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Brasil: Formação de Gênero e Educação destaca o necessário empoderamento das mulheres na sociedade

Um abraço apertado, seguido da frase “Que bom que você veio, companheira. Contigo, eu ando melhor”. Foi assim que um grupo de aproximadamente 80 mulheres deu início, na manhã desta sexta-feira, dia 1º, a Formação em Gênero e Educação, organizada pelo Departamento de Gênero e Diversidade do CPERS. A iniciativa, realizada na sede do Sindicato, na capital, dá continuidade a programação do Dia da Mulher e aborda temas como saúde, sexualidade, políticas públicas, enfrentamento da violência, identidade de gênero e autonomia do corpo, entre outros assuntos que destacam os direitos das mulheres. A Formação continua neste sábado, a partir das 9 horas.
Ao iniciar a Formação, a diretora do Departamento de Gênero e Diversidade, Íris de Carvalho destacou que a iniciativa visa contribuir com a afirmação das mulheres primeiramente dentro da categoria e depois em outros espaços. “Em nossa categoria 87% são mulheres.  Por isso, a importância de nos fortalecermos. Esse será um espaço de compartilhamento e muito aprendizado”, observou.
Ao dar as boas-vindas as participantes, a vice-presidente do CPERS, Solange Carvalho, destacou as lutas diárias das mulheres por liberdade, respeito e direitos iguais. “Nós acreditamos que a Educação é uma ferramenta essencial na busca de transformações para o mundo. Nós, educadoras, temos um papel fundamental nas escolas para abordar questões como sexualidade, gênero e violência”, afirmou.

Conquistas, direitos e desafios
Na abertura dos debates, a professora e Mestre em Educação, Vanessa Gil, abordou o tema A luta das mulheres ao longo da história, onde o que prevalece é a cultura machista, o patriarcado e a desvalorização do trabalho das mulheres. “Nossos saberes não são valorizados. Somos educadas, o tempo todo, para apagar nossa história e aceitar uma cultura machista. Temos o importante papel de tentar mudar essa realidade a partir do que ensinamos aos nossos alunos”, ressaltou.
A secretária adjunta da Mulher Trabalhadora da CUT, Mara Feltes, falou sobre a organização das mulheres trabalhadoras na Central. “Nossa luta constante é para que dentro do ambiente de trabalho, e também fora dele, sejamos respeitadas e tenhamos igualdade, sem discriminação”, afirmou.
Fabiane Dutra, presidenta do Conselho Estadual dos Direitos da Mulher do RS, observou que todos os direitos das mulheres conquistados até hoje só foram possíveis através de muita luta. “Hoje estamos lutando para não perder o que já adquirimos. Como educadoras temos o dever de construir uma educação que não nos diferencie e discrimine”, alertou.
A professora e mestranda da Universidade Federal do Rio Grande do Sul – UFRGS, Paula Azevedo e a professora Leslie Campaner Toledo, abordaram o tema A Prática educativa nas escolas para promoção da igualdade. Paula compartilhou uma pesquisa feita pelo Ministério da Educação – MEC, a qual mostrou que o preconceito de gêneros, principalmente entre as meninas, é o maior dentro das escolas, ficando à frente até mesmo do racismo e da homofobia. “O grande desafio da educação é assimilar e procurar alternativas para romper o preconceito”, afirmou.
Outro assunto abordado pela professora foi o assédio sexual sofrido por meninas e mulheres. “As mulheres têm que entender que o assédio sexual não é um problema individual, mas coletivo. Quando entendermos isso nossa luta ganha força”, frisou.
Leslie ressaltou a importância da formação dos professores para abordar a igualdade de gêneros em sala de aula.  “Temos que estar abertos para a desconstrução desses preconceitos em sala de aula. O CPERS está de parabéns por nos proporcionar esse momento de formação. Agora, essas informações precisam chegar a todos os Núcleos do Sindicato”, declarou.

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Más niñas aprendiendo, más mujeres trabajando

Mercedes Mateo-Berganza

Malala Yousafzai, la joven chica pakistaní ganadora del Premio Nobel de la Paz, ha dicho que la educación es un valioso regalo que les damos a las generaciones más jóvenes. En el caso de las niñas y jóvenes, ésto no podría ser más cierto. En años recientes, grandes iniciativas como Let Girls Learn (Dejemos que las niñas aprendan) — liderada por la Casa Blanca y la Primera Dama Michelle Obama — han sido anunciadas con el objetivo de crear conciencia y mejorar el estado de la educación de las niñas alrededor del mundo.
Sin embargo, la educación por sí sola no es suficiente. Las diferencias de género que evidencian los resultados educativos seguirán estando allí, a menos que los beneficios de educarse no se materialicen en mejoras laborales y ganancias futuras. Si de verdad queremos ver a las niñas crecer y prosperar, debemos también asegurarnos de que tendrán oportunidades para utilizar su educación y contribuir a la sociedad. De otra manera, sería como decirles que son dueñas de un avión pero que no pueden pilotearlo.

En América Latina y el Caribe, las brechas en el acceso a la educación se han ido cerrando y las tasas de culminación, en promedio, se han revertido. Sin embargo, elGlobal Gender Gap Index refleja que, aunque los países en la región han hecho avances significativos por reducir disparidades en educación, todavía se encuentran rezagados en términos de participación económica y de oportunidades laborales para las mujeres.

