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República Dominicana: Pruebas nacionales se adaptarán a un año escolar condicionado por COVID-19

América Central/República Dominicana/26-04-2020/Autor(a) y Fuente: acento.com.do

El Ministerio de Educación (Minerd) informó este miércoles de que los contenidos de las próximas pruebas nacionales serán «flexibles y ajustados» a la realidad del presente año escolar, condicionado por la pandemia de coronavirus, que impide la asistencia de los alumnos a los centros educativos.

La directora de Evaluación de la Calidad del Minerd, Ancell Scheker, aseguró en un comunicado que las pruebas nacionales, mecanismo de evaluación del sistema educativo dominicano, serán ajustadas a la realidad que afecta ese sector.

Desde hace varias semanas, y para salvar el año escolar, el curriculum educativo se ha desarrollado a distancia a través de diversas plataformas puestas en funcionamiento por el Ministerio de Educación y por los colegios privados en respuesta el estado de emergencia nacional que vive el país a consecuencia del coronavirus.

La funcionaria garantizó que en las pruebas programadas para los próximos meses los contenidos se ajustarán a los temas que maestros y estudiantes han trabajado, y el Minerd les estará dando seguimiento para que el proceso sea justo para todos los estudiantes.

Así, el Ministerio tomará en cuenta los contenidos impartidos durante el último ciclo y, de manera prioritaria, los de las clases presenciales, indicó.

Agregó que un equipo pedagógico se encuentra dando seguimiento a lo que se ha avanzado tras a la suspensión de docencia presencial mediante informes en base a los cuales «se tomarán las decisiones y se adaptarán las pruebas nacionales».

El Minerd estará dando apoyo a los estudiantes a través de las distintas plataformas: educando.edu.do e iq.edu.do, así como otras medidas pertinentes para asegurar que el proceso transcurra sin inconvenientes.

La directora de Evaluación de la Calidad del Ministerio de Educación, recordó que las pruebas nacionales son vinculantes para la certificación final de los estudios secundarios y para acceder a los estudios superiores, por lo que se mantiene su aplicación para los niveles básico de adultos, medio y de secundaria en todas sus modalidades.

El pasado 19 de marzo se decretó el estado de emergencia en el país frente al coronavirus, lo que supuso, entre otras medidas, la suspensión de la docencia en todos los niveles educativos, del básico al universitario. EFE

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/2020/actualidad/8809004-pruebas-nacionales-se-adaptaran-a-un-ano-escolar-condicionado-por-covid-19/

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ONU pide a El Salvador investigar presuntas violaciones de derechos humanos

América Central/El Salvador/26-04-2020/Autor(a) y Fuente: www.dw.com

La Alta Comisionada de la ONU para los DD.HH., Michelle Bachelet, pidió a las autoridades de El Salvador investigar posibles abusos cometidos para imponer el cumplimiento de las drásticas medidas contra el coronavirus.

«Hago un llamado a las autoridades para que investiguen todas las presuntas violaciones de los derechos humanos en el contexto de la aplicación de las medidas para luchar contra la COVID-19», señaló la Alta Comisionada de la ONU para los DD.HH. y expresidenta chilena en un comunicado.

El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ha sido criticado por organizaciones de derechos humanos por su decisión de retener y enviar a «centros de contención», a personas que violen sin causa justificada la cuarentena domiciliar obligatoria, vigente desde el 21 de marzo.

El comunicado de Bachelet cita un informe de la Procuraduría de Derechos Humanos de El Salvador según el cual, del 21 de marzo al 13 de abril, se han reportado 149 detenciones arbitrarias.

La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) determinó recientemente que las autoridades gubernamentales tienen «prohibido privar de libertad en la forma de confinamiento o internamiento sanitario» a quienes violan la cuarentena.

En claro desafío al tribunal, Bukele reaccionó mediante su cuenta de Twitter, como suele hacerlo, y dijo que «ninguna resolución está por encima del derecho constitucional a la vida y salud del pueblo salvadoreño».

Nayib Bukele

@nayibbukele

¿La @SalaCnalSV delega al procurador inconstitucional para que tutele la cuarentena y trata de quitarnos todas las facultades para hacerla cumplir?

El chiste se cuenta solo.

NINGUNA resolución está por encima del derecho constitucional a la vida y salud del pueblo salvadoreño.

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Derechos inalienables

Bachelet recordó que «el derecho internacional permite a los gobiernos restringir algunos derechos cuando se enfrentan a una emergencia como la causada por la COVID-19», pero que esas restricciones «deben además estar en concordancia con la Constitución y las normas y estándares internacionales de derechos humanos».

«Incluso en un estado de emergencia, algunos derechos fundamentales no pueden restringirse ni suspenderse, entre ellos el derecho a no sufrir malos tratos y la garantía fundamental contra la detención arbitraria», sostuvo la Alta Comisionada.

El fiscal general de El Salvador, Raúl Melara, abrió una investigación sobre posibles violaciones a derechos humanos de personas que guardan cuarentena en centros de contención.

Fuente e Imagen: https://www.dw.com/es/onu-pide-a-el-salvador-investigar-presuntas-violaciones-de-derechos-humanos/a-53202239

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Ove entrevista a Marco Rául Mejía: «El maestro educando también está luchando»

Por: Luz Palomino y Luis Bonilla-Molina entrevistan en exclusiva para OVE

La primera vez que supimos de Marco Raúl Mejía fue por sugerencia de Fals Borda, quien nos dijo que deberíamos conocerlo y trabajar juntos. Es la tentación y práctica permanente de los grandes maestros de intentar juntar a quienes les seguimos las huellas, intentando recoger las gotas de sabiduría que dejan en su transitar.

Fue hasta el año 2005 cuando Marco nos invito a un encuentro de “Planeta Paz”; no pudimos conversar mucho, pero nos quedó claro que la sabiduría sintipensante había hecho una sugerencia adecuada. Libros de un lado para otro de la frontera, nos fuimos enterando de las cosas que hacíamos cada uno y tejiendo lazos.

Seguimos de cerca el trabajo de la Expedición Pedagógica Nacional en la cuál Marco Raúl está muy comprometido. La compañera Mirna Sojo, integrante de este movimiento siempre nos mantenía al tanto de las andanzas de Marco. Años después el amigo y compañero de ruta Sergio Quiroz del Instituto McLaren de Pedagogía Críticas, decidió juntarnos en los seminarios doctorales del verano en La Ensenada, Baja California Sur, México. Allí, como si los años no hubiesen pasado comenzamos a hacer planes de largo aliento, para fortalecer el movimiento pedagógico nuestroamericano. Luego los debates se hicieron intensos, a veces solo soportables por el calor de la amistad; discusiones iban y venían respecto al impacto de la cuarta revolución industrial en la educación. Al final nos dimos cuenta que nos andábamos moviendo por las ramas, porque las coincidencias eran enormes.

En el año 2018 el equipo de OVE impulso una candidatura desde abajo a la Secretaría General de CLACSO y, cuando nos correspondió ir a Bogotá “sin medio en el bolsillo”, la casa de Marco Raúl fue el cobijo del sueño en marcha. Con risas y los afectos que siempre le brotan de manera espontánea a Marco Raúl, convertimos su vivienda en el casco histórico de Bogotá, en nuestro “centro de operaciones”. Marco Raúl nos mostró con hechos que la solidaridad es la esencia de la militancia popular.

Recientemente Marco Raúl publicó un  texto muy provocador sobre las miradas de las educaciones populares sobre el tránsito entre la tercera y cuarta revolución industrial. Actualmente Marco Raúl forma parte del espacio que hemos denominado Grupo de Contacto Internacional, promovido desde el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y políticas Docentes (OIREPOD); allí nuevamente la sabiduría de Marco Raul ayuda a tejer rebeldías pedagógicas. Por ello, nos pareció importante que los lectores de OVE conocieran su visión actual sobre lo educativo.

 

Marco, Cuéntanos de tu historia de vida como educador popular. Balance de esa militancia.

Reconocerme hoy como educador popular haciendo parte de una propuesta educativa que en su versión nuestraamericana se remonta a la comprensión que le dio Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar, y que transitó diferentes elaboraciones y fundamentaciones en estos 200 años por hacer de la educación y la escuela un lugar para dar ser a las repúblicas donde la democracia fuera para todas y todos y no solo al servicio de unas élites, y por ello, como elemento central formar personas que transformen esas condiciones que producen desigualdad, opresión, y que en la segunda mitad del siglo XX nos legó uno de los latinoamericanos más universales, Paulo Freire, cabeza visible de un pensamiento que algunos señalan como el cuarto paradigma educativo de la modernidad, el latinoamericano, al lado del alemán, el francés y el anglosajón.

En esa historia inscribo mi periplo vital en cuanto al terminar mi bachillerato debíamos realizar un servicio social, el cual lo presté en la ciudad de Medellín, en una zona de tugurios llamada La Iguaná, con la suerte de que el profesor encargado nos formó en la metodología de alfabetización de la pedagogía liberadora que otros llamaban “el método Freire”, el cual conocí en unas hojas mimeografiadas publicadas por el IICA-FIIRA.

Posteriormente con mi vinculación al centro de investigación y educación popular CINEP, de la compañía de Jesús en Colombia, me permitió iniciar trabajos con personas que se reconocían como educadores populares, lo cual me llevó a participar en los procesos de formación social y política de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia (ANUC), con los líderes adultos, a la vez que en el desarrollo de escuelas de educación formal para los niños y niñas de esta organización en la costa Caribe de Colombia.

En esta experiencia se construyó una propuesta metodológica basada en la investigación, que luego fue retomada por organizaciones sociales indígenas y magisteriales y más tarde construyó una propuesta investigativa para niñas, niños, jóvenes y los maestros y maestras que trabajaban con ellos en el sistema de ciencia y tecnología colombiana, basada en los principios de la educación popular, y que se llamó la Investigación como Estrategia Pedagógica IEP, en el Programa Ondas, que tuvo también dinámicas de formación en el sistema educativo boliviano y en algunos lugares de México y Brasil.

Estas experiencias permitieron, desde finales de los años 70 del siglo pasado, comenzar a construir redes de educación popular en el movimiento social, en las cuales se participó con otros grupos de instituciones, organizaciones sociales y políticas al interior del magisterio colombiano, haciendo parte de uno de los grupos que participa en la configuración y organización del movimiento pedagógico en Colombia, como respuesta al intento de reforma curricular en el marco del plan Atcon.

El movimiento pedagógico colombiano se organiza desde la Federación Colombiana de Educadores FECODE, en el año 1982, el cual fue aprobado en uno de sus congresos nacionales. Allí los educadores populares realizamos una confluencia junto a otras experiencias de otras concepciones de grupos universitarios, de ONGs de intelectualidad crítica y de militantes políticos, que reconocíamos en la pedagogía un espacio específico de los educadores para luchar por las transformaciones más amplias de la sociedad.

Estos planteamientos no estuvieron exentos de polémica, ya que debieron enfrentar a posiciones que señalaban este trabajo como “reformista” y “pedagogicista”, lo que llevó a configurar la consigna de “el maestro educando también está luchando”. Este debate llega a nuestros días y ha acompañado en forma permanente el devenir del movimiento pedagógico colombiano. En estos casi cuarenta años, los aprendizajes pedagógicos allí trabajados permitieron también una dinámica de construcción del proyecto colombiano del movimiento de educación popular integral de Fe y Alegría.

Estas dinámicas ligadas al movimiento sindical nos permitieron también trabajar procesos de educación popular en estos sectores, lo cual permitió construir una confluencia de fuerzas que se denominó: “Alianza obrero-campesina y popular” con trabajo sistemático de formación social y política que permitió jalonar una propuesta de educadores populares para la formación de escuelas a su interior, dinámicas que permitirían con el tiempo colocar esos aprendizajes en la consolidación de la Central Unitaria de Trabajadores CUT, de Colombia.

De igual manera, en un país como el nuestro, signado por la guerra y al trabajar con lo sectores sociales populares nos llevó a incursionar en las pedagogías para la tramitación y regulación de conflictos, y la búsqueda de la paz con justicia social. Ello dio un auge especial al reconocimiento de los saberes populares de esos sectores sobre sus territorios y los conflictos que allí se daban. Esto nos permitió realizar procesos de educación popular con doce sectores sociales populares, desde el proyecto de apoyo llamado Planeta Paz, artífice en comienzos del nuevo siglo, entre otros, de la consolidación del movimiento LGBTIQ en Colombia.

También en un cuestionamiento a las políticas multilaterales y a la homogeneización de la escuela, se ha venido desarrollando a lo largo de este siglo la Expedición Pedagógica Colombiana, la cual ha buscado visibilizar las múltiples maneras de hacer escuela y ser maestra y maestro en un contexto como el colombiano, haciendo posible a través de una propuesta metodológica fundada en el viaje, hacer real la producción de saber  y conocimiento a través de la sistematización, convirtiendo a las maestras y a los maestros en sujetos constructores y productores de política pública. Esto muestra cómo la escuela de estos tiempos más que de copias de modelos pedagógicos o la transposición mecánica de innovaciones internacionales, se está haciendo ya en muchos lugares dándole respuesta a sus realidades, territorios y la manera cómo allí se manifiesta el cambio de época propio de la tercera y cuarta revolución industrial bajo forma escolar.

Para cerrar esta apretada síntesis, es importante reconocer cómo desde el cuestionamiento a la titulometría y a la bibliometría de la industria del conocimiento presente en muchos de mis textos, me llenó de argumentos para no concluir mi tesis de estudios de doctorado y no aceptar dos propuestas de doctorados honoris causa, que se habían realizado desde universidades extranjeras. Al final, terminé accediendo a la que me propuso la Universidad Pedagógica de Colombia, como un homenaje a la educación popular en mi nombre, y como reconocimiento a la importancia de la educación pública.

 

¿Cuáles son los elementos más significativos de la actual crisis de la educación en Colombia?

Podemos afirmar que a nivel planetario estamos frente a un momento de ajuste del proyecto educativo, necesario para dar respuesta a las nuevas realidades que vive el sistema dominante. Proceso de ajuste donde se produce una ambigüedad porque, a la vez que muestra sus nuevas formas desde la ciencia y el conocimiento, y el control que ejerce transformándolas en fuerza productiva fundamental, pese a ello no acaba de constituir la institucionalidad que le corresponde, generando dinámicas permanentes de modificación en los procesos educativos. Además, al interior del proyecto mismo está el dilema por cómo asumir educativamente el tránsito entre la tercera y la cuarta revolución industrial.

