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OPINIÓN | Guerrero rojo

Por: Tlachinollan

En la cúspide de la curva del coronavirus, a nivel nacional llegamos a 90 mil 694 casos de personas contagiadas y a 9 mil 930 decesos. En el plano estatal se registraron mil 893 casos y 275 defunciones. El viernes 29 de mayo en el estado tuvimos el número más alto de contagios que ascendió a 185 casos. El municipio de Acapulco sobresale con mil 182 casos, seguido de Chilpancingo con 189, Iguala 116 y Taxco 54. Se reportan 56 municipios con casos positivos, 23 municipios vecinos sin contagio, y solo dos municipalidades, Cochoapa el Grande en la Montaña y Azoyú en la Costa Chica, aparecen sin contagio y sin vecindad. Son las cifras del Guerrero rojo, de la alerta máxima para contener el contagio que puede desbordarse, no solo en los municipios de mayor densidad poblacional, sino en las regiones donde no se han tomado medidas efectivas, por parte de las autoridades municipales en coordinación con las autoridades de salud, para persuadir a la población de que permanezca en sus domicilios.

El escenario que se vislumbra en el estado, en cuanto a número de contagios, seguirá al alza. El plan A si le podemos llamar así, de contar con camas suficientes para atender a los pacientes que requieren hospitalización, es el que nos han venido mostrando las autoridades del estado. Mientras los pacientes sean de esos municipios la situación puede estar relativamente controlada, en cuanto al acceso a los servicios hospitalarios. Sin embargo, el mismo presidente de la república manifestó en la conferencia mañanera del miércoles 27 de mayo su preocupación por la situación de Acapulco: “Es el único sitio, el único lugar, Acapulco, en donde tenemos que estar muy pendientes y ampliar de inmediato la capacidad de hospitalización, ya lo estamos haciendo”. Mientras no se implementen mayores medidas preventivas en los focos rojos donde proliferan los contagios, las camas del Puerto no alcanzaran para los pacientes que requieran hospitalización. Es decir, que aún el plan A, no ha pasado la prueba porque la curva de la pandemia aún no llega al techo en nuestro estado.

Lo preocupante es cómo implementar un plan B, tomando en consideración a la población que se encuentra dispersa en las diferentes regiones del estado, donde las pruebas de PCR no se aplican y, por lo mismo, tanto las autoridades de salud como los habitantes desconocen el número de personas contagiadas. Ante la carencia de infraestructura hospitalaria, el mismo personal médico ha optado por regresar a los pacientes a sus domicilios, aplicándoles únicamente un cuestionario para ubicar a las personas que presentan algunos síntomas. La misma población se resiste a acudir a los hospitales para diagnosticar su estado de salud. En estas circunstancias, la apuesta se circunscribe al ámbito meramente voluntarista, que no tiene ningún sustento en la realidad. En este contexto la mayoría de las personas construye en el imaginario que el contagio no llegará al extremo de cobrar vidas humanas. Pesa más el sentido religioso del milagro, que la postura objetiva y responsable de tomar medidas preventivas, para no cruzar el umbral de una enfermedad mortífera.

La realidad parece desbordar cualquier proyección sobre el comportamiento de la pandemia. Empezamos a constatar que el contagio se ha expandido a 79 municipios del estado, sin tener la certeza de que Cochoapa El Grande y Azoyú, sea una población que esté libre de contagio. En más de la mitad de los municipios no hay personal médico que esté en condiciones de detectar los casos y canalizarlos a los centros hospitalarios. Más bien estamos ante un panorama desolador por las condiciones precarias que enfrenta la población y que difícilmente podrá mantenerse en casa ante la amenaza de no comer ese día. Muchas familias indígenas están saliendo de sus comunidades porque no encuentran una respuesta inmediata de las autoridades para hacer frente para garantizar su alimentación. No hay forma de obtener un ingreso. Los mismos programas sociales que están aplicándose en el país son insuficientes, porque estamos ante una grave recesión económica que empieza a golpear con mayor fuerza a los sectores más depauperados del país.

El plan B, es cómo garantizarle camas a la población que se encuentra alejada de los centros hospitalarios, y que difícilmente podrán ser trasladados de sus comunidades o municipios porque no hay módulos de triage que puedan atenderlos y tampoco ambulancias para sus traslados. Normalmente, las personas enfermas de las comunidades rurales, para que puedan acceder a una ambulancia tienen que pagar el combustible y en varias ocasiones los viáticos del chofer. Difícilmente estás familias puede sufragar el gasto, por eso optan por regresarse a su comunidad. La descoordinación que existe entre las autoridades municipales y el sector salud, impide que muchos enfermos puedan tener la oportunidad de ser trasladados a hospitales de tercer nivel.

Por esta pandemia tenemos conocimiento que la Secretaria de Hacienda y Crédito Público ha congelado los capítulos 2,000 y 3,000 de todas las dependencias. Eso quiere decir, que no tendrán recursos para su operación, hasta que no entreguen sus recortes presupuestales del 75 por ciento. Por lo mismo, cualquier dependencia le dirá a la población que no cuenta con recursos para apoyarlos en sus necesidades más básicas. Si antes de la pandemia los presidentes municipales se quejaban de los recortes presupuestales, como mayor razón ahora que se avecina el fin del trienio las arcas estarán vacías. Como siempre los ciudadanos y ciudadanas que depositaron su confianza en las autoridades tendrán que batallar para su sobrevivencia.

El dinero se ha canalizado a la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina, la Secretaria de Salud y la Secretaría del Bienestar. No sabemos cómo van a canalizar esos fondos millonarios. La respuesta generalizada será que los recursos se destinaran para enfrentar la crisis sanitaria, principalmente. Las cifras millonarias que manejarán estas dependencias difícilmente llegarán a la población que es extremadamente vulnerable al COVID – 19.

Quisiéramos saber cómo se va a apoyar a los pacientes que requieran trasladados a los centros hospitalarios; cómo se brindará ayuda a las familias que han perdido a un ser querido a causa del COVID – 19 y que implica gastos funerarios especiales. Cómo se apoyará a las mujeres que son víctimas de la violencia, y que enfrentan la amenaza del coronavirus y del hambre. Cómo se va a garantizar un tratamiento médico adecuado a los adultos mayores, para no confinarlos en sus precarias viviendas, resignándose a la muerte.

¿Será la SEDENA y la Marina, en lugar del INPI quiénes se encargarán de atender ahora las necesidades más urgentes de la población indígena y afromexicana? ¿Será las Secretarías de Salud y de Bienestar, las que se avocaran a brindar apoyos a los pacientes que requieran traslados a los centros hospitalarios? o ¿Qué asuman la responsabilidad de sufragar los gastos funerarios de las personas que fallezcan por COVID – 19?

Es preocupante que a punto de llegar a la cúspide de esta pandemia no estemos preparados para implementar un plan B. Así como vemos que un número de habitantes se niega a ver con realismo los efectos devastadores de esta pandemia, así percibimos a varias autoridades que solo vislumbran una sola ruta para aplanar la curva del coronavirus. Tampoco quieren mirar a profundidad la crisis económica que se avecina y que puede desbordar los ánimos de una población que se siente desamparada. Que puede darse un descarrilamiento de esta etapa de la nueva normalidad, que estará marcada por más muertes, más enfermedades, más pobreza y más hambre.

