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«Ya es hora de la cuarta revolución educativa: la del aprendizaje». Alex Beard

Redacción: ABC

El experto en educación, Alex Beard, considera que la docencia debería ser el trabajo más importante del siglo XXI.

Alex Beard, autor de «Otras formas de aprender», es un apasionado de la educación. Pertenece a Teach For All, una red a la que lleva más de diez años dedicado para explorar las prácticas educativas que se imparten en distintos países de todo el planeta con el objetivo de que los niños puedan desarrollar su potencial de la mejor manera posible. Todo lo que observa y aprende ya lo ha compartido con profesores, líderes educativos y responsables políticos de cuarenta y seis países.

En su reciente paso por España reconoció que la educación cambia de forma muy lenta, «es esencialmente la misma ahora que en tiempos de Platón. Lo que funcionaba hace dos mil años se sigue utilizando hoy en día», confiesa. Sin embargo, recordó que, por otro lado, la educación ha pasado por grandes momentos de cambio, revoluciones a lo largo de la historia. Una primera, hace cien mil años, cuando surgió el lenguaje; la segunda, hace 8.000 años con la creación de las escuelas donde se enseñó a leer y escribir; y, por último, hace 500 años con la masificación de la educación por la invención de la imprenta, lo que permitió que la alfabetización se extendiera».

«Ya va siendo hora de que llegue la cuarta revolución: la del aprendizaje. Gracias a todo lo que sabemos sobre el funcionamiento del cerebro y a todas las tecnologías increíbles que se han creado, —como la inteligencia artificial, internet, los teléfonos inteligentes…—, hoy se puede aportar mucho para mejorar la enseñanza», aseguró en su entrevista con ABC.

¿En qué consiste exactamente esta revolución?

–En que en vez de enseñar a los niños a saber necesitamos enseñarles a aprender. Nacemos para hacerlo. El aprendizaje es nuestro superpoder pero, en vez de liberar nuestro potencial innato, los modelos educativos lo limitan con demasiada frecuencia porque conciben nuestra mente como un ordenador al que hay que suministrarle información y, por tanto, reducen esa capacidad de aprender.

¿Qué es lo que le falta hoy a la educación para abordar esa cuarta revolución?

Creo que tres aspectos esenciales. El primero es el deseo de que todo el mundo ame el aprendizaje a lo largo de su vida; es decir, que tanto niños como adultos lo disfruten. El segundo es la comprensión de que la enseñanza debería ser el trabajo más importante del siglo XXI porque estamos en una época en la que todos los recursos de la tierra se están agotando, y el único que no lo hace y es ilimitado es la inteligencia humana y, precisamente, los profesores son quienes lo cultivan.

Por último, sería necesario tener el sentimiento de que la educación de la gente joven debe ser una responsabilidad compartida de toda la sociedad —no solo de padres y profesores—, como ya está ocurriendo en escuelas de diferentes partes del mundo como Finlandia, Ontario (California) o Corea del Norte.

¿Cuánto hay de moda y cuánto de necesidad de nuevas tendencias en la educación?

Es cierto que cada año surgen nuevas tendencias: aprendizaje basado en proyectos, en inteligencia emocional, empatía, memoria…, no hay nada infalible para mejorarla. Es necesario analizar lo que hacen en los diferentes países y tomar pequeñas ideas de aquello que les funciona para aplicarlo en otras escuelas de otros países.

Por ejemplo, de Finlandia. Allí los alumnos tienen mucha libertad en el aulas, de manera que se les permite descubrir de forma activa qué es lo que más les interesa realmente. Es un sistema que se basa en la cooperación y no en la competición.

En Shanghái (China) se enfocan más en el dominio del aprendizaje, ya sea matemáticas, lengua…, y son muy buenos en estos conceptos, pero esta fórmula no favorece a la creatividad. En Silicon Valley, sin embargo, emplean la tecnología más reciente y aprenden a utilizarla de forma creativa y colaborativa. Analizando todo esto, lo ideal sería aplicar en otras aulas del mundo el sistema cooperativo de Finlandia, el de aprendizaje de Shanghái y el uso de las nuevas tecnologías de Silicon Valley y comenzar, así, esta cuarta revolución del aprendizaje.

¿Están preparados y dispuestos los docentes para asumir toda estas tendencias?

Los profesores pueden ser capaces de originar esta revolución, pero es posible que todavía no estén preparados para ello. Una de las cosas que sabemos sobre el futuro es que las profesiones más humanas son las que tienen más posibilidades de sobrevivir, y la enseñanza es una de ellas.

Deberíamos cambiar la forma en la que pensamos en la educación, que no se base únicamente en transmitir muchos conocimientos, sino en que los profesores sean también estudiantes capaces de comprender el cerebro y sepan utilizar la tecnología más reciente en sus clases y, además, que aprendan algo de Psicología sobre el comportamiento de sus alumnos.

Los docentes constituyen una de las fuerzas de trabajo más capaces, pero por culpa del sistema no tienen tiempo para seguir aprendiendo, aunque tampoco se les ha pedido. Deberíamos implantar esta cultura del aprendizaje.

Una de las grandes batallas ante la presencia de las nuevas tecnologías en la educación es la necesidad o no de memorizar conceptos. ¿Qué opinión tiene al respecto?

Es una gran cuestión. Una vez hablé con un empresario de tecnología de Silicon Valley y me dijo que hoy no hace falta memorizar porque todo está en Google. Eso, por una parte, es cierto; pero por otra, no. Actualmente sabemos que la memoria del cerebro es muy importante para fomentar la creatividad, el pensamiento crítico y también para poder trabajar con las nuevas tecnologías. Necesitamos almacenar cosas en nuestra memoria. Cuando realizamos una tarea podemos recurrir a la automatización, no tenemos que pensar si ya tenemos ese conocimientos almacenado. El espacio es limitado.

