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¿Por qué volvió a ganar el MAS? Lecturas de las elecciones bolivianas

Por: Fernando Molina, Julio Córdova Villazón, Pablo Ortiz,Verónica Rocha Fuentes


Contra todos los pronósticos, el Movimiento al Socialismo (MAS) se impuso en las elecciones bolivianas con más del 50% según todos los conteos rápidos. ¿Qué explica este resultado a solo un año de la caída de Evo Morales?


El triunfo del binomio Luis Arce-David Choquehuanca en primera vuelta, con más de 50% de los votos, acabó abruptamente con muchos de los análisis vertidos durante toda la campaña y le permite al Movimiento al Socialismo (MAS) volver al poder a solo un año de haber sido ejecutado por unas movilizaciones combinadas con un motín policial y, finalmente, el aval de las Fuerzas Armadas.

¿Qué explica está victoria y el fracaso de la candidatura de centroderecha de Carlos Mesa? ¿Qué nos dice este proceso electoral, que logró desarrollarse en orden y con un rápido reconocimiento de los resultados, aún preliminares, por parte de todas las fuerzas políticas? Para responder a estas preguntas, Nueva Sociedad pidió la opinión de analistas e investigadores sociales, que proyectan sus miradas más allá y más acá de las elecciones del pasado 18 de octubre.

Pablo Ortiz (periodista)

Un año después de su caída, el MAS vuelve a ser el partido hegemónico de la política boliviana. Es el único realmente estructurado, con una militancia y un voto fidelizado, que resiste incluso la salida del escenario político de su máximo líder y fundador: Evo Morales.

La elección general de 2020 es la primera elección sin Evo Morales desde 1997 y es la primera votación que cumple con el referendo del 21 de febrero de 2016, que le dijo a Morales que no podía aspirar a una nueva reelección. Durante toda la campaña se había hablado del siguiente quinquenio presidencial como un ejercicio de transición antes de llegar al posmasismo, pero las urnas decidieron contradecir a los pronosticadores de la política y dictaron sentencia: no era el proyecto del MAS el que estaba agotado, sino el mando único, la repetición sin fin de la figura de Morales como presidente.

Luis Arce Catacora concluirá primero cuando se termine de contar los votos y habrá logrado entre seis y diez puntos más que Morales en las elecciones fallidas de 2019. Para eso necesitó algunas herramientas que lo llevaron a un triunfo con una ventaja insospechada.

La primera fue la estrategia correcta. Mientras que Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otras fuerzas menores apostaron al clivaje MAS/anti-MAS (todos se presentaban como la mejor opción para que el anterior partido de gobierno jamás volviera), el MAS puso el acento en la crisis económica y la estabilidad como ejes de discurso y apostó a consolidar su voto duro como objetivo público número uno. El MAS desarrolló una campaña en los márgenes de las ciudades, con caminatas y concentraciones pequeñas, mezclando reuniones sindicales con conferencias académicas para alejarse de la imagen que predominó en la última campaña de Morales.

Arce y sus estrategas apostaron por las barrios alejados, por los pobres y los empobrecidos del coronavirus; por quienes pasaron de la pobreza a la clase media durante los 14 años de gobierno de Morales y volvieron a caer en la pobreza por el coronavirus; por la nostalgia que el agravamiento de la crisis (a principios de mayo, 3,2 millones de bolivianos no tenían lo suficiente para comprar alimentos, por culpa de la pandemia y la cuarentena) creó de los años de bonanza del MAS.

Para eso tuvo aliados involuntarios, ambos llegados desde el Oriente boliviano, las regiones del país que siempre se le resistieron a Morales. La primera «ayuda» fue la del gobierno de transición. El gobierno de Jeanine Áñez era leído como la continuación de la llamada «revolución de las pititas», la revuelta ciudadana que precedió al motín policial y la «sugerencia» de renuncia de la Fuerzas Armadas a Evo Morales. La presidenta, surfeando sobre los 100 días de luna de miel, se animó a lanzar su candidatura en enero pasado para unas elecciones que debían ser en mayo, y con ello destruyó las bases de su gobierno: un pacto no escrito entre todas las figuras del antievismo para asegurar una transición que finalizara con un partido distinto del MAS en el poder, y la colaboración de los dos tercios de diputados y senadores del MAS en la Asamblea Legislativa, que entendían que colaborando con Áñez llegarían antes a unas elecciones que los devolverían al poder.

Con el inicio de la campaña, cayó el coronavirus. Al tiempo que familiares y ministros de Áñez comenzaban a disfrutar de las ventajas del poder (aviones, fiestas), sus aliados de retiraban dejando un reguero de hechos de corrupción que destruyeron uno de los primeros mitos fundacionales del antievismo: ellos eran capaces de cometer los mismos actos de corrupción y abuso de poder que el MAS. El tiro de gracia a la popularidad de Áñez llegó en plena cuarentena: se compraron más de 100 respiradores de origen español que no solo se pagaron cuatro veces más de su precio de lista, sino que no servían para terapia intensiva. Así, los reemplazantes de los supuestos corruptos y fraudulentos no solo eran corruptos, sino también altamente ineficientes. En pocos meses, y en medio de la pandemia, cayó un ministro de Salud tras otro.

Pero hubo una «ayuda» más. De las calles surgió un liderazgo potente y que prometía victoria: Luis Fernando Camacho, el hombre que había liderado la «revolución de las pititas» e incluso había forzado a Morales a abandonar Bolivia (tras la renuncia del presidente, él mismo anunció que estaban buscándolo para arrestarlo, lo cual precipitó la evacuación hacia México), se postuló para presidente aprovechando su gran popularidad en Santa Cruz.

El MAS y Arce aún eran hegemónicos en La Paz y Cochabamba, pero necesitaban que la renuente Santa Cruz, la segunda región con mayor cantidad de votantes de Bolivia e históricamente antimasista, no se inclinara por Mesa, el candidato que más cerca estaba de Arce. En 2019 se había dado un escenario parecido. Morales lideraba las encuestas y Santa Cruz estaba controlada por Óscar Ortiz, candidato local que aspiraba a ser presidente, pero en la última semana la estrategia de «voto útil» de Mesa le dio 47% de los votos cruceños y lo acercó lo suficiente a Morales como para discutir si había ganado en primera vuelta o no.

Esta vez, Camacho no sufrió el mismo efecto de desgaste. Surgido de las calles, religioso y con un discurso que exuda testosterona, tiene una impronta más emocional que propositiva y se planteó a sí mismo como el garante de que Morales no volvería al país. Pero esa no fue la clave para que se impusiera ante la estrategia del voto útil de Mesa, sino que logró exacerbar el orgullo identitario del cruceño y convertirlo en voto. A diferencia de Ortiz, Camacho no trató de «nacionalizarse» para conquistar votos, sino que apostó por convertir al resto de los bolivianos en cruceños. Eso, sumado a la juventud del votante cruceño, convirtieron a Camacho en una fuerza local e irreductible que cerró el territorio de Santa Cruz a Mesa y polarizó el voto con Arce, lo que le permitió a este una victoria más holgada.

Eso sí, nadie se esperaba que Arce, que no es caudillo sino tecnócrata, superara el 50% de los votos. Para ello tuvo que hacer algunas jugadas finales, que lo acercan a priori a ser el primer presidente del posevismo antes que la continuidad de Morales. Lo primero fue tener la capacidad de criticar la gestión de Morales y cuestionar el entorno con el que gobernó el «primer presidente indígena». Arce ha prometido un gobierno de jóvenes, de nuevas figuras. Lo segundo fue alejar del votante boliviano esa idea de que el MAS viene a eternizarse en el poder. Arce ha prometido gobernar solo cinco años y «reencaminar el proceso de cambio». Y la tercera promesa fue desterrar la idea de que con el MAS volverían las persecuciones políticas y el revanchismo. Arce ha prometido también que no perseguirá a policías ni a militares involucrados en la renuncia de Morales.

Así, el tecnócrata logró resetear el proceso de cambio y podrá gobernar con mayoría absoluta en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa. Sin embargo, para saber si de verdad el MAS entró en la era posevista, habrá que ver cuál será el rol de Morales cuando regrese a Bolivia. De ello no solo dependerá la autoridad que podrá ejercer Arce sobre su bancada y sobre el país, sino también su estabilidad política. Para ganar, para cerrar el territorio cruceño a Mesa, el MAS hizo crecer a golpes a Camacho. Ahora, con todo el poder territorial conseguido en el Oriente, este será el único opositor con capacidad de movilización con el que tendrán que lidiar.

Julio Córdova Villazón (sociólogo, investigador sobre movimientos religiosos y cultura política)

Según los conteos rápidos no oficiales, el MAS obtuvo una contundente victoria en primera vuelta con 52% de los votos. ¿Por qué el desempeño electoral del MAS fue tan exitoso, excediendo las expectativas, incluso de los más optimistas? Por tres razones principales.

