Entre el 7 y 8 de Julio próximos tendrá lugar en Hamburgo una nueva cumbre de jefes y jefas de estado y del G-20, entre los cuales se encuentra la Argentina. El cónclave será presidido por Angela Merkel, y muchos participantes seguramente recordarán que en numerosas cumbres previas Cristina Fernández de Kirchner advertía sobre el rumbo equivocado de la economía mundial, los estragos del neoliberalismo, las trampas del libre cambio y los malhadados tratados de libre comercio. Cuando decía esas cosas los plumíferos de la derecha, dentro y fuera de la Argentina –en realidad, una impresentable colección de relacionadores públicos de las grandes transnacionales disfrazados de “economistas serios” o de “periodistas independientes”- se burlaban de lo atrasado de sus concepciones económicas, la acusaban estúpidamente de “setentista” y no cejaban de reprocharle por el “anacronismo” de sus críticas al orden económico internacional, responsable de que la Argentina se encontrase “aislada del mundo.” Quisiera ver qué dirán en ese momento los secuaces de Washington y sus paniaguados en los medios cuando escuchen a Trump pronunciar un discurso muy semejante al de Cristina, porque los desastres que el Consenso de Washington hizo en todo el mundo no exceptuaron a Estados Unidos. ¿Qué van a decir? Trump, para nada santo de mi devoción (como cualquier otro presidente de los Estados Unidos) comprendió que para reconstruir a su país tenía que arrojar por la borda las ideas que habían presidido las políticas económicas de la Casa Blanca desde comienzos de los ochentas. En su iconoclástico discurso inaugural proclamó el regreso al proteccionismo de los padres fundadores de la sociedad norteamericana (Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro fue un contumaz proteccionista), denunció a la clase política tradicional –apañada y financiada por los agentes empresariales del neoliberalismo- de enriquecerse mientras la gran mayoría del país se empobrecía y las empresas y los empleos emigraban a otras latitudes y el “Sueño Americano” se convertía en una intolerable pesadilla. Trump pretende dispararle el tiro de gracia al neoliberalismo porque su virus –para usar la expresión de Samir Amin- contagió a la potencia integradora del sistema imperialista y sus efectos son letales. Habrá que ver si lo que en una nota anterior llamábamos “estado profundo”, o el “gobierno invisible” de EEUU le permite concretar su propósito. En todo caso, el discurso de Washington giró ciento ochenta grados y lo que antes era virtud ahora es un vicio a combatir sin cuartel. Ante este giro casi todos los gobiernos de América Latina, comenzando por el de Argentina, se quedaron pedaleando en el aire.
Al hablar de EEUU José Martí solía usar la expresión “Roma Americana.” Siguiendo con esa sugerente analogía podría decirse que el viraje antineoliberal de Trump guarda semejanza con lo ocurrido cuando el emperador Constantino, acosado por rebeliones que conmovían la inmensidad del imperio romano y en las cuales los cristianos eran la punta de lanza, dio a conocer, en el año 313, el Edicto de Milán que convertía al cristianismo en la religión oficial del imperio y declaraba heréticas las demás religiones. No hay que exagerar demasiado esta analogía pero, como se dice en italiano, “se non é vero é ben trovato”. Va de suyo que este giro hacia el “populismo económico” no lo hace Trump por simpatías con el socialismo del siglo veintiuno o las luchas emancipatorias de los países de la periferia. Menos todavía, como piensan algunos, para ensayar un “peronismo a la americana” porque al magnate neoyorquino ni remotamente se le pasa por la cabeza nacionalizar el comercio exterior, los depósitos bancarios, la Reserva Federal (un ente privado) o los medios de transporte, como hiciera Perón en la Argentina de la posguerra. Lo hace porque cayó en la cuenta de que el neoliberalismo está silenciosamente destruyendo a Estados Unidos. Como sea, los que antes, en el G20 apostrofaban a Cristina, ahora escucharán un discurso casi idéntico de labios del nuevo Constantino. Seguramente antes de lo que ella hubiera pensado la ex presidenta experimentará el íntimo regocijo de la reivindicación de sus justas críticas al (des)orden económico internacional. ¡Y nada menos que de labios del nuevo emperador!
Vivimos un cambio de época. Muchos lo han señalado. Parece cada vez más claro: dejamos atrás un momento histórico y nos encontramos al inicio de otro distinto. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos es el signo más visible de este quiebre entre un “algo” que se cierra y otro “algo” que comienza.
Hay, con todo, muchos otros signos de lo mismo.
Pero, ¿qué significa exactamente eso de “cambio de época”, en qué consiste, por qué importa y qué implica?
