Los niños están cada vez más involucrados en peores formas de trabajo infantil y en conflictos armados, según el estudio.
Un informe avalado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló que el trabajo infantil en Medio Oriente y en el norte de África ha aumentado en la última década por los conflictos y crisis.
El texto, titulado «El trabajo infantil en la región árabe: un análisis cuantitativo y cualitativo», también relaciona el incremento de los niños refugiados y los desplazados internos con las guerras en la región.
Sin embargo, el director regional adjunto para los Estados Árabes de la OIT, Frank Hagermann, indicó que la falta de datos de años anteriores hace difícil calcular la cifra exacta del aumento del trabajo infantil.
Peores formas de trabajo infantil
El informe asevera que los niños «están cada vez más involucrados en las peores formas de trabajo infantil» en la región árabe, en referencia a trabajo en la calle, servidumbre por deudas, matrimonios precoces y explotación sexual con fines comerciales.
En este sentido, el estudio señala que los menores «son víctimas de una grave y preocupante explotación, abusos y violación de sus derechos».
«La agricultura concentra más de la mitad del trabajo infantil en países como Yemen, Sudán y Egipto. Este sector se caracteriza por un ingreso precoz al trabajo en comparación con otros sectores», detalló Abdessalam Ould Ahmed, asistente del director general de la FAO y representante regional para el Cercano Oriente y África del Norte.
Conflictos armados
Los niños también son víctimas de la participación directa e indirecta en los conflictos armados. De hecho, en la última década hubo un aumento en el reclutamiento y uso de menores por parte de grupos armados, sobre todo en Yemen, Siria e Irak.
Actualmente, más de la mitad de los países árabes atraviesan conflictos, que han dejado como consecuencia muertes, flujos de refugiados y desplazados internos.
El informe ‘Danos un bebé y te dejamos marchar’ revela la trata de birmanas vendidas a ciudadanos chinos para procrear
“La familia me metió en una habitación. Allí me maniataron de nuevo… Cerraron la puerta durante uno o dos meses. Cuando era la hora de almorzar, me enviaban comida. Lloraba mucho… Cada vez que el hombre chino me traía alimentos me violaba”, explica una mujer birmana vendida a las redes de trata por su cuñada cuando solo tenía 16 años. El testimonio forma parte de un informe desgarrador publicado este jueves por la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) en el que se denuncia la pasividad de las autoridades fronterizas de Myanmar y China ante el tráfico sexual de esposas al gigante asiático.
Según el dossier de 112 páginas Danos un bebé y te dejamos marchar, concluido después de tres años de investigación, mujeres de los Estados de Kachin y Shan, al norte de Myanmar, son traficadas a China por la frontera septentrional birmana. Basado en entrevistas con 37 supervivientes así como familiares, miembros de la comunidad local y oficiales de Myanmar, el informe detalla cómo las víctimas confían en las promesas de trabajo por parte de familiares y conocidos que las acaban vendiendo por valor de 2.600 a 11.500 euros a familias en China. Una vez en el país vecino, son encerradas y violadas hasta que se quedan embarazadas.
«Las autoridades de Myanmar y de China miran hacia otro lado mientras traficantes sin escrúpulos venden a mujeres y niñas de Kachin para su cautiverio y abusos indescriptibles», explica Heather Barr, codirectora del departamento de la mujer de HRW y autora del informe. «La escasez de medios de subsistencia y la falta de protección de los derechos más básicos han hecho que estas mujeres sean presa fácil de los traficantes, que tienen pocas razones para temer la aplicación de la ley a ambos lados de la frontera».
Las supervivientes que consiguen escapar del cautiverio y los abusos confiesan que sus captores están más interesados en tener un hijo que en una esposa. La población femenina en China ha caído desde 1987 y la brecha entre hombres y mujeres de 15 a 29 años aumenta debido a la preferencia por los niños fruto de la política de hijo único vigente entre 1979 y 2015 y a la restricción de derechos reproductivos de la mujer. Según las estimaciones del Boletín Médico Británico, a China «le faltan entre 30 y 40 millones de mujeres” a causa de la flagrante discriminación de la población femenina que afecta a esta y a otras sociedades patriarcales de Asia.
Ante el desequilibrio demográfico, algunas familias chinas optan por comprar a mujeres y niñas que han sido víctima de redes de tráfico de países vecinos. El número de esposasque son vendidas al gigante asiático es difícil de cuantificar, pero la Comisión de Derechos Humanos de Myanmar registró 226 casos solo en 2017, mientras que los activistas creen que la suma real seguramente sea mucho más alta. “Es difícil saber si la cifra sube o baja, pero varios expertos creen que el número aumenta a medida que el conflicto en el Estado de Kachin continúa”, razona Heather Barr.