Primero, por la emergencia de un «voto de resistencia» de sectores urbano-populares y campesinos. Estos sectores fueron objeto de varias violencias en los últimos meses: a) la violencia electoral: su voto por el MAS en 2019 fue escamoteado a raíz de una falsa denuncia de fraude avalada por la Organización de Estados Americanos (OEA); b) la violencia simbólica: hubo constantes descalificaciones desde el Estado y en las redes sociales pobladas por sectores conservadores de clases medias, se difundió la imagen de «hordas de violentos e ignorantes» en referencia a estos sectores populares, y en noviembre de 2019 algunos policías quemaron la wiphala (bandera indígena reconocida constitucionalmente); c) la violencia militar-policial, concretada principalmente en las masacres de Sacaba (en los valles) y de Senkata (en el Altiplano); d) la violencia económica: las medidas de cuarentena frente al covid-19 fueron tomadas en desmedro del sector informal de la economía.

Segundo, por la rearticulación de las organizaciones sindicales y campesinas. En los últimos años estas organizaciones resultaron debilitadas por su propia relación clientelar con el gobierno de Evo Morales. Después de la renuncia del presidente en noviembre de 2019, estas organizaciones lograron rearticularse rápidamente, en un tejido social vigoroso, que mostró su musculatura paralizando Bolivia a principios de agosto de este año para impedir el prorroguismo del gobierno de transición. Este tejido organizacional fue la base de un renovado apoyo electoral al MAS.

Tercero, por la propia debilidad política y electoral de los competidores de derecha del MAS, fragmentados y enfrentados entre sí. El candidato de centroderecha Carlos Mesa no logró articular un proyecto de país ni un discurso electoral capaz de seducir a los indecisos del Occidente boliviano. El candidato de la derecha empresarial, Fernando Camacho, tampoco logró convencer a los indecisos del Oriente del país. Hasta una semana antes de las elecciones, en el bastión electoral de Camacho, en el departamento de Santa Cruz, había 28% de indecisos, que representan 7,5% del padrón electoral total. Son personas de sectores pobres que fueron excluidos por los empresarios a los que representa el líder cruceño, y que fueron violentadas en las movilizaciones que lideró este empresario contra Evo Morales hace un año. En la elección del 18 de octubre, estos indecisos de tierras bajas optaron por el MAS, en rechazo a una elite empresarial incapaz de incluirlos en su «modelo de desarrollo». Por eso el MAS obtuvo 35% de los votos en esa región.

El próximo gobierno del MAS, con Arce a la cabeza, estará signado por la crisis económica, el conflicto social y la emergencia sanitaria por el covid-19. El apoyo de 52% del electorado no significa una sólida base social necesariamente. El MAS no logrará controlar los dos tercios de la Asamblea Legislativa como lo hizo en los últimos años. La coyuntura política requiere de una cultura democrática de construcción de acuerdos con otros actores políticos. Y tal cultura es muy débil, casi inexistente, en un MAS acostumbrado a un tipo de hegemonía política que ya no existe en Bolivia.

Verónica Rocha Fuentes (comunicadora social)

Durante toda la campaña para las elecciones del 18 de octubre se evidenció la existencia de una categoría de voto que había tenido poca relevancia en otras elecciones anteriores, aquella que se denominó «voto oculto». Esa categoría de votos, junto con la de «voto indeciso», fue determinante para establecer una diferencia que, según todas las proyecciones, es de más de 20 puntos en favor de Luis Arce Catacora. Los múltiples estudios de opinión que se presentaron durante el periodo de campaña electoral habían logrado detectar la existencia de ese voto con una prevalencia mucho mayor a los datos históricos. Lo que no lograron las instituciones de estudios de opinión fue detectar a dónde se iba a dirigir esa votación. En las primeras horas de conocerse esta tendencia, todo parece indicar que fueron esas categorías de voto las que terminaron definiendo la amplia victoria del MAS en primera vuelta.

Un voto que se llamó oculto durante el periodo de campaña y que, tras la jornada electoral, bien podría apellidarse «paciente» podría ser útil para graficar no solo el inesperado virtual resultado, sino además el proceso electoral más largo y difícil de la reciente historia democrática de Bolivia. El voto oculto y paciente no habría sido otro fenómeno distinto de aquel que durante el periodo de la democracia pactada y neoliberal se conocía como el de la «Bolivia profunda». La misma que, habiendo «salido a la superficie» en los últimos años –proceso constituyente de por medio– casi desapareció por completo durante el año de gobierno transitorio en el que se desarrolló el proceso electoral de 2020, y cuya presencia se extinguió en la maquinaria simbólica, institucional, mediática y empresarial que suele establecer las narrativas en pugna política. Tras un año de cotidiana y sistemática estigmatización del «masismo» (o cualquiera que «pareciera» pertenecer o adherir al MAS), todo apunta a que sus partidarios optaron por ocultarse y esperar las urnas. Ocultarse por miedo, ocultarse por vergüenza o quizá hasta ocultarse por estrategia.

Voto oculto sí, pero también inusitadamente paciente. Ese voto que terminó definiendo una virtual pero amplia e indiscutible victoria en primera vuelta tuvo que atravesar una crisis institucional, un gobierno transitorio, una pandemia, un inicio de crisis económica, cuatro cambios de fecha de votación, una jornada electoral bajo amenazas del gobierno, cambios en los planes del Tribunal Supremo Electoral de ultimísima hora, votar bajo un país militarizado y no contar con ningún resultado durante la jornada electoral para, finalmente, con una paciencia que varias veces rozó el límite pero no cedió, aferrarse a lo último que le quedaba a Bolivia antes del precipicio: las urnas.

Así, en menos de un año, bajo la narrativa de un fraude electoral, Bolivia ha transitado abruptos, forzados y violentos reacomodos de su tejido político, institucional y mediático; todo esto a la sombra de un complejo tejido social que, aunque dañado, pareciera haber mantenido sus estructuras en pie. Y que, oculta y pacientemente solo, parecía esperar la oportunidad legítima para volver a dejarse ver. Al menos, ese pareciera, por ahora, el principal resultado de las recientes elecciones que, sin duda, van mucho más allá de una virtual victoria del MAS, pues establecen los mínimos sobre los cuales tocará establecer un urgente proceso de reconciliación nacional.

Fernando Molina (periodista y escritor)

No cabe duda de que los adversarios del MAS subestimaron el potencial electoral de este partido y de su candidato Luis Arce. Por un lado, las encuestas –que no detectaron la verdadera intención de quienes se presentaban como indecisos– los despistaron. Por el otro lado, esta subestimación se debió a la incapacidad de estos grupos políticos, que representan a las elites tradicionales, de reconocer al MAS como una expresión genuina de los sectores sociales menos pudientes y más indígenas del país. En cambio, normalmente han visto al MAS como «marioneta del chavismo», «organización delincuencial», «grupo de narcoterroristas» y han considerado la adhesión que despierta como un fenómeno puramente clientelar.

En esta miopía existe una fuerte carga de racismo. Desde siempre, los sectores tradicionalmente dominantes del país han concebido la politización de los subalternos –que socava los pilares meritocráticos y hereditarios de su poder– como una irrupción de la irracionalidad y la codicia. Esto viene desde el siglo XIX, cuando los representantes de la oligarquía de la época, los septembristas, se quejaban por «tener que descender» a la actividad política a causa de la invasión de esta por el «cholaje belzista» (por los seguidores de Isidoro Belzu), que era tanto como decir la «barbarie».

La subestimación de la que hablamos estuvo presente en el candidato Carlos Mesa, que fue incapaz de construir un partido con incidencia en el mundo indígena. También estuvo presente en el gobierno interino de Jeanine Áñez, que gobernó con la mente puesta en las clases sociales más elevadas, las cuales querían vengarse del MAS y estaban acostumbradas a ver a los indígenas exclusivamente como empleados o incordios sociales.

Las elites se han revelado incapaces de analizar por qué Evo Morales les ganó en 2005, las razones del predominio político de este durante tantos años y las causas por las que el MAS no se hizo trizas después de su caída en noviembre de 2019. Bolivia no es censitaria desde 1952, pero la mentalidad de sus elites tradicionales sigue siéndolo.

De este modo, pese a que estas triunfaron sobre Morales el año pasado y tenían posibilidades de construir una hegemonía –contaban con el apoyo de la parte más educada y económicamente acomodada de la población, así como con un respaldo «intenso» de las Fuerzas Armadas y la Policía–, perdieron el poder que tanto anhelaban solo un año después de haberse hecho de él.

Unas elites oligárquicas y racistas gobernaron el país de 1825, fecha de su nacimiento, hasta 1952, año de la Revolución Nacional. Lo hicieron sobre la base de la imposición ciega y violenta de su voluntad sobre una mayoría ignorante y a menudo silenciosa. Las condiciones de este dominio fueron desapareciendo en el último medio siglo, pero la elite misma solo cambió superficialmente. Hasta hoy sigue siendo «tradicional» y con tendencias a oligarquizarse. Esta es la «paradoja señorial» de la que hablaba René Zavaleta.

La transformación más importante en las condiciones de dominio se dio cuando los sectores subalternos encontraron la forma de crear su propia expresión político-electoral: el MAS. Desde ese momento, la acción electoral ha resultado manifiestamente adversa a los partidos de las elites tradicionales. Teóricamente hablando, la forma en que estas podrían recuperar el poder de una manera algo más durable sería por medio de la fuerza bruta, como en los años 60 y 70, pero esta vía es imposible hoy por las características «epocales».