Un cambio de época supone una transformación en la estructura real del mundo, pero también y sobre todo, una experiencia compartida de que la partitura básica que, hasta antes del quiebre, nos permitía organizar significados y sentidos inteligibles, resulta cada vez más inútil para entender el mundo e intentar predecirlo. Una situación análoga a como si, de pronto, las notas musicales asociadas a las teclas de un piano dejaran de emitir los sonidos previsibles desde la pauta vivida como cierta. Fa cuando pulsamos la tecla Do y Sol cuando pulsamos la negrita del Fa menor. Y eso, a veces, a ratos, y a ratos otra cosa; todo desordenado, todo patas para arriba.
Así es este cambio de época que estamos viviendo. A eso sabe, así se siente. Patrones, asumidos como inmutables, evaporándose. Dificultad in crescendo para construir narrativas, explicaciones, mediciones y predicciones que nos permitan entendernos y sentir que entendemos y controlamos el mundo que nos rodea.
El presidente del país (todavía) más poderoso del mundo insultando en público a las mujeres, a los musulmanes, a los chinos y a los discapacitados, con un lenguaje aparatosamente hostil y soez, sin que le cueste nada. Ese mismo señor asumiendo el poder, exudando (desde el cuerpo) furia y deseo de venganza, en lugar de como solía ser común y esperable, felicidad generosa por tener el honor de representar, al más alto nivel, a todos los suyos. El mismo sujeto diciendo, también en público y al día siguiente, que había habido sol en su toma de posesión, cuando, en la realidad vista y experimentada por todos, sólo había habido lluvia.
Mentiras flagrantes y grotescas emitidas por una figura dotada de enorme poder y, por su cargo, autoridad, sin consecuencias. Película de terror transcurriendo en la vida real y los habitantes de Estados Unidos desayunando más o menos como si nada la mañana del domingo.
Reitero, partitura básica rota; el sentido y significado, asumido como cierto y natural, de los actos, los gestos y los eventos volando por los aires.
Dos ejemplos, adicionales y especialmente elocuentes y concretos, de este cambio de época, entendido como quiebre de la partitura básica de regularidades y significados, son: la creciente inutilidad de las encuestas y la transformación de las líneas divisorias (cleavages) en el electorado de Estados Unidos y otros tantos países.
Durante muchas décadas, las encuestas proveyeron a gobiernos, políticos, empresas y ciudadanos instrumentos de medición centrales para conocer las preferencias de las personas y para estimar las decisiones probables de votantes y consumidores en el futuro. Ese poder de las encuestas ha venido a la baja y está haciendo agua, fundamentalmente, porque los supuestos (la partitura básica) en los que se fincaban se corresponden cada vez menos con la realidad. Los ejemplos de ello abundan, entre otros: Brexit, Colombia, elecciones presidenciales en Estados Unidos. Las empresas grandes hace tiempo tomaron nota y han venido desarrollando nuevas formas (fundamentalmente, cualitativas) para conocer los hábitos de sus consumidores. Gobiernos, políticos y público en general estamos rezagados y crecientemente desnudos de guías y referencias.
Ha venido ocurriendo algo similar en relación a los perfiles de los votantes y los clivajes electorales. Hasta hace poco en Estados Unidos, por ejemplo, la probabilidad de que una persona con altos ingresos votara republicano tendía a ser alta. En la elección presidencial de 2016, sin embargo, un número creciente de ricos votaron demócrata.
En sentido similar y siguiendo con Estados Unidos, solía ocurrir –en particular, desde Reagan y hasta antes de Trump– que una persona contraria al aborto tendiese a estar a favor del libre comercio y a votar republicano.
En la última elección presidencial de ese país, sin embargo, una proporción muy importante del voto por el candidato presidencial republicano provino de votantes que estaban, al mismo tiempo, en contra del aborto y en contra del libre comercio.
Otra vez: la vieja partitura que nos hacía comprensible el mundo, rota.
En un momento histórico marcado por la inoperancia de las viejas certezas y por el aumento exponencial de la imprevisibilidad y la incertidumbre, encuentro que tenemos como individuos y como país tres sopas posibles. Primero, aferrarnos a la partitura rota y seguir haciendo encuestas y/o construyendo escenarios “probables” a partir de ella. Segundo, dejarnos avasallar por la incertidumbre y el miedo, y quedarnos pasmados. Tercero, asumir de lleno, que, frente al quiebre de las regularidades, significados y certezas conocidas, como dijera Abraham Lincoln (en su propio cambio de época); “La mejor manera de predecir el futuro es creándolo”. Es decir y a pesar de sus muy incómodos riesgos, jugárnosla y construirnos futuro. ¿Por cuál votan?
Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/cambio-de-epoca-que-significa/
Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2017/01/588785a065c1d.pn
De entre todas las formas posibles de “sanción”, “crítica” o “disciplinamiento” con que un imperio gusta de “castigar”, Donald Trump escogió un Muro y no lo hizo por estúpido (como dicen algunos de sus detractores) tampoco lo hizo sólo por “negocio”, como suponen algunas de las constructoras que sueñan con el proyecto… se trata de una operación ideológica que tiene raíces profundas en una disputa territorial de latifundistas, que es también simbólica, por reafirmarse en la usurpación y delimitando “sus” tierras. Trump sueña con un Muro de 1600 km. Lógica Old fashion como en China. De los 3.200 kilómetros de frontera entre USA y México, casi un tercio ya tiene tramos de concreto, rejas electrificadas y cámaras de vigilancia.
