre los negociantes de amplios horizontes». ¿Parece conocido?

En Venecia, en el año 1297, terminaron por cerrar la lista de las familias comerciantes que podían formar parte del Gran Consejo: de ese modo «se consolidaban las grandes fortunas, se contenían las audacias y se cimentaban las mediocridades». No era Chile, sino la República de Venecia.

Biche y Mouche, comerciantes toscanos, lograron convertirse en los consejeros más escuchados de Philippe le Bel, rey de Francia (1268 – 1314) «y se aprovecharon sin vergüenza. Se reservaron las mejores especulaciones. Acapararon la moneda real. Tomaron en concesión los impuestos de las Ferias de Champagne. La prioridad de la información que confiere la familiaridad del rey les ofreció muchas oportunidades en el comercio y la banca. Y su sobrino Tote fue el hombre de negocios personal de Enguerran de Marigny en la época en que, quien los envidiosos llamaban virrey, transformó las relaciones diplomáticas –con el Papa como con las ciudades flamencas– en un sórdido chanchullo a escala europea». De dos cosas una: en esos años no conocían el fideicomiso ciego, o bien eran expertos en la materia.

Entre los años 1298 y 1326, sin embargo, se suceden las quiebras y las crisis. «La confianza se hunde». Para restaurar la confianza parece más útil eliminar la libre competencia. «Las noveles compañías que se forman entonces prefieren entenderse para no arruinarse mutuamente. Se distribuyen los mercados, operan de consuno en las plazas bancarias. Cada compañía explota un área geográfica bien definida». Aparición –o reaparición– de los carteles. Los Papas Juan XXII y Benedicto XII bendicen las operaciones. No hemos inventado nada.

«Una de las armas de la libre competencia –dice Jean Favier– es naturalmente el secreto». Ya en la Edad Media. Lo que nos hace comprender la profundidad de la “transparencia” y los discursos sobre la simetría de la información, virtud sine qua non de los mercados perfectos en los que las barreras de entrada deben ser las mismas para todos los competidores. Palabrería hueca.

La información ya es un asset, un valor que no conviene compartir con nadie ni siquiera con los socios que contribuyen capital: «Las estructuras del capitalismo naciente –escribe Jean Favier– reflejan esta preocupación: evitar que demasiados socios conozcan la realidad económica. La práctica del depósito remunerado, que atrae y hace trabajar capitales extranjeros en el contrato constitutivo de la sociedad, excluye eficazmente del conocimiento y de la gestión de los negocios buena parte de los aportadores de capital». Bernard Madoff y las AFP tuvieron predecesores.

Mejor aun, «las sociedades en nombre colectivo y las sociedades con filiales permiten de manera más sutil la multiplicación de socios que en su gran mayoría no conocen sino una parte del negocio».

Tal ciudad, tal rey, cobra peajes en los puentes de los ríos que cruzan sus territorios, o exime de tales tributos a determinados comerciantes a cambio de una retribución. París exige de cada comerciante foráneo que “se asocie” a un parisino bajo pena de exclusión de sus mercancías. Así nació –o renació– el coimero con introducciones en palacio, el lobista, el ‘agente local’ cuyo aporte suele limitarse a cobrar –en esa época– hasta un 50% del lucro sin hacer absolutamente nada. ¿Tráfico de influencias?

A veces la ‘libre competencia’ va hasta la agresión física. Los mercaderes ingleses le pidieron a Henri VI –en el año 1449– hundir los barcos bretones o normandos para poder «dominar los mares».

Una magnífica biografía de Jean-Baptiste Colbert (1619 – 1683), –ministro de finanzas de Louis XIV y gran propulsor del Estado en el desarrollo económico de Francia–, publicada en el siglo XVIII, cuenta de la piratería holandesa en contra de los navíos mercantes franceses. Y del espionaje francés que logró apoderarse de las técnicas de los vidrieros de Murano. Libre competencia. En materia de piratería, y de espionaje, los ingleses no fueron menos. A veces vale la pena leer libros viejos. Incluso en la Sofofa.

Gracias a estas joyas de la literatura económica, a la minuciosa investigación llevada a cabo durante decenios por verdaderos estudiosos, al examen de millones de documentos comerciales dispersos por toda Europa, crece mi convicción: cuando las grandes corporaciones, las multinacionales, algún jefe de Estado, dos o tres esbirros, muchos políticos, no pocos ‘hombres de armas’, y su innumerable servidumbre, acumulan una rápida riqueza y se transforman en millonarios de la noche a la mañana, utilizan técnicas y recursos que nacieron, en algunos casos, hace milenios.

En los tiempos de nuestra dichosa modernidad no hemos inventado nada.

Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/06/14/anticapitalismo-no-hemos-inventado-nada-ii/

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Estados Unidos: Trump quiere recortar 3,6 billones de dólares destinados a salud y educación

Estados Unidos/01 junio 2017/Fuente: La Izquierda Diario

El recorte del presupuesto estadounidense en 3,6 billones de dólares recaería sobre educación y programas de asistencia alimentaria y de salud, pero aumentaría en defensa. Otra medida impulsada por Trump contra a los sectores más vulnerables.