América Latina tiene una de las brechas de género más grandes en cuanto a aprendizaje se refiere. Por ejemplo, de acuerdo a los resultados de las pruebas PISA 2012, las niñas chilenas promedio de 15 años han perdido más de medio año escolar en matemáticas respecto a los niños del mismo grupo. Los efectos de estas disparidades no terminan en el salón de clases. Un informe del McKinsey Global Institute concluyó que la contribución de las mujeres al Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe se encontraba por debajo del promedio mundial: mientras que la contribución femenina al PIB global es de aproximadamente 37%, las mujeres latinoamericanas son responsables por sólo 33% del total de la productividad regional.

Los esfuerzos orientados a mejorar la educación de las niñas e incrementar la participación femenina en el mercado laboral deben ser vistos como parte de unciclo que trae recompensas en el camino. Si mejoramos las oportunidades para las mujeres que actualmente son parte del mercado laboral — y nos aseguramos que niñas, jóvenes y sus familias conozcan estas mejoras– estamos incrementando las aspiraciones y el desempeño de las niñas que ahora estudian. De esta manera logramos también mejorar el talento que llegará al mercado laboral del futuro.

Existe evidencia clara de que los resultados educativos de las niñas (como las tasas de matriculación, de culminación y también de aprendizaje) mejoran cuando tienenacceso a trabajos e información acerca de la importancia de la educación, incluso cuando los incentivos materiales no están presentes.

Del mismo modo, estudios han concluido que proporcionar información sobre las ganancias de la educación puede mejorar el rendimiento de las niñas enmatemáticas, lo que tiene implicaciones en la elección de áreas de especialización. Estos cambios actitudinales también se pueden ver a un nivel macro: las ganancias de otras mujeres en el mercado laboral suelen generar en otras mujeres un efecto demostrativo que ayuda a explicar cómo algunos países hacen la transición de una baja participación femenina a niveles más altos. Por ejemplo, niñas y mujeres aprenden sobre la experiencia de atender las necesidadesprofesionales y maternales a través de la observación de otras mujeres en sus entornos.

En la mayoría de los países en América Latina y el Caribe, el desafío ya no es convencer a las niñas — o a sus familias — que deben ir a la escuela, sino asegurarse de que permanezcan en la escuela y aprendan. Las niñas deben saber que pueden ser buenas en cualquier asignatura, que está bien escoger una carrera científica o técnica, y que, eventualmente, sus esfuerzos serán recompensados, mejorando así su calidad de vida (Bassi, Blumberg, Mateo Diaz, 2016). Debemos hacerles saber que ellas no sólo son dueñas de un avión, sino que también tienen derecho a pilotearlo.

Es necesario que el mundo de las políticas públicas y el de la investigación unan esfuerzos para presentar propuestas innovadoras que derriben de forma efectiva las barreras que imposibilitan la participación económica de las mujeres, reduzcan las desigualdades, y hagan que el mundo laboral sea más justo para las generaciones que vienen. Los países en América Latina y el Caribe tienen ahora condiciones demográficas favorables para cosechar los beneficios de reformas educativas y programas sociales que se han implementado para alcanzar un desarrollo sustentable. Entonces, ¿qué estamos esperando?

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Un domingo de poder púrpura

Mexico/04 mayo 2016/Blanca Heredia/Educacion Futura

El domingo antepasado tuvo lugar una marcha multitudinaria contra las violencias machistas en la capital del país. Una manifestación inédita en la que salieron a las calles miles de mujeres y de hombres dispuestos a hablar en voz alta de todas esas violencias cotidianas que lastiman a las mujeres y que suelen permanecer en silencio o mencionarse sólo en susurros compungidos.

Me llenó de ánimo, de energía y de esperanza convivir con tantas mujeres reunidas, uniendo sus voces, su creatividad y su fuerza en contra de la violencia de tantos tipos de la que somos objeto las mujeres en México. Violencia que mata, violencia que deja lastimaduras profundas, violencia pertinaz que no cesa.

Sucesión interminable de muertas y desaparecidas cuyos perpetradores permanecen impunes y en la sombra. Violencia inacabable en los discursos de todos los días, en las frases hechas, en los miles de gestos rutinarios que nos socavan y nos achican, en la multitud de sillas vacías de mujeres en las mesas del poder, y en las prácticas grandes y chiquitas que discriminan de una y mil formas a las mujeres mexicanas todos los días.

Contra la frase hecha de que “las peores enemigas de las mujeres son las propias mujeres”, muchas mujeres salimos a la calle aquel domingo en la Ciudad de México y muchas otras ciudades del país y, juntas, marchamos, cantamos e hicimos patente nuestra decisión de dejar de callar. Participaron también en esas marchas muchos hombres de edades variadas, quienes con su presencia manifestaron elocuentemente que la seguridad de las mujeres no es sólo cosa de mujeres.

Con poquísimas excepciones, la marcha de #nosqueremosvivas en el DF fue una algarabía de morados y púrpuras llena de exigencias fuertes, de indignación, pero también de risas, de propuestas, de creatividad y de luz. Me impresionó lo bien organizado que estaba todo. Me impresionó también la amplísima diversidad de edades, colores y sabores de las mujeres que participaron en la marcha, así como la originalidad y agudeza de muchos de los carteles y las consignas que le dieron voz y colorido.

Con todo, lo que más me impresionó fue la ausencia casi total de ánimos, humores o disposiciones victimistas. El registro básico y el punto de partida eran muy otros. No se trataba de portar o habitar la condición de víctimas y, desde ahí, culpar, gemir, tirarnos al piso, despotricar, movilizar la furia o darnos un cheque en blanco para convertirnos en victimarias. No se trataba ni se trató, en suma, de hablar o actuar desde la debilidad de la víctima, desde la ausencia de poder típica de la víctima, desde esa impotencia que suele –con excesiva frecuencia– transmutarse en permiso para tomar venganza y en “derecho” para volver víctimas de nuestra rabia “justiciera” a otros.