Poner un Muro en un territorio que tiene historia de ocupación, corrupción y crimen sin límites, es coherente con la lógica de la burguesía empeñada en convertir en amenaza todo lo que le es ajeno. Especialmente si eso incluye color de piel, idioma y cultura hartos de la humillación. En el Muro de Trump se coagulan todas las perversiones del racismo y todas las locuras del imperialismo. Su prototipo más claro está en Israel. Costará 25.000 millones de dólares. Y quieren que lo pague el pueblo mexicano. Ahí está el verdadero “castigo”.
Es la lógica de los “barrios privados” que tanto encantan a la pequeña burguesía. El magnate inmobiliario lo sabe bien. Ese Muro da relieve a las ideas más acariciadas por la burguesía: “esto es mío”. Reafirma la “propiedad privada” y el distanciamiento de “lo otro”. Configura la caracterización de “lo distinto” como “peligroso” y se entroniza como correctivo simbólico indeleble para que el mundo entienda de qué lado está “el poder”. Cuando el poder verdadero está del lado del pueblo… aunque los pueblos (por ahora) eso no lo vean muy claro.
Parece una antigualla de magnate petulante, parece un berrinche de “niño rico” empeñado en castigarnos con su ego desaforado. Parece una idiotez… parece mil cosas en un mundo donde nada es lo que parece. Aunque pudo tomar mil medidas arancelarias, impositivas, tecnológicas… exhibir a sus “Rambos”, sus soldados y sus armas. Aunque pudo sembrar paramilitares (como en Venezuela), pudo financiar Ku Klux Klanes, drones, perros, rayos laser… pudo imponer leyes más “duras”, prensa más amarillista, Border Patroll más fascista… pudo mil cosas pero eligió el Muro. Y eso no es inocente.
El Muro de Trump es un bálsamo mediático para las angustias endógenas del imperio. Es un bálsamo oportunista de larga duración y de efectos incontables. Es un espejo ideológico de ladrillos y concreto en el que se refleja, desde adentro, la monstruosidad del capitalismo y su lógica del avasallamiento. Cada vez que Trump lo menciona, despliega un drama histórico infestado con la humillación del saqueo y la esclavitud añejos a que han sido sometidos los inmigrantes más desposeídos y maltratados. Mientras tanto las jaurías neoliberales, serviles al imperio en México, no hacen más que acarrear “another brick in the wall”. (Otro ladrillo al muro). El Muro es una forma de la Guerra Ideológica.
Por ahora, la sola mención de completar el Muro ya atrajo simpatías de clase y solidaridades ideológicas. En ambos lados del Muro. Ya no somos tan ingenuos como para creer que la iniciativa de una aberración así nació sólo en un lado. Se han edificado muros (comerciales, políticos, raciales, educativos…) de igual o peor envergadura y siempre han contado con la complicidad voluntarista de sectores serviles. Y así nos ha ido. El muro es, pues, una forma de tortura como le gusta a Trump.
Mencionar al Muro (completar su construcción) ha servido también para alebrestar corifeos intermediarios que se dicen capaces de inspirar moral y método en la tarea de arrodillarse ante el muro. Con argumentos como “la seguridad”, “la estabilidad económica”, “el bien común” y bla bla bla a los “cuatro vientos” vociferan recetarios diplomáticos para quedar bien entre ellos. Los pueblos no tienen lugar en la mesa de sus repartijas. Unos ya tienen el presupuesto para completar el Muro, otros ya tienen el discurso para inaugurarlo, algunos más tienen los “periodistas” idóneos para desarrollar la crónica de la construcción, minuto a minuto… en fin, todos quieren una tajada material y política con que ampliar sus negocios y sus simpatías con el imperio.
El trabajo de los inmigrantes no es una dádiva del imperio. Hay que poner bien clarito que cada dólar ganado es acumulación de riqueza para los yanquis aprovechándose del trabajo esclavizado. Los trabajadores pagan un precio muy alto (no sólo por lo que recolectan las empresas parásitos que cobran por los envíos de las remesas) sino porque la mayoría inmigrante pone el lomo a diario, y debe ahorrar, aunque viva con todas las limitaciones, bajo el peso de la distancia, la soledad frecuente, la condición de “ilegal, la marginación, el racismo, el miedo, las desconfianza sistemática y el mal trato consuetudinario. Y todo eso en tierras que fueron robadas por el imperio yanqui. Eso también lo hace visible el Muro que quieren financiar también sobre las remesas de los paisanos.
