Page 74 of 213
1 72 73 74 75 76 213

Venezuela. 2021: ¿Y la educación?

América del Sur/Venezuela/11-12-2020/Autora: Aurora Lacueva/Fuente: ultimasnoticias.com.ve 

Escuché por radio a un candidato a la Asamblea por el Psuv, alto funcionario del Ejecutivo hasta hace poco. Afirmaba que, a pesar de las sanciones, el Gobierno ha logrado afrontar la emergencia del covid-19, sostener políticas sociales como las cajas Clap y mantener servicios como la educación. Sin embargo, en lo que respecta a la educación creo que no se puede estar tranquilo con lo hecho. Se han desarrollado iniciativas, pero el tamaño de la población implicada y la importancia del área exigían más. Las graves limitaciones económicas han sido un gran obstáculo. Junto a ello, ha faltado también mayor profundidad y pericia en la actuación del Ministerio. Necesitamos mejores esfuerzos gubernamentales de cara al nuevo año.

Con ayuda de expertos hay que decidir si pueden abrirse parcialmente los planteles desde, por ejemplo, el 20 de enero. No es conveniente una decisión general común, debe haber variaciones según cada circunstancia. Planteles pequeños en áreas rurales o semirurales pueden abrir más horas con más facilidad. Lo mismo puede suceder con escuelas de barrio, no muy grandes y cuyo estudiantado vive cerca. Excepto en zonas muy afectadas por la enfermedad, las escuelas podrían atender por turnos a sus pupilos, en grupos de 10 o 12 alumnos por sección, al menos un día a la semana, por un lapso de dos horas o dos horas y media. Se requiere acondicionar los locales al efecto: agua, ventilación, limpieza…

Hay niñas y niños que no tienen todos sus textos, ni acceso a su lectura digital: todavía es oportuno tratar de recabar libros usados para repartirlos entre ellos, así como imprimir un número limitado de los más requeridos. ¿Puede mejorarse la señal de televisión para que todas y todos puedan seguir la programación educativa? ¿Pueden incorporarse, en horarios diferentes, un mayor número de emisoras públicas, comunitarias y privadas? ¿Puede ampliarse la oferta por radio? ¿Se trabaja en mejorar el servicio de internet? Fundamental: las y los docentes necesitan superar su ínfimo ingreso, aunque sea mediante bonos. Conviene buscar más ayuda de organismos internacionales. Así como trabajar acuerdos que permitan sortear las sanciones en el caso de los gastos en escolarización. ¡Cuidado!: la educación es demasiado importante como para dejarla decaer sin más.

Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/2021-y-la-educacion/

Comparte este contenido:

Raquel Yotti: “Hay que llamar a una ciencia feminista”

Por: Núria Jar/SINC

Las científicas del coronavirus, episodio 1: ‘Gestión de una crisis’

Las mujeres han trabajado en primera línea de la pandemia; no obstante, han estado infrarrepresentadas en la toma de decisiones. Una excepción es Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III y experta del comité de coronavirus del Gobierno español. En el primer episodio de esta audioserie, cuenta cómo ha vivido estos meses intensos en los que ella misma ha pasado la covid-19; y reflexiona sobre la necesidad de trabajar por una igualdad de oportunidades “que nos enriquezca a todos”.

Los profesionales de la salud han trabajado sin descanso para atender a las personas enfermas de la covid-19. Tres de cada cuatro profesionales sanitarios son mujeres, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El mismo organismo advierte del alto riesgo de infección, la fatiga, el estrés y la violencia y estigma al que se enfrenta este colectivo, sobre todo ellas.

Solo en España y durante la primera ola, el 76 % de los sanitarios contagiados por COVID-19 fueron mujeres, según recogía un informe del Instituto de Salud Carlos III publicado en mayo.

A pesar de que las sanitarias han vivido la pandemia en primera línea, las mujeres han estado infrarrepresentadas en las posiciones de liderazgo y toma de decisiones, tal y como pone de manifiesto un informe sobre el impacto de género en la pandemia del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Raquel Yotti (Madrid, 1973) es una excepción.

Esta cardióloga ha trabajado casi veinte años de su vida en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, pero ahora le ha tocado enfrentarse a esta crisis sanitaria mundial desde «otra trinchera», como cuenta ella misma. En agosto de 2018, Yotti fue nombrada directora del Instituto de Salud Carlos III y se convirtió en la segunda mujer que ocupa el cargo de responsable del principal organismo público de investigación de biomedicina y salud en España, que depende del Ministerio de Ciencia e Innovación.

“Se nos juntaba el día con la noche todos los días de la semana. No recuerdo en qué momento existió por primera vez un lunes o un domingo, todos los días eran iguales”

“Se nos juntaba el día con la noche, todos los días de la semana —rememora sobre el inicio de la pandemia—. No recuerdo en qué momento existió por primera vez un lunes o un domingo, todos los días eran exactamente iguales”. En la gestión de esta crisis, ella también ha sido una de las expertas del comité de gestión técnica del coronavirus del gobierno español.

