Saltar al contenido principal
Page 1 of 11
1 2 3 11

Bases geológicas de la esclavitud y la guerra digital

Por:  Antonio Aretxabala

Solo conocemos dos tipos de minería: la basada en el diésel y la realizada por esclavos. La producción de diésel decae desde 2018, de 27,5 millones de barrilles diarios hasta los 22 de 2022 (un 20% menos) igualando la producción de 2005. Actualmente en el mundo hay unos 50 millones de esclavos modernos. Según Walk Free (OIT-ONU) son quienes realizan trabajos forzados, venden sus cuerpos o son forzosamente entregados en matrimonio. Aproximadamente una cuarta parte son niñas y niños. Un elevado porcentaje trabaja en el sector textil, son objetos sexuales o malviven entre la minería impulsada por capital chino, estadounidense y europeo que en los últimos años ha adquirido un fuerte impulso en el sector armamentístico de alta precisión. Nuestra denominada transición verde se basa fundamentalmente en la eficiencia con su supuesta herramienta digital, pero es también militar. Para extraer los minerales de moda entre los innovadores ministerios para la transformación digital se necesitan recursos geológicos muy diseminados y no hay inteligencia artificial que compita con la manera más eficiente de minería en dichas circunstancias: la mano humana, incluida la infantil.

Para procesar una tonelada de cobre en un grado de concentración en roca de entre el 1% y el 3% es necesaria una intensidad energética promedio de entre 100 y 150 GJ con minería convencional basada en el diésel, pero el grado de concentración decae y a partir del 0,5 % el consumo energético se cuadruplica encareciendo los procesos y viéndonos obligados a triturar cordilleras para arrancar a la tierra el preciado metal. Desde 1975 el volumen de roca a triturar para la extracción de una tonelada de cobre se ha multiplicado por 14. En el caso del uranio, el carbón o las tierras raras, la evolución es similar, pues hablamos de recursos no renovables.

El auge del reciclado, por tanto, se justifica una vez más desde razonamientos exclusivamente economicistas que dejarían a un lado cosas “sin importancia” como la salud, la libertad o la dignidad humana. Los efectos secundarios sobre nuestros basureros favoritos: atmósfera, hidrosfera, ecosistemas y seres vivos, incluidos nuestros cuerpos humanos, hace décadas que son un quebradero de cabeza para las opulentas sociedades que hemos construido con energía solar fosilizada en forma de hidrocarburos y materiales geológicos clave que éstos nos permitieron arrancar. Un pozo sin fondo para nuestros sistemas de salud. Pero el origen de ese creciente impacto fuera y dentro de nuestros cuerpos sigue velado a quienes deben seguir consumiendo para dinamizar la economía.

La geología del armamento de precisión y el escaparate de los genocidios

Según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el 38% de las reservas de las llamadas “tierras raras” de nuestro planeta se pueden encontrar en China. Este país suministró el 80% de estos materiales geológicos a Occidente en 2019, antes de la pandemia de Covid 19 decretada por la OMS. La República Democrática del Congo el 75% del cobalto. El cerio, por ejemplo, se utiliza en las baterías y en la mayoría de los dispositivos con pantalla e imanes forjados con neodimio y samario que soportan altas tasas de humedad y temperaturas extremas necesarias en dispositivos militares modernos. Se usan en las aletas de los aviones de combate, como guía de misiles, motores de aviones, submarinos y tanques. Son imprescindibles en las comunicaciones por satélite, los nuevos radares y sónares, los sistemas con turbinas a reacción, armas de precisión avanzada combinada con láseres y satélites y todo el ecosistema de redes de comunicación e información basado en la inteligencia artificial aplicada al internet de las cosas. Este nuevo paradigma tecnológico, fundamentalmente militar, cuyos escaparates presenciamos día tras día en Ucrania, Sudán, el Congo o Palestina se basa sobre todo en la minería de tierras raras, cobre, cobalto, litio para almacenaje y distribución de energía e información, lo cual requiere una mayor integración e interconexión de dispositivos con una mayor concurrencia desde el procesamiento centralizado hasta el periférico.

Esas tres cuartas partes del cobalto de nuestros dispositivos digitales, de nuestras infraestructuras de transformación y captación de energías “limpias” y de nuestra industria armamentística de precisión –con la ayuda de fondos chinos y capital occidental–, han convertido a la República Democrática del Congo en uno de los países más pobres y esclavistas del mundo (el 74% de su población vive por debajo del umbral de pobreza). Pero ese mismo mundo permanece indiferente porque al parecer no somos capaces o no queremos ver otra salida que el sueño del crecimiento verde, público o privado y participado, es decir, sufragado por quienes aún vivimos y quienes aún no pueden tomar decisiones sobre sus vidas porque, o bien son niños pequeños o aún no han nacido pero ya están endeudados de por vida. Paradójicamente rebajar las exigencias medioambientales es la nueva excusa para promover la “economía verde”, tanto en la implantación de megaproyectos eólicos o fotovoltaicos como en la minería que apuntala su despliegue, con sus infraestructuras de transporte, energéticas, digitales y militares que acompañan una transición abocada al más rotundo de los fracasos si no se puede desplegar desde regímenes casi o abiertamente totalitarios.

El objetivo: favorecer la inversión y subvencionar el cambio de modelo extractivo para beneficio de los grandes fondos de inversión y una clase política cómplice que recoge algunas migajas.

Rebelión y desobediencia, obligaciones morales

En el Congo, cientos de miles de personas trabajan en esta eficiente economía eufemísticamente denominada artesanal, incluidos decenas de miles de los denominados “niños del cobalto” de tan solo cinco o seis años. Los más pequeños cavan en la superficie raspando para recoger lo que pueden y, sobre todo las niñas, tamizan y seleccionan. Cuando consiguen un saco de tierra y piedra tienen que separar las partes que contienen cobalto en charcos de agua pútrida y tóxica. Luego, a medida que crecen, si llegan a adolescentes, pasan a excavar túneles manualmente, lo que requiere más fuerza, pero sin sostenimiento, ventilación o seguridad suelen colapsar y mueren enterrados vivos. Hay decenas de miles de niños y adolescentes que trabajan así junto a sus padres; muchos ya son huérfanos. El libro Cobalto Rojo del profesor de la Academia Británica de ciencias, Siddharth Kara (Ed. Capitán Swing, 2024), relata cientos de experiencias de este tipo que sustentan nuestra transformación digital.