La memoria es necesaria, pero no es suficiente como única fórmula de aprendizaje. En Shanghái hay un sistema educativo que se basa en la memorización y los alumnos lo hacen muy bien en los exámenes, son los que más saben del mundo de matemáticas, ciencias… gracias a la memorización. Pero no son creativos, ni emprendedores, ni tienen pensamiento crítico porque se centran demasiado en memorizar.

Sin embargo, sabemos, por otro lado, que es muy importante que los estudiantes tengan la libertad de desarrollar su creatividad. En un estudio americano se observó que los niños más creativos no eran los que procedían de los hogares más adinerados, sino de los que no tenían reglas tan estrictas y disponían de más libertad para dar rienda suelta a su creatividad. Esto es lo que también ocurre en las aulas de Finlandia, en las que se concede más libertad en clase, nuevas formas de desarrollar la creatividad, no se condena el fracaso y se fomenta la cooperación.

La forma de interactuar entre el cerebro humano y la tecnología es muy interesante, pero hay un riesgo de depender de una mente artificial. Es decir, presenta oportunidades, pero también riesgos. Se ha demostrado que el área del cerebro que se encarga de la navegación, que es la que está en el hipocampo, está encogiéndose porque dependemos mucho de google maps. Por tanto, el cerebro está cambiando como resultado de la aplicación de la tecnología en nuestras vidas.

En Silicon Valley tuve la oportunidad de ver al primer profesor robot. No era un androide con cara humana, sino un software inteligente que permitía un aprendizaje online. Era un laboratorio de aprendizaje donde había cien estudiantes con ordenadores portátiles que aprendían a leer o matemáticas. Se observó que con una hora diaria aprendían mucho más que estudiantes habituales de otros sistemas de enseñanza.

¿Cómo percibe el futuro de la educación ? ¿Hacia dónde se encamina la nueva forma de aprender?

El aprendizaje debería plantearse para el futuro como un proceso que se origina desde el propio nacimiento. Los seres humanos nacemos con una habilidad para aprender. Estamos expuestos al mundo desde el día uno, somos como pequeños científicos que interactúan con el entorno, con herramientas que tenemos a mano y con otras personas. Es un aprendizaje muy social. En un futuro el punto de partida debería ser en la infancia.

¿Pero hay expertos que ya apuntan que es mejor esperar a formar a los niños a partir de los 7 años?

Es cierto. Durante los primeros años, y hasta los siete años, el aprendizaje debería enfocarse en el sentido de pertenecer a la familia, a la comunidad, y a jugar, experimentar y fomentar el lenguaje para hablar y escuchar, no para leer y escribir. Un estudio de Nueva Zelanda dividió a los niños en dos grupos y uno de ellos empezó a leer a los 4 años y el otro a los 7. Cuando llegaron a los 15 años, ambos grupos tenían las mismas habilidades, pero a los que empezaron antes a leer les gustaba menos la lectura que a los que comenzaron a hacerlo con siete años.

Para la escuela del futuro deberíamos centrarnos en aprender a partir de los 7 años y tener un enfoque más amplio, centrado en conocimientos, pero también en pensar de forma crítica, en cómo funciona el mundo, cuáles son los algoritmos que dan forma a nuestra vida y evaluar las fuentes de ese conocimientos para saber si son verdaderas o falsas.

También debería existir un enfoque mucho más práctico para ser capaces de averiguar nuestras pasiones, qué es lo que se nos da mejor —matemáticas, ciencias…— y, de esa forma, será más fácil crear. Habría, además, que fomentar un sentido del cuidado, respecto a nuestro propio bienestar, los compañeros y el entorno.

En San Diego (California) se utiliza todo esto. Allí dividen la enseñanza en dos mitades. Por un lado, destaca la escuela tradicional en la que tienen sus clases de matemáticas, historia… y la otra mitad se centra en realizar proyectos. Por ejemplo, en una clase con 20 alumnos de 15 años realizaron un proyecto conjunto en tres grupos. Uno se dedicaba a hacer experimentos para hacer macetas biodegradables para semillas; otro estaba centrado en producir un documental y otro en construir drones. La idea era que la clase se fuera de excursión para usar esos drones para grabar el entorno y buscar las semillas que necesitaban para el proyecto y, después, colgar este documental en youtube para concienciar de los problemas medioambientales.

Ha viajado por todo el mundo visitando escuelas. ¿Qué opinión le merece la educación en España?

He observado que es un asunto muy importante tanto para profesores y padres, pero que presenta los mismos desafíos que hay en el resto del mundo: muchos estudiantes dejan el instituto antes de tiempo, las clases se centran en el aprendizaje tradicional y no está alineado con las necesidades del mundo del futuro; los profesores no se sienten muy valorados en su trabajo… No obstante, en España ya hay muchas escuelas, profesores y teóricos que han advertido cómo puede ser el aprendizaje del futuro. Ya hay buenos ejemplos.

¿Qué impedimento hay para que no se implante este aprendizaje del futuro?

Todos tenemos una idea compartida de cómo debería ser la educación porque nos hemos pasado más de doce años sentados en el colegio, lo que hace difícil pensar en formas diferentes de educación. Todos tenemos una historia compartida difícil de cambiar. Disponemos de un sistema educativo que no está basado en una cultura del aprendizaje, sino tradicional. En vez de preguntarnos todos los años que debería ser lo más importante que tienen que aprender los alumnos, la forma de utilizar las herramientas que tenemos, cómo conocer mejor la mente…, nos cuestionamos cómo vamos a enseñar lo mismo que hemos enseñado en los últimos 20 años. Para que el sistema cambie es necesario que el profesorado tenga tiempo de aprender, la sociedad les valores más y se les conceda mayor financiación.

Fuente: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-hora-cuarta-revolucion-educativa-aprendizaje-201909250135_noticia.html

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Ernesto Ryan, explica: ¿Qué es el estrés docente y cómo prevenirlo?

Por: La Diaria

La docencia es un trabajo de riesgo para contraer estrés y síndrome de burnout, según especialistas.

