América del Norte/Estados Unidos/18-10-2020/Autor(a) y Fuente: www.telemundochicago.com
El plan propone que la población estudiantil en general continúe recibiendo educación remota y por fases regresen gradualmente a los salones de clases.
Las Escuelas Públicas de Chicago anunciaron el viernes un plan de aprendizaje para el segundo trimestre del año escolar a medida que continúa la pandemia del coronavirus.
El plan del distrito propone que todos los estudiantes continúen sus clases de forma remota y luego por fases vayan regresando gradualmente a los salones de clase.
CPS dijo en un comunicado que planea comenzar su reapertura gradual a las escuelas con los «estudiantes de prekínder y alumnos vulnerables, como los de educación especial o aquellos que enfrentan desafíos significativos al participar en el aprendizaje remoto sin el apoyo de un tutor, hecho que agrava aún más las desigualad educativa».
Los estudiantes seleccionados comenzarían a regresar al salón de clases en enero mientras que CPS pone en función los procesos necesarios de salud para reabrir las escuelas de manera segura.
El distrito planea comunicarse con los padres de los estudiantes de otros grados a finales de este año para evaluar su interés en que sus estudiantes regresen a las escuelas.
CPS dijo que enviará a todos los padres y tutores de estudiantes de prekínder y de programas de grupo un formulario de intención el 21 de octubre para indicar si se sentirán cómodos enviando a sus hijos a la escuela, pidiéndoles que lo devuelvan antes del 28 de octubre.
El distrito señaló que los padres tendrán la opción de optar por no participar en cualquier momento y que cada escuela llevará a cabo una reunión para responder cualquier pregunta antes de una posible reapertura.
CPS dijo que una decisión final sobre el aprendizaje en persona se tomaría junto con el Departamento de Salud Pública de Chicago más cerca del comienzo del segundo trimestre, el 9 de noviembre.
El liderazgo del Sindicato de Maestros de Chicago (CTU) de inmediato reaccionó a este plan tentativo de CPS y dicen que les preocupa el que estas decisiones se tomen cuando han comenzado a aumentar de nuevo los casos de coronavirus en Chicago.
Por su parte, CPS indica que están desarrollando protocolos sanitarios en las escuelas que incluye el uso de cubrebocas, gel antimaterial y lavado de manos constante, además buscan hacer grupos pequeños de estudiantes, que siempre trabajaran juntos, para minimizar interacciones y el rastreo de contactos.
Fuente e Imagen: https://www.telemundochicago.com/noticias/local/cps-presenta-plan-tentativo-para-el-regreso-a-clases-en-persona/2126762/
América del Sur/Colombia/18-10-2020/Autor(a) y Fuente: www.elespectador.com
Según una encuesta realizada por el Distrito, el 7,5 % de los padres está de acuerdo con que se retomen las clases presenciales este año, mientras que el 92,5 % coincide en que se haga en 2021. Estas son las medidas que se implementarán en estas instituciones educativas.
Desde hace algunos meses la Administración de Claudia López anunció la destinación de parte del cupo epidemiológico que tiene la ciudad (la capacidad que tiene la capital de habilitar actividades sin que se sature la atención en UCI) para retomar las clases presenciales en colegios públicos y privados. A este llamado solo respondieron 203 instituciones educativas, razón por la cual la mandataria redestinó el cupo y permitió que se abrieran otras actividades como los gimnasios y las iglesias.
No obstante, esta administración persevera en consolidar avances que permitan retornar a la presencialidad en las aulas, es por esto que este jueves brindó detalles del piloto que adelantará la ciudad en las semanas del 19 al 26 de octubre.
“Al 14 de octubre, el Distrito ha evaluado y habilitado la reapertura de 203 instituciones educativas que solicitaron la revisión de sus protocolos para el regreso a clases voluntario y concertado con sus comunidades. Estos son: 109 jardines infantiles y colegios privados, 45 Instituciones de Educación Superior (IES), 48 Instituciones de Educación para el Trabajo y el Desarrollo Humano (IETDH) y 1 centro de formación del SENA”, informó la Secretaría Distrital de Educación.
Gracias al trabajo que han adelantado profesionales y directivos de la Secretaría de Educación, en conjunto con familias, estudiantes y trabajadores de las instituciones educativas, se logró definir una ruta de trabajo conjunta con los 19 colegios oficiales que decidieron adoptar una reapertura en modo piloto. “Esta medida cuenta con el consentimiento de padres y madres de familia y fue avalada por el Consejo Directivo de cada institución”, detalló la Secretaría de Educación.
Estas instituciones se encuentran en las localidades de Kennedy, Santafé, Ciudad Bolívar, Bosa, Rafael Uribe, Puente Aranda, San Cristóbal y Usme. La idea es que en cada uno de estos centros educativos se avance en la implementación de las medidas que regirán en todos los colegios para el calendario escolar de 2021.
“La propuesta está diseñada para que asistan entre 30 y 200 estudiantes, dependiendo de la matrícula de cada institución. Entre ellos, los jóvenes que hacen parte de las pasantías en el SENA para que terminen su formación técnica y, en otros casos, estudiantes de grados 10 y 11 para que realicen actividades prácticas en diversas materias”, detalló el despacho.
