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Libro(PDF): Ceremonias en la tormenta: 200 años de formación y trabajo docente en Argentina

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

La construcción del trabajo de enseñar tiene una rica historia de luchas, debates, disputas y de propuestas. Algunas de esas manifestaciones alcanzaron mayor institucionalización que otras, pero todas fueron construyendo componentes de un rol que ha producido mucha vida hasta hoy. Esas expresiones consolidaron también una imagen social acerca de qué es un o una docente, qué debe esperarse de él o ella y cuáles son sus atributos. La docencia –como trabajo y como rol social– es una de esas prácticas sociales que se han sedimentado y cuyos puntos de origen, así como las decisiones que contribuyeron a su conformación, se han vuelto menos evidentes. Desplegar ceremonias tiene que ver con generar condiciones para transmitir, traspasar, recibir y albergar, establecer características para que se produzca algo que no estaba dado antes. Este trabajo tuvo que llevarse adelante –mayormente– en condiciones difíciles, en territorios tensionados, con decisiones que abrieran posibilidades. Y esa es la historia que compartimos: la problematización, de cara al futuro. Si el conocimiento modifica la mirada que tenemos de la educación, será esa una contribución para formar docentes sin transformar el pasado en destino. Fortalecidos en ese reconocimiento, desarrollar nuevas perspectivas para democratizar el trabajo de enseñar.

Autoras(es): Myriam Southwell

Editorial/Edición: CLACSO. IUCOOP. CTERA. Facultad de Filosofía y Letras – UBA.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-813-019-4

Idioma: Español

Descarga: Ceremonias en la tormenta:
200 años de formación y trabajo docente en Argentina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2398&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1578

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Leer el mundo (o de cómo la lectura debe ser un ejercicio de emancipación y empoderamiento)

Este artículo procede, con recortes y adiciones realizados para su publicación en El diario de la educación, del libro La furia de la lectura. Por qué seguir leyendo en el siglo XXI, publicado en Tusquets en 2021

En el año 1975 los países que constituían las colonias portuguesas africanas obtuvieron su independencia. Guinea-Bissau, Cabo Verde, Sâo Tomé y Príncipe, Angola y Mozambique se aprestaron a autogestionar el difícil camino de su propio rumbo después de siglos de dependencia y explotación colonial. Paulo Freire, el pedagogo crítico que había puesto en evidencia la manera en que los sistemas escolares segregaban a los más oprimidos y desheredados condenándoles a la insignificancia y el oprobio, fue invitado al nuevo Estado de São Tomé y Príncipe a desarrollar un proyecto de alfabetización masiva de una población mayoritariamente campesina y analfabeta [1]. La cuestión no era tanto la de enseñar a descifrar a los santotomenses los rudimentos del alfabeto, a balbucear vocales y consonantes (bi-bo-bu, la-le-li-lo-lu, como caricaturizaba el propio Paulo Freire), para que fueran más o menos capaces de aspirar a un puesto en la maquinaria burocrática del nuevo Estado o para que pudieran mejorar de alguna manera su cualificación profesional a fin de reinsertarles en la economía mundializada. El asunto era, por el contrario, cómo la enseñanza de la lectura debía convertirse en una herramienta para cambiar su propio mundo, para convertirse en protagonistas y actores de su propia realidad, para escribir su propio relato comprendiendo cuál había sido su historia previa y cuál querrían que fuera su futuro. En palabras del propio Freire, «el acto de aprender a leer y escribir debe partir de una comprensión muy amplia del acto de leer el mundo, algo que los seres humanos hacen antes de leer las palabras. Históricamente, incluso, los seres humanos cambiaron primero el mundo, proclamaron el mundo en segundo lugar y luego escribieron las palabras. Estos son momentos de la historia. Los seres humanos no empezaron a nombrar A! F! N! Empezaron por liberar la mano, comprendiendo el mundo» [2]. El juego de palabras al que hacía alusión Freire, reading the word & the world, difícilmente traducible al castellano, ponía en evidencia el carácter inseparable de la dimensión mecánica del aprendizaje de la lectura de la comprensión y transformación de la realidad del mundo en el que los aprendices vivían. Si de algo debía servir la alfabetización no podía ser tanto para reinsertar a los campesinos en la misma lógica de la reproducción social de la que provenían sino, sobre todo, para convertirles en protagonistas de su propio acontecer histórico comprendiendo en profundidad lo que les había ocurrido y deliberando colaborativamente sobre lo que debía sucederles. Empoderar, en fin, a los aprendices para que pudieran convertirse en protagonistas reales de su futuro. Alfabetización como emancipación, más como escritura que como mera lectura, como ejercicio colectivo de reapropiación de la memoria, como afloramiento del conocimiento tácito, como reflexión compartida sobre el significado de lo sucedido, como prospección colectiva de lo que el futuro debería llegar a ser y, en fin, como dignificación de la memoria, la lengua y la cultura propias. Si de algo debía servir la alfabetización era para transformar, para escribir un nuevo e inesperado capítulo de la historia de unos pueblos condenados tradicionalmente al silencio y la inexistencia.

Con este fin Freire trazó un plan que contenía varios elementos destinados al mismo fin. Lo explicaba en el año 1981 en la Harvard Educational Review [3]: elevar el aprendizaje y la obligación del estudio a una responsabilidad personal y a una fuerza de transformación revolucionaria; configurar círculos culturales, a la manera de espacios de trabajo colaborativo intermediados por un facilitador, en los que rememorar, reflexionar y discernir; establecer bibliotecas populares no como mero almacén de referencias literarias canónicas sino como construcción y salvaguarda del archivo de la memoria popular; editar y distribuir los Cuadernos de cultura popular [4], suerte de manuales de aprendizaje de la lectura que tenían mucho de herramienta de análisis histórico de la realidad padecida, de crítica política de las relaciones sociales de producción que habían constituido el entramado de la explotación colonial y de exploración colaborativa del futuro al que querrían asemejarse; promover el uso de las lenguas autóctonas y criollas en este ejercicio masivo de alfabetización, evitando el uso del portugués como lengua de enseñanza, porque la lengua es el principal instrumento de construcción de un imaginario y volver a hacerlo en la lengua de los ocupantes hubiera significado tanto como volver a reproducir las relaciones de dependencia y subordinación.

Portada del Primeiro Caderno de Cultura Popular Fuente: http://acervo.paulofreire.org:8080/xmlui/handle/7891/1164
Página 3 del Caderno de Cultura Popular
Fuente: http://acervo.paulofreire.org:8080/xmlui/handle/7891/1164

 

Las primeras palabras que se enseñaban en el Primer Caderno de Cultura Popular eran “pueblo”, porque se aludía a la colectividad y resultaba necesario generar el sentimiento de pertenencia; “bonito”, la segunda, porque se quería recuperar la belleza y la dignidad que habían sentido menospreciadas; “salud”, porque resultaba necesario preservar la fortaleza y la resistencia de todos; “unidad”, porque el destino habría de ser compartido, fruto del debate y la discusión; “disciplina”, porque no cabía augurar un futuro halagüeño sin el esfuerzo ordenado de todos; y “trabajo”, porque era necesario devolverle la dignidad de la que carecía. La primera frase que un alumno podía conformar tras aprender las primeras palabras y letras era:

O Povo é bonito na Luta.
Com unidade, disciplina e trabalho
O Povo luta e vence.
Viva o Povo [5].

Y la segunda frase completa con sentido pleno, tras aprender otras tantas sílabas y palabras, era:

Nâo conquistamos a independência de Sâo Tomé e Príncipe para cada um fazer o que quer. Nao acabamos com o colonialismo na nossa terra para cruzar os braços. Unidos e organizados devemos fazer o melhor para todo o povo. A luta continua. A vitória é nossa [6].

Aprender a leer resultaba indisociable de la toma de conciencia política, del análisis de la historia reciente y de sus sumisiones y dependencias, de la construcción de una narración de futuro compartida sustentada por la voluntad de escribir un texto común.

Es cierto que leídos con el filtro que proporcionan los años aquellos Cuadernos de cultura popular tienen mucho de breviario de adoctrinamiento, porque hay que entenderlos en la lógica de las luchas de liberación colonial de los años 60 y 70 del siglo XX y de la pugna ideológica de los partidos de los trabajadores o partidos comunistas en buena parte de la geografía iberoamericana y europea. Aprender a leer y a escribir era, simultáneamente, aprender a leer la realidad, aprender a rescribirla con la conciencia de que se tenía la responsabilidad y la capacidad de hacerlo. Las imágenes que complementaban a los textos tampoco eran gratuitas, porque reproducían escenas de trabajo en el campo, en la fábrica, en la escuela, o retrataban a las fuerzas armadas como el brazo ejecutor del pueblo o mostraban a grupos de hombres y mujeres desfilando ordenadamente en formación, disciplinados. Nada podía quedar al azahar de una mera enseñanza funcional porque la educación siempre es política y trata, en realidad, del empoderamiento o desenpoderamiento de sus alumnos.

Los capítulos que conformaban el segundo de los Cadernos no dejaban lugar a dudas sobre la indisociabilidad entre temas políticos, análisis histórico, gramática, instrumentos de intervención y comunicación y ejercicios de repetición: “El acto de estudiar”, como el de un derecho y una obligación adquiridos; “La reconstrucción nacional”, como el principal de los objetivos compartidos; “Trabajo y transformación del mundo”, o de cómo a partir del esfuerzo colectivo construir una nueva realidad; “La lucha de la liberación nacional”, como la tarea inacabable que debían acometer juntos; “Gramática: verbos”, porque la realidad no podía construirse sin su representación; “Ninguno ignora todo. Ninguno sabe todo”, porque resultaba necesario dignificar el conocimiento popular durante tanto tiempo despreciado; “Trabajo manual, trabajo intelectual”, porque convenía dejar claro que la mayoría de las diferencias entre uno y otro habían sido arbitrarias, fruto de la voluntad de poder de una clase culturalmente acomodada; “Pueblo y cultura”, porque la cultura no era patrimonio de las clases altas de la administración portuguesa sino raíz y recurso compartido por todos; “Gramática: pronombres”, porque sin ellos no cabría designar la realidad ni a sus protagonistas; “Ejercicios”, porque había que tomarse en serio la repetición y el estudio.

Índice del segundo número de Caderno de cultura popular

Algunos de los capítulos, como el de la «Lucha por la liberación nacional I», resultaban abiertamente panfletarios, partidistas, encauzadores de la voluntad, derivaciones de un marxismo básico que resaltaba el papel director de los partidos en la ruta hacia la construcción de una nueva nación:

O.M.L.S.T.P. guía la lucha de la liberación de nuestro pueblo.
O.P.A.I.G.C. guía la lucha de liberación del Pueblo de Guinea y Cabo Verde.
O.M.P.L.A. Partido del trabajo, guía la lucha de liberación del pueblo de Angola.
A.F.R.E.L.I.M.O. guía la lucha de liberación del pueblo de Mozambique.

La independencia de todos nosotros, pueblo de Santo Tomé y Príncipe [7], guineanos, caboverdianos, angolanos, mozambiqueños no fue un regalo de los colonialistas. Nuestra independencia resultó de una lucha dura y difícil. Lucha de la que casi todos participamos, como pueblos oprimidos, buscando la liberación. Cada uno de sus pueblos ha peleado la lucha que puede pelear y la suma de esas luchas derrotó a los colonialistas.

Como bien precisaba Martin Puchner al hablar de las literaturas postcoloniales en The written world, «las nuevas naciones necesitan historias que les cuenten quiénes son y nunca resultó esto tan evidente como durante la mitad del siglo XX, cuando las naciones europeas perdieron el control sobre sus colonias y docenas de nuevas naciones nacieron virtualmente de la noche a la mañana» [8].

El devenir reciente de la historia del país en el que trató de intervenir Paulo Freire parece revelarnos que su plan no obtuvo un gran éxito: la lengua vehicular sigue siendo el portugués, predominante sobre el forro o cualquier otra derivación criolla; y la economía sigue basándose de manera preponderante, si no exclusiva, en el comercio internacional del cacao y el café, primero nacionalizado en los años 70 y 80, como reflejo de todo buen plan marxista que pretendiera centralizar la gestión económica y redistribuir la riqueza, y después en los años 80 plegado a los dictados y ajustes del Fondo Monetario Internacional para adecuar su renqueante economía a las exigencias del comercio internacional. Mientras tanto, las tasas de alfabetización básica de la población, si hemos de hacer caso las últimas cifras disponibles, hablan de un 75% del total, de los cuales el 62% son mujeres y el 75% son hombres.