En consonancia con los últimos anuncios de Trump como la reforma impositiva, este martes desde el gobierno sostuvieron que pretenden reducir en 3,6 billones de dólares el presupuesto de Estados Unidos afectando áreas como salud, asistencia alimentaria y educación y aumentando el gasto en defensa. Es decir, otra vez son los sectores de menores recursos los que enfrentarán los costos del ajuste fiscal para los próximos 10 años.

Estas medidas están incluidas en la propuesta de ley de presupuesto elaborada por la Casa Blanca para el próximo año fiscal, que deberá ser votada por el Congreso.

Algunos analistas han remarcado que la propuesta presupuestaria está realizada con la intención de ganarse el beneplácito de los republicanos conservadores, ya que propone una importante reducción del déficit fiscal estadounidense.

A pesar de esto, en la política estadounidense el presupuesto presidencial no es determinante ya que el “control” lo tiene el Congreso. Así lo manifestaba Mike Enzi, presidente republicano del comité del presupuesto del Senado, en un artículo de Financial Times (FT), donde sostuvo que el Congreso es constitucionalmente responsable de gastar «y decidirá en última instancia cuáles serán las prioridades fiscales de la nación».

Recorte del gasto en salud y suba en defensa

El avance para alcanzar un gasto discrecional, luego de la gran reducción impositiva a los más ricos y las multinacionales, implicaría ahorros en el programa de salud Medicaid, destinado a los estadounidenses de menores ingresos. Este ajuste también fue impulsado con la reforma en salud que obtuvo media sanción, y dejaría sin cobertura a 14 millones de personas.

En concreto Trump pretende que los legisladores den luz verde a un recorte de 800.000 millones de dólares en gastos del Medicaid y de más de 192.000 millones de dólares en asistencia en alimentos, en los próximos 10 años.

La suba del gasto estaría destinada a defensa que obtendría un aumento de 1.600 millones de dólares. Además, y como medida de impacto, la propuesta presupuestaria de Trump prevé la venta de la mitad de los inventarios de petróleo de emergencia de Estados Unidos, creados en 1975 post crisis del petróleo. Al conocerse esta medida los mercados reaccionaron haciendo caer los precios internacionales de crudo.

En defensa del plan presupuestario de Trump -que muchos analistas han denominado como “inalcanzable”- Mick Mulvaney (director de presupuesto del gobierno) remarcó para FT que “es hora que el gobierno mire su presupuesto a través de los ojos de los contribuyentes y no a través de los receptores de fondos públicos”.

Previsiones presidenciales sobre el crecimiento que hacen agua

Una de las principales debilidades de la propuesta presupuestaria del gobierno, que además supone una importancia ya que muestra abiertamente las prioridades en materia de agenda económica del trumpismo, son su basamento en las previsiones de crecimiento económico realizadas desde la Oficina Presupuestaria del Ejecutivo.

Las mismas han sido rechazadas por un gran arco de analistas que las consideran poco creíbles. Estas prevén que el crecimiento alcanzaría el 3 % del PBI en 2021, generando 2 billones de dólares en ingresos adicionales durante 10 años “a pesar de que el lento crecimiento de la población y la débil productividad significan que la mayoría de los pronosticadores anticiparán un desempeño mucho más débil”, sostenía el artículo de Financial Times.

Tampoco hay que olvidar que no existe un cálculo oficial sobre el costo de la reforma impositiva impulsada por el gobierno, que los analistas han estimado en 5 billones de dólares.

Otra incompatibilidad señalada en el artículo de FT señala que asumir que “todas las ganancias provenientes de un mayor crecimiento ayudarían a reducir el déficit, pese a las anteriores sugerencias de que los ingresos generados por un crecimiento más fuerte pagarían recortes de impuestos”. En este sentido, el Comité para un Presupuesto Federal Responsable señaló al respecto que: «el mismo dinero no se puede usar dos veces».

Mientras Donald Trump continúa su gira internacional y se reunirá hoy con el Papa, las bolsas se hundieron la semana pasada por los escándalos que lo involucran tras el despido del ex jefe del FBI, James Comey.

Hasta el momento las reformas y propuestas de presupuesto de Trump, comienzan a delinear el sentido de las medidas que serian su prioridad para 2018. Aunque la aprobación completa o con cambios depende del Congreso, queda en claro que los principales beneficiados serán las grandes empresas y los más ricos, quienes recibirán importantes perdones impositivos. Mientras sobre los sectores más empobrecidos y los trabajadores recaerán los costos reales del plan económico de Trump.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Trump-quiere-recortar-3-6-billones-de-dolares-destinados-a-salud-y-educacion

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“En defensa de la educación pública” por Marea Verde Morón

Por: Marea Verde Morón

 El curso 2016-2017, a punto ya de finalizar, ha sido uno de los más vibrantes e intensos en lo que a lucha por la educación pública se refiere. Tres huelgas educativas se han materializado a lo largo del curso, dos de ellas generales, mostrando la formidable capacidad de la comunidad educativa española para no ceder ni un milímetro en sus conquistas en educación.

No obstante, también ha habido movimientos sociales que han reclamado la defensa íntegra de la escuela concertada, haciendo referencia a la libertad de educación. Este concepto es sumamente abstracto, idílico y elegante sobre el papel. Pero en la práctica debemos plantear preguntas concretas ¿libertad para quién? ¿enseñanza de calidad para personas con qué nivel adquisitivo?

