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¿Sabías que tienes un sistema inmunitario psicológico?

Por: Jennifer Delgado Suárez

El sistema inmunitario nos protege contra toda clase de agentes infecciosos que abundan en el medio. De hecho, es imposible controlar nuestra exposición a virus, bacterias y demás agentes patógenos, pero si tenemos un sistema inmunitario fuerte y sano, nuestras probabilidades de enfermar se reducen.

No obstante, psicólogos como Dan Gilbert, de la Universidad de Harvard, creen que también tenemos un sistema inmunitario psicológico. Y las personas que lo fortalecen pueden lidiar mejor con las adversidades y los problemas, sin que estos sumen demasiada ansiedad, depresión o desesperanza.

Según esta teoría, de la misma manera que existen personas que prácticamente son inmunes a los virus y casi nunca se enferman, también hay quienes pueden enfrentar las peores tragedias con mayor entereza de ánimo mientras otros se desmoronan, entristecen o estresan ante los problemas más nimios.
Sin embargo, lo cierto es que todos tenemos un sistema inmunitario psicológico. Los estudios indican que aproximadamente el 75% de las personas logran encontrar un nuevo equilibrio que les permite ser felices al cabo de los dos años después de haber sufrido una gran tragedia.
El sistema inmunitario psicológico se encargaría de construir una red de seguridad que nos proteja de los efectos del estrés crónico y nos dé fuerzas para soportar los eventos más terribles. Mientras que el sistema inmunitario biológico nos mantiene vivos para protegernos de las enfermedades, el sistema inmunitario psicológico amortigua el impacto de los golpes emocionales y nos permite seguir adelante.

Sobrevalorarse como estrategia para proteger la autoestima

El sistema inmunitario psicológico activa diferentes estrategias para protegernos, una de ellas consiste en evitar que nos odiemos por nuestros fracasos. Esa es la razón por la cual tenemos la tendencia a atribuir los problemas a factores externos, como el gobierno, un subalterno incompetente o simplemente la mala suerte.
De esta forma preservamos nuestra autoestima y no nos sentimos tan deprimidos, frustrados o desesperanzados. De hecho, un estudio llevado a cabo en la Virginia Commonwealth University reveló que las personas con tendencia a la depresión en realidad tienen una perspectiva más objetiva del mundo y suelen ser más lógicas y reflexivas. Al contrario, quienes mantienen una actitud más optimista es porque ponen en práctica determinados sesgos que les ayudan a lidiar mejor con su realidad.
Por eso, no es extraño que cuando nos comparamos con los demás pensamos que somos más inteligentes, que tenemos menos prejuicios, que somos más éticos y que viviremos más años.
No se trata de algo negativo. De hecho, psicólogos de la Universidad de California afirman que los estados mentales de autoafirmación positiva, incluso las ilusiones positivas, contribuyen a disminuir nuestro nivel de estrés. Estos investigadores apreciaron que las enfermedades incurables avanzaban con mayor lentitud en las personas que albergaban ilusiones optimistas, aunque fueran poco realistas, ya que estas tienen un efecto protector.
Desde el punto de vista biológico, esto se debe, en parte, a la acción del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que regula desde la digestión y la temperatura corporal hasta el humor, la energía física y el sistema inmunitario biológico. Este eje también modula nuestra respuesta ante el estrés, por lo que se ha apreciado que las personas con una percepción positiva tienen un eje hipotalámico-pituitario-adrenal más saludable que quienes tienen una percepción más negativa de la vida y de sí mismos.
Solo es necesario asegurarse de que no perdemos demasiado el contacto con la realidad y que esas ilusiones no son tan irreales que terminen haciéndonos daño.

Nuestra mente piensa en positivo automáticamente

Varios estudios sugieren que las personas tienen un temor infundado a los eventos negativos. Solemos imaginar las peores consecuencias y suponemos que reaccionaremos muy mal aunque en realidad cuando nos enfrentamos a esos problemas solemos responder mejor de lo que pensábamos. Esto se debe a que normalmente subestimamos nuestra resiliencia. Por consiguiente, ni los eventos positivos ni los negativos cambian tanto nuestra vida como pensábamos.
De hecho, cuando se trata de lidiar con la adversidad, es mejor dejar que nuestro inconsciente tome las riendas. Un estudio llevado a cabo en la Universidad Estatal de Florida reveló que cuando irrumpen en nuestra mente pensamientos sobre la muerte, ya sea la propia o la de personas que queremos, nuestro cerebro no se queda paralizado en la negatividad o el miedo durante mucho tiempo sino que intenta moverse hacia pensamientos más positivos.
En el experimento, los psicólogos prepararon a más de 100 personas para que pensaran en su propia muerte. A otro grupo le pidieron que imaginaran un evento desagradable, como ir al dentista. Luego les presentaron algunas raíces de palabras que debían completar, como “go”, a partir de la cual podían escribir términos como “gobierno” o “gozo”. Así los investigadores evaluaban su estado emocional inconsciente.
Descubrieron que quienes habían pensado en la muerte solían elegir palabras más positivas, como “gozo”. Este mecanismo que ocurre a nivel inconsciente es el sistema inmunitario psicológico en acción, intentando mitigar los efectos del dolor y el sufrimiento, llevándonos a ver la parte positiva de la vida, incluso cuando estamos ante los eventos más desoladores.

¿Cómo fortalecer el sistema inmunitario psicológico?

El sistema inmunitario psicológico está compuesto por dos elementos esenciales: el componente resiliencia, que significa enfrentar la adversidad sin desmoronarse y salir fortalecido, y el componente de eudaimonía, que señala que la felicidad sostenible no proviene del placer sino del significado de la vida. Por tanto, para fortalecer tu sistema inmunitario psicológico debes:
– Encontrar el sentido de la vida. Las personas que tienen un por qué, son capaces de encontrar el cómo incluso en las condiciones más difíciles. Si tienes un buen motivo para vivir, la adversidad te  golpeará pero saldrás más fuerte.
– Aprender a centrarse en lo positivo. Las personas resilientes son aquellas que, incluso en la adversidad, no se derrumban y son capaces de encontrar lo positivo en los problemas. Cada situación, por mala que parezca, encierra un aprendizaje, que se convierte a la vez en una oportunidad para crecer.
– Practicar el desapego. Se trata de comprender la vida como el curso de un río, en el que todo llega y todo se va. De esta forma logras aceptar tanto las cosas buenas como las malas, sabiendo que no son eternas y que, antes o después, el dolor y el sufrimiento desaparecerán.
– Dominar la atención. David Kessler, especializado en la muerte y el sufrimiento, cree que la mayoría de las enfermedades mentales están causadas por algo que capta de manera obsesiva nuestra atención. Por tanto, si somos capaces de dominar nuestra atención, desarrollaremos un sistema inmunitario más eficaz. De hecho, el gran maestro indio Shantideva afirmaba: “una persona distraída vive continuamente en las fauces de las aflicciones mentales”.
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2017/02/sabias-que-tienes-un-sistema_21.html
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Sin educación emocional, no sirve saber resolver ecuaciones

Por ANA TORRES MENÁRGUEZ

Los grados de Magisterio no forman a los profesores en gestión de las emociones, clave para el desarrollo de los niños.

Rafael Guerrero es uno de los pocos profesores de la Universidad Complutense de Madrid que enseña a sus alumnos de Magisterio técnicas de educación emocional. Lo hace de forma voluntaria porque el programa académico de los grados en Maestro en Educación Infantil y Primaria -nombre de la carrera de Magisterio tras la llegada del Plan Bolonia– no incluye ninguna asignatura con ese nombre. “Muchos de los problemas de los adultos se deben a las dificultades en la regulación de las emociones y eso no se enseña en la escuela”, explica Guerrero.