Ese Muro es un acto de provocación inaceptable e inhumano. Contiene la amenaza de matar y reprimir a miles de personas. Es un Muro ideado para acentuar la injusticia que padecen los inmigrantes tratados como “ilegales” y es una trampa contra todas esas personas que, para sobrevivir, buscan cualquier fuente de “empleo”. La frontera con USA, y no sólo, es fuente permanente de abusos, explotación e ignominia y el proyecto para completar ese Muro es una afrenta de tal calibre que uno no puede no prepararse para las consecuencias. Quienes provocan el desempleo, quienes generan la miseria toman ahora medidas de “control” para poner “orden” en la frontera. Sin dejar de beneficiarse con las remesas, ¡claro!
Lo que el Muro no tapará es el drama del desempleo, la barbarie de la humillación, el infierno del hambre y la monstruosidad del despojo. Todo lo contrario. Deja a la vista la barbarie, la aberración y la bofetada auspiciadas por la burguesía que no tiene límites ni frenos en la fase depredadora en que se encuentra el imperio. El Muro es su espejo.
Ellos ponen el Muro para callarnos y para acallar toda rebeldía, nosotros (todos) podemos poner el ejemplo y transformar al mundo. Que reviente el Muro con las luchas indígenas, campesinas y obreras… desde abajo y hasta el cielo. Que reviente el Muro antes, durante y después de que lo completen. Que reviente el Muro por obra y gracia de los trabajadores, de aquí́ de allá, inmigrantes y no inmigrantes… unidos esta vez para siempre.
La imagen de un grupo de hombres con traje tomando decisiones sobre los derechos de las mujeres se está convirtiendo en un signo emblemático de la reacción contra nuestros derechos humanos, especialmente los relacionados con la integridad física y la libertad reproductiva y sexual de las mujeres.
Sólo dos días después de las masivas manifestaciones por la igualdad y contra la discriminación que tuvieron lugar en ciudades de Estados Unidos y de todo el mundo, el presidente Donald Trump decidió poner en peligro los derechos de las mujeres reinstaurando la llamada “regla de la mordaza global”. Esta regla bloquea la financiación internacional federal estadounidense para las organizaciones no gubernamentales que proporcionen asesoramiento o remisiones en relación con el aborto, propugnen la despenalización del aborto o la ampliación de los servicios de aborto, aun cuando Estados Unidos no financie directamente estos servicios.
La regla de la mordaza global —también llamada Política de la Ciudad de México— fue instaurada por el gobierno de Ronald Reagan en 1984, y tradicionalmente ha sido rechazada por los gobiernos demócratas y reinstaurada por los presidentes republicanos.
El presidente Trump sigue ahora una tradición preocupante que tiene repercusiones peligrosas para los derechos sexuales y reproductivos, la salud y la vida de mujeres y niñas de todo el mundo, especialmente las que corren más riesgo de sufrir abusos contra los derechos humanos. Durante los gobiernos de los presidentes Reagan y Bush, la regla de la mordaza fue un obstáculo para la salud sexual y reproductiva integral en muchos lugares del Sur global.
El presidente Trump sigue ahora una tradición preocupante que tiene repercusiones peligrosas para los derechos sexuales y reproductivos, la salud y la vida de mujeres y niñas de todo el mundo, especialmente las que corren más riesgo de sufrir abusos contra los derechos humanos.
La versión de la mordaza global de Trump amplía esta política a toda la financiación global de la salud de Estados Unidos, no sólo la financiación de la planificación familiar proporcionada por Estados Unidos a través de la ayuda exterior. Esto significa que las organizaciones que trabajan en otras cuestiones, como la malaria, el VIH/sida o la salud materna, deben asegurarse de que sus programas no incluyen remisión o información alguna en relación con el aborto.
Muchas organizaciones que trabajan en defensa de los derechos de las mujeres han llevado a cabo investigaciones exhaustivas sobre el impacto de la regla de la mordaza global. Sus conclusiones indican que esta regla imponía importantes reducciones de la financiación para programas que prestaban servicios de planificación familiar, tratamiento para el VIH/sida, anticoncepción de emergencia y otros servicios de atención de la salud reproductiva, junto con servicios e información relacionados con el aborto, especialmente en África y América Latina.
Un estudio realizado en 2006 por la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID) sobre la situación de la financiación para los derechos de las mujeres —Where is the Money for Women´s Rights? (“Dónde está el dinero para los derechos de las mujeres”)— reveló también que los grupos de defensa de los derechos de las mujeres consideraban que la regla de la mordaza afectaba de modo especial a las mujeres, por ejemplo violando su derecho a la libertad de expresión y de asociación y su capacidad para participar en el fortalecimiento de sus sociedades civiles e instituciones democráticas.