Para el caso colombiano, esto es muy visible en la infinidad de decretos del Ministerio de Educación Nacional (MEN), que tocan aspectos específicos del quehacer educativo o las leyes de contrarreforma educativa en el continente, con bastantes similitudes a la 715 nuestra, leyes que enfrentan actualmente las maestras y maestros latinoamericanos y que algunos han llamado “reformas laborales y administrativas”, y un caso significativo son las luchas por su derogación o abrogación o su reformulación en países con signos progresistas, como acaba de acontecer en México.

Por ello podemos decir que la educación en sus múltiples formas, y la escuela desde el jardín de infantes hasta el PhD, es un campo en reconfiguración y en disputa, y en ese sentido no hay respuestas claras. Quienes lo intentan desde ministerios u organismos multilaterales, proceden más apoyados en un discurso desde el poder político y económico que poseen, así como caminos transitados al momento de resolver enigmas presentados, y resueltos, a propósito de la tercera revolución industrial. De igual manera, el pensamiento crítico y emancipador ensaya respuestas desde la impugnación a las nuevas formas de control en educación. De alguna manera, el viejo análisis de la Escuela de Frankfurt viene a recordarnos que no hay acción humana sin intereses87, como nos señala Habermas, en Conocimiento e interés, ese hermoso texto  publicado en 1989 por elCINEP.

Esta situación de tránsito entre un mundo que ya no es y una institucionalidad oficial y crítica, inadecuada para las nuevas realidades, genera en algunos casos confusión, propiciando que sectores críticos se sumen en coro a la modernización de la escuela capitalista como si fuera parte del proyecto transformador. Personas ayer muy radicales e impugnadoras de la escuela capitalista se suman hoy a su realización en forma acrítica, a nombre de un nuevo discurso técnico fundado en la “titulometría” y en la “bibliometría”88. De hecho, La importancia del trabajo inmaterial en la sociedad actual exige la necesidad de acreditarlo para incorporar a su organización social y el lugar más visible son los títulos y la escritura, transformando estos dos elementos como centrales a la nueva industria del conocimiento, pruebas, calidad, ranking, etc

Realidad que nos recuerda que el debate del cambio educativo es una constante de todos los actores, realidad que coloca de nuevo y como central, y de forma urgente, la discusión hoy abierta por doquier, así como la necesaria por encarar sobre la innovación y la transformación en los asuntos educativos escolares y pedagógicos.

En medio de los múltiples cambios, el capital se apropia de la educación y construye una industria del conocimiento, la cual se generaliza con la democratización como discurso impuesto después de la II Guerra Mundial, concomitante con el de la sociedad de la medición. La escuela fue objeto, en las dos décadas siguientes a la terminación de la guerra, de diferentes estudios, realizados con el fin de evaluar sus resultados. La tesis central de los estudios, entre muchos otros (Coleman, Plowden e Inse) consistía en conocer el nivel del rendimiento del capital invertido por los Estados, lo cual no era otra cosa distinta a saber si efectivamente existía una correlación entre inversión y los resultados escolares esperados.

Es allí donde nace el conocimiento como mercancía, cuya tesis afirma que este es la materia prima más importante; la medición del resultado escolar produjo el famoso discurso de la sociedad y la economía del conocimiento89, como lo indica Zambrano, en su libro “La educación, el vacío, la frivolidad, la pesadumbre del presente”. Surgía así un modelo con el cual la gestión del conocimiento se hacía de manera empírica y natural; práctica convertida en experiencia-conocimiento a través de la investigación que siguió procesando y ampliando el conocimiento, el cual ahora necesitaba ser administrado de acuerdo con las regulaciones del capital. Surge con ello la industria del conocimiento.

Industria que recogerá los desarrollos de la primera y segunda revolución científica, y que luego debió replantear y agregar elementos a la luz de la tercera revolución científica (…), la cual trae con urgencia la reflexión sobre las redes sociales, el hardware, el software, y en la cuarta revolución, la inteligencia artificial, los algoritmos como una realidad en los procesos educativos que ahora debían administrarse a través de sus resultados mediante las pruebas.

En Colombia, desde las directivas de la educación, se organiza una reforma a través de decretos y resoluciones para dar respuesta a los requerimientos de la Ocde. No solo hay decretos, se inicia un proceso de transferencia de modelos educativos de corte instruccionista, por ejemplo, las matemáticas de Shanghái, o el de educación de excelencia de Belo Horizonte, sin ninguna contextualización, mostrando que el síndrome de transferencia tecnológica es una realidad acrítica en educación. Valdría la pena preguntarnos ¿por qué se mira a estos lugares y no a otros? ¿Por qué la influencia de la geopolítica es tan fuerte en educación? Como pista para ello, recomiendo ver el video “El éxito educativo de Finlandia”, del realizador norteamericano Michael Moore. (Pág. 110).

Es esta situación la que genera en las organizaciones sociales de la educación dificultad para comprender el nuevo tiempo que vivimos y reestructurar, de acuerdo a los retos que depara, sus formas de lucha como actor social, así como la apropiación/comprensión de estas nuevas realidades por parte de los educadores, para así poder dar lugar a las nuevas maneras de la protesta y de las reivindicaciones, generando un momento histórico en el cual se requieren propuestas que acompañen las protestas.

 

Desde la educación popular, ¿cuáles problemas atraviesa la formación docente?

 

Es el marco hasta acá explicado, uno de los elementos centrales para la reconfiguración de la educación y la escuela, y uno de los lugares donde emerge en las últimas décadas del siglo anterior, será en las discusiones curriculares en el mundo norteamericano y que con su “asesoría técnica” se implementaban en algunos de los países parte integral de su bloque hegemónico90; recordemos cómo el movimiento pedagógico colombiano une a los trabajadores de la educación y a la intelectualidad crítica de los más variados matices con el sindicato para enfrentar la reforma curricular que se proponía en ese marco . La Comisión nacional de excelencia en educación, organizada en el año 81 del siglo pasado para pensar el lugar de la educación, a propósito de señalada por entonces crisis del desarrollo en los EE.UU. como potencia y el mundo de la tercera revolución industrial, veía con preocupación la pérdida de importancia frente a Japón, lo cual prende las alarmas y muestra cómo la educación que se desarrollaba en esos momentos no daba cuenta de los cambios en curso y no se abría ante las nuevas realidades del conocimiento y las tecnologías.

En el informe publicado en 1983 por el Departamento de Educación de los Estados Unidos con el nombre de A Nation at Risk91[1] (Una nación en riesgo), resaltaba: “Una mediocridad amenaza nuestro futuro como nación y pueblo, lo que era inimaginable está sucediendo, otros países igualan e incluso superan nuestros niveles académicos […] si una potencia extranjera hostil hubiera intentado imponer a Estados Unidos el mediocre rendimiento educativo que impera en la actualidad, es muy posible que lo hubiéramos considerado un acto de guerra. Hoy por hoy, lo hemos permitido sin que nadie de fuera haya intervenido en ello”.

El informe alerta sobre el futuro de la Unión como potencia y de su economía para garantizar en el largo plazo el bienestar del que habían disfrutado sus habitantes, y se plantea la necesidad de proveer educación con calidad y el fortalecimiento del aprendizaje para toda la vida.

En este contexto, la Comisión de educación de calidad de la Secretaría Nacional de Educación de los Estados Unidos de Norteamérica, tomando como base lo planteado, realiza su replanteamiento y traza el derrotero de lo realmente importante: el aprendizaje básico de contenidos (mínimos educativos y formativos) de lo cual deben ocuparse las escuelas para formar el ciudadano de este tiempo, e indica que las prioridades son las tres “R” del inglés: Reading, Writing, and Arithmetic (lectura, escritura y aritmética), y privilegian las disciplinas que se necesitan bajo el nombre del Stem: Science, Technology, Engineering, and Mathematics (ciencias naturales, tecnología, ingeniería y matemáticas). Sobre ellos debe ejercerse un control de su nivel académico. De igual manera, ellas deben garantizar el acceso a la universidad.

Estos elementos son considerados bajo el horizonte de formar una fuerza laboral que permita enfrentar a la competencia extranjera, así como construir la nueva economía basada en el conocimiento para la reconfiguración posfordista de la fuerza de trabajo, consumando la reforma reaganista de la educación, de trabajadores flexibles con habilidades básicas para vivir y laborar en contextos de trabajo flexibles y precarios, dando paso al control del trabajo docente y de las comunidades educativas. Para ello se inician en 1986 procesos de experimentación e innovación en el sistema descentralizado de la educación norteamericana, que tiene entre algunos de sus hitos –año 1992–, una organización centrada en estándares y competencias y el acuerdo para elaborar la nueva ley de educación es aprobada en el año 1995 en el gobierno del presidente Clinton, la cual fija los objetivos sobre qué enseñar y cuáles disciplinas son esenciales.

Estos criterios de la importancia de la educación en la globalización son recogidos por el Banco Mundial, el mismo que en la década del 70 del siglo pasado había promovido la revolución verde como el gran factor de movilidad social en el mundo, destinando para ello parte importante de sus recursos al campo y a la agricultura; ahora realiza el giro hacia la educación como el factor central para darle forma a estos nuevos tiempos signados por el conocimiento, la tecnología, los nuevos lenguajes, la información, la comunicación, la innovación, la investigación, y en el lapso de una década gran parte de sus dineros van a educación92[2] para promover las nuevas leyes educativas guiadas por el Stem y las tres R, las cuales son colocadas en las diversas naciones del mundo bajo su asesoría y financiamiento, dando forma a un control multilateral de esas políticas; son las mismas líneas que la Ocde ajustaría como política central en su acción global.

Es así como la Ocde fundamentará las pruebas Pisa, determinando la influencia de la política neoconservadora (Reagan) en las políticas educativas mundiales, convirtiendo esos contenidos básicos instrumentales del Stem que adquieren unidad en los sistemas nacionales a través de las pruebas estandarizadas mundiales, soportadas en una visión de multilateralismo a la que concurren como nuevos agentes diferentes grupos empresariales, algunos con cara de filantropía –como la fundación Bill y Melinda Gates.

Por ello, el Banco Mundial93 en el “Informe sobre el desarrollo Mundial. Aprender para hacer realidad la promesa de la educación” de 2018, insiste en que no basta con educar si no se aprenden y adquieren las competencias que permitirán crear capital humano, es decir, que se manifiesten después como posibilidad en el mercado de trabajo, generando una confrontación visible, como antípodas, entre comunidad y mercado, en las siguientes leyes de educación en los Estados Unidos, la cual ni siquiera es trabajada como tensión, situación que vivimos los participantes en discusiones de las nuevas leyes de educación en los últimos años del siglo anterior y los corridos de este, que han estado y siguen influidas por esas políticas neoconservadoras de la tercera revolución industrial.

Este perfil educativo se va convirtiendo en hegemónico y es perfeccionado paulatinamente a medida que el discurso oficial sobre él es acogido por políticos y economistas, en lo que algunos han denominado “una educación dirigida por banqueros”, lo que llevó a la relatora de educación de Naciones Unidas a afirmar: “La experiencia de la relatora especial indica que en ninguna escuela de economía se enseña ni la normativa internacional de derechos humanos ni las razones económicas que la sustentan, y que los economistas que elaboran las estrategias de educación o de desarrollo en general, no reciben formación en materia de derechos humanos”94 como afirma Tomasevski, en el “Sexto informe sobre el derecho a la educación. Consejo Económico y Social de Naciones Unidas. Realidad que ha generado preocupantes consecuencias sobre el funcionamiento de la educación, introduciendo modificaciones en los procesos educativos a nivel mundial y orienta la formación de docentes para garantizar la continuidad del proyecto de control, cuyas principales características están resumidas en el siguiente decálogo:

  1. Jerarquización del conocimiento que se imparte en las escuelas a partir del Stem y las disciplinas asociadas a él con la exclusión paulatina de las otras.
  2. Un conocimiento objetivo, lo que ha devenido en su organización y transmisión de manera instruccional generando una despedagogización del oficio de maestra/o.
  3. Un currículo de mínimos para insertarse en la globalización, expresado educativamente en estándares y competencias bajo la idea de derechos básicos de aprendizaje, constituyendo una educación centrada en el homo faber, humanos que saben hacer para el desempeño laboral.
  4. Verificabilidad de aprendizajes a través de un sistema de pruebas estandarizadas, en un comienzo las Timss y luego las Pisa, desechando todo tipo de valoración que no sea cuantificable.
  5. Valoración del trabajo docente e institucional de acuerdo con los resultados de niñas, niños y jóvenes, verificado en las pruebas, estableciendo una serie de incentivos económicos y de exigencias para el ascenso en los escalafones docentes, instaurando una competencia que ha terminado distorsionando la formación en aras de buscar los resultados positivos en la prueba.
  6. Incorporación de las tecnologías (TIC) como soporte fundamental del proceso educativo, tanto en sus aspectos académicos de gestión, de evaluación y de control, lo cual ha terminado con un uso instrumental de ellas (ferretería) sin lenguaje digital ni realidad virtual y menos como parte de la cultura de la época, que vive un tránsito de lo mediático a lo digital.
  7. Recambio de los directivos docentes para dar respuesta al cambio, construyendo su gestión en torno a un control administrativo de las instituciones, dando paso a un grupo de rectores gerentes con gran desconocimiento de lo pedagógico.
  8. Para dar forma a la sociedad del conocimiento, se promueve la ampliación de la cobertura universitaria (Bolonia), lo cual ha terminado en una titulometría con infinidad de profesionales sobre educados, desempleados, y fortaleciendo una nueva industria del conocimiento centrada en la universidad.
  9. Construye un sistema de calidad en paralelo y en coordinación con los otros grupos de la Ocde, basado en una estandarización de corte empresarial y administrativo, convirtiendo los criterios de excelencia de cada disciplina en estándares; realidad fundida hoy con claridad en las instituciones para impulso de la ciencia en nuestros países, como diría Kant hace mucho tiempo, “comerciantes de la ciencia”.
  10. Privatización. Inéditos discursos de la sociedad civil y su responsabilidad generaron un nuevo pacto empresarios-gobiernos, asumiendo la educación en forma concertada, ya que sus recursos y sentidos eran definidos por el futuro laboral de sus miembros, apareciendo nuevas formas de escuelas públicas: concertadas, libres, chárter, que bien analizadas han dado lugar a las formas iniciales de la industria del conocimiento, la cual mueve billones de dólares en el mundo a través de textos escolares, pruebas estandarizadas, contenidos digitales, gestión de centros y muchas otras.

