Izquierda Diario
El Licenciado en Educación y reconocido especialista habla de las políticas educativas macrista y kirchnerista, de la “crisis educativa”, de la educación privada, de la democracia en las escuelas y del FMI. Por César Gómez
Congresal SUTEBA Lomas de Zamora y Nicolás Bendersky Docente – SUTEBA Lomas de Zamora.
En el marco de una serie de entrevistas de La Izquierda Diario a especialistas en educación, dialogamos con Carlos Melone, licenciado en Ciencias de la Educación, docente titular de la materia Política Educativa de la Universidad de Lomas de Zamora (UNLZ) y de larga trayectoria en el ámbito educativo en la Provincia de Buenos Aires.
Como mínimo, una vez al año se debate la educación y, sobre todo en los medios, se habla de “crisis, desborde, colapso”. Los distintos gobiernos también utilizan este debate, pero son los que recurrentemente atacaron la educación pública o promovieron su decadencia en todos estos años. ¿Qué balance hacés de estos tres años de gestión macrista en materia educativa?
Discrepo con la introducción. No se discute educación, sino que se discute de salarios. A veces un poco sobre vacantes, con alguna trascendencia en la Ciudad de Buenos Aires. El tema de la educación, qué educación queremos, para qué, la verdad que se discute bastante poco, para ser elegante.
En el balance de los tres años de Cambiemos no puedo ser muy original. Ha habido retroceso en todos los planos: equipamiento, desarrollo de infraestructura, caída en la inversión que se ve claramente en el presupuesto. Más allá de lo propiamente escolar (en las áreas anexas al aparato escolar), se desmontó el Plan Conectar Igualdad, se desfinanció el Conicet. A las instituciones de la periferia del sistema escolar se las ha desfinanciado y, por supuesto, el salario sufrió una pérdida importante. Por ejemplo, el salario universitario está prácticamente en un estado de parálisis. Esto en las zonas de análisis objetivables. También hay una serie de promesas hechas por el Gobierno que, a esta altura, hasta resultan pintorescas relatarlas: los tres mil jardines y otras tonterías propias de un presidente que es como los planetas: no tiene luz propia.
La política educativa es una política de sentidos, no es solo una política de gestión administrativa de un aparato institucional. La política educativa genera sentidos o debería generarlos. Una política orienta, apunta, intenta que un conjunto complejo como el sistema escolar (y cuando hablo de este incluyo al mundo universitario, aunque a ellos esto no les gusta demasiado) tenga sentidos, busca dirección, propósito. La gestión gubernamental anterior, con la cual yo tuve muchas diferencias, con solo algunos acuerdos, intentó generar un sentido y el sentido tenía que ver con el discurso en torno a la inclusión. No fue exitoso, estuvo lleno de dificultades, pero no era un slogan. ¿Cuál era el sentido? Todos deben estar adentro. Después discutamos si se implementó y cómo, eso es otra discusión.
Este gobierno no pareció generar ningún sentido. Dejó “al monstruo fluir”, que el “monstruo” del sistema escolar haga lo suyo. Y el “monstruo” funciona, tiene lógica propia. En el sistema escolar, si va alguien y da clase, funciona. Nadie va todos los días y pregunta “¿cuál es el sentido de lo que voy a hacer?”; ni profesores ni maestros nos lo cuestionamos. Todos tenemos incorporadas algunas ideas en torno al sentido que discutimos poco y nada. Entonces, si no somos interpelados en algún sentido, tendemos a hacer eso que creemos con la mejor onda, lo que uno cree que es bueno, lo mejor. Y no hablamos que se trata de mala fe o de buena fe en estas acciones. Lo hacemos con cierto automatismo. Y discutimos poco en la escolaridad porque las instituciones escolares son bastante antidemocráticas.