40% de las inasistencias de docentes en 2017 fueron certificaciones por enfermedad, según los datos del último Informe del Estado de la Educación en Uruguay del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed). Según el informe, en el caso de los maestros 28,7% de los días de certificación por enfermedad se debió a motivos psíquicos, mientras que 12,8% correspondió a padecimientos relacionados con los huesos, articulaciones y músculos; el Ineed señala que “las certificaciones por afecciones psíquicas y osteomioarticulares aumentan con el transcurso del año lectivo, lo que evidencia el desgaste producto del avance del año”. En la Facultad de Psicología de la Universidad de la República trabajan con los docentes de primaria, tratando de prevenir y reducir el estrés. Darío de León, docente del Instituto de Psicología, Educación y Desarrollo Humano de la facultad, está a cargo de un curso de educación permanente que actualmente reúne a 30 profesionales de la educación, para analizar el desarrollo de su profesión y brindar herramientas de manejo del estrés. Sobre estos temas conversó con la diaria.

“La función docente genera mucho desgaste, está expuesta a muchos riesgos psicosociales, como el estrés o el síndrome de burnout”, comentó De León. El profesional explicó la diferencia entre ambos términos: “Todos tenemos estrés, y eso no es de por sí malo, es algo que genera una respuesta psicofisiológica a un determinado estímulo. El problema es cuando ese estímulo desborda la capacidad de respuesta. El estrés es entendido como un desbalance entre las demandas del medio y la capacidad de respuesta frente a esos estresores. Hablamos de burnout cuando esta situación se cronifica, es decir, cuando los síntomas perduran por lo menos seis meses, y esto no es algo que le pasa a cualquier trabajador, sólo sucede en los casos de personas que trabajan en relación con otros, por eso es muy común en la educación y la salud”.

Desde 2008 el equipo de la facultad investiga por qué los maestros se enferman y contraen el síndrome de burnout en una proporción tan alta. Comenzaron su trabajo con una hipótesis: “Los maestros que trabajan en contexto crítico tienen mayor riesgo de contraer este síndrome que aquellos maestros que trabajan en contextos altamente favorables”, pero esa idea se derrumbó. “Todos los docentes que participaron en un estudio cualitativo que hicimos comparando instituciones de contexto altamente favorable públicas, como las escuelas de práctica, y aquellas instituciones que se llamaban de contexto crítico, demostraron lo que la literatura expresaba: el ejercicio de la profesión docente es complejo, genera múltiples demandas y no importa tanto el contexto”, afirmó el psicólogo.

Dimensiones del burnout

  • Alto cansancio emocional: “Esa sensación de agotamiento crónico; todos tenemos un día en el que no podemos más, pero básicamente si lo tenemos por seis meses, ir a trabajar se vuelve una angustia”.
  • Alta despersonalización: “Se relaciona a un desgaste por empatía. Cuando vemos maestros con comportamientos no empáticos, que describen al niño como una cosa desafectivizada, estamos ante una despersonalización”.
  • Baja realización personal: “Es cuando los docentes sienten que su trabajo no vale para nada, que sin importar lo que hagan no van a cambiar nada”.

Uno de los factores que hace que los docentes sean una población de riesgo para el estrés y el burnout es que “en Uruguay el magisterio está muy asociado al apostolado: el maestro todo lo tiene que dar, tiene que servir y tiene que aguantar. La categoría de trabajador queda por fuera”, según De León, y agregó que “el mito del apostolado está reforzado por la perspectiva de género. Ningún ser humano puede con tres cosas a la vez, aunque sea mujer, pero es algo que las maestras tienen aprendido”.

¿Por qué se estresan los docentes?

“El maestro es el que padece el estrés, pero no es el responsable de esa situación”, detalló De León. Hay varios riesgos a los que están expuestos los docentes en su ejercicio laboral y entre ellos hay cuatro dimensiones que se analizan desde el campo de la psicología laboral. “Estas dimensiones tienen que ver con las condiciones y medioambiente de trabajo. No es una causa individual, es sistémica. Es cierto que cada persona interpreta un determinado estímulo, pero ese estímulo parte de las condiciones generales en las que se desarrolla la tarea”.

La primera dimensión que deteriora las condiciones de trabajo es la desvalorización social del rol docente: “Es una profesión que está devaluada, no sólo por el salario, sino también por el imaginario social. Eso impregna al docente”, señaló De León. Otra dimensión son las condiciones ergonómicas: “A los maestros no se les forma ni se tiene elementos para evaluar cómo manejar sus cuerpos, cómo manejar la voz, cómo levantar a niños pequeños. Gran parte de las inasistencias tiene que ver con esta dimensión de aspectos invisibilizados; se cree que el docente enferma porque es débil, porque no tolera el estrés, pero hay una serie de condiciones que hacen al medioambiente de trabajo y entre ellas las ergonómicas no suelen ser consideradas”, precisó.

La tercera dimensión que afecta el trabajo de los docentes es el diseño de la tarea. Esto se ve reflejado principalmente en las horas no pagas por las tareas extra aula, como la planificación, pero también en otras situaciones. “Tiene que ver con cómo se distribuyen las cargas del trabajo: un maestro que trabaja a tiempo completo, ocho horas, almuerza con los niños, por lo que sigue trabajando: ¿cuándo tiene la media hora?”, reflexionó De León. Otro factor que hace a la organización es la falta de autonomía para tomar decisiones relacionadas con su trabajo: “El sistema latinoamericano está estructurado de una manera jerárquica, los maestros sienten que no tienen la libertad de usar la opción didáctico-pedagógica que quieran. La autonomía docente es algo que escasea y es un estresor más en las prácticas cotidianas”.

La cuarta dimensión es psíquica: “El docente tiene que poder empatizar con el niño o adolescente con el que está trabajando. Hay determinados aspectos a nivel psicológico que despliegan una serie de mecanismos de regresión, el maestro tiene que, de alguna manera, intentar leer la emoción y el afecto de ese niño de tres o cuatro años. Eso hace que se genere un mecanismo de vulnerabilidad”, explicó De León. Al igual que en las dimensiones anteriores, la formación profesional no es suficiente: “Está circunscrita a aspectos didácticos y pedagógicos, pero estas otras dimensiones necesarias para cubrir la función, como es lo emocional, no están contempladas”, precisó.