A medida que se evaluaba la oleada de nuevas leyes de educación se fue recomponiendo la escuela desde patrones centralizados, abriendo el espacio para una tercera generación de reformas educativas más ajustada a los criterios de la economía, el mercado y la administración, parte de lo cual es la ley 715 del 2001 en nuestro país (y su doble vinculación, lo que da origen a los dos estatutos profesionales) y su correspondiente en EE.UU. (No child left behind –Ningún niño dejado atrás), con lo cual se impusieron estándares nacionales, evaluaciones sistemáticas que, en estos momentos y en más de la mitad de los EE.UU., por ejemplo, son realizadas por un grupo privado, Pearson, que también diseñó las pruebas PISA que se aplican actualmente.

Un discurso de “aseguramiento de la calidad” se tomó la administración y la gestión escolar, y trasladó los procedimientos de la industria de servicios a las escuelas, en las cuales se ocupó el tiempo de docentes llenando formularios, recogiendo evidencias, escribiendo reportes e informes, para cumplir con la patronización de calidad; formularios que luego solo sirven como evidencia frente a niveles superiores de que se cumplió la tarea, pero nunca son recogidos para un real mejoramiento del proceso formativo y escolar. Esto es visible en las pruebas estandarizadas que se aplican en todos los países. Por ello, rápidamente los simulacros en la escuela coparán el tiempo cada vez menor que tiene la pedagogía en esta escuela de la despedagogización y del apagón pedagógico global.

Como síntesis del giro educativo, basta con ver la nueva secretaria de educación de Trump, Betsy DeVos, empresaria promotora de las escuelas Charter e impulsora del consorcio Amway, en alianza con Neurocore, dedicados a la estimulación cerebral y a la programación neurolingüística centrada en películas. Su elección por primera vez en mucho tiempo requirió de una medida que desempatara el 50-50 que se había producido en el Senado.

El proyecto del capitalismo global con argumentos “técnico-objetivos” sigue profundizando la promoción de las reformas basadas en los modelos de gestión del sector empresarial, en muchos casos haciendo una transposición mecánica, sin diferenciar ni hacer explícitas las especificidades educativas. Curiosamente, algunos de esos elementos que se comienzan a legislar en nuestro país, y columna vertebral de nuestra ley 715 de 2001 y su reglamentación, así como de la reforma educativa mexicana de Peña Nieto, ya había sido cuestionada por una de las arquitectas de este movimiento de nuevas leyes educativas en Estados Unidos, después de trabajar para ellas en su formulación y apoyar su implementación durante 24 años, Diana Ravitch, (…) en “Vida e morte do grande sistema escolar americano. Como os Testes Padronizados o Modelo de Mercado Ameaçam a Educação”.

¿Qué ha significado la crisis del COVID-19 y de qué manera estas medidas afectan el derecho a la educación?

El coronavirus ha llegado para construir un tiempo maravilloso de cambio, solo que signado por las presiones del miedo y el pánico con el cual se presenta en los medios masivos y redes sociales para viralizar la muerte como alternativa de futuro. Y allí el pensamiento y la acción crítica viene para recordarnos la manera cómo nos colocan los escenarios modelados por el poder, en el cual buscan con el dicho que se le atribuye a la cultura alemana, de que: “los árboles no dejan ver el bosque”.

Esta situación en educación ha dado paso al afán de los modernizadores para decir que el problema es que no habíamos accedido a la virtualidad y colocar allí y en sus tecnologías las soluciones, olvidando, según Unesco, que de esos 1,600 millones de niños, niñas y jóvenes de 191 países que fueron enviados a sus casas, junto con los 63 millones de maestros y maestras, 826 millones de los estudiantes no tienen acceso a computadores, y el 43% no tiene internet en casa. Esto de nuevo vuelve a ocultar una crisis estructural de la escuela y obviar la reflexión sobre la crisis profunda del sistema educativo como correlato de la manera cómo los cimientos estructurales del capitalismo son tocados, y a la manera del traje del rey desnudo de Andersen, hoy el virus nos exige comprender estos asuntos si queremos apostarle a esas nuevas construcciones desde los territorios que habitamos tienen que ser reformulados y reinventados.

Permítanme en lo corto de este escrito señalar algunos de esos asuntos a los que obliga la agenda para reinventarnos como sociedad y educadores y educadoras populares en ella. La primera enseñanza es explicarnos cómo una crisis sanitaria devino en económica, política, social y educativa, lo cual exige explicar integralmente los problemas y los asuntos de la sociedad, así como los elementos correspondientes a la ciencia y la tecnología, los cuales no se dan sin las relaciones sociales que los constituyen. Allí se pone en evidencia la crisis del modelo de civilización planteado por la globalización, en el cual el mundo entró para colocarse en la órbita de la tercera revolución industrial que contribuyó al colapso del socialismo real y a un modelo económico y político basado en los principios neoliberales abanderados por Reagan, la señora Thatcher y el mismo papa Juan Pablo II.

Allí surgió el discurso del fin de la historia, en lo que ellos consideraban la irreversibilidad del capitalismo como un sistema imperfecto, pero era el que más propiciaba la democracia y el ascenso social, gestando unas clases medias que se harían defensoras de sus conquistas de consumo, lo cual les permitiría asumir también los sentidos del fin de las ideologías para vivir en un mundo técnico objetivo. De igual manera, esto daba paso al tiempo del fin de las utopías.

La manifestación más clara de ello para estos tiempos se da políticamente en un mundo multilateral con una pugna interburguesa del capitalismo, visible en el mundo a través de los nacionalismos tipo los promovidos por Trump, Bolsonaro, y el capitalismo transnacionalizado que se alineó al lado de los Clinton, los Bush, Obama, y que convirtieron al resto del mundo en veleta de un mundo organizado desde las agencias multilaterales, en donde pareciera, con sus argumentos, que era lo que más le convenía al mundo y se abrogaban el derecho de recoger todos los intereses políticos, aun los que desarrollaron los gobiernos de signo progresista y que fueron colocados en el escenario del desarrollo y de las políticas de estabilidad en el mundo, que dieron un marco explicativo para que el coronavirus se expandiera con las características que se ha manifestado.

En esta perspectiva, la crisis sanitaria fue tomándose todos los campos, haciendo visible cómo el capitalismo que había abandonado muchas de las políticas de su Estado de Bienestar para entregarlas al mercado y a los consorcios privados, establecieron un sistema de salud que en su desmantelamiento dejaba desprotegida a la parte mayoritaria de esa población que le había servido durante toda su vida, siendo los primeros damnificados los mayores de 70 años, que tuvieron atención si contaban con medicina privada, mientras que las redes públicas se congestionaban y sacudían la ética médica de salvar vidas decidiendo como en las guerras, quién debía morir y a quién se optaba por intentar salvar.

Y allí nos dimos cuenta de que esa pandemia golpearía con más fuerza a los más pobres, a los desprotegidos de salud y con empleos informales que en el caso latinoamericanos cubre para todos los países entre el 50% y el 70% de la población. Pero, además, con un sistema médico manejado desde las farmacéuticas para curar, no para prevenir, y un sistema financiero que era alimentado por las políticas que se constituían para supuestamente “enfrentar la pandemia”.

También el virus permitió comprender que muchos que soñaban con igualdad social a través de la educación, que este tipo de capitalismo que debilitó lo público y lo común, la escuela también era profundamente frágil, como la salud y la sobrevivencia de los mas pobres; y nos enseñó que una escuela hecha para las competencias en función del proceso productivo. Esta escuela había abandonado otras miradas más integrales sobre lo humano, y ella estaba tomada por el individualismo, el “exitismo”, y los resultados de pruebas desde una homogeneización que se le proponía desde el STEM, el cual había sido regado por el mundo a través de los organismos multilaterales estableciendo una competencia entre países para medir rendimientos a través de pruebas hechas en el país, pero controladas internacionalmente desde la mirada de PISA. Esto permitió encontrar que la diferencia de las escuelas estaba gestada en las clases sociales que atendía.

Cuando el virus colocó la casa, el hogar como espacio para continuar la actividad educativa, también la reina de la igualdad a través del discurso meritocrático, la escuela, quedó al desnudo e hizo visible la fragilidad del derecho a la educación, que se había construido en el discurso liberal. En esa desnudez encontramos que en nuestros países la desigualdad digital es más profunda que la económica. Invito a los lectores a buscar cifras de sus países sobre índices GINI digitales y contrastarlos con los económicos. Busquen datos sobre el tipo de cobertura en redes de banda ancha y satelital, que son los lugares donde pueden ser alojadas muchas de las propuestas de plataformas para el trabajo de educación en casa (home schooling).

Nos encontramos también que los cacareados “nativos digitales” solo lo eran de redes sociales, y que su consumo era el propiciado por el mercado y las redes que los tienen para generar la información como materia prima, y nos encontramos con un uso pasivo, solo para entretenimiento y comunicación con los pares, lo cual ha servido a los políticos de la supervivencia de este escandaloso sistema para alimentar la distorsión de la realidad con los “fake news”, la manipulación de elecciones, la polarización a las sociedades frente a cualquier atisbo de cambio, y establecer un capitalismo de vigilancia y manipulación a través de ella.

Encontramos que las personas estaban al servicio de la tecnología, y que no podíamos pasar simplemente a ser “ferreteros” de una educación que convierte los aparatos en lo digital sin comprender sus lenguajes, sus lógicas, y las maneras como construyen sociedad con sus mediaciones, y nos dimos cuenta que mientras el mundo se derrumbaba y se preguntaba cosas como: ¿cómo preservar la vida? ¿Cómo construir nexos de solidaridad con los sectores pobres más afectados? ¿Por qué y cómo hemos llegado a este momento en la historia de la humanidad? La escuela ahora por internet y aparatos que no son la virtualidad se volvió a llenar con el lenguaje de: “dar”, “dictar”, “tomar clase”, solo que ahora estaba dirigido por el mundo de las transnacionales como Youtube, webinar, classroom, Microsoft, Google educativo y muchos otros, porque ni siquiera los más críticos entendíamos que en este tránsito entre tercera y cuarta revolución industrial se tejían otras resistencias desde el software libre.

Entonces comprendimos que debíamos aprovechar el cuarto de hora que nos daba el virus para propiciar una desintoxicación de los procesos educativos y escolares, haciendo visible la crisis de una educación que ya estaba en estado terminal y pedía cambios urgentes antes de la pandemia. Y allí la crisis nos comenzó a mostrar otros caminos diferentes cuando la escuela lo único que hacía por las directrices de los ministerios, era enviar los mismos contenidos con los mismos procedimientos y metodologías para seguir trabajando el mismo currículo.

Y se nos apareció otra presencialidad, que nos mostró que no era posible la educación sin educar todo el cuerpo, y ella se hizo visible en la casa, que invitaba relaciones de solidaridad, de convivencia, de reconocimiento de la diversidad, de un tiempo interior al que no le habíamos dado mucha atención, de la preocupación del cuidado de los otros y las otras, y las maneras como nos relacionamos hombres y mujeres, y nos dimos cuenta que las lecciones de nuevas masculinidades la pandemia nos las exigía y ya ahora en nuestros hogares.

Esta realidad comenzaba a mostrarnos la necesidad de reinventarnos como seres humanos y la construcción de valores compartidos más allá de la carrera loca de las competencias, los estándares, el índice sintético de calidad, los derechos básicos de aprendizaje, las evaluaciones de contenidos, el ganar y perder, y como golpe más fuerte, nos hizo la pregunta de que somos parte del planeta, no sus reyes, y a comprender que también éramos naturaleza. También nos invitó a entender a esos otros, maestros y maestras, que vienen recreando su mundo con propuestas en los territorios y que ellos pueden constituirse en la semilla para que florezca la escuela de las nuevas comunidades que construirán la tensión entre ser ciudadanas y ciudadanas del mundo e hijos e hijas de la aldea, no de la de las agencias multilaterales, y reconocemos que será una construcción colectiva que dará forma a los nuevos movimientos pedagógicos de este tiempo.

¿Cuáles tareas y alternativas son más importantes para salir del atasco de lo pedagógico en el siglo XXI?

Es urgente una crítica al hecho educativo de la globalización capitalista y neoliberal, que soporta su fundamentación en unas competencias limitadas a un saber hacer de corte productivista, en función del mundo laboral y el mercado, que reduce la mirada de lo humano a los intereses específicos que desde el control y el poder intentan convertir su visión particular en la rectora de la sociedad.

Desde nuestro entender, no es que no existan las competencias, sino que en esta mirada del control imponen una visión recortada y limitada, que desconoce que, en su base, están las capacidades (individuación) y las habilidades (subjetividad), capacidades desde donde es posible plantear una formación que construye lo humano con dignidad y sin exclusiones. Por ello pudiéramos afirmar que, en el sentido de Nussbaum128, cuando en su libro de 2013 “Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades” quien nos señala que la democracia está en peligro porque la manera de entender las competencias en el sistema educativo transnacionalizado ha reducido lo humano a un saber hacer limitado que subsume en una estandarización homogeneizante la diversidad, la complejidad, y la integralidad, a partir y a través de las cuales se ha constituido lo humano a lo largo de la historia, y a lo cual la educación debe dar curso en estos tiempos para hacer posible el aquí y el ahora de los por qué y para qué de lo humano en el planeta.

En este marco, hablar de capacidades en la perspectiva de la educación popular significa dar cuenta de la manera como nos hacemos humanos y de cómo la historia de la especie me coloca frente a un acumulado que dé forma en su constitución y también explica y está a la base de las desigualdades. En esta perspectiva, existen una serie de atributos que nos pertenecen por ser miembros de este grupo vivo, lo cual me da la posibilidad en cada momento y contexto de desarrollar esas posibilidades (potencias) que pueden cultural y socialmente ser dinamizadas. Desde esta mirada, estas capacidades no son solo innatas, vienen conmigo, pero deben ser trabajadas para que emerjan, de allí la importancia de la formación y la educación que van a ser las encargadas de darle forma a las mismas a partir de la cultura.