Es posible que el plan de acción concreto concebido por Freire para una población que no debió superar en su momento los 190.000 habitantes apenas alcanzara un lustro de vida, que algunos de sus planteamientos se tendrían hoy por dirigistas y políticamente manipuladores, pero la vigencia de su pedagogía y su plan de alfabetización críticos sigue intacta: ¿para qué leemos? ¿para qué aprendemos a leer y a escribir? ¿para adquirir ciertos automatismos funcionales que nos permitan descifrar textos que nos capaciten para aprender una profesión? ¿para reconocer en toda su magnitud y esplendor el canon literario que cada cultura haya establecido como inamovible, canon excluyente que rechaza incluir en sus jerarquías manifestaciones populares? ¿aprendemos a leer para disponer de las competencias operacionales necesarias para procurarnos una formación que nos haga útiles a la sociedad, para perpetuar un orden económico y social determinado? ¿para restringir o paralizar cualquier aspiración creativa que pudiera surgir del anhelo creador de cada cual al constreñir todo aprendizaje a mera admiración y repetición del canon? ¿leer es solamente, por mucho que sea inicialmente necesario, la simple identificación y conexión entre sonidos y grafías? ¿escribir es solamente el inacabable comentario a pie de texto de una obra histórica magnífica? ¿leer es, como se escucha habitualmente, respetar fielmente la integridad y propósito de la obra original, fuera ese cual fuere? ¿qué es la autoría sino un cruce de caminos de innumerables influencias que se concretan en un objeto específico? ¿podemos hablar siquiera de autores cuando hablamos de cultura popular? ¿quién se atreve a establecer de manera indisputable cuál podría ser el propósito único de una obra cualquiera? ¿no nos ha enseñando ya la historia sobradamente que la destilación del significado de una obra depende de los múltiples puntos de vista desde los que se la lee? «Leer es reescribir y no memorizar contenidos de la lectura», aseguraba Freire. «Debemos superar la comprensión ingenua del acto de leer y estudiar como un acto de “comer”. Desde el punto de vista de esta falsa concepción que podríamos llamar, con Sartre, “concepción nutricionista del conocimiento”, quienes leen y estudian deben hacerlo para llegar a ser “intelectualmente gordos”. De ahí el uso de expresiones como “hambre de conocimiento”, “sed de saber”, tener o no “apetito de saber”» [9].

Nuestra educación ha procuradoconvertir el aprendizaje de la lectura y la práctica de la escritura en un ejercicio de mero desciframiento y memorización, en la repetición desganada de listas de obras y autores, en la lectura descontextualizada de textos que forman parte de un canon teórico ajeno por completo a los intereses y motivaciones de sus sufridos y obligados lectores. Tras años de perseverante ejercicio de asociación entre grafos y fonemas, de adquisición de los automatismos necesarios para identificar de manera inequívoca signos y sonidos, viene el calvario de las lecturas canónicas, de los inacabables listados de textos a los que solamente cabe rendir reverencia, intentando escudriñar significados arcanos que solamente poseen los profesores y el sanedrín de los depositarios de los sentidos verdaderos. Y todo ello sucede de manera descontextualizada, como si cupiera desvincular las letras y los textos del mundo que deberían ayudar a percibir, conocer e interpretar. Nunca se menciona siquiera la posibilidad de que, para que un texto sea entendido y apreciado, es necesario que quienes los frecuenten se apropien de ellos, los recreen, los adapten, los hagan suyos, porque el aprendizaje de la lectura no es un proceso de recepción pasivo sino un procedimiento indisociable del despliegue de la creatividad. «El dominio de la lectura y la escritura», advertía Paulo Freire, «se logra a partir de palabras y temas significativos para la experiencia común de quienes se alfabetizan, y no de palabras y temas vinculados únicamente a la experiencia del educador. Sobre todo, su lectura de lo real no puede ser la repetición memorizada mecánicamente de nuestra manera de leer lo real» [10]. Quien aprende a leer, sea chico o adulto, sea joven o viejo, no se limita a practicar un ejercicio de repetición e identificación de letras y signos, de sílabas que dan lugar a palabras y frases. No quiero que se me entienda mal: el reconocimiento visual y la asociación sonara son el cimiento sobre el que se construye la capacidad lectora, pero la enseñanza y el aprendizaje de la lectura no se puede ni se debe limitar al del ejercicio de adquisición. Es justamente el planteamiento transformador de Freire, que vinculaba el aprendizaje de la lectura a la posibilidad de transformación de la realidad, el que demandaba y requería de una aproximación pedagógica nueva, de la ruptura de la concepción del aprendizaje como un proceso de mera transmisión o traspaso de conocimientos de una fuente fiable y contrastada a un organismo pasivo receptor, a un habitáculo vacío. «Es la misma falsa concepción que se encuentra iluminando la práctica de la educación como un acto de transferencia de conocimiento. En esa práctica, es como si los educadores fuesen los poseedores del cocimiento, mientras que los educandos serían “vasijas vacías” que deben llenarse con los depósitos de los educadores. De esta manera, los educandos no tienen por qué preguntar ni cuestionar, puesto que su actitud no puede ser otra que la de recibir pasivamente el conocimiento que los educadores depositan en ellos» [11].

Es justamente contra esa práctica pedagógica autocrática y de élite tan reconocible, sobre la que se sustenta también el aprendizaje tradicional de la lectura, contra la que se revela Freire. La posibilidad misma de ser racional y el principio de toda liberación se sustenta sobre la reflexión y el análisis de lo que somos, de las condiciones y razones que nos han llevado a ser lo que somos. Y la lectura es el principio de esa antropología reflexiva: «cuanto más capaces seamos de descubrir la razón de ser de por qué somos como estamos siendo, tanto más nos será posible alcanzar también la razón de ser de la realidad en que estamos, superando así la comprensión ingenua que podamos tener de ella» [12]. Por eso, aprender a leer es indisociable de aprender a leer el mundo que nos rodea, los procesos históricos que nos han conducido a la situación en la que estemos, y la consideración reflexiva sobre el que deba ser nuestro destino compartido.

Leer y escribir es, desde este punto de vista, un acto etimológicamente político, un acto creativo, un acto de desvelamiento, un acto de generación compartida del conocimiento. El profesor, siendo necesario, es un guía o un orientador que fomenta la apropiación individual y colectiva del texto y la memoria, el que promueve la implicación e impulsa la recreación. «Lo que es importante reconocer aquí es que una teoría radical de la alfabetización debe construirse en torno a una teoría dialéctica de la voz y el empoderamiento. En el sentido más general, esto significa conectar las teorías de la enseñanza y el aprendizaje con teorías más amplias de la ideología y la subjetividad. La manera en que los docentes y los estudiantes leen el mundo, en este caso, está inextricablemente ligada a formas de pedagogía que pueden funcionar ya sea para silenciar y marginar a los estudiantes o para legitimar sus voces en un esfuerzo por empoderarlos como ciudadanos críticos y activos» [13]..

Empoderar es dar alguien la autoridad, influencia o conocimiento para hacer algo y, en este caso, es darles la oportunidad de dejar de acatar pasivamente el orden dado de las cosas, de implicarse activamente en su reinterpretación, de abrirles un horizonte de posibilidades interpretativas vedado a quien meramente se aviene a lo que hay, de reconocer la pluralidad de las voces que siempre se enfrentan por el establecimiento de la interpretación legítima de la realidad.

Este es sin duda uno de los corolarios decisivos de la teoría de la alfabetización radical: contribuir a construir el espacio de los puntos de vista desde los que se generan las diversas interpretaciones de un texto; intentar entender las condiciones que contribuyen a la concepción de distintas exégesis; entender la competencia que se establece entre ellas; ponerse, en definitiva, en el lugar del otro, en un ejercicio de empatía que busca comprender el fundamento y la razón de una determinada representación; entender que el arte de leer es un juego democrático porque no existe un solo punto de vista desde el que quepa establecer el significado unívoco de un texto; sospechar, en contrapartida, de todo acto de fuerza o imposición que pretenda imponer una interpretación incontrovertible de un texto; compartir con los demás esta certeza: que la lectura debe ser siempre grupal y colaborativa, polifónica, y que toda posible verdad, por muy precaria que sea, es fruto del consenso alcanzado en la discusión sobre el sentido del texto.

Cada texto es un espacio multívoco y el papel del orientador o el mediador es ayudar a los que aprenden a cobrar conciencia no solamente de la literalidad del texto sino, al contrario, de sus múltiples y posibles invocaciones. Es ahí donde la lectura se convierte en principio fundamental de la razón democrática siempre que se practique con el distanciamiento necesario para admitir que debemos esperar otras interpretaciones, otras traducciones, y que la confrontación y cotejo de los puntos de vista forma parte de la naturaleza reconstructiva de la lectura. La lectura puede ser, como ya sabemos, todo lo contrario: un callejón sin salida en el que quien puede y está capacitado para hacerlo impone una interpretación monolítica sobre el sentido del texto. Las dictaduras de cualquier signo, lo sabemos, practican de muchas maneras, con asiduidad, ese ejercicio de privación de la capacidad de interpretación. Un solo sentido compartido e incuestionado es el sueño de cualquier opresor. La lectura, ahí, sirve para lo contrario, para ratificar las razones únicas.

Si convenimos, no obstante, que en la lectura hay un principio esencial de convivencia democrática, de aceptación de la legitimidad de las diferentes lecturas de un mismo texto, de la necesidad de confrontarlas y compararlas para alcanzar alguna interpretación consensuada, entonces tiene que haber algo de principio ético y moral en la lectura. «La complejidad del acto de escuchar», afirma Marcia Tiburi, «radica en que, a través de la escucha, entro en otros procesos de conocimiento. Me torno otra persona» [14]. Si nos tomamos en serio que aprender a leer no es un mero procedimiento de distinción y asociación de fonemas y grafemas sino un ejercicio de prospección y reconocimiento del mundo, de comprensión de la disparidad de los puntos de vista que constituyen el significado de un texto, de oportunidad de diálogo con la alteridad, de curiosidad por las determinaciones y razones de los demás, tendremos que admitir que hay un principio ético radical en su práctica que no deberíamos desaprovechar: el de la disponibilidad ética que está dispuesta a dialogar con las razones del otro, el de la apertura ética que está dispuesta a entender al otro. «Aquel que no reconoce la alteridad está muerto. Está políticamente muerto. No obstante, quien está políticamente muerto, está muerto» [15], afirma con contundencia Marcia Tiburi, y tiene razón.

Enseñar a leer es, como hubiera reconocido Paulo Freire, tantos años después, devolver a las personas la capacidad de dialogar hasta encontrar el sentido polisémico de un texto, entender críticamente las razones de esos distintos puntos de vista, apropiarse del texto original acercándolo a la realidad del lector y empoderarle para que pueda reescribirlo o reinterpretarlo, haciéndolo suyo.
¿Es factible o recomendable trasladar esta pedagógica crítica a la enseñanza de la lectura en nuestra era digital? ¿Cabe pensar que nuestros nativos digitales puedan interesarse por la lectura mediante el uso de las herramientas y dispositivos que manejan habitualmente? ¿Sería descabellado creer que, hoy más que nunca, la alfabetización crítica en los medios digitales es la única manera plausible de enseñar a leer? ¿Cómo hacerlo, qué medios utilizar, de qué manera movilizar a esos lectores jóvenes y reticentes que no parecen simpatizar con la lectura? ¿Qué hay de las enseñanzas de Santo Tomé y Príncipe que pueda valernos en la actualidad?

[1] Freire, P. y Macedo, R. 1987. Literacy. Reading the word & the world. Londres, Routledge, 220 p.

[2] Freire, P. y Macedo, R. 1987. Op.cit. p. xiii

[3] Freire, P. 1981. “The people speak their word. Learning to read and write in Sao Tome and Principe”, Harvard Educational Review, vol. 51, nº 1, pp. 27-30.

[4] El ejemplar original del primero de los Caderno de Cultura Popular puede encontrarse en http://acervo.paulofreire.org:8080/xmlui/handle/7891/1164. La relación completa de Cadernos puede encontrarse en http://www.acervo.paulofreire.org:8080/jspui/simple-search?query=caderno+de+Cultura+Popular&submit=Buscar

[5] Pimer Caderno de Cultura Popular, op. Cit. p. 23. La gente es hermosa en la lucha.
Con unidad, disciplina y trabajo. La gente lucha y gana. ¡Viva la gente!

