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El esfuerzo por el lenguaje es una exigencia ineludible

Adela Cortina

Cortina, Premio Nacional de Ensayo en 2014 y primera mujer que ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, ha pronunciado la lección inaugural del XII Seminario Internacional del Lengua y Periodismo, organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente (promovida por la Agencia EFE y BBVA).

Ha citado «el derecho de cada persona a comprender aquello que le afecta para poder asumir su respuesta de forma autónoma» y «el derecho a que su respuesta sea tenida realmente en serio por personas, con nombres y apellidos, que se hacen responsables de ello».

Cortina ha afirmado que recurrir a «un lenguaje claro, llano y bien cuidado» es una cortesía y un deber indeclinable de los gobiernos, las administraciones públicas, los poderes del Estado, como el legislativo y el judicial; los profesionales, los medios de comunicación, las empresas y las entidades financieras.

«Es, sencillamente, una exigencia de justicia, porque resulta imprescindible para que los afectados en cada campo puedan ejercer su autonomía, que supone comprensión y posibilidad de participación activa», ha explicado.

La exigencia de claridad, ha añadido, es un derecho de los afectados en aquellos ámbitos en los que las decisiones tienen consecuencias relevantes para sus vidas y en los que los hablantes o escribientes han contraído una especial obligación con ellos.

Ha asegurado que la comunicación clara genera un vínculo de confianza entre los distintos poderes del Estado y los ciudadanos; y ha abogado por «redactar los textos situándose en el lugar de los destinatarios, pensando en sus necesidades, intereses y perfiles»; y por «verificar si los mensajes son comprensibles recurriendo a mecanismos de participación».

Respecto a los gobiernos y las administraciones públicas, ha dicho que suelen utilizar en sus documentos «una jerga de rufianes», con «un lenguaje abstruso y unilateral», aunque “tal vez lo hagan sin intención».

A ello ha sumado «el lenguaje judicial, hermético, duro y casi ofensivo, que ignora, de hecho, la presunción de inocencia»; la reclamación de claridad en el lenguaje sanitario y textos comprensibles en el mundo empresarial y financiero.

«La claridad es derecho de los afectados y obligación de los poderosos, pero también la veracidad es derecho de los primeros y obligación de los segundos», según Cortina.

Ha apostillado que se necesita la claridad, «más todavía en nuestras sociedades democráticas y a la altura del tercer milenio», pero «para alcanzar la plenitud de la vida son indispensables también la veracidad, la verdad y la justicia».

Ha defendido que en el siglo XXI, en sociedades democráticas y pluralistas, «no es de recibo» recurrir a jergas excluyentes y predicar a la vez el discurso de la inclusión.

Y sobre todo en ámbitos tan necesitados de lenguaje inteligible y llano como son los de la administración pública, el mundo legislativo, la educación, las entidades financieras, la sanidad, las empresas, las redes y los medios de comunicación.

«Es el entendimiento mutuo entre los sujetos del habla el que debe dirigir la vida pública y también el quehacer científico, técnico y profesional», según Cortina.

Lenguaje claro: de la cortesía del filósofo al derecho de los ciudadanos
Texto íntegro de la conferencia inaugural del XII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo.

1. El lenguaje nos constituye. Somos un diálogo
Traspasar los umbrales de este Real Monasterio es pisar tierra sagrada para quien, como es mi caso, aprendió a saber sobre sí misma y sobre su entorno en español. Compartir el recinto de San Millán de Yuso, aunque sea por unas horas, con las Glosas Emilianenses, en las que cristalizaron por escrito los esbozos de la lengua que hoy hablan como primera al menos 470 millones de personas y 80 más como segunda, no puede sino despertar un sentimiento de respeto. Y más todavía participando en un seminario que trata de reflexionar sobre aquello que nos constituye como seres humanos: sobre el lenguaje. Que no es un simple instrumento para la comunicación, sino el humus indeclinable en el que vivimos, nos movemos y somos.
Ciertamente, el ser humano es un animal social, y no sólo gregario, precisamente porque está dotado de ese lógos, que es razón o palabra. Con él puede deliberar sobre lo justo y lo injusto, sobre lo conveniente y lo dañino. Y en esto –como decía Aristóteles- consiste la casa, el oikós, es decir, la vida de la familia y la amistad, el origen de la economía y la crematística. Pero también en esto consiste la pólis, la comunidad política, que congrega distintas familias y diversas etnias, y se distingue de unas y otras porque tiende por naturaleza al bien común, y debería, por lo tanto, esforzarse por alcanzarlo.
También el Lógos es la clave desde el origen según el Evangelio de San Juan. En el principio era el Verbo, todo se hizo por él y nada de cuanto existe se hizo sin él. Y desde el lógos –con minúscula ahora- interpretamos el mundo, social y natural, en conjunción con los demás seres humanos. No desde un agregado de individuos aislados entre sí, inexistentes en la nuda realidad, no desde una suma de subjetividades, sino desde el vínculo de la intersubjetividad que nos constituye. Porque la razón humana no es monológica, sino dialógica; incluso los monólogos que vamos rumiando en solitario son diálogos internalizados. El príncipe Hamlet dialoga consigo mismo en uno de los más célebres monólogos de la literatura universal, y consigo misma se debate Carmen a lo largo de esas cinco horas en las que parece hablar con Mario, como cuenta el deslumbrante relato de Miguel Delibes. Sabemos de nosotros mismos preguntándonos y respondiéndonos, y sin duda hablando con otros. «Somos –como bien decía Hölderlin- un diálogo».
¿Cómo no será esencial para nuestra vida que el lenguaje sea claro si es el vehículo privilegiado del diálogo y la comunicación?
2. El Sexto Ciclo de Kondratiev
