Por: Jennifer Delgado Suárez
Escaparte a hurtadillas genera la sensación de abandono
¿Cómo despedirte de tu hijo sin que se convierta en un drama?
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2017/03/por-que-siempre-debes-despedirte-de-tu.html
Por: Jennifer Delgado Suárez
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2017/03/por-que-siempre-debes-despedirte-de-tu.html
Por: Jennifer Delgado Suárez
Mientras el abuso físico afecta fundamentalmente las zonas motoras de la corteza, las consecuencias a nivel cerebral del abuso emocional son aún más preocupantes ya que este se refleja en las zonas de la corteza prefrontal y el lóbulo temporal medial, áreas relacionadas con la decodificación y el control de las emociones, la autoimagen y la empatía.
La densidad sináptica aumenta con el uso. Cuando aprendemos una habilidad, ya se trate de escribir o de reconocer las emociones de los demás, se crean nuevas conexiones en las zonas del cerebro relacionadas con esas competencias. Obviamente, si durante la infancia no tenemos la oportunidad de desarrollar determinada habilidad, esas conexiones no se crearán.
El abuso emocional altera los patrones de señales sinápticas que normalmente tendrían que activarse, haciendo que los niños, y posteriormente los adultos, tengan dificultades para gestionar sus emociones, sean menos empáticos y tengan una autoimagen negativa.
No podemos olvidar que el apego seguro es esencial para un desarrollo adecuado del cerebro, en especial de las zonas vinculadas con el control emocional. Un niño sometido a un estrés continuo puede terminar sufriendo daños a nivel cerebral que después serán difíciles de revertir. Por tanto, recuerda que es más fácil educar a niños emocionalmente fuertes que reparar a «adultos rotos».
23 febrero 2017/Fuente: Educactivate
nvestigador, divulgador científico y profesor de genética en la Universidad de Barcelona.
Los estudios y la investigación en neurociencia, ¿se aprovechan lo suficiente? ¿Se ponen en práctica?
Yo creo que no, pero por el simple hecho de que son estudios muy recientes. Generalmente cualquier descubrimiento científico tarda unos años en tener implicaciones en la vida real. Lo que hemos descubierto hasta ahora desde la disciplina de la neurociencia lleva entre diez y quince años a la luz, por lo que sería preocupante que a partir de ahora no empezara a influir.
¿Qué influencia más inmediata cree que pueden tener estos estudios?
Pues, como todo el mundo pensará, deben tener implicaciones en la manera de educar a los alumnos, pero sobretodo, y yo creo que es lo más importante, en cómo se forman los profesionales de la educación. Ellos serán los primeros que aplicarán los cambios.
¿Sobre qué tenemos más campo por recorrer?
Una de las primeras cosas, de la que tenemos un aval científico sólido y que deberíamos aplicar desde ya, es la necesaria combinación de elementos racionales y emocionales en la educación.
Pero esto es algo que en algunos ámbitos ya se hace, ¿no?
Por supuesto. Muchas de las cosas que aportará la neurociencia a la educación no son cosas novedosas, sino la reafirmación de que ciertas prácticas que ya se están llevando a cabo tienen resultados positivos científicamente demostrados.
¿Nos puede poner algún ejemplo?
¡Claro! Se trata de combinar aprendizajes que sean racionales con estrategias que sean emocionales. A lo largo del tiempo hemos visto cómo cualquier proceso que requiera la memoria funciona mucho mejor si detrás hay componentes emocionales. A veces intentamos aprender procesos biológicos, listados de reyes u obras literarias, y lo hacemos de forma muy racional. En realidad, lo que resulta más útil para que quede grabado en la memoria a largo plazo son las emociones.
Los niños y niñas reciben una cantidad abrumadora de estímulos a diario. ¿Cómo afecta esto a su cerebro?
¡Depende de cada niño! Los cerebros no son todos iguales ni parten de una misma base. Hay personas que se estresan con más facilidad y hay otras que no. Hay personas que son más racionales que otras y personas que gestionan mejor las emociones que otras. Esto también significa que hay cerebros capaces de gestionar una mayor cantidad de información y otros que no.