Muchas de las supervivientes entrevistadas durante la investigación pertenecen a la población de más de 100.000 desplazados internos por la lucha en los Estados de Kachin y Shan. En 2011, Myanmar acabó con 17 años de alto el fuego reanudando sus ataques contra los grupos étnicos armados. El Gobierno ha bloqueado la asistencia humanitaria en estos campos de refugiados, alguno de los cuales están bajo control de la opositora Organización por la Independencia de Kachin; que cuenta con un brazo armado. Las mujeres son las únicas que ganan sustento para sus familias mientras que los hombres toman parte en el conflicto.
“Los Gobiernos de Myanmar y China, así como la Organización por la Independencia de Kachin, deberían hacer mucho más para prevenir el tráfico, recuperar y asistir a las víctimas y perseguir a los traficantes”, denuncia Barr. “Donantes y organizaciones internacionales deberían apoyar a los grupos locales que hacen el trabajo duro, el que los Gobiernos no se atreven, para rescatar a las mujeres y niñas, y ayudarlas a recuperarse”.
Tras el cautiverio, y después de dar a luz a sus bebés, algunas escapan; aunque dejando a sus hijos en manos de sus captores y violadores. De vuelta en Myanmar, las que sobreviven tienen que lidiar con el trauma y el estigma con la escasa ayuda de las pocas organizaciones que carecen de recursos y capacidades para asistir a las víctimas de un tráfico sexual que no recibe ninguna atención por parte de ninguno de los dos países implicados.
Las dificultades para su reintegración se agravan por la deshonra que supone su situación dentro de una comunidad profundamente cristiana y donde la “gente te mira con desprecio porque has sido traficada a China”, según cuenta Barr que le dijo una de las supervivientes. La experta de HRW asegura haber conocido a una mujer que estuvo cautiva durante nueve años, a otras dos que llegaron a ser víctimas de las redes de tráfico hasta en dos ocasiones y a una de solo 14 años.
El informe de la Unesco indica que entre 2010 y 2018 ocurrieron al menos de 263 conflictos por el acceso al agua en el mundo.
Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco), publicado esta semana, reveló que en el mundo al menos 2 mil millones de personas carecen de acceso al agua potable. Según el documento, la carencia de líquido es causa de la muerte de cerca de 800 mil personas al año.
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, aseguró que «el acceso al agua es un derecho humano vital para la dignidad de todos. Sin embargo, miles de millones de personas siguen privadas de él».
El informe publicado en el marco de la conmemoración del Día Mundial del Agua, se subrayó que niñas y mujeres son las más afectadas por la carencia de agua en sus hogares, dedicando un mínimo de 30 minutos diarios para acarrearla de las tomas más cercanas.
UNESCO en español
✔@UNESCO_es
¡El acceso al agua es un derecho humano!
3 de cada 10 personas no tiene acceso a agua potable
El nuevo Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los Recursos Hídricos propone soluciones para cambiar esta situación.
Según el documento, el agua para los pobres cuesta de 10 a 20 veces más que para los ricos. En África, la mitad de la población obtiene el líquido de fuentes no protegidas contra la contaminación, en la región subsahariana solo el 24 por ciento de sus habitantes tiene acceso a agua potable.
El informe alerta que entre los años 2000 y 2009 registraron en el planeta 94 conflictos por agua, mientras que entre 2010 y 2018 esta cifra casi se triplica hasta alcanzar al menos 263 conflictos.
La carencia no ha llegado a su peor nivel, aún faltan los daños que produzcan las sequías e inundaciones derivadas del cambio climático. Por lo pronto, 780 mil personas mueren al año por enfermedades como la disentería y el cólera derivadas de la falta de agua.
La Unesco advirtió que entre los grupos más afectados se encuentran más de 68 millones de desplazados a consecuencia de conflictos y persecuciones.
Publicado inicialmente en Diario Hoy el 16 de marzo por Alejandro R. Otero, EFE
El debate sobre la conveniencia de incluir la educación sexual integral en el sistema educativo paraguayo, alcanzó esta semana un punto álgido con la publicación de una guía para docentes sobre cómo abordarla, y la inmediata disposición del Ministerio de Educación para su «no utilización».
La guía, elaborada por el Servicio de Paz y Justicia de Paraguay (Serpaj), aborda la sexualidad, además de en el ámbito biológico, desde factores culturales y sociales.
Por su parte, el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) entiende que en la guía “prevalece la construcción de la identidad sexual en forma libertina”.
El MEC sostiene además que “no respeta las capacidades del ciclo evolutivo de los menores”, según se desgrana de la resolución que dictó el pasado 6 de marzo y que se conoció esta semana, en la que disponía la “no utilización” de dicha guía en ninguna institución educativa del país.
Como respuesta, el Serpaj presentó la guía este viernes a los medios y anunció que ha enviado una solicitud al MEC para que haga una “reconsideración” de ese dictamen.
La decisión ministerial se basa en un memorándum anterior del MEC en el que se prohibió la utilización del material, tras un análisis de la Dirección General de Desarrollo Educativo, según el escrito de la resolución.