En el sistema capitalista en el que vivimos, todo reside en la cuestión económica. Y la escuela pública es la única que puede garantizar una formación educativa a la mayoría de la población, que no tiene poder adquisitivo para costearse una escuela privada. Por lo tanto, su predominio debe ser una prioridad en una sociedad cada vez más precarizada, con paro masivo y servicios públicos bajo constantes ataques por parte del Gobierno.

El sistema educativo actual nace de un modelo Neoliberal, el cual el economista Milton Friedman decía lo siguiente: “Esta [La Educación] debe ser un mercado como cualquier otro, porque no se justifica que exista un monopolio estatal de la educación ya que esto es un perjuicio a los consumidores”. Marea Verde rechaza este modelo, apostando por una educación de calidad, la cual no sea un mercado que se venda al mejor postor. Donde tengamos una educación pluralista e igualitaria, asegurada materialmente por el estado como derecho humano básico y universal que es.

Los colegios privados no son competitivos, sus precios reales son absolutamente desorbitados para el poder adquisitivo real de la mayoría de la población. Si tienen una demanda elevada se debe a las subvenciones que reciben por parte del Estado, que reducen las cuotas a un precio relativamente barato. Mientras tanto, el desmantelamiento de los centros públicos debido a la falta de medios es apabullante. En Gerena, en nuestra misma provincia, podemos encontrar un centro con alumnado disgregado en 4 edificios, 800 estudiantes, clases dobles, sin gimnasio, sin escalera de incendios, humedades y filtraciones e incluso cubiertas de amianto. Algunas de estas condiciones son un denominador común dentro de todos los centros públicos. Mientras tanto, el dinero público que debería cubrir el centro nuevo en Gerena es destinado a aumentar los beneficios de los propietarios de la educación privada. Es inadmisible que convirtamos la educación, un derecho básico y universal, en una forma de lucro fácil y rentable. Y eso es lo que se consigue mediante los centros concertados.

La educación pública de calidad consiste, sencillamente, en que existan medios materiales para ejercer la enseñanza. Y no hablamos ni siquiera de que estos medios estén adaptados al desarrollo tecnológico actual, sino de que simplemente existan. Marea Verde nace de la herencia directa del 15M como movimiento que aglutina todos los colectivos, personas u opiniones por la defensa de la escuela pública. Exigimos, en términos materiales, que la educación pública concentre todos los fondos públicos destinados a educación, y que ésta sea un medio eficaz para garantizar un sistema educativo con diversidad de alumnado, profesorado y opiniones, debido a la composición social heterogénea que se deriva de esta concepción material igualitaria. ¿No existe acaso libertad de ideas en la pública, donde

pueden confluir el hijo del obrero con el primogénito de un gran empresario? La educación privada se encuentra a años luz de favorecer una libertad de pensamiento y una diversidad de opiniones como garantiza la pública.

Marea verde no se opone a la educación privada. Lo único que denunciamos  desde Marea Verde respecto a esta es el hecho de que sea subvencionada con dinero público, el cual debería ir destinado a (como su nombre indica) la educación pública.  Según datos del año 2014, la Administración aporta el 57% de los ingresos de los colegios concertados y estos centros recibieron 6.332 millones de euros de ayuda pública en el curso 2012/2013. Esto produce unos daños colaterales claramente intencionados que derivan en el denominado efecto filtro, que consiste en el bloqueo de la educación superior a los estudiantes sin recursos económicos. Esto se concreta en los siguientes puntos:

1º. Esta falta de fondos unida a las leyes educativas en la secundaria (como la LOMCE) están encaminadas a desprestigiar la escuela pública a través de acciones enfocadas a echar al estudiante del sistema educativo hacia el mundo laboral, un mundo laboral que en general precariza la situación para obtener más beneficios (en nuestra comarca se manifiesta con la actual situación de Procavi). El estudiante debe enfrentarse a un proceso de filtrado condicionado por su capacidad económica.

2º. La Universidad: El incremento de las tasas universitarias, unido a lo expuesto anteriormente, genera en España una educación de corte elitista, sobre todo en estudios universitarios. Esto se debe a que los precios altos, en general, no podrán ser asumidos por las familias con menos poder adquisitivo a menos que perciban becas. El problema de las becas son los recortes ejercidos por el Gobierno, lo que supone que el estudiante no pueda alcanzar con todo a pagar las tasas y, por ende, tenga que pagar de su propio bolsillo.

3º. Aquel estudiante que haya llegado a la fase universitaria y consiga su título, se encontrará  con otro problema que actúa como “filtro”. Hablamos del máster, el cual es necesario para especializarse o, por ejemplo, cualificarse para la enseñanza. En universidades públicas, el precio medio suele superar los 2.000 euros por máster para los que habilitan a ejercer la profesión,  y de 2.500 en adelante para el resto de másteres de especialización. No obstante, en algunos centros como la Universidad Complutense los másteres públicos pueden alcanzar los 4.000 euros. Si el decreto 3+2 llegase a materializarse, sería la consolidación de este elitismo en la educación pública.