Sin embargo, al hilo del tiempo hemos ido transitando de la ciudadanía que delibera en la pólis, a la que se articula en democracias representativas en los Estados nacionales, y, por último, a esa conversación global, en la que resulta imposible poner vallas al campo de los interlocutores actuales y virtuales. Al menos desde los años setenta del siglo pasado se viene bautizando a ese mundo de redes como Sociedad de la Información, como Era del Acceso y también como Sociedad del Conocimiento. ¿Son adecuados estos rótulos? Recordar la propuesta de Nikolai Kondratiev puede ser una ayuda para responder a la pregunta.
Según Kondratiev, desde la Revolución Industrial el desarrollo económico adopta la forma de grandes ciclos de cambio tecnológico, que son los motores del progreso, pero también son la causa de las crisis cuando se agota la dinámica del crecimiento de un ciclo sin que haya tomado impulso el siguiente. El quinto ciclo empezaría en los años setenta del siglo XX y vendría alimentado por la tecnología de la información y las comunicaciones, que hizo posible la revolución digital. La era de las TIC habría dado lugar a una nueva Economía del Conocimiento, en la que ingentes cantidades de datos pueden almacenarse, procesarse y transmitirse a escala mundial en provecho de prácticamente cualquier sector de la economía (educación, salud, finanzas, entretenimiento, producción, logística, agricultura y muchos más). Se habría abierto paso, pues, a una Sociedad del Conocimiento.
Sin embargo, y aunque esto sea verdad, información no significa inmediatamente conocimiento, ni el acceso y la conexión suponen sin más comunicación, menos aún diálogo. La información se sustancia en hechos y en sucesos, que requieren interpretación, y no deja de ser un instrumento. Información es poder y es mercancía. Los big data, los macrodatos sirven para predecir estadísticamente actitudes de los consumidores, preferencias turísticas, catástrofes naturales. Pero el sentido, por decirlo con Ortega y Gasset, es la materia inteligible del mundo humano, y no lo presta la acumulación de datos, no lo da la cantidad de informaciones. En las cosas humanas la clave es siempre la causa formal y la casusa final, la forma en que los sujetos elaboran la información y el fin al que la destinan. Forma dat esse rei, la forma da el ser a la cosa. Es la interpretación y valoración de los datos para generar conocimiento aprovechable con un fin el que los hace relevantes para el quehacer humano. Interpretación, comunicación y meta son esenciales para componer conocimiento.
Y bien podría ocurrir, como sugieren autores como Jeffrey Sachs, que estemos transitando del quinto al sexto ciclo de cambio tecnológico. El sexto sería un ciclo de tecnologías sostenibles, que incluyeran formas de producir y movilizar energía, de transportar mercancías y personas, así como de aliviar las enormes presiones y destrucciones impuestas por el hombre a los ecosistemas de la Tierra. Poner en marcha el ciclo de las tecnologías sostenibles sería una de las claves para lograr lo que se ha dado en llamar desarrollo sostenible.
Éste sería el núcleo de esos Objetivos del Desarrollo Sostenible que propusieron las Naciones Unidas en 2015 en una agenda que marca como plazo para alcanzar las metas el año 2030. Y es bien interesante que los líderes mundiales en su propuesta aclaren que «Los objetivos del desarrollo sostenible deben estar orientados a la acción, ser concisos y fáciles de comunicar». Como también conviene recordar que, según la UNESCO, la Sociedad del Conocimiento debe apuntar a lograr transformaciones sociales, no sólo a propiciar información. El fin del conocimiento aprovechable a comienzos del Tercer Milenio consistirá en descubrir necesidades sociales y en encontrar soluciones para satisfacerlas. Podemos decir entonces que el conocimiento valioso será social o no será.
Pero elaborar la información de modo que se convierta en conocimiento, proponerse los Objetivos del Desarrollo Sostenible y tratar de alcanzarlos supone llevar a cabo una tarea de comunicación en el nivel global que no sólo haga accesibles los contenidos, sino comprensibles por todos aquellos a quienes afectan, que en ocasiones son todos los seres humanos. Si el esfuerzo por el lenguaje claro ha sido una necesidad permanente, porque es el modo de entendernos entre nosotros y a nosotros mismos, se ha convertido en una exigencia ineludible de este tiempo nuevo.
Es, pues, una buena noticia que desde los años setenta del siglo pasado haya ido surgiendo en distintos países y sectores sociales ese Movimiento del Lenguaje Claro o Llano, que se propone establecer una mayor simetría entre gobiernos, Administraciones Públicas o legisladores y ciudadanía, entre profesionales y destinatarios de la actividad profesional, entre empresas o entidades financieras y sus grupos de interés, entre medios de comunicación y oyentes, lectores o espectadores, entre interlocutores en las redes. El movimiento se propone dar a los afectados por esas actividades el protagonismo que les corresponde y que de hecho no ejercen, en parte porque las informaciones que les llegan, sean orales o escritas, están envueltas en el misterio de un lenguaje críptico y monológico, que camina en una sola dirección y descarta el diálogo posible. La iniciativa del Lenguaje Llano pretende, con todo acierto, infundir confianza y a la vez conseguir que los afectados dejen de ser en realidad siervos y se conviertan en lo que de palabra son, es decir, ciudadanos. Sin el lenguaje claro y llano en determinados sectores no existen sociedades democráticas, trenzadas sobre el tejido de la isegoría, la isonomía y el diálogo simétrico, menos aún un desarrollo sostenible.
Podríamos dar a este tiempo un nombre que ojalá fuera bien merecido. Sería una Nueva Ilustración, una nueva Aufklärung, dispuesta a extender la claridad de las luces a cuantas propuestas orales o escritas afecten a las personas a través de un inteligible uso público de la razón, de forma que puedan comprenderlas y aceptarlas o rechazarlas, como también ofrecer otras distintas. Dicho en un lenguaje ya consagrado, el interés por la emancipación del género humano exige conocimiento, y no sólo información, comprensión y no sólo acceso, comunicación, y no sólo conexión. Es en la necesidad de la claridad para la comunicación en la que queremos detenernos un momento.