El acumulado, que hoy nos permite ser educadores populares en este tiempo, lo podríamos

sintetizar en los siguientes aspectos:

  1. Su punto de partida es la realidad, su lectura, para reconocer los intereses presentes en el actuar y en la producción de los diferentes actores;
  2. Implica una opción básica de transformación de las condiciones que producen la injusticia, la explotación, dominación y exclusión de la sociedad;
  3. Exige una opción ético-política en, desde y para los intereses de los grupos excluidos y dominados, para la pervivencia de la madre tierra;
  4. Construye el empoderamiento de excluidos y desiguales, y propicia su organización para transformar la actual sociedad en una más igualitaria y que reconozca las diferencias;
  5. Construye mediaciones educativas con una propuesta pedagógica basada en procesos de negociación cultural, confrontación y diálogo de saberes;
  6. Considera la cultura de los participantes como el escenario en el cual se dan las dinámicas de intraculturalidad, interculturalidad y transculturalidad de los diferentes grupos humanos;
  7. Propicia procesos de autoafirmación y construcción de subjetividades críticas:
  8. Se comprende como un proceso, un saber práctico-teórico, que se construye desde las resistencias y la búsqueda de alternativas a las diferentes dinámicas de control en estas sociedades;
  9. Genera procesos de producción de conocimientos, saberes y de vida con sentido para la emancipación humana y social;
  10. Reconoce dimensiones diferentes en la producción de conocimientos y saberes, en coherencia con las particularidades de los actores y la luchas en las cuales se inscriben
  11. Plantea la necesidad de trabajar desde los derechos, las resistencias y darle forma a las reexistencias como identidad
  12. Reconoce que la transformación es un ejercicio permanente y continuo que implica cambios en la vida ya, aquí y ahora

Decir que hacemos estas reflexiones desde la educación popular significa plantear las preguntas por los elementos que están a la base de la construcción de desigualdad e injusticia, y la manera como se perpetúa una condición humana que, vivida en las realidades de nuestros países, denigra de la misma y exige preguntas fundamentales sobre las democracias reales que tenemos y los regímenes políticos que las sustentan. Ello va a exigir, desde una opción de transformación y emancipación, la necesidad de leer cómo esa política pública y especialmente en educación, aunque hablen de derechos, construyen cada vez más sociedades segmentadas, fragmentadas, basadas en la inequidad, negadoras de la diversidad, la diferencia y una humanidad que cada vez más se reconoce parte de la naturaleza.

Nos dimos cuenta que era necesario que la escuela y sus actores entendieran que debía participar en los debates que se abrían por el futuro de la humanidad y de la sociedad, y en específico sobre el futuro de la democracia, que se perfilaba sobre modelos autoritarios de los grupos que habían triunfado en la globalización y que quieren salir ganando de la crisis, o las comunidades educativas apostábamos por la reinvención de la democracia, la cual comenzaba a mostrar sus agendas por los caminos de la redistribución y la reducción del consumo, que jalonen una renta básica universal por una agricultura desde los campesinos, que den fundamento a la biodiversidad, y establecer condonación de deudas que con la vieja mirada cristiana inaugure los años sabáticos de este tiempo. Es decir, darnos cuenta de que es posible otro mundo, regido por otros principios diferentes a creer que el crecimiento del Producto Interno Bruto es el único destino de la humanidad, y que la crisis nos pone de frente, ante esta gran oportunidad, de otras construcciones.

Cuando cruzamos estas reflexiones intentando pensar las capacidades desde la educación popular, significa recoger para estos tiempos las enseñanzas del buen vivir/vivir bien de nuestros grupos originarios, que nos invitan desde esta perspectiva a refundar la democracia y replantear el desarrollo que en su aparente discurso humanitario han sido los fundamentos de la desigualdad, ya que asentadas sobre la idea de crecimiento y progreso –entendida como posesión de bienes y riqueza individual–, han colocado un horizonte de intereses privados e individualistas a las políticas públicas. Por ello, hablar de capacidades significa preguntarnos por la manera como se constituye y se mantiene social e históricamente la integralidad de lo humano y su dignidad, también en estos tiempos de cambios sociometabólicos y de las emergencias de lo que se comienza a llamar lo transhumano y lo posthumano.

En coherencia con lo anterior, es necesario recuperar el sentido que otorga Gadamer, leyendo a Herder, en “un acercamiento al concepto de formación en Gadamer”, cuando respecto a la formación afirma: “El término formación designa de manera fundamental, como el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades del hombre, el proceso de formación de una persona lleva implícito el desarrollo de sus potencialidades”. Acogiendo esta cita, nos encontramos que pasar de las potencias a las capacidades es el asunto central y el fundamento de cualquier proceso formativo y de socialización.

También la crisis ha ido mostrando elementos de una agenda que nos permite avizorar caminos para reinventar la educación, la escuela y la pedagogía, y también la condición humana a construir, colocándonos en las grietas del sistema que se hacen más visibles en estos momentos, y allí la necesidad de volver a resolver desde los territorios las preguntas de la pertinencia de la escuela en estos tiempos: ¿por qué escuela? ¿para qué escuela? ¿en dónde la escuela? ¿escuela para quiénes? ¿Qué escuela?, y los ¿cómo?, de la escuela.

Esto nos exigirá también llenar de nuevos contenidos el derecho liberal a la educación y ampliarlos, y construir las comunidades que elaborarán y tramitarán las nuevas mediaciones pedagógicas desde los lenguajes mosaico, que siguiendo a Jesús Martín-Barbero sean capaces de integrar los lenguajes: el oral, el escrito y el digital, y formular las capacidades y habilidades de un tiempo en el cual el cuerpo se hace central para reconocer que los autoaprendizajes pasan por la especificidad de cada una y cada uno de nosotros, y una educación que construye no solo cabezas sino la corporeidad y los lenguajes de ella en un mundo en donde ya nadie aprende por nadie. De allí la urgencia de repensar los sentidos de la educación y los proyectos educativos y pedagógicos alternativos que den forma a la reinvención de la educación y la escuela orientados por el espíritu de educación popular de Paulo Freire cuando nos decía: “la educación por sí sola no cambia la sociedad, pero sí forma a las personas que la van a transformar”.

[1] 91 Departamento de Educación de EE.UU. “A Nation at Risk. The Imperative for Educational Reform”, 1983.

[2] 92 Para más información al respecto ver Mejía, M. R., Educación(es) y globalización(es). Entre el pensamiento único y la nueva crítica, Bogotá, Ediciones desde abajo, Capítulo 2, 2006, pp. 117-130.

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«Cartas de la esperanza»: misivas para unir a niños cordobeses y africanos durante el confinamiento

Redacción: Cordopolis

La ONG Infancia Solidaria pone en marcha este proyecto en el que participan los menores de la Casa de Acogida Anidan, ubicada en Kenia.

https://www.facebook.com/angel.parejocarvajal/videos/3131438523556246/?t=37

Hace ya tres semanas que vivimos confinados en nuestras casas. Unos, trabajando. Otros han perdido su empleo temporalmente y otros se encontraban a las puertas de salir de la larga lista del paro hasta que la pandemia del coronavirus dejó todo en stand by. Todos compartimos una misma realidad: estamos confinados. A unos 6.000 kilómetros, en Kenia, la población también está confinada después de que aparecieran los primeros positivos en coronavirus.

Allí, en la Casa de Acogida Anidan viven menores que viven de la mejor manera posible, y con muy pocos recursos, la cuarentena. Para hacerla más llevadera, la ONG Infancia Solidaria Andalucía ha puesto en marcha el proyecto Cartas de la esperanza, con la intención de unir lazos entre los niños cordobeses y estos menores africanos. Los primeros podrán, así, conocer cómo se divierten los keniatas sin un móvil o una tablet en la mano.

En las misivas, los niños cordobeses podrán explicar cómo llevan los días en casa y qué actividades o juegos realizan a diario para matar el aburrimiento. Los padres deberán enviar las cartas, ya sea escaneadas o fotografiadas, a la dirección cartasdelaesperanza2020@gmail.com. La organización las hará llegar a los niños que viven en esta casa de acogida, que las contestarán, y serán reenviadas a Córdoba.

Hay que recordar que esta ONG mantiene una estrecha colaboración con esta casa de acogida para paliar la escasez de recursos y hacer que los menores disfruten de una infancia llena de posibilidades. Debido al coronavirus, además, Infancia Solidaria ha tenido que suspender las acogidas de niños enfermos procedentes del extranjero que viajan hasta España para ser operados de diferentes patologías. Córdoba es la segunda ciudad andaluza que más menores acoge, pero el incremento del número de contagios por coronavirus en España ha llevado a la asociación a tomar esta decisión.

Fuente: https://cordopolis.es/2020/04/05/cartas-de-la-esperanza-misivas-para-unir-a-ninos-cordobeses-y-africanos-durante-el-confinamiento/

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Estados Unidos: Noam Chomsky habla sobre coronavirus, Trump y cuestiones sociopolíticas con estudiantes de la Universidad de Shippensburg

Redacción: The Slate

El padre de la lingüística moderna, Noam Chomsky, respondió a las preguntas de los estudiantes de la Universidad de Shippensburg el 8 de abril.

El profesor de sociología Lawrence Eppard fue el anfitrión de Chomsky en una videoconferencia de Zoom, donde los estudiantes le preguntaron al crítico de ciencias sociales y profesor de lingüística de 91 años sobre temas políticos. Estos temas abarcaron desde la respuesta de los Estados Unidos a la pandemia de coronavirus COVID-19, la reciente suspensión de la campaña presidencial del senador Sanders y los peligros del inminente cambio climático.

Chomsky explicó que los científicos chinos identificaron el virus y enviaron la información que tenían sobre él antes del 7 de enero. Mientras que algunos, como Taiwán, Corea del Sur y Singapur reaccionaron rápidamente, otros no. Chomsky elogió la respuesta de Nueva Zelanda en particular. 

«Nueva Zelanda es quizás el campeón, entraron en un bloqueo total durante un mes y parecen haber eliminado virtualmente [el virus]», dijo Chompsky.

En términos de la respuesta de los Estados Unidos a la pandemia de coronavirus, Chomsky describió la respuesta de la administración Trump como «escandalosa» citando el desembolso de la administración de los componentes del gobierno relacionados con la salud, como los CDC, durante todo su mandato. Específicamente, en octubre del año pasado, Trump rechazó el Proyecto de Ayuda de EE. UU. Que identificó virus en muchos países, incluida China. 

“Mientras tanto, ha estado haciendo todas las declaraciones posibles que puedas imaginar, un día es el resfriado común olvídalo. Al día siguiente es una epidemia grave, pero lo tengo todo en la mano. Al día siguiente, vuelva al trabajo y luego al cierre del día siguiente ”, dijo Chompsky. «Finalmente, cuando se hizo imposible negarlo, dijo ‘sí, una crisis terriblemente grave. Soy la primera persona en el mundo en identificarlo como una pandemia y he hecho cosas increíbles para mantenerlo bajo control».

Chomsky apoya con avidez a Bernie Sanders, e incluso cuando Sanders se retiró de la carrera, Chomsky calificó la campaña como un «gran éxito» al cambiar «la gama de preguntas y temas que se están pensando y siguiendo».

Chomsky elaboró ​​describiendo la coalición unida en la segunda carrera presidencial del senador de Vermont, incluyendo Black Lives Matter, Occupy Wall Street y otros que ayudaron a movilizar la campaña de Sanders.

Con las elecciones generales a solo unos meses de distancia, Chomsky describió el peligro de otros cuatro años de Donald Trump en el cargo, citando el posible desastre del cambio climático y la guerra nuclear.

Chomsky, aludiendo a los cambios de política de Trump, describió a la administración como «líder desafiante y entusiasta de la carrera hacia el abismo».

Además, explicó que la civilización puede recuperarse del coronavirus, pero que no habrá ninguna mejora para nuestro entorno global. “No nos vamos a recuperar de eso. Eso está terminado ”, dijo Chomsky.

Chomsky también se refirió a la retirada de Trump del Tratado de Fuerza Nuclear de Rango Intermedio, o INF, que había sido firmado por el Secretario General de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachev, y el Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, un presidente que Chomsky ha criticado ampliamente entre todos los presidentes posteriores a la Segunda Guerra Mundial. 

«Donald Trump está desgarrando sistemáticamente el sistema de control de armas que nos ha salvado de la destrucción nuclear durante décadas».

Chomsky celebró los esfuerzos de la joven activista climática Greta Thunberg y mencionó la importancia de aprobar el New Deal Verde, legislación destinada a atacar la crisis climática y la desigualdad económica.

Chomsky dejó a los oyentes al explicar el drástico progreso social que ocurrió entre la década de 1960 y ahora. «No sucedió por algún regalo de arriba, sucedió por el activismo de gente joven y muy valiente». 

Fuente: https://www.theslateonline.com/article/2020/04/noam-chomsky-discusses-coronavirus-trump-socio-political-issues-with-shippensburg-university-students

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La pandemia que estremece al capitalismo

Por: Claudio Katz 

I

El coronavirus es una calamidad natural potenciada por el capitalismo. Desde hace muchos años se esperaba un cataclismo semejante como consecuencia del cambio climático, el calentamiento global, las inundaciones o las sequías. Pero la catástrofe irrumpió a través de una pandemia, en un sistema económico-social que deteriora la naturaleza, corroe la salud y desprotege a los vulnerables.

Lo más impactante de la infección es la velocidad y escala de los contagios. Como aún no ha concluido la primera oleada de irradiación se desconoce la peligrosidad del virus. Pero es evidente que supera los efectos de una gripe corriente. Hay más de mil millones de personas enclaustradas en sus hogares, en un inédito experimento social de confinamiento. El antiguo antídoto de las cuarentenas ha reaparecido a pleno.

El estrago natural en curso no equivale a una guerra. Aunque la intervención que despliegan los estados presenta muchas semejanzas con escenarios de conflagración, en el primer caso impera la protección y en el segundo la destrucción de vidas humanas. En lugar de batallas y bombardeos hay resguardo de víctimas y socorro de afectados.

