Por: Yayo Herrero
Cuando Isabel Rico (Madrid, 1966) pasea por el monte o la orilla de un río siempre recoge hojas secas, semillas o guijarros planos. Le preguntas por qué y la respuesta es siempre la misma: “Son para los niños y niñas de mi escuela”. Isabel es maestra y licenciada en Historia Contemporánea. Este es su quinto curso como directora de una escuela pública infantil en Pan Bendito, un barrio del madrileño distrito de Carabanchel. Anteriormente era educadora en la misma escuela. Forma parte del gremio de las superheroínas de barrio, una mujer que contribuye a mantener en pie la vida en una comunidad autónoma en la que los servicios públicos llevan años siendo agredidos.
¿Qué papel juega su escuela en el barrio?
Nuestra escuela se ha convertido en un territorio que respeta y protege a las niñas y niños, y a sus familias, a quienes ya se les han negado muchos derechos. En el contexto de un barrio es muy importante la existencia de una escuela infantil pública. Desde hace años recibimos niños y niñas con muchas necesidades que hay que cubrir: carencias de alimentación, sueño o higiene… Muchos viven en infraviviendas, conviven en familias muy extensas y no tienen una habitación propia, duermen con sus abuelos o sus padres. Estas familias quieren traerles porque cuidamos pero además educamos. Creo que uno de nuestros mayores méritos es que acogemos a todas las familias en su diversidad, algo que hemos convertido en un valor esencial. En un núcleo de convivencia del barrio.
¿Por qué escogió la educación infantil?
Es vocacional. Cuando de pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor siempre decía que maestra, costurera o azafata. Mi primer trabajo fue con menores de seis años protegidos. Luego empecé a trabajar en escuelas infantiles pero tuve que sacarme el título de Formación en Jardín de Infancia. Es una edad que me fascina.
¿Por qué?
Es una etapa esencial en la vida. Se configuran las neuronas, la personalidad. A nivel social y psicológico se ponen las bases para la interacción con los demás. Es la edad más importante para el desarrollo de la persona, pero es a la que menos importancia se le da en el sistema educativo. Creo profundamente en la Educación Infantil como una etapa educativa con entidad propia y compensadora de la desigualdad. En un barrio como Pan Bendito, que es donde se ubica nuestra escuela, esto es esencial.
¿Cómo es Pan Bendito? ¿Qué problemas tiene?
Antes de la crisis de 2008, en la mayoría de las familias que traían a sus hijos e hijas a la escuela trabajaban ambos progenitores. A partir de la crisis, la situación cambió
Llevo mucho tiempo trabajando en Pan Bendito. Es un barrio acostumbrado a subsistir, a estar en los márgenes. Es muy vulnerable desde el punto de vista socioeconómico. Coexiste la pobreza, la precariedad laboral, el paro, el alcoholismo, la drogadicción y últimamente están aumentando mucho los casos de enfermedades mentales. En el barrio también hay un problema muy serio de vivienda. Muchas familias solo tienen casa si dan una “patada a la puerta”. Les obligan a ocupar para tener un techo y luego les criminalizan por ello. Existe mucha infravivienda en la que conviven familias muy extensas y donde los desahucios exprés se han impuesto. Es un barrio empobrecido y maltratado, al igual que la gente que vive en él. Población autóctona, gitana y paya, y personas migradas de diferentes partes del mundo. Antes de la crisis de 2008, en la mayoría de las familias que traían a sus hijos e hijas a la escuela trabajaban ambos progenitores. A partir de la crisis, la situación cambió y ahora la población que acude está mucho más desestructurada. A partir de entonces, todo ha ido empeorando. Muchas familias viven de vender por las calles pequeñas cosas: ropa, bisutería, colonias o fruta. Algunas venden en los mercadillos, y son las que mejor están. Otras malviven vendiendo chatarra. Muchas mujeres, migrantes en su mayoría, encabezan hogares monoparentales y trabajan como cuidadoras de personas dependientes o limpiando casas. El paro y la precariedad laboral es lo normal. Trabajan muchas horas, sin horarios, muchas veces sin contrato y por poco dinero. Son trabajadores y trabajadoras pobres y no les llega el dinero para cubrir sus necesidades más elementales.
¿Hay racismo en la forma de tratar a la gente del barrio?