Barcelona es una de las pocas ciudades que ha estudiado el fenómeno de puertas adentro. Unos 3.200 chatarreros o recicladores trabajan para ganar unos 20 euros al día en la recogida de metales. La mayoría son migrantes en situación irregular, casi el 80% africanos sin DNI. La economía circular impulsada desde la UE con dictámenes como el SC/048 sigue siendo tan ignorada por las instituciones como la inestimable labor del reciclado que realizan estas personas marginadas sin vivienda ni derechos laborales. Chatarrerías e intermediarios reaprovechan los cerca de 400 kilos diarios de metales, aluminio, cobre, metales mixtos o acero por una media de 0,19 euros por kilo de hierro o 5,6 euros el de cobre limpio. Son datos del Informe Wastecare de la Universidad de Barcelona, 2024. “¿Estamos dispuestos a tener esclavos para obtener unas mejores tasas de reciclado?”, se pregunta Federico Demaria, profesor de Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona y coautor del informe.

No son pocas las voces que intentan frenar semejante injusticia, social y ambiental, pues choca directamente contra los 17 ODS de la malograda Agenda 2030. Afortunadamente, hay un fondo de rebelión ciudadana y contestación popular creciente, también un auge entre la juventud mejor informada de una desobediencia civil que las instituciones intentan ocultar y acallar con mecanismos como la Ley Mordaza. A nivel internacional prosperan los nuevos luditas trabajando en red para detener esta psicópata marea de guerra contra la vida. Grupos comunitarios como la Coalición Alto al Espionaje del LAPD se están organizando para destruir los algoritmos de los programas policiales. La creciente campaña para prohibir el uso gubernamental de software de reconocimiento facial ha obtenido importantes victorias en California, Massachusetts o Alemania. Los trabajadores de Amazon sabotean a su compañía para que deje de vender dicho software a las autoridades. En las calles de Hong Kong, los manifestantes ponen en funcionamiento técnicas para evadir la mirada algorítmica utilizando láseres que confunden a las cámaras de reconocimiento facial o derribando las farolas “inteligentes” equipadas con dispositivos de vigilancia. Les Soulèvements de la Terre de Francia se burlan de la gendarmerie actuando como una masa crítica metamorfoseante. La indiferencia y la falta de radicalidad ante la guerra declarada contra nuestras vidas es una manera de justificar genocidios por mor de un “crecimiento económico”. Pero éste ya no es posible, ni siquiera socavando la base vital que toleramos como aceptable hasta hoy. La rebelión y la desobediencia se han vuelto obligaciones morales para toda criatura que aún se considere humana.

Antonio Aretxabala es geólogo, doctor investigador independiente en obra civil, urbanismo, nuevas tecnologías de extracción y cambio climático.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/colectivo-burbuja/bases-geologicas-esclavitud-guerra-digital

Comparte este contenido:

Esclavitud Moderna

Por: Jorge Majfud

No es que el sagrado mercado no pueda pagar mejor a los trabajadores, sino que no conviene. Una persona en estado de necesidad (atado a deudas o a su pobreza) es un esclavo moderno, dócil, manipulable, funcional. Exactamente como los países endeudados―los endeudados pobres, no los endeudados ricos.

¿Por qué los campesinos en Colombia, responsables de la producción de casi el 80 por ciento del mercado mundial de cocaína, ganan mil dólares por año y solo un kilo de cocaína se vende a 150.000 dólares en Estados Unidos? La respuesta dogmática es una de las mayores estafas del mundo capitalista que se repite en otros rubros, desde el agropecuario, el industrial hasta el profesional: los salarios responden a «la Ley de la oferta y la demanda».

Si los salarios en cualquier cadena productiva estuviesen dictados únicamente por esta ley, los trabajos más duros en la base de la pirámide (donde la oferta laboral es menor que en niveles más altos) o los especialistas en las elites académicas o científicas serían, por lejos, los puestos mejor remunerados. La razón radica en la misma pirámide de poder, justificada por una plétora de excusas propagandísticas que emanan de la micro clase en el poder y se reproducen en sus eslabones funcionales, desde gerentes, subgerentes, expertos en relaciones públicas, comunicadores, propagandistas, políticos, mercenarios, mayordomos, jornaleros hasta mendicantes. Todo fosilizado en instituciones (gobiernos, congresos, medios de comunicación, escuelas, universidades, iglesias, clubes, ejércitos, policías) que garantizan la sacralidad de la propiedad privada como si la existencia de un palacio y una chabola fuesen la demostración de la universalidad de este derecho.

Aparte de la razón capitalista que presiona siempre por una reducción de costos abajo y la maximización de las ganancias arriba, existe una necesidad de mantener a los grupos marginales en estado de perpetua producción a través de la necesidad, como el endeudamiento o la misma pobreza. Este estado perpetuo de necesidad deshumaniza hasta el grado de aleccionar al esclavo para convertirse en esclavista como premio a su propio sacrificio, algo que con suerte el uno por ciento logra y luego es destacado en las tapas de revistas y en las lecciones de los padres a sus pequeños hijos―no porque todos los padres se creen esta ficción histórica, sino porque deben preparar a sus hijos para sobrevivir en un mundo deshumanizado.

Si esos trabajadores semi esclavos de Colombia tuviesen remuneraciones más altas y mejores condiciones de vida, probablemente se educarían y migrarían a otros sectores de producción y servicios―la misma ilegalidad que hace que el producto sea caro, también hace que los productores sean baratos.

Lo mismo ocurre (sólo por poner un ejemplo más) con el trabajo esclavo en diferentes regiones de Asia, África y en América Latina. En muchos casos, los esclavos sin salario del siglo XIX estaban mejor alimentados y menos envenenados que los actuales trabajadores africanos, desde las minas de cobalto del Congo a las montañas de desechos electrónicos de Gana y Tanzania, o a los madereros nativos de Mozambique, con los cuales conviví en los años 90s. Sin duda, en el siglo XIX la diferencia social entre los esclavos y sus amos, aunque obscena, no era tan grande como la que existe hoy entre los productores (llamados hombres y mujeres libres) y los amos de las corporaciones transnacionales.

Como lo expuso el profesor británico Siddharth Kara en su reciente libro Cobalt Red (2023), actualmente cientos de miles de congoleños y decenas de miles de niños son sometidos a las peores formas de esclavitud conocidas para que extraigan cobalto con una pala o con sus manos desnudas. Por un salario de siete dólares diarios cuando tienen suerte (y de dos dólares cuando es un día normal) estos hombres, mujeres y niños desarrollan diferentes enfermedades debido a que el cobalto es toxico al solo contacto con la piel. Sin considerar que esos siete dólares apenas le permite a una familia alimentarse de una forma insuficiente, al tiempo que el largo y doloroso trabajo les impide a sus niños ir a la escuela o tener una infancia digna.