Por otra parte, una reforma de las elites tradicionales parece imposible. Si no aprendieron la lección después de que Morales se aprovechara de sus errores, abusos y excesos durante el neoliberalismo para derrotarlas, es difícil pensar que aprenderán alguna vez. En efecto, apenas tuvieron una oportunidad de prevalecer nuevamente, desnudaron los mismos vicios y la misma miopía que tenían en los años 90, o unos vicios y una miopía peores aún, porque en este tiempo no impera el neoliberalismo sino una forma particularmente perversa del conservadurismo, el populismo de derecha.

Al mismo tiempo, el MAS haría mal si también menospreciara a sus adversarios en el futuro. Aunque esta no parece capaz de generar un proyecto sostenible de poder en un país insumiso y mayoritariamente indígena como Bolivia, de todas formas está furiosa, resentida, acumula gran parte del capital económico y casi todo el capital cultural y, como demostró en el último año, tiene fuerza suficiente, en alianza con las clases medias militares y policiales, para destrozar las bases de sustentación del proyecto antagónico. Puede salirse del marco democrático cuando esto le sea posible.

Las elites tradicionales pueden aprovechar las deficiencias y fallas del bloque popular (como hizo con el narcisismo de Morales y la corrupción de su gobierno) y atacar justo cuando este pierda pie, se equivoque, se confunda y entonces deje de ser 50% más uno del pueblo boliviano.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/Bolivia-Luis-Arce-Evo-Morales/

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La decepción de Bolsonaro con Bolivia

Por: Eric Nepomuceno

No hubo en Brasilia, al menos en un primer momento, ninguna reacción oficial a la victoria, bajo todas las apariencias, ineludible, del candidato del MAS en Bolivia. Es muy probable que se espere el resultado oficial para que aparezca alguna manifestación formal, que difícilmente será calurosa.

De todas formas, no hay espacio para ninguna duda: la victoria de Luis Arce impone una dura decepción para el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro. Basta con recordar que, cuando del golpe de 2019 patrocinado por la Organización de los Estados Americanos, la OEA, Brasil ha sido de los primeros en reconocer a la autoproclomada presidenta Jeanine Áñez.

El resultado de las urnas confirma, además, la solidez de la imagen del expresidente Evo Morales entre los bolivianos. Cuando ocurrió el golpe que lo destituyó, Bolsonaro no hizo ningún esfuerzo para disfrazar su alegría.

La perspectiva de la victoria de la derecha en Bolivia animaba a Bolsonaro con la perspectiva de fortalecer la tendencia que ya cuenta con varios gobiernos sudamericanos, con destaque para Chile, Ecuador y Colombia. La victoria de Arce rompe esa perspectiva mientras abre canales de diálogo con la Argentina de Alberto Fernández, blanco directo de críticas cada vez más contundentes del ultraderechista brasileño.

Bolsonaro, a propósito, está a punto de sufrir otra derrota– y de efecto muchísimo más dañino-. Si se confirman las expectativas de victoria del demócrata Joe Biden sobre Donald Trump, el eje Brasilia-Washington pasará a una nueva etapa. La vergonzosa sumisión de Bolsonaro a su ídolo y guía quedará en las calendas como un vasallaje inédito en las relaciones bilaterales, y todas las inexistentes ventajas que el brasileño exaltaba gracias a su “diálogo abierto” con Trump saltarán a la superficie, contribuyendo para desmoralizar aún más su obsesiva idolatría.

Ahora mismo, mientras Bolsonaro rinde loas a los “excelentes resultados” alcanzados junto a Estados Unidos, la Cámara Americana de Comercio muestra que entre enero y septiembre de 2020 las transacciones comerciales entre los dos países habían registrado la más acentuada caída de los últimos once años. Pero ya está harto comprobado que la realidad poco o nada importa para Bolsonaro.

Si la victoria de Luis Arce le quita la posibilidad de un eje derechista en Sudamérica, la de Biden le impondrá consecuencias imprevisibles.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/300261-la-decepcion-de-bolsonaro-con-bolivia

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Bolivia: revolución al contragolpe.

Por: Daniel Seixo


«Podrán borrar fotos, símbolos e imágenes del gobierno de Evo, pero  no podrán eliminar la memoria histórica del pueblo»

Evo Morales

«La revolución no tiene términos medios: o triunfa plenamente o fracasa.»

Fidel Castro

13 años, esa es la cifra que Evo Morales deja hasta el momento inscrita inexorablemente en la historia de Bolivia. Trece años de gobierno, de gobierno del Movimiento al Socialismo (Mas) basado en la justicia social, la distribución equitativa de las riquezas del país, la defensa e inclusión de los sectores más vulnerables de la población boliviana y la soberanía nacional frente a la injerencia imperialista. Una cifra a la que le acompañan muchas otras, como la construcción de más de 34 hospitales, 1.061 nuevos establecimientos de salud, 1.206 unidades educativas, la extensión de las instalaciones de gas a domicilio a más de 8.000 hogares, la construcción de 5.000 kilómetros de carreteras, la disminución de la pobreza extrema –que se redujo más de la mitad pasando de 38 a 17 por ciento entre 2006 y 2017– el aumento del ingreso anual per cápita de 1.120 dólares a 3.130 en ese mismo período, el incremento de la esperanza de vida de 64 a 71 años, el aumento del salario mínimo de 440 bolivianos a 2.060 bolivianos, la disminución del desempleo del 8,1 a 4,2, el aumento del Producto Interno Bruto (PIB) en un 327 por ciento en los últimos 13 años, llegando a los 44.885 millones de dólares en 2018, la disminución de la enorme deuda heredada llegando en ese mismo año a ser el séptimo país menos endeudado de toda América Latina –con «solo» un 24% de deuda externa– la nacionalización de los recursos hidrocarburíferos y empresas del país para repercutir sus beneficios en diversos proyectos de cohesión y desarrollo social.

Sin embargo nada de todo esto le sirvió a Evo Morales o al Mas para evitar que el clima previo a las elecciones del pasado 20 de octubre de 2019 en Bolivia se enrareciera, encauzando un golpe de estado anhelado y propiciado por la derecha del país, pero en el que fueron diversos los actores que por acción u omisión facilitaron el camino de regreso al más profundo neoliberalismo, el autoritarismo y el arcaico racismo inherente a las élites del país. No debemos olvidar que el proceso previo a la fatídica cita electoral de octubre, había estado marcado por el debilitamiento y la marcada división en el seno de la izquierda boliviana. Una deriva política que lleva a que en las fechas previas a la contienda electoral se produzca una grave crisis de legitimidad sobre la figura de Evo Morales, a quien diversos colectivos acusaban de mostrarse incapaz a la hora de enfrenar la corrupción estatal y los abusos de poder en las instituciones, además de señalar la inacción de su gobierno ante las nefastas consecuencias de las marcadas políticas extractivistas sobre diferentes comunidades indígenas.

Las palabras de aprecio y agradecimiento a los hombres que asesinaron al eterno guerrillero cubano bajo protección y mandato de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) suponen el más fiel retrato de un sector de la población de Bolivia que ha vivido siempre de espaldas al sufrimiento y las miserias de su pueblo

Este profundo malestar y la ruptura entre diversos movimientos de base en la izquierda y el gobierno boliviano, se constataría definitivamente cuando Evo Morales decide ignorar el referéndum de 2016, en el que la mayoría de la población votó en contra de permitirle postularse de nuevo a la presidencia en 2019, para finalmente participar en los comicios previo paso por Tribunal Supremo Electoral de Bolivia (TSE) que le habilitaría para optar a un nuevo mandato. Una decisión que provoca una clara ruptura en la izquierda del país y que sería aprovechada por la derecha para asestar un golpe de estado inesperado e impensable apenas unos meses antes. El resto es una historia conocida por todos: a la victoria electoral de Morales y el Mas, le siguen las acusaciones de fraude, la manipulación mediática, las injerencias de diversos organismos supranacionales y la estocada final de EE. UU. y la OEA que dan pie a la violencia, la huida del presidente electo del país para lograr salvar su vida, las detenciones ilegales, la presencia masiva de militares en las calles, la represión contra la población civil y el regreso de la corrupción, el autoritarismo y la biblia al gobierno de un país que apenas unos días antes era gestionado y gobernado por un movimiento socialista y antiimperialista.

La facilidad con la que el golpe se lleva a cabo y el desparpajo y la soberbia con el que una figura tan mediocre y representativa de la antipolítica como Jeanine Áñez llega a la presidencia de Bolivia, es una clara muestra de la debilidad de todas las revoluciones democráticas que renuncian en última instancia a la consecución y profundización en la vía de la democracia revolucionaria, esa que no solo se encamina a una eficiente y mayor gestión de los recursos propios de las estructuras y el reparto de poder capitalista, sino que avanzan cara a la edificación de una sociedad nueva, definiendo en sus diversos procesos constituyentes una clara alternativa de cara a superar este sistema ineficiente y hostil para todos aquellos pueblos que aspiran a la verdadera y plena soberanía de sus recursos y su territorio.