El representante de Serpaj, Ramón Corvalán, tildó esos argumentos de “ambiguos” y señaló que la resolución “no respeta la libertad intelectual del profesor”, reconocida por la Constitución.
Asimismo, explicó que se trata de una publicación “independiente” y “pensada para los docentes”, como herramienta que puedan utilizar para explicar la sexualidad.
El titular de Educación, Eduardo Petta, defendió este jueves el dictamen publicado, arguyendo que se estaban “repartiendo en algunas escuelas” y aseguró la guía no fue analizada por el Ministerio, algo que desmiente su propia resolución.
Sobre ello, la miembro del equipo educativo de Serpaj, Ana Portillo, aseguró a Efe que “no es cierto” que el material se esté distribuyendo en los colegios”, sino que sólo fue publicado y que “cualquiera tiene la libertad de consultarlo.”
Corvalán añadió que “da la sensación de que se rechaza (la guía) por prejuicios” sobre la utilización de la perspectiva de género en el abordaje de la sexualidad.
Dicha perspectiva, según la define el documento, “permite analizar identidades” de hombre y mujer y “las estructuras” sociales, políticas y económicas que “dan lugar a esas identidades” y las influyen.
En ese sentido, la representante de la Asociación de Colegios Privados de Alto Paraná, Alicia Calabro afirmó a Efe que, “nos parece mal la perspectiva de género y el enfoque de derechos” que sustentan el documento, puesto que “enfatiza la relación de superioridad del varón respecto de la mujer”, una superioridad que considero que no existe en la realidad.
Además, indicó que no comparten que la guía priorice “el aspecto social de la construcción de la identidad y deje en segundo plano el aspecto biológico”, ya que la educación debe “ir encaminada hacia la realidad” y “no debe promover las fantasías de la identidad” sexual o de género.
Calabro abogó porque no se incluya en la malla curricular una asignatura de educación sexual, ya que “en la casa se enseña la moral sexual y en el colegio las materias científicas”, en las que, puntualizó, se deben enseñar los “aspectos biológicos” de la sexualidad.
En cambio, Portillo sostuvo que Paraguay “necesita debatir” sobre la educación sexual y que esta es necesaria para que “niños y niñas tengan herramientas” para su desarrollo sexual, y para “identificar cuando hay un abuso”, ejemplificó, en un país en el que una media de 650 niñas de entre 10 y 14 años son madres cada año, según el Centro de Documentación y Estudios (CDE).
También aseguró que se deben “incorporar bases científicas en la educación sexual de los menores y no creencias y dogmas”, a la vez que sugirió “replantear la cultura para evitar casos de discriminación” de menores LGTBI.
Pese a la polémica suscitada esta semana, Petta emplazó ayer a “todos los actores sociales” a integrar una “mesa sobre educación sexual”, en el marco del diálogo para la reforma educativa que planea desarrollar el Ejecutivo en 2019.
Violaciones, mutilación genital, represión, embarazo precoz… El estremecedor relato de nacer niña en muchas partes del planeta
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Mutilación genital
Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.
Foto: Stephanie Sinclair
2 / 11
Sobrevivir a un ataque con ácido
Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.
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Mutilación genital
Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.
Foto: Stephanie Sinclair
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Sobrevivir a un ataque con ácido
Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.
Foto: Stephanie Sinclair
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Una ceremonia alternativa
Niñas de la aldea sierraleonesa de Masanga toman parte en ceremonias Bondo alternativas en las que se inician como mujeres adultas sin someterse a la mutilación genital. Más de 600 niñas han participado en ellas desde 2010.
Foto: Stephanie Sinclair
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Vivir entre la basura
El vertedero de Ghazipur, un basurero de casi 30 hectáreas en Delhi, es el lugar que recorre Zarina, de siete años, en busca de objetos que revender. Al igual que esta niña de la India, otras muchas en todo el mundo viven en la pobreza y apenas tienen acceso a la educación.
Foto: Stephanie Sinclair
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Ritual de preparación para el matrimonio
Elizabeth, de 19 años, y Rebecca, de 13, bailan en un ritual Bondo en la ciudad sierraleonesa de Kabala. Según los ancianos esta ceremonia, que regula el paso de la niñez a la madurez y que tradicionalmente incluye el corte o la extirpación de los genitales externos, vincula a las chicas a su comunidad y las prepara para el matrimonio. También pretende restringir la sexualidad femenina, y causa daños físicos y psicológicos. En Sierra Leona la mayoría de las mujeres han sufrido la mutilación genital.
Foto: Stephanie Sinclair
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El riesgo de la falta de escolarización
Una adolescente se toma un descanso en su venta ambulante de baratijas en Mange Bureh, sentándose a orillas de un río en el que las chicas lavan y los chicos pescan. Las niñas no escolarizadas que trabajan en las calles de Sierra Leona para contribuir a la economía familiar corren especial riesgo en un país donde los delitos contra ellas suelen quedar impunes.