El cobalto es esencial para las baterías recargables de teléfonos, computadoras y automóviles en todo el mundo y el 75 por ciento se extrae del Congo, país que no sólo posee uno de los peores récords de matanzas imperialistas sino de dictaduras brutales seguidas al asesinato del gran Patrice Lumumba por parte de los belgas en complicidad de la CIA, como no podía ser de otra forma. Todo en nombre de la noble defensa del capital, la propiedad privada (de los ricos) y el progreso de los países desarrollados.

Actualmente, los primeros beneficiados de esta nueva violación del Congo son las corporaciones como Apple, Tesla, Samsung y los inversores chinos que se dieron cuenta del gran negocio hace más de una década. Luego siguen los consumidores globales, que en su mayoría ignoran o prefieren ignorar la existencia de esclavos modernos. Los primeros perjudicados son los cientos de miles de congoleños esclavos y el ecosistema global, ya que para que esta actividad minera ocurra se han eliminado y se continúa eliminando grandes áreas de bosques naturales―las clásicas externalidades que nunca entran en la ecuación de ningún negocio exitoso.

El solo hecho de que la minería artesanal sea ilegal, como lo es la producción de cocaína, es irrelevante. A los efectos de este análisis, debemos volver a hacernos la misma pregunta del comienzo: si los esclavos congoleños son esenciales en la cadena de comercialización del cobalto y son esenciales en el funcionamiento de nuestro mundo digital, ¿por qué sus salarios están por debajo de las condiciones mínimas de sobrevivencia y sus derechos por debajo de los derechos de los esclavos de siglos pasados?

Porque la deshumanización es un negocio redondo: deshumanización de los productores y deshumanización de los consumidores. ¿Y después se asustan de que la Inteligencia Artificial llegue un día a apoderarse del mundo? ¿No es un pánico del Primer Mundo, como lo es la idea de que dejarán de ser imperios parasitarios? ¿Cuál es la diferencia para un esclavo moderno, incluso para la clase media global, entre ser dominada por los robots o continuar siendo dominadas y explotadas por las elites humanas de siempre?

Habrá que volver a la misma explicación: mantener una masa de población en estado de necesidad es esencial para mantener el poder en la cima de la pirámide. Cada tanto esta brutalidad se encuentra con algún límite legal, producto de años de activismo social, pero estos límites no son parte de la lógica que gobierna el mundo sino la razón por la cual no todos se han olvidado de que existe algo llamado dignidad humana que, no por mera casualidad, siempre tiene que luchar contra los inconmensurables poderes (económicos, políticos y mediáticos) de los de arriba―y con la complicidad, la indiferencia o la amnesia de unos cuantos de los de abajo.

rebelion.org

Fuente de la información e imagen:  https://elortiba.org

Comparte este contenido:

MST ocupa tierras improductivas en Bahía y Rio Grande en Brasil

América del Sur/Brasil/05-05-2023/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

Esta no es la única acción en curso: en la región de Chapada, en la ciudad de Boa Vista do Tupim, 130 familias se encuentran en terrenos ocupados desde la madrugada del sábado.

El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil ocupó durante la jornada del miércoles el taller de la Empresa de Hierro de Ligas da Bahia (Ferbasa) en Maracás, en el Estado de Bahía.

La acción de protesta y fuerza se produjo después de que algunas de las familias que ocupaban terrenos de propiedad de la empresa en el municipio de Planaltino, en la región de Chapada Diamantina, fueran desalojadas el jueves de la semana pasada y no se encontrara aun una solución al respecto.

Los campesinos ocupan las tierras de Ferbasa desde el 30 de marzo, en lo que fue el tercer intento de construir allí el campamento Estrela Vive.

Según el MST, la zona estaba abandonada e improductiva. Durante el desalojo, el MST manifestó que las familias no atendían a dónde irían y “luchaban por conquistar tierras”.

De acuerdo a declaraciones del articulador político del MST en Chapada Diamantina, Abraão Brito, “el MST ocupa el taller (de Ferbasa) alegando que hay una reunión entre la empresa e Incra, el gobierno federal y el gobierno estatal para pacificar esta situación, ya que existe un acuerdo desde 2017 por parte de esta empresa para ceder una cantidad de hectáreas de tierra para asentar familias en la región y nunca se cumplió”.

Esta no es la única acción en curso: en la región de Chapada, en la ciudad de Boa Vista do Tupim, 130 familias se encuentran en terrenos ocupados desde la madrugada del sábado en la Hacienda Boa Esperança. Según el MST, el área “tiene 18 años de abandono y tiene una extensión de 1.300 hectáreas de tierra improductiva”.

Durante el fin de semana, miembros del movimiento también ocuparon tres áreas en Rio Grande do Norte. En Macaíba, en la región metropolitana de la capital, 70 familias de la Brigada Zumbi dos Palmares, ocuparon un área de la asamblea en la noche del viernes.

Las acciones del MST en Bahía y Rio Grande do Norte forman parte de la 26ª Jornada Nacional de Luchas en Defensa de la Reforma Agraria.

El Abril Rojo de este año tiene como lema “Contra el Hambre y la Esclavitud: por la Tierra, la Democracia y el Medio Ambiente”. Además de la lucha por el acceso a la tierra, las ocupaciones, marchas y vigilias del MST también denuncian la violencia en el campo.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/brasil-ocupacion-mst-tierras-20230503-0012.html

Comparte este contenido:

Sin humanidades solo queda el sometimiento

La actual y estupidizante exigencia de preparar al estudiante para el mercado laboral supone declarar la bancarrota de la enseñanza: solo servirá para crear sujetos absolutamente serviles.

Carlos Javier González Serrano

Entre 1793 y 1795, el escritor y pensador Friedrich Schiller redactó sus Cartas sobre la educación estética de la humanidad, un texto tan bello como comprometido y sugerente que, redactado hace más de 200 años, lleva a cabo un atinado y profético análisis de nuestra situación actual. Schiller estaba convencido de que no podemos llegar a alcanzar la felicidad si no es a través de la belleza y la libertad, y para alcanzarlas es necesario, antes que nada, aprender a desencadenarnos de los impulsos sensibles, de la impresión y la tiranía del momento, que cataloga como «la más terrible esclavitud».

