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Ingobernable retrata al Narcoestado mexicano y al patriarcado

Por:Ilka Oliva Corado

Sobre las telenovelas feministas en México, Las Aparicio e Ingobernable

En el 2010, México fue sacudido hasta los cimientos por Las Aparicio, telenovela feminista producida por Argos Comunicación, hasta el momento ninguna televisora mexicana había presentado un material de semejante excelencia tanto en la producción como en la temática. Aquello fue como una revelación. Fue transmitida en México por Cadena Tres. En Las Aparicio se visibilizó lo impronunciable en las sociedades patriarcales, machistas, clasistas, racistas y estereotipadas.

Todo gira alrededor del matriarcado y de una familia formada por seis mujeres que todos los días luchan por romper con las normas impuestas por la sociedad, también toca el tema de la homosexualidad, de la ética profesional, de la conciencia colectiva, de la memoria histórica. El tema de la inclusión de la mujer como ser humano en una sociedad que limita y mutila a quien rompe con el rol de ama de casa.

Las Aparicio no es cualquier telenovela, es única y sobre todo cada capítulo es un aprendizaje. Por eso temblaron las productoras de siempre y tembló la iglesia y tembló también la doble moral que pulula en todos los rincones. De los mismos productores de Las Aparicio llega Ingobernable, serie que presenta Netflix.

En cualquier proyecto en el que esté el nombre de Argos, de Epigmenio Ibarra y sus hijas Natasha Ibarra- Klor (guionista) y Eréndira Ibarra (actriz) es por demás un producto de calidad comprobada, ahí no hay vuelta de hoja ni medias tintas. Porque sus producciones golpean la insensibilidad humana, siempre nos presentarán la otra visión, la verdad no contada, lo que esconde la norma religiosa, política y cultural. En Ingobernable, con la actuación principal de Kate del Castillo como la primera dama de México, nos llevan de la mano por las entrañas de la podrida política mexicana y dignifican a los 43 de Ayotzinapa, a las Cabronas de Tepito y a Tepito mismo que representa a las alcantarillas de Latinoamérica y el mundo. Ninguna producción había llegado hasta Tepito para dignificarlo, Ingobernable es la primera, vaya y de qué manera lo hace, tanto que lo volvió protagonista. En cada uno de los 15 capítulos (ojalá continúe) nos muestra con santo y seña cómo funciona el Narcoestado mexicano, cómo actúan la policía y el ejército, la oligarquía y la clase política del país. Cómo torturan, cómo secuestran, cómo desaparecen a quienes se atreven a levantar la voz y a denunciar o simplemente a cuestionarse o a quienes que por ser parias quieren eliminar.

Evidencia la médula de las limpiezas sociales. Los pactos con los altos mandos de Estados Unidos. La invención de una guerra contra el narcotráfico que no es más que un genocidio contra el pueblo mexicano. También dentro de la misma atmósfera, nos presenta cómo funciona el patriarcado en contra de la mujer, de quién es diferente, de quien ama no como se supone deben amar todos. Y nos presenta el papel de las empleadas domésticas dentro de las familias poderosas de México con una visión distinta, las nombra como personas y las hace existir.

La integridad y profesionalismo de unos cuántos que dentro del sistema de gobierno quieren hacer las cosas bien y quieren cambiar al país. De cómo pagan con su vida quienes se atreven a decir no. Lo que esconden los medios de comunicación respecto al Estado fallido que vive México, lo presenta Ingobernable, que no es una serie cualquiera, es un retrato en calco de lo que es México y todos los gobiernos latinoamericanos de carácter neoliberal.

Es una producción de denuncia y es confiable porque sus actores y sus productores están involucrados en el tema de trata de personas para fines de explotación sexual, de derechos humanos, del patriarcado. Y lo podemos ver en las redes sociales, en las entrevistas. Y no porque estén en Ingobernable, lo vienen haciendo desde hace tiempo, Ingobernable solamente los unió para que denunciaran juntos lo que vive México.

Un ejemplo es el #PaseDeLista del 1 al 43, que lleva a cabo todos los días a las 10 de la noche Epigmenio Ibarra en Twitter. Es una mención continua de los 43 de Ayotzinapa. Usted no verá a Epigmenio jactándose con reconocimientos, con fotografías con personalidades, sus redes sociales son de denuncia y como lo personal es político, se demuestra al centavo en Ingobernable y  Las Aparicio.

Si usted quiere ser parte del #PaseDeLista puede unirse y recordarle al mundo y al Gobierno mexicano que no hemos olvidado, ni a los de Ayotzinapa ni a los miles de desaparecidos y asesinados en manos del Narcoestado mexicano.

Y ya para terminar, por supuesto, queremos ver a una mujer presidenta en México, una que dé la talla de Emilia Urquiza. Vendrá, ese tiempo llegará, para eso tenemos que empujar todos, derrumbar el patriarcado, los estereotipos y las estructuras de poder machista, juntos.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227239&titular=%3Ci%3Eingobernable%3C/i%3E-retrata-al-narcoestado-mexicano-y-al-patriarcado-

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Lo que el feminismo ha dado al mundo

Por: Elena Simón

El feminismo sigue siendo muy necesario, un feminismo emancipatorio porque ¿hemos cambiado tanto la forma de educar a las niñas? ¿o solo hmos.

El feminismo ha humanizado al mundo o está en vías de hacerlo. El mundo sin feminismo se torna rudo y violento con las mujeres, misógino y machista oficialmente. Preconiza la superioridad de los varones y su potestad para gobernar y controlar a sus mujeres y a las que no son “suyas” también.

Y así lo vemos en sociedades patriarcales duras y también lo vemos en las sociedades patriarcales blandas, como la nuestra. En nuestro diccionario permanecen aún conceptos como: autoridad marital, patria potestad, débito conyugal, siempre referido al dominio masculino sobre las mujeres.

Sin feminismo las mujeres han de quedar sujetas a normas, principios, valores, prohibiciones y obligaciones indiscutibles, por su condición femenina, por su desigualdad institucional, por su inferioridad de hecho y de derecho. Para evitar que desvíen su interés hacia asuntos distintos al de la sexualidad complaciente, la domesticidad 24 horas y la maternidad como destino. Sin feminismo no hay condición de sujetos y agentes para las mujeres. Sólo sujeción paciente e interiorizada.

Sin feminismo las mujeres no son, no existen, no están. Todas son como la misma, no diversificadas, no electoras de sus pautas de vida y de sus intereses, no gestoras libres de sus talentos, eternas dependientes y menores de edad no emancipadas.

¿Quién quisiera para una hija semejante destino de sujeción?

¿Quién no le desearía una vida como libre e igual?

Sin feminismo sólo existe un pensamiento único: el de la inferioridad natural de las mujeres. Así es que agradezcamos y reconozcamos al feminismo toda su influencia en el cambio de mentalidad y de vida que se ha efectuado en los últimos cien años, al menos.

Pero, aún así, quedan secuelas de misoginia, sexismo y androcentrismo, secuelas de la visión del mundo que muchos muchos varones con influencia han puesto a disposición de la sociedad, acallando e invisibilizando a quienes no tenían un lugar dominante, como hombres, como propietarios del conocimiento, como jueces, como legisladores, como moralistas, como mandatarios. Por eso el feminismo sigue siendo muy necesario como voz crítica y de alerta ante los restos y secuelas de esa enorme y aceptada epidemia planetaria de patriarcado y de machismo.

Sin feminismo, muchas mujeres seguirían secuestradas en la ignorancia, en el encierro, en la desposesión de sus bienes, de sus tiempos y espacios, de sus capacidades, de sus deseos y hasta de sus necesidades. Y, para que esto deje de ocurrir necesitamos mucho más feminismo emancipatorio y no complaciente con la voluntad del amo. Y, necesitamos espacios de voz y voto, de presencia e influencia, de cultura, de representación y comunicación. Para que siga la dificultosa senda que ha hecho mejorar la vida de muchos seres humanos en este mundo.

