Page 27 of 42
1 25 26 27 28 29 42

Las 10 brechas de género de la chilena

Chile/17 mayo 2016/Autor:Muriel Alarcón/Fuente:Economía y Negocio

Las ventajas de las niñas por sobre los niños quedan atrás cuando ellas crecen en contextos que no las incentivan en su aprendizaje y en su autoconfianza, concluye el primer estudio sobre desigualdad de género en el ciclo de vida de ComunidadMujer. Su directora, Alejandra Sepúlveda, explica por qué.

1.- Estereotipos en el jardín infantil
«Los jardines infantiles enfatizan en estereotipos de género. El rincón de la casa suele concedérsele a las niñas y el de la exploración a los niños. Es una dinámica que se traslada de la casa al jardín y del jardín a la casa».
EL DATO: En los últimos 25 años se ha triplicado la tasa de asistencia a salas cunas y a jardines infantiles para niños y niñas, sin embargo sigue habiendo diferencias a favor de los hombres.

2.- Las niñas que trabajan en la casa
«Aun cuando hombres y mujeres realizan trabajo doméstico, a medida que ellos van creciendo queda instalado que estas acciones sean desarrolladas por mujeres. Me sorprendió cómo esto se acrecienta durante la adolescencia. Los adultos se apoyan en sus hijas para las labores de cuidado cuando deben ir a trabajar. Esto se reproduce y normaliza».
EL DATO: Entre los 15 y 17 años, la participación de las mujeres en el cuidado de personas es mayor: 31% versus el 20% de sus pares hombres.

3.- Embarazo adolescente,
al nivel de África Subsahariana
«La cifra de embarazo adolescente se ha mantenido en el tiempo. No es una estadística que condice con el nivel de desarrollo que hemos alcanzado. Según la OCDE, somos el segundo peor país después de México. Estamos solo un poco mejor que la África Subsahariana. En el embarazo adolescente siempre hay un padre, pero ese padre no ve en la paternidad razón para no estudiar ni trabajar como sí lo hace la madre. Datos del Injuv dan cuenta de un fenómeno triste y cultural: las adolescentes no tienen suficiente autoestima ni empoderamiento para exigirle a su pareja usar preservativo».
EL DATO: Según, el Injuv, el 10% de las adolescentes de entre 15 y 19 años que no usaron anticonceptivos en su última relación sexual, asegura que no se atrevió a plantear y menos a imponer la alternativa a su pareja.

4.-«Nini» con cara de mujer
«Las niñas que son madres adolescentes engruesan la fila de ‘las ninis’ -ni estudian ni trabajan-. Esto marca la primera gran distancia con la trayectoria que recorrerán sus pares masculinos en la vida. Las jóvenes que han sido madres adolescentes tienen menos capital humano, menos años de educación y menos oportunidades en el mercado laboral. La proporción de «ninis», entre 18 a 24 años, ha disminuido a la mitad (del 43% en 1990 a 22% en 2013), creemos que esto estaba vinculado con el acceso masivo a la educación».
EL DATO: De los 380 mil «ninis» que hay en Chile, el 68% son mujeres y el 37% pertenece al primer quintil de ingresos (que no superan una renta per cápita de $42.725 mensuales).

5.-Las matemáticas y la desigualdad
«Estudios han demostrado que los profesores tienen expectativas diferenciadas respecto al desempeño de una materia tan relevante como indicador de los ingresos futuros, como es la asignatura de matemáticas. En cursos mixtos a hombres se les pregunta y refuerza más, ya sea positiva o negativamente. Esto crea un desincentivo para las mujeres. Es un problema gigante. Hay una segmentación del conocimiento. Las mujeres se concentran en las humanidades y los hombres en las ciencias y en las ingenierías, lo que no es real reflejo de sus capacidades».
EL DATO: En la prueba PISA de matemáticas, la diferencia en los resultados de las y los adolescentes chilenos es de 25 puntos a favor de los hombres, siendo de las más amplias de la OCDE.

6.-Un mercado laboral que discrimina
«Dado que les va peor en la PSU, las mujeres están menos presentes en las universidades más prestigiosas y están más presentes en las privadas no tradicionales y en los centros de formación técnica, donde existe gran segmentación. Los hombres ingresan a carreras asociadas a mejores ingresos pues a ellos les dijeron desde niños: «Tendrás que mantener a tu familia». Nuestro Código del Trabajo es discriminatorio hacia la mujer. Ellas son las únicas que tienen la obligación y el derecho de cuidar a los hijos y a las hijas. Finalmente, eso se transforma en un impuesto a la contratación de las mujeres».
EL DATO: «En las carreras relacionadas con Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, solo hay 27% de mujeres».

7.-Pocas mujeres trabajando
«Una mayor proporción de mujeres acepta trabajos de menos de una jornada completa, generalmente de baja remuneración, no siempre con la protección social que corresponde. Por otro lado, la participación de las mujeres en el mundo del trabajo se ve afectada por la segregación. Los cargos que ocupan las mujeres son los de soporte, con menos posibilidades de ascender o de llegar a la gerencia general, lo que viene dado por la carrera que estudiaron y la experiencia que adquirieron. Otro factor clave es el de la «autoconfianza». Los hombres atribuyen su éxito a sí mismos, las mujeres lo hacen a factores externos».
EL DATO: Actualmente, dentro de los ocupados de entre 25 y 59 años, las mujeres que trabajan menos de una jornada completa equivalen al 45%.

8.-Escandalosa brecha salarial
«Es escandalosa, porque está naturalizada. Se da por sentado que la mujer debe ganar menos, porque se piensa que ella es el segundo ingreso de su hogar. Pero cuando se analizan las estadísticas han aumentado las jefaturas de hogar femeninas».
EL DATO: Mientras el ingreso medio de los hombres equivale a $543.996, para las mujeres es de $382.253.

9.-El estereotipo de «ser madre» en el trabajo
«Tenemos que empezar a hablar de trabajadores y trabajadoras con responsabilidades familiares, no podemos seguir cargándoselas solo a las mujeres. Las trabajadoras que son madres suelen caer en condicionamientos culturales y presunciones estereotipadas sobre la carga que representa la familia sobre su tiempo, energía, productividad, eficiencia y disposición para tomar cargos de responsabilidad».
EL DATO: «Una de las normas más cuestionadas es la del Artículo 203, que establece que toda empresa con 20 o más trabajadoras debe proveer el servicio de sala cuna a las hijas e hijos menores de 2 años. Pero solo el 12% de las empresas tiene 20 o más mujeres contratadas, según la Encuesta Laboral (Encla, 2014)».

10 .-Bajas pensiones: crónica
de una muerte anunciada
«Como las mujeres ganan menos que los hombres a lo largo de su vida, tienen menor capacidad de ahorro. Por eso, hoy muchas mujeres con bajas pensiones viven bajo la línea de la pobreza».
EL DATO: El 88% de las trabajadoras gana menos de cuatro sueldos mínimos líquidos ($724.500). Tres cuartos de las pensionadas por vejez, recibe un monto inferior a la línea de la pobreza ($143.335; versus el 46% de los hombres). *

Fuente noticia:

http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=252314

Fuente imagen:

http://www.t13.cl/radio/siempre-es-hoy/noticia/comunidad-mujer-y-consejo-observador-no-hubo-senal-fuerte-incluir-paridad

 

Comparte este contenido:

Reflexiones degeneradas: patriarcado y capitalismo

I. Patriarcado y / o capitalismo: reapertura del debate

Es normal encontrar referencias al “patriarcado” y a las “relaciones patriarcales” en los textos, folletos, artículos o documentos feministas. Muy a menudo el término patriarcado se utiliza para enfatizar el hecho de que la opresión y la desigualdad de género no son un fenómeno esporádico o excepcional. Por el contrario, se trata de cuestiones que impregnan el conjunto de la sociedad, y se reproducen fundamentalmente a través de mecanismos que no se pueden explicar simplemente en el plano individual. Resumiendo, a menudo utilizamos el término patriarcado hacer hincapié en que la opresión de género es un fenómeno con cierta constancia y de carácter social, y no sólo interpersonal. Sin embargo, las cosas se complican un poco si intenta ir a ver lo que quiere decir exactamente “patriarcado” o “sistema patriarcal”. Es aún más complicado si se da un paso más y nos preguntamos qué tiene que ver el capitalismo con el patriarcado y cómo se relacionan entre sí.

La pregunta

Durante un breve período, a partir de la década de 1970 hasta mediados de 1980, la cuestión de la relación estructural entre el patriarcado y el capitalismo fue objeto de un acalorado debate entre las corrientes teóricas y activistas pertenecientes al feminismo materialista francés y al feminismo marxista. Las preguntas fundamentales que se plantearon giraban en torno a dos ejes: 1) ¿El patriarcado es un sistema autónomo respecto al capitalismo? 2) ¿Es correcto utilizar el término “patriarcado” para designar a la opresión de género y la desigualdad?

A pesar de que en el curso de este debate se produjeron escritos de notable interés, progresivamente fue pasando de moda junto a medida que perdían popularidad las críticas al capitalismo y se entraban en auge corrientes feministas que, o bien no entraron en discusión con el horizonte liberal, o bien esencializaban y deshistorizaban el género, esquivando la cuestión de clase y del capitalismo en favor de elaboraciones conceptuales –que se mostraron muy fructíferas — en términos de deconstrucción del género (la teoría queer de los años noventa, particularmente).

Obviamente, pasar de moda no significa desaparecer. En la última década, varios teóricos feministas han seguido trabajando en estas cuestiones, a menudo a costa de parecer fuera de contacto con los nuevos tiempos, vestigios de un pasado tedioso, restos molestos de una guerra del pasado tolerados con cierto fastidio. Y tal vez tenían razón. Junto con la crisis económica y social también estamos viendo un retorno parcial, pero significativo, de la atención sobre la relación estructural entre el género y la opresión capitalista.

Durante estos últimos años, no han faltado los análisis empíricos o descripciones de fenómenos o preguntas específicas, sin duda, como la feminización del trabajo; el impacto de las políticas neoliberales en las condiciones de vida y laborales de las mujeres; la intersección de género, racial, y la opresión de clase; o la relación entre las diferentes construcciones de la identidad sexual el régimen de acumulación capitalista. Sin embargo, una cosa es “describir” un fenómeno o un grupo de fenómenos sociales, donde la relación entre el capitalismo y el género opresión es más o menos evidente, y otra cosa es ofrecer una explicación teórica de porqué se produce, en general, esta relación entre capitalismo y opresión de género de una forma menos difusa es decir, ¿cuál es el principio organizador de esta relación?

Por razones de brevedad y claridad, trataré de resumir las tesis más interesantes que se han propuesto sobre este tema. En los siguientes comentarios, voy a analizar y cuestionar cada una de estas tesis. Por honestidad intelectual y para evitar malentendidos, hago explícito que mi reconstrucción de las posiciones en este debate no es imparcial. De hecho, mi punto de vista encajaría con el de la tercera tesis.

Hipótesis 1: La teoría de los sistemas dobles o triples

Podemos resumir la versión original de esta tesis en los siguientes términos: El género y las relaciones sexuales constituyen un sistema autónomo que se combina con el capitalismo y da nueva forma a las relaciones de clase, sin dejar de ser al mismo tiempo, modificado por capitalismo en un proceso de interacción recíproca. La última versión de la teoría también incluye las relaciones raciales, a las que se considera como un sistema de relaciones sociales autónomo en interacción con las relaciones de género y con los de la clase. Dentro del feminismo materialista esta concepción suele ir acompañada de una consideración de la relación entre el género y la raza como dos sistemas de relaciones de explotación y opresión. En general, dentro de esta hipótesis, las relaciones de clase están caracterizadas esencialmente en términos estrictamente económicos: es la interacción con el patriarcado y el sistema de dominación racial que les da un carácter que va más allá de la mera explotación económica. Una variante alternativa de esta hipótesis, sin embargo, es la que ve en las relaciones de género un sistema de relaciones culturales e ideológicas producto de los modos de producción precapitalistas y formaciones sociales independientes del capitalismo, que interviene en las relaciones capitalistas, dándoles una dimensión de género . Hipótesis 2: El capitalismo indiferente

La opresión y la desigualdad de género son un remanente de los anteriores modos de producción y formaciones sociales, donde el patriarcado organizaba directamente la producción, dando como resultado una rígida división sexual del trabajo. El capitalismo en sí es indiferente a las relaciones de género y podría funcionar sin la opresión de género hasta tal punto que el capitalismo ha disuelto el patriarcado en los países capitalistas avanzados y ha reestructurado radicalmente las relaciones familiares. En pocas palabras, el capitalismo tiene una relación meramente instrumental con la desigualdad de género: lo refuerza dondequiera que pueda serle útil y lo mina donde constituye un obstáculo. Esta posición tiene multitud de variantes. Oscila entre los que sostienen que, dentro del capitalismo, las mujeres han experimentado una emancipación sin precedentes en tipos de sociedad y que esto demuestra que el capitalismo no es un obstáculo estructural para la liberación de la mujer, al tiempo que sostiene que debe distinguirse con precisión el plano lógico del plano histórico. Desde un punto de vista lógico, el capitalismo podría prescindir fácilmente de la desigualdad de género, pero si pasamos del experimento mental a la realidad histórica, las cosas no suceden del mismo modo.

Hipótesis 3: La teoría unitaria

De acuerdo con esta hipótesis, en los países capitalistas no existe un sistema patriarcal autónomo del capitalismo. Otra cosa es que continuen existiendo relaciones patriarcales pero no constituyen un sistema en sí mismo. Negar que el patriarcado no exista como sistema en los países capitalista no es negar la existencia de la opresión de género, una opresión que impregna las relaciones sociales e interpersonales en su conjunto. No se trata de reducir cualquier aspecto de esta opresión a una consecuencia mecánica y directa del capitalismo o explicarlos en términos puramente económicos. En resumen, no es de ninguna manera un enfoque reduccionista y economista, ni de subestimación de la centralidad de la opresión de género. Otorga importancia a las definiciones y conceptos que se utilizan para evitar la simplificación de un fenómeno inherentemente complejo. En particular, la teoría que intentó desarrollar la teoría unitaria niega que el patriarcado actual sea un sistema con reglas de funcionamiento y perpetuación autónomas. Al mismo tiempo, hace hincapié en la necesidad de considerar el capitalismo no como un conjunto de leyes y mecanismos de carácter meramente económico, sino más bien como un complejo y detallado orden social, que contiene en su seno las relaciones de explotación, dominación y alienación. Desde este punto de vista, la tarea consiste en comprender cómo la dinámica de acumulación capitalista produce, reproduce, transforma, renueva y mantiene las relaciones jerárquicas y de la opresión, sin entender este mecanismo en términos estrictamente económicos y automáticos.

II. ¿Uno, dos, o tres sistemas?

En 1970, Christine Delphy, escribió un breve ensayo titulado “El enemigo principal”, en el que teorizaba la existencia de un modo de producción patriarcal, cuyas relaciones no coincidian con las del modo de producción capitalista, y la definición las amas de casa como una clase, en el sentido económico del término.