¿Nuestras cabezas tienen un límite?
Nuestros cerebros son capaces de albergar mucha más información de la que jamás tendremos. El problema no es ese, es una cuestión de estrés. El problema del exceso de información es que si tenemos la percepción de tener más información de la que querríamos o de la que nos hace falta, el cerebro se estresa. Hay una serie de mecanismos biológicos que activan un conjunto de hormonas que nos generan estrés.
¿Por qué generamos este estrés?
El estrés sirve para defendernos de situaciones que consideramos que son amenazadoras. Por tanto, las personas que se estresan por un exceso de información se defienden de una situación amenazadora, que es justo lo contrario de lo que debería ser la educación. Una de las consecuencias de este estrés es que desregula la redes neuronales de procesamiento más racional y las funciones cognitivas más complejas. Esto juega en contra de lo que es el autocontrol de los procesos de aprendizaje.
¿Y qué debe hacer el profesional de la educación en estos casos?
El papel del educador es clave. Los profesores deben, en la medida de lo posible, ofrecer el máximo de información sin cruzar las fronteras de los alumnos que se estresan con más facilidad. No es una tarea fácil.
¿Los niños de hoy en día están hiperestimulados?
Depende de cada niño también. Para que se desarrolle el cerebro, el niño necesita aburrirse. No necesita estar todo el rato aburrido, por supuesto, necesita hacer actividades interesantes, cosas que le gustan y que le estimulen. Pero necesita momentos diarios de no saber qué hacer, estos momentos son los que hacen que el cerebro busque estrategias para hacer cosas.
¿Desarrollan así su creatividad?
Sí, entre otras muchas cosas. Hay experimentos recientes que demuestran que niños que han tenido buenos ratos de aburrimiento, de adultos han sido capaces de tomar decisiones de forma más eficiente. Como aburrirse no gusta a nadie, las personas se montan estrategias para hacer cosas, y hacer cosas implica tomar decisiones. Un niño al que se lo dan todo hecho, poco poder de decisión desarrollará: salen de clase y van a baloncesto, después a inglés, llegan a casa y deben hacer deberes, se duchan, cenan y a la cama.
Pese a esto, muchos padres y también profesores piensan que si no estimulan a sus hijos con extras como los idiomas o actividades artísticas no desarrollarán todas las competencias que creen que son claves para su futuro profesional.
Pero es que vivimos instalados en la sociedad de la competitividad. Tenemos miedo de que nuestros hijos no sean suficientemente competitivos con los otros niños. Depende mucho del objetivo que creamos que tiene la educación.
Deberíamos preguntarnos para qué sirve la educación, entonces.
Exacto. Para mí la educación ha de servir para ayudar a nuestros hijos a crecer con dignidad. Y la dignidad incluye compartir decisiones, tomar las propias y asumir las de terceros. Si tú no sabes tomar tus propias decisiones, no asumirás las de los demás como algo compartido. Para crecer con dignidad hacen falta muchas cosas, pero entre ellas: aburrirse, jugar, organizarse los propios juegos, etc.
Es que ya no les dejamos ni decidir a qué jugar…
Los niños que se quedan a comer en el colegio, tienen, en la mayoría de centros, pautados los juegos de la hora del recreo. Esto no puede ser así… Ya aprenderán a hacer cosas por ellos mismos, pero debemos darles la oportunidad de hacerlo.
¿Por qué cree que a los adultos les da miedo que los niños se aburran?
Cuando los adultos nos aburrimos pensamos, sobretodo en nosotros mismos, nos psicoanalizamos. La neurociencia demuestra que las personas que dedican un rato a autoanalizarse, lo que se llama meditación, y no en el sentido esotérico de la palabra, favorecen determinadas conexiones neuronales que refuerzan algunas partes del cerebro como la empatía, la creatividad, etc.
¿Por qué hay niños que aprenden más rápido que otros?