La analogía con la guerra es muy peligrosa. La utiliza Trump para crear un clima de hostilidad contra el “virus de China” y la fomentan los derechistas para resucitar los viejos estigmas del colonialismo. Con diatribas racistas contra el “cólera asiático” se acusaba en el siglo XIX a los países orientales de expandir la infección.

Los mensajes de batalla contra un “enemigo invisible” facilitan la militarización. Incluyen peligrosas analogías con la “guerra al terrorismo”, que muchos gobiernos occidentales instalaron para propagar el miedo frente a un agresor omnipresente e indetectable. La pandemia no es una conspiración, un castigo divino o un acontecimiento azaroso. Constituye un avatar de la naturaleza que asume dimensiones gigantescas por los desequilibrios que genera el capitalismo contemporáneo.

DETERMINANTES ECONÓMICOS

El demoledor impacto económico de la pandemia está a la vista, pero el coronavirus no generó esa eclosión. Sólo detonó tensiones previas de las finanzas y la producción.

Desencadenó en primer término otro estallido de la financiarización. El gran divorcio entre el bajo crecimiento mundial y la continuada euforia de las Bolsas anticipaba un convulsivo desarme de otra burbuja. Era inminente la devaluación de los capitales inflados durante la última década, mediante recompras de acciones y especulaciones con bonos. Pero esa previsible conmoción financiera asumió una envergadura descomunal.

Esta vez el desplome de los mercados obedece más a los pasivos acumulados por las empresas (deuda corporativa) y los estados (deuda soberana), que a los desbalances bancarios o al endeudamiento de las familias. A diferencia del 2008, la crisis empieza en las compañías y se proyecta a los bancos, invirtiendo la secuencia de la década pasada. Las empresas no pueden afrontar el pago de intereses con sus ganancias corrientes[ii].

La sobreproducción es el segundo desequilibrio que irrumpió junto a la pandemia, con un gran desplome del precio del petróleo. En los últimos dos años el excedente de mercancías fue determinante del enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China.

El estallido actual ha interrumpido los suministros y quebrantado las cadenas globales de valor. Se ha transparentado la gran dependencia mundial de los insumos fabricados en Oriente y la enorme incidencia de los sobrantes que acumula China.

El coronavirus ha detonado, por lo tanto, las tensiones generadas por la financiarizacion y la sobreproducción. Pero la magnitud de la crisis obedece a otros desequilibrios gestados en las últimas cuatros décadas.

Es evidente que la globalización aceleró la tradicional transmisión de enfermedades a través de las rutas comerciales. La expansión de la aviación incrementó en forma exponencial el número de viajeros y la consiguiente multiplicación de los contagios. La pandemia se traslada siguiendo los circuitos del capital. Hay 51.000 empresas de todo el mundo con proveedores en Wuhan y la infección ha transitado por un mapa de concentraciones fabriles y centros de almacenamiento.

En el Medioevo la peste negra tardó una década en propagarse y en 1918-19 la gripe española se difundió al cabo de varios meses. En cambio en la era del just in time, el coronavirus contaminó a 72 países en muy pocos días[iii].

También la urbanización ha potenciado la diseminación de infecciones, a través de aglomeraciones y hacinamientos de la fuerza de trabajo, que deprimen las respuestas inmunitarias.

Pero los especialistas atribuyen mayor incidencia en la generación de la pandemia actual, a la creciente destrucción del hábitat de las especies silvestres. Esa demolición es un resultado de la enceguecida industrialización de actividades agropecuarias[iv]. Ese proceso multiplica la irradiación de bacterias y la expansión de enfermedades derivadas del quebranto de la biodiversidad. La deforestación ha incrementado en forma exponencial la transmisión de virus por el creciente contacto de los seres humanos con animales encerrados.

Los dos brotes del Ébola (2013-2016 en África occidental y 2018 en la República Democrática del Congo), emergieron cuando la expansión de nuevas industrias de productos primarios desplazó a las poblaciones originarias de los bosques, perturbando los ecosistemas locales.

El exótico hallazgo de un murciélago infectando comidas en los mercados asiáticos, induce a olvidar la frecuente transmisión de bacterias en los centros corrientes de producción. Allí se efectiviza el ingreso habitual de los patógenos a la cadena alimentaria[v].

 Los estudiosos enfatizan la estrecha relación de los distintos virus, con un modelo de industrialización ganadera que enriquece a las empresas multinacionales. Esas compañías impusieron la reducción de las inspecciones sanitarias y transfieren a la población, los costos de su mortífero modelo de diseminación de enfermedades. Toda la sociedad termina solventado con graves padecimientos, las altísimas ganancias obtenidas por la agro-industria[vi].

Esa actividad ha exacerbado una dinámica histórica del capitalismo, que siempre forzó lucrativas modalidades de ganadería, para abaratar alimentación y el costo de la fuerza de trabajo. Esos procedimientos originaron epidemias en Inglaterra en el debut del capitalismo y en África a fines del siglo XIX. Pero los últimos cuarenta años de extractivismo neoliberal han desatado una venganza mayúscula de la naturaleza, que ahora convulsiona a todo el planeta[vii].

GLOBALIZACIÓN SIN CORRELATO SANITARIO

El cataclismo actual tiene determinantes inmediatos (financiarización y sobreproducción) y estructurales (globalización, urbanización y agro-negocio). Pero su causa subyacente es la ausencia de correlato sanitario, al avance registrado en la globalización de la producción y el consumo. Se fabrica y consume con patrones mundiales, en un marco de estructuras de salud invariablemente nacionales.

Esa contradicción salta a la vista en la monumental expansión -sin resguardo sanitario- que tuvieron la aviación, los hoteles o el turismo. Se internacionalizaron actividades lucrativas, preservando las fronteras en un ámbito como la salud, que involucra mayores riesgos e inciertas ganancias[viii].

Esa desconexión expresa la principal contradicción del período. Un segmento estratégico de la economía se ha globalizado en el viejo marco de los estados nacionales. Por esa razón el capitalismo no pudo anticipar, evitar o manejar el torbellino del coronavirus. Una gestión preventiva (y efectiva) de la pandemia hubiera requerido el comando sanitario de la OMS, coordinando todos los test y cuarentenas a escala global.

Pero ese organismo no cuenta con un status equivalente a las estructuras que manejan las empresas o los bancos transnacionales. Nunca fue el epicentro de las conferencias de Davos, ni despertó la atención del G 20. Tampoco actuó como un verdadero dispositivo interestatal. Por esa desconexión, todos los estados nacionales actúan por su cuenta frente a la pandemia.

La existencia de una economía mundializada gestionada por múltiples estados nacionales es una disfuncionalidad del capitalismo contemporáneo, que los neoliberales ignoran por completo. Sus exponentes presentan el coronavirus como una desgracia de la naturaleza que afectó a un sistema próspero y saludable. A lo sumo, estiman que hubo “errores”, “falta de previsión” o “irresponsabilidad” de los “políticos populistas”.

Pero la credibilidad de esos argumentos es nula. No hay forma de entender lo que está ocurriendo si se desconecta la crisis de sus basamentos capitalistas. Los neoliberales igualmente aprovechan una importante diferencia con el 2008, cuando fue inmediatamente visible la culpabilidad de los banqueros. Ahora presentan a la economía como otro paciente más afectado por la infección.

Muchos críticos del neoliberalismo destacan esas inconsistencias y remarcan los múltiples enlaces de la pandemia con el modelo económico actual. Pero frecuentemente suponen que esa desventura será resuelta mediante la simple intervención del estado, como si el capitalismo fuera un ingrediente prescindible del problema. Por el contrario, el enfoque marxista coloca directamente al capitalismo en el banquillo de los acusados.

Pero es importante evitar las miradas simplificadoras que observan a la pandemia, como un mero desencadenante de turbulencias financieras o productivas. Hay que registrar los desequilibrios subyacentes y el gran alcance de la contradicción que opone a la mundialización con los estados nacionales. Esa tensión explica más lo sucedido que la enunciación de múltiples desajustes.

IMPACTOS EN VARIOS SECTORES

La crisis del coronavirus ha propinado un duro golpe al neoliberalismo. En pocas semanas se ha generalizando una drástica intervención de los estados con alcances superiores al 2008. Esa regulación impacta sobre incontables áreas sometidas al proceso de privatización.

Los neoliberales temen que esos cambios sean perdurables y desemboquen en la reversión de la gran mercantilización de las últimas décadas. Buscan cualquier argumento para ocultar cómo el desmantelamiento de la salud pública desguarneció a la población.

Es cierto que también la crisis del 2008 alimentó muchos presagios de fin del neoliberalismo. Esas caracterizaciones estaban centradas en la expectativa de regular los bancos y ocurrió lo contrario. La financiarización perduró mediante el rescate y reciclaje del mismo sistema. Pero la convulsión actual difiere de ese precedente, desborda ampliamente a las finanzas y socava varios pilares del neoliberalismo[ix].

La crisis acrecienta en lo inmediato la desigualdad. El coronavirus noes un virus democrático que afecta a todos por igual, con distinciones meramente etarias. Son evidentes las brechas sociales de cobertura y recursos para enfrentar la desgracia[x]. Esa diferenciación quedó enmascarada al comienzo de la pandemia por la gran contaminación de viajeros y por su incidencia en la clase media, las elites y hasta los presidentes y sus ministros.

Pero la desigualdad salta a la vista en el tratamiento de los afectados. En Estados Unidos se propaga entre 30 millones de personas que carecen de seguro médico, afectando duramente a los empobrecidos. Los afroamericanos representan un tercio de la población, pero cargan con el grueso de los fallecimientos relacionados con la Covid-19. Es probable que nunca se conozca la verdadera cifra de muertos por el alto número víctimas indocumentadas. Las fosas comunes en Nueva York son el símbolo de esa extrema crueldad[xi].

La inequidad se afianza con el programa de rescate dispuesto por el gobierno estadounidense, que otorga gigantescos subsidios a las empresas y migajas a los trabajadores[xii]. Dos tercios del incremento del gasto público están destinados a socorrer a las empresas y sólo el tercio restante a compensar a los trabajadores.

Otro impacto de la convulsión es la diferenciación laboral que introduce el nuevo esquema de teletrabajo, actividades indispensables y precarización. Esa distinción afianza un corte entre labores domiciliarias, procesos esenciales a la intemperie (salud, alimentación) y dramático desamparo.

En la casa se desarrollan los trabajos de cierta calificación, en la calle se desenvuelven las tareas rutinarias y en los márgenes sobreviven los informales. Esa diferenciación acentúa una fractura previa, que en muchos países converge con coberturas sanitarias privadas, sindical-cooperativas o públicas.

Las clases dominantes intentarán aprovechar este escenario para profundizar la flexibilización laboral. Buscarán instrumentar la “doctrina del shock”, en el contexto de alto desempleo que la derecha suele utilizar para forzar el achatamiento de los salarios.

La corona-crisis ha puesto de relieve, además, la extraordinaria gravitación del mundo digital. Ese tejido mantiene conectados a millones de individuos en medio de la parálisis laboral. Por primera vez en la historia, más de 1000 millones de persona están confinadas y al mismo tiempo comunicadas.

Ese universo de redes afianza la incidencia de una revolución digital, que en el curso de la pandemia incrementó en 40% el tráfico de datos[xiii]. Las computadoras y teléfonos inteligentes son utilizados no sólo para reorganizar el trabajo. También viabilizan los test y las cuarentenas, mediante el seguimiento de los individuos contagiados, hospitalizados y recuperados.

EL ESPECTRO NEGACIONISTA

El coronavirus ha suscitado reacciones contrapuestas. Los aislamientos sociales que los sanitaristas propician al unísono tienen aplicaciones muy disímiles. La afinidad con el neoliberalismo y la cultura predominante en cada país han sido determinantes de esa implementación.

Entre los derechistas prevaleció desde el comienzo un frontal negacionismo, que incluyó descarnadas justificaciones de índole malthusiana. Varios presidentes propusieron tolerar la expansión del virus para inmunizar a la población, descartando a los ancianos y a los vulnerables. Con esos presupuestos de darwinismo social, el distanciamiento social fue demorado u obstruido en Estados Unidos y Brasil. En el caso inglés, el propio Boris Johnson terminó hospitalizado luego minimizar el alcance de la infección.

Algunos analistas aceptan con toda naturalidad que “morirá mucha gente” y priorizan la continuidad de la actividad económica[xiv]. Otros cuestionan la cuarentena resaltando la baratura del test y advirtiendo que el confinamiento conduce al colapso de la producción[xv]. Pero omiten que se puede implementar el aislamiento social mediante una drástica reorganización de la economía, como siempre ha ocurrido en las situaciones de excepción.

La contraposición entre economía y salud es totalmente falsa. Frente a los cataclismos naturales el funcionamiento de la actividad productiva debe adaptarse a la emergencia, instaurando reglas antitéticas con el libre-mercado.

Los gobiernos occidentales tuvieron a su disposición la experiencia de China y el tiempo suficiente para organizar cuarentenas y pruebas con los reactivos. Pospusieron ambas medidas para no afectar las ganancias de las empresas.

En Italia esa demora condujo a un crimen social. En el área más devastada de Bérgamo no se declaró la cuarentena por presiones de los empresarios, que desconsideraban el peligro forzando la continuidad del trabajo. Esta actitud se mantuvo cuando setenta camiones militares cruzaron la región transportando cadáveres. Sólo las protestas de los trabajadores indujeron al cese de las actividades[xvi].

También en Estados Unidos la patronal ha presionado por la continuidad del trabajo. Con ese objetivo impuso que cualquier limitación laboral sea definida por el Departamento de Seguridad Nacional y no por el Centro de Control de Enfermedades.

La influencia del negacionismo se ha extendido incluso a ciertos ámbitos de la izquierda, que comparten los cuestionamientos a la gravedad del coronavirus. Objetan la implementación de la cuarentena, señalando que la infección se asemeja a una gripe corriente. Estiman que la enfermedad tiene baja mortalidad y que es un error convalidar el pánico que desmorona el sistema hospitalario. Sugieren que la pandemia es un complot de los medios y las empresas farmacéuticas[xvii].

En una mirada semejante, la pandemia es presentada como un invento para justificar la militarización, mediante la transformación de la ciencia en una religión que esclaviza a la población[xviii]. Esta óptica converge con algunas presentaciones de la cuarentena como un desechable método medieval.

