Page 1 of 3
1 2 3

Escenarios para una nueva profesión

Urgía crear escuelas, pero urgía más crear maestros; urgía dotar a la Escuela de medios para que cumpliera la función social que le está encomendada; pero urgía más capacitar al Maestro para convertirlo en sacerdote de esta función; urgía elevar la jerarquía de la Escuela, pero urgía igualmente dar al Maestro de la nueva sociedad democrática la jerarquía que merece y merecerá haciéndole merecedor de ella.

Gaceta de Madrid. Nº273. 30 de septiembre de 1931

No nací marcado para ser un profesor así. Me fui haciendo de esta manera en el cuerpo de las tramas, en la reflexión sobre la acción, en la observación atenta de otras prácticas o de la práctica de otros sujetos, en la lectura persistente y crítica de textos teóricos, sin importar si estaba o no de acuerdo con ellos.

Paulo Freire, 1993 

Práctica reflexiva, profesionalización, trabajo en equipo y por proyectos, autonomía y responsabilidad ampliadas, tratamiento de la diversidad, énfasis en los dispositivos y las situaciones de aprendizaje, sensibilidad con el conocimiento y la ley, conforman un escenario para un nuevo oficio.

Philippe Perrenoud, 2008.

La enseñanza está lejos de ser una tarea sencilla. Enseñar hoy es un trabajo complejo que, para su buen desempeño, requiere de los más altos estándares en la práctica profesional, señalaban hace ya más de 20 años Hargreaves y Goodson (1996). No habrá sociedad del conocimiento, sin docentes de alta capacitación (Hargreaves, 2003). Afrontar los retos educativos actuales (en términos de equidad y diversidad) requiere un elevado grado de implicación y un alto compromiso por parte de los docentes que debe ir dirigido siempre, no olvidemos, a asegurar el derecho a aprender de todos los alumnos (Darling-Hammond, 2001).

Ramón cc by-nc-sa https://flic.kr/p/Cny5F

La enseñanza es una actividad incierta, contextualizada y construida en respuesta a las particularidades de la vida diaria en las escuelas (Marcelo, 2001) y los estudiantes.

Es más compleja que complicada y mucho más contingente que planificada.

Es una tarea laboriosa, paciente y difícil. Mucho más de lo que la gente cree y muchísimo más de lo que piensan los políticos,” dice Francisco Imbernón en Ser docente en una sociedad compleja (Imbernón, 2017, p. 21).

La docencia es también una profesión paradójica (Hargreaves y Lo, 2000). A pesar de que los docentes son imprescindibles, asistimos a un doble discurso sobre ellos (Montero y Gewerc, 2018). Parece que cuanto más necesarios e importantes son más les criticamos. Ha sido y sigue siendo habitual su demonización a través de la crítica constante del sistema educativo.

A día de hoy, sigue siendo válido, desgraciadamente, aquello que, a finales de los años 90, señalaba Fernández Enguita (1999, p. 19): “los profesionales de la enseñanza no pueden evitar la sensación de que la escuela se halla sometida a un fuego cruzado, degradado su prestigio y criticada por todos”. No les falta razón, continuaba, “pues parece que no existe nada más cómodo para una sociedad que culpar de sus males a la escuela -exculpando así, de paso, a otras instituciones como las empresas y el Estado- y tratar de encontrar soluciones mágicas a través de su permanente reforma” (Enguita, M. 1999, p. 19).

Charlie Sedanayasa cc by https://flic.kr/p/4GnGne

Charlie Sedanayasa cc by https://flic.kr/p/4GnGne

A pesar de que los docentes son la pieza fundamental de los sistemas educativos y que ejercen la influencia más determinante en el aprendizaje de los alumnos (Montero, 2006), apenas contamos con ellos a la hora de definir temas centrales para la educación. Ni siquiera cuando los temas afectan directamente a su carrera profesional. Cuanto más importante es su papel y más se espera de ellos, menos apoyo, respeto y margen para la creatividad, la flexibilidad y la innovación parece que se les concede (Hargreaves y Lo, 2000).

Repasando las reformas educativas de los últimos decenios observamos, no sin cierta sorpresa, que no se ha planteado en ningún momento una revisión profunda de la profesión docente, a pesar del consenso que parece existir, en palabras de António Nóvoa, sobre las cosas que se deberían hacer: “la articulación entre la formación inicialla inducción y la formación en servicio con una perspectiva de aprendizaje a lo largo de toda la vida; una mayor atención a los primeros años de ejercicio profesional y a la inserción de profesores jóvenes en los centros educativos; la valoración del profesor reflexivo y de una formación de profesores basada en la investigación; la importancia de las culturas colaborativas, del trabajo en equipo, del acompañamiento, de la supervisión y de la evaluación de los profesores” (Nóvoa, 2009, p. 51).

Y, cuando se han hecho cambios como sucedió con la creación de las facultades de educación o la reconversión de la deficiente y escasa formación pedagógica del profesorado de educación secundaria, éstos se han hecho sin contar realmente con ellos y, en ningún caso, han producido los resultados esperados y necesarios. Parece que, a pesar de que existe un discurso coherente (y en gran parte compartido) sobre lo que hay que hacer, no somos capaces de hacer eso que decimos que hay que hacer (Nóvoa, 2009).

En torno a los docentes existe un doble discurso de revalorización y desvalorización (Montero y Gewerc, 2018) que se traduce, a su vez, en políticas y medidas contradictorias: conviven, “por un lado, una tendencia a la uniformización de la enseñanza y a cierta aversión por la profesionalización de los docentes; y por el otro, una tendencia hacia una mayor calidad y profesionalidad del ejercicio docente” (Hargreaves y Lo, 2000, p. 191). Sentimos “la necesidad de revalorizar una profesión que tiene en sus manos el futuro de las generaciones venideras” (Montero y Gewerc, 2018, p. 5), pero, en general y especialmente en las últimas décadas, hemos optado por políticas de control, enfrentamiento y desconfianza que provocan desprofesionalización, “reduciendo los márgenes de libertad en la toma de decisiones profesionales y regulando su quehacer cotidiano de forma exhaustiva.” (Montero y Gewerc, 2018, p. 5). Nos encontramos, de hecho, ante lo que Hoye denominó un dilema endémico entre una visión burocrática de la docencia y otra visión profesionalizante (Hoyle, 2008). Nos encontramos ante la vieja tensión identificada por el sociólogo Emile Durkheim a principios de siglo XX para las profesiones, entre autonomía y control estatal.

Dani Alvarez cc by-nc-sa https://flic.kr/p/eV4YGn

Son múltiples los datos que apuntan hacia la necesidad de un cambio educativo profundo que sea capaz de responder a los desafíos educativos actuales. Un cambio que, a diferencia de los propuestos en otros momentos, debe girar fundamentalmente entorno a la necesidad de una nueva cultura del aprendizaje y de la enseñanza en nuestras escuelas. Lo que, inevitablemente, coloca a los docentes en el primer plano del debate educativo (Nóvoa, 2009).

Hargreaves y Fullan (2014) hablan de cinco falacias del cambio educativo: velocidad excesiva; estandarización; sustitución de personas incompetentes por competentes; dependencia de unas medidas del rendimiento muy limitada; y competitividad escolar. Frente a estas medidas que se han demostrado inoperantes, proponen apostar por el desarrollo de la capacidad profesional; la responsabilidad colectiva, el trabajo en equipo y la colaboración; el compromiso moral y la inspiración; el criterio profesional; el apoyo entre escuelas; y las políticas sistémicas, coherentes y cohesivas.

Por su parte, en 2015, Javier Murillo y Gabriela Krichesky recogieron las principales lecciones aprendidas tras cinco décadas del movimiento de mejora escolar, identificando seis factores a tener en cuenta para la puesta en marcha de procesos de transformación escolar: “la colaboración docente y el trabajo en redes; la implicación de la comunidad; el liderazgo sistémico; la centralidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje; el debate entre la responsabilidad y la rendición de cuentas; y las nuevas relaciones entre la administración pública y las escuelas” (Murillo y Krichesky, 2015, p. 69).

Parece que, por fin, tras varias décadas de reformas educativas sin efecto, hemos entendido que los procesos de cambio deben articularse desde una lógica compleja y participativaalejándose de los acercamientos tecnocráticos y burocráticos que han dominado estas reformas educativas (Monarca y Rappoport, 2013, p. 55). Parece que, por fin, hemos entendido que para cambiar la educación es necesario hacerlo con los docentes, no contra o a pesar de ellos y que, “por más que se actualicen las propuestas curriculares, por más que se implementen programas de mejora de equidad y de calidad y se descentralicen las modalidades de gestión, éste no tendrá lugar si no se reconoce en los docentes el factor central de cambio” (Vaillant, 2005, p. 45). Parece que, tras años de reformas, hemos asumido que el cambio y la mejora escolar están más asociados “a procesos de búsqueda, indagación, confianza, formación, asesoramiento, colaboración, que a procesos de vigilancia” (Monarca y Rappoport, 2013, p. 73). Parece que, por fin, somos conscientes de que es necesario reconocer y dar un mayor protagonismo a los docentes en la reivindicación de su futuro y en la redefinición de sus funciones.

Lorenzo Guadenzi cc by-nc-sa https://flic.kr/p/pBdsvD

Es bien conocida, por reiterada, la frase del informe elaborado por Michael Barber y Mona Mourshed para Mckinsey en 2007 (Barber y Mourshed, 2007) que afirma que la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes. Afirmación que, teniendo una parte de verdad, es en sí misma errónea y perjudicial, tal y como ha indicado muy acertadamente Fernández Enguita (2017) calificandola como el error Mckinsey. Errónea porque, como bien sostiene el propio Fernández Enguita, una organización es siempre algo distinto de los elementos que la forman. El todo es distinto que la suma de las partes. Y perjudicial porque al centrar exclusivamente la atención en los profesores de manera individual ignora la enorme importancia que tienen las organizaciones, los recursos y las culturas escolares para la mejora escolar. Un techo, el de la calidad individual de los docentes, que es en todo caso frágil y fácilmente fracturable, y que está sujeto a una presión y a unas demandas que lejos de disminuir crecerán en los próximos años.