Nueve años más tarde, Heidi Hartmann publicó, “El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo”, donde sostenía la tesis de que el patriarcado y el capitalismo son dos sistemas autónomos pero históricamente interconectados. Para Hartmann, las leyes capitalistas de acumulación son sex-blind, es decir, indiferentes al sexo de la fuerza de trabajo, pero el racismo y patriarcado en el capitalismo son utilizados para la creación de relaciones jerárquicas en la división del trabajo y así de determinar la distribución de los puestos jerárquicos y la forma específica en que se produce esta jerarquización. Esta tesis finalmente tomó el nombre de “teoría de los sistemas duales”.

En su libro de 1990 “Teorizando el patriarcado”, Sylvia Walby reformuló la teoría de los sistemas añadiendo un tercero, el racial, y también trató de entender el patriarcado como un sistema variable de relaciones sociales compuesto por seis estructuras: el modo de producción patriarcal, las relaciones patriarcales en el trabajo por cuenta propia y asalariado, las relaciones patriarcales en el Estado, la violencia machista, las relaciones patriarcales en la esfera de la sexualidad y las relaciones patriarcales en las instituciones culturales. Estas seis estructuras se condicionan recíprocamente entre sí sin dejar de ser autónomas: también pueden ser privadas o públicas. Más recientemente, Danièle Kergoat ha teorizado la “consustancialidad” del patriarcado, la raza y las relaciones de clase; estos son tres sistemas de relaciones basadas en la explotación y la dominación que se cruzan y comparten la misma sustancia (explotación y dominación) al tiempo que son distinguibles entre sí, a semejanza de las tres personas de la Trinidad cristiana.

Este breve estudio de autoras y textos es sólo un ejemplo de las diferentes formas en que se ha teorizado la intersección del sistema patriarcal y el sistema capitalista, y las formas en que un sistema se distingue del otro. Hay otros, también, pero por razones de espacio me veo obligada a limitar mi análisis a estos ejemplos, que están entre los más claros sin dejar de ser los más sistemáticos y complejos. Como decía anteriormente, la dificultad del debate radica en la definición de “patriarcado”. No existe una definición uniforme, sino más bien un conjunto de proposiciones, algunas compatibles y otras contradictorias entre sí. No pudiendo analizar todas las propuestas de definición propongo de momento trabajar con el concepto de sistema patriarcal entendido como un sistema de relaciones, tanto materiales como culturales, de dominación y explotación de las mujeres por los hombres. Un sistema con su propia lógica pero permeable al cambio histórico y en relación continua con el capitalismo.

Antes de analizar los problemas que presenta este enfoque teórico, es apropiado contar con una definición de explotación y hacer algunas precisiones. Desde el punto de vista de las relaciones de clase, la explotación se define como un proceso o mecanismo de expropiación de un excedente producido por una clase en beneficio de otra. Esto puede suceder a través de mecanismos automáticos tales como el salario o la expropiación violenta de la mano de obra de los otros, este fue el caso de la prestación personal, por el cual los señores feudales obligaron a los siervos a través de la autoridad impuesta y la coacción violenta. La explotación capitalista, en el sentido marxista, es una forma específica de explotación que consiste en la extracción de la plusvalía producida por el trabajador o trabajadora en beneficio del capitalista. En general, para poder hablar de explotación capitalista, debemos dar cuenta de la producción de mercancías, el trabajo abstracto, el tiempo de trabajo socialmente necesario, el valor y la forma salario. Incluso se puede dar cuenta de diferentes formas de explotación capitalista que no incluyen la forma salario, por ejemplo, la apropiación del valor producido por el trabajo esclavo en las plantaciones destinadas a la producción de mercancías.

Obviamente, estoy dejando a un lado otras hipótesis posteriores, como las basadas en la subsunción de la sociedad en su totalidad, como defienden las tradiciones obreristas, operaria y post-operaria. Afrontar esta cuestión y sus consecuencias para la comprensión de las relaciones de género requeriría otro artículo. En términos generales: la extracción de plusvalía de Marx es el secreto del capital, en el sentido de que constituye el origen de la riqueza socialmente producida y sus mecanismos de distribución.

La explotación en el sentido de extracción de la plusvalía no es la única forma de explotación dentro de la sociedad capitalista: simplificando, podemos decir que un empleado en un sector improductivo (en términos de valor) también es explotado en el sentido de apropiación de plustrabajo. Y las condiciones salariales, de vida y de trabajo del dependiente de un comercio pueden , por supuesto, ser peores que las de un trabajador de la fábrica. Además, más allá de las tendencias economicistas de debates del pasado, es importante tener en cuenta que desde un punto de vista político la distinción entre trabajadores productivos e improductivos (en términos de producción de valor y plusvalía de producción) es prácticamente irrelevante. En sentido estricto, los mecanismos y las formas de organización y división del proceso de trabajo son mucho más importantes.

Volvamos ahora a la teoría de los sistemas duales y al problema del patriarcado.

Primer problema

Si definimos el patriarcado como un sistema de explotación, la consecuencia lógica es que existe un a clase explotadora y una clase explotada, o mejor dicho, una clase expropiadora y una clase expropiada. ¿Quiénes conforman estas clases? Las respuestas pueden ser: todas las mujeres y todos los hombres, o sólo algunas mujeres y algunos hombres (en el ejemplo citado por Delphy, las amas de casa y los miembros masculinos adultos de sus familias). Si hablamos de patriarcado como un sistema público de explotación, se sugiere la hipótesis de que sea el Estado el explotador o expropiador. Las feministas operarias aplican la noción de explotación capitalista al trabajo doméstico, pero de acuerdo con su punto de vista, el verdadero expropiador del trabajo doméstico es el capital, lo que implica que el patriarcado no es en realidad un sistema de explotación autónomo.

En el caso de la obra de Delphy, la hipotesis de que las amas de casa son una clase y sus miembros masculinos de la familia inmediata (en particular sus maridos) son la clase explotadora no está completamente articulada, tampoco si la llevamos a sus útlimas consecuencias. En términos lógicos, la consecuencia de su posición sería que la esposa de un trabajador migrante pertenece a la misma clase social que la esposa de un capitalista como por ejemplo, Veronica Lario ex-esposa de Berlusconi: ambas producen valores de uso (en un caso, puro y simple trabajo de cuidado; en el otro la obra de “representación” de un determinado estatus social, la organización de reuniones y recepciones, por ejemplo) y están a la vez en una relación de explotación de carácter servil, es decir, ofreciendo su trabajo a cambio de ser sostenidas económicamente por parte del marido.

En “El enemigo principal”, Delphy insiste en que ser miembro de la clase patriarcal es un hecho más importante que ser parte de la clase capitalista. Se deduciría que la solidaridad entre la esposa de un capitalista y la esposa del trabajador migrante debe tener prioridad sobre la solidaridad de clase entre la esposa del trabajador migrante y los demás miembros de la clase de su marido (o, lo que es más optimismo que cualquier otra cosa, debe tener prioridad sobre la solidaridad de clase de la esposa del capitalista y sus amigos del club de campo). Al final, la práctica política real de Delphy entra en contradicción con las consecuencias lógicas de su teoría, lo que hace que sus límites analíticos sean aún más evidentes. Por otra parte, si definimos hombres y mujeres (en una versión u otra), como dos clases – una de los explotadores, la otra, la de los explotados – inevitablemente llegamos a la conclusión de que existe un antagonismo irreconciliable entre las clases cuyos intereses están en contradicción recíproca.

Pero, si Delphy está equivocada, ¿debemos entonces negar que los hombres de ganancias y se aprovechan del trabajo no remunerado de las mujeres? No, porque esto sería un error simétrico, por desgracia cometido por muchos marxistas que han llevado este razonamiento al extremo opuesto. Es claramente mejor y más conveniente para cualquiera que alguien le cocine una comida caliente por la noche, o tener que fregar los platos después de un largo día de trabajo. Es muy “natural”, pues, que los hombres tiendan a tratar de aferrarse a este privilegio. En resumen, no se puede negar que hay relaciones de dominación y jerarquía social basadas en el género y que los hombres, incluidos los de las clases más bajas, se benefician de ellos.

Sin embargo, esto comporta la existencia automática de un antagonismo de clase. Podríamos sin embargo, establecer la siguiente hipótesis alternativa: en una sociedad capitalista, la privatización total o parcial del trabajo de cuidado, es decir, su concentración dentro de la familia (sea cual sea el tipo de familia, e incluyendo los hogares monoparentales), la ausencia de una socialización a gran escala de este trabajo de cuidado, a través del Estado o de otras formas, todo esto determina la carga de trabajo que debe mantenerse dentro de la esfera privada, fuera tanto del mercado y de las instituciones. Las relaciones de opresión y dominación de género determinan el modo y la escala en la que esta carga de trabajo se distribuye, dando paso a una división desigual: las mujeres trabajan más, mientras que los hombres trabajan menos. Pero no hay apropiación de un “excedente”.

¿Hay evidencia de lo contrario? Hagamos un sencillo experimento mental. Un hombre no perdería nada, en términos de carga de trabajo, si la distribución del trabajo de cuidado fuera completamente socializada en lugar de ser realizada por su esposa. En términos estructurales, no habría intereses antagónicos o irreconciliables. Por supuesto, esto no significa que él sea consciente de este problema, ya que es muy posible que él esté tan integrado en la cultura machista que ha desarrollado alguna forma severa de narcisismo en base a una presunta superioridad masculina, lo que le lleva a oponerse de forma natural a cualquier intento de socializar el trabajo de cuidado, o la emancipación de su esposa. El capitalista, por otro lado, sí tiene algo que perder en la socialización de los medios de producción; ya no se trata únicamente de sus convicciones acerca de la forma en que funciona el mundo y qué lugar ocupa en él, sino también los enormes beneficios que alegremente expropia a los trabajadores.

Segundo problema

Quienes insisten en que las relaciones patriarcales hoy día conforman un sistema independiente dentro de las sociedades capitalistas avanzadas debe enfrentar el espinoso problema de la determinación de cuál es su fuerza motriz: ¿por qué este sistema se reproduce continuamente? ¿Por qué persiste? Si se trata de un sistema independiente, la razón debe ser interna y no externa. El capitalismo, por ejemplo, es un modo de producción y un sistema de relaciones sociales, cuya lógica puede ser identificada y reconocida: según Marx, e trata del proceso de valorización del valor. Ciertamente, haber identificado este proceso como la fuerza o el motor del capitalismo no agota todo lo que hay que decir sobre lo que el capitalismo conlleva: esto equivaldría a pensar que la explicación de la anatomía del corazón y sus funciones sería suficiente para explicar toda la anatomía del cuerpo humano. El capitalismo es un conjunto de procesos y relaciones complejas. Sin embargo, la comprensión de lo que su corazón es y cómo funciona es una necesidad analítica fundamental.

Cuando las relaciones patriarcales juegan un papel directo en la organización de las relaciones de producción (qué se produce y cómo, quién se apropia, cómo se organiza la reproducción de estas condiciones de producción), la identificación de la fuerza motriz del sistema patriarcal es más simple. Este es el caso de las sociedades agrarias donde, por ejemplo, la familia patriarcal es directamente la unidad de la producción de los medios de subsistencia. Sin embargo, en la sociedad capitalista la cosa se complica, ya que las relaciones patriarcales no organizan directamente la producción, sino que desempeñan un papel en la división del trabajo, y la familia es relegada a la esfera privada de la reproducción.

Ante esta pregunta, de acuerdo con Delphy u otras feministas materialistas, si seguimos viendo el patriarcado contemporáneo como un modo de producción específico o como mínimo un conjunto de relaciones de explotación específicas, tendríamos que hacer frente a todos los retos que se han indicado anteriormente o simplemente abandonar la idea de que el patriarcado es un modo de producción autónomo, al menos en el sentido convencional del término.

Una hipótesis que ya se ha sugerido en el pasado es que el patriarcado es un sistema ideológico independiente, cuyo motor reside en el proceso de la producción de significados e interpretaciones del mundo. Pero aquí, nos encontramos con otro problema: si la ideología es la forma en que interpretamos nuestras condiciones de existencia y nuestras relaciones con ellas, debe existir alguna relación entre la ideología y las condiciones sociales de existencia; una relación que definitivamente no es ni mecánica, o automática, ni nada que se le parezca. Sería necesario establecer alguna conexión, de lo contrario correríamos el riesgo de adoptar una concepción fetichista y ahistórica de la cultura y la ideología. Ahora bien, la idea de que el sistema patriarcal es un sistema ideológico que constantemente se reproduce a sí mismo, a pesar de los increíbles cambios introducidos por el capitalismo en la vida y las relaciones sociales de producción de estos dos últimos siglos, parece aún menos convincente. Otra hipótesis podría ser que el motor es psicológico, pero aquí también corremos el riesgo de caer en una concepción fetichista y ahistórica de la psique humana.

Último problema

Admitamos por un momento que el patriarcado, las relaciones raciales, y el capitalismo son tres sistemas independientes, pero que también se cruzan y recíprocamente se refuerzan mutuamente. En este caso, la pregunta es saber el principio de organización y la lógica de esta “santa alianza”. En los textos de Kergoat, por ejemplo, la definición de esta relación en términos de consustancialidad continua siendo una imagen descriptiva, que no logra explicar mucho, las causas de la intersección entre estos sistemas de explotación y dominación siguen siendo un misterio, como el de las tres personas en una de la Santísima Trinidad.

A pesar de estos problemas, las teorías de sistemas doble o triple, en sus diferentes formas se defienden como un presupuesto implícito en mucha de la teoría feminista contemporánea. En mi opinión, esto se debe a que estos parecen ser los tipos de explicación más inmediatos e intuitivos. En otras palabras, se trata de explicaciones que reflejan cómo se manifiesta la realidad tal como la percibimos. Es evidente que las relaciones sociales son relaciones de dominación y la jerarquía basada en el género y la raza que impregnan tanto el conjunto social como la vida cotidiana. La explicación más inmediata es que todas estas relaciones corresponden a sistemas específicos, porque esta es la forma en que se manifiestan. Sin embargo, las explicaciones más intuitivas no son necesariamente las más correctas.

El hecho de que el núcleo de las teorías de los dos o tres sistemas no sea convincente, no quiere decir que no haya nada que aprender del feminismo materialista. Al contrario, los textos Delphy y otras feministas materialistas contienen intuiciones y propuestas de vital importancia, como la problematización del concepto del sexo o la atención extrema a la interrelación de la dimensión racial y la dimensión de género. En el debate italiano, algunos teóricos feministas que recurren a la feminismo materialista francesa han escrito cosas de gran interés, por ejemplo sobre mujeres e inmigración y han llevado realizado desarrollos teóricos mucho más avanzados que los del feminismo de la diferencia. Estas reflexiones, por lo tanto, tomarse como un intento de discusión entre compañeras de la lucha, que tienen mucho en común, a pesar de algunas diferencias.