Se trata de enseñar a los futuros maestros a entender y regular sus propias emociones para que sean capaces de dirigir a los niños y adolescentes en esa misma tarea. “Mis alumnos me cuentan que nadie les ha enseñado a regularse emocionalmente y que desde pequeños cuando se enfrentaban a un problema se encerraban en su habitación a llorar, era su forma de calmarse”, cuenta el docente. Inseguridad, baja autoestima y comportamientos compulsivos son algunas de las consecuencias de la falta de herramientas para gestionar las emociones. “Cuando llegan a la vida adulta, tienen dificultades para adaptarse al entorno, tanto laboral como de relaciones personales. Tenemos que empezar a formar a profesores con la capacidad de entrenar a los niños en el dominio de sus pensamientos”.

La inteligencia emocional es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados anímicos propios y ajenos, según la definición de quienes acuñaron el término a principios de los noventa, los psicólogos de la Universidad de Yale Peter Salovey y John Mayer. La inteligencia emocional se traduce en competencias prácticas como la destreza para saber qué pasa en el propio cuerpo y qué sentimos, el control emocional y el talento de motivarse, además de la empatía y las habilidades sociales.

Tras revisar los programas académicos de los grados en Magisterio, Pedagogía, Psicología y Psicopedagogía de las univerisdades públicas españolas en 2016, el Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica (GROP) de la Universidad de Barcelona (UB) concluyó que no existe ninguna asignatura específica de educación emocional. “Cuando pensamos en el sistema educativo, por tradición creemos que lo importante es la transmisión de conocimientos de profesor a alumno, a eso se dedica el 90% del tiempo. ¿Qué pasa con el equilibrio emocional? ¿Quién habla de eso en la escuela?”, señala Rafael Bisquerra, director del Posgrado en Educación Emocional de la UB e investigador del GROP.

Los jóvenes con un mayor dominio de sus emociones presentan un mejor rendimiento académico, mayor capacidad para cuidar de sí mismos y de los demás, predisposición para superar adversidades y menor probabilidad de implicarse en comportamientos de riesgo -como el consumo de drogas-, según los resultados de varios estudios publicados por el GROP. “La educación emocional es una innovación educativa que responde a necesidades que las materias académicas ordinarias no cubren. El desarrollo de las competencias emocionales puede ser más necesario que saber resolver ecuaciones de segundo grado”, apunta Bisquerra.

PREVENCIÓN DE TRASTORNOS PSICOLÓGICOS

Las habilidades en inteligencia emocional son un factor importante en la prevención de trastornos psicológicos, concluye el artículo Los efectos a corto y medio plazo de la formación en inteligencia emocional en la salud mental de los adolescentes, publicado en el Journal of Adolescent Health en 2012, y elaborado por un grupo de investigadores de las universidades públicas de Málaga, Huelva y el País Vasco.

«Muchos de los desórdenes psicológicos suelen aparecer durante la adolescencia -como los cambios bruscos de carácter, el abuso de sustancias o los trastornos en la alimentación-. Una de las causas de esos problemas mentales es la incapacidad de gestionar los estados emocionales», señala el estudio, para el que se formó a 479 adolescentes españoles de 13 años en un programa de educación emocional durante dos años.

La inteligencia emocional ayuda en dos campos fundamentales. En el intrapersonal, donde permite reducir la intensidad y la frecuencia de los estados de ánimo negativos causados por acontecimientos adversos del día día; protege del estrés y puede ayudar a mantener un estado de ánimo positivo y así prevenir la ansiedad o la depresión. En un segundo plano, el estudio señala que los adolescentes con altas capacidades para percibir y gestionar sus emociones y las de otros, presentan relaciones con sus familiares y compañeros mucho más satisfactorias y de apoyo.

Los elevados índices de fracaso escolar -el 20% de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años abandona el sistema educativo sin haber finalizado la Secundaria, según datos de Eurostat-, las dificultades de aprendizaje o el estrés ante los exámenes provocan estados emocionales negativos, como la apatía o la depresión, y todo ello está relacionado, según Bisquerra, con deficiencias en el equilibrio emocional. “Focalizar las clases en las capacidades lingüísticas y lógicas exclusivamente se puede considerar una estafa del sistema educativo”, critica el docente, que ha publicado más de 15 libros sobre la materia.

Bisquerra es uno de los precursores en España de la aplicación de la educación emocional al ámbito académico. Cuando empezó a investigar en 1993, aún no existía ese término, que a finales de los noventa usó como título en una de sus publicaciones. Lo que está fallando, según el experto, para que los diferentes niveles educativos no contemplen esos contenidos es la falta de sensibilización, tanto por parte de la administración pública como del profesorado. “La regulación de las emociones consigue que los estímulos que nos rodean nos influyan lo mínimo posible. Nuestro comportamiento depende, en gran medida, de cómo nos sentimos, y ni los profesores ni las autoridades se lo toman en serio”.

En su opinión, el cambio tiene que arrancar con la formación del profesorado, con la transformación del grado de Magisterio. “En la UB no hemos convencido al número de profesores necesario como para modificar el plan de estudios. Lamentablemente, los procesos de cambio educativo son muy lentos”, añade Bisquerra, que en 2005 publicó La educación emocional en la formación del profesorado, donde propone un modelo de asignatura para los profesores de educación Infantil, Primaria y Secundaria con teoría y actividades prácticas.

Los objetivos de la educación emocional, según las guías de Bisquerra, son adquirir un mejor conocimiento de las emociones propias y de las de los demás, prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas -que pueden derivar en problemas de ansiedad y depresión-, y desarrollar la habilidad para generar emociones positivas y de automotivarse. En el año 2002 la UB lanzó su primer posgrado en Educación Emocional, que hoy también ofrecen otras universidades públicas como la de Málaga, Cantabria o la UNED, entre otras.

Una de las experiencias piloto en formación del profesorado en educación emocional la lideró en España la Diputación de Guipúzcoa que, entre 2006 y 2010, formó a más de 1.500 docentes de colegios e institutos públicos de la provincia. Bisquerra fue uno de los encargados de coordinar los cursos, así como de elaborar 14 manuales que están disponibles para cualquier docente con decenas de actividades para aplicar en el aula. La Universidad del País Vasco se encargó de evaluar los resultados. “La comprensión y regulación de las emociones por parte de los profesores redujo los niveles de ansiedad y de burnout (en español, síndrome del trabajador quemado)”, indica Aitor Aritzeta, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco. En los alumnos, se redujo la conflictividad en el aula.

En un estudio paralelo liderado por Aritzeta, en el que se formó a un grupo de 200 universitarios en técnicas de inteligencia emocional, se demostró que tras dos años de instrucción los alumnos que habían recibido la enseñanza mejoraban sus resultados en los exámenes una media de 1,5 puntos respecto al resto de estudiantes. “Aprendieron a manejar el estrés y los niveles de ansiedad se redujeron un 18%”, asegura el docente.

Enseñar a los docentes a mirar, escuchar y entender las necesidades de un alumno es el objetivo principal de Rafael Guerrero, profesor de la Complutense con el que arrancaba esta historia. «Puede parecer obvio, pensar que todos los maestros tratan así a los chicos, pero no todos lo hacen. Nadie está dispuesto a reconocer el abandono emocional», señala. Enseñar a los jóvenes a afrontar problemas desde el principio y a desarrollar tolerancia a la frustración. Acabar con la frase «eso son tonterías, ponte a hacer la tarea» es la máxima que Guerrero quiere para sus alumnos y futuros maestros.

Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2017/01/27/actualidad/1485521911_846690.html

Imagen: ep01.epimg.net/economia/imagenes/2017/01/27/actualidad/1485521911_846690_1485522074_noticia_normal_recorte1.jpg

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Entrevista a Begoña Ibarrola: “Un mal profesor puede arruinarte la vida”

29 Enero 2017/Fuente: El pais/Autor: 

Para la especialista en educación emocional, Begoña Ibarrola, los conocimientos no transforman a nadie. “Lo que es transformador es la experiencia y las emociones. Sin experiencia solo aumenta la información, no hay capacidad de transformación y de hacer mejores personas»

Un alumno puede ser brillante, pero si no sabe controlar sus nervios se queda en blanco», explica Ibarrola

En los temas de agresividad hay que tener en cuenta que la formación en valores es como una herramienta básica que los padres deben dar a los hijos desde que son pequeños»

sicóloga, musicoterapeuta, investigadora…..Begoña Ibarrola lleva impartiendo cursos de formación en inteligencia y educación emocional desde hace casi 30 años al profesorado y las familias. En esta entrevista con eldiarionorte.es, Ibarrola presenta su visión sobre la educación emocional, un área que «si el ser humano no desarrolla no está completo”. Este tipo de inteligencia influye en todas las áreas del currículum educativo ya que «es una dimensión susceptible de mejora y potenciación mediante acciones educativas». Según Ibarrola, en un futuro muy cercano el profesor ya no va a impartir conocimientos, va a ser una especie de entrenador del alumno que le ayude a desarrollar sus potenciales y dar lo mejor de si para mejorar el mundo. “Las competencias más importantes serán las interpersonales e intrapersonales.

Educación emocional. Un concepto que parece nuevo, pero que no lo es tanto. ¿Qué es realmente?

El concepto es antiguo, pero ya Platón decía que la disposición emocional del alumno determinaba su capacidad para aprender. Hay muchas definiciones, pero a mí me gusta mucho la de Rafael Bisquerra, que dice que es un proceso continuo y permanente, que lo que pretende es desarrollar la dimensión emocional en armonía con la dimensión cognitiva. No se trata de sustituir una cosa por otra, si no que la educación tenga en cuenta la educación de las emociones. Venimos con unas emociones al nacer, pero hay que educar en su expresión, en su regulación…..La finalidad de la educación emocional es brindar a los alumnos unas herramientas que les ayuden a hacer frente a los retos que la vida les depare. Para las cosas buenas no nos tenemos que preparar, pero para los retos y las dificultades sí. A través de la educación emocional se desarrollan una serie de competencias- emociones que son las que les van a servir al alumno durante toda su vida.

Sobre todo la autoestima

Básica, básica.

¿Es fundamental para que pueda ese alumno sacar lo mejor de si mismo y en relación con su entorno?

Es la tierra con nutrientes donde cualquier cosa que siembres va a prosperar. Si no hay autoestima  ya empezamos con problemas.

Si ese tema no se trabaja desde pequeños en la adoelscencia es más complicado de tratar.

Yo he sido terapeuta infantil 15 años. He trabajado con niños y adolescentes y casi todos sufrían de falta de autoestima. Si eres adolescente se puede reconstruir, pero es cierto que a medida que vamos creciendo es más difícil. Por otro lado, lo que sí que es importante entender es que de los cero a seis años la autoestima no es tal, ya que el niño va creciendo y desarrollando una idea de si mismo en función de lo que le reflejan los adultos. Como tal, la autoestima comienza a los seis-siete años, una vez que el niño ha recogido todo lo que han volcado los adultos sobre él. Y  empieza ya a comparar con lo que le dicen los amigos, con lo que él siente de si mismo. Si los padres y los alumnos que le rodean tienen una buena base y le reflejan cosas positivas de él, no limitando las cosas que se le dan mal , pero ofreciendo una imagen realista está más preparado para no hundirse ante una dificultad. Sabe que no se le da bien todo y que no es maravilloso en todo y que no puede triunfar en todo…..

Eso es por parte de los padres, pero ¿cómo pueden fomentar los profesores esa autoestima?

Hay profesores que sí saben hacerlo y otros que no. Unos profesores dicen ‘yo  voy a dar mi clase, mis contenidos y el alumno como persona no me importa’, pero afortunadamente cada vez son más los profesores a los que sí les importan los alumnos como personas, no como depositarios de conceptos, ideas y contenidos. Hoy en día, con la teoría de inteligencia múltiples cualquier profesor que utiliza esta metodología sabe que todos los alumnos son inteligentes, pero que tienen distintos tipos de inteligencia. Ese método ayuda al docente a garantizar de alguna manera la autoestima de los alumnos porque no les comparan unos con otros, saben que cada uno tiene talento y es un ser maravilloso y único. Ese profesor es como un geólogo que va buscando debajo de la tierra a ver qué tesores hay, van buscando lo que ese niño tiene. El uso de esa metodología garantiza la autoestima.

“Ser profesor no es una profesión sin más”

Existen profesores mucho más sensibles a estos temas que otros ¿no?

Yo me he encontrado con profesores que en el fondo son personas que ejercen una profesión nada más. Si esa persona tiene dañada su propia autoestima quiere imponer por el respeto, por el miedo, por la autoridad, por ‘esto lo hacéis’ porque lo mando yo. Afortunadamente cada vez hay menos, pero realmente para entrar en la función docente se necesita una oposición, no un examen de personalidades. Si tú eres una persona equilibrada, afectiva, empática, con autoestima buena pues imagínate…En cambio, si esa persona que hace la carrera de Magisterio tiene una baja autoestima ya a terminar por reflejar sobre los alumnos sus  problemas. Un mal profesor sin educación emocional puede arruinarte la vida y, en cambio, un buen profesor con sensibilidad te la puede cambiar.

Estamos hablando de problemas, pero los profesores se enfrentan al sistema. Ell sistema les exige los conocimientos y hasta ahora la clave del éxito escolar radica no en sacar niños felices,  sino con conocimientos.

Hay tantos sistemas educativos….La ley es el marco legal, pero ese cuadro tiene un marco. Y en ese marco tú puedes enmarcar todo tipo de cuadros. La ley dice que no te puedes salir,  pero puedes pintar lo que te dé la gana. Por eso, con distintas leyes he visto proyectos maravillosos, aulas maravillosas, niños super felices. Y he visto profesores superdesgraciados, y aulas desgraciadas con la misma ley. Puede que haya una ley buenísima para abordar la enseñanza de de valores, actitudes….pero como la variable  es el profesor si no asume eso porque no está maduro pues no lo trabaja. Hay docentes que me dicen ‘trabajar en valores, que tontería que la ley nos diga a nosotros ahora eso. Es cosa de la familia. A mí no me han preparado para eso’. Ah vale, entonces vamos a la raíz. Si a ellos no les preparan en su formación ni para abordar la educación en valores ni para abordar la educación emocional ¿cómo la van a implantar? Algunos docentes muy concienciados y responsables se preparan por su cuenta.

Ahora mismo,  ¿las escuelas de magisterio oficiales preparan en educación emocional?

No.

Es decir, que cuando termina su formación ¿dejan al docente frente al aula sin una mínima preparación en este terreno?

Sí y ahí que se las apañe. Puede que en la facultad les enseñen mucha metodología y didáctica, pero nadie prepara todavía en ninguna facultad sobre educación emocional. Exceptuando, por ejemplo, algunas comunidades autónomas como la canaria que ya han incorporado en el curriculum de primaria la educación emocinal como asignatura. Entonces sí preparan a los profesores para que impartan esa asignatura como les preparan para otras. En Castilla La Mancha también se evalúa  la competencia emocional.