La primera consecuencia es que, aun asumiendo la importancia de los docentes en la mejora escolar, no basta con actuar sobre las personas a nivel individual, debemos también actuar sobre las escuelas y las culturas escolares. El nuevo profesionalismo docente debe estar marcado, sin duda, por el trabajo y el aprendizaje en equipo (Hargreaves y Shirley, 2012).

El equipo es la forma más efectiva de difundir las mejores prácticas y la innovación (Mariano Fernández Enguita, 2018).

Es también el entorno más adecuado en el que aprender, en el que recibir constantemente retroalimentación cualificada y en el que obtener reconocimiento, a la vez que un antídoto contra el aislamiento del aula tradicional.

Para que los cambios sean útiles han de afectar tanto a los procesos de enseñanza y aprendizaje como a la organización escolar. Lo que pasa por actuar sobre la cultura escolar y la cultura profesional. Entendiendo por cultura escolar el conjunto de “valores, normas, expectativas…; a esos elementos que hacen que una escuela sea innovadora, aprenda, trabaje en equipo” (Murillo y Krichesky, 2015, p. 79) y por cultura profesional los “conocimientos, creencias, valores, normas, rutinas y actitudes del profesorado sobre la enseñanza, sobre enseñanza y tecnologías, sobre el alumnado, las relaciones entre profesores, las visiones de su actividad profesional, sus percepciones sobre el cambio” (Montero y Genera, 2018, p. 15).

André Simms cc by-nc-sa https://flic.kr/p/9Mxydr

El cambio educativo sólo será significativo si activa los procesos de acción-reflexión-acción de los protagonistas de forma participativa, cooperativa, negociada y deliberativa (Miranda Martín, 2002). Tal y como sostenían Darling-Hammond y Mclaughlin (2004), los profesores aprenden haciendo, leyendo y reflexionando a través de la colaboración con otros, observando muy de cerca el trabajo de los estudiantes, y compartiendo lo que observan. Algo que, por cierto, ya habían señalado John Dewey al hablar de la reflective action y Donald Schön al proponer la necesidad del profesional reflexivo.

Uno de los aspectos más determinantes para la mejora de la práctica docente y que menos atención ha recibido en el contexto iberoamericano es el momento de incorporación de los nuevos docentes a la profesión.

Dado el carácter complejo y de alta dependencia del contexto de la enseñanza, hay cosas que solo se aprenden en la práctica.

En ese sentido, hace años que la investigación educativa insiste en la importancia y dificultad que suponen los primeros años de práctica docente (Avalos, 2016). No son pocos los autores que defienden de manera clara que el periodo inicial de inserción profesional es una etapa bien diferenciada, tanto de la formación inicial como de la formación continua, y que requiere una atención específica con programas y políticas adecuados. Programas que en la literatura educativa se denominan de inducción profesional. Y cuyo doble carácter de formación individual y colaborativa los convierte en buen ámbito para explorar políticas educativas que vayan más allá de una visión de la docencia y de la enseñanza como un problema de capacitación individual, para considerarlo como un problema de alta complejidad que requiere de actuaciones sistémicas, contextualizadas, situadas y contingentes.

Atender al periodo de inserción profesional es un excelente ejercicio para explorar la relación existente entre la mejora escolar, a través de la capacitación docente, y la mejora escolar a través de la atención a los contextos organizacionales y las culturas escolares donde se desarrolla la práctica docente.

El periodo de inserción profesional constituye un buen ámbito para mostrar que no es que no sea importante la capacitación individual de los docentes, sino que ésta no es suficiente. No es suficiente si todo ello no está orientado a desarrollar la capacidad de trabajar y aprender con otros. No es suficiente si lo individual no sirve para potenciar lo colectivo. No debemos olvidar que los docentes se vuelven competentes a través de una mezcla continua de procesos individuales y colectivos (Avalos, 2016).

Fouquier cc by-nc-sa https://flic.kr/p/dR9Xhr

La transición desde la formación inicial a la carrera profesional puede ser en muchos casos traumática y provoca en la mayoría de los docentes lo que desde hace décadas se conoce como un shock de realidad (Veenman, 1984). Un shock que lleva a los docentes a recurrir a sus propios recursos, siguiendo aquello que Dan Lortie, en un libro ya clásico titulado Schoolteacher (1975), denominó el aprendizaje por observación, es decir, recurriendo a aquello que aprendieron, muchas veces de manera no intencionada, sobre la práctica docente tras miles de horas pasadas previamente ellos mismos como estudiantes observando a sus maestros. Una observación pasiva que llega a crear expectativas y creencias difíciles de remover posteriormente. Algo que fue brillantemente demostrado por Sandra Weber y Claudia Mitchell (1996) en una investigación sobre la imagen que tanto alumnos de primaria como profesores en formación tenían de lo que era un profesor.

Las investigadoras solicitaron a ambos grupos (alumnos y docentes en formación) que hicieran un dibujo representando su imagen de un profesor y luego lo explicaran. El hallazgo más sorprendente del análisis, señalaron, fue la presencia generalizada de imágenes de transmisión tradicionales de enseñanza, tanto entre los alumnos de primaria como incluso entre los profesores en formación. Lo que les llevó a concluir, al igual que a Lortie, que los estereotipos que prevalecen en la cultura y la experiencia desempeñan un papel determinante en la identidad de los docentes. De ahí la importancia de trabajar esas preconcepciones no solo durante la formación inicial, sino, sobre todo, en los primeros años de práctica docente, construyendo la identidad docente desde la observación de los otros en contextos reales.

Los primeros años de docencia constituyen un periodo fundamental en el desarrollo profesionalLos profesores nuevos tienen que enseñar y tienen que aprender a enseñar (Feiman-Nemser, 2001).

Veenman identificó los principales desafíos de los nuevos docentes en distintos países encontrando bastantes similitudes entre ellos: “motivar a los alumnos a aprender, gestionar la clase, lidiar con las diferencias individuales entre los estudiantes, evaluar el trabajo de estos y gestionar la comunicación con los padres de familia”. (OCDE, 2009, p. 131). Y, por si fuera poco, como señaló Carlos Marcelo (1999), los nuevos docentes deben hacer todo esto cargados con las mismas responsabilidades que los docentes con más experiencia.

Joan Abella cc by-nc-sa https://flic.kr/p/dtWDJD

Los primeros años son un periodo clave también porque es cuando los nuevos profesores aprenden e interiorizan las normas, los valores y las conductas que caracterizan a la cultura escolar (MECD, 2015). Es una etapa “determinante para conseguir un desarrollo profesional coherente y evolutivo” (Marcelo, 2007, p. 29), y son también años importantes para asegurar un profesorado motivado, implicado y comprometido con su profesión. Para Marcelo, “si queremos asegurar el derecho de nuestros alumnos a aprender y si queremos que nuestras escuelas sigan siendo espacios donde se construye el conocimiento de las nuevas generaciones, es preciso prestar mucha mayor atención a la forma como los nuevos profesores se insertan en la cultura escolar” (Marcelo, 2009, p. 20).

Aprender a enseñar es un proceso complejo que lleva años dominar.

Centrarse en estos primeros años nos permite además, como decíamos y han señalado Denise Mewborn y Andrew Tyminski (2006), entender la importancia que tienen sobre los profesores las imágenes y creencias previas sobre la enseñanza y el aprendizaje y, por tanto, nos da pistas sobre la necesidad de capacitar a los docentes durante su formación inicial y continua para analizar críticamente esas creencias, a menudo profundamente arraigadas, ayudándoles a desarrollar nuevas visiones de lo que es posible y deseable en la enseñanza que inspiren y guíen su práctica profesional. Como sostuvieron Johnston y Ryan, “los profesores en su primer año de docencia son extranjeros en un mundo extraño, un mundo que les es conocido y desconocido a la vez. Aunque hayan dedicado miles de horas en las escuelas viendo a profesores e implicados en los procesos escolares, los profesores principiantes no están familiarizados con la situación específica en la que empiezan a enseñar” (Johnston y Ryan, 1983, p. 2).

Karry K. Wong, en un artículo seminal sobre los programas de inducción profesional, los definió como “una formación integral y exhaustiva, más un proceso de asesoramiento y apoyo a nivel de todo el sistema que dura entre 2 o 3 años, para integrarse posteriormente y de manera natural en los programas de desarrollo profesional de los nuevos profesores” (Wong, 2004, p. 42 ).

No hay dos programas de inducción iguales. Hay, de hecho, una gran variedad en cuanto a sus características, contenidos y duración. Pero sí hay elementos comunes: en muchos comienzan con una iniciación de 4 o 5 días antes de que comience la escuela; se ofrece una capacitación sistemática durante un período que varía de 1 a 3 años; se facilitan la formación de comunidades de aprendizaje en las que los nuevos maestros puedan establecer contactos y encontrar apoyo; hay un apoyo administrativo fuerte; poseen un elemento fuerte de mentoría; y ofrecen oportunidades para que los participantes visiten las aulas de otros compañeros (Wong, 2004). Comparando programas de inducción en Suiza, Japón, Francia, Shanghai y Nueva Zelanda, Wong encontró varias coincidencias: eran programas muy estructurados, completos, rigurosos y monitoreados, donde los distintos roles estaban claramente definidos; en todos se entendía que la inducción era una primera fase en un proceso de aprendizaje profesional continuo y a lo largo de la vida; y, en todos, la colaboración era vista como una fortaleza y se trabajaba para fomentar el intercambio entre los docentes no solo de experiencias, prácticas concretas y herramientas, sino también un lenguaje común.