Sobre la formación docente, De León dijo que sus expectativas están puestas en la Universidad de la Educación: “Estoy convencido de que se incorporarán estos temas. La educación emocional debe ser un contenido para que el maestro trabaje con los niños, pero también para que reflexione sobre su propio trabajo, porque él es su herramienta. Las estrategias de autocuidado y visualización de los riesgos psicosociales deben ser parte de la nueva malla curricular”.

Factores protectores

Para prevenir el burnout se tiene que dar una conjunción de herramientas “individuales, organizacionales y colectivas”, comentó De León, y agregó: “No hay recetas. El estrés se despliega y desarrolla en función de los estímulos y de las personas, pero lo que sí sabemos es que el docente que puede analizar su práctica en equipo y puede entender su función no solamente dentro del aula, sino también como trabajador, tiene menos elementos para poder contraer cualquiera de estos riesgos”. “El trabajo en equipo es la mejor herramienta de autocuidado que puedan desplegar”, resumió.

En el curso de educación permanente que trabaja estos temas, los psicólogos tratan de “desmitificar el rol, decirles que son trabajadores que tienen derechos y resaltarles las características y exigencias de su profesión”. La primera herramienta que presentan es justamente un espacio para poder reflexionar sobre esta condición de trabajador docente, para desde allí evaluar las experiencias de cada uno y analizar el contexto organizacional en el que están.

Luego se concentran en identificar dónde está el desgaste: puede estar en el vínculo con la tarea, con los compañeros, con los niños, con las familias o con el propio sistema educativo. “Cuando identificamos el desgaste lo podemos empezar a caracterizar, y a partir de allí evaluamos cuáles son las estrategias que despliega el colectivo para trabajarlo”, puntualizó De León.

Mindfulness: herramienta de autocuidado

En el curso de este año decidieron incorporar el mindfulness como una herramienta para trabajar en la atención plena. “Mindfulness significa prestar atención de forma deliberada al momento presente, elegir prestar atención a la realidad, con aceptación y sin juzgar”, explicó en diálogo con la diaria la licenciada en Psicología y en Educación Inicial Andrea Mihura, que trabaja en este curso junto a De León. “Planteamos esta herramienta como parte de los recursos a los que pueden apelar los docentes en situaciones de estrés, que sabemos que suceden regularmente”, destacó Mihura.

De León definió esta práctica como “una herramienta de reducción de estrés, que utiliza técnicas de meditación con el objetivo de desarrollar la atención plena en una sola cosa”. Según señaló, trabajan con los docentes para que puedan usar la concentración plena en reconocer sus emociones sin evadirlas y responder a ellas.

En pocas palabras, la práctica de mindfulness implica tomar conciencia de lo que se está haciendo y pensando. Normalmente la mente pasa por distintas imágenes de un momento a otro; cuando las personas son conscientes de lo que están pensando pueden aislar esas imágenes y reflexionar sobre ellas, una a una. Los efectos de esta práctica son la concentración, la serenidad y el aumento de la comprensión de lo que está sucediendo. Se trabaja con la respiración y con estrategias de meditación que lleven a la atención plena de lo que está pasando.

Mihura aclaró: “Para los docentes hay muchos beneficios, porque tienen la particularidad de tener que estar en muchas cosas a la vez. A través del mindfulness enseñamos otra manera de responder a situaciones de estrés: cuando estamos en piloto automático reaccionamos, mientras que con el mindfulness respondemos. Es una herramienta para anclarnos en el momento presente y poder responder a nuestras tareas”.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/9/que-es-el-estres-docente-y-como-prevenirlo/

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Los márgenes de las aulas

Por: Francisco Javier Lozano

La travesía por las aguas agitadas del sistema educativo es un viaje iniciático que, con una intensidad que a menudo tendemos a relativizar, nos va a moldear como ciudadanos, es decir, como individuos que vivimos en comunidad.

Nuestra capacidad de convivencia y nuestra manera de ejercer la disidencia, nuestras habilidades negociadoras, nuestro grado de aceptación de las diferencias, el modo en que integramos nuestra individualidad en el grupo, en suma, nuestras fortalezas y carencias sociales, todo ello se conforma, tanto o más que en los hogares, en los pasillos, los patios y las aulas de nuestras escuelas, desde la más tierna infancia hasta el último día de nuestra travesía formativa.

Para entender la encrucijada en la que nos encontramos en las España(s), en el resto de Europa también y, salvo excepciones, en buena parte de nuestro mundo posmoderno, deberíamos mirar atentamente lo que está ocurriendo, día a día, en esos pasillos, patios y aulas en donde la infancia y la adolescencia inician el camino de la socialización y son instruidas y educadas para el asalto a las trincheras, cada vez más inhóspitas e inciertas, de la edad adulta.

Pero me temo que la mirada a esos lugares no está siendo todo lo atenta que se merecen. Es tentador quedarse con un juicio exultante por la indiscutible universalización del acceso a la educación, y dejarnos seducir por el sinfín de cambios vividos durante las últimas cuatro décadas en las escuelas (hablo de las que conozco, las españolas), desde sus contenidos formativos a sus herramientas de trabajo, desde su oferta extracurricular a la organización de los pupitres en clase, desde lo formal a lo informal, desde lo moral a lo lúdico. Algunos de esos cambios (interconectividad, tecnología, integración cultural) eran imprescindibles porque la escuela (a diferencia de los antiguos monasterios) no puede quedar al margen del mundo en el que convive. Otros podrían ser más discutibles. Pero mi mirada se dirige ahora hacia los maestros y maestras, las figuras más capitales del proceso formativo y, en mi opinión, las más olvidadas, cuando no abandonadas a su suerte y a su capacidad de automotivación, huérfanas de amparo y de reconocimiento por parte de una sociedad (ahí incluyo a Estado y familias) que tanto depende de su buen o mal hacer.