En estos meses ha liderado el estudio nacional de seroprevalencia ENE-COVID, cuyos resultados se publicaron en la revista The Lancet; ha fomentado la investigación a través del Fondo COVID-19, dotado con 24 millones de euros; y ha coordinado la respuesta diagnóstica del Sistema Nacional de Salud (SNS) mediante test de PCR, a través del Centro Nacional de Microbiología. No obstante, asegura que siempre ha tenido presentes a sus compañeros de hospital. “El impulso de ponerte la bata y el fonendo y ofrecerte para atender a pacientes yo creo que para cualquier clínico es inevitable”, confiesa.

La covid-19 en primera persona

El primer episodio de la audioserie Las científicas del coronavirus, retratos sonoros de una pandemia está protagonizado por Raquel Yotti. En él habla de cómo ha vivido desde dentro la gestión de la crisis sanitaria en España. Esta entrevista es la única de la audioserie que no se grabó presencialmente, sino por teleconferencia. El día anterior a nuestra cita Raquel ya no pudo asistir al homenaje que brindó el Instituto de Salud Carlos III a su primer director, Rafael Nájera, ya que se encontraba aislada al ser positivo por coronavirus.

Al enfrentarse a la comunicación pública durante la pandemia dice haberle ayudado “pensar que quien estaba al otro lado de esa cámara era uno de mis pacientes o una persona normal que tenía inquietud y quería entender lo que estaba pasando”

“Me siento con mucha empatía con muchas de las personas que han tenido que pasar la enfermedad y que han estado en casa y que a lo mejor hasta han tenido algún momento de preocupación, porque el curso clínico de esta enfermedad es bastante curioso. Parece que uno mejora y luego empeora”, me cuenta desde casa, aislada, a través de la pantalla de su iPad.

En la conversación, Raquel explica que haber vivido la enfermedad en carne propia y el aislamiento de dos semanas le han dado mucho que pensar. “Hay que hacerse consciente del privilegio que supone poder pasar la enfermedad en casa y además tener una red de apoyo. Yo he sido una afortunada tanto desde el punto de vista clínico [no requirió de hospitalización] como de los recursos alrededor”, se sincera con el pudor de quien no es dada a hablar de su vida privada.

Su experiencia clínica con pacientes ha esculpido su capacidad comunicativa, esencial en esta pandemia; por ejemplo, a la hora de comparer serena en Moncloa para dar los resultados de las diferentes rondas del estudio ENE-COVID: “Pensar que quien tenía al otro lado de esa cámara era uno de mis pacientes o una persona normal que tenía inquietud y quería entender lo que estaba pasando” dice haberle ayudado a enfrentarse a una situación que vivió como “excepcional”.

El secretario general del Ministerio de Sanidad, Faustino Blanco, la directora del Centro Nacional de Epidemiología, Marina Pollán y la directora del Instituto de Salud Carlos III, Raquel Yotti, durante una rueda de prensa celebrada el 6 de julio en el Palacio de la Moncloa para dar a conocer las conclusiones del Estudio nacional de seroepidemiología de la infección por SARS-Cov-2 en España. EFE/ Fernando Alvarado

Preocupación por la brecha de género

Días después de la declaración del primer estado de alarma en España, el gobierno aprobó un Real Decreto-ley de medidas urgentes para facilitar la investigación en coronavirus. Desde estudios biológicos del patógeno al desarrollo de pruebas diagnósticas y ensayos clínicos para probar nuevos fármacos. El objetivo era desentrañar las incógnitas de una enfermedad nueva, desconocida por todos, con un presupuesto de 24 millones de euros.

Yotti reclama “una ciencia que no esté hecha por y para unos pocos, sino en la que tengan cabida todas las personas que puedan contribuir, independientemente del género y de otros factores de desigualdad”.

En pocos días, esta convocatoria extraordinaria recibió más de 1.500 propuestas, la mayoría presentadas por hombres. “La pandemia por coronavirus ha acentuado la brecha de género”, admite Yotti, que recurre a los resultados del cuestionario sobre el impacto del confinamiento en investigadores del Ministerio de Ciencia e Innovación para dimensionar el problema. “Esto puede impactar en los currículos de las investigadoras y especialmente de las madres investigadoras, y es algo que realmente no nos deberíamos permitir”, subraya con preocupación.

De cara al futuro, Raquel considera que la ciencia será feminista o no será. Este es su deseo de cara a los próximos años: “Una ciencia que no esté hecha por y para unos pocos, sino en la que tengan cabida todas las personas que puedan contribuir, independientemente del género y otros factores de desigualdad. Actualmente no estamos en esa situación, por eso hay que llamar a una ciencia feminista. Porque el feminismo lo que persigue es alcanzar esta meta de igualdad de oportunidades en la que nos enriquezcamos todos”.