Foto: EFE/Manuel Bruque
3. El éxito de las acciones comunicativas.
Atendiendo a la Teoría de la acción comunicativa, que diseñó Jürgen Habermas en conexión con la Teoría de los actos de habla de Austin y Searle, para que una acción comunicativa tenga éxito el oyente debe aceptar cuatro pretensiones de validez que el hablante eleva en la dimensión pragmática del lenguaje, lo quiera o no. Y la primera de ellas, condición de posibilidad de que las demás entren en juego, es justamente la pretensión de inteligibilidad. Si un mensaje resulta incomprensible, ni siquiera es posible discutir si el hablante es veraz, la proposición, verdadera, o la norma, justa; quedan entre paréntesis las otras tres pretensiones de validez que acompañan a la acción comunicativa: veracidad, verdad y corrección. Porque, a fin de cuentas, el télos del lenguaje, su meta, es -dicho en la lengua de Goethe- la Verständigung. Ese rico vocablo que en español se traduce a la vez como entendimiento y acuerdo.
La inteligibilidad de lo dicho es entonces el puente tendido entre dos orillas, entre dos sujetos al menos –hablante y oyente-, que sobre este punto se encuentran en una situación de simetría desde una perspectiva pragmática. En esa dimensión pragmática del lenguaje, que no trasparece en la sintáctica y la semántica, quienes intervienen en una acción comunicativa se reconocen mutuamente como interlocutores válidos, con el mismo derecho a participar, si se terciara, en el juego de una conversación en la que deberían ser de hecho igualmente protagonistas.
Y es justamente ese puente entre los interlocutores, que deberían ejercer en la vida real su igual derecho a entenderse desde una situación de simetría, el que salta en pedazos cuando bajo sus pilares se coloca el explosivo de la opacidad y la confusión, cuando se intenta derribar con aquella «jerga de rufianes» de la que hablaba Walter Benjamin, con el lenguaje críptico de alguna de las diversas germanías. Nos encerramos entonces en alguno de los múltiples Patios de Monipodio que en el mundo existen, donde los truhanes comparten una esotérica lengua que sólo ellos entienden y resulta incomprensible para los extraños. Una lengua que levanta un muro insalvable entre los habitantes del patio y los ajenos, como tan bien han sabido relatar en sus textos Cervantes, Quevedo, Mateo Alemán, o los autores de Estebanillo González y Lazarillo de Tormes, maestros indiscutibles en esta jerga para iniciados.
Ocurre, sin embargo, que patios como el de Monipodio podrían ser necesarios para la supervivencia de los pícaros en aquella España del Siglo de Oro, que lo era por la brillantez de sus artes y conquistas, no por la riqueza de la mayor parte de la población, sumida en la miseria. Frente a un contexto adverso, el pícaro necesitaba como defensa esa jerga exclusiva y excluyente para crear sus fraternidades, sus germanías cerradas.
Pero en el siglo XXI, en sociedades democráticas y pluralistas, que dicen tener por divisa el respeto igual a la autonomía de los ciudadanos, que se precian de aspirar a construir un mundo inclusivo, no es de recibo recurrir a jergas excluyentes y predicar a la vez el discurso de la inclusión. Sobre todo en ámbitos tan necesitados de lenguaje inteligible y llano como el de la Administración pública, el mundo legislativo, el de la educación, la esfera de las profesiones, muy especialmente las jurídicas y sanitarias, el campo de las empresas y la entidades financieras, o el universo de las redes y los medios de comunicación. En todos ellos debería cobrar cuerpo la convicción de Ortega:
«El hombre tiene una misión de claridad sobre la tierra (…). La lleva dentro de sí, es la raíz misma de su constitución. Dentro de su pecho se levanta perpetuamente una inmensa ambición de claridad» –como Goethe, haciéndose un lugar en la hilera de las altas cimas humanas, cantaba:
Yo me declaro del linaje de ésos
Que de lo oscuro hacia lo claro aspiran.
Claridad no es la vida, pero es la plenitud de la vida.
¿Cómo conquistarla sin el auxilio del concepto? –continuaba Ortega. «Claridad dentro de la vida, luz derramada sobre las cosas es el concepto. Nada más. Nada menos».
Y llevaba razón. Pero, a mi juicio, deberíamos completar su pregunta con esta otra: ¿cómo conquistar la claridad sin voluntad de hacerlo? Porque, a fin de cuentas, la opción por la claridad está en manos de la voluntad libre, como tantas otras, y es urgente apostar por ella para evitar males irreparables. El primero de ellos consiste en convertir el lenguaje hermético en ideología; el segundo, en privar a los ciudadanos de un derecho que les corresponde.
4. Oscuridad como arma ideológica
En algún momento entendió Herbert Marcuse que la ciencia y la técnica, por su misma estructura, se habían convertido en ideología a lo largo del proceso de modernización occidental. «El concepto de razón técnica –llegó a decir- es él mismo ideología». Tomando la sugerencia de Marcuse, podríamos decir, por analogía, que el lenguaje oscuro, opaco, abstruso puede ser fruto de la desidia y la negligencia, de la incompetencia y la falta de preparación, de un mal hábito ancestral y heredado, pero también puede ejercer la función de una calculada ideología. Quien lo utiliza desde una posición de superioridad social puede dominar a quienes se encuentran en un escalón inferior y mantener por tiempo su dominación. Es, en este sentido, un arma ideológica de destrucción masiva. Justamente el polo opuesto a la divisa de la Ilustración, al lema del Siglo de las Luces «¡ten la audacia de servirte de tu propia razón!», que en una sociedad democrática debería dirigirse a toda la ciudadanía, y no sólo a los sabios. ¿Cómo pueden servirse de su propia razón para aceptar, rehusar, criticar o participar en una conversación los ciudadanos que están atados de pies y manos verbales, porque se encuentran sumidos en el desconcierto de la incomprensión? ¿Y quién se atreverá a criticarles como si fueran culpables por su incapacidad para servirse de su inteligencia sin la guía de otro?
Audentis fortuna iuvat, qué duda cabe, pero no hay lugar para la audacia ante lo incomprensible, ante el discurso hermético. Y precisamente en el intento de desactivar toda posible protesta y resistencia esgrimiendo el arma del lenguaje críptico, reside la fuerza de la opacidad como ideología. Que es a la vez un recurso del dogmatismo, porque ¿qué mejor forma hay de convertir una afirmación en dogma incuestionable que hacerla incomprensible?, ¿qué mejor forma de inmunizarla frente a cualquier posible crítica que hacerla ininteligible?
Consideraba Hobbes, con buen sentido, que las sociedades, para evitar las guerras y optar por la paz, necesitan acordar un lenguaje común, porque las disensiones proceden en buena medida de esa anarquía de los significados que conduce inexorablemente a un conflicto de subjetivismos. Para instaurar una sociedad pacífica es necesario un lenguaje político compartido. De ahí su empeño en que el soberano oficiara de Gran Definidor, capaz de crear significados comunes, capaz de configurar un mundo moral «objetivo» desde la comprensión de los términos. Buscar definiciones y significaciones claras, como en la geometría y la aritmética, era tarea del filósofo político. Ciertamente, la propuesta hobbesiana de un sistema absolutista en que el soberano fija los términos políticos es sumamente discutible, pero su cuidadoso esmero en aclarar cuantos términos emplea en sus escritos es digno de alabanza y de imitación. Y no sólo eso: es muestra de que le importaba hacerse entender, le importaba que su propuesta de un poder pacificador fuera comprendida para terminar con las disensiones y alcanzar una paz duradera. Las cuestiones de palabras, como bien decía Fernando Cubells, un excelente profesor de la Universidad de Valencia, son solemnes cuestiones de cosas. Pero para manejarlas bien hace falta voluntad de claridad.
Esto no significa sin duda caer en el extremo contrario y sucumbir a la tentación univocista de pretender fijar un solo significado para cada término en el lenguaje natural. Y no sólo porque también existen con todo derecho los términos equívocos y los análogos, cuya significación depende del contexto, sino porque no hay una correspondencia biunívoca entre el lenguaje y la realidad, ni es verdad que los límites de mi lenguaje sean los límites de mi mundo. Menos todavía si suponemos que las proposiciones representan los hechos del mundo y que sólo son verdaderas proposiciones aquellas que son susceptibles de verificación. Podemos decir, por el contrario, que los juicios de valor, con los que se teje el sentido profundo de la ética y la política, no remiten a hechos, y, sin embargo, son razonables o irrazonables porque aumentan el conocimiento y cabe argumentar sobre ellos. Conocer los distintos juegos del lenguaje, atendiendo a las diversas comunidades lingüísticas, y saber en cuál de ellos estamos jugando es entonces esencial.
Pero también es cierto, como defiende Karl-Otto Apel, que existe un metalenguaje sin el que resultan imposibles la comunicación, la comprensión y la emancipación. Es el entendimiento mutuo entre los sujetos del habla el que debe dirigir la vida pública y también el quehacer científico, técnico y profesional. Es el reconocimiento recíproco del derecho a ser coprotagonistas de la vida compartida por parte de quienes se saben sujetos autónomos, y no objetos manipulables. Éste es un presupuesto que admite, lo quiera o no, cualquiera que argumenta en serio. De donde se sigue que la inteligibilidad de lo dicho, posible por el lenguaje claro, es conditio sine qua non de la emancipación.
5. De la cortesía del filósofo al derecho de ciudadanos y afectados.
Pero precisamente la indeclinable aspiración a la simetría, sin la que no existe verdadera comunicación, el empeño en reducir la desigualdad de oportunidades y capacidades reclamado por un diálogo con sentido, es lo que nos obliga en el siglo XXI a practicar un cambio radical en la forma de construir el lenguaje en aquellos ámbitos en que su opacidad o su transparencia tienen consecuencias para la vida de las personas, muy especialmente, en la esfera pública.