“Para los tiempos que vienen, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos”

Juan de Mairena/ Antonio Machado

Apunta con fina ironía el filósofo Fernando Savater (El valor de educar, 1997) que ‘los encargados de esa primera enseñanza de tan radical importancia son los profesionales a cuya preparación se dedica más celo institucional, los mejores remunerados y aquellos que merecen la máxima audiencia en los medios de comunicación. Como bien sabemos, no es así’. Y añade, más serio: ‘… todos los demás que intentamos formar a los ciudadanos e ilustrarlos, cuantos apelamos al desarrollo de la investigación científica, la creación artística o el debate racional de las cuestiones públicas dependemos necesariamente del trabajo previo de los maestros’. Sin embargo, la consideración hacia su papel deja mucho que desear. Abandonados a las inclemencias de la crisis de actitudes de la sociedad a la que sirven (de la que algunos alumnos y padres no son sino su más palpable reflejo), maestras y maestros navegan como pueden entre el orgullo por su profesión y la frustración. Cierto es que la autoridad moral es algo que debe ganarse el propio maestro, pero la sociedad debería crear las condiciones para favorecerla. Si pretendemos que, por generación espontánea, nuestros profesores sean como el sabio Juan de Mairena, alter ego de Antonio Machado, o como el irreverente e incombustible Merlí, y que nuestros alumnos actúen como sus queridos ‘peripatéticos’, es que vivimos instalados en la ficción y lo estamos confiando todo al azar.

No quiero, sin embargo, parecer un paternalista utópico, anclado en una visión romántica del oficio de docente. Vocación y pasión por enseñar son, no cabe duda, deseables actitudes, pero para preparar a nuestros jóvenes a un mundo tan complejo y velozmente cambiante debemos sobre todo exigir aptitudes.

Uno de los más reconocidos expertos en la ciencia del aprendizaje y el talento, el pedagogo y pensador José Antonio Marina, advierte que ‘la formación de los profesores no se ha tomado nunca en serio en España, tal vez porque nunca se ha tomado en serio la profesión docente. Se pensaba -y se piensa- que cualquiera puede enseñar. Pero eso pertenece a una cultura trasnochada. La docencia va a ser una profesión de elite. Tiene que serlo’ (Despertad al Diplodocus -Una conspiración educativa para transformar la escuela… y todo lo demás-, 2015).

Este déficit de exigencia no es sólo imputable al legislador o al gobernante, también a los padres. Orientados al expediente académico de sus hijos y al segundo decimal del promedio de notas, a la oferta de extraescolares y la calidad de las instalaciones, en raras ocasiones se cuestionan si sus hijos están en las mejores manos posibles para educarles. ¿Harían lo mismo si se les asignara al azar un cirujano para operarles? ‘Nos parecería criminal que los médicos no actualizaran sus conocimientos, pero somos más condescendientes con los docentes que no lo hacen’, apunta Marina.

Acepto que estas reflexiones puedan sonar injustas. Pero sólo pretenden ser provocadoras. Tengo la convicción de que tenemos la sociedad que nos merecemos. Cada vez que oigamos decir que vivimos en una sociedad mediocre o que nuestra clase política es mediocre, pensemos en nosotros mismos, seamos autocríticos. En estos tiempos recientes de cabreo colectivo por el reparto de los costes de la última crisis, de corrección a la baja de las expectativas intergeneracionales de prosperidad y de naufragio de antiguas certidumbres, si queremos algo mejor tendremos que apostar por mejorar la base sobre la que se sustenta todo el edificio: la escuela. De ella no podemos esperar ya, como antaño, un pasaporte a un trabajo bien remunerado, pero sí que debemos pedirle hornadas de ciudadanos responsables. Allí, en la escuela, conviven maestros excelentes con otros acomodados y pasivos, alumnos responsables o brillantes con otros conflictivos o apáticos, padres involucrados con otros indiferentes. Que siempre haya sido así no lo convierte en aceptable. Debemos preguntarnos quiénes queremos que ocupen los márgenes de las aulas y quiénes el centro: ¿los primeros o los segundos? Y deberemos contrastarlo con lo que realmente está pasando.

Mientras esto no se ponga en el centro del debate público, en los medios, en los Parlamentos y en las calles, la capacidad de enfocar bien la salida de nuestra compleja encrucijada estará cercenada.
Podrá haber apaños de corto plazo, pero no soluciones duraderas.

Fuente: https://www.elperiodista.cl/francisco-lozano-los-margenes-de-las-aulas/

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La educación comunitaria y su metodología de inclusión

Por: Fundación Universia

La educación comunitaria representa a las sociedades más vulnerables y resulta muy valiosa, no sólo en materia de transmisión de conocimientos, sino también como puente hacia otras posibilidades relacionadas, entre tantas, a la mejora económica de las pequeñas comunidades. Si estás pensando en realizar un curso relacionado a esta temática y te asaltan dudas, en este post te contamos todo sobre ella.

Qué es la educación comunitaria y cuáles son sus orígenes

Cuando hablamos de educación comunitaria en Latinoamérica, también, en cierto modo, hablamos de educación transformadora o educación popular. Ello se debe a los precursores de esta nueva manera de enseñar que, en más de una ocasión se aleja de la convencional o formal.

Simón Rodríguez, Ernesto Guevara, José Carlos Mariátegui, Paulo Freire, entre otros, fueron los hacedores de convertirla en modelo para aquellos sectores comunitarios más devastados por la pobreza, la discriminación y los problemas sociales.

El reconocimiento y aval de esta práctica educativa llegó al mundo en el año 1967 cuando la UNESCO en su “Recomendación relativa al desarrollo de la educación de adultos” otorgó valor a estos espacios populares.

Si bien a lo largo de los años su concepción y maneras de enseñanza ha ido cambiando y, en cierto modo, evolucionando, podemos acercarnos a una definición global de este modelo educativo.