Por lo tanto concluimos en este punto que bajar la calidad de la educación pública es un beneficio para el poder económico que recibirá obreros escasamente cualificados o con una formación orientada exclusivamente al mercado laboral, favoreciendo su explotación. De esta manera usan a las personas como medio y nunca como un fin en sí mismas atentando contra su dignidad reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Acordémonos de Kant, que decía: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”. Pero nunca dijimos que el dinero entendiera de moral.

No obstante, sabemos que el sistema educativo público actual tiene numerosos defectos en los que se basan sus merecidas críticas. Pero debemos analizar la situación e ir más allá. Somos realistas y sabemos que el Estado es una maquinaria a favor de los intereses de los grandes propietarios. ¿Cómo se expresa esto? En la destrucción de los servicios públicos, tanto educación como sanidad, a la que venimos asistiendo en los últimos años, que coincide directamente con la parte más aguda de la crisis del sistema.

Esto implica que la educación gratuita, desde la lupa del sistema capitalista actual, es algo muy diferente a su concepción inicial. El propio Thomas Jefferson creía que la educación de la gente era una buena manera de establecer una sociedad organizada y creía que la escuela debía ser pagada en común, para que la gente menos rica pudiera obtener la condición de estudiante. Incluso creó la primera universidad pública en Virginia donde cualquier ciudadano del Estado podía asistir a la escuela con el único criterio de su capacidad. Pero el capitalismo ya ha agotado totalmente su papel progresista en la sociedad, y esto se manifiesta en su incapacidad actual para proporcionar este servicio básico y universal a toda la población.

Además, el modelo educativo sigue estando totalmente subordinado a los intereses de la única clase dominante, por lo que este no ha llegado a ser la panacea igualitaria que todos deseamos, derivando en que parte de sus críticas sean bien merecidas. ¿Qué educación podemos esperar de un Estado que rescata a los bancos antes que a las personas y que aprueba las devoluciones masivas de refugiados? La lucha por la educación debe tener como objetivo final la expropiación de los sectores económicos estatales que garanticen un control democrático de la economía por parte de la mayoría de la población, y en consiguiente, la soberanía real de ésta para elaborar un sistema educativo acorde a sus necesidades. Sólo de esta forma podremos conseguir materializar el derecho a una educación pública de tod@s y para tod@s.

Fuente: http://moroninformacion.es/defensa-la-educacion-publica-marea-verde-moron/

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Educación Gratuita: No es gratis y es un derecho

Por: Erik Adio Maldonado

La discusión en sala frente a la idea de legislar en él denomina proyecto de Ley de Educación Superior, enfrentó dos posiciones claras y diametralmente distintas; la primera de ellas, en favor de la educación como un bien de consumo, o sea, aquella en que se transa en el mercado; mientras la segunda, hace referencia a la educación como un derecho inalienable a toda persona. Más o menos matices, la discusión versa en estas dos grandes diferencias, a continuación abundamos especialmente en la falacia que señala “las familias con más recursos deben cancelar por su educación”.

Parece, de toda lógica, que el que tiene los recursos necesarios para pagar los page y sin mayor discusión. Hoy en Chile si una persona puede pagar una consulta médica, sin la necesidad de esperar una gran lista de espera, seguramente, optará por pagarlo. Por otro lado, que a un estudiante y su familia deban desembolsar una gran cantidad de recursos para educarse, parece el costo necesario para obtener un producto, en este caso, educación. La naturalización social del pago por obtener algo, no solo permea a la salud y la educación, se encuentra profundamente enraizada en toda la población y es presencia viva de la perdida de la batalla en contra el capitalismo.

Entonces, los que tienen más recursos ¿deberían pagar por educarse? La pregunta es si, definitivamente, pero esto es ver solo una parte de la discusión, es querer decirle a las personas usted tiene derecho a educarse pero mientras pague, mientras la gente que no puede hacerlo, el Estado le proveerá su derecho, y siendo rigurosos, la discusión no es tan simple como la derecha la plantea. Esta discusión es pretérita, para casi la totalidad de los países desarrollados, la educación es el pilar del desarrollo, por lo tanto, debe ser gratuita, pública y de calidad, no se discute, la Educación es un bien público y no se transa en el mercado. Pero cómo se llegó a esta conclusión, por dos conceptos: se entendió que las Universidades y todos los espacios académicos producen interacción social, aquella que es necesaria para conocerse, reconocerse y desarrollarse, o sea, se privilegió la interacción social y su movilidad por sobre la educación de mercado. Pero además, había un argumento base mucho más transcendente, el Estado debía asegurar los derechos esenciales de las personas. La pregunta para Chile sería: ¿qué más esencial que el derecho a educarse?

Pero tenemos a la derecha diciéndonos “los que tienen más recursos deben pagar” y parece legítimo, es un buen mensaje comunicacional, cala hondo en cualquiera que se reconozca como justo. Pero qué pasaría si nosotros le decimos, que en realidad empezaron a financiar la Educación a partir de la Reforma Tributaria, he incluso la carga tributaria permitirá que en un futuro no solo paguen por su educación, sino además, permitan financiar infraestructura pública, más colegios, más recursos para la educación pública, más hospitales y un gran etc. Para ser más precisos, Chile financiera la reforma educacional con los dineros recaudados por la Reforma Tributaria, tal y como lo hacen los países desarrollados. He incluso, en los más capitalistas, la educación pública y su gratuidad es patrimonio de todos (as), y como señalamos, no es transable.