Para este plan se han conformado equipos de apoyo, los cuales acompañarán de manera directa a cada una de estas instituciones en la fase de aislamiento, además de visitar los espacios escolares para que el regreso se haga en condiciones de seguridad y bienestar. Estos son los equipos:
– Equipo de adopción de protocolos: responsable de ayudar en la adaptación de protocolos de cada colegio en 2020 y 2021 y resolver o tramitar las dudas que surjan en el marco de la adopción de lineamientos.
– Equipo de espacios escolares seguros: responsable de ayudar a los colegios en la revisión de espacios escolares, inventario de equipamientos (baterías de baños, lavamanos), ventilación, señalización, demarcación, distanciamientos. Compra y entrega de insumos de bioseguridad para las personas, demarcación de espacios y elementos de bioseguridad de uso institucional (tapetes, termómetros, jabón, alcohol).
– Equipo de apoyo socioemocional: responsable de la gestión de situaciones críticas, rutas para el restablecimiento de derechos y acompañamiento pedagógico para el fortalecimiento de la salud mental.
– Equipo de bienestar escolar: responsable de acompañar el ingreso y salida de estudiantes, toma de temperatura y activación de protocolos casos covid-19. Incluye el transporte mencionado en los protocolos.
– Equipo de flexibilización escolar: responsable de acompañar procesos de flexibilización curricular, apoyo a las dinámicas que mantienen la estrategia ‘Aprende en casa’, el aprendizaje en la presencialidad y el trabajo autónomo.
Una encuesta realizada por el Distrito, de la que participaron 55.800 padres, madres y cuidadores, 24.100 jóvenes y 18.600 niños y niñas, muestra que el 7,5 % del primer grupo está de acuerdo con que se retome la presencialidad este año, mientras que el 92,5 % coincide en que se debe hacer en 2021.
Por otra parte, el 42,5 % de los niños y niñas consultados quieren regresar al colegio este año, mientras que el 37,5 % desea hacerlo el próximo año. “Esto evidencia una disyuntiva entre la preocupación de los padres, pero también la necesidad de niñas y niños de retomar sus clases. Somos respetuosos de los órganos de gobierno escolar y de la voluntad de padres, madres, niñas, niños y jóvenes. En la consulta está expresada, mayoritariamente, la opinión sobre realizar la reapertura en el 2021, por eso nos estamos preparando desde ya”, concluyó la secretaria de Educación, Edna Bonilla.
El estudio se elaboró a partir de las respuestas dadas por profesores y directores de centros escolares alrededor del mundo, en un cuestionario que se les planteó en paralelo a los test que se hacían a los alumnos de 15 años en 79 países.
Un reciente informe PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) revela que existen grandes desigualdades tanto entre como dentro de los países respecto a la disponibilidad de tecnología en las escuelas y las capacidades de los docentes para utilizar con eficacia las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Además de los 37 países miembros de la OCDE, el estudio abarca otras 42 economías socias del grupo, entre ellas el Perú, del cual destacan que el 75.2% de sus escolares están inscritos en colegios públicos y el 24.6% en privados, siendo esta última cifra la tercera más alta entre todas las naciones en el informe, solo por detrás de Catar (41.2%) y Emiratos Árabes Unidos (38.2%).
En cuanto a recursos de enseñanza en Perú, el informe muestra que el porcentaje de estudiantes en escuelas cuyo director estuvo de acuerdo o muy de acuerdo que el ancho de banda o la velocidad de Internet de los centros es suficiente solo alcanzó un 26.9%; mientras que un 24% considera que hay disponible una eficaz plataforma de apoyo al aprendizaje en línea.
Por otro lado, el porcentaje de estudiantes en escuelas cuyo director informó que la capacidad del centro educativo para brindar buena enseñanza se ve obstaculizada en cierta o en gran medida por falta de personal docente fue de 16.5% y por falta de personal auxiliar, 41.7%.
En cuanto al tiempo de aprendizaje por materia en Perú, el estudio indica que las escuelas imparten 5.4 horas a la semana de lecciones en el idioma de instrucción habitual, 6.6 horas de lecciones regulares de matemáticas, 4.6 horas de lecciones regulares de ciencias y solo 2.9 horas de clases de lengua extranjera, estando esta última cifra por debajo del promedio del bloque de la OCDE.
El estudio también señala que la duración total de la escolaridad desde el ingreso a la educación inicial hasta el final de la secundaria superior es de 14 años en el Perú, al igual que en Colombia, Bielorrusia y Ucrania, con la diferencia que en Perú el nivel primaria acaba a los 11 años (ver cuadro).
Fractura digital
En términos globales, el informe PISA de la OCDE resalta la fractura que hay en Brasil y España en disponibilidad de herramientas digitales entre las escuelas más y menos favorecidas, subrayando que habría que garantizar medios en los centros para que todos los alumnos tengan las mismas oportunidades.