El mapa del país coloreado en rojo, no parece ser una metáfora sino una realidad marcada por la incertidumbre, el miedo, el caos, la desesperación y el fin trágico. La fortaleza de una sociedad que no sucumbe ante las recurrentes crisis económicas que ha tenido que sortear para salir adelante y la solidaridad vigorosa que se ha mostrado ante las catástrofes naturales, son el gran reservorio del país donde emanarán nuevas formas de organización comunitaria, para reconstruir el tejido social que se ha roto, por un modelo económico depredador que quiso suplantar al Estado, colocando al mercado como el paraíso terrenal, y al individuo como rey de la creación.

El colapso no lo generó una Tercera Guerra Mundial, sino el coronavirus que se incubó en la ruindad de los poderosos y que se anido en sus mismos palacios para evidenciar que el capital está sostenido con pies de barro. Es inadmisible que ante tanto poderío económico de los países ricos ahora se encuentran desorbitados y amenazados por un enemigo invisible. Hoy las noticias en el mundo son las curvas de contagio que hay en todo el orbe, son las cifras de muertos por COVID – 19 y los millones de personas que se encuentran contagiadas en todo el globo terráqueo.

Las consecuencias de las políticas malévolas que le apostaron a la acumulación del capital a través de las guerras, las invasiones, los despojos y la privatización de los bienes comunes nos tienen ahora con el semáforo rojo, en medio del peligro, con la acechanza de la muerte, como pacientes potenciales, para que, de la noche a la mañana, aparezcan en la lista de espera de una cama de cuidados intensivos, para la atención de pacientes graves por COVID – 19. Esperamos que la fase 4 sea el retorno a la nueva normalidad y no el tránsito a un estado de catástrofe, donde el país sea inundado de rojo por la mayor tasa de mortalidad en el mundo. En Guerrero tenemos que luchar para no asfixiarnos por la violencia, la pobreza y el coronavirus.

Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”

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OIT: Covid-19 tiene un efecto devastador sobre los empleados jóvenes

Noticia/28 Mayo 2020/prensa-latina.cu

Más de uno de cada seis jóvenes quedó desempleado desde el inicio de la pandemia Covid-19, alertó hoy un informe la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Según el Monitor de la OIT: Covid-19 y el mundo del trabajo, la expansión de la epidemia tiene un efecto devastador y desproporcionado en los trabajadores jóvenes pues además de los que pierden sus puestos, los que permanecen empleados ven reducidas sus horas de trabajo en un 23 por ciento.

Asimismo, revela el estudio, el aumento sustancial y rápido del desempleo juvenil desde febrero afecta más a las mujeres que a los hombres.

‘La pandemia está causando un triple shock en los jóvenes. No solo está destruyendo su empleo, sino que también está interrumpiendo la educación y la capacitación, y colocando obstáculos importantes en el camino de aquellos que buscan ingresar al mercado laboral o moverse entre empleos’, esclarece el análisis.

Igualmente, la investigación recuerda que con un 13,6 por ciento, la tasa de desempleo juvenil en 2019 ya era más alta que la de cualquier otro grupo cuando había alrededor de 267 millones de jóvenes sin empleo, educación o formación en todo el mundo.

De acuerdo con la información del organismo, que también actualiza la estimación de la disminución de las horas de trabajo en el primer y segundo trimestres de 2020, en comparación con el cuarto trimestre de 2019, se reportan como perdidas un 4,8 por ciento de las horas de trabajo en el lapso de enero a marzo.

El número estimado de empleos extinguidos en el segundo trimestre se mantiene sin cambios en 305 millones.

Así, los territorios de las Américas, con más de un 13 por ciento; y Europa y Asia Central (con 12,9 por ciento), presentan las mayores pérdidas en horas trabajadas en el segundo trimestre.

‘La crisis económica de COVID-19 golpea a los jóvenes, especialmente a las mujeres, más duro y más rápido que cualquier otro grupo. Si no tomamos medidas significativas e inmediatas para mejorar su situación, el legado del virus podría estar con nosotros durante décadas’, consideró en el texto el Director General de la OIT, Guy Ryder.

Si su talento y energía se ven marginados por la falta de oportunidades o habilidades, dañará todos nuestros futuros y hará que sea mucho más difícil reconstruir una economía mejor post-Covid, advirtió.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=369274&SEO=oit-covid-19-tiene-un-efecto-devastador-sobre-los-empleados-jovenes
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¿Vamos a seguir educando como si no pasase nada?

Por: Luis González Reyes

Si lo que tenemos por delante son tiempos de fuertes convulsiones sociales y ambientales, cobra todo el sentido abordar en las aulas una educación ecosocial que permita a nuestro alumnado conocer y sensibilizarse frente a la crisis sistémica, además de actuar como agente de cambio ecosocial.

Una época de cambios radicales

En lo que va de año (y no va mucho), hemos vivido cuatro fenómenos absolutamente excepcionales: los incendios en Australia, la tormenta DANA, la pandemia de la Covid-19 y la crisis económica que está generando.

Los incendios en Australia han sido de una magnitud en extensión y en virulencia extremadamente inusual en los últimos 12.000 años. Detrás hay varias causas, pero sobre todas destaca el cambio climático.

Cuando los veíamos desde nuestras pantallas, en general pensábamos: “Esto no nos va a pasar aquí”. Y nos equivocamos. Las probabilidades de que se produzcan incendios de este tipo en nuestra península son cada vez más altos.

También flotan ideas (tal vez inconscientes), del tipo de “esto no es tan importante”. Y nuevamente nos equivocamos, pues los bosques cumplen muchas funciones ecosistémicas absolutamente centrales para el sostén de nuestra existencia.

La tormenta DANA, que hundió por la nieve los invernaderos de Almería y destrozó la infraestructura costera de Levante, es de esas extremadamente extrañas. En este caso, detrás no hay muchos fenómenos, sino fundamentalmente uno: el cambio climático.

Los pensamientos mayoritarios a nivel social pudieron parecerse a: “Esto no se va a volver a repetir”. Pero es un pensamiento erróneo, pues los escenarios de calentamiento global indican que su frecuencia será cada vez mayor. De hecho, es probable que podamos vivir más de una tormenta de este tipo encadenadas, con todo lo que ello implica.

Las sociedades también hemos tenido la expectativa de que “esto lo podemos arreglar”, que con cemento y máquinas pesadas se reparan las infraestructuras sin mayor problema. En realidad, es un pensamiento que no entiende el momento de crisis múltiple en el que estamos, ni las capacidades limitadas del ser humano, ni los impactos de un cambio climático que va a seguir agravándose aunque tomemos las medidas más drásticas de reducción de emisiones (y si no las tomamos, obviamente se agravará más y más rápido).

En cuanto a la Covid-19, en noviembre de 2019, no pensábamos que una pandemia iba a parar medio mundo. Incluso cuando paró China, seguimos pensando que eso nunca sucedería aquí. Pero ha sucedido. Detrás vuelve a haber muchas causas, pero una determinante es la degradación ecosistémica masiva que sufre el planeta.