La derecha debe sacarse la careta y señalar que le interesa seguir financiando a los grandes consorcios universitarios, a aquellos que lucran con la educación y que no merecen nuestro respeto. La sinceridad haría que este debate sea más serio y permitiría que la ciudadanía juzgue a sus representantes como lo que son.

En síntesis, Chile merece educación gratuita porque es un derecho, no todo se transa en el mercado, pero además produce lo que se denomina interacción social necesaria para la formación de ciudadanos. Finalmente, ¿es gratuita para los más acomodados? De ninguna forma, la pagan con sus impuestos.

Fuente: http://www.eldivisadero.cl/redac-42731

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Ecosocialismo: Alternativa al destructivo y salvaje capitalismo

Por: José Marcano

Partiendo de la premisa que en el contexto del modo de producción capitalista el crecimiento continuo y sistemático de ataques a la naturaleza y las reiteradas amenazas al equilibrio ecológico apunta a un escenario catastrófico que pone en peligro la supervivencia de la especie humana, se puede afirmar con preocupación que se confronta una crisis civilizatoria que exige cambios radicales. Ante este señalamiento surge la pregunta:

                        ¿Qué opción se puede considerar como una verdadera alternativa?

                        El Ecosocialismo como alternativa civilizatoria es una corriente del pensamiento político, económico y social que se sustenta en los argumentos básicos del movimiento ecologista y en la crítica marxista de la economía política. Se opone a lo que Marx llamó el progreso destructivo del capitalismo (Marx, 1973) defendiendo una economía fundada en un criterio no-monetario y extra-económico: en las necesidades sociales y el equilibrio ecológico. Esta síntesis dialéctica, intentada por un amplio espectro de autores, entre otros: James O’Connor y Michael Lowy, es al mismo tiempo una crítica a la «ecología de mercado», la cual no desafía al sistema capitalista, y al «socialismo productivista», el cual ignora el problema de los límites naturales.

                        De acuerdo con James O’Connor, el objetivo del ecosocialismo o socialismo ecológico es una nueva sociedad basada en una racionalidad ecológica, con un control democrático, igualdad social y el predominio del valor de uso (O’Connor, 2004).

                        Se puede agregar, además, que lo que el ecosocialismo busca requiere: a) de la propiedad colectiva de los medios de producción («colectiva» a los efectos de esta propuesta significa propiedad pública, cooperativa, empresas de producción social, comunal y comunitaria; b) de planificación democrática que hace posible que la sociedad defina las metas de inversión y producción, y c) una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas. En otros términos: una transformación revolucionaria social y económica.

                        Para ser más preciso, una revolución ecológica de carácter global, que consideramos solo podrá ocurrir como parte de una extensa y social revolución socialista. Tal revolución demandaría, como Marx insistió, que los productores asociados regulen racionalmente la humana relación metabólica con la naturaleza.

                        Para los ecosocialistas, el problema con las corrientes de la ecología política, representadas en su mayoría por los Partidos Verdes (principalmente en Europa y algunos en Brasil), no parecen tomar en cuenta la contradicción intrínseca entre la dinámica capitalista de expansión ilimitada del Capital y acumulación de ganancias y la preservación de los ecosistemas. Hacen una crítica al productivismo, a menudo muy relevante, pero no dejan atrás el ecologismo reformista de la «economía de mercado». El resultado ha sido que con frecuencia los partidos verdes se han vuelto una coartada ecológica de gobiernos de centro-izquierda social-liberales (Kovel, 2005).

Como Richard Smith recientemente observó:

La lógica de crecimiento insaciable se construye dentro de la naturaleza del sistema, los requisitos de la producción capitalista. (…) Cada corporación actúa racionalmente desde el punto de vista de los dueños y empleados que buscan aumentar al máximo su propio interés, tomando decisiones capitalistas individualmente racionales. Pero el resultado es que la suma de estas decisiones racionales en lo individual, son masivamente irracionales, de hecho y finalmente catastróficas, de modo que nos están conduciendo al camino del suicidio colectivo. (Smith, 2005)

Por otro lado, el problema con las tendencias dominantes de la izquierda durante el siglo veinte (la social-democracia y el movimiento comunista soviético) es su aceptación del modelo “realmente existente” de fuerzas productivas. Mientras el primero se limitó a reformar (en el mejor keynesianismo) la versión del sistema capitalista, el segundo desarrolló una colectivista (o capitalista de Estado) forma de productivismo. En ambos casos, los problemas medioambientales permanecieron marginados o no fueron considerados.

Marx y Engels mismos no fueron desatentos a las consecuencias medioambiental-destructivas del modo capitalista de producción: hay varios pasajes en El Capital y otros escritos que apuntan a este entendimiento (Marx y Engels, 1973). Es más, ellos creyeron que el objetivo del socialismo no es producir cada vez más artículos, sino dar tiempo libre a los seres humanos para desarrollar totalmente sus potencialidades. Ellos tienen poco en común con el «productivismo», es decir, con la idea de que el desarrollo ilimitado de la producción es un fin en sí mismo. Sin embargo, hay algunos pasajes en sus escritos que parecen sugerir que el socialismo permitirá el desarrollo de las fuerzas productivas más allá de los límites impuestos por el sistema capitalista.