Haber roto esa lógica tan estrecha, tan violenta y tan poco posibilitadora me parece la mayor virtud y el logro más importante de la manifestación en contra de la violencia machista que tuvo lugar el domingo 24 de mayo, así como de las diversas iniciativas que la acompañaron. Entre estas últimas cabe destacar muy particularmente la campaña en redes sociales invitando a las mujeres a narrar y compartir sus primeras experiencias de acoso.

Apenas puede exagerarse la importancia de que las mujeres empiecen a hacer públicas sus experiencias como objeto de violencia. Por ahí hay que empezar: nombrando, hablando, desterrando la oscuridad de esas cavernas infames en las que la mujer violentada no se atreve siquiera a hablar del tema, pues vive en un mundo en el que esa violencia es parte del “orden natural de las cosas”.

Al respecto, me resultó especialmente poderoso y conmovedor el siguiente fragmento del texto que publicó en el periódico El Universal Estefanía Vela relatando su primera experiencia de acoso.

[Los efectos de aquel acoso repetido desde niña por parte de ese psiquiatra infantil] Permearon mi vida –mi cuerpo, mis relaciones, mis sueños, mis actos– por años. Porque –y esto es lo que me tomó tiempo entender: el problema no es solo el acto violento en sí, sino la reacción del mundo frente a él. O, más bien: cómo nadie reacciona. Cómo nadie hace nada. Cómo nadie lo reconoce. Cómo todo está diseñado para que te quedes sola.

#nosqueremosvivas le abrió un boquete al cerco del silencio.

#nosqueremosvivas fue el comienzo de un abrazo desde la fuerza para que ninguna mujer en México tenga que quedarse sola y callada frente a la violencia.

Fuente:

http://www.educacionfutura.org/un-domingo-de-poder-purp

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Las mujeres y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

 

www.unwomen.org

La cuestión

Ella es quien camina durante horas para buscar agua y trabaja en campos amenazados por la sequía para alimentar a su familia…

Ella es quien abandonó su país con la promesa de un buen trabajo para acabar viéndose forzada a realizar trabajo sexual…

Ella es quien recoge lo poco que le queda después de que un ciclón destrozara su precaria casa y su pequeño negocio…

Ella es quien gana el sustento, quien trabaja la tierra, la profesora, la doctora, la empresaria, la ministra, la directora, la madre. Cada día contribuye con su esfuerzo a la familia, la sociedad y la economía.

Las mujeres y las niñas constituyen más de la mitad de la población del mundo. Se encuentran en la primera línea y suelen ser las personas más afectadas, en comparación con los hombres y los niños, por la pobreza, el cambio climático, la inseguridad alimentaria, la falta de atención sanitaria, y las crisis económicas mundiales. Sus aportaciones y su liderazgo son fundamentales para encontrar una solución.

Con la nueva agenda mundial 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por los Estados Miembros de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015, nos fijamos en cómo las mujeres se ven afectadas por cada uno de los 17 ODS propuestos, así como la manera en la que las mujeres y las niñas pueden, y de hecho así será, convertirse en actores fundamentales para alcanzar cada uno de estos objetivos.

En esta compilación editorial especial incluimos datos, historias, vídeos y publicaciones para ilustrar el impacto que tiene cada ODS en las mujeres y las niñas, y algunos de los esfuerzos que lleva a cabo ONU Mujeres para conseguir cada uno de los objetivos, a saber, nuestros programas, el trabajo intergubernamental y la promoción a favor del cambio de políticas.

  • See more at: http://www.unwomen.org/es/news/in-focus/women-and-the-sdgs#sthash.TzM1XFzs.dpuf
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*Demasiado feministas para la academia

La universidad ha sido, y lo es cada vez más, una estructura de exclusión y privatización, según la autora

Lucía Egaña

Periódico Diagonal

Como otras 20.000 personas más, hace menos de dos meses defendí mi tesis doctoral. En un breve plazo de tiempo, el reino de España ha producido más doctores que nunca en la historia de su academia, hoy en vías de reforma con el Plan Bolonia. Ante las “nuevas” lógicas mercantiles de la universidad, los “viejos” programas de doctorado han sido sometidos a una inminente clausura, arrastrando con ello la desaparición forzada de su alumnado. A esto se le ha llamado “extinción”.

Y en esta categoría “extinta”, como si de animales raros o pequeños dinosaurios enquistados en la academia se tratara, nos encontramos hoy unas 20.000 personas que hemos tenido que salir del paso para abrir terreno a la velocidad. Así ha sido que la universidad española ha tenido que deshacerse de este excedente de doctoras que representaban un modo de producción académica basada en la lentitud y la baja productividad, según criterios mercantiles.

En este contexto de desaparición forzada, había que hacer aquello que nunca tuvimos tiempo para hacer, desplazado por incontables motivos, las emergencias cotidianas y el pluriempleo: la tesis. Algunas de aquellas personas que teníamos pendiente la redacción del manuscrito nos caracterizábamos por no haber tenido becas de doctorado, por trabajar en muchas cosas y ninguna a la vez, en general personas con más de 35 años, muchas migrantes, viviendo en pisos compartidos. Personas que –ante currículos heterogéneos, por decirlo de forma elegante– quedábamos descalificadas de la mayoría de las becas doctorales o postdoctorales, y con ello, fuera de los canales oficiales de la trayectoria académica.

