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La escritura, un rito a la paciencia y la constancia

28 de junio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Donaldo Mendoza M.

El propósito: compartir con los lectores la enseñanza de algunos maestros, en uno de los subprocesos de la escritura: la “revisión”.

La buena escritura es un riguroso ejercicio de paciencia, máxime cuando se escribe para publicar. Esta decisión va más allá de la práctica narcisista de escribir para sí mismo, implica un acto de responsabilidad con los potenciales lectores, que nos hacen un inmenso favor cuando deciden leernos, ¿cómo vamos a defraudarlos? En algunos esa responsable conciencia se convierte en lo que se ha llamado el “bloqueo del escritor”, y da nacimiento a una nefasta mitología. Alrededor de estas ideas gira la siguiente reflexión.

Los mitos 

Hay muchos mitos alrededor de la escritura, lo cual impide que personas con capacidades intelectuales no escriban. Quizá el más grave de esos mitos es relacionar el oficio como un territorio exclusivo de los “escritores”: Cervantes, Borges, García Márquez…, en nuestra lengua. ¿Quién compite con semejantes monstruos?

Pues bien, para la buena salud de esta publicación es preciso decir que todo el que tenga algo que comunicar, lo escriba; “basta con tener algo que decir en frases propias o ajenas”, aconsejaba Pío Baroja. El referente de “escritor” debe llegar a nosotros, los legos, como la voz del maestro que tiene mucho para enseñarnos, porque ha pasado la vida perfeccionando el oficio. “No otra cosa hace García Márquez, en un largo arranque que tiene mucho de vertiginosa, incontenible inspiración, pero también mucho de tenaz elaboración previa…” (Mario Benedetti, en Crítica cómplice).

El mito lleva en su interior la fuerza que lo funda y lo destruye. El “escritor” no nace con las frases hechas; hay cierta disposición genética, cierto, pero la personalización de un estilo propio, por ejemplo, es un trabajo tenaz, que lleva tiempo, constancia y paciencia. Visto desde esa perspectiva, el mito de que “el escritor nace”, desaparece. El escritor se hace. Lo que nace es un esfuerzo y una disciplina de trabajo.

El propósito central de estas notas es, entonces, compartir con los lectores la enseñanza de algunos maestros, en uno de los subprocesos de la escritura: la “revisión”. Estos escritores nos van a decir cómo nace ese texto, de apariencia fácil, que llega al lector. Llamamos a este apartado…

La revisión de los maestros

Es importante, antes de empezar un escrito, tener la conciencia y la certeza de que la escritura no obedece a un rapto de inspiración, sino a un proceso ciento por ciento racional. La verdadera inspiración es la disposición oportuna de ciertas circunstancias: el ambiente, una idea que da vueltas en la cabeza y el deseo indomable de escribir. El proceso racional son los medios logísticos que garantizan la organización de aquello que queremos comunicar; esos medios son: a) planeación (las ideas que nos rondan), b) exponer esas ideas en un primer borrador (aquí podría estar la ‘inspiración’: escribir sin detenerse), c) revisión (aquí entra en juego todo el arsenal gramatical que poseemos), y d) edición (se sugiere que la versión final pase a manos de un lector ajeno al autor). Pero, sin duda, el subproceso donde se juega el éxito o fracaso de nuestros escritos está en la revisión. Ahí es donde los maestros nos van a decir cómo lo hacen.

A Robert Graves (1895-1985), escritor inglés reconocido por la versión para televisión de su novela histórica Yo, Claudio, se le pregunta: ¿Qué hace usted exactamente? En su respuesta se revela una actitud ética (responsable) hacia sí mismo y hacia el lector: “Revisar el escrito hasta que no pueda seguir leyéndolo”, y precisa el procedimiento: “encontrar a alguien que lo escriba a máquina”. Es la mejor manera de tomar distancia del escrito, a través de otro lector; esto le permite al autor ver aquello que le había pasado inadvertido, “y reviso la versión mecanográfica y la vuelven a escribir a máquina”. Así pueden ir y venir tres o más versiones, hasta que “no debe quedar nada que ofenda al ojo”.

John Dos Passos (1896-1970), novelista de la mejor generación literaria norteamericana (la “perdida”), autor de Manhattan Transfer, revela la personalidad de su escritura y la de él mismo cuando dice: “Todo lo que le sucede a uno tiene algo que ver con lo que se escribe”. La revisión tiene en este escritor a uno de sus más pacientes orfebres: “Sí, reviso muchísimo”. Reconoce que en ocasiones un don especial admite que un capítulo se escriba al primer intento; pero, claro, es más frecuente que suceda lo contrario: que “algunos capítulos haya que escribirlos seis o siete veces”. Este testimonio de Dos Passos hace un guiño a los escritores noveles, generalmente impacientes.

Cuando alguien me pregunta si conozco un método eficaz para aprender a escribir, respondo: lee a los buenos escritores, pero lee sobre todo ensayos. Sugiera un autor, me insisten. Jorge Luis Borges (1899-1986), respondo sin vacilar. Este hombre parece que hubiese descifrado los secretos del buen escribir y la preceptiva que lo soporta: precisión, concisión, sencillez (simplicidad) y claridad. Todo eso sin que falte la profundidad. Su vida misma fue un permanente testimonio del oficio: “Sé que no puedo vivir sin escribir”. Y no le faltó un principio ético que, cual precepto kantiano, aplicó con rigor: “Si un escritor no cree en lo que escribe, no puede esperar que sus lectores se lo crean”. ¿Revisaba mucho este maestro? “Al principio sí lo hacía. Después descubrí que cuando uno llega a cierta edad encuentra su verdadero tono”. No se tome esta confesión en sentido literal, porque en verdad lo que Borges acostumbraba era dejar sus escritos a fuego lento: “Trato de repasar lo escrito durante las últimas dos semanas y, por supuesto, hay muchos errores y repeticiones que revisar…” Y, en una clara alusión a un subproceso previo (transcripción/borrador), dice: “Dejo que salga”. Para Borges, hecha la edición, o versión definitiva, “Uno debe leer fácilmente aunque se escriba de metafísica, filosofía…”

John Steinbeck (1902-1968), novelista norteamericano de obras memoriosas: La perla, Las uvas de la ira, entre otras; daba mucha importancia a la transcripción, quizá en razón del grueso volumen de algunas de sus obras. Para ese subproceso dejó sus mejores sugerencias: “Escribe libremente y tan rápido como te sea posible, echando todo al papel. No corrijas o reescribas hasta que hayas escrito todo”. Porque, precisa, “las correcciones son, por lo general, excusas para no seguir adelante”. Pero, a pesar de todo el conocimiento sobre el asunto, o precisamente por eso, Steinbeck se nos revela humilde: “Como siempre, tengo miedo de escribir la primera frase”.