De acuerdo a ese acercamiento, la transformación socialista involucra sólo a las relaciones capitalistas de producción, que se han vuelto un obstáculo («cadenas» es con frecuencia el término usado) para el desarrollo libre de las fuerzas productivas existentes; el socialismo significaría sobre todo la apropiación social de estas capacidades productivas, que se pondría al servicio de los trabajadores.

Citando un pasaje del Anti-Dühring, un trabajo de caracter “dogmático” para muchas generaciones de marxistas: en el socialismo: «la sociedad toma posesión abiertamente y sin desvíos de las fuerzas productivas que se han vuelto demasiado grandes» para el sistema existente (Marx y Engels, 1973).

La experiencia Soviética ilustra la problemática resultante de una la apropiación colectivista del aparato productivo capitalista: desde el principio, la tesis de la socialización de las fuerzas productivas existentes predominó. Es cierto que, durante los primeros años después de la Revolución de Octubre, una corriente ecológica se pudo desarrollar, y fueron tomadas ciertas (restringidas) medidas proteccionistas por las autoridades soviéticas. Sin embargo, con el proceso de burocratización estalinista, se impusieron las tendencias productivistas, tanto en la industria como en la agricultura, con métodos totalitarios, mientras los ecologistas eran marginados o eliminados. La catástrofe de Chernóbil es un extremo ejemplo de las consecuencias desastrosas de esta imitación de las tecnologías productivas occidentales.

Un cambio en las formas de propiedad que no es seguida por la dirección democrática y una reorganización del sistema productivo sólo puede llevar a un punto muerto. Una crítica de la ideología productivista del «progreso» y de la idea de una «socialista» explotación de la Naturaleza ya aparecía en los escritos de algunos marxistas disidentes de la década de 1930, como Walter Benjamín.

Fundamentalmente, el ecosocialismo ha desarrollado, durante los últimos años, un desafío a la tesis de la neutralidad de las fuerzas productivas que era predominante en las principales tendencias de la izquierda durante el siglo veinte: en la social-democracia y en el comunismo soviético.

Los marxistas podrían tomar su inspiración de los comentarios de Marx sobre la Comuna de París cuando decía que los obreros no pueden tomar posesión del aparato estatal capitalista y ponerlo a funcionar a su servicio. Tienen que «destruirlo» y reemplazarlo por una forma de poder político radicalmente diferente, democrático y no estatista. Lo mismo se aplica al aparato productivo: por su naturaleza, por su estructura, no es neutro, ya que está al servicio de la acumulación del Capital y a la expansión ilimitada del mercado.

El aparato productivo está en contradicción con la necesidad de  proteger el ambiente y con la de la salud de la población. Se debe, por consiguiente, «revolucionarlo», en un proceso de transformación radical. Esto puede significar, para ciertas ramas de producción, el discontinuarlas: por ejemplo, las centrales nucleares, ciertos métodos masivos e industriales de pesca (responsable del exterminio de varias especies en los mares), el proceso destructivo de los bosques tropicales, el control de las semillas por trasnacionales de la alimentación. La lista sigue y es larga.

En todo caso, las fuerzas productivas, y no sólo las relaciones de producción, deben ser transformadas profundamente, empezando con una revolución en el sistema de energía, con el reemplazo de las fuentes actuales (esencialmente fósiles, responsables de la contaminación y el envenenamiento del ambiente), por fuerzas de energía renovables: como el agua, el viento y el sol. Por supuesto, muchos logros científicos y tecnológicos de la modernidad son preciosos, pero el conjunto del sistema productivo debe transformarse, y esto sólo puede ser hecho por métodos ecosocialista, es decir: a través de una planificación democrática de la economía que toma en cuenta la preservación del equilibrio ecológico.

El problema de la energía es decisivo para este proceso de cambio civilizatorio. La energía de fósiles (petróleo, carbón) es la responsable de mucha de la polución del planeta, así como del desastroso cambio climático; la energía nuclear es una falsa alternativa, no sólo por el peligro de nuevos Chernóbil, sino también porque no sabe qué hacer con los cientos y cientos de toneladas de desperdicios radiactivos (que serán tóxicos por centenares, miles y en algunos casos hasta millones de años) y las masas gigantescas de las contaminadas y obsoletas plantas.

La energía solar que nunca despertó mucho interés en las sociedades capitalistas no siendo «aprovechable» ni «competitiva», se volvería el objeto de una intensa investigación para desarrollar, y jugaría un papel clave en la construcción de un sistema energético alternativo.

Sectores enteros del sistema productivo serán suprimidos, o reestructurados, mientras los nuevos tendrán que ser desarrollados bajo la condición necesaria del pleno empleo para toda la fuerza de trabajo, en condiciones igualitarias de trabajo y sueldo. Esta condición es esencial, no sólo porque es un requisito de justicia social, sino para asegurar que los trabajadores apoyen el proceso de una transformación estructural de las fuerzas productivas. Este proceso es imposible sin el control público sobre los medios de producción y de la planificación democrática, dirigida desde abajo por la mayoría de la población.