Hay una parte que es genética. Todos tenemos el mismo tipo de genes, pero hay diversas variedades de cada uno de ellos. Algunos controlan cómo se conectan las neuronas, otros cómo se envían las señales, cómo crecen las neuronas, etc. Depende de la variedad de cada gen, algunos se desarrollan de una forma y otros de otra. Hay personas que tienen mejor conectada el área de la creatividad y otras la memoria.
¿Y la otra parte?
La de la educación, pero en un sentido amplio. No hablamos solo de la educación reglada. La educación empieza antes del nacimiento. El feto ya interacciona con el ambiente. Una persona que crece en un entorno relajado, tendrá una serie de conexiones que harán que tenga más estabilidad. Una persona que crece en un entorno crispado, para protegerse, se formará con unas conexiones que harán que sea más reactivo desde el punto de vista emocional. Será más impulsivo y menos racional. A las personas impulsivas siempre les cuesta más aprender que a los reflexivos. Las personas nacemos con un cerebro predispuesto, pero no determinado.
Cuando hablamos de la educación reglada y de los ritmos de cada individuo, ¿qué cree que es más correcto: dejar que el niño siga su propio ritmo o estimularlo para favorecer ese aprendizaje?
Cada alumno debería ir a su ritmo, su cerebro debería poder madurar a su tiempo. Pero esto no quita que no se le pueda ir estimulando, siempre y cuando no se pase de la frontera que marca su propio desarrollo. Si no estimulas, hay personas que, por su naturaleza, son muy tranquilas, y si no aprenden algo les da absolutamente lo mismo. Hay otros que necesitan aprender cosas nuevas constantemente. Si no estimulas, te arriesgas a que el cerebro madure sin haber adquirido determinados conocimientos.
La neurociencia explica que hay determinados períodos de edad que son más óptimos para aprender determinados conocimientos. Pasado este margen de edad, ¿es más difícil o es imposible adquirir ese conocimiento?
Imposible no lo es nunca. Si fuera imposible, los que nacimos cuando no había ordenadores ahora seríamos incapaces de hacerlos funcionar. Somos la única especie que siempre podemos aprender cosas nuevas. Los chimpancés, que también tienen capacidad de aprendizaje, solo pueden hacerlo durante su infancia.
¿Qué sucede en nuestro cerebro para que haya estos períodos de receptividad?
El cerebro está programado para abrir ventanas en determinados momentos de la vida. Una de las primeras que se abre es la de la sociabilidad. Lo primero que hace un bebé es socializar con su entorno. Después se abren otras ventanas: la motora, la del lenguaje, etc.
En la socialización juegan un papel importante las emociones, ¿no?
Por supuesto. Uno de los elementos más poderosos de cohesión social es la emoción. Los políticos apelan a las emociones, no a la racionalidad. La capacidad de vivir en sociedad es un gran estimulador para aprender cosas nuevas. La mejor recompensa de un niño no es decirle “iremos de excursión el fin de semana”, es la mirada de aprobación del profesor, o el hecho de ver que sus amigos están de acuerdo con él. Esto refuerza el aprendizaje, la motivación es imprescindible.
¿Y por qué olvidamos muchas de las cosas que aprendemos cuando somos pequeños?
La memoria está ligada a un patrón de activación de muchas neuronas diferentes. Cuantas más neuronas se nos activan cuando aprendemos algo nuevo, más facilidad tenemos para recordarlo después. Más profundo es el recuerdo del aprendizaje.
¿Y cómo podemos activar más neuronas durante el aprendizaje?
Hay un trabajo reciente muy interesante en el ámbito del estudio de las matemáticas, que es una de las asignaturas que da más miedo. Se ha visto que los profesores que explican matemáticas gesticulando mucho obtienen mejores resultados. Cuando los alumnos recuperan esa información de su cerebro, se les activan muchas más neuronas, entre ellas las del movimiento. Recuerdan mejor lo aprendido y además lo saben aplicar con más facilidad.