Con un ejército que ha mostrado públicamente y sin cortapisas su clara faceta golpista y una derecha que difícilmente aceptará de buen agrado los resultados electorales obtenidos en las urnas por aplastantes que puedan llegar a ser, el MAS precisa no solo vencer en los comicios de este 18 de octubre, sino desde ese mismo momento comenzar a tejer alternativas reales, profundas y destinadas a cimentar una democracia revolucionaria

Las políticas de nacionalización, las expropiaciones, el uso de las riquezas de los recursos naturales de Bolivia de cara a destinarlos a programas sociales populares y el ejercicio de la soberanía económica y política frente al sistema capitalista y a los intereses comerciales del imperialismo estadounidense, supusieron un claro desafío y una grave ofrenda que difícilmente el gobierno de Evo Morales podría superar desde el parlamentarismo burgués tradicional, por ventajosos que fuesen sus acuerdos comerciales con diversas multinacionales, por insistentes que fueran sus esfuerzos a la hora de amansar a las clases propietarias de su país y por asombrosos y reconocidos que se proyectasen sus éxitos económicos de cara al exterior. Los mismos medios de comunicación que en su momento alabaron a Bolivia por su eficiente gestión económica y sus brillantes expectativas de futuro, se negaron firmemente a condenar un claro golpe de estado hasta que el tiempo había transcurrido inexorablemente haciendo de sus tardíos editoriales una mera constatación de los profundos y oscuros intereses que se ocultaban tras el cínico y profundo silencio generalizado del occidente capitalista. Los mismos países que pedían respeto para las reglas democráticas en Venezuela o Cuba, se apresuraban a reconocer y firmar oportunos contratos comerciales con Áñez y los militares golpistas en Bolivia.

Ciertamente en gran medida el fascismo del actual régimen boliviano no es el viejo fascismo de los tanques, las desfiles militares en las calles y la grandilocuencia represiva, el totalitarismo servicial al neoliberalismo se muestra ahora en América Latina con una cara más «amable», abierta a los comicios electorales –previa construcción de las condiciones adecuadas en forma de amenazas y amaños electorales– y proyectada en la prensa internacional bajo una profunda capa de hipocresía, propaganda e intercambio de favores con el entorno OTAN: ustedes nos entregan sus recursos naturales y nosotros les otorgamos legitimidad ante el mundo. Eso es de lo que se ha tratado todo este proceso golpista contra el gobierno de Evo Morales, así se ha logrado silenciar en Europa la presencia de policías y militares reprimiendo a manifestantes en Cochamaba, la implosión de la cultura de las privatizaciones y el saqueo generalizado de los recursos públicos y naturales del país, la negligente gestión de la pandemia sanitaria debida al coronavirus o el evidente racismo de unas élites económicas que una vez han ostentado el poder, no han tardado en dar sobradas muestras de su desprecio a la Wiphala como símbolo de los pueblos indígenas o a figuras representativas de la izquierda regional, como el reciente menosprecio por la figura del Che Guevara. Las palabras de aprecio y agradecimiento a los hombres que asesinaron al eterno guerrillero cubano bajo protección y mandato de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) suponen el más fiel retrato de un sector de la población de Bolivia que ha vivido siempre de espaldas al sufrimiento y las miserias de su pueblo, aceptando de ese modo la histórica subyugación de la burguesía parasitaria a los intereses del capitalismo estadounidense que en recompensa apenas les arroja por su traición las migajas de los inmensos beneficios adquiridos por la explotación imperialista de los recursos naturales de Bolivia.

La facilidad con la que el golpe se lleva a cabo y el desparpajo y la soberbia con el que una figura tan mediocre y representativa de la antipolítica como Jeanine Áñez llega a la presidencia de Bolivia, es una clara muestra de la debilidad de todas las revoluciones democráticas que renuncian en última instancia a la consecución y profundización en la vía de la democracia revolucionaria

Pese a la renuncia del el expresidente Jorge Quiroga y la propia Jeanine Áñez y a las numerosas encuestas que otorgan a Luis Arce, candidato del MAS, una amplia ventaja electoral a escasos días de medir el pulso político del país en las urnas, el alto porcentaje de indecisos, las seguras presiones ultraderechistas, el clima de violencia generado para evitar el voto de izquierda y los más que probables intentos destinados manipular los resultados electorales para evitar el triunfo del pueblo frente a la tiranía, hacen que a día de hoy no podamos dar nada por sentado de cara al futuro político del país. Suceda lo que suceda, los retos para Bolivia se han multiplicado desde la salida de Evo Morales del poder, el saqueo de las empresas estatales, las privatizaciones, el mayor endeudamiento, la polarización política y la depauperación de las condiciones materiales de gran parte de la población que han hecho florecer millones de nuevos pobres en todo el país, suponen alguna de las tareas que el nuevo presidente boliviano tendrá que encarar si dilación tras su llegada al poder. Haría bien Luis Arce, en caso de tener que encarar este cometido, en recordar que los marcos democráticos burgueses son limitados y promueven logros etéreos y difícilmente condensables en consecuciones duraderas en el tiempo para las masas populares de un país en vías de desarrollo como Bolivia.

Con un ejército que ha mostrado públicamente y sin cortapisas su clara faceta golpista y una derecha que difícilmente aceptará de buen agrado los resultados electorales obtenidos en las urnas por aplastantes que puedan llegar a ser, el MAS precisa no solo vencer en los comicios de este 18 de octubre, sino desde ese mismo momento comenzar a tejer alternativas reales, profundas y destinadas a cimentar una democracia revolucionaria que supone hoy, sin atisbo alguno de duda, la única vía posible de defensa para los pueblos que se enfrentan cara a cara a la injerencia imperialista y a sus lacayos representados en la burguesía y la ultraderecha local. En este sentido, Bolivia tiene la oportunidad de comenzar de nuevo a construir patria al contragolpe. El futuro debe dibujarse en la cohesión de su pueblo.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/bolivia-revolucion-al-contragolpe/

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Elecciones del 18 de octubre. Bolivia y el camino del retorno

Por: Cristóbal León Campos

A unas horas de que el pueblo boliviano retorne a las urnas para elegir cual será el rumbo de su nación en los años venideros este domingo 18 de octubre, la esperanza está puesta en la salida irrevocable de los golpistas del poder de una vez y para siempre. Las movilizaciones que desde meses atrás tienen lugar en Bolivia han dejado en claro que las fuerzas proletarias-campesinas-indígenas-populares reclaman su derecho a retornar al camino de la emancipación iniciado e interrumpido en tantas otras ocasiones.

El Movimiento al Socialismo (MAS) en cierta forma renovado y fortalecido por los procesos álgidos impuestos en la coyuntura del golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales, la brutal represión ejercida por militares traidores y el imperialismo estadounidense avalado y exacerbado por la oligarquía burguesa que añora los tiempos coloniales, junto a la crítica y autocrítica que el MAS ha debido efectuar en su seno y sobre el proyecto defendido, son parte del marco que genera la oportunidad del restablecimiento primero de la democracia y el fin de la dictadura encabezada por Jeanine Áñez (de la cual en realidad ha sido títere y burla), y segundo, la implementación del proyecto político socialista que reoriente las reformas sociales algunas desgastadas ya antes del golpe de Estado y otras destruidas en los meses del gobierno golpista, el triunfo del MAS este domingo 18, sería una nueva oportunidad para retornar el camino y radicalizarlo evitando los errores del pasado y afrontando la embestida imperialista-oligarca que vendrá tras el triunfo. El MAS tiene en su propio nombre la salvación boliviana: el socialismo.

Lo anterior no significa la celebración adelantada ni un pretende ser un triunfalismo ingenuo, nunca el gobierno golpista pretendió la celebración de elecciones realmente democráticas y limpias, su intención fue postergar las votaciones (como hizo dos veces) y perpetuar el régimen dictatorial implantando, por ello la implementación del fraude no se descarta. Se sabe de la represión abierta y selectiva, el bloqueo político al MAS, la guerra mediática, la injerencia imperialista y el silencio cómplice de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que una vez más ha quedado en desprestigió al ser demostrada la mentira sobre el fraude electoral que difundió en las pasadas elecciones como justificantes para el derrocamiento de Evo, la OEA no hizo ningún llamado a Áñez para la celebración de las elecciones en las dos ocasiones cuando las postergó, su complicidad golpista es evidente.

El pueblo boliviano, su voluntad y conciencia en la resistencia y la lucha por la democracia, por sus derechos de soberanía-autodeterminación y en contra de la dictadura neofascista, tendrán una prueba muy dura, desde días atrás imágenes y denuncias sobre la militarización y la organización represiva del régimen de facto para impedir el triunfo en las urnas del MAS se divulgaron. Serán horas y días fundamentales para la justicia, pues si algo ha caracterizado al gobierno de Áñez ha sido la represión, la mentira, el extremismo religioso, el autoritarismo y su sumisión absoluta al imperio estadounidense.