[6] Pimer Caderno de Cultura Popular, op. Cit. p. 42. No hemos obtenido la independencia de Santo Tomé y Príncipe para hacer lo que quieran. No hemos acabado con el colonialismo en nuestra tierra para cruzarnos de brazos. Unidos y organizados debemos hacer lo mejor para todas las personas. La lucha continua. La victoria es nuestra.

[7] Cinco años después se repite en Nicaragua la experiencia de Santo Tomé y Príncipe y otras excolonias portugueses. En julio de 1979 los sandinistas vencen en la guerra a la dictadura de Somoza apoyada por los Estados Unidos y pocos meses más tarde lanzan una Cruzada de Alfabetización para erradicar en la medida de lo posible el analfabetismo que asola al 51% de población. La campaña estará basada en los mismos fundamentos de la pedagogía popular​ ​de Paulo Freire pero con ciertas novedades enriquecedoras. Se involucra a toda la sociedad en la tarea, llevando a la práctica la teoría de que el aprendizaje es un camino de ida y vuelta. En los meses que van de julio de 1979 a marzo de 1980 se ponen a disposición del Ministerio de Educación todos los recursos materiales del Estado y, lo más importante, todos los recursos humanos del país. Con una juventud motivada por la euforia de la victoria se forman cientos de profesores, desde los universitarios a los maestros de primaria y, éstos a su vez, forman a millares de estudiantes desde la secundaria. ​ En total, participaron casi 100.000 estudiantes, maestros, trabajadores de la salud, asesores pedagógicos, conductores, oficinistas, amas de casa y un puñado de internacionalistas. Ellos enseñaron a leer y escribir a casi medio millón de nicaragüenses, reduciendo la tasa de analfabetismo desde un 50% a poco menos de un 13%.​ ​La Campaña de Alfabetización en español terminó oficialmente el 23 de Agosto de 1980 y, el 30 de septiembre comenzó la alfabetización en inglés, miskito y sumo, con el objetivo de alfabetizar a los «nicas» de la costa atlántica. Se van a distribuir por todo el territorio, durante cinco meses, chicos y chicas mayoritariamente urbanos por los rincones más recónditos del país, donde convivirán con la población local organizándola en pequeños grupos de alfabetización. Tenían que vencer las reticencias de padres y madres, los miedos a que sus hijos se enfrentaran a una vida difícil en condiciones de pobreza y de inseguridad inimaginables con edades que empezaban en los 13 años. La batalla se gana en el primer escalón del aprendizaje. Aún no han empezado “las clases” y sus futuros coordinadores —así se denominaba a los maestros populares— ya se habían bregado en talleres y asambleas con padres y madres, impartiendo nociones de salud, de seguridad y de cultura general sin limitarse a trasmitir conocimientos ajenos a la comunidad. Les hablan de lo que ellos conocen y se realiza un verdadero intercambio entre unos y otros que acabará resultando tremendamente enriquecedor para ambas partes. El país había cambiado radicalmente.

[8] Puchner, M. 2017. The written world. The power of stories to shape people, history and civilization, Random House, 448 p. La cita corresponde a la página 306. Existe versión española: Puchner, M. 2019. El poder de las historias: o cómo han cautivado al ser humano, de la Ilíada a Harry Potter. Editorial Crítica, 416 p.

[9] Freire, P. 2004. La importancia de leer y el proceso de liberación. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 180 p. La cita corresponde a la pp. 67-68

[10] Freire, P. y Macedo, D. 1987. Literacy: reading the word & the world, Routledge & Kegan Paul, 220 p. La cita corresponde a la p. 28

[11] Freire, P. 2004. Op.cit. p. 68.

[12] Freire, P. 2004. Op.cit. p. 69.

[13] Freire, P. y Macedo, R. 1987. Op.cit. p. 27

[14] Tiburi, M. 2018. ¿Cómo conversar con un fascista? Reflexiones sobre el autoritarismo de la vida cotidiana, Madrid, Akal, 176 p. La cita corresponde a la p. 47.

[15] Tiburi, M. 2018. Op.cit. p. 86

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Educación y emancipación. A propósito de un libro de Marina Garcés

Marc Casanovas

Los primeros años de este siglo se estrenó una película que transitó con bastante éxito por algunas salas de cine de arte y ensayo de nuestro país. Posteriormente me ha costado encontrarla en los inevitables catálogos que aparecen de forma recurrente sobre cine y educación en revistas especializadas o en redes sociales sobre el tema. Y, sin embargo, de un tiempo a esta parte, cada vez que me siento ante un teclado para escribir algo sobre el tema, no puedo evitar que este film se me aparezca como un punto de partida útil para la intelección de nuestro presente educativo y social.

La película en cuestión se ambienta, no puede ser de otro modo, en un suburbio de París. Rodeado por los característicos edificios de protección oficial que a base de montañas de cemento y estética carcelaria han devenido un testimonio arquitectónico global por derecho propio; no solo de su más que dudoso funcionalismo, sino de toda una concepción tecnocrática de lo que significó el derecho a la ciudad, la modernización y la integración social. Esto, combinado con las décadas de abandono y neoliberalismo posterior, confiere a este paisaje urbano un aire de ruina y catástrofe posbélica que, sin embargo, la frescura e ingenio de las y los jóvenes que protagonizan la película consiguen transfigurar hasta el punto de que al final adquieren el encanto de las ruinas de un viejo anfiteatro griego. 

Un anfiteatro en las ruinas del viejo Estado social, escenario que las y los adolescentes de la película utilizan para ensayar una obra teatral que preparan para el instituto de su barrio: El juego del amor y del azar, de Marivaux. De tal modo que en las calles y parques del barrio se acaban superponiendo los dramas cotidianos de dichos jóvenes con los de la propia obra teatral. La escurridiza o cómo esquivar el amor (2003), de Abdellatif Kechiche, es una película extraña para su género: en ella no encontramos profesores abnegados luchando contra la exclusión social, alumnos díscolos que poco a poco comprenden el carácter salvífico de la educación para romper con su condición…; La escurridiza no es un relato edificante de integración social; como tampoco está en la senda de los manifiestos antisistema que irían de Cero en conducta a La Haine.

Esta película no impresiona por la fuerza icónica de sus símbolos, ya sean estos héroes arquetípicos de la educación inclusiva o de la rebelión redentora, sino por la sutileza didáctica de su alegoría. Como en el mejor teatro brechtiano, la inclusión de un marco ficticio dentro del otro no tiene por objeto principal transparentar los hilos sociales que mueven a los personajes que recorren la superficie de la pantalla, sino los hilos y las concepciones que mueven (como una marioneta) al espectador en su vida cotidiana una vez ha salido de la sala de cine y se enfrenta a la realidad (es decir, a las ilusiones y prácticas ideológicas que sustentan esta misma realidad). 

Decíamos que la obra de teatro que ensayan los chicos y que deviene el subtexto de los dramas cotidianos de estos mismos jóvenes (pero también del propio espectador) es El juego del amor y del azar, de Marivaux. Una comedia del siglo XVIII donde el enredo amoroso se articula a través de un juego de disfraces y equívocos varios entre señores y criados. Pero a pesar de la gracia y ligereza rococó del dramaturgo francés, combinada con el carácter plebeyo y popular de los criados, al final de la obra el frío cálculo burgués y su ilusión de igualdad meritocrática se impone. Y cualquier atisbo de azar o trasgresión se desvanece; el determinismo social aflora en forma de verdadero amor, volviendo a poner las relaciones de clases y los afectos desbordados en su sitio: el señor con la señora y el criado con la criada.

Marina Garcés arranca con una propuesta provocadora: la figura del aprendiz como marco de referencia para pensar la educación

Y es este determinismo social el que denuncia la película. Un determinismo que se impone a través (y gracias) a una ilusión de igualdad y libertad que en realidad no es tal. Por ello, gracias a la alegoría y la trampa de la doble ficción, el espectador cae de lleno en esta ratonera. Y desde allí puede empezar a objetivar cómo opera esta ilusión de igualdad en su vida cotidiana una vez abandonada la sala. Una Ilusión que, parafraseando a Marx, no es un simple hecho de conciencia (una falsa representación o creencia subjetiva que se proyecta sobre la sociedad), sino una ilusión objetiva y social que estructura y organiza el juego de las relaciones sociales de tal modo que todo el entramado confirma a sus jugadores en cada fibra de su ser (ahora forzados a jugar este juego de amor y de azar en las ruinas del Estado social) la culpa y responsabilidad individual de su propio fracaso.

Precisamente de esta culpa, de esta responsabilidad y de este fracaso (y de cómo transformarlas radicalmente) nos habla Marina Garcés en Escuela de aprendices: de los dispositivos narrativos y científicos, de los mecanismos de reconocimiento, de las fronteras invisibles, de las prácticas políticas y sociales que las afianzan e institucionalizan como un tatuaje en los cuerpos y las almas de las y los oprimidos: “La servidumbre no consiste en ser un fracasado o un perdedor, sino en estar dominados por el código del éxito o del fracaso” (Garcés, 2020: 114).

Por eso, ya desde el mismo título, Marina Garcés arranca con una propuesta provocadora: la figura del aprendiz como marco de referencia para pensar la educación. No como figura sociológica, pero sí reivindicando las resonancias plebeyas de un término que choca ya de entrada con cualquier forma de elitismo (querido o no) a la hora de abordar todo proceso pedagógico. Un proceso pedagógico que toma los contornos híbridos de un anfiteatro griego y un ágora en medio de la vida cotidiana y la catástrofe ecosocial de nuestro tiempo. Pero no para sustraerse de esta vida cotidiana ni de esta catástrofe que la informa, sino para articular democráticamente en su seno miradas y voces, la acumulación de recuerdos, de relatos personales y colectivos (de clase, raza, género, etnicidad…) que las actuales formas de poder político y social sumen en el silencio adaptativo de una escuela formalmente neutra: “Aprender a leer no es aprender las letras, sino aprender a decir las propias opresiones para cambiar la posición en el mundo. Las texturas de la servidumbre cambian con el tiempo, modifican sus formas, sus artes y sus maneras de hacer, pero no su lógica, que es la construcción de un olvido compartido” (Garcés, 2020: 116).

Por ello, ya en el primer capítulo, Marina Garcés polemiza con fuego amigo (por decirlo así): con la distinción de Jaques Rancière entre escuela y aprendizaje. Pues el filósofo francés queriéndose sustraer, con toda la razón y a toda costa, de las formas de alienación inscritas en la división social del trabajo en pro de una educación emancipadora, acaba obviando, no obstante, las dificultades concretas a las que debería enfrentarse esta apuesta educativa. Y, por tanto, acaba hablando de una escuela emancipada que no es de este mundo (totalmente al margen del orden social y productivo) o que, si lo es, derivaría en la práctica en privilegio de unos pocos (perdiendo su carácter democrático y emancipador). Como dice la autora: “La igualdad del escolar, de principio universal, puede convertirse en un factor de distinción si el aprendiz queda excluido de ella” (Garcés, 2020: 22).

La estrategia de Garcés a la hora de pensar los elementos constitutivos de una pedagogía crítica y emancipadora es desde un buen principio muy diferente. La autora no parte de los momentos de excepción o desafiliación respecto al orden social por parte de los y las de abajo, sino de los cotidianos conflictos y contradicciones (de esa normalidad deshumanizante que otro momento de excepción muy distinto y que atraviesa el libro –la crisis de la covid-19– ha puesto más en evidencia que nunca). Una normalidad que determina los procesos educativos reales, sean estos formales o informales, y sus luchas: reproducción de las relaciones sociales dominantes, por un lado; potencial para la emancipación, la autonomía personal y la transformación social, por el otro. La filósofa se sumerge en ellos a partir de la figura del aprendiz como enclave epistemológico, pero también ético y político, para reflexionar sobre la pedagogía en su conjunto.

Así, desde la reelaboración filosófica (y fenomenológica) de esta figura del aprendiz, Garcés encuentra el terreno común sobre el cual podríamos levantar una práctica pedagógica emancipadora situada y plausible. Una posibilidad que recorrerá todos los capítulos siguientes. Pues es desde ahí donde podemos activar la imaginación para pensar una educación desde el lugar del otro, oír sus voces, su realidad y sus necesidades; una educación como un taller de aprendices desde donde se puedan ensayar formas de vida en común y futuros alternativos a los dominantes. Lo cual implica que todo proceso educativo es estructuralmente dialéctico: transforma al que aprende y al que enseña. Ambos deben aprender y enseñar marcos de experiencia distintos que ponen en juego formas de afectación y significación de un mundo que, no obstante, es compartido. 