Sin feminismo hay barbarie de género. Por eso, en vez de hablar tanto de lacra social cuando hay algún feminicidio, en vez de fijarnos tanto en nuestras congéneres de países de patriarcado duro, fijemos nuestro interés y nuestros sentidos en valorar el feminismo y a las feministas como agentes del cambio de creencias y de mentalidad hacia cotas de mayor justicia social, mayor bienestar y más derechos de ciudadanía.

A no ser que la mayoría se adscriba al sistema de dominación masculina y firme todos sus manifiestos. No creo que sea así, pero hay que aprender a correlacionar los nefastos resultados de la violencia contra las mujeres, las jóvenes y las niñas con la actitud contraria al feminismo, como posible perturbador del orden social establecido y como temible por lo que propone de cambio en la vida de los hombres y en la vida de las mujeres.

¿Es que tanto miedo da la idea de Igualdad y de libertad radical en estos tiempos?

Pues hay que conocer también lo que en otros tiempos se llegó a pensar y a proponer desde un pensamiento feminista, como radical y transformador.

Por eso, me gustaría acabar con algún fragmento de la obra La sujeción de la Mujer, publicada en la Inglaterra de 1869, firmada por John Stuart Mill, pero hecha por el pensamiento de su compañera de vida Harriet Taylor y la hija de ésta: Helen Taylor

…“Así, todas las mujeres son educadas desde su niñez en la creencia de que el ideal de su carácter es absolutamente opuesto al del hombre: se les enseña a no tener iniciativa y a no conducirse según su voluntad consciente, sino a someterse y a consentir en la voluntad de los demás. Todos los principios del buen comportamiento les dicen que el deber de la mujer es vivir para los demás; y el sentimentalismo corriente, que su naturaleza así lo requiere: debe negarse completamente a sí misma y no vivir más que para sus afectos”…

Salvando muchas distancias, haré una pregunta inquietante:

¿Hemos cambiado tanto la forma de educar a las niñas? O ¿sólo hemos dejado de usar el discurso de la abnegación, abogando por el de la sumisión encubierta a través del amor, el cuidado y la belleza, como base fundamental de un proyecto de vida “femenino”?

Miremos modelos, productos culturales, mensajes e imágenes dirigidas a las niñas.

Sin feminismo estamos en un círculo vicioso: cambiar los discursos para que sean aceptables y mantener las formas inaceptables, justo lo contrario, que sería una conjunción de discursos, imágenes y prácticas que llevaran al ejercicio no condicionado de la libertad y al acceso sin obstáculos a la Igualdad.

Fuente noticia : http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/24/lo-que-el-feminismo-ha-dado-al-mundo/

Fuente imagen:  https://3.bp.blogspot.com/-fOUwo9yrwxo/VwKXTbKyOaI/AAAAAAAAY5s/m1uc_vub54IOpCwZrJS9ggsobWppziLMQ/s400/Feminismo%2B-%2BS%25C3%25ADmbolo.jpg

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Mujeres por África ofrece 24 becas para estudiantes africanas en universidades españolas

España/Abril de 2017/Fuente: El Economista

La Fundación Mujeres por África ofrecerá 24 becas para investigadoras y estudiantes africanas, a las que ofrece la oportunidad de completar su formación en una veintena de universidades españolas que colaboran en la iniciativa.

Denominado ‘Learn Africa’, el programa busca fomentar la transferencia de conocimiento y la capacitación de las jóvenes africanas a través de becas en universidades de la CRUE.

Su objetivo es proporcionar a las estudiantes formación de calidad para que luego puedan revertir lo aprendido en sus comunidades de origen.

Las 24 becas están financiadas por las universidades de acogida y cubren viaje, matrícula y tasas académicas, alojamiento, manutención y seguro médico.

Su duración varía en función de la modalidad acordada con cada una de las universidades participantes y del programa de formación, y comprende periodos que van desde los seis meses (en el caso de algunas estancias de investigación), hasta los cuatro años para los estudios de Master y Doctorado.

Las universidades españolas que participan en Learn Africa son las siguientes: Universidad de Alicante (UA), Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Universidad de Alcalá (UAH), Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Universidad de Cantabria (UNICAN), Universidad Camilo José Cela (UCJC), Universidad Complutense de Madrid (UCM), Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), Universidad de Extremadura (UNEX), Universidad de Granada (UGR), Universidad de La Laguna (ULL), Universidad de Málaga (UMA), Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Universidad de Zaragoza (UNIZAR), Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), Universidad Pablo de Olavide (UPO), Universidad de La Rioja (UR), Universidad rey Juan Carlos (URJC) y Universidad de Salamanca (USAL).

Fuente: http://ecoaula.eleconomista.es/campus/noticias/8274651/04/17/Mujeres-por-Africa-ofrece-24-becas-para-estudiantes-africanas-en-universidades-espanolas-.html

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Entrevista a Carol Arcos Herrera. Maternidades y feminismo

Entrevista a Carol Arcos Herrera
Maternidades y feminismo

 

El desconcierto

 

Conversamos con Carol Arcos Herrera, doctora en Estudios Latinoamericanos y académica del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la Universidad de Chile, quien actualmente se encuentra en la última etapa de un proyecto FONDECYT titulado “Maternidad y nación en Chile: reversos liberales en la cultura impresa del siglo XIX”. A partir de este proyecto, la académica ha logrado concebir lo que será su próxima publicación, «Maternidades republicanas. Deseo, política y poder en el Chile de siglo XIX».

 

La maternidad es sin duda uno de los temas más conflictivos para el pensamiento y el activismo feminista, pues en él se entrelazan posturas que, en cierta medida, podrían resultar disímiles. La maternidad entendida por siglos como la obligación primaria de toda mujer ha sido puesta en cuestión por un importante número de feministas, quienes han defendido y pregonado por una maternidad sujeta a la elección consciente y libre de ser madres y no a una respuesta única, es decir, a la imposición generada por el orden patriarcal.

Carol Arcos ha realizado clases tanto de pre como de postgrado y los cursos de los que se ha hecho cargo han tenido que ver, en su mayoría, con autorías femeninas latinoamericanas y feminismos latinoamericanos. Desde su consideración, las sesiones con sus estudiantes de la Universidad de Chile han sido de total y absoluta relevancia para el desarrollo de sus proyectos e investigaciones, así como también su participación en el pasado como editora de la sección “Feminismos y sexualidades” del diario español Rebelion.org.


En tu proyecto FONDECYT “Maternidad y nación en Chile: reversos liberales en la cultura impresa del siglo XIX”, hay una perspectiva que resulta evidente, me estoy refiriendo al feminismo y es en cuanto a esto que me interesa saber cómo surge en ti el interés por abordar la concepción de “maternidad” desde el pensamiento y la teoría crítica feminista

– En primer lugar, me gustaría situar brevemente mi lugar de hablada y el enfoque general del proyecto para que se entienda la significancia que tienen los feminismos en él. Se trata de un proyecto que busca historiar el problema de la maternidad o maternidades, desde el punto de vista de la cultura, en el Chile republicano, más específicamente en un siglo XIX largo (1810-1910). Sin embargo, no es un proyecto que nazca del ámbito de la historiografía. Siempre me ha interesado mucho la historiografía y el trabajo de historiadoras e historiadores, pero no creo ser una ni me interesa. Este es más bien el trabajo de una «historizadora», como acostumbro a llamar a este lugar particularmente heterogéneo desde el que escribo. Un cronotopo entre la literatura, la historia y la filosofía que mediante variadas constelaciones de textos busca trazar un relato acerca de un problema central para las mujeres y el feminismo.