El domingo 18 de octubre es significativo y crucial, para la región Sudamericana tiene además un carácter reivindicativo y de resistencia aún mayor en este 2020, en la misma fecha el pueblo chileno saldrá a las calles conmemorando un año de la rebelión de octubre que los ha llevado a estar próximos de la celebración de un plebiscito el día 25 de este mes, del que se pudiera desprenderse la realización de una constituyente que reformule los resabios de la dictadura de Augusto Pinochet que persiste en la Carta Magna de dicha nación. También es de recordarse que fue en octubre cuando las fuerzas ecuatorianas demostraron su poder ante la continuidad neoliberal. La región latinoamericana sigue en disputa, entre los sectores proletarios-populares frente a los deseos imperialistas y de las burguesías locales sumisas y entreguistas. El triunfo del MAS en Bolivia significaría un freno al avance de la derecha neofascista que en los últimos meses ha reactivado sus andanzas de forma agresiva y descarada por toda nuestra América.

Los deseos puestos desde México se dirigen hacia la esperanza y confianza de que el pueblo boliviano derribará la dictadura y saldrá avante de esta noche que ha significado el golpe de Estado que en noviembre estaría cumpliendo su primer año. Florezca este domingo 18 el camino de retorno a la libertad y soberanía andina y el reinicio más profundo y radical de un nuevo capítulo en la verdadera construcción del socialismo para el bien de Bolivia y de nuestros pueblos latinoamericanos.

Fuente: El autor escribe para OVE

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¿A dónde conducirá la crisis boliviana? Elecciones y reconfiguraciones políticas

Por: Fernando Molina

 

Bolivia se encamina a las elecciones presidenciales con un nuevo escenario político: tras la caída de Evo Morales y el impacto sufrido por su fuerza política, el Movimiento al Socialismo (MAS) recuperó terreno y podría ganar otra vez. ¿Lo logrará? Si así fuera, ¿podrá retornar al poder? En cualquier caso, se avizora una batalla polarizada entre el MAS y sus adversarios.

Nota del editor: en una reciente decisión, el Tribunal Supremo Electoral cambió nuevamente la fecha de las elecciones y la fijó para el 18 de octubre, lo que generó diversas amenazas de movilizaciones para reponer el 6 de septiembre, la fecha aprobada por el Parlamento.

Las elecciones bolivianas del 6 de septiembre próximo expresarán una enorme polarización política y social. No es el único caso: el proceso electoral de noviembre en Estados Unidos también lo hará. Pero la diferencia es que el sistema electoral estadounidense, siendo bipartidista, tiende naturalmente a la polarización. El ejemplo boliviano, en cambio, resulta peculiar. Participarán varios partidos, pero el electorado se dividirá de acuerdo con una sola alternativa: a favor o en contra del Movimiento al Socialismo (mas).

Todavía no se sabe qué partido logrará representar a los votantes «anti-mas». Existe una competencia entre varias expresiones de centro y derecha que es alentada por las leyes electorales bolivianas, las cuales establecen la posibilidad de una segunda vuelta o balotaje. Esta posibilidad abre espacio para que estos partidos hagan cálculos individuales, una práctica que muchos antimasistas consideran indignante, ya que pone en riesgo lo logrado con el derrocamiento del presidente Evo Morales en noviembre pasado, esto es, el brusco apartamiento del poder del bloque sociopolítico que conmovió y manejó el país desde comienzos del siglo xxi.

Tal es, hoy, la principal preocupación de las elites económicas, intelectuales y mediáticas bolivianas: evitar que los peligrosos juegos entre los antiguos opositores a Morales –que se resisten a ceder unos ante los otros y no son capaces de formar un frente único contra el «enemigo público número uno», como llamó al ex-presidente un periodista paceño1– terminen invocando al espectro más terrorífico para la parte alta la sociedad: el «retorno del mas».

Los partidos criticados pretenden redimirse asegurando que cada uno de ellos está en las antípodas del mas y que, gracias a sus particulares virtudes, garantizará un triunfo definitivo y sostenible sobre este2. Al mismo tiempo, cada uno de ellos busca demostrar que sus rivales no son dignos de confianza porque su actuación lleva agua al molino del mas. La expresión que se usa es: «ser funcional al mas». Esta fue la tónica, por ejemplo, de la réplica del oficialismo (la agrupación Juntos, que postula a la presidenta interina Jeanine Añez) a los candidatos opositores Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, cuando estos criticaron su manejo de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de covid-193. A la inversa, los partidos opositores han acusado al oficialismo de propiciar, con su mala gestión de esta crisis, el retorno del mas4. En este juego han entrado también los medios de comunicación, como indica este titular de El Deber, el principal periódico de Santa Cruz, sobre el ex-presidente y candidato para 2020: «Mesa comparte foro con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que dio refugio a Evo»5.

El odio al mas

Aborrecer al mas es la pasión dominante de las elites tradicionales del país. En las raíces de esta pasión se mezclan el recuerdo de los agravios sufridos (la pérdida de espacios de poder por la disolución de la tecnocracia de los años 90 y la desvalorización del «capital genealógico» durante 14 años), las diferencias ideológicas (liberal-republicanismo versus nacional-caudillismo) y el racismo contra los indígenas y los mestizos plebeyos o «cholos».

El odio al mas comenzó incluso antes de la asunción al poder del «primer presidente indígena» y la instalación en él de movimientos sociales que aglutinaban a indígenas, campesinos y trabajadores. Esto ya se podía sentir en 2002, cuando el mas se transformó en una alternativa seria de poder. Entre 2006 y 2008, durante los dos primeros años de gobierno de Morales, estuvo a punto de provocar una guerra civil entre las regiones noroccidentales y surorientales del país. Si no lo hizo, fue por el peso de la popularidad del presidente, que sin embargo no logró consolidarse en el gobierno sin antes pulir las aristas más radicales de su programa de reformas al Estado y reducir al mínimo su programa de redistribución de la propiedad agraria.

Pese a ello, el aborrecimiento al partido izquierdista y su líder no desapareció. Incluso durante el periodo de auge 2009-2015, mientras el país vivía el mejor momento económico de su historia, la mayoría de los bolivianos tenían más ingresos y el bienestar social aumentaba, esta animadversión estuvo ardiendo como llama votiva en los altares secretos de las organizaciones empresariales, los clubes sociales, las logias, las fraternidades del carnaval de Santa Cruz, los grupos de rummy de las mujeres acomodadas y, en fin, en los múltiples escenarios de la vida privada en los que las elites tradicionales blancas no perdieron su primacía. Incluso si algunos dirigentes burgueses «se pasaban» al gobierno del mas o si amagaban confraternizar con él; o si la mayor parte de los intelectuales y periodistas se cuidaban de «criticar demasiado» al poderoso régimen, la enemistad clasista y racial siempre estuvo allí, esperando un mejor momento para expresarse.

Lo mismo pasó con el prejuicio racial. Aunque las expresiones públicas de este prejuicio quedaron atenuadas por miedo a que el gobierno implementara las sanciones legales y morales que merecían, el país continuó lastrado por las rémoras del orden estamental colonial. El mas tuvo incluso que hacer concesiones de Realpolitik al racismo, como designar a personajes más pintorescos que persuasivos en el recién creado Viceministerio de Descolonización, diseñado para dirigir la política igualitaria; o como tolerar que las Fuerzas Armadas mantuvieran un estatuto que discriminaba a los sargentos y cabos, la mayoría de los cuales son de origen indígena6.

Los nostálgicos de los viejos poderes y de las antiguas relaciones interclasistas se fueron fortaleciendo paulatinamente conforme el gobierno del mas se iba debilitando por el desgaste natural de su prolongada permanencia en el poder, los errores que iba cometiendo y las limitaciones que iba revelando. Ser «antimasista» se convirtió en un signo de estatus social y racial, y por tanto comenzó a ser interiorizado por las clases medias bajas como un elemento «aspiracional», esto es, como un mecanismo de ascenso social.

¿Cuáles fueron los errores que cometió y las limitaciones que desveló el gobierno del mas? Su «electoralismo», que terminó reduciendo el proceso social a una sucesión de triunfos en las urnas y a la conservación del poder a toda costa, incluso con métodos autoritarios; su «campesinismo», que debe entenderse como una relativa sordera frente a las demandas de los sectores urbanos; su cooptación por parte de una cúpula de incondicionales «evistas»; su corrupción y burocratización; su indecisión ideológica entre un extremo pragmatismo y el «nacional-estalinismo»7 y, sobre todo, su caudillismo.

Con su éxito político, económico y gubernamental, Morales se convirtió en el más importante caudillo de un país que había estado lleno de ellos; un país en el que, según su sociólogo más creativo, René Zavaleta, «el caudillo es el modo de organizarse de las masas»8. La centralidad del presidente y el culto estatal a su personalidad llegaron a unas cotas igual de altas que las alcanzadas por otros grandes líderes nacionales, como Víctor Paz Estenssoro o José María Linares. Si al principio la adulación oficial a Morales se correspondía en parte con la realidad, más tarde se convirtió en un espejismo y en un mecanismo de gratificación y manipulación del narcisismo del presidente boliviano. A punto tal que este creyó que tenía fuerza suficiente, incluso, para darle la espalda a la fuente de su poder, las mayorías electorales, en caso de que estas lo contrariaran.