Una vez asentado este giro copernicano (que encuentra su fundamento político para una educación entre iguales en este compromiso con la mirada del otro), la autora puede pasar un cepillo a contrapelo a las formas de la pedagogía dominante. Empezando con aquellas tan en boga en la doxa del progresismo neoliberal actual que parecerían tener cierto aire de familia con el planteamiento de la propia autora cuando dicen poner el alumno en el centro del proceso educativo. Pero lo hacen desde un punto de vista individualista, donde las determinaciones sociales, políticas, laborales, culturales…, que configuran la experiencia del mundo de ese alumno son obviadas o, en su defecto, tratadas como problemas de adaptación del alumno a un orden de cosas ya dado y naturalizado.

Como decíamos, en el caso del aprendiz, y gracias al giro epistemológico operado por la autora, la figura del educando y su mundo adquieren un rol realmente activo en el proceso educativo. De manera que es desde ahí donde podemos pensar una educación entre iguales que permita reformular las preguntas fundamentales de la pedagogía. Pasando de la pregunta habitual de ¿cómo educar? a la de ¿cómo querríamos ser educados? y las que se desprenden de la misma: ¿hacia dónde?, ¿desde qué instituciones y relaciones?, etc. Con ello, la crítica radical a las formas de subjetivación y falsa participación que vehiculan las instituciones públicas a través de las nuevas formas de gubernamentalidad neoliberal y sus evidencias pedagógicas (paradójicamente, la tendencia a integrar casi todas las ciencias sociales y humanas en la reflexión pedagógica ha ido ligada a un cientifismo creciente y peligrosamente dogmático”) devienen un lugar de tránsito obligado en el libro: “porque bajo formas amables en cada centro educativo de cada barrio, pueblo o ciudad. Matas miradas, deseos, rarezas, silencios, imaginaciones, formas de saber y de amar: cancelas posibilidades de vida” (Garcés, 2020: 32).

Marina Garcés aborda la pedagogía a la vez como una poética (cómo nos afectamos del mundo) o lo que Freire llamaría la palabra-mundo y que la autora ilustra a través de la poética materialista de Pasolini, y una política (cómo reelaboramos entre iguales esta experiencia del mundo para transformarla). La plausibilidad de este enfoque pone en juego el fundamento del propio proyecto filosófico y político de la autora en un sentido más amplio: su reivindicación de una Nueva ilustración radical. Pues si cualquier intento de poner la educación al servicio de un proyecto político, como señalaba Hanna Arendt, es esencialmente autoritario (ya que el principio de la práctica política democrática solo se puede dar entre iguales), entonces la plausibilidad del enfoque de Garcés depende precisamente de hasta qué punto el giro copernicano que plantea la figura del aprendiz puede romper esta separación fija entre el que enseña y el que aprende en el seno de todo proceso educativo: ahí se juega el fundamento de una educación emancipadora:

Decíamos que una educación emancipadora sería aquella que tiene como condición que cualquier aprendizaje implique aprender a pensar por uno mismo junto a otros. Este principio ilustrado se ha entendido a menudo de manera teórica, intelectualizada e individualista. Desde la continuidad entre los modos de hacer, en cambio, toma otro sentido: aprender a pensar por uno mismo significa desarrollar una capacidad de comprensión de la propia existencia en relación con las cosas del mundo y con aquellos que están, que han pasado o que llegarán a él (Garcés, 2020: 29).

A continuación, Garcés se pregunta: ¿cómo generar pues una gramática común para una educación entre iguales? A través de autores como Levinas, Primo Levi, Gunter Anders, Marx o Ágnes Heller, la autora recorre la desproporción entre una modernidad y un desarrollo tecnológico que ha desatado unas fuerzas descontroladas, depredadoras y de exterminio…, y la vergüenza impotente de una humanidad sometida a sus propias creaciones. La conciencia racional de esta vergüenza de lo que la humanidad ha hecho consigo misma y su destino común rompe soberbias (determinadas jerarquías del saber) y nos vincula en una experiencia compartida que, más allá del escándalo moral, puede ser punto de partida de un aprendizaje colectivo; fundamento de una educación comunitaria que comprende la necesidad de un cambio radical.

Y la conciencia de esta transformación radical debe actuar, en primer lugar, sobre las formas de acoger la existenciadominantes en los procesos educativos. Pues estas formas son las que perpetúan y reproducen las causas de esta “vergüenza de ser humanos”. Es el caso de lo que la filósofa llama la “pedagogía extractivista”. Esta, al evaluar a cada individuo según su “potencial”, genera su propio reverso: el residuo, que tantas veces ha llevado a esos campos de exterminio (físicos, epistemológicos, naturales, sociales…) antes mencionados. 

En este sentido, y de la mano de maestros y pedagogos como Philippe Meirieu, Fernand Deligny, Abel Castelló, sociólogas como Saskia Sassen o filósofas que van desde Spivak, Foucault y Deleuze a Diderot (entre otros), la autora denuncia el actual sistema educativo y sus procesos de subjetivación. Un sistema educativo que, pese a su compromiso formal con la equidad, jerarquiza las existencias y distribuye los futurosen función de unas expectativas predeterminadas y a partir de dos ficciones fundamentales: “La ficción liberal de la igualdad de oportunidades que hace del individuo un sujeto formal de derechos dentro de un mercado de opciones de vida supuestamente neutro”, y la nueva ficción neoliberal antes mencionada: “Que concibe cada individuo como un recurso único y diferenciado que se mide según su potencial escondido” (Garcés, 2020: 51).

Un sistema educativo que, pese a su compromiso formal con la equidad, “jerarquiza las existencias y distribuye los futuros” 

Pasando pues de un sistema liberal clásico (donde las oportunidades eran externas al individuo) a la interiorización biopolítica del mismo a través de un catálogo competencial funcional al mercado y su lógica segregadora, la filósofa denuncia este catálogo de capacidades (y su ilusión democrática) que estructuran la individualidad del aprendiz, dejando como residuo o material desechable todo aquello que no encaja con esa maquetación competencial y conformando con ello una nueva forma de dominación: “La autoridad no ha desaparecido. Ha sido transferida de la enseñanza a los procedimientos. En este tránsito, el descrédito social, moral y económico de los profesores de todos los niveles ha sido una operación deliberada y de efectos rápidos” (Garcés, 2020: 119).

A través de esta organización competencial, pues, el sistema educativo se convierte en un régimen de expulsión permanente. Pues los mundos comunes y su construcción colaborativa se diluyen de forma estructural. Extendiendo esta lógica a la educación para toda la vida y la industria tecnológica que la acompaña, se disuelve así todo marco institucional y frontera entre escuela y mercado (también llamado de forma más piadosa sociedad civil). Pero también entre maestra y coach o asistente social (según el contexto y la clase social), en pro de una visión atomizada de la educación. La pedagogía extractivista constituye en este sentido una pesadilla distópica, el reverso exacto de la sociedad sin escuela de Iván Illich. 

De ahí (pese al pulso libertario y antiautoritario que atraviesa el libro) la reivindicación de la escuela y de la figura de la maestra ignorada (otra vez en diálogo polémico con Rancière) y en confrontación directa con la nueva revolución pedagógica que viene de la mano de la industria: “Hablar de una escuela de aprendices no es invocar una escuela sin maestros ni maestras, como sueñan hoy las plataformas de educación a la carta. La escuela de aprendices es una figura imaginaria que nos tiene que permitir pensar los conflictos y las alianzas educativas desde un determinado punto de vista” (Garcés, 2020: 63).

De manera que la frágil relación entre pedagogía y emancipación deviene una tarea en permanente reconstrucción. Y la diferencia de miradas y saberes que reivindica la autora en la construcción de una educación emancipada y entre iguales es una diferencia en el sentido auténtico de la palabra: una diferencia respecto a lo que nos es común. Y por tanto es este vínculo conflictivo (y su pluralidad epistemológica) a la hora de nombrar el mundo, el que debemos preservar en instituciones que puedan gestionarlo democráticamente. Y no la diferencia que articula la atomización individualista y la adaptación competencial en su asalto actual a la escuela y su disolución nihilista de fronteras entre mercado y educación. 

Por eso, Garcés reivindica los marcos institucionales (debidamente transformados, debidamente democráticos) que lo hacen posible: “Cuando actualmente se radicaliza el cuestionamiento de la escuela desde tantos frentes, la principal razón para defenderla es precisamente esta: es el lugar en el que la sociedad, en su conjunto, puede hacerse cargo de la disputa en torno al saber, sus implicaciones sociales y sus consecuencias políticas” (Garcés, 2020: 62).

Alianza entre aprendices para activar la imaginación política, para pensar y experimentar otros futuros y otras poéticas del tiempo

Y por eso, la autora, frente a la nueva ingeniería social de la pedagogía neoliberal, pero también frente a las grandes pedagogías del hombre nuevo o las nostalgias de una autoridad perdida, postula una “pedagogía frágil” y respetuosa con la diferencia en la línea de Philippe Meirieu. “Una alianza de los aprendices” (que somos todos); ese proceso de subjetivación (su política y poética) que permite la educación entre iguales: “Su sentido es hacer iguales a los desiguales desde una alianza que convierte la educación en el arte de reunir existencias de diferentes edades, trayectorias y condiciones en una acción que las iguala sin equipararlas ni estandarizarlas: tomar juntos el riesgo de aprender” (Garcés, 2020: 134). Porque comprometerse con esta alianza es apostar por intentar levantar aquí y ahora esta escuela cada día y confrontar en su conjunto las actuales relaciones de dominación y la experiencia del mundo que conforman.

En el último capítulo, “Disputar los futuros”, Marina Garcés recapitula sobre el carácter estratégico que adquiere esta alianza entre aprendices para activar la imaginación política, para pensar y experimentar otros futuros y otras poéticas del tiempo donde quepamos todas; más allá de una escuela adaptada a las servidumbres de un presente que ha clausurado su relación con futuros alternativos al actual desastre civilizatorio.  

Finalmente, el libro se cierra con un epílogo donde podemos ver el texto de una intervención de la autora. Ilustrado en colaboración con una artista plástica y para la escuela de arte y diseño de La Massana de Barcelona. En esas pocas páginas se puede apreciar que, no solo en el contenido del texto, también en la forma aforística que toma, se resume su visión de la educación como una poética y una política al mismo tiempo.  

Marina Garcés es muy conocida en los medios activistas políticos y culturales, especialmente de la ciudad de Barcelona, donde colabora habitualmente con los movimientos sociales de la ciudad. Su propia obra combina esta doble faceta de reflexión filosófica con vocación de intervención política y cultural. Lo cual confiere a sus ensayos un estilo muy personal, fruto también de su propia concepción de la política como una forma de subjetivación colectiva anónima y de experimentación existencial más allá de las mediaciones representativas al uso. 

Todo ello la podría situar (en un sentido amplio y no identitario) en la tradición activista de la autonomía. Sus referencias filosóficas y políticas son, sin embargo, mucho más amplias y heterogéneas. Desde Merleau-Ponty al pensamiento feminista y decolonial pasando, claro está, por Deleuze, Foucault, Bifo, Virno…, pero abriéndose a un gran abanico que comprende desde Nicolás de Cusa, Spinoza o la filosofía de la ilustración, la literatura, el arte, la sociología crítica… Por todo ello, sus ensayos tienen un marcado carácter narrativo, donde se combina la fenomenología existencial y la crónica personal, la prosa poética y el análisis político y social; la experiencia irreductible del yo con la apelación a un nosotros indeterminado y colectivo donde, pese al tono amable y acogedor de su prosa, reverberan los ecos insurreccionales de un Comité Invisible o Wu Ming.

Aunque toda su obra está dotada de una gran coherencia y de unos temas y preocupaciones constantes, por lo que respecta a Escuela de aprendices, se podría situar en conexión directa con su ensayo Nueva ilustración radical (2017). Un excelente alegato para la actualización del proyecto ilustrado de autonomía personal y emancipación colectiva, pero pasando sus puntos ciegos por la criba de la crítica radical a la modernidad capitalista y sus monstruos irracionales hasta el presente.  