Foto: Stephanie Sinclair
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Educación gratuita
Al participar en una ceremonia Bondo alternativa que no incluye la mutilación genital femenina, estas niñas de Masanga reciben educación gratuita garantizada por Masanga Assistance Education, una organización suiza sin ánimo de lucro. En la ceremonia participa una mujer que encarna el diablo del Bondo, una alta autoridad de esta sociedad secreta.
Foto: Stephanie Sinclair
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Camino a clase
Un grupo de chicas vestidas de uniforme se dirigen a clase en una escuela metodista de Freetown, en Sierra Leona.
Foto: Stephanie Sinclair
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Mutilación genital
Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.
Foto: Stephanie Sinclair
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Sobrevivir a un ataque con ácido
Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.
Foto: Stephanie Sinclair
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Una ceremonia alternativa
Niñas de la aldea sierraleonesa de Masanga toman parte en ceremonias Bondo alternativas en las que se inician como mujeres adultas sin someterse a la mutilación genital. Más de 600 niñas han participado en ellas desde 2010.
Foto: Stephanie Sinclair
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Vivir entre la basura
El vertedero de Ghazipur, un basurero de casi 30 hectáreas en Delhi, es el lugar que recorre Zarina, de siete años, en busca de objetos que revender. Al igual que esta niña de la India, otras muchas en todo el mundo viven en la pobreza y apenas tienen acceso a la educación.
Foto: Stephanie Sinclair
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Ritual de preparación para el matrimonio
Elizabeth, de 19 años, y Rebecca, de 13, bailan en un ritual Bondo en la ciudad sierraleonesa de Kabala. Según los ancianos esta ceremonia, que regula el paso de la niñez a la madurez y que tradicionalmente incluye el corte o la extirpación de los genitales externos, vincula a las chicas a su comunidad y las prepara para el matrimonio. También pretende restringir la sexualidad femenina, y causa daños físicos y psicológicos. En Sierra Leona la mayoría de las mujeres han sufrido la mutilación genital.
Foto: Stephanie Sinclair
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El riesgo de la falta de escolarización
Una adolescente se toma un descanso en su venta ambulante de baratijas en Mange Bureh, sentándose a orillas de un río en el que las chicas lavan y los chicos pescan. Las niñas no escolarizadas que trabajan en las calles de Sierra Leona para contribuir a la economía familiar corren especial riesgo en un país donde los delitos contra ellas suelen quedar impunes.
Foto: Stephanie Sinclair
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Educación gratuita
Al participar en una ceremonia Bondo alternativa que no incluye la mutilación genital femenina, estas niñas de Masanga reciben educación gratuita garantizada por Masanga Assistance Education, una organización suiza sin ánimo de lucro. En la ceremonia participa una mujer que encarna el diablo del Bondo, una alta autoridad de esta sociedad secreta.
Foto: Stephanie Sinclair
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Camino a clase
Un grupo de chicas vestidas de uniforme se dirigen a clase en una escuela metodista de Freetown, en Sierra Leona.
Foto: Stephanie Sinclair
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Expuestas a la violencia sexual
Aarti, de nueve años, se expone a la violencia sexual cuando vende flores en una calle de Delhi mojada por la lluvia. Pese a los riesgos que corren, millones de niños de todo el mundo trabajan para llevar dinero a casa en vez de ir al colegio.
Foto: Stephanie Sinclair
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Matrimonios concertados
Los matrimonios concertados son habituales en Sierra Leona. Baby Seibureh, de 17 años, y Claude Seibureh, de 48, vecinos de Freetown, se casaron en plena crisis del ébola. Cuando nació su hijo Joseph, a la madre hubo que hacerle una cesárea.
Foto: Stephanie Sinclair
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Lucha contra la trata sexual
Rinki Kumari (en primer término) y Arti Kumari comparten un momento distendido en su habitación durante un receso de las clases que reciben en la escuela pública a la que asisten, la Kasturba Gandhi Balika Vidyalaya de Forbesganj, en la India. Un centenar de niñas de los pueblos cercanos estudian en este centro gestionado por Apne Aaap, una entidad benéfica cuya misión es poner fin a la trata sexual.
Foto: Stepnanie Sinclair
Los peligros de nacer niña en distintas partes del mundo
Sierra Leona es uno de los peores lugares del mundo para ser niña. En este país del África occidental, habitado por unos seis millones de personas, desgarrado por una cruenta guerra civil que duró más de una década y devastado por el Ébola, el simple hecho de nacer niña se traduce en una vida de barreras y tradiciones que a menudo dan más valor a su cuerpo que a su mente.
La mayoría de las mujeresde Sierra Leona –el 90% según Unicef– han sido sometidas a la mutilación genital, una práctica que las inicia en la vida adulta y supuestamente las hace más deseables para el matrimonio, pero que también es un método de represión sexual profundamente arraigado en su cultura.