Así lo hizo en lo que respecta al referendo constitucional del 21 de febrero de 2016, que le prohibió la reelección, y quizá también en lo que respecta al resultado de las elecciones del 20 de octubre de 2019, que, según la percepción de la mayoría de los bolivianos9, hizo alterar para evitar una segunda vuelta (una noción que, sin embargo, Morales y el mas niegan y que en este momento es objeto de disputa en la campaña electoral y los tribunales).

En todo caso, suponer que la indudable fuerza de su figura era superior al apego de los bolivianos al voto –que en este país es clave, porque permite resolver las sempiternas disputas por las rentas provenientes de los recursos naturales– constituyó un gravísimo paso en falso. Terminó confundiendo y fragmentando el bloque social que respaldaba al gobierno del mas, el cual ya estaba debilitado por su larga incorporación al oficialismo, con todas las ventajas y tentaciones que esta situación implicaba10. Al final, en las últimas horas de su gobierno, el mas, que había surgido de las luchas sociales, no era sin embargo capaz de movilizar eficientemente a sus adherentes; se había transformado en una maquinaria electoral que todavía podía lograr buenas votaciones pero que ya no despertaba ningún fervor progresista. Solo los ultraleales cocaleros del Chapare, los vecinos de los barrios más indígenas de la metrópoli aymara de El Alto y ciertos grupos de funcionarios estuvieron dispuestos a luchar efectivamente para impedir que Morales cayera.

Luego de su derrocamiento, la quema de buses, fábricas y casas de opositores a Morales en La Paz, así como el «cerco a las ciudades» ordenado por el ex-presidente desde el exilio, despertaron el ancestral terror de los blancos bolivianos al «malón indio» y elevaron el aborrecimiento al mas al nivel de la histeria colectiva. Fue en ese momento cuando emergió el relato furibundamente antisocialista que continúa vigente hasta hoy. Pablo Stefanoni detectó en él «tres palabras claves: ‘hordas’ –los militantes del mas son reducidos a meros grupos de choque facinerosos–; ‘despilfarro’ –el ampliamente elogiado manejo macroeconómico [de Morales] habría sido una mera realidad virtual– y ‘tiranía’ –los últimos 14 años habrían sido puro despotismo estatal–»11. Este relato fue en parte el móvil y en parte la cobertura de la represión del mas ejecutada por el gobierno interino. Los grupos que se movilizaron a favor del ex-presidente Morales fueron desmantelados por las fuerzas combinadas de la Policía y las Fuerzas Armadas, lo que costó la vida de más de 30 personas. Casi 1.000 dirigentes fueron detenidos temporalmente. Varias decenas de ex-funcionarios, entre ellos Morales y su vicepresidente, Álvaro García Linera, tuvieron que salir del país con rumbo a México y Argentina. Cientos han sido investigados por corrupción. Dos ex-ministros fueron apresados y continúan en la cárcel. Siete jerarcas del mas se refugiaron en la residencia de la Embajada de México en La Paz, donde quedaron varados por la falta de salvoconductos para salir del país.

Al mismo tiempo, la esfera pública fue casi completamente ganada por los voceros –genuinos y advenedizos– de la «revolución de las pititas», como llamó la prensa a las protestas que antecedieron al derrocamiento de Morales12. Incluso los intelectuales que habían estado vinculados y habían medrado con el gobierno anterior comenzaron a practicar tiro al blanco contra Morales, convertido en la «bolsa de golpear» de cualquiera que supiera hilvanar unas cuantas frases para producir un artículo de opinión. Los más importantes académicos de izquierda se cuidaron mucho de contrariar este clima de opinión e hicieron gestos de absolución del gobierno interino de Añez13. Este gobierno disfrutó desde el inicio de la hegemonía sobre los medios de comunicación14, que recién ahora comienza a tornarse menos intensa por el rápido desgaste del manejo del poder, pero que todavía resulta unánime si se invoca en contra del mas.

En este contexto, cualquiera habría pensado que el mas tenía los días contados, que su futuro sería convertirse en un grupo político secundario, exclusivamente rural, en fin… Sin embargo, a principios de año, pese a las condiciones adversas que hemos descrito, el mas apareció encabezando las primeras encuestas de intención de voto, incluso antes de tener candidatos. La sigla atraía una adhesión «dura», esto es, ideológica y sociológica, de alcances masivos. En enero, 21% del electorado estaba dispuesto a votar por ella sin que importara quiénes fueran sus figuras y cuáles fueran sus ofertas electorales15. En marzo, con sus candidatos ya elegidos, 33% de la población la apoyaba16.

Los trabajadores, los sectores plebeyos de la población, los indígenas y los cholos que no se habían «desclasado» seguían viendo en el mas –aunque este no había hecho ninguna autocrítica consistente de sus errores– la única fuerza capaz de representarlos y de defender el estatismo, el nacionalismo y el igualitarismo racial que la vuelta al poder de las elites tradicionales parecía haber puesto en riesgo. Pero, además, esta fuerza está asociada a una época de prosperidad y estabilidad política inusitadas. (Por esta razón, entre otras, no prosperó la iniciativa de los «pititas» más radicales de usar la acusación de fraude que pende sobre el mas para vetar su participación en las elecciones).Se trataba de un resultado contraintuitivo. Pese a todo lo ocurrido, el mas seguía estando en el centro de la escena política y las demás fuerzas se posicionaban respecto a él. Ni siquiera la derrota de alcances históricos que había sufrido en noviembre pasado lo había desplazado de este lugar «nuclear». Se trataba de un sorprendente ejemplo de resiliencia política, que sin duda expresaba, como hemos dicho, procesos de identificación clasista y, simultáneamente, racial.

La respuesta del mas después de su caída

El «evismo» (o admiración y lealtad –no siempre sanas– a Evo Morales), por un lado, y la posibilidad de obtener un triunfo electoral en las próximas elecciones, por el otro, son las dos fuerzas que han conservado la unidad del mas después del terrible remezón que significó para este partido su salida violenta del gobierno. Para quienes suponen que su caída se debió solo a la acción de una fuerza externa (la «conspiración del imperio para apropiarse del litio boliviano» o el «golpe policial y militar»), la unidad de los masistas puede parecer una premisa obvia, pero no es así porque, como hemos visto, el desmoronamiento del gobierno de Morales respondió a causas tanto internas como externas. Además, el mas nunca ha sido un partido ideológico, sino «sindicalista», y parte de su atractivo ha residido en su capacidad de posibilitar el ascenso social de los elementos más despiertos y ambiciosos de los sindicatos y las clases medias plebeyas. De modo que la expectativa de volver pronto al poder ha influido sobre su comportamiento unitario.

Morales también ha tenido una participación fundamental en ello, al constituirse en la referencia única de grupos que, sin él, probablemente buscarían competir entre sí para expresar a ese 33% o más del electorado que hoy se inclina a la izquierda. Este siempre ha sido el papel de Morales. Si el mas logró consumar uno de los más caros anhelos de los progresistas del siglo xx, la «unidad de la izquierda», no lo hizo sobre las bases previstas (hegemonía ideológica, frente defensivo, etc.), sino, a la boliviana, en torno de una figura tutelar17. Morales articula las tres alas principales de su partido, todas las cuales son «evistas». Logra que «se queden en el Instrumento Político» al mismo tiempo que evita el surgimiento de competidores peligrosos para su liderazgo carismático.

Las tres grandes facciones del mas, cada una de las cuales incluye a muchos grupos menores, son las siguientes:

a) El ala formada por las organizaciones obreras y campesinas del denominado «Pacto de Unidad». Esta está dirigida, por un lado, por David Choquehuanca, ex-canciller entre 2006 y 2018, actual candidato vicepresidencial y líder indígena altiplánico, y por el otro, por el joven Andrónico Rodríguez, dirigente efectivo de las federaciones sindicales cocaleras que siguen siendo presididas por Morales.

b) La formada por los numerosos grupúsculos de militantes que vienen de la izquierda tradicional; en esta ala predominan los dirigentes radicales y «nacional-estalinistas», aunque en ella también se ubica el más moderado candidato a la Presidencia, el ex-ministro de Economía y militante socialista Luis Arce.

c) La formada por los intelectuales neomarxistas, posmodernos, humanistas de izquierda y demócratas progresistas que se sumaron al mas en vísperas y después de su llegada al poder y que, dado su capital educativo, cumplieron un importante papel en la gestión gubernamental. Una parte minoritaria de estos elementos de clase media tiene vínculos con Choquehuanca, mientras que otra parte más amplia estuvo relacionada con García Linera (cuyo papel futuro es incierto).

El ala indígena y sindical leyó la salida de Morales del poder en una clave puramente racial. En parte, este sentimiento se ha volcado contra los propios militantes de clase media del mas, que han sido considerados oportunistas que se aprovecharon del «gobierno de los indios» para construir fama y fortuna. En el marco de esta crítica, resurgió la popularidad de Choquehuanca, quien había estado «en la congeladora» por un par de años, desde que Morales lo echara del Ministerio de Relaciones Exteriores por tomarse en serio la posibilidad que se le atribuía de sucederlo en la Presidencia, justo cuando el jefe de Estado buscaba el respaldo incondicional de su partido para su tercera reelección. De hecho, Choquehuanca cumplió un rol importante, como articulador de varias ong con base rural, al promover el salto del joven «hermano Evo» del sindicalismo campesino a la política nacional.