Por otro lado, al doctorarnos, también quedábamos fuera del mercado laboral tradicional, una suerte de “pringadas sobrecualificadas” con estudios superiores, pero demasiado heterogéneas. Como escribió la poeta tortillera valeria flores: “Dema­siado intelectual para el activismo, demasiado activista para la academia, demasiado feminista para la poesía, demasiado radical para la pedagogía, demasiado política para ser maestra, demasiado disidente para la política de la identidad, demasiado tortillera para ser maestra, demasiado maestra para la jerarquía del saber, demasiado tímida para la oratoria política, demasiado provinciana para la capital, demasiado prosexo para un feminismo que aún teme hablar de sexo, demasiado teórica para ser trabajadora”.

La universidad ha sido, y lo es cada vez más, una estructura de exclusión y privatización. Plantea formas para trazar trayectorias profes­ionales que requieren mucho tiempo o dinero, y una dedicación poco compatible con las vivencias de precariedad que definitivamente impiden dedicarse a una sola cosa a la vez. Muchas de las personas que han acabado la tesis ahora son profesoras asociadas, ese espacio académico en el que la promesa de futuro es lo que mantiene con vida un trabajo infravalorado a la vez que altamente rentabilizado por la institución.

Máquina de las miserias

La universidad, entonces, es una máquina que se alimenta de las miserias de las asociadas. Como indica Elena Fraj, profesora asociada en el Departamento de Diseño e Imagen de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, en la universidad se conjugan un sistema neo­liberal (competitividad y medición de la producción del conocimiento desde criterios exclusivamente de mercado) con uno feudal (relaciones de poder entre miembros del campo académico). En esta encrucijada, el 80% del profesorado precario son mujeres, mientras que el 80% que tiene contrato son hombres. ¿Y cuántas son migrantes, cuántas negras, cuántas feministas, cuántas lesbianas, cuántas trans? Las activistas que hemos podido llegar al punto de acabar una tesis, con toda la presión que esto significa, muy difícilmente podremos optar a espacios de poder, o como mínimo, a espacios laborales estables. Pero ¿alguna vez deseamos formar parte de los espacios de poder?

Estas preguntas emergen de los espacios en blanco que crea la intersección entre precariedad, exclusión y activismo feminista y sexo-disidente. Mi historia para llegar a ser doctora es parte de una experiencia común –y de una condición– invisibilizada entre procesos protocolares institucionales, plazos ministeriales y un nuevo modelo de capitalización y privatización que reduce la financiación pública y aumenta el coste de las tasas por crédito al alumnado.

Me apunté al programa de doctorado en 2006, hace diez años, para alargar mi visado de estudiante. Sumo privilegio aquel de poder acceder a la universidad como espacio de “legalización” de una misma en un contexto migratorio que busca extinguir tus posibilidades de permanencia. No todas han podido hacerlo. Por otro lado, mi sobrecualificación se conjuga con un vivir con menos de lo que se considera un sueldo mínimo en este país. Un conflicto de clase entroncado en las incongruencias propias de la precariedad ilustrada de la que formo parte.

Quiero reivindicar la experiencia de las activistas feministas y sexo-disidentes que, con mucho esfuerzo, han terminado el proceso del doctorado desde un lugar extraño, porque la academia es incómoda para muchas, pero especialmente para las que nos sentimos “fuera”, aunque se nos premie con pequeños reconocimientos y logros, como permitirte acabar una tesis doctoral en condiciones de autoexplotación.

¿Qué significa ser feminista, transfeminista, disidente sexual y además pobre, migrante en el contexto del reino de España? Son condiciones que te obligan a olvidar el “cuarto propio”, buscándolo en bibliotecas públicas, o, como diría Gloria Anzaldúa, haciéndote escribir en el autobús, en la fila del paro, en el trabajo durante la comida, entre el dormir y el estar despierta.

Muchos discursos y vivencias están presentes, aunque invisibles, en los procesos de redacción de una tesis buscando agujerear los protocolos académicos. Conozco a muchas compañeras que han querido torcer el lenguaje, contaminar el canon, retribuir al feminismo la constante discriminación académica y, sobre todo, a la invisibilización de la experiencia activista dentro de esta esfera.

Las bolleras, las transfeministas, las disidentes sexuales que no logran separar la vida del activismo ni de una investigación regulada por los procesos institucionales y vetustos de una academia en descomposición, no buscan, en primera instancia, ser parte de esta estructura. Se trata, más bien, de ir dejando las marcas de algunos procesos marginales, sacarlos de su lugar invisible, del pie de página, de ser ese bicho incómodo al que no pueden matar. Y así aspirar, de forma utópica y colectiva, a una tenue politización de los pactos con la institución, a contaminar sus registros acostumbrados a la propia recursividad. Hacer que esa casa pierda los papeles y facilitar un cambio de roles para que cada vez sea más evidente que la universidad es ese lugar incómodo e inadecuado que habitualmente significamos nosotras.

Fuente del artículo: https://www.diagonalperiodico.net/saberes/30006-demasiado-feministas-para-la-academia.html

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Educadores/as africanos/as intensifican la lucha para erradicar la violencia basada en el género en la escuela

Fuente  Internacional de la Educación / 2 de Mayo de 2016

En África oriental y meridional, los/las líderes sindicales de la educación han puesto en marcha una nueva iniciativa sobre la violencia basada en el género relacionada con la escuela (VBGE) a fin de eliminar la amenaza que pesa sobre las niñas y las mujeres en sus sociedades.