¿Y cómo figura el problema de la maternidad en esta posición tuya?

– En el marco del circuito que establece la reciente cultura impresa y la preeminencia del proyecto moderno del liberalismo en Chile, durante el siglo XIX, abordo la maternidad como una experiencia particular de género y sexualidad que se institucionaliza a lo largo del siglo y cristaliza el reverso de las escrituras fundacionales. Preguntarse por la maternidad en el siglo XIX, no solo en Chile sino también en el resto de América Latina, es interrogar el discurso neurálgico que redefinió la relación entre las mujeres y la soberanía del Estado-nación y, asimismo, renovó su lugar subalterno actualizando genealogías y modelos de feminidad coloniales, pero inaugurando formaciones modernas que proyectarán el camino para las políticas del siguiente siglo.

Uno de los grandes nudos gravitacionales de los discursos que ponen en circulación los feminismos regionales en América Latina dice relación con la maternidad, trama simbólica y material que funciona paradojalmente en una “política del cuerpo” (Federici, Calibán y la bruja) que, por una parte, orquesta un «disciplinamiento» y domesticación del trabajo y vida femenina y, por otra, permite un territorio de resistencia que disloca dicho ideal de dominio del cuerpo forjado por el liberalismo en alianza con la ciencia y la técnica como soporte de las sensibilidades modernas (Musachi, Mujeres en movimiento). Bien sabemos que las mujeres entran en los discursos nacionalistas decimonónicos, no todas claro está, sino principalmente aquellas pertenecientes a la elite criolla, como madres cívicas, como cuidadoras garantes de la nuda vida (en el sentido que propone Giorgio Agambem) de la patria-patriarcal.

La función materna se desarrolla en el contexto de emergencia y paulatina preeminencia de una ideología de la domesticidad y del sistema de valores burgueses, alentada por el liberalismo de cuño ilustrado, que relegará a las mujeres al ámbito de lo privado, terreno de lo afectivo, del cuidado y mantenimiento de la vida. Sin embargo, es también en los márgenes y disputas con esa ideología cuando las feministas construyen un sentido para pulsiones y conflictos que las mujeres en América Latina hasta ese entonces no habían simbolizado conscientemente. Desde las primeras manifestaciones feministas, justamente visibles en el siglo XIX mediante el reclamo de emancipación mental de las mujeres por parte de varias escritoras, hasta la emergencia de la primera ola, cuando a partir de 1890 el feminismo se articula desde miradas anarquistas y socialistas para decantar más tarde, alrededor de 1920-30, en un discurso de derechos que levantará la propuesta sufragista; la maternidad es un nudo político (en el sentido que entiende la palabra nudo Julieta Kirkwood) que instalará a las mujeres como objetos y sujetos de controversia.

En este sentido, la maternidad operaba en el marco simbólico que relegaba a las mujeres a sus funciones domésticas y reproductivas, pero a la vez ese mismo discurso se volvía condición de posibilidad del feminismo decimonónico. Entonces, cómo dejar de tratar la cuestión de la maternidad si, por un lado, es tan central en la erección de un discurso moderno hegemónico sobre las mujeres, la mujer doméstica, y, por otro, está tan presente en la reflexión y las prácticas que las mujeres feministas pondrán en juego en las dinámicas del marco liberal o en rebeldía frente a él. Se trata de una compleja y poderosa cesura simbólica susceptible de «historizar» mediante toda una red de economía política, cultural, material y vital, que deviene en variadas representaciones que circulan y se consumen en también variados ámbitos, de ellos a mí me interesa el de la cultura impresa en particular.

¿Entonces esta es la articulación que desarrollas entre maternidad y feminismo?

– La relación entre maternidades y feminismos no solo tiene que ver, para mí, con esta importante historia de las mujeres y el feminismo, sino que también con mi propio territorio político-teórico feminista al abordar este problema de lo que prefiero llamar trabajo materno. Cuando hablo de trabajo materno estoy pensando en el debate que se ha venido dando desde la teoría feminista marxista (principalmente, considero en este ámbito los trabajos de Silvia Federici) y la economía feminista a partir de los noventa (autoras tales como Amaia Pérez Orozco, Esther Velásquez, Valeria Esquivel, entre otras).

Estas perspectivas heterodoxas respecto de los análisis económicos tradicionales, centrados grosso modo en las lógicas del mercado y la reproducción del capital, han contribuido a actualizar el debate acerca del nudo producción/reproducción ya presente en el feminismo de los setenta del siglo XX, pues recogen las premisas acerca del trabajo doméstico y conceptos analíticos específicos de aquel feminismo, como por ejemplo la división sexual del trabajo, para además agregan otros nuevos como organización social del cuidado y trabajo del cuidado.

Algunos de los asuntos centrales de estos enfoques, entonces, se refieren al modo en que las sociedades resuelven la reproducción cotidiana de la vida con el fin de resaltar el trabajo afectivo-reproductivo, concomitante con ello también la necesidad de incorporar la variable de género a la reflexión económica para analizar la diferente posición que ocupan hombres y mujeres como agentes económicos y sujetos de políticas económicas; complejizando, asimismo, las relaciones al interior de los hogares y su nexo con la ganancia y la acumulación de capital.

Sé que también el psicoanálisis es una herramienta teórica importante para tu proyecto, ¿cómo abordas esta perspectiva?

– Sí, justamente, para mi perspectiva crítica son sumamente importantes los trabajos desde el terreno de entrecruce entre psicoanálisis y feminismo, principalmente los de Julia Kristeva, Silvia Tubert, Elisabeth Roudinesco, como también mi lectura feminista de Freud, Klein y Lacan. El psicoanálisis me interesa desde el punto de vista de una teoría de la cultura y técnica de lectura en su conexión con la crítica feminista, que me ha permitido indagar en el complejo parental o la pregunta edípica. Exploración tan necesaria para pensar en la maternidad y paternidad alrededor de la familia «heteronormativa» del siglo XIX, como receptáculo en donde se inscribe el deseo sexual en la doble ley de la alianza (matrimonio) y la filiación (los hijos), que tiene en su base el principio de prohibición del incesto. La valoración paulatina del matrimonio por amor nos habla de una revolución de la afectividad, que en Chile y América Latina es posible de observar sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo, la que se tradujo en la elaboración de una moral civilizada en cuyo marco era posible la expansión también civilizada de la sexualidad femenina y masculina.

En el título de tu trabajo mencionas un concepto que me parece sumamente relevante, estoy hablando de los reversos liberales. Me gustaría, en primera instancia, que nos hablaras de esa noción en el contexto del liberalismo del siglo XIX en Chile, a la vez que nos contaras, luego, cómo se relaciona esto con la maternidad.

– La hipótesis general que propongo en mi trabajo es que la instalación moderna del concepto de maternidad y su cristalización a fines del siglo XIX en Chile, se deviene a lo largo del mismo a través de una lógica «biopolítica». Dicha lógica en nombre de la vida: su afirmación, conservación y proliferación; estatiza y nacionaliza lo materno como una forma, por una parte, de regulación y racionalización de la procreación “en favor de la patria” y por otra de «ontologización» de lo femenino como cuerpo individual y cuerpo político.

En este sentido, hablo de reversos liberales para definir las biopolíticas de un discurso nacionalista que constituirá, paulatinamente y en el proceso de conformación del Estado republicano, una ciudadanía fronteriza o incompleta, la otra cara de la República, que verá en la maternidad una función productiva para la patria.

¿Podrías profundizar un poco en esa idea de una biopolítica en relación con la maternidad?