Esta desastrosa política de Estados Unidos también impedía que los proveedores de salud cumplieran con la ética médica básica. En los países donde el aborto era legal, por ejemplo, no podían proporcionar toda la gama de atención de la salud reproductiva legal ni podían remitir o asesorar a las partes tal como exige la ética médica. Como consecuencia directa, la regla de la mordaza global pondrá en peligro la salud y la vida de las mujeres, tanto en los países donde el aborto es legal como en aquellos donde es ilegal.
En 2011, un estudio de la Universidad de Stanford reveló que las organizaciones del África subsahariana que se negaban a firmar la regla de la mordaza global perdieron la financiación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y en consecuencia las tasas de aborto aumentaron en estos países hasta alcanzar más del doble de las tasas anteriores al gobierno de Bush.
Datos de países donde los servicios de aborto son seguros, legales y accesibles indican que las muertes y las complicaciones relacionadas con el aborto se reducen en gran medida. Sin embargo, la regla de la mordaza global ha frustrado en el pasado los esfuerzos de quienes propugnaban la reforma del aborto para modificar las leyes restrictivas.
Las consecuencias de los abortos inseguros han sido especialmente graves en América Latina y el Caribe, la región que registra los índices más elevados de abortos inseguros, según los datos de la Organización Mundial de la Salud.
El Instituto Guttmacher calcula que, entre 2010 y 2014, se practicaron unos 6,5 millones de abortos inducidos cada año en América Latina y el Caribe, y según el Centro de Derechos Reproductivos se calcula que más de 2.000 mujeres latinoamericanas mueren cada año debido a abortos inseguros.
El aborto está prohibido totalmente en siete países de la región, aun en el caso de que la vida o la salud de la mujer o la niña dependa de él: Chile, El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Surinam. El aborto legal a petición durante el primer trimestre está disponible en Cuba, Ciudad de México y Uruguay. En la mayoría de los restantes países de la región, aunque sea legal, el acceso a un aborto para salvar la vida resulta muy difícil porque algunos profesionales de la salud se niegan a practicarlo por motivos ideológicos.
Las consecuencias de la criminalización de las mujeres que intentan abortar son bien conocidas: tasas elevadas de mortalidad y morbilidad materna a causa de abortos inseguros que afectan de modo desproporcionado a mujeres y niñas que viven en la pobreza. Muchas mujeres se ven obligadas a pasar años entre rejas tras haber sido acusadas de haber abortado.
La discriminación y la desigualdad de género persistentes en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe son la causa de que las mujeres y niñas no puedan ejercer sus derechos humanos.
Los estereotipos discriminatorios siguen estando profundamente arraigados en una cultura patriarcal que aún relega a las mujeres al ámbito de la reproducción social; una cultura promovida ampliamente, en gran parte, por organizaciones religiosas, como la iglesia católica y las iglesias evangélicas.
En los últimos años, un segundo baluarte de la oposición a los avances de los derechos de las mujeres en la región ha llegado de Estados Unidos. La creciente influencia de los grupos antiaborto dentro del Partido Republicano ha generado una deriva hacia políticas contrarias al aborto en algunos estados. Esto ha afectado a las organizaciones que defienden el derecho a decidir y los derechos de las mujeres, tanto de forma directa, mediante la imposición de la regla de la mordaza, como indirecta, mediante la legitimidad y la fuerza que se conceden a los discursos y las propuestas antiaborto. Los políticos latinoamericanos no han sido indiferentes a estas tendencias, y han buscado el apoyo de las fuerzas conservadoras y los grupos antiaborto de Estados Unidos para reforzar sus posibilidades de acceder a los cargos negociando los derechos de las mujeres y proponiendo políticas y disposiciones legales que penalizan el aborto y restringen aún más los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Aunque la discriminación de las mujeres es evidente en casi todas las esferas de la vida, es en el área de la salud sexual y reproductiva donde alcanza niveles alarmantes. Es la regulación de la reproducción y la sexualidad de las mujeres lo que revela con mayor claridad los nocivos estereotipos y sesgos de género.
Aunque la discriminación de las mujeres es evidente en casi todas las esferas de la vida, es en el área de la salud sexual y reproductiva donde alcanza niveles alarmantes.
Lamentablemente, en este contexto regional adverso, y con la reinstauración de la regla de la mordaza global, el futuro para las mujeres y niñas y sus posibilidades reales de poder ejercer sus derechos humanos es trágicamente incierto.
Hoy más que nunca, debe prevalecer una postura firme contra estas claras violaciones de los derechos humanos de las mujeres. Es hora de unirnos en la acción contra la discriminación y la violencia.
Sin ir tan lejos, el muro que pretende construir Trump no detendrá la inmigración forzada de latinoamericanos, porque se debe a la política externa de Estados Unidos y su injerencia en América Latina. Primordialmente. El asedio constante, la intromisión en asuntos internos de otros países que toma como propios. El saqueo despiadado en tierras que siempre ha vulnerado a su antojo.