Para finalizar, es importate resaltar que cuando se hace referencia al término planificación democrática dentro del modo de producción ecosocialista resulta pertinente el concepto Claudio Katz quien citado por Lowy sostiene:

No es lo mismo la absoluta centralización, la total estatización, el comunismo de guerra o la economía de mando. La transición requiere la primacía de la planificación sobre el mercado, pero no la supresión de las variables del mercado. La combinación entre ambas debe adaptarse a cada caso y a cada país». Sin embargo, «el objetivo del proceso socialista no es guardar un equilibrio inalterado entre el plan y el mercado, sino promover una desaparición progresiva de la posición del mercado. (Lowy, 2011)

Por último, suscribo que dicha planificación debe estar dirigida, fundamentalmente, a las decisiones públicas en la inversión y el cambio tecnológico, que debe aplicarse en los bancos y las empresas capitalistas con el objetivo fundamental de contribuir al bien común social.

MATERIAL DE CONSULTA:

 Lowy, Michael (2011). Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista. Ed. el Colectivo, Herramientas y Editorial Buenos Aires, Argentina.

Marx, C. (1973). El capital. (Vols. 1-3). México D.F: Fondo de Cultura Económica.

Marx, C. y Engels, F. (1973). Obras escogidas. (Vols. 1-3). Moscú: Editorial Progreso, Zúbovskibulvar.

O’Connor, James (2002). Causas naturales. Ensayo sobre marxismo ecológico. Argentina. ed. Cono Sur.

Plan De La Patria, Segundo Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2013-2019. Gaceta oficial N° 6.118, extraordinaria del 4 de diciembre de 2013. Producciones La piedra, C.A., Caracas.

Smith, Richard (2005). El Motor del Eco colapso, Capitalismo, Naturalezay Socialismo, vol. 16, n° 4.

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Epistemicidio: así es como la modernidad suprime formas marginales de conocimiento

Por: Andy Philipps Zeballos

«Se trata de la liquidación de algunas formas de apre(he)nder, crear y transmitir conocimientos-saberes comunitarios, ancestrales o los propios de ciertas culturas de naturaleza genuina especialmente tras el nacimiento y uso del método científico como el único validador por parte de las clases dominantes, convirtiéndose éste en una suerte de garante de la objetividad que nos protege de la subjetividad, de lo irracional.»

No es un concepto sencillo de definir. Para explicar en qué consiste y qué consecuencias tiene el ‘epistemicidio’ tal vez deberíamos empezar por intentar explicar qué significa ‘episteme’. Según la RAE, episteme tiene 3 acepciones:
  1. En la filosofía platónica, el saber construido metodológicamente en oposición a las opiniones individuales.
  2. El conocimiento exacto.
  3. El conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas.

Sin querer ahondar más en una discusión muy teórica, se puede decir que episteme es, partiendo de la primera y tercera acepción, el conjunto de conocimientos construidos bajo un paradigma metodológico que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en un determinado espacio-tiempo. Además, este episteme se intenta distinguir de las creencias y opiniones.

Ahora tal vez, el concepto “epistemicidio” puede tornarse un poco más fácil de entender. Se trata de la liquidación de algunas formas de apre(he)nder, crear y transmitir conocimientos-saberes comunitarios, ancestrales o los propios de ciertas culturas de naturaleza genuina especialmente tras el nacimiento y uso del método científico como el único validador por parte de las clases dominantes, convirtiéndose éste en una suerte de garante de la objetividad que nos protege de la subjetividad, de lo irracional.

Para Boaventura de Sousa Santos, se trata de simplemente de la destrucción de saberes propios de los pueblos causada por el colonialismo europeo y norteamericano (europeos desplazados).

Esta liquidación puede materializarse de muchas formas: la más obvia quizá es la aniquilación física de seres humanos de cierta comunidad o cultura, luego está la asimilación cultural, la imposición-chantaje por la cual el estado ofrecerá ciertos servicios si éstas comunidades abandonan ciertas prácticas por otras (“si asiste a un colegio donde se hable la lengua oficial del Estado te daremos comida a cambio”). A esta práctica se la relaciona también con las políticas de “blanqueamiento” que se practicaron especialmente en los países sudamericanos. Otra, es el desplazamiento de esto pueblos y su consecuente “desarraigo”. Es por esto que algunos académicos como de Sousa Santos afirman que no es posible una justicia social global sin una justicia cognitiva global, y que el conocimiento científico de la modernidad es un gran epistemicidio al haber suprimido en la marginalidad a conocimientos distintos. Él mismo diferencia 5 modos de producción de deslegitimación racional en y desde las ciencias sociales:

  • La monocultura del saber y del rigor que descacredita los conocimientos alternativos
  • La monocultura del tiempo lineal y la idea de que la historia tiene un sentido de progreso, de desarrollo al que deben de aspirar los otros pueblos no europeos
  • La monocultura de la naturalización de las diferencias que ocultan las jerarquías
  • La monocultura de la escala dominante donde lo global es hegemónico y lo particular-local no cuenta, y
  • La monocultura del productivismo capitalista que se aplica tanto al trabajo como a la naturaleza y desecha toda otra lógica productiva.