III. ¿El culpable de todo es el capitalismo?

En la última sección, escribí que la concepción del patriarcado como un sistema independiente dentro de la sociedad capitalista es la más extendida, no sólo entre las teóricas feministas, sino también entre las activistas porque se trata, al fin y al cabo, de la intepretación más intuitiva e inmediata de los fenómenos de opresión y poder basados en el género que experimentamos cotidianamente. En otras palabras, se trata de una intepretación que registra la realidad tal y como esta se manifiesta. Por “manifestarse” no entedemos la mera apariencia o ilusión, en contraposición a una Realidad con R mayúscula, pero si en la apariencia que las relaciones de alienación y dominio que se producen y reproducen por y en el capital tal como las experimentan las personas a causa de esta lógica. Como Daniel Bensaïd ha señalado, la crítica de la economía política es ante todo, una crítica del fetichismo económico y de su ideología, la misma que nos condena a pensar en la sombra de capital. Esto no es una cuestión de “falsa conciencia”, sino de un modo de la experiencia determinada por el propio capital: la fragmentación de nuestra percepción de la realidad. Este es un discurso complejo, pero para hacernos una idea de lo que ha de entenderse por “un modo de experiencia determinado por el capital,” tenemos que hacer referencia, por ejemplo, a la sección en el primer volumen de El Capital de Marx dedicada al fetichismo de la mercancía.

Ahora bien, precisamente porque nuestra percepción está fragmentada y el conjunto de las relaciones patriarcales se experimenta y percibe (por aquellos que han desarrollado una sensibilidad de género) de forma inmediata como en conformidad con la lógica independiente y separada de la del capital, es inevitable que surjan objecciones y dudas ante la negación del carácter independendiente del patriarcado como sistema en las sociedades capitalistas.

La transformación de la familia

La objeción más frecuente tiene que ver con la dimensión histórica: ¿cómo se puede afirmar que el patriarcado no es un sistema independiente cuando la opresión de las mujeres existía antes de la sociedad capitalista? Decir que dentro de las relaciones de opresión y de poder sexistas de la sociedades capitalistas son una consecuencia necesaria del capitalismo, y que estos fenómenos no tienen su propia lógica independiente y adecuada, no significa apoyar el argumento absurdo según el cual la opresión de género se origina con el capitalismo. Estamos defendiendo una tesis diferente, referida a la especificidad del capitalismo.

Las sociedades en las que el capitalismo ha suplantado el modo producción anterior se caracterizan por una transformación profunda y radical de la familia. La transformación de la familia es ante todo el resultado de la expropiación de la tierra, o la acumulación primitiva, que separaba una gran parte de la población de sus medios de producción y de subsistencia (la tierra), provocando por un lado, la desintegración de la familia patriarcal campesina, y por el otro un proceso de urbanización sin precedentes. El resultado fue que la familia ya no representaba la unidad de producción con una función productiva específica y organizada, en general, a través de las relaciones patriarcales específicas que prevalecían en la sociedades agrarias precapitalistas.

Este proceso se inició en diferentes momentos y adoptó diversas formas en todos los países en los que se implantaron las relaciones sociales de producción capitalista. Con la separación entre la familia y el lugar de producción, el vínculo entre producción y reproducción (en el sentido de la reproducción biológica, generacional y social) también sufrió una transformación radical.

Y aquí está el quid de la cuestión: si bien se mantuvieron las relaciones de dominación de género, dejaron de ser un sistema independiente con una lógica autónoma, precisamente a raíz de esta transformación de la familia que deja de ser una unidad de producción para devenir un espacio privado, separado de la producción de mercancías y del mercado. Por otra parte, en el proceso, las relaciones de dominación también sufren cambios significativos. Por ejemplo, una de estas transformaciones está vinculada a una relación directa entre la orientación sexual, identidad sexual y de género (se puede consultar al respecto el trabajo de Foucault en la Historia de la sexualidad, las obras de Judith Butler, o, más recientemente , los escritos de Kevin Floyd y Rosemary Hennessy). Si bien es cierto que existía la opresión de género mucho antes del advenimiento del capitalismo, esto no quiere decir que las formas que adopta sigue siendo el mismo después.

Por otra parte, se podría cuestionar la idea de que la opresión de género es un hecho transhistórico, una idea defendida con fuerza por no pocas feministas de la “segunda ola” pero que debería ser revisada a la luz de la investigación antropológica reciente. De hecho, la opresión de la mujer no siempre existió, ni se produjo en la mayoría de las sociedades no clasistas, donde la opresión de género se introdujo únicamente con el colonialismo. Para tener una idea mejor de la relación entre la relación de clase y las relaciones de poder entre los géneros, podemos tomar el ejemplo de la esclavitud en los Estados Unidos.

Raza y clase

En su libro Mujeres, raza y clase, Angela Davis destaca la forma en que la destrucción de la familia y todas las relaciones de parentesco entre los esclavos afroamericanos, así como la forma específica de mano de obra esclava, dieron lugar a un vuelco sustancial de las relaciones de poder de género entre los esclavos. Esto no quiere decir que las esclavas no se vieran sometieran a una forma específica de opresión como mujeres, todo lo contrario: la sufrieron severamente, pero en las manos de los dueños de esclavos blancos, no de sus compañeros esclavos. En otras palabras, la persistencia y la articulación de las relaciones de género se vinculan de manera compleja con las condiciones sociales, las relaciones de clase,y las relaciones de producción y reproducción. Una visión abstracta y transhistórica de la opresión de la mujer imposibilita la comprensión de estas articulaciones y diferencias, y por lo tanto es incapaz de explicarlas.

La persistencia del modo de producción doméstico

Como refería anteriormente, en los países en los que el modo de producción capitalista suplantó el anterior modo de producción, las relaciones de poder entre los género dejaron de formar un sistema independiente debido a la transformación radical que sufrieron la familia y su papel social. Esta afirmación no la podemos aplicar directamente en los países cuyas estructuras de producción que no se transformaron por completo y que permanecen en la periferia de la economía capitalista mundial. Claude Meillassoux ha documentado la persistencia de un “modo de producción doméstico” en muchos países africanos, en los que el proceso de proletarización (es decir, la separación de los campesinos de la tierra) ha sido bastante limitado.

Sin embargo, incluso en los lugares donde el modo de producción doméstico permanece en vigente, se le somete a una intensa presión a causa de la integración del país en el sistema capitalista mundial. Los efectos del colonialismo, el imperialismo, el saqueo de los recursos naturales por parte de los países capitalistas avanzados, las presiones objetivas de la economía de mercado global, etc., tienen un impacto significativo en las relaciones sociales y familiares que organizan la producción y distribución de bienes y a menudo exacerba la explotación de las mujeres y la violencia de género.

Una totalidad contradictoria

Volviendo a los países capitalistas avanzados. Una objeción clásica a la tesis de que el patriarcado no constituye un sistema independiente es que el feminismo marxista es fundamentalmente reduccionista. En otras palabras, el feminismo marxista reduce la complejidad plural de la sociedad a meras leyes económicas sin comprender correctamente la irreductibilidad de las relaciones de poder. Esta objeción tendría sentido bajo dos condiciones: la primera sería que el capitalismo se entiendese únicamente como un proceso estrictamente económico de extracción de plusvalía y por lo tanto, como un conjunto de reglas económicas que determinan este proceso; la segunda sería que el feminismo marxista entendiera las relaciones de poder como el resultado mecánico y automático del proceso de extracción de plusvalía. La verdad es que este tipo de reduccionismo no se corresponde en absoluto a la riqueza y la complejidad del pensamiento de Marx, y menos aún a la extraordinaria sofisticación de una gran parte de la tradición teórica marxista.

Como decíamos, para tratar de explicar la sociedad capitalista únicamente en términos de extracción de plusvalía es como tratar de explicar la anatomía del cuerpo humano explicando solamente cómo funciona el corazón. Por el contrario, el capitalismo es una totalidad versátil y contradictoria, en perpetuo movimiento, que contiene relaciones de explotación y de alienación que están también sometidas a un proceso de transformación constante. A pesar de que Marx atribuye un carácter aparentemente automático a la valorización del valor en el primer volumen de El Capital – un proceso en el que el valor es el objeto real, mientras que los capitalistas y los individuos se reducen al papel de sostenes o soportes de una estructura – Monsieur Le Capital en realidad no existe, se trata de una categoría lógica. No es hasta el tercer volumen de El Capital que esto se aclara. El capitalismo no es un Moloch, un dios oculto, un titiritero o una máquina: es una totalidad viviente de las relaciones sociales, en el que las líneas que trazan las relaciones de clase demarcan e imponen restricciones que afectan a todas las demás formas de relaciones. Entre ellas, encontramos también las relaciones de poder relacionadas con el género, la orientación sexual, la raza, la nacionalidad y la religión, y todas ellas se ponen a servicio de la acumulación de capital y su reproducción, pero a menudo en modalidades variables, impredecibles, y bajo formas contradictorias. ¿Es el capitalismo “indiferente” a la opresión de la mujer?

Una opinión muy extendida entre los teóricos marxistas es considerar la opresión de género como innecesaria o accesoria al capitalismo. Esto no quiere decir que el capitalismo no explote o no se beneficie de las formas de desigualdad de género producida por configuraciones sociales anteriores. Lo que plantea es que se trata de un aspecto contingente y una relación oportunista. Desde esta perspectiva, el capitalismo realmente no depende de la opresión de género, y las mujeres han alcanzado un nivel sin precedentes de libertad y emancipación en el capitalismo, en comparación con otras épocas históricas. En resumen, no hay una relación antagónica entre el capitalismo y el proyecto de liberación de la mujer.

Este punto de vista ha sido favorablemente acogido entre los teóricos marxistas de diferentes escuelas de pensamiento, por lo que merece la pena analizarlo. Para ello podemos utilizar como punto de partida un artículo escrito por Ellen Meiksins Wood. En su artículo “El capitalismo y la Emancipación Humana: Raza, Género y Democracia” Wood comienza explicando las diferencias fundamentales entre el capitalismo y los modos de producción precapitalistas. El capitalismo no vínculos intrísecos con las identidades particulares, las desigualdades o diferencias extra-económicas, políticas o jurídicas. Todo lo contrario: la extracción de plusvalía tiene lugar en las relaciones entre individuos formalmente libres e iguales, sin diferencias en la situación jurídica o política. El capitalismo no tiene una disposición estructural que cree desigualdades de género, es más, incluso tiene una tendencia natural a poner en tela de juicio tales diferencias y diluir las identidades raciales y de género.

¿Una relación intrínseca u oportunista?

El desarrollo capitalista también creó las condiciones sociales conducentes a la crítica de estas desigualdades, y la facilitación de la presión social en contra de ellas. Esto no tiene precedentes en épocas históricas anteriores es suficiente evocar la literatura greco-romana, donde la que las posiciones abolicionistas están prácticamente ausentes, a pesar de la presencia universal de la esclavitud con fines productivos.

Al mismo tiempo, el capitalismo tiende a utilizar las diferencias preexistentes heredadas de las sociedades anteriores de manera oportunista. Por ejemplo, el género y la diferencia racial se utilizan con el fin de crear jerarquías entre los más y menos favorecidos los sectores de la clase explotada. Estas jerarquías se disfrazan como consecuencias de las diferencias naturales que enmascaran su verdadera naturaleza, es decir, que son los productos de la lógica de la competencia capitalista.

Esto no debe entenderse como un plan consciente seguido por el capitalismo, pero a medida que un conjunto de prácticas y políticas convergen se evidencia el hecho de que las igualdades de género y raciales son ventajosas para los capitalistas. El capitalismo, en efecto, instrumentaliza la opresión de género para sus propios fines, pero también sería capaz de sobrevivir muy bien sin ella. Por el contrario, el capitalismo no podría existir sin la explotación de clase.

Es fundamental tener en cuenta que el marco del artículo de Wood lo constituyen una serie de cuestiones políticas básicas sobre el tipo de ganancias y beneficios extra-económicas que pueden – y no pueden – ser obtenidos en una sociedad capitalista. Su punto de partida es el cambio en la atención de las luchas sociales desde el terreno económico a cuestiones no económicas (emancipación racial y de género, la paz, la salud ambiental, la ciudadanía). Y ahí está el problema. Menciono el marco teórico de Wood, porque, por una parte, su artículo se funda en una fuerte separación entre la estructura lógica del capital y sus dimensiones históricas; pero sin embargo, termina confundiendo estos mismos niveles, reproduciendo así una confusión clásica que es lamentablemente muy común en la obra de muchos teóricos marxistas que se suscriben a la tesis del artículo de Wood.

Para desarrollar este punto con una mayor claridad: tan pronto como aceptamos esta distinción entre la estructura lógica del capital y sus dimensiones históricas, podemos aceptar la idea de que la extracción de la plusvalía se lleva a cabo en el marco de las relaciones entre individuos formalmente libres e iguales sin presuponer diferencias en el estatus jurídico y político. Pero podemos hacer esto sólo en un muy alto nivel de abstracción, es decir, a nivel de la estructura lógica. Desde el punto de vista de la historia concreta, las cosas cambian radicalmente.

Analicemos este aspecto de la cuestión punto por punto.

1. Vamos a partir de un hecho: nunca ha existido una formación social capitalista carente de opresión de género (en sus diversas formas). Que el capitalismo se limite al uso de las desigualdades preexistentes en este proceso continua siendo discutible: el imperialismo y el colonialismo han contribuido a la introducción de las jerarquías de género en las sociedades en las que no existían antes, o existieron de una manera mucho más matizada. El proceso de acumulación capitalista fue acompañado por la expropiación ingente de diferentes formas de propiedad a las que las mujeres tenían acceso, y la expulsión de profesiones que habían sido capaces de mantener a lo largo de la Alta Edad Media; la alternancia de procesos de la feminización y desfeminización del trabajo contribuyó a la reconfiguración continua de las relaciones familiares y a la creación de nuevas formas de opresión por razón de género. El advenimiento de la reificación de la identidad de género a partir de finales del siglo XIX ha contribuido al fortalecimiento de una matriz heteronormativa que tuvo consecuencias opresivas para las mujeres, pero no sólo para ellas.

Otros ejemplos podrían citarse. Decir que las mujeres obtienen las libertades formales y los derechos políticos, hecho hasta entonces inimaginable, sólo bajo el capitalismo, ya que este sistema había creado las condiciones sociales que permiten este proceso de emancipación, es un argumento de validez cuestionable. Se podría, de hecho, decir exactamente lo mismo para el conjunto de la clase obrera: es un hecho único dentro del capitalismo las condiciones conquistadas por los estratos subalternos en términos de emancipación política y el hecho de que esta clase se convirtiera en un sujeto capaz de alcanzar importantes victorias democráticas. ¿Entonces qué? ¿Sería esto una demostración de que el capitalismo podría funcionar fácilmente sin la explotación de la clase obrera? No lo creo. Es mejor abandonar la referencia a lo que las mujeres tienen o no han obtenido: si las mujeres han obtenido algo, es a la vez porque han luchado por ello, y porque con el capitalismo, las condiciones sociales han sido favorables para el nacimiento de los movimientos sociales de masas y la política moderna. Pero esto también es aplicable y cierto para la clase obrera.

2. Es importante distinguir lo que es funcional al capitalismo y lo que es una consecuencia necesaria de su funcionamiento. Son dos conceptos son diferentes. Tal vez es difícil de demostrar en un alto nivel de abstracción que la opresión de género es esencial para el funcionamiento interno del capitalismo. Es cierto que la competencia capitalista crea continuamente diferencias y desigualdades, pero estas desigualdades, desde un punto de vista abstracto, no están necesariamente relacionadas con el género. Si tuviéramos que pensar en el capitalismo “puro”, es decir, analizarlo sobre la base de sus mecanismos esenciales, entonces tal vez Wood tendría razón. Sin embargo, esto no demuestra que el capitalismo no produzca necesariamente, como consecuencia de su funcionamiento concreto, la reproducción constante de la opresión de género, a menudo bajo diversas formas.