La educación comunitaria, como lo indica su palabra, está abierta a la comunidad en su conjunto, abarcandola de forma total sin importar los diversos grupos étnicos ni las culturas diferenciadas que la componen ya que promueve la inclusión de todos los sectores sociales.

Su objetivo reside en una enseñanza liberadora (desde la concepción Freireana) de los sujetos, brindándoles herramientas conceptuales y teóricas para que actúen social y políticamente, mejorando sus condiciones de vida. 

Es decir, su metodología de enseñanza, va más allá del conocimiento formal actual que conocemos en las casas de estudio porque apunta a una concientización del sujeto acerca de su situación actual e intentar revertirla.

Dentro de los espacios educativos que contemplan esta modalidad de transmisión de conocimientos, se enseña a planificar e intervenir desde diferentes programas formativos que gestionan los gobiernos mediante políticas públicas. También suelen colaborar monetariamente las ONG, Fundaciones o instituciones privadas.

Educación comunitaria en Argentina: Cómo se desarrolla y cuáles son los profesionales que pueden trabajar en ella

Existen diversas experiencias en educación comunitaria o popular en todo el mundo. 

En Latinoamérica podemos contemplar las escuelas rurales del Movimiento Sin Tierra de Brasil, los caracoles de Chiapas en México o los cientos de jardines y escuelas populares ubicadas en los barrios del conurbano bonaerense y otras ciudades pobladas.

En el año 2016 el senado Argentino sancionó un proyecto muy importante promoviendo  la inclusión de la educación comunitaria al sistema educativo formal. El objetivo ha sido el de proveer un salario digno a las docentes que trabajaban de forma voluntaria en jardines comunitarios dentro de los espacios de educación convencional.

Generalmente, los profesionales abocados al trabajo de la educación comunitaria suelen relacionarse al ámbito de la docencia desde una visión alternativa de la misma.

Sin embargo, la amplitud y vasto campo de acción que posee esta metodología de enseñanza, abre camino a muchos otros abocados a la antropología, sociología, asistencia social, trabajo social, entre otros.

Por otro lado, cada vez más sectores académicos y universitarios promueven máster o posgrados a profesionales que deseen especializarse en ésta área tan interesante.

Fuente: https://noticias.universia.com.ar/educacion/noticia/2019/07/08/1165539/educacion-comunitaria-metodologia-inclusion.html

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Escritores de la libertad (Reseña + Trailer)

Redacción: El Siglo de Torreón

Educar es dirigir, encaminar, apoyar al desarrollo de las capacidades físicas e intelectuales de una persona. Implica poner en práctica un proceso de aprendizaje aplicado con técnica, disciplina y método, precisamente para que esa enseñanza sea aprendida, asimilada y de alguna forma perfeccionada.

No cualquier persona puede educar, tal vez tampoco pueda instruir. El profesor, sin embargo, tiene la responsabilidad de, con ejemplo y acción, hacer ambas, y mostrar a otros aquellas reglas, conceptos, conocimiento y experiencia, vitales en la formación de una persona.

¿Qué significa para un profesor asumir su responsabilidad de enseñanza y educación? La película Escritores de la libertad (Alemania-EUA, 2007) se lo pregunta, tomando como ejemplo a Erin Gruwell, una mujer que en 1994 llegó a la escuela preparatoria de Woodrow Wilson, en Long Beach, California, a enseñar la materia de lengua, con un interés u objetivo principal en mente: ayudar a la formación de los estudiantes adolecentes durante su etapa de desarrollo hacia un crecimiento de independencia y maduración, en un contexto de racismo muy marcado, agravado por la cotidiana violencia que prevalece en las calles de esa localidad estadounidense

La reciente política de inclusión en las escuelas, sin embargo, aunque tomada por el gobierno como medida de reajuste de integración social, necesario, obligatorio, importante, correcto y de equidad en cuanto a oportunidades de educación para la sociedad, resultado además de una serie de protestas sociales llevadas a cabo un par de años antes, no entusiasma a otros profesores como sí lo hace para Erin, y es que la diversidad de culturas también crea un conflicto social que se transporta de la calle a las aulas y choca con el sistema escolar burocrático que funciona a partir de normas y reglamentos estrictos ajenos a la nueva realidad social. Pandillas que pelean con violencia por el que todos reclaman como ‘su territorio’ es una de las cotidianeidades que viven las personas de esta comunidad, y si el conflicto persiste, lo que los jóvenes aprenden es esa relación de enemistad entre razas y personas: latinos, asiáticos, afroamericanos y caucásicos, todos peleando por sobrevivir, pocos dispuestos a convivir.

La mayoría de los profesores se ciñe a cumplir con la exigencia más básica de su empleo, esperando un modelo escolar perfecto, utópico e ideal, que a sus ojos alguna vez tuvieron, previo a los conflictos de 1992, por lo que ahora, de muchas maneras, se limitan a la función de impartir clase con el simple propósito de cumplir con un programa de estudios, independientemente de lo que puedan aprender los alumnos. Erin no quiere sólo eso, pues desea enseñarles a los estudiantes que a través de conocimiento y preparación pueden encontrar las bases para crecer y superarse, pero ello implica compromiso, disciplina, razonamiento, interés, comprensión, paciencia y reflexión, muchas habilidades y valores que nadie se ha preocupado por inculcar a estos chicos, ni en su casa ni en la escuela.

En un principio Erin batalla para conectar con los muchachos, para entender cómo hacerles ver qué tan valioso es su paso por la escuela, porque es más que exámenes, calificaciones, ejercicios, tareas, sentarse en una banca o pasar el grado. Si eso es para ellos (o ni siquiera eso) es porque no ven en la educación una puerta al futuro, una carrera, una profesión, una forma de mejorar su vida y la vida de las personas con quienes viven y la cultura con la que crecieron.