– Esta trama histórica que denomino biopolítica de lo materno, y que está por supuesto relacionada con la idea de trabajo materno a la que me refería antes, pues considero que en el centro del problema de la vida y el nacimiento está la tópica simbólica y material que «semantiza» el cuerpo de las mujeres. Las madres del Estado tienen la labor, el trabajo, de parir y cuidar el nacimiento de la nación, por su parte, el Estado tiene la atribución de proteger y administrar la vida de las mujeres mediante mecanismos globales que reubican sus cuerpos en procesos biológicos de conjunto, son las mujeres quienes favorecen la fecundidad y equilibrio de la población.

Cuando hablo de biopolítica de lo materno me estoy refiriendo a que el fenómeno del nacimiento, no solo concebido como el hecho de parir, sino también de pertenencia a una comunidad de sentido nacional, está íntimamente imbricado con la maternidad como experiencia moderna de las mujeres y su proceso de nacionalización y estatización a lo largo del siglo XIX y sobre todo en sus últimas décadas.

¿Pero lo femenino y lo maternal se construyen históricamente como un lazo indisociable?

– Lo femenino y lo maternal mantienen relaciones lógicas complejas y no son del todo indisociables; sin embargo, es, por una parte, el lazo de obligatoriedad patriarcal y la idea de subjetividad femenina biologizante que sostiene y, por otra, la naturalización que conlleva y no permite comprender la maternidad como un trabajo en la compleja red de relaciones sociales y económicas, lo que estoy discutiendo a partir de la noción de biopolítica de lo materno y su expresión más material en el trabajo materno. Pero también en este umbral biopolítico que es la maternidad como trabajo reproductivo es en donde yo veo, por ejemplo, que las escritoras chilenas, y por qué no también latinoamericanas, ensayarán las primeras mutaciones de lo decible e imaginable respecto de las mujeres y su sexualidad.

Más adelante me gustaría volver sobre el rol de las escritoras en el siglo XIX, pero ahora quisiera que siguieras ahondando en la idea de los reversos liberales.

–Un lugar central en esta dinámica histórica lo ocupa el proceso de hegemonía ideológica y estatal del liberalismo, racionalidad que institucionaliza y homogeniza la maternidad como la experiencia de género y sexualidad de las mujeres por antonomasia, otorgándoles una función productiva en el nuevo orden social y político republicano. El trabajo materno, desde este despliegue, preservaría, nutriría y educaría para la vida social en la nueva nación que se busca conformar. De ese modo, la posibilidad biológica de reproducción y de dar a luz de las mujeres se convierte en un precepto social que naturaliza las prácticas de género e implica ciertos discursos que dan garantía a ese ordenamiento, dentro de ellos aquel que cobrará mayor relevancia en la cultura impresa de la época tiene que ver con el eterno maternal, vale decir, el significado «biologizante» del cuerpo femenino a través del que se afirma que el amor o instinto maternal es universal y deseable para/por todas las mujeres.

Abunda la literatura prescriptiva para las mujeres en la época, sobre todo a partir de la década del 40 cuando la asunción del discurso liberal-ilustrado en el ámbito de la cultura es más clara y comienzan a circular ideas que se comprometen con la educación femenina, la “ilustración del bello sexo” como se acostumbraba a decir en la época, inaugurando el deseo republicano de la maternidad cívica. En este ámbito, las figuras prevalentes para la ideología nacional son la madre letrada o el ángel del hogar, las que valoran social y cívicamente a las mujeres por sus funciones reproductivas y el trabajo doméstico que ejercen en su rol de madres de ciudadanos. Estos «ideologemas» representativos dan cuenta de una racionalidad que promueve un nuevo orden político liberal, que en Chile no logra hegemonía estatal hasta la década del 60, y el anhelo de sancionar a través de la familia los valores burgueses que le sirven de base.

Gran parte de tu investigación se centra en figuras importantísimas del quehacer literario femenino de la época, algunos nombres como Mercedes Marín del Solar, Rosario Orrego, Celeste Lassabe, Martina Barros, Delfina Hidalgo y Carmen Arriagada, entre otras, parecen constituir otro eje central en tu trazado. En relación con ello, ¿cómo visualizas la conformación de la figura de la mujer letrada y escritora por esos años? ¿y cuál es la razón de tu especial atención en la prensa escrita?

– Este trabajo vuelve sobre algunos de los problemas que abordé en mi tesis doctoral “Autorías femeninas fundacionales: escritoras chilenas y brasileñas del siglo XIX (1840-1890)” (Universidad de Chile, 2014). En él me interesaba estudiar la problemática emergencia de la figura de la autora en los circuitos de cultura letrada en Chile y Brasil. En términos generales, este ciclo lo denominé autorías femeninas fundacionales, en un sentido genealógico, y daba cuenta de la inscripción paradojal de las escritoras respecto de los poderes enunciativos e interpretativos hegemónicos, los que las llevan a utilizar ciertas estrategias retóricas y discursivas para posicionarse como sujetos de discurso y por qué no también políticamente desde el domus –como espacio privilegiado de gestión femenina en la nueva lógica liberal que se institucionaliza a lo largo del siglo– hacia una participación en la sociedad civil como madres del Estado. Escritoras chilenas como: Mercedes Marín, Rosario Orrego, Quiteria Varas, Lucrecia Undurraga, Hortensia Bustamante, Victoria Cueto, Delfina Hidalgo, Martina Barros y Celeste Lassabe; y brasileñas como: Juana Manso, Narcisa Amalia, Presciliana Duarte de Almeida, Maria Benedita Câmara Bormann, Júlia Lopes de Almeida, Anália Franco, Josefina Álvares Azevedo e Inês Sabino, desde mi perspectiva, «presentificaban» la autoría como una forma particular de subjetividad moderna en las mujeres, la que se caracteriza por un modo de figuración que se establece desde un “entre lugar” respecto de la cultura escrita e impresa en el siglo XIX. Espacio contradictorio que ahora preferiría llamar, a partir de Silvia Rivera Cusicanqui, taypi (comunión problematizada) al pensar en el malestar de las escritoras brasileñas y chilenas hacia el cambio de siglo, por ejemplo, en lo que respecta a la maternidad, entendida esta como trabajo reproductivo en un nuevo ciclo del capitalismo mundial y neocolonial que pondrá en función en la región el proceso de modernización finisecular.

Bien, ¿y en qué ha cambiado tu posición al respecto hoy en día?

– Ese era el eje central de mi argumento en ese entonces, no obstante, su sentido menos evidente, y que es aquel que quiero seguir hoy en este nuevo proyecto con respecto a Chile, tenía que ver con la idea de rastrear los inicios del feminismo a través de la noción de autoría y sus efectos de sentido cuando comienza a madurar la demanda de emancipación por parte de las escritoras, fundamentalmente a fines de siglo. Las mujeres feministas en diferentes momentos han alterado la grafía de lo simbolizable, al provocar mutaciones efectivas de diverso carácter tanto en las políticas nacionales y regionales como en las relaciones materiales, sexuales y raciales. Campos de disputa por el poder/saber/desear/hacer que las mujeres escritoras del XIX perturbaron con su malestar e insolencia ante los interdictos patriarcales.

Respecto de la prensa, que era algo que estaba en tu pregunta de hace un rato, esta fase fundacional de la escritura de mujeres para un público y en lo público se caracteriza por su constante actividad literaria en la economía impresa de la época, sobre todo en periódicos y revistas que son los soportes más usuales y legitimados. Las escritoras no solo daban a la prensa sus escritos, sino que también aparecen como gestoras culturales, ellas tenían medios propios, por ejemplo, Rosario Orrego, Lucrecia Undurraga, Celeste Lassabe.