3. Por último, hay que volver a la distinción entre el nivel lógico y el nivel histórico. Lo que es posible desde el punto de vista lógico y lo que sucede a nivel de los procesos históricos son dos cosas profundamente diferentes. El capitalismo siempre existe en las formaciones sociales concretas, cada una de las cuales tiene su propia historia específica. Como decíamos, estas formaciones sociales se caracterizan por la presencia constante y omnipresente de la opresión de género. Supongamos, como un experimento mental, que estas jerarquías en la división del trabajo se basaran en otras formas de desigualdad (altos y bajos, jóvenes y viejos, gordos y flacos, los que hablan una lengua indo-europea frente a los que hablan otros idiomas, etc.). Supongamos también que el embarazo y el parto fueran procesos completamente mecanizados y que toda la esfera de las relaciones emocionales pudiera ser mercantilizada y gestionada por los servicios privados …

Brevemente, supongamos que todo esto. ¿Es esta una visión convincente desde un punto de vista histórico? ¿Puede la opresión de género sustituirse fácilmente por otros tipos de relaciones jerárquicas, que aparecerían como algo natural y estar tan profundamente arraigados en la psique? Estos escenarios parecen legítimamente dudosos. Hacia análisis histórico concreto

En conclusión: para responder a la pregunta de si es posible que la emancipación y la liberación de las mujeres sean alcanzadas bajo el modo de producción capitalista, debemos buscar la respuesta en el nivel de análisis histórico concreto, no en el nivel de un análisis altamente abstracto del capital.

De hecho, es aquí donde nos encontramos no sólo con el paso en falso de Wood, sino también con el error de muchos teóricos marxistas que permanecen fuertemente unidos a la idea de una jerarquía entre la explotación (principal) y la opresión (secundaria). Si queremos atender el aspecto político de esta cuestión y también estar en condiciones de responder a él, tenemos que tener una concepción histórica de lo que el capitalismo es hoy y lo que ha sido históricamente. Este es uno de los puntos de partida para un feminismo marxista, donde el concepto de reproducción social ocupa un papel central.

IV. Repensando El Capital, repensar el género

En la sección anterior, traté de aclarar los límites del “pensamiento fragmentado”, que presenta los diferentes tipos de opresión y dominación, ya que cada ser conectado a un sistema autónomo, sin entender su unidad intrínseca. Por otra parte, critiqué la lectura de la relación entre el capital y la opresión de género que se basa en lo que he llamado un “capitalismo indiferente”. Ha llegado el momento de abordar la “teoría unitaria”, así como el concepto de “reproducción social”.

Reconceptualizar capital

Las posiciones dualistas a menudo parten de la idea de que la crítica marxista de la economía política sólo analiza las leyes económicas del capitalismo, a través de categorías exclusivamente económicas. Este enfoque sería insuficiente para comprender fenómenos tan complejos como la multiplicidad de las relaciones de poder, o las prácticas discursivas que nos constituyen como sujetos. Es por ello que se considera que otros enfoques epistemológicos alternativos son más capaces de ver las causas que se encuentran fuera del ámbito de la economía, y son más adecuados para la comprensión de la especificidad y la naturaleza irreductible de estas relaciones sociales.

Esta posición es compartida por un amplio espectro de las teóricas feministas. Algunas de ellas han sugerido que necesitamos un “matrimonio” o una combinación ecléctica entre diferentes tipos de análisis críticos, algunos dedicados a las leyes económicas “puras” de la acumulación capitalista, y otros frente a otras formas de relaciones sociales. Por otro lado, otros teóricos han adoptado lo que se llama el “giro lingüístico” en la teoría feminista, que separa la crítica de la opresión de género de la crítica del capitalismo. En ambos casos, existe la suposición común de que existen “leyes económicas puras”, independiente de las relaciones específicas de dominación y alienación. Es precisamente esta hipótesis la que debe ser cuestionada críticamente. Por razones de espacio, me limitaré a destacar dos aspectos de la crítica marxista de la economía política.

Una relación de explotación implica siempre una relación de dominación y alienación

En realidad estos tres aspectos nunca se separaron en la crítica marxista de la economía política. El trabajador es ante todo un cuerpo vivo y su pensamiento, sometido a formas específicas de disciplina que lo remodelan. Como escribe Marx, el proceso productivo “produce” el trabajador en la misma medida que se reproduce la relación trabajo-capitalista. Dado que cada proceso de producción es siempre concreto – es decir, que se caracteriza por aspectos que lo determinan histórica y geográficamente – es posible concebir cada proceso productivo vinculado a un proceso disciplinario, que construye parcialmente el tipo de sujeto el trabajador se convierte.

Podemos decir lo mismo para el consumo de los productos básicos: como Kevin Floyd ha demostrado en su análisis de la formación de la identidad sexual, el consumo de productos básicos implica un aspecto disciplinario y participa en la reificación de la identidad sexual. Por lo tanto el consumo también es partícipe del proceso de formación del sujeto.

En Marx la producción y la reproducción forman una unidad indivisible

En otras palabras, si bien son distintas y separadas y tienen características específicas, la producción y la reproducción son necesariamente combinaciones de momentos concretos de una totalidad articulada. La reproducción se entiende aquí como el proceso de la reproducción de una sociedad en su conjunto, o en términos althusserianos, la reproducción de las condiciones de producción: la educación, la industria de la cultura, la iglesia, la policía, el ejército, el sistema de salud, la ciencia , los discursos de género, hábitos de consumo … todos estos aspectos juegan un papel crucial en la reproducción de las relaciones de producción específicas. Althusser señala en “Ideología y aparatos ideológicos de Estado” que sin la reproducción de las condiciones de producción, una formación social no sería capaz de mantener unida ni un año.

Es esencial, sin embargo, no entender la relación entre la producción y la reproducción de una manera mecanicista o determinista. De hecho, si bien Marx entiende la sociedad capitalista en su totalidad, no la entiende como una totalidad “expresiva”. Es decir, no hay un “reflejo” automático o directo entre los diferentes momentos de esta totalidad (arte, cultura, economía estructura, etc.), o entre un momento en particular y la totalidad como un todo.

Al mismo tiempo, un análisis del capitalismo que no entienda esta unidad entre la producción y la reproducción volverá a caer en un materialismo vulgar o economicista, y Marx no cometió este error. Más allá de sus escritos políticos, el mismo El Capital es prueba de ello, por ejemplo, en las secciones sobre la lucha por la jornada de trabajo o en la acumulación primitiva. En estos pasajes, se puede ver claramente que la coerción, la intervención activa del Estado, y la lucha de clases son de hecho los componentes constitutivos de una relación de explotación que no está determinada por leyes puramente económicas o mecánicas.

Estas observaciones nos permiten destacar la insostenibilidad de la tesis de que Marx concibe el capitalismo únicamente en términos económicos. Esto no quiere decir que no haya habido tendencias materialistas reduccionistas o vulgares dentro de la tradición marxista. Esto significa, sin embargo, que estas tendencias se basaron en un malentendido fundamental de la naturaleza de la crítica marxista de la economía política y la fetichización de las leyes económicas, éstas últimas concebidas como cosas estáticas o estructuras como abstractos y no como formas de actividad o de las relaciones humanas.

Alternativamente, también existe la suposición opuesta a la separación entre las leyes puramente económicas del capitalismo y otros sistemas de dominación que conciben la unidad entre producción y reproducción en términos de identidad directa. Este punto de vista caracteriza a una sección del pensamiento marxista-feminista, en particular, la tradición operaria u obrerista, que insistió en ver el trabajo reproductivo como directamente productivo de plusvalía, y por lo tanto se regido por las mismas leyes. Una vez más, por razones de espacio, me limitaré a la observación de que un punto de vista tal nos devuelve nuevamente a una forma de reduccionismo, que oscurece la diferencia entre las diversas relaciones sociales y no ayuda a entender las características específicas de las distintas relaciones de dominación que no sólo son constantemente reproducidas sino también transformadas dentro de cada formación social capitalista. Por otra parte, no nos ayuda tampoco a analizar la forma específica en que se encuentran determinadas estas relaciones de poder fuera del mercado laboral, sin dejar de estar indirectamente influidas por este mercado: por ejemplo, a través de las diferentes formas de consumo de materias primas, o por medio de las limitaciones objetivas que el trabajo asalariado (o su equivalente, el desempleo) impone a la vida personal y a las relaciones interpersonales.

Para concluir, me propongo repensar la crítica marxista del capitalismo como una crítica de una totalidad articulada y contradictoria de las relaciones de explotación, dominación y alienación.

Reproducción social y “Teoría Unitaria”

A la luz de esta aclaración metodológica, ahora tenemos que abordar qué se entiende por “reproducción social” dentro de lo que generalmente se llama “teoría unitaria”. La reproducción social a largo plazo, en la tradición marxista, por lo general indica que el proceso de la reproducción de una sociedad en su totalidad. En la tradición marxista-feminista, sin embargo, la reproducción social significa algo más preciso: refiere el mantenimiento y la reproducción de la vida, diaria o generacionalmente. En este contexto, la reproducción social designa la forma en la que el trabajo físico, emocional y mental necesaria para la producción de la población se organiza socialmente: por ejemplo, la preparación de alimentos, la educación de los jóvenes, el cuidado de los ancianos y los enfermos, así como cuestiones de la vivienda y los aspectos referidos a la sexualidad …

El concepto de reproducción social tiene la ventaja de ampliar nuestra visión de lo que antes se llamaba el trabajo doméstico, y que una gran parte de lo que ha acaparado la atención del feminismo marxista. De hecho, la reproducción social incluye dentro de su concepto un conjunto de prácticas sociales y tipos de trabajo que van mucho más allá del trabajo doméstico. También hace que sea posible extender el análisis fuera de las paredes de la casa, ya que el trabajo de reproducción social no siempre se encuentra en las mismas formas: ¿qué parte de éste proviene del mercado, del estado de bienestar, y de las relaciones familiares? Ésta sigue siendo un cuestión contingente que depende de las dinámicas históricas específicas y luchas feministas.

El concepto de reproducción social, por lo tanto, nos permite localizar con mayor precisión la calidad móvil y porosa de las paredes de la casa, es decir, la relación entre, por un lado, la vida doméstica en el hogar, y el fenómeno de la mercantilización , la sexualización de la división del trabajo y las políticas del estado del bienestar, por el otro. La reproducción social también nos permite analizar con mayor eficacia fenómenos como la relación entre la mercantilización de la atención en el trabajo y la “racialización” de las políticas migratorias represivas, como las que tienen como objetivo reducir los costos de mano de obra inmigrante y obligarlos a aceptar como esclavos las condiciones de trabajo.

Por último, y este es el punto crucial, la forma que adoptan las funciones de reproducción social dentro de una formación social dada, responde una relación intrínseca con la forma en que las sociedades organizan su producción y reproducción,en su totalidad; y por lo tanto responde, se vinculan con las relaciones de clase. Una vez más, estas relaciones no pueden ser concebidas como intersecciones puramente accidentales y contingentes: observarlas a través de la lente de la reproducción social nos permite identificar la lógica de la organización de estas intersecciones sin por ello excluir el papel desempeñado por la lucha, y la existencia de fenómenos contingentes y otras prácticas en general.

Debemos tener en cuenta que el ámbito de la reproducción social es también determinante en la formación de la subjetividad, y por lo tanto también de las relaciones de poder. Si tenemos en cuenta las relaciones que existen en cada sociedad capitalista entre la reproducción social, la producción de la sociedad en su conjunto, y las relaciones de producción, podemos decir que estas relaciones de dominación y el poder no son estructuras separadas o niveles: se no se cortan de una manera puramente externa y no mantienen una relación exclusivamente contingente con las relaciones de producción.

Las múltiples relaciones de poder y dominación, por lo tanto aparecen como expresiones concretas de la unidad articulada y contradictoria que es la sociedad capitalista. Este proceso no debe entenderse de una manera automática o mecanicista. Como se ha señalado antes, no hay que olvidar la dimensión de la praxis humana: el capitalismo no es una máquina o autómata sino una relación social, y como tal, está sujeto a las contingencias, accidentes y conflictos. Sin embargo, las contingencias y los conflictos no descartan la existencia de una lógica – es decir, la acumulación capitalista – que impone limitaciones objetivas no sólo en nuestra praxis o la experiencia vivida, sino también de nuestra capacidad para producir y relaciones articuladas con los demás, nuestro lugar en el mundo y nuestras relaciones con nuestros condiciones de existencia.

Esto es exactamente lo que la “teoría unitaria” intenta alcanzar: ser capaz de leer las relaciones de poder basadas en el género o la orientación sexual como momentos concretos de ese articulado, complejo, y la totalidad contradictoria que es el capitalismo contemporáneo. Desde este punto de vista, estos momentos concretos sin duda poseen sus propias características específicas, y por lo tanto deben ser analizadas con herramientas teóricas adecuadas y específicas (desde el psicoanálisis a la teoría literaria …), pero también mantienen una relación interna con esta totalidad más grande y con el proceso de reproducción social que procede de acuerdo con la lógica de la acumulación capitalista.

La tesis esencial de la “teoría unitaria” es que para el feminismo marxista, la opresión de género y la opresión racial no corresponden a dos sistemas autónomos que tienen sus propias causas particulares: se han convertido en una parte integral de la sociedad capitalista a través de un largo proceso histórico que ha disuelto anteriores formas de vida social.

Desde este punto de vista, sería un error ver a ambos como meros residuos de anteriores formaciones sociales que siguen existiendo en la sociedad capitalista, por razones relacionadas con su anclaje en la psique humana o en el antagonismo entre “clases sexuadas”, etc. No debemos subestimar la dimensión psicológica de género y la opresión sexual o las contradicciones entre opresores y oprimidos. Es, sin embargo, una cuestión reside en identificar el marco de las condiciones sociales y las relaciones de clase que tienen un impacto, reproducen, e influyen en nuestra percepción de nosotros mismos y de nuestras relaciones con los demás, nuestros comportamientos y nuestras prácticas.

Este marco es la lógica de la acumulación capitalista, que impone límites fundamentales en nuestras experiencias vividas y cómo las interpretamos. El hecho de que un número tan grande de corrientes teóricas feministas en los últimos decenios hayan sido capaces de evitar el análisis de este proceso, y el papel crucial desempeñado por el capital en la opresión de género en sus diversas formas, da fe del poder del capital de cooptar nuestras ideas e influencia nuestros modos de pensar.

Cinzia Arruzza es profesora de Filosofia en la New School for Social Research de Nueva York, feminista y militante socialista. Autora de “Las sin parte: matrimonios y divorcios entre marxismo y feminismo“.

2014

Reflexiones degeneradas Patriarcado y capitalismo en PDF

Traducción de Isabel Benítez Romero para Marxismo crítico desde el original italiano originalmente publicado en cuatro entregas en http://www.communianet.org en 2014. Cotejado con la traducción al inglés revisada por la autora para viewpointmag.com.

Comparte este contenido:

¡Pasa la capucha, hermana!

¡Pasa la capucha hermana! Trasciende la rabia y únete a esta marea negra, para juntas hacer tambalear el heteropatriarcado.