Si especificamos la migración de centroamericanos y mexicanos hacia Estados Unidos y nos adentramos un poco en la historia de los últimos 50 años en la región, veremos con detenimiento el papel que jugó el Plan Cóndor y las dictaduras impuestas que dieron paso a la creación de gobiernos neoliberales que responden a mandatos estadounidenses.
Las personas no se van porque es un lujo vivir en Estados Unidos, se van porque son obligadas a salir de sus países de origen. Las obligan los gobiernos corruptos con políticas clientelares e impunes que benefician a las grandes corporaciones de la oligarquía y del extranjero.
Estados fallidos, las grandes mafias que pululan en el sistema de justicia, de educación, de salud. La carencia de una infraestructura adecuada. La nula oportunidad de desarrollo que ofrezca y respalde una vida saludable e integral. Las razones están a flor de piel, son visibles y palpables, no podemos ser inmunes a la tragedia de la migración forzada. Ni nosotros como ciudadanos, ni la mediatización y mucho menos los gobiernos del país de origen, traslado y llegada.
Trump lo sabe, sabe que sí ayudaría y bastante eliminar la versión renovada del Plan Cóndor. Terminar de tajo con el carácter injerencista de las embajadas estadounidenses al sur del río Bravo. Devolver lo robado. Dejar de promover, manipular y llevar a cabo golpes de Estado.
Sacar de los países latinoamericanos la bases militares estadounidenses que de misiones humanitarias no tienen nada.
Si Trump realmente quiere terminar con la inmigración forzada de latinos hacia Estados Unidos, debe cortar de tajo con el Plan Mérida, el Plan Frontera Sur, el Plan Maya-Chortí , el Plan Alianza para la prosperidad, más al sur el Plan Colombia. Eso para comenzar.
Terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana. El Tratado de Libre Comercio Chile-Estados Unidos. El Tratado de Libre Comercio Perú – Estados Unidos y, por supuesto dejar de insistir en que Suramérica le dé el sí con el Área de Libre Comercio de las Américas.
Porque todos estos tratados son nada más renovaciones del Plan Cóndor disfrazados de políticas de inclusión y hermandad entre países; son injerencias aceptadas por los gobiernos de carácter corporativo que solo benefician a las oligarquías y a Estados Unidos. Son maquinarias de destrucción masiva de vidas humanas y del ecosistema de Latinoamérica. Empobrecen más la región y la destruyen.
Mientras Estados Unidos no deje su injerencia en América Latina, no habrá muro que sea capaz de detener la migración forzada. Por más deportaciones masivas, la gente necesita comer y a Estados Unidos viene a buscar el sustento que le niega y le roba su país de origen.
Lo triste de todo esto es que, mientras se firman Acciones Ejecutivas y palabras van y palabras vienen, miles siguen muriendo en la frontera de la muerte, miles siguen siendo secuestrados, torturados y desparecidos, en su paso por Centroamérica y México buscando llegar a Estados Unidos. ¿Qué gobierno firmará una Acción Ejecutiva para detener ese genocidio de indocumentados? ¿Quién se indignará ante tanta tragedia?
No es un muro, es la injerencia de Estados Unidos en Latinoamérica.
Posdata: Ya que estamos en éstas, ¿cuándo firmará una Acción Ejecutiva para eliminar el Decreto contra Venezuela? Digo, aprovechando lo de la feria de firmas de Acciones Ejecutivas.
Desde Sydney a Los Ángeles, desde Londres a Nueva York, con ecos en Guatemala, México, Chile y otros países en los 5 continentes, las voces de millones de personas –en su mayoría mujeres– se unieron para manifestar su rechazo a la explícita posición misógina, racista y discriminatoria del nuevo habitante de la Casa Blanca. No esperaron a que Donald Trump desempacara sus valijas para hacerle ver que no importando la distancia, la vigilancia sobre sus políticas será constante.
Los temas más preocupantes para las manifestantes del 21 de enero se refieren a las actitudes carentes de empatía del nuevo presidente estadounidense con las minorías, en especial sus intenciones de cambiar leyes que representan conquistas importantes, como las que permiten el aborto y garantizan programas de asistencia en programas de salud sexual y reproductiva, el matrimonio igualitario, los programas para establecer controles de prevención contra el cambio climático, la contaminación y la degradación del ambiente y otros de beneficio social.
Trump parece haber alcanzado el sueño de su niñez sin reparar en que la presidencia del país más poderoso del mundo no es un juego de niños. Llegó con un discurso agresivo y descalificante hacia sus antecesores, convencido de haber logrado, junto con el palio presidencial, la omnipotencia. Craso error, porque aún con las desigualdades y precariedad en la cual vive el grueso de la población mundial, existe un contrapeso natural en las decisiones emanadas desde las principales potencias. Este poder se manifiesta no solo en convenios y tratados firmados y ratificados por las distintas naciones, sino también en la voz de ciudadanos cada vez más conscientes de sus derechos.