Finalmente la profesora encuentra un terreno común, la realidad misma de violencia que viven los estudiantes, producto del ambiente sociocultural, muchas veces hostil, en el que habitan. Todos conocen el miedo, la opresión, la aflicción, el abandono, la vulnerabilidad, porque lo viven a diario en su contexto, no importa cuál sea su ascendencia o a qué pandilla pertenezcan, ellos o sus familiares y amigos.

Entonces Erin encuentra algo con lo que los jóvenes pueden relacionarse, entender y empatizar, para, a través de ello, entender el significado y la importancia de los valores sociales, ya sea la tolerancia, inclusión, solidaridad, unión, superación o la lucha por un vivir diferente, por ejemplo, y ese algo es el Holocausto. La mayoría de los estudiantes no saben qué es, qué ocurrió históricamente ni qué representó para la humanidad esta etapa de cambio, por lo que la maestra se preocupa por hablarles de la historia pero también de algo más que el hecho histórico (específicamente les asigna leer El diario de Ana Frank), entiéndase lo que le rodea en cuanto a historias de vida, ética, cultura, aprendizaje o crecimiento: qué es la violencia para alguien que pasó de vivirla a sobrevivirla, y, específicamente, qué es y que representó para alguien vivir en un mundo de agresión, discriminación, violencia y muerte, para luego encontrar fuerzas para seguir luchando por seguir adelante, a pesar de todos los obstáculos en su contra.

El paralelismo que la profesora propone entre ese pasado y el presente mismo de los jóvenes permite crear un puente de comunicación, en donde la realidad de la guerra y la persecución de los judíos por los Nazis se convierta en una ventana para los estudiantes desde donde entender que su realidad no tiene por qué definirlos; es parte de ellos pero no los limita, especialmente cuando deciden actuar no con base en el miedo, o el control, o la voz de alguien más, sino según sus valores, apoyándose en otros y entendiendo al prójimo, en lugar de pelearse con él sin fundamento.

Concretamente hay una situación de alta tensión entre dos estudiantes, Eva, de origen latino, y la refugiada de Camboya, Sindy, pues un conocido de Eva disparó y mató accidentalmente a un conocido de Sindy, durante un enfrentamiento en el que el que disparó tenía como objetivo matar a alguien más. Se espera de Eva que proteja a sus allegados y mienta a favor de sus conocidos durante el juicio, lo que termina poniéndola en un predicamento al preguntarse qué es para ella hacer lo correcto: defender a los suyos o decir la verdad. Eventualmente decide que decir la verdad es defender a los suyos, no encubriendo la culpa, sino haciendo justicia, evitar acusar injustamente a un tercero y obligando al responsable a asumir las consecuencias de sus actos, pretendiendo así romper el ciclo de venganzas, represalia, confrontación, riñas y peleas provocadas por la inercia, o por la simple negativa al diálogo sustentada en el individualismo, sectarismo, discriminación, odio y aversión, que los chicos sólo repiten porque es lo que saben y con lo que crecieron. Desafortunadamente la historia no profundiza en el efecto de su decisión, porque en principio ella sufre las consecuencias de su postura al ser amenazada por sus correligionarios y repudiada por su familia. Aquí lo importante es el valor de decidir actuar conforme a sus valores.

Casi recién llegada a la escuela, Erin se da cuenta de una situación particularmente llamativa que le toca vivir, los estudiantes de su aula (esto mucho antes de que comiencen a llevarse bien), se encuentran sentados en el salón de clase, divididos por grupos según su etnicidad. De pronto, una riña en la escuela se desata en el patio y todos salen de los salones hacia la pelea. Erin nota que los mismos jóvenes que tenía sentados minutos antes frente a ella, todos bajo un mismo techo y un ‘terreno común’, aislados y divididos en grupos (tribus o pandillas) pero en paz, ahora se están golpeando los unos a los otros indiscriminadamente.

¿Cómo ayudar al estudiante, a los jóvenes, cómo dejar salir esas preocupaciones, encauzar su ira, inconformidad, dudas y frustraciones, sin tener que recurrir a la violencia, el enojo y el odio en sí? Erin lo logra a través de la escritura, como medio de expresión, y les pide a sus estudiantes escribir un diario, en los que cada uno desahogue todo aquello que piensa, se pregunta, reflexiona, teme o anhela. Ella les dice que sólo los leerá si ellos se lo permiten y para su sorpresa, todos le entregan sus libretas, porque la realidad es que todos quieren ser escuchados, tal vez porque nunca antes se les dio la oportunidad de dar a conocer su voz y su pensamiento, o la oportunidad de la expresión, el aprendizaje, el crecimiento, el diálogo y la comunicación, de escucharlos para entenderlos, en lugar de ser inquisitivo con ellos.

Con esta serie de acciones, aparentemente pequeñas pero significativas Erin se compromete, incluso si la gente a su alrededor no entiende cómo valorarlo, o si las autoridades lo ven más como un conflicto potencial que como algo positivo; y tal vez se compromete demasiado, pero al final hace lo que dijo que quería hacer: ayudar a los jóvenes en su desarrollo y aprendizaje. Y tal vez, en este caso, para tener éxito se requerían sacrificios propios, porque la situación misma lo pedía. La narrativa también aquí refuerza la idea de que los cambios positivos implican esfuerzo, dedicación, esmero. La realidad social, cultural y económica del lugar y la época pedían de alguien dispuesto a ir más allá del programa de estudios, porque el programa mismo no se adaptaba a las necesidades del estudiantado. Y eso es lo que hace Erin, romper barreras para acercarse a la gente que había sido aislada por esos mismos prejuicios sociales.

La propia jefa del departamento escolar, por ejemplo, se niega a prestarles a los alumnos material de lectura, sabiendo que hay una enorme posibilidad de que los libros no sean devueltos, o que lo sean pero dañados, rayados y deteriorados. Su razón tiene una lógica, pues el material servirá después para otros alumnos que cursen el mismo nivel en un futuro inmediato, pero la insistencia de Erin para dar a los jóvenes una oportunidad, darles la mano a personas a quienes nunca se les ha ofrecido, es también importante para hacer posible esa responsabilidad de enseñanza que tienen con ellos.