Siguiendo el camino recorrido por muchos otros colectivos feministas, compartiendo y llevando a cabo formas de lucha nada nuevas, y desde la necesidad de dar una respuesta contundente a la violencia machista, nace el colectivo FARRUKAS en el año 2014.

Independientemente de quiénes seamos, lo importante y por lo que nosotras apostamos es por tejer redes de solidaridad entre compañeras y colectivos feministas, alianzas como forma y estrategia de lucha. El contagio de capuchas puede estallar en cualquier punto, en cualquier momento; se está expandiendo, contagiado, colectivizando, sin directrices ni lideresas. Y en este sentido, volvemos a recordar, que aunque nuestra apuesta sea el negro, la peluca de colores, el tanga o el pasamontañas, todo suma y nada resta, para tejer esas alianzas tan necesarias en la lucha contra las violencias machistas.

Nuestra apuesta, desde el primer momento, es salir juntas a la calle a denunciar y responder la violencia machista, siendo y haciendo aquello que nos es negado: ir encapuchadas, vestidas de negro, con antorchas, haciendo ruido, expresando rabia, con fuerza…Transgredimos la imagen de mujer víctima, sumisa, pasiva y nos mostramos activas y combativas, siendo conscientes de nuestro poder y de nuestra fuerza. Nos ponemos la capucha porque crea una identidad colectiva como estrategia de lucha contra la individualización y el control heteropatriarcal. Cualquiera puede ser agredida, podemos ser todas. ¡Si tocan a una respondemos todas!

El objetivo de ir tapadas no es ocultarnos; no lo hacemos ni por miedo, ni por vergüenza. Muy al contrario, hemos tenido que encapucharnos para que se nos vea. La trascendencia y el impacto que ha tenido lo demuestran.

El miedo va a cambiar de bando es el lema que concienzudamente hemos elegido como estrategia política, sabiendo que es provocador y no conciliador, porque, precisamente, queremos generar debate. Si alguien se siente aludido, que se plantee y se responsabilice de lo que tiene que cambiar. Ahí van algunas ideas: silencio ante las múltiples violencias machistas, colaboración, legitimación, apoyo, pasividad y, directamente, el ejercicio de la violencia. No queremos generar temor al género masculino, pero sí al agresor: queremos que tenga suficiente miedo para que no nos agreda. Es lícito provocar el miedo suficiente para que no se repita. El terror que el sistema genera a las socializadas como mujeres es violencia, y nosotras lo que hacemos es responderla. Y, sí, amigos, la pérdida de poder y privilegios da miedo, y he aquí, el aporte pedagógico de la frase. Por cierto: ante la feminización del miedo nadie se inmuta.

¿Cuándo se van a responsabilizar los hombres? ¿Cuándo los agresores? ¿Cuándo la sociedad en su conjunto? ¿Cuándo van a empezar los socializados hombres a cuestionar su masculinidad y a deponer sus privilegios?

A nosotras se nos inculca el miedo y, encima, se nos niega la agresividad.Nos reapropiamos de ella, porque es una herramienta muy útil para responder, para poner límites, para decir que no, para hacernos respetar. Queremos y apostamos por transformar ese miedo en respuesta activa, afirmativa y combativa.

¿Violentas? Nosotras lo que hacemos es responder a la violencia que el sistema ejerce contra las mujeres y otras corporalidades no hegemónicas. ¿Violentas? La violencia machista está asesinando a mujeres y no pasa nada. ¿Y se nos cuestiona por salir a denunciarlo y decir que vamos a responder? ¿Qué estamos debatiendo: si nos ponemos las capuchas o sobre los asesinatos machistas?

¿Qué nos pasa cuando se juntan las palabras mujer y violencia? Por un lado, los roles de feminidad impuestos nos niegan la posibilidad de utilizar la agresividad y la autodefensa. Y, por otro, por cualquier cosa que hagamos se nos tacha de violentas, se nos castiga y criminaliza porque, precisamente, estamos rompiendo con esa posición de sumisión obligatoria asignada a las mujeres. ¡Si respondemos mal y si no también!

Es falaz e hipócrita el discurso que equipara la violencia que ejerce el sistema heteropatriarcal con la autodefensa feminista, porque la primera se ejecuta desde una posición de poder hegemónica y la segunda es una respuesta desde un lugar de opresión.

No nos callamos, ni nos callaremos, cuando vemos cómo la violencia golpea, invisibiliza, oprime, niega, excluye y acalla nuestras vidas. Y mientras esto siga sucediendo, seguiremos entonando el grito de guerra. Continuaremos subvirtiendo los roles de feminidad impuestos y respondiendo unidas, enmarañadas, todas a una, porque como el pasado 9 de abril quedó bien claro en Gasteiz, todas las respuestas son válidas, legítimas y necesarias.

Una marea negra que se expresa con rabia y contundencia, sí, una rabia estridente que revienta los tímpanos de aquellos que nos quieren calladas, pasivas y sumisas. Pero nosotras vamos a seguir bailando y celebrando, a la par que luchando y peleando. Porque la fuerza explosiva revolucionaria del movimiento feminista está más viva que nunca. Porque somos más que cuando empezamos, y lo seguiremos siendo.

11/05/2016

GORA BORROKA FEMINISTA!!

FARRUKAS (Feministas Autónomas Revolucionarias y Ruidosas Unidas Kontra las Agresiones Sexistas)

Comparte este contenido:

5 propuestas para acabar con la violencia machista en las relaciones de pareja

Coral Herrera Gómez

 1. Educación en Igualdad, Diversidad, Sexualidad y Emociones. 
No sirve de nada que enseñemos a poner condones a la gente joven, si no les enseñamos a tratarse bien cuando se juntan en pareja. No sirve de nada que les enseñemos en un gráfico cómo son los genitales masculinos y femeninos, si no les explicamos que hay niñas con pene y niños con vagina. No sirve de nada que se aprendan la lista de los reyes godos si luego no saben cómo gestionar un duelo romántico y cómo separarse con amor y cariño.

Si, los niños y las niñas necesitan aprender a respetar y a valorar la diversidad: sólo así podríamos acabar con el acoso escolar hacia las personas raras que no se adaptan a los cánones de la «normalidad» patriarcal y hegemónica: todos somos únicos y diferentes, pero tenemos los mismos derechos. Ningún amor es ilegal, y todos tenemos derecho a amar a quien queramos: sólo con estos principios podríamos acabar con la violencia hacia gays, lesbianas, personas transexuales, y gente diversa e inclasificable.

También necesitan aprender a gestionar sus emociones: sus miedos, su rabia, su deseo sexual, su alegría y su euforia, su tristeza, su ira, sus frustraciones. No es justo que sólo les ofrezcamos una solución terapéutica cuando ya han sufrido y están sufriendo horrores: los y las psicólogas están ahí no sólo para ayudar cuando estamos viviendo situaciones dolorosas, sino para ayudar a la gente a construir sus propias herramientas y estrategias para gestionar sus sentimientos.

También es fundamental enseñar a los niños y a las niñas lo que es el feminismo y para qué sirve y la importancia de los derechos humanos de las mujeres, para ello es preciso que todas las asignaturas estén atravesadas por una perspectiva de género de manera que las mujeres que se borraron del mapa, vuelvan a estar presentes. matemáticas, políticas, gobernantes, poetisas, artistas, astrónomas, doctoras, guerrilleras, filósofas, novelistas, químicas, físicas, periodistas han de ser rescatadas del olvido para que los niños y las niñas entiendan por qué fueron borradas e invisibilizadas.

Por último, tendríamos que dotar al alumnado de las herramientas precisas para defenderse de los estereotipos, los roles y los mitos de los productos culturales, para que puedan leer entre líneas los mensajes de violencia y machismo que les envían a diario a través de los medios de comunicación, y puedan neutralizar y cuestionarlos. No sirve de mucho educarlos en la cultura del buen trato y el amor si al llegar a casa consumen sin filtros historias en los que el protagonista resuelve siempre sus conflictos utilizando la violencia.

2. Transformar la industria cultural, la publicidad  y la producción audiovisual: otras historias son posibles, otros héroes y heroínas son posibles, otros finales felices son posibles. En la actualidad, los medios incentivan y promueven el machismo a través de sus noticias: nos presentan los asesinatos de mujeres como crímenes pasionales, nos ofrecen los cuerpos de las mujeres como mercancía para usar y tirar, para comerciar y para violar, nos bombardean con sus estereotipos sobre la masculinidad y la feminidad, y nos imponen la cultura de la violencia romántica como algo «natural» y «normal».

Los dueños de los medios, los productores de las películas, los guionistas, los directores, los jefes de informativos, son en su mayoría hombres machistas. Por eso hay que acabar con el monopolio que ostentan, y promover otras producciones culturales alternativas que promuevan la diversidad, la igualdad y el fin de la violencia. También hay que motivar a los y las periodistas para que se formen en temas de género e igualdad: otra comunicación es posible.

3. Feminismo para hombres: el  feminismo trabaja en el empoderamiento de las mujeres, pero es esencial trabajar también con hombres. Para que podamos elegir buenos compañeros o compañeras de vida, es esencial promover la autonomía económica y emocional de las mujeres, pero no sirve de nada concienciar a la mitad de la población si la otra mitad sigue anclado en la cultura patriarcal, sin conocimientos y sin herramientas para salir de ella. Tampoco sirve de mucho encarcelar a los hombres: es más efectivo educarles para que aprendan a resolver sus conflictos y problemas sin violencia.

Así pues, necesitamos muchos talleres, mucha formación y sensibilización, y muchas alianzas con los hombres feministas e igualitarios para poder acabar con la masculinidad patriarcal y la violencia machista.

4. Lo Romántico es político, la violencia de género por tanto también es un asunto político porque nos afecta a todas y a todos: el machismo mata muchas mujeres a diario en todo el mundo. Es esencial acabar con el negacionismo: cada vez son más las personas que niegan la existencia de la violencia de género pese a las escalofriantes cifras de mujeres asesinadas, violadas, acosadas, maltratadas, esclavizadas, mutiladas genitalmente. . Hay que desmontar las tesis del neomachismo que promueven la idea de que el feminismo es un movimiento de mujeres que odian a los hombres. El desprestigio del término «feminismo» ha creado términos como el hembrismo y el feminazismo que solo sirven para deslegitimar la lucha por la igualdad y los derechos humanos de las mujeres.

Es esencial, por tanto, explicarle a la gente lo que es el feminismo, para qué sirve el feminismo, y acabar con el ataque constante a las activistas y ciberactivistas por parte de grupos organizados de machistas que niegan la desigualdad y la violencia, o que tratan la violencia como un asunto individual que pertenece a la intimidad de las personas y sus familias. Sufrir violencia no es un asunto de «mala suerte», ni debe culpabilizarse a las víctimas que la sufren, pues es un asunto estructural que afecta a millones de personas en todo el planeta.

5. Otras formas de querernos son posibles: urge despatriarcalizar el amor romántico y desmitificar la violencia pasional.Tenemos que acabar con las guerras románticas y los mitos románticos que nos hacen creer este tipo de monstruosidades.
– Quien bien te quiere, te hará llorar; los que más se pelean son los que más se desean; del amor al odio hay un paso.
– Las mujeres y los hombres solo están completos cuando encuentran a su media naranja, siempre del sexo opuesto, eso sí.
– El amor de verdad todo lo puede, si amas te cambiará la vida, la magia del amor lo hace todo posible, sólo tienes que aguantar y esperar.
– Para ser felices en el amor hay que sufrir mucho, y hay que sacrificarse mucho, y hay que saber
– Los celos y la posesividad es una prueba de amor, la violencia y los malos tratos son una prueba de amor. aguantar los golpes y las desgracias.
– El eje de la vida de una mujer es el amor de un hombre, y los hijos e hijas que tenga con el hombre, no hay nada más importante para nosotras que el amor.
– Yo soy una mujer especial, por eso algún día vendrá a salvarme un príncipe azul guapo y millonario. 
– Yo soy una buena mujer, pero las demás son todas unas zorras que quieren quitarme a mi novio y yo tengo que estar alerta para impedirlo.
– Yo soy un buen hombre pero tengo que protegerme de todas las zorras que me quieren por mi dinero y mi virilidad, y escoger a la mujer buena que me querrá incondicionalmente y nunca me traicionará.
– Yo soy un hombre y aunque quiero a mi esposa tengo derecho a gozar de los cuerpos de otras mujeres, pagando o sin pagar. Mi esposa no tiene el derecho de gozar con otras personas porque no es un privilegio sólo reservado a los hombres.

Hay muchos otros mitos románticos que legitiman esta cultura del odio romántico y la batalla de los sexos, por eso es tan importante desmontarlos y promover otras formas de quererse y de relacionarse. 

Es posible construir relaciones más allá de la desigualdad, la dependencia y la violencia, es posible disfrutar del amor y construir relaciones sanas, libres, igualitarias, y diversas.

Fuente: http://haikita.blogspot.com/
Fuente de la imagen: https://i.ytimg.com/vi/zAhrWQ_oN8g/maxresdefault.jpg
Comparte este contenido:

E2030 Educación para transformar vidas Meta 5:- Eliminar las disparidades de género y asegurar el acceso igualitario a todos los niveles de enseñanza

Fuente OREALC UNESCO / 13 de Mayo de 2016

Estrategias para lograrlo:

  • Garantizar los principios de no discriminación e igualdad de grupos vulnerables y excluidos.
  • Monitorear y mejorar el acceso de niñas y mujeres a educación de calidad.
  • Crear escuelas resilientes a los impactos de los desastres de todo tipo.
Comparte este contenido:

España: Retiran el libro que vincula el sida con la promiscuidad de los homosexuales

www.diarioinformacion.com/09-05-2016/Por: M. A. RIVES

Conselleria suprime la publicación del currículo oficial para el grado medio de Auxiliar de Enfermería tras una investigación de la Inspección.

La Conselleria de Educación ha retirado del currículo oficial para el grado medio de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería un manual en el que se advierte al futuro personal sanitario que los varones homosexuales tienen una mayor riesgo de padecer enfermedades de transmisión sexual (ETS) debido a su promiscuidad. Esta decisión se ha adoptado tras una investigación abierta por la Inspección de la Dirección Territorial de Alicante a raíz de las quejas de un grupo de alumnos de un instituto de Callosa de Segura que fueron recogidas por INFORMACIÓN.

El manual, editado por McGraw-Hill, ha venido siendo utilizado como el libro oficial de la asignatura Técnicas básicas de Enfermería en diversos centros de la Comunidad Valenciana puesto que hasta ahora tenía el visto bueno para ser empleado como parte de la bibliografía oficial de la enseñanza pública. En concreto, en una unidad del temario en la que se aborda el «aparato genital, la reproducción humana y los procedimientos relacionados» aparece un texto que recoge textualmente que «los varones homosexuales tienen mayor riesgo de adquirir una ETS que los heterosexuales, debido a la promiscuidad sexual y a otras prácticas que incrementan los riesgos individuales para el sida y la hepatitis».

Ahora la Conselleria de Educación ha pedido a los centros educativos que no aborden dicho contenido con los estudiantes y que desmientan esas afirmaciones que no tienen ninguna base científica. Fuentes de este departamento autonómico explicaron que el manual no se suprimirá durante el curso actual, que encara ya su recta final, debido al perjuicio que causaría a los alumnos por la necesidad de tener que comprar otro. No obstante, matizaron que ya ha quedado descatalogado y que no servirá para impartir la citada asignatura en el curso 2016-2017.