En sus primeras páginas, Schiller se mostraba contundente y certero, en palabras que bien podrían haberse escrito hoy mismo: «En la actualidad impera la necesidad y su yugo tiránico somete a la humanidad postrada. La utilidad es el gran ídolo de nuestra época, y a él deben complacer todos los poderes y rendir homenaje todos los talentos». Schiller, en cambio, estaba convencido de que es a través de la belleza y de las potencias espirituales del ser humano (geistige Kräfte) como nos encaminamos hacia la libertad.

_________________________________________________________________

Esta libertad, a su juicio, no se había conquistado aún en términos reales, fácticos. A pesar del revuelo causado por la Revolución francesa, acontecida en 1789, el autor alemán consideraba que no puede existir una libertad externa si antes no se ha conquistado interiormente, si no nos hemos hecho conscientes de nuestro propia libertad. Si no logramos dominarnos a nosotros mismos, si dependemos del influjo de nuestros ruidosos deseos (que nos espolean en todo momento), no podremos llegar a ser libres más que de palabra, y no realmente. En la época de la Ilustración, en la que en apariencia se había alcanzado el punto más álgido de la ciencia y el pensamiento, gran parte del pueblo seguía sumida en un rudo y violento «estado de naturaleza», atado a la arbitrariedad de los estímulos sensibles.

Schiller aseguraba que la libertad no solo estriba en el poder de elegir entre varias posibilidades de acción, sino en la posibilidad y convencimiento de crear nuestra propia libertad. Como explica el ensayista Rüdiger Safranski en Schiller o la invención del idealismo alemán, «la libertad creadora trae al mundo algo que sin ella no se daría; la libertad también es siempre una creatio ex nihilo», lo que acerca mucho al maestro alemán a la Hannah Arendt de La condición humana y Los orígenes del totalitarismo y sus tesis sobre la libertad: «Sólo cuando es destruida la más elemental forma de creatividad humana, que es la capacidad de añadir algo propio al mundo, el aislamiento se torna inmediatamente insoportable». Frente a autores anteriores, la originalidad y actualidad de Schiller reside en su convencimiento de que podemos llegar a dominar las cosas en vez de ser dominados por ellas; un punto que, sin duda, lo hermana con el existencialista Jean-Paul Sartre, quien defendía: «El cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe la de dejar de ser héroe. Lo que tiene importancia es el compromiso total». Y es que, tal como apunta Safranski en la obra citada, Schiller quiso demostrar «que no solo hay un destino que sufrimos, sino también un destino que somos nosotros mismos».

Vivimos tiempos en los que es fácil escuchar justificaciones por el modo de vivir que aceptamos y transitamos, atados a aparatos electrónicos que pautan nuestro devenir existencial: notificaciones molestas y persistentes, publicidad invasiva y omnipresente, redes sociales a las que alimentar a cada instante, mensajes a los que debemos dar respuesta inmediata. Schiller lo habría visto, sin duda, como un callejón sin salida para nuestra libertad, anclada así a un sinfín de estímulos que, decimos, no nos permiten ser más que lo que podemos ser. Pero ¿y si quisiéramos ser más?

Es indudable que se han producido avances en la técnica y la tecnología, la medicina o la ciencia, pero según apuntaba Schiller, «a medida que la sociedad en su conjunto se hace más rica y compleja, el individuo se empobrece en lo que se refiere al desarrollo de sus disposiciones y fuerzas». También trazaría el mismo análisis años más tarde otro poeta, en este caso romántico, Friedrich Hölderlin, en su Hiperión: «Ves artesanos, pero no hombres». Diagnóstico del que, por supuesto, Karl Marx y toda la tradición marxista darían buena cuenta muchas décadas después. El sujeto se ha hecho fragmento intercambiable e indiscernible de un todo, se ha atomizado y desterritorializado: no encuentra su lugar porque su lugar es cualquiera; todo funciona de la misma manera y todos los espacios y todas las circunstancias se parecen. Somos fragmentos de una totalidad que simula ir mejor pero que, paradójicamente y a fuerza de progresar, provoca el malestar del individuo. Así lo exponía Schiller en la sexta de sus Cartas: «Eternamente encadenado a un pequeño fragmento aislado del todo, el hombre mismo se convierte en un fragmento: ya solo oye el monótono ruido del engranaje que hace girar, jamás desarrollará la armonía de su ser […]. Se convierte en un mero reflejo de su oficio y de sus conocimientos». ¿Cómo no escuchar aquí, de fondo, La colonia penitenciaria de Kafka, las Memorias del subsuelo de Dostoyevski o El dolor de Marguerite Duras?

Si Schiller, profético en todo, pudiera informarse sobre nuestras últimas reformas educativas, en las que la utilidad, las competencias y las habilidades son los únicos elementos que parecen importar, más allá de los conocimientos y del desarrollo global y personal de niños y adolescentes, se rebelaría con furia frente a ellas, pues ya denunció que, a causa de restar importancia a las humanidades, «así va quedando abolida poco a poco la vida concreta de los individuos para asegurar que la totalidad abstracta persiste en su indigente existencia». La actual –y, si me permiten, estupidizante– exigencia de «preparar para el mercado laboral» al estudiantado supone declarar la bancarrota de la enseñanza como periodo en el que un joven descubre libremente hacia dónde quiere encauzar sus futuros esfuerzos. El colegio o el instituto no pueden ser una fábrica de trabajadores, pero tampoco lo puede ser la universidad, cada vez más rebosante de aquellas competencias y habilidades destinadas en exclusiva a satisfacer un sistema productivo depredador y excluyente. La enseñanza debe ser un potenciador de las propias capacidades, no un elemento limitador de posibilidades.

En el mismo sentido se manifestó otra autoridad literaria ya clásica, en este caso del siglo XX, Hermann Hesse: «Nuestra educación se ha esforzado por arrebatarnos la libertad y la personalidad y por introducirnos desde la más tierna infancia en una situación de forzoso trajín y sin una pausa de respiro. Se ha producido una decadencia y una falta de ejercicio de la ociosidad». Al igual que Schiller, Hesse creía en la libertad como creación, y así lo dejó patente en uno de sus ensayos más conocidos, Obstinación: «El héroe no es el ciudadano obediente, apacible, cumplidor. Heroico sólo puede ser el individuo que ha erigido su propio sentido, su noble y natural obstinación, en su destino».