Fuente:

SINC
Fuente e Imagen: https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Raquel-Yotti-Hay-que-llamar-a-una-ciencia-feminista
Comparte este contenido:

Mundo: Amazon, sus espías, su explotación, su descaro

Mundo/11-12-2020/Autor(a) y Fuente: surcosdigital.com

Salvajismo 3.0

En los ya famosos Black Friday, las empresas de la “nueva economía” digital multiplican sus ya pingües negocios. Coincidiendo con uno de ellos, Amnistía Internacional emitió un informe en que denuncia la persecución sindical en Amazon, una de las compañías símbolo de uno de los sectores más desregulados y de mayor crecimiento en el planeta.
Daniel Gatti

Unos pocos días antes habían circulado documentos internos de la firma dirigida por Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo según el listado de súper millonarios elaborado regularmente por la revista Forbes, que desnudaban las mismas prácticas.

El informe de AI está centrado en algunos países de Europa y Estados Unidos, pero no es muy difícil deducir que en otras regiones del mundo el panorama debe ser el mismo o peor.

“La forma de actuar en los países investigados muestra una cultura corporativa que puede ser extensible a otros”, dijo al diario barcelonés La Vanguardia Cecilia Denis, integrante de filial de Greenpeace España, y destacó que sindicatos de diferentes naciones de la UE presentaron denuncias contra Amazon por violaciones a la libertad sindical ante la Comisión Europea.

La empresa, dice el informe, “socava los intentos de su personal de sindicarse y negociar colectivamente, incluso a través de una vigilancia exhaustiva” del personal.

Quienes trabajan para ella “están corriendo grandes riesgos en materia de salud y seguridad desde el inicio de la pandemia de la Covid-19, pero su capacidad de denunciar y negociar colectivamente está sometida a presiones por parte del gigante del comercio electrónico minorista”, agrega el documento.

Y recuerda que “el derecho y las normas internacionales de derechos humanos establecen con claridad que todo trabajador o trabajadora tiene derecho a fundar sindicatos y afiliarse a ellos, a tener unas condiciones laborales seguras y a que se respete su derecho a la privacidad”.

Riesgos y alarmas

En sus informes anuales de 2018 y 2019 Amazon consideró a los sindicatos como un factor de riesgo y alentaba a sus cuadros medios a advertir a las direcciones empresariales sobre “cualquier señal de alarma” que diera cuenta de actividades gremiales. Ergo, que delataran a los sindicalistas.

La pandemia de Covid 19 le ha originado a Amazon, como a las otras grandes transnacionales de la economía digital (GoogleAppleFacebookMicrosoft, agrupadas bajo el acrónimo de GAFAM), un crecimiento exponencial de sus ganancias.

Solo entre julio y septiembre sus ingresos acumulados aumentaron en 19 por ciento y sus ganancias en casi 14, mientras su volumen de negocios llegó a poco menos de 228.500 millones de dólares, 18,9 por ciento más que lo facturado en el mismo período de 2019, y su beneficio neto trepó en 31,5 por ciento, a alrededor de 29.000 millones de dólares (escudodigital.com, 30 de octubre de 2020).

La fortuna personal de Bezos ronda hoy los 200.000 millones de dólares, y ha crecido y crecido bajo la Covid 19.

Esos nuevos hombres de negro

Bezos es de esos grandes multimillonarios que proclama que a ellos no se les puede aumentar los impuestos porque “generan riqueza con sus inversiones”.

Dice por ejemplo que gracias a su imperio “ha dado trabajo a muchos miles de trabajadores” y aduce que durante la pandemia contrató a más de 175.000 personas.

Pero en qué condiciones: la precariedad como divisa, en todos los planos, desde el salarial a la protección social.

La publicación digital Motherboard reveló la semana pasada documentación del Centro de Operaciones de Seguridad Global de Amazon que prueba que la empresa contrató a la famosa agencia Pinkerton para espiar a líderes sindicales de sus almacenes en Europarastrear sus movimientos, cuándo, dónde y con quiénes se reúnen, conocer sus estrategias.

También espiaron a organizaciones ecologistas, a grupos de defensa de los derechos humanos, a abogados.

El informe de Motherboard menciona específicamente a Polonia como escenario de esas prácticas, pero la publicación digital española eldiario.es dice que son también habituales en EspañaFranciaReino UnidoItaliaAlemaniaRepública ChecaEslovaquia.

A fines del siglo XIX agentes de Pinkerton actuaron como rompehuelgas, como guardias armados de empresas y en esas funciones reprimieron a trabajadores. Fueron responsables, por ejemplo, de la muerte de una docena de obreros siderúrgicos en 1892 en Estados Unidos.