Un aspecto crítico es que el período de inserción no debe solo integrar al nuevo profesorado en la cultura escolar vigente, sino que también debe contribuir a desarrollar en los nuevos docentes una mirada crítica y reflexiva hacia la profesión.

De nada nos serviría poner en marcha programas de inducción profesional si éstos refuerzan modelos de enseñanza, prácticas docentes y culturas escolares poco adecuadas para los desafíos educativos actuales.  Y en eso, el lugar donde se desarrollen estos programas de inducción es determinante.

Jonathan Potts cc by-nc https://flic.kr/p/oGXupa

Una de las conclusiones de la investigación sobre inducción profesional es la importancia que tiene en el éxito de estos programas la cultura escolar (Gaikhorst et al., 2014) por lo que no se pueden diseñar de manera superficial, ni en cualquier lugar. Los programas de inducción deben ofrecer oportunidades de conexión entre docentes y estar estructurados dentro de comunidades de aprendizaje donde los docentes nuevos y los veteranos puedan interactuar (Wong, 2004). Los mejores programas de inducción, mantenía Wong, deben apoyar redes que creen comunidades de aprendizaje; tratar a todos los participantes como colaboradores valiosos; crear comunidades de aprendizaje donde tanto los nuevos maestros como los maestros veteranos adquieran conocimientos; y demostrar que la enseñanza de calidad no es solo una responsabilidad individual, sino también o, sobre todo, una responsabilidad colectiva.

Los cambios en los modelos de formación y desarrollo profesional docente deben ir acompañados de cambios organizacionales y cambios en las culturas escolares.

La colaboración y el apoyo mutuo, las redes profesionales, el aprendizaje permanente, el uso de evidencias, la implicación de las familias y la colaboración de las administraciones educativas son fundamentales frente al desafío de mejorar un sistema educativo en su conjunto (Hargreaves y Shirley, 2009). “La enseñanza se ha convertido en un trabajo imprescindiblemente colectivo” (Imbernón, F. 2001, p. 11). Los aprendizajes de los estudiantes son el resultado siempre de la intervención de un grupo de docentes (Ávalos, 2009). Sin embargo, señala Bolívar (2018, p.51), “para los profesores, es un trabajo aislado, en el espacio privativo del aula, con escasas posibilidades de aprender de sus pares”. Además, los docentes aprenden de sus prácticas pedagógicas: aprenden a aprender, a buscar, a seleccionar, a experimentar, a innovar, en fin, a enseñar (Calvo, 2014).

No hay duda, de que la mejora de la educación pasa por una profunda reforma de la profesión docente pero tampoco que, para cambiar la educación, no solo es necesario cambiar al profesorado, sino potenciar al mismo tiempo el cambio en los contextos donde el profesorado desarrolla su cometido y los procesos que condicionan sus prácticas: “las escuelas, la normativa, el apoyo comunitario, los procesos de decisión, la comunicación” (Imbernón, 2006, p. 42).

Si queremos nuevas prácticas docentes y nuevos patrones de relación entre los docentes, debemos actuar en los contextos organizativos en los que trabajan (Bolívar, Domingo, Escudero, Rodrigo, 2007).

Si queremos que los cambios tengan un impacto real en los resultados de los alumnos a través de una incidencia real en la vida de los centros y que estos cambios sean sostenibles deben generarse desde dentro para desarrollar su propia cultura innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y profesional e implicando al profesorado en un análisis reflexivo de lo que hace.

La mejora de un centro educativo (y de los resultados de sus alumnos) depende, en gran medida, de su capacidad para desarrollar internamente el cambio.

Per Gosche cc by https://flic.kr/p/mQMC8C

La buena noticia es que “todas las escuelas tienen la capacidad interna de mejora” (Harris, 2002, p. 11).

La transformación, la innovación y el cambio dependen menos de leyes y reformas que de proyectos de institución y de prácticas profesionales. La innovación y el cambio exigen hacer esfuerzos explícitos para fomentar y desarrollar en las escuelas entornos de confianza. Cada actor implicado debe tener confianza en su propia capacidad, en la de sus colegas y en la de la escuela globalmente para promover la innovación y el cambio (Harris, 2002). El trabajo colectivo en entornos de confianza facilita la reflexión en las propias prácticas, lo que permite a los docentes tomar riesgos, resolver problemas y atender los dilemas en su práctica (Darling-Hammond, Hyler y Gardner, 2017).

Necesitamos trabajar por una cultura de la colaboración, la cooperación, la confianza, la complicidad, el apoyo mutuo y la tolerancia profesional.

Sin embargo, tanto las actuales estructuras escolares (los tiempos y la organización curricular) como la cultura escolar predominante y la identidad docente dificultan que los profesores piensen en términos de problemas compartidos o de objetivos organizativos más amplios. “En el interior de las escuelas, los profesores tienden a pensar en términos de mi aula, mi materia o mis alumnos” (Darling-Hammond y Mclaughlin, 2004, p. 10).

Cambiar esta situación exige actuar con políticas diversas, capaces de actuar sobre todas las dimensiones implicadas en la mejora escolar, y exige especialmente trabajar a favor de un profesionalismo ampliado, construido en la interacción y colaboración con otros colegas.

Necesitamos transformar la tradicional cultura escolar individualista por una cultura de la colaboración y la responsabilidad compartida. La reclusión en el aula individual no lleva muy lejos la innovación si, al tiempo, no se incrementan los modos de trabajar y aprender juntos. Debemos tener presente, como estamos diciendo, que las creencias de los docentes suelen estar determinadas por las estructuras en las que trabajan. En términos de Hargreaves y Goodson debemos trabajar a favor de un compromiso “de trabajo con los colegas; a favor de culturas colaborativas de apoyo y ayuda mutua, utilizando la experiencia compartida para resolver los problemas de la práctica profesional; a favor de un compromiso con una cultura del cuidado hacia los estudiantes y no solo por una cultura del servicio. Lo que, a su vez, nos debe llevar a reconocer e incorporar las dimensiones emocionales y cognitivas de la enseñanza; un compromiso personal con el aprendizaje continuo desde la propia experiencia y los estándares de práctica propios.” (Hargreaves y Goodson, 1996, p. vii)

Hoy la complejidad de la enseñanza exige una cultura profesional que, desde la autonomía y el juicio crítico, adopte una disposición colaborativa en el pensamiento y la práctica (Revenga en Imbernón, 2017, p. 94). No se trata, como advierten Bolívar, Escudero, Teresa y Rodrigo (2007, p. 27), de que todos piensen y sientan del mismo modo, “ni de que lo colectivo diluya a lo individual y más personal”.

Eliminar el individualismo no es lo mismo que eliminar la individualidad. La individualidad genera desacuerdo creativo y riesgo que son recursos fundamentales para el aprendizaje grupal dinámico y de progreso (Hargreaves y Fullan, 2014).

Granchius cc by-sa https://flic.kr/p/o6CyY4

Abordar los retos actuales de la educación escolar pasa por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes. Es cierto, como sostienen desde el Foro de Sevilla, que “es necesario volver a poner de relieve el modelo de profesional docente ligado a un trabajo autónomo, reflexivo y comprometido, lejos de la figura de un aplicador de estándares y normas, sujeto a perfiles profesionales que no corresponden con el trabajo educativo” (Imbernón, Gimeno Sacristán, Rodríguez Martínez y Sured, 2017), pero sobre todo debemos trabajar por transformar la tradicional cultura individualista que aún impera en la mayoría de nuestros centros educativos por una cultura de la colegialidad y el apoyo mutuo. La colegialidad que necesitamos no es lo opuesto a la individualidad.

Necesitamos una colegialidad construida desde lo mejor de nuestras individuales.

Ante los retos educativos de nuestro tiempo, es cada vez más importante romper el tradicional aislamiento del profesor en su aula, así como la separación entre la escuela y su entorno. Es necesario trabajar desde la formación inicial, los periodos de inducción profesional y el desarrollo profesional continuo por una cultura de la colaboración docente, el liderazgo distribuido, el trabajo en redes y la implicación de toda la comunidad.

Todo lo anterior nos lleva a la necesidad de repensar la profesión docente. Nos lleva, en cierta manera a reprofesionalizar la docencia. Reprofesionalizar la docencia es, en primer lugar, oponerse a aquellos que pretenden simplificar la complejidad de la enseñanza. Pero también a todos los que consideran que ser docente es sobre todo una cuestión técnica, basada esencialmente en las capacidades individuales y que aceptan sin crítica la afirmación del informe Mckinsey, insisten en individualizar los retos (buscar los mejores expedientes, priorizando la formación de las capacidades individuales…) e ignoran la importancia de los contextos de trabajo y las culturas escolares.

Reprofesionalizar la docencia es aumentar el capital profesional de los docentes y de las escuelas, entendido éste como la combinación de capital humano, social y decisorio (Hargreaves y Fullan, 2014). El capital humano hace referencia al talento individual. Hace referencia directa a la afirmación del informe Mckinsey y, en general, a todas las políticas educativas y posturas que sostienen que la mejora de la educación pasa por seleccionar a los mejores, a los más dotados, a los más formados para ejercer. Como sostienen Hargreaves y Fullan (2014) la variable clave que determina el éxito no es el capital humano sino el grado de capital social, es decir, la cantidad y calidad de las interacciones y relaciones sociales entre las personas.