“Las emociones son el factor que más influye en el aprendizaje”

El error es comparar a los alumnos y meterlos todos en el mismo saco.

A todos no les puedes evaluar de la misma manera; tendrás que exigirles unos conocimientos mínimos, unas bases, pero luego la forma de plantearles la evaluación o la forma de pedirles lo que saben tiene que ser diferente. Si el profesor está preparado ya tenemos un plus.

Desde el mundo oficial no se está preparando a los docentes en educación emocional, pero los colegios son conscientes de eso.

Llevo muchos años dando formación en educación emocional. Precisamente pedí la excedencia en la comunidad de Madrid como psicóloga para dedicarme a la formación porque veía la laguna que había y la demanda que había. Si no llega a haber demanda yo me vuelvo al puesto de psicóloga. Pero no he vuelto ni voy a volver porque hay muchísima demanda y afortunadamente se han creado masters de educación emocional. Las investigaciones de la neurociencia están diciendo a los docentes que las emociones son el factor que más influye en el aprendizaje. Las investigaciones dicen cómo afecta la ansiedad al bloqueo del pensamiento. Un alumno puede ser brillante, pero si no sabe controlar sus nervios se queda en blanco. El desarrollo de las competencias emocionales es un factor de prevención de las adicciones, mejora la salud mental, como no hay acoso escolar…..Es una cuestión personal, aunque los equipos directivos de los centros es básico porque marca unas pautas en el colegio.

¿La educación emocional sirve para atajar los casos de acoso escolar?

En los temas de agresividad hay que tener en cuenta una cosa: la formación en valores es como una herramienta básica que los padres deben dar a los hijos desde que son pequeños. Hay una evidencia: los niños tienen a ser crueles con los niños más débiles. Un profesor que ve eso debe trabajar con los dos grupos: al que sufre deben enseñarle a defenderse y a los agresores cortar su comportamiento. No solo se trata de castigar a los violentos. Al que va de débil y sumiso hay que decir que de eso nada, que se defienda y lo comunique a un adulto. Y con los ‘observadores’ también hay que trabajar, con los que ven el acoso y callan.

¿Pero si ese niño víctima del acoso carece de esa educación emocional?

Por eso hay que reforzar  a la parte sumisa para que los actos contra él no se repitan.

¿Y cómo se pueden escapar los casos de acoso escolar a los docentes?

En una formación de educación emocional se dan estrategias a los profesores  para que no miren hacia otro lado. Le voy a poner un ejemplo: Un alumno se suicidó porque no soportaba los malos tratos. Poco tiempo después fue su tutor quien  se quitó la vida porque no soportaba la sensación de culpabilidad. Él había sido testigo del acoso y no había hecho nada para impedirlo. A veces ni siquiera saben cómo enfrentarse a los padres del agresor. No es mala voluntad, ni mala fe, sino que el docente no sabe cómo afrontar la situación. Ahora se están dando protocolos de actuación. Casi todos los centros tienen uno, pero es algo que se tenía que hacer hecho hace 20 años.

Fuente de la entrevista: http://www.eldiario.es/norte/euskadi/profesor-educacion-emocional-puede-arruinarte_0_592491071.html

Fuente de la imagen: http://images.eldiario.es/fotos/piscologa-Begona-Ibarrola_EDIIMA20161219_0261_19.jpg

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Entrevistas de Bebés y niños.

“La familia constituye el entorno ideal para potenciar la educación emocional, y es fundamental que los padres aprendamos cómo gestionar e identificar las emociones y se lo transmitamos a nuestros hijos, como modelos de comportamiento que somos para ellos.

América del Sur/Argentina/10.01.2017/Autor y Fuente: http://www.webconsultas.com/

A lo largo de los últimos años la educación emocional se ha convertido en la gran protagonista de charlas, libros, planes educativos, y rompecabezas familiares. La definición de este tipo de educación está ligada de forma irremediable a la de inteligencia emocional, ya que para que una persona sea emocionalmente sana es preciso que aprenda a canalizar y a manifestar las emociones. Sobre la importancia de esa gestión de las emociones y de su influencia en la formación de la personalidad del niño, habla a menudo Ana Roa –pedagoga, psicóloga infantil, y experta en educación, autora de El yo infantil y sus circunstancias (Editorial Pasión por los libros, 2015) y Vive la vida (Editorial Pasión por los libros, 2014)– a los padres que asisten a sus charlas y talleres. Ellos, los padres, son los mejores receptores de esa información ya que, como explica Ana, “tienen una oportunidad excelente de educar en emociones a los hijos”, empezando por la gestión e identificación de sus propias emociones porque, como Albert Einstein decía: «educar con el ejemplo no debería ser una manera de educar, sino la única».

Como experta en educación infantil, ¿qué papel dirías que juegan las emociones en la educación y el aprendizaje?

 “Los niños necesitan unas bases mínimas para sentirse seguros y confiados en sí mismos”

Un papel importantísimo. Cuando las pautas básicas válidas para la expresión del afecto no se desarrollan, los pequeños quedan atrapados en su mundo emocional. Los niños necesitan unas bases mínimas para sentirse seguros y confiados en sí mismos; una adecuada educación que fomente su inteligencia emocional les permitirá canalizar esas emociones en estado puro, reelaborarlas, y mostrarlas a los demás.

¿Y qué es eso de inteligencia emocional que no dejamos de leerlo aquí y allá?

Hay una definición muy buena de Salovey y Mayer (1990) que dice que la inteligencia emocional es “la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos, y de usar esta información para la orientación de la acción y el pensamiento propios”. Cuando educamos no solamente podemos trabajar con los conocimientos, se hace imprescindible el tratamiento de la emoción para completar el proceso global de aprendizaje.

De emociones precisamente hablas en ‘El yo infantil y sus circunstancias’. ¿Qué te llevó a escribir el libro?

 “El ser humano está por encima de las cosas materiales y del dinero. La empatía debería ser el motor de las relaciones humanas”

Soy una apasionada de la educación emocional y se trata de una obra prioritariamente “de emociones”, y porque nuestro desarrollo emocional está rodeado de “circunstancias”. Cuando nacemos el autoconcepto y la autoestima no están formados, se van forjando con las experiencias de nuestra vida y con las impresiones que vamos recibiendo de las personas que nos rodean y de las situaciones que experimentamos. Este libro es atemporal, igual que también lo es mi primer libro ¡Vive la Vida!, porque los replanteamientos siempre están presentes en cada uno de nosotros y se acrecientan a medida que vamos avanzando en edad. Las competencias emocionales son pilares en la educación. Además, diría respecto a la sociedad que estamos ante una profunda crisis de valores en muchos ámbitos. El ser humano está por encima de las cosas materiales y del dinero, y parece que esto ha quedado olvidado. La empatía debería ser el motor de las relaciones humanas.

¿Valoramos los adultos el mundo emocional de los niños?

Creo que poco a poco estamos valorando cada vez con mayor intensidad la importancia de la emoción, y este hecho se ve cada vez más reflejado en la educación de nuestros hijos en el hogar familiar y en el colegio. Cada día estamos más concienciados de la necesidad de introducir contenidos de educación de inteligencia emocional en la educación de los niños.

¿En qué consiste la educación emocional?