Escuela de aprendices es una obra de difícil clasificación. En la tradición de las pedagogías críticas, de Freinet a Paulo Freire pasando por las nuevas educaciones populares y las críticas libertarias, poscoloniales y feministas de la educación que han retomado esta tradición crítica. Sus reflexiones interpelan tanto a un público filosófico especializado como a docentes, movimientos por la educación pública y activistas en general. Resulta difícil situar el texto en un campo concreto dentro de la, a veces, contradictoria trinchera de la lucha por la educación pública (no lo pretende). Su campo de intereses y temáticas va más allá. Su dispositivo teórico busca politizar el conjunto de la vida cotidiana (también Fuera de clase (2016)); abarcar todas las voces posibles de ese nosotrosanónimo del que hablábamos. De hecho, si el libro nos conmueve es por su esfuerzo constante de movilizar recursos personales y herramientas de la academia para contribuir a la conformación de una política del oprimido. En definitiva, un texto de intervención política y cultural con vocación integral.

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La dialéctica del Che como arma de la juventud

“La Unión de Jóvenes Comunistas alza sus símbolos, que son los símbolos de todo el pueblo de Cuba: el estudio, el trabajo y el fusil […] en esta hora de construcción febril, de preparativos constantes para la defensa del país […] tiene que definirse con una sola palabra: vanguardia. Ustedes, compañeros, deben ser la vanguardia de todos los movimientos. Los primeros en estar dispuestos para los sacrificios que la Revolución demande, cualquiera que sea la índole de esos sacrificios. Los primeros en el trabajo. Los primeros en el estudio. Los primeros en la defensa del país. […] La juventud tiene que crear. Una juventud que no crea es una anomalía, realmente. Y a la Unión de Jóvenes Comunistas le ha faltado un poco de espíritu creador. Ha sido a través de su dirigencia, demasiado dócil, demasiado respetuosa y poco decidida a plantearse problemas propios”.

Che Guevara: Qué debe ser un joven comunista, 1962

  1. PRESENTACIÓN
  2. DIALÉCTICA
  3. ESTUDIO
  4. TRABAJO
  5. DEFENSA
  6. CREATIVIDAD

1.- PRESENTACIÓN

Compañeras y compañeros del movimiento juvenil del Colectivo Alexis Vive, tenéis aquí la transcripción de lo expuesto en los videos que os he enviado. Antes que nada, os agradezco que me hayáis dado la oportunidad de, aunque a distancia, colaborar con vuestra lucha por la Revolución Bolivariana. La Comuna Panal 2021 de la parroquia 23 de Enero, como ya se la conoce internacionalmente, es un ejemplo de creatividad popular, de exploración y desarrollo del enorme potencial emancipador que el pueblo comunero genera en su auto de organización diaria. Como veremos, la Comuna Panal 2021 y en especial su juventud, es un ejemplo de dialéctica, es decir, de opción diaria por la libertad en medio de muy duros conflictos en los que nos jugamos la vida.

Me permitiréis que haya escogido al Che para nos sirva de compañero en este tema, y en todos. Lo he hecho por, al menos, tres razones obvias: una, el Che había estudiado medicina y obtenido la titulación de médico. Si hay algo en este mundo que confirme en todo momento los principios de la dialéctica, eso es la vida, el nacimiento, la salud y la muerte que siempre y por mil vericuetos da paso a otras formas de vida. Dos, Venezuela y Cuba se enfrentan a los mismos enemigos mortales demostrando una impresionante capacidad creativa, activa, no solo de resistencia pasiva. Y tres, la dialéctica aparece desarrollada en el texto del Che dedicado a la juventud cubana que, saltando las diferencias formales, sirve también para la juventud del Colectivo Alexis Vive y de Venezuela, de hecho, para la juventud mundial que se encuentre en las mismas circunstancias.

Vamos a dividir este espacio en cinco partes fundamentales. La primera será un adelanto imprescindible de qué es la dialéctica utilizando la educación y pensamiento del Che, formado en buena parte por la rica interacción entre método médico, conocimiento económico, conciencia política, valores éticos, etc. Las otras cuatro partes explicarán la dialéctica utilizando los puntos en los que centra el Che en el escrito dedicado a la juventud: el estudio, el trabajo, la defensa y la creatividad.

2.- DIALÉCTICA

Las primeras referencias escritas sobre el concepto de dialéctica aparecen en la cultura de la Grecia Antigua de alrededor de hace 2700 años. Entonces el término dialéctica designaba el proceso de hablar, pensar, debatir colectivamente para resolver problemas de interés común; a la vez y por ello mismo, era un término con una carga positiva, de solucionar problemas graves mediante el análisis colectivo, es decir, tenía un sentido positivo porque hacía referencia al método de buscar soluciones de problemas para encontrar alternativas nuevas. Es por tanto un término inseparable del avance hacia la libertad que se obtiene al resolver los problemas que empeoran la vida.

Es en la Ilíada en donde el término de dialéctica adquiere una concreción precisa: no sólo es el método de estudiar a fondo los problemas para encontrar las soluciones, sino que sobre todo es el método para determinar qué solución hay que tomar por dura y radical que sea para resolver ese problema. Pero lo fundamental de la dialéctica es la exigencia inapelable de llevar esa solución a la práctica, llevarla a la acción, no limitarse a la palabrería: es el método que lleva a elegir la opción práctica más efectiva una vez que se han estudiado y se han rechazado el resto de opciones.

Llegados a este punto tenemos que volver al Che, un lector empedernido que devoraba innumerables libros con verdadera hambre intelectual. Como médico, el Che aprendió que la salud está siempre en movimiento, aunque, en apariencia, una persona no necesite ir con urgencia al hospital. Aprendió que la salud es el resultado de multitud de factores no solo biológicos, sino también psicológicos, sociales, climáticos, alimentarios, etc., cada uno con su propio movimiento específico, pero todos actuando imperceptible y conjuntamente sobre la salud humana. El estudio riguroso de tantos factores invisibles a primera vista es fundamental: hay que estudiar para descubrirlos cuanto antes.

Es decir, todo está en movimiento y todo está relacionado con todo mediante vericuetos difíciles de ver, de modo que, si no hay un seguimiento preventivo, puede surgir la enfermedad cuando menos se la espere, y lo más probable es que se agrave si no se la trata. Por tanto, llega el momento en el que hay que intervenir: el o la médica ha de optar sobre qué tratamiento prescribir. Sabe los efectos secundarios de cada tratamiento, pero aun así debe intervenir porque está en juego la salud de la persona. El Che conocía todo esto, pero dio un paso más: sabía que la humanidad es una sola, que las injusticias golpean y destrozan la salud de la humanidad para enriquecer al imperialismo. Lo vivió en persona en su largo viaje por Nuestramérica y se lo confirmaban las profundas lecturas que nunca abandonó.

Su paso adelante consistió en aplicar el método aprendido no solo a la persona enferma, sino a los pueblos oprimidos, y no solo en lo que atañe a salud en sentido estricto sino a lo fundamental: la salud colectiva en su sentido absoluto, es decir, hay que acabar con la explotación para recuperar la salud general. Ahora, con la Covid-19 y otras muchas enfermedades que no se tratan –empezando por las causadas por el hambre y la sed que se propagan por el mundo– porque sus curas no son rentables para la industria imperialista de la salud burguesa, sabemos que el Che tenía razón. Aquí mismo, en la Comuna Panal 2021 tenéis la dura experiencia de cómo el imperialismo quiere destruir la salud popular impidiendo la llegada de vacunas a Venezuela. Además de la salud individual de cada persona, también se trata de la vida en Venezuela.

Lo mismo está haciendo contra Cuba y otros muchos pueblos que no se arrodillan. Cuba también demuestra que el Che, y que decenas de miles de personas, estaba en lo cierto porque aplicó la mejor medicina de todas: la revolución socialista y la independencia obrera y popular unida a ella. La salud burguesa, que trata a la clase obrera como una mula de carga que hay que explotar hasta que se agote, fue erradicada de Cuba. Los médicos burgueses, que más que médicos son veterinarios a las órdenes del patrón, no tienen cabida en la Isla, mientras que la medicina cubana ayuda a los pueblos, pero es rechazada por las burguesías imperialistas. La medicina cubana es internacionalista como lo era el Che, porque aplica la dialéctica de la unidad y lucha de contrarios, como veremos luego.

El Che sabía que la dialéctica nos descubre la verdad cruda: hay que intervenir sobre la enfermedad sobre todo cuanto más grave es, y que la vida, la salud humana, depende de una complejidad de factores en los que, en última instancia y en sentido general, domina el poder económico, político, cultural y militar de la minoría burguesa enriquecida con la explotación de los pueblos trabajadores. Es esa opresión generalizada la que pudre su salud. La felicidad, la cultura, las risas y juegos de la infancia de estos pueblos, dependen de que sean dueños de su libertad y no esclavos del imperialismo. Por esto el Che dio el paso a la lucha revolucionaria. Se negaba a ser un simple veterinario obediente pagado por la industria imperialista de la salud: quería que la salud socialista salvara al mundo.

Se ha dicho con razón que dialéctica significa el proceso de lucha por la libertad, aunque ello implique asumir los peligros extremos. Este es el sentido esencial de la dialéctica tal cual aparece en la Ilíada: los troyanos, cercados por los griegos, saben que van a ser exterminados y esclavizados si no ganan la guerra. Estudian, debaten, analizan todas las salidas y las descartan, menos una: «hay que luchar», es la única pero muy difícil forma de seguir vivos. Luchan y son exterminados, aun así, aportan una lección vital a la humanidad: la dialéctica también tiene otras dos acepciones, una, no hay que malvivir como esclavas y esclavos, y otra, siempre hay que prepararse con antelación para la lucha en la que se decide la libertad o la muerte. La esencia revolucionaria de la dialéctica fue y es –seguirá siendo– la razón que explica por qué desde entonces hasta ahora todas las clases dominantes hacen titánicos esfuerzos para desacreditarla, para impedir su conocimiento, para silenciarla…

3.- ESTUDIO

El primer consejo que da el Che a la juventud es el del estudio. Dominar la dialéctica es a la vez fácil y difícil. Es fácil, nuestra especie la practica desde sus orígenes: si no, se hubiera extinguido porque no hubiera podido responder al cambio permanente de la realidad, a los nuevos problemas, a la complejidad en aumento. La bipedestación es ya un ejemplo de dialéctica porque exige la evolución permanente de todo el organismo socio humano como una totalidad que debe crear lo nuevo a partir de lo viejo en el mismo proceso evolutivo, sin detener el movimiento.

Con razón se cita al lenguaje y a la domesticación del fuego como otros tantos ejemplos de dialéctica, y es cierto, sobre todo cuando integramos la bipedestación, el lenguaje, el fuego, el arte, etc., en la dialéctica entre la mano y la mente, entre el trabajo y el pensamiento. Podemos hablar, así, de una dialéctica espontánea, natural, que es la misma que usamos en nuestra primera infancia cuando no paramos de preguntar cosas, de comparar las respuestas con la realidad, de experimentar, de probar ante una novedosa realidad diaria que debemos ir racionalizando.

Pero a la vez es difícil por dos razones: una a la que ya nos hemos referido, las clases opresoras siempre han limitado e incluso prohibido la difusión, el conocimiento de la dialéctica marxista. Dentro de esta primera razón hay que introducir la oposición de las fuerzas reformistas a la dialéctica, no educando en ella a su militancia, manteniéndola en la ignorancia teórica y en las limitadas capacidades del pensamiento mecanicista, formal, que puede llegar sólo a la superficie de los problemas aislados unos de otros. Desde finales del siglo XIX, el reformismo ataca con odio a la dialéctica porque defiende la paz con el capital mientras que la dialéctica demuestra que es imposible esa paz social, excepto si el proletariado acepta pasivamente la explotación.

La segunda razón es que el aprendizaje del método dialéctico requiere al menos dos condiciones: estudiar lo más rigurosamente posible la creciente complejidad en la que vivimos, y además hacerlo desde dentro de esa realidad, nunca abstractamente desde fuera de ella. Saber a qué se enfrenta Venezuela nos exige estudiar el capitalismo en sí y su forma actual, el imperialismo yanqui y sus alianzas con burguesías latinoamericanas, sobre todo la colombiana, y con la burguesía venezolana, etc. Descubrimos así la contradicción fundamental entre capitalismo y socialismo a escala mundial, que afecta a todos los continentes al margen de su grado de desarrollo en cada zona, al margen de qué grado de conciencia de ella tienen sus pueblos.