Ahora los pensamientos mayoritarios ya son distintos a los de los incendios y la DANA (y creo que mucho más acertados): “Esto sí es importante”, “esto nos puede volver a pasar” y “esto no está nada claro que lo podamos arreglar”.

Por último, hay que hablar de la actual crisis económica. En 2007-2008 se inició una de esas crisis económicas profundas del capitalismo que suceden una vez cada siglo. La anterior había sido el crac de 1929 y la Gran Depresión de la década de 1930. Tan solo doce años después afrontamos otra crisis sistémica profunda. Es más, una crisis en la que todo apunta que va a ser de mayor calado. Para explicarla, una vez más, tenemos que usar distintas causas. Una mucho más determinante de lo que la mayoría de personas cree es haber alcanzado el límite máximo de disponibilidad de petróleo.

Sorprendentemente, los pensamientos sociales se pueden parecer a esto: “Esto pasará, podemos reactivar el crecimiento”.

Esta crisis económica, que en realidad es continuación de la de 2007-72008, no va a pasar porque es parte de un proceso imparable de degradación de nuestro orden socioeconómico. Esta degradación tiene detrás (entre otros factores), el cambio climático, la degradación ecosistémica y la reducción en la disponibilidad material y energética. Lo que estamos viviendo en estos pocos meses del año no es una acumulación de casualidades increíbles, sino indicadores claros de que estamos asistiendo al colapso del capitalismo global y de la civilización industrial.

Un colapso socioeconómico y ecosistémico no es un hecho súbito, algo que suceda de golpe como el desmoronamiento de un edificio. Sino un proceso que dura décadas. Habrá momentos de cambios rápidos, como este 2020, otros más lentos e, incluso, otros (temporales) de vuelta a estadios anteriores. Probablemente, nos iremos acostumbrando a “nuevas normalidades” cada vez más alejadas de lo que vivimos a principios del siglo XXI (y no precisamente en el sentido de un desarrollo ultratecnológico).

Esto no es una suerte de “determinismo ambiental”. Una cosa es que haya órdenes sociales imposibles por las condiciones ambientales existentes en el futuro cercano (por ejemplo, sin petróleo en abundancia no es factible mantener grandes urbes), y otra muy distinta es cómo serán esos órdenes sociales posibles, que están totalmente abiertos. Es más, están más abiertos de lo que lo han estado en los últimos dos siglos, al menos.

En este proceso, las convulsiones sociales van a ser muchas y el sufrimiento de amplias capas de la población está casi garantizado. Por ello, una apuesta por la justicia y la democracia tiene más relevancia ahora que nunca.

Con la pandemia de la Covid-19, hemos vivenciado que lo que creíamos imposible está sucediendo. Los aprendizajes que hemos tenido, desgraciadamente a golpe de shock, han sido muchos y ricos. Hemos aprendido que para vivir necesitamos muchísimo menos que lo que nuestro entramado produce. Hemos descubierto que se puede poner el cuidado de la vida por encima de la generación de beneficios. Hemos vivenciado como en realidad sí se puede parar la economía. En todo caso, son aprendizajes frágiles, como están mostrando muchos de los pensamientos que afloran sobre la crisis económica y que, por lo tanto, necesitamos fijar.

¿Cómo se tienen que reformular nuestras prácticas educativas en este contexto?

La mayoría de reflexiones que se están produciendo en el mundo educativo giran alrededor de lo metodológico. En concreto, de la docencia a distancia. Creo que necesitamos contar con ella, pero no pensemos que la hiperconectividad va a durar siempre. Detrás tiene un consumo energético y material muy alto. Y, además de una emergencia climática, ecosistémica y energética, también la tenemos material. Empiezan a estar menos disponibles elementos centrales en el desarrollo de las TIC, que irán haciendo que cada vez haya menos conectividad, no más.

No estoy diciendo que no usemos las TIC ahora con profusión, sino que sería una mala estrategia pensar que van a estar ahí siempre y centrar las reformas metodológicas en su existencia.

Desde mi punto de vista, es más importante repensar los objetivos educativos que perseguimos. Si lo que tenemos por delante son tiempos de fuertes convulsiones sociales y ambientales, cobra todo el sentido abordar en las aulas una educación ecosocial que permita a nuestro alumnado conocer y sensibilizarse frente a la crisis sistémica, además de actuar como agente de cambio ecosocial. Pero probablemente esto no será suficiente, sino que necesitan aprender lo que va a ser necesario para sobrevivir en los tiempos por venir, que van a ser muy distintos de los presentes. Por ejemplo, a cultivar en las nuevas condiciones climáticas, a crear proyectos colectivos de satisfacción de necesidades básicas que sean replicables y/o escalables por las mayorías sociales, o a reparar herramientas sencillas y básicas. Esto son solo tres ejemplos de los muchos que se pueden ofrecer.

Por favor, no sigamos educando como si nuestro mundo no se estuviese transformando profundamente.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/25/vamos-a-seguir-educando-como-si-no-pasase-nada/

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La educación alternativa en América Latina

Por: Miguel Ángel Pérez Reynoso

A finales de la década de los ochenta nuestro continente vivió los estragos de la crisis económica más severa en la historia reciente, que había iniciado algunos años antes. A la década de la ochenta la reconocen los expertos como la década perdida en educación, había pasado el movimiento estudiantil de 1968 en nuestro país, pero muchos países del cono sur entraban a la triste etapa de dictaduras o vivían la asfixia de sus consecuencias. En la década de los noventa inicia el despliegue de las propuestas educativas basadas en esquemas neoliberales (adelgazamiento del Estado, ahorro y austeridad, tendencia a privatizar el servicio educativo, elitización del acceso a la educación superior, etc.). de esta manera los gobiernos formales de los países latinoamericanos comenzaron a adoptarse o a fomentar las nuevas condiciones de colocar a la educación en la esfera de lo inalcanzable.

De esta manera, los gobiernos de los países de la región comenzaron a renunciar a una parte de su compromiso histórico por garantizar la atención educativa a hombres y mujeres desde los grados básicos de instrucción hasta la Universidad. Fue Chile el país del gran experimento neoliberal. En paralelo surgieron iniciativas alternativas provenientes de grupos de intelectuales de avanzada o de colectivos de la sociedad civil, los cuales se fueron organizando así, de manera alternativa, con apoyo en el financiamiento de algunas fundaciones internacionales o de grupos altruistas, que prefirieron gastar o invertir su dinero en proyectos educativos alternativos.

De esta manera se comenzaron a desplegar desde este momento infinidad de inactivas pedagógicas y sociales a las cuales también se les conoció bajo el rótulo de educación popular, educación social, educación alternativa o educación contra cultural.

En cada país surgieron personajes icónicos basados en la solidez de su pensamiento y en la penetración de sus propuestas, una de las características de estas iniciativas es el carácter colectivo en la forma de darles soporte, curso de acción y seguimiento, y al final surgió una propuesta la cual permitía sistematizar las distintas iniciativas de educación popular.