La OCDE indica que en Brasil mientras un 68% de los estudiantes de un centro favorecido tienen acceso a herramientas digitales consideradas suficientes por su director, el porcentaje baja al 10% en los colegios desfavorecidos.
En el caso de España, la diferencia es de 40 puntos porcentuales, con un 70% en las primeras escuelas y un 30% en las segundas, según la organización, que destaca estos dos países para ilustrar esa desigualdad y la relaciona con los problemas educativos con la crisis del coronavirus y la necesidad del aprendizaje en línea.
“Esta crisis ha puesto en evidencia las numerosas fallas y desigualdades de los sistemas educativos en el mundo”, señala el responsable de PISA, Andreas Schleicher.
“Los jóvenes desfavorecidos se ven particularmente afectados y cada país debería redoblar los esfuerzos para garantizar que todos los establecimientos escolares disponen de los recursos que necesitan para que cada alumno tenga las mismas oportunidades de aprender y de salir adelante”, añadió Schleicher.
Este informe PISA se ha elaborado a partir de las respuestas dadas en el 2018 por profesores y directores de los centros escolares, en un cuestionario que se les planteó en paralelo a los test que se hacían a los alumnos de 15 años en 79 países, informó EFE.
Los autores del informe indican que los países con buenos resultados de los alumnos en comprensión lectora son aquellos en los que las diferencias en recursos materiales de centros escolares favorecidos y desfavorecidos tienden a ser menores.
Sin embargo, en contra de lo que se pudiera esperar, las escuelas más favorecidas tienden a tener menos ordenadores por estudiante que las menos favorecidas. Ese fenómeno de discriminación positiva ocurre en particular en Islandia, Corea del Sur, Letonia, Lituania y Taipei.
El pedagogo italiano Francesco Tonucci habló con La Capital y dijo que cuando se retorne al aula la escuela debe dar un tiempo para que chicas y chicos expresen lo vivido. Y cuestionó que se hayan v
Para Francesco Tonucci uno de los errores que se cometió en este tiempo de pandemia fue no escuchar a los niños y las niñas. Que se hayan vuelto “transparentes e invisibles” para las autoridades a la hora de tomar decisiones. Y que muchas escuelas hayan seguido adelante con sus contenidos escolares a distancia sin incorporar la mirada de las infancias sobre el presente inédito del confinamiento. “¿Qué sentido tiene que mientras los niños están bombardeados por esas noticias horrorosas de la televisión, la escuela siga hablando de dinosaurios, Napoleón o Groenlandia? Esto me parece absurdo e inaceptable”, afirmó Tonucci.
La reflexión parte de las convicciones más profundas de este maestro y pensador nacido en Fano (Italia), autor de las viñetas que firma con el seudónimo de Frato (las iniciales de su nombre y apellido) e impulsor del proyecto “Ciudad de los Niños”, una red que se replica en más de 200 localidades de todo el mundo —entre ellas Rosario— en donde la idea es construir un espacio para que las infancias puedan expresar sus ideas y preocupaciones, además de destinar espacios donde puedan jugar en libertad.
Desde Roma, el pedagogo italiano habló con La Capital e invitó a aprovechar este tiempo para cambiar la escuela. Propuso actividades concretas para trabajar en las casas, destacó el derecho de los niños y niñas a jugar y respecto de la seguridad afirmó: “La calle es peligrosa porque no hay niños. Si los niños vuelven a la calle, ésta vuelve a ser segura”.
—¿Cuál es su mirada sobre cómo se están pensando las infancias en las ciudades?
—Esta una gran oportunidad. Como decía muy bien Einstein, las crisis pueden ser una bendición para las personas y para los países, porque llevan a progresos. Hablar de bendición en este momento es difícil, con todo lo que hemos visto y sufrido especialmente nosotros los ancianos. Pero para quien quiere hacer cambios es un momento propicio. Si me pregunta si noto ganas de cambios me parece que no. Es más fuerte el deseo de volver a lo de antes lo más pronto posible. Y sobre el tema de la infancia creo que como siempre los niños se han hecho transparentes e invisibles exactamente desde el momento de la pandemia. Se habló mucho de los niños, se consultó a expertos para dar consejos a padres y maestros. Pero no se consultó a los niños. No se respetó uno de los artículos más importantes de la Convención sobre los Derechos del Niño, el artículo 12, que dice que los niños tienen el derecho a expresar su opinión cada vez que se toman decisiones que los afectan. Y que las opiniones de los niños hay que tenerlas en cuenta. Que yo sepa, en todos los países se han tomado muchísimas decisiones que afectan a los niños y nadie ha pensado en consultarlos. Creo que haciéndolo se podrían evitar algunos errores bastantes evidentes.
—¿Como cuáles?
—Por ejemplo, de los 41 artículos de la primera parte de la Convención, que es el corpus de los derechos de la infancia, lo único que se ha salvado y se ha reconocido como necesario fue el 28 que habla de la escuela. Se consideró que lo más importante para la infancia era seguir con sus clases. Un niño argentino dijo: “De la escuela me han sacado lo que me interesaba más: el recreo y los compañeros”. La escuela se ha quedado como clases y tareas. No creo que consultando a los niños hubiesen dejado lo mismo. ¿Y cuál era la posibilidad alternativa? Por ejemplo, sé que no se llegó a todos, pero las plataformas se podían utilizar de otra manera. Nosotros convocamos los Consejos de Niños en todas las ciudades de nuestra red internacional, muchas en Argentina, y se utilizaron las plataformas para escuchar a los niños y no para que ellos escuchen a un adulto que habla dando una clase.