Resulta curioso comprobar cómo, en las últimas décadas, con la pérdida de peso de las humanidades en colegios e institutos, se ha dado una peligrosa y creciente merma de la atención y la concentración. Una educación sin humanidades nos entrega al vasallaje intelectual, afectivo y emocional. Si la educación se convierte en esclava de la productividad, la rentabilidad y la utilidad, educaremos para crear sujetos serviles. El conocimiento no puede estar al servicio exclusivo del mercado laboral; ha de fomentar la crítica y la autonomía. Una educación que solo enseña lo útil solo sirve para servir. Ya lo vaticinó Concepción Arenal: «¿Qué remedio puede emplearse contra los males que nos afligen o nos amenazan? Ninguna dolencia social puede combatirse con un solo remedio, pero diré uno: la educación».

Es profundamente llamativo que cuanto más se intenta expulsar de la educación a las artes, la filosofía, la música y, en general, a las humanidades, más las necesitamos. Su falta siempre crea su inevitable y urgente necesidad. Y esa es su fuerza, su ineludible vigencia. Una educación sin humanidades solo prepara para servir. Porque son en y por ellas, a través de las humanidades, como sostuvo Schiller, mediante las que pasamos de ser esclavos a legisladores de nuestra propia libertad.

Este artículo fue originalmente publicado en ethic.es.

Comparte este contenido:

El libro “Identidad migrante” levanta la voz contra el racismo, la esclavitud contemporánea o la vida en los campos de refugiados

Por: Enric Llopis

 

Trece entrevistas mutan en crónica y en grito de denuncia en un volumen elaborado por los periodistas Carles Senso y Vicente Tafaner durante los últimos años, con una pandemia entremedio que intensificó el miedo de aquellos y aquellas que viven bajo la mirada de la irregularidad, la desesperación y el olvido.

Trece voces que son miradas únicas y, paralelamente, universales y que claman contra la anestesia colectiva, la deshumanización y la condescendencia. Trece voces, además, que son bramidos optimistas, empáticos e esperanzados.

La migración habla. Grita, protesta. Contra la discriminación, contra el racismo. Contra la trata de personas, contra la ablación de las niñas, contra la homofobia, contra las violaciones, contra la violencia estructural. Habla Nigeria, Colombia, Afganistán. Protesta Palestina, Mali, Marruecos, el Sáhara… Reflexionan Tetrit, José, Vivian, Yolanda, Rawaa, Áurea… Y muchos y muchas más. Les sirven de cómplices, en primera instancia, los periodistas Carles Senso y Vicente Tafaner, con una dilatada experiencia tanto en el mundo de la comunicación y de la investigación científica como en la ayuda a personas migrantes. Decenas de horas de escucha que fueron altavoz, empatía, implicación. Y todo toma forma en «Identidad migrante», de la mano de Reclam Editorial.

Un volumen elaborado a través trece entrevistas que reflexionan, desde el reducido prisma de la vida de cada persona, sobre la situación de los y las migrantes, desde sus países de partida hasta el de llegada. Casos de esclavitud sexual, ablación femenina, homofobia estatal, leyes que obligaban a mujeres violadas a contraer matrimonio con sus agresores, la vida en los campos de refugiados del Líbano o Argelia, la situación de la mujer en Afganistán o la violencia estructural en Colombia.

Según explica Senso: “La vida nunca es un fragmento. La simplificación mutila el conocimiento y dilapida la empatía. Sin embargo, está este libro plagado de retazos, de vidas diseccionadas, de facciones de un todo. Conscientemente. Es una mirada particular de un mundo concreto. De ese espacio que crea cada uno de los casi ocho mil millones de habitantes de este planeta complejo, disímil y ambivalente. Para entenderlo se precisan guías globales, contextos generales y bagajes históricos. Para comprenderlo se necesitan miradas únicas, voces sinceras y la música de la proximidad. Un ejercicio político, un posicionamiento en un mundo que vive un decaimiento moral, con la propagación de mensajes de odio que enfrentan comunidades y culpan a los perseguidos. Discursos imparables en ámbitos digitales, alimentados por el ego, la salvajada más bravucona y la descontextualización más desinformativa. El relato, aquí, como respuesta. Un altavoz para el silenciado, la acallada o la amordazada. Tomar partido. Hacer que hagan. Permitir que se escuche”.

Por su parte, Tafaner aduce: “Las personas migrantes no pueden ser reducidas a cifras, a problemas geoestratégicos o a miradas condescendientes cimentadas en la perspectiva occidental y etnocéntrica. Hay que aproximarse a ellos y ellas desde un enfoque y reivindicación de derechos, conociendo sus realidades más próximas y con mirada de género. Y eso sólo es posible desde el conocimiento e interacción con la diversidad, la formación periodística constante y desacomplejada y la concepción de relatos alternativos. La compleja realidad migratoria no es posible trasladarla y traducirla desde las redacciones. Calle. Es necesaria la calle para cotejar la violencia estructural, simbólica y particular que mueve a las personas, para conocer a los testigos que han sobrevivido y reconstruyen desde la confianza en el cambio, para interactuar con los protagonistas que sólo se sinceran ante la cercanía de la vecindad, para tocar lo que ha sido negado en el lugar de partida, silenciado en el de llegada o quebrado en el interior de cada persona. La palabra como arma. La conciencia de la escucha frente al letargo oficial y el olvido. Retazos de mundo contra la anestesia colectiva. Voces que claman. Personas que ofrecen. Sociedades a través de mujeres y hombres. Problemas con voz. La mirada de la herencia de la esclavitud. Una frase que es ablación. Un gesto que muestra la trata. Una entonación que protesta por la homofobia. Racismo internacional, discriminación local”.

Carles Xavier Senso Vila es doctor en Historia y licenciado en Periodismo. Ejerce de profesor de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla la Mancha y también en el Cefire, el centro valenciano de formación del profesorado, y es jefe de prensa del Ayuntamiento de Alberic. Trabajó diez años en el diario Levante-EMV. El título de doctor lo obtuvo con Matrícula Cum Laude por una tesis sobre los medios de comunicación de la etapa final del franquismo y la Transición. Ha publicado una quincena de libros sobre temas como la deportación española a campos nazis, el papel histórico de la pilota valenciana o la expansión de la extrema derecha. En 2018 ganó el Premio Ramón Barnils de Periodismo de Investigación. Por su parte, Vicente Tafaner Portalés (20/07/1995, Alberic) es graduado en Periodismo, experto en redes sociales y asesor institucional. Ha trabajado en el diario Levante-EMV, en el Valencia CF y en el Grupo Mediapro. Ha participado en proyectos deportivos de primer nivel a través de la optimización de perfiles digitales, así como en la activación de marcas y empresas que abarcan desde el sector alimenticio hasta el educativo. Ambos dirigen, conjuntamente y siempre de la mano, la agencia Kerouac Comunicación.

