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«No termino de imaginar cómo se hará». Con estas palabras describe Alfredo Hoyuelos, coordinador de Talleres de Expresión de las Escuelas Infantiles Municipales de Pamplona (una, si no la más, potente red de escuelas infantiles del país) y profesor Asociado del Departamento de Psicología y Pedagogía, la posible vuelta a la actividad en las aulas de 0.-3 y 3-6.
«Sorpresa y profunda preocupación» es lo que tienen los colectivos de educación infantil de la Comunidad de Madrid ante el anuncio del Gobierno en relación a la vuelta a las aulas en las próximas semanas. Ameigi, la Junta de Portavoces de las escuelas infantiles y la Plataforma en Defensa de la Educación Infantil 0-6 de Madrid lanzaron hace unos días un comunicado en el que, entre otras cosas, ponían de relieve la falta de criterios claros para esta decisión.
La ministra de Educación y FP, Isabel Celaá, aseguraba en una entrevista a este periódico, que «en esa fase 2 se abrirán las escuelas infantiles, 0-3 y 3-6, con el fin de ayudar a los padres y madres en la conciliación de la vida laboral y familiar». El objetivo es que puedan usar este servicio las familias que o bien no puedan teletrabajar o que no tengan flexibilidad horaria para conciliar.
Es precisamente este dato, el de la conciliación de la vida familiar y laboral el que, en buena medida, censuran quienes se dedican a la educación infantil. Tanto Hoyuelos como los colectivos de Madrid critican el hecho de que las cuestiones relacionadas con el trabajo sean las que determinen qué pasa con la infancia, dejando a un lado los derechos de niñas y niños.
Hoyuelos explica a este periódico que, tras casi dos meses de estar en sus casas, las criaturas necesitarían un periodo de adaptación similar al que se produce en septiembre, tras las vacaciones de verano. Construir la confianza y los vínculos con las criaturas de 0-3, con las que trabaja en Navarra, puede llevar varias semanas. Y esta relación se construye «cuerpo a cuerpo», afirma.
El experto en el trabajo y la vida de Loris Malaguzzi, destaca la importancia del contacto físico en estos periodos (aunque no solo) en los que niñas y niños entran en las escuelas infantiles. Y cómo, principalmente en el 0-3, las profesionales están expuestas constantemente a la saliba, los mocos o las lágrimas de las criaturas. Describe momentos complicados en ese reencuentro tras las vacaciones en los que niñas y niños tienen crisis por la separación de sus familias y cómo la cercanía de las profesionales, así como de las madres y padres, juegan un papel importante en la adaptación. «Tenemos que acogerles», dice. «No me imagino con máscara», sentencia.
Los colectivos madrileños se preguntan en su comunicado si niñas y niños, a partir de los 6 años ya pueden quedarse solos en casa, si tienen la madurez suficiente para hacerlo. El alumnado de primaria es, junto a los primeros cursos de la ESO, quien no tendrá opción para volver a las aulas antes del mes de septiembre.
Tanto unos como otros destacan de esta propuesta del Gobierno, el hecho de que se utilice a las escuelas infantiles como un elemento imprescindible para la vuelta al trabajo de madres y padres. De nuevo, primero están las necesidades de la economía, del mundo adulto, frente a los derechos de la infancia. En este sentido Hoyuelos propone que las administraciones den ayudas económicas a las familias o de flexibilización de horarios y de fomento del teletrabajo. «Usar las escuelas como elemento fundamental (frente a la crisis económica, de trabajo o de seguridad) lo veo contrario a las medidas de seguridad» relacionadas con la distancia social.
Las y los profesionales
El otro punto de crítica, no menos importante, es la situación en la que se encuentran las y los profesionales de la educación infantil, que en muchos territorios del Estado, dadas sus condiciones laborales, han sufrido ERTE y, como aseguran Ameigi, la Junta de Portavoces y la Plataforma, han visto ninguneada su labor «de educadores y educadoras al ignorar, en la mayoría de territorios, el trabajo online de acompañamiento, sostén y orientación a familias y criaturas, al negar durante el confinamiento esta opción para mantener vínculos necesarios con las
familias».
Hoyuelos también se pregunta, en esa relación tan estrecha entre educadoras y criaturas y, principalmente, en las dificultades para retomar los vínculos que pueden tener algunas de las últimas, qué pasará si las profesionales que han de volver al trabajo no son las de referencia del alumnado. Pueden darse casos de baja laboral, o personas que en este momento sean grupo de riesgo y no deban volver a las aulas. La posibilidad de contagios entre educadoras, criaturas y familias están muy presentes.
Se añade a estas cuestiones, como señalan los colectivos, que en muchos sitios, como en Madrid, se han suspendido contratos públicos para la gestión de los centros de infantil, desde el primer día. ¿Cómo harán las empresas? ¿Tendrán que volver a contratar a quienes hace dos meses han despedido o sometido a un ERTE sin siquiera saber cuántas niñas y niños acudirán a los centros?
Hoyuelos resume la situación en la disyuntiva entre los derechos de la infancia y los derechos del mundo adulto. ¿Cuáles están por encima?
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