Los detectives de Pinkerton ya no son aquellos hombres de negro que “trabajaban para la ley” en el Oeste estadounidense y que popularizaron los westerns. Ahora forman parte del grupo Securitas y muchos de ellos son híper formados analistas de datos.

El Centro de Seguridad Global de Amazon está basado en Seattle, sede central de la transnacional, y en él trabajan también ex analistas militares del ejército de Estados Unidos.

En España, dice Motherboard, la empresa tiene abierto un proceso de selección de “antiguos líderes militares” para convertirlos en directores de operaciones de inteligencia que comprenden la infiltración en páginas de Facebook, la investigación a líderes sindicales y el seguimiento a sus contactos, la creación de falsos perfiles en las redes sociales.

Otro bonito ejemplo de lo que algunos investigadores llaman “capitalismo de vigilancia” y del que los GAFAM serían la encarnación por excelencia.

Fuente: http://www.rel-uita.org/

Fuente e Imagen: https://surcosdigital.com/amazon-sus-espias-su-explotacion-su-descaro/

Comparte este contenido:

Noche sin estrellas

Por: Luis Hernández Navarro

Cuando los xiñá (sabios y sabias) de la Montaña de Guerrero divisaron los relámpagos en el norte, supieron que 2020 sería funesto, cuenta el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan. No sólo visualizaron en el horizonte el incremento de la violencia, sino la fuerza irascible del hambre, acompañada de una nube grisácea, que de momento no pudieron interpretar, pero que, al final de cuentas, resultó ser el anuncio de una enfermedad desconocida.

Sus rezos –explica Tlachi– se intensificaron entonces para calmar a las potencias sagradas y contener los malos vientos, que traen la enfermedad y la guerra. En la cima de los cerros quemaron vela.

Como toda persona asceta –describe el Centro de Derechos Humanos de la Montaña en su 26 Informe de actividades– guardaron para sí estos mensajes y los transmitieron a los mayores y mayoras, y a las autoridades que están en la mesa. Su objetivo fue asirse a su costumbre, como el ancla más segura para las comunidades que se encuentran en extrema vulnerabilidad, ante el olvido gubernamental y el empoderamiento de las fuerzas oscuras del crimen organizado, pudieran enfrentar las adversidades.

Como una noche sin estrellas se llama el informe de Tlachinollan. Su título evoca, como lo dice el poema que lo acompaña, el eclipse del sol de justicia y la forma en que la milpa comunitaria se marchitó en la región. En él, se documenta tanto la etapa de sorda oscuridad que la región y Guerrero vivieron durante el último año, como la capacidad para hacer frente y salir adelante en la adversidad, de pueblos, comunidades y organizaciones indígenas y campesinas en el estado.

La obra es una formidable y vasta (396 páginas) narración, similar a las que los grandes novelistas sociales del siglo XIX (Balzac, Zola, Dickens) produjeron. En ella, la pluma de Tlachinollan traza una visión panorámica de la política, la sociedad y las luchas sociales de la Montaña y el Guerrero de abajo, al tiempo que describe los personajes colectivos que hacen la historia regional: comunidades indígenas, movimientos populares, buscadoras de sus desaparecidos, nuevos defensores de derechos humanos, migrantes.

Al hacerlo, retrata a figuras excepcionales que expresan a los sujetos colectivos y que parecen extraídos de una novela de Gorki, como el dirigente del Frente Popular de la Montaña Arnulfo Cerón Soriano y el líder campesino Ranferí Hernández. Ambos fueron asesinados por su participación política en momentos distintos. O a la migrante doña Amelia, quien en 1980 salió de Ixcateopan, en un viaje sin retorno, a Nueva York, a buscar a su hijo, y a quien ya no le alcanzaron las fuerzas para vencer al coronavirus.

Como si fuera un textil elaborado con los más diversos hilos, el informe de Tlachi entreteje la historia de grupos criminales imbricados con políticos y fuerzas de seguridad, que se dedican a labores de contrainsurgencia; la descomposición de la vida urbana en la ciudad de Tlapa; el avance incontenible del Covid-19; las penurias y el heroísmo de los montañeros migrantes en Tlapayork; el surgimiento de un grupo de buscadores de desaparecidos, la continuidad de la lucha de los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y muchos acontecimientos más.

Las historias se suceden vertiginosamente unas a otras. El Covid-19 no ha pegado igual a todos. Se ha cebado especialmente con los más pobres, que ya de por sí padecían hambre, marginación y violencia ancestrales. Sin médicos ni medicinas, ni centros de salud en las comunidades, la llegada de la pandemia a la Montaña resultó aciago. Los pueblos han improvisado el cuidado de sí mismos. Como recomendaron los xiñá, echaron mano de la tradición y alrededor de ella se unieron para enfrentar la adversidad.