Anthony Burgess (1917-1993), escritor inglés, los lectores hispanos antes de leerlo quizá lo vieron primero en cine; por ese medio conocimos la mordaz sátira social de su novela La naranja mecánica. Burgess hace valiosos aportes a la escritura como proceso. De la manera como planeaba sus libros, nos comenta: “Planeo un poco al principio: lista de nombres, una tosca sinopsis de capítulos… Pero no hay que planear demasiado; hay tantas cosas que se generan mediante el mismo acto de escribir…” Hay tantas cosas: Conviene que quienes estamos en la brega de escribir lo tengamos en cuenta.

Cinco escritores. Cinco testimonios. Suficiente muestra para el propósito de este breve ensayo: derivar de esa maestra experiencia un aprendizaje complementario que, sin duda, nos ayudará a hacer de la escritura una cultura, en donde como sujetos escribientes experimentemos el inefable placer de expresar en forma clara, coherente y lógica nuestras ideas. A esta idea de la escritura le confió el maestro mayor, Borges, su salvación en la Tierra: Escribir, “para mí es como un desahogo, como una forma de liberar ideas. No puedo entender a aquella gente para la cual escribir es una tortura. Si alguien se pone a escribir y le resulta pesado o trabajoso, hay un solo diagnóstico: no es su vocación.”

Referencias

BENEDETTI, Mario. Crítica Cómplice. Bogotá: Alianza Editorial, 1988.

BRAVO & PAOLETTI. Borges oral. Buenos Aires: Emecé, 1999.

McCORMICK – CALKINS, Lucy. Didáctica de la escritura. Buenos Aires: Aique, 1993.

THE PARÍS REVIEW. Conversaciones con los escritores. Barcelona: Kairós, 1980.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/la-escritura-un-rito-la-paciencia-y-la-constancia

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El Oficio de Escribir

Por: Víctor Montoya 

Un escritor se entrega a la literatura como quien se entrega a una adicción inconfesable, ante la suspicacia de los padres que siempre desean que sus hijos tengan profesiones rentables, ya que un hijo dedicado a las bellas artes está casi siempre condenado a llevar una vida miserable, de incomprensión y, en el peor de los casos, de marginación.

Sin embargo, la actividad literaria, además de revelarnos los secretos del oficio de contar historias reales y ficticias, nos permite explorar los abismos del ser humano, quien constituye el principal personaje de una obra de creación literaria, que suele moverse a caballo entre la realidad y la fantasía, entre la luz y las tinieblas, entre la veracidad y lo misterioso.

El escritor, a través de narrar diversas historias, accede a otras vidas y otras realidades, donde habitan los personajes creados por el poder de la imaginación, considerando que la vida imaginaria es más rica que la rutinaria. Los cuentos, por ejemplo, son una suerte de pantallazos entre la realidad y la ficción o como bien decía Borges: La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido.

La imaginación, al ser un proceso más abstracto que concreto, no necesita de un objeto que esté presente en la realidad, pues se sirve de la memoria para manipular la información de modo que no dependa del estado actual del organismo. Así, la imaginación toma elementos antes percibidos y experimentados, y los transforma en nuevos estímulos y realidades.

El dominio de la escritura surge del constante ejercicio con la palabra y la fantasía que se hace cuento, un cuento que revela la realidad y la ficción que habita en el fuero interno de cada individuo; es más, la escritura es como cualquier otro oficio que se ejerce con la pasión del alma y la fuerza de la imaginación, aunque no siempre sea, como ya lo dijimos, una actividad redituable.

En lo que a mí respecta, gracias al ejercicio de la literatura, he comprendido que tengo una vida más humana y he profundizado mis ideales de justicia y libertad, aunque es cierto que, en repetidas ocasiones, me pregunté si en el contexto social en el que vivía, donde eran más los que pedían que los que daban, valía la pena dedicarse a la literatura; pero no me dejé vencer por el pesimismo y, a pesar de los escasos estímulos con que cuenta un narrador de historias, seguí escribiendo incluso a sabiendas de que los escritores, salvo muy pocas excepciones, no pueden vivir de su oficio de artesanos palabreros, por mucho de que fueran oficialmente reconocidos, debido a que en la inmensa fauna literaria son muchos los invitados pero muy pocos los elegidos.

Comprendí también que no bastaba con ser un brillante narrador y un excepcional expositor de ideas políticas. Lo esencial estribaba en ser un meticuloso observador de la realidad social y un auténtico intérprete de los sentimientos humanos; dos factores esenciales de la creación literaria que deben estar en perfecto equilibrio. Lo otro, lo que corresponde a los mecanismos socioeconómicos que generan cambios en una sociedad, no dependen de la genialidad de las obras literarias, sino de los sistemas políticos en función de gobierno.

Asimismo, y contrariamente a lo que muchos se imaginan, la literatura no es un quehacer de ociosos ni improvisados, que en épocas de depresión social y desocupación surgen como hongos después de las lluvias, sino una actividad que exige disciplina, responsabilidad y esfuerzo constante. Quizás por eso, una de las mayores preocupaciones del escritor es escribir cada vez más y mejor, convencido de que, a veces, el oficio de escribir resulta tan difícil como meter un elefante en una botella, sobre todo, cuando la magnitud de lo que se quiere contar no cabe en una simple hoja de papel.

Considero que el acto de escribir no es un hecho excepcional ni una virtud reservada sólo para unos pocos elegidos ni una tarea divina, habida cuenta de que cualquiera de nosotros podría crear historias o poemas que expresen sentimientos y pensamientos. Además, siempre he creído que todos tenemos algo de narradores, ya que nos pasamos los días contando a nuestros conocidos los episodios de nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Si la tradición oral le acompañó al hombre desde sus orígenes, entonces es lógico concebir la idea de que la necesidad de expresarse de manera oral o escrita no es un privilegio reservado sólo para los grandes literatos, sino una actividad que puede desarrollar cualquier ciudadano, así no tenga destellos de genialidad ni deje un notable legado literario para la posteridad.

Estoy consciente de que no todas las ideas llevadas al papel tienen un valor literario relativo, así estén escritas con sobriedad y transparencia, debido a que la obra de un autor es una suerte de hojarasca que es dispersada por el tiempo, y de la cual no queda sino aquello que tiene un cierto valor sustancial, aquello que se escribió con la experiencia vivida, con la lucidez de la mente y la sensibilidad del corazón.

Por otro lado, desde un principio supe que la escritura no es un oficio vano, sino una suerte de semillas que un día se siembran en el camino y que otro día se cosechan como frutos maduros. Esto ocurre cuando se escribe por puro gusto y no por buscar la fama ni la fortuna. Tampoco comparto la idea de que un escritor debe buscar su eternidad a través de la literatura, porque tengo la certeza de que la vida, con o sin el escritor, seguiría inevitablemente su curso; lo contrario, implicaría querer parar las agujas de un reloj para que no marquen las horas.