Pero debemos saber que nos resultará muy difícil aprenderlo si no lo estudiamos colectivamente en nuestra Comuna Panal 2021 o en cualquier otra expresión del poder comunal. La intelectualidad individualista se atraganta con la dialéctica porque al vivir en su cómoda burbuja idealista tampoco descubre que esa contradicción fundamental que determina la vida mundial tiene en Venezuela la forma de contradicción antagónica la burguesía y la clase trabajadora. La primera quiere recuperar todo el poder perdido desde la Revolución Bolivariana y derrotar del todo al proletariado, para lo que pide la ayuda yanqui y hasta la invasión extranjera de su país.

La burguesía sabe que esa invasión causaría centenares de miles de muertes atroces a manos del terrorismo yanqui, colombiano e israelí, tal vez también brasileño y ecuatoriano, y que ella incluso perdería parte de su poder expropiado por los invasores, pero lo acepta gustosamente con tal de exterminar la Revolución Bolivariana. Esto enseña que en todo problema lo decisivo es su contradicción interna, es decir y siguiendo con este ejemplo: el odio de la burguesía venezolana al Estado comunal es la decisiva contradicción interna que le lleva a entregarse al imperialismo para aplastar así a su pueblo, siendo el imperialismo la forma externa de la contradicción antagónica entre burguesía y proletariado. La dialéctica entre lo interno y externo ha de ser estudiada atentamente porque su conocimiento permite a Venezuela construir vitales alianzas internacionales que aumentan sus fuerzas de resistencia y avance.

Una de las cosas buenas que tiene el estudio colectivo de la dialéctica en medio de la unidad y lucha de contrarios, por ejemplo, en la vida diaria de la Comuna Panal 2021, es que se aprende in situ qué es la contradicción no antagónica: aquella que sólo separa, que no enfrenta a muerte a una parte de los explotados de otras partes, impidiendo su unidad, etc. El dicho romano divide et impera, divide y vencerás, demuestra cómo el explotador manipula las contradicciones no antagónicas del pueblo para, mediante toda serie de presiones, ataques, trampas, promesas, corrupciones y sobornos, convertir esas diferencias puntuales resolubles fácilmente en irresolubles contradicciones antagónicas dentro del pueblo para que una parte luche contra la otra cumpliendo el dicho popular que, a río revuelto, ganancia de pescadores.

Cualquier poder comunal ha aprendido en su praxis diaria a tratar las contradicciones no antagónicas para desarrollar la unidad del pueblo obrero, impidiendo así su desunión y el crecimiento de las fuerzas reaccionarias. Una de las maneras más efectivas de tratar las contradicciones no antagónicas es saber qué son, cómo aparecen y actúan, y cuando desaparecen las formas principales y secundarias de las contradicciones. Las principales son las que hay que resolver cuando antes, por ejemplo: la introducción de drogas y prostitución por delincuentes organizados por la contrarrevolución, que si logran afianzarse pueden dar el salto a terroristas armados con cierta base de apoyo de mafias y malandros en la parte menos concienciada del pueblo, etc. El poder comunal ha de movilizarse en estas y otras formas principales de la contradicción porque si crecen llegarán a ser extremadamente dañinas como se ha demostrado tantas veces.

Las secundarias son aquellas que en esos momentos no suponen un peligro mayor como el anterior pero sobre las que también hay que intervenir a cierta distancia para preparar su erradicación posterior, por ejemplo, cuando se sabe que una extraña secta religiosa con mucho dinero ha abierto legalmente un local en el barrio y empieza a hacer proselitismo ambiguo repartiendo dinero o bienes; se sabe que el imperialismo las subvenciona y utiliza, pero hay que tener más datos, hay que ver cómo actúan, etc., no vaya a ser por un error de precipitación en la denuncia popular pase a ser la sede legalizada de los malandros y contrarrevolucionario dificultando la lucha contra la secta.

Tratar bien estas formas secundarias para que no salten a principales es tanto más urgente en lo relacionado con las creencias religiosas dada su carga irracional que puede llegar a ser fanática, pero también el hecho cierto de que hay grupos religiosos que actúan decididamente a favor de la Revolución Bolivariana. Debemos ser pedagógicos en lo relacionado con creencias que por su abstracción idealista se mueven en un universo mental ajeno cuando no contrario al pensamiento materialista y dialéctico, científico-crítico, y a los valores que defiende: derechos sexuales, derechos de aborto y divorcio, etc.

Tarde o temprano, la negación de estos y otros derechos básicos pasa a ser la contradicción principal para la mayoría de la población que los necesita para mejorar cualitativamente sus condiciones de vida, su felicidad y su salud. Cuanto antes nos preparemos y cuantas más masas movilicemos en pos de esos y otros derechos, más se reforzará la Revolución Bolivariana. La contrarrevolución dedica muchos medios para manipular las creencias reaccionarias, patriarcales, racistas, movilizándolas contra la libertad de los pueblos, de las mujeres trabajadoras fundamentalmente.

Estos y otros muchos casos nos demuestran que el aprendizaje del método dialéctico ha de hacerse «sobre el terreno», que exige disciplina, debate y estudio colectivo. Démonos cuenta, además, que sólo hemos tratado lo inmediato, la acción sociopolítica, económica, cultural, etc., de la Comuna Panal 2021, y que no hemos entrado a contradicciones más complejas, profundas y abarcadoras, en los que la dialéctica es tan intrincada como las contradicciones que la alimentan. El desarrollo de la ciencia-crítica crea nuevos conceptos para facilitar sus avances, y tanto la creciente variedad de conceptos científicos cómo los descubrimientos logrados confirman la dialéctica de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento.

El Che sabía de la complejidad extrema y creciente de la vida, de la salud y de la sociedad, y por eso era un estudioso sistemático para encontrar colectivamente las soluciones no sólo a las formas principales y secundarias de las contradicciones, sino también aprender para los problemas que surgirán cuando profundicemos de las formas a los contenidos, de las contradicciones no antagónicas a las antagónicas, y de a sus formas externas a la internas, teniendo siempre en cuenta la primacía última y decisiva de la contradicción principal entre capitalismo y socialismo, entre la muerte y la vida.

4.- TRABAJO

Los estudios de medicina, historia, economía, filosofía… habían enseñado al Che que dentro de la salud humana bulle la lucha de clases, presionan los terribles efectos de la explotación asalariada, del trabajo impuesto por las clases explotadoras, trabajo duro y agotador que mina nuestra salud física, mental y moral segundo a segundo. Esto lo saben hasta los veterinarios más reaccionarios e inhumanos, los que ayudan en las torturas, por ejemplo, los que se dicen «neutrales y apolíticos» que atienden sólo a quienes pueden pagar los tratamientos abandonando a su suerte a los demás, y los que mienten al decir que no existen relaciones entre la salud y el trabajo explotador, etc.

La lucha de clases está dentro de nosotros mismos, aunque lo ignoremos. Aunque no lo sepamos e incluso aunque no lo queramos, somos partícipes pasivos de la lucha de clases en general y en la que se libra en nuestra salud. Se trata de convertirnos en agentes conscientes, activos con visión a corto, medio y largo plazo. La lucha de los pueblos trabadores por reducir el tiempo de trabajo explotador y aumentar el tiempo de libertad, de ocio liberador, de trabajo propio no explotado, recorre la historia humana desde que se impuso la propiedad privada, cuya primera forma fue la opresión de la mujer por el hombre. Desde entonces siempre luchan a muerte dos conceptos de trabajo antagónicos: el que debemos hacer porque en el capitalismo no tenemos más remedio para no morirnos de hambre, lo que nos lleva a malvivir en la injustica y para enriquecer a la minoría, al imperialismo a costa de nuestra vida colectiva.

La otra forma y esencia irreconciliable con el trabajo anterior, con el explotador, es el trabajo libre que hacemos para ser más libres, más dueños del destino de nuestra Comuna Panal 2021 y de la Venezuela comunera. Este segundo trabajo es el único verdaderamente humano, el único capaz de crear cosas nuevas porque tiene la creatividad del valor de uso, como veremos al exponer la última de las tareas que el Che propuso a la juventud cubana en 1962: la juventud tiene que crear.

El Che se refiere al trabajo verdaderamente humano, al creativo y estético, en su texto sobre la juventud. Lo hace porque sabe que siempre es imprescindible pensar y actuar según la dialéctica de la unidad y lucha de contrarios, dialéctica inseparable de lo que es Venezuela ahora mismo. Desde el siglo XVI, por poner una fecha, los pueblos de la Venezuela de entonces iniciaron la lucha contra los invasores españoles; luego, desde comienzos del siglo XIX conquistaron con infinitos sacrificios la primera independencia al expulsar a los españoles; desde finales del siglo XX la Revolución Bolivariana avanza en la segunda independencia, la del Estado comunal e internacionalista, una de cuyas expresiones es la Comuna Panal 2021.

Es un avance heroico, lleno de sacrificada lucha y a la vez felicidad, alegría y fiesta popular. En la lengua de los antepasados del Libertador Bolívar, el euskara, practicamos los lemas de jaiak eta borroka (fiestas y lucha), y jaiak bai eta borroka ere bai (fiestas sí y luchas también) Es la misma filosofía de la dialéctica de la liberación venezolana: los sacrificios para acabar con el esclavismo eran inseparables de la alegría de conseguirlo; los sacrificios para derrotar el golpe de Estado de 2002 y vencer luego la contrarrevolución petrolera, eran inseparables de la alegría al saborear los frutos de la victoria, y otro tanto debemos decir de las sucesivas derrotas que Venezuela ha dado a todas las guarimbas, al terrorismo, a las quemas de personas vivas por los fascistas, a los sabotajes energéticos e informáticos, a los intentos de invasión, al cerco económico y sanitario para rendir a su pueblo por enfermedad, hambre y muerte, mientras preparan otra invasión que pretenden sea la definitiva…

Jaiak bai eta borroka ere bai, desde luego, y si no que se lo pregunten al pueblo cubano, pero estos principios son una parte del potencial de la dialéctica de la unidad y lucha de contrarios porque lo fundamental consiste en demostrar que la Venezuela de hoy es el logro de haber vencido a la alianza capitalista entre los imperialismos extranjeros y las minoritarias clases burguesas unidas y vendidas a los imperialismos, como se confirma día a día. La unidad y lucha de contrarios también está en el presente venezolano porque está en su historia y porque esa alianza imperialista necesita aplastar a la Venezuela chavista, comunera, explotar impunemente sus recursos destruyendo la vida del pueblo. El Che, al igual que cualquier marxista, sabía que el principal recurso de un pueblo es su fuerza de trabajo, su cultura, el excedente que ha atesorado y no sólo las riquezas naturales de su país, y en especial su juventud consciente.

Dado que la Comuna Panal 2021 se caracteriza entre otras muchas virtudes por impulsar el avance del trabajo creativo, el trabajo estético y libre, no alienado ni explotado, por eso es una fuerza consciente decisiva en el desarrollo de la dialéctica de la liberación. La juventud comunera ha de seguir avanzando por esa vía, por la senda que lleva a que el pueblo obrero sea propietario de su Venezuela, que no lo sea el imperialismo. Y es que la unidad y lucha de contrarios, que tiene su núcleo en el choque a muerte entre el mortecino trabajo explotado y la creatividad emancipadora del trabajo libre.

Cuba es la única propietaria del sí misma porque la juventud comunista –comunera– de 1962 sabía que sólo su militancia organizada podía expandir el trabajo sin explotadores, lo que haría libre a su Cuba y ayudaría a la libertad humana. La libertad de ser poseedores de su propio trabajo y de los recursos comunes que con él obtienen, ha permitido a la Isla impresionantes avances médicos, vacunas que sorprenden por su efectividad y maravillan a la inteligencia humana. Si Cuba hubiera seguido siendo esclava explotada por el amo yanqui, como lo era antes de la Revolución, ahora mismo su pueblo malviviría en condiciones inimaginables.

Los logros llenarían de orgullo al Che, y las y los jóvenes de la Comuna Panal 2021 debéis empezar a sentir el mismo orgullo que en estos mismos momentos vuelve a resistir otro brusco endurecimientos del ataque imperialista que sufre desde su independencia, brutalidad que no debiera sorprender a nadie que domine la dialéctica de la unidad y lucha de contrarios.