Bruno Bollaert cc by-nc-sa https://flic.kr/p/avd2wM

Reprofesionalizar la docencia pasa por reconstruir las escuelas como comunidades profesionales de aprendizaje (Bolívar y Bolívar-Ruano, 2016), por romper la cultura individualista y por promover la colegialidad y el trabajo en colaboración como requisitos básicos para la mejora y el cambio educativo. Pasa por ser conscientes de que los grupos, los equipos y las comunidades son muchos más poderosos que los individuos cuando se trata de desarrollar capital humano. Pasa por crear una comunidad de docentes que discuta y desarrolle sus intenciones en conjunto, con tiempo, para desarrollar una misión común en sus escuelas (Fullan y Hargreaves, 1996). Pasa por hacer de las escuelas no sólo un lugar de aprendizaje para los alumnos, sino también un lugar de aprendizaje y desarrollo profesional para quienes en ella trabajan (Bolívar, Domingo, Escudero, Rodrigo, 2007). Pasa por pensar “el centro como tarea colectiva, convirtiéndolo en el lugar donde se analiza, discute y decide, conjuntamente, sobre lo que pasa y lo que se quiere lograr” (Bolívar, 2000).

La única manera de atender al reto de la diversidad es con diversidad.

Una educación de calidad y adaptativa, no puede surgir de la simple suma de las decisiones de los docentes y otros profesionales, sino que requiere un proyecto educativo compartido, lo que nos lleva al nivel y el ámbito del centro y a su proyecto. (Fernández Enguita, 2018). Tradicionalmente la escuela ha dado respuestas colectivas (iguales para todos) basadas en el trabajo individual de los docentes. Ahora debe dar respuestas individualizadas desde el trabajo colectivo de equipos docentes. Si aprender juntos es aprender más, podríamos decir que enseñar con otros es enseñar mejor.

Parafraseando el Decreto de 29 de septiembre de 1931 por el que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes planteó el Plan Profesional de formación del profesorado, podemos decir que tan urgente es hoy formar a los maestros que hagan crecer y sostengan esta nueva cultura profesional basada en la práctica reflexiva, la colaboración, la cooperación, el trabajo en equipo, la tolerancia profesional, la autonomía y la responsabilidad, como lo es crear las escuelas que impulsen la cultura escolar necesaria para que ese “nuevo profesional” pueda trabajar y desarrollarse profesionalmente.

Urge, como decía el decreto, trabajar por convertir los centros educativos en espacios de aprendizaje docente, transformándolos en lugares que ofrezcan oportunidades “al profesorado para ejercer de otro modo la profesión, reflexionando críticamente sobre su práctica e intercambiando experiencias para hacer un mejor trabajo con el alumnado, asumiendo la responsabilidad colectiva para el aprendizaje de los estudiantes; en fin, aprender continuamente unos de otros a mejorar sus prácticas docentes y crecer profesionalmente.” (Bolívar, 2018, p. 46). Urge trabajar por generar nuevos escenarios de profesionalidad. Urge, finalmente, reprofesionalizar la docencia desde una asunción sincera de las nuevas responsabilidades derivadas de los cambios en los fines de la educación y desde un compromiso sincero con los estudiantes.

La enseñanza no es un asunto técnico. Todo lo contrario. Es algo profundamente ligado a la acción y a la práctica. Es una práctica racional, reflexiva e intencional pero también subjetiva y altamente incierta. Requiere improvisación, conjetura, experimentación y valoración (Marcelo, 2001), cualidades muy alejadas de una concepción puramente técnica de la misma.

La complejidad de la enseñanza requiere, por parte de los profesionales, de una continua reflexión sobre, desde y en la práctica (Schön, 1983).

No hay manuales, ni cursillos para ser un buen docente. Llegar a serlo es un proceso largo, altamente contextual, lleno de incertidumbre y conocimientos tácitos. Los cambios deben estar guiados por visiones morales y sociopolíticas sobre los propósitos a los que debe servir el profesionalismo docente en el contexto de comunidades construidas sobre el cuidado mutuo y de democracias socialmente vigorosas. El tema es todo menos sencillo.

Andrea La Rosa cc by-nc-sa https://flic.kr/p/rnwXii

Este texto se publicó como artículo en el Monográfico Profesión y profesionalidad docente (2019), coordinado por Jesús Manso y José Moya, impulsado por la Red por el Diálogo Educativo (REDE) y publicado por Anele.

————————————————————————————————-

REFERENCIAS:

Avalos, B. (2016). Learning from Research on Beginning Teachers en Loughran, J; Hamilton, M. L. (Ed.). International Handbook of Teacher Education. Singapore: Springer, 2016. p. 487-552

Barber, M. y Moursehd, M. (2007). How the world’s best-performing school systems come out on top. Mckinsey. Disponible en https://www.mckinsey.com/industries/social-sector/our-insights/how-the-worlds-best-performing-school-systems-come-out-on-top

Bolívar, A. (2000). Los centros escolares como comunidades. Revisando la colegialidad. Revista Española de Pedagogía. Año LVIII, nº 216, mayo-agosto 2000, 253-274. Disponible en http://reunir.unir.net/bitstream/handle/123456789/4356/LosCentrosEscolaresComoComunidades.pdf?sequence=1

Bolívar, A. (2018). La colegialidad en la profesión docente. Déficits y caminos. Cuadernos de Pedagogía, nº489 (mayo 2018)

Bolívar, A., Domingo, J., Escudero, J.M., Rodrigo, J. (2007). El centro como contexto de innovación. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/277311548_1505_Bolivar_Domingo_Escudero_y_Rodrigo_El_Centro_como_lugar_de_Innovacion

Bolívar, A. y Bolívar-Ruano, R. (2016). Individualismo y comunidad profesional en los establecimientos escolares en España: limitaciones y posibilidades. Educ. Rev.  no.62 Curitiba Oct./Dec. 2016. Disponible en http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0104-40602016000400181&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Calvo, G. (2014). Desarrollo profesional docente. El aprendizaje profesional colaborativo. En CEPPE, temas críticos para formular nuevas políticas docentes en América Latina y el Caribe: el debate actual (pp. 112-152). Santiago de Chile. OREALC/UNESCO. Disponible en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000232822

Darling-Hammond, L. (2001). El derecho de aprender. Crear buenas escuelas para todos. Barcelona. Ariel

Darling-Hammond, L. y McLaughlin, M.W. (2004). Políticas que apoyan el desarrollo profesional en una época de reforma. Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado 8 (2) 2004

Darling-Hammond, L., Hyler, M. E. y Gardner, M. (2017). Effective Teacher Professional Development. Palo Alto, CA: Learning Policy Institute. Disponible en https://learningpolicyinstitute.org/sites/default/files/product-files/Effective_Teacher_Professional_Development_REPORT.pdf

Fernández Enguita, M. (1996). La escuela a examen. Un análisis sociológico para educadores y otras personas interesadas. Madrid. Ediciones Pirámide

Fernández Enguita, M. (27/01/2017). El error McKinsey. Disponible en http://blog.enguita.info/2017/01/el-error-mckinsey.html

Fernández Enguita, M. (2018). Más escuela, menos aula. Madrid. Morata.

Feiman-Nemser, S. (2001). From preparation to practice. Designing a continuum to strengthen and sustain teacher. Teachers College Record. Vol. 103, Nº6, December 2001. Pp.1013-1055

Freire, P (1993). Política y educación. Mexico. Siglo XXI.

Fullan, M. y Hargreaves, A. (1996). La escuela que queremos. Los objetivos por los que vale la pena luchar. Mexico. Amorrortu

Gaikhors, L.; Beishuizen, J. J.; Korstjens, I. M.; Volman, M. L. L. (2014). Induction of beginning teachers in urban environments: An exploration of the support structure and culture for beginning teachers at primary schools needed to improve retention of primary school teachers. Teaching and Teacher Education, n. 42, p. 23-33.

Hargreaves, A. y Goodson I. (1996). Teachers’ Professional Lives: Aspirations and Actualities en Goodson, I & Hargreaves A (1996). Teachers’ Professional Lives. Falmer Press.

Hargreaves, A. y Lo, L.N.K. (2000). Una profesión paradójica: la docencia al comenzar el siglo en UNESCO. El profesionalismo en la enseñanza en Perspectivas. Revista trimestral de educación comparada Vol. XXX, nº 2, junio 2000. Disponible en http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/resources/prospects-114_spa.pdf

Hargreaves, A. (2003). Enseñar en la sociedad del conocimiento. Barcelona. Octaedro.

Hargreaves, A. y Shirley, D. (2009). The fourth way: The inspiring future for educational change. Thousand Oaks, CA: Corwin Press.

Hargreaves, A. y Fullan, M. (2014). Capital profesional. Madrid. Morata

Harris, A. (2002). School Improvement. What’s in It for Schools? London. Routledge

Hoyle, E. (1974). Professionally, professionalism and control in teaching, London Educational Review, 3, pp. 13–19.

Hoyle, E. (2008). Changing Conceptions of Teaching as a Profession: Personal Reflections en Johnson, D.; Maclean, R. (eds.), Teaching: Professionalization, 285 Development and Leadership. Springer

Imbernón, F. (2001). Claves para una nueva formación del profesorado. Disponible en http://www.ub.edu/obipd/docs/claves_para_una_nueva_formacion_del_profesorado._imbernon_f.pdf

Imbernón, F (2006). La profesión docente desde el punto de vista internacional ¿qué dicen los informes?