*Fuente: https://victormontoyaescritor.blogspot.com/

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Escribir correcto: La importancia de la ortografía

Por: Cristina García Noriega

Una de las principales calidades, que no solo adornan, sino componen cualquier idioma, es la ortografía, porque sin ella no se puede comprender bien lo que se escribe, ni se puede percibir con claridad conveniente lo que se quiere dar a entender”

(Diccionario de autoridades, 1726)

 

          *Haver (con “v), *Iva (pero no el “Impuesto sobre el Valor Añadido”, sino el pretérito imperfecto del verbo “ir”, también con “v”), *“honrrar” (con doble “r”), *”valla” (como interjección, con “ll”, por ultracorrección, aunque sin saberlo), * “e estado” (sin “h”), *aprovar (con “v”), * “estube” (con “b”, ¿será porque se parece a “Youtube”?), * “cojer” (con “g”), o *extrés (con “x”, porque parece que la “x” representa mejor la tensión que la “s”) son algunos de las muchas faltas de ortografía que podemos encontrar en e-mails, mensajes de móviles (en estos casos a veces “justificadas” por ahorrar espacio y, por tanto, dinero), trabajos y exámenes de nuestros alumnos.

           Y es que el caudal de faltas de ortografía de estos es uno de los grandes problemas con los que nos encontramos día a día en la enseñanza. Y lo peor es que no es solamente un “problema” escolar, pensamiento que tienen nuestros alumnos y que hace que solo les importe porque les fastidia que las temidas faltas les puedan bajar la puntuación del examen; sino que va más allá, pues pertenece a la vida cotidiana: cartas, currículos, solicitudes, instancias, denuncias… Todos estos tipos de documentos se tienen que poner por escrito y es imprescindible que vayan impecables, no solo en redacción sino también en lo que a ortografía se refiere. De ahí la relevancia de inculcarles a nuestros alumnos la necesidad de prestar atención a este conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua y que se conoce con el nombre de ORTOGRAFÍA.

           Pero, ¿por qué suelen cometerse errores ortográficos? Habrá muchas posibles respuestas a esta pregunta y lo que sí hay que desterrar es la creencia de que esta está ligada a la inteligencia, pues hay personas verdaderamente inteligentes que tienen auténticos problemas con la ortografía y viceversa. Básicamente, las faltas de ortografía suelen asociarse, además de al desconocimiento de la norma, a falta de atención (algo que se comprueba claramente cuando encontramos la misma falta cometida por la misma persona una y otra vez cuando ya se la hemos corregido), a no revisar lo escrito (es una mala costumbre de los alumnos terminar el examen y entregarlo sin repasarlo), a falta de vocabulario (la falta de caudal léxico hace que no puedan sustituir la palabra que no saben cómo se escribe por otra con igual significado) y a hábitos de escritura que se pueden considerar “perezosos” (no molestarse en buscar la palabra “dudosa” en el diccionario). Todo ello genera no solo el empleo incorrecto de letras, sino también de tildes (a veces por exceso y a veces por defecto), mayúsculas, minúsculas, signos de puntuación y demás que hacen que muchas veces los escritos resulten ilegibles. Por eso, de la misma forma que practicamos la redacción en clase, debemos trabajar la ortografía, pues ambas son habilidades básicas para manejar la competencia en la lengua escrita.

           En primer lugar, para ayudar a nuestros alumnos con la ortografía, debemos hacerles entender la importancia de un escrito ortográficamente “correcto”, aludiendo a razones como que la ortografía contribuye al fortalecimiento de la unidad de un idioma, pero, sobre todo, a que esta permite comprender con exactitud lo que se lee y facilita la exposición de lo que nosotros queremos expresar. A partir de ahí, es necesario trabajarla en clase como parte de la rutina diaria no solo del profesor de Lengua Castellana y Literatura sino de todos los profesores de las distintas materias, haciendo ver así a nuestros alumnos que es erróneo pensar que las faltas de ortografía no encierran ninguna gravedad porque todo el mundo las comete y que no es solo incumbencia de la asignatura de Lengua.

       A continuación vamos a repasar y proponer métodos y estrategias que pueden resultar útiles para trabajar la ortografía:

         Tradicionalmente la ortografía se ha enseñado mediante el aprendizaje mecánico y memorístico de una serie de normas que los alumnos han repetido hasta la saciedad como si fuesen cacatúas, sin entender realmente el significado de lo que estaban diciendo. Es cierto que es necesario el conocimiento y estudio de estas normas, pero principalmente las que hay que enseñarles son las que tienen carácter general y no poseen cientos de excepciones, porque si no lo que se produce es el efecto contrario: crean confusión y perjudican la propia ortografía. Pero como resulta a veces tedioso para los alumnos, se puede proponer el estudio de estas normas por descubrimiento a través de juegos con tarjetas, por ejemplo. En ellas, aparecerán las palabras que comparten una misma regla y serán los alumnos quienes traten de justificar porqué creen que esa palabra se escribe de esa forma. Así, sin saberlo, al tratar de hallar la solución estarán reteniendo en su memoria la norma.

              Otro método muy usual ha sido la técnica del dictado. A pesar de que este es uno de los instrumentos más útiles a la hora de practicar la ortografía, pierde su valor cuando este es utilizado solo para controlar el número de palabras erróneamente escritas, ya que la misión del mismo debe ser que, tras la realización de este, el alumno sepa algo más de léxico, morfosintaxis e incluso de literatura y estilo; y, sobre todo, puede resultar totalmente inútil cuando en él aparecen solo palabras técnicas o muy poco usuales, en lugar de palabras que usamos habitualmente y que son las que, precisamente por ello, debemos empezar por saber escribir correctamente.

También se les puede entregar a los alumnos textos que contengan faltas de ortografía para que ellos las corrijan. A los alumnos les encanta muchas veces encarnar el rol de profesor y casi siempre este está asociado a su faceta del “temido corrector”. Ahora, pues, serán ellos los que corrijan textos ortográficamente incorrectos y seguro que acertarán a la hora de descubrir los errores cuando vean que esa palabra queda “fea” así escrita. Y digo “ven” y digo “fea” porque las palabras son imágenes visuales y muchas veces no saben porqué pero sí saben que así no está bien escrita, pues tienen en su mente la fijación de otra imagen de dicha palabra. Posteriormente, seremos nosotros, los docente, quiénes les expliquemos ese porqué que les falta saber.

Además, hay que incentivarles en el uso del diccionario como herramienta fundamental para una correcta escritura, pues, además de para adquirir vocabulario, el diccionario es una fuente esencial de información ortográfica. Cuando duden en una palabra, deben “molestarse” en buscar cómo se escribe y proponerles que creen alguna oración usándola, adquiriendo así destreza en la búsqueda de palabras en este medio, ganando más caudal léxico y fijando en su mente la imagen de la palabra.

             Finalmente, hay que inculcarles a nuestros alumnos la necesidad de leer, pues hoy nadie duda de que la lectura es una gran ayuda para aprender la ortografía de las palabras. No hace falta que sean solo libros, sino desde las letras que aparecen en el paquete de galletas que desayunan, hasta el periódico, los carteles de publicidad o las revistas que compran porque aparece este o aquel cantante de moda, pues sabemos que las palabras se fijan en nuestra memoria a base de verlas una y otra vez.