En todo este marco de propuestas tenemos la presencia de un personaje clave que sirvió de motor y de inspiración en las mismas ha sido el pedagogo brasileño Paulo Freire. El pensamiento freiriano, a partir de sus textos clásicos: “Pedagogía del oprimido” y “Educación como práctica de la libertad”, no sólo generó un marco de referencia diferente al de las hegemonías gubernamentales sino también una metodología de atención y de relación educativa, que también ha sido profundamente alternativa. Es más, es en la metodología de atención en el encuentro cara a cara entre educadores y educandos el rubro que sirvió como detonante para demostrar que gran parte de las propuestas educativas de los gobiernos fracasaban era precisamente ahí en su carácter vertical, impositivo y autoritario. En su texto de las metodologías horizontes Olac Kalmeier, “En diálogo. Metodologías horizontales” propone la importancia de horizontalizar el encuentro entre los  educandos y los educadores y ahí los roles cambian: ambos son educandos y educadores.

En nuestro país destacan las propuestas de un modelo alternativo de escuela de Gabriel Cámara de la llamada Comunidad educativa, él demuestra a partir de esta iniciativa que es posible crear otro modelo de escuela y de atención educativa basado en la flexibilidad en la tarea y del compromiso educativo compartido.

Las comunidades de base del llamado clero progresista, junto con algunos jesuitas por la liberación, también contribuyeron a desescolarizar el proceso educativo y a adaptarse a las necesidades de la gente en su contexto y en su situación social concreta.

En América latina también algunos gremios u organizaciones sindicales sirvieron para lanzar iniciativas educativas de avanzada como la CTERA en Argentina y las iniciativas progresistas de algunos sindicatos de maestros en países de América del sur. No ha sido así para el caso mexicano, en nuestro país la organización sindical de educadores –el SNTE-,  ha estado copada en algunos esquemas de cacicazgos sindicales basados en la corrupción y en la alianza con los sectores del poder.

Otro rasgo en las iniciativas de educación alternativa en América latina, que se han desplegado a lo largo el continente, han sido la transversalización de la tarea educativa.  El compromiso de educar se ha ligado con iniciativas como la defensa de la tierra como es el caso de Brasil, del cuidado y preservación el medio ambiente en Bolivia y Ecuador, de mantener un compromiso educativo con los grupos originarios del territorio como es el caso del modelo zapatista en el sureste de nuestro país con el modelo Rayito de sol, o el movimiento Mapuche en Chile, de iniciativas ecológicas y de preservación del medio ambiente y de iniciativas de producción comunal agropecuaria, forestal y pesquera basadas en la cooperación, la solidaridad y el bien común. O el caso de la resistencia política en contra de imposiciones imperialistas como sucede en Cuba, Venezuela y Bolivia.

No existe un manual o un texto global que le de claridad a todo lo que aquí he dicho las iniciativas del llamado movimiento de Educación Alternativa son aisladas, particulares focalizadas y en resistencia; porque son iniciativas para cuestiones muy particulares, pero hace falta el gran texto, el Libro Blanco de la educación alternativa y popular para con clave latinoamericana.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-educacion-alternativa-en-america-latina/

Imagen: https://pixabay.com/

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Después de la pandemia

Por: Miguel Guerrero

Antes de la situación en la que el mundo  se encuentra por el COVID-19, se escuchaban quejas sobre la situación económica del país, en el sentido de que estábamos en crisis. La percepción era evidencia de un pesimismo en ciertos sectores influyentes de nuestra vida económica, cuya valoración del quehacer nacional se basa muchas veces en la marcha de sus propios negocios. A mi modo de ver, no vivíamos una crisis económica, pues cada día se abrían nuevas operaciones industriales, el turismo estaba en auge y la actividad comercial a todas luces se expandía con la apertura de nuevos y gigantescos  centros comerciales.

Nuestro problema no era de esa índole ni el país estuvo nunca bajo amenaza de una recesión. La verdadera crisis era, y ahora lo será mucho más, de carácter social, con tasas de desigualdad preocupantes dentro de un proceso de concentración de recursos reducido a círculos de pequeñas élites económicas muy creativas con un control creciente de la riqueza nacional. Buena parte de los nuevos y florecientes negocios  de las últimas dos o tres décadas provienen de esos grupos, sin que se hayan generado cambios importantes en la estructura social, debido a los bajos salarios y a un sistema de seguridad social que no los promueve.

Será a partir de esta pandemia que tendremos la amenaza de una crisis económica verdadera, por lo que será necesario estimular el consumo y la inversión interna tanto pública como privada para evitarla, reduciendo los niveles angustiantes de pobreza y marginalidad. La continuidad de las políticas económicas adoptadas antes y durante la pandemia será esencial al mantenimiento de nuestra estabilidad económica y financiera.

Los cambios radicales en esos planes y políticas ahuyentarían la inversión y destruirían la indispensable confianza en la solidez de nuestro potencial que ha sido el sostén de nuestro crecimiento.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8813088-despues-de-la-pandemia/

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/dollar-exchange-rate-world-economy-544949/

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Día del Maestro, las contradicciones

Por: Lev Moujahid Velázquez Barriga

El contexto en el que se celebra el 15 de mayo está lleno de contradicciones; la autoridad educativa no ha terminado de reinstalar a los que fueron cesados por los efectos punitivos de la reforma educativa del pasado sexenio, la Unidad de Medida Actualizada (UMA) para calcular las jubilaciones de los docentes golpea el poder adquisitivo de trabajadores retirados, las medidas hacendarias para el reajuste del impuesto sobre la nómina han calado en detrimento de los salarios que de por sí ya estaban a la baja en los años anteriores, la reivindicación salarial no llegó y no lo hará en el marco de la crisis económica que se está agudizando por la pandemia; para botón de muestra, en entidades federativas como el estado de México argumentaron que no había recursos suficientes para entregarles completo el estímulo del Día del Maestro.

Unas semanas antes de la expansión del Covid-19 se dejaban ver los síntomas latentes de la precariedad en la que se encuentran los docentes en el país; recordemos el caso de la maestra de Yucatán que en múltiples ocasiones salió idónea en la evaluación para el ingreso, pero nunca llegó su basificación y estalló emocionalmente cuando le informaron que otra vez no había llegado su pago, lo cual había sido una situación recurrente en años; sin embargo, ya en plena pandemia, en Colima, quienes ingresaron como Servicios Profesionales Independientes y no como maestros, denunciaban que su periodo de contrato se acortaría, de facto perderían el empleo de manera anticipada con la suspensión de clases.

No sólo estamos frente a un régimen de precariedad magisterial que prevalece, también ante otro de tercerización laboral que ha sido implementado en algunas entidades del país, en el que no hay relación de trabajo con la autoridad educativa ni tampoco derecho a prestaciones; se trata de la oferta de servicios personales que no acumulan antigüedad y en la que se prescinde de recibir salario en periodos vacacionales. En la educación privada es lo más común, ha estado ahí por años y ahora pesa sobre los docentes de las escuelas particulares la zozobra de no contar con un sustento, aunque los colegios sigan cobrando las mensualidades.