FRAGMENTOS:

Tanana Traoré (Mali)

“He hablado con mis hermanas para que no lo hagan con sus hijas. Cuando me piden dinero, no les doy si lo han hecho o piensan hacerlo. Y así he conseguido convencer a dos pero esas niñas serán discriminadas en el colegio y entre sus amigas porque dicen que el clítoris, si no se lo cortan, convierte a las niñas en niños. Eso hace que algunas niñas lo hagan por su propia cuenta”.

Alex Milton (Guatemala)

“Yo soy psicólogo y no me he podido autoterapiar por el miedo que se sufre al caminar por la calle sin papeles y pensar que en cualquier momento va a aparecer la policía y te va a expatriar. Te sientes como una cucaracha. Fatal, fatal, fatal, fatal… yo tengo pavor a los policías”.

Vivian Ntih (Nigeria)

“Soy una bolsa de basura. Una simple bolsa de basura. Sólo, una bolsa de basura. Una bolsa de basura porque alguien tiene que serlo. Si hay basura, tiene que haber bolsas de basura. Unos fabrican la mierda y otros nos la comemos”.

Tetrit Taglit (Marruecos)

“Me vendieron que en Occidente existía un futuro mejor, vinculado a la dignidad como persona y por ello quise conquistarlo. Ir allí donde se me respetase. Viví muchas etapas dentro de dicha migración. Salí de mi casa cuando tenía veintidós años. Era la primera vez que dejaba a los míos y lo hice para escapar de mi violador y de la sociedad que lo amparaba”.

José Armando González (Colombia)

“Pese a que tarde o temprano las personas acabarán muertas o en la cárcel, muchas eligen el camino del narcotráfico, el de la violencia sistémica, el de la cultura de la muerte. En torno a ese submundo hay una industria brutal de prostitución, e incluso hay familias contentas porque un narcotraficante se ha fijado en su niña de trece años, porque significa una redención para ellos. También el contexto lo favorece. La presión por llevar lo último en tecnología, la ropa, los vicios, el ritmo de la vida… todo es más fácil si cuentas con el dinero de la droga. La gente se deja llevar por lo que quiere y no por lo que es realmente”.

Yolanda Campo (Colombia)

“La mujer maltratada en Colombia es una mujer preocupada, asustada, sin vida propia, con ganas de escapar, pero no puede por el temor y por el miedo. Las amenazas son constantes. Corremos el peligro de que, si ponemos una demanda a nuestras parejas, nos manden a matar. Estamos cautivas, presas. Allí te violan y te matan sin ningún tipo de reparo”.

Áurea Smith (Guinea Ecuatorial)

“Acudí a una entrevista de trabajo para incorporarme como asistenta del hogar y la niña pequeña, nada más verme, dijo que era un monstruo. ¿Por qué ocurre eso? Es lo que ven en casa. Los pequeños imitan los comportamientos de sus padres, por tanto, el problema está en la educación.

Baba Abdalahi (Sáhara Occidental)

“La juventud está cabreada, no se siente útil por lo que desarrolla un cansancio porque no ve ninguna puerta abierta. Día tras día vemos la pasividad de España en el terreno político. No en el humanitario. Pero, al fin y al cabo, esto es una causa política. Ante esta situación de inmovilidad, surgen chispas como el estallido de la guerra”.

Tahereh Heidari Rezaei (Afganistán – Irán)

“No existe libertad. Te obligan a hacer cosas que no tienen sentido, como llevar el hyjab puesto. Es un problema de base, de educación. No hay respeto por la figura de la mujer. Están sometidas a una degradación constante”.

Aysa Mustapha (València – Palestina)

“El tema de la identidad también ha sido como un viaje. Te sientes de muchos sitios pero de ninguno en concreto. Soy valenciana, también palestina, no hablo árabe, pero al final, por toda mi vida aquí, he construido toda mi personalidad en respuesta a todos los inputs que he recibido desde que nací. Siempre he tenido que justificar que era de aquí”.

Elena Alysse (EEUU – Palestina)

“La mejor fuente para contar el conflicto a una persona externa eres tú, que lo has vivido. Por ello me siento siempre en la obligación de estar actualizada con todo lo que pasa, para saber explicarlo todo. Para defender mis raíces”.

Rawaa Abu Abdou (Líbano – Palestina)

“Muchos tienen el sueño de ver el mar, que está muy cerca de allí, pero saben que si salen del campamento no van a poder volver a entrar. No hay zonas de ocio, no hay jardines, no hay nada. Es el mismo campamento de un kilómetro cuadrado que el gobierno del Líbano dio a los refugiados en 1948 pero la población crece y se queda pequeño”.

Ahmad el Sabee (Líbano – Palestina)

“Trabajé tres o cuatro años en una ONG y poco a poco pude ir avanzando. Hay gente muy formada, con tres o cuatro carreras, que no puede trabajar de nada en Líbano y se dedica a vender verduras en un carrito. Trabajamos para que nuestros hijos no tengan que vivir eso. Por ello instamos a las embajadas la obtención de una nacionalidad y un pasaporte. Era una opción. No había muchas. Otra era echarse al mar. Mucha gente trabaja muchos años para ahorrar 10.000 dólares para pagarse el viaje que, al principio parece legal, pero luego no cuenta con todas las garantías”.

Fuente de la información e imagen: https://rebelion.org

Comparte este contenido:

Una historia de nuestros negros que los blancos invisibilizan

Por Rubén Armendáriz

El 20 de noviembre es el Día de Conciencia Negra para buena parte de Brasil: se recuerda la gesta del líder del Estado más grande que haya existido de esclavizados africanos alzados en la historia, Zumbi do Palmares y el estado que miles cimentaron, en el siglo XVII. Hoy Brasil suma 110 millones de afrodescendientes, casi la mitad de su población y es la segunda nación en el mundo con mayor población afro, tras Nigeria.

Esta efeméride hunde su explicación en un aspecto que el racismo siempre le ha negado al africano, su iniciativa, para el caso la posibilidad de resistir a la esclavitud en un país al que entre principios del siglo XVI y hasta 1888, como en muchos otros lugares de América durante el colonialismo (y también tras él), ingresaron unos nueve millones de esclavizados.