             Quizás utilizando estos recursos podamos intentar obtener un aprendizaje realmente efectivo y poner remedio, en la medida de lo posible,  a ese caos ortográfico que existe no solo en el ámbito escolar, sino en nuestra sociedad en general. Ahora que la RAE ha sacado la última edición de su Ortografía, y dejando aparte la controversia que entre muchos estudiosos ha producido los cambios que introduce, es el momento de que entre todos (profesores, alumnos, familias, medios de comunicación..) tomemos conciencia de la gravedad del problema y promovamos el interés por nuestra lengua, pues, al fin y al cabo, el principal uso del idioma es la comunicación y para poder comunicarnos convenientemente es necesario que elaboremos nuestros mensajes de forma correcta y comprensible.

 Bibliografía:

Fuente: http://revista.academiamaestre.es/2011/01/escribir-correcto-la-importancia-de-la-ortografia/

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Costa Rica: Mala redacción de estudiantes causa alarma en universidades

Centro América/Costa Rica/11 Marzo 2017/Fuente :nacion /Autor:DANIELA CERDAS E.

Los ensayos que la profesora Silvia Arce recibe de sus alumnos de Estudios Generales tienen, con mucha frecuencia, los mismos errores que se le podrían encontrar un escrito elaborado por un escolar.

Para la docente Arce, de la Universidad Nacional (UNA), esa es una de muchas pruebas de las deficiencias en redacción y ortografía con que los muchachos llegan a la enseñanza superior.

“Está fuera del alcance de muchos de los alumnos hacer un ensayo sencillo; escriben un par de líneas, no saben concatenar ideas; la ortografía es muy mala.

”Tienen una falencia total de estrategias de redacción, la cohesión de ideas, la puntuación, colocar tildes, todo”, dijo Arce, quien se desempeña en el área de Filosofía y Letras.

La preocupación no es solo suya; la tienen otros profesores y hasta rectores de universidades públicas y privadas.

También la comparten especialistas en Educación y el propio Ministerio de Educación Pública (MEP), el cual decidió modificar los programas de Español de primaria, donde comienzan a gestarse los problemas que luego llegan a los salones universitarios.

Dicha situación ha obligado a las casas de enseñanza a abrir cursos de nivelación en un intento desesperado por combatir los vicios.

En la UNA, por ejemplo, se imparten talleres dedicados a mejorar las destrezas en lectoescritura. En el 2016, unos 1.000 alumnos llevaron esos cursos, luego de ser referidos por profesores.

“Estamos afrontando los problemas de rezago con que cuentan los jóvenes. Tenemos cursos de nivelación; en el caso de redacción y ortografía, tenemos el plan Éxito Académico que es un programa dedicado a eso», explicó Alberto Salom, rector de la UNA.

Las universidades privadas también implementaron cursos de emergencia.

Sin embargo, Alban Bonilla, director de la Unión de Rectores de Universidades Privadas (Unire), reconoció que estos talleres no logran solventar las carencias por completo, sino que funcionan como una medida paliativa.

¿Por qué el rezago? La mayoría de los especialistas consultados apuntan a que estos vicios son arrastrados por los jóvenes desde la escuela y que empeoran por la falta de lectura.

Para Guillermo Malavassi, rector de la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA) y exministro de Educación (1966 a 1969), los fundamentos de redacción, ortografía y comprensión de lectura se aprenden en primaria y, difícilmente, hay tiempo para corregir deficiencias en secundaria, y mucho menos, en la universidad.

 El fortalecimiento de la lectoescritura, a criterio de Malavassi, depende de los textos y del gusto por la lectura que los alumnos hayan desarrollado en primaria y secundaria. Además, se relaciona con el léxico que usen los padres en los hogares y la calidad de los maestros.“Los estudios indican que los niños cuyos padres manejan un léxico adecuado y que tienen maestros que les fomentan la lectura, al tener entre 8 y 9 años, pueden dominar un vocabulario de unas 1.200 palabras. Si ocurre lo contrario, el léxico que manejan a esa edad puede llegar máximo a 200 palabras», manifestó Malavassi.
El uso de aparatos electrónicos también podría estar contribuyendo al rezago.Alban Bonilla, director de Unire, señaló que los jóvenes tienen ahora la costumbre de acortar las palabras cuando escriben en el teléfono celular y que muchos de estos aparatos corrigen en forma automática los errores ortográficos.“La falta del hábito de la lectura se nota en la universidad. La mayoría de los alumnos se resisten a leer; les gustaría conformarse con lo que uno les da en clase; si leen, lo hacen a medias”, aseveró Bonilla
La última Encuesta Nacional de Cultura, publicada en el 2014, reveló que el 51,4% de la población no leyó libros en los 12 meses previos a la consulta. El 17,5% leyó libros al menos una vez por semana y solo el 12,7% lo hizo todos los días.La falta de lectura también se reflejó en los resultados del diagnóstico del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), que se dieron a conocer en el 2016. Según este estudio, Costa Rica desmejoró en el área de comprensión lectora, pues obtuvo 427 puntos y hace tres años esta puntuación fue de 436.Además, en los últimos cinco años, la nota promedio de la prueba nacional de bachillerato de Redacción y Ortografía no ha pasado de 77.
Cambios.
El MEP es conocedor del problema. Así quedó reflejado en la justificación del cambio en los programas de estudio de Español que realizó en 2014 para el nivel escolar.“Los estudiantes no saben leer y escribir bien”, admitió el Ministerio en el texto.La culpa, según el MEP, es de los “métodos tradicionales” de lectoescritura que no potencian la comprensión de lectura, sino solo la decodificación, o sea, los alumnos leen, pero no entienden. También atribuye responsabilidad a la “limitada” formación de los docentes.

Los nuevos programas, según la viceministra académica, Alicia Vargas, “transforman, radicalmente, el aprendizaje de la lectoescritura”. Se fundamentan en el desarrollo de las cuatro áreas comunicativas: comprensión oral, expresión oral, lectura y escritura.Los resultados de dicha transformación se verán en los próximos años.“Se han incluido proyectos para desarrollar el gusto por la lectura tales como Érase una vez y concursos para incentivar la creatividad literaria tales como Mi Cuento Fantástico , manifestó Vargas.El MEP también afirma haber intensificado las capacitaciones de docentes y el uso de nuevas metodologías para desarrollar la lectoescritura.Para Isabel Román, coordinadora del proyecto Estado de la Educación, el nuevo programa de Español “es bueno”, pero dijo que también es importante ver lo que pasa en el aula y dar acompañamiento al docente.Gilberto Alfaro, director del Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (Sinaes) y coordinador nacional de ProLeer, añade otra urgencia más: No se trata solo del cambio en una asignatura porque hay que entender, leer y escribir bien en prácticamente todas las áreas del conocimiento.