Imbernón, F. (2017): Ser docente en una sociedad compleja. Barcelona. Grao

Imbernón, F., Gimeno Sacristán, J., Rodríguez Martínez, C. y Sured, J. (2017). El profesorado, su formación y el trabajo educativo. Disponible en https://porotrapoliticaeducativa.org/2017/11/07/el-profesorado-su-formacion-y-el-trabajo-educativo/

Johnston, J. y Ryan, K. (1983). Research on the Beginning Teacher: Implications for Teacher Education, en: K. Howey y W. Gardner (eds.). The Education of Teachers, New York, Longman, 1983.

Marcelo, C. (1999). Estudio sobre estrategias de inserción profesional en Europa. Revista Iberoamericana de Educación. Número 19. Formación Docente. Disponible en https://rieoei.org/historico/oeivirt/rie19a03.htm

Marcelo, C. (2001). Aprender a enseñar para la Sociedad del Conocimiento. Revista Complutense de Educación Vol. 12 Núm. 2 (2001) 531-593. Disponible en http://revistas.ucm.es/index.php/RCED/article/viewFile/RCED0101220531A/16749Revista

Marcelo, C. (2007). Empezar con buen pie: inserción a la enseñanza para profesores principiantes. Revista Docencia Nº 33, Año XII, Colegio de Profesores de Chile, Diciembre 2007. Disponible en http://www.oei.es/historico/noticias/spip.php?article2470

Marcelo, C. (2009). Los comienzos en la docencia: un profesorado con buenos principios. Profesorado. Revista de currículum y formación del profesorado. Vol. 13. Nº 1, 2009. Disponible en https://www.ugr.es/~recfpro/rev131ART1.pdf

MECD/Eurydice (2015). La profesión docente en Europa. Prácticas, percepciones y políticas. Disponible en https://sede.educacion.gob.es/publiventa/d/20609/19/0

Mewborn, D. y Tyminski, A. (2006). Lortie’s Apprenticeship Of Observation Revisited. For the Learning of Mathematics 26, 3 (November, 2006). Disponible en https://flm-journal.org/Articles/79737B7EDE7A641EB5A27DAE448B65.pdf

Miranda Martín, E. (2002). La supervisión escolar y el cambio educativo. Un modelo de supervisión para la transformación, desarrollo y mejora de los centros. Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado, 6 (1–2), 2002. Disponible en http://www.ugr.es/~recfpro/rev61ART5.pdf

Monarca, H. y Rappoport, S. (2013). Investigación sobre los procesos de cambio educativo: El caso de las competencias básicas en España. Revista de Educación, Extraordinario 2013, pp. 54-78. Disponible en http://www.mecd.gob.es/dctm/revista-de-educacion/doi/re2013256.pdf?documentId=0901e72b81725a47

Monarca, H. y Fernández-González, N. (2016). El papel de la inspección educativa en los procesos de cambio. Cad. Pesqui. vol.46 no.159 São Paulo Jan/Mar. 2016. Disponible en http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0100-15742016000100212#B2

Montero Mª. L. (2006). Profesores y profesoras en un mundo cambiante: el papel clave de la formación inicial en VV.AA. Comentarios a los informes Eurydice y OCDE sobre la cuestión docente. Revista de Educación, 340. Mayo-agosto 2006, pp. 66-86. Disponible en http://www.revistaeducacion.mec.es/re340/re340_03.pdf 

Montero Mª.L. y Gewerc A. (2018). La profesión docente en la sociedad del conocimiento. Una mirada a través de la revisión de investigaciones de los últimos 10 años. RED. Revista de Educación a Distancia. Núm. 56, Artíc. 3, 31-01-2018. Disponible en http://www.um.es/ead/red/56/montero_gewerc.pdf

Murillo J. y Krichesky G. (2015). Mejora de la Escuela: Medio siglo de lecciones aprendidas. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 13(1), 69-102. Disponible en https://www.uam.es/personal_pdi/stmaria/jmurillo/arts/reice/vol13num1_art5.pdf

Nóvoa, A. (2009). Profesores: ¿el futuro aún tardará mucho tiempo? En Vélaz de Medrano, C y Vaillant, D (2009). Aprendizaje y desarrollo profesional docente. Madrid. OEI. Disponible en https://www.oei.es/historico/publicaciones/detalle_publicacion.php?id=2

OCDE (2009). Los docentes son importantes: atraer, formar y conservar a los docentes eficientes. Disponible en https://www.oecd-ilibrary.org/education/politica-de-educacion-y-formacion-los-docentes-son-importantes_9789264046276-es

Perrenoud, P. (2004). Diez nuevas competencias para enseñar. Barcelona. Graò

Vaillant, D. (2005). Reformas educativas y rol de docentes en Protagonismo docente en el cambio educativo. Revista PRELAC nº1. OREALC/UNESCO Santiago. Chile. Disponible en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000144711

Schön, D. (1983). The Reflective Practitioner. New York: Basic Books.

Veenman, S. (1984). Perceived Problems of Beginning Teachers. Review of Educational Research Summer, 1984, Vol. 54, No. 2, Pp. 143-178

Weber, S. & Mitchell, C. (1996). Using Drawings to Interrogate Professional Identity and the Popular Culture of Teaching en Goodson, I & Hargreaves A (1996). Teachers’ Professional Lives. Falmer Press.

Wong, H. (2004). Induction programmes that keep new teachers teaching and improving. National Association of Secondary School Principal, NASPP Bulletin, 88(638), 41-59. Disponible en http://newteacher.com/pdf/Bulletin0304Wong.pdf

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2019/05/18/escenarios-para-una-nueva-profesion/

Comparte este contenido:

Seis Contradicciones de la Reforma Educativa de la 4T

México / 23 de junio de 2019 / Autor: Juan Carlos Miranda Arroyo / Fuente: SDP Noticias

I

Nuevos consensos: No ruptura

La Reforma Educativa, como parte de una iniciativa orientada a producir cambios educativos, en el contexto del gobierno federal de la 4T (y de cualquier otro gobierno), es una iniciativa que nace y crece en medio de múltiples contradicciones, que hoy se expresan, en parte, como resultado de nuevos consensos políticos. Esto se debió (y se debe) a que, al grupo parlamentario del Partido (Movimiento) Morena y aliados políticos, no les alcanzaron los votos para dominar al congreso con mayoría calificada. Esta reforma educativa, por lo tanto, es producto de un “nuevo pacto político” ¿Las reformas educativas se podrían cocinar de otra manera?.

Así, la Reforma Educativa que recién inicia en México, a partir de las modificaciones al texto Constitucional publicadas en mayo (2019), tiene como característica principal, la inercia, la continuidad, la no ruptura, en lo que se refiere a sus contenidos (“preocupación principal por la calidad educativa”); pero no solamente por eso, sino también porque su carácter inercial se descubre si la contrastamos con las Reformas Educativas anteriores (en especial, las de 1992 y 2013).

II

Intencionalidades políticas, no educativas

En esa línea de ideas críticas con respecto a las Reformas Educativas, considero que toda iniciativa de Reforma en este ámbito, en cualquier nación, es un conjunto de acciones con causas e intencionalidades políticas, no educativas ¿Por qué?. Porque quienes llevan a cabo este impulso reformador, en esencia, son las élites de la clase política, es decir, los actores protagonistas del poder público (gobernantes federales y estatales, dirigentes de partidos políticos, legisladores, etc.); los sectores empresariales, dueños y actores principales del poder económico; así como los dirigentes de diversas instituciones de la sociedad civil organizada que, directa e indirectamente, asociados con las élites gobernantes y empresariales, nativas o globales, avalan o toman parte de los vientos de la reforma, sobre todo si sus intereses se ven favorecidos: medios de comunicación, sindicatos de maestros, iglesias, instituciones de educación superior, profesionales libres, comunidades científicas, burocracias educativas federales y estatales, etc. El problema, de fondo, es, en todo caso, que los actores principales del cambio educativo no están precisamente entre las élites, sino en la base social, es decir, en las escuelas, generalmente ajenos a estos “acuerdos cupulares”.

III

Otros problemas: Contenidos y estrategias

Toda iniciativa de reforma educativa lleva implícita y por definición, la idea de producir un “cambio” en las prácticas educativas y pedagógicas en las escuelas (o en el conjunto del “sistema público educativo”), previa identificación de un problema educativo y social, expresado en términos de aprendizajes. Esa mirada y esa evaluación inicial (no me gusta mucho la palabra “diagnóstico”), por lo general, están en la cancha de las élites. Sin embargo, es necesario discutir cuál es el contenido de ese “cambio” (y no me refiero al contenido curricular, que por sí mismo constituye otra discusión). ¿Un cambio educativo superficial o profundo? ¿”Reformista” o “revolucionario”, en el sentido expresado por Thomas Kuhn? ¿Cambios o no en la base de las estructuras del “sistema”? ¿Pensado para qué tipo de sociedad?

A la vez, y dada la complejidad del proyecto reformista, habría que analizar cuál es la estrategia a seguir y los métodos o los procedimientos específicos para conseguir esa idea de “cambio educativo”. El problema entonces, planteado o identificado por las cúpulas dirigentes, es concebido como un conflicto de “la calidad de la educación” (centrado en los aprendizajes escolares), y no tanto como un problema de “cantidad” (cobertura educativa). Para un país como el nuestro cuyo enfoque dominante ha sido “evaluar la calidad de la educación”, a través de métodos o “enfoques cuantitativos”, la cuestión es saber cómo pasar de un estado del problema a un estado de soluciones “efectivas, verificables, evidenciables o entregables”; con esa racionalidad y con tales movimientos, los especialistas en evaluación hegemónica de la educación, se han representado los alcances del cambio.