Casi la mitad de las chicas se casan antes de los 18 años, y muchas se quedan embarazadas mucho más jóvenes, a menudo en su segundo o tercer ciclo menstrual. Muchas son víctimas de la violencia sexual; las violaciones suelen quedar impunes. En 2013 más del 25% de las sierraleonesas de entre 15 y 19 años estaban embarazadas o ya eran madres, lo que supone una de las tasas de gestación más elevadas del mundo para esa franja de edad.
Y demasiadas mueren en el parto: es el porcentaje más alto del mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud y otras entidades internacionales. La mutilación genital femenina puede elevar el riesgo de sufrir complicaciones obstétricas.
«Si vas a las provincias te encuentras con chicas de 13 años, de 15 años, ya casadas y con sus bebés en brazos», dice Annie Mafinda, comadrona del Rainbo Center, que ayuda a víctimas de la violencia sexual en Freetown, la capital de Sierra Leona. Muchas de las pacientes atendidas en este centro tienen entre 12 y 15 años.
La mayoría de las mujeres de Sierra Leona –el 90% según Unicef– han sido sometidas a la mutilación genital
Cuando conocí a Sarah en Freetown, una ciudad que se levanta sobre una península montañosa junto a un puerto rutilante, tenía 14 años y estaba embarazada de seis meses, aunque parecía varios años más joven. Hablaba en un susurro, era bajita y menuda, llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo y el pelo bien recogido bajo un pañuelo de color melocotón. Me contó que la había violado un muchacho, vecino de su familia, que se marchó de la ciudad tras la supuesta agresión.
Cuando su madre se enteró de que estaba embarazada, la echó de casa. Ahora Sarah (cuyo apellido nos reservamos) vive con la madre del chico que según ella la forzó. La madre del supuesto violador fue la única que se prestó a acogerla; en Sierra Leona las mujeres suelen vivir con la familia del esposo.
NIÑAS CONVERTIDAS EN ESPOSAS
Sarah tiene que cocinar, limpiar la casa y hacer la colada. Me contó que la madre del chico le pega cuando, de puro agotamiento, no cumple con sus tareas. Con tantas trabas, ¿cómo puede una chica como Sarah sobrevivir y salir adelante en Sierra Leona?
En un país pobre regido por un Gobierno que no parece demasiado interesado en proteger a las niñas, lo más sensato que estas pueden hacer es intentar escapar del entorno en el que han nacido. En un universo lleno de amenazas, la escuela puede ser su único refugio.
Estudiar es complicado porque cuesta dinero, pero al mismo tiempo constituye un rayo de esperanza. Sacarse la secundaria puede traducirse en una mayor libertad económica y en la oportunidad de tomar las riendas de su propia vida, quizás abriéndoles las puertas de la universidad o de un empleo cualificado. Sin embargo, se calcula que entre 2008 y 2012 solo una de cada tres chicas cursaron estudios secundarios; en este sentido el embarazo supone una de las barreras más importantes. No en vano el ministro de Educación de Sierra Leona ha vedado la entrada en los centros escolares de las jóvenes gestantes.
Se calcula que entre 2008 y 2012 solo una de cada tres chicas cursaron estudios secundarios
El objetivo de esta política, formalizada por el Gobierno en 2015, es impedir que influyan en sus compañeras y protegerlas de las burlas. La prohibición de que las chicas embarazadas acudan a la escuela«es un ejemplo de moralismo anticuado e irreflexivo que lanza un mensaje equivocado –declara la escritora Aminatta Forna, quien en 2003 fundó una pequeña escuela rural en Sierra Leona–. Hablamos de jóvenes vulnerables, que en este país son objeto de continuas depredaciones».
Elizabeth Dainkeh fue coordinadora de un centro educativo de Freetown para jóvenes en edad escolar que estuvieran en estado de gestación o que ya fuesen madres, financiado por Unicef y el Ministerio de Educación sierraleonés, y otras instituciones.
Marginación tras el embarazo
«Cuando te quedas embarazada, te marginan», me dice. Estamos en el fondo de un aula sofocante en la que chicas con los cabellos trenzados y tocados de vivos colores, algunas con bebés en el regazo, se abanican con los libros de texto mientras escuchan a la maestra con atención.
«Yo creí que les daría vergüenza volver al colegio, pero no,están encantadas», dice con orgullo. La propia Dainkeh se quedó embarazada a los 17 años, y su padre la echó de casa. La hija que tuvo murió de desnutrición antes de cumplir un año de vida. Ahora, a sus 35 años, Dainkeh aconseja a sus alumnas que perseveren: que se olviden de los años que han estado desescolarizadas y sigan adelante.
Mary Kposowa, exdirectora de uno de esos centros femeninos, explica que algunas de sus antiguas alumnas se habían topado con dificultades al querer matricularse de nuevo en escuelas ordinarias después de dar a luz.