Este cambio de mando y de tendencia política, aun con ser relativo –el Departamento de Estado nunca ha bajado su bandera expansionista ni su agresiva política económica– muestra a un mandatario decidido a transformar su territorio en una fortaleza inexpugnable, hostil hacia los inmigrantes y abiertamente orientada a proteger sus intereses comerciales contra viento y marea, no importando cuáles sean las consecuencias para los países socios en esos tratados de intercambio. Sin embargo, lo que se veía fácil y posible en promesas de campaña con el objetivo de seducir a una población decepcionada de la política tradicional, en la realidad será una lucha a brazo partido contra intereses mucho más poderosos, fincados en complejos acuerdos entre compañías multinacionales y países productores de mano de obra barata cuyos intereses trascienden la visión de nacionalismo reeditada por Trump.
Para los países ubicados al sur, la situación es amenazante. Los mayores receptores de remesas de inmigrantes muchos de ellos residentes legales, pero también miles de indocumentados que trabajan en todo el territorio estadounidense, son los países del triángulo norte de Centro América y la nueva administración constituye una alerta roja para sus gobiernos, los cuales ya deberían comenzar a diseñar sus estrategias de negociación.
De no hacerlo, y de no hacerlo correctamente, la política anti inmigrantes de Trump podría generar una repatriación masiva de ciudadanos centroamericanos, quienes de paso perderían todo lo ganado durante su estadía en Estados Unidos. Esto, porque al ser indocumentados y carecer de estatus legal, el manejo de sus bienes es precario e inseguro. Al darse un movimiento de tal magnitud, la mayor fuente de divisas de algunos de estos países, como Guatemala, se reduciría drásticamente con las graves consecuencias que eso implica para los sectores más necesitados.
América Latina / www.animalpolitico.com / 25 de Enero de 2017
Donald Trump retiró el apoyo de EU al tratado que da forma al mayor bloque económico del mundo, pero, ¿qué implica esta decisión para México y América Latina?
Era una de sus promesas electorales y cumplió: en su primera jornada laboral como presidente, Donald Trump firmó este lunes una orden para retirar a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés).
El ambicioso y polémico tratado busca dar forma al mayor bloque económico del mundo y fue firmado en febrero de 2016 por 12 países entre los cuales se encuentran tres naciones latinoamericanas: Chile, México y Perú.
“Lo que acabamos de hacer es una gran cosa para el trabajador estadounidense”, dijo Trump tras firmar la orden.
A fines de noviembre, Trump dijo en un video con el que dio a conocer las medidas para sus primeros 100 días de mandato: “(El TPP) es un desastre potencial para nuestro país”.
“En cambio, negociaremos acuerdos comerciales bilaterales justos que otra vez generen empleos e industria en territorio estadounidense“, agregó.
El TPP llevó siete años de negociaciones y fue una de las banderas de la política de comercio exterior del saliente mandatario Barack Obama.
Para Trump, en cambio, la cancelación de cuajo de este tratado fue una promesa clara de campaña que ya se cumplió.
Pero, ¿qué significa este cambio de marcha para América Latina?
No dan las cuentas
Los analistas económicos pueden poner el grito en el cielo tras la orden de Trump, pero lo cierto es que la maniobra no ha tomado a nadie por sorpresa.
El nuevo presidente estadounidense es un crítico acérrimo de los tratados multinacionales, por considerar que no contemplan las prioridades estadounidenses y ponen los intereses comerciales por encima de la generación de empleo que él considera pivote de la economía.
Su triunfo en las urnas hizo temer lo peor entre los promotores del TPP. Porque el tratado aún espera por su ratificación y el asunto no es nada fácil: se requiere el visto bueno de al menos seis de los países signatarios y estos deben representar al menos un 85% del Producto Interno Bruto (PIB) de los 12 combinados.
En la práctica, eso significa que no podrá entrar en vigor sin el visto bueno de Estados Unidos y Japón, que juntos equivalen al 79% del PIB del bloque.
Así, el supertratado económico podría estar herido de muerte antes de nacer.
Para los promotores del acuerdo en México, Perú y Chile, el anuncio dejó sin comenzar la fiesta de varios sectores que anticipaban una bonanza comercial.
Y en las órbitas de gobierno, genera incertidumbre por un acuerdo que ha sido una parte integral de la estrategia económica de las tres naciones.
En su momento, la mandataria chilena, Michelle Bachelet, lo respaldó como un “gran acuerdo” de todos quienes creen “que el libre comercio como una economía abierta ha sido beneficioso”.
Chile fue la nación pionera de la región en buscar sociedades comerciales distintas a las tradicionales con Estados Unidos y Europa.
Mediante la membresía, México y Perú también buscan aumentar sus exportaciones y atraer importantes inversiones de países asiáticos.
Según estimaciones de la Secretaría de Economía de México al momento del anuncio del TPP, el país norteamericano podría exportar más de US$150.000 millones en cinco años hacia otros países del súper bloque.