 “Las emociones determinan el comportamiento y la capacidad de aprendizaje. Una adecuada educación emocional propicia el bienestar y salud de la persona, y previene las dificultades en el desarrollo madurativo, afianzando la formación de una personalidad estable”

Las emociones constituyen uno de los pilares fundamentales del ser humano, pues determinan el comportamiento y la capacidad de aprendizaje. Una adecuada educación emocional propicia el bienestar, la salud de la persona, y previene las dificultades en el desarrollo madurativo, afianzando la formación de una personalidad estable. Tomar conciencia de los sentimientos facilitará el equilibrio interno y la relación con los demás; expresar y controlar las emociones es un objetivo educativo básico para favorecer el propio proceso de desarrollo. Educar emocionalmente significa validar las emociones, empatizar con los demás, ayudar a identificar y a nombrar lo que se está sintiendo, poner límites, enseñar formas aceptables de expresión y de relación con los demás, quererse y aceptarse a uno mismo, respetar a los demás, y proponer estrategias para resolver problemas.

 

La autoestima infantil, clave en la educación emocional

Hablas de “aceptarse a uno mismo”. ¿Cómo definirías lo que es una buena autoestima?

Una buena autoestima será aquella que se caracterice por una valoración positiva de nosotros mismos. Significa aceptar unas características determinadas, tanto antropológicas como psicológicas, respetando otros modelos. Como actitud, es la forma habitual de pensar, amar, sentir y comportarse consigo mismos; es la disposición permanente para enfrentarnos con nosotros mismos, y el sistema fundamental por el cual ordenamos nuestras experiencias. La autoestima conforma nuestra personalidad, la sustenta, y le otorga un sentido. Se genera como resultado de la historia de cada persona.

¿Por qué es importante el correcto desarrollo de la autoestima durante la infancia?

 “La autoestima no es innata, sino que es el resultado de una larga secuencia de acciones y sentimientos que se van sucediendo en el transcurso de nuestros días”

Desde pequeños vamos recogiendo experiencias de nuestro entorno, de las personas que nos rodean, de sus mensajes, de las calificaciones hacia nosotros… Por tanto, no es innata, sino que es es el resultado de una larga secuencia de acciones y sentimientos que se van sucediendo en el transcurso de nuestros días. Es la dueña de nuestros actos, porque sabe cómo somos y no podemos engañarla. Afortunadamente, hoy en día existe una consideración de la autoestima que no se contemplaba hace algunos años. Sabemos por la Neurociencia que los procesos emocionales y cognitivos son inseparables, y esto contribuye a revalorizar el concepto de autoestima y a tenerla muy en cuenta en la infancia.

En general, ¿dirías que actualmente los niños gozan de una autoestima saludable, o nos queda mucho por hacer a padres y educadores al respecto?

Aún queda por hacer… No obstante, vamos mejorando. Poner en práctica nociones de educación emocional no solo enriquece a los alumnos, sino también a las familias y a los docentes, en cuanto a su crecimiento profesional y personal, genera comunicación, empatía, e ilusiones compartidas basadas en el diálogo y en el respeto. Algunas de las labores de la familia actual y de la escuela consisten en inculcar valores que permitan a los niños sentirse más felices con ellos mismos y con los otros, proponer alternativas que cooperen en el desarrollo de la identidad, de la conciencia emocional, la regulación emocional y, por supuesto, de la autoestima.

¿Cuáles serían las consecuencias de la falta de autoestima para un niño?

“La baja autoestima aumenta el riesgo de ser víctima de acoso escolar, porque el niño posee escasos recursos o habilidades para reaccionar ante situaciones comprometidas”

Un niño con baja autoestima desprecia sus aptitudes, tiene miedo a relacionarse, muestra pocas iniciativas, tiene miedo a los nuevos retos, tiene miedo a asumir responsabilidades, se muestra dependiente de aquellas personas que considera superiores, tiene poca tolerancia a la frustración, se pone a la defensiva fácilmente, y muestra estrechez de emociones y sentimientos. Además, la baja autoestima aumenta el riesgo de ser víctima de acoso escolar, porque el niño posee escasos recursos o habilidades para reaccionar ante situaciones comprometidas. Además, será un niño poco sociable, sensible y frágil, por lo que es propenso a convertirse en esclavo del grupo. Acata las normas que le imponen los más fuertes por miedo, vergüenza, o conformismo.

Profesores y padres, aliados en la gestión de las emociones

¿Es necesario un cambio de rol del profesor para lograr trabajar las emociones de los niños desde el aula?

Sin duda el modelo de las clases magistrales está agotado. Actualmente el coaching educativo puede contribuir a la mejora de la motivación del alumnado, y a la reducción del fracaso escolar. Ofrece una metodología basada en objetivos, en la que el profesor-coach acompaña al alumno, para que a través de la formulación de las preguntas adecuadas, pueda adquirir la conciencia necesaria para cuestionar sus creencias limitantes, y posicionarse en un estado emocional positivo que le enfoque hacia su objetivo.

¿De qué herramientas y recursos disponen los docentes para abordar la educación emocional?

Desde la perspectiva del docente, el coaching educativo aporta una mirada diferente, con menos juicios, más respeto, tolerancia y valoración de los demás (alumnos y otros compañeros). Igualmente, posibilita el desarrollo de competencias, como la escucha activa y la comunicación, con las que el profesor puede motivar a los alumnos para conseguir sus objetivos

Entiendo que si esto se hace en el aula, el apoyo de la familia debería estar encaminado hacia el mismo objetivo. ¿Cómo pueden los padres desde casa continuar esa línea educativa para que no haya disonancia?

“En el modelo democrático de educación, la autoridad está fundamentada en el diálogo, las necesidades de todos los miembros de la familia se consideran importantes, y padres e hijos son sujetos activos y responsables de su propio proceso educativo”

Siguiendo un modelo democrático en la educación de sus hijos. En este modelo los padres son consejeros y entrenadores de sus hijos. La autoridad está fundamentada en el diálogo, las necesidades de todos los miembros de la familia se consideran importantes, padres e hijos son sujetos activos y responsables de su propio proceso educativo. Los padres en este modelo: se hacen cargo de sí mismos y de la familia, ofrecen una estructura organizada sin renunciar a la flexibilidad y a la libertad personal, dejan escoger a sus hijos entre opciones apropiadas a su edad, alientan a sus hijos a participar en la realización de proyectos y en la toma de decisiones (aunque siempre fijando ciertas reglas), y son respetuosos y respetados, aman y son amados, confían en sí mismos y en sus hijos, y se muestran sensibles a sus necesidades. Los hijos, por su parte: respetan las reglas, son disciplinados y responsables, competentes e independientes, comprenden las relaciones causa-efecto y se sienten valiosos, importantes, seguros, y merecedores de su propio respeto.

Por último, ¿qué consejos les darías a unos padres preocupados por la educación de sus hijos que se interesen por la educación emocional?

La familia constituye el entorno ideal para potenciar la educación emocional. Los padres tenemos una oportunidad excelente de educar en emociones a nuestros hijos y a nosotros mismos, y así formar una buena relación emocional con ellos. Para ello, es fundamental que aprendamos nosotros como padres en primer lugar cómo gestionar e identificar las emociones, y poder así transmitírselas a nuestros hijos como modelos de comportamiento que somos para ellos. Para un buen desarrollo de la autoestima del niño en el núcleo familiar conviene recordar que el niño debe sentirse un miembro importante dentro de su familia por la forma en que se le escucha, se le consulta, se le responsabiliza, y se valoran sus opiniones y aportaciones; que debe percibir una comunicación fluida y profunda con sus padres, no sólo porque le escuchan, sino también porque comparten con él sus experiencias como adultos, su vida pasada y sus expectativas; y que necesita estar orgulloso de su familia para sentirse seguro.