Para complicar aún más las cosas, en agosto de 2016 los centros para chicas embarazadas cerraron sus puertas; Unicef declara que se abrieron como un «puente» alternativo a la educación cuando la crisis del ébola tuvo cerradas escuelas de todo el país durante nueve meses. En aquellos centros había matriculadas unas 14.000 jóvenes embarazadas o puérperas, lo que hace temer a Dainkeh que actualmente haya en el país «un gran número de chicas marginadas del sistema educativo».
Los sierraleoneses suelen decir que el trauma de su país tiene su origen en la guerra civil que enfrentó a grupos rebeldes y al Gobierno. Desde 1991 y durante más de 10 años, miles de niñas y mujeres fueron violadas. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. Y más de dos millones se vieron desplazadas.Más recientemente ha sido el virus del Ébola el que ha hecho estragos en el país, cobrándose unas 4.000 vidas en menos de dos años. La epidemia afectó a muchas familias, y dejó huérfanas a un gran número de niñas que tuvieron que hacerse cargo de sus hermanos sin estar aún preparadas para ello.
LAS DIOSAS VIVIENTES DE NEPAL
El país ha ido evolucionando a trompicones hacia la democracia, pero la opresión de las niñas y las mujeres no ceja. «En este país no importa la vida, ni el cuerpo, ni el alma de las mujeres jóvenes –afirma Fatou Wurie, nacida en Sierra Leona, criada en el extranjero y que regresó a su país natal, a Freetown, donde trabaja en pro de los derechos de las mujeres–. Hasta la última política que implantamos excluye la voz de las jóvenes sierraleonesas».
A pesar de que he pasado largas temporadas en diversos lugares de África occidental, la primera vez que pisé Sierra Leona me quedé profundamente impactada. He estado en Nigeria, Ghana, Senegal y Costa de Marfil, pero Sierra Leona me pareció diferente: menos acogedora, menos exuberante, más suspicaz y recelosa. Sin embargo, también descubrí que incluso en este país tan turbulento hay jóvenes que encuentran la manera de sobreponerse por encima de todo.
Regina Mosetay está en la biblioteca de su colegio de Freetown mientras sus compañeras de clase almuerzan entre risas en el patio. Se ha preparado los exámenes finales todo cuanto ha podido. Madre a los 17 años, Regina no puede estudiar como antes porque tiene que cuidar de su hija, Aminata, pero saca tiempo para los libros entre tomas y mudas. Tiene los ojos almendrados y un rostro ovalado que ladea cuando reflexiona sobre algo. Creció en un barrio obrero de calles estrechas y abarrotadas de peatones, tiendas de ropa y de electrónica, y puestos de comida. Su madre la crió a ella, a su hermano y a su hermana en una casa donde también vivían su abuela, primos, un tío y más familiares; en total, 11 personas.
El ébola empezó a propagarse por Freetown y el Gobierno cerró los colegios para contener la epidemia
La echaron del colegio por estar embarazada, una experiencia «dolorosa de verdad», dice. Le encantaba estudiar; su asignatura preferida era lengua (es muy habladora). Nunca pensó que acabaría formando parte del colectivo de adolescentes embarazadas de Sierra Leona, pero en 2014 el ébola empezó a propagarse por Freetown y el Gobierno cerró los colegios para contener la epidemia.
Entonces, en 2015, fue cuando se quedó embarazada de su novio, Alhassan, que en ese momento estaba terminando sus estudios universitarios. «Durante el ébola muchas chicas se quedaron embarazadas –cuenta Regina–. Como no había clase, teníamos mucho tiempo libre». «Sentí que estaba decepcionando a todo el mundo. Tenía vergüenza –confiesa–. Algunas compañeras decían que éramos un mal ejemplo». Esa primavera se quedó encerrada en casa sin nada que hacer ni nadie con quien hablar mientras sus amigas estaban en el colegio. Al cabo de unos meses, una tía le habló de los nuevos centros que daban a las embarazadas o madres en edad escolar la oportunidad de no quedarse atrás en los estudios para que pudiesen retomarlos más adelante.
Regina quiso apuntarse al momento, y habló de esos centros a todas las chicas que conocía que estuvieran en estado o acabaran de parir. Casi todo lo que le enseñaban ya lo sabía, pero disfrutaba estando de nuevo en un aula, sentada en un pupitre de madera con los libros y la libreta abiertos, leyendo, atendiendo, pensando. Llevaba un bebé dentro, sí, pero seguía teniendo cerebro, y eso era fundamental para ella.
«No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo. Quiero que tenga un futuro mejor»
«Era feliz solo con estar allí, y no en casa sin hacer nada», me cuenta Regina. Estudió en aquel centro tres meses; fue una de las 180 chicas que pasaron una temporada más o menos larga en el año inaugural del programa. Regresó a la escuela pública un mes después de dar a luz a Aminata en diciembre de 2015. Desde que ha vuelto, Regina aconseja a todas sus amigas que tengan cuidado con los chicos si no quieren que les pase lo mismo que a ella.