Estos maestros y maestras que perduran años con pagos intermitentes por largos periodos, esperando un contrato que nunca llega, los que laboran por outsourcing sin derechos y por temporadas, no son la excepción, sino la nueva generación de docentes precarizados de la escuela pública y la generación de siempre en la escuela privada, que de manera exponencial ahondaron sus carencias con la pandemia y la suspensión de clases; en el mejor de los casos continúan con sus grupos, tropezando con la renta de datos, plataformas de paga y desplazamientos de casa en casa para llevar materiales didácticos al mismo tiempo que buscan opciones para sobrevivir sin salario o con ingresos a medias por no estar de forma presencial en las escuelas particulares.

Al régimen de la precariedad y tercerización, se suma el hostigamiento de la autoridad educativa hacia los docentes para la entrega de evidencias, unas veces acompañado de un sistemático acoso laboral a través del constante bombardeo de documentos oficiales emitidos por las dependencias educativas estatales con exigencias absurdas que no corresponden con la realidad objetiva, y otras con los llamados personales de los directivos al seguimiento de la estrategia de educación a distancia, así como a los procesos de certificación, so pena de ser merecedores de algún descuento salarial, incluso de ser sujetos de cese en el servicio docente.

Por si no fuera ya un negro panorama el de la precariedad, las escuelas normales públicas y la comunidad educativa que las conforma, siguen siendo objeto de aniquilamiento por inanición, así como de persecución judicial, administrativa y laboral. Con diagnósticos lejanos de toda realidad, las nuevas convocatorias de ingreso reducen la matrícula y por consecuencia el número de egresados que se integrarían a las escuelas; la respuesta por defender estos espacios, con el fin de mantener oportunidades profesionales para los jóvenes que se quieren integrar a la docencia, fue un tiroteo por parte de la policía michoacana en el que resultaron heridos varios integrantes de la Organización de Normales del Estado de Michoacán, otros fueron encarcelados, uno de ellos consignado y una docena expulsados de sus escuelas por la autoridad educativa.

Y para culminar con esta negra celebración y falso reconocimiento a los maestros mexicanos, citaré el caso de seis catedráticos de la escuela de Tiripetío, la primera normal rural de América Latina, que unos días antes del 15 de mayo fueron destituidos de sus cargos directivos y notificados hasta sus hogares de que habían sido cesados; la razón política es porque han desarrollado una propuesta curricular alternativa, inicialmente avalada como proyecto piloto por la dirección general a la que pertenece la institución, en ella recogieron el espíritu originario del normalismo, pero además colocaron las necesidades formativas propias del siglo XXI. El delito más grave que cometieron es haberse opuesto a la dictadura de opereta del gobernador Silvano Aureoles, la cual se replica en los funcionarios a cargo del despacho de la Secretaría de Educación en Michoacán y al proyecto de formación de la subjetividad neoliberal y neocolonial de los docentes en tiempos de la Nueva Escuela Mexicana.

Fuente: https://profelandia.com/dia-del-maestro-las-contradicciones/

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The Youth and the Looming Economic Crisis: Prospects for Radical Change (Editado en varios idiomas)

By: Gary Olson

History shows us that economic crises do not become political crises that severely threaten the ruling order until a critical mass of people come to the realization that the system itself is rotten, unbearable and incapable of meaningful reform.

— Glen Ford, Executive Editor, Black Agenda Report

The estimated 73 million Millennials (those born between 1981 and 1996) among others, will painfully endure the severest financial setback from the COVID019 pandemic and they’re already worse off in every major economic indicator than the three preceding generations. The journalist, author and activist Ramir Mazaheri, has a recent succinct piece on the increasing precarity and immiseration that the already beleaguered Millennial cohort will be facing. After enumerating these factors, he asserts that Millennials “will be in no mood to take any risks.”

It’s not hyperbole to suggest that the prospects for radical structural change in the United States turn on whether the coming economic crisis is the tipping point for a political crisis and especially how this intersects with the evolving politics of these former Bernie Sanders’ supporters and others in their age group.

In terms of economic factors, Mazaheri notes first, that in the wake of the crisis, the neoliberals in the U.S. “… will be just as resistant to tax the rich in order to give the poor jobs as they have been for the last four decades.” Second, there will be a vast surplus of workers competing with one another for whatever scarce jobs are available and economic devastation with its “bankruptcies, closures and reduced government tax revenues are sure to result.” Third, the jobs Millennials often occupied in retail, tourism, restaurants, hospitality and creation will be missing. Even for marginally better options, younger Millennials will be the first to be laid off due to lack of experience, skills and seniority. Finally, after a brief respite from emergency Federal funding, there will be even less in the way of “benefits” like unemployment insurance, pension contributions and health care. [1] [Note: As employers attempt to extract ever more wealth from workers, Gig Work will sharply increase. Some 25% of U.S. workers already receive some income from Gig Work, a term derived from “gig,” as in bits and pieces of short-term or freelance work with their low pay, no benefits, or workplace protections.]

Motivations

Keeping the former in mind, what motivated some roughly 10 million Millennials, especially those under 35 and including a sizable number of often overlooked younger Latinos and blacks to embrace Sanders and something vaguely called “Democratic Socialism?” Not to be flip, but the short answer is “Why not?” They rightly sensed they were getting shafted by the Lords of Capital. After the Great Recession of 2008, but long before the COVID-19 pandemic, the vast majority of Millennials were already deeply scarred. They reported feelings of perpetual anxiety (later ridiculed by Biden) and the not implausible conviction that they’d never feel secure. What they saw instead were the countless lost opportunities in their twenties that had set them back indefinitely. Only 36% believed they’d be happier and more successful than their parents and one assumes that number has since plummeted.

Peering into a dismal future, instead of a path to financial security that had there for their parents, grandparents and older siblings they saw a cul-de-sac. With a median net worth of $11,000, 15% living with their parents, fully half still receiving significant financial support from parents and a quarter depending on them to cover all major expenses, the Millennials knew that prior generations, aside from some egregious exceptions which included blacks, female heads of household and others had a far different experience.

These generations had been the recipients of a host of benefits now seemingly unavailable to them, including long term job security, affordable educations, accessible child-care, Social Security, Medicare, and perhaps above all, the bedrock for owning something concrete and appreciating in value: home ownership. The latter, for many was assisted by government subsidized mortgages and or mortgage-interest deductions. The aggregate of these items was the psychic income of security and relative freedom constant anxiety about the future for others. In addition, they felt resentment toward those who’d led them to believe the American Dream was still available to them. Finally, a majority of those Millennials under 30 expressed a favorable view of socialism and 69% reported they’d vote for a socialist candidate for president.

In Bernie Sanders, they perceived, not “pragmatism” and “electability,” the telltale signs of another bullshit- spewing politician but an honest, truth—teller who could, together with “Us,” liberate them from a forbidding future. The fact that he included the climate crisis, inclusivity and criticism of unconscionable inequality and other issues dear to their hearts reinforced the idealism they brought to the cause but— and here I anticipate some blowback — these were complementary motives.