5.- DEFENSA

El tercer consejo que ofrece el Che a la juventud es el de prepararse para la defensa de la libertad, del socialismo. Es un consejo plenamente actual en Venezuela, en Cuba y en todos los pueblos dignos, que se niegan a ser esclavos. Hemos visto que en la Ilíada de hace +/- 2700 años el término dialéctica denotaba el razonamiento de por qué hay que luchar en defensa o en conquista de la libertad. El Che sostiene en su texto que hay muchas formas de defensa del socialismo, que no todas tienen que ser armadas sino que también y en ciertos períodos sobre todo ha de ser una defensa que se plasme en el desarrollo de socioeconómico, cultural, técnico y científico… del socialismo, dotándolo de una poder popular tan fuerte que nadie se atreva a atacar la Isla. Exactamente lo mismo vale para Venezuela y para la Comuna Panal 2021.

La conclusión lógica del método dialéctico no es otra que el prepararse para la lucha, sea defensiva u ofensiva. Sus tres leyes –unidad y lucha de contrarios, aumento cuantitativo y salto cualitativo, y negación de la negación– parten y terminan en la constatación de que no hay cambio, avance, desarrollo, vida, novedad, etc., sin la ruptura de la continuidad evolutiva, sin el estallido más o menos brusco del siempre precario y fugaz equilibrio inestable de los procesos que dan el salto a la emergencia de algo nuevo. En esta dinámica lo viejo siempre se resiste a ser superado por lo nuevo.

Los ritmos del cambio en la dialéctica de la naturaleza son bastante más lentos que en los de la sociedad y pensamiento, son imperceptibles para el corto tiempo humano, pero existen y van de lo simple a lo complejo. La devastación capitalista los está acelerando poniendo a la naturaleza y por tanto a la especie humana al borde de la sexta gran extinción de las formas de vida. De hecho, la catástrofe socioecológica es una demostración irrefutable de la concatenación de las dialécticas de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento bajo la irracionalidad del capitalismo.

En la dialéctica de la sociedad esa resistencia puede llegar a ser terrible, criminal, genocida incluso, y en la dialéctica del pensamiento, la resistencia de lo viejo se expresa mediante el mantenimiento de la incultura y del analfabetismo funcional impuesto con una educación autoritaria, con la propaganda, mentiras, dogmas, censuras, prohibiciones y hasta torturas. Peor aún, el capitalismo está frenando el desarrollo de la ciencia-crítica porque ésta descubre su irracionalidad estructural: la industria de la matanza de seres humanos según la conceptualización de Marx y Engels, confirma el fanatismo destructor del capital. El imperialismo intenta negarlo o suavizarlo hablando de «complejo industrial-militar», término divulgado por el imperialista Eisenhower, para ocultar el verdadero papel del militarismo.

La defensa de Venezuela, por ceñirnos a la juventud del Colectivo Alexis Vive, debe responder a las tres grandes formas de brutalidad capitalista que el método dialéctico saca a la luz. Empezando por los ataques burgueses a la ciencia-crítica, al pensamiento creativo y libre, la juventud comunera ha de multiplicar el estudio y el debate en las masas con la pedagogía del ejemplo, mostrando cuan peligrosa y dañina es la ofensiva irracionalista del capital a nivel mundial y en Venezuela. El método dialéctico, la ciencia-crítica, es un arma revolucionaria especialmente valiosa para la juventud obrera porque le capacita para conocerse a sí misma, a su conciencia, a su cuerpo, a sus necesidades.

La defensa de las conquistas sociales, de los derechos y del avance al Estado comunal debe ser simultánea a la defensa del método dialéctico interviniendo especialmente en el antagonismo entre el trabajo alienado, explotado, consustancial al capitalismo y el trabajo libre, creativo. Esta lucha servirá de poco si no se orienta a reducir en lo posible el tiempo de trabajo capitalista aumentando el tiempo de trabajo comunal y con él, el tiempo de trabajo libre, de ocio creativo, colectivo. La lucha por el tiempo propio, socialista, y contra el tiempo burgués, machista, racista, eurocéntrico, dogmático e ignorante, esta lucha decide junto con otras, primero, la supervivencia de la Revolución Bolivariana ante el recrudecimiento de las agresiones imperialistas, y segundo, amplía las fuerzas de avance mediante la prefiguración del futuro en el presente.

La defensa de la naturaleza, es decir, de la vida y de la salud del planeta y de nuestra especie es ya una urgente necesidad como lo vemos no sólo en la pandemia, sino en los efectos de la catástrofe socioecológica sobre los pueblos trabajadores. Aquí tenemos que recordar y reforzar, además del internacionalismo del Che, también el internacionalismo solidario de Chávez teorizado en sus textos sobre el empleo del crudo y de las grandes riquezas venezolanas en la solidaridad con otras naciones. El mundo en uno, y la acción de la Comuna Panal 2021 en esta problemática beneficia al conjunto de la humanidad y con ello refuerza a Venezuela. Como vemos, el principio dialéctico de la concatenación universal de los procesos nos explica por qué la defensa de cualquier avance comunero, por pequeño que aparente ser, es a la vez reforzamiento del avance del internacionalismo antiimperialista en el mundo.

6.- CREATIVIDAD

El cuarto consejo del Che a la juventud es el más duro y crítico, y el más cargado de dialéctica: si la juventud no crea cosas nuevas, no abre horizontes, entonces es una juventud anómala porque es dócil, respetuosa con la tradición y temerosa de enfrentarse a problemas nuevos. Es una juventud prematuramente envejecida, pero la revolución debe ser siempre joven. Recordemos que el Che escribió estas palabras en 1962, muy poco después de la victoria revolucionaria: ya detectó indicios de acomodación al nuevo estatus y de debilitamiento de iniciativa juvenil.

Es el más cargado de dialéctica porque, según esta filosofía, no puede existir creatividad sin crítica de lo establecido. Crear algo es introducir una novedad cualitativa que no existía antes, es decir, que llena un hueco, un vacío o que mejora cualitativamente algo que ya estaba envejecido, superado; más aún, en medio de la lucha de clases, crear algo nuevo es atacar las raíces del capitalismo, todo lo cual exige de una capacidad crítica que descubra lo viejo y construya lo nuevo.

La buena crítica es creativa porque además de descubrir lo viejo también ofrece la solución concreta materializada en la creación de lo nuevo. Por ejemplo, la juventud de la Comuna Panal 2021 se da cuenta que hace falta intensificar la lucha teórica y ética porque se está abriendo un vacío peligroso entre sectores juveniles poco o nada concienciados, manipulables por la contra, y la juventud comunera, y tras el estudio crítico de la esa contradicción organiza, crea un medio de comunicación integral que no existía antes. De hecho, la vida cotidiana está llena de ejemplos sobre la interacción entre la crítica y la creatividad, y esa interacción es esencial al avance del conocimiento, de la ciencia-crítica, de las artes, por no hablar de la vida sociopolítica, económica y militar. Posiblemente sea en la ciencia y en la guerra en donde más importancia adquiere esa unidad tanto para la bueno, como para lo malo, cuando no se aplica, cuando se repiten dogmas y errores que cuestan vidas humanas.

La ley del aumento cuantitativo y salto cualitativo explica perfectamente este proceso. Por aumento cuantitativo entendemos aquí la progresiva constatación de que algo anda mal, de que no obtenemos los resultados buscados, de que repetimos errores, etc., de modo que intensificamos nuestra investigación crítica, superando creencias e hipótesis hasta que, llegado un momento, saltamos de la crítica a la solución creando lo nuevo. Se dirá que es una explicación muy simple, y es cierto porque la hacemos muchas veces en nuestra vida pero sin una sistematización teórica que nos ahorraría mucho tiempo en la detección de los fallos y en la creación de las soluciones nuevas. Lo básico de ese sistema teórico es la dialéctica.

La importancia del sistema teórico que nos ahorra tiempo estriba en que nos advierte que sólo hemos dado el primer paso con la creación de lo nuevo, que no podemos parar ahí, quedarnos dormidos, porque si detenemos el movimiento permanente de la crítica creativa más temprano que tarde nos sucederá lo que le sucedió a la juventud cubana en 1962 como ya lo detectaba el Che: sin esa crítica perdemos creatividad y ganamos docilidad, vicio impropio de la juventud. La solución a ese peligro no es otras que asumir la ley de la negación de la negación, es decir, que algo de lo viejo se integra en lo nuevo creado que, a su vez, entrará casi al instante en una propia lucha interna pero a otra escala superior.

Por ejemplo, la juventud comunera ha creado un sistema integral de intercomunicación crítica y creativa con los sectores menos concienciados de juventud del pueblo. La Comuna Panal 2021se equivocaría si cometiese el error de creer que el problema está ya solucionado para siempre. El movimiento permanente es una de las características esenciales de la unidad y lucha de contrarios, y si la revolución se duerme o se relaja de inmediato la contrarrevolución ataca con más fuerza. La juventud del Colectivo Alexis Vive lo sabe perfectamente y por eso toma medidas para impedir el triunfalismo suicida, siendo una de ellas el mantener siempre activa la crítica y la autocrítica.

De este modo, lo nuevo, ese medio de comunicación, asume en su novedad la vieja experiencia del adormecimiento y la docilidad, e integra la permanente crítica y autocrítica con ellas como elementos esenciales de ese medio de comunicación. Así, la creatividad se expandirá más y más, pero este proceso no es tan automático ni tan fácil porque, por un lado, dentro mismo del grupo surgirán diferencias, oposiciones y contradicciones, y fuera del grupo, en la calle, se verá cómo la contra reacciona con otras innovaciones y con más medios de alienación. Y es la lucha de clases nunca se detiene, siempre está en movimiento, lo que exige a la crítica estar siempre despierta.

La ley de la negación de la negación, explica por qué la juventud comunera debe saber al menos dos cosas: una, que la lucha nunca se detiene y que siempre se complejiza, se ramifica, crea problemas nuevos a los que hay que responder; y otra, que la creatividad y la crítica siempre molesta a los sectores oportunistas que pudiera haber en la dirección revolucionaria. Ambas lecciones son fundamentales: la negación de la negación es el proceso por el cual lo peor de lo viejo es excluido de la creación de lo nuevo, echado al basurero de la historia, mientras que lo mejor de lo viejo sí es integrado en lo nuevo, continuando su proceso.

Por ejemplo, la crítica descubre que varios compañeros son indolentes, vagos, que no desarrollan todas sus potencialidades, siendo en parte o en todo responsables de los fracasos. La crítica sabe que lo nuevo no puede integrar a esos compañeros porque volverán a repetir los mismos comportamientos, así que los aparta, los excluye. Estamos aquí ante la primera parte de la negación de la negación: descubrir lo que no sólo no sirve para lo nuevo sino que además lo haría fracasar si siguiera dentro de lo creado. La dialéctica muestra que ha llegado el momento de optar, de decidir sobre si contar con ellos o no, o sea, estamos en la primera negación del pasado.

Lógicamente se les excluye de lo nuevo, pero a la vez se pide ayuda a las compañeras que sí han trabajado y muy bien en el pasado, que sí saben, pueden y quieren aportar en lo nuevo; es más, algunas o todas ellas han participado en la investigación critica de los errores cometidos, y lógicamente se pide a las compañeras que sigan y hasta que dirijan en la creación nueva. Es la segunda negación, la que se aplica a los compañeros vagos e indolentes. Pero, además, la negación de la negación advierte que siempre hay que estar en guardia porque, mientras exista el capitalismo, existirán los monstruos. Así comprendemos fácilmente que esta dialéctica es intolerable para los burócratas, oportunistas, pesebreros, advenedizos, corruptos… que pululan alrededor de los puestos y sillones de mando queriendo apropiárselos para siempre.

Aunque fue escrita en 1962, la dialéctica presente en la carta del Che a la juventud sigue manteniendo todo su poder revolucionario en la Venezuela de hoy.

Nota: texto para para el programa de formación de las y los militantes del colectivo “Alexis Vive” de la Comuna del 23 de Enero “Panal 2021”.