Ya no está desescolarizada. «No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo. Quiero que tenga un futuro mejor», dice. Vive con su novio, ya graduado en ciencias empresariales, y con la madre y la abuela de este, que ayudan en el cuidado de Aminata. Confía en poder formar una familia con él y sabe que terminar los estudios es crucial. Quiere trabajar en alguna organización de ayuda a la infancia, para que los niños –y sobre todo las niñas– tengan una vida mejor. «Cuando termine los estudios podré cuidar de mi familia; cuidaré de mí misma», asegura.
Salmatu Fofanah vive en una ladera de Mountain Cut, un barrio muy poblado de Freetown. Tiene 17 años, es tímida, esbelta y muy guapa, y ya está acostumbrada a cuidar de sí misma. Tanto su madre como su padrastro contrajeron el virus del Ébola hace dos años. Él enfermó tras asistir a un funeral en 2014. (Su padre biológico había muerto de malaria en 2011).
La madre de Salmatu, enfermera de profesión, cuidó a su marido en casa. No tenían ni idea de que había una epidemia de ébola. Cuando el enfermo empeoró, intentó llevarlo al hospital, pero se le murió en el coche. Ella cayó enferma unos días después y falleció en casa un mes más tarde. Entonces Salmatu empezó a encontrarse mal. Le dolía la cabeza y tenía fiebre. Lo mismo les pasó a su tía, su tío, su hermana mayor, su hermano, su abuelo y varios primos. «Todos teníamos miedo», me cuenta Salmatu. Ingresaron en un centro de tratamiento. Solamente sobrevivieron ella y tres primos. Todos los demás murieron. A principios de diciembre de 2014 llegó a Mountain Cut, tambaleante por las náuseas y la pena, para vivir con otros tíos y primos en una amplia casa.
Cada vez que se sentía enferma, le entraba el pánico. En marzo regresó al colegio, temiendo que sus amigas le dieran de lado por haber tenido ébola, pero se llevó una grata sorpresa. «No me marginaron en absoluto», explica. Cada vez que se acuerda de cómo era todo antes de la epidemia de ébola, sus amigas intentan animarla. Salmatu entra en Facebook y WhatsApp para buscar chistes, solo para volver a reír, y cuanto más duerme, mejor se siente.
Fotografías
Asiste a un grupo de ayuda psicológica donde puede hablar de sus problemas. «Me gusta contar lo que me preocupa; me quito un peso de encima», dice. Cuando me entrevisté con ella, su mayor preocupación eran los exámenes finales. «Tienes que pasar página y concentrarte en el futuro. Debes ser feliz con lo que tienes». La asignatura favorita de Salmatu es historia; le gusta conocer lo que ha ocurrido en su país y aspira a ser periodista. Sale con un chico que acaba de terminar el instituto, pero no le permite que la presione para hacer nada que no desee. Quiere seguir cantando y yendo a la playa con sus amigas. A veces ir a clase le da una pereza infinita. («Me encanta dormir, es mi hobby», me confiesa con una sonrisa. Cuando de pequeña cogía una rabieta, su madre la ponía a dormir y se le pasaba). Pero entonces recuerda las metas que se ha marcado. Su madre murió por su familia. ¿Cómo no va ella a terminar los estudios y llevar una vida de la que su madre se habría enorgullecido?
Kadiatu Kamara, a quien todos llaman KK, nació en un pueblo costero llamado Bureh, a orillas del Atlántico. Es un torbellino de fuerza y energía, con un racimo de estrellas tatuadas en el cuello. Ha vivido aquí toda su vida; sus padres la criaron –junto con cuatro hermanos y una hermana– en esta compacta comunidad. Se ganaban la vida vendiendo carbón que recogían en la zona. Cuando su padre falleció siendo ella muy joven, las cosas se pusieron difíciles. Su madre, Baby, se vio muy apurada –como todavía se ve hoy– para ganar lo suficiente, y solo pudo permitirse costear los estudios de dos de sus hijos: KK y un hermano mayor.
KK tiene 19 años, es la benjamina de la familia y siempre ha tendido a buscar aquellos entornos en los que siente que encaja. Vive con su madre y otros familiares, así que anhela un espacio propio. Hace cuatro años se fundó en la playa un club de surf al que asistían muchos chicos de su pueblo, y a ella le apeteció ver cómo era. Solo había visto surfistas en las revistas que se dejaban en la playa los turistas extranjeros. Para KK el mar es un bálsamo. Cuando se mete en el agua, se siente más libre, más serena. «Cuando surfeo, es como si estuviese en otro país», dice. Al principio ni siquiera sabía nadar bien. Un día se le soltó la cuerda del tobillo y las olas se llevaron la tabla. Un compañero tuvo que ir a rescatarla porque se ahogaba.