Las afirmaciones que incluye el manual educativo levantaron ampollas entre algunos de los alumnos de esta enseñanza de grado medio al considerar que son homófobas. No obstante, en el caso del instituto callosino los alumnos manifestaron que el profesor de la asignatura se negó a leer esa página al considerarla desacertada.

También el responsable del colectivo Diversitat en Alicante, que trabaja en defensa de los derechos de los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, Juan David Santiago, exigió en su día la retirada del citado manual al considerar que «fomenta la homofobia y estigmatiza al colectivo» enseñando algo «discriminatorio» a los que se convertirán en el futuro en personal sanitario. De igual forma señaló que cuando se habla de salud y del VIH, lo correcto es hablar de prácticas de riesgo y no de colectivos de riesgo, dado que las prácticas sexuales y los métodos de protección que utilice cada persona no son inherentes a su condición sexual.

Distintas fuentes sanitarias ratificaron también que lo correcto es hablar de conductas de riesgo y no de grupos de riesgo, manifestando su sorpresa por el hecho de que en ese manual educativo se haga hincapié en vincular la promiscuidad con el colectivo homosexual.

Comparte este contenido:

Sexual Self-determination in Cuba and the Decolonial Epistemic Turn

Antonio Carmona Baéz

Globally, the concept of self-determination in sexuality is used in legal theorywith reference to the rights of individuals to be free of rape, coercion, forcedprostitution and abuse; it implies reproductive rights in some societies, while inothers it is the right to exercise free will over one’s sexual functions (Jansen, 2007;Munro, 2008; Smith, 2007; Walsh and Foshee, 1998). In Cuba, the term ‘sexual self-determination’ (autodeterminacio´ n sexual )1

is associated with the process of emancipation that is linked to the construction of socialist society, and the useof sex education as established by the country’s feminist movement, in order totranslate the political discourse on gender and sexuality, specifically Lesbian, Gay,Bisexual, Transgender (LGBT) sexuality, into social policy (Figueroa, 2009). Morerecently the concept has been used as a counter discourse to the pathologicalapproach to transgender experiences and identities and it is recognized as a fun-damental human right.
In this article, we suggest that the use of ‘decolonial’ and ‘border thinking/epistemologies’ as developed by Walter Mignolo (2000, 2007) and ‘epistemicturn’ as elaborated by Ramon Grosfoguel (2007), based on the critique of the‘geo-politics of knowledge’ (Dussel, 1977; Fanon, 1963, 1967), can help us under-stand the changes associated with sexuality, ethics and public policy that sprangout of Cuban feminism and its emphasis on sex education.
Considering that literature on the intersections of race, class and gender is his-torically rooted in radical feminist and latterly queer critiques of Western capitalistsociety, the political nature of the use of emancipatory discourse in Cuban socialinstitutions comes as no surprise (Glenn, 1985; Lugones, 2007; Namaste, 1994;Wolf, 2009: 19–20). In a similar vein this discourse and recent changes in Cubansocial policy pose a challenge to global conceptions of sexual health in the medicalsciences, the idea of emancipation of sexual identities, and a dissonance in theformation of ethics and human rights discourse internationally. What is particu-larly novel is the institutionalization of such critique and discourse at the statelevel. In addition, the autochthonous Cuban critique of homophobic society andself-evaluation promoted by militants and leaders of the Communist Party of Cuba(PCC), have exposed a narrative that is bent on the decolonisation of politics,policies and practices. The Cuban experience regarding social policy on sexualdiversity is in no way free of contradictions. Sexual self-determination is not anaccomplished project but part of a continuous process.
We do not intend to place a value judgement on these processes, but instead tomap debates and controversies. We will do this by briefly presenting the concept of  epistemic decolonial turn, by reviewing the genealogy of Cuban homophobia andthe history of sexual emancipation, and by showing how policies concerning sexu-ality that are assumed by the Cuban state and applauded by broad sectors of itscivil society is based on a discourse that embraces the epistemic turn presented inthis article. The implications of this turn for ethics in medicine and science inter-nationally will be elaborated.We have found that the decolonial project of sexual emancipation in Cuba ismanifested in three essential aspects: (1) Sex education as envisaged by the feministmovement of subalterns; (2) Depathologization of non-heteronormative genderidentities and (3) Sexual self-determination presented as a human right.Ultimately, the Cuban experience presents a dual dynamic: first, decolonizingCuban post-revolutionary politics through the changes in sexual codes, publicpolicy and health ethics on the one hand, and on the other, a  displacement of  medical-scientific authority over gender and sexuality. Alongside this last issue, theestablishment of new centres of knowledge production in both science and socialtheory will be identified as a challenge to conventional bodies of authority.
Decoloniality and the epistemic turn
There is a growing body of literature in the humanities and social sciences thatlooks at the production of knowledge and its institutionalization as part and parcelof the modern world system of hierarchies (Walsh, 2012). Starting with the premisethat colonialism or coloniality is the flipside of modernity, those who challenge thecentres of power in knowledge production by recognizing other epistemologies,attempt to decolonize knowledge and call their perspective  decoloniality .Mignolo (2003), Maldonado Torres (2004) and Grosfoguel (2008) for instance,have concentrated their efforts on, first, recognizing the epistemological violencecommitted by dominant power structures in suppressing or excluding other narra-tives and, secondly, uplifting and taking into consideration the excluded/subalternnarratives, giving them equal if not more value when it comes to socio-politicalphenomena. Decolonial thinkers challenge the universality of modern knowledge,describing it as a ‘provincial pretense’ or largely Eurocentric, and introduce theconcept of the geo-politics of knowledge (Mignolo, 2007: 493). Mignolo, followingLatin American liberation philosopher Dussel (1977), refers to  geo-politics  in orderto argue for the importance of locating the construction/production of knowledgeand its dissemination. Starting from the premise that all geographies and historiesare local, these recognize that some – specifically those of modernity – have a globaldesign, albeit controlled by certain types of local histories (Mignolo, 2000: 66). Thecontrol of both the local and universal can be found in academia, what Grosfoguel(2012: 9) refers to as Westernized universities – as well as in law, political institu-tions of the state, social movements and political projects for transforming society. Additionally, the decolonial school of thought foregrounds  border thinking, whichis an attempt to rescue and employ narratives and histories that have been inten-tionally supressed precisely because they challenge the universal project of euro-centric modernity/coloniality (Mignolo, 2000: 739–45).
Decoloniality looks specifically to the place where knowledge is produced.In order to decolonize knowledge, the geo-political location of theology,European secular philosophies, and later scientific reason (including scientificsocialism which is dependent on European epistemologies exclusively) must beunveiled, and the principles and modes of knowledge that have been ignored byChristianity, Western – i.e. subaltern epistemic perspectives (ethnic/racial/sexual/territorial), must be uplifted along with the epistemic decolonial turn (Mignolo,2007: 463; Grosfoguel, 2007: 212).
For the purpose of this article, we should emphasize that it is not so muchEurocentrism that needs to be underscored in understanding coloniality. Rather,it is the unequal structure of governing bodies of knowledge that have determinedthe course in which ethics have been developed. Cuban social policy has not shed  itself completely of colonial epistemologies. At the same time, the striking resem-blances between the trajectory by which Cuban social policy regarding sexualityhas developed and the epistemic decolonial turn, as suggested by Dussel,Grosfoguel, Maldonado Torres, Mignolo and others, merits attention.

To analyse the changes being made in Cuba regarding social policy towardssexual diversity, health and ethics, it is worth looking at where knowledge has beenproduced prior to and under the current political regime. In order to accomplishthis, the genealogy of trans/homophobia can be reviewed from both local andglobal historical frameworks, the transformation of social policies and sexual pol-itics can be considered, and the conceptualization of  sexual self-determination examined. Since education throughout the process of social transformation iskey to this study, it is appropriate to identify the influence of Paulo Freire(1970) in understanding popular education and the

 pedagogy of the oppressed ,whereby the teacher–student relationship is broken down in order to facilitate adialectics of emancipation (liberation), and to recognize this Latin American heri-tage as an essential tool in the process of decolonizing sexuality, science, humanrights and health.
For Freire, those who are in a position of power must constantly go through aprocess of self-examination (Freire, 1970/1996: 64), contemplating their own role ina world of inequality. Parallel to this is the issue of building an ethically soundrelationship between those who are ‘treated’ by state institutions and the scientificcommunity, including health professionals working with those identified as trans-gender or intersex. While commenting on the question of good treatment of transpersons in the age of de-pathology, Judith Butler concludes: ‘the question is notsimply would you, the authority, permit and recognize my change; rather, wouldmy request produce radical changes in your practice and in your ethical self-under-standing as a professional or practitioner’ (Butler, 2010: 12). Today, as will beargued, the re-education of Cuban society was an essential breakthrough in thatcountry’s experience of depathologization. We identify an epistemic decolonialturn within science, ethics and the Marxist-Leninist-Martiano discourse of egali-tarian socialism. This turn is presented as a challenge to what we call the
 religious-modern-socio-scientific bloc  that until recently has dominated Cuban society and itsmanagement of sexuality.
Human rights is also a field of study that has undergone critical review from thedecolonial perspective. Mignolo (2009) notes that the notion of human rights fol-lows a modern/colonial trajectory in both theoretical and practical applications.Human rights, reserved for white men of privilege first, and later extended to therest of the world’s population, continues to be shaped by discourses and epistemol-ogies based on the Western experience. The socialist experiment in Cuba, as inmany other places, has challenged universal conceptions of human rights, payingmore attention to socio-economic rights as access to food, housing, health services,education and employment. In 2008, the government of Cuba hosted an inter-national conference of intellectuals, politicians, lawyers, artists and activists,entitled ‘The Universal Declaration of Human Rights: 60 years later’, where in a final statement participants recognized the incompatibility of what they called‘predatory, exclusive, exploiting, racist and patriarchal capitalism’ with the repro-duction of life and the meeting of human needs. In this context, participants upheldcivil, cultural, economic, political, social and sexual rights (MINREX, 2008). Aswill be demonstrated further on, this re-framing of human rights requires a deco-lonial reading of the institutional treatment of non-heteronormative genders andsexualities.
A genealogy of homo- and transphobia
The critique of homophobic society in Cuba stems from two distinct groups of narratives, that are similar only in that they are both politicized. On the one hand,there is the critique of ‘communist state-homophobia’, originating in the politicaldiscourse of Western liberal democracy in opposition to Cuban experiments of radical social change. The reading largely depends on anecdotal documents, vari-ous forms of journalism found in Western media, the writing of biographies andfiction (Epps, 1995; Young, 1981; Sanchez, 2011), and sometimes Western, radicalsocialist discourse which dedicates a considerable amount of attention to the hor-rors of Stalinism and other authoritarian experiments (Farber, 2011: 184–221).Reference is made to ‘concentration camps’ for gays, the maltreatment andforced hospitalization of persons infected with HIV, and the deportation of homo-sexuals and transgendered people, together with the mentally ill or handicappedand individuals prosecuted for anti-social behaviour, petty crimes and religiousfundamentalism (Bejel, 2001; Capo´, 2010; Negro´n-Muntaner, 2008).
The other trajectory of critique of Cuban homophobia is grounded in anautochthonous re-evaluation of social policies and public culture concerning sexu-ality and hegemonic masculinitiesthroughout that nation’s history. 4
This readingis closely faithful to the methodology of decolonial thinking, linking historic-colo-nial (modern) constructions of dehumanizing exclusion and compartmentalizationson sexual identities with prejudices, attitudes, and popular and state positionstowards sexual diversities. Here, the story begins with the European, specificallySpanish-Catholic, colonization that brought to Cuba a series of codes, norms,typographies and ideas concerning sexuality that generally prevail throughoutmodern times: ideas about the family, masculinity and exclusive male–femalegender identities. Otherness in sexuality was often racialized and attributed to‘inferior’ cultures, ethnic groups and civilizations.Thereafter, with the replace-ment of religion by secular science and its reach to the Americas (Grosfoguel,2008), some of these norms were reinforced by academia and medical science. 6

Marxism-Leninism, as an imported ideology of European origin (albeit with Martiano  adjustments made in Cuba), in its ‘anti-reactionary’, anti-religiousstance depended heavily on medical science which was evident at the time inEurope, the United States and the Soviet Union, to create an ideological andsocietal-normative response to sexualities.These are found in the pathologizationand treatment of homosexuality, transexuality, and the biomedical treatment of  cases of intersexuality. Below, we expose a narrative that takes into considerationthe role of the feminist movement, its emphasis on education and the evolution of astate policy to combat trans/homophobia.