‘Los profesores se desesperan porque ven batalla perdida’

La pobre redacción, comprensión de lectura y ortografía que muestran los jóvenes en las aulas universitarias hace que los «profesores se desesperen, porque ven que es una batalla perdida».Así lo describe Guillermo Malavassi, quien es cofundador de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA), y su rector desde 1976.»Es muy extendida la problemática. Los estudiantes no saben redactar, analizar temas, no saben relacionar una cosa con otra, no saben de puntuación. La ortografía y la redacción se han de aprender en la escuela y para esto es importante que los maestros conozcan sobre esto», dijo Malavassi, quien fue ministro de Educación de 1966 a 1969.Malavassi cree que los cursos de nivelación de redacción y ortografía para universitarios lo que hacen es «remendar» los malos hábitos que no se corrigieron a tiempo.

«Lo que no se hizo en la educación primaria no se puede reparar en un curso de un año en una universidad. Si los maestros no corrigen los errores que se cometen en el aula, los arrastran a la secundaria, luego a la universidad y con los mismos errores se terminan graduando como pasa actualmente», manifestó el rector.A su criterio, sobresalen en la universidad los alumnos a quienes se les ha inculcado desde el hogar un buen léxico y maestros que les enseñaron textos bien redactados. A ellos se les facilita hacer los trabajos de la universidad y tienen mejor desempeño. Sobresalen quienes han tenido desde pequeños un gusto por la lectura.Según el rector, a quienes llegan a la educación superior con problemas de lectoescritura, les cuesta expresarse, comprender una lectura y hasta entender las preguntas del examen.
Fuente de la noticia: http://www.nacion.com/nacional/educacion/Mala-redaccion-alumnos-alarma-universidades_0_1619638064.html
Fuente de la imagen: http://www.nacion.com/nacional/educacion/Mala-redaccion-estudiantes-alarma-universidades_LNCIMA20170305_0119_5.jpg
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Cuatro ‘apps’ que ayudan a escribir sin faltas de ortografía

15 Enero 2017/Fuente:tecnologia /Autor:JOSÉ ÁNGEL PLAZA LÓPEZ

Hay opciones para todas las edades: desde niños que trazan sus primeros palotes hasta adultos que quieren repasar las reglas de la lengua española mientras juegan

“Esta Nabidad compra libros o si no acavarán escribiendo asin”. Esta es la frase que cierra la cruzada personal del escritor Sergio Sola contra las faltas de ortografía, materializada en un vídeo que se ha hecho viral durante las últimas semanas y cuyo objetivo es que los más pequeños aprendan a escribir correctamente mediante el hábito de la lectura.

Recientemente, también hemos sido testigos del lanzamiento de La tabla periódica de la ortografía, una creación del lingüista Juan Romeu que puede resultar muy útil para resolver rápidamente dudas concretas sobre la lengua española y para que los niños consulten y retengan algunas de sus principales normas de una forma divertida. Pero, además, gracias a las aplicaciones móviles, nuestros teléfonos y tabletas pueden convertirse en cuadernos digitales para aprender y reforzar la ortografía desde los primeros palotes. Todo de manera lúdica e incluso con propuestas para usuarios de cualquier edad. Estas son algunas de las apps que ayudan a escribir correctamente.

iCuadernos by Rubio, la preescritura

Desde la década de 1950, son ya varias generaciones las que han aprendido a escribir con los cuadernillos de Rubio, que han sabido reinventarse en formato app para dispositivos iOS y Android. Lo cierto es que en estas versiones digitales hay una mayor oferta de ejercicios matemáticos, pero también es posible encontrar cuadernos de Educación Infantil que proponen actividades de preescritura pensadas para facilitar la soltura manual y el desarrollo motriz de los niños, algo previo al aprendizaje de la escritura. Además, Rubio cuenta con otros cuadernos de iniciación a la escritura para niños de más de tres años centrados en el reconocimiento de las letras mayúsculas y minúsculas.

Gracias a las aplicaciones móviles, nuestros teléfonos y tabletas pueden convertirse en cuadernos digitales para aprender y reforzar la ortografía desde los primeros palotes

Con el fin de evitar disgustos, las compras de los iCuadernos están protegidas mediante control parental y cada nuevo cuaderno cuesta 100 rubis, la moneda propia de Rubio. Para entendernos, primero es necesario adquirir rubis y después canjearlos por cuadernos, según estas correspondencias: 0,99 euros son 100 rubis; 1,99 euros son 200 rubis; 8,99 euros son 1.000 rubis; y 16,99 euros son 2.000 rubis. Antes de comprar, la app permite crear hasta tres perfiles de usuario con los que se puede acceder a una muestra de los ejercicios que contienen los cuadernos, disponibles en español, catalán e inglés. Después, a medida que los niños van superando ejercicios, se les motiva con la obtención de premios en forma de medallas digitales.

Pupitre, la apuesta de Santillana

Otra de las decanas en el mundo de la educación que también se ha adaptado a los nuevos tiempos para enseñar a escribir a los más pequeños es Santillana, que en 2012 lanzó Pupitre, una aplicación pensada para iPad y tabletas Android, si bien es cierto que la oferta de Lengua se limita al sistema operativo de Apple. En concreto, para estos dispositivos existen cuadernos con actividades de escritura para niños de 6 a 8 años, así como cuadernos de vacaciones para Educación Infantil y niños de hasta 8 años que incluyen fichas con ejercicios sobre la composición de las palabras o las normas de acentuación, entre otros. El funcionamiento es muy similar al de los iCuadernos de Rubio, pero sin moneda propia de por medio, de tal forma que cada cuaderno cuesta 0,99 euros, mientras que cada cuaderno de vacaciones tiene un precio de 3,99 euros.

Pupitre da la posibilidad de crear hasta cuatro perfiles distintos y también se basa en un sistema de recompensas acorde a la edad de cada usuario, con el fin de favorecer la curiosidad del niño y su interés por seguir aprendiendo.

Palabra correcta, para aprender mientras juegas

Con un diseño muy sencillo, esta aplicación gratuita para iOS y Android pone a prueba los conocimientos de gramática y ortografía de usuarios de todas las edades a través de distintos juegos. Entre ellos destaca el llamado Gramática (modo clásico), que viene a ser un test en el que hay que elegir, antes de que se agote el tiempo, la palabra exacta que completa los espacios en blanco de una frase. En caso de fallo, la app no sólo muestra la opción correcta, sino que además explica por qué con ejemplos adicionales.

Otras de las posibilidades de juego de Palabra correcta que ayudan a ampliar vocabulario son Arma Palabra, donde hay que ordenar letras para formar el vocablo descrito en una definición; Diccionario, cuyo reto es escoger la opción correcta entre distintas palabras que pueden corresponderse con una definición; y Sinónimos y Antónimos. Es posible batirse en duelo con otros usuarios mediante la opción multijugador o bien retarse a uno mismo.

Los Cazafaltas, el gran juego de la ortografía

Desarrollada por la editorial Planeta, esta app gratuita es un juego para iOSinspirado en el tablero del popular Juego de la Oca. Lo curioso es que para avanzar de casilla en casilla y llegar a la meta es necesario resolver las dudas ortográficas que se plantean en la pantalla del iPhone o el iPad. Con el fin de facilitar la tarea, en todo momento es posible acceder desde un botón a las reglas de la ortografía española, en las que se encuentran las respuestas a todas las preguntas de Los Cazafaltas.