Finalmente me gustaría que comentaras el desarrollo del movimiento feminista hacia fines del siglo XIX en América Latina y especialmente en Chile. Además, no puedo dejar pasar la oportunidad de preguntarte por la actualidad. Haciendo mención principalmente a las discusiones recientes respecto a cuestiones tan trascendentales para las mujeres y el feminismo como es el aborto, ¿cuál es tu visión respecto a los movimientos feministas y a la maternidad en América Latina en pleno 2017?

– El ejercicio de la palabra por parte de un grupo significativo de escritoras chilenas y latinoamericanas, del que veníamos hablando, se presenta como un hito fundamental en la historia de las mujeres y del feminismo en América Latina. Yo parto por ahí con la historia del feminismo moderno, es decir, cuando estas escritoras comienzan a demandar educación para las mujeres, bajo el rotulo inaugural de la emancipación, nombres como Martina Barros y Lucrecia Undurraga en Chile, Juana Manso y Juana Manuela Gorriti en Argentina, Clorinda Matto y Carolina Freire en Perú, Presciliana Duarte de Almeida e Inés Sabino en Brasil, Adela Zamudio en Bolivia, entre muchas, muchas más. Estas autoras ajustan cuentas con el deseo de familia y maternidad hegemónico, ensayando nuevas arenas de simbolización.

¿Qué lugar social ocupaban estas mujeres escritoras?

– Si pensamos en la instancia de la letra y su circulación en el siglo XIX, son principalmente las mujeres de la élite criolla quienes son apeladas por este tipo de discurso público y también quienes se sienten más seducidas por la importante posición social que deben y pueden ocupar ahora. El deseo de la madre regulado por la ley del pater familias y el Estado impondrá a las mujeres ciertas costumbres arregladas como muestra de una maternidad civilizada, tales como ser castas antes del matrimonio, ser virtuosas y por ello rechazar el lujo, aprender a administrar la economía doméstica, ser solícitas y sumisas con sus maridos y además, en el ámbito más público, ejercer la caridad con los más vulnerables. No obstante, no todas las mujeres de la élite asumirán este mandato sin prerrogativas, muchas de ellas mediante la escritura de novelas, ensayos, poesía y la publicación de medios impresos inscribirán no solo un discurso emancipador, sobre todo a partir de la década del 70 en adelante, sino también disputarán su entrada en la cultura escrita como autoras.

¿Y cuándo el feminismo como movimiento?

– El feminismo como proyecto mancomunado de liberación deviene a fines del siglo XIX y comienzos del XX, como sabemos, desde la experiencia de proletarización de las mujeres trabajadoras. Las ideas anarquistas tendrán una amplia circulación, articulándose en torno a ellas los primeros colectivos feministas, cuya figura faro será la anarquista catalana Belén de Sárraga (1874-1951), quien viaja por toda América Latina propugnando el feminismo y el anticlericalismo. La experiencia ampliada de la familia patriarcal o «patricéntrica», figurada a lo largo del XIX a partir de las construcciones de género y sexualidad patricias, es interrogada desde este primer feminismo, codificando las variaciones del cronotropo del padre. Ahora bien, la idea de la familia romántica no era del todo una vivencia cotidiana para las mujeres del “bajo pueblo”, quienes muchas veces debían levantar una familia monoparental y vivir la experiencia del “huacherío” de sus hijos como marca de la infamia. No obstante, la carencia del concepto familiar hegemónico posibilitó que estas mujeres ensayaran vías de liberación y desarrollo social, cultural y económico mediante el trabajo productivo y la participación en agrupaciones sindicales, mutualistas y específicamente feministas, a la vez que cuestionaban la división sexual del trabajo afectivo y del cuidado al interior del matrimonio y el sacramentado hogar mariano de la oligarquía.

Este primer feminismo, desde mi perspectiva, da una vuelta importante a la noción que venía trabajando de biopolítica de lo materno en los márgenes de una comunidad falócrata. La nacionalización e institucionalización de la maternidad es puesta en cuestión para ensayar formas diferentes de femineidad y articulaciones alternativas de la familia moderna, a través de una nueva noción política que se sumaba a la agenda anarquista y socialista, la del feminismo. El ideario de este feminismo inicial abogaba por el reconocimiento de la capacidad intelectual y laboral de la mujer, y el derecho a participar de la vida cívica y política de los países de la región, todo lo cual se asumiría en la necesaria organización de las mujeres en contra de la desigualdad “entre los sexos” y a favor de la lucha de clases. Un caso ejemplar, en este sentido, es la obrera tipógrafa Carmela Jeria, quien publica el primer periódico anarco-feminista en Valparaíso, La Alborada (1905-1907).

Ya en el siglo XX, ¿cómo ves la situación de ciudadanía fronteriza de las mujeres?

– Para que la situación de ciudadanía fronteriza de las mujeres cambiara en algo debieron pasar varias décadas más. Alrededor de los años de 1920 y 30, el sufragismo será el núcleo aglutinador hacia donde se dirigirá la primera ola del feminismo latinoamericano, bajo el territorio del feminismo liberal agenciado desde las clases medias y altas. Esta segunda fase de los feminismos latinoamericanos a comienzos del siglo XX perderá la radicalidad que caracterizaba a los feminismos anarquistas y socialistas, para configurar lo que se ha llamado en Brasil, por ejemplo, “feminismo bien comportado”, es decir, un feminismo de damas respetables que negocian dentro de los límites del liberalismo. El discurso «maternalista» se volverá hegemónico luego de la Segunda Guerra Mundial en la lucha por alcanzar la ciudadanía, sobre todo en aquellos países en que el voto todavía estaba negado a las mujeres. Así, por ejemplo, en México el igualitarismo cede su lugar a la reivindicación de una ciudadanía específica de las mujeres, vale decir, una proyección en la sociedad de sus cualidades o capacidades maternas, ellas eran quienes podían lograr el efecto moralizador tan caro a la política. Hermila Galindo, una de las figuras más relevantes para la discusión sobre el sufragismo en México, publicó el semanario La Mujer Moderna (1915-1919), órgano de politización feminista, y colaboró en la organización de los Congresos Feministas de Yucatán, los que reunieron a profesoras de primaria en torno a la búsqueda de reformas en la legislación civil en el período posrevolucionario. Si bien el discurso de Galindo abogaba por el igualitarismo, también sustentaba el derecho al sufragio en la idea de la responsabilidad social de las mujeres como madres. Son muchas las mujeres o organizaciones de este feminismo liberal que ajustarán cuentas con el deseo de maternidad republicana: en Perú, María Jesús Alvarado; en Brasil, Bertha Lutz; en Uruguay, María Abella o Paulina Luisi; en Argentina, Julieta Lanteri o Alicia Moreau; en Chile, Elena Caffarena o Amanda Labarca, entre muchas más.

¿Cuáles serían estas dos fases?

– Como bien sabemos, el feminismo se reactiva a nivel continental a fines de la década de los setenta. Luego de un largo período que Julieta Kirkwood llamó “silencio feminista”, se articula una segunda ola feminista o neofeminismo, como prefiere llamarlo por ejemplo Nelly Richard; en cuyo territorio destacan los feminismos de la resistencia política en las dictaduras militares o cívico-militares del Cono Sur. El feminismo en este nuevo escenario adquiere la fuerza de un movimiento político regional, se celebran los primeros encuentros feministas de América Latina y El Caribe, también el decenio de las mujeres de Naciones Unidas será un nudo de discusión importante para la diversidad de feminismos; no obstante, una de las características que singulariza a este nuevo momento tiene que ver con la articulación de conocimiento teórico feminista y la inauguración de conceptos como patriarcado y género que vienen a desentrañar el anquilosado espectro del eterno maternal. En Chile, un colectivo clave fue el Círculo de Estudios de la Mujer del que la propia Kirkwood fue una de sus fundadoras. Quiero destacar y solo muy brevemente, que la función mortuoria de la «gubernamentalidad» moderna vuelta hipérbole en el terrorismo de Estado, es pensada por las feministas en este nuevo ciclo de lucha a través de una retórica política de los cuerpos que se pregunta por las vidas que importan o que merecen morir en los sistemas simbólicos y materiales de dominación. Creo fundamental que las feministas latinoamericanas abran esta pregunta en el pleno proceso de financiarización descarnada de la vida que el neoliberalismo comenzará a poner en juego, lo que no hace más que demostrar que lo personal es político.