Este gobierno, que a veces se lo caracteriza como que sostiene una política neoliberal, en términos ideológicos, ni eso hizo. Hayek, uno de los padres del (NdE: posterior) neoliberalismo, ya en los 30 sostenía que lo primero que había que hacer era ganar la batalla de las ideas. Este gobierno no parece haber dado una gran batalla de las ideas; lo que hizo fue desfinanciar, replegarse, dejar que el sentido común prevalente se desarrolle y algunas intervenciones (especialmente de los medios) para desmantelar algunos avances de conciencia social y política. Pero todo espasmódicamente.
Yo creo que este gobierno ha desarmado cosas del gobierno anterior, y no mucho más que eso. Desfinanciar sí, que ni siquiera sé si es parte de una lógica de ajuste, me parece que eso hay que discutirlo. Pero en términos globales, sí desfinanció ¿Qué duda cabe? Pero ahí intervienen algunos elementos de un equipo de gobierno que no parece entender cómo funciona una lógica de Estado, aún en el orden burgués, capitalista. A mí me da la sensación de que hay unas cuantas cosas que no entienden. Y no debe entenderse que con esto los disculpo, no los disculpo de nada, creo que no entienden, creo que además de brutales son brutos.
De un tiempo a esta parte creció sideralmente la educación privada. ¿Qué relación ves entre ese crecimiento y las políticas educativas estatales?
El sistema educativo primario y secundario privado, si bien creció en los últimos tiempos, no es tan grande como habitualmente se cree. En Argentina alrededor del 75 % de las instituciones que componen la matrícula son estatales. Salvo en la Ciudad de Buenos Aires, pero es “otro país”, como lo fue a lo largo de la historia.
Me parece que la educación privada ha crecido al son de dos melodías: una es la desinversión del Estado. El Estado ha dejado de crecer en lo escolar, mientras crece la tasa de la población. Y eso hizo que la escuela privada crezca y esté llena de pibes. En la mayoría de las escuelas privadas, los profesores entran al aula y tienen 40 pibes, casi “hasta debajo del escritorio”.
Por otro lado, ha habido una construcción de sentido en torno a cierto desprestigio de la educación pública estatal. Algunos discursos que intentan demostrar con poco éxito pero con mucha insistencia, que la educación en el ámbito privado es mejor que la estatal, o que la educación estatal es un desastre. Esto, invita a la migración.
Esas dos melodías son las que se han escuchado en todo este tiempo, y entonces pasa a veces que familias muy humildes o sectores medios bajos hacen un enorme esfuerzo por mandar un hijo a una escuela privada, no como una cuestión de status, sino porque creen que ahí sus hijos van a recibir un proceso de escolarización mejor que el de una escuela estatal, no se trata de que “quieren mandarse la parte”, creen genuinamente eso de una “escuela mejor para sus hijos”, y eso después no se verifica. Y cuando se verifica alguna oferta escolar de lo privado, es mínima y no tiene relación con los esfuerzos que se hacen para que sus hijos accedan a esa escolaridad.
¿Hay alguna estadística respecto a los egresados de la escuela privada y la estatal en relación a rendimiento en universidad?
Nosotros tenemos alguna estadística “casera” (NdE: de la cátedra en UNLZ) y no hay diferencias. Pero, al estar a mitad de carrera, tenemos a los “sobrevivientes”. La “liquidación” ocurre en los primeros años. Hay un problema grave con la escuela media en relación a la universidad y no distingue unos de otros. Chicos que son muy buenos alumnos en la escuela media llegan a la universidad, se comen el garrón y se van. Y ahí caen privadas y públicas, no se diferencian. Pero eso es otra historia.
Hay una cuestión económica interesante para analizar respecto de las privadas que no es menor y es el tema de la subvención. Si vos querés ahorrar, cerrar escuelas es una torpeza (salvo la brutalidad que hizo la ministra porteña Acuña cerrando los bachilleratos). Ni siquiera es maldad, es una torpeza, ¡porque si yo quiero cerrar once bachilleratos hago otra cosa que anunciar el cierre! La escuela no se cierra, imaginario popular. Hay que ser bruto para hacerlo. Vidal cerró algunos cursos, ahora cerró algunas inscripciones de ciertas carreras de los profesorados y algunos bachilleratos de adultos. Y se ganó el enojo de unos cuántos, propios y ajenos.