Fuente: http://www.webconsultas.com/entrevistas/bebes-y-ninos/ana-roa-psicologa-infantil-experta-en-educacion-emocional

Imagen: http://www.webconsultas.com/sites/default/files/styles/cabecera_categoria/public/categorias/educacion-infantil.jpg?itok=ntG2x7nJ

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Niños introvertidos

Por: Observatorio FAROS Sant Joan de Déu. Observatorio de Salud, Infancia y Adolescencia

La escritora norteamericana Susan Cain, autora de El poder de los introvertidos, afirma que un tercio o incluso el 50% de las personas son introvertidas. Esto incluye a los niños y a los adolescentes, pero a menudo los padres o los educadores vemos este rasgo del carácter de nuestros hijos como un hecho negativo.

La dificultad de aceptar un niño introvertido

Quizás nosotros hemos sido niños o adolescentes extrovertidos y nos cuesta aceptar que nuestros hijos prefieran quedarse en casa antes de salir con los amigos. A los padres nos preocupa la idea de que nuestros hijos no encajen, tenemos unas expectativas sobre su vida social y tendemos a pensar que serán más felices si están rodeados de otros niños y niñas de su edad.

También podemos encontrarnos con que en las escuelas los maestros favorecen al niño más sociable, y los niños que coinciden con un «ideal extrovertido» (carismático, hablador, siempre rodeado de amigos), se interpretan como niños felices y exitosos, incluso dentro de sus propias familias.

Lo que realmente deberíamos preguntarnos es si un niño de talante más tranquilo está solo por propia elección o porque se siente excluido.

¿Desde donde juzgamos a nuestros hijos?

A veces proyectamos en nuestros hijos lo que para nosotros fue importante, e incluso los padres que comparten características más tranquilas con sus hijos, no son inmunes a esta preocupación. Dice Susan Cain:

«A veces nos sentimos incómodos o avergonzados por nuestra propia introversión, y tendemos a proyectarlo en nuestros hijos.»

Es conveniente que tanto los padres extrovertidos como los introvertidos comprueben su propia perspectiva.

«¿Estamos viendo parte de la personalidad de nuestro hijo como algo maravilloso, o como un obstáculo que hay que superar?»

A veces podemos pensar que este carácter introvertido puede limitar las oportunidades del niño, pero es conveniente saber cuándo hay que empujar y cuándo hay que retroceder. Quizás hay cosas de las que hacen que nos sorprenden, pero no debemos olvidar que nuestros hijos están buscando su camino, tanto con sus compañeros, como en el mundo en general.

Una de las claves, asegura Cain, es tener en cuenta, o preguntar directamente a nuestro hijo o hija, si está tomando una decisión por preferencia o por miedo o malestar. Pero, por encima de todo, lo que es más importante es que los niños sientan que no hay ningún problema por ser introvertido.

«Necesitan saber que tienen la libertad de decidir qué les gusta hacer.»

Fuente: http://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/ninos-introvertidos

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Educación sexual y educación emocional

Coral Herrera Gómez

La educación emocional es inseparable de la educación sexual: sexo, erotismo, sensualidad, raciocinio, intelectualidad y sentimientos forman nuestro «yo». La sexualidad y las emociones conforman nuestra identidad, nuestro cuerpo, nuestra conducta, y determina nuestras relaciones personales con el mundo que nos rodea.

Pese a que en los países desarrollados aumenta vertiginosamente el número de suicidios y de enfermedades mentales, el número de niños y niñas medicados por trastornos modernos, el aumento de enfermedades sociales o culturales como la anorexia, la gestión de las emociones se ignora en las aulas y en los hospitales.

La salud emocional y mental sigue estando invisibilizada, pero cada vez son más los recursos que demanda la proliferación de depresiones, fobias, neurosis, psicosis, dependencias, etc. Creo que la salud emocional y mental debería ser el tema central alrededor del cual trabajar el tema del cuido y los derechos sexuales y reproductivos, pero la realidad es que solo se habla de sentimientos en el despacho de los psicólogos/as, no en las aulas ni en las universidades.

Es triste pensar que el único método «educativo» que poseemos en el área de las emociones es el que nos ofrece la industria del entretenimiento: películas, canciones, series de televisión, novelas, etc. producen modelos de referencia en forma de héroes y heroínas haciendo frente a una serie de obstáculos, siempre apegados a la tradición patriarcal más rancia. La idea principal de estas historias idealizadas es que ante las situaciones importantes de la vida, las mujeres reaccionamos cabreadas (exigiendo y reclamando) o lloramos (suplicando y dando pena), mientras los hombres, para lograr sus objetivos, reaccionan con ira o huyen de la escena, víctimas de la mutilación emocional que impregna las masculinidades tradicionales. 

Se habla mucho de educación sexual para niños y niñas pero en los manuales apenas se habla del placer, de las relaciones amorosas o de los sentimientos. La ciencia y la academia los han relegado al último plano: vivimos en unas sociedades en las que cada uno debe apañárselas como pueda para aprender a gestionar las emociones. Cuando las cosas van mal, la gente acude a los psicólogos y las psiquiatras, pero, ¿mientras tanto?.

La calidad de vida de la humanidad está relacionada con el sufrimiento. Cuanto peor lo pasamos, menos calidad de vida tenemos; pero esta fórmula sencilla la aprendemos después de caernos y levantarnos varias veces, entre victorias y derrotas, ensayando, errando, probando. Evitaríamos muchos suicidios de adolescentes, depresiones, violencia (y autoviolencia), y muchas enfermedades mentales irreversibles, si en la infancia nos enseñasen a aceptarnos como somos, a querernos bien con la gente que nos rodea, a controlar el egoísmo, a convivir con el dolor, a expresar nuestros sentimientos y emociones, a analizar qué nos pasa y por qué.

Cuando somos niñas y adolescentes buscamos en los adultos modelos de referencia y acudimos a menudo a ellos para que nos aconsejen como trabajar con el miedo al abandono, la ira contra los hermanos/as, o las embestidas del primer amor que nos están matando. La adolescencia es muy dura porque todo es nuevo e intenso, por eso el caos nos lleva, a menudo, a la tragedia sentimental o a la represión de nuestras intensas emociones. Después aprendemos a relativizar, pero los adultos y las adultas tampoco tenemos nada claro cómo hacer frente a una separación sentimental, a un deseo prohibido, a una frustración permanente, a la muerte de un ser querido. Nos es muy difícil controlar la sensación de vacío, la angustia existencial, el amor desmesurado, la ira, el miedo, la euforia, la tristeza, la envidia, la impotencia, la codicia, y sobre todo, nos es muy difícil manejar la autoestima, porque a menudo depende del reconocimiento de los otros.

Los humanos somos seres muy complejos, y por lo tanto muy frágiles. Sentimos contradictoriamente, odiamos lo que deseamos, nos sacrificamos por las mejores causas, tratamos mal a la gente querida, nos dejamos tratar mal, sacamos a la luz algunas cosas en el consciente, otras las guardamos en el inconsciente, soñamos con paraísos y nos decepcionamos con realidades, nos reprimimos y luego explotamos, mentimos para no asumir consecuencias, disimulamos, provocamos, nos desesperamos, elaboramos estrategias para conseguir nuestros objetivos, se nos infla el ego, nos hundimos en la miseria, suben y bajan los niveles hormonales y químicos… los médicos recetan pastillas para eliminar la tristeza y controlar la ansiedad que nos provoca no poder controlar (nuestra vida, nuestros sentimientos).

Por eso supongo que los adultos echamos manos de curanderas, terapeutas, psicólogos, chamanas, maestros, religiones y filosofías que nos guíen en nuestro trabajo de desarrollo personal y espiritual. Necesitamos paz, necesitamos luz, necesitamos frases contundentes que nos hagan pensar en qué es lo importante y qué no es. El éxito de las filosofías orientales, que tienen un enfoque integral porque además del cuerpo, se ocupan también de llenar el área espiritual, emocional e intelectual con consejos que nos ayudan a cuestionarnos y a conocer otros modos de entender la vida.