Las partidas se desarrollan por turnos entre dos rivales, aunque cuenta con un modo para un solo jugador. En el primer caso, una vez finalizado el enfrentamiento se actualizan los datos del perfil de cada usuario, de tal modo que se puede acceder a un histórico con estadísticas y comprobar la evolución. Sin embargo, cuando se juega contra uno mismo la partida no queda registrada ni se acumulan los puntos conseguidos, aunque es un buen método de entrenamiento y una forma divertida de seguir aprendiendo ortografía.

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El docente y su lenguaje.

Caso Escuela Básica Concentrada N 467. San Rafael de la Colonia.

Por: Dirvia Tahis Montilla Gómez.

El empleo de expresiones propias, frases y la poca atención en la pronunciación de las letras y vocales dentro su entorno social han generado en ellos limitantes comunicacionales, de igual forma, esto viene afectando su forma de escribir e incluso utiliza expresiones que no formar parte del lenguaje formal, en este sentido, la difusión de conocimiento de forma errónea propias de un emisor que proporciona un mensaje sin una codificación de forma correcta utilizando las técnicas adecuadas y formales del lenguaje. Convierte al docente un actor con debilidades que afecta esta intrínsecamente su desempeño en el espacio educativo.

Ante tal situación, es evidente proporcionar en ellos una acción que los sitúa en la competencia comunicativa del lenguaje oral y escrito, aunado a esto, se entiende como la capacidad de los hablantes no sólo para producir oraciones gramaticales bien formadas, sino la capacidad para comunicarse entre sí: se trata de la cabida de generar actos de habla con sentido dentro de determinadas situaciones reales. Sin embargo, la competencia lingüística es un saber universal, cuya capacidad está posibilitada por el hablante en el proceso de socialización.

ANALISIS DE LOS ELEMENTOS TEÓRICOS

La acción comunicativa no tiene como propósito un pensamiento único, sino que las convicciones compartidas vinculan a los participantes en términos de reciprocidad, en este sentido, Habermas (1993), se refiere a como “El concepto de acción comunicativa, fuerza u obliga a considerar a los actores como hablantes y oyentes que se refieren a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo, y se entablan, recíprocamente a este respecto, pretensiones de validez que pueden ser aceptadas o ponerse en tela de juicio”(p.493). Para el autor citado sostiene a su vez que; el primer elemento el enunciado que hace es verdadero, como segundo se tiene la acción pretendida es correcta y por último la intención manifiesta del hablante es, en efecto, la que el hablante expresa. Aunado a esto, se apoya en la reciprocidad de la acción y su orientación al entendimiento. Es por ello que, en la acción comunicativa, ineludiblemente se llega a un saber común, fundado en ese acuerdo, aun cuando las conclusiones y decisiones a las que cada uno de los actores llegue sean diferentes.

Ahora bien, Echeverría (2003), cada vez que el hombre habla, declara algo, y lo sostiene a un punto tal que bien se puede decirse que hay un sólo acto lingüístico, la declaración, con cinco maneras de manifestarse: como declaración, juicio, afirmación, pedido y promesa que incluye la oferta. En consecuencia, el hecho de hablar en sí mismo, es más una posibilidad de acción que su certeza, y no necesariamente producirá un determinado efecto en el mundo, ya que éste para ocurrir dependerá, en principio, del contexto en el que ese hablar suceda y de quién sea el que hable e incluso podría no producir efecto alguno. Es por ello, que Stein (2007) “Una acción que, además de naturaleza informativa, tendría una naturaleza comunicativa, dado que el sentido que resulta de la interacción humana es lo que posibilita que en un momento determinado podamos hablar de comunicación” (p.62). Al respecto, la comprensión, de cada persona y la interpretación de lo que significa ser humano, lo concebimos en seres lingüísticos, donde las actividades giran en función del mismo; dicho de otro modo, el lenguaje nos permite intercambiar emociones a través de la comunicación; de tal manera, que pone como eje principal de estudio a las conversaciones, las cuales constituyen y establecen nuestra particular forma de ser.

En ese mismo contexto, el lenguaje es sobre otras cosas lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que somos. Somos seres que vivimos en el lenguaje. Somos seres sociales. No hay lugar fuera del lenguaje desde el cual podamos observar nuestra existencia. El lenguaje es generativo, nos permite hablar «sobre» las cosas: hace que ellas sucedan. Por lo tanto, el lenguaje es acción, crea realidades. El idioma que hablemos, siempre ejecutamos el mismo número restringido de actos lingüísticos: los seres humanos, al hablar, hacemos declaraciones, afirmaciones, promesas, pedidos, ofertas. Estas acciones son universales. No sólo actuamos de acuerdo con cómo somos también somos según actuamos. La acción genera ser. Uno deviene de acuerdo con lo que hace.

Al respecto, los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. Al decir lo que decimos, al decirlo de un modo y no de otro, o no diciendo cosa alguna, abrimos o cerramos posibilidades para nosotros mismos y, muchas veces, para otros. Cuando hablamos modelamos el futuro. A partir de lo que dijimos o se nos dijo, a partir de lo que callamos, a partir de lo que escuchamos o no escuchamos de otros, nuestra realidad futura se moldea en un sentido o en otro. Pero además de intervenir en la creación de futuro, los seres humanos modelamos nuestra identidad y la del mundo que vivimos a través del lenguaje.

Por otra parte, es de gran relevancia conocer y utilizar los actos lingüísticos para generar resultados, sea en sociedad o equipos de gestión, es decir, estos requieren de un marco o contexto de interrelación permanente, de dinamismo, ya que comprender cada acto lingüístico como un hecho aislado que genera un movimiento secuencial que solo ocurre al analizar el proceso. A su vez, este elemento es diferente de lo que pasa en el suceder, en esa dinámica en la que todo ocurre a espacios hasta llegar a ser simultáneos. De este modo, el pedir y el prometer como la acción estratégica que se utiliza en el lenguaje para establecer un vehículo que combine el abordaje del conocimiento académico con la praxis de una sociedad cada día más exigente en el entorno a sus demandas en búsqueda de obtención de respuestas en los compas del conocimiento.

Teoría de la Escritura

Para Mosterín (1993) expone que si queremos comunicarnos por escrito unos con otros, si queremos leer y escribir, hemos de aceptar todos el someternos a una normativa común, a una ortografía. Cualquier ortografía, por mala que sea, es preferible a la ausencia de norma común, pues la comunidad del código es una condición imprescindible de la comunicación. En este sentido, es necesario revisar el uso correcto de la escritura como pilar fundamental en el proceso de comunicación.