Fuente: http://www.educactivate.com/david-bueno-el-aburrimiento-es-necesario-para-el-desarrollo-del-cerebro/
Por: Observatorio FAROS Sant Joan de Déu
Los tres primeros años de vida son cruciales. Los límites, durante esta etapa son de vital importancia. Es durante este período que los pequeños aprenden ciertas pautas de conducta y comienza el momento de interiorizar ciertos comportamientos y maneras de funcionar. Es muy importante estar atentos a los síntomas tempranos y no dejar de ejercer la autoridad. Podemos decir que los pequeños empiezan a:
Nos podemos encontrar con límites familiares (los que nos inculca nuestra familia y nuestros padres) y sociales (los que la sociedad y los demás nos marcan). Podríamos decir también que, antes de juzgar y de actuar según de qué manera, sería importante ver, detectar y actuar en función de si las conductas agresivas de los niños vienen por una carencia educativa, o bien por rasgos de personalidad psicopática (a menudo por una fuerte inestabilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa).
También son de vital importancia los factores como la edad y el contexto donde pasan los eventos. No hay que olvidar que el comportamiento agresivo en los niños forma parte del desarrollo normal; todavía están desarrollando el lenguaje, a veces quieren ser «independientes» y les cuesta controlar los impulsos. Por lo tanto, durante esta edad puede llegar a ser bastante normal que se manifieste algún tipo de agresividad.
También, hacia los 11-12 años (en la pre-adolescencia) es probable que vuelva a reaparecer con fuerza esta agresividad. Nos ayudará tener presente y entender este comportamiento como una parte necesaria del crecimiento, y una parte fundamental del proceso de socialización. No obstante, es importante actuar y no dejar pasar ciertos comportamientos inadecuados. A menudo encontramos niños que han adquirido un «poder» especial, que les otorga la potestad de «pegar» a todo aquel que se le pone por delante.
La educación emocional y la disciplina positiva nos pueden dar herramientas para actuar con firmeza y autoridad, a la vez que con afecto y empatía.
Otro de los aspectos que resulta de mucha importancia y que hay que empezar a trabajar desde pequeños, es el autocontrol hacia ellos mismos y los demás. Su impulsividad a veces les lleva a realizar actos poco correctos o muy espontáneos. Somos los adultos los que tenemos que encontrar el equilibrio para tolerar o no según qué comportamientos según nuestro criterio. No habrá que olvidar tampoco que debemos dar ejemplo con nuestros actos; somos el espejo donde ellos se miran y somos responsables de nuestros propios actos.
Del mismo modo, cuando antes se empieza a trabajar la autonomía y la responsabilidad, mucho mejor funcionan las cosas después. Es muy importante el vínculo y el respeto que se establece durante los primeros años. Cuando hablamos de responsabilidad, nos referimos a responsabilidad consigo mismo, los demás y los diferentes contextos familiar, escolar y social.
Fuente: http://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/claves-controlar-impulsos-agresivos-ninos
Por: REDEM
“El mundo está mal repartido” es una frase que se viene diciendo desde tiempos inmemoriales. En no pocas ocasiones, algunos poseen mucho y otros poco, sin que los primeros tengan méritos que lo justifiquen.
Las relaciones jerárquicas son una de las características de nuestra existencia social. A una edad muy temprana, los niños pueden detectar la diferencia entre individuos dominantes y subordinados. Pero ¿cómo se comportan respecto a esta clasificación asimétrica? ¿Favorecerán al dominante y por tanto preservarán el status quo de este? ¿O favorecerán más al subordinado para compensarle y por tanto tratarán de instaurar una forma de igualdad? ¿Cómo evolucionan estas posturas durante la niñez?
Unos científicos del CNRS (Centro Nacional francés para la Investigación Científica) y de la Universidad Claude Bernard Lyon 1 (Francia), así como de las universidades de Lausana y Neuchâtel (Suiza), han examinado los primeros síntomas de este posicionamiento político en niños de edades comprendidas entre los 3 y los 8 años a través de dos experimentos.
La pregunta, planteada de modo simple, sería: a medida que crecen, ¿se convierten los niños en Robin Hoods?.