¿Pero, como aprenden los niños, las adolescentes? Ellos copian de nosotros comportamientos, reacciones, discursos; y en su vida adulta suelen reproducir los mismos problemas y obsesiones que sus padres, madres o familiares cercanos, heredando las ruedas de dolores y traumas que no les pertenecen. 

Cuando descubren el amor romántico, imitan nuestros patrones porque es lo que ven en casa y en los medios de comunicación. Asocian amor y sufrimiento como si fueran las dos caras de una misma moneda, y a menudo no tienen herramientas para disfrutar de las nuevas sensaciones con la libertad que merecen, ya que sobre ellos se ciernen los esterotipos y roles de género, los modelos idealizados, las metas inalcanzables, los anhelos más imposibles. Esperan todo del amor porque en los cuentos que les han contado, el amor lo puede todo, y estar solo/a es una desgracia social. 

Estos patrones les hacen sufrir porque no son reales. No saben hacer frente al deseo brutal que invade su cuerpo o a  las luchas de poder que se instalan en la pareja. Les cuesta adaptarse a la monogamia, tener que elegir entre varios amores les hace sufrir. Luchan por ser diferentes y especiales, pero necesitan sentirse aceptados por la manada. Sufren si se desvían de las normas sociales de nuestra cultura amorosa, viven los mismos miedos que los adultos, y a menudo no saben explicar como se sienten porque no encuentran las palabras.

Sería maravilloso que en los planes educativos y culturales la gestión de las emociones fuese un tema central, porque no podemos dirigirnos a ellos como si fueran únicamente seres racionales que tienen relaciones sexuales.

La razón, el deseo sexual y la emoción no son cuestiones separadas. Antonio Damasio, reconocido neurólogo español, afirma que absolutamente todas nuestras decisiones son emocionales, aunque tratemos de ser «objetivos».  Vemos, percibimos y pensamos desde nuestra subjetividad, desde las emociones, y esas emociones influyen en nuestro comportamiento y en las relaciones que tenemos, que son la base de nuestra vida. Por eso creo que es importante, para construir un mundo más amble y menos conflictivo,  que la gente aprenda a hablar de sus problemas, a analizar con nuevas herramientas estados de tristeza o ansiedad inexplicables, a solucionar sus conflictos con asertividad, a tratar con cariño a la gente que le rodea, a aprender a amar desde la libertad, y no desde el miedo.

Necesitamos, todos y todas, aprender a trabajar los celos, las inseguridades y los complejos, aprender a abrirnos para lograr empatizar más con la gente con la que nos cruzamos a diario, aprender a disfrutar de la vida sabiendo diferenciar entre qué es lo realmente importante y lo que no. Necesitamos aprender a tolerar la frustración, entender que solos no podemos, que necesitamos a la gente para socializar, aprender, dar y recibir afectos, compartir momentos bonitos de la vida.

Y para eso necesitamos herramientas de análisis que nos permitan comprender porqué necesitamos ser aceptados y por qué a la vez vivimos tan aislados unos de otros, por qué nuestra sociedad es tan dura para la gran mayoría de sus habitantes, o porqué nos generamos unas expectativas de «felicidad» que no nos ayudan nada. Con estas herramientas podríamos intentar entender también por qué a veces actuamos mezquinamente ante determinadas situaciones, o por qué todas las parejas que tengo me humillan, o por qué pierdo la paciencia tan pronto, y qué responsabilidad tenemos nosotras/os en eso.

Tenemos que aprender tantas cosas… aprender a disfrutar de la soledad y las compañías, aprender a luchar por lo que uno quiere, aprender a ayudar a los demás en sus luchas, aprender a confiar en la gente, aprender a desaprender lo aprendido. 

Creo que es necesario incorporar esta perspectiva de análisis y aprendizaje emocional en los manuales de educación sexual, porque las emociones se generan en y desde el cuerpo y la sexualidad, y porque necesitamos otros patrones sentimentales desde los que poder relacionarnos. Por eso es necesario, por ejemplo, tener herramientas para poder analizar los paraísos que nos venden los medios de comunicación desde una perspectiva crítica, para hacer frente al sufrimiento que conlleva el no poder ser como los modelos que nos proponen.

Analizando nuestro entorno y nuestro mundo, podremos aprender a decir «no», a decir «si», a no cometer los mismos errores, a tratar de disfrutar lo máximo posible tratando de disminuir nuestros sufrimientos y el de los seres queridos.

Con esas herramientas sería más fácil poder gestionar nuestras emociones, y podríamos enfrentarnos a las pérdidas que nos acompañan en el camino, a superar nuestros miedos, dejar atrás traumas, acabar con muchos prejuicios y límites que nos impiden ser felices. Podríamos aprender a vivir con la tristeza, a aplacar la ira cuando nos invade, a disfrutar el enamoramiento sin castillos de papel, a tirar para delante buscando nuestra propia fuerza vital, a ir creando y respondiendo grandes preguntas.

Quizás así logremos desarrollar la inteligencia emocional, término acuñado por Daniel Goleman, que afirma que las emociones son fundamentales para pensar eficazmente, tomar decisiones inteligentes y permitimos pensar con claridad:

«Las características de la llamada inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás. El grado de dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin salida». 

Yo pienso que más que una cuestión de prosperar o no, es una cuestión de «calidad de vida», que será mayor cuanto menos suframos. La gente que ama desde la libertad, y no desde la necesidad, se crea menos dependencias  y por lo mismo, más redes afectivas y sociales. Una persona que se siente bien tiene más energías para conocer gente o dedicarse a actividades que le hacen sentir mejor. Una persona feliz tiene más afectos, porque tiene mayor ánimo y disposición para crear redes sociales y afectivas que una persona deprimida, que suele tener menos energía y suele estar más centrada en sus problemas. Somos, de hecho, más felices cuanto más valoramos lo que tenemos, y a menudo nos sentimos desgraciados cuando pensamos en todo lo que no tenemos. Y son más felices los que tienen un entorno de gente querida con la que establecer redes de solidaridad y ayuda mutua que los que han de enfrentarse en soledad a sus problemas.

Pero si nadie nos enseña a lidiar con el instinto de autodestrucción, con los sentimientos de culpa, con el miedo a la soledad o el miedo al abandono, si no logramos aprender a hacer frente a los cambios y las pérdidas, si no conseguimos entender a los demás, seguiremos inmersos en estas confusiones eternas, en estos llantos desgarradores, en estas huidas locas, en estas peleas a muerte, en estos vacíos cotidianos, en este hambre de emociones que nos devora por dentro. 

Seguiremos metiendo la pata toda la vida si no logramos entender lo que nos pasa por dentro. Repitiendo esquemas de los que no salimos pese a los esfuerzos mentales por hacerlo. Para romper con esos esquemas que generan tanto dolor es esencial, creo, conocernos, sentirnos con libertad para cambiar, aprender a amar nuestro cuerpo y la diferencia en los demás cuerpos, aprender a despojarnos de las represiones internas y las imposiciones sociales y culturales.

Aprender a sentir sin aferrarnos al dolor nos permitiría disfrutar de la vida, y así podríamos diversificar el mundo de las emociones, para vivirlas de otro modo. Con más alegría, con mucha comunicación, con generosidad, con más herramientas, con más gente a nuestro alrededor.