En esa Nueva Ilustración, que empezaría en los años setenta del siglo XX, la claridad no es ya sólo la cortesía del filósofo, sino sobre todo un derecho de los ciudadanos, de los administrados, de los afectados por cuestiones jurídicas, de los pacientes, los consumidores, los lectores de periódicos y los navegantes en las redes del mundo virtual. La claridad del lenguaje no es sólo una concesión graciosa que se otorga ad libitum, sino un derecho incuestionable de quienes deberían ser situados en la posición de simetría que les corresponde. El derecho de cada persona a comprender aquello que le afecta, para poder asumir su respuesta de forma autónoma, y el derecho a que su respuesta sea tenida realmente en serio por personas, con nombres y apellidos, que se hacen responsables de ello.
A fin de cuentas, en esto ha consistido a menudo el progreso a lo largo de la historia: en ir convirtiendo en deberes de justicia aquellas obligaciones, que nacieron siendo deberes de beneficencia. La atención a los pobres, que empezó siendo dádiva graciosa de gentes solidarias, se ha convertido en exigencia de justicia para el Estado social. Podríamos decir por analogía que recurrir a un lenguaje claro, llano y bien cuidado no es sólo una cortesía, sino un deber indeclinable de los gobiernos, las Administraciones Públicas, los poderes del Estado, como el legislativo y el judicial, de los profesionales y los medios de comunicación, de las empresas y las entidades financieras. Es, sencillamente, una exigencia de justicia, porque resulta imprescindible para que los afectados en cada campo puedan ejercer su autonomía, que supone comprensión y posibilidad de participación activa. La exigencia de claridad es un derecho de los afectados en aquellos ámbitos en los que las decisiones tienen consecuencias relevantes para sus vidas y en los que los hablantes o escribientes han contraído una especial obligación con ellos.
No es éste el momento oportuno para entrar en cada una de esas esferas de la vida social, pero sí de esbozar a vuelapluma el sentido que tiene en algunas de ellas la exigencia de un lenguaje claro y bien cuidado.
En lo que hace a los gobiernos y las Administraciones Públicas, suelen utilizar en sus documentos una jerga de rufianes. Tal vez lo hagan sin intención, pero en su modo de proceder recuerdan la llegada de Víctor Hugues a las Antillas para introducir el decreto de abolición de la esclavitud y la igualdad de derechos de todos los habitantes de la isla, sirviéndose de la guillotina como argumento irrebatible. Lo cuenta Alejo Carpentier con pluma maestra en El Siglo de las Luces, ese relato del ingreso de la Ilustración en el Nuevo Mundo: «Luciendo todos los distintivos de su Autoridad, inmóvil, pétreo, con la mano derecha apoyada en los montantes de la Máquina, Víctor Hugues se había transformado, repentinamente, en una Alegoría. Con la Libertad, llegaba la primera guillotina al Nuevo Mundo».
¿Cómo se puede defender realmente la igualdad entre los hombres con la guillotina? ¿Cómo se puede conseguir que los ciudadanos hagan suyos mensajes de dirección única, que en realidad no intentan ser comprendidos? Al parecer, interesa que estén publicados para que nadie pueda eximirse de cumplirlos, porque el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, pero tampoco libra de cumplirla la incomprensión de una ley, redactada en lenguaje críptico y arcano. Los gobiernos y Administraciones públicas introducen entonces una radical asimetría entre gobernantes y ciudadanos usando la jerga de rufianes de un lenguaje abstruso y unilateral. Como sucede también con el lenguaje judicial, hermético, duro y casi ofensivo, que ignora de hecho la presunción de inocencia.
Por eso es una buena noticia, entre otras, que la Real Academia Española y el Consejo General del Poder Judicial hayan propiciado la publicación de un Libro de estilo de la Justicia, destinado a mejorar la claridad del lenguaje jurídico. Dirigido por Santiago Muñoz Machado, el texto se propone «democratizar» el lenguaje jurídico y ayudar al buen uso del español por parte de jueces, abogados y otros operadores jurídicos, porque entiende acertadamente que la claridad de los textos es un deber para el jurista. Evitar la arbitrariedad y la confusión es necesario para garantizar la seguridad jurídica.
En este mismo sentido merece capítulo aparte la redacción de leyes cuya ambigüedad es tal que en la práctica resulta imposible aplicarlas. De ahí proviene en la vida corriente un insuperable vacío legal, coartada óptima para cualesquiera interpretaciones, guiadas por los más variados intereses.
Por otra parte, la comunicación clara genera un vínculo de confianza entre los distintos poderes del Estado y los ciudadanos, que se sienten tratados en pie de igualdad, aumenta la eficiencia de las instituciones, pero sobre todo ahorra a la ciudadanía incertidumbre, ansiedad, dinero para contratar a un experto que ayude a entender el mensaje abstruso, promueve la transparencia, el acceso a la información pública y la rendición de cuentas.
Se trata entonces de redactar los textos situándose en el lugar de los destinatarios, pensando en sus necesidades, intereses y perfiles, como también de verificar si los mensajes son comprensibles recurriendo a mecanismos de participación. En estos tiempos en los que se promueve hasta la saciedad el Gobierno Abierto, uno de cuyos grandes empeños es la práctica de la transparencia para reducir la corrupción, no hay mejor comienzo para ese viaje que las alforjas de un lenguaje llano, cuidado y abierto al diálogo. Un lenguaje que es el que recomiendan también los líderes mundiales para comunicar en el nivel global los Objetivos de Desarrollo del Milenio, como dijimos al comienzo de esta intervención.
Por mencionar un segundo campo, el de la sanidad, cuyos protagonistas son los profesionales, los gerentes, la industria farmacéutica, y en lugar destacado los pacientes, reclama claridad como pocos. Sin ella es imposible cumplir con los principios éticos -no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia- y con las metas que le dan sentido.
¿Cómo no dañar al paciente, cómo hacerle bien sin saber qué entiende por su bien en una situación concreta, sin atender al ejercicio de su autonomía, que debe ser dialogada?
Afortunadamente, prácticas como el consentimiento informado, la redacción de voluntades anticipadas o la planificación anticipada de decisiones al ingresar en el centro sanitario expresan respeto a la autonomía del paciente y deseo de ayudarle a morir en paz. Pero para que respeten realmente la autonomía, y no queden en meros requisitos legales, deben redactarse en un lenguaje claro, preciso, pero no vulgar, pensando en un paciente sencillo y razonable. Y la misma claridad se hace indispensable en los prospectos de los fármacos, herméticos y disuasorios hasta extremos insospechados.
En cualquier caso nunca se debe obviar el diálogo entre los profesionales y el paciente o los familiares, que son los protagonistas de las decisiones de salud. Cada vez más ese diálogo se extenderá al espacio de internet a través de plataformas creadas para responder a consultas y aclarar dudas, no sólo para ofrecer información. Y en todas ellas el propósito inicial es que el lenguaje sea claro y sencillo.
Por último, pero no en último lugar, el mundo empresarial y el financiero precisan cada vez más reputación para ser competitivos, y la reputación exige no sólo actuar bien, sino también saber comunicarlo. Se multiplican entonces las memorias de Responsabilidad Social, nacen los códigos y los comités éticos, pero también se escriben relatos que cuentan la historia y logros de la organización en beneficio de la sociedad. Memorias y narraciones, dirigidas a los afectados por la actividad de la organización, deben ser sin duda comprensibles.
6. Plenitud de la vida: no sólo claridad, sino también veracidad, verdad y justicia.
Sin embargo, por ir poniendo fin a esta intervención, diremos que con todo esto no basta. La claridad es derecho de los afectados y obligación de los poderosos, pero también la veracidad es derecho de los primeros y obligación de los segundos. Y más todavía en estos tiempos de supuesta posverdad. Si los mensajes son claros, pero hay contradicción entre lo que se dice y lo que se hace o lo que se pretende hacer, la confianza de los afectados se evapora con toda razón. Y la confianza es el principal capital ético de los países, difícil de conquistar, fácil de dilapidar.
A pesar de Hobbes, el Estado no es el Gran Definidor creador del lenguaje, ni lo son los que ostentan el poder en cada campo. El lenguaje ha de atenerse a la realidad social, porque las cuestiones de palabras son solemnes cuestiones de cosas.
Y con esto regresamos al comienzo de esta intervención, a los requisitos para que una acción comunicativa tenga éxito. Decíamos allí que lo escrito o lo dicho debe ser inteligible, y pusimos entre paréntesis de momento las pretensiones de veracidad, verdad y justicia, porque queríamos ocuparnos del lenguaje claro, llano, sencillo. Pero ahora tenemos que recuperarlas, porque la claridad no basta, no es suficiente la inteligibilidad.
«Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre» son las primeras palabras de esa inquietante obra de Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente.
Alumbra, sí, luz sí, pero –continúa el texto- alumbra sobre la podredumbre de una sociedad amordazada. Y ese comienzo augura una historia clara y diáfana en su brillante expresión, pero tenebrosa por el contenido del relato hasta el casi insoportable final. Y es que necesitamos la claridad, como bien decía Ortega, más todavía en nuestras sociedades democráticas y a la altura del tercer milenio. Pero para alcanzar la plenitud de la vida son indispensables también la veracidad, la verdad y la justicia. Nada más, pero tampoco nada menos.