Guerrero es un enorme camposanto clandestino. Como si vivieran en un país aparte, en los terrenos de los negocios inmobiliarios con los que el narco lava sus ganancias ilícitas, han instalado casas de seguridad y depósitos de restos humanos.

Antes que hospitalizarse, por temor a la migra y las deportaciones, cuando enfermaron los montañeros que partieron a Nueva York a buscar el sueño americano, los que mandaban a los suyos 300 dólares al mes como bálsamo para la penuria familiar, se encerraron hacinados en sus viviendas. Para muchos, contagiarse lejos de la casa resultó más doloroso que la sola afección. Como fue mayor el calvario de los familiares de quienes fallecieron por el mal, que debieron pagar pequeñas fortunas para incinerar los cuerpos y trasladar las cenizas de sus deudos a México, sin ni siquiera poder despedirlos como se debe.

Sin ingresos y sin trabajo, las familias rurales tuvieron que salir a buscarlos en los campos agrícolas del norte. Carentes de la higiene adecuada, en transportes en los que viajan hacinados, se han convertido (más de lo que ya eran) en fácil presa del coronavirus.

Decía Vaclav Havel que a veces se necesita tocar el fondo de la miseria para poder entender la verdad, igual que hay que lanzarse hasta el fondo del pozo para llegar a ver las estrellas. En un mundo sordo, en medio de un mar de dolor, muy cerca de lo más profundo del pozo, en Como una noche sin estrellas se atisban los astros de la esperanza comunitaria que permiten comprender la verdad de los de abajo.

Twitter: @lhan55

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/12/08/opinion/019a2pol

Imagen: https://www.flickr.com/photos/chou2006/649796088/in/photolist-2jwgbFN-2hHAVRp-2jJ5BBK-EUT4Jb-9izMzv-dcxjxb-AptyuM-pFq3CF-eEWdZG-2gSkAT1-69PaC7-ZqnJQ-8U16WL-7ivhYx-6tS5a8-6tWdAs-6tS6r4-6tWebj-6tWdTU-21WgsFi-3VYi4f-bSQiA2-8wkaZF-bfQ88V-cKigmJ

Comparte este contenido:

Zizek: There will be no return to normality after Covid. We are entering a post-human era & will have to invent a new way of life

By: Slavoj Zizek

It’s time to accept that the pandemic has changed the way we exist forever. Now the human race has to embark on the profoundly difficult and painful process of deciding what form the ‘new normality’ is going to take.

The world has lived with the pandemic for most of 2020, but what is our situation with regard to it now, in early December, in the middle of what the European media is terming ‘the second wave’? Firstly, we should not forget that the distinction between the first and second wave is centred on Europe: in Latin America the virus followed a different path. The peak was reached in between the two European waves, and now, as Europe suffers the second of these, the situation in Latin America has marginally improved.

We should also bear in mind the variations in how the pandemic affects different classes (the poor have been hit more badly), different races (in the US, the blacks and Latinos suffer much more) and the different sexes.

And we should be especially mindful of countries where the situation is so bad – because of war, poverty, hunger and violence – that the pandemic is considered one of the minor evils. Consider, for example, Yemen. As the Guardian reported, “In a country stalked by disease, Covid barely registers. War, hunger and devastating aid cuts have made the plight of Yemenis almost unbearable.” Similarly, when the short war erupted between Azerbaijan and Armenia, Covid clearly became less of a priority. However, in spite of these complications, there are some generalisations we can make when comparing the second wave with the peak of the first wave.

What we have discovered about the virus

For a start, some hopes have been dashed. Herd immunity doesn’t appear to work. And deaths are at a record level in Europe, so the hope that we have a milder variation of the virus even though it is spreading more than ever doesn’t hold.

We are also dealing with many unknowns, especially about how the virus is spreading. In some countries, this impenetrability has given birth to a desperate search for guilty parties, such as private home gatherings and work places. The oft-heard phrase that we have to ‘learn to live with the virus’ just expresses our capitulation to it.

While vaccines bring hope, we should not expect they will magically bring an end to all our troubles and the old normality will return. Distribution of the vaccines will be our biggest ethical test: will the principle of universal distribution that covers all of humanity survive, or will it be diluted through opportunist compromises?

It’s also obvious that the limitations of the model which many countries are following – that of striking a balance between fighting the pandemic and keeping the economy alive – are increasingly being demonstrated. The only thing that appears to really work is radical lockdown. Take, for example, the state of Victoria in Australia: in August it had 700 new cases per day, but in late November, Bloomberg reported that it “has gone 28 days with no new cases of the virus, an enviable record as the US and many European countries grapple with surging infections or renewed lockdowns.”