Ahora bien, sostiene Mosterín (ob.cit), el argumento de la necesidad y de la urgencia: como la ortografía no es perfecta, es necesaria su reforma, que es urgente por dos motivos. Primero, porque “la explosión demográfica del mundo hispanohablante plantea unos problemas pedagógicos-sociales tremendos, que esta reforma puede contribuir a solucionar.” (págs. 229-230). Y segundo, porque “El mundo hispanohablante tiene dos problemas de alfabetización: 1) lograr que la totalidad de la población aprenda a leer y escribir en el plazo más breve posible y con los medios más económicos posibles, y 2) lograr que la totalidad de la población escriba bien, prácticamente sin faltas, de modo que nadie tenga que sentirse inferior ni discriminado por el uso que haga de la escritura.” (pág. 230).

Al respecto, este aporte propuesto por el autor conlleva a empezar desde el docente en el sistema educativo venezolano. Sin embargo, sostiene que la autoridad entre ellos ante la propuestas reformistas de la Academia Argentina, de la de El Salvador y de la de Uruguay al II Congreso de Academias (Madrid, 1956); de la propuesta de la Academia Cubana al III Congreso de Academias (Bogotá, 1960); y de la propuesta de la Academia Filipina al IV Congreso de Academias (Buenos Aires, 1964). De este género son las palabras de J. Casares citadas por Mosterín (1993: 245): “no es lícito considerar como una invitación al desorden ortográfico el intento de señalar los defectos e incongruencias del sistema vigente, a fin de procurar una prudente revisión que lo haga más lógico y sencillo y, por tanto, más asequible a todo el mundo”. Pero de todos los argumentos de autoridad aducidos por Mosterín, el primero y más relevante es el de Andrés Bello “quien en 1823 propuso una reforma racional de la ortografía española, reforma que fue adoptada por el gobierno chileno, que había llamado a Bello para organizar la enseñanza en el país.” (pág. 238). En todo caso, conviene destacar cómo Mosterín sitúa este argumento con precisión calificándolo estrictamente cuando dice a continuación que “La ortografía reformada de Bello estuvo vigente en Chile entre

1844 y 1927, en que se volvió a la ortografía académica, a fin de restablecer la unidad de la ortografía española.” (pág. 238, el destacado en cursiva es nuestro).

En resumidas cuentas, Mosterín (ob.cit) en el cual su escudo argumental en el silogismo siguiente: “casi todas las escrituras actuales tendrán que ser sometidas más tarde o más temprano a una reforma ortográfica con criterios uniformes. Parece oportuno empezar por el español, pues su ortografía necesita ser reformada (por las mencionadas razones sociales, pedagógicas y comunicativas), pero esa reforma se presenta como especialmente fácil y factible en su caso, dado que su escritura no está tan alejada de la lengua como la escritura de otros idiomas de comparable importancia.”

En este orden de idea, para Martínez de Sousa citado por Alcoba (2006) en cual se suma a la propuesta de Mosterín, y recuerda sus principales argumentos y el sentido de la reforma: “Las razones que amparan una propuesta de simplificación y reforma de nuestro sistema ortográfico aparecen, pues, claras: a) introducir coherencia y lógica interna en el sistema; b) rescatar del analfabetismo, en corto tiempo y al menor coste posible, a los millones de hispanohablantes que aún no tienen acceso a los bienes de la cultura; c) facilitar la escritura, con la menor cantidad posible de faltas, a todos, cualquiera que sea su condición social.

En este sentido, la reforma de la ortografía debería consistir en lo siguiente: a) cada fonema (sonido) debe representarse con un grafema (letra) y sólo uno; b) todo grafema que no represente sonido debe desaparecer de la escritura; c) en la grafía de las palabras deben prevalecer el uso y el fonetismo sobre la etimología, especialmente cuando ésta no está bien establecida o se opone al genio del español. La mayor dificultad del escribiente actual radica precisamente en el hecho de que existe inadecuación entre lo pronunciado y lo escrito. Una vez acomodado lo uno a lo otro, el sistema ortográfico será coherente y habrán desaparecido muchas de las causas por las que se cometen faltas de ortografía incluso por personas formadas.”

Más recientemente, García citado por Alcoba (2006) se incorpora a la propuesta, con algunos ejemplos: “Cuando hace un par de años lanzó Gabriel García Márquez su heterodoxo y jocundo discurso contra la ortografía conservadora, no hablaba en el vacío, ni incurría en la mera boutade, como creyeron algunos. Pues esa reforma ortográfica espera al español, antes o después. Uno no cree que su prodigiosa unidad se base en la ortografía solamente; la cultura agraria y, como tal, arcaizante, en la que viven muchos millones de hispanohablantes, es responsable, al menos en igual medida, de la cohesión idiomática.

 Ahora bien, ante esta diversidad de argumentos, es opinable que la cohesión idiomática del español se deba a la cultura agraria en las que se encuentran sumergidos los pobladores en determinados regiones o espacios geográficos.

Para Alcoba (2006), la escritura es un problema fundamental de los seres humanos es por eso, que ocurre Principio Fonémico:

Este principio exige que haya una letra y sólo una para representar cada fonema de la lengua y que un fonema y sólo uno corresponda a cada letra. Dicho en otras palabras, a su vez postula una biyección (o correspondencia biunívoca) entre el conjunto de los fonemas y el de las letras de tal modo que a cada secuencia de fonemas corresponda unívocamente una secuencia de letras (lo que facilita al máximo la escritura) y a cada secuencia de letras corresponda unívocamente una secuencia de fonemas. (pág. 168).

A su vez este autor hace hincapié en las restricción transdialectal: en el cual distingue dos niveles de escritura: la escritura dialectal, que refleja exactamente la estructura fonémica del dialecto en cuestión, y la escritura oficial o estándar, que representa un compromiso entre todas las posibles escrituras dialectales. La escritura dialectal es perfectamente admisible en cartas, peticiones y otros escritos privados y su empleo no debiera ser considerado nunca como una falta. A su vez, la escritura oficial o estándar es la única que debiera emplearse en los documentos oficiales, en los diarios y revistas, en los libros y publicaciones de todo tipo, etc., así como en la enseñanza.

En este sentido, expone Alcoba (ob.cit) lo siguiente;

Una de las razones que pueden justificar que un hablante se desvíe del principio fonémico a la hora de escribir consiste en que el hablante esté dispuesto a complicarse ligeramente la vida (toda desviación del principio fonémico estricto es una complicación suplementaria) en aras de una más fácil, eficaz y barata intercomunicación entre todos los hablantes de los diversos dialectos de su lengua. A esto es a lo que llamamos la restricción transdialectal del principio fonémico. (págs. 174-175).

A su vez Alcoba (2006), brinda un bosquejo en la restricción morfémica: que

consiste en “el desviarse del principio fonémico para unificar la representación gráfica

del    mismo     morfema     está    justificado     en    algunos     casos     (como    los           morfemas

 gramaticales [moler / muelo, nadar / natación] más frecuentes) y es discutible o defendible en todos.” (pág. 181).

En este sentido, a continuación se muestran lo expuesto por el grupo foco.

HALLAZGO

Durante el desarrollo de la investigación los actores participantes enfrentan situaciones complejas como se mencionan a continuación;

Descripción

  • El docente emplea un lenguaje escrito emitiendo un mensaje no claro y preciso.