—En esos Consejos de Niños ¿Qué cosas surgieron? ¿qué angustias, preocupaciones o ideas?
—Bueno, salieron tres cosas evidentes en Italia, España y Latinoamérica: faltaban los amigos, extrañaban a los amigos; pasaban bastante bien el tiempo con sus padres, un tiempo que nunca habían podido gozar antes en su casa; y estaban hartos de tareas y aburridos de seguir clases en una pantalla. Escuchando a los niños era fácil imaginar alternativas. La plataforma podía ser un medio bueno para conectarse con los amigos, para que la escuela pueda escuchar a sus alumnos, para saber cómo estaban pasando este momento tan duro, cómo lo estaban viviendo, qué habían entendido. Ya sé, me dicen que los maestros no estaban preparados, pero no estoy pensando en maestros preparados para dar respuestas. Ni los expertos las tenían. Pero los maestros tienen —o deberían tener— una competencia especial para hablar con sus alumnos, escucharlos y buscar la manera que entre ellos enfrenten sus opiniones. Este es su papel y todos los buenos maestros hicieron esto. Lo ridículo es que, por ejemplo, la escuela italiana asumió como lema “la escuela no para”. Ahora, ¿cómo es posible que no pare si ha parado el mundo? ¿Qué sentido tiene que mientras los niños están bombardeados por esas noticias horrorosas de la televisión, que me imagino no han podido evitar porque viviendo con sus padres ellos han tenido que informarse, en la escuela sigan hablando de dinosaurios, Napoleón o Groenlandia? La escuela siguió para delante como si no ocurriera nada. Y sobre estos temas, dinosaurios, Napoleón y Groenlandia, daban tareas. Esto es lo que me parece absurdo e inaceptable. Desde las opiniones de los niños salieron las primeras propuestas en las que nosotros avanzamos. Que se resumieron en la imagen de la casa como laboratorio. Porque si los niños están viviendo en casa, aislados y con sus padres, las nuevas tareas que yo proponía eran las actividades domésticas. Que la escuela pidiera a los padres ayudar a sus hijos a aprender a lavar, planchar, coser botones, cocinar, revisar las fotos para reconstruir su historia de la primera infancia, leer un libro juntos toda la familia, media hora cada día leyendo novelas, cuidar una planta en una maceta y observarla a lo largo de estos meses de clausura. O tener un diario secreto para no perder las emociones de esta experiencia tan rara y esperemos única. Pero lo importante es entender que estos no eran pasatiempos, yo lo proponía como tareas escolares.
—Como aprendizajes.
—Exactamente. Y que la escuela trabajara sobre esto como si fueran sus disciplinas. La lengua de las recetas, la matemática de la pasta, la geometría del plano de la casa. Se pueden imaginar muchas cosas que tienen la misma dignidad o más que las tareas tradicionales. Y con un cambio fundamental: que los padres podían ser competentes para ayudar a sus hijos, realizando una cooperación fundamental entre familia y escuela. Y que le gustara a los niños. Otra cosa que yo sugería cuando hacía estas propuestas era ayudar a los niños a escaparse. Nosotros proponemos siempre que los niños se vayan, que salgan solos de casa, que vayan solos a la escuela, que salgan para jugar con los amigos. Claro que estando en una situación de aislamiento escapar de verdad no se puede, pero se puede simular. Con lo cual aconsejaba crear refugios o escondites dentro de la casa. Simplemente moviendo un mueble se puede crear un rincón escondido, o una cabaña con dos sillas y una manta. Inventar cosas.
—Nosotros lanzamos una petición que pedía a los alcaldes hacer un regalo a los niños para agradecerles por cómo se habían portado en esta larga experiencia de aislamiento. Y el regalo que se pedía no era un aplauso, que a los niños no le interesa mucho, sino la ciudad un día para ellos. Las ciudades en el tiempo de cuarentena se encontraron en condiciones muy próximas a lo que desean siempre los niños: vacías, sin autos. Bueno, que este tipo de ciudad por un día fuera para los niños. Algunos administradores lo aceptaron y suscribieron la petición. Para mí es muy importante, porque el lugar del juego no puede ser la plaza hecha a propósito para niños, encerradas y enrejadas como lamentablemente se ve mucho en la Argentina. Estos no son lugares de juego, porque los niños van acompañados por adultos y no se puede jugar vigilados. Decir que nosotros regalamos una calle o una plaza a los niños es darles espacio público donde los niños tienen que inventar cómo jugar.
—También es cierto que en muchas ciudades de Latinoamérica, signadas por la desigualdad, hay situaciones complejas para que los niños puedan vivir su niñez plenamente. Pienso en situaciones de pobreza, trabajo infantil o de chicos que en la calle están expuestos a la violencia. ¿Cómo pensar una ciudad de los niños en ciertos contextos más complejos?