Cuando se fundó el mas, Choquehuanca era su principal operador en la zona aymara del país (el altiplano que abarca La Paz y Oruro), mientras que Morales, pese a su origen también aymara, dominaba los valles de Cochabamba, con predominio de población de origen quechua. Choquehuanca es un indianista cultural y, por tanto, moderado, pero tiende a acumular fuerza política de la oposición entre los indígenas y la clase media del mas. Dentro del gabinete, se enfrentó sordamente con García Linera. Con arreglo a su visión de tonalidades racistas sobre el balance de fuerzas dentro de su partido, acusó al entonces vicepresidente de ser culpable de todos los defectos del gobierno, inclusive de su propia salida del poder, en tanto que absolvió de ellos, por lo menos en público, a Morales.

Después de que perdieran la Cancillería, los choquehuanquistas fueron apartados del gobierno y Choquehuanca mismo fue enviado al «exilio dorado» en Venezuela como secretario ejecutivo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (alba). Luego del derrocamiento de Morales, el Pacto de Unidad los postuló a él y a Andrónico Rodríguez como candidatos a la Presidencia y a la Vicepresidencia, respectivamente. El partido aprobó esta postulación, igual que la lista de candidatos decidida por el Pacto de Unidad, lo que mostró cuál de sus alas era la más fuerte. Sin embargo, Morales objetó la fórmula e impuso como candidato presidencial a una figura de clase media cercana a él, Luis Arce, y desplazó a Choquehuanca a la segunda posición. A diferencia de Choquehuanca, Arce no tiene base social propia, y en caso de triunfo dependería de Morales. De forma característica, el ex-canciller aceptó la decisión de Morales en público, pero fue reticente a ella en privado y la atribuyó a una intriga de García Linera. De cualquier forma, su acatamiento, haya sido hipócrita o no, impidió que se produjera un choque entre el Pacto de Unidad y el exilio en Buenos Aires que habría sido muy peligroso para el mas.

Sin embargo, las tensiones entre «trabajadores» y «profesionales», «fundadores» rurales e «invitados» urbanos, «nacionalistas» y «comunistas» siguen existiendo y seguramente se expresarán más abiertamente en el futuro, tanto si el mas gana como si pierde las elecciones. Una muestra muy elocuente de estas tensiones fue la denuncia del senador del mas Efraín Chambi en contra de

actores de extrema izquierda, comunista, como Raúl García Linera [hermano del ex-vicepresidente], que lamentablemente se ha estado dedicando en los últimos tiempos a incitar y utilizar a algunas personas en el país, lo que no representa al mas… Siempre en el mas ha habido extremistas de este tipo, comunistas. No todos, algunos del Partido Comunista son muy sabios, coherentes y responsables. Pero sabemos también que hay otros, como la persona que hice referencia, y lo denuncio sin miedo alguno, porque le hace mucho daño al Instrumento Político18.

Probando la flexibilidad y la porosidad del mas, Chambi no fue sancionado por relacionar en la prensa a uno de sus compañeros con la violencia callejera, en un contexto en el que la represión no era imaginaria.

Otra figura política surgida de las organizaciones sociales, la presidenta de la Asamblea Legislativa, Eva Copa, ha mantenido una línea de reivindicación racial y ha conducido a los parlamentarios masistas con cierta independencia respecto de Arce, por un lado, y del exilio, por el otro. No es forzado clasificarla entre los «choquehuanquistas». Poco después de la caída de noviembre, Copa llegó a ciertos acuerdos con el gobierno de Añez que no coordinó con sus compañeros en Bolivia y, en algunos casos, tampoco con los de Buenos Aires. También ha criticado públicamente a dirigentes de clase media, como la senadora Adriana Salvatierra, pese a que esta se hallaba en una difícil situación personal. Ninguna de estas conductas ha sido desautorizada por Morales. Este, como tantos otros caudillos, mantiene relaciones con todos los grupos e individuos a los que puede usar para concretar sus planes. La actitud de Evo –y, por otra parte, la falta de interés o de dedicación del gobierno para lograrla– ha impedido la deserción de la bancada del mas en la Asamblea Legislativa. Luego de que pasara el momento más álgido de la represión, en el que esta deserción parecía inminente, los parlamentarios recuperaron la iniciativa parlamentaria y comenzó lo que algunos observadores han visto como un contraataque del bloque nacional-popular19.

La tolerancia extrema e incluso el descuido ideológico del mas se deben a que este partido es profundamente electoralista. A la vez, estas características determinan que permanezca como tal: amorfo y pensando que la solución a todos sus problemas –o, mejor, que su único problema– reside en ganar los siguientes comicios. Como es lógico, esto le ha impedido debatir sistemáticamente las causas de su derrota política, aprender de sus errores, mejorar… Si Morales, muy a regañadientes, llegó a aceptar que se había equivocado al intentar reelegirse por tercera vez20, ahora, aprovechando la leve mejoría de su situación en Bolivia a causa de los problemas de gestión que enfrenta Añez, entre ellos los debidos a la crisis sanitaria, ha cambiado de idea. Acaba de decir, otra vez, que no erró al postularse una vez más21.

¿Puede el mas volver al poder? ¿Le convendría a mediano plazo?

¿Puede el mas volver al poder en septiembre? Técnicamente, sí. Le bastaría sacar más de 40% de los votos –lo que no es imposible, si pensamos que ya tiene entre 33% y 35%– y esperar que Mesa y Añez, corriendo por separado, no superaran excesivamente los sendos porcentajes de 20% con que cuentan ahora. El mayor obstáculo para esto residiría en que, en vísperas de las elecciones, el electorado «anti-mas» virase masivamente a favor de uno u otro de estos candidatos. Un viraje parecido ya ocurrió en las elecciones de octubre de 2019 y las encuestas lo hallan probable. En ese caso, se debería ir a un balotaje entre Arce y uno de estos retadores: Mesa o Añez. La polarización se intensificaría al máximo y probablemente ganaría, por poco, el candidato anti-mas, sea este cual fuere.

Ahora bien, si el mas llegase a ganar, ¿podría asumir el gobierno? En la historia boliviana existe un periodo con similitudes con el actual. Durante la segunda mitad de la década de 1940, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (mnr), que había cogobernado con militares nacionalistas entre 1943 y 1946, enfrentaba igualmente el aborrecimiento y odio de los sectores altos de la población. Tanto que Mamerto Urriolagoitia, el presidente saliente, no aceptó el triunfo de Paz Estenssoro en las elecciones de 1951 y, con tal de que este no gobernase, prefirió entregar el poder a una junta militar. Esta maniobra pasó a la historia como el «mamertazo».

¿Hay campo para un nuevo «mamertazo» en la historia boliviana? Hoy, por supuesto, la situación internacional es muy distinta. No obstante, fuerzas muy poderosas podrían resistir con todos los recursos a su alcance el retorno del «cáncer de Bolivia» –como llamó al mas un columnista22–. Entre ellas, una parte del Ejército23.

Si el argumento de Urriolagoitia para desconocer el triunfo del mnr fue que no se le podía entregar el poder a los «comunistas», ahora varios podrían señalar que no debe pasar a las manos de los «narcoterroristas»; o que debe impedirse el ascenso de un partido que trató de engañar al país con un fraude electoral, y que debió haber sido inhabilitado antes de las elecciones… Morales ha advertido sobre la posibilidad de este desenlace. «Puede pasar… es el Plan b», declaró a France 2424.

La parte más democrática de las elites bolivianas, sin embargo, vería la reedición de un «mamertazo» como la repetición de un error. Hay que recordar que, apenas unos meses después de la acción de Urriolagoitia, estallaba la Revolución Nacional y Paz Estenssoro volvía de su exilio argentino en olor de multitudes.Una pregunta aún más interesante –aunque ingenua– es si volver de inmediato al poder le conviene al mas. Pensemos que, en tal caso, no tendría tiempo ni espacio para revisarse a sí mismo, reponerse de sus heridas, establecer una relación más sana con su «presidente Evo», en fin, no podría evitar cometer los mismos errores y sufrir los mismos quebrantos que antes. Por otra parte, también es cierto que, siendo en este momento un partido acorralado por los servicios de seguridad del Estado, quedarse fuera del gobierno podría terminar diezmándolo y dividiéndolo. No cabe duda de que una cosa como la «ventaja de perder» no está en la mente de Morales, Arce y los conductores del mas, y mucho menos en la de los masistas metidos en juicios, prisiones o exilios.

¿Qué harían Arce y Choquehuanca si llegasen a gobernar? ¿Qué tendrían que enfrentar en el periodo 2020-2025? Algunos pronósticos: enfrentarían la resistencia –por lo menos inicial– de los organismos de seguridad del Estado; la implacable campaña en su contra de las elites económicas, sociales, universitarias y mediáticas; la movilización constante de ciertos sectores de clase media que no querrían retirarse a sus cuarteles de invierno luego de haber disfrutado de las mieles del poder; un Parlamento dividido; un mas agitado y erosionado por la batalla entre «revanchistas» y «conciliadores»; y, encima de todo, los coletazos de la pandemia y una de las peores crisis económicas de la historia del país.