Revolution and emancipation
When it comes to understanding social policy on sexuality, it is important to con-textualize the Cuban revolution within the framework of the Cold War, wherebythe socio-economic, domestic and foreign policies adopted by revolutionary forcessituated the country and its post-revolutionary development trajectory within whatwas called the Soviet bloc. The composition of the Communist Party of Cuba(PCC) and the formation of civil society groups, the Constitution of 1976 and allthe laws and political structures that shaped public policy, education and everydaylife, were largely influenced by the Soviet experience (Carmona Ba ´ez, 2004: 72–9).Although some elements of Soviet-styled public policy proved to be progressive,especially in the advancement of women’s rights, other areas of concern, such asthe pathologization of non-heterosexual practices continued to reinforce the colo-nial and scientific reasoning that perpetuated trans/homophobic postures.Nevertheless, the 1959 Cuban revolution unleashed a complex process of socio-economic and cultural change that provided the basis for dialogue and(violent) confrontation between generations and social classes. During andthroughout that process a reconfiguration of gender relations also, questionedhegemonic masculinities (Castro Espı ´n, 2011a).
In 1960, the Federation of Cuban Women (FMC), an organized mass movementof women participating in the national political process, became the vehicle thatarticulated a project of women’s empowerment as subjects entitled to rights andparticipation in the process of socialist construction. The incorporation of womeninto the field of work outside the home had an impact upon both sexuality andreproductive patterns. Women took on a new public role, including participation innational defence during times of US aggression (Nun ˜ez, 2011; Sa ´nchez Parodi,2011; Waters, 2012).
By 1965, abortion had been legalized and institutionalized as a service providedby the national healthcare system free of charge and, on demand performed byspecialist medical personnel in hospitals with the women’s consent. This measurenot only contributed to the reduction of maternal deaths but also ensured women’srights over their bodies. (Espı ´n Guillois; Sosa, 2008) The initiatives taken up duringthe 1960s were institutionalized in the Family Code of 1975, which advocated equalresponsibilities for the education of children and for household tasks (Stone, 1981:182–200).
This repositioning of women in Cuban society cannot be divorced from otherrelated processes of emancipation, including the partial repositioning of Blackpeople and, the uplift of social sectors such as the unemployed, provincial migrantsand prostitutes (Garcı ´a, 2009). All of these claimed a stake in the revolutionaryprocess and were able to situate themselves in the context of building a radically new society. But it was the new position of women that enabled the questioning of hegemonic masculinities and practices. What it meant to be a ‘man’, a ‘woman’ anda ‘revolutionary’ were topics that enjoyed or suffered decades of public debate.
It was also the country’s feminist movement that brought about changes inattitudes towards sexuality both in the public sphere and in state institutions. Aparticularly remarkable breakthrough was the FMC initiative of facilitating thepublication of numerous scientific books by foreign authors, including  El hombre y la mujer en la intimidad (Mann und Frau intim) and En Defensa del Amor (Pla ¨ doyer fu ¨ r die Liebe) by German sexologist Siegfried Schnabl, in 1979. For the first time inCuba, it was possible to read the uncensored opinion of a scientist asserting thathomosexuality was not an illness. It was not until Cuban scientists had access tothese foreign documents that a thorough re-evaluation of state positions on homo-sexuality began, and it was not until after the de-penalization of homosexuality inCuba in 1979, that these documents were made available to the general public.
Sex education
One of the principal actors in organizing feminist demands was chemical engineerand MIT student Vilma Espı ´n Guillois, who headed the FMC from its foundationuntil her death. In 1972, Espı ´n Guillois set up a multidisciplinary National SexualEducation Group (GNTES) to establish the National Programme of SexualEducation, which was recognized as state policy by the first Congress of theCuban Communist Party in 1975 under two resolutions: ‘On the formation of children and youth’ and ‘On the full exercise of the equality of women’ (Rojas,1978: 529–610). These emphazised the eradication of all forms of discriminationagainst women and included sex education in school curricula.Despite great resistance by the Ministry of Education, subjects related to repro-ductive function were formally introduced in school textbooks during the 1970sand 1980s. Still, it was not until 1996 that the Sexual Education Programme inSchool was established under the name of   For a Responsible and Happy SexEducation
, with state support for research and publication (Castro Espı ´n, 2002:4–9).
In 1989, GNTES established the National Centre for Sexual Education(CENESEX), a state-financed institution under the Ministry of Public Health,whose mission was to coordinate a permanent but dynamic national programmeof sex education involving both central state administration and civil society organ-izations. The agenda and projects of the national programme were established bythe ministries of Public Health, Education and Culture and by the FMC and theUnion of Communist Youth (UJC). Since then, CENESEX has established a net-work of provincial and municipal working committees to carry out and monitor itsgoals and impact. As will be elaborated later on, its activities are focused ondeveloping sex education strategies in schools and more publicly, promotingsocial research and therapy, the provision of care for the Lesbian, Gay, Bisexualand Transgender (LGBT) community, as well as victims of violence and sexual abuse, and the production of educational materials. Cuba’s national sex educationpolicy evolved from an emphasis on women and their reproductive rights to a morecomprehensive outlook including gender diversity and the rights of individuals todecide over their bodies and identities (Castro Espı ´n, 2011a).
Combatting homophobia
Cuba continues to be a country where male chauvinism and homophobia is dom-inant in popular culture. These characteristics have been endorsed by RomanCatholic doctrine, the legacy of the Spanish Code of Social Defence – later theRepublic of Cuba’s 1938 Code of Social Defence (Roque Guerra, 2011: 218–26)and by modern scientific knowledge that stigmatized homosexuality, and otherbehaviour deviating from the heterosexual norm.
Literature produced in Cuba throughout the 20th century, including postrevolutionary literature concerning sexuality, only enforced homophobic ideas inpsychology, medicine, sociology, ethics and law. A notable exception waSexologı´ a I,  by Angel Arce Ferna ´ndez (1965) (Horta Sa ´nchez et al., 2011) aBlack revolutionary communist and physician who was later recognized as thefounder of Cuban sexology. Fernandez promoted the idea that homosexualitynot be considered an aberration or illness. According to a recent reflection writtenby his daughter, he was harshly criticized and censured (Arce Henderson, 2012).His work and experience provides evidence of debate and confrontation aboutsexual diversity, within medical and political communities of the time.
The existing medical sciences in Cuba acted at the time of the revolution as abloc against practices that were considered as signs of illness, the prelude to insan-ity and a mark of social moral decay. This  religious-modern-socio-scientific bloc inhibited the process of shedding the colonial legacy of homophobia. The Cubanvariant of socialism, in which Che Guevara’s ‘new man’ became the central subject,was impotent in resolving this colonial legacy (Roque Guerra, 2011: 218–25). Therevolutionary project of breaking down social structures remained trapped in ahomophobia that was sustained by universal science. Arguelles and Rich (1984:691) attribute this, in part, to the influence that the pre-revolutionary, Stalinist,Popular Socialist Party had on the formation of political discourse regardinghomosexuality. They place responsibility on the ‘lesbian and homosexual intelli-gentsia’ concentrated in the National Union of Cuban Writers and Artists(UNEAC), which provided no public counter critique. However this displacementof blame masks essential structural aspects of homophobia in Cuban society,ignoring the colonial continuities that are to be found in state socialist positionsand social policies concerning sexual diversities.
The religious-modern-socio-scientific bloc favoured discriminatory towards les-bians, gays, bisexuals and transgender people for years. It gave rise to the estab-lishment of the Military Units for Production Support (UMAP) in 1965. Acompulsory civil-military service of forced agricultural labour for idle youth, religious dissidents and homosexuals in a context of continuous aggressions by theUS government, the UMAP was known for its reproduction of homophobia.UMAPs were closed three years later in 1968, as a result of an in-depth militaryinvestigation starting in the province of Camaguey and protests launched by asso-ciates of the UNEAC (Ramonet, 2006: 225).
Recently, Maria Isabel Alfonso, writing on racial dynamics in state policies of the 1960s, noted that the closing down of publishing houses and the censorship of certain authors by institutions like the UNEAC, aided the silencing of homosexu-ality in public culture (Alfonso, 2012). This can be seen as a form of epistemicviolence committed by the revolutionary state against Afro-centric writers, as wellas those belonging to non-heterosexual communities. It is only now, in criticalspaces like the journals  Temas  (on Culture Ideology and Society),  Casa  (onLetters and Ideas from Casa de las Americas) an Sexologı´ a y Sociedad  (onSexuality and Society, produced by CENESEX) that the extent of the injusticescommitted are being exposed and debated.

The elimination of groups like the UMAP three years after its inception exem-plifies the huge contradictions prevailing during that period. It testifies to the factthat homophobia was contested by some of the progressive sectors of the revolu-tionary leadership. Nevertheless, discrimination resurfaced in other spaces such asthe First National Congress of Education and Culture in 1971. The final declar-ation of this meeting called for depriving homosexuals of the possibility of workingin the areas of education, culture and the media given their substantial influence onchildren and youth (MINED, 1971: 203). This was at a time when medical sciencesconsidered homosexuality to be a mental disorder, and the reinforcement of thismeasure was later called the ‘ parameterization’ (Fornet, 2006: 16). The Ministry of Education’s resolution was annulled in 1975 by the Supreme Court, which con-sidered it unconstitutional, and in 1976, the policy was changed on the initiative of the Ministry of Culture. It was not until 1979, however, that Decree-Law 175 liftedthe penalization of homosexuality in private, although public display of homosex-ual acts was still punishable until 1987 (Fornet, 2006: 19).

Throughout the 1990s, CENESEX carried out public education campaigns, thescreening of queer films and rallies against homophobia. In 2007, CENESEX ledthe first national International Day Against Homophobia, which has become anannual week-long campaign filled with activities and commemorative acts thatpublicize the state’s intention to eradicate homophobia. Central to their educa-tional campaign is the participation of non-heterosexual and transgender personstrained at CENESEX to carry out workshops on discrimination and HIV preven-tion at workplaces and schools. Following methods inspired by Brazilian Marxistpedagogue Paolo Freire, the activities are based on a needs-assessment defined bythose sectors of society most affected by discrimination. What has become veryvisible through these campaigns is the intersection of discrimination from gender,class, racial and territorial (provincial) perspectives, and a recognition that indi-viduals from poorer areas of the country and places where there is less care and support of LGBT people, are more disadvantaged and have greater complexitiesto deal with in their personal development and integration into society. Throughout the provinces, participants in the workshops have identified theneed to work closely with families, especially in the case of transgender individuals,in order to create a support base in the immediate geographical community(Rodriguez et al., 2008: 105–48). Focus groups composed of transgender personsin urban areas have identified problems related to transphobic attitudes exhibitedby the police force (Castro Espin, 2011). Cuba has begun a process of pathologiz-ing sexist and trans/homophobic society. Including the voices of those traditionallypathologized, along with their communities and families, has constituted a shift inthe geo-politics of knowledge. This is where we can identify striking resemblancesbetween the reconstitution of Cuban social policy regarding the LGBT communityon the one hand, and decolonial thought and practice on the other.
Since 2008, the FCW has advocated for a bill modifying the Family Code,including new articles concerning respect for a free sexual orientation and genderidentity, as well as the legal recognition of same-sex couples. (Castro Espı ´n, 2011a)Cuba also signed the UN Declaration on Sexual Orientation and Gender Identityin 2008, an initiative made by the Republic of France (Worsnip, 2008).
Another institution that has been essential in the work to eradicate trans/homo-phobia has been the Cuban Multidisciplinary Society for the Study of Sexuality(SOCUMES), a professional association that through its working commissionsprovides a scientific framework for national public policy. The Commission forSexual Diversity is an associate organization of the International Lesbian, Gay,Bisexual, Trans and Intersex Association (ILGA) and like CENESEX adheres tothe Yogyakarta Principlesfor the application of International Human Rights inrelation to sexual orientation and gender identity (O’Flaherty and Fisher, 2008).

In January 2012, the Communist Party of Cuba (PCC) held a first-time nationalconference as a follow up to the sixth PCC Congress held in April 2011. In the finaldocument which was approved at this conference, the Party adopted a policy forthe active confrontation of racial, gender, religious, sexual orientation and other prejudices that may give rise toany form of discrimination or limit the exercise of people’s rights, among them publicpositions and those who participate in the political and mass organizations and in thedefence of the country. (PCC, 2012: 6)

This was the first time that a PCC document made an explicit statement concerningdiscrimination as regards to sexual orientation. Paragraph 69 of the same docu-ment speaks explicitly to public policy, encouraging the production of audio-visualmaterials and the orientation of the media, to reflect Cuban reality in all its diver-sity, specifically including sexual diversity the and diversity of sexual orientation(Garcı ´a, 2012). The inclusion of gender and sexual orientation in this clause reflectsthe government’s intention of implementing a social policy favouring the rights of LGBT people within the framework of Cuban socialism.
Contradictions and inconsistencies
The evolution of Cuba’s social policy regarding sexual diversity and self-determi-nation has taken an uneven course throughout its national institutionalpractices. This became evident in November 2010 when the UN GeneralAssembly’s Social, Humanitarian and Cultural Affairs Committee held its biennialvote on a resolution condemning extrajudicial, arbitrary or summary executionsbased upon discrimination. The resolution was amended by a number of Africancountries and supported by Caribbean, Asian and Arab States, alongside theRussian Federation. It sought to eliminate the term ‘sexual orientation’from the document and replace it with ‘discriminatory reasons on any basis(Acosta, 2010). The Cuban delegation voted in favour of the amendment, contra-dicting Cuba’s vote in 2008 for the same resolution. Outraged by this act,a host of Cuban LGBT activists expressed their disenchantment with theMinistry of Foreign Affairs.
SOCUMES, headed by Dr Alberto Roque, together with LGBT activists andrepresentatives from different organizations10 successfully secured a meeting withForeign Minister Bruno Rodriguez Parrilla, who had to explain Cuba’s vote andlisten to grievances. Communist militant and blogger, Francisco Rodriguez Cruz(2010a), pointed out the contradictions between Cuba’s domestic policy and itscompromizing postition in diplomatic manoeuvres. Taking it a step further,Rodriguez Cruz (2010b) stated that professionals and activists had to workharder within Cuba to ensure that all national laws explicitly prohibit andpunish acts of discrimination on the basis of sexual orientation so that the countrycould maintain ‘a leading, coherent and steadfast position at the internationallevel’. One month later, at the 65th UN General Assembly meeting, where theresolution was finally approved, the Cuban delegation read an explanatory notereiterating Cuba’s interpretation of ‘discriminatory reasons on any basis’, whichexplicitly included discrimination against people according to their sexual orienta-tion (Republic of Cuba, 2010).
Scenarios such as the 2010 UN vote and the subsequent debate provideevidence to suggest that sectors of civil society composed of self-identifiedLesbian, Gays, Bisexuals, Transsexuals and Transgender persons are engagedat different levels of the state bureaucracy, combatting the marginalization of these groups in Cuban society and internationally. At the same time, the inter-pretation of official social policy continues to be an arena that presents a chal-lenge to the concept of sexual self-determination and emancipation in thisCaribbean country.
Transgender care and the decolonial epistemic turn 
If the production placement and institutionalization of knowledge to be consideredpart and parcel of the modern world system of hierarchies, at few moments is thismanifested more than in the pathologizing of sexualities by governing bodies of  scientific/medical authority. Until recently, the hegemonic paradigm for the treat-ment and care of non-conforming sexualities and gender identities was dictatedglobally by institutions vested in the medical sciences. By non-conforming we meanthose sexualities and gender identities that conflict with the modern societal normthat adopts the male–female dyad replicated within scientific literature and clinicalpractices. The most important of these institutions is the American PsychiatricAssociation (APA), which, since 1952 has produced the Diagnostic andStatistical Manual of Mental Disorders (DSM), a text widely used as an authori-tative reference for the diagnosing pathology. Due to debates carried out in themedical communities of Western societies, the DSM has seen the elimination, add-ition and re-articulation of pathologies related to gender and sexuality; amongthese, the pathology and de-patholigization of homosexuality and the separatecategorization of ‘gender disorder’ and gender dysphoria in children and adults(Jorge, 2010).
Within the family of the United Nations, the World Health Organization hassince 1948 endorsed the International Classification of Disease (ICD), also a widelyused text, which has likewise gone through various revisions concerning sexualpreferences and gender identities. The ICD, currently the ICD-10, continues touse the term ‘gender identity disorder’ and ‘transexualism’ to classify a variety of psychiatric disorders related to the incongruences between gender identity assignedat birth and identities assumed by children and adults, i.e. gender non-conformity(WHO, 2102). Finally, there is the World Professional Association for TransgenderHealth (WPATH), previously the Harry Benjamin International GenderDysphoria Association, that publishes and updates its non-diagnostic Standardsof Care (SOCs) and Ethical Guidelines for Health professionals but continues todepend on the DSM and ICD for medical reference and WPATH (2012: 4–20).