El mito de armonía colonial, pregonado por el luso-tropicalismo, de los portugueses como artífices de una sociedad sin tensiones (heredada luego de 1822, año de la independencia), ha generado que las revueltas de esclavos no hayan merecido la consideración de los estudiosos por mucho tiempo. En Brasil se explicó que, a diferencia del díscolo indígena, el africano esclavizado no resistió su condición y por tal motivo fue idóneo para las tareas más duras. Sin embargo, quienes apelan a esas explicaciones pierden de vista que los indígenas fueron diezmados por la Conquista y que el africano prontamente reemplazó esa mano de obra, como en todo el Nuevo Mundo.

Entonces, pese a lo que narró una historia armónica, del mito de Brasil como una “democracia racial”, la historia del africano en Brasil (y en América toda) debe ser presentada como un relato de insurgencia, de resistencia sostenida en el tiempo (que continúa hoy, aunque la esclavitud legal no exista más). En el pasado se resistió la esclavitud mediante varias tácticas: rebeliones, revueltas, huidas en masa o individuales,

Los cimarrones, esclavos fugados en la época colonial, abundaron en los anales de la esclavitud americana. Todas las rebeliones contribuyeron en distinto grado a debilitar y acabar este flagelo. Tal vez el caso más paradigmático sea el de Haití, en donde esclavizados, por sus propios medios, abolieron la esclavitud y en el ínterin vencieron a la poderosa Francia, alcanzando su emancipación y convirtiéndose en la primera República negra del planeta.

Ese proceso comenzó con una gran revuelta esclava en 1791 y es solo un ejemplo de las tantas revueltas antiesclavistas en el Nuevo Mundo. Otra de las Antillas, Cuba, presenta dos casos interesantísimos: uno en 1812 y otro en 1844. Donde hubo africanos, hubo rebeliones. La lista puede seguir, en efecto sería interminable,

La revuelta esclava más larga de la historia fue la que sostuvieron africanos alzados en Pernambuco buena parte del siglo XVII y se convirtió en el germen de una verdadera República negra en el corazón del dominio colonial portugués, el Quilombo de los Palmares (1630-1695), un período en el que toda la región se sacudió por un espacio extensísimo, más que el de la muy estudiada rebelión esclavista de Espartaco, que conmovió por año y medio a la República romana en el siglo I antes de nuestra era.

Omer Freixa señala que la experiencia de Palmares muestra el valor tenaz de un grupo enorme de esclavizados que resistió al colonizador, y que se formó producto de la fuga de varios grupos de éstos que, aprovechando la confusión por la invasión holandesa, optaron por huir de sus amos con destino a la Serra da Barriga, en el actual Estado de Pernambuco, donde instalaron el citado Quilombo.

Este espacio permitió a sus moradores recrear sus diversas tradiciones, hablar múltiples lenguas, sin ninguna injerencia del blanco, en una prolongada experiencia marcada por una variable común y fundamental: la libertad. Palmares fue una Troya Negra, asediada durante décadas por ejércitos portugueses y holandeses, a los que resistió en forma heroica bajo el liderazgo de su valiente caudillo, Zumbi do Palmares, sobrino del fundador y originario de la primera revuelta, Ganza Zumba, a quien el primero asesinó.

Esta República negra, una conjunción de numerosas aldeas, llegó a albergar a más de 20.000 habitantes y representó la tercera parte del territorio de la metrópoli, en el momento en que Brasil fuera el mayor productor de azúcar del planeta. Por décadas, varios ejércitos enviados no pudieron doblegar la tenacidad y el valor de los defensores, características remarcadas en los testimonios de los invasores, situación que mantuvo en vilo a las autoridades portuguesas durante toda la existencia de esta República rústica, pero novedosa y excepcional del siglo XVII, organizada a la usanza de muchos de los Estados africanos contemporáneos.

En 1687 el gobernador de la Capitanía General de Pernambuco suscribió un convenio con el temible bandeirante paulista, Domingos Jorge Velho, para destrozar el Quilombo. La primera incursión de la nueva fuerza invasora fue un rotundo fracaso . La segunda de 7.000 hombres -incluyendo bandeirantes y capitão do mato, profesionales, rudos y versados en la caza de originarios y esclavos prófugos-, se extendió por dos meses. Zumbi fue traicionado y degollado el 20 de noviembre de 1695. Su cabeza fue colocada como escarmiento en la plaza pública de Recife. Uno de los capitanes que dirigió el gran ejército reunido retornó con casi cuatro mil pares de orejas de los sublevados.

La región ha dado pasos importantes—aunque dispares—en el diseño y promoción de políticas de etnoeducación para los afrodescendientes. Guatemala aprobó diversas leyes antidiscriminación en la educación (por ejemplo, el decreto 81 de 2002), declaró el garífuna una lengua oficial (decreto 19 de 2003) e hizo esfuerzos para institucionalizar la educación bilingüe intercultural. Honduras, mediante la Ley Fundamental de Educación (decreto de 2011), hizo posible la incorporación de contenidos en los planes de estudio que reflejaran las características lingüísticas, culturales e históricas de cada región.

Nicaragua, mediante su Ley General de Educación (ley núm. 582 de 2006), creó el Sistema Educativo Autonómico Regional, responsable de la administración de programas de educación bilingüe intercultural, adaptando el sistema nacional a las necesidades particulares de cada departamento y apoyando iniciativas que desarrollen las capacidades de los profesores afrodescendiente de todos los niveles.

Otros países, como Argentina, Bolivia, Costa Rica, Perú y Uruguay, también han adoptado leyes antidiscriminatorias y están trabajando hacia la incorporación de la historia, cultura y lenguas afrodescendientes en los planes de estudios. Colombia ofrece lecciones importantes para la región sobre los desafíos que los programas de etnoeducación enfrentan. Los afrocolombianos se han movilizado durante décadas a favor de losprogramas de etnoeducación, lo que resultó en cambios legales significativos.

A pesar del robusto apoyo legal para los programas actuales, un estudio encontró que están más dirigidos por iniciativas individuales que por políticas nacionales sistemáticas. Muchas iniciativas también carecen de recursos financieros y apoyo logístico para entrenar a los profesores.

Finalmente, puesto que las instituciones de educación superior continúan adhiriéndose a los estándares nacionales para matricular nuevos estudiantes, algunas instituciones de educación secundaria son disuadidas de diseñar programas que, aunque enfatizan el legado afrocolombiano, podrían reducir el tiempo dedicado a contenidos necesarios para acceder al nivel universitario.