Con la nevada de Filomena había personas que no habían pagado el recibo del gas y que con ese frío no podían bañar a los niños
Se nota mucho el racismo estructural. A las personas gitanas, por ejemplo, les cuesta mucho tener un trabajo. Una madre me decía que las personas que tienen rasgos no blancos llevan el estigma incorporado y lo tienen muy difícil. Es visible la represión en el barrio. La policía no es que pase mucho, pero cuando lo hace es para reprimir o desahuciar. También en el barrio están muy presentes el antigitanismo y el racismo estructural. Lo ves a poco que quieras mirar. En realidad, hay que hacer un esfuerzo para no verlo. En el metro de Plaza Elíptica hay policías de paisano y paran, mayoritariamente, a personas que tienen rasgos no blancos. Eso en la estación, si caminas por la calle ves grupos de hombres que se ofrecen para trabajar en la construcción. Vienen empresas que les dan trabajo un día. La mayor parte de estos hombres no tienen rasgos blancos. Algún padre me ha dicho que le habían cogido para trabajar y finalmente no le habían pagado. No hay contrato e incumplen las obligaciones y acuerdos. Es duro ver eso todos los días, aunque obviamente es más duro vivirlo.
¿Cómo se hace visible la pobreza y el abandono institucional en la escuela?
Hace bastantes años nos dimos cuenta de la gran cantidad de necesidades que tenía nuestro alumnado. A veces es falta de sueño, porque los niños ven la televisión hasta tarde. Algunos vienen con la misma ropa varios días seguidos y no tienen la higiene adecuada. Hay niños y niñas, bebés, con importantes deficiencias de alimentación y que sufren problemas de frío. En muchos casos no hay calefacción en sus casas. Con la nevada de Filomena había personas que no habían pagado el recibo del gas y que con ese frío no podían bañar a los niños. Una niña sufrió una quemadura grave porque se cayó en la estufa con la que se calentaban. Hemos tenido incluso casos de familias que vivían en coches.
Y son también niñas y niños con una falta de estructura y orden en las rutinas de casa, que soportan muchas situaciones de violencia, tanto verbal como física, en sus entornos cotidianos; que tienen falta de juego y movimiento, o que tienen juegos no adecuados a su edad. Son niñas y niños expuestos desde muy pequeños a las pantallas y a los videojuegos con contenidos de violencia y sexo no adecuados.
¿Cómo hacen para trabajar en esa situación?
Trabajamos fundamentalmente las rutinas de alimentación y sueño y unos hábitos saludables que ayuden a valorar la importancia de cuidar nuestro cuerpo. Además de una buena educación afectivo-sexual desde estas primeras edades y por supuesto una buena educación emocional. Le damos mucha importancia a la alimentación en la escuela. En Carabanchel existe un alto índice de obesidad infantil y diabetes crónica vinculada a la pobreza. Nosotras trabajamos en contacto con el centro municipal de salud. Cuidamos mucho el desayuno. Nuestro centro tiene cocina y a los niños y niñas les encanta la comida de la escuela. Lo que pasa es que cuando salen de la escuela vuelven a sus casas y al barrio donde los derechos están vulnerados. No es una cuestión solo de la escuela. Hacen falta políticas públicas integrales que garanticen condiciones de vida dignas.
Tratamos también de que aprendan y valoren el cuidado de la naturaleza, el barrio, la propia escuela y el entorno. Cuidamos la calle, el espacio de fuera, sembramos plantas… Es un barrio sucio. Algunas veces hemos salido a recoger basura de los alrededores con las niñas y niños y sus familias. En un ratito llenábamos las bolsas y luego la separábamos en los diferentes contenedores.
Siendo tan importante la alimentación, ¿cómo se ha resuelto durante el confinamiento y el cierre de las escuelas?
Con la pandemia y el confinamiento muchas familias que maltrabajaban dejaron de hacerlo. Familias que viven al día, sin ahorros. Nosotras, las maestras de la escuela, estuvimos en contacto con las familias en todo momento. Así nos enteramos de que algunas de ellas no tenían comida. A las familias que tenían becas de comedor les dieron las pizzas o sándwiches de Rodilla y a las que no estaban becadas no les daban nada. La alimentación saludable es un derecho que fue arrebatado. Recogimos dinero entre todas las compañeras e hicimos una compra de alimentos que distribuimos. Lo agradecieron muchísimo. Es lo que se nos ocurrió pero desde luego no es una solución. No es la mejor manera, pero cuando viene una familia desesperada, no puedes hacer otra cosa.
A las familias que tenían becas de comedor les dieron las pizzas o sándwiches de Rodilla y a las que no estaban becadas no les daban nada
Luego, a partir de las críticas a la forma en la que el Gobierno de la Comunidad de Madrid resolvió la comida de los y las niñas, dejaron de repartir las pizzas y empezaron a llevar los menús a los colegios, pero no incluyeron a los niños y niñas de las escuelas infantiles y, de repente, empezaron a no recibir nada. Llamé a la CM y me dijeron “es que la alimentación que va a los colegios no es adecuada para niños y niñas tan pequeños”. Ojo, que antes les daban pizza. Yo les dije que entonces cambiasen la comida o hiciesen algo adecuado a las necesidades de los pequeños. No me dieron ninguna explicación.