—Me gusta citar dos ejemplos. Uno justo de Rosario y otro de Buenos Aires. En el Consejo de Niños de Rosario, uno de los más antiguos de la Argentina, en los primeros años yo estaba discutiendo con los niños y las niñas sobre el tema de la seguridad. Ellos decían que había peligro y algunos de los consejeros citaron violencias que habían vivido ellos mismos, como robos y atracos. La petición era cómo podemos salir solos, porque necesitamos jugar. El debate fue largo y salieron primero las propuestas de siempre: necesitamos más policías, cámaras de video en la calle, que los adultos acompañen. Pero un niño, de los más pequeños, que debía tener como ocho años, dijo: “No estoy de acuerdo, los adultos pueden ayudarnos pero desde lejos”. Esta fue una idea sobre la cuál trabajamos mucho porque era innovadora. Nosotros siempre les pedimos a los niños estar cerca y posiblemente de la mano. Desde ese momento todo el debate se enfocó sobre la propuesta de este niño, que los otros reconocieron que era correcta. Se trabajó mucho sobre este tema y al final de varias sesiones un niño dijo: para que la situación sea segura son suficientes dos padres tomando mate en cada cuadra. La propuesta era evidente: la presencia de la gente hace segura la calle. La experiencia de Buenos Aires se desarrolló en el municipio de Almirante Brown, después de un hecho muy grave de violencia contra una niña que iba a la escuela con su madre. Allí se pensó en un proyecto nuestro de caminos seguros hacia la escuela, involucrando a los comerciantes para ayudar a los niños que se movían solos. El proyecto en los años siguientes fue a otros municipios y en un encuentro organizado por la Ciudad de Buenos Aires sobre seguridad urbana se vio que en los barrios donde se había hecho esta experiencia de autonomía de los niños los hechos criminales habían bajado por lo menos un 50 por ciento. Con lo cual hay una paradoja que me gusta citar: nosotros no dejamos salir a los niños a la calle porque pensamos que la calle es peligrosa. Y la verdad, por lo menos lo que yo creo, es que la calle es peligrosa porque no hay niños. Si los niños vuelven a la calle, ésta vuelve a ser segura. Porque los niños obligan a los adultos a hacerse cargo de ellos. No tenemos remedio, si un niño en la calle necesita ayuda tenemos que darla. Y si en un barrio se construye un clima de atención, de preocupación y de ayuda se crea un ambiente muy incómodo para los delincuentes. Un mundo donde la gente está atenta es un mundo que no funciona para ellos y llega a ser más seguro.
—Para esa propuesta hay que tener el oído entrenado o dispuesto para escuchar a las infancias, sus demandas, deseos y su derecho a jugar…
—Aquí entramos en un campo que me interesa muchísimo.No tengo dudas que entre los derechos de los niños lo que vale más es el derecho al juego. Y casi que lo sabían también los que escribieron la Convención sobre los Derechos del Niño. Lamentablemente la versión española no da cuenta de lo que voy a decir: en el artículo 31 cuando se habla que los niños tienen derecho al descanso, al tiempo libre y al juego, la versión inglesa dice “to engage in play”, que significa a comprometerse en el juego. La versión italiana lo ha hecho un poco menos fuerte, diciendo “a dedicarse al juego”. No sé por qué la versión española perdió estos matices y simplemente dice que tienen derecho al juego. Pero es interesante notar que el verbo que utiliza la versión inglesa se utiliza para el juego y no para el estudio. Se da una importancia mucho más fuerte al juego. El tema es que el juego es una competencia de los niños. Menos nosotros entramos en esto mejor. Los adultos no deberían ocuparse del juego, sino simplemente garantizar que los niños puedan jugar. Me gusta mucho decir que el verbo que hay que usar siempre pensando en el juego es el verbo «dejar». No acompañar, aconsejar o regalar. Los niños saben qué significa jugar, y si no lo saben lo aprenden. Pero nosotros tenemos que dejarlos, que salgan de casa, que elijan el juego que quieren y el espacio adecuado para este juego. Lo que no se puede aceptar y entender es que un espacio con columpios y toboganes pueda ser reconocido como espacio de juego, donde un niño va todos los días más o menos a la misma hora acompañado de uno de sus padres a jugar. Esto con el juego no tiene nada que ver. El juego es fantasía, invento, riesgo, aventura. Soy muy radical en esto.
—En este tiempo de educación a distancia, no presencial, ¿Ha tenido contacto con docentes, le ha llegado algún tipo de preocupación común que están atravesando?