 Los días 21 y 22 de abril tuvo lugar en Nairobi, Kenia una reunión de los secretarios generales de los sindicatos afiliados a la Internacional de la Educación (IE): Basic Education Teachers’ Union of Zambia (BETUZ), Association (ETA), Ethiopian Teachers’ Association (ETA), Kenya National Union of Teachers (KNUT), National Professional Teachers’ Organisation of South Africa (NAPTOSA), South African Democratic Teachers’ Union (SADTU), Uganda National Teachers’ Union (UNATU) y Zambia National Union of Teachers (ZNUT).
Estos siete sindicatos participarán en la nueva iniciativa desarrollada conjuntamente por la IE y la Iniciativa para la Educación de las Niñas de la ONU (UNGEI): Education Unions Take Action to End School-Related Gender-Based Violence (Acción de los sindicatos de la educación para poner fin a la violencia basada en el género relacionada con la escuela).
Un obstáculo importante para la educación de las niñas
La violencia de género relacionada con la escuela es una preocupación a escala mundial que impide a millones de niños y adolescentes en todo el mundo ejercer su derecho a una educación en condiciones de seguridad, inclusiva y de calidad. Alumnos/as, educadores/as y personal de apoyo educativo pueden ser igualmente víctimas y autores de este tipo de violencia. Pese a que afecta tanto a hombres como mujeres, a niñas y niños, las más vulnerables a este tipo de violencia son las niñas y las mujeres.
Aun cuando un número creciente de agentes de desarrollo están trabajando para hacer frente a la violencia de género relacionada con la escuela, los sindicatos de la educación se han mantenido esencialmente al margen de estos esfuerzos. Los educadores y sus sindicatos son claramente agentes clave en los planes, acciones y políticas significativas de múltiples partes interesadas en la escuela y la comunidad para eliminar esta violencia de género relacionada con la escuela.
En su discurso de apertura, Wilson Sossion, Secretario General del KNUT y Presidente del Comité Regional Africano de la IE señaló que “la violencia basada en el género en la escuela es una amenaza para las niñas en nuestras sociedades”.
Asimismo, añadió que los sindicatos tienen “una gran responsabilidad con la comunidad y deben unirse con el fin de erradicar por completo este tipo de violencia” y “para lograr una coexistencia sostenible, los sindicatos no deben contentarse solamente con su desaceleración o su minimización”.
Los sindicatos de la educación toman medidas para poner fin a la violencia de género relacionada con la escuela
Esta es la primera iniciativa de este tipo destinada a aplicar la resolución de 2015 de la IE sobre la violencia basada en el género relacionada con la escuela. La financiación proviene del Gobierno de Canadá (Global Affairs Canada) y se ha asignado a mejorar las capacidades de los sindicatos participantes y de sus miembros para participar en la lucha encaminada a erradicar la violencia de género relacionada con la escuela ensayando, reproduciendo y difundiendo de manera sistemática enfoques innovadores a múltiples niveles dentro de sus respectivos contextos.
Los socios técnicos de la iniciativa UNGEI, Gender at Work, guiarán a los sindicatos en la aplicación de la metodología de aprendizaje activo. El aprendizaje activo es un enfoque que permite a los grupos encontrar soluciones nuevas a problemas complejos. Fue desarrollado inicialmente por expertos científicos, posteriormente fue adoptado por el sector privado y ahora es practicado por organizaciones del sector público y sin fines de lucro de todo el mundo. Gender at Work ha diseñado e implementado procesos de aprendizaje activo con más de 50 organizaciones en todo el continente africano, incluyendo un extenso trabajo con varias grandes organizaciones sindicales en Sudáfrica.
Los siete sindicatos de África oriental y meridional pasarán por el proceso de aprendizaje activo en materia de violencia de género relacionada con la escuela durante un período de 18 meses (hasta octubre de 2017).
También participó en la reunión el personal encargado del trabajo relativo a la igualdad de género de los siete sindicatos, al igual que la Coordinadora Principal Regional de la IE, la Sra. Assibi Napoe y la Sra. Nora Fyles, Responsable de la Secretaría de UNGEI, así como los socios de Gender at Work.
De las palabras a la acción
La resolución de la IE sobre la violencia basada en el género en la escuela fue aprobada por unanimidad en el 7º Congreso Mundial de la IE en Ottawa, en julio de 2015, y mediante ésta, las organizaciones miembros de la IE afirman que “no es posible ofrecer una educación de calidad sin abordar las cuestiones relativas a la protección del menor y la seguridad del personal en los entornos educativos, así como en el camino hacia ellos, dado que los niños pequeños, las mujeres y las personas LGBT son particularmente vulnerables”.
Los afiliados también expresaron su preocupación de que este tipo de violencia sea “un obstáculo fundamental para la consecución de los ODM y de la EPT, y, a menos que se hagan esfuerzos serios para eliminar la violencia de género relacionada con la escuela, también seguirá siendo un obstáculo después de 2015”. Por lo tanto, en virtud de esta resolución, se dio mandato al Consejo Ejecutivo de la IE de “colaborar con las agencias de la ONU y otros socios estratégicos de la sociedad civil que trabajen en torno a cuestiones de VBGE a nivel nacional, regional e internacional para garantizar que el conocimiento, las experiencias y las perspectivas de los docentes, los educadores y el personal de apoyo educativo se incluyen de forma consistente y se reflejan en dicho trabajo”.
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Esclavas del señor. Relatos de vida de mujeres que se emanciparon del Opus Dei