Fuente:
http://www.elmercuriodigital.net/2017/05/adela-cortina-el-esfuerzo-por-el.html#.WQ5Hd9I1_Mw
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Entrevista a Olga Lucía Bedoya : «Hay que revertir el autismo social»

Colombia/12 Marzo 2017/Fuente y Autor: eldiario

«En la competencia entre medios, redes sociales, tecnología y educación, es la educación la que va perdiendo».

La Maestría en Comunicación Educativa de la Universidad Tecnológica, fundada hace 30 años por iniciativa de los profesores Amanda Castiblanco y Fernando Maldonado, acaba de obtener la acreditación en alta calidad. Su objetivo inicial era buscar cómo emplear los medios tecnológicos en el mejoramiento de la educación, no sólo desde el punto de vista académico sino de la formación de ciudadanos, partiendo de la evidente relación que existe entre educación, comunicación y cultura, aunque se piense que la educación no comunica y que la comunicación no educa.

El programa, que ha entregado 26 cohortes con 303 graduandos, ha contado con la asesoría de expertos de la talla de Armando Silva, Germán Muñoz, Ómar Rincón, Gilberto Bello, Jesús Martín Barbero, Guillermo Orozco y Juan Luis Pinto. Hoy está al frente del programa Olga Lucía Bedoya, antropóloga, con magíster en Lingüistica y un doctorado en Ciencias Políticas.

¿Las líneas de investigación de la Maestría en Comunicación Educativa siguen vigentes?
Esa pregunta se la hice al doctor Germán Muñoz cuando estábamos acreditando la maestría. Esas líneas son Comunicación y educación en procesos de transformación cultural, la educación en los medios y los medios en la educación y las TIC y educación, que es la que más ha variado de acuerdo con los procesos tecnológicos. La respuesta fue que esas líneas seguían tan actuales y novedosas que no se deberían cambiar. Lo que varían son los macroproyectos de investigación que se van generando entre esas líneas grandes.
 
¿La acreditación en alta calidad que significa para el programa?
Para nosotros significa la validación de un proceso de muchos años, que sigue siendo muy actual y que sus objetos de investigación, de reflexión y de aplicación siguen  teniendo relevancia y aún más con toda la trascendencia de las TIC. Además ha demostrado que el programa no se ha quedado con los estándares básicos y la acreditación en alta calidad representa que ha alcanzado la edad madura. Son pocas las maestrías del país que lo han logrado y es la primera de la Facultad de la Educación que logra acreditarse.
¿En esta competencia entre medios, redes sociales y educación, quién está perdiendo?
La educación. Va perdiendo porque los educadores tradicionales no piensan que educar es formar seres humanos y continuan pensando que se enseñan contenidos y contenidos desintegrados. No estudian los sujetos y las transformaciones de ellos y sus mentalidades. En estos momentos con todos los avances de redes sociales y de las TIC, los jóvenes nacen con esa herramienta y escriben menos en papel, si el docente y las escuelas no estudian las personas y las nuevas mentalidades que se están formando, la educación seguirá quedando rezagada.
¿Qué papel están cumpliendo los medios de comunicación?
A nivel de la comunicación siento que los periodistas y los espacios informativos no asumen su papel como educadores. Todo lo que se hable y hagan los comunicadores también educa y eso es una alta responsabilidad. Hay que pensar que no estamos haciendo discursos muy bonitos para transmitir sino que ese público al que va dirigido es delicado y podemos impulsarlos a que tomen decisiones por lo que escuchan.
 
¿Pero cada vez leen menos?
No estan leyendo canonigamente como lo hacíamos nosotros. Los jóvenes solo leen en las pantallas, pero es una pantalla fácil, rápida, breve, de solo 170 caracteres. Por eso el papel de la gente de los medios es central en eso.
¿Qué relación existe ahora entre las TIC y la educación?
Sobre esto también estamos reflexionando, acerca de la relación entre TIC y educación que van por caminanos paralelos. Lo de antes era la palabra, el hablar, el vernos a los ojos, eso era central e incluso la hora de la comida era importante, era un ritual. Ahora todo está mediado por un aparato, cado uno pendiente de su celular, pero menos de la conversación cara a cara. Eso nos está llevando a unas reflexiones sobre las habilidades que las nuevas generaciones están perdiendo para hablar y para comunicarse. Son personas muy solitarias, muy calladas, muy introvertidas. Y solo se ven detrás de las pantallas, hablando con alguien que no ven.
¿Son autistas tecnológicos?
Yo los llamo autistas sociales. Y ya no les basta con tener el celular, sino también los audífonos que los aislan del mundo.
¿Cómo revertir esta situación?
En todos los procesos está el papel del educador, pero no sólo me refiero al docente sino también al padre de familia y a las otras personas. Mediante la prohibición no podemos hacer nada, pero si mediante la conciencia del problema del autismo social y sus implicaciones. El papel del educador y la reflexión son muy importantes. Sobre todo ahora cuando a la gente le gusta que la escuchan, pero no escuchar.
 
¿En cuanto a la recepción de los medios que están trabajando?
Estamos trabajando con la ANTV un proyecto para conocer la forma como se recibe la televisión y los contenidos, si hay recepción activa o no y cuáles son las alternativas de comunicacion que están empleando estas generaciones.
¿Cómo va el proyecto de Ciudades Imaginadas?
Se trata de la aplicación del modelo de imaginarios urbanos del doctor Armando Silva, para conocer como se mueve la gente dentro de la ciudad, como la viven. El profesor Silva ha adelantado el proyecto de Ciudades Imaginadas a nivel mundial, en 22 ciudades.
¿Hay también un proyecto de investigación alrededor de las TIC?
Hay una especialista en TIC que hace parte del programa que está trabajando en contenidos mediatizados con objetivos de aprendizaje. A pesar de la preponderancia de los medios, la mayoría sigue valorando el conversar con el otro, pero no sabe como. Hay que volver a mirarse a los ojos al conversar.
Fuente de la entrevista: http://www.eldiario.com.co/seccion/PUNTO+FINAL/olga-luc-a-bedoya-hay-que-revertir-el-autismo-social1703.html
Fuente de la imagen:http://www.eldiario.com.co/uploads/userfiles/20170310/image/IMG_7601-foto-2.jpg
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Haga que los niños ganen confianza por medio de habilidades sociales

01 de marzo de 2017 / Fuente: https://revistaeducacionvirtual.com

Por: Claudia García

Además de los temas académicos tales como la ciencia, las matemáticas y lenguaje, las habilidades sociales son uno de los conjuntos de habilidades aprendidas más importantes sobre todo por ósmosis durante el día escolar.