México es un buen ejemplo de cómo los proyectos nacionales mestizos han contribuido a invisibilizar a los afrodescendientes. Para el siglo dieciocho, México había recibido el número más grande de esclavos en las Américas (alrededor de 200,000), especialmente a través del puerto de Veracruz. Las comunidades negras excedían en número a los blancos. Sin embargo, a pesar de esta gran diáspora africana, los gobiernos mexicanos posrevolucionarios promovieron una ideología de mestizaje centrada en la glorificación del pasado precolonial indígena y sus contribuciones al carácter y potencial de desarrollo del México moderno.

La afrodescendencia se eliminó de la imagen nacional mexicana como una categoría racial específica y un componente de la población mestiza. Estas nociones persistieron a lo largo del siglo veinte e, incluso en 1996, los reportes presentados en nombre del estado mexicano a las Naciones Unidas afirmaban que no existía racismo en el país y que la mayoría de la población mexicana era mestiza (mezcla de blanco con indígena).

Los residentes actuales de Veracruz, al tiempo que reconocen el legado de esclavitud, luchan con “la conexión multifacética del estado con la afrodescendencia en la narrativa nacional, que minimiza y en ocasiones incluso elimina la afrodescendencia de la imagen de la nación mexicana”. Muchos residentes hacen aseveraciones ambivalentes sobre sus identidades etno-raciales, puesto que “afirmar una fuerte identidad afrodescendiente pondría en riesgo su identidad nacional”.

Para otros veracruzanos, la afrodescendencia está asociada con lo extranjero (en gran medida, con Cuba o los afroamericanos). En 2015, la encuesta intercensal de México documentó a 1.38 millones de afromexicanos, que constituían 1.2 por ciento de la población. Aun así, la noción de que la afrodescendencia es, en cierta medida, extranjera continúa afectando a los afromexicanos en la vida cotidiana.

No cabe duda que los afrodescendientes han contribuido positivamente a crear el Uruguay. Sin ellos sería un país más pobres cultural y económicamente. Sin su historia la música local no habría logrado la originalidad que la caracteriza, no habría tango, ni milonga, ni candombe; sin su trabajo la economía sería menor, sin su sangre derramada la lucha por la independencia habría sido más difícil, y sin su talento Uruguay no hubiese obtenido las distinciones futbolísticas que lo destacaron mundialmente .

En Uruguay, el racismo no es explícito ni violento, es “institucional”. El país está “estancado” en los avances previstos por la ley 19.122, que establece que el 8% de los puestos en los tres poderes del Estado, gobiernos departamentales, entes autónomos y servicios descentralizados, entre otros, deben ser ocupados por afrodescendientes. Los afrodescendientes son los más pobres dentro de los pobres. De hecho, hoy viven en los barrios más carenciados, en la periferia de Montevideo, y en los departamentos fronterizos como Artigas y Rivera.

Apenas el 7,7% de los afrouruguayos mayores de 24 años alcanzaron la universidad y una de cada cuatro mujeres afrouruguayas ocupadas trabajó en el servicio doméstico en los últimos años. Para el resto de las mujeres es una de cada siete.

Una historia de nuestros negros que los blancos invisibilizan – Por Rubén Armendáriz

Comparte este contenido:

Sobre la violencia (II)

Por: Leonardo Díaz

Emergen nuevas formas de pensar y sentir el mundo que terminan normativizándose y convirtiéndose en nuevos referentes de la conducta moral como son los valores de buscar la coexistencia pacífica en un proyecto de ciudadanía común.

La disminución histórica de la violencia, tesis sostenida por el científico Steven Pinker, parece inaceptable. El siglo XX nos dejó el estalinismo y el fascismo, dos grandes guerras mundiales, los genocidios de Camboya y de Ruanda, así como los regímenes sanguinarios de Latinoamérica. El siglo XXI es testigo de un conflicto en Ucrania y de otros menos mediáticos, pero con similar secuelas de víctimas.

Estos escenarios no parecen favorecer la tesis de que seamos más pacíficos que nuestros antepasados. Sin embargo, ¿hasta qué punto, como sostiene Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro, nuestra percepción del problema se encuentra sesgada por la naturaleza de nuestra mente?

El autor afirma que calculamos la posibilidad de un acontecimiento a partir de la facilidad con que somos capaces de recordar casos concretos relacionados con el mismo. Las imágenes de violencia son más fáciles de recordar porque son reforzadas por los medios de difusión masiva, sean estos la televisión o las redes sociales. ¿Acaso el tiroteo de 50 niños en una escuela no recibe más promoción mediática que la implementación de un programa que estimule el aprendizaje en el mismo centro?

En el referido texto, Pinker realiza un análisis detenido de documentos fundamentales de nuestra civilización para mostrar los imaginarios de la violencia de épocas pasadas y defiende su tesis recurriendo a datos cuantitativos que comparan los índices de violencia en sociedades pasadas y actuales.

El autor agrega un interesante argumento para explicar la disminución de la violencia: la emergencia de una actitud más sensible hacia las prácticas agresivas normativizadas en el pasado, producto de nuestro proceso de pacificación. De la misma manera en que nuestros estándares educativos son más altos en la medida en que estamos más educados, nuestros criterios de vida pacífica son más exigentes en la medida en que nos hacemos menos violentos. Por ello, no aceptamos hoy prácticas agresivas que en el pasado eran institucionales: esclavizar a individuos de etnias distintas, violar a las niñas y a las mujeres, encerrar a personas con problemas cognitivos, o golpear con instrumentos a los niños.

Pinker muestra como nuestro razonamiento abstracto ha progresado históricamente, nuestra capacidad para razonar abstrayéndonos de los detalles concretos de la experiencia inmediata (efecto Flynn), lo que ha potenciado la posibilidad de trascender los localismos y comprender con mayor claridad valores universales.

En este sentido, apuntamos a un progreso moral al ser capaces de comprender relaciones y valores que eran ajenos a formas de conceptualización del pasado típicas de las moralidades tribales. Esto no significa un progreso moral rectilíneo -es obvio que hoy existen dichas moralidades y tienen gran influencia- sino un proceso mediante el cual emergen nuevas formas de pensar y sentir el mundo que terminan normativizándose y convirtiéndose en nuevos referentes de la conducta moral como son los valores de buscar la coexistencia pacífica en un proyecto de ciudadanía común, no maltratar a los animales o cuidar el medioambiente.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/sobre-la-violencia-ii-9073050.html

Comparte este contenido:
Page 1 of 11
1 2 3 11
OtrasVocesenEducacion.org