Si el problema está identificado en términos de “carencias en el logro académico”, es decir, desde la visión del “máximo logro de aprendizaje de los educandos”; (idea insertada en la Constitución desde 2013 y ratificada en 2019), entonces éste se puede expresar solamente “en términos de aprendizajes escolares”; y ello sólo se podría medir o valorar a través de exámenes o pruebas estandarizadas (sobre todo en las áreas de pensamiento matemático y comprensión de textos), pero eso nos lleva al problema (previamente existente y documentado) de inducir a los estudiantes a “aprender para las evaluaciones”. Con esa visión simplificada sobre la educación y sobre la evaluación, cuya racionalidad consiste en mirar de manera parcial lo que sucede en las aulas, la 4T sigue el mismo camino.

Pero si la “calidad de la educación”, en cambio, es conceptualizada de otra forma, es decir, desde la perspectiva del amplio y profundo rezago educativo, entonces el problema prioritario no estaría necesariamente en las aulas, sino fuera de ellas… más allá de las escuelas. Y la solución estaría dada en términos de cómo erradicar el rezago educativo, definido como aquella población mayor de 15 años que no ha iniciado ni concluido la educación básica (En México, según cifras de la UNAM, en 2012, se calculaba una población de alrededor de 32 millones de mexicanos en rezago educativo). Ambos, sin duda, son asuntos prioritarios para el diseño de políticas públicas educativas ¿La 4T se atreverá a dar este salto?

IV

Cambios, como innovaciones ajenas a la escuela

Las comunidades educativas, en las localidades del país, viven las Reformas Educativas como movimientos que vienen desde fuera de la escuela. Y eso trae como consecuencia (hecho que también ha sido ampliamente estudiado), una serie de actitudes, valores y comportamientos opuestos; un conjunto de prácticas educativas y escolares, de franca resistencia al cambio. Situación que se agudiza cuando los docentes y directivos de la escuela pública no solamente son ignorados o marginados de los procesos públicos de diseño de “la Reforma”, sino que además son llevados al patíbulo administrativo y a la denostación pública (tal como ocurrió en México entre 2013 y 2018).

V

De lo prometido a lo realizado

En el caso de la Reforma Educativa impulsada por el gobierno de AMLO, dentro de la noción (discutible) de la “4T”: No existe correspondencia entre lo prometido en la campaña electoral y las modificaciones al texto Constitucional durante el primer semestre del ejercicio de gobierno. Los grupos parlamentarios de Morena y aliados políticos tanto en la Cámara de Diputados federal como en el Senado de la República, no sólo no alcanzaron los votos suficientes para imponer la iniciativa del presidente de la República, sino que tuvieron que negociar los términos de la Reforma con la oposición (“Pacto por México”), con un saldo que podría considerarse como “victoria pírrica”, ya que el resultado parece más bien de continuidad que de “cambio verdadero”.

Cabe anotar que, en esta coyuntura, así como el presidente López Obrador ha elegido a sus adversarios políticos en las conferencias mañaneras, también se ha esforzado por seleccionar, en los hechos, a sus aliados, uno de los cuales es la dirigencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que es la disidencia magisterial histórica. Pero también, de forma polémica y contradictoria, el jefe del Ejecutivo ha tejido alianzas con la dirigencia oficial del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), quienes se han autoproclamado como el “ejercito intelectual” al servicio del presidente.

VI

Por último, me pregunto ¿El Derecho a la Educación puede ser reducido o equiparado al Derecho a Aprender? Pregunta de discusión que está en el fondo del diseño de leyes reglamentarias del Art. 3o. Constitucional.

Aquí dejo las preguntas y comentarios sobre las contradicciones para dar la bienvenida a la discusión.

*Texto especialmente preparado para la mesa de análisis: “Situación actual de la Reforma Educativa de la 4T”, a realizarse en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro, el 19 de junio de 2019.

Fuente del Artículo:

https://www.sdpnoticias.com/nacional/2019/06/17/seis-contradicciones-de-la-reforma-educativa-de-la-4t

ove/mahv

Comparte este contenido:

Programación del Portal Otras Voces en Educación del Domingo 23 de junio de 2019: hora tras hora (24×24)

23 de junio de 2019 / Autor: Editores OVE

 

Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 23 de junio de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.

 

00:00:00 – Cientos de profesores ticos protestaron contra políticas lesivas

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313343

01:00:00 – David Fernández de Arriba: “El cómic como herramienta didáctica presenta un lenguaje muy atractivo para los alumnos, en clase funciona muy bien”

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312953

02:00:00 – Educación superior pública puede cubrir solo el 51% de la demanda en Ecuador

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313357

03:00:00 – Condiciones para reformas educativas exitosas

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313346

04:00:00 – Estados Unidos: El acoso escolar te pasará la factura… por 313 dólares

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313362

05:00:00 – Otros 10 libros que todo docente debe leer

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312672

06:00:00 – Libro: Violeta Parra, 100 años. Cuaderno Pedagógico (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313462

07:00:00 – Chernobil educativo en Cataluña

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313376

08:00:00 – Libro: El aprendizaje en la infancia y la adolescencia. Claves para evitar el fracaso escolar (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313474

09:00:00 – “Ser un buen docente significa sacar a la luz lo mejor de cada alumno”: Rosa María Espot y Jaime Nubiola

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313454

10:00:00 – Manual: Educación Inclusiva y de Calidad, Un Derecho de Todos (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313470

11:00:00 – Cómo gestionar el ESTRÉS DOCENTE con éxito

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312975

12:00:00 – ¿En qué países pasa más tiempo la gente leyendo?

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313372

13:00:00 – 10 mejores universidades del mundo #infografia #infographic #education

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313458

14:00:00 – España: Las Universidades sufren un ‘tijeretazo’ de 9.500 millones de euros entre 2010 y 2017

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313433

15:00:00 – Seis Contradicciones de la Reforma Educativa de la 4T

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313368

16:00:00 – Chile: Trabajadores acusan que quieren mercantilizar la educación preescolar

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313438

17:00:00 – Cinco canales de Youtube para estudiar Biología

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312979

18:00:00 – Libro: Perspectivas decoloniales sobre la educación (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313480

19:00:00 – ¿Cuál es el secreto de los grandes maestros?

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313443

20:00:00 – Muchos mitos: Docentes y tecnologías digitales (Video)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313488

21:00:00 – Sistema educativo del reino unido #infografia #infographic #education

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313495

22:00:00 – Keleher reaparece con una columna sobre la pobreza en Puerto Rico y el efecto en los estudiantes

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313451

23:00:00 – Ecología para niños. Libro infantil digital para educación ambiental. Pdf gratis

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313492

En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.

ove/mahv

Comparte este contenido:

El derecho básico a aprender

Por: Facundo Manes. 

 

Lo sabemos, el conocimiento es la principal herramienta de transformación de las personas y de las sociedades. Entonces, si queremos de verdad una nación que se desarrolle de manera sostenida e igualitaria resulta fundamental lograr una educación de calidad para todos los niños y niñas y adolescentes de nuestro país.

Para poder alcanzarlo, es imprescindible preparar a los chicos para el aprendizaje. Y esta preparación tiene que ver no solo con la estimulación cognitiva, sino con el acceso a una buena nutrición, a un contexto sano y seguro, a la salud.

Lamentablemente -debemos repetirlo para no habituarnos a esta dramática realidad- hoy alrededor de un tercio de los argentinos vive en la pobreza. La desnutrición y la malnutrición afectan el desarrollo físico y cognitivo, comprometiendo las posibilidades de desarrollo.

Debemos unirnos los argentinos para acabar con esta tragedia, que representa una inmoralidad y una hipoteca para nuestro futuro. Para que en una comunidad se pueda enseñar y aprender es necesario lograr un piso de bienestar y equidad. Si no hay un contexto adecuado, y aunque haya oferta educativa, no están dadas las condiciones plenas para que se produzca el aprendizaje.

Es responsabilidad del Estado garantizar, respetar y proteger el acceso a la educación y asegurar que se den las condiciones de educabilidad, es decir, los factores que promuevan que los chicos efectivamente aprendan.

¿Por qué acceder a educación de calidad es tan importante? La educación, tanto en el aula como en casa, nos ayuda a ser mejores personas. Conocer nuestra historia, por ejemplo, nos alienta a imaginar cómo sería caminar en los zapatos de aquellos personajes sobre los que leemos, conocer sus luchas, sus éxitos y sus fracasos. Saber cómo llegamos hasta acá. También nos ayuda a conocer otras culturas y, de esta manera, promueve la tolerancia. La discriminación es en gran parte producto de la ignorancia. Por el contrario, a través de la educación aprendemos a desarrollar la empatía.

Además, la educación es una herramienta fundamental que nos ayuda a convertir la información (que hoy es más accesible que nunca antes en la historia) en conocimiento. A su vez, nos prepara para seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. Es un desafío del presente para el futuro.

Es innegable que debemos repensar la escuela. A pesar del esfuerzo que día a día hacen docentes y trabajadores de la educación, el sistema educativo actual no prepara a los estudiantes para un mundo dominado por las ideas, la creatividad y la innovación.

Debemos preparar a los niños y niñas, además, para desafíos hoy inimaginables que requerirán de personas flexibles, creativas y con capacidad crítica. Mejorar la calidad y la relevancia de los contenidos y las estrategias educativas nos ayudará también a luchar contra la deserción escolar.

Otro de los desafíos del sistema educativo actual es erradicar los estereotipos que hacen que pensemos que solo algunos pueden dedicarse a ciertas disciplinas. Por ejemplo, muchas personas todavía piensan que para dedicarse a las ciencias, al desarrollo de tecnologías, a la ingeniería, al arte o las matemáticas (las llamadas STEAM) es necesario haber nacido con un talento especial y específico. Muy por el contrario, tanto el talento como las vocaciones pueden desarrollarse.