Los estudiantes aprenden cómo interactuar con sus compañeros tanto dentro de su grado y fuera de él, así como con las figuras de autoridad en la forma de los maestros, los padres y otros adultos.

Hay complejas dinámicas de poder que se producen incluso en el nivel elemental que se quede con los estudiantes durante la escuela y en su vida adulta en el lugar de trabajo.

Estos desafíos y ejercicios que se presentan a continuación, tratan sobre cómo ganar amigos e influir sobre las personas así mismo sobre la interacción social y la dinámica.

Desafío # 1: No se queje durante dos semanas

Este desafío tiene el poder de cambiar la vida de los estudiantes de manera significativa. El quejarse es un mal hábito que puede ser detenido. Hay una verdad que dice: vemos lo que buscamos. El acto de quejarse es un hábito en el que señalamos las cosas que son negativas y llevarlas a la vanguardia de nuestra atención, así como a la atención de la gente que nos rodea. Si los estudiantes son capaces de eliminar este hábito terrible, van a evitar ser víctimas y empezar a señalar las cosas más positivas, lo que lleva a una actitud más agradecida.

Desafío # 2: Hablemos de lo que les gusta.

Principio: hablar en términos de los intereses de la otra persona.

Este reto se crea para inculcar en los estudiantes una actitud de verdadero interés en los demás. Esto funciona como un gran rompehielos en el comienzo de la clase. Demasiadas personas en el mundo hablan a los demás desde una perspectiva de “lo que encuentran en la otra persona para beneficio propio”. Cuando los estudiantes aprenden a demostrar que realmente se preocupan por lo de otras personas, van a aprender una habilidad fundamental que los llevará lejos en la vida, independientemente de qué ruta que se elija a tomar.

Desafío 3: Diga nombres durante una semana

Principio: Recuerde que el nombre de una persona es a esa persona el sonido más dulce e importante en cualquier idioma.

Demasiadas veces en conversaciones, nos dirigimos a otras personas que utilizan términos cariñosos como “amigo”, pero nunca usan sus nombres. Mientras que esos términos son dulces y pueden sentir calor, hay una calidez especial que cada uno de nosotros conseguimos cuando escuchamos nuestro propio nombre. En el aula, no es raro que risas resuenen a través del aula cuando un libro leído en voz alta utiliza el nombre de un estudiante en la clase. Los nombres son personales y el uso de ellos es una habilidad social fuerte como para tener en su arsenal.

Este es un ejercicio divertido, es una gran manera de enseñar una lección memorable. Animar a los estudiantes a utilizar los nombres siempre que sea posible al hablar con otras personas. Esta es una manera de demostrar que respetan a los demás y se reconocen como individuos.

Conclusión

Mientras que las habilidades sociales son extremadamente importantes en el mundo de hoy, a menudo no son una parte del programa en sí. Como tal, a menudo recae en los profesores, inventar sus propias formas creativas para ayudar a fomentar y cultivar estas habilidades con éxito, en lugar de dejar a los estudiantes a valerse por sí mismos. La comunicación es una de las habilidades más importantes y los factores a carreras y relaciones exitosas. Los tres desafíos son grandes maneras de infundir grandes habilidades sociales en alumnos de una manera divertida y alegre.

Fuente artículo: https://revistaeducacionvirtual.com/archives/2904

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Trump: la disputa por el relato

Por: Luis Hernández Navarro

Como candidato, Donald Trump derrotó por nocaut a los grandes medios de comunicación estadunidenses. Ahora se propone hacer lo mismo como presidente de Estados Unidos. En el centro del pleito se encuentra la definición de quién elabora la narrativa sobre el nuevo gobierno: si el magnate o la prensa.

Los ataques de Trump contra los medios han sido duros, a la cabeza y continuos. Sea a través de tuits o en conferencias con periodistas, el mandatario no da tregua. Un día dice que los medios se han convertido en gran parte del problema, parte del sistema corrupto, y otro afirma que el público ya no les cree. La prensa está fuera de control, el nivel de deshonestidad está fuera de control.

El presidente dispara indistintamente contra los medios electrónicos y los escritos. “Los medios con noticias falsas (los perdedores The New York Times, NBC, ABC, CBS, CNN) no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo estadounidense”, escribió en un tuit. Ufano, asegura que «muchos de los medios en Washington, junto con los de Nueva York y Los Ángeles en especial, no hablan para la gente, lo hacen para intereses especiales. La gente ya no les cree. Quizás yo tenga algo que ver en ello. No lo sé. Pero ya no les creen».

Al menos en este punto, Trump es consistente en sus convicciones. En 1981, acusaba: «La prensa es mentirosa, está ahí para manipular a la gente y a eso se dedica».

Stephen K. Bannon, el hombre más influyente en el equipo presidencial, confirmó esta «doctrina» en una entrevista a The New York Times: «Los medios de comunicación deberían estar avergonzados, sentirse humillados y mantener la boca cerrada. Deberían empezar a escuchar. Quiero que tome esta cita textual: los medios de comunicación son el partido de la oposición. Ellos no entienden este país. Todavía no entienden por qué Donald Trump es el presidente de Estados Unidos» (http://goo.gl/mu4F2D).

Los golpes del presidente y su asesor contra los medios de comunicación llueven sobre mojado. Una encuesta de Gallup, difundida el 14 de septiembre de 2016, encontró que sólo 32 por ciento de los estadunidenses tienen mucha confianza en los medios de comunicación «para reportar la noticia de manera completa, precisa y justa». Se trata del nivel más bajo en la historia de estos sondeos. Una caída de ocho puntos porcentuales con respecto al año pasado (https://goo.gl/e3ywhU).

Esta desconfianza hacia la prensa es aún mayor entre las personas de 18 a 49 años de edad. Sólo 26 por ciento se fían de la verosimilitud de lo que los medios informan.

La cobertura que muchos de estos medios han hecho sobre los gobiernos progresistas en América Latina muestra que no faltan razones para esta incredulidad. No pocos periódicos y cadenas televisivas se han comportado allí –tal como advierte Steve Bannon– como partidos de oposición alternos, y no han comprendido lo que sucede en la región. Su aparente «objetividad» está condicionada por su proclividad a favorecer la visión de los grupos empresariales afectados por las reformas y por los intereses estadunidenses en el área.

Claramente, existe una diferencia sustantiva en cómo la gente ve a los medios y cómo se ven ellos a sí mismos. Mientras éstos se asumen como un cuarto poder real, como un mensajero entre los que piensa y sienta la ciudadanía y el poder, los hombres y mujeres de a pie los consideran cada vez más como parte del establishment. Para muchos ciudadanos, no hay diferencias sustanciales entre los medios y la clase política.

Trump y su equipo se han apoyado en esta diferencia de percepción para imponer la narrativa sobre su gobierno. No importa si lo que el mandatario dice es falso o verdadero. Le valen gorro los valores clásicos del periodismo. Lo que le importa es que su relato sobre lo que él es y hace se imponga sin cortapisas. Y a sus seguidores les tiene sin cuidado si lo que dice es cierto o es mentira. Lo que quieren son palabras que les permitan reafirmar sus convicciones previas.

Durante su campaña electoral, el magnate se presentó como un no político e hizo de la comunicación directa, sin agentes mediáticos (pero contra ellos), el centro de su estrategia con los votantes. Tenía una reputación previa como empresario de éxito forjada en las páginas de tabloides y de shows de entretenimiento. Con una organización territorial eficaz, el uso de redes sociales y el dominio de las reglas del juego del mundo del espectáculo le dio la vuelta a la industria de la información y el entretenimiento. Hoy parece tenerla contra las cuerdas.