Cabe recordar en este punto que no se debe confundir episteme, ni epistemicidio con epistemología, la cual se define comúnmente como la rama de la filosofía que estudia el método científico.

El epistemicidio andino

En una entrevista a la filósofa boliviana Silvia Rivera Cusicanqui se dice que para los estudiantes universitarios que vienen de zonas rurales donde la transmisión de cultura y conocimientos se da sobre todo verbalmente y a través de las madres y las abuelas. Una forma de aprendizaje y evaluación más eficaz para ellos se da cuando se realizan las dinámicas de clase y los exámenes oralmente, donde en lugar de escribir y leer en silencio, se escucha y se lee en voz alta. Los estudiantes tienen mejores resultados, en general, en los exámenes orales que escritos. Esto tiene que ver no sólo con la forma en que se ha transmitido conocimientos (historias, mitos, relatos, anécdotas, etc.) generación tras generación, sino con una cultura “de lo verbal” que puede materializarse en cantos y música. Un buen ejemplo puede observarse en la película “La Teta asustada” en donde la protagonista conoce la (terrible) historia de su madre a través de armoniosos y calmados cantos que entonaba ella en quechua.

Así que una vez llegados a este punto, resulta harto complicado no advertir que la manera occidental de crear conocimiento (la ciencia/el método científico), aunque dominante, es una más entre el mar de posibilidades y maneras que existen de conocer, de observar y transmitir conocimiento, conocimiento no-occidental. Junto con el genocidio acontecido de forma tanto directa (asesinatos y torturas sistemáticas), como indirecta (contagio de enfermedades infecciosas) tras la “conquista de América”, la evangelización forzosa o la prohibición de ritos/prácticas paganas (como hablar lenguas no romances), entre otros, en Indio-latino América se ha cometido -y se sigue cometiendo- por parte de los estados-nación heredados de la última etapa de reordenamiento de las élites del virreinato, uno de los mayores epistemicidios de todos los tiempos. Esto, por ejemplo, ha quedado bien ilustrado con el mestizaje o blanqueamiento, una política oficial en algunos países de América “Latina” basada en el olvido, haciendo que la idea de la memoria atente contra la paz mental del mestizo, el cual, no quiere ser indio nunca más. Estas heridas no están cerradas en la memoria de los pueblos indígenas e incluso un neoconservador como S. Huntington reconoce que “Occidente no ganó la guerra por la superioridad de sus ideas o valores o religión, sino por la superioridad en capacidad de aplicar mayor violencia organizada”.

De la reducida variedad de epistemes también es consecuencia cierta falta de respuestas tanto en una dimensión filosófica como técnica. Hoy, nadie puede negar el profundo y sorprendente conocimiento que los Mayas poseían de los astros y su medición (un ejemplo es su significante influencia en la modificación del calendario juliano al gregoriano) o el que tenían los Incas de arquitectura y agricultura. Asimismo, actualmente, en un tiempo donde se buscan formas alternativas de coexistencia entre los seres humanos y el planeta tierra, no son nada desdeñables algunas de las lecciones que pueblos indígenas han compartido, y todavía comparten, sobre las distintas formas de convivencia sostenible con nuestro entorno haciéndonos ver y saber al resto del mundo que la vida humana es compatible (e incluso armonizable) con la “pacha mama”.

Y es que precisamente el éxito del sistema mundo moderno/colonial, como sostiene Ramón Grosfoguel en su obra “La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales”, consiste en “hacer que sujetos socialmente ubicados en el lado oprimido de la diferencia colonial, piensen sistemáticamente como los que se encuentran en las posiciones dominantes”. Ya que las perspectivas epistémicas subalternas son un conocimiento que al venir desde abajo, producen una perspectiva crítica del conocimiento hegemónico en las relaciones de poder involucradas.”

Ojalá no sea demasiado tarde

No somos los primeros que se lamentan de este trágico suceso, la pérdida de la riqueza intelectual, cultural y epistémica. En la literatura esta idea de desaparición de la alteridad, la imposición del pensamiento único y la hegemonía cultural de occidente en los 5 continentes acongojaba al propio Levi-Strauss, quien escribía durante su viaje a las selvas occidentales del Brasil: “cuanto menores eran las posibilidades de las culturas humanas para comunicarse entre sí y, por lo tanto, corromperse por mutuo contacto, menos capaces eran sus respectivos emisarios de percibir la riqueza y la significación de esta diversidad.” (Tristes Trópicos, 1955).

Aunque tal vez, donde mejor quede capturada esta sensación de vacío y desidia es en la siguiente escena de “Cien Años de Soledad”, cuando uno de los hijos ilegítimos del Coronel Buendía pregunta a su bisabuela Úrsula si la historia que cuentan los mayores sobre los ‘exóticos’ objetos que traían los gitanos (especialmente Melquíades) a Macondo era verdad o no:

Asombrado, le preguntó a Úrsula si todo aquello era verdad, y ella le contestó que sí, que mucho antes los gitanos llevaban a Macondo las lámparas maravillosas y las esteras voladoras.

-Lo que pasa -suspiró- es que el mundo se va acabando poco a poco y ya no vienen esas cosas.

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Epistemicidio_asi_es_como_la_modernidad_suprime_formas_marginales_de_conocimiento#.WNw7pC-Fhfs.facebook

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