KK es una de las pocas surferas de Sierra Leona. Conoce chicas que se quedaron en estado y dejaron los estudios o que acabaron con hombres que les doblan la edad, pero siempre ha sabido que no quiere eso para ella. Cuando en el colegio las advirtieron contra las relaciones sexuales prematuras, ella tomó nota. El surf la ayudó a no perder el norte.
«A algunas chicas sus madres no pueden pagarles el colegio, así que van con los chicos para que ellos les den el dinero»
«A algunas chicas sus madres no pueden pagarles el colegio, así que van con los chicos para que ellos les den el dinero, explica KK. A veces les cobran el favor en especias y las abandonan cuando se quedan embarazadas, por lo que las chicas acaban en la calle. A su madre jamás le ha sobrado el dinero, pero como KK es hábil y trabajadora, está ganando su propio dinero y nunca ha tenido que recurrir a ningún chico. Trabaja en la cocina del chiringuito de la playa y a veces vende galletas a los bañistas. Se levanta a las seis o siete de la mañana, surfea un poco si hay buenas olas y luego se va a clase. Está en el colegio toda la tarde hasta la noche, y cuando vuelve a casa estudia y hace la cena. KK ayuda a su madre dándole parte de lo que gana.
Un sábado por la tarde del pasado mes de julio la vi estirarse en la arena tórrida de Bureh Beach. Luego se levantó de un salto y se lanzó, intrépida, con la tabla de surf contra una ola espumosa en las aguas turquesas. Remó con los brazos, flotando boca abajo, aguardando con paciencia a que llegase otra ola alta. Los chicos se empeñaban en cabalgar olas flojas y se caían todo el rato. Un muchacho flaco se persignó antes de zambullirse. KK lanzó un grito de júbilo cuando la descabalgó una ola frustrada.
KK quiere fabricar sus propias tablas. Su meta es abrir una tienda para venderlas y tener una escuela de surf. «Quiero enseñar a otras chicas», me dice. Entre tanto, surfea varios días a la semana, sobre todo durante la estación lluviosa, cuando las olas llegan a alcanzar los dos metros de altura. KK está perfeccionando su técnica. Cree que si mejora lo bastante, podrá dedicarse profesionalmente a este deporte.
Le gustaría estudiar medicina o contabilidad, pero no sabe si tendrá suficiente nivel para entrar en la universidad. A veces los profesores no les enseñan nada, y ella tiene problemas con la lectura.
«Si me dedico al surf, a lo mejor algún día viene alguien al club, me ve y me escoge [para patrocinarme] –me dijo, llena de esperanza–. Y así podré mantener siempre a mi familia».
Noruega / 10 de marzo de 2019 / Autor: Redacción / Fuente: UNESCO
El aprendizaje a lo largo de toda la vida es un derecho y no un privilegio, ha declarado la primera ministra noruega Erna Solberg a los delegados en una conferencia internacional clave celebrada esta semana.
En su intervención en la Cumbre del Consejo Internacional de Educación Abierta y a Distancia (ICDE por sus siglas en inglés) que ha tenido lugar en Lillehammer, ha planteado una visión ambiciosa del aprendizaje a lo largo de toda la vida, basada en la noción del aprendizaje a lo largo de toda la vida como un derecho humano. Ha señalado que se necesitan soluciones flexibles de aprendizaje para facilitar el aprendizaje a lo largo de toda la vida y que esto es esencial para el desarrollo de sociedades inclusivas y sostenibles.
«No podemos aceptar que la gente se vuelva obsoleta», ha explicado la Sra. Solberg. «La educación continua es importante en tiempos de grandes cambios en nuestra forma de trabajar. La digitalización en la sociedad ha hecho que muchas personas hayan cambiado de trabajo e incluso de carrera. Tanto para mantener la ventaja competitiva como para evitar que alguien quede excluido de la vida laboral, es importante que el aprendizaje a lo largo de toda la vida funcione bien».
Noruega es uno de los países líderes en la aplicación de la Agenda de la Educación 2030, y desde hace mucho tiempo apoya la labor de la UNESCO y del UIL en materia de aprendizaje a lo largo de toda la vida.
«El apoyo brindado por Noruega para la consecución de esta agenda es sumamente importante y es uno de los pilares de la labor del UIL», ha afirmado el director del UIL, David Atchoarena, quien también fue uno de los ponentes principales en el evento. «Resulta alentador, por tanto, ver que la primera ministra presente una visión tan audaz y a tan largo plazo del aprendizaje a lo largo de toda la vida en su país».
«Como he indicado en mi presentación, el aprendizaje a lo largo de toda la vida es una herramienta no solo para garantizar la educación para todos, sino también para acabar con el hambre, establecer la igualdad de género y alcanzar los demás Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero, por supuesto, nada de esto será posible sin el apoyo político de alto nivel de los Estados miembros, y en este sentido, me complace que Noruega vuelva a tomar la iniciativa».
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 10 de marzo de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
00:00:00 – Cuestionan mensajes de Bolsonaro sobre educación en Brasil
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