And with regard to mental health, we can now say, in retrospect, that the reaction of people at the peak of the first wave was a normal and healthy response when faced with a threat: their focus was on avoiding infection. It was as if most of them simply didn’t have time for mental problems. Although there is much talk today about mental problems, the predominant way people relate to the epidemic is a strange mix of disparate elements. In spite of the rising number of infections, in most countries the pandemic is still not taken too seriously. In some strange sense, ‘life goes on’. In Western Europe, many people are more concerned if they will be able to celebrate Christmas and do the shopping, or if they will be able to take their usual winter holidays.

Transitioning from fear to depression

However, this ‘life goes on’ stance – indications that we have somehow learned to live with the virus – is quite the opposite of relaxation because the worst is over. It is inextricably mixed with despair, violations of state regulations and protests against them. Since there is no clear perspective offered, there is something deeper than fear at work: we have passed from fear to depression. We feel fear when there is a clear threat, and we feel frustration when obstacles emerge again and again which prevent us from reaching what we strive for. But depression signals that our desire itself is vanishing.

What causes such a sense of disorientation is that the clear order of causality appears to us as perturbed. In Europe, for reasons which remain unclear, the numbers of infections are now falling in France and rising in Germany. Without anyone knowing exactly why, countries which were a couple of months ago held as models of how to deal with the pandemic are now its worst victims. Scientists play with different hypotheses, and this very disunity strengthens a sense of confusion and contributes to a mental crisis.

What further strengthens this disorientation is the mixture of different levels that characterises the pandemic. Christian Drosten, the leading German virologist, pointed out that the pandemic is not just a scientific or health phenomenon, but a natural catastrophe. One should add to this that it is also a social, economic and ideological phenomenon: its actual effect incorporates all these elements.

For example, CNN reports that in Japan, more people died from suicide in October than from Covid during the entirety of 2020, and women were impacted most. But the majority of individuals committed suicide because of the predicament they found themselves in because of the pandemic, so their deaths are collateral damage.

There is also the impact the pandemic is having on the economy. In the Western Balkans, hospitals are pushed over the edge. As a doctor from Bosnia said, “One of us can do the work of three (people), but not of five.” As France24 reported, one cannot understand this crisis without reflecting on the “brain drain crisis, with an exodus of promising young doctors and nurses leaving to seek better wages and training abroad.”  So, again, the catastrophic impact of the pandemic is clearly caused also by the emigration of the workforce.

Accepting the disappearance of our social life

We can therefore safely conclude that one thing is sure: if the pandemic really does proceed in three waves, the general character of each wave will be different. The first wave understandably focused our attention on the health issues, on how to prevent the virus from expanding to an intolerable level. That’s why most countries accepted quarantines, social distancing etc. Although the numbers of infected are much higher in the second wave, the fear of long-term economic consequences is nonetheless growing. And if the vaccines will not prevent the third wave, one can be sure that its focus will be on mental health, on the devastating consequences of the disappearance of what we perceive as normal social life. This is why, even if the vaccines work, mental crises will persist.

The ultimate question we are facing is this: Should we strive for a return to our ‘old’ normality? Or should we accept that the pandemic is one of the signs that we are entering a new ‘post-human’ era (‘post-human’ with regard to our predominant sense of what being human means)? This is clearly not just a choice that concerns our psychic life. It is a choice that is in some sense ‘ontological’, it concerns our entire relation to what we experience as reality.

The conflicts over how best to deal with the pandemic are not conflicts between different medical opinions; they are serious existential ones. Here is how Brenden Dilley, a Texas chat-show host, explained why he is not wearing a mask: “Better to be dead than a dork. Yes, I mean that literally. I’d rather die than look like an idiot right now.” Dilley refuses to wear a mask since, for him, walking around with a mask is incompatible with human dignity at its most basic level.

What is at stake is our basic stance towards human life. Are we – like Dilley – libertarians who reject any encroaching upon our individual freedoms? Are we utilitarians ready to sacrifice thousands of lives for the economic wellbeing of the majority? Are we authoritarians who believe that only a tight state control and regulation can save us? Are we New Age spiritualists who think the epidemic is a warning from nature, a punishment for our exploitation of natural resources? Do we trust that God is just testing us and will ultimately help us to find a way out? Each of these stances relies on a specific vision of what humans are. It concerns the level at which we are, in some sense, all philosophers.

Taking all this into account, Italian philosopher Giorgio Agamben claims that if we accept the measures against the pandemic, we thereby abandon open social space as the core of our being human and turn into isolated survival machines controlled by science and technology, serving the state administration. So even when our house is on fire, we should gather the courage to go on with life as normal and eventually die with dignity. He writes: “Nothing I’m doing makes any sense if the house is on fire. Yet even when the house is on fire it is necessary to continue as before, to do everything with care and precision, perhaps even more so than before – even if no one notices. Perhaps life itself will disappear from the face of the earth, perhaps no memory whatsoever will remain of what has been done, for better or for worse. But you continue as before, it is too late to change, there is no time anymore.