Further, I would argue there were two reasons that compassion for others, both domestically and internationalist were not always at the forefront. First, Millennials are the legacy of three decades of unrelenting, highly sophisticated, capitalist cultural indoctrination with its emphasis on unfettered greed. This has succeeded in overriding and anesthetizing natural feelings of empathy and solidity and substituted, in Henry Giroux’s apt phrase, “market identities, values and practices.” [2] Second, for whatever reasons, their candidate remained silent about the existence of the vast U.S. empire, the 1000 military bases that sustain it and the need to dismantle them. As such they were not afforded an opportunity to hear moral sound waves that had been muted as they passed through powerful cultural baffles.

Liberals to Radicals

Only a handful of today’s socialists were swaddled in red diapers. Most of us began as liberals who gradually derived lessons from painful but life-transforming experiences. In my own case, as a high school senior I idolized John F. Kennedy, later chaired my college Young Democrats and went door-to-door for Lyndon Johnson in his race against Barry Goldwater in 1964. Only a few years later, radicalized by civil rights and Vietnam, I was identifying with the Black Panthers, Malcolm X and Angela Davis, reading Howard Zinn and hitting the streets to chant, “Hey! Hey! LBJ! How Many Kids Did You Kill Today?”

My sense is that for most of us, moral outrage fueled our involvement more than a close appreciation for capitalism’s institutional racism and the structural roots of U.S. imperialism. Again, this transformation didn’t occur in a linear fashion and vestiges of a liberal past remained. Even after becoming an activist in the Students for Democratic Society (SDS) from 1966-69, I still recall my feelings of despair on the night in 1972 when Sen. George McGovern (a childhood hero and genuinely decent politician) lost 49 states to the execrable Richard Nixon.

During this time, I don’t remember encountering any older, veteran leftists criticizing us for idealistic naïveté while quoting chapter and verse from Marx and Lenin. If they had, we’d probably have ignored them with a dismissive “OK. Silent Gen. Move Over.” There were always a handful of micro sects mostly quarreling with one another but what I recall most were countless mentors, who upon being asked, patiently pointed us toward books, films, plays and other sources. For example, I think of the national Vietnam teach-in I attended at the University of Wisconsin in Madison in 1965 when the speakers and other participants helped is to begin connecting the dots about U.S. policy in SE Asia. Beyond that, we sensed that to act responsibly we needed information that went far beyond what we’d learned from the government, mass media, formal education and our parents. Finally, during the latter part o the 1960s, we felt tremendous optimism, that revolution was just around the corner.

Boomersplainin’

What about today? Do I know of socialists who held out the faint hope that Sanders, upon being denied the nomination and finally realizing the recalcitrant reality of the Democratic establishment and the ruling class, would have a last minute Saul to Paul conversion, exit the convention hall in Milwaukee and lend his support to organizing an authentic left movement? Yes, a few entertained and voiced that fantasy and I believe most of us would have gladly joined up. I certainly would have done so. Most never expected it and of course, none do now.

Whether young Millennial’s support for Bernie also included the Democratic Party is open to debate but it’s an undeniable fact that he was running as a presidential candidate for that party. I once faulted his followers for not doing more due diligence before projecting their hopes and dreams onto Sander’s campaign. Why? Because given what he was up against, he would never have been allowed to deliver on his “Political Revolution.” However, just as we, during an earlier period in history did not possess such perspicacity and prescience, there was little in their lived experience to convince them that democracy in this country now exists only as procedure without substance, as a ritualistic symbol to legitimate an illegitimate system. To wit, entrenched plutocrats rule politics, the MSM, healthcare, the military and the economy. As such, I confess that my earlier opinion was unfair. And I would add that even with our earlier experiences, some of were slower students than others and required attending a four-year remedial course taught Prof. Obama from 2008-2012.

As for some of the critical comments directed at Millennials, it strikes me as condescending to assume that young, former Sanders’ supporters are now incapable of reflecting on their recent experience and like sheep (also insulting to sheep) will feel the shepherds crook and meekly file into the Democratic Party’s metaphorical abattoir. Likewise, those accusing Sanders of “betraying” his followers by campaigning as a Democratic Revolutionary and then reverting to the opposite virtually overnight, thus implying that his supporters were duped, is disingenuous. The truth is that Sanders’ behavior was entirely consistent with his deepest convictions and entire career in politics. Even though technically not a member and brief flirtation with socialism in the early 70s when he advocated nationalizing the country’s industries, his loyalty now is to the Democratic Party and in my opinion, he sees his legacy as keeping as many of his supporters within it. In short, “Et tu Bernie?” is unhelpful misreading of the facts.

Even more disturbing is a sample of preening, hostility-generating, predominately Boomer comments gleaned from a few left writers and FB sites that disparage Bernie’s younger supporters. All these are quotes: Sanders’ followers are victims of an elaborate prank; I now realize that Bernie was always in on the fix; We have no sympathy for you — we WARNED you and you IGNORED us; Poor, poor Bernie worshippers, you were hoodwinked; I should have saved my $27; and, they were cultists who wasted their time on a fraudulent politician.

The offensive implication that these Millennials need to be “corrected” is unmistakable and reveals an unwillingness to recognize the chasm between two vastly different lived experiences. As such, I’m no longer without sympathy for this generic response: “OK Boomers. Fuck Off. Delete.” For the time being and until proven otherwise, I want to assume these Boomersplainers are extreme outliers. And while I don’t for minute doubt their ultimate commitments, I might suggest they take a brief hiatus to engage in some serious soul-searching and self-criticism.

***

Am I convinced, as many have noted, that the Democratic Party is now where all progressive ideas go to die? Beyond a doubt. Do I fervently hope the bulk of younger Millennials will eventually be known as the “Left Generation” who formed the core of a massive, radical movement operating outside the capitalist duopoly? That they found and practiced imaginative methods for generating the radical structural change we so desperately need? Few things are as important to me.

Finally, we will soon be entering the post-COVID-19 crisis era and conditions with the potential to trigger radical demands from below, including a massive labor resurgence after 40 years of inaction. These are demands that our powerful predator class may find difficult to contain. Whether U.S. Millennials, with their numbers, impressive high-tech and social media skills, and “essential” role in the economy, will conclude — on their own — that it’s in their interest to assist in expediting class conflict and overturning neoliberal capitalism remains an open question.

Notes

[1] Ramir Mazaheri, “Pity post-corona Millennials…if they don’t openly push socialism,” The Greanville Post, April 14, 2020.

[2] Henry Giroux, Against the Terror of Neoliberalism (Boulder,CO: Paradigm Publishers, 2008),p.113. See also, Gary Olson, Empathy Imperiled: Capitalism, Culture and the Brain (New York: Springer Publishing, 2012), especially, Chapter Two on college students, “Retrospective: Moral Outrage or Moral Amnesia,” Pp.13-19.

 

Traducción: La juventud y la inminente crisis económica: perspectivas de cambio radical

La historia nos muestra que las crisis económicas no se convierten en crisis políticas que amenacen gravemente el orden gobernante hasta que una masa crítica de personas se dé cuenta de que el sistema en sí mismo está podrido, insoportable e incapaz de una reforma significativa.