En ese contexto, no cabe duda de que Arce tendría suerte si lograse detener el proceso de restauración que sus enemigos han comenzado y administrase el Estado desde la perspectiva de los de abajo. Asignarle cualquier otro objetivo resultaría poco realista… Y si fracasase en esto, probablemente comprometería aún más las posibilidades de montar un proyecto izquierdista de grandes alcances en el futuro.En todo caso, como testifican los anales y las epopeyas, los generales nunca han hecho caso de los agoreros cuando ya se habían decidido a partir a la batalla.

  • 1.Robert Brockmann: «El enemigo público No 1» en Brújula Digital, 18/6/2020.
  • 2.«Mesa: mi responsabilidad es ganarle al MAS en elecciones para evitar que siga gobernando el país»
    en ANF, 24/6/2020.
  • 3.«Samuel acusa a ‘Camacho, Mesa y el MAS’ de conformar un bloque contra el Gobierno» en Correo del Sur, 26/5/2020.
  • 4.Erika Segales: «Camacho, Mesa y Tuto pasan a la ‘ofensiva’ contra Añez» en Página Siete, 26/5/2020.
  • 5.Marcelo Tedesqui: «Mesa comparte foro con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que dio refugio a Evo» en El Deber, 20/6/2020.
  • 6.Por ejemplo, no se les permite comer en los mismos «casinos» donde lo hacen los oficiales. Ver Fernando Molina: «Patria o muerte. Venceremos. El orden castrense de Evo Morales» en Nueva Sociedad No 278, 11-12/2018, disponible en <www.nuso.org>.
  • 7.Esto es, un antiimperialismo estereotipado, proclive a fantásticas teorías de la conspiración, poco apegado a la democracia y con tendencia a organizar purgas internas.
  • 8.R. Zavaleta: Obras completas I, Plural, La Paz, p. 112.
  • 9.Katiuska Vásquez: «El 70% cree que Evo se fue por revuelta y 62%, que hay fraude» en Los Tiempos,
    23/12/2019.
  • 10.P. Stefanoni: «Las lecciones que nos deja Bolivia» en Nueva Sociedad, edición digital, 3/2020, disponible en <www.nuso.org>.
  • 11.P. Stefanoni: «Bolivia: anatomía de un derrocamiento» en El País, 21/1/2020.
  • 12.En alusión a las pitas o cuerdas delgadas utilizadas para bloquear las calles para eludir la necesidad de movilizar a muchos manifestantes, una costumbre de las clases medias bolivianas que fue ridiculizada por Morales en uno de sus últimos discursos como presidente del país.
  • 13.Por ejemplo, v. Luis Tapia: «Crisis política en Bolivia: la coyuntura de disolución de la dominación masista. Fraude y resistencia democrática» en CIDES-UMSA, 19/11/2019.
  • 14.F. Molina: «Hegemonía instantánea: la prensa en la crisis boliviana» en Contrahegemonía.web, 3/12/2019
  • 15.Paula Lazarte: «Ciesmori perfila al candidato del MAS como ganador en encuesta» en Página Siete, 2/1/2020.
  • 16.«Arce aumenta ventaja y Mesa afianza el segundo lugar, según encuesta de Ciesmori» en Página Siete, 15/3/2020.
  • 17.Fernando Mayorga: Mandato y contingencia. Estilo de gobierno de Evo Morales, Fundación Friedrich Ebert, La Paz, 2019.
  • 18.M. Tedesqui: «Desde el mas apuntan a Raúl García Linera por violencia del jueves y Murillo les dice ‘dos caras’» en El Deber, 6/5/2020.
  • 19.F. Mayorga: «‘Elecciones ya’: ¿el mas recupera la iniciativa?» en Nueva Sociedad, edición digital, 6/2020, <www.nuso.org>.
  • 20.«Evo Morales: ‘Fue un error volver a presentarme’» en DW, 17/1/2020.
  • 21.Boris Miranda: «Evo Morales en entrevista con bbc Mundo: ‘Nosotros vamos a recuperar el gobierno’» en BBC Mundo, 24/6/2020.
  • 22.Francesco Zaratti: «El cáncer de Bolivia» en Página Siete, 16/11/2019.
  • 23.Ver Isabel Mercado: «El plan del mas es ‘sacar esta ley, maniatarnos y crear milicias’», entrevista al ministro de Defensa Fernando López en Página Siete, 29/6/2020.
  • 24.Natalio Cosoy: «Evo Morales cree que puede haber un ‘golpe’ si el mas gana las elecciones en Bolivia» en France 24, 17/3/2020.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/donde-conducira-la-crisis-boliviana/

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México: Evo Morales se suma a exigencia de justicia para Victor Yodo, luchador social desaparecido por el Ejército

América/México/15/07/2020/Fuente: istmopress.com.mx

 

Evo Morales, exiliado presidente de Bolivia, se sumó a la campaña “Los desaparecidos nos faltan a todos” con la fotografía de Víctor “Yodo” Pineda Henestrosa, líder social del Istmo detenido-desaparecido hace 42 años a manos del Ejército mexicano. Familiares y amigos recordaron que el 11 de julio de 1978, a pleno día y con testigos, elementos del 11 Batallón del ejército mexicano detuvieron y desaparecieron al profesor Victor Yodo. La familia Pineda Santiago realiza anualmente actos conmemorativos, pero este año por la emergencia sanitaria no convocó al acto político-cultural y realizó acciones conmemorativas de forma virtual. “Lo anterior, no significa que no mantengamos viva la memoria, y este año Evo Morales se suma a la exigencia por la presentación con vida de las y los desaparecidos políticos”. El caso sigue en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Cabe recordar que en 1978, después de la desaparición forzada del entonces promotor agrario Víctor “Yodo” Pineda Henestrosa, una demanda de amparo impidió que se eligieran autoridades agrarias en Juchitán y sus anexos. Cuarenta años después se resolvió que los que interpusieron el amparo no tenían la razón y se les negó el amparo y protección de la Justicia federal. Mientras, las empresas eólicas acapararon gran parte de los Bienes Comunales de Juchitán.

Mensaje de Irma Pineda. Más información: Se cumplen 42 años de la desaparición forzada del luchador social Víctor Yodo en Juchitán

Fuente e imagen: http://www.istmopress.com.mx/istmo/se-cumplen-42-anos-de-la-desaparicion-forzada-del-luchador-social-victor-yodo-en-juchitan/

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Bolivia: Presidenta de facto boliviana llama a reprimir movimientos sociales

América del Sur/Bolivia/21-06-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

La presidenta de facto dio instrucciones a la Policía sobre estar alerta para reprimir las posibles manifestaciones que exigen convocatoria a elecciones.

La presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Áñez, afirmó este viernes que su Gobierno trabaja para frenar la «violencia de los violentos», en clara alusión a los movimientos sociales, sobre todo, el liderado por el expresidente Evo Morales.

«Trabajando para frenar la violencia de los violentos y trabajando para frenar la delincuencia», expresó la jefa de Estado, mientras daba instrucciones a la policía sobre estar alerta para reprimir las posibles manifestaciones que exigen convocatoria a elecciones.

El Tribunal Electoral estipuló efectuar las elecciones presidenciales el próximo 6 de septiembre. No obstante, la mandataria de facto se niega a promulgar esa decisión, por lo que se le acusa de querer prolongar su interinato en el poder y esquivar sus responsabilidades ante la pandemia de la Covid-19.

Freddy Morales@FreddyteleSUR

Pdta. de facto, Jeanine Añez, instruye a la policía estar alerta para reprimir a movimientos sociales que exigen convocatoria a elecciones según decidió el Tribunal Electoral (6 sept) y al Movimiento al Socialismo, primero en las encuestas de tendencia de voto @teleSURtv

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No es la primera vez que la presidenta de facto tilda a los movimientos sociales como «violentos». Durante la clausura del primer Congreso Internacional de Agencias de Seguridad usó ese calificativo y aseveró que estos eran una amenaza contra la democracia.

«Les hablo como presidenta que enfrentó y venció a la más violenta y temeraria ofensiva de los grupos violentos que se autodenominan erróneamente ‘movimientos sociales’ y ellos no volverán porque pretendieron robar la democracia», dijo en aquella ocasión.

Durante esta jornada, volvió a arremeter contra los movimientos sociales al manifestar que «muchos violentos» están aprovechando la cuarentena para dividir con violencia, aludiendo también al Movimiento al Socialismo, liderado por el expresidente Evo Morales.

«… Y lo que está ocurriendo es que muchos violentos aprovechando la cuarentena se están reorganizando políticamente y vuelven con el palo en la mano. Por ejemplo el «evismo» vuelve para dividir con violencia», expresó Áñez.

De acuerdo con analistas, el Movimiento al Socialismo lidera las encuestas de tendencia de voto en Bolivia.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/presidenta-facto-boliviana-llama-reprimir-movimientos-sociales-20200619-0051.html#

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