En los noventa no solo asistimos a la institucionalización del feminismo en la academia o a su «oenegización» de nuevo cuño como demanda tan fuerte la feminista boliviana María Galindo a las que ella llama “tecnócratas de género”. El debate en torno a la autonomía feminista es un nudo que encontramos en el feminismo ochentero, pero que de los noventa en adelante –sobre todo a partir de la experiencia del colectivo feminista boliviano Mujeres Creando o el feminismo comunitario indígena de Julieta Paredes, como también el de Las Cómplices, orquestado por chilenas y mexicanas– se ha posicionado como el espacio necesario para poder idear y practicar el feminismo como fuerza «despatriarcalizadora», anticapitalista, antirracista y anticolonial, como también una agencia crítica contra la heterosexualidad obligatoria, todo lo cual nos habla de una nueva fase.

En la diversidad de estos feminismos, veo el deseo de un pachakuti feminista, retomando palabras de la gran socióloga y activista aymara Silvia Rivera Cusicanqui, como el horizonte de expectativas hacia donde debe dirigirse la lucha antipatriarcal y anticolonial. El tejido simbólico en torno a la biopolítica de lo materno se trama, sobre todo en Bolivia, desde las diferencias de género, clase, raza y espacio geopolítico, inaugurando un pensamiento feminista creativo y provocador que pone en jaque la posibilidad de Estados neoliberales o “posneoliberales” con perspectiva de género.

Y brevemente, ¿qué pasa en Chile?

– No puedo dejar de advertir que el peso que en Chile tiene la biopolítica de lo materno explica, entre otras razones claro está, la permanente saturación de los discursos pro-vida en la lucha que hoy damos por el derecho legítimo al aborto o contra los códigos misóginos que perpetúan el femicidio. Biopolítica cruzada por las dinámicas del capital transnacional, que requiere de nuevos ciclos de acumulación originaria o quema de brujas, como señala la feminista italiana Silvia Federici, en la región.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224309&titular=maternidades-y-feminismo-

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Una pedagogía crítica y feminista en las aulas

Por: Enric Llopis

En las aulas puede distinguirse un currículum que los pedagogos denominan “explícito”. Aparece en las leyes y decretos educativos, guías escolares y libros de texto. Todavía se encuentran contenidos sexistas. Un estudio realizado en el año 2000 por la profesora Nieves Blanco, de la Universidad de Málaga, sobre 56 manuales del primer ciclo de la ESO mostraba el desequilibrio. Se desprendía de la investigación que el 95% de los personajes relevantes en la historia de la humanidad fueron hombres. Algo parecido ocurre en los cuentos. Los niños son independientes, fuertes, curiosos e inclinados a la aventura. En “Blancanieves” y “La Cenicienta” ellas desempeñan el rol de madres, esposas o amas de casa. Salvo cuando contravienen las normas, ya que entonces asumen el papel de malévolas brujas y madrastras. La discriminación no tiene efectos precisamente neutrales en el aula: “Deja a las niñas y jóvenes sin referentes ni modelos en los que reconocerse; además distorsiona la historia, invisibiliza a las mujeres y menosprecia las tareas ‘feminizadas’”, afirman Silvia Cortés Mollà, Aina González Naya, Belén Magdalena Mora y María Pérez Paterna en el artículo “Venim d’un silenci. Caminem cap a la desnaturalització”.

Las autoras provienen del Magisterio, la sociología especializada en cuestiones de género y la Educación Social, además de participar –o haber tomado parte- en el activismo político. En el texto citado dan cuenta de un currículum “oculto”, pero que está muy presente en los colegios e institutos. Así, “se espera de las niñas que no insulten, de lo contrario se las puede castigar”; a los niños se les reprochará, en cambio, que sean melindrosos. Los estudios realizados hace dos décadas por J. Wright ya punteaban la discriminación de género en la Educación Física. Podía observarse en el lenguaje de los profesores, que reservaba a los chicos la perseverancia, la habilidad y la rudeza. El uso de los epítetos por parte de los adultos refuerza estas diferencias. “Fuerte”, “valiente” y “campeón”, frente a “guapa”, “preciosa” y “princesa”. El artículo defiende un modelo Coeducativo, que en la clase muestre a mujeres como Madame Curie, científica, Premio Nobel y descubridora de la radiactividad; a la escritora Simone de Beauvoir o a Rosa María Gálvez, una de las dramaturgas fundamentales del siglo XVIII. Y que en los colegios se otorgue el justo valor a los trabajos de cuidado, limpieza e higiene, sobre los que se asienta la economía convencional y que contabiliza en el PIB.

Se trata de uno de los siete artículos que integran el libro de 200 páginas “(In)visibles. Les nostres análisis pedagògiques”, publicado en 2017 por Espai Editorial Caliu, coordinado por Anna Muñoz i Gil y presentado el 11 de marzo en la Librería La Repartidora de Valencia. Los textos reflexionan, desde un punto de vista crítico y feminista, sobre Pedagogía; además defienden la Coeducación. El texto “Venim d’un silenci” defiende la introducción en el aula de modelos “alternativos”: hombres que realicen tareas del hogar, cuiden a otras personas y se abran a la sensibilidad y los afectos. También apuesta por romper con el amor romántico e incorporar toda la diversidad de identidades, por ejemplo el transgénero. Hay cuentos que marcan el camino en la reversión de los estereotipos sexistas: “La cenicienta que no quería comer perdices”, de Nunila López y Myriam Cameros; o “El príncipe ceniciento”, de Babette Cole, entre otros. “Hemos de enseñar a los chicos a participar en los juegos de las chicas, y dar valor a las canciones y costumbres que tradicionalmente han practicado ellas”, destacan las cuatro autoras. Jugar a la cuerda, a las muñecas…

Las relaciones de poder se materializan asimismo en la arquitectura de colegios e institutos. Lo analizan la maestra especializada en Educación Física Anna Gil-Mascarell Garcia y el profesor de la Universitat de València Daniel Martos Garcia, quienes centran su investigación en el patio escolar. Los campos deportivos –sobre todo de fútbol y baloncesto- se sitúan en un lugar central de los patios. “Los ocupan mayoritariamente chicos mayores, mientras que en el entorno hallamos sobre todo a grupos de chicas sentadas”, explican los docentes. En las zonas traseras se advierte una mezcla de chicas mayores, grupos mixtos y alumnos de menor edad. Esta distribución remite a los procesos primarios de socialización, en los que se prepara a los niños para el espacio público y a ellas para los ámbitos íntimo y doméstico. La jerarquización de lugares se extiende a las actividades, entre las que se impone el fútbol. Todo apunta, en resumen, a una primacía de la actividad física intensa frente al mero sentarse y charlar. R.W. Connel se refirió en 1997 a una “masculinidad hegemónica”. Gil-Mascarell Garcia y Martos García concretan esta idea en el día a día del patio, donde “las personas con actitudes más masculinizadas ocupan más espacios amplios y céntricos, mientras aquellas personas más ‘feminizadas’ se quedan en la periferia y en espacios muy reducidos”. Concluyen que las niñas pequeñas son las más vulnerables, y defienden como estrategia Coeducativa los juegos cooperativos y la expresión corporal.