FERNANDO ÁLVAREZ-URÍA

En los últimos veinte años la publicación de biografías y autobiografías ha conocido en España un incremento exponencial.Las narraciones autobiográficas, un género que hasta ahora había tenido un especial predicamento en los países anglosajones, de raíces protestantes, proliferan ahora en los países de la Europa del sur, los países en los que impera el catolicismo. A las memorias de varones singulares, especialmente de políticos e intelectuales, se suman, como consecuencia de las luchas por la emancipación femenina, las biografías y autobiografías de mujeres. Existe sin embargo un subgénero, con frecuencia olvidado o relegado, pues se nutre de relatos secuenciados a lo largo del tiempo, en los que se recogen narraciones de vida en las que reflejan experiencias en organizaciones religiosas. Tal es el caso de algunos libros de mujeres que durante años fueron socias numerarias del Opus Dei, y que han optado por dejar de pertenecer a esta organización piramidal implantada en numerosos países del mundo. Sus testimonios, sistemáticamente silenciados o ignorados por los suplementos culturales y las revistas de libros, son una contribución especialmente valiosa para poner de manifiesto no sólo los esfuerzos de algunas mujeres para emanciparse de las tutelas de religiosas, sino también para desvelar la lógica de funcionamiento de pretendidasorganizaciones comunitarias que durante demasiado tiempo han permanecido protegidas por una espesa niebla de silencio y secretismo.

He seleccionado aquí los libros de cuatro mujeres españolas que fueron especialmente sensibles al sexismo que ejerce la Obra, en este caso en el interior de la organización, pues lo sufrieron en su propia carne. Las cuatro nos transmiten una percepción negativa de la prelatura personal fundada por Escrivá de Balaguer, a la que se adhirieron en un momento determinado, y a la que entregaron años de desinteresada dedicación. Nos referimos concretamente a los libros de María Angustias Moreno, María del Carmen Tapia, Isabel de Armas, y, en fin, al más reciente de Ana Azanza Elio/1. Estos libros no son siempre de fácil acceso, lo que refuerza la vieja imagen conspiratoria, de la que participan muchos enemigos del Opus Dei, que aseguran que los tentáculos de esta institución fundamentalista se extienden a periódicos, editoriales, librerías y bibliotecas.

Uno de los principales objetivos de la reaccionaria cruzada de recristianización en la que trabajan los discípulos de Escrivá radica en instituir un aura de santidad en torno a la Obra, lo que implica eliminar por todos los medios cualquier rastro de crítica que la pueda ensombrecer o empañar. En estas cuatro trayectorias de vida, que confirman buena parte de los análisis sociológicos realizados hace años por Alberto Moncada y Joan Estruch, las coincidencias en las críticas dan pie para objetivar regularidades discursivas, e incluso toda una formación discursiva articulada en torno a la siguiente lógica: todas estas mujeres creyeron de buena fe, cuando se afiliaron al Opus Dei, que optaban por santificar sus vidas, y contribuir a extender los valores cristianos, colaborando activamente en una organización benéfica, reconocida por la Iglesia. Tras sufrir una experiencia dolorosa, de constante mortificación del yo, denuncian el funcionamiento de una institución jerárquica, rígida, casi militar, en la que Escrivá, déspota severo, oficiaba como sumo pontífice, como autoridad sacralizada. Se refieren también a toda una serie de mecanismos de coacción y de manipulación de las conciencias, destinados a asegurar el sometimiento de los miembros de la Obra a la voluntad de los superiores. Todas ellas denuncian en sus libros el sexismo, el recurso a la santa intransigencia, para amordazar las libertades de los numerarios, y, en este caso, de las numerarias. En fin, concluyen que el Opus Dei, lejos de ser una institución cristiana, abnegada, y altruista, funciona como una secta antidemocrática, autoritaria, ansiosa de conseguir dinero y poder, una secta que, protegida por un mar de silencio y encubrimientos, se aprovecha de la buena voluntad de sus afiliados para extender sus tentáculos a lo largo y ancho de la vida social, una congregación religiosa muy alejada, en fin, de los ideales de pobreza y caridad que preconiza el verdadero cristianismo evangélico.

El libro de María Angustias Moreno, El Opus Dei. Anexo a una historia, data de diciembre de 1976, es decir, es posterior a la muerte de Monseñor José María Escrivá de Balaguer, marqués de Peralta, fundador del Opus Dei, que ha sido primero beatificado y posteriormente canonizado por la Iglesia católica. María Angustias señala sin embargo en el prólogo que la mayor parte de los apuntes que sirvieron de base al libro ya estaban redactados con anterioridad al momento en el que se produjo la muerte de Escrivá. La autora del libro permaneció en el Opus Dei como socia numeraria entre 1959 y 1973, es decir, cerca de catorce años, y con su estudio trata de proporcionar un testimonio meditado y madurado que sirva, entre otras cosas, para romper la muralla de silencio impuesta por el fundador, y por sus seguidores, sobre el funcionamiento de esta organización eclesiástica.