Pero la identificación de la pandemia con una maléfica conspiración ha quedado refutada por la extensión y peligrosidad del virus. La OMS ya advirtió que tiene una mortalidad muy superior a la gripe. Al relativizar el daño de la enfermedad se desvaloriza el esfuerzo que despliega la población para preservar su salud. La protección de ese activo distingue a la izquierda y al progresismo de Bolsonaro o Johnson.

DESAPRENSIÓN Y PIRATERIA

También se debate con intensidad las causas del contraste entre países asiáticos, que logran controlar la pandemia y naciones occidentales, que no pueden contenerla. La capacidad exhibida en Oriente para manejar la cuarentena se alimenta del adiestramiento obtenido durante la experiencia previa del SARS. Además, el cumplimiento de la cuarentena tiene raíces en tradiciones amoldadas a ese tipo de disciplina[xix].

 Numerosos analistas han destacado que las normas de cuidado (uso de mascarillas, distancia en el saludo, estricta aceptación de reglas colectivas) fueron rápidamente incorporadas en Oriente y afrontan mayores resistencias en el universo individualista de Occidente[xx].

Quiénes desconocen esa variedad de condicionamientos suelen postular que China controló el virus con métodos totalitarios. Omiten que otros países asiáticos recurrieron a las mismas fórmulas para obtener resultados semejantes. Corea del Sur desplegó, por ejemplo, una supervisión digital de la población para detectar contagios, con modalidades más sofisticadas e invasivas que las ensayadas en China.

El uso de las nuevas tecnologías vulnerando la privacidad de los individuos, incluyó al menos en estos casos un propósito sanitario. Esa motivación es más justificada que el simple espionaje practicado con el auxilio de Cambridge Analítica, para manipular elecciones (Trump) o inducir los resultados de un plebiscito (Brexit).

La variedad de respuestas nacionales a la pandemia retrata en forma categórica la ausencia de coordinación mundial. Esta carencia es la principal diferencia con la crisis del 2008. En la década pasada prevaleció una reacción común de los Bancos Centrales bajo el comando de la Reserva Federal estadounidense y el decisivo sostén de China. Esa cooperación ha sido reemplazada por una reacción inversa de pura regulación nacional y restablecimiento de fronteras, en un clima de sálvese quien pueda. El G 20 ha quedado convertido en un G 0, que sólo intentó una reunión virtual para convalidar la inexistencia de medidas conjuntas.

Esa dislocación es coherente con la total desaprensión que imperó en el debut de la pandemia. Todos los gobiernos relativizaron el peligro, con la misma displicencia que desecharon las advertencias de la OMS (2018)[xxi]. Hubo antecedentes muy contundentes con el SARS (2002-03), la gripe porcina H1N1 (2009), el MERS (2012), el Ébola (2014-16), el zika (2015) y el dengue (2016).

Pero como las grandes empresas farmacéuticas no engrosan sus fortunas con la prevención, los principales programas de investigación de virus fueron desfinanciados por los gobiernos occidentales. El desarrollo de nuevos antibióticos y antivirales es poco redituable, para compañías que se especializan en la venta de medicamentos a los enfermos solventes. De las 18 compañías farmacéuticas más grandes de Estados Unidos sólo 3 desenvuelven investigaciones de alguna índole[xxii].

La primacía de la competencia por negocios lucrativos -en desmedro de la salud pública- ha provocado la indefensión general frente a la pandemia. Esa rivalidad se ha intensificado ahora para dirimir quién descubre primero la vacuna. Europa, Estados Unidos y China disputan ese trofeo para ganar puntos en las futuras patentes. Trump fue más lejos e intentó acaparar las investigaciones sobornando a varios científicos alemanes.

La misma piratería impera en la captura de los apreciados insumos médicos. Los emisarios de distintos países negocian en los aeropuertos la reventa de los productos ya embarcados. Estados Unidos y Francia adoptaron ese comportamiento de corsarios frente a cargamentos destinados a España o Italia. La pandemia ha exacerbado la dinámica brutal e inhumana que rige al capitalismo.

MIRADAS SOBRE CHINA

La localización inicial de la pandemia en China ha sido coherente con el protagonismo de ese país en la globalización y su consiguiente capacidad para exportar alteraciones económicas al resto del mundo. La expansión de la urbanización, las cadenas globales de valor y las nuevas normas de alimentación fue vertiginosa en la nueva potencia asiática. El peso del país en el PBI global trepó más de 30% desde el 2008 y un fuerte pico de sobre-inversión precedió a la crisis actual. La gran penetración del capitalismo en China explica la magnitud de la convulsión en curso.

Esa expansión deterioró también la estructura sanitaria más igualitarista del período previo y afianzó normas de privatización, que sólo fueron relativamente acotadas en los últimos años. Enormes sectores de la población -especialmente migrante- tienen seriamente limitado el acceso a la salud[xxiii]. Estos problemas recobraron actualidad en el debut del coronavirus.

Existe una gran controversia en torno al manejo inicial de China de ese brote. Algunos sectores remarcan el ocultamiento de la infección en Wuhan y la hostilidad oficial contra quiénes resaltaban los peligros de la enfermedad[xxiv]. Otros desmienten ese silenciamiento y resaltan la decidida acción del gobierno para controlar la epidemia. Recuerdan que la secuencia genética del nuevo virus fue inmediatamente compartida con la OMS y afirman que al cabo de varios ensayos y errores, China mostró un camino para enfrentar los contagios[xxv].

La enfática crítica al control represivo en la cuarentena es también relativizada con ejemplos de acción del voluntariado, en un marco de creciente conciencia del problema. En cualquier caso, China comienza a contener la pandemia combinando el cierre total de ciertas localidades, con severas restricciones a la circulación y un distanciamiento social efectivo.

Los gobiernos occidentales observaron con satisfacción y malicia el debut de la pandemia. Esperaban su exclusiva localización en China y el consiguiente debilitamiento del rival asiático.  Aunque ese escenario se ha invertido, las campañas contra el “virus chino” persisten con alocados argumentos[xxvi]. Se afirma incluso que el coronavirus fue creado adrede para afectar a Estados Unidos y Trump sugiere una complicidad directa de la OMS con esa operación.

Pero esos disparates contrastan con la efectividad exhibida por China para lidiar con la infección. Ese logro es complementado con la simpatía que generan las actitudes solidarias. Aviones chinos con equipamiento médico han aterrizado en Italia, España y en muchos países de varios continentes.

Pero esa cooperación no presenta -hasta ahora- la dimensión de una nueva “ruta sanitaria de la seda”. Además, China es una potencia acreedora de muchas naciones auxiliadas y afrontará un serio dilema, si la crisis desemboca en un default general de sus deudores. En esa eventualidad: ¿el gigante asiático aceptará la cesación de pagos?

ESTADOS UNIDOS Y EUROPA

Estados Unidos ha quedado ubicado en el casillero opuesto de su principal rival. Parecía el ganador geopolítico inicial de la corona-crisis y ahora carga con las consecuencias más duras de la pandemia. Las ventajas del comienzo se insinuaron en la gran la afluencia de capitales internacionales que sucedió al temblor de los mercados. Tal como ocurrió en el 2008, el dólar y los bonos del tesoro se convirtieron en los refugios predilectos de los inversores asustados.

El encierro fronterizo apuntala, además, la estrategia del sector americanista, frente a los segmentos globalizados de las clases dominantes estadounidenses. Algunos analistas estiman que el abrupto repliegue hacia actividades económicas auto-centradas favorece el proyecto de Trump[xxvii].

 Pero esos datos promisorios para el magnate han quedado neutralizados por la masa de contagiados. En Estados Unidos se localiza el mayor número de afectados y todos los días Trump improvisa alguna medida, para afrontar un peligro que desechó en forma explicitica. Desmanteló el equipo de resguardos frente a las pandemias del Consejo de Seguridad Nacional y desconoció los resultados de una simulación de ese cataclismo. Ahora no logra articular un plan mínimo para lidiar con el desastre sanitario.

Por esa razón se agravó la grieta interna. Los gobernadores desafían la autoridad presidencial y cada estado reacciona por su cuenta. Mientras California y Washington lograron prevenirse con la adopción temprana de la cuarentana, Nueva York eludió el aislamiento y afronta las terroríficas consecuencias de esa omisión.

Toda la estrategia internacional de Trump ha quedado en suspenso. Nadie sabe cómo seguirá su mercantilismo bilateral y el intento de recomponer la hegemonía estadounidense utilizando la supremacía tecnológica, militar y financiera del país. Las concesiones que el millonario bravucón había logrado de sus competidores volverán a la mesa de negociación.

Pero lo más impactante de la crisis actual es el repliegue internacional de un imperio que abandona su disfraz de auxiliador del mundo. Se ha retirado al autoaislamiento y transmite una imagen de impotencia interna, que socava su autoridad para actuar en el exterior[xxviii].

Algunos analistas estiman que Estados Unidos ha perdido atracción. Ya no es el país que el resto del mundo quiere emular. Remarcan comparaciones con el declive de otras potencias y afirman que atraviesa por el “momento Chernobyl” de la Unión Soviética (1986) o por un equivalente a la crisis de Suez de Inglaterra (1956)[xxix].

Pero habrá que ver si esta evaluación de la coyuntura se corrobora en el largo plazo. Un contundente indicador del declive sería la caída del dólar y la salida de capitales hacia otros destinos. Este viraje marcaría efectivamente un punto de inflexión. Por el momento la pandemia no elimina la primacía militar del Pentágono, ni el lugar de Estados Unidos como principal resguardo imperial del capitalismo.

En Europa la crisis del coronavirus asume proporciones mayúsculas. La Unión ha quedado prácticamente licuada por el torbellino. Mientras se cierran las fronteras dentro de la propia comunidad, los miembros no logran concertar acuerdos mínimos.

Los líderes proclaman que el virus no tiene pasaporte, pero lidian con la pandemia por su propia cuenta. En la disputa por los medicamentos han quedado sepultados todos los principios de colaboración. Alemania niega hospitales a varios socios y ninguno vende remedios al otro.

La financiación de la crisis concentra el principal conflicto. Las reglas neoliberales de ajuste presupuestario han sido archivadas, pero la forma de solventar la fuerte expansión del gasto público, opone nuevamente a las potencias del norte europeo con los afectados del sur.

Italia convoca a emitir “corona-bonos” compartidos por todos los estados. Pero Holanda y Alemania exigen conservar la norma actual de créditos sujetos a repago, mediante severos ajustes internos. Propician para Italia el mismo mecanismo que asfixió a Grecia[xxx].

Salta a la vista las gravísimas consecuencias de ese procedimiento, para un país que aún no controló la tragedia del norte y se prepara para afrontar la expansión del contagio al sur. Lo mismo vale para España que soporta una catástrofe de fallecimiento.

En los dos casos se verifican las terribles consecuencias de los recortes de presupuesto que impuso la política sanitaria neoliberal. La escasez de reactivos y mascarillas es consecuencia de un manejo hospitalario basado en principios de rentabilidad y reducción de costos. Por dónde se lo mire el coronavirus ha reforzado la erosión de la Unión Europea.

II

La primera reacción de los gobiernos occidentales frente la nueva crisis fue la repetición del socorro del 2009. Redujeron las tasas de interés, inyectaron liquidez y  decretaron alivios fiscales. Buscaron aplanar la curva económica como su equivalente sanitaria, para distribuir la caída del PBI en el tiempo.

Pero el remedio de la década pasada tiene efectos muy dudosos en la coyuntura actual. El rescate ya no involucra sólo a los bancos, sino que incluye a incontables áreas de la economía. Dos razones tornan muy difícil el reimpulso del nivel de actividad. La economía ya se encaminaba a la recesión antes del coronavirus y la abrupta paralización de medio aparato productivo tendrá severos efectos acumulativos[xxxi].

Al comienzo de la crisis el grueso de los economistas asoció la gravedad de la convulsión con su duración. Plantearon tres escenarios posibles de menor crecimiento, recesión o depresión. El primer caso sólo implicaba un deterioro del contexto previo, el segundo la recreación de lo sucedido en el 2009 y el tercero un desmoronamiento equivalente a los años 30[xxxii].

Pero en las últimas semanas se precipitó un fuerte desplome de la economía estadounidense que afianza las evaluaciones más sombrías. Las solicitudes del seguro de desempleo han trepado a un ritmo vertiginoso y en pocos días han superado el número alcanzado a la largo de varios meses, durante la convulsión del 2008-2009.

Estos datos preanuncian una lluvia de quiebras que no podría ser contenida con socorros oficiales. Algunas consultoras pronostican un derrumbe del 34% del PBI en el segundo trimestre, que superaría en tres veces y media el peor cómputo desde 1947[xxxiii]. Este panorama induce a múltiples analogías con la gran depresión[xxxiv].

El reciente informe del FMI es igualmente categórico. Estima que el “gran confinamiento” en curso provocará una caída del PBI tres veces superior al 2009. También la OIT considera que la pérdida de 195 millones de puestos de trabajo dejará muy atrás ese antecedente[xxxv].

Todos los debates sobre la eventual intensidad o flaqueza de la futura recuperación han perdido relevancia. En lugar de evaluar si el repunte presentará una forma de V, U o L, la discusión gira en torno a la caída previa. Ya comenzó una fulminante desvalorización de los capitales impactados por la pandemia (turismo, hotelería, transporte) y se dirime su extensión a una incontrolada secuencia de bancarrotas.

La dinámica del temblor económico está a su vez imbricada con el itinerario de la pandemia. Son dos recorridos internacionales que se entrecruzan, impactando a una región tras otra cada 40-50 días. No es un shock uniforme, sino una cadena de conexiones entre zonas afectadas. Lo que comenzó en China y golpeó a Europa ahora afecta en Estados Unidos[xxxvi]. Aunque se descubra rápidamente la vacuna o algún tratamiento efectivo contra el coronavirus, las consecuencias de la convulsión actual serán perdurables.

PLANIFICACIÓN Y REDISTRIBUCIÓN

Ya afloran tendencias que presagian cambios de gran porte. Predomina un nivel de intervención de los estados -con procedimientos análogos a la economía de guerra-que supera ampliamente lo observado en el 2008. Las nuevas regulaciones introducen mecanismos de gestión estatal, con modalidades de planificación más emparentadas con el keynesianismo de oferta que con su par de demanda. En lugar de sostener el poder compra se privilegia el control de los precios, la supervisión del abastecimiento y la producción de los bienes esenciales.