 Existe confusión a la hora de escribir de forma correcta una palabra.

 A su vez no utilizan la gramática para expresar de forma escrita y oral las

 ideas dentro de su jornada de trabajo, en tal sentido, ocasiona en los receptores una distorsión del mensaje.

Fuente: Montilla (2015).

NUDOS CRÍTICOS E INTERROGANTES

Ahora bien, la incógnita que se desea despejar es: ¿Cómo incide el lenguaje oral y escrito empleado por el docente en su sitio de trabajo?

CONTRIBUCCIONES A LOS CAMBIOS EN LA PRÁCTICA EDUCATIVA.

Descripción

Realizar  un  plan  de  acción  en  los  docentes  para  adiestrarlos  ante  las

diversas técnicas del uso correcto del lenguaje escrito.

Proporciona en los actores educativos el uso de palabras y expresiones de

  • forma correcta que garantice el ejercicio durante el proceso de enseñanza – aprendizaje.
  • Una entidad cuyos docentes manejen las técnicas adecuadas de la comunicación escrita.

Fuente: Montilla (2015).

CONTRIBUCIONES AL DEBATE EN LAS CIENCIAS EDUCATIVAS

Un docente capaz de utilizar el lenguaje oral y escrito dentro de su contexto sin alterar su significado estableciendo el uso comunicacional para alcanzar el éxito dentro y fuera de la institución. En este sentido, Echeverría (2003) que el acto lingüístico básico es la declaración, y todo es una declaración. Hablar es declarar. Cada vez que el hombre habla, declara algo, y lo sostiene a un punto tal que bien puede decirse que hay un sólo acto lingüístico, la declaración, con cinco maneras de manifestarse: como declaración, como juicio, como afirmación, como pedido y como promesa que incluye la oferta. En consecuencia, el hecho de hablar en sí mismo, es más una posibilidad de acción que su certeza, y no necesariamente producirá un determinado efecto en el mundo, ya que éste para ocurrir dependerá, en principio, del contexto en el que ese hablar suceda y de quién sea el que hable. Incluso podría no producir efecto alguno.

En resumidas cuentas, la intención de cada persona al momento de emitir un mensaje y la interpretación por parte del receptor nos conlleva a reflejarnos como seres lingüísticos, por lo tanto, el lenguaje nos permite intercambiar emociones a través de la comunicación oral o escrita, es nuestro deber emplear el uso correcto de las expresiones para establecer un mensaje claro y preciso.

Referencias

Alcoba, S. (2006): “Ortografía y DRAE. Algunos hitos en la fijación léxica y ortográfica de las palabras”, en Español Actual. En prensa disponible en es http://www.ucm.es/info/especulo/numero34/refoorto.html

Habermas, J. (1993). Teoría de la Acción Comunicativa. Tomo 1. Buenos Aires: Editorial Taurus

Habermas, J (2002). Teoría de la acción comunicativa. Tomo I. México, Editorial Taurus: páginas 187-188.

Méndez, A (2015). Proyecto de Tesis Doctoral la Acción comunicativa en la Extensión Universitaria, Caracas – Venezuela.

Montilla, D (2015).  Proyecto de Tesis Doctoral El Director en la Gestión Escolar, Caracas – Venezuela.

Montilla, D (2010). Acciones gerenciales dirigidas a los directivos para la optimización del proceso organizativo en las escuelas bolivarianas del sector nº 4   municipio Guanare, estado portuguesa Venezuela.

Morales, O (2002). El proceso de lectura desde la perspectiva de los lectores. proyecto de investigación por el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico (CDCHT) de la Universidad de Los Andes

Vergara, L. (2011). Habermas y la Teoría de la Acción Comunicativa, Primera Revista Electrónica en América Latina Especializada en Comunicación www.razonypalabra.org.mx

Imagen: https://manuelreyesweb.files.wordpress.com/2016/06/luis-miguel2.jpg?w=648

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Teach students academic writing or endanger degree completion: study

Estados Unidos / 10 de noviembre de 2016 / Por: John Elmes / Fuente: https://www.timeshighereducation.com

Universities should make it a priority to equip graduate students with academic writing skills or they run the risk of greater numbers failing to complete master’s courses and PhDs, according to the author of new research.

In her co-authored paper “Graduate students as academic writers: writing anxiety, self-efficacy and emotional intelligence”, Margarita Huerta, assistant professor of educational and clinical studies at the University of Nevada, Las Vegas (UNLV), found that lack of “self-efficacy” (belief in one’s capability to write in a given situation) was a significant reason for writing anxiety among students studying for a master’s or doctoral degree.

The researchers conclude that it is in universities’ “best interest” that students are given tools to allow them to “successfully communicate ideas and innovation in writing”. Professor Huerta told Times Higher Education that degree completion rates could fall if these issues were not addressed.

“Most graduate student writers come into academia without the knowledge and skills of how to handle large, complex academic writing projects; therefore, lowering their self-efficacy,” she said. “The consequences are potentially slower graduation rates, larger numbers of incomplete degrees and non-published theses/dissertations.”

The growing expectation for students to have “journal article publications prior to graduation” was increasing the pressure on graduate writers, she added.

The research, published in the Higher Education Research & Development journal, looked at 174 students participating in Promoting Outstanding Writing for Excellence in Research (POWER) programmes, created by UNLV in 2007 to provide emotional and instrumental support for graduate students who wish to improve their academic writing.

While the researchers noted that the study was not “generalizable to all graduate students in higher education”, the findings “contribute to the limited research on graduate students and academic writing and can inform present practitioners and future researches in varied settings”.

The paper also found that “females exhibited higher writing anxiety”, which Professor Huerta suggested could be linked to wider gender inequality in higher education. She added that it was «concerning that even in the presence of self-efficacy, writing anxiety was still present for female graduate students».

Elsewhere, the study found that students for whom English was not their first language had “statistically significant higher writing anxiety and lower self-efficacy compared to native English speakers”.

“International students also showed statistically significant lower self-efficacy than students who reported not to be international,” it states.

Professor Huerta said universities believe that they are supporting international students by providing “editing services” or English language courses, but warned that there was “a lot more” to mastering academic writing than a command of English.

“Writing ‘correct’ English is merely one piece of the bigger puzzle of supporting graduate students’ academic writing,” she said. “Schools/HE sectors should not assume all non-native English speakers’ writing skills are necessarily lower than native speakers’ writing skills.

“While some may struggle with writing skills, many may have very strong writing skills. Non-native English speakers may just have more writing anxiety because of lack of initial confidence and other external/cultural factors.”

Universities should therefore look to improve self-efficacy among all their graduate students by teaching “self-management skills related to piecing together academic writing projects”.

“This is why peer-led writing support services hold tremendous potential if implemented well within university structures,” she said.

john.elmes@tesglobal.com

Fuente noticia: https://www.timeshighereducation.com/news/teach-students-academic-writing-or-endanger-degree-completion-study

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