La militante del movimiento feminista Beatriu Casanova Sanz y la maestra y psicopedagoga Silvia Cortés Mollà abordan la doble invisibilización de las mujeres con “otras capacidades”, aquéllas con un grado excepcional de rendimiento en una o varias disciplinas. Buena parte del alumnado con “otras capacidades” y superdotado no es objeto de diagnóstico, lo que hace difícil el desarrollo de su potencial e incluso les lleva a engrosar las listas de fracaso escolar. “Una alumna superdotada se convierte en casi invisible”, apuntan los autores del texto, pese a que la LOMCE de 2013 (“Ley Wert”) les incluya entre los grupos con necesidades educativas especiales. Las reflexiones se acercan a la realidad poliédrica del aula. La maestra de Música Clara Martínez Delgado critica el poder con el que se reviste al libro de texto: “Transmiten aquello que el Estado –bajo la influencia de las grandes editoriales- decide qué se ha de aprender”. En el caso de la Música, además de la falta de referencias a mujeres compositoras, los manuales adoptan una perspectiva eurocéntrica; y cuando tratan de aproximarse a la diversidad cultural, en muchos casos lo hacen desde una “perspectiva de turista”. Además la escuela y el libro de texto, sostiene Martínez Delgado, desconsideran el componente “Político” y “transgresor” de la cultura popular.

En los años 70 se abrió camino una nueva concepción de las Ciencias Sociales. En cuanto a la Historia, se puso en cuestión el método –memorístico y enciclopédico- con el que se impartía la asignatura. En las nuevas tendencias –principalmente la interpretación marxista de la Historia- se formaron profesores a quienes algunos autores han caracterizado como “Generación del 68”. Nacieron entre la segunda mitad de los años 40 y principios de los 50, y consideraban la Historia como una herramienta para forjar ciudadanos críticos. Tal vez por eso hayan tenido que enfrentarse a señalamientos como “ser de izquierdas” o “adoctrinar” al alumnado. Poco a poco, se ha ido produciendo en los seminarios de Geografía e Historia de los centros educativos un relevo generacional.

Anna Muñoz Gil ha investigado, a partir de seis casos, en torno al profesorado de Historia en el ámbito del País Valenciano. En las aulas todavía impera el manual, de manera que los debates, el cinefórum o los comentarios de texto sobre la actualidad se limitan a actividades coyunturales. La autora concluye que se produce una disonancia entre la percepción que de sus clases –interesantes y participativas- tiene el profesor, y la realidad en las aulas, caracterizada por la rutina, la memorización y la escasa participación de los alumnos.

Pero el enseñante ha de afrontar no sólo la transmisión de conocimientos, sino el incremento de las ratios, las reducciones salariales y de plantilla, una mayor responsabilidad en la transmisión de valores (ante la inhibición de las familias) y la precariedad laboral, en un sector caracterizado por la división en dos grandes categorías: trabajadores funcionarios e interinos. “En el curso 2012-2013 se daba una presencia del 46,7% de mujeres directoras en los centros de Primaria y un 31,8% en los de secundaria”, destaca Anna Muñoz Gil. Uno de los principales elementos discriminatorios es la carga que representa la tríada de roles: mujer, madre y ama de casa. El libro de la Editorial Caliu se completa con una introducción de la profesora de Ciencias Sociales y miembro de los Movimientos de Renovación Pedagógica del País Valenciano, Àngels Martínez Bonafé; la aportación de Diana Santana Martín sobre un huerto escolar en la Amazonía peruana, como herramienta para el empoderamiento de la mujer y la infancia; y un artículo de Carla Aparici Pérez, sobre una experiencia de cooperación educativa en Ghana.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=223996

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Educación para el amor desde el feminismo y la diversidad

Coral Herrera Gómez

Tenemos que proteger a las niñas y las adolescentes del mito del amor romántico. Es urgente que les demos herramientas desde la más tierna infancia para que aprendan a distinguir entre la ficción y la realidad, a cuestionar la magia del amor, a analizar los mitos desde una perspectiva crítica, a despatriarcalizar las emociones, y a construir relaciones igualitarias, sanas y bonitas.

No es justo dejarlas indefensas frente a la ideología que les seduce y les hace creer que el amor es la salvación y la solución, y que no es el amor entre nosotras, sino el amor hacia un hombre. Porque cuando se hacen adultas siguen consumiendo fantasías románticas, y configuran sus vidas en torno a la necesidad de sentirse amadas. 

Nos pasa a casi todas. Cuando nos hacemos adultas ya no creemos en el Ratoncito Pérez ni en Papa Noel, pero seguimos creyendo que el amor nos hará felices, será perfecto, y durará toda la eternidad. Nuestros sueños y nuestros proyectos se abandonan o se dejan para después porque nosotras no somos lo importante: ponemos el amor en el centro de nuestras vidas, y en eso se nos van las energías y el tiempo, en tratar de encontrar a nuestra media naranja. 

Hay millones de mujeres en el planeta que viven en ese mundo de ilusión y decepción constante, que dependen económica y emocionalmente de un hombre, que creen que sin pareja no son nadie, que no se sienten capaces de arreglar sus problemas por si solas, que aguantan malos tratos en nombre del amor, que se sienten inferiores, que creen que obedeciendo serán más amadas, que creen que para ser amada hay que sufrir, que piensan que la felicidad está en esperar pasivamente la llegada del príncipe azul. 

Como no nos enseñan en las escuelas, luego nos hacen falta muchos años de terapia y de duro trabajo personal para poder desaprender todo lo que aprendimos con los cuentos que nos cuentan. Si nos vacunasen contra esta magia podríamos acabar con tantas decepciones y sufrimientos, tantos embarazos prematuros, tantos sueños abandonados, tantas vidas rotas, y tanta violencia machista. 

Los niños y los adolescentes también necesitan herramientas para perderle el miedo al amor, para aprender a expresar sus emociones, para desaprender el machismo que aprenden en la televisión y en la cultura del entretenimiento.

Los niños tienen que poder defenderse de la mitificación del macho violento, necesitan otros héroes y otros modelos de masculinidad para que aprendan a resolver sus problemas sin utilizar la violencia. Los niños tienen derecho a sentirse libres para vestirse como quieran, para llorar si lo necesitan, para pedir ayuda cuando se sienten tristes, para mostrar su vulnerabilidad sin miedo a las burlas. Los niños necesitan aprender a cuidarse y a cuidar a los demás, a respetar a las niñas y a si mismos, a dejar de considerar que las niñas son seres inferiores que han nacido para amar y para servir a los hombres. 

Los niños y adolescentes necesitan herramientas para gestionar sus emociones, y para aprender a relacionarse de un modo igualitario, en horizontal, sin jerarquías y sin esquemas de dominación ni sumisión. Necesitan mucho feminismo para aprender a ser seres autónomos que no dependan de su madre o de su novia, que no necesiten criadas, que no necesiten ser obedecidos. Necesitan amar y respetar la diversidad para que cualquiera de ellos puedan amar a otros hombres sin ser discriminados. 

Necesitamos mucho feminismo en las escuelas para aprender a querernos bien, para amarnos más y mejor, para poder alejarnos del modelo tradicional del romanticismo patriarcal y sus paraísos imposibles. Por eso es tan importante aprender a pensar por nosotros mismos, con perspectiva de género y con capacidad para analizar cualquier mensaje desde la crítica, visibilizar la ideología que subyace a los contenidos mediáticos, y así desmontar todos los cuentos que nos cuentan.

