Vivimos una época confusa y de contradicciones patentes, aunque invisibles. Estas dos características juntas no favorecen en absoluto una educación ciudadana, acorde con los derechos, valores y conocimientos adecuados a una vida común pacífica y honestamente democrática. Junto al alarde tecnológico de la realidad aumentada está el truco analógico clásico de no mirar -y por tanto no ver- partes de la realidad que nos rodean y asaltan continuamente, pero que pretendemos negar o considerar accidentales o lejanas a nuestras propias circunstancias.
Todo lo que ocurre en las pantallas y se difunde y extiende por internet puede llegar al mismo tiempo a todo lugar y a toda persona que tenga a su disposición una pantalla. Si efectuamos la maniobra del avestruz, desde luego, no veremos lo que no nos agrada y, por tanto, no miraremos lo que no estamos en disposición de ver, para abordar.
Siempre oigo decir de algunos hechos que tenemos encima, que dentro de poco van a ocurrir, para ver si así conjuramos a las fuerzas tecnológicas a que se aparten de nuestro entorno.
El caso que quiero traer aquí es el de la iniciación sexual de la gente joven y pequeña en la actualidad. Sin aprendizaje ninguno ni períodos de adaptación, se sumergen en unos intercambios sexuales muy exigentes y casi nada placenteros, pues no suelen ser producto de los propios deseos, sino de las modas o modos difundidos y a los que imitan casi ciegamente.
Me refiero, sobre todo, a la pornografía en abierto y gratuita que circula profusamente a golpe de clic, en cualquier dispositivo conectado y sin filtros ni controles.
Ahora todo pasa en internet y por internet y los likes a ciertas imágenes corren como la espuma en pocos minutos y convierten a sus “dueñas” en populares famosillas o en blanco del bullying, llamado sexting, en los ambientes escolares. Las adolescentes de esta edad, sin formación sexual ninguna, buscan poner en práctica el principal mandato patriarcal para las mujeres: la Ley del Agrado, actualizado en cada generación. La multiplicación de likes, es la multiplicación del “me gustas” y este todavía sigue enraizado en la socialización de las niñas, de las jóvenes y de las adultas.
El primer pilar de la Ley del Agrado es la belleza, el canon de belleza actual y el capital erótico que el cuerpo de las mujeres comercializa y populariza, con las promesas de éxito que ello conlleva en la edad de la que estamos hablando. Las niñas exponen sus cuerpos en sus selfies y sus vídeos, ajenas a las consecuencias que tienen en la mayor parte de varones de todas las edades y condiciones, socializados ellos para que los cuerpos de las mujeres estén a su servicio pagando o sin pagar, disponer de ellos o tomarlos como moneda de cambio del amor o protección.
Y ahora estamos sabiendo, a pequeñas dosis, alguna de las consecuencias de esta banalización del cuerpo sexuado femenino y de sus utilidades. La pornografía en abierto, gratuita y profusa deforma las mentes y las induce a pensar que los abusos sexuales contra las mujeres son normales porque a ellas les gusta. Son normales si los estamos viendo continuamente y les gustan porque las actrices porno están para eso, para participar en una ficción audiovisual, en la que, por supuesto, hay que interpretar lo que vende y fingir lo que sea menester para que reciba muchas visitas.
La mayoría de adolescentes no van a optar por ganarse la vida siendo actrices porno, ni tampoco siendo carne de prostitución y, sin embargo, pasan muchas horas pegadas a esos modelos de chicas “atractivas”, aunque sea un atractivo trucado o artificial. Todas estas horas les deforman la mente y los deseos, sin duda, y las apartan de un posible proyecto de vida propio, en el que el erotismo y la sexualidad tengan un papel elegido y satisfactorio, junto a otros muchos aspectos de la vida, como pueden ser los relacionales, hobbies, diversiones variadas, estudios, profesiones y aprendizajes.
Esto no salta a la vista de las personas adultas, porque transcurre en espacios digitales a los que no solemos tener acceso y, además, forma parte de un pacto implícito de silencio que las invita a negar siempre que practican un cierto striptease en las redes.
A los chicos les afecta y les llega igualmente pero, a ellos para reforzar el principal mandato patriarcal masculino: controlar el cuerpo de las mujeres, por cualquier medio a su alcance. Ellos van a dominar, no a agradar precisamente.
Creo que es urgente que nos pongamos a actuar como sociedad, como Estado, como personas ciudadanas y que exijamos que se intervenga de inmediato en todo lo que anda deformando las conciencias y manipulando las vidas de casi todas las chicas en formación. No basta con escandalizarse de tantas violaciones en grupo y por parte de chicos menores, no basta con comentar el horror que supone la desaparición de tantas chicas, casi siempre abusadas y en muchos casos asesinadas.
Y también es urgente propugnar una educación sexual acorde a nuestros tiempos, en todos los niveles educativos y bien adaptada a las expectativas de la gente pequeña y joven. Si seguimos con una miopía o ceguera enormes ante estos hechos, no realizaremos intervenciones responsables, como son: el control en las web y la educación sexual universal. Nada se aprende sólo: hay que enseñar para saber y saber para mejorar y para enseñar y ver bien hay que ponerse gafas.
Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/03/ponernos-las-gafas/