– Glen Ford, editor ejecutivo, Black Agenda Report

Los 73 millones de Millennials estimados (los nacidos entre 1981 y 1996) entre otros, sufrirán dolorosamente el revés financiero más severo de la pandemia de COVID019 y ya están peor en cada indicador económico importante que las tres generaciones anteriores. El periodista, autor y activista Ramir Mazaheri, tiene un artículo sucinto reciente sobre la creciente precariedad e inmiscencia que enfrentará la ya asediada cohorte Millennial. Después de enumerar estos factores, afirma que los Millennials «no estarán de humor para correr riesgos».

No es exagerado sugerir que las perspectivas de un cambio estructural radical en los Estados Unidos dependen de si la próxima crisis económica es el punto de inflexión de una crisis política y, especialmente, de cómo se cruza con la política en evolución de los antiguos partidarios de Bernie Sanders y otros. su grupo de edad.

En términos de factores económicos, Mazaheri señala primero que, a raíz de la crisis, los neoliberales en los Estados Unidos «… serán tan resistentes a gravar a los ricos para darles a los pobres empleos como lo han sido durante las últimas cuatro décadas». . » En segundo lugar, habrá un gran excedente de trabajadores que competirán entre sí por los escasos trabajos disponibles y la devastación económica con sus «quiebras, cierres y reducidos ingresos fiscales gubernamentales seguramente resultará». Tercero, faltarán los empleos que los Millennials a menudo ocupaban en comercio minorista, turismo, restaurantes, hospitalidad y creación. Incluso para opciones marginalmente mejores, los Millennials más jóvenes serán los primeros en ser despedidos debido a la falta de experiencia, habilidades y antigüedad. Finalmente, después de un breve respiro de los fondos federales de emergencia, habrá aún menos “beneficios” como el seguro de desempleo, cotizaciones de pensiones y asistencia sanitaria. [1] [Nota: A medida que los empleadores intenten extraer cada vez más riqueza de los trabajadores, Gig Work aumentará considerablemente. Alrededor del 25% de los trabajadores estadounidenses ya reciben algunos ingresos de Gig Work, un término derivado de «concierto», como en partes del trabajo a corto plazo o por cuenta propia con su salario bajo, sin beneficios o protecciones en el lugar de trabajo.]

Motivations

Teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué motivó a unos 10 millones de Millennials, especialmente a los menores de 35 años, e incluyó un número considerable de latinos y negros más jóvenes a menudo ignorados para abrazar a Sanders y algo vagamente llamado «Socialismo Democrático»? No es para voltear, pero la respuesta corta es «¿Por qué no?» Con razón percibieron que los Señores del Capital los estaban atacando. Después de la Gran Recesión de 2008, pero mucho antes de la pandemia de COVID-19, la gran mayoría de los Millennials ya estaban profundamente marcados. Informaron sentimientos de ansiedad perpetua (luego ridiculizada por Biden) y la convicción no inverosímil de que nunca se sentirían seguros. Lo que vieron en cambio fueron las innumerables oportunidades perdidas en sus veintes que los habían retrasado indefinidamente.

Mirando hacia un futuro sombrío, en lugar de un camino hacia la seguridad financiera que tenían allí para sus padres, abuelos y hermanos mayores, vieron un callejón sin salida. Con un patrimonio neto medio de $ 11,000, el 15% vive con sus padres, la mitad aún recibe un apoyo financiero significativo de los padres y una cuarta parte, dependiendo de ellos para cubrir todos los gastos principales, los Millennials sabían que las generaciones anteriores, aparte de algunas excepciones atroces que incluían los negros, las jefas de hogar y otros tenían una experiencia muy diferente.

Estas generaciones habían recibido una serie de beneficios que ahora aparentemente no estaban disponibles para ellos, incluida seguridad laboral a largo plazo, educación asequible, cuidado infantil accesible, Seguridad Social, Medicare y, sobre todo, la base para poseer algo concreto y apreciarlo. valor: propiedad de la vivienda. El último, para muchos, fue asistido por hipotecas subsidiadas por el gobierno y / o deducciones de intereses hipotecarios. El conjunto de estos elementos era el ingreso psíquico de la seguridad y la relativa libertad de ansiedad constante sobre el futuro para los demás. Además, sentían resentimiento hacia aquellos que los habían llevado a creer que el sueño americano todavía estaba disponible para ellos. Finalmente, la mayoría de los Millennials menores de 30 años expresaron una opinión favorable del socialismo y el 69% informó que votaría por un candidato socialista a la presidencia.

En Bernie Sanders, percibieron, no el «pragmatismo» y la «elegibilidad», los signos reveladores de otro político que arrojaba tonterías, sino un honesto y verdadero cajero de la verdad que podría, junto con «Nosotros», liberarlos de un futuro prohibitivo. El hecho de que él incluyera la crisis climática, la inclusión y la crítica de la desigualdad desmesurada y otros temas que sus corazones querían reforzaron el idealismo que trajeron a la causa pero, y aquí anticipo algunos retrocesos, estos fueron motivos complementarios.

Además, diría que hubo dos razones por las cuales la compasión por los demás, tanto a nivel nacional como internacional, no siempre estuvo a la vanguardia. Primero, los Millennials son el legado de tres décadas de adoctrinamiento cultural capitalista implacable, altamente sofisticado, con su énfasis en la codicia sin trabas. Esto ha logrado anular y anestesiar los sentimientos naturales de empatía y solidez y ha sustituido, en la frase adecuada de Henry Giroux, «identidades de mercado, valores y prácticas». [2] En segundo lugar, por cualquier motivo, su candidato permaneció en silencio sobre la existencia del vasto imperio estadounidense, las 1000 bases militares que lo sostienen y la necesidad de desmantelarlos. Como tales, no tuvieron la oportunidad de escuchar ondas de sonido morales que se habían silenciado al pasar por poderosos bafles culturales.

Liberales a radicales

Solo un puñado de los socialistas de hoy estaban envueltos en pañales rojos. La mayoría de nosotros comenzamos como liberales que gradualmente derivaron lecciones de experiencias dolorosas pero que transformaron la vida. En mi propio caso, cuando estaba en el último año de secundaria, idolatraba a John F. Kennedy, luego presidí la universidad Young Democrats y fui de puerta en puerta por Lyndon Johnson en su carrera contra Barry Goldwater en 1964. Solo unos años más tarde, radicalizado por derechos civiles y Vietnam, me estaba identificando con las Panteras Negras, Malcolm X y Angela Davis, leyendo a Howard Zinn y saliendo a la calle a cantar: “¡Hey! ¡Oye! LBJ! ¿Cuántos niños mataste hoy?

Mi sensación es que para la mayoría de nosotros, la indignación moral alimentó nuestra participación más que un aprecio cercano por el racismo institucional del capitalismo y las raíces estructurales del imperialismo estadounidense. Nuevamente, esta transformación no ocurrió de manera lineal y quedaron vestigios de un pasado liberal. Incluso después de convertirme en activista en la Students for Democratic Society (SDS) de 1966-69, aún recuerdo mis sentimientos de desesperación en la noche de 1972 cuando el senador George McGovern (un héroe de la infancia y un político genuinamente decente) perdió 49 estados ante el execrable Richard Nixon.