—Creo que en este tiempo el error fundamental fue no escuchar a los alumnos. Lo más importante era interrumpir el programa escolar y dedicarse a acompañar a los alumnos en esta experiencia nueva, dramática y llena de sentidos. Por lo cual ahora cuando estamos pensando en volver a clases hay que evitar un peligro, que en Italia se habla mucho: que se sume la pregunta sobre cuánto perdieron los alumnos en el tiempo del aislamiento y cómo lo recuperamos. Estoy recomendando que no se haga este discurso sino el contrario: cuánto ganaron los alumnos y las alumnas en el tiempo de clausura, cuánto aprendieron con o sin la didáctica a distancia. Todos los niños y las niñas vivieron una experiencia fundamental que no olvidarán en la vida. La escuela no puede considerarla como nada y volver a sus clases, programas, libros de textos y tareas. Esto sería un error fundamental. Repito: los alumnos y las alumnas aprendieron mucho y creo que la escuela debe ser generosa y dedicar un tiempo largo, al empezar de las clases, a que los niños produzcan estas riquezas, que las expliquen, que la expresen de forma escolar. Escribiendo, dibujando, hablando, haciendo teatro. Lo que la fantasía de los docentes sea capaz. Pero que salga todo lo que tienen adentro y que sobre esto se pueda trabajar. No haciendo sesiones psicoanalíticas. No estoy proponiendo esto. Este puede ser un aprendizaje muy importante para los maestros. Ponerse en una actitud de escucha. Esto vale para siempre, no solo porque ahora tenemos una experiencia tan dura.
—Esto implica que el retorno a clases no sea a la escuela que dejamos en marzo, sino aprovechar esta crisis como oportunidad para el cambio.
—Totalmente. Einstein decía que si queremos que las cosas cambien no podemos seguir haciendo siempre lo mismo. Parece banal pero es muy importante. Depende de cuánto las personas, los docentes y padres, sean conscientes de que la escuela que necesitan sus hijos y sus alumnos es otra. Porque la que tenemos, estoy hablando de la italiana pero cada uno piense en la suya, no funciona. La mayoría de los niños se aburre, no la quiere, aprenden poco. A los niños se les promete el derecho a la instrucción no la suerte. Tener un buen maestro hoy en día es una suerte. Así hablan los padres cuando se encuentran y dicen: “Ah, el primero (de tus hijos) ha tenido buena suerte”. Y eso no es correcto.
—¿Y qué es un buen maestro para usted?
—Bueno, yo creo que un buen maestro conoce la ley y la respeta. ¿En qué ley estoy pensando? El artículo 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño lo dice muy bien: la educación, que involucra a padres y maestros, tiene como objetivo el desarrollo de la personalidad del niño y de sus aptitudes hasta el máximo nivel posible. Un buen maestro no es aquel que propone a los alumnos su programa y evalúa a los que llegaron a los niveles previstos o no llegaron. Un buen maestro ayuda a cada uno de sus alumnos a encontrar sus aptitudes, que muchas veces están escondidas. El tema es que las aptitudes son varias. No siempre son de lengua y matemática. Puede ser en mecánica, baile, música o investigación. Lo dice la ley, no yo: el objetivo debe ser ayudar a cada uno de sus alumnos y alumnas a encontrar sus aptitudes. Y segundo, ofrecerles los instrumentos adecuados para desarrollarlas hasta el máximo de sus posibilidades. Un buen maestro hace una escuela no solo inclusiva sino exclusiva, es decir hecha a propósito para cada uno de sus alumnos. No porque es un mago o tiene capacidades extraordinarias, sino porque sabe escuchar y reconocer en sus alumnos sus capacidades y los ayuda a desarrollarlas.
—¿Tiene esperanza que como sociedad aprendamos del cuidado del otro o el respeto hacia el medio ambiente de esta crisis que estamos viviendo?
—En este verano, que para nosotros en Italia debería ser de vacaciones, no he tenido ni una semana de descanso. Si no tengo esperanza sería loco hacer este trabajo. Sigo pensando que es posible, no es fácil pero hasta los que tenemos hijos y nietos tenemos que pensar que es posible.
—¿Qué mensaje le pude dejar a los maestros y maestras, y a los niños y niñas?
—A los maestros le digo: escuchar a vuestros alumnos es la mejor forma para ser buenos maestros. No necesitan ser de una forma especial, se necesita de mucha humildad y ponerse al servicio de los alumnos. Por los objetivos que dice la ley, para conocerlos, porque solo conociendo podemos ayudarlos a descubrir sus aptitudes, las que García Márquez llamaba sus juguetes preferidos. Cada niño tiene un juguete preferido, tenemos que ayudar a descubrirlo. A los padres les digo que confíen en sus hijos, porque los niños necesitan confianza, que significa pensar que son capaces. Siempre nuestros hijos son más capaces de lo que nosotros pensamos. Comprobarlo es un regalo recíproco, no solo para los niños sino para los padres que pueden descubrir que sus hijos son mejores de lo que ellos piensan. Y a los niños, que busquen todas las posibilidades para jugar con sus amigos. Se pude jugar hasta en pandemia. Hay niños que inventaron nuevos juegos tanto con pantallas o plataformas como con distancia o mascarillas. El juego es un invento extraordinario, se puede jugar en todas las condiciones y en todas las situaciones. Y si los dejamos lo harán. Con lo cual les digo: no tengan miedo, adelante, con valor, que esto pasará. Pasará el virus y van a poder recordar una experiencia extraordinaria que habrán vivido en vuestra infancia.