La vocación científica no tiene que ver con capacidades “naturales”, sino con el hecho de haber tenido ejemplos a seguir, de estar motivados y de la constancia que implica el trabajo duro. No debe haber distinción de género o clase social para tener la posibilidad de desarrollar las vocaciones. Esto no solo mejorará la calidad de vida de cada uno, sino que contribuirá al desarrollo de toda la comunidad.

La educación tiene un impacto económico en nuestras vidas. Y esto redunda también en las de nuestra sociedad porque el bien más importante con el que cuenta un país es el potencial y la formación de sus ciudadanos.

Sin embargo, hoy, pese a que los datos muestran una correlación entre el nivel educativo alcanzado, la calidad ocupacional y la movilidad social, en nuestro país parece haberse perdido la idea de que la educación es la herramienta más poderosa para transformar nuestra realidad.

Es urgente devolverle a la educación el valor social transformador. La tendencia a concentrarnos en el corto plazo, en las gratificaciones inmediatas, o la idea incorrecta de que hoy en día el ascenso social solo puede lograrse gracias a la herencia, los contactos o la corrupción atentan contra la apuesta de la formación a largo plazo.

Vivimos en un país cada vez más desigual. La brecha entre los que pueden acceder a la educación, a la alimentación o a la salud de calidad y los que no es cada día más amplia.

El gran sueño colectivo que nos una como país debe ser terminar con la desigualdad y desarrollarnos. Resulta imposible pensar una sociedad con un crecimiento sostenible partiendo de una distribución desigual del conocimiento. Tenemos que consensuar un proyecto de país en el que el desarrollo humano sea prioridad. Y en el que todos tengamos las oportunidades de potenciar al máximo nuestras capacidades sin importar dónde hayamos nacido o el lugar en el que vivamos. De eso se trata una verdadera comunidad.

 

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/derecho-basico-aprender_0_BTSiyXgoX.html

Comparte este contenido:

Nuestro derecho como país es aprender

Por: Pluma Invitada

Las palabras importan. Y cuando hablamos de las palabras consagradas en la Constitución, importan aún más. Son las palabras las que marcan el actuar de las autoridades y las que establecen la base mínima de lo que podemos esperar y exigir en el cumplimiento de nuestros derechos humanos.

Por eso, es imprescindible entender cada palabra de lo que ahora se propone en la iniciativa del presidente López Obrador en materia educativa.

Uno de los logros más importantes –aunque poco tratado en la conversación pública– de la reforma constitucional de 2013 fue reconocer explícitamente el derecho de cada niña, niño y joven (NNJ) al máximo logro de aprendizaje.

Con esta frase, por sencilla que parezca, el derecho a la educación en México dio un gran paso hacia delante. Hoy se entiende como el derecho a aprender y la obligación del Estado va más allá de facilitar el acceso a una escuela; el Estado debe garantizar el desarrollo de ambientes de aprendizaje eficaces, que cuenten con las condiciones básicas –maestros formados y acompañados, así como infraestructuramétodos y materiales y organización escolar adecuadas– para asegurar el desarrollo de cada estudiante.

La iniciativa enviada a la Cámara de Diputados que propone derogar esa frase de la Constitución presenta una visión tan limitada del derecho a la educación que implica un retroceso grave en el derecho a aprender.

El nuevo texto habla del interés supremo de las NNJ de la impartición de educación –no de aprender– y hace referencia a un nuevo Servicio de Carrera Profesional del Magisterio que debe favorecer –no garantizar– la equidad educativa, la excelencia de la educación y el desempeño académico de los educandos.

¿Qué pauta marca este fraseo para las autoridades? ¿Para las y los docentes? ¿Qué podemos exigir como ciudadanos, familias y NNJ?

La excelencia educativa es bastante general (con tendencia a ser excluyente) y desempeño académico implicaría que evaluáramos el cumplimiento de un derecho humano con base en calificaciones escolares. Si mi hija recibe un 10, pero no puede entender lo que lee, ¿se cumple su derecho?

Tal vez la evidencia más clara de la nueva visión sobre el derecho se encuentra en la propuesta para la Fracción IV: La educación universal y obligatoria implica el derecho de toda persona a acceder a la educación… El Estado promoverá la inclusión… y establecerá políticas enfocadas a evitar la deserción y fomentar su permanencia.

Es claro que el derecho a la educación no se cumple si dejamos a NNJ fuera de la escuela.

Pero años de escolaridad dejan de tener sentido si en ese tiempo no aprendemos, no desarrollamos lo que necesitamos y queremos para ser constructores activos del mundo a nuestro alrededor.

Nuestro derecho es a APRENDER y no debemos aceptar menos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/nuestro-derecho-como-pais-es-aprender/

Comparte este contenido:

“Se ha impuesto el concepto de educación como derecho, y lo queremos cambiar por el derecho a aprender”, entrevista a Mario Waissbluth

Entrevista a Mario Waissbluth realizada por Francisca Hosiasson 

“Hemos buscado que sea un plan consensuado y coherente, no retroexcavadora”, dijo Mario Waissbluth sobre el programa a largo plazo que fijo Educación 2020, que hoy plantea un nuevo plan bajo el nombre Propuesta 2030.

“Se ha impuesto el concepto de educación como derecho, y lo queremos cambiar por el derecho a aprender, ahí estamos al debe”, apuntó el director de la iniciativa en Hablemos en Off.

Waissbluth hizo hincapié en la importancia de la educación parvularia como la base de la reforma, “nos lo han explicado todos los países y premios nobel, la inversión en esto rinde mucho más”.

“La educación parvularia es lo más barato, da rabia que los gob. no quieran invertir ahí porque los niños no votan. El fortalecimiento de educación inicial impacta en el futuro del país, en la calidad de vida, en la delincuencia”, dijo.

“Se cree que gobernar es legislar, en nuestra cartera de propuestas 40 no necesitan leyes”, señaló el director de Educación 2020, asegurando que “tenemos binominalizada la educación, pegarle al del frente se hace más importante que los cabros chicos”.

Revisa la completa entrevista a continuación:

FOTO: Agencia Uno

Fuente entrevista: http://www.duna.cl/programa/hablemos-en-off/2017/07/27/educacion-2020-se-ha-impuesto-el-concepto-de-educacion-como-derecho-y-lo-queremos-cambiar-por-el-derecho-a-aprender

Comparte este contenido:

Entrevista a Neus Sanmartí: “Sabiendo que el alumno aprende, la nota es lo de menos”

11 Junio 2017/Fuente: eldiariodelaeducacion /Autor: Pau Rodríguez

«La evaluación debería tener 3 elementos: detectar los problemas del alumno, entenderlos y tomar decisiones para ayudarle a mejorar. Si te fijas, ninguno de estos elementos es la nota».

Evaluar es mucho más que poner una nota final de trimestre. Esto lo comparten muchos docentes, pero pocos lo han defendido con la perseverancia y el rigor de Neus Sanmartí (Barcelona, 1943), que durante años ha hecho investigación y divulgación para promover un modelo de evaluación en las escuelas e institutos que sirva para detectar , entender y ayudar a solucionar las dificultades de aprendizaje de los alumnos. Esta catedrática y profesora emérita del Departamento de Didáctica de la Matemática y de las Ciencias Experimentales de la UAB, que durante años fue maestra de aula, explica en esta entrevista cuáles son los retos que afronta el sistema educativo catalán a la hora de avanzar hacia un modelo de evaluación que en vez de limitarse a calificar, capacite a los estudiantes.

¿Qué le parecen los cambios del último decreto sobre evaluación en Primaria en Cataluña? Ya no se pondrá nota numérica. ¿Esto es positivo?

Este es uno de las decenas de artículos que contiene el decreto. Lo que me parece interesante a mí es que la calificación pasa a ser sobre cuatro (logro sobresaliente, notable, satisfactorio y no logro). Decir si un alumno es competente con un 3,8 o un 5,6 no tiene ninguna coherencia, pero con cuatro niveles de logro, que además se corresponden con los niveles de la rúbrica, pues tal vez tiene más. Ahora bien, poner números o letras a mí me da igual. El nombre no hace la cosa. Lo bueno es no tener 10 números, porque presuponen matices que no se pueden saber.

¿El tipo de calificación cambia la forma de evaluar?

No. La gente puede hacer lo mismo y luego traducirlo: evalúas igual y, en vez de poner un 6, pones “logro suficiente”. Esto ha pasado siempre. Pero también debemos tener claro que la familia quiere tener información de cómo el niño más allá de un número. ¿Qué quiere decir un 6 de Lengua catalana? Quizás no lee muy bien pero escribe mejor. El número en este caso no me lo está diciendo, pero tampoco me lo dice si solo se informa que tiene un “logro suficiente” o se hacen comentarios de sus aprendizajes demasiado generales.

De hecho, los números engañan. Pueden inducir a pensar que el alumno que saca un 6 sabe el doble que el que saca un 3.

Claro, tenemos que tener cuidado. La clave es qué te dice este valor numérico. No se puede precisar tanto el nivel de competencias, ni siquiera de conocimientos. A veces suspendemos alumnos porque hacen faltas de ortografía y no hacen bien el dossier, pero no es lo mismo no tener los conocimientos que no tener los hábitos de trabajo.

¿Cuáles son los retos del sistema educativo en materia de evaluaciones?

Lo más importante es conseguir detectar dónde están las dificultades del alumnado y ayudarle a superarlas. La cuestión no es que un alumno no hace bien el dossier, para entendernos, sino qué hemos previsto los docentes para que lo haga bien, más allá de decirle esto. ¿Cómo, con sus características, personalidad, capacidades, puede hacer bien el dossier? La evaluación consiste en detectar problemas y plantear las soluciones. Demasiadas veces las juntas de evaluación de los centros consisten solo en enumerar los problemas de los alumnos.