Hay que desaprenderlo todo, resistir ante el bombardeo del romanticismo patriarcal, generar espacios de ternura, libres de machismo y llenos de solidaridad, cooperación, y ayuda mutua. Reinventarnos el amor, probar otras formas de querernos, imaginar otras estructuras sentimentales para poder sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2017/02/educacion-para-el-amor-desde-el.html

Fuente de la imagen:

https://disidenciasexualcuds.files.wordpress.com/2014/06/10317835_10203534842988293_1839073855654034113_o.jpg?w=700&h=54

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Carta pública a Errejón: las mujeres no somos vientres de alquiler

Por: Lidia Falcón

Iñigo Errejón en el programa Hoy por Hoy de la mañana de la SER del 8 de febrero se pronunció a favor de permitir el alquiler de vientres de mujer para satisfacer los deseos de aquellos padres que quieren tener hijos fabricados con su propio semen.

Añadió que habría que adoptar correctivos y vigilancia para que esa práctica que llama “maternidad subrogada” no signifique la explotación de mujeres pobres, manifestando con ello su compasión hacia tales sujetos.

En el curso de la entrevista Iñigo Errejón se autocriticó porque su partido esté inmerso más en la discusión de los problemas organizativos y de competencia entre las diversas facciones que se disputan el poder, que en resolver las carencias de la gente. De la gente que no son mujeres, ya que ninguna de las explotaciones y amenazas que las afectan, y hasta las matan, estuvo presente en su discurso. Incluso la locutora tuvo que hacerle notar que cuando hablaba de la gestación subrogada no había pronunciado ni una sola vez la palabra mujer, como si el tema atañera de igual manera a los hombres o fuese un asunto al margen de la especie humana.

El señor Errejón comenzó su reflexión diciendo que todo el mundo tiene derecho a tener hijos. Sin más, lo que para un profesor de Ciencia Política resulta un análisis enormemente pobre como explicación de un tema que afecta a miles de mujeres, en su vida más íntima. Porque como experto que es en relaciones humanas tendría que saber que los derechos de unos no se pueden ejercer contra los derechos de los demás. El derecho a la paternidad no significa que para ejercerlo se pueda disponer del cuerpo de una mujer, bombardeándolo con hormonas, insertándole un óvulo –propio o ajeno- fertilizado, y esperando que la gestación llegue a término para arrebatarle después el hijo, irreversiblemente. Y todo ello por dinero. Este profesor de política que clama diariamente contra la explotación de los trabajadores por los poderes económicos, no le afecta la explotación de las mujeres por todos los poderes: el capitalista y el patriarcal.

Si Errejón recordara la máxima de que la libertad de cada uno acaba donde comienza la de los demás, y se hubiera formado más en feminismo que en su indigesto mentor Laclau, no se pronunciaría con esa ligereza sobre el terrible drama que está ahora asediando a las mujeres pobres de varias áreas del mundo. Aquellas gobernadas por políticos que se han puesto al servicio de las grandes compañías farmacéuticas; de las agencias que buscan muchachas en las zonas rurales de la India, de Pakistán, de Bangladesh, de Ucrania, para contratar, por una aportación miserable que le entregan a la familia, sus ovarios, su matriz, su resistencia física, despreciando su dignidad como ser humano, sus sentimientos y emociones; de los machitos que quieren ser padres a costa de arrancarle el hijo a la mujer que lo ha gestado y parido.

No, señor Errejón, las mujeres no somos vasijas, ni probetas ni conejillos de Indias para hacer experimentos con nosotras ni tenemos nuestros vientres únicamente como fábrica de niños. Las mujeres no sólo invertimos en la maternidad los óvulos y las hormonas que fabrican nuestros ovarios, el calcio, los minerales y los nutrientes que van construyendo el feto; no solo soportamos durante nueve meses que nuestra anatomía vaya cambiando hasta hacer casi irreconocible la persona que éramos antes de la fecundación; no sólo perdemos la turgencia de los pechos y la firmeza de los músculos en esa ímproba tarea de dar vida a otro ser humano, tan lentamente; no sólo perdemos  la capacidad de movernos con agilidad, de realizar tareas pesadas y de realizar ejercicio durante nueve meses; no sólo padecemos dolores, desgarros, cesáreas, y a veces infecciones, en el gran trabajo del parto y necesitamos días para recuperarnos de tanto sufrimiento, sino que como seres conscientes de lo que nos está sucediendo invertimos sentimientos y emociones, esperanzas y temores, alegrías y miedos, en esa etapa trascendental de nuestra vida.  Y de la misma manera que en la esclavitud no solamente se utiliza la capacidad laboral del trabajador sino  la persona misma, y por eso es infame, manipular el cuerpo femenino para fertilizarlo, embarazarlo y después sustraerle el “producto”, como si se tratara de que hubiera fabricado unos zapatos, es también infame.

Por ello es infame que políticos que pretenden trabajar por mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, que denuncian las explotaciones y opresiones que sufren los trabajadores, que escriben largos manifiestos contra un sistema económico y político que condena a la miseria, a la ignorancia, a la tristeza y al dolor a millones de personas, sean tan crueles con las mujeres, para satisfacer los deseos –que no las necesidades- de unos cuantos hombres ricos.

Porque ser padre, o madre, es un derecho, pero no es una necesidad. Millones de hombres y de mujeres no tienen hijos por diversas circunstancias, ahora cada vez más voluntarias, y no les pasa nada. Las mujeres no somos vasijas ni probetas ni conejillos de Indias para ensayar experimentos científicos. Y añado: los hombres tampoco son sementales. Los hombres, aquellos que pueden enorgullecerse de serlo, tampoco deben aprovecharse de la miseria, de la indefensión, de la inmadurez de pobres muchachitas para satisfacer ese supuesto deseo de paternidad. Porque si realmente lo que les impulsa es la generosidad de cuidar a un niño, en el mundo existen millones de criaturas que necesitan padres y madres.

Pero esos cariñosos hombres que no adoptarían a los menores que lo necesitan lo que quieren es perpetuar su semen, del mismo modo que los patriarcas bíblicos. Por ellos no han pasado siglos de avances sociales y humanos que tienen que hacer respetar a las mujeres como seres humanos. Para ellos la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, de 1948, arrancada después de las horribles tragedias de las contiendas de los siglos XIX y XX, no hay que aplicarlas al sexo femenino, porque para ellos las mujeres no son más que eso: sexo y vientre reproductor.

Y tampoco les importan los derechos de los niños. Porque esas criaturas fabricadas a petición de los padres no tendrán nunca conocimiento de sus raíces, de sus antecesores, de la historia, de la cultura, de la biografía de su madre y de la familia de su madre. Privándole a esos nuevos hombres y mujeres el conocimiento de la comunidad humana de la que vienen. Fabricados como el monstruo de Frankenstein para dar satisfacción al deseo de quienes pueden pagarlo.  

Y, ahora, en los momentos decisivos de este inmediato Congreso en que dirigentes y militantes de Podemos que tienen que definir y asentar de una vez qué clase de formación política van a ser, qué propósitos sociales tienen, qué programa defienden, qué podemos esperar de ellos y en qué manera confiaremos en que nos defiendan de tantos poderes depredadores y crueles que nos esclavizan, si sus militantes y dirigentes deciden que las mujeres pueden ser tratadas como ovejas o vacas, aprobando lo que llaman “maternidad subrogada”, habrá que perder toda esperanza de que ese partido sea progresista y pueda cambiar la sociedad en nuestro beneficio.

Y si después de tantas declaraciones de feminismo como han hecho las mujeres de Podemos votan a favor de semejante infamia, quedará evidente que ni son feministas ni siquiera se han enterado de que son mujeres.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/02/09/carta-publica-a-errejon-las-mujeres-no-somos-vientres-de-alquiler/

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