María del Carmen Tapia, por su parte, publicó en inglés en 1983 un conocido artículo en el que denunciaba el carácter sexista del Opus Dei/2. Tras el umbral, tal es el título de su importante y valiente libro, resulta un testimonio enormemente clarificador, pues su autora, que fue colaboradora directa de Escrivá en Roma, nos introduce en el centro del puesto de mando de la organización. En el número 36 de Vía di Villa Sacchetti, en el elegante distrito del Parioli, de la Ciudad Santa, se encuentra la casa central de la sección femenina delOpus Dei, la casa en la que la autora vivió seis años como numeraria. La puerta de la casa está cerrada, pero la autora invita a los lectores a entrar, a traspasar el umbral, para ir desvelando con ella los secretos inaccesibles a las personas que no pertenecen a la Obra. María del Carmen Tapia fue Vicesecretaria de San Miguel y Delegada de Italia, pero fue también durante diez años directora regional del Opus Dei en Venezuela, al frente de la sección de mujeres.

María de Carmen Tapia pidió el ingreso en el Opus Dei en 1948, cuando trabajaba como secretaria del sacerdote Raimundo Panikkar en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en donde el Opus Dei aún cuenta en la actualidad con un enorme elenco de presuntos investigadores. Tapia permaneció en esta organización hasta 1966, cuando en Roma fue obligada por Monseñor Escrivá a pedir su dimisión. Estuvo por tanto 18 años en la Obra, en la que desempeñó importantes puestos de responsabilidad. En su libro considera al Opus Dei como una iglesia dentro de la Iglesia, con todas las características de una secta. Su testimonio es de gran valor no sólo por la singular proximidad que tuvo con el Fundador, y por los importantes puestos que desempeñó, sino también porque explícitamente quiere llenar una laguna sobre las mujeres en esta organización: “no hay nada de fondo escrito sobre las mujeres del Opus Dei, escribe, si se exceptúa el testimonio de María Angustias Moreno referido solamente a España”. El libro está escrito como si se tratase de una autobiografía en la que resume los casi 18 años del itinerario personal de la autora en el interior de una institución religiosa que, siguiendo al sociólogo norteamericano Lewis Coser, se podría definir como una institución voraz, una red institucional que exige de los miembros una entrega total a la causa. María de Carmen Tapia considera al Opus Dei como la organización más conservadora, retrógrada y sectaria de la Iglesia Católica Romana. El viaje narrado es personal, pero la autora de libro hunde el escalpelo, como si se tratara de un cirujano experimentado, en la piel de este gran tinglado eclesiástico, como si se tratara de una lección de anatomía, para realizar la anatomía de su lógica de funcionamiento. Uno de los medios a través del cual el Opus Dei encamina a sus adherentes al fanatismo, escribe, es precisamente “abolir de sus mentes, bajo pretexto de formación, todo aquello que, de cerca o de lejos, se asemeja a la más velada crítica a la institución”. Al igual que María Angustias Moreno, con quien en múltiples ocasiones coincide, María del Carmen Tapia nos presenta en el libro una crítica de la secta en la que militó, y hace su denuncia no sólo para descargar su conciencia, sino también, y sobre todo, por el bien de la Iglesia católica, en la que sigue confiando.

La principal originalidad del Opus, frente a los jesuitas y otras órdenes religiosas que conocieron una gran expansión durante la contrarreforma católica, es precisamente la búsqueda de la santificación de los miembros en el ejercicio de la actividad profesional en el mundo. El Opus Dei responde por tanto a un proceso de secularización de las sociedades modernas, se enfrenta a la laicidad, sin renunciar a participar plenamente en la vida social y política. El objetivo no es sin embargo propiamente moderno, pues lo que pretende la Obra es la recristianización de la sociedad para hacer frente a los avances de la secularización y al laicismo. Se podría decir que el modelo en el que se mira el Opus Dei como en un espejo es a la vez la Institución Libre de Enseñanza y la Asociación Católica de Propagandistas, más conocida como la Acción Católica. De la ILE retoma el interés por las élites y su formación intelectual. De la Acción Católica la voluntad de recristianizar el mundo moderno, en la línea marcada por el pontificado de León XIII. Frente a los que identifican la modernidad con la salida de la religión, el Opus, que se formó, consolidó y expandió a la sombra de la dictadura franquista, adopta una imagen de marca caracterizada por partir de la secularidad para recatolizar a las sociedades sin Dios.

El libro de Isabel de Armas, Ser mujer en el Opus Dei. Tiempo de recordar, se publicó en 2002, y en él transmite con claridad la sensación liberadora que invadió a la autora cuando abandonó el Opus Dei, una organización en la que, como ella misma expresa, no dejaba espacio para respirar: “allí dentro nos atiborraban con frases hechas, consignas, reglamentos, normas, intenciones semanales y mensuales…”.Isabel de Armas, una joven como Carmen Tapia “de buena familia”, pues las dos provienen de familias de la alta burguesía madrileña, tuvo su primer contacto con el Opus Dei cuando aún era muy joven, en 1960, cuando estaba cursando el quinto curso de bachillerato. Estudió en un colegio de monjas, en el Colegio de la Asunción de la calle Velázquez en Madrid, y entonces el Opus le pareció un mundo más moderno y más abierto que el de las monjas. Idealista, educada en los valores religiosos cristianos, le atraía de la prelatura personal la idea de un cristianismo secular. Estudió en la Escuela Oficial de Periodismo, y señala que en esta elección de carrera tuvo mucho que ver la Obra. Tras el plan de estabilización de 1959, en la España franquista de los años sesenta, se produjo un impulso modernizador en el que ejerció un fuerte peso el turismo masivo, y el nacimiento de la contracultura. En el ámbito católico el Papa Juan XXIII inició un proceso de aggiornamento de la Iglesia católica y convocó el Concilio Vaticano II que se abrió en Roma el 11 de octubre de 1962. Toda una serie de teólogos que habían sido relegados por el Vaticano, especialmente holandeses, alemanes y franceses, intentaron airear los santos recintos enrarecidos de la Iglesia, acartonados y apergaminados, momificados por el paso del tiempo. Un signo de identidad de la nueva contracultura secular era entonces la incorporación de las mujeres a la vida social y política, es decir, el cuestionamiento del estatuto de las mujeres identificado con la maternidad y con el encierro en la intimidad del hogar.