One should note an ambiguity in Agamben’s line of argumentation: is “the house on fire” due to the pandemic, global warming etc? Or is our house on fire because of the way we (over)reacted to the reality of the pandemic? “Today the flame has changed its form and nature, it has become digital, invisible and cold – but precisely for this very reason it is even closer still and surrounds us at every moment.” These lines clearly sound Heideggerian: they locate the basic danger in how the pandemic strengthened the way medical science and digital control regulate our reaction to it.

Why we cannot maintain our old way of life

Does this mean that, if we oppose Agamben, we should resign ourselves to the loss of humanity and forget the social freedoms we were used to? Even if we ignore the fact that these freedoms were actually much more limited than it may appear, the paradox is that only by way of passing through the zero point of this disappearance can we keep the space open for the new freedoms-to-come.

If we stick to our old way of life, we will for sure end in new barbarism. In the US and Europe, the new barbarians are precisely those who violently protest against anti-pandemic measures on behalf of personal freedom and dignity – those like Jared Kushner, Donald Trump’s son-in- law, who, back in April, bragged that Trump was taking the country “back from the doctors” – in short, back from those who only can help us.

However, one should note that in the very last paragraph of his text, Agamben leaves open the possibility that a new form of post-human spirituality will emerge. “Today humankind is disappearing, like a face drawn in the sand and washed away by the waves. But what is taking its place no longer has a world; it is merely a bare and muted life without history, at the mercy of the computations of power and science. Perhaps, however, it is only by beginning from this wreckage that something else can appear, whether slowly or abruptly – certainly not a god, but not another man either – a new animal perhaps, a soul that lives in some other way…

Agamben alludes here to famous lines from Foucault’s Les mot et les choses when he refers to humankind disappearing like a figure drawn on sand being erased by waves on a shore. We are effectively entering what can be called a post-human era. The pandemic, global warming and the digitalisation of our lives – including direct digital access to our psychic life – corrode the basic coordinates of our being human.

So how can (post-)humanity be reinvented? Here is a hint. In his opposition to wearing protective masks, Giorgio Agamben refers to French philosopher Emmanuel Levinas and his claim that the face “speaks to me and thereby invites me to a relation incommensurate with a power exercised.” The face is the part of another’s body through which the abyss of the Other’s imponderable Otherness transpires.

Agamben’s obvious conclusion is that, by rendering the face invisible, the protective mask renders invisible the invisible abyss itself which is echoed by a human face. Really?

There is a clear Freudian answer to this claim: Freud knew well why, in an analytical session – when it gets serious, i.e. after the so-called preliminary encounters – the patient and the analyst are not confronting each other face to face. The face is at its most basic a lie, the ultimate mask, and the analyst only accedes to the abyss of the Other by NOT seeing its face.

Accepting the challenge of post-humanity is our only hope. Instead of dreaming about a ‘return to (old) normality’ we should engage in a difficult and painful process of constructing a new normality. This construction is not a medical or economic problem, it is a profoundly political one: we are compelled to invent a new form of our entire social life.

Source and Image: https://www.rt.com/op-ed/508940-normality-covid-pandemic-return/

Comparte este contenido:

Uruguay: El 30% de las escuelas de Montevideo están afectadas por COVID-19

América del Sur/Uruguay/11-12-2020/Autor(a) y Fuente: www.republica.com.uy

Se vive una «altísima inestabilidad» dijo la secretaria general de ADEMU.

Daysi Iglesias, secretaria general de la Asociación de Maestros de Montevideo (ADEMU), calificó a la situación de COVID-19 en las escuelas de la capital «como un sarampión». Aseguró que desde la gremial viven la situación con alarma por el aumento de escuelas afectadas.

Un sondeo realizado el pasado miércoles arrojó que el 10% de las escuelas estaban afectadas, sin embargo, para el lunes la cifra había aumentado a un 30%. «¿A qué le llamamos escuelas afectadas? Vamos a ser claros. Aquellas escuelas que tienen casos positivos o que tienen situaciones de cuarentena o situaciones con hisopados», explicó a Subrayado.

A solo dos semanas de terminar las clases Iglesias dijo que se vive una «altísima inestabilidad». Contó el caso de una escuela en la que tuvieron que «tramitar con el Consejo de Primaria, que finalmente lo dispuso, el cierre de la institución que atiende niños con características muy especiales. Inicialmente decían que no y después se cerró, pero fíjate que vivimos en la admirable alarma, una especie de falta de paz en el trabajo».

«Nosotros estamos pidiendo que el Consejo Directivo Central (Codicen) envíe partidas extras de materiales de limpieza a todas las instituciones. En algunas quedan muy poco material y en otras no ha llegado», concluyó.