Las normas de mercado pierden primacía frente a disposiciones que inciden en la gestión directa de las empresas. Esa nueva supervisión es indispensable para contener el automático derrumbe que generaría el confinamiento del grueso de los trabajadores en sus hogares.

La intervención estatal precipita incontables conflictos con los capitalistas que especulan con los precios (alcohol en gel), con el desabastecimiento de insumos básicos (artículos de limpieza) o con la negativa a amoldar su actividad a las exigencias sanitarias. El choque de Trump con General Motors y Ford -que retardan la producción y demandan altos precios por los respiradores- es un ejemplo de las nuevas tensiones.

La regulación estatal es una exigencia de la pandemia que puede intensificarse si se generalizan las quiebras. La economía de guerra suele implicar una presencia directa de los gobiernos en la gestión de las firmas. Muchos analistas recuerdan que esa incidencia fue dominante, cuando el gasto público escaló del 8-10 % del PBI (años 30) al 40% en 1942-45.

Mientras que la planificación de la oferta despunta objetivamente como una respuesta a la crisis, la redistribución del ingreso es explícitamente rechazada por los principales gobiernos occidentales. No adoptan medidas significativas para garantizar los empleos, sostener los salarios o proteger a los desamparados. En este terreno, todos los anuncios son insuficientes en comparación a los socorros ofrecidos a los capitalistas.

Las medidas requeridas para que la crisis sea solventada por los poderosos, no dependen sólo de la magnitud de la convulsión. Exigen una fuerte influencia de la lucha social o la eventual existencia de gobiernos progresistas. Ya existen fuertes voces en esa dirección en torno a dos demandas: la implantación de una renta básica universal que asegure la supervivencia de toda la población y la introducción de significativos impuestos a las grandes fortunas.

Esas propuestas toman en cuenta que el nivel de consumo no ha incidido en el desencadenamiento de la crisis, pero sería determinante para contener los efectos del desplome. Sin una drástica redistribución de ingresos resultará será muy difícil emerger del desmoronamiento que se avecina. Al igual que la planificación de la oferta, la reducción de la desigualdad social no es incompatible con la continuidad del capitalismo, pero su conquista implicaría una dinámica muy crítica para el sistema actual.

TRES COMPARACIONES CON EL PASADO

La comparación del escenario en curso con tres procesos de principios del siglo XX permite clarificar ciertas singularidades de la corona-crisis. En primer lugar, la pandemia actual ha sido contrastada con la gripe española, que empezó en Estados Unidos y Europa en 1918 y alcanzó su cenit en la India en 1920. En este último país se produjo la mayor parte de los 30 o 50 millones de fallecidos que causó esa infección.

Ese atroz número de víctimas marca una diferencia sustancial con la pandemia actual. La distancia es aún mayor con la peste negra del Medioevo, que costó la vida a un tercio (o la mitad) de la población europea.

El abismo entre la protección actual de la vida humana y esos precedentes históricos es muy indicativo del avance de la ciencia. En un marco de significativo aumento de la esperanza de vida y extraordinarias mejoras nutricionales, la brecha entre contagiados y fallecidos por el coronavirus distingue al siglo XXI de las devastadoras pestes del pasado.

El capitalismo es un sistema de explotación que degrada a los asalariados, pero está sometido a fuerzas democratizadoras e importantes presiones para preservar la fuerza de trabajo. Por esa razón, ciertas normas de la salud pública están incorporadas al funcionamiento de los estados.

En los hechos, no hay espacio para el darwinismo social, ni para las provocadoras sugerencias de consumar la reforma previsional, acelerando la muerte de los ancianos. Salvaguardar vidas es la principal preocupación del grueso de la sociedad.

La segunda comparación con la internacionalización económica de principio del siglo XX es igualmente relevante. Ese período de mundialización es frecuentemente citado como el gran antecedente de la globalización actual. Quiénes consideran que la internacionalización es un proceso cíclico (y por lo tanto carente de novedad) suelen resaltar ese precedente.

Pero a diferencia de lo ocurrido en esa época, la globalización de las últimas cuatro décadas desbordó la órbita comercial y financiera. Incluyó a la actividad productiva y al consumo y por eso generó un conflicto con la ausencia de mundialización del sistema sanitario. Esa contradicción es un desequilibrio contemporáneo totalmente ajeno a las tensiones del siglo pasado.

El carácter inédito de la pandemia justamente radica en la velocidad y el contagio que impusieron la globalización, la urbanización y la industrialización de los alimentos. El coronavirus estalló al compás de cadenas globales de valor y formas masificadas de turismo, que eran inexistentes a principio del siglo XX.

El tercer contrapunto con esa época se localiza en la gran guerra de 1914-18, que antecedió en forma inmediata al estallido de la gripe española. Ese entrelazamiento fue tan estrecho, que el número de muertos por la pandemia quedó diluido entre los fallecidos durante la contienda bélica. El traumático recuerdo de la Primera Guerra subsumió la impresionante devastación de la infección.

Esa conexión está ausente en la actualidad y realza la distinción entre una calamidad actual y una guerra[xxxvii]. Por esa ausencia de contexto bélico general, el imperialismo sólo opera como fuerza subyacente de la crisis en curso. Las distintas potencias definen estrategias de acción y no programas bélicos.

Estados Unidos se mantiene replegado sin consumar en forma directa acciones militares externas. Las guerras regionales y las acciones sub-imperiales mantienen las tonalidades precedentes y los nuevos despliegues de tropas cumplen más funciones de auxilio que de matanza.

INTERROGANTES POLÍTICOS

La comparación con las primeras décadas del siglo XX plantea la gran pregunta del momento: ¿desembocará la crisis en una depresión equivalente a 1930? Hubo muchos presagios de esa repetición que no se verificaron durante el temblor del 2008. Pero ahora existen desequilibrios de mayor porte que tornan más creíbles esa amenaza. Los próximos indicadores de caída del PBI, desempleo y nivel de quiebras resolverán el interrogante.

El giro hacia la planificación de la oferta y la redistribución de ingresos no fue en el pasado un mero corolario del desmoronamiento de la economía. Derivó de grandes guerras e impactantes revoluciones. Las determinaciones políticas que signarán el curso actual son desconocidas, pero seguramente estarán condicionadas por el desenlace de la lucha social y la preeminencia de salidas derechistas o progresistas a la crisis.

Las variantes derechistas están a la vista. Dos componentes del neoliberalismo han quedado muy afectados por la conmoción actual. El modelo económico de libre-mercado sufre el embate de la intervención estatal y la ideología de las privatizaciones afronta la revalorización de la salud pública.

Pero un tercer pilar del neoliberalismo se mantiene en pie y podría reforzarse, si el capital retoma su ofensiva sobre el trabajo. El inminente recorte de los salarios y la eventual ampliación del teletrabajo anticipan esa posibilidad. Ya hay empresas que se expanden en la cuarentena con normas de aguda flexibilización laboral (Walmat, Amazon)[xxxviii].

Una modalidad de neoliberalismo con mayor presencia del estado rige desde hace tiempo en Alemania (ordo-liberalismo) y la ultraderecha anglosajona propicia otra mixtura, con ingredientes chauvinistas (retro-liberalismo). Mantienen las denuncias del “contagio chino”, retomando la vieja tradición reaccionaria de identificar las enfermedades con alguna nacionalidad desvalorizada. Frente a esa estigmatización, algunos autores recuerdan que la gripe española no se originó en la península ibérica. Fue transmitida por los pollos a los soldados en una base militar estadounidense de Kansas[xxxix].

El principal problema que afrontan las salidas derechistas es el descrédito de líderes, que batieron todos los récords de irresponsabilidad en el manejo de la pandemia. Trump se burlaba del virus y Johnson lo desafiaba estrechando manos hasta que fue internado en terapia intensiva.

La ultraderecha europea tiene ahora la posibilidad de propiciar el rehuido divorcio con el euro, pero no está claro cómo asociará la pandemia con su campaña contra la inmigración. La transmisión del virus ha sido un resultado de la globalización de la producción y del consumo y no un efecto de la movilidad de la fuerza de trabajo. El contagio provino de los viajeros y no de los refugiados.

A diferencia de las opciones reaccionarias, aún no se vislumbra cuáles serían los canales de gestación de una salida progresista. Pero esa oportunidad cobra fuerza con nuevas demandas, en un escenario trastocado. La protección de los trabajadores frente a la pandemia y el acceso igualitario a la salud se ubican al tope de esas exigencias. En muchos países ya se discute la nacionalización del sistema sanitario.

En las evaluaciones de más largo plazo se ha instalado un clima de gran especulación, para desentrañar qué sucederá cuando concluya la corona-crisis. El grueso de los futurólogos desliza todo tipo de predicciones, presuponiendo que el capitalismo saldrá indemne. Reflexionan sobre el “día después” sin saber cuál será la intensidad de una conmoción que recién se inicia[xl]. Con la habitual inconsistencia del periodismo cortesano disparan opiniones sobre un estadio posterior, ignorando lo que sucederá antes.

DILEMAS TEÓRICOS

La evaluación de ciertos dilemas previos a la pandemia permite evitar los dislates de la futurología. La principal incógnita retoma la misma disyuntiva del 2008. ¿Quedará cerrada la etapa que puso en pie al capitalismo globalizado, digital, precarizador y financiarizado de las últimas cuatro décadas? El gran temblor de la subprime no condujo a esa clausura y sólo renovó una variante del mismo ciclo. ¿Se avecina otro reciclaje o el fin del modelo actual?

La respuesta convergerá con la definición de la continuidad o freno de la mundialización. Los indicios de desglobalización que ya se avizoraban en el declive del comercio mundial han derivado en un abrupto escenario de encierro nacional y revalorización del mercado interno. Todos los países se repliegan. ¿Pero es un viraje temporario o perdurable? ¿Serán desmanteladas las cadenas globales de valor? ¿Cómo podría fragmentarse un mundo digital que enlaza al grueso del planeta?

Otro interrogante involucra al desenlace de la pugna entre gigantes que opone a Estados Unidos con China. La mayor parte de los augurios presenta a la potencia asiática como ganadora de esa partida. Esa evaluación registra el traslado del epicentro de la pandemia a Norteamérica y el impactante envío de ayuda humanitaria de China a su principal rival. Ese cargamento tiene contundentes efectos simbólicos.

Pero los llamativos episodios del coronavirus no zanjan el resultado de la batalla entre ambos contendientes. Lo que está en juego es el escenario de la disputa. Estados Unidos y China confortaban en torno a dos tipos de globalización, que ahora podrían asumir otro significado.

Si ese choque desemboca en definiciones quedaría también esclarecido el proceso de desarrollo desigual y combinado, que condujo a China escalar posiciones aprovechando las “ventajas del que llegó tarde”. Un desenlace clarificaría si esa dinámica ha beneficiado (como Alemania en el siglo XIX) o perjudicado (como Alemania en el siglo XX) al país.

La pandemia también reavivará los irresueltos debates sobre las ondas largas. La corona-crisis ilustra un típico caso de shock externo, que afecta al conjunto de la economía. Pero ese impacto no esclarece el escenario subyacente. Si la etapa en curso está signada por una onda descendente: ¿se refuerza la misma caída? Si por el contrario el contexto era ascendente: ¿se inició un viraje contrapuesto? Y si la dinámica de los movimientos largos estaba extinguida: ¿renació la vieja secuencia?

Las grandes crisis suelen aportar respuestas a las incógnitas teóricas de los períodos previos. Por el momento esos interrogantes están abiertos. Precisar las preguntas permite contar con una brújula para definir los problemas a resolver.

SUSPENSIÓN DE LA LUCHA, IDEOLOGÍA DEL PÁNICO

Es evidente que la pandemia ha generado efectos coyunturalmente adversos para todas las organizaciones populares. Desarticula su funcionamiento, obstruye la deliberación, impide las asambleas y anula las movilizaciones. Con las calles vacías se ha obturado el principal canal de las protestas.

La desmovilización se ha impuesto por un camino impensable, al cabo de un año de impetuosas acciones populares que tendían a converger a escala global. Esas luchas callejeras han quedado transitoriamente neutralizadas por el encierro que exige la cuarentena. Los aplausos y los ruidazos desde los balcones no reemplazan la contundencia de cualquier marcha.

Ese freno de los reclamos afecta en mayor medida a los protagonistas de las protestas. Los trabajadores precarizados -que en todo el mundo hicieron oír sus demandas en la calle- no cuentan ahora con el relativo refugio del teletrabajo. Tampoco forman parte del proletariado requerido para los servicios básicos.

La lucha de clases que había retornado con creciente intensidad en el 2019 ha quedado suspendida. Su reaparición está fuera de duda, pero se ha creado una incógnita en torno a las fechas y formas de ese resurgimiento. Los fuertes reclamos para exigir en la cuarentena, licencias pagas y equipos de protección personal anticipan el tono de las próximas batallas.

Frente al peligroso alcance de la pandemia se ha instalado un comprensible temor en toda la población. Ese miedo también desata psicosis de peste que socavan la racionalidad de las respuestas. Los medios de comunicación contribuyen a potenciar el pánico, al combinar el ocultamiento de los problemas con el estímulo del terror colectivo.

La tiranía que ejerce la hipertelevisión en el enclaustramiento multiplica esos temores. Diluye la frontera entre ficción y realidad, en una descarnada batalla por el rating que induce a sobreactuar la presentación de las noticias[xli].

Se ha desatado una competencia de tinte deportivo, para informar cómo evoluciona el ranking de países en la medición de contagios, fallecidos y recuperados. Con ese espectáculo se potencian los miedos y se obnubila la crítica. La combinación de esa artillería mental con las fakenews de la redes obstruye la reflexión y el registro de la responsabilidad del capitalismo en la crisis.

El clima ideológico de pos-verdad y cinismo que imperó en los últimos años ha perdido primacía. Se ha disuelto la atmosfera de quietud que facilitaba ese descreimiento. El nerviosismo y la ansiedad que provocan el coronavirus obligan a recrear ciertas pautas de verosimilitud.