Durante este tiempo, no recuerdo haber encontrado a izquierdistas veteranos mayores que nos criticaran por su ingenuidad idealista mientras citaban capítulos y versos de Marx y Lenin. Si lo hubieran hecho, probablemente los hubiéramos ignorado con un despectivo «OK». General silencioso. Muévete. Siempre hubo un puñado de micro sectas que en su mayoría se peleaban entre sí, pero lo que más recuerdo son innumerables mentores, quienes al ser preguntados, nos señalaron pacientemente hacia libros, películas, obras de teatro y otras fuentes. Por ejemplo, pienso en la enseñanza nacional de Vietnam a la que asistí en la Universidad de Wisconsin en Madison en 1965 cuando los oradores y otros participantes me ayudaron a comenzar a conectar los puntos sobre la política estadounidense en el sudeste asiático. Más allá de eso, sentimos que para actuar de manera responsable necesitábamos información que fuera mucho más allá de lo que habíamos aprendido del gobierno, los medios de comunicación, La educación formal y nuestros padres. Finalmente, durante la última parte de la década de 1960, sentimos un tremendo optimismo, esa revolución estaba a la vuelta de la esquina.

Boomersplainin ‘

¿Qué tal hoy? ¿Conozco a los socialistas que mantuvieron la leve esperanza de que Sanders, al ser negado el nombramiento y finalmente darse cuenta de la realidad recalcitrante del establecimiento demócrata y la clase dominante, tendría una conversión de Saúl a Paul de último minuto, salir de la sala de convenciones en Milwaukee? y presta su apoyo para organizar un auténtico movimiento de izquierda? Sí, algunos entretuvieron y expresaron esa fantasía y creo que la mayoría de nosotros nos habríamos unido con mucho gusto. Ciertamente lo habría hecho. La mayoría nunca lo esperó y, por supuesto, ninguno lo hace ahora.

Si el apoyo del joven Millennial a Bernie también incluyó al Partido Demócrata está abierto a debate, pero es un hecho innegable que se postulaba como candidato presidencial para ese partido. Una vez culpé a sus seguidores por no hacer más diligencia debida antes de proyectar sus esperanzas y sueños en la campaña de Sander. ¿Por qué? Debido a lo que estaba enfrentando, nunca se le habría permitido cumplir su «Revolución política». Sin embargo, así como nosotros, durante un período anterior en la historia, no poseíamos tanta perspicacia y presciencia, había poca experiencia en su vida para convencerlos de que la democracia en este país ahora existe solo como un procedimiento sin sustancia, como un símbolo ritualista para legitimar un sistema ilegítimo A saber, los plutócratas arraigados gobiernan la política, los HSH, la atención médica, los militares y la economía. Como tal, Confieso que mi opinión anterior fue injusta. Y agregaría que incluso con nuestras experiencias anteriores, algunos de ellos eran estudiantes más lentos que otros y requerían asistir a un curso de recuperación de cuatro años enseñado por el profesor Obama de 2008 a 2012.

En cuanto a algunos de los comentarios críticos dirigidos a los Millennials, me parece condescendiente asumir que los jóvenes y ex partidarios de Sanders ahora son incapaces de reflexionar sobre su experiencia reciente y que, como las ovejas (también insultantes a las ovejas) sentirán a los pastores torcidos y mansos presentar en el matadero metafórico del Partido Demócrata. Del mismo modo, quienes acusan a Sanders de «traicionar» a sus seguidores haciendo campaña como un revolucionario demócrata y luego volviendo a lo contrario prácticamente de la noche a la mañana, lo que implica que sus partidarios fueron engañados, es falso. La verdad es que el comportamiento de Sanders fue completamente consistente con sus convicciones más profundas y toda su carrera en política. Aunque técnicamente no es miembro y un breve coqueteo con el socialismo a principios de los años 70 cuando abogó por nacionalizar las industrias del país, Su lealtad ahora es hacia el Partido Demócrata y, en mi opinión, él ve su legado como mantener a tantos de sus partidarios dentro de él. En resumen, «Et tu Bernie?» es inútil leer mal los hechos.

Aún más inquietante es una muestra de comentarios preening, generadores de hostilidad, predominantemente Boomer, obtenidos de algunos escritores de izquierda y sitios de Facebook que menosprecian a los más jóvenes partidarios de Bernie. Todas estas son citas: los seguidores de Sanders son víctimas de una broma elaborada; Ahora me doy cuenta de que Bernie siempre estaba en la solución; No tenemos simpatía por usted: le advertimos y usted nos IGNORÓ; Pobres, pobres adoradores de Bernie, fueron engañados; Debería haber ahorrado mis $ 27; y eran cultistas que malgastaron su tiempo con un político fraudulento.

La implicación ofensiva de que estos Millennials necesitan ser «corregidos» es inconfundible y revela una falta de voluntad para reconocer el abismo entre dos experiencias vividas muy diferentes. Como tal, ya no tengo simpatía por esta respuesta genérica: “OK Boomers. Vete a la mierda. Eliminar.» Por el momento y hasta que se demuestre lo contrario, quiero asumir que estos Boomersplainers son casos extremos. Y aunque no dudo ni por un momento de sus compromisos finales, podría sugerirles que tomen un breve descanso para emprender una seria búsqueda del alma y autocrítica.

***

¿Estoy convencido, como muchos han notado, de que el Partido Demócrata es ahora donde todas las ideas progresistas van a morir? Más alla de una duda. ¿Espero fervientemente que la mayor parte de los Millennials más jóvenes sean finalmente conocidos como la «Generación de Izquierda» que formaron el núcleo de un movimiento masivo y radical que opera fuera del duopolio capitalista? ¿Que encontraron y practicaron métodos imaginativos para generar el cambio estructural radical que tanto necesitamos? Pocas cosas son tan importantes para mí.

Finalmente, pronto entraremos en la era de crisis posterior a COVID-19 y las condiciones con el potencial de desencadenar demandas radicales desde abajo, incluido un resurgimiento laboral masivo después de 40 años de inacción. Estas son demandas que nuestra poderosa clase de depredador puede encontrar difícil de contener. Ya sea que los Millennials de EE. UU., Con sus números, sus impresionantes habilidades de alta tecnología y redes sociales, y su papel «esencial» en la economía, concluyan, por su cuenta, que les interesa ayudar a acelerar el conflicto de clases y derrocar el capitalismo neoliberal sigue siendo un problema pregunta abierta.

Notas

[1] Ramir Mazaheri, «Lástima los Millennials posteriores a la corona … si no impulsan abiertamente el socialismo», The Greanville Post, 14 de abril de 2020.

[2] Henry Giroux, Contra el terror del neoliberalismo (Boulder, CO: Paradigm Publishers, 2008), p.113. Véase también, Gary Olson, Empathy Imperiled: Capitalism, Culture and the Brain (Nueva York: Springer Publishing, 2012), especialmente, Capítulo Dos sobre estudiantes universitarios, «Retrospectiva: Moral Outrage o Moral Amnesia», págs. 13-19.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2020/05/01/millennials-and-the-looming-economic-crisis-prospects-for-radical-change/

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