A continuación, la entrevista completa de Francesco Tonucci con La Capital:
A mil 620 llegaron las instalaciones educacionales reconstruidas en la provincia siria de Alepo luego de la liberación de la región en el 2018, informaron hoy fuentes del sector.
El director regional de Educación, Ibrahim Maso, afirmó que se pondrán en servicio además 40 nuevas escuelas antes del comienzo del segundo semestre y se trabaja con intensidad en otras dos mil 300 a más largo plazo debido a los daños que tienen.
Hasta el 2012, Alepo poseía cuatro mil 40 centros educacionales, parte de los más de 22 mil centros educacionales que mantenía Siria, incluídos en los distintos niveles de enseñanza.
De acuerdo con datos oficiales, en casi 10 años de guerra impuesta a esta nación, fueron destruídas total o parcialmente más de cinco mil instalaciones docentes, con una cifra de pérdidas que llega a los cinco mil millones de dòlares.
Dicha pérdidas incluyen además los insumos como computadoras, libros de texto, imprentas y otras afectaciones causadas por las acciones terroristas, indicaron las fuentes.
Además de espacios de custodia y de espacios seguros, las escuelas deben ser espacios educativos. La enseñanza semipresencial mutila este derecho
Ni siquiera una pandemia ha podido garantizar una bajada de ratios. Esperábamos que la emergencia sanitaria impusiera, siquiera por criterios de salud, la disminución del número de estudiantes por aula. Mas ni por esas. En lugar de reducir las ratios y aumentar las plantillas, en lugar de limitar el número de estudiantes por grupo y dignificar los espacios, se ha optado por cercenar el derecho a la educación de los adolescentes.
La semipresencialidad impuesta al alumnado de 3º y 4º de Secundaria y de bachillerato no es (solo) consecuencia de una pandemia. Es consecuencia de años y años de ratios inasumibles, masificación consentida, espacios saturados, recortes de plantillas.
Niñas y niños de 14 y 15 años asisten ahora a la escuela la mitad de los días, la mitad de su horario, con la pretensión de que asuman a solas la responsabilidad que a la escuela corresponde. Y ello, además, sin tocar una línea en los currículos. ¿No era esto también algo urgente?
¿Qué chicas, qué chicos podrán hacerse cargo de todos aquellos aprendizajes que antes se propiciaban en clase? ¿Quiénes cuentan con las condiciones necesarias para hacerlo? ¿Con qué dispositivos, además, si los 500.000 que hacen falta no llegarán hasta navidades? El entorno socioeconómico duplicará un peso ya insoportable en el mal llamado éxito o fracaso escolar. También en el acceso a la Universidad.
Con pandemia o sin pandemia necesitábamos una bajada de ratios. No hay manera de atender de manera personalizada a 30 estudiantes por clase. No hay manera de hacerlo a razón de 200 o 300 por docente. Pero pretenderlo a distancia es sencillamente imposible. Ahora, los profesores tenemos las mismas horas de clase de siempre, pero entrevemos a nuestros estudiantes la mitad de su jornada escolar. A otros ni eso. Mantener los grupos burbuja en espacios sobresaturados confina al alumnado de las optativas a clases online aunque no estemos formalmente confinados.
Da igual que no contemos con una buena red wifi en los centros, plataformas seguras para las videoconferencias o dispositivos móviles en muchos hogares. Por esta y por otras muchas razones el streaming no es la solución. ¿A qué tipo de clases, además, nos aboca? La semipresencialidad ―cualquiera que sea la fórmula explorada― está marcando a fuego la desigualdad entre los más afortunados y los más vulnerables.
Si a todo ello sumamos los muchos docentes que faltan ―hasta ocho en mi centro de los prometidos por Ayuso y Ossorio, además de las bajas covid que quedan también sin cubrir―, la sensación de abandono es sangrante. Pero las escuelas están formalmente abiertas y eso es al parecer lo único que importa.
El mensaje de los responsables políticos sigue siendo el de normalidad absoluta: las escuelas son espacios seguros, afirman, y el derecho a la educación está plenamente garantizado. Cuando las familias constatan que esto no es así, lo atribuyen a alguna disfunción específica del centro en que tienen escolarizados a sus hijos o hijas. ¿Cómo explicarles que la responsabilidad no es nuestra, como no es responsabilidad del personal sanitario la saturación de los Centros de Salud?
Quienes estamos a pie de aula ya estamos viendo cómo el barco hace aguas. Y quienes están en el puente de mando algo han debido también de vislumbrar, puesto que han decretado flexibilización de criterios en junio de cara a la evaluación, promoción y titulación del alumnado. Medidas necesarias sin duda, pero que en nada inciden en la mejora de las condiciones de educación de niñas y niños ni en sus procesos de aprendizaje, y más bien se nos antojan un lavado de conciencia anticipado. Porque es cierto que España tiene unas tasas de repetición inasumibles, pero su reducción exige ir a la raíz de los problemas: ratios, currículos, formación docente e inversión. Lo demás son juegos malabares.