Caminos truncos y alternativas
Para los países latinoamericanos, el mercado de casi mil millones de consumidores al que el TPP daría acceso no será igual de fácil de conseguir mediante otros acuerdos.
Hay quienes creen que la región no puede supeditar sus esperanzas de crecimiento a los intercambios con países de Asia y las grandes potencias, sino que debería atender al “comercio intrarregional que es bajo pero se incrementa lentamente”, según señala Miguel Tavera, de la consultora de riesgo Risk Cooperative y columnista en International Policy Digest.
Los tres miembros latinoamericanos del TPP integran también la Alianza del Pacífico (junto con Colombia), un bloque que promueve un mayor intercambio sin salir de la región y que podría beneficiarse si el conglomerado transpacífico resulta fallido.
Se supone, además, que el TPP iba a empoderar a las clases medias, mediante el acceso a mercancías más baratas y el fomento del consumo doméstico, apunta Tavera.
Eso, a su turno, podría facilitar la creación de empresas medianas y pequeñas, con costos más bajos y acceso a un mercado mayor. Todo eso, señalan los primeros pronósticos, podría quedar trunco si el acuerdo no se ratifica.
También truncas quedarán las ambiciones de los sectores exportadores, esperanzados en anexar nuevos mercados
En los ámbitos de gobierno, ya se barajan “planes B”: en la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que se realizó a fines de noviembre de 2016 en Lima, la respuesta ante el proteccionismo azuzado por Trump fue parte del debate.
“Hay varias opciones por las cuales podemos andar, pero siempre con el compromiso de llegar a tener un tratado de libre comercio en Asia Pacífico”, había señalado antes la vicepresidenta de Perú, Mercedes Aráoz.
Ildefonso Guajardo, secretario de Economía de México -y exnegociador en Washington de otro gran acuerdo, el NAFTA-, declaró en ese entonces que, junto con Japón, Australia, Malasia, Nueva Zelanda y Singapur, estudiarían soluciones alternativas para un TPP sin Estados Unidos, aunque no está claro cómo podría lograrse.
La intención, en todo caso, es continuar con el proceso de integración con Asia.
Por otra parte, el TPP frustrado marcaría un reparto de fuerzas distinto para China en la región.
El gigante asiático podría llenar el eventual vacío que dejaría Estados Unidos, dijeron funcionarios del bloque de APEC asistentes al foro de Lima.
Lo haría a través de tratados alternativos, como el Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP) que Pekín viene empujando el gigante asiático y que apunta a una asociación más amplia, de 16 países, incluido India.
Perú ya le ha dado el sí a la propuesta.
“Vemos personas alrededor de la mesa, aquí, ahora, hablando de que si el TPP no avanza, entonces ellos van a tener que poner sus huevos en la canasta del RCEP”, dijo entonces el representante comercial de Estados Unidos, Michael Froman, según informó la agencia de noticias Reuters.
China ya es el mayor socio comercial de muchos países de América Latina. Y Pekín está interesado en mantener la ventaja y adquirir un rol más activo.
Festejos silenciosos
Pero la retirada firmada por Trump es una buena noticia para quienes se habían mostrado críticos con el convenio desde un principio.
Varios sindicatos, por ejemplo, habían señalado que el acceso barato a mercancías del sureste de Asia -en particular de Vietnam, uno de los signatarios del TPP- y a mano de obra a menor costo pondría en jaque las posibilidades de desarrollo de la industria y las condiciones del empleo en partes de Latinoamérica.
Empresarios y organizaciones civiles en México afirmaron que el TPP representaba “un peligro para varios sectores de la economía”.
Entre los más perjudicados, dicen, están la industria textil, de autopartes, la producción de leche, azúcar, acero y el comercio de medicinas.
“Nuestro peor reto es Vietnam, siempre ha sido nuestra preocupación”, reconoció ante BBC Mundo Alfonso Juan Ayub, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil en México, el pasado octubre.
Algunos incluso advierten del efecto dañino que podría tener sobre las exportaciones agrícolas de los tres países de la región.
Otros, en tanto, critican el tratado como instrumento en sí mismo: lo llaman “el Titanic del comercio”, condenado a hundirse, y reclaman contra los intentos de los gobiernos de salvarlo a cualquier costo.
“Prepotentes y sin entender el mensaje político que les deja la derrota del TPP por la movilización y acción de los pueblos, destacadamente las organizaciones de izquierda y progresistas de todos nuestros países, ahora buscan una desesperada salida creyendo que pueden imponerla“, opinan Alejandro Villamar y Alberto Arroyo, miembros de “México Mejor Sin TPP”, en una columna publicada por la agencia Alai.
*Esta nota se publicó originalmente en BBC Mundo en noviembre de 2016 cuando Trump anunció que retiraría a EE.UU. del TPP y ha sido actualizada tras la firma de la orden ejecutiva.
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