La respuesta a esta pregunta ha resultado ser que, dependiendo de su edad, no tienden a repartir riqueza de la misma manera entre individuos dominantes y subordinados. Así que se desarrolla una tendencia hacia el igualitarismo que se fortalece entre los 5 y los 8 años. Este hallazgo, realizado por Rawan Charafeddine, Hugo Mercier, Fabrice Clément, Laurence Kaufmann, Anne Reboul y Jean-Baptiste Van der Henst proporciona una comprensión más clara sobre cómo se desarrolla la noción de igualdad en el individuo humano a medida que crece, y cómo la de su sentido de la justicia.
Durante el primer experimento, los científicos pidieron a 173 niños que miraran una pequeña obra en la que se desarrollaban una serie de interacciones entre títeres, uno de los cuales siempre imponía su deseo sobre el otro, de manera que los niños lo reconocieron como el “jefe”. Los científicos dieron después a cada niño un trozo de chocolate grande y otro pequeño, y observaron cómo él o ella distribuía estos dulces entre las marionetas. A los 3 y 4 años de edad, una gran mayoría de los niños tendía a beneficiar al títere dominante, dándole el trozo grande de chocolate, respetando así la jerarquía social. A los 5 años, esta tendencia comenzaba a disminuir, hasta quedar completamente invertida a los 8 años, cuando casi todos los niños favorecían a la marioneta subordinada.
En el segundo experimento, 132 de los niños miraron una escena donde tres personajes (uno de los cuales les decía a los otros que él era el “jefe”) estaban jugando en el parque. El dominante y uno de los subordinados recibieron entonces tres monedas, mientras que el otro subordinado solo recibía una. El experimentador pidió a los participantes que tomaran una moneda de uno de los dos personajes que habían recibido tres y que se la dieran al que solo había recibido una. Se vio el mismo efecto que en el primer experimento: los niños más jóvenes protegían los recursos del dominante mientras que los de más edad protegían los del subordinado.
Los niños de mayor edad consiguieron a menudo explicar sus elecciones. Dieron la pieza de chocolate más grande a un títere en particular “porque nunca elige el juego” o “porque tiene menos suerte que el otro”.
Fuente: http://www.redem.org/cuando-nace-en-la-infancia-el-impulso-de-intentar-cambiar-el-mundo-para-volverlo-mas-justo/
Por: Cristina Martínez Carrero
En la actualidad uno de los principales problemas dentro de nuestras aulas son los problemas de conducta en niños y adolescentes. Cuando hablamos de conductas disruptivas nos referimos a las conductas inapropiadas que perjudican el buen funcionamiento del aula, referidas a las tareas, relaciones con los compañeros, al cumplimiento de las normas de clase o a la falta de respeto al profesor.
Niños que no dejan hablar, ofenden a los demás, tienen comportamientos agresivos o desmesurados, pierden el control con facilidad, muestran y verbalizan una actitud negativa frente al trabajo, negando cooperación y llamando la atención…
Estas conductas son un desajuste en el desarrollo evolutivo del niño ya que impiden crear y mantener relaciones sociales saludables con sus iguales y con los adultos. Debemos tener presente que detrás de una conducta inapropiada suele haber factores psicológicos que la desencadenan: sentimientos de abandono, frustración, baja autoestima, falta de establecimiento de normas en el núcleo familiar… Estas respuestas son tácticas adquiridas o aprendidas para provocar al adulto y llamar la atención.
El comportamiento disruptivo es común en la infancia, pero en algunos casos, debido a su frecuencia y persistencia en el tiempo se convierte en un problema. Generalmente, estas conductas se producen tanto en el hogar, como en la escuela.
Para poder establecer unas pautas de actuación ante las conductas sería bueno que el profesorado realice un registro de las conductas. Este nos dará muchas pistas sobre cómo podemos ayudar en el problema.