Throughout the last decade, the first two governing bodies, APA and WHO,which prepared the publication of revised versions of the DMS-V in 2013 and ICD-11 in 2015 respectively, have had their authority questioned by trans-activistsgroups and various professional associations worldwide, including associates of WPATH (Misse and Coll-Planas, 2010: 15–16). With much media attention,these institutions became the target of campaigns by those who reject the path-ologization of their sexualities. A crisis, of sorts, in the hegemonic paradigmadopted by most contemporary societies has opened the stage to new actors chal-lenging those authorities, that have often committed epistemic violence against thesubjects of scientific debate, i.e. those diagnosed, labelled, treated or cared for. 11

In a country where health care is considered to be a human right and thereforecovered completely by the state, all illnesses and perceived threats to health con-sidered by modern Western medicine are to be treated indiscriminately by health-care professionals. This is also the case with what, in Cuba, was previously called‘gender identity disorder’.
In 1979, at the behest of the FMC, the Cuban Ministry of Public Health createda multidisciplinary workgroup coordinated by GNTES – later CENESEX, for thediagnosis and treatment of transsexual persons. After the team conducted an international comparative study in different countries, it recommended that theMinistry of Public Health adopt the standards and protocols of care suggestedby the Harry Benjamin International Association of Gender Dysphoria (CastroEspı ´n, 2011c). In 1988, Cuban surgeons performed their first (male to female) sexreassignment operation. This action caused uproar at different levels of society andmost importantly within the National Health System, which disapproved the med-ical action (Castro Espı ´n, 2008). It was not until 20 years later, in 2004, that asecond sex reassignment surgery was permitted. Between those years, the multidis-ciplinary team took legal initiatives in assisting 13 individuals to change their firstnames and their identity card photos. It was impossible to change their sex onofficial documents, since during that time legal sex was to be determined accordingto the individual’s genitals (Castro Espı ´n, 2008: 24).
In 2004, CENESEX broadened the composition of the multidisciplinary work-group in charge of diagnosis and care for transgender persons, redefining its object-ives and bringing forth a national care strategy. Initially, this workgroup was calledthe National Commission for Gender Identity Disorder Care. But after havingconducted in-depth research in Cuba and other countries, and leading to the con-struction of a national narrative reflecting a Cuban need to depathologize, thegroup changed its name to the National Commission for Integral Care forTranssexual Persons. Mariela Castro (2008) notes:
We can confirm that transsexual people demanded that they be considered healthymen and women, socially responsible and therefore do not accept that they be treatedas people who are ill and much less as a threat to the social order. (2008: 24)
Currently, the Commission is composed of professionals from the various fields of medicine, psychology and the social sciences. The objectives of this Commissionare to: develop the protocol of care and integral health treatment for transsexualpersons; promote interdisciplinary research on dysphoria; develop educationalcampaigns directed at fostering respect and understanding among the public fortransgender individuals; propose a legal mechanism concerning Transcare; and,implement educational programmes for transgender persons and their families. Anational Strategy for Integral Care has been implemented through dialogue andconsultation with the Supreme Court, the Attorney General’s Office, and theNational Organization of Law Firms, as well as political and civil society organ-isations, including groups associated with the Trans community (Castro Espı ´n,2008: 15–43).

From 2004 onwards, CENESEX and SOCUMES began working from the per-spective of Human Rights, as they started to document the testimonies of trans-gender persons who had conflict been in with the law, police agents and reactionaryelements among the civil population in Havana. Many of those who testified andsought help from CENESEX were found in precarious situations. With the par-ticipation of transgender volunteers, CENESEX developed a needs assessment thatset the stage for depathologization. These same transgender volunteers, formed focus groups and became agents within the national educational strategy, settingup committees throughout the country.

Second only to France, Cuba became among the first in the world to depatho-logize transgender and the first in Latin America to incorporate all transgendercare into an equally accessible national healthcare system. Along with this, thepolicies and strategies adopted by the multidisciplinary Commission since 2010reverses pathologization, looking at hetero-normativity, sexist and traditionalhomophobic postures rampantly existing in contemporary society as the rootcause of gender dysphoria. This is what constitutes the decolonial epistemic turnin Cuba regarding social policy on sexual diversity. Both CENESEX and theabove-mentioned host of organs, commissions and civil society organisations con-tinue to work on the complete institutionalisation of depathologization through thelegal recognition of sex and gender change.
The underlying principle, as has been repeatedly recorded in Cuba, is sexual self-determination. It is the subject who should be empowered to decide over his/heridentity as male, female or other, without having any pressure from the medicalcommunity to modify his/her body. The role of professionals is to ‘accompany’ theindividual in his/her process of self-identification and possible change (CastroEspı ´n, 2011c). Education, which becomes a shared task between professionalsand those affected by trans/homophobia, is geared towards the transformationof society through laws, codes and shared values concerning gender and identity.
Global relevance
Writing on transgender care in the Netherlands, Kuyper (2012: 129) concludes thattransgender needs are not sufficiently taken into consideration and that a signifi-cant portion of the transgender population in the Netherlands does not feel suffi-ciently understood by the medical-scientific community and Dutch societygenerally. This is noteworthy, if one considers that the Netherlands is a countryknown for its advances in the treatment and care of transgender persons. Althoughthere is no room here for exhaustive comparisons of countries, assertions such asthat provided by Kuyper make the Cuban experience much more significant. Theepistemic turn in Cuba is remarkable in that the decolonial critique of sexual andgender pathology is now being incorporated into political discourses as well as theinstitutional treatment of transgender people. This process signals an acknowledge-ment and acceptance of sexual diversity on behalf of the representatives of theCuban state, its army of health professionals and sectors of society.
The consensus to depathologize non-confirming sexuality and gender in Cuba,especially transgender individuals, has had a significant impact upon the debatesthat have occurred worldwide, although this is not always recognized by health careprofessionals or activists in mainstream media. Since 2006, CENESEX andSOCUMES have organized an annual Congress on Sex Education, Orientation andTherapy that is attended regularly by scientists, professionals and activists from over30 countries, including representatives from WPATH, which in 2010 finally issued a declaration urging de-psychopathologization among the global medical community,and producing the WPATH (2011) Standards of Care for the Health of Transsexual,Transgender, and Gender Nonconforming People. WPATH President Dr Lin Fraser(WPATH (2012c)) observed that the 2012 symposium was significant in that it pro-vided a synopsis of their DSM, ICD and SOC consensus process, demonstrating theclinical application of WPATH’s evolution and a snapshot of their human rights andpublic policy work. Furthermore, Cuba has proven to be a bridge linking the work of this international association with professional groups and organizations throughoutLatin America and the Caribbean.
Argentina followed Cuba in the depathologization of transsexuals and trans-gender persons but took it a step further in the legislative field, recognizing andrendering complete sexual and gender-self-determination. The 2012 Argentine Lawof Gender Identity recognizes depthologization, allowing for citizens to decide theirown gender identity and thereby entitling them to change their sex on officialrecords by judicial declaration without the need for any medical intervention what-soever (FNLIG, 2012). The changes in legislation have come under the discourse of human rights, citing the Yogyakarta Principles. US-based physician and ExecutiveDirector of Gender Rights Maryland, Dana Beyer, has remarked that ‘[I]t is arecognition of innate human variation, and the ability of human beings to knowthemselves sufficiently, to live free and pursue happiness. It is the new standard forglobal human rights’ (IGLHRC, 2012).
Finally, on 1 December 2012, the APA announced that its Board of Trusteesapproved the publication of the DSM-V to be published in 2013 (APA, 2012). Thisnewly revised edition has proven to be a step forward in the depathologization of transsexuals and transgender persons, replacing the term Gender Identity Disorderwith Gender Incongruence. While applauding APA efforts, WPATH (2012a) akesissuewiththetermGenderIncongruenceasitcontinuestosuggestthat‘congruenceisthenormandthatincongruenceisperdefinitionproblematic,whichisnotnecessarilythe case’. The professional association prefers the term Gender Dysphoria, the termnow used in Cuba, in order to recognize that diagnosis is only needed in cases wheretransgender individuals experience significant distress associated with their gendervariance. The stress is recognized as fundamentally induced by society and culture.

The call on behalf of transgender persons worldwide to healthcare professionals,as well as to legislators and other governmental authorities, to radically changetheir practices and ethics, as Butler has suggested in 2010, found allies in Cuba’snational health care system. As has been demonstrated, this was made possiblethrough a long process of decolonizing knowledge, drawing on a Cuban feministperspective with an emphasis on popular education and the principle of sexual self-determination.

Final considerations
Our intention here has been to provide a conceptual framework for understandingpublic policy on gender and sexual diversity in Cuba and how it was shaped. Key to this study has been the principle of sexual self-determination as a human right,allowing for each individual to define his or her own orientation, condition andgender identity without the stigmatization proposed by psychiatric pathology orthe religious-modern-socio-scientific bloc that until recently has dominated Cubansocialism and its management of sexuality. This process of emancipation, whichhas its roots in Cuban feminism and its influence upon sex education, cannot beseen as an accomplished deed but as an ongoing process that at times finds itself caught in a battle with state bureaucracy domestically and with internationalbodies.Border thinking, the rescuing of epistemologies of subalterns marginalized bymodernity/coloniality science, medicine and law, has, in the case of Cuba, provento be a useful tool in the reformulation of ethics. What the Cuban experience sug-gests is that universal ideas of emancipation and good treatment cannot be exclu-sively contained in definitions provided by Westernized, scientific hierarchies.Contrarily, the solutions to the problematic of non-conforming identities, sexualor otherwise, can be found in a decolonial reading of the institutions and socialrelations that constitute contemporary society. This requires Cuban policymakersto reconsider the political trajectory of the country, recognizing and denouncing thehorrors committed against non-heterosexual communities, and to shed itself of sci-entific dependency on Western pathology and the legacy of Cold War alliances thatbring to the fore inconsistent positions in the area of human rights.The methodology used in educational programmes and in shaping social policyfocuses on the needs assessment carried out among communities and families of LGBT individuals, exercizing the means proposed by Paolo Freire, and reveals thepossibilities that are to be located within the current political framework.Paramount to this work is an intersectional approach that considers trans/homo-phobia to be related to other forms of discrimination; namely of race, class andgender.What we have found is that the changes in social policy and health care practices,which the Republic of Cuba is now undergoing in its legal application of sexual self-determination, has been guided by the narratives of diverse autochthonous groups,educators, social activists and professional health care providers within a highlypoliticized context. Leading figures of the LGBT community saw to it that socialpolicy fell into the framework provided by the country’s ruling Communist Party.For nearly a decade, between the fall of the Soviet bloc in 1990 and the buildingof friendly relations between Cuba and Venezuela since Hugo Chavez’ rise topower in 1999, Cuba was isolated politically. It is interesting to note that preciselyduring this time of seclusion, social policy regulating gender and sexuality madegreat advances in favour of non-heterosexual communities. These developmentsreceived scant attention in academic journals in North America and Europe. Thepoliticized nature by which the case of Cuba has been studied, however, should nothinder the expansion of research on sexuality and social policy in this country.

The authors of this article recommend that rigorous ethnographical research beconducted in order to assess the impact of the changes in social policy and the way  it is experienced by the concerned population in Cuba. This can be done by takinginto consideration the work that has already been achieved by Cuban institutions,which throughout the last two decades have built stronger ties with both scientificbodies that are willing to revise or at least question their own standards, as wellas with LGBT communities internationally. A cross-sectional study of the impactof social policy change, depicting improvement in the quality of life, may prove tobe beneficial in concretizing the notion of sexual self-determination. To this end,the authors also endorse further analysis of the operationalization of new ethicalstandards in clinical practices and research endeavours in Cuba, so as to criticallyidentify areas that need more support in carrying out social and public policy-making regarding gender and sexuality.

Funding
This research received no specific grant from any funding agency in the public, commercial,or not-for-profit sectors.
Notes
1. Also called,
 Libre orientacio´ n sexual e identidad de ge´ nero  [Free sexual orientation andgender identity]. See Castro Espı ´n (2008: 172); CENESEX Code of Ethics: http://www.cenesex.org/socumes/codigo-de-etica-para-profesionales-de-la-sexologia-en-cuba/(accessed 27 July 2014); Declaracio ´n Hombres por la Diversidad para la Vta JornadaCubana Contra la Homofobia: http://hxdcuba.blogspot.nl.
2. Martiano thought refers to the legacy of Cuban national hero Jose Marti, as stated in theConstitution of the Republic of Cuba.
3. In the late 1980s, Canadian intellectual and bioethicist Blye Frank introduced the conceptof hegemonic masculinities to political economy, arguing that heterosexuality and mas-culinity are ‘social accomplishments of political nature located within a larger set of political, economic and social relations’ (Frank, 1987: 160–1).
4. In 1984, Arguelles and Rich argued: ‘The need for a distinctively Cuban socialist counter-critique on behalf of homosexuality is increasingly evident. It must reconcile lesbian andgay male experiences with the island’s realities and offer the international gay communitycritical insights into the immensely complex, rich, expressive and problematic nature of those experiences. Until such a countercritique exists, the manipulation of the Cuban gayissue by anti-Cuban interests will remain largely unchallenged, and homosexual experi-ence will continue to be marginalised within Cuban society’ (1984: 684–685).
5. For a good read on the racialization of sexual practices and codes, see Stolke (1992).
6. The first documented statement on the need to pathologise homosexuality in Cubawas from Dr Luis Montane ´, author of infamous article ‘La Pederastia en Cuba’, whichwas presented at the first Regional Medical Congress of the Island of Cuba inJanuary 1890.

7. It is particularly the influence of Stalinism in both Cuba’s pre-revolutionary Communistparty (PSP) and the political organisations, which were consolidated into the PCC in 1968that is regarded as the source of politically charged persecution of non-heterosexuals inCuba during the first two decades of the revolution. See Roque Guerra (2011) and Evans(2011). Lilian Guerra (2010: 270) provides the counter argument that assault against homosexuality as well as youth culture in general ‘was intrinsically connected to essen-tialist standards of judging what made a citizen ideologically reliable and worthy of inclusion in the category of ‘‘revolutionary’’’. The problem with this line of argument isthat her depiction of totalitarian society leaves absolutely no room for the changes thatare taking place now, which are rooted in debates that can be found throughout theentire revolutionary period. The debates, other than scant mention of denunciations bywell-known public figures in the article’s abstract, are not documented.

8. It might be interesting to note here that in a 2011 interview conducted by the authorsof this article, CENESEX director Mariela Castro Espı´n commented on the absence of aGay Pride parade in Cuba: ‘We do not have a gay pride parade. We make a   Congaa Cuban dance form that is very satisfactory and more pleasuring from a rhythmicand sound standpoint, visualising among the population the need to work-off prejudice.We do not uphold ‘gay pride’ because there is also heterosexual pride, lesbian pride,the pride of trans people, we do not see just gay. We focus the eyes of the population onhomophobia, that is what we believe should be changed; you must unravel homopho-bia in order to articulate the full respect for the dignity of individuals. Furthermore,homophobia is closely linked to other forms of discrimination that LGBT peoplealso experience, namely: racial discrimination, discrimination by geographical area,between those living in rural and non-urban areas, in being an immigrant and notnative, as a non-white person, as a woman, age, etc. Thus, there are many forms of discrimination and we identify homophobia as a form of discrimination that has notbeen sufficiently dealt with, and it is not yet contemplated by international and nationallaw; and where it is recognised, it is not sufficiently treated by law.’ (Castro Espı ´n,2011b).
9. In 2006, in response to well-documented patterns of abuse, a distinguished group of international human rights experts met in Yogyakarta, Indonesia to outline a set of international principles relating to sexual orientation and gender identity. The result wasthe Yogyakarta Principles: a universal guide to human rights which affirm bindinginternational legal standards with which all States must comply. They promise a differ-ent future where all people born free and equal in dignity and rights can fulfil thatprecious birthright: http://www.yogyakartaprinciples.org/principles_en.htm
10. In Cuba there are over 17 organisations and online blogs promoting sexual diversity andproviding service to sexually diverse communities. See CENESEX website: http://www.cenesex.org/.

11. See Manifesto of the International Network for Trans Depathologization, on StopTrans Pathologization: http://www.stp2012.info/old/en/manifest

Comparte este contenido:
Page 27 of 42
1 25 26 27 28 29 42