Ahora, si el Estado quiere economizar, ¿qué le conviene más, subvencionar o abrir una escuela? Sin ninguna duda sale mucho más barato subvencionar, aún la subvención del 100 %. El Estado se hace cargo de los sueldos de la Planta Orgánica Funcional, y de todo lo demás se hace cargo la escuela (y el usuario).
Lo convirtieron en un negocio rentable
Claro, pero no toda escuela privada es un negocio. Muchas escuelas privadas, con subvención (20, 50, 100 %) cubren sus gastos, cómodamente, pero salvo en las escuelas de elite, no hay un amplio margen de rentabilidad.
¿Decís que las escuelas no son un “negoción”?
No, es una cuestión de clase en algunos casos, una cuestión de preservar ciertos intereses. Hay algunas que seguramente serán un “negoción”, pero no todas. Ni siquiera la mayoría. La escuela parroquial del Barrio San José seguramente no es un “negoción”. Pero le sirve a la Iglesia para hacer alguna actividad, sumar algunos fieles, juntar plata para la acción social, Cáritas o para agrandar el “rebaño” (usando términos religiosos). Han proliferado en los últimos años, aunque no tengo estadísticas, las escuelas evangélicas. Y ahí hay un propósito también político.
Los números de gastos corrientes en una escuela son abrumadores y todavía hay algunas regulaciones legales que las escuelas privadas tienen que respetar, que les impide hacer lo que quieren con algunas cosas. O tienen que hacer trampa. Por ejemplo, si una familia deja de pagar, no pueden echar al estudiante, a lo sumo el año próximo no le dan vacante, bajo otros argumentos. El pago en las escuelas no es tan regular como se cree, y las escuelas todos los meses tiene que pagar sueldos, servicios. En las escuelas que no son “de elite” no es un “negoción” en términos comerciales, en las grandes supongo que sí.
Es un “negoción” más del Estado, hay muchas escuelas más cerca de las llamadas escuelas comunitarias, con un gran porcentaje de la población becada, o con becas al 50 % o con cuotas bajas. Es un mundo muy interesante para analizar el de las escuelas privadas.
Volviendo al deterioro histórico de la educación pública, ¿qué responsabilidad le atribuís a la Ley Federal de Educación menemista -LFE- (y la Ley de Transferencia de Servicios Educativos -LTSE-) y qué comparación podés realizar respecto de la Ley de Educación Nacional -LEN- de 2006?
La desfinanciación del aparato estatal se remonta a comienzos de la dictadura con mayor claridad. La transferencia de servicios educativos de la nación a las provincias empieza con el gobierno de Frondizi, lentamente pero no es un proceso de alta significación. Se acelera con la dictadura de 1976, se transfieren allí las escuelas primarias de la nación a las provincias. Y este proceso lo termina de rematar Carlos Menem con la LTSE en 1992 y la LFE después.
El proceso de transformación educativa durante el menemismo, acelera la desinversión que ya estaba en marcha. Ya durante el alfonsinismo en el poder se veía este deterioro pero el gobierno de Menem es lamentablemente insuperable al respecto.
¿Qué relación hay entre transferencia y deterioro? Muy clara, la Argentina es un país federal solamente desde el punto de vista enunciativo. Las provincias, al recibir un aparato escolar y no tener recursos, no pueden, no podían sostener. Ahí sí se cerraron escuelas. Hay un problema allí con la coparticipación que ningún gobierno parece ni saber, ni querer, ni poder resolver.
La LEN estableció una inversión del 6 % del PBI, se cumplió algún año, otro no, pero el volumen de eso no era para proyectar sino para reparar un daño inmenso. No era “hacer un barco nuevo, sino que se nos hunde el barco y hay que repararlo”.
El sistema escolar estatal en la Argentina, por tradición e historia, es muy grande, comparado con otros países latinoamericanos. Y prácticamente el 90 % del presupuesto educativo, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, se dedica a salarios. Que son magros hasta el asombro. Y el otro 10 % se reparte sobre la estructura.