“Para ganar respeto primero debes respetar”, recalca Erin en un punto de la historia, y esa es la clave de todo; eso hace ella para con sus alumnos, no tratándolos como inferiores, no dándoles la espalda, sino manifestándose dispuesta a escucharlos y aprender también de ellos. Eso es exactamente lo mismo que ellos aprenden en el aula para con sus compañeros, y que tiene un eco en la comunidad, diversa culturalmente hablando, pero similar en cuanto a situaciones de lucha, que no pueden disiparse mientras no haya en efecto respeto entre personas de una misma comunidad. Es así como de alguna forma unos terminan aprendiendo de otros, algo sólo posible gracias a un mediador, a un facilitador, dispuesto a educar, aprender y enseñar, instruyendo. No es fácil de lograr pero sí necesario, en unos contextos sociales más que en otros. Lo notable aquí no es sólo la disposición de la persona al frente, sino también la de aquellos dispuestos a escuchar. En suma, el diálogo y la comunicación interpersonal como fundamento del proceso de enseñanza aprendizaje.

La película, que se basa en el propio libro El diario de los escritores de la libertad, de la auténtica profesora Erin Gruwell, quien publicó la historia anexando extractos de los diarios de sus estudiantes, está escrita y dirigida por Richard LaGravenese, y protagonizada por Hilary Swank, Scott Glenn, Imelda Staunton, Patrick Dempsey, April Lee Hernández y John Benjamin Hickey, entre otros.

Fuente: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/blogs/cine/3115-escritores-de-la-libertad

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La decencia y la docencia

España / 16 de junio de 2019 / Autor: Víctor Corcoba Herrero / Fuente: Los Andes

Todo es cuestión de decencia y docencia, de esfuerzo y de lucha por un empleo decente para poder vivir con decencia; y, también, de una preparación previa a través de un responsable cuerpo docente, algo verdaderamente vital para reconducirnos como especie pensante a un efectivo y creciente avance humano, tanto espiritual como material. En efecto, necesitamos ascender para dignificarnos; de ahí, la importancia de los enseñantes, que únicamente una personalidad sensata y equilibrada puede asumir.

Me alegra, en consecuencia, que, con motivo de la celebración del Día Mundial de los Docentes (5 de octubre),  este año se aproveche la ocasión para recordar a la comunidad internacional que “el derecho a la educación implica el derecho a docentes cualificados”, o sea vocacionales, dispuestos a dar lo mejor de sí, que no es otra que ofrecerlo con amor. Desde luego, hemos de enseñar más allá de unos meros contenidos o programas. Hace falta imprimir en los educandos los valores realmente de la vida, que son aquellos que crean armonía en la sociedad. Sin duda, la mejor didáctica, la más motivadora, germina de una relación profesor-alumno, donde todos han de sentirse fusionados con la tarea educativa, sin obviar la potestad del maestro y el respeto del discípulo, con la colaboración de la familia.

Hoy más que nunca, precisamente, hace falta activar modelos éticos razonables, que nos ayuden a convivir, a ser piña, promoviendo valores y principios a través de la vida hogareña. Sin duda, es menester que la decencia pública proteja los valores esenciales de toda vida. A propósito, con la aprobación del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 sobre educación, y de la meta 4.c (ODS 4.c) que reconoce que los docentes son esenciales para la consecución de la Agenda 2030 de Educación, la onomástica de los Docentes se ha convertido, a mi juicio, en la ocasión idónea para hacer un balance de los logros y reflexionar acerca de la manera de hacer frente a los desafíos que perduran en la promoción de la docencia, como puede ser la pérdida de autoridad. Los datos hablan por sí mismos. Se estima que, en total, 264 millones de niños y jóvenes no están escolarizados y, según el Instituto de Estadística de la UNESCO, se necesita contratar a unos 69 millones de nuevos docentes para alcanzar los objetivos de impartir educación universal primaria y secundaria de aquí a 2030. Esta carencia de personal docente se acentúa más entre los sectores vulnerables de la población, es decir, entre las niñas, los niños con discapacidad, los refugiados y los migrantes, y los niños pobres que viven en zonas rurales y remotas del planeta.

Por ello, si los docentes formados y cualificados son esenciales para el derecho a la educación, también los líderes políticos honestos y las instituciones ejemplarizantes, máxime las del Estado social y democrático de Derecho, han de trabajar conjuntamente por esa vocación de servicio a toda la ciudadanía, con especial hincapié hacia esos moradores que tienen poca esperanza de seguir viviendo, al encontrarse por debajo de cualquier definición racional de la decencia humana. Contar historias inspiradoras para promocionar los derechos humanos, puede contribuir a ese impulso moral, tan necesario en el momento presente, al menos para estar en paz con nosotros mismos. Ese es el objetivo de una iniciativa que se lanzó recientemente en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, en una época en que estos principios fundamentales están bajo ataque en muchas partes del mundo.

Ciertamente, la iniciativa, “Buenas historias de derechos humanos”, coincide con la celebración este 2018 de tres efemérides ligadas a los derechos humanos: el 70º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; el 25º aniversario de la Declaración y Programa de Acción de Viena; y el 20º aniversario de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Defensores de los Derechos Humanos. Ojalá esto nos sirva para repensar y ser más coherentes con nuestras acciones, puesto que la persistencia de tal pobreza nos deshumaniza y degrada. Por otra parte, la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha de ser el documento guía. No lo dejemos arrinconar y, en cualquier caso, jamás olvidemos que intenta delimitar qué cosas son indecentes, o si quieren inaceptables, para cualquier cultura e individuo. Está visto que necesitamos corregirnos cada amanecer. Acostumbrémonos, pues, a que la regla de los hábitos avive en nosotros las honestas costumbres.

Fuente del Artículo:

LA DECENCIA Y LA DOCENCIA

Fuente de la Imagen:

https://www.chilango.com/general/tipos-de-maestros/

ove/mahv

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