Isabel de Armas y Serra, periodista de profesión, fue numeraria del Opus Dei durante cerca de nueve años, más concretamente entre 1966 y 1974. El día de San José, el 19 de marzo de 1966, tuvo lugar su admisión como numeraria adscrita. Entraba así en una organización vertical, antidemocrática, regida fundamentalmente por varones que han adquirido las órdenes sagradas. Y es que el Opus Dei es una sociedad autoritaria, dirigida por clérigos, una institución que a su vez se inserta en la organización jerárquica de la Iglesia católica presidida por el Santo Padre, el obispo de Roma, rodeado a su vez de cardenales, abades, obispos y arzobispos, e incluso de una guardia pretoriana, la guardia vaticana, con sus vistosos trajes diseñados por Miguel Ángel, un cuerpo en el que tampoco hay cabida para las mujeres. Isabel de Armas publicó más recientemente otro libro, La voz de los que disienten. Son libros importantes, pero silenciados sistemáticamente en un país que no acaba de emanciparse de las telarañas tejidas durante siglos por la Iglesia católica.

El libro de Ana Azanza Elio, titulado Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: Opus Dei, se edito en Úbeda en el año 2004. La autora, doctora en filosofía y profesora en un instituto de enseñanza secundaria en Andalucía, escribe el libro para evitar que otras personas cometan el error que ella misma cometió al convertirse en numeraria del Opus Dei, es decir, “entrar en un sistema que reprime al máximo los mejores sentimientos de las personas”.

Perteneciente a una familia de la burguesía de Pamplona, muy vinculada al Opus Dei, Ana Azanza señala que tuvo relación con la Obra cuando tenía 14 años, y que ingresó en ella cuando tenía tan sólo 16, es decir, una edad especialmente inmadura en la que la manipulación de las conciencias, en nombre de una presunta vocación sobrenatural, resulta especialmente fácil. El Opus Dei promete a los adeptos que respondan a una presunta llamada de Dios para incorporarse a sus filas la felicidad y la santidad, es decir, podrán disfrutar de la felicidad en la vida eterna, en el más allá, pero a cambio deben entregar por entero en este mundo su vida a una organización militante que los acoge con júbilo para instrumentalizarlos sin escrúpulos. Como señala Ana Azanza “en el Opus solo piensan en su propio prestigio”. El control de las vidas de los numerarios es total, lo que contradice la libertad del cristiano, pues, como escribe en su libro, “es imposible que el Espíritu Santo esté donde no hay libertad”.

La presencia de miembros del Opus Dei en el campo de la política, y también en el mundo académico, especialmente en las Universidades y centros de investigación, como el CSIC, no deja de resultar inquietante a la luz de estos testimonios, y más si se tiene en cuenta que el artículo 58 de las Constituciones de 1950 del Opus Dei, traducidas por Agustín García Calvo en el libro de Jesús Infante sobre la Santa Mafia, establecía textualmente que “tanto los socios numerarios como los supernumerarios consultarán con los superiores toda clase de cuestiones importantes de tipo profesional y social, aunque no constituyan materia directa de voto de obediencia”. En esta España, que avanza con demasiada lentitud hacia la democratización de las instituciones y la separación entre la Iglesia y el Estado, nos inquieta tan sólo pensar en la imagen orwelliana de un Gran Hermano que a través de socios y simpatizantes extiende sus redes de poder desde el Secretariado General en Roma hasta los centros neurálgicos de los gobiernos autonómicos y del Estado, así como sobre organizaciones públicas y privadas, sirviéndose de la coartada de contribuir a la mayor gloria de Dios. En el interior de este proyecto totalitario, en el que “unos mandan sobre otros y deciden los más mínimos detalles de la existencia de los demás”, a las mujeres se les asigna un papel muy preciso: someterse humildemente a la voluntad de sus superiores varones, especialmente eclesiásticos, y negarse a si mismas para convertirse en las esclavas del Señor. Afortunadamente no siempre triunfa este programa de dominación masculina. Estas cuatro mujeres, sensibles, sinceras, ilustradas, prueban con las denuncias que valientemente formulan en sus historias de vida que aún en las condiciones mas adversas es posible optar por la libertad.

Notas

1/ Cf. María Angustias MORENO, El Opus Dei. Anexo a una historia, Libertarias/Prodhufi, Madrid, 1992, 5ª ed.

María del Carmen TAPIA, Tras el umbral. Una vida en el Opus Dei, Ediciones BSA, Barcelona, 1992.

Isabel de ARMAS, Ser mujer en el Opus Dei. Tiempo de recordar, Foca Ediciones, Madrid, 2002.

Isabel de ARMAS, La voz de los que disienten. Apuntes para San Josemaría, Tres cantos, Foca, 2005.

Ana AZANZA ELIO, Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: Opus Dei, El Olivo, Úbeda, 2004.

2/ Cf. María de Carmen TAPIA, “Good housekeepers for Opus Dei”, National Catholic Reporter, 27-05-1983, pp. 10-13.

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