Fuente e Imagen: https://www.republica.com.uy/el-30-de-las-escuelas-de-montevideo-estan-afectadas-por-covid-19-id802301/

Comparte este contenido:

Deseo laudable, pero insostenible

Por: Dinorah García Romero

La presencialidad ha de volver a tener vigencia, aunque con modalidades distintas. Este es un proceso que el MINERD debe estar preparando para no improvisar.

El mundo está siendo impactado por diversas pandemias -corrupción, feminicidios, narcotráfico, coronavirus-; este último tiene en estos momentos tal incidencia, que provoca pavor y desolación. En la geografía mundial, se cuenta con más de sesenta millones de personas infectadas y más de un millón de fallecidos. Son cifras que dejan a pocas personas impasibles, por el bloqueo que producen en el desarrollo humano, económico y social del planeta.

La República Dominicana, aunque todavía con ritmo lento, va incrementando el número de personas contagiadas, 140, 922; y 2, 317 de fallecimientos. Este ritmo puede acelerarse por los problemas de educación ciudadana. Hasta el momento hay bastante información sobre la pandemia para que la población comprenda la gravedad de la situación. Pero la ignorancia de unos y la indisciplina de otros hace que diariamente haya personas que irrespeten las medidas que pueden contener el avance de esta enfermedad letal. Estas personas se empeñan en desconocer las orientaciones de los especialistas del campo de la virología y, particularmente, de los que les están dando seguimiento especializado a la COVID-19. Esta pandemia ha permitido constatar con mayor pujanza la importancia de una educación situada y de calidad. La falta de este tipo de educación en la República Dominicana contribuye a que personas de diferentes estratos sociales se burlen diariamente de las orientaciones generales que los ciudadanos hemos de observar para controlar el avance de la pandemia.

A lo planteado en el párrafo anterior se han de añadir las precarias condiciones que tienen muchos centros de educación, tanto del ámbito público como del privado. Generalmente la educación privada se asocia solo con los colegios más suntuosos y de abolengo. No. El sector privado va más allá de aquellos que siempre suenan y van delante. Con esto lo que planteo es que desear educación presencial ahora es un deseo laudable, pero insostenible. El reclamo de la presencialidad, para que se pueda concretar, requiere que el Gobierno honre su promesa de que va a mejorar las condiciones de los centros educativos públicos, que son la mayoría, para que haya condiciones humanas que alienten los aprendizajes de los estudiantes y la motivación de los docentes en su tarea de enseñar.

Las dificultades para volver a la presencialidad no son solo por el problema para mantener la distancia social y las condiciones que requiere la biología humana. No. Es que hay muchos centros educativos que carecen de los servicios básicos.  Los profesores y directivos de esos centros -salvo escasas excepciones-, por miedo a perder el trabajo o por lealtad a su partido político, se han acostumbrado a trabajar en un contexto institucional que niega los derechos fundamentales. Un centro educativo que carece de agua y no cuenta con las condiciones sanitarias necesarias no puede desarrollar clases presenciales. No estoy de acuerdo con que Salud Pública insista solo en la fórmula de la distancia social y la mascarilla. Este Ministerio ha de sugerirle o urgir a su homólogo, el Ministerio de Educación de la República Dominicana, para que le preste atención integral a la diversidad de factores que pueden profundizar la pandemia.

La presencialidad ha de volver a tener vigencia, aunque con modalidades distintas. Este es un proceso que el MINERD debe estar preparando para no improvisar. Esperamos que ya haya un equipo estudiando la nueva configuración de la presencialidad en la educación dominicana. Es recomendable que se aproveche este tiempo para avanzar en la concreción de planes y de acciones que garanticen una presencialidad segura y sostenible.

Este es un tiempo propicio para que el MINERD ponga en acción toda su creatividad y capacidad de gestión inteligente e innovadora. De igual manera, puede avanzar estudios sobre la modalidad de enseñanza híbrida; para que cuando la realidad lo permita, cuente con diversidad de posibilidades que garanticen una educación coherente con las necesidades del país.

Apoyamos todas las medidas que se tomen para crear entornos educativos decentes y robustos; pero, principalmente, humanos. Las razones económicas no han de primar ante las razones de salud y de vida. Necesitamos movilizar la economía, pero no creando contextos de muerte. Reclamar presencialidad educativa es un derecho. Sin negarles este derecho a madres y a padres, les sugiero análisis más consistente de la realidad educativa y de salud del país. Hay una canción que nos recuerda que “esperar es un reto y una tarea”. Mantengamos el deseo de presencialidad; exijámosle al Gobierno, a través del MINERD, que propicie condiciones integrales para ello; y nosotros aportemos todo lo que pueda contribuir a esta causa

Fuente: https://acento.com.do/opinion/deseo-laudable-pero-insostenible-8888308.html

Comparte este contenido:
Page 74 of 213
1 72 73 74 75 76 213