Una persona conocida de Ecologistas en Acción me dio el teléfono de un periodista y nos pusimos en contacto con él. Salió todo esto en un artículo en El País y me llamaron de la CM al día siguiente diciendo que había sido un error y que lo sentían mucho. Empezaron a recibir los menús para quienes tenían las becas de comedor. La comida era horrible. De baja calidad y escasa. Purés muy malos, aguados. Una madre de la escuela que había estado en la cárcel decía que allí era mucho mejor la comida.
A la administración le da igual lo que coman los niños y las niñas de estas familias. Hemos tenido que hacer un bote de apoyo mutuo para apoyar a las familias que lo necesitan.
Hablaba de violencia en la escuela…
Durante mucho tiempo la escuela fue una isla de tranquilidad, pero la escuela suele ser el reflejo de lo que ocurre fuera y, según el barrio se ha ido degradando, la violencia entró en la escuela. Se repitieron situaciones de agresividad y violencia en las aulas, peleas entre familias e intentos de agresión a las educadoras y la directora. Todo esto hizo que la anterior directora dimitiera y es cuando se me ofreció la dirección.
¿Por qué aceptó?
Personalmente estaba en una crisis profesional. Había realizado un curso de posgrado de Educación Activa que me hizo plantearme muchas cosas. Tenía en mi cabeza otro tipo de escuela y la dirección me daba una oportunidad para el cambio pedagógico con el que soñaba. Este es mi quinto curso en la dirección y he aprendido muchas cosas. Una de ellas es que la gestión y la burocracia se llevan la mayor parte del tiempo, y que tengo menos tiempo para lo que me gusta en realidad. Al principio me di un plazo de cuatro cursos y al acabar estos me plantearía si seguir. Pero con la pandemia no podía abandonar el barco y aquí sigo.
¿Y cómo trabajó la cuestión de la violencia?
Hicimos una formación sobre convivencia todo el claustro. Protocolos para las familias, para las niñas y niños, para las profesionales, etc. y esto nos ha ayudado bastante. Y desde entonces, ha mejorado mucho la convivencia en general, aunque hemos tenido algún conflicto puntual. La escuela en estos cinco cursos está mucho más relajada.
Es un gran logro…
Sí, es un gran logro que ha contribuido a crear un espacio más seguro.
Se dice que la ultraderecha crece en los barrios más precarizados. ¿Cómo lo ve?
Es un momento crítico. Antes había una red vecinal que funcionaba. Poco a poco todo esto ha ido desapareciendo y ahora solo sobreviven unas pocas asociaciones, vinculadas a la iglesia en su mayor parte, que trabajan con algunas familias, muchas veces desconectadas entre sí. Es un barrio que apenas posee equipamientos y servicios (ludotecas, bibliotecas, parques…). Desde hace años lo único que tenemos es la mesa de Pan Bendito, donde nos reunimos diferentes entidades que trabajan en el barrio y realizamos actividades puntuales de manera conjunta. Actualmente veo muy difícil que la gente más precaria se organice en una lucha común. Soy bastante pesimista con la situación actual, la gente está más en el “sálvese quien pueda”. En ese contexto, el fascismo hace ruido y puede tener seguidores.
El Ayuntamiento ha descuidado muchas zonas. Ha habido inversiones en instalaciones deportivas y no se han cubierto necesidades básicas de las personas
Creo que debería darse un cambio social, donde primase el bien común por encima de los intereses individuales, pero vamos en una dirección completamente diferente. Hay que hacer una intervención urgente. El Ayuntamiento ha descuidado muchas zonas. Ha habido inversiones en instalaciones deportivas y no se han cubierto necesidades básicas de las personas. Es responsabilidad de las políticas públicas, que son las que deben garantizar la igualdad real de oportunidades y comprometerse con el bienestar de la infancia, responder a las necesidades educativas de la comunidad donde están insertos. Se necesitan planes integrales de actuación conjunta de todas las administraciones y muchos recursos, pero sobre todo voluntad política para ello. Soy pesimista. Las instituciones no se ocupan y las familias no se están organizando. No tienen tiempo ni para pensar. Trabajan y viven en una habitación. Se necesita tener un espacio seguro, alegre. Les han vetado muchos derechos y por ahora no se les ha escuchado. En el rato que están aquí en la escuela, los niños y las niñas son felices pero no se llega a más si no hay intención política.
La he escuchado decir que la escuela es un buen observatorio para ver las desigualdades de género…
Este es un barrio muy diverso y tenemos un perfil de familias monoparentales donde la mujer es la sostenedora fundamental de la casa. En muchas familias, por la crisis, las hijas han vuelto a las casas de sus padres y con ello muchas abuelas han pasado a ser las que sostienen a muchas personas en la misma vivienda. A pesar del papel importantísimo que juegan las mujeres, hay un nivel de machismo y violencia muy elevados. No se valora el papel sostenedor de estas mujeres, igual que no se valora en la sociedad en general.