No existen formulas “mágicas” y en muchas ocasiones lo que vale y funciona muy bien para unos, no genera tanta repercusión en otros. Sin embargo, como profesionales de la educación sí podemos seguir una serie de pautas que ayudarán a relajar el ambiente y reducir los episodios de estas conductas:
Recordar que lo más importante es nuestro autocontrol, perder los nervios puede agravar el episodio. Estas situaciones son muy complicadas de gestionar, por ello, la mejor fórmula y solución es la práctica diaria, sumada a la reflexión profunda sobre nuestra acción. Cuando nos enfrentemos a una de estas situaciones, debemos intentar aprender de ellas, analizándolas, pensando en lo que funcionó y analizando lo que no lo hizo.
Si a pesar de aunar pautas y formas de actuación, las conductas disruptivas siguen siendo intensas y perduran en el tiempo, es recomendable acudir a un experto que pueda pautarnos y trabajar directamente con el alumno. Estas terapias se centran en entrenar a los padres, profesores y alumno en habilidades de control del comportamiento mediante estrategias de modificación de conducta.
Fuente: http://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/educacion-emocional/claves-manejar-las-conductas-disruptivas-aula/41990.html
España/01 diciembre 2016/Fuente: Redem
Lamentablemente, hay muchos niños diagnosticados de trastorno por déficit de atención, y eso tiene que ver con una nueva manera (que existe desde hace años) que tienen los médicos y psiquiatras de describir y clasificar las enfermedades y, lamentablemente, también tiene que ver con intereses económicos de la industria farmacológica.
G.K.: En el trastorno por déficit de atención, al niño le cuesta mucho concentrarse, no puede seguir una lectura o una secuencia de juego acorde con su edad y se mueve sin motivo. Digo «acorde con su edad» porque en los niños pequeños, de dos o tres años, es normal que su atención sea breve y que pasen de una lectura a otra o de un juego a otro.
Por desgracia se ha focalizado en una sola causa: una posible alteración cerebral. Pero en un gran porcentaje de niños diagnosticados de trastornos por déficit de atención las causas no son neurológicas, sino emocionales. Así lo atestiguan los neurólogos, que conocen a los niños y a su entorno familiar y social y que están en contacto con sus psiquiatras y psicólogos.
Muchos niños diagnosticados con síndrome de hiperactividad y déficit de atención están padeciendo una situación de ansiedad familiar, y responden con un síntoma: no atienden, no se concentran. En esos casos, tratarles con un medicamento no solo no está indicado, sino que es perjudicial, porque aparentemente mejoran, aparentemente pueden concentrarse más, pero los motivos reales por los cuales fallan en su atención no se tratan.
Consiste en hacer psicoterapia al niño y entrevistas a los padres para averiguar qué es lo que ha originado esa hipermotilidad y ese exceso de ansiedad en el niño. Hay que hacer sesiones individuales al pequeño en las que pueda expresar, a través del juego o del dibujo, los conflictos que «nos está mostrando» a través de su «no poder estar ni un minuto quieto».
Porque cuando nosotros vemos por primera vez a un niño con hiperactividad y déficit de atención, descubrimos que tiene fallas en la atención y el aprendizaje, pero que él, en realidad, y aunque no lo sepa conscientemente, está muy atento a las preocupaciones de su mundo interior. Esos conflictos le producen angustia y su única manera de expresarlo es moviéndose continuamente, tocando las cosas sin motivo, durmiendo mal y con otros síntomas que se incluyen en este síndrome.
En las primeras sesiones el niño juega con varios elementos lúdicos, toca y deja objetos, empieza a armar construcciones y las abandona sin terminarlas, va al servicio varias veces sin necesidad, pide agua aunque no tenga sed…, no puede quedarse quieto, pero una vez que comienza a expresar sus conflictos inconscientes, y cuando puede manifestarlos a través de la palabra, los dibujos y los juegos, notamos que cambia su modo de comportarse: comienza a concentrarse y puede dedicar más tiempo a una actividad.
Si el terapeuta es un buen profesional y hay colaboración de los padres, en pocas semanas ese niño que era un torbellino está más atento, más tranquilo y tiene mejor rendimiento escolar.