A pesar de que nunca lo tomaron con seriedad, los medios de comunicación fueron claves en el triunfo electoral de Trump. No porque hablaran bien de él, sino por la enorme cobertura gratuita que le brindaron. Lo hicieron por una razón muy sencilla: porque era negocio. Durante la campaña, CNN ganó 100 millones de dólares extras por informar y opinar ampliamente sobre Trump.

Según un informe de MediaQuant, en las elecciones primarias del Partido Republicano Trump contó con mil 898 millones de dólares en publicidad no pagada en distintas plataformas.

Sobre advertencia no hay engaño. Aunque el influyente Steve Bannon realmente no es leninista, se presentó en una entrevista con el historiador Ronald Radosh como un seguidor del revolucionario soviético. “Lenin –le dijo– quería destruir el Estado, y ese es también mi objetivo. Quiero que todo se venga abajo, destruir todo el sistema actual.” Obviamente, la prensa es parte de ese sistema.

A tuitazos, el beligerante Donald Trump avanza en la destrucción del viejo orden. Los grandes medios de comunicación tradicionales están en su mira. Ellos han reaccionado disparando ya sus más potentes descargas. Sin embargo, apenas parecen haberle hecho daño. Por lo pronto, el pleito sigue.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223217&titular=trump:-la-disputa-por-el-relato-

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Francia: À l’European Lab, des initiatives porteuses d’espoir

Europa/Francia/Febrero 2017/Noticias/https://theconversation.com/

« Contre les récits entraînants des exaltés de l’identité, il faut armer des contre-récits tout aussi énergiques » affirmait Patrick Boucheron, invité de l’European Lab Winter Forum 2017.

Cette édition, intitulée « Des subcultures à l’engagement citoyen, alternatives et résistances », visait justement à démontrer que la culture ouvre un nouveau champ des possibles, à la faveur d’une reconstruction citoyenne et collective.

C’est encore loin l’Europe ?

Il y a six ans naissait la première édition du forum European Lab, avec pour objectif d’ouvrir le débat sur l’Europe, loin de son image parlementaire et institutionnelle, et de mettre l’accent sur sa jeunesse, ses artistes, ses porteurs de projets. Bref, ceux qui la façonnent au quotidien et qui contribuent à en esquisser l’identité, à la rendre vivante.

Puis l’urgence de s’engager s’est affirmée de plus en plus, du traité de 2005 aux politiques d’accueil de certains pays entrants au tout récent Brexit : le projet européen s’est fissuré. Son projet économique, politique et citoyen ne parvient plus à répondre à l’urgence dans laquelle se trouvent ses États-Nations. La défiance des citoyens à l’égard des politiques paraît immense et en toile de fond se dessinent de bien sombres perspectives protectionnistes et nationalistes.

Pourtant, des initiatives citoyennes émergent de toutes parts pour répondre à cette crise. De SOS Méditerranée qui porte secours aux migrants se tournant vers l’Europe au mouvement pan-européen de Diem 25, l’action et les idées se structurent et s’organisent. Artistes, penseurs et acteurs de la société civile s’attellent à relever le défi de la transition démocratique européenne, pour faire vivre un débat citoyen, dédié aux valeurs d’ouverture qui scelleront le pacte du (re)vivre ensemble.

Fuente:

https://theconversation.com/a-leuropean-lab-des-initiatives-porteuses-despoir-73105

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/E6WmT7XvPL-BXXxPmvIKnFJTpO-2QrrlY1Q2sdH20xB4kQEDDg6cYouzkdmoBP_xWqm1LQ=s85

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La verdadera riqueza está en la lengua materna

21 de febrero de 2017/Fuente: el pais

Este martes se conmemora su día internacional. Este año está dedicado a la educación plurilingüe

En el mundo se hablan aproximadamente 7.000 idiomas, de los cuales, el 50% es probable que desaparezca en unas pocas generaciones. De los idiomas que sobrevivan, el 96% corresponderá a lenguas que solo serán habladas por el 4% de la población mundial. El resto de la población hablará unos pocos idiomas que se convertirán en mayoritarios. Este pronóstico apremió a que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) estableciera en 1999, el 21 de febrero como Día Internacional de la Lengua Materna. Este año, la celebración está dedicada a la educación plurilingüe.

Según manifiesta la Unesco, los idiomas, con su compleja imbricación con la identidad, la comunicación, la integración social, la educación y el desarrollo, son factores de importancia estratégica para las personas y para todo el planeta. Sin embargo, debido a los procesos de mundialización que pesan sobre las lenguas existe la amenaza de la desaparición de muchas de ellas.

Juan Uriagereka, profesor de Lingüística de la Universidad de Maryland, asegura que “las lenguas que tienen el futuro asegurado (inglés, chino, español, árabe, alemán o japonés) pertenecen a tres o cuatro familias lingüísticas, siendo generosos en el cómputo. Es decir, la mayoría de la docena y media de familias lingüísticas existentes hoy en día y que han sobrevivido durante miles de años están abocadas a su desaparición. Esto es una tragedia que todavía no hemos comprendido, comparable con la pérdida de hábitat salvaje o el calentamiento global.”

De la misma opinión es Ángeles Ruiz de Velasco, doctora en Pedagogía (UNED) y profesora titular de educación infantil en el Centro Superior de Estudios Universitarios La Salle (Universidad Autónoma de Madrid), quien afirma que la globalización puede convertirse en una amenaza para mantener la diversidad de las lenguas maternas. Fruto de las modas, explica Ruiz de Velasco, “existen familias que, pese a no ser su lengua materna, hablan a sus hijos en inglés, convencidos de que así les costará menos aprenderlo. Se olvidan de que el lenguaje, la palabra oral, contiene una carga afectiva, emocional y social, más fuerte que la mera instrumentalidad del aprendizaje. ¿Se puede consolar a un niño cuando se cae o tiene miedo, en un idioma que no sea el que le conecta directamente con la emoción auténtica de la persona en la que busca consuelo o seguridad? Creo que esa es la clave”, concluye la pedagoga.

La Unesco considera que la extinción de los idiomas llevará asociado, además, la disminución de la diversidad cultural, la pérdida de posibilidades, tradiciones, recuerdos y modalidades únicas de pensamiento y expresión, recursos valiosos y necesarios para lograr un futuro mejor. En este sentido, Pilar García Mouton, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas(CSIC), señala que “la lengua materna es uno de los bienes fundamentales de las personas. El primer patrimonio que se recibe en la infancia. Llamamos así a la lengua que se aprende en el entorno familiar, por eso se relaciona con la madre. Lo más normal es que tengamos una lengua materna, la primera, la de la familia que, a su vez, suele coincidir con la de la sociedad en la que esa familia vive”. Frente a la idea de que la globalización pueda ser una amenaza para mantener la diversidad de las lenguas maternas, García Mouton opina que “en principio no tendría por qué serlo, sobre todo en sociedades que han desarrollado una cultura relacionada con su lengua materna”. E insiste en que, “aunque es verdad que cada vez se hablan más lenguas con gran poder social y económico, como el inglés o el español, muchos de sus hablantes no las tienen como lenguas maternas. No expresan en ellas sus emociones y su cultura, solo las utilizan como lenguas vehiculares, es decir, lenguas de relación, de negocios o de comunicación inmediata”.