Es difícil que se entienda que no somos guarderías, y que cada actividad que realizamos en la Escuela Infantil son educativas. Que educamos y no guardamos
En la escuela vemos cómo las niñas son cuidadoras desde que comienzan a imitar y se ve cómo son las primeras que ayudan y cuidan a los demás. En las aulas de los más pequeños son ellas las que acercan los zapatos a los niños o intentan darles de comer. Hacen falta muchos cambios, también en las familias, para transformar esto y una buena educación afectivo-sexual desde los inicios de la educación. Las propias profesionales de la escuela somos un 99% mujeres. En nuestra escuela solo hay un chico. Hace falta integrar a muchos más hombres en la Educación Infantil y organizar muchas escuelas de familias.
¿Es la educación infantil pública un instrumento para la igualdad?
No siempre. El baremo de acceso, que impone la Comunidad de Madrid, no se adecúa a las condiciones de las familias de nuestra escuela. Las familias en las que trabajan los dos progenitores tienen cinco puntos, pero si no tienen contrato no se valora su trabajo ni sus ingresos y se les excluye desde el inicio. Debería haber plaza para todas las familias. En el servicio de escolarización algunas compañeras ven que no dar puntos si tu trabajo es informal es una forma de combatir el trabajo oculto. A mi me parece una forma de perjudicar a quien no puede subsistir de otra forma. El baremo no corresponde a las necesidades que hay en los barrios. Se me cae la cara de vergüenza cuando siendo un servicio público vienen las mujeres desesperadas y no la puedes ayudar.
Por otro lado, las madres que trabajan en sus casas no tienen derecho a escolarizar y es la pescadilla que se muerde la cola. Ser ama de casa no se considera un trabajo. El resultado es que las madres están agotadas. Muchas de ellas están diez horas de pie y no las dejan descansar.
¿Actúa la escuela como compensadora de las desigualdades?
Hacemos lo que podemos, pero la escuela sola no es suficiente para compensar desigualdades. La desigualdad no puede remediarse solo desde los centros educativos, porque estas niñas y niños vuelven a sus casas a diario, a su barrio a su vida. Sabemos que estas niñas y niños que hoy cuidamos serán expulsados en su mayoría del sistema educativo. A aquellos que necesitan más la escuela, se les alejará de ella y verán negado ese derecho a la educación que les debería acompañar toda la vida.
¿Cómo tendría que ser la educación infantil?
La Educación infantil es una etapa muy vapuleada por todos los gobiernos y las leyes educativas. Es la etapa más ignorada, la menos conocida e incomprendida de todas, no solo por las políticas educativas, sino por las propias familias, los profesionales del resto de las etapas y la sociedad en general. Es muy difícil que se entienda que no somos guarderías, y que cada actividad que realizamos en la Escuela Infantil tiene un carácter educativo. Que educamos y no guardamos, porque con este término privamos a las niñas y niños de sus derechos más elementales.
Hay muchos niños y niñas que vienen a nuestra escuela con muy pocas habilidades sociales y eso también lo tenemos muy en cuenta
Nuestra metodología está centrada fundamentalmente en el juego. Las niñas y niños de estas edades aprenden jugando, pero el juego debe ser seguro y en las mejores condiciones. Por eso creamos situaciones de experiencias que sean favorecedoras del aprendizaje y el desarrollo, de ambientes que aporten seguridad y en los cuales se establezcan unas normas claras y unos límites precisos, con actividades contextualizadas, siempre partiendo de las necesidades y los ritmos de los más pequeños.
Este juego lo deben hacer con los demás y esa interacción la creemos también esencial en educación infantil, el estar con otros/as, el cuidarnos, respetarnos… Hay muchos niños y niñas que vienen a nuestra escuela con muy pocas habilidades sociales y eso también lo tenemos muy en cuenta. Cada curso debemos de realizar talleres para fomentar esto dentro de nuestro programa.
¿Si pudiera diseñar su escuela cómo sería?
Sería un espacio compartido, donde las niñas y niños fueran los verdaderos protagonistas. Un espacio rico en estímulos, acogedor, con mucha luz, cálido y sin prisas. Que conectase con las necesidades infantiles. Un lugar que proporcionase seguridad afectiva y vínculos seguros, necesidad de movimiento y acción, de juego espontáneo, la necesidad de vivir emociones y de afirmar el deseo de crecer.
¿Un momento en el que recuerde haberse sentido feliz en la escuela?
Cuando han llegado las familias después de la pandemia y me decían “¿te puedo dar un abrazo?”. En general, los niños y niñas, a diario, compensan con creces todos los malos ratos que se pasan.
Fuente e imagen: ctxt