¿Sería pues un diagnóstico a partir del cual empezar a trabajar? Esto requiere una atención más personalizada.

No puede haber soluciones para todos idénticas. Se puede personalizar más el aprendizaje, hacer tutorías en que expresen cómo son, qué necesitan. Ahora hay institutos y escuelas donde el alumno solo va a aprobar. Hay niños que te dicen que ya saben qué tienen que hacer para aprobar. ‘Este profe lo que quiere es el dossier bien hecho’, te dicen. Es una superación de obstáculos que poco tiene que ver con lo que aprenden.

Entonces, ¿cómo se puede avanzar hacia una evaluación que sí tenga en cuenta lo que se aprende en clase?

La evaluación debería tener tres elementos: saber qué hace el alumno -¿Qué problemas tiene?-, entenderlos -por qué los tiene, qué falla en sus hábitos, razonamientos, habilidades…- y tomar decisiones -¿qué puedo hacer para ayudarle a mejorar?-. Y, si te fijas, ninguno de estos tres elementos es la nota.

¿Dentro de estos elementos se debe tener en cuenta también la opinión de los alumnos?
Es imprescindible, porque es el alumno quien debe corregir. Existe la percepción errónea de que somos los profesores los que corregimos: nos llevamos los exámenes a casa para corregir… ¡Mentira! ¡Lo que hacemos es detectar problemas! Corregir solo lo puede hacer quien se ha equivocado. Ayudar al alumno a corregir es el gran reto, y el decreto aprobado por la Generalitat dice eso. Y es mucho más importante que los cambios de calificaciones.

La evaluación durante años ha tenido un protagonista indiscutible: los exámenes. En la actualidad, sin embargo, cada vez hay más escuelas que ponen estas pruebas en entredicho. ¿Usted qué piensa? ¿Exámenes sí o no?

Exámenes sí, ¿por qué no? Sirven para que el mismo alumno y el profesorado compruebe qué ha aprendido, siempre que sean preguntas donde se tengan que poner en práctica competencias, aplicar el nuevo conocimiento… El examen debe ser coherente con esto, si es solo memorístico no tiene sentido. Y hay que hacerlos cuando creeamos que los niños están preparados, y no el día que toca. ¿Creemos que hemos aprendido? Pues vamos a comprobarlo. Así sí. Porque si los alumnos ven que aprenden, esto también los motiva. ¿Qué sentido tiene la semana de los exámenes si, por ejemplo, tus alumnos no están preparados? Solo servirá para suspenderlos. Está comprobado que es mejor prevenir que curar. Las recuperaciones no sirven. Pero si la recuperación la haces antes de la prueba, cuando has detectado carencias, entonces la hacen bien y se motivan más.

La evaluación condiciona las enseñanzas, y con el exceso de exámenes existe la percepción de que muchos docentes preparan a los alumnos para superar las pruebas.
Sí, claro. Y no solo eso: es que los alumnos estudian para aprobar y tienen claro que no es lo mismo que aprender. Si les preguntas qué creen que saldrá en el examen, y qué quiere evaluar el profesor, los alumnos que sacan buena nota lo intuyen mejor que el propio docente. Esto lo hemos descubierto con búsqueda.

¿El paradigma de esta preparación para el examen son las Pruebas de Acceso a la Universidad, la llamada Selectividad?
Si las preguntas son buenas, competenciales, no me parece mal, porque tampoco pueden ir todos a la universidad. Pero la condición es que sean pruebas competenciales, y no lo son en todos los casos aunque en algunas materias son muy buenas. Pero a veces es el propio profesorado el que ve las pruebas competenciales demasiado difíciles y las rechaza. En estudios que hemos hecho, hay profesores que no enseñan solo a superar la PAU, sino también a pensar, a transferir… Y sus alumnos obtienen buenos resultados. Por eso quisiera deshacer un mito: ¿Quieres preparar para el examen? De acuerdo. Pero prepara a tu alumno para que  sea competente, capaz de razonar, de transferir, de pensar, y no de memorizar y volcar información.

Cada vez se habla más de evaluar aptitudes que no tienen que ver con el conocimiento, sino con las habilidades sociales, las emocionales, la autonomía… ¿Cree que se puede?

¡Se debe poder! El problema es que no tenemos tradición. Hay personas que están trabajando y diseñan rúbricas para evaluar la autonomía o la gestión de emociones. Ahora bien, la base de la evaluación será mucho más observacional. Por ejemplo, en cuanto a la autonomía, puedes evaluar la capacidad de un alumno de darse cuenta si se equivoca. Si es autónomo, lo puede ver. Si no, necesita del aviso del adulto. Esto es un indicador. Los autónomos antes de hacer, piensan. Los otros hacen y después intentan corregir. Todo esto se puede observar y evaluar, pero a la vez lo has de enseñar. Tienes que enseñar a que se planifiquen, por ejemplo. Porque si no estarás haciendo lo mismo de siempre: poner nota según si hacen algo o no. Y también tenemos que ver su punto de partida, comprobar si ya vienen enseñados de casa o si realmente mejoran a partir del trabajo que se hace en la escuela.

Esto que explica requiere de un nivel de observación casi clínico, y de una objetividad difícil de alcanzar…

Los maestros pensamos que la objetividad viene de hacer preguntas a respuestas simples, de hacer muchas medias con muchas notas… Y no. Si dos o tres personas observan y llegan a la misma conclusión, es bastante objetivo. El alumno se evalúa, el profesor lo evalúa, y si las dos personas dicen lo mismo, es bastante objetivo ¿no? Hay escuelas donde los alumnos hacen los informes para los padres, les dicen qué han aprendido, y la maestra después lo repasa y dice si está de acuerdo o no.

Y a menudo está de acuerdo, según explican.

Exacto. Si lo haces bien, claro. Si has compartido antes con ellos los criterios de evaluación, si el alumno sabe a qué mujeres importancia. Los tienes que verbalizar. No vale decir que el dossier cuenta un 20% de la nota final. Esto es el criterio de calificación. La pregunta a compartir con los alumnos es a que responde este 20%. Si no compartes los criterios a los alumnos más listos los intuir, pero los otros no.

Para conseguir una buena evaluación ¿los maestros deben dejar atrás sus prejuicios y expectativas respecto del alumnado?

Esto de las expectativas está muy estudiado por la investigación. A los chicos se les perdona a veces la mala letra y el desorden, pero a las chicas no. Las expectativas en términos de género influyen mucho. También tendemos a penalizar al alumno crítico, que nos hace la puñeta, que nos hace preguntas incómodas o que no hace lo que pedimos aunque puede que alcance los objetivos por otros caminos. Esto ocurrirá siempre, con la evaluación tradicional y con la más novedosa. A mí me ha pasado, es muy difícil combatirlo, por eso la clave es tomar conciencia y hacer triangulaciones: tener dos o tres opiniones, por ejemplo, en la junta de evaluación y, si coinciden, adelante.

Todavía no hemos hablado de las evaluaciones más polémicas: las externas. ¿Qué opinión le merecen? Son necesarias?

Tener referencias periódicas es bueno. Cuando era maestra yo nunca sabía si lo que evaluaba era igual respecto a otras escuelas. Si mis alumnos en vez de un 5 sacarían un 4 en otros centros. Una visión externa ayuda a regularte. A mí me serviría saber si mis alumnos están cerca de los índices que socialmente se consideran adecuados. En Finlandia tienen pruebas externas muestrales. Si los maestros quieren, les pasan la prueba, y así los comparan con la media del país y les ayuda a hacer ajustes. Hay institutos que pasan exámenes PISA para saber cómo están de nivel sus estudiantes, y a veces obtienen mucho mejores resultados que lo que les da su centro, porque puede que el instituto no evalúe la competencia, sino otros elementos como la memoria a corto plazo o el comportamiento.

Esto mismo nos explicaban los expertos cuando nos preguntábamos en un reportaje por qué los alumnos pobres repiten más que los ricos a pesar de tener el mismo nivel en competencias PISA.
Es que es eso. Yo lo he vivido en algunos institutos.

¿Las pruebas externas deben servir para algo más que para dar una visión exterior de la evolución de los alumnos?
No. Su objetivo debería ser únicamente diagnóstico, excepto en el caso de las de acceso a la universidad, que tienen otra finalidad.

Hay actualmente un movimiento cada vez más intenso de cambios en educación. La evaluación termina estando muchos debates metodológicos. ¿Cómo lo ve?

El momento actual es muy interesante. Tengo la sensación de que la escuela se plantea cada vez más cómo evaluar si sus alumnos aprenden, pero todavía vamos un poco perdidos. Muchos deciden no hacer exámenes, pero ¿entonces cómo evalúan? No me sirve que se evalúe sólo el producto final de un proyecto, lo que es más importante es si sabrán transferir y aplicar lo aprendido en el siguiente proyecto. Y esto quizá no se hace tanto… Hay escuelas e institutos que buscan caminos, pero cuesta. Conlleva un cambio radical respecto a la evaluación que hemos vivido toda la vida.

¿La evaluación es pieza clave en el engranaje de la innovación educativa?

Sí, y lo digo porque lo he visto. Hace años que sabemos de maestros, en escuelas innovadoras, que tienen dudas acerca de la evaluación. Si no podemos evaluar si los alumnos aprenden conocimientos importantes, iremos atrás. Y si sabemos que un alumno aprende, la nota será lo de menos.

Fuente de la entrevista: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/12/sabiendo-que-el-alumno-aprende-la-nota-es-lo-de-menos/

Fuente de la imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2017/01/20161221_Neus_Sanmarti_SLG_0880.jpg

Comparte este contenido:
Page 1 of 3
1 2 3