No existe un tratado de causas y sus efectos: puede haber muchas causas y muchos síntomas. Con frecuencia son problemas «normales» que el niño no ha podido superar adecuadamente: la muerte de un familiar que quizás los padres no le dieron la importancia que tenía para él, la muerte de una mascota que quería mucho, la separación de los padres, cuando no ha sido bien manejada en el ámbito familiar, los celos «no superados» ante el nacimiento de un hermanito, el ingreso de la madre después de un parto por alguna complicación o muchas otras causas que forman parte de nuestra vida cotidiana.
Estas situaciones merecen un estudio y un tratamiento intenso, son traumas psíquicos o físicos que el niño pudo haber sufrido y que han desencadenado el síndrome de hiperactividad.
No, en absoluto. El problema se ha exagerado de tal manera que se habla en la prensa de presidentes de gobierno o de actores famosos que tienen hiperactividad. Pero yo creo que si una persona ha llegado a esos puestos de prestigio profesional y de gran responsabilidad, es porque su déficit de atención, después del tratamiento, ha desaparecido o es muy leve.
Ahora bien, un niño que tiene un estado de ansiedad crónico y que no recibe ayuda, sí está condenado a tener fracaso escolar y problemas laborales en el futuro.
Depende de cada niño. Si la hiperactividad se debe a un trastorno neurológico, es probable que necesite llevar una medicación bastante tiempo, pero si el trastorno es de origen emocional –que es muy frecuente, aunque los laboratorios farmacéuticos digan lo contrario– en poco tiempo se logran efectos muy, muy buenos. Lo primero que mejora es el rendimiento escolar: el niño comienza a asimilar conceptos, a memorizar temas, a prestar atención, a fijar su atención y a controlar sus movimientos.
El medicamento que se prescribe es un derivado anfetamínico que mejora los síntomas, pero el organismo se acostumbra a él. Ayuda a corregir el déficit de atención solo cuando el origen es neurológico y se han descartado causas emocionales; si las causas son problemas afectivos, hay que trabajar con el niño y con la familia y no es necesaria la medicación.
La disritmia cerebral, las alteraciones en el embarazo, los traumatismos craneoencefálicos, ciertas infecciones virales o bacterianas que dejan secuelas y pueden producir este trastorno o no.
Los psicólogos tienen tests muy complejos y precisos para averiguar cuándo el déficit de atención se debe a una u otra causa.
Psicoanalistas, psicólogos cognitivos, gestálticos, comportamentalistas… los buenos profesionales de todas las escuelas saben que la solución de la hiperactividad no pasa siempre por la medicación.
Los síntomas de hipermotilidad llaman la atención a los padres suele ser a partir de los cinco o seis años –antes de esa edad el niño normalmente es inquieto y movedizo–, y a los seis años los maestros suelen advertir a los papás de que el niño «no atiende como los demás».
Ahora que está tan de moda la hiperactividad con déficit de atención, algunos padres de niños de dos o tres años que son muy inquietos vienen a consulta y en ese caso es mejor informarles y tranquilizarles, ya que esas reacciones que les llaman la atención pueden ser comportamientos evolutivos normales. Es alarmante el aumento de niños con estos trastornos y lamentablemente en muchos casos son diagnosticos erróneos e influidos por las tendencias actuales.
No tienen que hacer psicoterapia (excepto casos particulares que sí lo requieran), sino unas entrevistas para aclarar cuáles pueden ser los conflictos que preocupan al niño.
Todos los medicamentos tienen efectos secundarios. Por ese motivo desde hace ya varios años los laboratorios médicos adviertan en sus prospectos de los posibles inconvenientes. La cuestión es utilizarlos adecuadamente en los niños que realmente lo necesitan
Es recomendable que esta medicación sea pautada y controlada por un psiquiatra infantil.
Sí, es un peligro, pero los padres buscan un diagnóstico y una etiqueta porque ingenuamente les tranquiliza. Decir «tengo un niño con hiperactividad y déficit de atención» en muchos casos quita a la familia la responsabilidad que pueda tener en ese trastorno.
Fuente: http://www.redem.org/muchos-ninos-diagnosticados-como-hiperactivos-lo-que-tienen-es-ansiedad/