Y todavía hay quien sostiene que la mejora educativa tiene poco que ver con una mayor inversión. Siempre podrán aducir como ejemplo la Comunidad de Madrid: docentes y familias nos preguntamos en qué diablos se están gastando los fondos covid.
Fuente e imagen: https://elpais.com/educacion/2020-10-14/ratios-semipresencialidad-y-derecho-a-la-educacion.html
Bajo ese título, se ha editado un libro que pretende ser homenaje a los maestros e invitación a la reflexión sobre lo posible y lo deseable, en este larguísimo confinamiento y para las próximas décadas.
El 15 de mayo recibí un correo electrónico del director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se llama Hugo Casanova. Es mexicano y obtuvo su doctorado en Barcelona. Lo conocí como profesor mientras cursaba el doctorado en Pedagogía en la UNAM.
Ese día, conmemorativo de los maestros, me envió el libro sobre educación y pandemia, publicado por el Instituto con las aportaciones de casi todos los investigadores. Dos o tres días después, en el trajín de las tareas universitarias desde casa, abrí el archivo y encontré el texto. Lo descargué y comencé a leerlo con interés. Varios de los autores fueron mis maestros y hoy son amigos; ingrediente para incentivar la lectura.
Me gustó la idea y el formato. Algunos capítulos no tanto, pero el ejercicio me pareció estupendo. La obra, cuyo título es Educación y pandemia. Una visión académica, además, se distribuye de forma gratuita. Mientras pasaba las páginas durante aquella mañana, de pronto paré la lectura con una idea revoloteando en la cabeza. ¿Por qué no?, dije primero. Sí, podríamos hacer algo así en mi estado, Colima (México), sobre lo que sucede en las escuelas de la entidad, la más pequeña de este país enorme. En mi esbozo de proyecto había una gran diferencia. No se escribiría desde los cubículos de una ciudad universitaria, sino desde las aulas y escuelas a donde asisten niños y jóvenes de distintas condiciones sociales, étnicas, geográficas y culturales.
Pretendía un registro variopinto: todos los autores posibles, textos breves, interesantes, escritos por profesores de distintos niveles educativos, procedentes de varios municipios, publicado en un tiempo muy corto, digital, con descarga gratuita. Imaginé el resultado y me entusiasmó.
Tres meses después tuvimos el libro en la pantalla. Se llama Cuando enseñamos y aprendimos en casa. La pandemia en las escuelas de Colima. Lo presentamos en la primera semana de octubre; los enlaces al sitio de descarga en las primeras horas habían rebasado las predicciones más optimistas; la distribución es masiva también por redes sociales y correo electrónico.
La educación es una buena noticia
La publicación de un libro es, casi siempre, buena noticia. Un libro sobre educación es muy buena noticia, pero cuando ese libro sobre temas pedagógicos está escrito por profesores que viven del oficio docente, la noticia es excelente.
En tres meses logramos convocar, escribir, corregir y editar ese libro. Una proeza gracias a un equipo extraordinario: 17 autores trabajando en el registro de sus memorias, unos escribiendo ensayos libres; otros, relatos profundamente personales; algunos, apelando a datos de sus investigaciones. Todos, con el mismo propósito: contarnos su memoria de estos meses en que estamos enseñando y aprendiendo en casa. Unos, desde la docencia a través de las pantallas u otros medios, como la tienda del pequeño pueblo a donde asisten maestra y mamás para recibir y devolver los cuadernos de trabajo de preescolar; otros, desde las tareas de dirección o supervisión, un funcionario primero nivel en el ministerio estatal y una estudiante.
El libro es testimonio, ejercicio de la memoria y para la memoria, re-conocimiento y valoración de las prácticas extraordinarias que desarrollaron los docentes entre abril y junio.
Dicen que elogio en voz propia es vituperio. No elogiaré nuestro libro. Citaré las palabras de la maestra Sylvia Schmelkes, reconocida experta en México y América Latina, cuando le envié el libro. En su respuesta me describió, a su juicio, dos virtudes de la obra: oportunidad y valía por darle voz a los maestros y maestras.
En el libro encontramos muchas lecciones de lo que hicieron los maestros, de sus valoraciones y experiencias. Dos me parecen fundamentales: un buen maestro no garantiza a los niños que aprendan mucho y lo pasen de la forma más grata posible, pero un mal maestro pondrá un muro difícil de sortear para alumnos y madres, sobre todo de los más pequeños y en condiciones sociales adversas.
La segunda lección es que en la tensión entre confianza y control, hijas de dos posturas distintas, las autoridades y responsables de escuelas deben trabajar codo a codo, pantalla a pantalla con los maestros y tomar acuerdos; que debe escucharse más a los profesores y confiar en ellos, con libertades razonables y compromisos mutuos; porque nadie está más cerca de sus estudiantes que la escuela y los maestros. Son ellos la esperanza de, con sus defectos y virtudes, hacer posible el aprendizaje escolar en casa.
El libro Cuando enseñamos y aprendimos en casa es un homenaje a los maestros y una invitación a la reflexión sobre lo posible y lo deseable, en este larguísimo confinamiento y para las próximas décadas.
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