Pero la ideología de la clase dominante no exhibe directrices nítidas. Bajo el impacto de un gran shock, muchos liberales simplemente explicitan su pánico y transmiten pronósticos apocalípticos[xlii]. El catastrofismo se ha transformado en un credo de sectores asustados del mainstream, que sintoniza con ficciones de Hollywood y distopías de una sociedad sin contacto físico.

Es muy inconveniente apuntalar esa sensación desde la izquierda, con discursos que potencian el susto, la inacción o la impotencia. Los mensajes formalmente realistas de un próximo colapso son contraproducentes si intensifican el pesimismo.

Esa desazón aumenta con los presagios de totalitarismo o inexorable triunfo de la “doctrina del shock”, que se propagan previendo mayores sufrimientos de la población y posteriores recomposiciones del status quo.

Esas miradas omiten que la conmoción actual también genera oportunidades para un gran cambio, si la resistencia popular encuentra caminos para forjar alternativas de izquierda. No existe ningún destino predeterminado que imposibilite ese curso. En el comienzo de la crisis sólo prevalecen nuevas disyuntivas e imprevisibles desenlaces[xliii].

Es cierto que existe un gran peligro de militarización. La presencia de gendarmes en las calles, no sólo se multiplica para garantizar el cumplimiento de la cuarentena. Además, existe un enorme avance de la vigilancia informática para supervisar el mapa de los infectados, que podría ser posteriormente utilizado para otros fines.

Pero la complejidad del problema radica en que la superación de la pandemia exige el estricto cumplimiento de las normas. Por eso resulta indispensable distinguir en cada situación, los atropellos policiales de la protección de la salud pública. Es tan incorrecta la justificación de cualquier acción de las fuerzas de seguridad, como la exaltación de un liberalismo ingenuo que impide actuar en situaciones sanitarias de excepción.

REVALORIZACIÓN DE LA SALUD PÚBLICA

Es importante registrar los elementos positivos del nuevo escenario. El más relevante es la revalorización de la salud pública. La pandemia ha demolido la creencia liberal, que atribuye a cada individuo la responsabilidad de su propia salud y propicia la conveniencia de gestionarla con un buen contrato de riesgo.

Esa tontería privatista ha quedado desmentida por el coronavirus. Se ha corroborado la inconsistencia de un régimen epidemiológico individualizado, que sólo puede responder a las necesidades corrientes. En todos los países se verifica que la salud es un bien público indispensable para la defensa del cuerpo social frente a las enfermedades[xliv].

La ideología neoliberal ha quedado muy golpeada en sus principios de individualismo, competencia y mercado. Ahora impera la necesidad de reglas opuestas de mayor presencia del estado, creciente regulación y primacía de la acción comunitaria.

La pandemia está provocando un terremoto conceptual entre los pregoneros de la privatización de la salud. Salta a la vista que ese sistema es totalmente inoperante en las emergencias sociales. Al igual que el sistema bancario se desmorona en los momentos críticos.

Esa verificación se corrobora en los países que han puesto sobre la mesa, la reconstrucción de un sistema sanitario estatal accesible a toda la población. En Irlanda se introdujo el status público de los hospitales privados. El gobernador de Nueva York ordenó utilizar los respiradores de los sanatorios de altos ingresos. La demanda de nacionalizar el sistema gana adeptos, especialmente en las naciones que continuaron cobrando los test cuando la pandemia ya había estallado.

Las incontables iniciativas de cooperación constituyen otro elemento positivo. Voluntarios que participan en el auxilio de los adultos mayores, organizaciones sociales que colaboran en el sostenimiento de la cuarentena, jóvenes que fabrican imaginativos protectores del contagio, cooperativas que se reconvierten para producir mascarillas. El reconocimiento y aplauso cotidiano a la heroica función que cumplen los médicos y enfermeros corrobora ese resurgimiento del sostén colectivo a una labor comunitaria.

En el terreno internacional esa revalorización de la acción solidaria está particularmente encarnada en el ejemplo de los médicos cubanos. Nuevamente los gestos de solidaridad provienen de un país que ofrece socorros, en lugar de encerrarse en su propia protección.

Cuba es una pequeña nación de la periferia que auxilia a las economías desarrolladas. Sus gestos retratan la contraposición entre el egoísmo y hermandad. Frente a la prohibición de exportar artículos medicinales que dispuso la Unión Europea, Italia solicitó ayuda a Cuba (y a China) que respondieron de inmediato.

Las redes sociales pueden convertirse en el gran canal de la nueva sensibilidad cooperativa que despunta con el coronavirus. Cumplieron un papel central en el entrelazamiento de las protestas globales del 2019 y ahora podrían conformar el tejido requerido para construir la respuesta popular al desastre capitalista.

EL BARÓMETRO DE LA ACCIÓN POLÍTICA

Numerosos movimientos populares han difundido programas para enfrentar la conmoción actual. Todos comparten propuestas de alcance mundial, frente a una calamidad que exige respuestas en ese plano. El perfil internacional retoma la tradición de los foros sociales de la década pasada y de dos movimientos de gran peso (feminismo y ecologismo) que actúan en el orden planetario. En los hechos todas las plataformas combinan demandas con un doble destinatario. Hay exigencias inmediatas dirigidas a los estados nacionales y propuestas que reclaman acciones a nivel mundial[xlv].

Todos los planteos enfatizan, ante todo, la necesidad de garantizar la cuarentena y la vida de la población. Resaltan la imperiosa urgencia de realizar los test al mayor número de personas, para actuar con eficacia en la contención del contagio. La protección de los trabajadores implica en muchos casos el derecho a permanecer en los hogares, con el pago integral del salario.

También se postulan medidas de centralización, intervención o nacionalización de la actividad sanitaria, junto a la supresión de la propiedad intelectual en el campo de la medicina. Se convoca a recaudar recursos con impuestos a las grandes fortunas y se exige la condonación de las deudas de la periferia.

Los programas propician, además, la suspensión de los desalojos y la introducción de un ingreso universal significativo. Es el momento oportuno y necesario para introducir la renta básica. La pandemia ha demostrado también la imperiosa necesidad de un cambio radical en la producción de alimentos. Son indispensables las formas cooperativas y el protagonismo estatal, para reducir las infecciones que genera el agro-negocio.

La crisis ha incentivado una nueva demanda de explicaciones que relacionen la pandemia con el capitalismo. Ahora se verifica que nuestras vidas son más importantes que las ganancias de los millonarios y que el capitalismo es la verdadera amenaza que afronta la sociedad.

Pero la batalla por la salud contra el lucro es una lucha política que no se procesa con declamaciones. El capitalismo no declinará por el simple efecto de la pandemia, ni desaparecerá en forma espontánea para abrir senderos de reinvención del comunismo[xlvi].

Dos siglos de experiencia confirman que el sistema actual no colapsa por sus propios desequilibrios. Sólo puede ser erradicado a través de la acción de los trabajadores. Las transformaciones sociales se nutren de intervenciones populares cohesionadas en torno a programas, proyectos y estrategias políticas.

El coronavirus no es el fin del mundo, pero podría dejar atrás el modelo de las últimas cuatro décadas. Ese desemboque requiere penalizar la codicia y premiar la solidaridad.

Notas:

[ii] Un panorama de esta tensión en: Husson, Michel. Neoliberalismo contaminado, 02/04/2020, https://vientosur.info/spip.php?article15793. Toussaint,  Eric. La pandemia del capitalismo, el coronavirus y la crisis económica, 20-3-2020, https://www.cadtm.org

[iii] Moody. Kim, Cómo el capitalismo del “just-in-time” propagó el Covid-19, 12-4-2020, https://www.laizquierdadiario.com

[iv] Ribeiro, Silvia. Coronavirus, agro-negocios y estado de excepción, 11-3-2020, http://www.redeco.com.ar

[v]VVAA, COVID-19 y los circuitos del capital,15/04/2020, https://vientosur.info/

[vi] Wallace, Rob. La agroindustria está dispuesta a poner en riesgo de muerte a millones de personas, 11/03/20, https://www.soberaniaalimentaria.info

[vii] Harvey, David. Política anticapitalista para la cuarentena, 27-3-2020, https://rebelion.org/

[viii]Un señalamiento semejante en: Badiou, Sobre la situación epidémica, 27-3-2020, http://lobosuelto.com

[ix]Ver: Boron, Atilio. La pandemia y el fin de una era, 3-4-2020. https://www.clacso.org, Saad Filho, Alfredo, 15-4-2020. Coronavirus, Crisis, and the End of Neoliberalism http://ppesydney.net

[x] Gines, Armando. Distorsiones y mentiras a propósito del coronavirus, 24-3-2020. https://www.alainet.org/es/articulo/205444, Bouamama, Said Autopsia de la vulnerabilidad sistémica de la globalización capitalista 17/04/2020, http://www.lacasademitia, Hanieh, Adam This is a Global Pandemic 27-3-2020, https://www.versobooks.com/blogs/4623

[xi] Goodman, Amy, Moynihan, Denis. Elecciones y movimientos populares en tiempos de pandemia, 10-4-2020 https://www.democracynow.org/es

[xii] Reich, Robert- Moralmente repulsivo cómo las corporaciones están explotando esta crisis, 26-3-2020 https://rebelion.org

[xiii]Giménez Paula, Trabucco Emilia. La universalización del encierro: del aislamiento a la liberación 26/03/2020  https://rebelion.org

[xiv]Friedman Thomas Es hora de pensar si hay una alternativa mejor que cerrar todo, 26-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xv] “Un Nobel de Economía propone testeos masivos para frenar el coronavirus” 29-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xvi] Sidera, Alba Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar, 10/04/2020. https://contrahegemoniaweb.com.ar, Turigliatto Franco Italia: hacia la crisis social 02/04/2020 https://vientosur.info/spip.php?article15800

[xvii] Aymat, Javier. La histeria interminable,  27-3-2020, https://www.infobae.com

[xviii]Agamben, Giorgio. La invención de una epidemia, 27-2-2020 https://ficciondelarazon.org/2020/02/27, Agamben, Giorgio. Reflexiones sobre la peste, 27-3-2020 https://lavoragine.net

[xix] Poch de Feliu Rafael. El Imperio y el Capital no cierran en domingo, 21-3-2020, https://rafaelpoch.com

[xx] Corradini, Luisa. Coronavirus: respetar las medidas de confinamiento, 22-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xxi]Capdevila, Inés, El mundo después de la pandemia: cuatro preguntas que lo definirán, 22-3-2020. https://www.lanacion.com.ar/  Tanuro, Daniel. Ocho tesis sobre el Covid-19 10/03/2020 https://vientosur.info/spip.php?article15700

[xxii] Roberts. Michael. Confinados, 28-3-2020 https://www.sinpermiso.info/textos/

[xxiii]Colectivo Chaung, Contagio social: guerra de clases microbiológica en China Resumen Latinoamericano, 27-3-2020 https://www.resumenlatinoamericano.org/

[xxiv] Lin, Kevin. Cómo China contuvo la Covid-19 y el peligroso mundo que nos espera, 03/04/2020 https://vientosur.info/spip.php?article15812

[xxv] Du Xiaojun, Vijay Prashad e Weiyan Zhu. El papel de China ante el “corona shock”, 3-4-2020, https://www.brasildefato.com.br/

[xxvi]Sorman Guy «El gran perdedor con esta pandemia va a ser China», 6-4-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xxvii] Haass, Richard. The Pandemic Will Accelerate History Rather Than Reshape, 7-4-2020, https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-04-07

[xxviii] Deyoung Karen; Sly Liz; Birnbaum, Michael. Con su aislacionismo, EE.UU. podría perder el liderazgo global, 28-3-2020, https://www.lanacion.com.ar/

[xxix]Cockburn, Patrick. El “momento Chernobyl” de Trump Estados Unidos podría perder para siempre su posición de superpotencia mundial, 03/04/2020 https://rebelion.org

[xxx] Coronavirus en Europa, 8-4-202, https://www.clarin.com/mundo.

[xxxi]Roberts, Michael. Fue el virus, 18-3-2020, http://www.laizquierdadiario.com

[xxxii] Ocampo, Emilio. El impacto económico del coronavirus, 16-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xxxiii] Henwod, Doug. Esta recesión puede ser peor que la de comienzos de los años 30, 05/04/2020, https://www.sinpermiso.info/textos

[xxxiv] Reinhart, Carmen. «No se veía una crisis en la economía mundial así desde la Depresión del 30», 4-4-2020, https://www.clarin.com/economia

[xxxv] Página 12, 15-4-2020, 8-4-2020.

[xxxvi] Roberts, Michael ¿Una economía de guerra? 5-4-2020, https://kaosenlared.net/

[xxxvii] Resaltan esa diferencia: Alba Rico, Santiago, Herrero, Yayo ¿Estamos en guerra?, 24-3-2020 https://rebelion.org, Fakahany, Tamer. Pandemia de cornavirus, 26-3-2020.https://www.clarin.com/mundo/

[xxxviii] Halimi Serge. COVID-19, y la vida cambió ¡Ahora mismo! 10/04/2020 https://rebelion.org/ahora-mismo

[xxxix] Du Xiaojun, Vijay Prashad e Weiyan Zhu. El papel de China ante el “corona shock”, 3-4-2020 https://www.brasildefato.com.br/

[xl] Un experto en ese tipo de elucubraciones es Oppenheimer, Andrés. El impacto regional del coronavirus, 7-2-2020https://www.elnuevoherald.com/opinion

[xli]Natanson, José. Coronavirus e hipertelevisión, 28-3-2020/www.pagina12.com.ar

[xlii] Wolf, Martín «Es una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas», 1-4-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xliii] Una visión semejante en Gindin, Sam. The Coronavirus and the Crisis This Time 10, 2020 https://socialistproject.ca/2020/ https://socialistproject.ca/2020/04

[xliv]Bihr, Alain. Por la socialización del aparato de salud, 21-3-2020, https://www.sinpermiso.info/textos

[xlv]A la luz de la pandemia global, pongamos la vida antes que el capital,.

Asamblea internacional de los pueblos e Instituto Tricontinental de Investigación Social, 21-3-2020. https://www.sinpermiso.info/textos

[xlvi] Como parece sugerir Zizek Slavoj. El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill…,18-3-2020 http://esferapublica.org/nfblog

Fuente e imagen: https://rebelion.org/la-pandemia-que-estremece-al-capitalismo/

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