 Necesitamos hablar de emociones y sentimientos: en la cama, en familia, en las escuelas, con los amigos/as, en los congresos, en las universidades, en las asambleas políticas, en los movimientos sociales. No somos únicamente seres racionales que tienen relaciones sexuales, sino seres complejos llenos de amor, de represiones, de deseo, de miedos, de sueños, de frustraciones, de ternura. Porque las emociones son políticas también, tenemos que repensar el modo en qué sentimos, entender por qué sentimos de esta manera y no de otra, y buscar caminos que nos lleven a vías de relación más amorosas y solidarias. 

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2012/11/educacion-sexual-sin-educacion-emocional.html

Fuente de la imagen:http://1.bp.blogspot.com/-hxaSR79ADLk/UJMBd_TOAUI/AAAAAAAAPaA/ExVqZpe-Odo/s1600/intelig3.jpg

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¿Dónde comienza la Educación Emocional?

02 de noviembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: Antonio Esquivias

Hasta hace relativamente pocos años, emociones y sentimientos han sido consideradas como no científicas, como algo estrictamente personal y, por tanto, estaban relegadas al mundo de lo personal, de lo privado. Mundo personal de los sentimientos y mundo público eran opacos uno para el otro. Aún hoy en el trabajo entra muchas veces solo lo objetivo, y los sentimientos son lo subjetivo. «Los sentimientos se dejan en la puerta por la parte de fuera, aquí se viene a trabajar y a rendir», frase muy habitual que aún no ha desaparecido de los ambientes laborales y profesionales.

Varios acontecimientos han hecho cambiar la primacía total de lo “objetivo”. Primero en la ciencia, el escáner, el TAC (Tomografía Axial Computarizada), ya en los años 70, permitió ver en el cerebro las emociones y si es enfado o miedo. Desde entonces innumerables estudios y otros descubrimientos, han ido permitiendo a las emociones entrar en el terreno científico. Pero la verdadera revolución se produce en la cultura. La cultura dominante hasta quizá los años 60, privilegiaba la política y la vida pública, lo objetivo, el progreso industrial y tecnológico, el poder, una cultura básicamente masculina en todas las esferas.

La misma falta de humanidad de esa cultura es el revulsivo para hacer aflorar que lo importante son las personas concretas y su vida, la ecología del planeta en que vivimos, que es necesario dar peso a la mujer y lo femenino. De pronto emociones y sentimientos, que estaban relegados y vilipendiados, se encuentran en el centro de ese cambio, ya que emociones y sentimientos son lo que nos hacen singulares, únicos, la persona tan especial que somos.

Todo este inmenso cambio cultural afecta de lleno a la educación, porque trabaja con personas. Acercarse al alumno, a sus necesidades concretas, dejar de tratar en masa, necesita que los profesores sean capaces de reconocer y gestionar las emociones de sus alumnos, necesita en los docentes sensibilidad por las emociones. Esa es la Educación Emocional que va entrando en las aulas. La educación gira desde estar centrada en la enseñanza a focalizar el aprendizaje, del profesor como portador y transmisor del conocimiento a guía y potenciador de la motivación de las personas. El cambio es imparable, cada vez hay más sensibilidad para emociones y sentimientos, para entender a la persona detrás del alumno, para fomentar la motivación, gestionar el conflicto, incrementar la autoestima. Detrás de cada fracaso escolar hay una autoestima lesionada… y los docentes, profesores, maestros, muchos desde su iniciativa personal, buscan gestionar todos esos elementos.

La primera dificultad es que en la formación de maestros y profesores hay una gran carencia con respecto a emociones, sentimientos, autoestima, liderazgo, empatía, etc. El segundo obstáculo es que las escuelas son instituciones cuyos modos de hacer hunden sus raíces en otras épocas y hay que luchar contra el sistema cuando se quiere implementar a fondo la Educación Emocional, en realidad cuando se quieren introducir cambios profundos. El tercer elemento es el más importante, en realidad el central. Si emociones y sentimientos son la clave, la persona se convierte en el centro y… ¿qué sucede con la persona del docente?¿Puedo interesarme en emociones y sentimientos de los demás sin interesarme por los míos? Aún más, ¿puedo gestionar emociones de los otros sin saber personalmente cómo me siento?

En este punto todo el sistema se bloquea. ¡Los docentes son profesionales, las emociones son privadas! ¡No debemos meter las propias emociones en el aula! El que lo hace, el que implica la propia persona en el aula, entra en un desgaste terrible que incluso puede acabar en burnout, como de hecho sucede con cierta frecuencia entre los docentes. Además de ese modo no mantiene la distancia con el alumno y si no hay distancia, no hay autoridad, y sin autoridad no hay clases, hay un barullo continuo. Todo este conjunto de dificultades gripa el sistema: el profesor no puede implicarse con los alumnos si no quiere terminar quemado y además debe mantener la distancia de la autoridad: ¡no es un amigo de los alumnos! ¡Lo cierto es que hay miedo y resistencia a meterse en los sentimientos!

Hay un montón de malentendidos en todo esto y voy a buscar deshacer algo la madeja. Primero establezcamos las verdades.

  • La primera es que no se pueden gestionar emociones si no se conocen las propias. Esto es así porque las emociones cambian nuestra mirada, por ejemplo, si estamos enfadados no vemos todo lo que hay, sino que nuestra vista se enfoca en lo que consideramos un obstáculo. Algo similar sucede con el miedo. Por el contrario, la alegría nos permite mirar todo lo que sucede, sin embargo, cuando un alumno ha interrumpido la clase es difícil que estemos en la alegría. Esto quiere decir que todo profesor que pretende trabajar con las emociones está obligado a conocerse, a percibir lo que siente en cada momento, primero porque sino su propio sentimiento se va a mezclar con el del alumno y mezclados no se pueden gestionar. O se identificará con su alumno o lo rechazará, en ambos casos sin ser consciente plenamente de que lo está haciendo.
  • Debe conocerse, en segundo lugar, porque necesita ser auténtico: impregnar su comunicación con los sentimientos reales que la acompañan, comunicar alguna vez su sentimiento real. Sus alumnos van a advertir enseguida cuando no es así, y no se van a abrir. Las emociones son lo más personal y por lo mismo lo más libre, solo se comunican libremente. Cualquier otra cosa no funciona. Solo la autenticidad crea la confianza necesaria entre docente y alumno. Solo la libertad permite esa profunda comunicación en la que están implicados nuestros sentimientos. Esta segunda parte implica una cierta igualdad con el alumno. Los sentimientos se comunican sólo en situaciones de igualdad. Luego hay momentos en que el maestro o el profesor debe saber ponerse al nivel de sus alumnos. Por decirlo de un modo sintético, como personas son iguales, en cuanto que son docente y alumno están a un nivel diverso. El docente debe saber gestionar ese doble prisma y ser profesor cuando debe serlo y persona cuando es necesario que lo sea. Esta es una habilidad emocional fundamental.

Mi conclusión de todo esto es que la Educación Emocional comienza en el docente. Si el docente no se conoce, si no es auténtico y honesto, si no sabe ser persona, si no es capaz de ponerse a nivel de sus alumnos en su conjunto y de cada uno de ellos, si no es empático con ellos, la Educación Emocional no comienza. Y por otro lado existen siempre esos profesores/as que tienen una gran humanidad, saben ser persona, hayan recibido o no una formación específica en gestión de emociones. Se trata de esos maestros, de los que todos hemos conocido alguno, que han sabido entendernos como persona. Porque la clave de la Educación Emocional, lo que la hace permanente y necesaria en nuestras aulas, es la comunicación y comprensión persona a persona.

Ese es el centro de la Educación Emocional: funciona cuando el docente saber ser persona y respetar y comprender la persona de su alumno.

La Educación Emocional comienza en el docente.

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/donde-comienza-la-educacion-emocional/

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