Asimismo, la Unesco opina que los idiomas desempeñan una función vital en el fortalecimiento de la cooperación y la consecución de la educación de calidad para todos, la construcción de sociedades del conocimiento integradoras y la preservación del patrimonio cultural.

Ruiz de Velasco declara que “el mantenimiento de la lengua materna favorece la consecución de una educación de calidad”. Además, expone que “la emoción de aprender está ligada con la lengua materna, que es la que nos conecta directamente con el área cerebral de la emoción, o con aquellas lenguas que producen en nosotros efectos emocionales”. Por ejemplo, afirma Ruiz de Velasco, “un estudiante Erasmus aprende mejor la lengua del país en el que está estudiando si hace amigos, se enamora o le gustan las clases a las que asiste”.

Asimismo, García Mouton afirma que “una educación de calidad debe basar el aprendizaje, sobre todo el de las primeras etapas, en una enseñanza adecuada de la lengua materna y en la lengua materna. Quien domina su lengua materna desarrolla sus capacidades intelectuales mucho mejor y se expresa y defiende también mejor. En cambio, quien tenga carencias en su primer aprendizaje lingüístico tendrá muchas más dificultades para desarrollar sus capacidades, para aprender otras lenguas y será una persona más indefensa socialmente”.

No obstante, mantener y fomentar las lenguas maternas no está en contradicción con el aprendizaje de idiomas foráneos. Así lo considera Juan Uriagereka, para quien “saber más de una lengua es útil por varias razones. Primero, porque te permite conocer más gente y sus culturas; segundo, porque ejercitas el cerebro; tercero porque en determinadas circunstancias te puede permitir enrocarte en una identidad, si es que lo necesitas. E incluso, es posible que haya componentes cerebrales que se activen con el aprendizaje de más lenguas. Pero, personalmente, no tengo dudas de que fomentar las lenguas, empezando por la materna, es el equivalente a impulsar las humanidades y las artes, junto con las matemáticas y las ciencias. Todo ello forma parte de la educación integral”.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/02/20/mamas_papas/1487588575_437395.html

Imagen: ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2017/02/20/mamas_papas/1487588575_437395_1487656244_noticia_normal_recorte1.jpg

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Los sistemas aumentativos de comunicación (SAAC)

15 de febrero de 2017 / Fuente: https://www.isep.es/

Por: Maribí Pereira

Los sistemas aumentativos de comunicación (SAAC) tienen como objetivo aumentar la capacidad de comunicación de las personas que presentan dificultades para conseguir una comunicación verbal funcional. En los casos graves en los que no es posible la expresión verbal, los SAAC la sustituirán siendo en este caso denominados sistemas alternativos de comunicación.

En casos de autismo, parálisis cerebral infantil y deficiencia auditiva, el lenguaje oral está gravemente limitado, por lo que es necesaria la utilización de sistemas de comunicación no verbales que sustituyan la comunicación verbal o incrementen las posibilidades comunicativas teniendo el lenguaje verbal como elemento de apoyo a la comunicación.

Lo que se pretende con los SACC es conseguir una comunicación funcional y generalizable, que le permita al individuo expresarse y alcanzar una mayor integración social en su entorno. Lo ideal es combinar la expresión oral del sujeto con los SAAC para aumentar el nivel comunicativo del sujeto.

Los usuarios potenciales de los sistemas alternativos y aumentativos de comunicación se caracterizan por ser:

a) Individuos con algún tipo de trastorno que les impide disponer de un lenguaje funcional y
b) Personas que sufren algún tipo de enfermedad o lesión que les impide temporalmente expresarse con claridad.

Diferentes sistemas aumentativos de comunicación:

El SPC, conocido como Sistema Pictográfico de Comunicación, que fue desarrollado en 1981 por Mayer y Johnson y se caracteriza por su facilidad de interpretación, puesto que sus íconos representan de claramente el concepto que desean transmitir.

Indicado para personas con un nivel de lenguaje expresivo simple, vocabulario limitado y que pueden llevar a cabo frases con una estructura simple de sujeto-verbo-predicado. Está conformado por tres mil íconos organizados a los que se pueden incorporar íconos propios de la cultura de origen. Los símbolos pictográficos se organizan en seis categorías en base a la función del símbolo, cada una de ellas con un color diferente, lo que facilita la comprensión de la estructura sintáctica.

Minspeak surge por la necesidad de agilizar los procesos de comunicación basados en sistemas pictográficos. Bruce Baker (1982) pretendía optimizar el tiempo necesario para emitir los mensajes mediante sistemas de comunicación asistida. Las características relevantes de este sistema son:

-Los íconos no tienen un significado concreto preestablecido, sino que éste se fija por el logopeda y el paciente, lo que permite personalizar los mensajes.

-Los íconos no tienen significado en ellos mismos, sino que cada uno puede tener varios significados, dando lugar a diferentes mensajes, en función de la secuencia de íconos que se haya abordado. A este proceso se le denomina “compactación semántica” e implica que con un número reducido de iconos podemos expresar múltiples mensajes.

El BLISS (Sistema simbólico gráfico-visual), desarrollado por Charles K. Bliss (1949) es un sistema logográfico de libre uso que emplea dibujos geométricos y los segmentos de los mismos (círculo, cuadrado, triángulo, rectángulo, etc.) para la comunicación, junto a símbolos internacionales como: números, signos de puntuación, flechas en diferentes posiciones, etc.

Actualmente, dispone de más de 2000 símbolos y resulta especialmente útil porque a través de él, podemos crear símbolos nuevos a partir de la combinación de signos existentes. Este proceso permite que con un número menor de símbolos se pueda disponer de un vocabulario mucho más extenso, así como también, permite generar símbolos que indiquen singular/plural, diferentes tiempos verbales, conceptos contrarios y equivalentes, etc.

El Sistema de Comunicación por Intercambio de Imágenes (PECS) fue desarrollado por Bondy y Frost en 1994 con el fin de ayudar a los niños con trastornos del espectro autista en la adquisición de destrezas para la comunicación funcional. Está basado en el intercambio de imágenes entre el niño con autismo y las personas de su entorno. En el proceso de aprendizaje se siguen varias fases: a) Intercambio físico, b) Desarrollo de la espontaneidad, c) Discriminación de la figura, d) Estructura de la oración, e) Respuesta a la pregunta: ¿qué quieres? y f) Respuesta y comentario espontáneo.

Las ventajas del sistema PECS se observan en el hecho de que: el intercambio de imagen por objeto es visiblemente intencional; la comunicación es significativa y motivadora para el usuario; se consigue la comunicación espontánea y es sencillo de utilizar en cualquier contexto.

Este sistema no requiere el uso de ningún elemento tecnológico, únicamente podemos utilizar la tecnología para acceder a las imágenes o fotografías que queramos utilizar para la comunicación.

El Programa de Comunicación Total -Habla Signada- de B. Schaeffer y colaboradores (1980) es el más empleado recientemente para abordar a niños con trastornos del desarrollo. El concepto de Comunicación Total es un sistema bimodal en el que se utilizan conjuntamente el lenguaje oral y el de signos. En el sistema de Comunicación Total se da mucha relevancia al hecho de que la persona comprenda de forma clara el efecto de la producción de los signos. Así, a través del habla signada, el sujeto puede obtener las cosas que desea o necesita. La finalidad básica de este sistema es fomentar la producción espontánea por parte del niño, destacando principalmente los elementos expresivos del lenguaje frente a otros sistemas que dan mayor relevancia a los elementos comprensivos.

Fuente artículo: https://www.isep.es/actualidad-logopedia/los-sistemas-aumentativos-de-comunicacion-saac/

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