Fuente: https://rebelion.org/la-dialectica-del-che-como-arma-de-la-juventud/

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Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica desde el sur. Libro (pdf)

Prologo:

El libro Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica desde el sur surge en un complejísimo escenario mundial y latinoamericano, signado por la crisis de la pandemia asociada a la enfermedad de la covid-19, la que se ha superpuesto o empalmado con otras múltiples crisis: la del neoliberalismo, la economía de mercado y una crisis estructural del capitalismo; crisis ecológica, ambiental, hídrica, que ha
evidenciado los límites materiales de la “lógica incorregible del capital”; crisis político-sociales que han generado históricas jornadas de movilización y protesta por parte de los sectores populares y la clase trabajadora; crisis de un patrón de dominación colonial, responsable del despojo y el saqueo de los pueblos, las comunidades y los territorios de nuestra América; crisis del patriarcado como forma
de dominación sexo-genérica y sus brutales expresiones de violencia machista, uxoricidios y feminicidios, entre varias otras. Ahora bien, siguiendo algunas enseñanzas de la historia, parece importante evidenciar que los tiempos y espacios de la crisis son “tierra fértil” para las semillas de la crítica, y en este sentido, el libro que prologamos germina y florece cargado de criticidad para robustecer a las fuerzas
sociales emancipatorias comprometidas con la construcción de sociedades democráticas, justas, rebeldes, dignas.

Descarga aquí: educar-emancipacion

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V Encuentro de Docencia Latinoamericana

Del Derecho Humano de la Educación a la Emancipación de Nuestros Pueblos
Las organizaciones magisteriales
En el Marco del centenario del natalicio de Paulo Freire y de la Semana de Acción Mundial por la Educación
OBJETIVO:
Fomentar espacios de diálogo y trueque de saberes entre docentes cercanos a los foros y campañas que defendemos el derecho humano a la educación para compartir las experiencias educativas y generar articulaciones, motivando el movimiento transformador desde la Docencia Latinoamericana.
Que participen docentes desde diversas experiencias educativas formales y populares
Que se compartan experiencias de base para intercambio y mutuo aprecio
Que se enfatice el derecho humano a la educación desde la importante labor docente
Que se promueva la articulación docente latinoamericana con un horizonte transformador en busca de la emancipación de nuestros pueblos
Motivar el gran encuentro de la Docencia Latinoamericana
Participan: México, Costa Rica, Panamá, Bolivia y Venezuela
Acompañan: Chile, Argentina, Colombia, Guatemala, Honduras, El Salvador, Haití, República Dominicana
8 de Junio
15:00 h Centroamérica
16:00 h México, Colombia, Panamá
17:00 Chile, El Caribe, Bolivia, Venezuela
18:00 Argentina
Transmisión en vivo en  FACEBOOK Y YOUTUBE
https://www.facebook.com/otrasvoceseneducacion
PROGRAMA 
MODERACIÓN:  Bryan Vargas. CAMEXCA
BIENVENIDA Y PALABRAS INICIALES:
Mercedes Mayol Lassalle. Presidenta mundial de OMEP
Carlos Fritzen. Presidente Internacional de Fe y Alegría
Jesús Juárez. Campaña por el Derecho a la Educación en México
PARTICIPANTES:
Rose Mary Hernández, Venezuela
Diógenes Sánchez, Panamá.
Liz Marco, Bolivia
Mara Livia, México
Jesús Alemancia, Panamá
Rosario González, Bolivia
Alonso Ramos, Panamá
DIÁLOGO
¿Cómo consideran que es la actual situación gremial de maestras/os en América Latina y el Caribe?
¿Cuál es la relevancia y el empoderamiento de sindicatos, organizaciones sindicales, civiles o colectivos docentes en su país?
¿Cuáles son las principales críticas, prácticas cuestionables y aciertos de las organizaciones magisteriales para garantizar el derecho humano a la educación?
¿Las organizaciones magisteriales en los diferentes gremios se están convirtiendo en un mero cúmulo de poder o están contribuyendo a la emancipación de nuestros pueblos?
Informes
Fuente: CADEM_México
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Emancipación a través de la experiencia

Por:

  • El plato fuerte de Xcèntric, el cine del CCCB, ha sido la doble proyección de la miniserie italiana Diario di un maestro, de Vittorio de Seta (xcentric@cccb.org). Se trata de la crónica cotidiana de un aula, a modo de poema pedagógico, que muestra hasta dónde puede llegar un grupo de alumnos cuando se confía en ellos, trabaja en cooperación y se le ofrece herramientas para interpretar la realidad.

El maestro les invita a tomar las medidas del estrado y de la pared. ¿Para qué estarán haciendo? Para algo tan sencillo como revolucionario, sobre todo hace cincuenta años: convertir la tarima en una estantería-biblioteca de aula. Previamente han juntado los pupitres en mesas para trabajar en equipo. El aula se pone patas arriba y los paseos por el barrio, por la Roma monumental o por la naturaleza se convierten en lugares de aprendizaje.

Asimismo, se modifican los tiempos, porque aquí no rige el horario compartimentado por asignaturas sino un tiempo prolongado -a veces más allá la hora de salida-, para desarrollar sus proyectos de investigación globalizados. Estas son alguna de las cartas de presentación del maestro protagonista que acaba de llegar a la escuela de Piedralata, un suburbio de Roma, con una maleta cargada de libros.

La visión y la práctica solitaria de este docente contrasta con la de los otros colegas del centro que siguen enseñando al modo más convencional, sin salirse un ápice de lo que dicta el programa oficial y el libro de texto, con exámenes absurdos, porque así lo han hecho toda la vida y no hay manera de que salgan de su zona de confort. Son los fieles servidores de una escuela autoritaria que burla el entorno y castiga, expulsa y fomenta el absentismo escolar. Bruno, el maestro protagonista, tiene que lidiar con este panorama, en un barrio de emigrantes del sur golpeados por la pobreza y la desigualdad. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo poner orden en un aula dónde las peleas son continuas y poco o nada de lo que les ofrece la escuela les interesa? Y, sobre todo, ¿cómo lograr la asistencia de estos dieciséis alumnos de doce años?

Bruno empieza haciéndoles algunas preguntas para hacerse una idea de sus conocimientos previos y, acto seguido, les invita a hablar de lo que quieran, escribir sobre sus familias y expresar pensamientos y emociones en sus textos: para despertar su curiosidad y para que se sientan más seguros. Le sigue una inmersión en el barrio, un entorno degradado y hasta ruinoso, y las visitas a las familias. Fruto de sus salidas es el enorme mural que cuelgan a la pared sobre la lucertole, tras un estudio a fondo a fondo de la lagartija y la construcción de un vivero donde van colocando los animalitos que encuentran. Otro día asiste a la clase un antiguo ladrón al que los chicos acribillan a preguntas durante unas cuantas horas: ¿Por qué robaba? ¿Por qué dejó de hacerlo? ¿Cómo era la vida en la cárcel.

La delincuencia se convierte en un centro de interés y, como todas las actividades, terminan con la confección de un periódico y un mural: “Contra la ley”, un título decidido entre todos. Una de las palabras clave de este relato pedagógico es Insieme: en común o todos juntos. Así se toman las decisiones, se organiza la clase, se gestiona un pequeño presupuesto y se va construyendo comunidad con la participación activa y responsable de todos.

El tercer episodio (lo componen cuatro en total) arranca con una escena dramática y muy actual: la demolición de unas casas, de las que han sido expulsados sus habitantes que restan a la espera de lograr una nueva vivienda. La lista de espera es larga. Los alumnos, junto a su maestro, presencian la acción de la grúa. Una experiencia tan vivida en carne propia es una excelente ocasión para trabajar a fondo el problema de la vivienda. Tras los dibujos individuales para representar este acontecimiento, el maestro les sugiere que elijan el que les parezca mejor para hacerlo colectivamente en grande, no sin antes preguntarles -como suele hacer siempre- los porqués. Le sigue una lluvia de manos alzadas para entrar en el análisis, y no faltan las propuestas que aconsejan integrar aspectos de unos y otros.

En los debates y textos se investigan cuestiones como estas: ¿Cómo y dónde vivimos? ¿Por qué se dan estas situaciones? Se consultan estadísticas, crónicas periodísticas y se invita a un par de padres para que cuenten la historia del barrio. Todo ello es aprovechado para que los textos definitivos se puedan corregir en el encerado, para aprender a comunicarse, para descubrir nuevas palabras y algunas estructuras sintácticas. Para el título del mural se inventan una palabra muy llamativa: “Las casas de los malestantes”. Como colofón, Bruno introduce una imprenta -una de las técnicas introducidas por el maestro francés Celéstin Freinet- para imprimir los textos y juntarlos en una revista de la que se editan cincuenta ejemplares: para todos los alumnos y para sus familiares. La pasión del maestro se contagia a los chicos. Hay momentos de silencio absoluto y otros de un ruido muy educativo, porque todos quieren tomar la palabra para participar, para dar la opinión o para hacer preguntas y más preguntas.

Este modo de trabajar se repite a la hora de orientar todos los proyectos: desde los oficios del barrio hasta la Segunda Guerra Mundial y el fascismo. En este punto alguien toma un libro de texto y Bruno lee lo que se dice, y al final suelta este comentario: “Apenas nada se dice de la resistencia”. Por ello la investigación se traslada de nuevo a sus vivencias. ¿Cómo la vivieron sus familias? Y Ahí sale todo: el hambre, los campos de concentración, los bombardeos sobre la población civil, la lucha antifascista, etc. Escuchan un disco donde Mussolini, el duce, proclama la intervención de Italia en la contienda y, como otras veces, algunos padres hacen de profesores para contar sus historias. Estos chicos, en un ambiente escolar en el que se sienten escuchados, reconocidos y estimados, toman conciencia de sus capacidades y se convierten en verdaderos productores de conocimiento.

En la dirección de Vittorio de Seta se descubre la huella del cine neorrealista italiano -Luigi Comencini fue su maestro- y de Pier Paolo Passolini, en su interés por retratar el mundo de los olvidados que viven en los extrarradios y en los márgenes de la sociedad. Se filmaron cincuenta horas en cámara de 16 mm y sonido en directo, y el rodaje duró año y medio. Para el papel de maestro se eligió al actor Bruno Cirino, pero los alumnos se escogieron entre los chicos de estos barrios populares: por la mañana asistían al rodaje y por la tarde recibían sus clases habituales. Se dejó un gran margen de improvisación y espontaneidad; y a diferencia de lo que suele hacerse en los rodajes las escenas casi nunca se repetían. La RAI, la radiotelevisión italiana, lo emitió en 1972 como una miniserie de cuatro capítulos de casi cinco horas de duración. La emisión de este historia, que bascula entre la ficción y el documental, tuvo un gran impacto -en el cuarto episodio se alcanzó la cifra de veinte millones de telespectadores- y levantó una fuerte polémica entre los partidarios de democratizar y dignificar la escuela pública mediante alternativas renovadoras y los que veían en ella un mero invento que cuestionaba los cimientos del orden establecido que no conducía a ninguna parte. Al año siguiente se preparó una versión reducida de 135 minutos para la proyección en salas. Y poco después la programó televisión española para la segunda cadena.

Pero si este proceso fue laborioso, también lo fue la fase previa de documentación. La cinta se inspira en el libro de Albino Bernardini: “Diario de un maestro. Un año en Piedralata” (Barcelona, Fontanella, 1974). De Seta tuvo largas conversaciones con su autor, pero también las tuvo con Mario Lodi, autor de El País errado. Diario de una experiencia pedagógica (Barcelona, Laia, 1973) y de Insieme. Un diario de clase ((Barcelona, Laia, 1974), y miembro destacado del Movimento de Cooperazione Educativa (véase el título homónimo de Francisco Imbernón, Barcelona, Laia, 1981), grupo de educadores que, inspirados en la pedagogía Freinet, centran su actividad en la cooperación, en el hacer juntos la escuela y en la investigación del niño y del entorno. Este movimiento, con un fuerte componente comunista y cristiano radical, fue pionero en la renovación de la escuela italiana de las décadas del sesenta al ochenta, con un fuerte compromiso en la recuperación de memoria histórica antifascista. Otros muchos de sus textos fueron traducidos al castellano en aquellos tiempos. Sin duda, cabe destacar la aportación de Francesco Tonucci, asesor de esta serie, muy conocido por la comunidad educativa por sus numerosas conferencias y aportaciones en castellano en defensa del protagonismo de la infancia y por sus libros de viñetas firmados por su alter ego Frato.

Diario de un maestro pude leerse tanto en clave histórica: la de unos años de efervescencia educativa tanto en la Italia democrática como en la España de la transición, como en clave actual: ¿Acaso no hay secuencias en la película que siguen siendo plenamente revolucionarias? Siempre me asaltó una duda: ¿Por qué estas experiencias fueron y siguen minoritarias? Un día el propio Tonucci me dio la respuesta: porque la formación inicial del profesorado se mantiene igual. ¿Sólo en Italia?

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2021/05/04/emancipacion-a-traves-de-la-experiencia/

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