¿Entonces? Lo que sucedió con Sandra y Rubén en Moreno es una tragedia que opaca un milagro: que los únicos dos que hayan volado hayan sido ellos. Porque las condiciones para que ello ocurra están dadas todos los días en distintos lugares de la Provincia de Buenos Aires, en el Conurbano sobre todo.
¿Y la LEN 2006?
Algunos de sus rasgos están bien. Había que generar un instrumento legal que reemplazara la LFE. Pensando en los marcos en los cuales vivimos, está bien: le niega la posibilidad del ejercicio de la docencia a represores, asume el compromiso de la inversión en un porcentaje importante del PBI, busca una extensión de derechos, extiende la educación obligatoria y reordena en seis y seis el sistema primario y secundario. Ordena un poco. Pero por ejemplo no se mete con la democratización de las escuelas.
Y las escuelas son antidemocráticas. ¿Por qué cuesta discutir en las escuelas? Porque no están preparadas para eso. Nunca lo estuvieron. Es un sistema burocrático, jerárquico, vertical, selectivo, meritocrático: nacieron así. Son eso. No hay práctica democrática. Si un director consulta demasiado lo miran de reojo y se dice por detrás “este es flojito”. Los docentes tendemos a cerrar la puerta del aula en vez de abrirla.
No hubo ningún avance en ese territorio. La LEN de 2006, está bien pero no pasara a la historia.
La “crisis educativa”, como se la denomina en los medios, responsabiliza a los docentes como artífices de este deterioro. ¿Cómo ves la lucha que encaramos los docentes contra los ataques a la escuela pública?
La acompaño como acompaño la lucha de todos los trabajadores en general. Los docentes tenemos que pelear contra dos cosas hacia adentro: tenemos que desacralizar nuestra profesión y dejar de creer que somos trabajadores “especiales” respecto de otros trabajadores. Somos igual que las enfermeras, que los recolectores de residuos, hacemos tareas distintas, pero tenemos que empezar a sacarnos esa tradición de que somos “los formadores de los formadores”, porque eso nos aleja bastante. ¡Cómo un barrendero gana 10 y un docente gana 8! El problema es que el docente gana 8, no que el barrendero gana 10.
No se trata de comparar las profesiones. Se trata de ver cuánto necesito para vivir bien y cuánto merezco en función de la capacitación que he tenido, tomando un piso que debe ser la garantía para todo el mundo. De ahí para arriba, para no caer en un igualitarismo extremo que opaca más de lo que transparenta.
Y tenemos que discutir nuestra tarea hacia adentro. La calidad de lo que hacemos y como lo hacemos. Las condiciones de trabajo las tenemos que pelear con los gobiernos. Los que están en el ámbito privado, además con la patronal. Pero nosotros como colectivo tenemos que discutir hacia adentro nuestra formación y nuestra acción. Y como nos vemos a nosotros mismos.
Estamos atados de pies y manos al FMI. El gobierno anterior pagó de manera “serial” y el actual la multiplicó y nos hipotecó por cien años. ¿Se puede pensar en una educación pública de calidad, financiada por el Estado, con estos niveles de ataduras al FMI?
Sí, hay que desatarse. El menemismo llevó la deuda a niveles que ni siquiera había llevado la dictadura. Cuando se va el kirchnerismo la deuda pública estaba en los U$S 200 mil millones, centavo más, centavo menos. Es impagable. Por más que pagues no te lo vas a sacar de encima.
Pero sí que se puede, no con el apoyo del FMI, sino justamente restringiendo, limitando su intervención. Nos endeudaron hasta la coronilla. La deuda es impagable. Ya era impagable en 2015, es impagable ahora.
La cuestión es cómo nos organizamos para la lucha y para la vida. En el caso de la profesión docente, tenemos un pibe sentado ahí, antes decíamos “que quiere aprender”, ahora “lo tenemos sentado ahí”, a ver qué hacemos con él…y que hace él con nosotros.
Fuente:http://contrahegemoniaweb.com.ar/carlos-melone-las-escuelas-son-antidemocraticas-verticales-selectivas-y-meritocraticas/